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IVR

INSTITUTO DE VIDA RELGIOSA

H. Rosa Elena Cálcena, stj


Sexualidad y Vida Religiosa ---------------------------------------------------------------------------
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SEXUALIDAD
LO PRIMERO ES ENTENDERNOS
Nuestra sexualidad está regida por mensajes que fuimos recibiendo a lo largo de la vida.
Nuestra educación sexual no fue formal, ni en el hogar, ni en la escuela “de eso no se habla” Nos
formamos a través de lo que veíamos en revistas, televisión, de conversaciones con amigos, en la calle y
también a través de silencios que comunicaban muchas veces condenas.
Por esto nuestra sexualidad está apoyada en miedos, fantasmas, mitos, verdades sin fundamento
científico y que sin embargo gobiernan nuestros sentimientos, afectos, conductas, relaciones. Esta
concepción contaminada y reducida hace un “yo” reprimido que se convierte en “yo” represor. Pues la
represión hace que la persona pierda la autoestima. Cuando se reprime un área, se reprime toda la persona,
porque somos una unidad.
Tenemos necesidad de una reeducación y revaloración de la sexualidad.

REFLEXIÓN PERSONAL
1. Personas que me ayudaron y personas que no me ayudaron.
2. ¿Cuáles de estos mensajes y mandatos marcaron mi historia personal en lo físico y psíquico en forma
positiva o bloqueando, inhibiendo, culpando, reprimiendo…?
3. ¿Cómo son mis relaciones afectivas y sexuales con el varón y con la mujer?
4. ¿Voy a seguir dejando que estos mandatos dirijan mi historia afectiva y sexual? O ¿qué voy a decidir
que guíe mis relaciones afectivas y sexuales?

HERENCIA CULTURAL Y SEXUALIDAD HUMANA


(Georgina Zubiría Maqueo, rscj)

NECESITAMOS HABLAR
Más allá de los cursos de anatomía, biología y sexología que nos ayudan a conocer nuestro cuerpo, sus
funciones y sus reacciones, vamos reconociendo con mayor transparencia la necesidad que tenemos de
compartir nuestra propia experiencia de la sexualidad, nuestra vivencia como seres humanos sexuados.
En general, cuando hablamos de experiencias profundas (íntimas) que han marcado nuestra vida
personal, pedimos a quien nos escucha una actitud de verdadero respeto, de acogida y discreción. A pesar
de que estas experiencias están indudablemente teñidas por nuestro ser sexuado, hablar directamente de
experiencias sexuales personales resulta mucho más difícil por el tabú que las envuelve. Cuando las
compartimos, lo hacemos con la amiga(o) más "íntima(o)", con aquélla a quien hemos decidido darle
entrada a nuestro rincón más profundo y de quien esperamos no sólo acogida sino comprensión y fidelidad.
Sabemos que la sexualidad es una realidad común al género humano pero no estamos habituadas a
hablar de ella seria y profundamente, antes al contrario, sentimos miedo, temor, culpa, angustia, vergüenza
y callamos el grito o el susurro, el canto o el lamento, el gozo o el dolor que llevamos dentro.
Desde muy pequeñas(os) aprendemos, inconsciente pero muy lúcidamente, que el área de la sexualidad
es un área prohibida y sucia, que se localiza en nuestros genitales y que éstos son el lugar de nuestro cuerpo
donde reside el pecado. Si los tocamos, nos pegan; si preguntamos, nos callan; si confesamos, nos preguntan
y condenan; si jugamos los juegos de inocente curiosidad infantil, nos culpan; si nos hostigan, nos regañan;
si nos violan, nos acusan... Rara vez encontramos alternativa, comprensión o explicación que nos ayude a
amar esta fuente fecunda, este manantial humano de vida y de amor muy plenos.
Así nos enseñan a callar y a desconocer el poder que nuestro silencio da a otros -incluso al padre o a
los hermanos (as)- para jugar con nuestros cuerpos profanándolos y violándolos, dejando en ellos heridas
difíciles de sanar y sentimientos de culpabilidad y autodesprecio. Nuestro silencio asegura a otros en el
poder y nos mantiene muy vulnerables a sus formas de control y de violencia.
Sin embargo, también aprendemos a no callar, a hablar como nos han mostrado que se puede hablar:
desvirtuando, envileciendo y rebajando lo que de divino hay en nuestra realidad sexuada;
deshumanizándola a través de chistes, albures, dobles sentidos, revistas pornográficas, canciones
erotizadas. Aprendemos a abordarla en forma indirecta e impersonal como si en nada nos afectara. Lo real
es que sí nos afecta.
En el seno de una amistad profunda, fiel, comprensiva y compasiva, acabamos compartiendo el misterio
inmanente y desbordante de nuestra experiencia sexuada.

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No podemos, no debemos negar, bloquear, silenciar nuestras búsquedas y nuestros hallazgos, nuestras
experiencias y nuestros deseos, nuestras preguntas y nuestras respuestas sobre la sexualidad humana
porque, sencillamente, está como una realidad que tiñe los afectos que impulsan o paralizan nuestras
opciones, nuestras prácticas, nuestra búsqueda de felicidad.
Es necesario abordar el tema de la sexualidad ya que es una realidad profundamente humana que,
aunque silenciada, es vivida, sentida y muchas veces sufrida, necesitada de liberación y transformación.

NUESTRO CUERPO
Somos una unidad
Nuestro cuerpo es el único recinto del que somos -o estamos llamadas a ser- dueñas(os). Es un cuerpo
habitado por mil posibilidades y promesas, es la expresión de nuestra persona, es el medio privilegiado de
comunicación y de relación con todo, con todos y todas las que nos rodean. Nuestro cuerpo es bello y muy
bueno, es amable y creador; merece ser contemplado, acariciado y amado pues es imagen de Dios.
Constatamos, sin embargo, que hemos aprendido a hacer del cuerpo nuestro enemigo y de nuestra
conciencia (deformada) su verdugo más temible. Por eso lo silenciamos negando su lenguaje,
desconociéndolo y atemorizándonos ante lo que él expresa o pueda expresar.
Nos hemos aprehendido divididas por una herida que aún sangra y que nuestro cuerpo se resiste a
aceptar. No somos materia mala y espíritu bueno sino que nuestro espíritu bueno se expresa a través de
nuestro cuerpo también bueno. No somos cabeza que piensa y carne que siente, somos una unidad, personas
totales, pensantes y sentientes. No somos corazón puro y genitales impuros, antes bien, del corazón humano,
de nuestra más profunda intimidad, nace lo bueno o lo malo y nuestro cuerpo-espíritu-uno puede actuar lo
mejor o lo peor, lo justo o lo injusto.
Nuestra sexualidad no es mala en sí misma, no es una realidad sucia donde reside el pecado; tampoco
es una dimensión que se localiza y expresa solamente a través de los genitales. Toda entera, cada una,
somos personas sexuadas y, como tales, nos expresamos en todas nuestras acciones y decisiones.
El lenguaje de nuestro cuerpo
Nuestro cuerpo sexuado tiene su propio lenguaje. Expresa sus deseos (que son los nuestros) y sus
carencias; sus gozos y sus sufrimientos, sus necesidades y sus posibilidades. Con nuestro cuerpo
expresamos la ira o la alegría, la opresión o la liberación, la agresividad o el amor. Con nuestro cuerpo
sentimos el lenguaje de los otros cuerpos, su acogida o su rechazo, su cercanía o su distancia, su amistad o
su hostilidad. Por nuestro cuerpo nos incorporamos al mundo, a la naturaleza, a la sociedad y, en él,
conocemos su equilibrio o su ruptura, su explotación o su justicia, su marginación o su inclusión.
En nuestros propios cuerpos de mujer descubrimos los ciclos y los ritmos, los tiempos y los espacios,
los encuentros y los desencuentros, los sonidos y los silencios. En nuestros cuerpos conocemos la pausa y
el movimiento, la humedad y la sequedad, el vacío y la plenitud, la guerra y la paz, la vida y la muerte, lo
finito y lo infinito, lo amable, lo amado, el amor.
Nos permitimos sentir y entender el lenguaje de nuestro cuerpo o lo mantenemos olvidado, reprimido,
castigado? No nos está prohibido sentir con nuestra piel, sentir en nuestro cuerpo y en las fibras todas de
nuestro ser.
El placer es bueno, es santo y divino, es creador.
Pocas veces reconocemos, gozamos y agradecemos aquello que nos causa placer: pisar descalzas las
hojas secas en el otoño, tirarnos en el pasto para darnos un baño de aire y de sol, beber una cerveza helada
en compañía de quienes queremos, dejar que el agua corra por los surcos de nuestro cuerpo, leer un libro
agradable, cantar nuestra música interior, compartir con el hermano sus penas y sus alegrías, celebrar
nuestro caminar como pueblo de Dios, compartir con los pobres el pan y la vida, la mesa y la alegría, buscar
en Dios su rostro de mujer, llevar buenas noticias...
Cada una sabemos qué situaciones, experiencias, relaciones y acontecimientos nos causan placer y
dinamizan nuestro impulso creador.
Dar un abrazo y recibir una caricia también produce placer. Un placer que nuestro cuerpo siente y
nuestro espíritu agradece, un placer que es santo y divino, que es creador.
Desgraciadamente no es raro reconocer que somos poco libres para aceptar esta verdad, para dar y
recibir un abrazo, para agradecerlo. Y lo necesitamos. Todas y todos necesitamos caricias. Nuestro mundo
necesita ser acariciado. Nuestros cuerpos están habitados por esa posibilidad y por esa riqueza. La ternura
oculta, reprimida y, a veces, temida, necesita ser liberada y expresarse. Necesitamos abrazar y ser abrazadas

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(os) para activar el amor que, en potencia, reside en nuestros cuerpos, para liberar de cadenas la ternura que
llevamos dentro.
Podemos aprender a acariciar, acariciando, arriesgando, dando y recibiendo. Sin retener, sin
apropiarnos, sin buscar poseer sino sólo amando. Envolviendo y absolviendo, amando en libertad para en
libertad pregonarlo.
Aprendizajes equivocados.
Desde pequeñas -y como fruto de una cultura pre-establecida- aprendemos a ser de una determinada
manera, a hacer lo que otros esperan que hagamos y a pensar (o a no pensar) de acuerdo a los intereses de
quienes son más fuertes.
En edades muy tempranas se nos enseña a vivir en función de otras personas: sea cuidando a los
hermanos pequeños o jugando a las muñecas. Conforme va pasando el tiempo aprendemos a
embellecernos, a cuidar nuestros cuerpos para gustar a otros, a coquetear y a sentirnos felices cuando nos
miran y nos dicen piropos. En la adolescencia aprendemos a soñar con nuestro príncipe azul y con los hijos
que procrearemos. Para ser halladas por él, nos ponemos adornos y nos pintamos los ojos. Medio en sueños,
medio en realidad, vamos descubriendo que sólo nos encontrará si nos vamos haciendo como "cenicientas":
bellas y hacendosas, dóciles y sumisas, capaces de sufrir calladamente desprecios e imposiciones y de
esperar con paciencia a que llegue la recompensa. Así empiezan a germinar entre nosotras los celos, la
competencia y la rivalidad por el hombre de nuestras fantasías.
Jugamos el juego de sentirnos "la mujer más bella". Nos sabemos observadas y "valoradas", a un paso
de ser elegidas por aquél que llenará de sentido nuestras vidas; a punto de alcanzar la felicidad de tener un
esposo, un hogar y unos hijos que darán razón a nuestro existir. Sabemos que de no lograrlo, seríamos
señaladas como frustradas, amargadas, solteronas, egoístas, fracasadas. Lo real es que, detrás de este juego,
muchas veces lo que descubrimos es una mujer devaluada e insegura.
Cuando llegamos a la juventud ya hemos aprendido que la vida afectiva y la relación senso-maternal
debe totalizar nuestras vidas, que debemos priorizar el desarrollo de nuestra sensibilidad y el despertar de
nuestro "instinto" maternal. El matrimonio y la maternidad aparecen como nuestra alternativa de
realización. De aquí que vamos aprendiendo a reaccionar -ante diferentes problemáticas- con mucha
sensibilidad y poca reflexión, cerrando nuestro entendimiento y encerrando nuestros pensamientos en uno
que lo abarca todo.
Con el fin de alcanzar la meta que la sociedad nos impone y de realizar el proyecto de vida que se nos
asigna por nuestra biología (y que nosotras aceptamos como lo normal) luchamos con astucia y suspicacia
entre nosotras, lloramos y a veces hacemos berrinches, agredimos y criticamos a quienes obstaculizan el
logro del objetivo.
De esta manera, nuestra vida toda acaba por depender del hombre, de los hijos y del hogar. Nuestros
afanes son todos por ellos, nuestras ilusiones y esperanzas están puestas en ellos, nuestras alegrías y
nuestros sufrimientos sólo de ellos pueden venir.
Desgraciadamente no son pocas las mujeres que muy pronto sufren el desencanto de saberse no-
personas por haber sido utilizadas y violadas en sus cuerpos y en su dignidad. No son pocas las mujeres
que descubren que el universo patriarcal nos ha convertido en una mercancía muy barata que se alcanza
con unos cuantos piropos y que se luce para ser mirada. No son pocas las mujeres que, por experiencia, han
ido tomando conciencia de que se nos trata como objetos para usarse hasta el abuso. No son pocas las
mujeres que, en el sufrimiento vivido, han comprendido que es un pequeño agujerito de nuestro cuerpo la
causa de tanto mal, la muerte disfrazada de vida, el dolor que a otros causa placer, el egoísmo encubierto
de amor, la desesperanza y el sinsentido revestidos de sueños y de promesas.
La cultura y las relaciones entre hombre y mujer, aprendidas de generación en generación, han hecho
de nuestro cuerpo y de nuestro sexo una fuente permanente de humillación, opresión y sufrimiento para
nosotras mujeres, y una fuente permanente de poder y dominación para un número significativo de hombres
que necesitan sentirse muy machos.
Culpables o víctimas
Hay hombres que dicen que las mujeres somos culpables de nuestra situación. Hay mujeres que creen
que ellos son los responsables. Rara vez nos reconocemos ambos, hombres y mujeres, víctimas de un
sistema de relación que, por ser el más antiguo, creemos es normal y natural.
Nosotras evidentemente somos víctimas. Ellos de alguna manera también lo son. Nosotras aprendemos
a desconocernos afectivizando y totalizando la relación con el varón mientras que ellos aprenden a
genitalizar y a relativizar la relación con la mujer.
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Por herencia cultural muchos hombres aprenden a medir el valor de la mujer en función de su propio
placer donde, creen, radica su masculinidad. La negación de los afectos, la represión de los sentimientos y
la genitalización de la ternura constituyen una seria mutilación que a todos y a todas nos afecta.
Desde muy chicos les enseñan que la mujer es para mirarse y gozarse con ella. Aprenden a mirar
piernas, pechos, caderas y rostros; conocen albures y dicen piropos. La relación con ella es como con un
objeto.
Por otra parte, si ellos lloran, les dicen "maricas" pues tienen que aprender a ser muy machos y si
muestran ternura, si son atentos y detallistas con otros hombres, los señalan como "afeminados" y encargan
a alguien que los lleve a casas de prostitución para curarlos.
Aunque aprenden a reaccionar genitalmente, su experiencia y su práctica sexual es destotalizante. La
genitalidad abarca un amplio espacio dentro de sus campos de interés pero la relación sexual o la mujer con
la que se tuvo dicha relación es un momento más o una mujer más dentro de su trayectoria. No es de
hombres gastar el tiempo en "sentimentalismos" o "afectividades"; en cambio, es signo de virilidad aludir
frecuente a las formas y a las mujeres que producen placer genital. Este es abarcante y el sexo obsesivo
pero la mujer y la relación sexual con alguna es una experiencia puntual que muy rara vez afecta la totalidad
de sus vidas.
El universo patriarcal, por su parte, no sólo justifica esta forma de relación sino que la admite como
algo normal y hasta necesario para el hombre aunque esté totalmente privada de amor, de ternura y de
fidelidad. Sólo cuando se descubren tendencias o prácticas homosexuales se les condena, rechazándolos y
marginándolos del grupo de los "hombres".

CONCEPTOS

LA SEXUALIDAD:
Es la primera realidad existencial de la persona humana, que se apoya en una estructura biológica
cualificadota y se manifiesta en todos los niveles biopsicológicos, hasta alcanzar una dimensión social.
Es un modo de ser diferenciado – masculinidad y feminidad – reconocible a varios niveles
(fisiológico/biológico, psicológico, racional-espiritual), en el que está grabado el hecho fundamental
respecto a la existencia humana: la vida es un don recibido que tiene que ser bien donado. Existe una
SEXUALIDAD GENÉRICA, unida a la propia identificación o pertenencia sexual (masculina o femenina)
y que se manifiesta en toda actitud y una SEXUALIDAD GENITAL, más ligada al uso de la actividad de
los órganos genitales.
OTROS CONCEPTOS:
 Energía que impregna todo lo humano.
 Energía que empuja fuera de sí.
 Fuerza que permite establecer lazos con otros y con el mundo.
 Dimensión constitutiva de la persona.
 Condición básica en la que se encuentra instalada la existencia personal.
 Es una expresión personal que va más allá de la necesidad o instinto.
 Es la corticalización de la sexualidad.
 Supone, expresa y realiza el misterio integral de la persona.
 Expulsa fuera de sí y evita el repliegue sobre el yo.
 Vence la esterilidad y proyecta a la esfera del amor.
 Realidad dinámica abierta al otro y que crea el nosotros.
 Es el lenguaje de las personas.

LA GENITALIDAD:
Es un aspecto de la sexualidad, por el que el yo y el tú tienden a dialogar a través de la unión de los
cuerpos, con especial participación de los órganos genitales. Objetivos de la genitalidad son la expresión
física de la comunión interior de la pareja y la profundización de esta comunión.
Además de una genitalidad manifiesta, existe una genitalidad latente, reconocible en aquellas relaciones
en las que la unión de los cuerpos se busca inconscientemente o es vagamente deseada y puesta en acto sin
una implicación inmediata y directa, explicita e intencionalmente de los órganos genitales.

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La genitalidad representa un aspecto importante de las relaciones conyugales, pero el ejercicio de los
órganos genitales no es indispensable en absoluto para la realización de la sexualidad humana o para el
sano funcionamiento de la persona en su totalidad.

LA CONTINENCIA:
Es la abstención del uso de la genitalidad. Puede ser total o periódica y puede tener un significado
positivo o negativo, para el crecimiento de la persona, según sean los motivos reales, conscientes o
inconscientes en los que se base la voluntad de abstención.
La condición primera para el dominio de sí está en el reconocimiento de la superioridad de la persona,
en su totalidad, sobre los valores “parciales”, como pueden ser los valores sexuales desgajados de una
perspectiva antropológica global. En este caso la continencia es un camino que lleva a la castidad.
En toda situación y en todo género de vida es necesaria cierta capacidad de continencia. Esta capacidad
no es ajena a la misma sexualidad, sino que es una condición y exigencia imprescindible que permite a la
sexualidad realizar su propio fin natural, la capacidad receptiva-oblativa.
La capacidad de continencia expresa la renuncia radical a la forma de amor propia del matrimonio,
implícita en un proyecto de vida por el reino. En este caso la renuncia se realiza con el fin de asumir más
plenamente el dinamismo de apertura oblativa a los otros y de potenciarlo y transfigurarlo mediante la
presencia del Espíritu, el cual nos enseña a amar al Padre y a los hermanos como el Señor Jesús.

LA CASTIDAD:
Es la virtud moral que regula el uso de la sexualidad según el estado de vida de la persona y en función
de los valores y de los objetivos que quiere realizar.
La castidad pone en movimiento el dinamismo que hace posible y mueve el proceso de humanización
de la sexualidad.
Es una condición fundamental para el don de sí y la acogida del don del otro. Esta no se identifica con
una continencia que se fija sólo en el deber, sino que nace de la percepción del valor del otro y se orienta
a su plena valorización. Es decir nace del amor y se dirige a donarse. En consecuencia la castidad no puede
ser sólo fruto del ejercicio represivo de la voluntad, sino integración de la emotividad y del afecto en un
proyecto de donación personal. En la lógica evangélica la castidad es la “buena noticia” de la pertenencia
a Dios y de la búsqueda de su rostro, de la transparencia del amor y de la felicidad de un corazón unificado.

EL PUDOR:
Es un componente de la castidad, más aún, es el componente de la personalidad, pudiendo considerase
como “el vigilante consciente que defiende la dignidad de la persona y del auténtico amor”.
La educación al pudor lleva a respetar el propio cuerpo como don de Dios, miembro de Cristo y templo
del Espíritu Santo, a tener una mirada y una imaginación limpia, a buscar y manifestar en el encuentro
afectivo con las personas un amor verdaderamente humano con todos sus componentes espirituales. El
pudor auténtico esta en función del respeto a la sexualidad y sus valores. El falso pudor es artificial,
formalista, hipócrita, preocupado por la apariencia externa y la imagen social.

EL CELIBATO:
Es el estado de vida de una persona no unida en matrimonio, ni comprometida en una relación de pareja.
Requiere personas capaces de hacer una opción madura y libre. Sienten la exigencia de encontrar una
expansión y realización de sí más allá o fuera de la plena realización de la pareja lo que supone que estas
personas han llegado a una actitud psicológica real de compromiso personal en la vida de la pareja, es
decir, la opción por el celibato no puede ser una huida defensiva por la incapacidad de establecer una
relación de pareja.

LA VIRGINIDAD:
Es la castidad específica de quien se consagra a Dios en el celibato. Es común a los dos sexos y no
consiste sólo en la renuncia a toda actividad sexual – genital, sino que representa una transformación
profunda en el que se compromete, como mujer o hombre, en una especial relación con Dios y el prójimo.

