HISTORIA DE LA IGLESIA
DESDE SUS ORIGENES HASTA NUESTROS DIAS
PUBLICASE BAJO LA DIRECCION DE
AUGUSTIN FLICHE y VICTOR MARTIN
1
LA IGLESIA PRIMITIVA
POR
JULES LEBRETON JACQUES ZEILLER
BUENOS AIRES
EDICIONES DESCLEE, DE BROUWERVersién castellana por
CRISANTO ZUDAIRE
Licenciado on Cienciaa Histéricas por In Universidad de Barostona
Nihil Obstat
Esrepan vz Zupamne, O. F.M. Cap.
Censor ad hoe
Imprimatur
Pio pe Onicha, 0, F. M. Cap.
Vicecomisario Provincial
Imprimatur
Monsofior Dr. Rauéx A, Névoa
Provicario General del Arzobispado
Buenos Aires, 5 de setiombre de 1952
[RS PROPIEDAD. QUEDA HECHO
EL negisTno ¥ DEPGsITO QUE
‘ropos Los PAtsEs.
PRINTED IN ARGENTINA
Unica versién autorizada del original francés:
Histoire de U Eglise, I. L’ Eglise primitive
‘TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
COPYRIGHT BY DESCLEE, DE BROUWER Y CfA., BUENOS AIRES, 1952PREFACIO
POR
A. Fucur y V. Maatix
Grandes avances se han registrado, de medio siglo a esta parte, en la inves-
tigacién historica; pero quizd ninguno tan evidente como el realizado en la
historia eclesidstica. Diversas circunstancias contribuyeron a darle impulso:
la apertura, por Leén XIN, del Archivo Vaticano, la fundacién internacional
de institutos de investigacién en la Ciudad Eterna, la rica floracién, en diver-
sos paises, de organismos especialmente consagrados a la historia religiosa, el
desarrollo de las ciencias ‘auriliares, la publicacién de fuentes documentales,
que han facilitado extraordinariamente el estudio directo de los textos, y la
mayor difusién de los estudios histéricos de teologta y de derecho canénico.
Indudablemente, queda mucho por andar; pero es ya mucho el camino reco-
rrido. Aparte los multiples trabajos de erudicién, que han dilucidado o, al
menos, desbrozado muchos problemas dificiles, acometiéronse grandes sintesis
cronolégicas y geograficas, ¢ institucionales. No han faltado tampoco quie-
nes, después de recoger los mejores frutos de la investigacién contempordnea,
han tratado de rehacer la historia general de la Iglesia.
Muchos de estos intentos fueron valiosos y dignos de todo elogio. Pero
suelen algunos tildarlos de excesivamente condensados, de faltos de aparato
critico, y, con harta mayor frecuencia, de desnivel cientifico entre las diversas
Partes que integran la obra, Los redactores habianse especializado en algiin
periodo o en ciertos aspectos de la historia eclesidstica; de ahi que no pudie-
ron tratar con Id misma competencia todos lasitemas; y, a pesar de sus lau-
dables esfuerzos, les fué imposible sortear todos los escollos.
Parece incuestionable que, dada la multiplicidad de libros y articulos que
hoy se escriben en todas las lenguas, es tarea superior a la capacidad de un
hombre historiar la vida de la Iglesia desde sus remotos origenes hasta los
tiempos presentes.
A diferencia de lo que se acostumbré en el dominio de la historia ecle-
sidstica, hay, en curso de publicacién, varias historias universales, en las que
se encomendé a cada especialista la redaccién de uno y, por excepcién, de
dos volitmenes; de ahi su calidad cientifica. Tales son la Histoire Générale
de G. Glotz; Peuples et civilisations de L. Halphen y Ph. Sagnac; Histoire
du monde, de E. Cavaignac.
Férmula andloga hemos adoptado en la presente publicacién: aventaja a
las anteriores historias generales de la Iglesia por su mayor amplitud (abar-
caré 26 volimenes en 8", de unas cuatrocientas paginas cada uno) y por el
nutrido plantel de colaboradores.
Mas de treinta autores se han comprometido a tomar parte en la redaccién
de la obra. Todos ellos son firmas autorizadas o de jévenes que, por sus
frutos tempranos, se hicieron acreedores a formar entre los ya curtidos en
78 HISTORIA DE LA IGLESIA
las lides literarias: clérigos y laicos, catedraticos de Universidad e Institutos
oficiales, profesores de las Facultades catélicas, de los Seminarios, de las Uni-
versidades extranjeras.
Por este procedimiento nos fué hacedero confiar cada periodo de la historia
de la Iglesia a escritores especializados, que, sin temor a engafo, puedan
deducir las conclusiones de las monografias ya publicadas y colmar, por su
propia cuenta, los huecos atin existentes.
Este y no otro es el fin de la Historia de la Iglesia desde sus origenes hasta
nuestros dias: recoger los resultados de las tiltimas investigaciones para poner-
los al alcance de todos aquellos que, por diversas razones, dificilmente podrian
haberlos a la mano,
Pensamos singularmente en los estudiantes, los cuales, para la preparacién
de sus programas, podrén beber su informacién en fuentes claras y abun-
dantes; en el gran piiblico dvido de instruirse, de dilucidar y rectificar cues-
tiones dudosas 0 mal resueltas; en los intelectuales de toda clase y condicién,
que, antes de consagrarse al estudio de un asunto particular, desean situarse
en el marco histérico, para evitar todo extravio y todo mal paso.
A unos y a otros brindaré nuestra obra una precisa puntualidad histérica,
fundada en el examen critico de los trabajos publicados 0, en iltimo caso,
de los mismos documentos originales; en tal guisa que la mds legttima curio-
sidad quede satisfecha e iluminadas las rutas de la investigacién personal.
De esta concepcién general de la obra derivan sus caracteres distintivos.
Cifrase nuestro afén en proporcionar una orientacién y pauta segura, de
forma que el lector de la Historia de la Iglesia no solamente pueda disponer
de una versién auténtica de los acontecimientos, sino también recurrir a las
mismas publicaciones en que ésta se funda. A esto obedece que, amén de
la bibliografia general antepuesta a cada volumen, se consignen al frente
de cada capitulo aquellos trabajos imprescindibles a todo el que deseare apu-
rar las cuestiones. De ella se han eliminado las obras sin solvencia cientifica
y toda esa pesada balumba de libros mediocres que invaden la historiografia
eclesidstica y que, icon harta frecuencia, desfiguran la verdadera fisonomia
de los sucesos; a scambio de tales omisiones, hemos procurado citar todas
aquellas obras que pueden considerarse definitivas 0 que han aportado algo
definitivo.
Al texto acompariardn siempre las acotaciones imprescindibles. Cuando
pareciere oportuno, se citardn las fuentes originales; pero, generalmente, se
remitird al lector a los estudios cientificos modernos en que tales obras se
analizan. En los casos de controversia, indicaremos brevemente los motivos
de aceptacién o preferencia de una de las tesis; y cuando presentemos como
perentorios los argumentos de la tesis enunciada, al lector quedard el recurso
de compulsarlos en el libro o articulo que los contenga; y siempre que se dé
por sentada una proposicién, presentaremos el justificante, que cualquiera
podré comprobar.
Las mismas preocupaciones cientificas presidirdn la elaboracién del mate-
rial seleccionado. Se pondré el més exquisito cuidado en evitar todos los
considerandos y generalidades intrascendentes, en dar una idea lo més exacta
y completa posible de las diferentes actividades de la Iglesia a través de los
tiempos y en no omitir ningtin aspecto esencial. La incongruencia de ciertas
publicaciones andlogas a la.nuestra, ha sido la de limitarse, casi exclusiva-
mente, a la historia externa de la Iglesia, a sus relaciones con los Estados yPREPACIO 9
las sociedades organizadas. Norabuena-que de ello se trate; mas parécenos
desacertado que se relegue a segundo plano la actividad interna del catoli-
cismo, que ha irradiado sus destellos en todos los rdenes de la vida, asi
de los pueblos como de los individuos. Unicamente sabremos apreciar todo
el alcance de la actuacién de la Iglesia, cuando podamos sorprender la intima
trabazén que ha existido en todo momento entre el dogma y la moral, de
una parte, y la realidad politicoeconémicosocial, de otra.
