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Desescombro y rescate
histórico: sobre la “exforma”
Peio Aguirre
El último texto del teórico del arte y comisario francés Nicolas Bourriaud ha tenido un
recorrido un tanto curioso. La versión original del libro, en francés, se publicó
recientemente tras las versiones en español e inglés. El orden fue, primero La exforma
en Adriana Hidalgo editora, en 2015, más tarde The Exform, en inglés, en la serie
Futures de Verso Books, en 2016, y finalmente L’Exforme, impreso en septiembre del
año pasado por PUF Presses Universitaires de France. Esta recensión nace de la lectura
de esta edición en su lengua materna, el francés. Como en trabajos anteriores, Bourriaud
trata de cogerle el pulso al presente inmediato detectando las tendencias más
persistentes en el arte y la cultura contemporáneas. En esta ocasión el concepto clave es
el de “exforma”, y se refiere al residuo como materia prima para el artista
contemporáneo. El mundo (y la Historia) se han convertido en vertederos donde los
artistas hurgan para desde ahí extraer una poética de las cosas en descomposición. En un
mundo en el que hay algún tipo de producción, debe de existir también alguna clase de
residuo, excedente, restos sobrantes de un trabajo que desborda y genera plusvalor.
La idea de “exforma” es más eficaz aquí como un título poderoso y una categoría para
definir una condición general y epocal que como una definición precisa susceptible de
ser aplicada a un arte concreto. Resulta evidente que se filtre el “Nouveau Réalisme” de
Raymond Hains o Mimmo Rotella, junto a Marcel Broodthaers, por poner algunos
ejemplos. Pero el interés de este trabajo radica en otro lugar, y este no es el arte. La
búsqueda de referentes artísticos contemporáneos que ilustren sus teorías resulta en
ocasiones innecesaria. Y cuando la realiza es casi más una expectativa suya hacia el lector
que viceversa. Bourriaud se muestra de nuevo como un ingenioso acuñador de términos
un tanto vagos pero válidos como moneda de cambio en el discurso artístico y
académico: “estética relacional”, “postproducción”, “altermodernidad”, “radicante”… y
ahora “exforma”. Si hay algo que caracteriza lo contemporáneo es precisamente este afán
por la invención de categorías para definirlo.(2) Una “exforma” sería todo aquello que
no merece la dignidad de ser considerado forma; un estado de forma al que añadir
cualquier sufijo como ex-, in-, post-, pre-, etc. A diferencia de sus anteriores libros,
L’exforme señala un cambio metodológico en la dirección de su escritura: si las ideas
filosóficas y sociológicas se elaboraban al vuelo, a partir de la mirada escrutadora de las
prácticas artísticas, aquí el camino escogido es el inverso. El pensador confecciona una
teoría general del residuo, y desde ahí filtra sus deducciones a los ámbitos del
psicoanálisis, la filosofía, la cultura y el arte.
Un residuo es “aquello que cae cuando se fabrica cualquier cosa”. El proletariado, señala
a continuación, es esa clase social de la que el capital puede disponer libremente. Pero ya
no se encuentra únicamente en las fábricas, sino que atraviesa el conjunto del cuerpo
social y designa un pueblo de despojados en el que las figuras emblemáticas son el
inmigrante, el clandestino y el sin hogar. La energía social del residuo genera zonas de
exclusión donde se entremezclan el proletariado, el explotado, la cultura popular, lo
inmundo y lo inmoral – el conjunto devaluado de “todo lo que no sabríamos ver”.(3)
Un marcado tinte social recorre las páginas mientras se fija en una actitud típica en la
cultura de hoy: centrarse en lo excluido, lo marginal, lo relegado, el desecho, para a
continuación reciclarlo y convertirlo en fuente de energía. Se pregunta entonces, ¿qué es
una política progresista, sino la toma en cuenta de los excluidos? ¿Qué es el psicoanalista
sino un practicante de lo reprimido? ¿Qué es un artista sino alguien a quien no le
importa el qué, sino que comprende que la más inmunda de las deyecciones se presta a
ser susceptible de adquirir un valor estético? (4) La figura de esta exclusión atraviesa así
diversos campos en los que el teórico se inmiscuye sin temor: el inconsciente, la
ideología y la historia. Esto es, Lacan, Althusser, Benjamin y también Bataille y
Courbet.