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Esta transformación profunda con Dios y con el prójimo consiste sustancialmente en la adquisición
de la libertad para autotrascenderse con amor teocéntrico, es la libertad típica de la persona virgen. Y
manifiesta en una relación de esponsalidad con Dios, que la/el virgen ama con todo el corazón, con toda su
mente, con todas sus fuerzas y que al mismo tiempo se siente amado con una amor, en términos bíblicos
“celoso”.
Esta relación esponsal con la divinidad realiza una transformación profunda en la vida de la /del virgen,
que se hace capaz de amar a la manera y en la medida como ama Dios.
La virginidad es un misterio, es decir, un hecho sobrenatural presente en sí mismo y que se hacen
signo: escatológico (anticipo de la vida resucitada) eclesial (expresión y acción de la Iglesia esposa y madre)
cristológico (como Jesús virgen y especial relación con el misterio de la unión hipostática) mariológico
(continuación del misterio de María) y antropológico (disponibilidad amorosa de la criatura en el
cumplimiento del plan de salvación, unida con la libertad de autotracendencia del amor teocéntrico.)

DIMENSIONES DE LA SEXUALIDAD
BASE
1. CELULAR, GENÉTICO O CROMOSÓMICO: Primer segundo de vida.XX/XY
2. GLANDULAR: Séptima semana de gestación. Ovarios/Testículos
3. HORMONAL: Séptima semana de gestación. Estrógeno.Foliculina/Tetosterona SEXO
SIGNO recibido
4. ANATÓMICO: Genital: Tercer mes de gestación.
Características sexuales secundarias. Pubertad-Adolescencia
HUMANO
5. PSICOLÓGICO: Modos diferenciados de pensar, querer, sentir, desear…
6. SOCIOCULTURAL O EDUCATIVO: Modos aprendidos de comportamiento GÉNERO
7. CEREBRAL: Capacidad de conocimiento, decisión, libertad y autogobierno construido

NIVELES DE VIDA PSÍQUICA Y MADUREZ


(Rosaura González Casas, stj)

La integración de los tres niveles es el proyecto global de vida que respeta el bien integral de
la persona.
NIVEL PSICO – FISIOLÓGICO – CORPORAL
 Se refiere al propio cuerpo, caracterizado por la capacidad física y la cualidad estética. En
este nivel se ubica la identidad sexual.
 La identidad se refiere al propio cuerpo, es un dato perceptible, caracterizado por capacidad
física y la cualidad estética. Las actividades psíquicas están unidas a actos físicos a de
bienestar y satisfacción.
 En el área de la sexualidad es en este nivel en el que se encuentra la identidad sexual que
implica una relación con el propio cuerpo, la propia sexualidad. Aquí existe no sólo
información genética, desarrollo hormonal y de estructuras internas reproductivas y
morfología externa, sino que incluye también un auto concepto, una relación intrapsíquica
consigo misma/o, donde la persona se siente verdaderamente mujer o verdaderamente
hombre.
 La finalidad de la sexualidad a este nivel, es la tipificación sexual a nivel orgánico y como
orientación en la vida. Se da una aceptación significativa del propio cuerpo y de la propia
sexualidad.
Desde la perspectiva corporal de la MUJER

Cuerpo que ACOGE Cuerpo que SUFRE Cuerpo que NUTRE

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El cuerpo de la mujer está La capacidad generativa está El cuerpo de la mujer es capaz
preparado para acoger, para unida al dolor y al riesgo de de nutrir al bebé y establecer
ser habitado. muerte. un lazo inicial que es muy
En el acto sexual es ella quien La mujer siente fuertemente los importante para el desarrollo
contiene al hombre y en el ritmos de la vida por el ciclo de la niña/o
momento de la fecundación menstrual y vive con mayor
se hace portadora de una sufrimiento la pérdida de la
nueva creatura dentro de sí capacidad generativa.

Desde la perspectiva corporal del VARÓN

Cuerpo que OFRECE Cuerpo que PROTEGE LA Cuerpo que BUSCA


VIDA ALIMENTO
Su cuerpo está preparado Su capacidad paternal está El cuerpo del varón (fuerza
para dar y explorar. unida a un cuerpo que tiene la masculina) es capaz de
En el acto sexual es él quien fuerza necesaria para sostener trabajar por más tiempo y
inicia la relación y ofrece el la vida y su agilidad de realizar trabajos más pesados
esperma movimiento para defenderla de que le permiten buscar el
los peligros que la amenazan. alimento

IMPULSOS BÁSICOS
(RUAJ)
EL IMPULSO SEXUAL:
Es llamado también “pulsión sexual”. Entre sus funciones destacamos la tendencia al acercamiento, al
calor. Garantiza la supervivencia y potencia la creatividad. Es la posibilidad de decir “HOLA”. Representa
nuestro lado femenino, el “ánima”.
EL IMPULSO AGRESIVO:
Es llamado también “pulsión agresiva”.Tiene funciones defensivas ante la frustración, la dificultad o
el miedo. Está asociado a la necesidad de afirmación. La maduración de la agresividad lleva a superar el
“qué dirán”, aprender a decir NO y a recibir NO sin sentirse culpable. Es la posibilidad de decir “ADIÓS”.
Representa nuestro lado masculino, el “ánimus”.

REFLEXIÓN PERSONAL
1. ¿Cómo me siento con mi cuerpo?
2. ¿Conozco mi cuerpo, sus manifestaciones, su funcionamiento?
3. ¿Entiendo el lenguaje de mi cuerpo?
4. ¿Cómo lo cuido?
5. ¿Qué partes de mi cuerpo me agradan y cuáles me desagradan?
6. ¿Qué partes me dan temor?
7. ¿Cómo vivo el cuerpo que acoge, sufre, nutre u ofrece, protege, busca alimento en este nivel?
8. ¿Identifico cómo funcionan en mí estos impulsos?
9. ¿Con cuál de ellos experimento mayor facilidad?
10. ¿Qué necesito perdonar y/o perdonarme en relación con mi cuerpo?

NIVEL PSICO – SOCIAL


 Se desarrolla la capacidad de relacionarse con las/os otras/os, subrayando las riquezas
personales como talentos y cualidades.


Elaborado por alumnas y alumnos del noviciado del Instituto de Vida Religiosa. Asunción. 2004
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 La relación interpersonal, a diferencia del nivel anterior, es más significativa y humana,
en las modalidades del afecto, la amistad, el enamoramiento. Se vive el sentido
relacional que da el significado típico a la sexualidad.
 En el nivel de la sexualidad se verifica no sólo una relación intrapsíquica con la propia
identidad sexual, sino también interpersonal que ayuda a la verdadera integración
sexual.
 Se trata de un sentido relacional que hace referencia al significado típico de la
sexualidad, y al sentido unitivo y fecundo en el cual se manifiesta la finalidad horizontal
de la sexualidad.
 El fruto sería la integración de la polaridad femenina y masculina, del “anima” y del
“animus”, como una renovación en la unidad de un ser todavía no dividido.
 Es totalmente necesario que la persona tipificada sexualmente sepa vivir la relación
con el otro sexo como “otro”, diverso y complementario.
 Se llega a la madurez sexual cuando es posible integrar y realizar la función de dar y
recibir, de amar y ser amada (feminidad y masculinidad).
 La mediación inevitable para la madurez en este estadio es la relación interpersonal. La
conciencia que se deriva de esta madurez sería la de la propia limitación e insuficiencia,
la experiencia de la propia privación ontológica: tenemos necesidad de los otros, somos
criaturas limitadas. Al mismo tiempo la conciencia de la propia individualidad y
autonomía: se vive la tensión entre alteridad “somos seres separados” la fusión
“necesidad”del otro y capacidad de pertenecer.
 La homosexualidad sería la incapacidad de abrirse a la diversidad, a la alteridad y
homologar al otro, a la otra.

Desde la perspectiva corporal de la MUJER

Cuerpo que ACOGE Cuerpo que SUFRE Cuerpo que NUTRE


Llamada a ser Comprende profundamente el valor Su capacidad de nutrir se
acogedora en la relación de la vida porque sabe el dolor que manifiesta en la donación de
con otras/otros. implica generarla. ternura y afecto.
Posee una capacidad Se siente llamada a mantener la vida Tiende a privilegiar el aspecto
especial para dar de las personas amadas y a no negar relacional más que el
hospitalidad, hacer ni ser evasiva con el dolor, sino productivo y esto es
crecer y ayudar a buscar soluciones. mediación de humanización
madurar a las personas Se deja mover más fácilmente a la de las relaciones
compasión (entrañas de interpersonales.
misericordia)

Desde la perspectiva corporal del VARÓN

Cuerpo que OFRECE Cuerpo que PROTEGE LA Cuerpo que BUSCA


VIDA ALIMENTO
Inicia la relación Sostiene las relaciones dándole Actúa en la relación
Ofrece a la relación la razón, seguridad y consistencia Da en medidas, a través de
la objetividad y la símbolos y directamente.
universalidad ya que está en
contacto con más ámbitos
AMBIVALENCIA DE LA SEXUALIDAD
COMO DÉFICIT:

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Desde el punto de vista de la función, la sexualidad puede definirse como déficit del organismo que
hace sentir la necesidad del otro. Cuando la sexualidad se entiende como sensación de carencia o déficit,
ésta se vive en clave compensativo – defensiva, con el objeto de llenar el vacío o defenderse y eliminar
alguna tensión. Se vive entonces la sexualidad según la lógica del VACÍO A LLENAR o de la TENSIÓN
A ELIMINAR. Cuando sólo se vive así se reduce a solo una dirección de lo relacional.

COMO POSIBILIDAD:
Pero también es una posibilidad natural, un potencial enérgico emotivo que impulsa a la persona a salir
de sí misma y a entrar en relación con los otros en general y con un tú en particular, por medio de la
donación de sí y la acogida del otro. Esta relación está destinada a ocupar el centro de la existencia y de los
afectos del yo, pero se convierte en fecundidad de vida y de amor para los otros tú a los que se dirige.
Potencia la vida, la sexualidad es vivida como riqueza y crece en la medida en que se convierte en capacidad
efectiva de acoger el don y de hacerse don. Se vive entonces la sexualidad según la lógica de la POTENCIA
A REALIZAR o de la ENERGÍA ACTIVA. Cuando sólo se vive así se reduce a solo una dirección de lo
relacional.

La sexualidad es ambas cosas, ambas perspectivas o funciones, no están contrapuestas. El horizonte de


este camino de maduración es la posibilidad de vivir de forma armónica la tensión entre los componentes
pasivos – receptivos y activo – oblativos, entre el dar y el recibir. Tarea nada fácil y que no viene de forma
espontánea en el desarrollo.

REFLEXIÓN PERSONAL
1. ¿Soy alguien? ¿Soy para alguien?
2. ¿Me siento conforme con mi identidad de mujer o varón?
3. ¿Cómo me siento en las relaciones interpersonales?
4. ¿Cómo soy en las relaciones?
5. ¿Cómo vivo la amistad?
6. ¿Acepto la diversidad?
7. ¿Cómo vivo el cuerpo que acoge, sufre, nutre u ofrece, protege, busca alimento en este nivel?
8. ¿Identifico cómo se dan en mí estas funciones de la sexualidad?
9. ¿Cuál de las funciones de la sexualidad privilegio más en este momento de mi vida?
10. ¿Qué necesito perdonar y/o perdonarme en las relaciones interpersonales?

NIVEL RACIONAL – ESPIRITUAL


 Se define lo que la persona es ontológicamente y a lo que está llamada a ser. La persona decide
la orientación que quiere dar a su vida y a la sexualidad.
 A la persona no le basta saber que tiene capacidades y dones, quiere saber quién es, a qué está
llamada, cómo usar sus dones, con qué objetivo.
 Desde el punto de vista antropológico teológico, sería vivir profundamente que somos imagen
y semejanza de Dios y que, en la escucha al Espíritu, seremos como el Hijo, transparencia de
esta semejanza de Dios.
 La persona decide que orientación quiere dar a su vida y a su sexualidad.
 La relación a este nivel sería con la verdad – la bondad – la belleza del otro y del Otro.
 Sólo en este nivel la persona experimenta la gratitud y la responsabilidad del don recibido y
donado y elige el amor de benevolencia, donde se busca el bien integral de la persona.
 Para nosotras/os como consagradas/os, consiste en el vivir con más generosidad nuestra
vocación. Un amor virginal que ama a Dios con todo el corazón y se deja amar por Él. Un
amor que acepta renuncias necesarias para poner en el centro del corazón al Señor y con toda
la afectividad libre, amar a los otros, especialmente a los más pobres.
 Las opciones en este nivel tienen la prospectiva de la totalidad.
Desde la perspectiva corporal de la MUJER

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Cuerpo que ACOGE Cuerpo que SUFRE Cuerpo que NUTRE
Acoger y custodiar la Inclinada a captar los Se da generosamente en
Palabra, guardar las cosas en sufrimientos del mundo y de la cuerpo y alma a las hermanas
su corazón, ser morada de humanidad. y hermanos, en esto vive el
Dios Su oración puede ser de misterio eucarístico: ser
Es capaz de descender a los intercesión por el mundo y su alimento para los demás.
aspectos más concretos y vida una donación solidaria a La vida de relación
vitales. las hermanas y hermanos que transformante con Dios es una
sufren, “vicarias de Cristo”. característica de esta etapa.
Lleva en sí la Pasión y la Cruz
de Jesús.

Desde la perspectiva corporal del VARÓN

Cuerpo que OFRECE Cuerpo que PROTEGE LA Cuerpo que BUSCA


VIDA ALIMENTO
Enseña, ilumina. Guía. Es presencia de Dios Padre y Da el alimento
Muestra caminos, abre Providente. Eucarístico.
horizontes Propone metas concretas de Da fuerza, aliento, luz
Ofrece la Palabra. vida. espiritual
Brinda su forma de oración que Impulsa y motiva procesos.
es más meditativa Cuida la vida espiritual como
un pastor.

PRINCIPIOS QUE REGULAN EL FUNCIONAMIENTO DE NUESTRA VIDA


PSÍQICA
(RUAJ)
EL PRINCIPIO DEL PLACER:
Trata de sosegar las tensiones que le sobrevienen al psiquismo, realizando el deseo o evitando el dolor.
El slogan es: “Todo, enseguida, una vez más, siempre”. Rige nuestra vida en los primeros años. Cuando
menos conciencia y autonomía hay en la persona y cuanto menos capacidad de manejar el NO, más se
impone el principio del placer.
EL PRINCIPIO DE REALIDAD:
Obliga a suspender el deseo inmediato y a tener en cuenta la realidad exterior. “Es el principio que hace
a la persona” (Freud).

Ambos principios no son opuestos, sino armónicamente complementarios. La lucha de uno contra otro
pone de manifiesto una educación represiva.

EL PRINCIPIO DEL SENTIDO:


Lo más profundo del ser humano no es el deseo de poder ni de placer, sino el deseo de sentido. Siempre
está orientado y ordenado a algo que no es ella misma/él mismo; ya sea un sentido que ha de cumplir, ya
sea otro ser humano con el que se encuentra. (Frankl)
EL PRINCIPIO DE LA CREATIVIDAD:
Crear es criar, formar algo a partir de la realidad pre-existente, dar respuestas nuevas ante los
problemas, redefinir, relacionar objetos antes no relacionados, capacidad de sorprender, apertura al cambio,
a la novedad, …”Crear no por vacío sino por plenitud” (Fiorini)

REFLEXIÓN PERSONAL
1. ¿Soy libre?
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2. ¿Vivo con bloqueos, miedos, represiones?
3. ¿Qué orientación doy a mi vida y sexualidad?
4. ¿Cuál es el sentido de mi vida?
5. ¿Cómo vivo la creatividad?
6. ¿Cómo vivo el cuerpo que acoge, sufre, nutre u ofrece, protege, busca alimento en este nivel?
7. ¿Cómo funcionan en mí los principios de placer y realidad?
8. ¿Cómo se da en mí el SI-NO?
9. ¿Qué necesito perdonar y/o perdonarme?
10. Consigo integrar todos los niveles?

DINAMISMOS Y SENTIDOS DE LA SEXUALIDAD


La sexualidad humana, en cuanto fuerza de la persona, se abre a tres dinamismos o vertientes
fundamentales.
1. La sexualidad es una fuerza para edificar el yo
2. La sexualidad tiende a realizar la apertura de la persona al mundo del tú, posibilitando la relación
interpersonal que culmina en la construcción de un proyecto de vida.
3. La sexualidad es la apertura al nosotros, es el horizonte social.
Por ello podemos hablar de los tres sentidos o fines de la sexualidad:
1. AUTOREALIZACIÓN en reciprocidad, por ser relacional la sexualidad es autoliberadora y
enriquecedora.
2. FECUNDIDAD: En primer instancia como pareja, autocomunicándose, enriqueciéndose
mutuamente, siendo el uno para el otro lugar de crecimiento, liberación, confirmación, ternura, amor.
Convertir el “nosotros” en espacio de personalización. Para luego poder vivir la segunda instancia de la
fecundidad, que sería la procreación, el fin social de la sexualidad.
3. SENTIDO DE TRASCENDENCIA: Es la salvación de la soledad por la integración del otro. Es la
proyección creativa en la comunidad. Pone de manifiesto.

PERMITIR SER A LA SEXUALIDAD


(Anselm Grüm)
La sexualidad es una fuerza positiva que Dios ha regalado a la persona humana, permitir que sea y
desarrollarla es una condición global del ser humano, en cuanto está orientado a un tú. Su meta es una
mayor vitalidad. Permitir que sea significa:
 Aceptación de mi ser mujer o varón. No un ser asexuado.
 Adquirir una conciencia intensa de nuestro cuerpo.
 Aceptación del propio ser como fecundo y creativo.
 Aceptación del sufrimiento, la lucha y la disciplina
 Aceptación de la propia fragilidad humana y tener misericordia con una/o misma/o y otros.
 Establecer vínculos.
 Cultivar buenas relaciones.
 Capacidad de vivir en comunidad.
 Capacidad de intimidad, cordialidad, apertura.
 Integrar estas relaciones humanas en la intimidad con Dios en la oración.
 Asumir la responsabilidad de “otro” con rostro concreto.
 Fidelidad en el compromiso concertado, conducta que sobrepasa el tiempo.
 Entregar el corazón herido a Dios para que Él lo sane y lo llene con su amor.

REFLEXIÓN PERSONAL
1. ¿Estoy permitiendo “ser a mi sexualidad”?
2. ¿Cómo elijo vivir mi sexualidad?
3. ¿Qué necesito para hacerme cargo de mi sexualidad?

EL PROCESO DE MADURACIÓN DEL IMPULSO SEXUAL

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Cuando somos niños encerramos en nosotros mismos todas las posibilidades de desarrollo de la
sexualidad…A lo largo del tiempo, vamos recorriendo toda una serie de fases o etapas que nos permiten
llegar a la maduración de nuestras pulsiones.
Si el clima educativo ha sido suficientemente normal, el niño irá pasando por las diversas etapas o fases,
que desembocan en la integración.
La madurez del adulto depende en parte de cómo hay vivido las etapas anteriores:
1- MADUREZ: Puede desarrollarse normalmente y se va llegando a una vivencia madura.
2- UN RECORTE: Si algo ha fallado, si se queda fijada en algo, pueden ocurrir los trastornos de
carácter con alguna cierta fijación sexual. Lo importante es ver que ha pasado y desbloquear.
3- UNA ENFERMEDAD: Puede darse un fracaso de la integración de las pulsiones sexuales en el
inconsciente, lo cual da origen a atrofias o a enfermedades mentales, psicosomáticas, o neurosis.
CAUSAS DE LAS DISTORSIONES LOS DESTINOS DE LA SEXUALIDAD:
 Educación basada en el temor
 Privación encubierta de cuidados
 Falta de información adecuada
 Acontecimientos traumáticos

DESARROLLO SEXUAL
Infancia
0 a 3 años
ELEMENTOS QUE SE DAN EN UN PROCESO SEXUAL NORMAL
o Capta la aceptación del sexo de los padres
o Conoce y siente placer a través de la boca
o Toca para conocer
o Necesita ver los genitales de los padres y hasta tocar
o Se autoestimula
ELEMENTOS QUE PUEDEN REPRIMIR, BLOQUEAR O INHIBIR EL PROCESO
o No se les deja tocar
o No se les toca
o Se les estimula excesivamente
o Duerme permanentemente en la cama de los padres u otros adultos
PREGUNTAS PERSONALES
1- ¿Qué me enseñaron mis padres y/u otras personas sobre el cuerpo humano?
2- ¿Hoy cómo vivo el placer?
3- ¿Me quedo en el placer de la boca?
4- ¿Cómo es mi curiosidad del cuerpo?
5- ¿Me quedo en la fase infantil de sentir, tocar, total no importa y nadie se da cuenta?
3 a 6 años
ELEMENTOS QUE SE DAN EN UN PROCESO SEXUAL NORMAL
o Control de efinters
o Juega con la orina y eses
o Curiosea y pregunta
ELEMENTOS QUE PUEDEN REPRIMIR, BLOQUEAR O INHIBIR EL PROCESO
o Es castigado cuando no controla los efinter
o Rigidez
o El no nombrar las cosas por su nombre, sobre todos los genitales
o El abuso sexual (formas de mirar, tocar y mostrar a los niños)
PREGUNTAS PERSONALES
1. ¿Se hablaba con respeto de los órganos sexuales, se les llamaba por su nombre?
2. ¿Qué preguntas me hubiera gustado hacer?
3. ¿Qué juegos sexuales hice? (edad, lugar, personas)
4. ¿Qué experiencias positivas o negativas tengo?
5. ¿Qué personas me acompañaron? ¿cómo?
8 a 10 años
ELEMENTOS QUE SE DAN EN UN PROCESO SEXUAL NORMAL
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o En grupo trabaja, compite, se prueba
o Se compara para afirmarse y autovalorarse
o Investiga su cuerpo
ELEMENTOS QUE PUEDEN REPRIMIR, BLOQUEAR O INHIBIR EL PROCESO
o Impedir que se relacionen
o Reprimiendo sus juegos, se reprime su fantasía, creatividad, espontaneidad, libertad.

PREGUNTAS PERSONALES
1- ¿Cómo es hoy mi creatividad, fantasía, espontaneidad, reracionamiento con los pares?
2- ¿Cómo expreso lo que llevo dentro?
3- ¿Me doy espacios de gratuidad y placer o todo es trabajo?