Tampoco hemos desdefado ninguna fuente de informacién. Los modernos
eruditos que se dedican a historia eclesidstica, no satisfechos con los docu-
mentos diplomiticos y literarios, se adentran por los campos de la teologia,
del derecho y de la apologética, que pueden ser la clave explicativa de las
causas de muchos acontecimientos y de su verdadera importancia. El autor
de una historia general no puede sustraerse a esta orientacién, pues, al res-
tablecer las relaciones que unieron los acontecimientos a las ideas teoldgicas
y alas prescripciones candnicas de una determinada época, amplia inmensa-
mente su campo visual y esté mejor apercibido para apreciar las causas reales
de los acontecimientos ¢ interpretarlos amplia y certeramente.
Creemos que de este modo brillard en todo su esplendor el extraordinario
influjo universal de la Iglesia al correr de los tiempos. Huelga insistir en
que nuestros colaboradores se atendrén estrictamente a todas las exigencias
de los métodos modernos, “Todo fiel cristiano —escribia hace afios el cané-
nigo Cauchi en el ntimero inaugural de la Revue Whistoire ecclésiastique (1)—
admite la Providencia de Dios en el gobierno del mundo; creencia que no
empece el estudio y la investigacion cientifica de la acctén de las causas
segundas.” El distinguido maestro de Lovaina, al escribir estas lineas, refle-
jaba el ankelo de Leén XIN de que se publicara una historia eclesidstica
universal, adaptada a los tiltimos adelantos de 1a critica contemporénea.
Este es también el fin que nos hemos propuesto al proyectar la presente
edicién. jOjalé podamos evar a feliz término, por la colaboracién de histo-
riadores eminentes, una obra realmente cientifica y compendiosa, en que se
estudien por igual todos los periodos y todas las facetas de la actividad de
Ta Iglesia!
(1) Revue @histoire ecclésiastique, t. I (1900), p. 141.BIBLIOGRAFIA GENERAL
Encabezamos este primer volumen con una sucinta resefia de aquellas
fuentes documentales y colecciones de textos antiguos, cuya existencia no
puede ignorarse. Esta bibliografia vale también para el tomo II.
Figura en primer término Eusesro, obispo de Cesdrea de Palestina (albo-
res del siglo 1v), autor de una Historia Eclesidstica, en diez libros, desde los
origenes hasta el 324, y de una Crénica, cuyo libro segundo reelaboré San
Jerénimo al trasladarlo al latin y lo continué hasta el afio 378. La mejor
edicién de la Historia Eclesidstica es la de En. Scuwantz, en el Corpus de
Berlin, Eusebius Werke, t. I: Kirchengeschichte, Leipzig (1903, 1908, 1909),
3 vols.
La Crénica consta asimismo en el Corpus de Berlin, editada por R. Hem,
Eusebius Werke, t. VIL: Die Chronik des Hieronymus, Leipzig (1913, 1926),
2 vols.; por J. Kanst, Eusebius Werke, t. V: Die Chronik des Eusebius aus
dem armenischen iibersetst, Leipzig (1911).
Rurrno tradujo al latin, completéndola con otros dos libros, la Historia Ecle-
sidstica: Ev. Scuwantz y Ta. Mommsen, 2 vols. Corpus de Berlin, Leipzig
(1909). Edicién (texto de Scrwarrz) acompafiada de una traduccién fran-
cesa por Emrtio Graptn, en la coleccién Teztes et documents pour Vétude
historique du christianisme, publicados bajo la direccién de H. Hemmer y
P. Lrsay, 3 vols, Paris (1905, 1911, 1913).
Un historiador latino, el galo romano Sutpicro Severo, compuso dos libros
de Crénicas con la historia del hombre, desde la creacién hasta el siglo
(ed. Harm, en el Corpus scriptorum ecclesiasticorum latinorum, Viena,
[1866]). Otro latino, el didcono Pas1o Onosio, espafiol y discipulo de San
Agustin, escribié una historia universal, independiente, como la de Sulpicio
Severo, de la obra de Eusebio: Adversus paganos historiarum libri VII; ter
fae en el 416 (ed. Lancxmerster, Corpus script. ecclesiast. lat. Viena
1882]).
El Liber Pontificalis es una crénica de los papas, comenzada por autor des-
conocido en el siglo v1: es obra muy desigual. La mejor edicién es la de
Ducuesne, Paris (1886-1892), 2 vols.
Por no sobrecargar la nota bibliogrdfica nos hemos referido tnicamente a
los historiadores propiamente dichos. Quien desee informarse acerca de los
otros autores cristianos grecolatinos, puede consultar 0. BanpeNHEweR, Patro-
Logie, 3* ed., Friburgo de Br. (1910) y Geschichte der altkirchlichen Literatur,
5 vols., 2* ed., Friburgo de Br. (1913-1924), para los tomos I, II, IV; 1* ed.
(1912 y 1932) para los tomos II y V, con suplemento al tomo III (1923);
y sus obras en Mrone, Patrologia Griega y Patrologia Latina, asi como en
las dos grandes colecciones, el Corpus de Berlin consagrado a los escritores
griegos (Die griechischen christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhunderte)
y el Corpus de Viena dedicado a los latinos (Corpus scriptorum ecclesiasti-
corum latinorum).
Quien desee consultar las inscripciones cristianas habré de recurrir al
Corpus inscriptionum graecarum y al Corpus inscriptionum latinarum, pu-
1112 HISTORIA DE LA IGLESIA
bhicados ambos por la Academia de Berlin, el primero desde 1856 a 1877, y
el segundo, iniciado en 1863, esté aim en curso de publicacién. J. B. DE
Rosst publicd las Inscriptiones christiane Urbis Rome, t. 1, Roma (1857-
1861); t. II, Roma (1888). A. Stivacnr ha editado un tercer volumen con
el titulo de Nova series, t. I, Roma (1922).
Una excelente monografia’de los escritores grecocristianos ha publicado
A. Purcs, Histoire de la littérature grecque chrétienne depuis les origines
jusqwé la fin du IVe siécle, Paris (1928-1930), 3 vols., y sobre los escritores
latinocristianos P, pz Laprroute, Histoire de la littérature latine chrétienne,
2 ed., Paris (1924), Puede también consultarse P. Batirro1, Anciennes litté-
ratures chrétiennes: I. La littérature grecque, 2 ed., Paris (1898). II. R. Du-
vat, La littérature syriaque, Paris (1899). M. Moricca, Storia della Lettera-
tura latina cristiana, Turin, I (1925); II, 1* parte (1928); IIL, 1* parte (1932).
Las Actas de los mértires han sido catalogadas en varias publicaciones de
los Bolandistas: Bibliotheca hagiographica orientalis, Bruselas (1909); Biblio-
theca hagiographica groeca, Bruselas (1909), y Bibliotheca hagiographica
latina, Bruselas (1898-1911), y utilizadas con aparato critico_y comentarios
en los Acta Sanctorum, publicados por los propios Bolandistas, Amberes
(1643), Bruselas (1931), fecha del wltimo volumen aparecido; la obra con-
tintia publicdndose. En el tomo II del mes de noviembre de los Acta Sanc-
torum, Bruselas (1894), se ha reimpreso la edicién sistematica del Martyro-
logium Hieronymianum de J. B. Rosst y L. Ducngsne; la reedicién de
documento martirolégico tan valioso fué preparada por el P. H. DeLeHayE
y Dom H. Quentin, con el titulo de Acta Sanctorum novembris tomi II
pars posterior qua continetur H. Delehaye commentarius perpetuus in Mar-
tyrologium Hieronymianum ad recensionem H. Quentin, Bruselas (1981).
Una de las colecciones més populares de actas de los martires se debe a
Dom Tx. Rurart (siglo a) Acto primorum martyrum sincera, Paris
(1889). Al dar la bibliografia del capitulo IX completaremos estas breves
indicaciones.
‘Abundan los textos de autores orientales en la Patrologia orientalis dirigida
por R. Grarrin y E, Nav, en curso de publicacién, Paris (1908 y ss.), y en
el Corpus scriptorum christianorum orientalium, de J. B. Cuanot, I. Gurr,
H. Hyvernar y B. Canra nz Vaux, también en curso de publicacién, Paris
(1903 y ss.).
Las Actas de los Concilios pueden verse en las grandes colecciones de Lan-
ph y Cossart (ed. Coxert, Venecia [1728]), de Mansi, Conciliorum amplissima
collettio, 31 vols. (Florencia y Venecia [1759 y ss.]), y las de los concilios
generales en Ed. Scuwartz, Acta Conciliorum cecumenicorum, en curso de
publicacién, Estrasburgo, Berlin y Leipzig (1914 y ss.). Herext hizo la his-
toria de los Concilios, traducida, completada y muchas veces rectificada por
Dom H. Lecurrcg: J. Herert, Histoire des Conciles, nueva traduccion revi-
sada y completada por un religioso benedictino de la abadia de Saint-Michel
de Farnborough, en curso de publicacién, Paris (1907 y ss.).