Bourriaud indaga en dos corrientes que han hecho de esta recuperación de lo excluido
su seña de identidad: el marxismo (Louis Althusser), y los cultural studies (a partir de
Stuart Hall) cuando las dos corrientes iban todavía de la mano. Su bifurcación más
reciente, la conversión del programa de los “estudios culturales” en identity politics, y la
relegación del marxismo a disciplina académica, no puede verse como una buena
noticia. Bourriaud se las ingenia para no comprometerse con ninguna de las dos, a la vez
que señala a Althusser como un “paquidermo” de otro tiempo y lanza sutiles indirectas
al multiculturalismo de los cultural studies. Los lugares donde Bourriaud prefiere
buscar una materialización de la “exforma” no son los vertederos del reciclaje industrial,
sino el inconsciente (psicoanálisis) y la Historia. En un pasaje se presenta como hijo de
la cultura filosófica francesa de los ochenta, donde el post-estructuralismo y la
posmodernidad se encontraron en una línea común: Foucault, Deleuze y Guattari,
Barthes, Baudrillard, Lacan y Lyotard… Por eso sorprende que el núcleo gordiano de
este libro sea la denostada figura del filósofo marxista y anti-humanista Althusser
(aunque ya había hecho un breve acto de aparición en Radicante).
Quizá se deba a una motivación de querer ser fiel al argumento central el que Bourriaud
se adentre de lleno en la “exforma” del pensamiento del filósofo “faro” de mayo del 68;
glosa profusamente, así, el concepto de ideología de “aparatos ideológicos del Estado” e
incluso el principio de la interpelación policial que sostiene la teoría de la ideología. En
el ambiente intelectual del periodo formativo del crítico francés la voz de Althusser era
completamente inaudible. Semejante redescubrimiento por parte de alguien que nunca
ha profesado apego a las tesis marxistas duras ha de deberse a esta fascinación por todo
lo despreciado en el discurso del arte actual, donde la especialización y el dedicarse a
personajes y relatos “olvidados” proporciona de por si un caché crítico. Un discurso
teórico del arte que tiene en los alumnos de Althusser su más preciada reserva teórica:
primero Michel Foucault y Jacques Derrida, y más tarde Jacques Rancière, Alain
Badiou, Étienne Balibar, Chantal Mouffe... Al evocar esos años de formación Bourriaud
señala que en aquella época la prioridad no era la lucha de clases sino más bien dar
visibilidad a todo lo que se había estrellado contra la inmensa placa del continente
modernista y marxista. Esto es, la posición posmoderna. En otro lugar periodiza el
nacimiento de los cultural studies en el marco de mayor popularidad de la teoría de la
ideología de Althusser, esto es, a caballo entre los sesenta y los setenta. Establece de ese
modo interesantes conexiones entre el concepto de ideología y su influencia en la
cultura popular; cómo la “lucha de clases en la filosofía” y, por lo tanto, la lucha de clases
en el campo social, abre un pasaje decisivo en el estudio de la cultura popular. “La
ideología como práctica y no como sistema de ideas”. (5) Justifica este darle relevancia al
espinoso concepto de ideología desde el lugar donde se desarrollan las negociaciones
fronterizas entre lo admitido y lo excluido, lo producido y el residuo. Como bien señala,
el término de “exforma” designará la manera en que un procedimiento de exclusión o de
inclusión, es decir, todo signo en tránsito entre el centro y la periferia, flota entre la
disidencia y el poder, etc.
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(1) Nicolas Bourriaud, Postproduction, les presses du réel, Dijon, 2003. Edición en español, Postproducción,
Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2007.
(2) Para un análisis de la recepción del concepto de “Estética relacional” en el contexto del arte
español, ver Peio Aguirre, “Fortunas de la llamada estética relacional”, en Campo de relámpagos, 10-
09-2017.
http://campoderelampagos.org/critica-y-reviews/9/9/2017
(3) Nicolas Bourriaud, L’exforme, PUF Presses Universitaires de France, París, 2017, p. 13.
(6) Este “drama del hotel PLM Saint-Jacques” se relata a partir de los testimonios posteriores de
Jacques-Alain Miller y Elisabeth Roudinesco.