Pubertad - Adolescencia

10 a 12 años
ELEMENTOS QUE SE DAN EN UN PROCESO SEXUAL NORMAL
o Se revive con fuerza lo que el cuerpo siente como a los 5 años
o Confusión ante sus sentimientos y sensaciones
o Exploración homosexual
o Autoerotismo
ELEMENTOS QUE PUEDEN REPRIMIR, BLOQUEAR O INHIBIR EL PROCESO
o Rigidez en la educación. Separación por sexos
o Ausencia de límites. Los límites son también expresión de cuidado
o Burlarse de la nueva imagen que van teniendo
o El abuso entendido como violentar o no respetar su privacidad e intimidad puede producir: culpa,
impotencia, confusión, rechazo al sexo opuesto
CRITERIOS PARA UN ACOMPAÑAMIENTO DEL PROCESO DE MADURACIÓN
o Acordar con ellos los límites
o Acompañarles sin asustarse

PREGUNTAS PERSONALES
1- ¿Recuerdo los cambios? ¿Cuáles fueron los más significativos?
2- ¿Qué cambios me dieron más vergüenza?
3- ¿Cuáles me dieron orgullo?
4- ¿Cómo vivo hoy con mi cuerpo? ¿Lo tengo que ocultar?
5- ¿Siento que alguien ha abusado de mi sexualidad con palabras, hechos, gestos? ¿Cómo he
respondido? ¿Cómo me siento marcada/o hoy por esto?
6- ¿He abusado sexualmente alguna vez de mí o de otra persona? ¿Cómo me he reconciliado?
7- ¿Qué significa para mi se mujer o ser varón?
8- ¿En qué momentos y situaciones de mi vida fui tomando conciencia de ser mujer o varón?
9- ¿Qué me gusta de ser mujer o varón?

ALGUNAS PAUTAS DE CRECIMIENTO


o Informarme, leer más sobre el tema.
o Hacerme cargo de mi niña/niño que llevo dentro, ayudarle a expresarse.
o Dejar de culpar a los otros y asumir como mío, hacerme cargo de lo que vivo, siento,
exprimiendo, pienso y hago.
o Compartir, conversar con alguna persona de confianza como viví mi desarrollo sexual.
o Hacer de este tema, uno de los temas de conversación con Dios, Jesús, la Virgen, en mi oración.
o Pedir ayuda especializada si lo necesito.
PROPIEDADES DE LA SEXUALIDAD
PLASTICIDAD Y OMNIPRESENCIA
Dos características de la sexualidad son la plasticidad y la omnipresencia o potencialidad de ser influida
por todo que explican su función simbólica y su dinamismo.
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Cuando hay problemas surgidos en otras áreas de la personalidad, antes o después terminan por influir
y condicionar la afectividad – sexualidad. En otras palabras, la sexualidad tiene una naturaleza sintomática,
es signo y síntoma de otra cosa, si la sexualidad se ve afectada, se tendría que buscar la causa del problema
por otro lado.
El problema de identidad o autoestima: Muchas veces es justamente este el problema más radical y
delicado: el no tener una valoración personal sustancial y establemente positiva, que es la necesidad más
importante para la persona, incluso más fuerte que la necesidad de afecto. Cuando ésta no es lo
suficientemente positiva, es fácil buscar la seguridad y consideración positiva de sí en la relación con otra
persona, donde el afecto de la otra se convierte en el modo de asegurarse del propio valer “si hay alguien
que me quiere, entonces yo valgo”.
La esclavitud de la dependencia afectiva: Así se instaura en la persona un círculo vicioso, porque la
relación, cuando se vive con el objetivo, aunque inconsciente, de aumentar la autoestima, no será nunca
completamente satisfactoria, por el contrario, hará a la persona cada vez más dependiente de la otra
dejándole dentro una necesidad creciente signo de demostraciones de afecto, además de una profunda y
frustrante insatisfacción. De esta manera la seducción de la dependencia se vuelve al final amargura,
desilusión, soledad, aislamiento. Es importante comprender que en el origen de la dependencia afectiva hay
un reclamo profundo, serio, que las gratificaciones afectivas, no lograrán satisfacer.
Esta dinámica que genera frustración y una mayor insatisfacción, la inseguridad sobre el propio valer,
las emociones desagradables que esta tensión provoca, muchas veces se canaliza a través de dificultades
específicamente afectivo – sexuales.

Defender demasiado Deseo de tener


la propia imagen, cosas donde se
necesidad de encuentra Seducción sexual
confirmar la seguridad masturbación
positividad
Confirmar
con
relaciones
ambiguas
la propia
Dominación, identidad
abuso sexual
de
Problemas de Problemas de Dependencia
otros, SEXUALIDAD ESTIMA DE afectiva
control, SÍ
agresión ASPECTOS
INCONSCIENT
ES Relaciones
homosexuales

PRÁCTICAS FILTRO: Son practicadas eventualmente para desfogar una tensión.


PRÁCTICAS VICIO: Son prácticas de forma obsesiva.
EL RETO:
 Autodominio. Vencimiento. Voluntad
 Fraguar la persona. Templar el carácter.
 “Soportar”
 Humildad
MASTURBACIÓN
Es la autoestimulación de los genitales con el fin de obtener placer solitario. Es el comportamiento
humano que se expresa a través del ejercicio sexual solitario o sin relación propiamente interpersonal.

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La masturbación filtro es practicada emergente y eventualmente para desfogar su tensión genital, evitando
así caer en situaciones más graves.
La masturbación vicio la practica quien busca el placer erótico de forma obsesiva, suele estar acompañada
de libertinaje sexual (uso de pornografía, aventuras fugaces, desviaciones) y promiscuidad. Es vivida en un
ambiente de angustia y en un climaobseivo-compulsivo.
Su incidencia acumulativa se sitúa alrededor de noventa y siete por ciento de los varones y ochenta por
ciento de las mujeres.
La Iglesia dice que la masturbación es un acto intrínseco y gravemente desordenado, pero en una postura
de gran equilibrio aclara que, para emitir un juicio crítico sobre los sujetos que se masturban, es necesario
tomar en consideración algunos factores psicológicos que reducen e incluso anulan la culpabilidad moral
(Catecismo de la Iglesia Católica. Art. 2355)
Desde el punto de vista psicológico la masturbación se considera un síntoma sólo cuando sugiere una
inhibición del comportamiento orientado hacia los demás pero especialmente hacia la pareja.
La experiencia parece demostrar que son poquísimas las personas que no se sienten culpables si se
masturban. Por un lado, se vive la humillación de la falta de señorío, de control, sobre los propios impulsos,
por otro, la naturaleza que lleva solamente a un alivio temporal del malestar.
Se puede distinguir:
ACTO masturbatorio: como el acto que conduce a la satisfacción sexual autoerótica.
COMPORTAMIENTO masturbatorio: cuando el acto masturbatorio pasa de aislado a repetido y de
libremente actuado se torna compulsivo y obsesivo.
ESTRUCTURA CARACTERIAL masturbatoria: a demás del comportamiento la persona tiene una
estructura psicológica fallida en u sector no propiamente sexual, como puede ser un fallo de integración
en algún rasgo esencial de la personalidad fijada en un estadio más inmaduro.
La sexualidad humana es una capacidad de autodonación, mientras la masturbación es una actividad
solitaria, un repliegue sobre sí misma/o.
La masturbación y otras formas de autoerotismo son síntomas de problemas más profundos que provocan
una tensión sexual que la persona busca superar recurriendo a este comportamiento.
Quien no supera la decepción o la confusión cae en una soledad nociva, pero antes de llegar al cuadro
crítico “vicio” puede caer en la masturbación “filtro” separadas por una línea de bajada o puede pasar la
línea hacia arriba, a la espera edificante.
ESPERA
EDIFICANTE

CONFUSIÓN SEXUAL MASTURBACIÓN


O DECEPCIÓN FILTRO
NO SUPERADA

Soledad Nociva

MASTURBACIÓN
MANIFESTACIONES: VICIO
 Un fuerte deseo de autonomía y agresión
 Desfogamiento narcisista.
 Tolerar poco la tensión normal de la vida. Ansiedad
 Expresión de rencor
 Complejos de inferioridad
 Miedo a la soledad
 Necesidad de sentirse viva/o, arropada/o.
 Síntoma de una actitud general egoísta, desencadenada por la búsqueda de placer, debilidad, carencia
de objeto sexual, carencia afectiva…
CONSECUENCIAS:
 Despersonalización.
 Insatisfacción en crecimiento.
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 Fijación en un momento de crisis que no evoluciona.
VALORACIÓN MORAL
 No se puede hacer una valoración abstracta de la masturbación, en el sentido de que prescinda de las
condiciones personales en que se da.
 Estas condiciones personales no han de considerarse en la línea de la mayor o menor libertad (dentro
de los principios morales), sino como elementos objetivos de ese realidad moral que es la
masturbación. Por ello no se puede formar una valoración universal válida desde el punto de vista
objetivo.
 Las condiciones personales que introducen esa variabilidad objetiva dentro de la masturbación
podrían resumirse en dos aspectos de la estructura sexual humana: temporal y espacial entendidas
como categorías humanas.
 La categoría temporal nos dice que la masturbación participa de la realidad evolutiva de la sexualidad
humana.
 La categoría espacial nos dice que la masturbación engloba diversos valores y compromete diferentes
estratos de la personalidad humana: el estrato biológico, psicológico, personal, opción de vida….
Según sea un estrato u otro que prevalezca, así habrá que valorarla.
 Correlacionando las dos categorías tendremos la dimensión real auténtica de la masturbación en
cuanto fenómeno humano; a distinta etapa de evolución dinámica sexual suele corresponder la
prevalencia de un estrato humano determinado; por ejemplo la época de la pubertad suele estar
condicionada por la prevalencia del estrato biológico.
 La incoherencia de la masturbación reside en comprometer la evolución armónica de la dinámica
personal. Compromete la maduración progresiva de la personalidad, que es uno de los imperativos
básicos del hombre en cuanto ser sexuado, al mismo tiempo, compromete la armonización de los
distintos valores o estratos de la personalidad, es decir, compromete la integración de la persona, base
de la integración interpersonal y de la integración con la trascendencia.
 En esa frustración de la evolución armónica de la personalidad puede existir un más y un menos, esta
variabilidad depende de factores: intensidad del acto, número de acciones, momento evolutivo,
estrato humano comprometido,…no hay una medida única y absoluta.
 La masturbación ha de medirse por sus valores personales, de integración personal y de comunicación
interpersonal.
RECOMENDACIONES ÚTILES:
 Evitar el ocio.
 Elaborar un plan de organización.
 Plantearse objetivos claros.
 Hacer deportes
 No buscar programas, películas, revistas que contengan escenas de sexo.
Controlar la imaginación erótica cambiando las imágenes.
CAMINOS DE CRECIMIENTO:
 Existe una gran diferencia entre el esfuerzo serio y un esfuerzo angustiado y desesperado de superar
el problema. Para ello es necesario desmitificar y desmoralizar. Las formas de culpa refuerzan el
repliegue sobre sí mismo.
 Contextualizar: ¿cuándo sucede? ¿Por qué sucede?
 Identificar la raíz del problema que generalmente no es de carácter sexual. Trasladar el “centro de
gravedad” del problema y orientarlo a la causa más profunda. Una causa es la del orgullo, en cuanto
a resistencia a aceptarse y aceptar la propia vida con las desilusione inherentes, por lo tanto el camino
es la aceptación reconciliadora de sí misma/o y de la situación e historia concretas.
 Ir integrando dentro del proyecto global. Abrirse e interesarse por otros. Ir creciendo en el amor de
donación propio de una afectividad madura.
 Dejarse acompañar.
 Llevar una cierta disciplina: vivir una vida ordenada (lecturas, películas…)
 Aceptar con humildad, porque nos humilla el no saber manejar nuestra sexualidad. Y allí entonces
“echa tu incapacidad ante Dios y encontrarás la paz”
HOMOSEXUALIDAD

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Es la inclinación manifiesta u oculta hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo y la
práctica de dicha inclinación.
Atracción constante y unidireccional, emotiva y sexual, hacia personas del mismo sexo, con o sin
relaciones físicas, y con poca capacidad para controlar esa atracción en el pensamiento y/o acciones.
Aproximadamente cinco por ciento de la población adulta del mundo posee atracción hacia personas
de su mismo sexo. Alrededor de ocho por ciento de los varones son homosexuales. Dos tercios de los
homosexuales, incluyendo mujeres, participan también de relaciones heterosexuales. Alrededor de de
veinte por ciento de los varones homosexuales y treinta y tres por ciento de las mujeres lesbianas se casan.
Sólo cinco por ciento de los gays poseen aspecto afeminado.
Generalmente se habla de homosexualidad, en algunos estudios más clínicos y en la opinión popular,
como si se diese un modo único y específico de serlo. Sin embargo, hay toda una diferenciación tipológica
en el mundo homosexual.
L. Ovesey distingue tres factores en la motivación de las relaciones o tendencias homosexuales que nos
llevan a una distinción válida para afrontar este tipo de situaciones. Los factores motivacionales son:
dependencia afectiva, poder sobre el otro/a y la gratificación sexual en sentido estricto.

TIPOLOGÍA DE LA HOMOSEXUALIDAD:
 Homosexualidad auténtica y abierta: el motivo primero y fundamental de la inclinación hacia una
persona del mismo sexo es la gratificación sexual. En este caso el deseo sexual es impersonal: toda
persona del mismo sexo, relativamente atractiva, puede ser objeto del deseo. Por lo tanto tiende a
satisfacerse con varias personas y no se “conforma”con una sola relación.
 Falsa homosexualidad (pseudohomosexualidad): el objetivo principal es satisfacer la dependencia
afectiva y/o el poder sobre el otro, y sólo después la vinculación adquiere matices erótico-sexuales.
En este caso la relación es decididamente unipersonal, con una persona concreta ( o con pocas
personas concretas)
 Homosexualidad imaginaria y temida o el miedo a ser homosexual, cuyas causas son múltiples.
- la persona está atravesando una época de especial inseguridad sobre su propia identidad, que puede
contribuir a la incertidumbre sobre la propia tipificación sexual.
- Un residuo de adolescencia, aún no superada.
- A veces se tienen frecuentes fantasías o deseos en esa dirección.
Se es un/a conquistador/a al uso de cierta pseudo cultura actual. El andrógeno estimula la aparición de
caracteres sexuales masculinos (vello en la cara, voz ronca, aumento de masa muscular en pecho y
brazos…)
El estrógeno estimula la aparición de caracteres sexuales femeninos (voz aguda, ensanchamiento de
caderas, crecimiento de senos…)
En el cuerpo de hombres y mujeres circulan

ALGUNOS RASGOS PRESENTES EN LA TENDENCIA HOMOSEXUAL:


- inclinación sexual, desde la infancia, hacia personas del mismo sexo.
- Fantasías diurnas y nocturnas habitualmente homosexuales.
- Poca o ninguna inclinación erótica hacia las personas de distinto sexo.
- Actos homosexuales que le han proporcionado un gran placer genital, seguido de una sensación de
culpabilidad.
- Finalmente, cierta evocación de la figura de la madre (o del padre en las lesbianas)

CAUSAS
HORMONALES:
El andrógeno estimula la aparición de caracteres sexuales masculinos (vello en la cara, voz ronca,
aumento de masa muscular en pecho y brazos…)
El estrógeno estimula la aparición de caracteres sexuales femeninos (voz aguda, ensanchamiento de
caderas, crecimiento de senos…)
En el cuerpo de hombres y mujeres circulan hormonas femeninas y masculinas, entremezcladas, en un
correcto equilibrio de acuerdo con el sexo respectivo.

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Estudios han comprobado la falsedad de que las lesbianas o los gays posean más hormonas del sexo
opuesto que del suyo propio. También se ha comprobado que en homosexuales afeminados poseen un nivel
hormonal normal.
Sólo en el raro caso del hermafroditismo(el bebé nace con los dos aparatos reproductores) se presenta
la necesidad de definir el sexo mediante cirugía plástica y homonoterapia. Se ha comprobado que ni los
hermafroditas son homosexuales natos, pues siempre se comportan en relación con el papel sexual, único,
en el que son educados.
Un varón homosexual posee hormonas de varón, una mujer homosexual pose hormonas de mujer.
GENÉTICAS:
Hasta la fecha no hay ninguna evidencia de que exista un gen que predisponga a la homosexualidad,
pero supongamos que algún día la ciencia descubriera un gen gay, ocurriría como con otros genes
heredados, que si las personas no se dedican, mediante actos específicos, a aprender las facultades que
“heredan”, éstas jamás se manifestarán.
Los genes sólo indicarían mayor o menor facilidad para desarrollar las características.

DINÁMICA DE DESARROLLO QUE PODRÍAN ESTAR A LA BASE DE LA TENDENCIA


HOMOSEXUAL
APRENDIZAJE:
La dirección de los impulsos sexuales depende de la manera de pensar de las actitudes aprendidas del
medio ambiente. La clave es el cerebro.
Una compleja computadora neuronal almacena programas de comportamiento aprendidos desde la
infancia. Somos lo que poseemos en el cerebro.
La homosexualidad es un problema de conducta aprendida que generalmente atraviesa varios pasos:
a- Predisposición: Más sensibilidad a aprender la conducta, por factores como: relaciones
distorsionadas con los progenitores, crianza sin orden, inseguridad frente a su identidad sexual, abuso
sexual, interés prematuro por el sexo, contacto cercano con homosexuales,…
b- Fantasías homosexuales: Llenar la mente con fantasías homosexuales. No existe manera de llegar a
ser homosexual sin el permiso voluntario de la mente. Las fantasías en la intimidad son el punto más crítico
de la soledad nociva.
c- Relaciones homosexuales: Puede invertirse con el paso b. Se aprende cómo se tiene relaciones
homosexuales teniéndolas. Generalmente forzada la primera vez.
PSICOLÓGICA:
La homosexualidad proviene de una profunda soledad nociva. Puede conducir a la degradación
irreversible. La única salida es regresar sobre la misma ruta y tomar el camino hacia el “alto sexual” y el
quebrantamiento del ego.
QUEBRANTAMIENTO
DEL EGO
ALTO SEXUAL

PROFUNDA SOLEDAD NOCIVA

Aprendiza
je de la Única salida, sobre la misma ruta
conducta
homosexu
al
fantasías

HOMOSEXUALIDAD
Posible degradación
irreversible

A partir de una serie de investigación se ha llegado a las siguientes conclusiones:

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Homosexualidad masculina:
1. En la mayoría de los casos (aunque no en todos) el hijo homosexual tenía una relación demasiado
erótica con la madre, con connotaciones de este tipo más o menos escondidas.
2. La madre frecuentemente prefería este hijo a su marido; en cambio, la relación padre-hijo era agresiva
y competitiva (en la mayoría de los casos el padre estaba al margen y era hostil, en una menor cantidad
de casos se debía a la indiferencia del padre y a la falta de atención). Lo importante y decisivo de esta
afirmación es que el cese de la relación infantil del joven muchacho con la madre y el inicio de su
identificación con el padre, es muy difícil, porque la figura del padre es insignificante para una
identificación general y sexual.
El joven que se hace homosexual deja la infancia con un profundo odio y miedo a su padre, pero
también con un enorme anhelo del afecto y la aceptación paterna.

Homosexualidad femenina:
El desarrollo de la homosexualidad femenina no ha sido estudiado con tanta atención, parece que es
menos frecuente. En el desarrollo la niña debe alcanzar tres logros:
- Mientras permanece identificada con su madre, debe establecer una independencia suficiente de ella
para adquirir su propia identidad.
- Debe aprender de su madre un sentido de valoración de su ser mujer.
- Debe lograr además una suficiente seguridad en la relación con los hombres y sobre todo con su
padre.
Este proceso puede resultar defectuoso favoreciendo así la tendencia homosexual.
1- La madre puede no permitir suficientemente la individuación de la hija.
2- La madre transmitiría a la hija el mensaje de que ser mujer es una desgracia y que relacionarse con un
hombre sólo trae sufrimiento.
3- El padre es a menudo rígido y serio y no hace sino confirmar en su hija la sospecha y el miedo al varón.
4- La hija trata de conciliar su sexualidad con el miedo al hombre y el deseo de seguridad y esto puede
empujarla a las relaciones homosexuales, usándola como estrategia defensiva.

EN LAS RELACIONES CON OTROS:

Cuando se trata de la homosexualidad auténtica la relación con los otros posee unas características muy
concretas:
- Carácter defensivo – instrumental de la relación misma. La relación del homosexual con su progenitor
del mismo sexo contiene una carencia que trata de compensar con relaciones con personas del mismo
sexo. Es una relación parcial ente personas que se sienten incompletas como hombres o mujeres y que
se “utilizan”, inconscientemente, entre sí para completarse, deseando no solamente una gratificación
sexual, sino también seguridad, protección, comprensión, autoestima, consuelo. En su manifestación
externa, los dos fingen ser una persona más completa.
- Falta de diversidad y complementariedad, tiende a homologar al otro consigo mismo. Elimina la tensión
entre alteridad y fusión, entre ser distintos y una sola cosa. Es la búsqueda desesperada de la simbiosis
impidiendo la fase de la diferenciación. Le resulta difícil aceptar la diversidad del otro tanto si es de
opinión como de carácter, convierte en conflictivas todas las situaciones en que advierte alguna
diversidad. Lo distinto es una amenaza.
- Aquí pueden darse dos situaciones límites en el plano espiritual:
a. Tender a anular la distancia que separa de Dios, tratando de llegar a una fusión con lo divino desde
una actitud religiosa narcisista y regresiva en la que Dios tendría que satisfacer normalmente sus deseos
(sustituyendo a la madre) porque de lo contrario sería como un rechazo, una desconsideración.
b. Puede pasar lo contrario, no soportan la intimidad con Dios por miedo a sus propuestas y exigencias.
Terminan por relacionarse con Dios a distancia, fría e insignificantemente como lo hicieron con su
padre.

TRATAMIENTO PARA LA PERSONA HOMOSEXUAL:

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La conducta invertida no es una enfermedad, por lo tanto, no puede curarse. Es una conducta aprendida
que tratada puede cambiarse.
El primer reto para la rehabilitación es que su egocentrismo se quebrante y reconozca que desea dejar
el vicio. El principal problema de los homosexuales es que su ego es más duro que el de los alcohólicos.
No reconocen su desviación. La mayoría acude a la terapia para ser aceptados como son y superar los
conflictos que tienen con sus padres, amigos o parejas. Pocos desean cambiar.
Es posible que un tratamiento psicológico dé un resultado positivo pero sólo si las personas lo solicitan
voluntariamente.