Constituyen ‘fuente complementaria para la historia eclesidstica antigua
Jos grandes repertorios juridicos de los tiempos viejos: Codex Theodosianus,
ed. J. GopzRoy, con acotaciones, 6 tomos en 4 vols., Lyon (1665), reeditado
por J.D. Brrter, 6 vols. Leipzig (1739-1743); ed. Ta. Mommsen y P. Meyer,
Theodosiani libri XVI, Berlin (1903), y Corpus Juris civilis, tT: Institutiones
et Digesta, ed. P. Kriicen y Tx. Montmsen, Berlin (1889); t. II: Codex Justi-
niarus, ed. P. Kricer, Berlin (1888); t. III: Novellw, ed. K. ScHozti y
G. Kroxt, Berlin (1895).
Creemos oportuno citar en este capitulo preliminar aquellas historias gene-BIBLIOGRAF{A GENERAL 13
rales de més renombre. A ellas debe preceder, como obra ‘nica, aquel extra-
ordinario monumento de erudicién, un poco anticuado, es cierto, pero de
valor excepcional, en conjunto, por su amplitud, por la riqueza de documen-
tacién y por su critica atinada, las Mémoires pour servir & histoire ecclé-
siastique des six premiers siécles, debida al sabio y caballeroso LENAIN DE
Tirremonr, Paris (1693-1712), 16 vols.
Digna es asimismo de recordacién su Histoire des Empereurs, t. 1, % eda,
revisada y corregida por el autor, Paris (1700), t. II, Paris (1691-1738) —dis-
tinta de Ja ed. de Bruselas—, en que se hallarén muchos datos interesantes
para la historia primitiva de la Iglesia.
OBRAS GENERALES DE CONSULTA
Acuenis (H.), Das Christentum in den ersten drei Jahrhunderten, 2 vols.
Leipzig (1912), 2* ed. del primer volumen, Leipzig (1924).
Auzarp (P.), Histoire des persécutions pendant les deux premiers sidcles,
3° ed,, 2 vols. Paris (1903, 1905).
—Les persécutions du IIIé siécle, 2 ed., Paris (1898).
—La persécution de Dioclétien, 2 ed., 2 vols., Paris (1903).
—Le christianisme et !Empire romain, 6° ed., Paris (1903).
Auné (B.), Histoire des persécutions de PEglise, 2* ed., 4 vols, Paris (1875-
1886).
Bartrron (P,), Le catholicisme des origines a Saint Léon. 1. L’Eglise nais-
sante et le catholicisme. 12* ed., Paris (1927). Versién castellana, Buenos
Aires, 1950.
Buuaeven (K.), Kirchengeschichte, auf Grund des Lehrbuches von F.-X.
Fung, t. I: Das christliche Altertum, 9° ed., Paderborn (1931). El sacer-
dote H. Hemmer ha publicado una traduccién francesa que es una ver-
dadera adaptacién de la 1* ed. de Funk, 2 vols. Paris, 3* ed., s. d, (1891).
Bounanczr (A.), Histoire générale de PEglise, t. 1: Lantiquité chrétienne.
Vol. I: Les temps apostoliques, Paris (1931); vol. II: Les temps des
persécutions, Paris (1931).
Dvucuzsnz (L.), Histoire ancienne de PEglise, 3 vols., Paris (1906, 1907,
1910).
—Les origines du culte chrétien, 5* ed., Paris (1920).
Durourcg (A.), Histoire ancienne de VEglise:
I. Les religions paiennes et la religion juive comparée, 6' ed., Paris,
sd. (1924).
I. La révolution religieuse, Jésus, 6 ed., Paris, s.d. (1927).
UL. Le christianisme primitif. Saint Paul, Saint Jean, Saint Irénée, 6 ed.,
Paris, s, d. (1929).
IV. Le christianisme et PEmpire romain. Paris, s.d. (1930).
Enruann (A.), Die Kirche der Martyrer, Munich (1932).
Gwarktn (H.-M.), Early Church, History to A, D. 313, 2 vols. Londres (1909).
Hannack (Ad.), Geschichte der altchristlichen Literatur:
I. Die Ueberlieferung und der Bestand, Leipzig, (1893).
IL. Die Chronologie, Leipzig (1897-1904), 2 vols.
—Die Mission und Ausbreitung des Christentums, 4° ed., Leipzig (1924),
vols.
Jacquin (A-M.), Histoire de PEglise, t. I: Liantiquité chrétienne, Paris,
s.d. (1929).
Kipp (A), History of the Church to A. D. 461, Oxford (1922), 3 vols.14 HISTORIA DE LA IGLESIA
Kinsox (J. P.), Kirchengeschichte, t. I: Kirchengeschichte in der antiken
griechisch-rémischen Kulturwelt, Friburgo de Br. (1930).
Kniiczn (J. P.), Handbuch der Kirchengeschichte, t. I: Das Altertum, Tubinga
(1932).
LierzManw (H.), Geschichte der alten Kirche, t. I: Die Anfange, Berlin y
Leipzig (1932).
Mounner (F.), Histoire de P'Eglise, nueva ed., Paris (1921), 9 vols.
El lector espafiol puede consultar la traduccién espafiola, pulcra y
fidelisima, hecha por el Rdo, P, Berwarvo vz Ecwatan, O. F. M. Cap. ¥
anotada por el mismo en lo referente a Espafia. Barcelona (1918-1927);
9 tomos en 14 vols.
Miiren (K.), Kirchengeschichte, Erste Band, Erste Lieferung (1924); Zweite
Lieferung (1927); Dritte Lieferung (1929), Tubinga.
Pourer (Dom Cx.), Histoire du christianisme, fasc. I-VI, Paris (1932-
1934).
eee (E.), Histoire des origines du christianisme, Paris, s. d. (1861 y ss.),
Rosensrocx (E.) y Wrrrie (J.), Das Alter der Kirche, Berlin (1908), 3 vols.
Zener (J.), L’Empire romain et VEglise, t. V de la Histoire du monde,
publicada bajo la direccién de Cavaignac, Paris (1928).
Es de justicia agregar a la lista anterior el Dictionnaire d’Archéologie chré-
tienne et de Liturgie de Dom Casxox y Dom H. Lectercg (Dom F. Casrot,
autor timico de los cuatro primeros voltimenes), en curso de publicacién,
Paris (1907 y ss.); el Dictionnaire d'Histoire et de Géographie ecclésiastiques,
publicado bajo la direccién de A. Bauprittant, A, Voor y M. Rouztks, con-
timmado por A. pz Meyer y Er. vaN CAUWENBERGR, en curso de publicacion,
Paris (1912 y ss.); el Dictionnaire de théologie catholique, comenzado bajo
Ia direccisn de A. Vacant, continuado bajo la de E. Mancenor y de
E, Amann en curso de publicacién, Paris (1909 y ss.); el Dictionnaire apolo-
gétique de la Foi catholique, 4* ed., bajo la direccién de A. D’Atés, 4 vols. e
Indice, Paris (1911-1931); el Lerikon fiir Theologie und Kirche, bajo la
direccién de A. Hauck, 24 vols., Leipzig (1896-1913): Die Religion in Ges-
chichte und Gegenwart, 2 ed., por H. Guwxen y L. ZscHarNack, 5 vols.
Tubinga (1927-1932); Encyclopedia of Religion and Ethic, bajo la direccién
de J. Hastincs, 13 vols., Edimburgo (1908-1926).
Por lo que respecta a la historia doctrinal: Tixeronr (J.), Histoire des
dogmes: 1. La théologie anténicéenne, 11* ed., Paris (1930); II. De Saint
Athanase @ Saint Augustin, 9° ed., Paris (1931); III. La fin de Page patris-
tique, 8* ed. (1928); HanNack (A.), Lehrbuch der Dogmengeschichte, 1.
Entstehung des Kirchlichen Dogmas, 4 ed., Tubinga (1909); Loors (F.),
Leifaden zum Studium der Dogmengeschichte, 4 ed., Halle (1906).INTRODUCCION
I.—EL MUNDO ROMANO AL ADVENIMIENTO
DEL CRISTIANISMO (1)
ORIGEN ORIENTAL Un catecismo elemental basta para informarse de que
DEL CRISTIANISMO la Iglesia catélica recibe el apelativo de romana, por-
que su jefe reside en Roma y porque el inmenso im-
perio, cuya metropoli era la Ciudad Eterna, fué el primer teatro de la
expansion del cristianismo. Pero su cuna es Palestina, desde la cual irradié
la primera predicacién cristiana a Siria: segin eso, podemos afirmar que el
micleo inicial de la nueva religién se asentaba en la Iinea divisoria del
Imperio romano y del mundo oriental. En el seno del judaismo, cuando
la dispersién judia, la Didspora, se extendia desde las columnas de Hércules
hacia los antiguos limites orientales del fenecido imperio de Alejandro (?),
tavo la nueva religion su habitat y su difusién primera.
Es un hecho comprobado que Roma y Alejandria Megaron a ser, a fines
de la Edad Antigua, grandes centros urbanos de poblacién judia; mas como
también Babilonia albergé una importante colonia y como la predicacién del
_cristianismo comenz6 por las sinagogas judias de la Dispersién, ha habido
quien se ha preguntado, no en verdad con mucho fundamento, mas tam-
poco incurriendo en un absurdo intrinseco, si la Babilonia, simbélica indu-
dablemente, de la primera Epistola de San Pedro, es la auténtica Babilonia
mesopotamica, y no Roma, la Babilonia espiritual.
Lo incuestionable es que el cristianismo comenz6 su difusién por las dos
vertientes de esa gran arista del mundo judaico que, pasando por Jerusalén,
tiene sus vértices en Antioquia y Alejandria, Caracteristica esencial de esta
propagacién es la intensidad, la rapidez, la fortuna singular con que se
realizé por las dos bandas opuestas. Parece que la evangelizacién se extendid
a Persia, en los tiempos apostélicos; pero sin resultados tangibles; al menos
(Q) Brarioararia.— Acerca de la situacién del mundo romano en la tiltima etapa
de la Edad Antigua, puede leerse a E, Atnerrivt, L’Empire romain (tomo IV de
Peuples et civilisations. Histoire générale, publicada bajo la direccion de L. HarpHen
y Cu. Sacnac, Paris [1929]), particularmente capitulos V y VI, precedidos de la
precisa bibliogratia.
Trétase de la vida y tendencias religiosas en J. Touran, Les cultes paiens dans !Em-
pire romain, Paris| (1907-1920), 3 vols.; F. Cumont, Les religions orientales dans le
paganisme romain, 4 ed., Paris (1929).
Sobre el ambiente en que se desenvolvié el primitivo cristianismo: Foakes Jackson
and Kinsorr Laxs, The beginning of Christianity, Londres (1920-1933); § vols.; G. Krr-
rer, Die Religionsgeschichte und das Urchristentum. Giittersloh (1932); Eo. Mevex,
Uréprung und Anfénge des Christentums, Stuttgart y Berlin (1921-1923), 3 vols.;
W. Cuassen, Eintritt des Christentums in die Welt. Der Sieg des Christentums auf
dem Hintergrunde der untergehenden antiken Kultur, Gotha (1930). En las notas
correspondientes indicaremos otras obras referentes a cuestiones particulares abordadas
en esta introduccién.
(2) Acerca de la Didspora y del mimero de judios en los albores de la era cristiana,
cf. infra, p. 44. Cf. J. Jusren, Les juifs dans PEmpire romain, t. I, Paris (1914).
1516 LA IGLESIA PRIMITIVA
faltan vestigios de los dos primeros siglos (8). Caso mny distinto es el de
la evangelizacién del Imperio romano.
EL CRISTIANISMO EN La existencia de una frontera politica, la dispari-
EL MUNDO ROMANO dad de los medios de comunicacién, la diferente ac-
titud de dos civilizaciones distintas, explican facil-
mente la diversidad de éxito en los dos mundos, el romano y el que caia
fuera de sus fronteras. El mutuo y largo contacto entre el judaismo y el
helenismo y el hecho de que la religion cristiana contara muy pronto con
propagandistas dotados, al menos, de un barniz de cultura griega, son tam-
bién parte a explicar esa mayor permeabilidad del medio grecorromano a
la difusién del cristianismo. Por lo demds, no debe ignorarse que eran
ams faciles las comunicaciones entre el mundo mediterréneo y Siria y Pa-
estina, que entre estas regiones y las del Tigris y el Eufrates: por un lado,
el mar y las rutas del Asia Menor; por el otro, el desierto. Pero quizd
sea la razén més convincente de esa predileccién por el mundo romano,
que Palestina formaba parte de él en tiempo de Nuestro Sefior Jesucristo,
Y, por ende, los primeros predicadores del Evangelio, apéstoles y discipulos,
eran stibditos de Roma; parece pues, natural, que habiéndose iniciado la pro-
paganda en el Imperio romano, se tendiera a continuarla en su seno, antes
que desbordar sus linderos.
SU ORGANIZACION En cada centro urbano importante, visitado por los
ES URBANA _primeros mensajeros de la buena nueva, se constituye
un niicleo central de cristianos, aunque sea menguado
en niimero, con el nombre de iglesia, éxxAnoia. Es pues, el cristianismo, desde
sus comienzos, una religién de ciudades (+) que, en breve, se adaptard en su
contextura externa a la organizacién imperial.
Desde las ciudades irradiara su organizacién, segtin las mismas normas
directivas, al compas de su crecimiento: por regla general, a cada ciudad
corresponde iglesia propia, con un obispo como jefe —los corepfscopos u
obispos campesinos solian a veces regir comunidades rurales—; estas iglesias
se subordinan mis tarde a tenor de la jerarquia provincial, que organiza las
ciudades bajo la dependencia de las metropolis provinciales, las cuales, a su
vez, dependerdn, tiempo andando, singularmente en Oriente, de las capitales
de las diécesis creadas en el Bajo Imperio, de los exarcados y primacias, y
éstos a su vez, de los patriarcados y todos ellos de Roma, capital del Impe-
rio, sede y centro supremo.
Mas no existe correlacién perfecta entre el origen histérico de una situa-
cién eclesidstica y la situacién politica correspondiente: puede explicarse, en
cierto modo, la supremacia religiosa de Roma por su jerarquia politica; pero
el punto de partida de su encumbramiento religioso deriva de la estancia de
San Pedro en Roma, al modo como la dignidad de tales o cuales sedes orien-
tales, como Alejandria, Antioquia o Efeso, procede de su origen apostdlico,
cierto o presunto. Y no puede negarse que tuvieron presente los Apéstoles,
al fundar sus iglesias, la importancia politica de las ciudades en que fijaron
su residencia provisional o definitiva.
De ahi sus preferencias por ciudades como Efeso, Antioquia, Alejandria
y singularmente de San Pedro por Roma, que, por su capitalidad imperial,
@) C.J. Lawounr, Le christianisme dans !Empire perse, Paris (1904), pp. 16-17.
Cf. infra, cap. VIL, § 2.
(4) P. Banwror, L’Eglise naissante et le catholicisme, 1° ed., Paris (1909), p. 4.DESARROLLO DK LA PREDICACION CRISTIANA
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® Comunidaoes cristianas existentes al fin del Sigh.
® Comunisaces cristianas existentes a fin del Sige I.EL MUNDO ROMANO Y EL CRISTIANISMO 7
eclipsarfa el prestigio de la misma Jerusalén, Iegaria a ser la cabeza de ese
gran movimiento religioso y el centro de atraccién de los primeros dirigentes
de wna sociedad espiritual, difundida por buena parte del Imperio ya en vida
de San Pedro. Vale decir, que la Iglesia, aun sin confundir sus contornos
con los del Imperio romano, fué en un principio eminentemente romana.
En otras palabras, cl Imperio romano fué, segtin la expresin de Duchesne, la
patria del cristianismo (5).
ORGANIZACION DEL Del Imperio romano, lo hemos ya insinuado, toma
IMPERIO ROMANO _ Ja naciente Iglesia normas de organizacién. Sabido es
que Roma fundé su Imperio sobre las ruinas de
miltiples Estados vencidos, de grandes reinos como el de la Macedonia y el
Egipto, de tribus o ciudades rivales entre si, como las tribus galas o las ciu-
dades griegas; pero su estructura administrativa es esencialmente municipal,
bajo la dependencia omnimoda de un poder central ilimitado, pero que res-
tringe su intervencion directa, a fin de que las ciudades antiguas y nuevas
regulen por si mismas sus asuntos peculiares. Caracterizase el Imperio por
su cultura urbana, su autonomia local y el absolutismo del poder supremo.