PARA DEJAR LA HOMOSEXUALIDAD:


 Romper el círculo vicioso de “fantasías mentales y prácticas”.
 Estar dispuesta/o a sufrir un síndrome de abstinencia similar al de los drogadictos.
 Buscar ayuda de un grupo, no de homosexuales, sino de heterosexuales maduros con gran solidez
espiritual.
 Quebrantar el enorme egocentrismo, controlando la ira y los impulsos explosivos.
 Aprender a amarse a sí mismo, respetarse y aceptar el sexo original.
 Evitar reuniones con gays y cortar con amistades homosexuales.
 Vivir los pasos de la decepción, para llegar a la soledad edificante.
 Evitar otras aventuras, la recaída puede resultar fatal.

CRITERIOS QUE PUEDEN AYUDAR PARA EL DISCERNIMIENTO:


Hay tres factores que pueden agravar la situación y hacer muy difícil la opción del celibato por el Reino:
1. La identificación pública y notoria con la cultura típica homosexual.
2. Promiscuidad: su actividad sexual no se reduce a la relación con una sola persona, se ve impulsada/o
a establecer vínculos con varias personas. Revela además inestabilidad y debilidad del yo,
incapacidad de controlarse. Ausencia casi total de conciencia de pecado.
3. Inclinación hacia menores, pues tiene un alto porcentaje de recaídas.

En cuanto a la falsa homosexualidad las previsiones son mejores. Hay que valorar cada caso para
constatar especialmente tres aspectos relacionados con la maduración afectiva – sexual:
1. El nivel de autocontrol en general y en particular en lo sexual.
2. La humildad y fuerza de voluntad para dejarse guiar, para aceptar los propios límites (incluidos los
sexuales) y no mantener a toda costa las posturas personales (autocondenas)
3. Ideales y personalidad lo bastante sólidos como para posibilitar la maduración afectiva – sexual y en
general.

Se puede hablar de superación cuando las tendencias homosexuales dejan de molestar y de invadir
indebidamente el corazón y la mente, los sentidos y la fantasía por periodos cada vez más largos. Con ello,
lo normal es que desaparezcan los conflictos relacionados con la necesidad de dependencia y dominio.
Los llamados miedos homosexuales no son propiamente un problema real, sino, casi siempre, un signo
de una identidad frágil. Pero también lo que hay que tener en cuenta es la persona de la/del joven en su
globalidad, ayudándola a crecer y consolidarse.

Esta conducta es aprendida y por lo tanto reversible:


ellas/os pueden recuperar su naturaleza heterosexual,
si ellas/os quieren…

ABUSO SEXUAL
Es un fenómeno en el ámbito social que se ha venido dando con mayor precisión en los últimos 20 años.
No es que antes no existiera pero se ocultaba tras una pantalla de silencio.
¿QUÉ SE ENTIENDE POR ABUSO SEXUAL?
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 Alguien abusa a otra persona cuando la somete a una condición donde se ejecutan acciones que van
más allá de la decisión conciente de realizarlas.
 Es un capítulo de la violencia sexual, que a su vez es parte de un fenómeno más global, ed de la
violencia como expresión de la dominación.
 Se puede definir a partir de dos aspectos importantes.
1. La coerción entendida como la fuerza física, presión o engaño.
2. La diferencia de edad, rol o status entre el agresor y la víctima: Marca una relación desigual, en
asimetría, impidiendo una verdadera libertad de decisión y una actividad sexual común, ya que los
participantes tienen experiencias, grado de madurez biológica/psicológica y expectativas muy
diferentes.
ATMÓSFERA QUE RODEA EL ABUSO SEXUAL:
 La gran mayoría de abusos sexuales y/o incestos ocurre sin violencia objetiva pero sí otro tipo de
violencia porque se invada sin el consentimiento de una de las personas. Aún si el primer acto puede
definirse como violación, la víctima lo vive en una especie de estado de conciencia reducida. El
abusador impone la ley del silencio a través del miedo y la amenaza, lo que es más traumático y facilita
la reiteración de los contactos.
 La niña/o queda atrapada/o entre el terror, la vergüenza y la fantasía de ser castigado si revela el
secreto. Este encierro se potencializa si la familia tiene algunas características:
. La madre es distante y poco cuidadosa
. La madre, carece de poder, es sumisa o maltratada
. El padre u otros varones a su alrededor no han aprendido a distinguir entre caricias sexuales y no
sexuales.
. Acostumbran a desconfiar de lo que la hijo o el hijo les dicen.
. Educan a la hija o hijo para obedecer y callarse frente a los adultos.
CONSECUENCIAS DEL ABUSO:
 Se notan en la infancia y en la edad adulta.
 Anulan el desarrollo psicosexual normal, introduciendo violenta y abruptamente un quiebre en la
ingenuidad y descubrimiento del niño/a.
 Perjudican la integración de la identidad personal y el mantenimiento de una adecuada autoestima.
 El impacto o trauma que la persona sufre está generalmente asociado a la reacción de la familia. Esta
a su vez está relacionada con la identidad del agresor. Si el abusador tiene una figura de control o
relevancia en la familia, el trauma o la crisis será más severa. Los niños cuyos padres no los apoyan,
no les creen o no los protegen, son más seriamente alterados que los que tienen padres que los apoyan.
 Es muy importante el apoyo de la familia y la realización de un tratamiento psicológico adecuado y
oportuno, que permita a la niña/o recuperar la confianza en sí misma/o y hacia el mundo adulto.
ALGUNAS MANIFESTACIONES EN LA PERSONALIDAD:
 Periodos frecuentes de depresión.
 Baja autoestima, sentimiento de ser querida/o y deseable solo cuando puede satisfacer las necesidades
y expectativas de los demás.
 Confusión entre afecto y sexualidad, muchas veces resultando en disfunciones sexuales como
promiscuidad y/o abuso.
 Miedo a confiar (o confiar en todo sin mantener una adecuada distancia y mirar primero la situación)
 Enfermedades somáticas: dolores de cabeza, disfunciones en el intestino grueso, úlceras, infecciones
urinarias frecuentes, a menudo desde una edad temprana, dismenorrea…
 Desórdenes en el comer: anorexia/bulimia
 Adicciones: alcohol, droga
 Confusión en la identidad sexual.
 Sentimientos de culpabilidad extremos y falsos: hasta sentimiento de ser culpable porl ser.
 Sentimientos extremos de falta de límites o de no saber cuál es la conducta apropiada. Algunas veces
dificultad para comprender cuál es el espacio personal, frecuentes confusiones en lo que concierne a
la conducta de tocar, lo que lleva a más abuso.
 Una vida entera de búsqueda de cariño y pertenencia. Confusiones en los signos que muestran cuidado
y afecto apropiado.
 Aislamiento y sentimientos extremos de soledad.
 Tener un modelo de relaciones destructivas o marginarse de las relaciones humanas.
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 Compulsividad a lo secreto. Tendencia a crear y llevar vidas separadas (públicas y privadas) a veces
desarrollando modelos de mentir compulsivamente.
 Vergüenza internalizada. Tienden a llevar sobre sí la vergüenza, lo mismo que la vergüenza y el dolor
del sistema familiar en su totalidad.
 Represión de sentimientos.
PROCESO DE ELABORACIÓN SANA DEL DOLOR Y RECUPERACIÓN
Cualquier trauma o situación en la cual nuestra vida ha sido expuesta, necesita ser comprendida, mirada y
aceptada:
1. REVIVIR: Para poder elaborar la situación vivida es necesario “sufrirla” reconocer el hecho, “la
maldad de quienes lo produjeron”, no negarlo. Dejar aflorar los sentimientos provocados y guardados.
Tocar de nuevo la experiencia. Si este hecho estuviere guardado en nuestro inconsciente, nuestra mente
nos lo recordará con su lenguaje simbólico: “imágenes repentinas” que aparecen en la oración o en otro
momento de silencio, o en los sueños. Cuando la persona esté preparada podrá traducir estos símbolos
a la memoria actual. A medida que la persona recuerda la experiencia en su totalidad, la podrá poseer
y ya no podrá ser controlada por la experiencia como antes. Cuando se va rompiendo el “hechizo de la
represión” la persona se va liberando del miedo del que estaba prisionera.
2. Definición del hecho concreto que me hace sentir mal: Estoy mal…
3. Preguntarme: ¿Qué me pone fatal de este hecho…?
4. Seguir preguntándome: ¿Qué me impide aceptarlo? ¿Qué es lo que en concreto no acepto de esa
situación?
5. Sigo con la pregunta aunque parezca reiterado: ¿Qué es lo que me duele en concreto de esto que vivo?
6. Y aunque parezca una pregunta absurda o dura, permitirme dar la vuelta y preguntarme: ¿Qué es lo que
evito con el dolor?
7. Ahora me hago otra pregunta dura, pro me doy el permiso para hacérmela: ¿Qué beneficios sacas
quedándote fijada en ese sufrimiento? (Aunque aparentemente creas que ninguno, frecuentemente
sacamos beneficios secretos de nuestro sufrimiento y aunque nos quejemos, nos aferramos a él para así
impedirnos cambiar y afrontar alguna realidad que resulta más dura todavía)
8. Preguntarme de nuevo: ¿A quién o a qué he dado el poder de hacerme sufrir? ¿Cómo le doy a esta
persona o situación el poder de hacerme sufrir? (esta es la gran pregunta que puedo hacerme cuando
sufro. Sufro porque he decidido llamar sufrimiento , fracaso o dolor a esta situación)
9. ACEPTAR: Acoger como parte de la vida, asumir la herida que acompaña. Vamos hacia la salida:
¿Qué es lo peor que puede ocurrir en esta situación, con esto qué me ha pasado? (Se trata de que te
dejes exagerar hasta el extremo).
10. Doy un paso más y busco una alternativa preguntándome: ¿Con qué cambio superaría yo esto? (no
podemos concebir el fin del sufrimiento si no es con un movimiento objetivo. El cambio tiene que
concretarse en hechos y conductas) ¿Qué tiene que cambiar? ¿Qué tengo yo que cambiar de forma
realista, tajante o gradual? ¿Elijo cambiarlo? ¿Quiero cambiarlo? (mientras no elija cambiar, no voy a
salir de la situación)
11. TRANSFORMAR: La mirada creyente nos permite reconocer que Dios se hace presente fortaleciendo
la debilidad. Y por fin la pregunta del sentido. La clave antropológica y religiosa de todo el proceso la
busco con esta pregunta: ¿Qué sentido encuentro yo en mi sufrimiento y cómo se muestra Dios en él?
¿Qué me dice?. Esta pregunta es lo mismo que decirme: ¿Qué amo realmente? El amor me hace más
grande que mi dolor. Lo radical que supera el dolor es lograr encontrarle el sentido y desde la fe, poder
descubrir al Señor Resucitado “venciendo a la muerte”.
Todo este proceso lleva a la persona a la reconciliación profunda con su historia, con ella misma, con
la vida. Quedará siempre marcada por la experiencia, “herida”, pero se transforma la experiencia en
camino de humildad, conversión, en historia de salvación.

SEXUALIDAD Y VIDA RELIGIOSA

SITUACIÓN SOCIO – CULTURAL JUVENIL CON RELACIÓN A LA ELECCIÓN


VIRGINAL

PÉRDIDA DEL MISTERIO

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Actualmente las personas se encuentran sustancialmente satisfechas de su propia condición, no tienen
grandes contrastes, ni hay expectativas y aspiraciones particulares para sí y para los otros y hay más interés
de vivir lo mejor posible el momento que proyectar y preparar el futuro. Por un lado existe la presunción
de saber cuánto es necesario para vivir y por otro, la sensación de no poder conocer ni el misterio del propio
yo y mucho menos algún Misterio que nos supere. La pregunta, sobre aquello más radical queda muda y
en lugar de la maravilla que la provoca, se presenta una especie de indiferencia o entorpecimiento. La
capacidad de interpretar tiende a dejar el puesto a las asociaciones, o collages con pérdida de profundidad
de los significados y de sus relaciones. La tensión o inquietud provocan un estado de ansiedad. La decisión
queda suspendida y la voluntad más o menos paralizada tienden a diferir la elección dejando a la persona
incapaz de asumir el pasado cultural y de orientarse a un futuro con un proyecto y a la expectativa.
Esta pérdida del sentido del misterio tiene también su reflejo en la sexualidad. En todas las culturas, la
sexualidad ha sido siempre considerada un misterio, que tiene que ver con las fuentes de la vida y de la
muerte y al que por eso se accede con respeto y temor y ha sido rodeado de reglas, prescripciones,
prohibiciones que nuestra mentalidad neoiluminista se ha apresurado en catalogar como tabúes y
supersticiones, pero que tiene por el contrario, la función de custodiar la profundidad del misterio y ha
creído poder eliminar estos límites fruto – en su opinión – de pura y simple represión. El sexo se ha
convertido en objeto de consumo, se ha exorcizado su tremenda y fascinante potencia, banalizándolo u
ocultándolo. De esta forma la sexualidad ha dejado de ser un misterio, un horizonte vital, un regazo
escondido y fecundo dentro del cual ahondamos las propias raíces. La persona queda reducida a una sola
dimensión la de los estímulos epidérmicos. Al perder la dimensión del misterio no estimula ninguna
búsqueda, no inspira ningún camino, ninguna inquietud y tensión hacia un significado que permita
descubrirlo y vivirlo responsablemente.

UNA CULTURA DÉBIL


Esta debilidad nos presenta su consecuencia a nivel de los contenidos antropológicos. Cultura en el
sentido amplio del término, como mentalidad general o atmósfera persuasiva o como el modo de entender
la vida y aquello que importa en la vida y de la cual surge una caracterización débil del deseo, del
pensamiento y del sentido del yo. Esto también debilita la estructura vocacional.

LA CAÍDA DEL DESEO Y DEL DESEAR


Es un fenómeno que empieza con la gratificación del instinto de placer, conduce lentamente a la inercia
de la muerte psíquica o a la indiferencia general, a la incapacidad de gozar de aquello que la vida ofrece,
como también a renunciar a las propias pretensiones, de allí sigue a una pobreza cualitativa y a la reducción
cuantitativa de los deseos, casi a una parálisis o a una lenta eutanasia de la capacidad de desear. Es decir
uno se siente gratificado y satisfecho en sus placeres, menos aprende a sufrir la falta o la renuncia y después
la conquista de sus deseos o bien no aprende más a desear de modo intenso aquello que es digno de ser
deseado. No se desea aquello que es fácil de obtener, mucho menos se aprende a desear, sufrir su ausencia
y la conquista, si por ello hay que pagar algún precio. Mientras no se desarrolle el coraje de imponerse
una renuncia en vista de un valor, allí no se desarrollará ninguna capacidad de desear, auténticamente
humana. Es un problema de dinamismo psíquico antes que de actitudes virtuosas. Amar a Dios con todo el
ser para amar con el corazón de Dios a cada criatura, significa haber aprendido la ascesis del deseo, para
llegar a desear los deseos de Dios. Cuando el deseo es débil, también es débil la atracción del valor virginal

LA CRISIS DE LA BELLEZA Y DEL SENTIDO ESTÉTICO


No bastan sólo las motivaciones teológicas -Dios me llama- o la ética – Es necesario una elección
oblativa- para autenticar una opción vocacional celibataria y garantizar la fidelidad. Se necesita también
una motivación ESTÉTICA, o sea la capacidad de dejarse atraer por algo que se ha experimentado como
intrínsecamente bello y que da belleza a la propia vida, de que es bello darse a Dios, ser totalmente suya/o,
contarlo, celebrarlo, anunciarlo, amarlo, servirlo. La virginidad es bella porque hunde sus raíces en el
misterio insondable de la belleza de Dios. Si el celibato no es santo, justo y además bello, resulta un peso
fatigoso y opresor, que endurece el corazón y no puede ser un valor atractivo.

LA DESCONFIANZA NARCISISTA DE BASE

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Es el síndrome de quien no reconoce el afecto recibido, no se conforma o lo desprecia porque es
limitado o porque proviene de personas limitadas o lo da por descontado, como si fuera un derecho, sin
sentir alguna gratitud. Es una mezcla de ingratitud y de glotonería o un triste extraño enamorado de sí,
furioso porque siente que la vida no le ha dado lo suficiente, pero todavía está más enojado consigo
misma/o, porque está necesitado del afecto de los otros y es incapaz al mismo tiempo de dejarse querer y
de reconocer el amor que le es ofrecido. En realidad el narcisista está condenado a mostrarse atrayente, de
depender de la estima y benevolencia de alguien, se arriesga en un permanente búsqueda de amor jamás
satisfecha y por eso frustrante. El yo se va debilitando por la falta de dos certezas: 1- Haber sido amado 2-
Poder y saber amar. Sin estas dos certezas un proyecto de celibato se hace casi imposible. La /el virgen no
es una heroína/un héroe, ni deprimida/o, ni enfurecida/o con la vida, simplemente es un creyente que
reconoce la grandeza del amor recibido y frente a tal constatación descubre que no puede hacer otra cosa
que ofrecer su vida.

RESPUESTA Y PROPUESTA VOCACIONAL

CASTIDAD Y VIRGINIDAD: VALORES – SÍMBOLO EN EL CENTRO DE LA VIDA


Están en el centro de la vida con un sentido de totalidad y se reconoce en el aspecto biológico un
significado que abre o un misterio que se revela; y que llama y desafía a la libertad y responsabilidad a
tomar posición -aspecto psicológico- a decidir vivir la sexualidad según una perspectiva que respete aquel
significado abierto al misterio -aspecto ético y moral- según una u otra orientación de vida –aspecto
vocacional.

LEY DE LA TOTALIDAD
Implica la totalidad del objeto – o del valor en cuestión- y la totalidad del sujeto – y de su estructura
intrapsíquica. Es decir una implicación unitaria intapsíquica de las facultades típicamente humanas (
corazón, mente, voluntad) cada una según su propia especificidad, consciente de alcanzar la totalidad del
objeto o bien, la verdad, la belleza, la bondad de un ideal y de reconocer la propia identidad.

TOTALIDAD OBJETIVA
Esta totalidad significa ver y revelar la intrínseca verdad-belleza-bondad, hasta el punto de adherirse a
ella. Es pensar y sentir que consagrarse a Dios es bello porque Él es bello y pertenecerle en la virginidad es
confiarse a la plenitud de una inédita relación afectiva. Esto implica:
a) El coraje de bendecir la sexualidad
b) La recuperación de la virginidad como valor

TOTALIDAD SUBJETIVA
Es la intuición primero vaga y cada vez más segura de que allí, en este valor, está escondida la propia
identidad e ir experimentando que va centrando mi corazón, mente y voluntad Implica recorrer el proceso
de:

a) Despertar la capacidad de desear (formarse en el pudor y la continencia): Supone un camino de


disciplina entendida como orden dado a la propia vida y que implica la renuncia, el coraje de decir
no a componentes de desorden.
La continencia y el pudor resultan una disciplina y un método pedagógico que lleva a desear los
deseos de Dios.

b) El descubrimiento de la belleza (formarse para la castidad): La castidad entendida como capacidad


de apertura al otro y a su don, del don de sí al otro es armonía, diseño orgánico, equilibrio de forma
y de líneas, simetría de información, fuente de inspiración que abraza cada expresión, ella está
regulada desde el interior del sujeto, es el resultado de una regla interna estética, una medida de
perfección de belleza. Solamente una sensibilidad casta hace operante la facultad exquisitamente
humana de percibir la belleza de las cosas sensiblemente, como la belleza del cuerpo humano y de
gozarlo por ella misma, sin confundirla con aquella voluntad egoísta de gozar que impide asumir

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la belleza intrínseca. Es casto y bello el amor que es renuncia a volver sobre sí misma/o o a plegar
al otro a sí.

c) El ideal de la libertad afectiva (formarse para la virginidad) La virginidad expresa el fin hacia
donde la castidad se dirige, ordenando en sentido positivo la energía sexual. La condición que
permite embarcarse en la aventura del amor a Dios como sumo bien, por encima de las criaturas,
al punto de superar el amor muy deseado de una persona única es la LIBERTAD AFECTIVA.
Libertad afectiva quiere decir amar a aquel que se es y lo que está llamada/o a ser y amar según la
propia vocación.