El poder central no se ejerce directamente sobre los miles de ciudades,
grandes 0 pequefias, que comprende el Imperio: media entre ambos la divi-
sién administrativa regional, propia de los paises sometidos a Roma: la pro-
vincia. El gobernador de la provincia, lldmese procénsul, legado de Augusto,
prefecto 0 procurador, es el verdadero sefior de vidas y haciendas, bajo la
autoridad soberana del emperador, que nunca la pone en juego y que, cuando
lo intentara, careceria de eficacia.
PARTICULARISMOS ETNICOS Con la autonomia de la vida local y por la
fuerza de los grupos étnicos (*), persisten
entidades regionales o nacionales mds o menos vigorosas y diferenciadas en
ese troquel, aparentemente uniforme, de la organizacién provincial: no son
en el Imperio simple denominacién administrativa los nombres de ‘Galias,
Espafia, Africa del Norte y Grecia 0 Acaya. Mas esto no fué dbice al des-
plazamiento progresivo de las lenguas indigenas (céltico, pinico, etc.) por
el latin, entre las clases superiores de Occidente. Este gradual avance del
Tatin conduciré a la division del mundo romano en dos zonas lingitisticas,
netamente separadas: el mundo de la latinidad y el mundo del helenismo.
La Iglesia primitiva no reconoceré précticamente, en su liturgia y en sus
relaciones epistolares, ms que estas dos lenguas, al menos dentro del limes
romano; con preponderancia del griego, por razén de los primeros nticleos
cristianos,
COLONIAS ORIENTALES Hay otro fenémeno social que revela una super-
vivencia de particularismos en medio de la uni-
formidad, cada vez més acentuada, del Imperio: el importante enclave, en
las grandes ciudades y puertos imperiales, como Roma, Alejandria, Antio-
quia, Cartago, Lyon, Aquilea, Salénica —por citar algunas—, de grupos
étnicos (*) de Ias més diversas procedencias, aun las més lejanas y cuyos
(8) L. Ducneswe, Histoire ancienne de l'Eglise, t. I, Paris (1906), cap. I: L’Em-
pire romain, patrie du christianisme.
(8), Acerca de estas supervivencias étnicas of. S. Gsei1, Histoire ancienne de
Afrique du Nord, t. TV, Paris (1920), p. 498.
(1) De estas colonias y de su influencia en el mundo romano trataron L. Bré-
sen, Les colonies @Orientaur en Occident au commencement du moyen age, en18 LA IGLESIA PRIMITIVA
miembros estaban estrechamente unidos: griegos de Alejandria, egipcios de
Roma 0 de Salénica, sirios de Roma, de Marsella 0 de Cartago, asidticos
de Lyon, testimonios a un tiempo del trasiego de pueblos en el seno del
Imperio y de su resistencia instintiva a la fusion completa.
Estas colonias, orientales en su mayor parte, desempefiaron un papel muy
sefialado en la evolucién religiosa del mundo romano: a su influjo se debe
la propagacién en Occidente de las religiones de Egipto y de Asia, que en
parte abrieron las rutas al avance del cristianismo y en parte le suscitaron
una verdadera carrera de obstaculos (8).
SITUACION RELIGIOSA La _evolucién religiosa del Imperio romano
UNIFICACION DEL CULTO corre parejas con su historia politica y social.
Todas las provincias acabaron por rendir culto
a los dioses romanos: zen qué municipio dej6 de adorarse la trieda capitalina?
‘A Mercurio est4 consagrado el santuario mas popular de la Galia romana;
e incontables son los templos, altares, etc., que el Africa del Norte erigié en
honor de Saturno, Digno es de notarse que en esta provincia, a la sombra
de] Panteén griego latino, persistia el culto de Jas viejas divinidades: el Sa-
turno de Cartago y Sirte es el Baal pimico; el Mercurio de los Montes arver-
nes es el Teutates céltico.
SUPERVIVENCIA DE LOS Pero el hecho religioso de los dos primeros siglos
ANTIGUOS CULTOS del Imperio romano es mucho mas complejo.
INDIGENAS En tiempo de Augusto se revela una decidida
voluntad imperial de retorno a la tradicién, a
las antiguas creencias, a la moral vieja: cierto que los resultados de esta
decision no fueron ni pudieron ser inmediatos; pero a ese empefio del César,
apoyado por la filosofia estoica, obedece que el siglo 11 fuera més moral y
creyente que el primero.
Mis espontaneas y menos convencionales que este regreso a las tradiciones
antiguas son las diversas manifestaciones de vida religiosa que se orientan
segim dos direcciones diferentes: unas, mas aparatosas, y, por lo mismo, mas
superficiales, son puramente formalistas; equivalen a un acto pitblico de
lealtad politica: tal es el culto a Roma y a Augusto, inaugurado espontanea-
mente por los pueblos orientales, que desde tiempo inmemorial rindieron
adoracién a su soberano y que, sin oposicién ni resistencia, introdujo el
principe Octavio en Occidente.
Celebrébanse tales ceremonias religiosas en las asambleas provinciales,
anuales por regla general. Un sacerdos de Roma y de Augusto solia presidir
el culto ritual, por el que los delegados de la aristocracia municipal confe-
saban paladinamente la docilidad y la entrega (devotio) a Roma y al empe-
tador de los pueblos sojuzgados y exteriormente unificados por una religién
oficial (®).
Byzantinische Zeitschrift, t. XII (1903), pp. 1-39; F. Cumowt, Une dédicace de
Doura Europos, colonie romaine, en Syria, t. V (1924), p. 345; Les syriens en Es-
pagne et les Adonis & Séville, en Syria, t. VII (1927), pp. 330 y ss.; H. Lectenca,
Colonies @Orientaux en Occident, en Dictionnaire @histoire et darchéologie chrétien-
nes, col. 2.272; L. Brien y P, Battrror, Les survivances du culte impérial ro-
main, Paris (1920), G. La Prana, The foreign groups in Roma, Cambridge (me
yo de 1997).
(8) Cf. F. Cumowr, Les religions orientales dans le paganisme romain, 4° ed., Paris
(1929).
(°) P. Gumaup, Les assemblées provinciales dans 'Empire romain, Paris (1887);EL MUNDO ROMANO ¥ EL CRISTIANISMO 19
PENETRACION DE LOS _De més honda raigambre es el movimiento que,
CULTOS ORIENTALES EN iniciado en el siglo primero y alcanzando su
EL IMPERIO ROMANO. arsis en el segundo, impulsa una creciente
marea humana hacia los cultos orientales, el
de la Gran Madre frigia, el de la egipcia Isis, el de los Baales sirios y el
de Mitra, el dios persa. Estas religiones reclutaran sus adeptos cada vez mas
numerosos entre todas las clases sociales. Para todos es franca la entrada:
durante las ceremonias rituales, sefior y esclavo se confunden. Religiones
hay que circunscriben su proselitismo a una categoria social determinada, 0
a una zona geografica. La religion de Mitra, que excluye a las mujeres (2°),
al menos de su representacién jerérquica, es la religién del cuerpo militar;
de ahi su éxito a lo largo del limes danubiano y renano y su fracaso en la
provincia del norte de Africa (32).
Estas religiones fomentadoras, con harta frecuencia, de la sensualidad,
eran un aliciente y un peligro. La actitud de los poderes pitblicos fué ver-
stil, unas veces de desconfianza y aun de ruda oposicién, otras de tolerancia
e inclusive de favor. La Republica habia introducido en Roma, desde 204
a.J.C. (17), el culto de la Magna Mater Deum de Frigia; a pesar de las pre-
cauciones y de la severa fiscalizacion estatal, munca dejé de suscitar suspica-
cias, hasta que el emperador Claudio otorgé derecho de ciudadania al culto de
Attis, muy semejante al de la Magna Mater (18). El culto de Isis fué decla-
rado fuera de ley en tiempo de Tiberio; pero Caligula volvié a autorizarlo,
Mitra y los Baales sirios no serdn entronizados en el Imperio hasta tanto
que las divinidades orientales, en vez de la repulsa gubernamental, reciban
todo favor: tal sucederé en la época del sincretismo religioso, en visperas del
Bajo Imperio, cuando por sutiles y habiles exégesis religiosas, se fundan todas
Jas divinidades en una amplia concepcién religiosa, que transformaré, progre-
sivamente, el politeismo grecorromano en un monoteismo heliocéntrico,
reuniendo al menos una gran parte de la sociedad culta.
PERSISTENCIA TEMPORAL Importa mucho poner de relieve que estos
DEL CARACTER ETNICO _cultos: frigio, sirio, egipcio, etc., con sus cam-
EN LAS RELIGIONES biantes de sospechosos, tolerados o fomenta-
ORIENTALES dos, conservaron por largo tiempo, en el Im-
perio, al menos hasta el siglo 11, su carécter
eminentemente nacional. Si en el futuro pasan a integrar el movimiento
sineretista que Negé a absorber lo mds granado de la sociedad romana, pro-
ceden en sus principios de las colonias locales que aglomeran, en las gran-
des ciudades, grupos de gentes, por regla general de la clase media o baja,
oriundas de las provincias orientales o de sus descendientes.
E. Brurtien, Le culte impérial, son histoire et son organisation depuis Auguste jus-
qua Justinien, Paris (1891); Licx Ross Tarton, The divinity of the roman emperor,
Middleton, Co. (1931). G. Costa, Religione e' politica nell'Impero romano, Turin
(1903).
(20)" Sobre la exclusién de las mujeres cf. J. Zartuun, Sur les cultes de Cybele et
de Mithra, en Revue archéologique (1928).
(1) Cf. F. Cumonr, Les religions orientales dans le paganisme romain, 4 ed.,
Paris (1929); J. Towzain, Les cultes paiens dans ?Empire romain, Paris (1907-1911,
1920), 3 vols. U. Fracassint, 1! misticismo greco e-il cristianesimo, Citta di Castello
1922),
(CR) HL, Guanzon, Le culte de Cybile, Mare des dieus, & Rome et dans PEmpire
romain, Paris (1912).
(23) Cf. J. Cancortno, Attideia, en Mélanges @archéologie et @histoire publieés
par l’Ecole frangaise de Rome, t. XL (1923), pp, 135-199 y 237-324,20 LA IGLESIA PRIMITIVA
Cada agrupacién local, racial e inicialmente homogénea, forma conjuntos
religiosos independientes unos de otros y auténomes. Nunca llegaron a cons-
tituirse estas religiones orientales, ni aun la de Mitra, no embargante cierta
solidaridad (4) existente entre ellas, en organismos eclesidsticos. Sus adora-
dores pudieron Hamarse hermanos (15), pero sin otro vinculo de unién que
el de sus creencias, no el de una sociedad orgénica. El Estado romano des-
autorizaba toda organizacién distinta de la gubernativa, dentro de la cual
encuadraba las religiones extranjeras, bajo la inspeccién de uno de sus fun-
cionarios, el colega de los Quindecemtviri sacris faciundis (2°).
EL JUDAISMO EN Mas, ¢no hubo acaso en el Imperio romano una
EL IMPERIO ROMANO religién oriental que viviera bajo un régimen de
excepcién? Es innegable que la religion judia, por
respeto a pactos’ antiguos entre Roma y los judios, goz6 siempre de una
especial tolerancia, de un estatuto particular.
En la seccién siguiente, dedicada al mundo judio de los tiempos de Jesu-
cristo, disertaremos detenidamente sobre la situacién de los judios de la “dis-
persién” o Didspora en el Imperio. Baste por ahora anticipar que, merced
a antiguos tratados, podian los judios practicar libremente su religion, por
més que chocara con ciertas prescripciones legales, como la del culto impe-
rial, cuya infraccién era severamente castigada desde el dia en que aquél
fué obligatorio. Desenvolviase, por ende, el judaismo, en una atmésfera de
privilegio, privilegio que no sufrié mengua por las medidas policiacas que se
adoptaron’ contra una raza inquieta, y hasta indeseable en cierto modo, a la
cual era preciso recordar que tmicamente se la toleraba. En conjunto, su
situacién era favorable (17).
Estas comunidades judias, comunidades religiosas y étnicas al mismo
tiempo, tan ventajosamente ubicadas en el Imperio, 2no constituirfan un
cuerpo orginico que les distinguiese de todos los otros grupos orientales?
Dicese que los judfos tuvieron, en las ciudades en que estaban establecidos,
sinagogas —comparables a las iglesias cristianas— adonde acudian gentes
de un determinado territorio, sin que cada una formara célula indepen-
diente (28); el conjunto de sinagogas de una ciudad vendria a ser algo asi
como la sinagoga total, “la juderia”, 0, hablando en términos juridicos, el
corpus 0 universitas (2°) de judios de esta ciudad (7°); y la totalidad de las
sinagogas de la Didspora dependeria de la autoridad suprema, sanhedrin o
Patriarca, que ejerciera el gobierno religioso de todo el mundo judaico.
Esbozado en esta forma el cuadro religioso del hebraismo de la dispersién
(4) F. Cumont, Teztes et monuments figurés relatifs aux mystéres de Mithra,
Bruselas (1896-1899), 2 vols., t. I, pp. 269-270.
(25) Cf. ibid, t. Th, p. 538. Cf. también el apelativo fratres charissimos dado a los
adoradores del Baal sirio, conocido en el Imperio camo Jupiter Dolichenus, C. 1. Ly
V, 406.
(28) Cf. G. La Prana, The foreign groups in Rome, pp. 330-340.
(17) E, Scuumnen, Geschichte des jiidischen Volkes im Zeitalter Jesu Christi, 4* ed.,
Leipzig (1907-1909), 3 vols. e Indice (1911), t. I, pp. 391-406 y J. Jusrmn, op. cit,
tI, pp. 179-242,
(8) G. La Prana, La successione episcopale in Roma e gli albori del primato,
Roma (1922); la misma tesis sustenta Justen, op. cit., t. I, pp. 420-425,
19) La universitas de los judios de Antioquia se cita en un edicto de Caracalla en 213.
(20) Gf. ‘sobe lar juderiss de Homa, GLA Puawa, The forelen. groups in Rome,
p. 350, n, 20; Jusren, op. cit. t. I, p. 482; 1B. Fany, Les communautés juives a Rome
‘uz premiers temps de V'Eglise, en Recherches de science religieuse, t. XX (1930),
pp. 269-297.EL MUNDO ROMANO Y EL CRISTIANISMO 2
ofrece grandes analogias, no exentas de divergencias capitales, con la futura
Iglesia cristiana.
En hecho de verdad, ni se ha demostrado la existencia de una organiza-
cién central del judaismo en ciudades como Roma, ni hay pruebas incon-
cusas de que todo el pueblo judio acatara la autoridad del patriarca de
Jerusalén, cuya existencia data del siglo n, y cuya dignidad jerarquica era
compartida por el exitarca de Babilonia. Aun dando de barato la existencia
de una especie de “Iglesia” judfa, no debe olvidarse que la direccién de las
comunidades judias dependia del poder temporal y no del clero, como entre
los cristianos (21), y que el judafsmo estaba intimamente vinculado al nacio-
nalismo, en tanto que para los cristianos no hay distincién de “judio o
griego” (72).
Eso no obsta a que la religién de este pueblo particularista y sombrio sea
proselitista; alberga en su seno aun gentes extrafias a la raza judia, bien
como simples “prosélitos de la puerta”, cuando se limitan a aceptar la fe
de Israel, bien como “prosélitos de justicia”, cuando se someten al rito de
iniciacién, la circuncisién, que les equipara a los judios.
ESCUELAS FILOSOFICAS Las escuelas filoséficas, libres de compromisos
SUS FRUTOS nacionalistas, con un programa universalista de
reforma humana (aunque el medio preferido
fué la clase aristocrética y no la plebe, a la cual adaptaban los retéricos
aquellas doctrinas), brindaban a las almas un medio de remontarse por en-
cima de las contingencias efimeras de la vida terrena y de realizar su unién
con la divinidad.
Con el Imperio pénese en boga el estoicismo; doctrina poco halagadora,
que exige del hombre la aceptacién impasible de todos los aconteceres como
hechos irremediables y necesarios, y no le propone otra participacién en la
vida divina que el fatalismo, sin una garantia de inmortalidad personal.
La filosofia alejandrina de Filén, con su teoria del éxtasis, que reaparece
en el neoplatonismo, presenta una solucién diferente al problema de la libe-
racién de la vida presente para alcanzar la posesién de Dios; pero el sistema
filoniano, sintesis del helenismo y del judaismo, es a un tiempo filosofia y
religién (28),
Caso semejante es el de aquella doctrina, cuyo profundo influjo en las
altas esferas de la aristocracia romana de la época de Augusto se ha puesto
de relieve en recientes estudios (#4): el neopitagoreismo.