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1. CENCINI, Amedeo. Por amor, con amor en el amor. Libertad y madurez afectiva en el celibato
consagrado. Atenas. Madrid 1996 p. 455-461
2. CENCINI, Amedeo. La fascinación siempre nueva de la virginidad. Del silencio “impuro” al coraje
juvenil. Paulinas. Lima. 2002 p.50

NUESTRO DRAMA HUMANO: LA SOLEDAD


(Evelio Ferreras, OP)
Nuestro drama humano, es que la satisfacción de nuestras necesidades no podemos hacerla por
nosotras/os mismas/os. No tenemos la capacidad de autorrealización personal. No somos autosuficientes.
Por eso la soledad resulta tan estéril y dolorosa.
Necesitamos la ayuda de alguien que pueda hacerlo desde fuera. Pero nuestro drama humano sigue.
Pues ese alguien tendría que ser un ser infinito y pleno, para satisfacer y llenar nuestra hambre y vacío de
infinito. Y no existe criatura alguna por su condición de contingencia y finitud con esta capacidad.
El único ser con esta capacidad de perfección y plenitud infinita es Dios. Sin embargo también a este
nivel experimentamos una gran dificultad. Dios es un ser espiritual. No está adaptado a nuestra condición
humana, sensible y corporal. Nosotros necesitamos recibir lo que nos falta de un modo adaptado a nuestra
sensibilidad y realidad corporal.
No tenemos otra alternativa, que asumir nuestra condición humana y su inevitable insatisfacción. La
plenitud del ser, de verdad y de bien, adaptada a nuestra condición humana, no es de este mundo. En este
mundo tenemos que conformarnos con una plenitud relativa, aunque suficiente, para nuestra salud y
equilibrio humano. La felicidad en este mundo, no podrá ser plena ni perfecta, pero si relativa y suficiente,
para dar a nuestra vida un nivel suficiente de madurez, satisfacción y equilibrio.
CONSECUENCIA DE ESTA CONDICIÓN HUMANA: LA SOLEDAD
Nuestra condición humana implica la soledad. Es decir, la conciencia de ser seres únicos, originales e
irrepetibles, pero también incompletos, imperfectos, finitos y temporales. Nuestra dimensión de soledad la
experimentamos a tres niveles: existencial, afectivo-sexual y humano- social
SOLEDAD EXISTENCIAL:
Al nivel más profundo de la existencia humana. Al nivel de las raíces más hondas de la existencia. Al
nivel de nostalgia y hambre de verdad, libertad, justicia y amor infinito, cantan los poetas. A nivel
trascendente, explicamos los creyentes.
Las expresiones varían, pero la experiencia que se pretende comunicar es la misma. Es una conciencia
de soledad, de sentirnos solas/os y necesitados a nivel de lo más profundo de nuestra condición humana:
ser, vida, verdad, amor, felicidad…Y una conciencia de necesidad de poder satisfacer ese hambre y llenar
este vacío.
“Hay una soledad constitutiva, misteriosa, que forma parte de nuestra condición humana. En una situación
de soledad es donde siempre se descubre mejor la propia identidad y las propias posibilidades, y se maduran
las grandes elecciones de la vida. La soledad del celibato está llena de estos valores.” (SAGRADA
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA. EL CELIBATO, VALOR POSITIVO DEL AMOR. 11
de abril de 1974)
SOLEDAD AFECTIVA:
Es esa conciencia de indigencia y de necesidad de recibir de otras personas compañía. Tener alguien
con quien poder compartir, dar y recibir: reconocimiento, valoración, amor…

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Para poder vivir esa experiencia del compartir afectivo y superar la soledad a este nivel, se requiere
vivir la relación humana en el mismo plano y nivel. Es el nivel horizontal, propio de de la hermana/o y
amiga/o, el amor de amistad.
El prójimo, la compañera/o, la madre-padre, la novia/o, la esposa/o, la hija/o, la hermana/o, no nos
acompañan afectivamente, ni nos ayudan a superar la soledad a este nivel si no nos aman con verdadero
amor.
“Por su celibato, el consagrado es una persona sola, pero su soledad no es el vacío, porque está llena
de Dos y de la exuberante riqueza de su reino…Para esta soledad que debe ser plenitud interior y exterior
de caridad, él se ha preparado, la ha elegido concientemente y no por el orgullo de ser diferente de los
demás, no por sustraerse a las responsabilidades comunes, no por desentenderse de sus hermanos o por
desestima del mundo. Segregado del mundo el consagrado no está separado del Pueblo de Dios, porque ha
sido constituido para provecho de los hombres, consagrado enteramente a la caridad y trabajo para el cual
lo ha llamado el Señor”(SACERDOTALIS CAELIBATUS. Encíclica. Pablo VI.58)
SOLEDAD SOCIAL:
Es la compañía que nos brindan las personas que están a nuestro lado y viven con nosotras/os. Su estar
y compartir niveles menos profundos de la vida, como son los bienes materiales, culturales, el trabajo,…son
también motivo de ayuda y enriquecimiento. Y en este sentido nos ayudan a superar la soledad y el
aislamiento físico y social.
A este nivel humano, también podemos sentir la compañía y superación de la soledad en cierto grado,
por la compañía de animales.
La soledad es una experiencia dolorosa, pero también positiva y rica. Para evitar el sufrimiento que
significa vivir en aislamiento y solitariedad, el dolor de la soledad, nos motiva a salir de nosotras/os
mismas/os. Salir para conseguir compañía y con ella la riqueza y complementos que nos faltan.
La afectividad y el amor son esos dinamismos que nos llevan a superar el dolor de la soledad y a salir
en busca de compañía, en busca de Dios y las personas.
Los religiosos no solemos vivir esta soledad social por la compañía de la comunidad y la pastoral.
El magisterio de la Iglesia en la carta encíclica Sacerdotalis Caelibatus, ha abordado el tema de la
soledad humana desde la perspectiva del celibato por el Reino y habla de:
UNA SOLEDAD SACRIFICIAL-PASCUAL:
“A veces la soledad pasará dolorosamente sobre el consagrado pero no por eso se arrepentirá de haberla
escogido generosamente. También Cristo, en las horas más trágicas de su vida, se quedó solo, abandonado
por los mismos que Él había escogido como testigos y compañeros de vida, y que había amado hasta el fin,
pero declaró. “Yo no estoy solo, porque el padre está conmigo” (SC 59)
UNA SOLEDAD QUE NO IMPIDE SU MADURACIÓN HUMANA:
“El deseo natural y legítimo del hombre de amar a una mujer y de formar una familia son, ciertamente
superados por el celibato: pero hay que negar que el matrimonio y la familia sean la única vía para la
maduración integral de la persona humana. En el corazón del consagrado no se ha apagado el amor. La
caridad, bebida en su más puro manantial, ejercitada a imitación de Dios y de Cristo y concreta, ensancha
hasta el infinito el horizonte del consagrado, hace más profundo y amplio su sentido de responsabilidad,
índice de personalidad madura, educa en él, como expresión de una más alta y vasta paternidad, una plenitud
y delicadeza de sentimientos, que lo enriquecen en medida sobreabundante” (SC.56)
UNA SOLEDAD LLENA DE DIOS:
“El que ha escogido se todo de Cristo, hallará ante todo en la intimidad con Él y en su gracia la fuerza
de espíritu necesaria para disipar la melancolía y para vencer los desalientos; no le faltará la protección de
la Virgen, Madre de Jesús, los maternales cuidados de la Iglesia a cuyo servicio se ha consagrado” (SC. 59)
UNA SOLEDAD LLENA DE AMOR A LOS HOMBRES:
“Cristo ha dicho de sí:” Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, quedará solo, pero si muere,
llevará mucho fruto”. Y el apóstol Pablo no dudaba en exponerse a morir cada día, para poseer por sus
fieles la gloria de Cristo Jesús. Así el consagrado, muriendo cada día totalmente a sí mismo, renunciando
al amor legítimo de una familia propia por amor de Cristo y de su reino, hallará la gloria de una vida en
Cristo plenísima y fecunda, porque como Él y en Él, ama y se da a todos los hijos de Dios” (SC. 30)

ORACIÓN EN LA SOLEDAD
(Joyce Rupp)
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Imagen:
Al comenzar a orar, observo un objeto incompleto. Ese objeto te demuestra cómo te sientes en tu
soledad: incompleta/o, necesitada/o, vacía/o, anhelando la plenitud que se siente al amar a otro. Tal vez
quieras escribir lo que sientes al observar ese objeto. Prosigue tu oración leyendo los siguientes textos,
hazlo lentamente y reflexiona sobre ellos. Elige uno de los tres y deja que las frases y las palabras bañen tu
espíritu solitario.
Palabra de Dios:
“Dios en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos,
mientras los rebeldes habitan en un lugar desolado.” (Salmo 68, 6-7)
“Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo.
Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En
el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo». (Juan 16, 32-33)

“Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo: «Quédense aquí,
mientras yo voy allí a orar». Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse
y a angustiarse. Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando
conmigo». Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: «Padre mío, si es posible, que
pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Después volvió junto a sus discípulos
y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: «¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos
conmigo, ni siquiera una hora?” (Mateo 26, 36-40)
Oración:
Únete a Jesús y acompáñalo en su soledad en el monte de los Olivos. Pídele que te hable de su soledad.
Permanece en silencio y escucha. Luego háblale a Jesús de tu soledad. Cuéntale qué sientes. Pídele que te
acompañe en tus momentos de soledad.
Únete con todos los que están solos en el mundo. Pídele a Dios que les otorgue la benéfica presencia
del amor y de una compañía a los que mencionamos a continuación:
- Quienes hace poco padecieron la muerte de un ser querido;
- Quienes creen que nadie los ama, o que ellos no son dignos de ser amados;
- Los huérfanos, los desposeídos, las viudas y los viudos, los ancianos y los que yacen solitarios en
los hospitales de todo el mundo;
- Quienes no pueden dormir de noche y permanecen despiertos largas horas con su soledad, sus
miedos, sus angustias y su tristeza;
- Quienes sienten que están solos por ser incomprendidos, rechazados, abandonados o traicionados:
- Quienes sienten que están solos cuando sueñan con un mundo donde reine la paz y se mantengan
vivos los valores del Evangelio
Oración final:
Gracias, Dios de los solitarios, por la vocación de combatir la soledad. Ayúdame a no huir de ella, o no
ceder a ella, comprando cosas, apartándome de los demás o compensándola comiendo o bebiendo en
exceso. Suplico que yo pueda soportar este sentimiento de dolor, y la ansiedad de tener una compañía y de
ser feliz. Dios, dijiste que instalarás en tu hogar a los solitarios. Bien, ahora necesito tanto un hogar, necesito
pertenecer a alguien y ser amada/o, necesito tener un hogar en el corazón de otro. Por favor, ayúdame a
darme cuenta de lo mucho que me amas, y de lo poderosa que es tu compañía para mí en todo momento.
Ven, visítame con tu paz y tu amor. Ven, que yo sea tu hogar y yo haré en ti el mío. Ayúdame a llegar hasta
los demás y a que desde ahora prosiga mi camino con esperanza en mi corazón.
EL DESEO
(Carlos Domínguez, SJ)

CONCEPTO:
Puede ser entendido como una estructura humana que expresa una aspiración de fondo nunca cumplida,
o también como una concreción particular, determinada, de esa aspiración de fondo, equivalente a lo que
designamos también con términos como “anhelo”, “ganas”, “aspiración”… En este sentido, habría que
determinar que una cosa es el deseo como movimiento o tendencia básico, como pasión o deseo básico y
otra diferente los deseos como formulaciones explícitas de esa tendencia en relación a alguien o a algo.

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LA SEPARACIÓN EN EL ORIGEN DEL DESEO:
Sólo a partir de nuestra condición de seres separados, adquirida desde el día y por el hecho mismo de
nuestro nacimiento, podemos acercarnos a comprender la dinámica originaria del deseo humano. Porque,
en efecto lo que constituye una realidad elemental y una evidencia física que no escapa mínimamente a
nuestra consideración (yo no soy tú. Me eres, en una medida infranqueable, distante y diferente) moviliza,
sin embargo, una de las resistencias más profundamente enraizadas en nuestro mundo afectivo.
En alguna medida existe en nosotras/os de modo permanente una aspiración a la fusión, a la
recuperación de un estado originario (intrauterino) en el que no tendría lugar distancia ni deferencia alguna.
Sólo mediando un complejo proceso lo que fue la separación biológica que nos entrega a la vida, se podrá
hacer realidad como separación psíquica que nos haga sujetos separados y en cuanto tales,
permanentemente deseantes.
La separación será por siempre, brecha abierta, herida jamás plenamente cicatrizada, falta de fondo,
falta de ser, desfondamiento original constituyente que abre y origina la fuerza de lo que llamamos deseo.
Dinamismo que al mismo tiempo nos constituye como sujetos y que genera una aspiración latente a
recuperar lo perdido.
OSCURO OBJETO DEL DESEO:
Se satisfacen necesidades y se realizan ciertas aspiraciones. El deseo, sin embargo tan sólo metafórica
o metanímicamente puede encontrar su realización. Objetos (un amor, un proyecto…) son sucedáneos, el
objeto verdaderamente añorado no está a nuestro alcance. La frustración aparece siempre de algún modo,
incluso cuando realizamos nuestro más ardiente deseo. Lo cual nos hace comprender la importancia que en
un proyecto de vida desempeña la educación en la tolerancia y en la frustración, como único modo de evitar
el desencadenamiento de la violencia contra el agente de la frustración o contra uno mismo, en forma de
autoagresión.
El deseo a diferencia de la necesidad no nos cierra al presente y en nosotras/os mismas/os, sino que nos
abre y empuja hacia el futuro y hacia lo otro y hacia el Otro.
RECONOCER LA AUSENCIA:
Sólo a través del laborioso reconocimiento de nuestra separación constituyente, de la sunción de la
carencia que nos constituye y nos introduce en un orden de presencia-ausencia, podemos ser animados por
el deseo, liberarlo de la búsqueda de sus realizaciones y vivir dinamizados por el empuje, evitando el
extravío de la quimera y en su límite el estrago de la locura. Sólo desde el reconocimiento de la ausencia,
desde la real asunción de la soledad que nos constituye, el mundo se entreabre como horizonte de
posibilidades.
Ese reconocimiento de la ausencia no conduce al desaliento ante la vida. Todo lo contrario: ella misma
brinda la posibilidad del encuentro con uno mismo, con los otros y con la realidad. Un encuentro auténtico,
porque ya no brota de la necesidad que devora y aniquila la realidad del otro en cuanto que se manifiesta
distante y diferente. El encuentro se produce desde el deseo que reconoce su carencia y desde ella, se dirige
como demanda al otro libre y diferente. Desde el reconocimiento de la falta pueden surgir los otros como
hombre o como mujer, como compañeros de existencia. Surge el mundo como un potencial de creación, de
sentido y de proyecto a realizar.
Se trata de aceptar que no lo somos todo para nadie, y que nadie podrá nunca serlo todo para nosotras/os.
Esta condición nos concede constituirnos como acompañantes y solidarios unos de otros, en diversos modos
y registros: en el amor apasionado de la pareja, en el compromiso íntimo de la amistad, en el proyecto
solidario de la fraternidad…siempre desde el convencimiento de que esa compañía nunca pretenderá
eliminar la distancia y la diferencia que respeta nuestra carencia más íntima y constituyente.
LOS HIJOS DEL DESEO:
El deseo genera multiforme aspiraciones, anhelos, ansias, apetencias, afanes, ambiciones, ganas,
antojos, caprichos… que en cada cual, se van conformando al hilo de su propia historia. Los auténticos
objetos de deseos pueden quedar ignorados, escindidos de la conciencia a través de la represión. La
ignorancia de los propios deseos puede generar situaciones que, aparte de inauténticas, deriven en una
importante mutilación personal o en un conflicto abierto. No sabemos lo que queremos y podemos hacer
derivar nuestra vida por caminos que no son sino expresión de deseos equivocados. Invadidos por el deseo
de los otros, podemos acabar ignorando cuáles son nuestros propios deseos. Nuestras aspiraciones
profundas pueden llegar a convertirse en tendencias incompatibles y encontradas entre sí, lo que origina
una guerra interna, difícil de solucionar.
LOS DIVERSOS REGISTROS DEL DESEAR:
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Las estructuras del deseo en la constitución misma de la persona, así como la contingencia de sus
objetos de satisfacción que se actúa con las incidencias psicobiográficas y condiciones socioculturales
hacen que la acción del deseo venga a extenderse por todos los campos de la actividad humana.
Su acción se despliega, en complejas e importantes mutaciones, a través de los vínculos que el ser
humano va estableciendo con todo su entorno. Las grandes pasiones humanas del saber, del poder o del
tener se ven así impregnadas también por esta dimensión desiderativa, que encuentra en ellas y en sus
formaciones socioculturales respectivas, cauces para su particular dinámica de búsqueda y satisfacción. El
deseo se articula así en diversas modalidades de demandas, con las que va obteniendo sus satisfacciones y
sus inevitables frustraciones. Arte, ciencia, religión, economía, política…se ofrecen, pues, como campos
en los que el deseo corre de modo más o menos perceptibles y con diversos mecanismos de actuación.
El campo religioso, constituye probablemente, después del ámbito de la sexualidad, el espacio en el
que el deseo puede pretender más intensamente la prosecución de sus aspiraciones más hondas. En la unión
con Dios, el deseo completaría su mayor expectativa de fusión amorosa, de totalidad y de falta de limitación.
Las promesas de la religión crearon siempre la fascinación del deseo, porque promete tanto y de manera
radical: amor, protección, pervivencia más allá de la muerte…
En la relación con Dios seguirá siendo verdad que el deseo ha de morir a sus ciegas pretensiones para
posibilitar el encuentro. Sólo en el reconocimiento de la ausencia y de no coincidencia, entre la aspiración
de nuestro deseo y Dios como Otro que nos sale al paso, se abre la posibilidad de una auténtica relación.
Para que no confundamos a Dios con nuestro anhelo. Para que Dios mismo pueda también constituirse ante
nosotras/os como otro libre y diferente y no como un mero alimento devorado por la carencia que se niega
a ser reconocida y aceptada.
Si también hacia Dios nos sentimos movidos, tendremos que reconocer, que Él se sitúa en un orden
diferente del de la realización de nuestro deseo. Dios sólo se hace presente en la alternancia de ausencia y
presencia, de palabra y silencio, de la luz y la oscuridad, de la tierra fértil y el desierto. Lo cual nos obliga
a reconocer que tampoco Dios es todo para nosotros, ese todo que añora la carencia que se inscribe en
nuestro deseo. Porque si Dios se convirtiese en ese Todo, quedaríamos por ello mismo anulados,
contradiciendo así el deseo del mismo Dios, que es que seamos y vivamos.
El respeto a la libertad de Dios, que garantiza el respeto a la nuestra, se hace de esta manera
imprescindible como condición de encuentro. Sólo cuando hayamos pronunciado nuestro “hágase”
estaremos en plena disposición de encontrar al Otro de nuestra fe, que no coincide, por más que hacia él
nos sintamos empujados, con el Otro al que aspira nuestro deseo.
REFLEXIÓN PERSONAL:
Cuándo te quedas a solas contigo misma/o, de verdad
1. ¿Qué deseas?
2. ¿Qué te hace vibrar?
3. ¿Dónde está tu tesoro?
ORACIÓN
Imagen:
Al comenzar a orar, observo un objeto una planta o la tierra seca. Ese objeto te demuestra cómo te
sientes en tus deseos: sedienta/o, vacía/o, anhelando la plenitud que se siente en la fusión con otro/a. Tal
vez quieras escribir lo que sientes al observar ese objeto. Prosigue tu oración leyendo los siguientes salmos,
hazlo lentamente y reflexiona sobre ellos. Elige uno de ellos y deja que las frases y las palabras bañen tu
espíritu sediento.
Palabra de Dios:
SALMO 63 y alzaré mis manos en tu Nombre.
Oh Dios, tú eres mi Dios, yo te busco Mi alma quedará saciada
ardientemente; como con un manjar delicioso,
mi alma tiene sed de ti, y mi boca te alabará
por ti suspira mi carne con júbilo en los labios.
como tierra sedienta, reseca y sin agua. Mientras me acuerdo de ti en mi lecho
Sí, yo te contemplé en el Santuario y en las horas de la noche medito en ti,
para ver tu poder y tu gloria. veo que has sido mi ayuda
Porque tu amor vale más que la vida, y soy feliz a la sombra de tus alas.
mis labios te alabarán. Mi alma está unida a ti,
Así te bendeciré mientras viva tu mano me sostiene.
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y la guiaba hacia la Casa de Dios,
SALMO 42. entre cantos de alegría y alabanza,
Como la cierva sedienta busca las corrientes de en el júbilo de la fiesta!
agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios. De día, el Señor me dará su gracia;
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: y de noche, cantaré mi alabanza
¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios? al Dios de mi vida.
Las lágrimas son mi único pan Diré a mi Dios: «Mi Roca, ¿por qué me has
de día y de noche, olvidado? ¿Por qué te deprimes, alma mía?
mientras me preguntan sin cesar: ¿Por qué te inquietas? ».
«Dónde está tu Dios?» Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
Al recordar el pasado, me dejo llevar por la a él, que es mi salvador y mi Dios.
nostalgia: ¡cómo iba en medio de la multitud
Oración final:
“¿Qué amo, cuando te amo? No la belleza corporal, no el esplendor del mundo, no el brillo del mediodía
que le gusta tanto a mis ojos; no dulces melodías de canciones de rica configuración estética, no la fragancia
de flores, cremas y especies; no el maná, no la miel; no tiernos miembros que nuestra carne desea abrazar.
Todo eso no es lo que amo, si Te amo a Ti, Dios mío. Sin embargo te amo, como si fueras luz y melodía y
fragancia y manjares y abrazo, cuando te amo a Ti, oh Dios mío: ¡Tú, Luz y Melodí y Fragancia y Manjar
y Abrazo de mi yo interior” (San Agustín)

EL PROCESO DEL DESEO DE DIOS


(Vicente Marqués)
La oración no es en los grandes orantes, un momento puntual y aislado de la corriente de su historia,
sino un modo de ser, una actitud interior permanente de la vida que brota de su oración y a la vez la
configura. O, más claramente, un estilo personal de su relación con Jesús que trasciende y define la persona
y la vida toda. La experiencia de esa relación con Dios nunca estereotipada y general, sino personalizada
y personalizante. Y con frecuencia nos muestra, también en la oración y en la vida, como un proceso del
deseo, que prepara la comunicación y el don de Dios. “La espera de Dios acrece el deseo; y por el deseo Él
cava y vacía las almas; y vaciándolas, las hace más capaces de recibirle (San Agustín)
Constatar esos itinerarios personales del deseo de Dios de nuestros hermanos y hermanas, la historia de su
talante ante Dios en la vida, nos puede ayudar en el aprendizaje de la oración.
TERESA DE JESÚS: EL CAMINO DEL DESEO
Desde la primera noticia de Jesús o relación con Él, con frecuencia superficiales o exteriores al corazón
de la persona, la gracia hace brotar y crecer un proceso que, paso a paso, en creciente deseo o en estallido
inesperado, desemboca en un ansía de identificación total en que uno vive ya en el Señor absorbido y
seducido.
A veces ha habido resistencias, retrasos, debilidades. Sí a través de esos avatares, se mantiene el deseo
del Señor, crece la búsqueda y el atractivo que es el deseo mismo.
El deseo es el signo de la propia y reconocida pobreza que necesita ser agraciada; por eso nace la
insatisfacción de lo que se es , de la inquietud y el desasosiego consigo mismo, por eso busca y espera.
Así es la experiencia de Teresa de Jesús: “Pues así comencé‚ de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad
en vanidad, de ocasión en ocasión, … como crecieron los pecados, comenzóme a faltar el gusto y regalo
en las cosas de virtud…” Pero mantenía el deseo y el camino abierto: “Comencé‚ a tornar a la oración,
aunque no a quitarme de las ocasiones, y nunca más la dejé”. Reconocía su pobreza, la insatisfacción y el
desasosiego. “Pasaba una vida trabajosísima, porque en la oración entendía más mis faltas. Por una parte
me llamaba Dios; por otra yo seguía al mundo. En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el
espíritu señor, sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí, sin encerrar conmigo mil vanidades.
Pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas, y con levantarme y mal - pues tornaba a caer
-; porque ni yo gozaba de Dios, ni traía contento en el mundo. Cuando estaba en los contentos del mundo,
en acordarme lo que debía a Dios, era con pena; cuando estaba con Dios, las afecciones del mundo me
desasosegaban”.Desarrolla necesitadamente el deseo que se abre al don de Dios: “Con todo, veo claro la
gran misericordia que el Señor hizo conmigo…Que en haciendo yo esto, comenzasteis, Señor, a abrir
vuestros tesoros para vuestra sierva. No parece esperabais otra cosa sino que hubiese voluntad y aparejo
en mí para recibirlos”. (Libro de la Vida)

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IGNACIO DE LOYOLA: EL DISCERNIMIENTO DEL DESEO
En San Ignacio el camino del deseo es un cambio radical desde “el hombre dado a las vanidades del
mundo” y que “se determinaba a seguir al mundo” a, “aquel loco de Nuestro Señor Jesucristo” y un preciso
análisis del mismo. Empieza entre asombro y duda, por la constatación de la diversidad de los deseos: “Por
los cuales(Vida de Cristo y de los santos), leyendo, algún tanto se aficionaba a lo que allí había escrito.
Más dejándolas de leer, algunas veces se paraba a pensar en las cosas que había leído, otras veces, en las
cosas del mundo que antes solía pensar…Había todavía esa diferencia: que cuando pensaba en aquello
del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento
y cuando…en hacer todos los rigores que veía en los santos, no solamente se consolaba, mas aun después
de dejado, quedaba contento y alegre… Una vez se le abrieron un poco los ojos y empezó a maravillarse
de esta diversidad…poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban , el uno
del demonio y el otro de Dios:”
Se afianzará después, no sin tentaciones y altibajos, el deseo de Dios y la voluntad del seguimiento: “Y
cobraba no poca lumbre de aquesta lección., comenzó a pensar muy de veras en su vida pasada, y en
cuánta necesidad tenía de hacer penitencia…” (Autobiografía)
Es sólo desde el comienzo del deseo, que alcanzará aumentos y plenitudes insospechadas aún, por el
trabajo incansable de la gracia.

SAN PABLO: EL DESEO, IDENTIFICACIÓN CRECIENTE.


Aparece la relación y la comunicación con Dios, oración y vida, como un camino de ascensión del
deseo. Desde la situación de la persona derramada en mil necesidades hasta una unificación del deseo en
Dios mismo. En la experiencia de Pablo el deseo es de una Persona, de una unión personal siempre más
profunda y gozosa; no una necesidad que, cumplida se agota. Ese deseo absorbe y a la vez plenifica.
Centraliza y unifica la vida propia, la personal vocación y tarea en el mundo y la relación con los demás.
Pablo lo ha sabido formular en frases íntimas y eternas.: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”
(Gal.2,20) “Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.”(Fil 1,21) “Más aún, todo me
parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he
sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a
él, … Quiero conocerlo, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme
semejante a él en la muerte,…Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección,
pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.”
(Fil3,8-12)

TRABAJO POR CONGREGACIÓN


a. Leer y recordar la experiencia de nuestras/os fundadoras/es o patronos de nuestras congregaciones.
b. Preguntarnos: ¿cuál fue su experiencia de Dios? ¿Cómo nació esta experiencia? ¿cúales fueron las
mediaciones? ¿cómo era su persona antes de conocer a Dios? ¿qué cambios se dieron en su vida, en
sus actitudes, en sus relaciones, en su manera de pensar, en su forma de orar después del contacto
con Cristo?
c. Describir este proceso de su deseo en forma narrativa
d. Iluminar con frases íntimas del fundador/a que reflejan la experiencia (en caso que no las tenga,
prestar de la Sagrada Escritura)
e. Ponerle un título: Nombre: ...

EL DON: CASTIDAD
Aquí aparece claramente cómo la sexualidad, no constituye, en el hombre, una realidad autónoma,
enquistada en el individuo o la pareja, una mera función biológica, sino que es una compleja dinámica de
la persona total y de la misma comunidad humana.
La sexualidad, guiada por un camino de madurez, lejos de reducir los horizontes de la vida del hombre
al mezquino reducto del egoísmo, aporta significados fundamentales para la comprensión global de la
existencia, para la interpretación y armonización de aquellos dos modos fundamentales del existir humano,
de aquello dos modos de ser y de quehacer: varón - mujer.(58)
EDUCACION Y PROYECTO DE VIDA. Equipo Episcopal de Educación Católica.Oficina del Libro. C.E.A. Bs As

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EL AMOR VIRGINAL
(Evelio Ferreras, OP)

El amor virginal, como modalidad de amor humano, es también capaz de forma adecuada y correcta, de
dar sentido y cauce a las necesidades humanas. Es capaz de llenar la soledad humana, en sus diversos
niveles, conduciendo a la consagrada/o al grado máximo posible de madurez afectiva y fecundidad en el
amor. Estos son algunos de los caminos que nos ofrece la espiritualidad del amor virginal:

AMOR FILIAL CON DIOS CREADOR Y PADRE-MADRE:


Como creador da sentido, base y fundamento a nuestra realidad de criaturas.
Como perfecto e infinito, puede responder y llenar nuestro ser y vida sin límites.
Como padre-madre nos asume, acepta y quiere como somos, es decir, en nuestra condición humana de
hijos pobres y pecadores.
En nuestra pobreza y limitación, en nuestra necesidad de seguridad, nos sentimos cuidados y protegidos
por la providencia de Dios. De ello podemos tener experiencia espiritual y psicológica. Dios nos muestra
su cuidado providente, a través de las mediaciones de las criaturas y de las diversas mediaciones que utiliza
en la historia de la salvación. De esta Providencia cariñosa y solícita de Dios Padre tenemos experiencia
incluso psicológica y sensible.
A este amor de Dios hemos de responder dejándonos querer como hijas/os. Y nuestra respuesta debe
ser desde toda la persona. Con todo el corazón y con toda el alma y no solo reducirla a nivel intelectual: de
ideas y conceptos. Voluntarista: sacrificios y renuncias. Legalista: cumpliendo leyes y mandamientos.
Hemos de vivir con Él relaciones fundamentalmente afectivas y profundas. Hemos de dejar que este amor
de Dios Padre- Madre penetre y madure nuestro corazón. Su amor es tan grande que, cuando le damos
permiso, traspasa nuestros bloqueos afectivos y es capaz de sanarnos y madurarnos.
1. ¿Qué experiencia psicológica y espiritual tengo del amor de Dios?
2. ¿Cuáles son mis resistencias al amor de Dios?
3. ¿Hasta que niveles de mi persona dejo que llegue este amor de Dios? (intelectual, voluntarista,
legalista, afectivo?

AMOR ESPONSAL CON JESÚS:


Como amor esponsal tiene que tener una estructura afectiva de amor único, exclusivo, toral y preferente.
Ser un amor de amistad, es decir recíproco, personal y vivencialmente afectivo.
Esta experiencia de amor con Jesús como toda experiencia de amistad humana, nos afirma, valora y da
consistencia. A la vez que nos hace madurar integralmente por ser una relación de comunión, de encuentro
con una persona profundamente madura como Jesús.
Sabemos que la mediación más adecuada para madurar, es vivir relación de comunión con una persona
madura. A través de la relación con ella, como por ósmosis y contagia, vamos aprendiendo a vivir de forma
madura.
Por eso la experiencia de amistad y comunión con Él, nos lleva a querer e interesarnos por los demás
amigos de él. En especial por los más privilegiados de su amor, los pobres.
1. ¿Qué experiencia psicológica y espiritual tengo del amor a Jesús?
2. ¿Hasta que punto voy aprendiendo en la relación con Jesús a vivir de forma madura?
3. ¿Mi amor por Jesús me lleva a cuidar sus intereses y a amar a sus preferidos?
AMOR FILIAL A MARÍA:
La historia de la mandad es un testimonio constante de la búsqueda en ella, de seguridad y consistencia.
Testigos privilegiados son los pobres.
También la historia es el mejor documento de cómo la relación y el trato con ella ha llevado a la
maduración personal y afectiva de innumerables personas.
Como Madre y mujer madura, la relación con ella, además de confianza y seguridad, nos lleva también
a madurar la afectividad orientándola hacia un amor oblativo, entregado y sacrificado como el suyo de
madre.
1. ¿Qué experiencia psicológica y espiritual tengo del amor a María?
2. ¿Cuáles son mis resistencias al amor de María?
3. ¿La relación con María me esta ayudando a madurar?

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AMOR DE COMUNIÓN FRATERNA:
En el amor virginal el fundamento de la fraternidad es doble: a) la paternidad-maternidad de Dios y la
comunión, el don de la fe y el evangelio. b) la comunión en el mismo carisma de espiritualidad y misión,
recibido de Dios a través del carisma de la congregación.
La comunicación de bienes materiales por la pobreza, de trabajo y misión por la obediencia y de lla
vida personal por el amor virginal con expresión de la fraternidad.
De múltiples formas la fraternidad es fuente de maduración afectiva en la vida consagrada: En el amor
a las/os hermanas/os somos reconocidas/os, afirmadas/os y valoradas/os, y en consecuencia recibimos
consistencia y seguridad psicológica; experimentamos compañía que nos libera de la soledad y el
aislamiento; somos exigidas/os a salir de nosotras/os mismas/os y sacrificarnos por su bien. Esto nos lleva
a madurar en el amor fecuendo.
1. ¿Qué experiencia psicológica y espiritual tengo del amor fraterno?
2. ¿Qué dificultades o resistencias encuentro en la vida comunitaria para la vivencia del amor?
3. ¿Hasta que punto voy aprendiendo en la relación comunitaria a madurar?
AMOR PASTORAL: PATERNO-MATERNO ESPIRITUAL
El amor virginal está llamado y orientado hacia la fecundidad de la Iglesia y en la comunidad humana.
Este amor de fecundidad es el amor paterno-materno en el trabajo y ministerio pastoral. Para que el amor
pastoral sea fecundo, maduro y madurante se requiere que sea un amor que tenga estos ingredientes:
Conocimiento del otro, aceptación de las personas no por lo que hacen sino por lo que son; aceptación de
su manera de ser, ritmos, tiempos, cultura y modos de vida; cuidar y preocuparse por su bien; servirle con
solicitud traducido en gestos de amor, sin esperar recompensas; perdonar y comprender; devolver bien por
mal y dar la vida que es dar el máximo bien y expresión máxima de del amor como Jesús.
1. ¿Qué experiencia psicológica y espiritual tengo del amor paternal-maternal?
2. ¿Cómo se expresa mi amor en el apostolado?
3. ¿Cuáles de estos ingredientes tiene mi amor paterno-materno?

PERMITIR SER AL AMOR HUMANO


(Anselm Grüm)
El problema de fondo de los célibes no es el deseo de contactos sexuales, sino la necesidad de amar y
ser amado, el deseo de amistad e intimidad.
Sólo se puede llegar a vivir el celibato en plenitud, si se promueve buenas relaciones humanas. Una
amistad en la cual se puede decir todo lo que le pasa a uno, es de una importancia decisiva para la
maduración personal como para la vida espiritual.
La amistad no debe ser un apegarse al otro, más bien debe conocer la distancia, para que el otro sea
realmente transparente para Dios y no un sustituto.
Junto a la amistad, también la comunidad es una gran ayuda para vivir el celibato en pleno sentido. En
la comunidad religiosa o sacerdotal o pastoral la persona encuentra seguridad y apoyo, aquí puede sentirse
en casa y “perteneciente a”, puede expresar lo que siente. Uno se siente en casa cuando puede decir lo que
piensa y donde no siempre tiene que estar en el último grado de autodominio. La comunidad es también
protección. Quien no se siente acogido en ninguna parte, busca refugio para no sentirse sola/o.

PERMITIR SER AL AMOR DIVINO


(Anselm Grüm)
Ninguna persona puede vivir sin amor. Sólo sintiéndose amados se puede amar. El célibe renuncia a la
mediación del amor de Dios por un ser humano, con el fin de experimentar el amor de Dios en forma
inmediata. No sustituye el tú humano de la pareja por el Tú divino. El Tú divino y el tú humano no están al
mismo nivel. El anhelo del tú humano continúa, aunque pongamos nuestro corazón en el Señor. No se debe
contraponer el tú humano al divino. Es el amor a Dios, el que transforma el amor al tú. Ya no esperamos
estar totalmente bajo la protección de una persona humana, más bien la persona humana se hace signo al
sentirse protegida en forma absoluta, estado que sólo Dios puede regalarnos.
La/el célibe orienta su amor no exclusivamente a una pareja, sino se “delimita, traspasa las fronteras
hacia los muchos tú, a los cuales quiere entregarse. Claro que también necesita relaciones sanas de amistad
para con una persona o algunas. El “delimitar” el amor al prójimo queriendo abarcas a todos, puede
destruirla/o. Necesitamos experimentar concretamente, que alguien, una persona, nos quiere y que la
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queremos, que podemos abrirle nuestro corazón y que ella nos comprende. En un sentido análogo podemos
afirmar que para la/el célibe el Tú divino sustituye al tú humano de la pareja. Podemos vivir bien célibes,
tan sólo, si en Dios encontramos la satisfacción de nuestra necesidad de afecto y amor, de cariño y
protección.
En la oración desinteresada, debemos abandonarnos al amor de Dios. Cuando vivo la oración como
lugar de intimidad, puedo intuir que Dios es el Tú que satisface mi más profundo anhelo de amor.
Aceptar el amor de Dios es lo primero. En respuesta a este amor, sin embargo, el ser humano tiene que
trabajarse a sí misma/o para responderle. Para ello debemos estar libres de las inclinaciones egoístas, de
deseos o tendencias erradas. La pureza de corazón es la condición psicológica para poder vivir en el amor
de Dios. Sin ella nos será imposible experimentar el amor de Dios. Y cuando no experimentamos el amor
de Dios, resulta que muchas veces nuestra relación con Él se hace aburrida, vacía y sin empuje.
Cuando amamos la música, o la belleza de un cuadro o un paisaje o a un/a amigo/a, amamos a Dios, ya
que siempre se esconde en estas formas del amor un asomo de Dios, como Aquel a quien en última instancia
se orienta toso amor. Nuestro amor a Dios quiere expresarse en forma análoga como nuestro amor a las
personas.

REFLEXIÓN PERSONAL
1. ¿Cómo es mi amor hacia los demás? Y ¿hacia Dios?
2. ¿Me abro a los demás como un don, en la amistad, en la comunidad, en el trabajo pastoral?
3. ¿Sé leer en los detalles, en la naturaleza, en los gestos, en los acontecimientos…el amor de Dios por mí?
Y ¿Sé expresar a través de ellos mi amor a Dios?
4. ¿Ma dejo querer por los demás? Y ¿por Dios?
5. ¿Dónde me siento en casa? ¿Allí donde estoy establecida/o? ¿Me siento en casa sólo donde hay personas
cariñosas con las que puedo conversar? o ¿realmente me siento en casa junto a Dios a pesar de la
soledad que experimento?

ORACIÓN
Imagen:
Al comenzar a orar, simplemente me siento y me imagino que Dios me mira con benevolencia y que
su mirada amorosa penetra todo. Puede ayudarme para esto sentarme en el sol o al menos orientada/o hacia
la luz, cerrar los ojos y ofrecer mi cuerpo a la luz, e imaginarme cómo con el rayo de luz, la mirada amorosa
y cálida de Dios penetra todo mi cuerpo, comenzando por las mejillas, que quizás se habían endurecido;
pasando por la garganta, donde quizás tenga un nudo; por los hombros, donde siento el peso de cada día;
por el tórax, que se ensancha al recibir la luz y el calor cuando permito que el amor de Dios lo penetre. De
tal manera, puedo pasar por todas las partes de mi cuerpo y dejar entrar el amor de Dios justamente en
aquellos lugares que no quiero mirar, donde me cierro, me defiendo ante mí misma/o. Todo puede revivir
en mí, estableciendo contacto con el Dios que amo.

Palabra de Dios:
SALMO 16 ¡tú decides mi suerte!
Protégeme, Dios mío, Me ha tocado un lugar de delicias,
porque me refugio en ti. estoy contento con mi herencia.
Yo digo al Señor: Bendeciré al Señor que me aconseja,
«Señor, tú eres mi bien, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
no hay nada superior a ti». Tengo siempre presente al Señor:
Ellos, en cambio, dicen a los dioses de la tierra: él está a mi lado, nunca vacilaré.
«Mis príncipes, ustedes son toda mi alegría». Por eso mi corazón se alegra,
Multiplican sus ídolos y corren tras ellos, se regocijan mis entrañas
pero yo no les ofreceré libaciones de sangre, y todo mi ser descansa seguro:
ni mis labios pronunciarán sus nombres. porque no me entregarás la Muerte
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
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Me harás conocer el camino de la vida, de felicidad eterna a tu derecha.
saciándome de gozo en tu presencia,

Oración final:
“Te consagro mi amor, Señor: este corazón grande que he recibido de Ti. Te quiero más que
a nadie y que a nada. Con todo mi corazón y con todas mis fuerzas. Por Ti dejé mi familia. Por Ti
renuncié al matrimonio y a los hijos. Por tu amor he podido sublimar y trascender, en la
comprensión y el diálogo, las crisis afectivas de mi vida. Por amor a Ti vivo entre problemas y
angustias día a día, Señor y Dios mío, Tú sabes que te quiero. Es un amor que es tuyo; que ha nacido de
Ti y vuelve a Ti de una manera grande e inexplicable, pues te encuentro en cada persona que pones en mi
camino. Por eso me consagro a Ti, Señor, para amarte sincera y profundamente en todos los que me rodean.
Es un sí a la amistad profunda; a la complementariedad. Un amor humano y de verdad, pero sin
exclusivismos; sin guardarme a nadie para mí. Dejándome comer por todos. Dándoles todo mi tiempo, sin
derecho a espacios reservados, ni a devolución. Atajando siempre la rienda de la sexualidad. Nadie para mí
del todo; pero yo me debo a todos. Para mi intimidad profunda estás Tú, Señor de mi vida. Sólo Tú. Por
eso esta vida de soledad y de plenitud a la vez.
Y todo esto en comunión profunda con otros compañeros con los mismos ideales. Me gusta trabajar en
equipo: sentirme y hacer hermanos. No importa mucho de la congregación que sean. Cada vez se borran
más las diferencias congregacionales y formamos como una nueva Congregación los que nos sentimos
unidos por el mismo ideal de fe al servicio de los pobres.
En el ambiente actual, teniendo presente mi historia, y conociendo bien a lo que me
comprometo, reelijo el celibato como consagración del amor; reelijo mi vida pobre entre los
pobres; reelijo la vida religiosa; reelijo la Iglesia. Sin amarguras, aunque con dolor. Pero con una
gran fe en el corazón. Y con la esperanza puesta en Dios, sólo en Dios, porque creo que Dios es
bueno. (José Luis Caravias, SJ)

LIBERTAD AFECTIVA: VIRGINIDAD


SUBLIMACIÓN

Es un cambio en el objeto y en el fin del impulso, un modo de actividad que extrayendo la fuerza de la
energía libidanal, se desplaza hacia fines y objetivos socialmente valorados: arte, investigación, política,
prácticas profesionales, experiencias religiosas…Estos objetivos atraen hacia si estos impulsos.
Para sublimar es preciso separar parte de la pulsión sexual para ponerla al servicio de la civilización.
Esto es posible porque la pulsión sexual posee la notable particularidad de poder cambiar su finalidad
(el placer sexual) por otro tipo de placer (cultural, social, religioso…)
El proceso se sublimación es lento. Y nunca voluntarista. No se subliman súbitamente las energías
sexuales por mera decisión de la persona. Es preciso un proceso educativo. No siempre la persona consigue
movilizar todo el dinamismo de las energías sexuales hacia el objeto y fin elegidos.
La fase de la vida más propicia para la sublimación es cuando define su proyecto vital.

ENERGÍA QUE CAMBIA DE OBJETO Y FINALIDAD


ENERGÍA Objeto socialmente valorado
SUBLIMADA y alejado de su primitivo objeto y finalidad

PULSIÓN SEXUAL Su finalidad la UNIÓN SEXUAL


COITO

ENERGÍA
SUBLIMADA ENERGÍA QUE CAMBIA DE OBJETO Y FINALIDAD
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arte, investigación científica, experiencia religiosa,
profesión, deportes….