Cierto que no ha ganado muchos partidarios la tesis arriscada e impru-
dente que pretendia derivar el cristianismo del neopitagoreismo, haciendo de
los Evangelios simples imitaciones de la incierta biografia de Pitagoras (25);
mas no por eso hemos de negar la importancia, momenténea y relativa, del
tenacimiento pitagérico, modificado por las ideas platénicas, Nigidio Figulo,
coeténeo de Cicerén, nos legé una exposicién de la doctrina, tal cual en sus
(21) J. B. Fney, op. cit., 2° art., en Recherches de science religieuse, t. XXI (1931),
pp. 129-168, ha dado una critica muy certera de las teorias de Juster y La Piana
(22) San Panto, Epistola a los gdlatas, 3, 28.
(3) Acerca de Filén, of. infra, pp. 49 y 88.
(24) Véase J. Cancopino, La basilique pythagoricienne de la Porte Majeure, Pa-
tis (1997); Virgile et le mystére de la IVe Eglogue, Paris (1930).
(5) L. Lavy, La légende de Pythagore de Grice en Palestine, en Bibliotheque
de PEcole des’ Hautes Etudes, Sciences historiques et philologiques, fasc. 250, Pa-
ris (1927).22, LA IGLESIA PRIMITIVA
dias solia ensefiarse (2). La IV égloga de Virgilio y ciertas expresiones de
Ovidio (27) nos atestiguan la calidad de los neopitagéricos; de una inscrip-
cién romana (78) podemos deducir que la nueva filosofia logré filtrarse aun
entre la clase humilde; y la basilica de la Puerta Mayor de Roma es prueba
fehaciente de que el neopitagoreismo era algo mds que una simple escucla.
Constituia una iglesia. Pero esta iglesia exenta, al parecer, del sensualismo
de las religiones orientales, inquietaba por su taumaturgia a los poderes pii-
blicos y soliviantaba al vulgo por sus arcanos; esto le valié una era de per-
secuciones desde Augusto a Claudio, y una rpida desaparicién, por mas
que la historia legendaria de Apolonio de Tiana (2°), desterrado de Roma
por Nerén, deje entender que continuaron sus adeptos por algiin tiempo.
Dificilmente podria afrontar la conquista de las masas una religién sabia
y esencialmente aristocratica, a menos que evolucionara, como més tarde el
neoplatonismo, hacia la teurgia.
PERSISTENCIA DE LAS Es innegable el influjo de la ética estoica y
ASPIRACIONES RELIGIOSAS de la especulacién neoplaténica en el avance
de la ideologia religiosa; pero ni una ni otra
pretendieron, en manera alguna, reducir la religion a axiomas morales 0 a
filosofia pura. El triunfo seria de quien pusiera en vibracién la sensibilidad:
de ahi el éxito creciente de los cultos orientales, con sus misterios, precedi-
dos en Grecia por los de Eleusis y los érficos, con los cuales simpatizaban,
més 0 menos, las doctrinas neopitagéricas; prometian la salvacién a los ini-
ciados a costa de pruebas y purificaciones rituales, que no exigian una recti-
ficacién de conducta (9°).
Pero la gran invasion de misterios, on el Imperio romano, comienza apenas
con el siglo primero. Flota en el ambiente un anhelo general, confuso, mas
convergente, que el cristianismo viene a satisfacer. Las soluciones que aporte
no serdn simplemente individuales. No hay religién que no sea social. El
cristianismo se presenta, desde un principio, como Iglesia, como sociedad, y
sociedad organizada. Pero esa organizacién de la Iglesia cristiana no se
explica sino por una institucién positiva. En el marco, a la vez sdlido y
variado del Imperio romano, cuna y cauce de la expansién de la Iglesia
en los cuatro primeros siglos, organizése ésta por imperativo de una voluntad
institucional y de una necesidad intrinseca.
(28) Ed, Swonona, Viena (1889).
(21) Sobre la IV égloga cf. supra. Acerca de Ovidio of. J. Caxcorino, Archéologie
et philologie, en Revue des Etudes latines, t. V (1927), pp. 146-149.
(@8) Inscripcidn de una societas cantorum gracorum hallada cerca de la Puerta
Mayor y publicada por R. Pantsent, Raccolta di Scritti in onore di Giacomo Lum-
broso, Milén (1925), pp. 287-292.
(9) Su vida, 0 mejor la indigesta novela con pujos de biografia histérica fué es-
crita por Filostrato hacia el afio 200, a peticidn de la emperatriz originaria de Si-
ria, Julia Domna.
(80) Cf. sobre esta cuestién M, Rostovrzerr, Mystic Italy, Nueva York (1927).—EL MUNDO JUDIO (*)
“La salvacién procede de los judios” (Ion. 4, 22). Como el judaismo ha sido
el origen del cristianismo, de razén es que lo estudiemos con especial detalle.
No es que vayamos a bosquejar aqui la historia judia; pero no podemos pres-
cindir del cuadro histérico en que Jestis vivid, ni del pueblo que le dié sus
primeros Apéstoles y en el cual predicé su Evangelio.
En tiempo de Jesucristo no todos los judios habitaban la tierra prometida,
la tierra de Israel; muchos de ellos vivian en la dispersién: Jesis no predi-
car por si mismo a estas gentes ni a los paganos su Buena Nueva; pero sus
apéstoles encontrarén por todas las trochas y caminos de su vida misional a
estos hermanos de raza, destinados a ser las primicias del Reino Mesiénico;
algunos de ellos formaran en sus filas; pero los més le declararén la guerra.
Para mejor comprender esta actitud de los judios con respecto al Evangelio,
anticiparemos unas breves notas sobre su situacién en Palestina y entre los
gentiles.
§ 1.—EI judaismo palestinense
El Evangelista San Lucas nos da ciertas indicaciones cronolégicas al intro-
ducir en escena a San Juan Bautista: “En el afio décimoquinto del imperio
de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de la Judea, y Herodes
tetrarca de la Galilea, y Filipo, su hermano, tetrarca de la Iturea y de la
Traconitide, y Lisanias, tetrarca de Abilina, al tiempo del sumo sacerdote
Anés y Caifés” (Le. 3, 1-2). Estas lineas dejan entrever la situacién a la
sazén reinante en Judea; tres son los poderes que la gobiernan: el del roma-
no, el ultimo advenedizo, con soberania; el de los hijos de Herodes, que aun
detentan parte de la autoridad legada por el Idumeo; y, en un plano infe-
rior, pero més en contacto con el pueblo, el de los sumos sacerdotes que son
acatados reverentemente por el pueblo judio, pese a su indignidad.
Este cruce de magistraturas es simbolo de la encrucijada de pueblos que
en Palestina han dejado, uno tras otro, la huella de su cultura y de su reli-
gién. ¢No es acaso éste el panorama de Ja Palestina actual? Bajo el domi-
(2) Brotiocraria ozNERAL, —Scuuenen (E.), Geschichte des jiddischen Volkes im
Zeitalter Jesu Christi, 4* ed, Leipzig (1901-1909), 3 vols. —Feuren (J.) Neutesta-
‘mentliche Zeitgeschichte, % ed., Regensburgo (1925), 2 vols. Trata del judaismo el vo-
Tumen primero y las paginas 3-271 del segundo. —Justen (J.), Les juifs dans 'Empire
romain, Paris (1914), 2 vols, —Wiurim Bousser, Die Religion des Jildentums im
spithelienistischen Zeitalter, in dritter, verbesserter Auflage herausgegeben von Huco
Gaussmann, Tubinga (1996). —Lacnanoz (M. J.), Le judaisme avant Jésus-Christ,
Paris (1931).—Bonsmven (J.), Le judaisme palestinien au temps de J-C., Paris
(1938), 2 vols. —Mexen (Ed), Ursprung und Anfinge des Christentums, Stuttgart
(1921-1993), 3 vols. Estiidiase el judaismo en el segundo volumen.—La bibliografia
aqui citada es la mds precisa. En las anotaciones a las paginas sucesivas se ird com-
jetando.— Citamos la obra de Josefo segiin la edicidn de Naber, Leipzig (1888-1896) ;
las Antigiiedades judaicas, con la sigla A.J.; la Guerra de las judios, por B. J. La ver-
sida se ajusta a la de Teodoro Reinach, salvo algunos retoques que la aproximan més
al original. Las obras de Filén citanse segiin la edicidn Cohn Wendland-Reiter, Ber-
Yin (1896-1915). Cf. también G. Rrociorr1, Historia de Israel, Barcelona (1947).
2324 LA IGLESIA PRIMITIVA
nio britdnico (*), semejante, en ciertos aspectos, al imperialismo romano, viven
Jos drabes, mahometanos y judios y los cristianos, cisméticos o unidos a Roma,
de todos los ritos. No podriamos explicarnos esta mezcla de razas y de reli-
giones en Palestina, si no recordéramos, aunque sea brevemente, la historia
del medio siglo anterior al nacimiento del Sefior.
PALESTINA Por espacio de varios siglos vivieron los judios una historia
propia, independiente, mas no por ello menos gloriosa. La
altiplanicie de Judea, en la cual sentaron sus reales, elévase como un pro-
montorio rocoso entre el L{bano al norte y el desierto de Arabia al sur (2);
desciende al oeste por la feraz Nanura del Sarén hacia el Mediterréneo; al
este, la profunda brecha del Jordén rompe la continuidad con la meseta de
Moab; el lago de Galilea, atravesado por el rio en su curso alto, esté ya a
més de 200 metros bajo el nivel del Mediterréneo; a cien kilémetros al sur
del Tiberiades rinde el tributo de sus aguas en el mar Muerto, a 400 metros
de profundidad. La ciudad santa de Jerusalén, edificada sobre abrupta roca,
cortada por el Cedrén al este y por la Gehenna al sur, domina toda esta
regién, hoy desolada, pero cubierta en los pasados tiempos de vifiedos y oli-
vares. Unas jornadas al este extiéndese el desierto de Judea, treinta kiléme-
tros, hasta el mar Muerto, de tierras baldias, calcinadas por los rayos del sol.
Al oeste, hacia el mar, rocas cortadas a pico; surcadas por quebradas y hen-
diduras profundas, de pasos muy dificiles y bien dispuestos para la defensa.
Alli fué, en Modin, cerca de Lydda, donde el afio 167, bajo el gobierno de
Antioco Epifanes, se sublevé al frente de la nacién el sacerdote Matatias,
enfrentando a los judios con los griegos. Los seléucidas, sucesores de Ale-
jandro, habfan extendido sobre todo el Oriente la preponderancia siria, arre-
batado a Judea su independencia politica y, lo que es aim més lamentable;
hhabian socavado los mismos fundamentos de su fe religiosa.
Matatias y sus cinco hijos sucumbieron uno en pos de otro; pero Judea
sacudié el yugo sirio y alcanzé una robustez politica como nunca la habia
conocido desde su cautiverio; goberndronla durante un siglo los asmoneos,
reyes y sumos sacerdotes, del linaje de los macabeos.
LOS ULTIMOS ASMONEOS _ Sesenta afios antes del nacimiento de Jesucristo
sucumbia esta postrer dinastia nacional y, con
ella, la independencia de Israel. Entonces se inicia el periodo més tragic
de su historia: arrastrada por impetuosa corriente, seré Palestina como un
lefio abandonado en los vértices de todas las revoluciones romanas: las luchas
de César y Pompeyo, de Bruto y los triunviros, de Antonio y Augusto, en-
sangrentarén su suelo; los partos la invaden, y ni siquiera el extranjero,
Roma y Herodes, respeta las jerarquias religiosas (5).
La invasién de Judea por el helenismo, y luego por la cultura romana,
sera incontenible bajo Herodes, a cuyo reinado, brillante y violento, dar su
sentido profundo. De aqui que al enjuiciar este perfodo sean tan contra-
(@) El 14 de mayo de 1948 fué proclamado el nuevo Estado de Israel, cesando
Inglaterra en su mandato. (N. d. T.)
(2) Cf, Sir Guonce Apase Suir, The Historical Geography of the Holy Land,
25° ed., Londres (1931).— G. Daman, Les itinéraires de Jésus, traducida por J. Mar-
ty, Paris (1930).—R. Koxprat, Paldstina, Tubinga (1930).— R. PF, M, Aum,
Géographie de la Palestine, t. 1, Paris (1933).
(8) No atafie a esta historia el gobierno de Herodes, Puede estudiarse en Lacnanar, Le
judaisme, pp. 164202; W. Orto, art. Herodes, en Pautx-Wissowa, Supplément Ii' (1918),
cols. 1-158; Scrrvenen, op. cit., t. I, pp. 360-418; ed. Meven, op. cit,, t. II, pp. 319-329,EL MUNDO SuDiO 5
puestas las opiniones: los que, como E. Meyer, ven con simpatia la irradia-
cién del helenismo, proclaman a Herodes su campe6n y, aun reconociendo
lo violento de sus pasiones y sus pocos escriipulos de conciencia, compéranle
con los principes diadocos y renacentistas, como excelente politico, gran
militar, y, al mismo tiempo, protector de las artes y promotor de una esplén-
dida civilizacién. Mas para los escritores judios, es el azote de Israel: le
odian no tanto por su abolengo idumeo, como por el apoyo dado y recibido
del extranjero; odio que esté plenamente justificado.
No podemos negar cierta grandeza al reinado de Herodes: unificé la Tierra
Santa que, merced a él, mantuvo un simulacro de independencia; la doté
de suntuosas construcciones y, sobre todo, de un templo nuevo y esplendoroso;
pero fué efimera esa brillantez; a la muerte de Herodes (4) la ruina, las
disensiones, la servidumbre volvieron a abatirse sobre Judea.
En los iiltimos dias de este reinado de violencia, “en los dias del rey
Herodes”, nacié Nuestro Sefior Jesucristo.
Herodes legé sus Estados, al morir, a sus hijos Arquelao, Filipo, Antipas y
a su hermana Salomé (°). Arquelao empufié las riendas del gobierno a la
muerte de su padre. Traté de granjearse el afecto del pueblo, reduciendo
Jos impuestos y halagandole con buenas palabras; envalentonados los judios
por tales concesiones, intentaron vengar 1a muerte de los doctores Judas y
Matias, quemados vivos por orden de Herodes, dias antes de su fallecimiento;
reclamaron que se ajusticiara a los consejeros de Herodes y se destituyera
al gran sacerdote; los peregrinos, que afluyeron con ocasién de la Pascua,
se unieron a los sublevados; Arquelao envié contra ellos una compafiia de
hoplitas; Jos soldados, recibidos a pedradas, parte murieron y parte queda-
ron descalabrados. Entonces mandé el rey a todo su ejército dar la carga;
“Jos soldados de caballeria mataron unos tres mil hombres; los restantes
huyeron a las montafias vecinas” (A. J., XVIL, 9, 3, 218). Fué, escribe Nico-
las de Damasco, el triunfo de los griegos sobre los judios (°).
Represién tan sangrienta, en el mismo templo, en plena festividad de la
Pascua, exasperé a los judios, que resolvieron demandar a Roma la autono-
mia, Arquelao se presenté ante Augusto, juntamente con los dems prin-
cipes de su familia, La embajada judia estaba compuesta por cincuenta
delegados, y respaldada por “més de ocho mil judios a la saz6n domiciliados
en Roma”; mostrése muy violenta en su requisitoria contra Herodes y los
suyos, y terntiné reclamando que “los judios quedasen libres y horros de
monarquias y gobiernos de semejante jaez, y unidos a la administracién pro-
vincial de Siria” (A. J., XVII, 314). Nicolés tomé la defensa de Arquelao.
Augusto zanjé el debate asignando a Arquelao la mitad del pais y a los
otros hijos de Herodes las demés regiones; cambié a Arquelao el titulo de
rey por el de etmarca, aunque prometiéndole la realeza si se hacia acreedor
a ella; y nombré tetrarcas a sus hermanos menores Filipo y Antipas (7).
(4) En el mes de Nisan (marzo-abril), 4 a.J.C.—Sabese que Dionisio el Exiguo
fij6 Ia era cristiana en el 754 de Roma, cinco afios més tarde de lo debido.
(3) “A Antipas, al cual prometié en un principio la corona, dejé las tetrarquias de
Gelilea y Perea; Arquelao obtuvo el titulo de rey; Filipo, hermano de Arquelao, que-
daba con la Gaulonitide, 1a Traconitide, la Batanea y Panias, a titulo de tetrarqui
a Salomé, hermana de Herodes, se entregaban las ciudades de Jamnia, Azotos y Fa-
seelis, mas quinientos mil dracmas de plata amonedada” (A. J. XVII, 8, 1, 188-189).
Herodes habia mandado dar muerte a tres de sus hijos; el afio 7, a los dos habidos
de Mariamne, a la cual habia asesinado el afio 29; cinco dias antes de su muerte,
mandé_ejecutar a su primogénito Antipatros.
(8) Fragmento 5 (fragmenta historicorum graecorum [Didot], t. III, p. 353).
(7) Nicotds, frag. 5, p. 354; Fu: Josero, A.J., XVII, 317.