La sublimación nunca es total. No es posible sublimar toda la energía sexual. La biografía particular de
cada sujeto determina su capacidad de sublimar. A veces la capacidad de sublimar real del sujeto no sigue
con facilidad lo que determinados ideales de vida pueden pretender porque no es cuestión de voluntad. Se
sublima lo que se puede, no siempre lo que se quiere. Cuánto más posibilidades de sublimar más capacidad
existe para un proyecto de vida religiosa.
La sexualidad madura comporta no sólo la aceptación del valor sexual integrado en el conjunto de los
valores, sino también la potencialidad “oblativa”, es decir la capacidad de donación, de amor altruista.
Cuando esta capacidad se realiza en la medida adecuada, la persona se hace idónea para establecer un
contacto espontáneo, para dominarse emocionalmente y comprometerse con seriedad. El aspecto oblativo
de la sexualidad comporta el sentimiento de ser para el otro.
La meta del manejo correcto de la sexualidad no es el dominio, sino el mayor amor
PROCESO DE SUBLIMACIÓN: Momentos importantes:
1. Renuncia a la satisfacción sexual genital: Es la renuncia a un valor positivo humano y cristiano. Tal
renuncia produce insatisfacción y retención de energía vital que no es negación, ni represión ya que es una
renuncia no impuesta, ni obligada, sino consciente y libre. Al ser una opción querida, elegida y libre no
desemboca en agresión o culpabilidad sobre nadie, ni contra nadie.
2. Canalización en el proyecto del Reino: Desvinculada del amor sexual conyugal, la energía y
potencialidad de la sexualidad es orientada y dirigida hacia el proyecto del Reino libremente elegido y
considerado mejor que el proyecto de amor conyugal. Esta canalización hacia el proyecto del Reino,
desempeña una doble función. Por una parte libera a la persona de la posible presión que le ocasionaría la
retención de las energías sexuales, y por otra parte las transforma en fuente de vida fecunda en bienes y
valores en el nuevo proyecto.
El amor virginal se hace fecundo. Y esta fecundidad produce como consecuencia gran satisfacción y
alegría en la persona de la/el célibe.
3. Canalizada a través de la afectividad y el amor: En este proceso es muy importante la maduración
afectiva en el amor, pues la afectividad madura en la mediación y el canal de transferencia. El proyecto del
Reino libremente elegido ha de ser interiorizado hasta lo más profundo de la persona. Y lo más profundo
es su mundo afectivo.
Esta transformación sublimatoria no es posible si el proyecto del Reino es aceptado por obligación,
deber o imposición. Tampoco es suficiente que la/el célibe lo conozca y quiera con voluntad general o
deseo infantil. Tampoco alcanza el mero esfuerzo voluntarista del sujeto. Es necesaria la interiorización
profunda y afectiva del propio proyecto. Es decir, que el proyecto de vida evangélico además de ser un
valor ideal sea para el sujeto un valor vital y existencial. Interiorizado y convertido en una necesidad
afectiva. Aquí tiene su base y esencia el amor oblativo y maduro.
Querer a Jesús y el proyecto al que nos convoca tanto y más que a una/o misma/o. La voluntad
de Dios y el bien de las/os hermanas/os, en especial de los más pobres no solo son un valor, sino
también un bien para mí. Y por eso su vida, su bien y su alegría son también míos y me hacen feliz.
4. Consecuencia: Satisfacción y equilibrio afectivo: Nuestra dinámica psico-afectiva funciona así.
Cuando una necesidad humana no es satisfecha produce insatisfacción, malestar y desequilibrio en toda la
persona. Pero si esa insatisfacción es libremente elegida por un bien mayor, la satisfacción mayor que ese
bien elegido produce, compensa con creces la insatisfacción de esta dinámica psico-afectiva.
La renuncia libremente elegida por el sujeto, es un sacrificio, pero un sacrificio hecho y vivido con
alegría, con satisfacción porque contribuye al bien global de la persona.
En el amor virginal por el Reino se renuncia a la sexualidad genital, al amor conyugal y a todos los
legítimos bienes y satisfacciones que conlleva. Como renuncia produce un vacío, una insatisfacción afectiva
que no hay que negar, ocultar o reprimir, sino aceptar y asumir.
Pero se hace consciente, libremente y por otro bien que se considera mayor y más satisfactorio. Por
consiguiente la renuncia afectiva queda compensada y el equilibrio psico-afectivo restablecido.
Este proceso no es fácil ni realizable por cualquier persona, por eso requiere don y gracia y también la
madurez integral humana, que es afectiva, moral y espiritual, para hacerlo.
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El problema de la madurez y salud afectiva, no tiene causas y motivos vocacionales. Su raíz está en la
forma inmadura de afrontar la realidad de la vida, con sus inevitables conflictos y frustraciones. Aunque no
se puede negar que la vocación influye en la forma de afrontar la complejidad de la realidad.

REFLEXIÓN GRUPAL
1. ¿Cuáles es la inmadurez más frecuente en la forma de vivir el amor virginal en la vida consagrada?
2. ¿Cuáles son las características de un/a religioso/a que ha madurado en su amor virginal?
3. ¿Qué piensa y cómo valora la gente el celibato y la virginidad de los religiosos?
4. ¿Qué problemas les plantea el voto de castidad?
5. ¿Cómo explicarían la sublimación de la sexualidad en el celibato y el amor virginal?

BIBLIOGRAFÍA
 CENCINI, Amadeo. La fascinación siempre nueva de la virginidad. Del silencio
impuro al coraje juvenil. Paulinas. Lima. 2002
 CENCINI, Amadeo. Vida consagrada. Itinerario formativo. San Pablo. Madrid. 1994
 CENCINI, Amadeo. Por amor, con amor, en el amor. Libertad y madurez afectiva en
el celibato consagrado. Atenas. Madrid. 1996
 FERRERAS, Evelio José, O.P. Acompañamiento personal en la vida consagrad. IV.
Madurez afectiva y vida consagrada. Centro de estudios Santo Tomás de Aquino.
Buenos Aires. 1999
 GONZÁLEZ CASAS, Rosaura. Sexualidad y desarrollo integral. Perspectiva
femenina. Ed. Enrique de Ossó. Guadalajara. 2002.
 GRÜM, Anselm Célibes por amor a la vida. Ediciones Mundo. Santiago. 1989

SEXUALIDAD Y CELIBATO
(Georgina Zubiría Maqueo, rscj)

La herencia cultural y las nuevas relaciones


Hoy por hoy, al optar por la vida religiosa y optamos también por vivir el celibato cristiano sin medir
la profundidad de sus implicaciones. Además, durante las etapas de formación inicial, sobre todo las
primeras, no manejamos suficientemente la milenaria y pesada carga cultural de la que hemos hablado.
El trabajo pastoral, el estudio compartido, las nuevas formas de vida religiosa y las búsquedas conjuntas
favorecen la convivencia con compañeros, célibes o casados, del otro sexo. En la relación cotidiana con
ellos vamos descubriendo la capacidad del corazón humano para crear nuevas relaciones y nuevas
realidades. En el seno de estas relaciones vamos siendo y nos vamos realizando como personas.
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Generalmente estas relaciones desencadenan en nosotras un proceso de mayor conciencia de nuestra
feminidad y contribuyen en el desarrollo de potencialidades que la cultura ha calificado como masculinas
y que, sin embargo, también nos constituyen por ser humanas. Este proceso vivido y discernido en verdad
y con valentía puede ser profundamente humanizante y liberador.
En medio de aciertos y desconciertos vamos percibiendo la igualdad que existe entre los sexos y las
distinciones que definen nuestra individualidad no sólo ante los hombres sino también ante otras mujeres.
Procesualmente vamos reconociendo y acogiendo la originalidad de cada ser humano, único e irrepetible.
En el dinamismo relacional vamos discerniendo, agradecidas, la especificidad de nuestro aporte y
vamos rompiendo, progresiva y a veces dolorosamente, los mecanismos de competencia que se juegan entre
nosotras.
En el trato frecuente con compañeros(as) del otro sexo, nos vamos haciendo conscientes de la herencia
cultural que nos condiciona.
Comprendemos, ambos, las torpezas que aparecen cuando intentamos relacionarnos: ellos comienzan,
generalmente, con algún piropo porque no saben que es posible abordarnos de otra manera; nosotras, en
cambio, agradecemos ser miradas y tomadas en cuenta y nos emocionamos.
Miramos y escuchamos cómo ellos viven resolviendo -o intentando resolver- problemáticas objetivas,
tangibles y visibles, mientras que nosotras nos inclinamos a atender situaciones subjetivas, percibidas,
intuidas, sentidas. Les escuchamos hablar de estadísticas y de política, de la organización social y de la
lucha revolucionaria; les miramos elaborar profundos razonamientos lógicos y filosóficos dando grandes
rodeos teóricos. Ellos, por su parte, nos escuchan hablar del problema práctico e inmediato, de la urgencia
vital, de lo escondido e importante. Desde nuestra lógica miramos y hablamos de las personas, los grupos
y sus procesos, de la alegría o del sufrimiento que los acompañan, de los símbolos de vida o de muerte que
los expresan. Ellos nos miran intuir y sentir el momento de los sujetos y descubrir sus entrañas y sus afectos.
En la relación más personalizante que se da entre los que hemos optado por el celibato, hombres y
mujeres, aparece con frecuencia la confusión (al menos en la etapa inicial de la relación). En ellos parece
entrecruzarse la ternura y la genitalidad, el afecto y la protección paternalista; en nosotras tienden a
entrecruzarse la ternura y la dependencia, el afecto sensible y el enamoramiento.
No es difícil que en estas relaciones aparezcan ciertas ambigüedades presentes en las formas
convencionales de acompañamiento espiritual. Por tradición, la mujer, y particularmente la mujer
religiosa, debe buscar y dejarse dirigir espiritualmente por un hombre célibe. De esta forma perpetúa
inconscientemente las formas patriarcales de relación.
En una relación así, es normal que al compartir el camino espiritual hablemos de nuestra interioridad y
descendamos al nivel de los afectos. Es normal, también, que el compartir la intimidad aproxime. Lo que
ya no resulta normal es que el compartir o el dar cuenta sea unilateral pues esto, a la larga, genera un
dinamismo relacional de subordinación práctica y dependencia afectiva. Haciendo del religioso o del
sacerdote un tutor con derecho a decidir sobre nuestras vidas, aceptamos ser tratadas como menores de edad
y asumir, como propios, lo que son sus parámetros de conducta, discernimiento y confrontación. Esta forma
de relación, por ser la aprendida, tiende a reproducirse entre superioras y súbditas, entre religiosas y
laicos(as).
No puede ser normal que sólo en los pequeños -entre ellos la mujer dirigida espiritualmente- el célibe
encuentre un cauce justificado para su ternura y compasión. Es válido -y no sólo sinónimo de
homosexualidad- que él exprese su ternura y sus afectos a sus hermanos varones, célibes o casados.
Lo anormal de la unilateralidad que marca esta forma de relación se evidencia en los procesos que
genera y que ya no podemos enfrentar ingenuamente.
Es común que estos procesos empiecen con pequeños detalles que estamos acostumbradas a vivir como
"normales". Ellos se acercan a nosotras con un piropo inofensivo, aparentemente, pues a nosotras nos
significa su interés y atracción y a ellos los afirma en la posibilidad de tratarnos como objetos que se están
luciendo para llamar su atención; ellos pretenden que seamos nosotras las que nos adaptemos a sus tiempos
y nos desplacemos a sus espacios aún en horas arriesgadas porque tienen su agenda saturada; ambos
justificamos con motivos religiosos caricias y abrazos que en ocasiones logran inquietarnos.
Cada una y cada uno podemos ir enumerando una serie de detalles ambiguos que es posible ir
discerniendo en la medida de nuestra honestidad ante la opción por seguir a Jesús y de la comprensión-
práctica que tengamos de ella.
A veces, lo que nos falta es claridad en nuestra opción totalizante, o una elemental coherencia con
nuestro proyecto de vida. Otras veces nos envuelve la ignorancia o la ingenuidad, desconocemos el mundo
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simbólico de los compañeros del otro sexo y el alcance que personalmente dan a expresiones de cariño que
miramos como inofensivas. Otras veces más es la torpeza la que genera confusión, torpeza que nace de
traumas y heridas no conscientes, de miedos personales o colectivos, de fantasmas o fantasías heredados.
Hay casos en los que la dirección espiritual encubre afectos desordenados tales como afirmaciones de
poder, dependencias afectivas o enamoramientos. Hay casos en los que debido al proceso de comunicación
recíproca se llegan a reconocer algunos rasgos de enamoramiento y, entonces, alguno de los dos -para
asegurar la distancia- provoca rupturas que en el otro dejan heridas profundas. Hay también otros casos en
los que no sólo no se ha podido sostener ni la unilateralidad relacional ni la reciprocidad absolvente sino
que se ha llegado a establecer una relación de pareja, fruto de la fuerza de atracción de nuestra realidad
sexuada y de la compleja e incondenable tensión que vivimos entre la fragilidad y el poder del amor
humano; sin embargo, en estos casos produce indignación la realidad de algunas mujeres que tienen que
vivir silenciadas, marginadas y ocultadas debajo de una sotana.
No podemos seguir adelante sin antes decir que en ocasiones somos nosotras, mujeres, las que
provocamos estos procesos. Buscando compasión, perdón, seguridad y afecto, despertamos en ellos
tendencias paternales que los afirman en una posición de superioridad; les hacemos sentir necesarios e
importantes para superar nuestras crisis y nuestras heridas; les damos y les pedimos caricias envolventes y
abrazos posesivos hasta jugar, juntos, el juego de un amor fracturado. Juego que responde a un deseo de
enamoramiento encubierto y que da cauce a su ternura y a nuestra fantasía desde la que nos vamos sintiendo
"liberadas" de mitos, traumas y tabúes para ser como ellos nos quieren y asumir como nuestros sus intereses,
problemas e inquietudes. Buscando valoración, reconocimiento y amor, acabamos todos, ellos y nosotras,
con un mayor dolor. Este dolor paraliza o retarda el proceso de búsqueda de nuevas relaciones y nuevas
realidades libres de angustia, turbación o miedo.
Convivir en condiciones de igualdad es, pues, indispensable para ir creando nuevas relaciones entre
los sexos. En este sentido, para nosotras es fuente de alegría creer en la mujer que vamos siendo y es causa
de crecimiento ser tratadas como adultas, capaces de pensar, sentir y decidir sobre nuestras vidas y sobre
la historia que juntos debemos ir forjando. Para los varones es fuente de alegría ser hermanos y no machos
y es causa de crecimiento ser tratados como iguales, escuchar nuestra palabra estando dispuestos a
modificar la suya, a admirarse y a dejarse interpelar por nuestra manera de comprender la vida, el mundo,
al ser humano.
Estos descubrimientos y estos crecimientos sólo son posibles en la interacción y en la mutua relación.
Interacción y mutua relación que nos llevarán a reconocer agradecidas las expresiones de nuestros cuerpos
y de nuestras personas y a admirarnos tanto ante el enorme potencial que encierra nuestra sexualidad como
ante la original e inevitable atracción que vivimos entre los sexos.

El celibato y la atracción entre los sexos.


La atracción entre los sexos es una tendencia humana y natural querida y bendecida por Dios. Hemos
sido creados para vivir el amor y, en concreto, el amor de pareja que halla una de sus expresiones máximas
en la fusión de los cuerpos.
No es raro que habiendo optado por la vida religiosa aparezca esta tendencia. Antes al contrario, es
signo de nuestra normalidad, de nuestra semejanza original y permanente con el ser humano, varón y mujer,
creado a imagen de Dios. Pertenecemos y seguiremos perteneciendo al género humano. Gracias a esta
pertenencia, sentimos, soñamos, pensamos, trabajamos, transformamos, creamos, amamos...
Importa creer que nuestra humanidad sexuada es una realidad muy buena. Así no nos asustaremos al
percibir sus pulsiones ni nos angustiaremos al reconocer sus tendencias. Las amaremos sufriéndolas y las
ofreceremos recreándolas con lucidez y libertad cristianas. De lo contrario, si miramos estas realidades
como malas, corren el riesgo de volverse obsesivas y esclavizantes y de hacer de nuestra contingencia, una
contingencia culpable.
No es pecado amar a un hombre ni creer que es posible construir, juntos, nuevas realidades. No es
pecado permitirnos sentir y gozar el placer de estar con él, de dar y recibir una palabra de aliento, una
caricia, un abrazo.
A veces, por nuestra condición de célibes pensamos que nos está prohibido sentir con nuestra piel y
tocar con nuestras manos. Es verdad que siempre son realidades ambivalentes y situaciones arriesgadas
porque nuestra falibilidad y nuestra contingencia nos acompañan hasta la muerte donde encuentran su
culminación, pero son especialmente arriesgadas cuando hemos reconocido vacíos afectivos de infancia,
deseos camuflados de enamoramiento o baches y fisuras en la opción por vivir en seguimiento de Jesús.
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Sin embargo, debemos creer con nuestra cabeza, con nuestro corazón y con nuestro cuerpo que, como
célibes, nada está prohibido. Comprender y vivir el celibato como prohibición enferma nuestra mentalidad,
aprisiona el corazón y mutila nuestros cuerpos generando ansiedad, confusión y hasta culpabilidad.
En los célibes, tanto en los varones como en las mujeres, hay grandes reservas de genitalidad que no
deben traducirse en agresividad o en neurosis contrarias al proyecto creador del Dios-Amante.
Optar por vivir como célibes en seguimiento de Jesús no es ni ha sido lo "normal", por lo tanto, hay
que discernir y renovar en la situación concreta de cada día el sentido de la "anormalidad" de nuestra vida.

Nuevos aprendizajes
En lo cotidiano de la relación con compañeros del otro sexo podemos ir descubriendo los ciclos y los
ritmos de nuestro cuerpo, los juegos que nos juega nuestra fantasía y nuestro modo concreto de relación
con ellos.

Los ciclos y los ritmos de nuestro cuerpo.


¿Para qué negar que hay tiempos en que nuestra carne grita que necesita un amante? Así como nuestro
organismo reacciona ante un rico platillo abriendo o aumentando el apetito, así también reacciona nuestro
cuerpo ante el estímulo de un hombre que nos gusta.
Hay que acoger con serenidad y hasta con gratitud -porque estamos vivas-, el lenguaje recurrente de
nuestro cuerpo que desea un beso, una caricia, un abrazo fusionante.
Aunque no demos al cuerpo lo que pide, no es vergonzoso reconocer que pide, al contrario, acoger su
verdad es amarlo, primer paso para reconocer el valor de nuestra entrega y para apreciar el profundo
significado de la causa mayor por la que se entrega.
Ciertamente, hay momentos de mayor conciencia y de mayor resistencia a renovar la ofrenda. Pero,
también hay momentos en que la causa toma mayor peso y disminuye la conciencia de toda la renuncia que
el celibato encierra.
Más allá de los ciclos y los ritmos, las pulsiones existen. El impulso duerme y despierta; en ocasiones
nos asalta sin previo aviso. Un libro, una película, una escena real llena de sensualidad y/o genitalidad, una
caricia o un abrazo, pueden señalar su hora. Si llega, acogerla con gratitud porque nos recuerda nuestra
pertenencia al común de los mortales; si la provocamos, la buscamos o la adelantamos, entonces podemos
preguntarnos, ¿qué nos pasa?
No hay que olvidar que esta área se encuentra ocupada por traumas y por heridas que tienen que ser
sanadas, por bloqueos que hay que liberar, por culpas que hay que perdonar. Por eso, siempre es bueno
hablar y descubrir que no somos ni únicas ni raras. Compartir siempre aliviana la carga. El pudor que nos
frena, aunado a la búsqueda de liberación, puede llevarnos a cometer errores, a derrumbar mitos y
tradiciones sin pensar que, una vez más, es posible quedar atrapadas.

Los juegos que nos juega la fantasía


Desde la infancia las mujeres aprendemos a soñar despiertas en aquello que nos está permitido soñar:
nuestro príncipe azul, nuestros bebés, nuestro "hogar, dulce hogar", y en mil cosas más que, creemos, traen
consigo la felicidad. Y jugamos a la escuelita, a ser mamás, a la comidita, a las enfermeras... siempre en
función de los demás. Vivimos como real lo que nuestra fantasía crea y buscamos cómo poner en práctica
lo que del sueño va naciendo. No es malo soñar, no es malo imaginar relaciones nuevas e irlas haciendo
realidad, el problema es que hasta nuestra fantasía está condicionada por nuestro entorno y por nuestra
cultura.
Conforme vamos creciendo, nuestros sueños van cambiando de formas y de color. Todo lo que por
nuestros sentidos entra se va hasta la imaginación y hasta el subconsciente logrando hacer, de la dimensión
afectivo-sexual, una experiencia que totaliza nuestras vidas. Las fotonovelas, el cine, la televisión, la radio,
la propaganda, la escuela, la familia, las amistades, etc., nos enseñan cómo debemos ser, nos dicen qué
debemos hacer y cómo debemos sentir, nos muestran cómo debemos amar y en qué debemos soñar para
ser felices y para realizarnos como mujeres.
No es una novedad afirmar que nuestro mundo y nuestro ambiente están erotizados. Las canciones de
moda nos dicen que hay que hacer el amor; en el cine nos muestran mil formas de hacerlo. Las telenovelas
nos enseñan cómo rivalizar entre nosotras para conquistar al hombre de nuestro sueños, la propaganda nos
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ilustra para no "comernos la torta antes de tiempo" sin renunciar a las relaciones placenteras; los amigos
nos dicen: si no lo haces, eres tonta ¿o, tal vez, lesbiana?; el novio nos promete el sol, la luna y las estrellas
a cambio de pasar un rato que después él olvida.
Y creemos, y soñamos y respondemos a los estímulos del exterior dejando que otros se apropien de
nuestras vidas, de nuestros cuerpos y hasta de nuestras fantasías.
La opción por vivir el celibato cristiano no borra nuestra historia personal, no elimina imágenes,
sensaciones y prácticas que marcan nuestras vidas, no nos salva de soñar despiertas en otras relaciones ni
busca negar nuestras tendencias humanas. La vida religiosa hoy, ya no nos protege de los estímulos del
ambiente ni nos aísla del mundo en que vivimos. Por eso, no es extraño que dormidas o despiertas nos
asalten sueños erotizados; no es extraño que en tiempos de crisis pensemos en el hombre de nuestros sueños;
no es extraño que en el desierto y la soledad, en el invierno y la distancia, imaginemos la calidez de otro
cuerpo humano a nuestro lado. No es extraño que en nuestros sueños y pensamientos, en nuestra memoria,
en nuestra imaginación y fantasía aparezca lo que hemos visto, lo que hemos sentido, lo que hemos gustado
y gozado.
Sin embargo, en el trato cotidiano con compañeros del otro sexo, nuestra fantasía puede engañarnos y
nuestra imaginación traicionarnos. Estamos llamadas a vivir formas nuevas de relación, a ser mujeres plenas
de manera diferente a la establecida y, a veces, no nos escapamos de pasar por ratos amargos que debemos
afrontar con honestidad ante lo que sucede y con amor hacia nosotras mismas.
Quizá, nuestras carencias afectivas y nuestros traumas infantiles hagan de lo que es un sencillo
compañerismo fraterno, un sueño de amor inolvidable que dejará golpes y frustraciones al volver a la
realidad.
Quizá, un piropo barato o una insinuación machista desencadene fantasmas o miedos sobre nuestra
feminidad y sobre nuestra humanidad sexuada.
Quizá, de un interés humanitario o de una caricia paternal nazca un gran deseo de enamoramiento
encubierto. Quizá, de una conversación confiada, de un secreto revelado, piense "yo creo que le intereso..."

Nuestro modo concreto de relación con ellos.


La herencia personal, familiar y cultural, los ciclos y los ritmos de nuestro cuerpo y la fantasía que nos
caracteriza son, entre otros, factores que determinan nuestro modo concreto de relación con ellos. Y es aquí,
precisamente en la práctica, donde debemos ser más verdaderas.
Tenemos el derecho y el deber de elegir lo que queremos hablar, lo que queremos callar, lo que
queremos actuar. No tenemos que hacer lo que otros nos han impuesto, no debemos creer lo que otros nos
han enseñado, no debemos ser como nos han dicho que de verdad valemos.
No por ser mujeres somos, necesariamente, tontas e ingenuas, coquetas y fáciles, sensibles y sumisas,
delicadas y románticas pero sí podemos engañar y autoengañarnos.
Como mujeres, podemos ayudar a cambiar el mundo, podemos colaborar en la reordenación de las
relaciones en todos los niveles. Podemos ir haciendo de nuestra historia una historia más conforme al querer
de Dios o podemos, también, ayudar a que nuestro mundo se siga desvirtuando; podemos colaborar en la
destrucción de las relaciones, podemos ir haciendo de nuestra historia una historia de pecado. Ahí está
nuestro “poder”.
Podemos decidir ser coquetas para conquistar al compañero; podemos elegir manipular nuestra soledad
y nuestro sufrimiento para provocar su ternura, su compasión, su protección; podemos optar por seguir el
juego del enamoramiento; podemos preferir la mentira, el autoengaño, la fantasía y desencadenar procesos
irreversibles; podemos arrebatar caricias y abrazos forzados, podemos permitir que nos traten como eternas
menores de edad, podemos decidir hablar de sexo, ofreciéndonos; podemos creer que es necesario el sexo
para comprobar y sellar el amor; podemos permitir que sus ideas pesen en nuestras decisiones y que la
imagen que ellos tienen de nosotras condicione nuestras elecciones.
Somos responsables de pensar, sintiendo, nuestras decisiones; somos responsables de sentir, pensando,
nuestras acciones. Somos capaces de pensar, decidir, sentir y actuar nuevas formas de relación con
compañeros del otro sexo. Debemos acoger agradecidas el poder que tenemos sobre nuestras vidas y sobre
nuestras relaciones, la capacidad que nos ha sido dada para convertirlas y transformarlas, recrearlas y
plenificarlas.

El cariño especial a un hombre en particular


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Lo difícil no es amar a un hombre en particular sino reconocer y enfrentar esa realidad. Es preciso, para
eso, desproteger la autoimagen que nos hemos creado, luchar contra el temor de amar, reconocer
humildemente las sensaciones de nuestro cuerpo, y confesar desarmadas que amamos tiernamente al
hombre que es hermano.
El reconocimiento de la verdad es punto de partida para liberar todo el potencial transformador que
encierra una relación como éstas, para pensar desde ella cómo hacer el reino presente, cómo redimensionar
el celibato cristiano, cómo ofrecer lo que supone de entrega, cómo hacer de nuestra sexualidad una
sexualidad creadora y libre.
Entre el punto de partida y la meta final, descubriremos una gran distancia que hay que recorrer sin
precipitarnos, con paciencia benevolente, con confianza creyente, con toda nuestra humanidad amante.
En el trayecto iremos viviendo distintos momentos y nos iremos planteando cuestiones.

Hay tiempos de confusión y tiempos de transparencia.


Cuando empezamos a reconocer que sentimos placer al estar con el compañero que queremos, cuando
sentimos que nuestro cuerpo reacciona ante el estímulo de su presencia, cuando confesamos que él nos
importa, aparece la confusión.
Nos preguntamos si es amor o enamoramiento, si es real y mutuo o tan solo es fruto de una fantasía, de
un deseo. A veces nos creamos fantasmas y sentimos miedo. Entonces corremos el riesgo de totalizar la
experiencia cerrando nuestro entendimiento y afectivizando la situación.
Importa hablar, compartir, expresar lo que estamos viviendo. El otro, la otra, pueden ayudarnos a
objetivar y a relativizar en función de nuestra opción por vivir en seguimiento de Jesús. Ser transparentes
es una gracia que libera y que ayuda a madurar a pesar de que también tiene sus riesgos.
La transparencia permite valorar lo que de divino puede haber en el amor humano y admirarnos porque
éste nace en el seno de un proceso gratuito de amistad. Compartir con verdad nos capacita para asumir la
complejidad de nuestros impulsos y deseos sexuados y para calibrar los retos que implica el no dejarnos
envolver en una relación de pareja sino seguir amando en una relación pareja y recíproca.
Expresar lo real derriba los fantasmas y crece nuestra conciencia de los peligros, de la torpeza para
expresar el cariño, de nuestra contingencia falible, de los condicionamientos de nuestra cultura, de los
límites y las posibilidades del celibato cristiano.
Ser transparentes con nosotras mismas deja la convicción cierta de que todo es muy bueno: nuestro
cuerpo, nuestra sexualidad, el amor humano. Importa buscar cómo manifestar lo que de santo hay en él
pues escasea tanto en nuestro mundo que, cuando existe, habría que anunciarlo, celebrarlo y agradecerlo;
sin embargo, los prejuicios propios y los ajenos nos invitan a ocultarlo y silenciarlo. Es difícil mantener la
libertad para comunicar lo que vivimos ya que también buscamos cuidar esta realidad sagrada de todo lo
que pueda deshumanizarla y condenarla.

Hay tiempos de combate y tiempos de gozar la tregua.


Nuestro ser sexuado no nos abandona nunca, por tanto es normal que cuando se manifiesta, nuestros
deseos se dirijan al hombre que amamos. No podemos negar nuestras pulsiones, no debemos reprimir
nuestras pasiones pero sí podemos adueñarnos de ellas y transformarlas.
El proceso de apropiación y transformación no se escapa de pasar por un duro combate. En nuestro más
profundo yo se encuentran, aguerridas, la opción y la atracción. Y es que cuesta renunciar a la plenitud
fusionante con que se expresa el amor humano, santo y divino. Es entonces cuando pesan las opiniones y
las certezas de otros: "La fusión de los cuerpos, aunque efímera y pasajera, es necesaria para conocer el
amor y saber a qué estamos renunciando". "Pasar por esta experiencia te humaniza y te capacita para
comprender compasivamente a los demás".
Aunque pesan las ideas de los otros y la imagen que ellos se han formado de nosotras, la decisión es
profundamente personal. No podemos darles este poder sobre nuestras vidas.
La opción que hemos hecho por vivir en seguimiento de Jesús está llamada a ser una opción totalizante,
opción que, hoy por hoy, incluye el celibato y que nos llama a destotalizar la experiencia afectivo-sexual.
Algunos varones célibes viven experiencias de relación sexual sin rupturas profundas aparentemente.
Su experiencia afectivo-sexual es puntual por lo que pueden vivir su seguimiento de Jesús en áreas
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independientes entre sí. A ellos se les facilita pensar y se les dificulta sentir-con-la-mujer; no saben sentir
la realidad que ella sufre cuando es utilizada aunque se sepa amada.
El tiempo de combate, en la mujer, se tiñe de memoria. Es entonces cuando recuerda que tiene el
derecho y el deber de elegir lo que quiere hacer, pensar y sentir; que tiene el don y la tarea de asumir la
responsabilidad sobre ella misma y sobre sus decisiones.
Mirar nuestro mundo corroído y atrapado por el sexo sin amor nos invita a optar por vivir el amor sin
sexo. Opción siempre nueva, y cada vez más lúcida, acompañada por el gozo de la tregua.
Hay tiempos de soledad habitada y tiempos de habitar la soledad.
Hemos oído decir que la soledad es mala compañera y tal vez no lo sea, cuando menos no siempre.
Cuando se vive y se acoge por amor, descubrimos con sorpresa que nuestra soledad se encuentra habitada.
Dios mismo nos habita como amor, como lo que Es en esencia. Con su presencia, la soledad no es fuente
de sufrimiento, ni causa de amargura, ni germen de neurosis. La soledad es tiempo de escuchar y de
contemplar, es espacio de discernimiento y de elección, es habitación habitable, es mar sereno que cobija
la perla preciosa. En la soledad callamos para escuchar las mil respuestas, para sentir el calor del sol que
reseca la tierra, para abrazar la humedad que penetra lo infinito, para contemplar el rugir de las piedras que
dan paso y espacio a las raíces humanas nuevas.
Cuando es más fuerte el amor que el deseo, cuando el cariño es verdadero y las renuncias nos duelen,
cuando sabemos que él nos quiere y que nosotras le queremos, entonces la búsqueda de placer genital se
relativiza.
Entonces gozamos la tregua en la que Dios se hace sentir en su abrazo abrasante, envolvente y
absolvente, doloroso y consolador, seductor y liberador... y nos acercamos a El, al Dios de Jesús que
fecunda nuestras ideas, nuestros sueños, nuestros deseos y nuestros cuerpos con su amor creador.
Por su cercanía percibida, la rebeldía y la resistencia se serenan y se transforman en energía tierna,
compasiva, activa, capaz de querer a otros y a otras, capaz de trabajar por y con ellos, capaz de respetar
profundamente sus personas, sus proyectos, sus opciones.

En el tiempo de tregua, el dolor está preñado de paz


Cuando en el horizonte vemos aparecer un amor especial a un hombre en particular, nuestra compañera
la soledad se ofrece como espacio de encuentro con Dios en nuestra más profunda y auténtica verdad. Ahí,
en ese tiempo y en ese espacio podemos discernir, podemos aprender a acompañarnos a nosotras mismas,
podemos ir respondiendo nuestras propias preguntas:
¿Cuál es el contexto en el que estoy viviendo? ¿Cuáles son mis relaciones, mis preocupaciones, mis
ilusiones? ¿El trabajo que realizo da cauce a mi potencial creador? ¿Qué situaciones, personas y realidades
me causan placer?
¿Cómo cuido y cultivo mi afectividad y mis tendencias sexuales en el contexto que hoy me toca vivir?
¿Cómo se encuentra mi cuerpo en esta edad, en este momento? ¿Cuáles son sus necesidades y cuáles sus
posibilidades? ¿Mi ternura sólo encuentra su cauce en compañeros del otro sexo? ¿Cómo expreso mis
afectos? ¿Con qué‚ cauces cuento? ¿Acaso debo ser más sobria con algunos y más expresiva con otros?
¿Me siento en paz para amar y para liberar las promesas que guarda mi sexualidad?
¿Lo busco o me busca seguido? ¿La relación es dependiente o liberadora? ¿Soy coqueta y persuasiva?
¿Alimento mis ilusiones y las suyas? ¿Amo su proyecto y sus opciones y mi proyecto y mis opciones? ¿Nos
aproximamos en libertad y sin temor, seguros de que Dios sigue apostando por mí, por él, por su pueblo y
por su iglesia?
¿Cómo, por qué y para qué‚ recibo la información que estimula mi sexualidad? ¿Cómo la proceso?
¿Manejo creativa y liberadoramente la fantasía erótica que me asalta?
Discernir el querer de Dios comprometidas con nuestra realidad y en continua interrelación con
compañeros del otro sexo, nos llevará a confirmar con la propia experiencia que importa creer en nosotras
mismas y en el ser humano; que todos, varones y mujeres, seguimos llamadas a conversión; que es urgente
y necesario soñar en que es posible crear nuevas realidades y nuevas relaciones entre los sexos y creer que
ya podemos irlas transformando.
Tarea nuestra, como célibes consagradas a realizar signos que hagan creíble el amor de Dios desde
dentro de una sociedad genitalizada, es vincular el impulso sexual con el amor humano, humanizar la
genitalidad, desgenitalizar la ternura y aprender a amar, amando.
Así descubriremos que la relación especial con algún(os) hombre(s) en particular, no empaña la opción
totalizante, al contrario, constatando que la realidad del Reinado de Dios atraviesa la transparencia de
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nuestra gracia y de nuestra debilidad, la opción totalizante adquiere nuevo valor y contenido revelándonos
que no hay pleito de cariños sino que todos caben en un solo amor.
Como célibes, entonces, nada nos está prohibido, sino todo entregado en una opción que envuelve
nuestra vida toda, que la fecunda y la orienta para vivir en seguimiento de Jesús, al servicio del reino de
Dios desde los pobres, bajo la forma histórica de la vida religiosa.
Podemos expresar nuestros amores y nuestros deseos enalteciéndolos y entregándolos libre y
lúcidamente. Podemos disfrutar el placer de estar con él, el placer de la amistad, el placer de una caricia
recíproca y de un abrazo mutuo, sabiendo que, aún sin relaciones sexuales, el amor permanece.
A mayor libertad para expresar el cariño que crece en gratuidad y en desprendimiento corresponde un
menor temor ante nuestra humanidad sexuada y una mayor apertura para crear nuevas relaciones profundas,
fraternas y recíprocas con otros hermanos y hermanas.
A mayor honestidad para encontrarnos con nosotras mismas en nuestra verdad santa y falible,
corresponde Dios con mayor cercanía sentida, con mayor ternura derramada y con mayor fuerza para, si es
el caso, ayudarnos a renunciar, junto con el cuerpo, a la persona que amamos. Sabemos que "de su plenitud
hemos recibido gracia tras gracia" y ahora también nos acompaña su plenitud y nos bendice con su gracia.
Desde esta experiencia no podemos negar que en ocasiones la soledad viene acompañada de la aridez
que atraviesa el corazón, de la noche oscura del amor humano, y del desierto afectivo. Entonces es tiempo
de más habitar la soledad.
No podemos, no debemos esperar el desgarrón para habitar la soledad. Tal vez entonces busquemos a
quienes, de hecho, ya la habitan: amigos, amigas, causas, proyectos...

Está Jesús, persona concreta, amigo entrañable, Palabra del Padre.


Como persona concreta, en su ser único y original, Jesús vivió en un tiempo determinado, se
comprometió en la transformación de su realidad y creyó en Dios, en un Dios diferente al que enseñaban
los representantes de la religión oficial. El miró el sufrimiento de su pueblo y soñó con la llegada inmediata
del reinado de Dios para los pobres. Y soñando, realizaba signos concretos que lo anticiparan,
contradiciendo las leyes, los mitos y los tabúes que justificaban el sufrimiento, la falta de amor y los
privilegios de unos cuantos.
Haciendo uso de su libertad, sintió la realidad, pensó en qué hacer para cambiarla y eligió, por puro
amor, consagrar sus afectos y su cuerpo, su persona, su vida entera a trabajar por crear nuevas realidades y
nuevas relaciones.
Como amigo entrañable, se hizo de compañeros y compañeras para que, como él, totalizaran sus vidas
en la búsqueda de un mundo mejor, más humano, justo y solidario, más conforme con el querer de Dios.
Amigo de publicanos y pescadores, de prostitutas y pecadores, estaba con ellos, reía con ellos, buscaba con
ellos, sin condenarlos.
Con Marta y con María, lloró por el amigo muerto. Con la samaritana disfrutó del agua que ella le daba,
la hizo digna de toda su confianza y le reveló su intimidad. Se dejó tocar y lavar los pies por aquella mujer
en Betania y a María Magdalena, quien tanto le amaba, la eligió como pionera de su misma causa.
Como palabra del Padre, Jesús nos compartió lo que Dios más ama: la vida de su pueblo, empezando
por aquellos a quienes les es negada. Dios es un Dios de vivos y no de muertos, pero hay algunos que le
matan robando a la viuda, marginando a la enferma, acabando con la esperanza de la mujer humillada.
En su cruz, consecuencia de su trabajo en favor de la vida, reveló cuánto nos ama Dios; y que, por
amor, respeta el fruto de la libertad humana. En la cruz, Jesús nos anunció que Dios mismo sufre con los
que la sociedad mata y que el Padre se solidariza con aquellos a quienes se les niega la palabra.
La Palabra de Jesús resucitado nos anuncia que Dios no nos defrauda. Que, aunque nosotros lo
olvidemos, El no quita el corazón de su causa.

Están las amigas que, solidarias, acompañan


Querer profundamente a alguien del mismo sexo ayuda a ubicar el cariño que crece hacia el compañero
del otro sexo. Estos cariños, estas fidelidades, estas complicidades son necesarias. Son memoria del proceso
de la acción de Dios en nuestra gracia y en nuestro pecado; son vínculo tangible con el cuerpo de la
Congregación, son mediación histórica de la ternura comprensiva, de la cercanía comprometida, de la
fidelidad gratuita, de la confianza creyente de Dios hacia nosotras.
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Con las amigas del corazón compartimos las cosas que el Padre nos va revelando, lo que El sigue
hablando en nosotros tanto en los tiempos de transparencia y de confusión, como en los tiempos de tregua
y de combate. Ellas están en nuestra soledad habitada.
Es bueno dejar salir nuestros afectos, desordenados u ordenados, con alguien que sabemos nos conoce,
nos quiere y no nos condena, con alguien que sabe del amor y del dolor, que no se asusta con nuestras
torpezas y fantasías, con alguien con quien, agradecidamente, sabemos que contamos siempre para reír y
llorar juntas, para orar y celebrar, para buscar y encontrar, para caminar y rectificar.
Tal vez, algún día, seamos para otros lo que las amigas son para nosotras: habitantes de nuestra soledad.
Nuestra soledad puede estar habitada por nuestra causa en Su Causa
En la calle, en el metro, en la fábrica y en la oficina vemos con frecuencia rostros de mujeres indígenas,
campesinas, obreras, viudas, madres solteras, etc., rostros de mujeres que han sido golpeadas, humilladas
y negadas en sus derechos y en su dignidad. Todos los días escuchamos el drama de la muchacha violada,
de la mujer prostituida, de la madre abandonada. Y sentimos que nuestras entrañas se conmueven, que no
se acaban de acostumbrar al sufrimiento, que no pueden permanecer indiferentes ante tanta injusticia y ante
tanto dolor. Y nos sentimos indignadas y buscamos qué hacer para que esta situación se acabe.
Nos hacemos preguntas, nos cuestionamos a nosotras mismas, recuperamos nuestras historias,
contemplamos nuestras vidas y nos sabemos identificadas en una misma causa.
Recorremos la historia y los continentes, miramos el pasado y el presente y escuchamos que dicen: es
natural, Dios así lo quiere.
Sin embargo, con el paso del tiempo vamos creyendo con una fe cierta que eso es mentira, que nuestra
causa es Su Causa y que, como El, amamos la vida, la nutrimos y protegemos, la defendemos y la luchamos
dispuestas a dar la vida para que otros(as) vivan.
El celibato libremente elegido para dedicarnos en forma totalizante a trabajar por la causa de Dios
adquiere, desde nuestra causa, un sentido profético plenificante y liberador. Sentido que, finalmente, habita
nuestra soledad como acto de solidaridad, de protesta, de inclusividad y de libertad.

El celibato como acto de solidaridad


Ante el sufrimiento impuesto a muchas mujeres a causa de nuestro sexo, ante tanta humillación y tanto
dolor provocados por la utilización y la violación de sus cuerpos, la opción por el celibato cristiano nos
hermana y nos solidariza a través de otro sufrimiento: el que trae consigo la entrega del amor exclusivo de
un hombre y de la fusión de los cuerpos. Esta solidaridad nos capacita para buscar nuevas formas de
relación entre los sexos.

El celibato como acto de protesta


En el seno de un mundo genitalizado que ha hecho de la mujer una mercancía para lucirse, usarse y
desecharse; en medio del bombardeo de los medios de comunicación y, desoyendo las presiones del
ambiente y de la sociedad, la opción cristiana por el celibato, es un acto de protesta que busca anunciar que
la esencia del amor y del valor de las mujeres no reside ni en sus figuras ni en el placer que producen.

El celibato como acto de inclusividad


En un mundo que defiende la propiedad privada y exclusiva a costa de muchas vidas; en medio de un
sistema de relaciones en las que los hombres se afirman en el poder apropiándose de las mujeres, de sus
opciones y decisiones; a pesar de tantos mecanismos de relación que fomentan la competencia, la
exclusividad y la exclusión; por encima del aprendizaje hecho de totalizar exclusivamente la experiencia
afectivo-sexual, el celibato quiere ser un signo de la inclusividad que se vivir bajo el Reinado de Dios,
inclusividad semejante a la comunión trinitaria de las personas diferentes en la igualdad, inclusividad que
totaliza la vida en seguimiento de Jesús y que relativiza el celibato en función del Proyecto de Dios.

El celibato como acto de libertad


En oposición a leyes, mitos y tabúes que, en nombre de Dios, han esclavizado y oprimido a las mujeres;
a pesar de los siglos enteros en los que se las ha silenciado y excluido; frente a formas capitalistas de
relación y de producción que las manipulan y las deshumanizan; en oposición al aprendizaje de vivir en
función de las expectativas e intereses de los demás, el celibato cristiano es un signo y un camino hacia la
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libertad de las hijas de Dios. Libertad para pensar, proponer, opinar y crear; libertad para elegir y decidir;
libertad para amar y para luchar en favor de la vida que ama Dios; libertad para ser iglesia en comunión.
El celibato, así vivido y así creído, habita nuestra soledad. Nosotras, habitadas, habitamos el mundo,
nuestra sociedad, nuestra iglesia y nuestra congregación religiosa. Sólo habitándolos y desde dentro, siendo
comunidad, las mujeres podemos colaborar en la transformación de la realidad en la dirección del querer
de Dios.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿la indignación? ¿la compasión? ¿la duda? ¿la crisis? ¿la
ruptura? ¿la rabia? ¿la rebeldía? ¿el miedo? ¿el amor? ¿la confusión? ¿el combate? ¿la soledad? En todo
esto salimos vencedoras gracias al que nos amó. Pues estamos seguras de que ni los mitos, ni las tradiciones,
ni la dominación de los hombres, ni la violencia activa o pasiva, ni el deseo sexual, ni la burla, ni el rechazo,
ni los ídolos, ni el error, ni la torpeza, ni el abandono, ni la muerte podrán separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús. (Cfr Rm 8,35ss).

REFLEXIÓN GRUPAL:
1. ¿En qué te ha tocado y enriquecido el artículo?
2. ¿Qué experiencias tienes que confirmen o cuestionen la reflexión de este trabajo?
3. ¿Estás de acuerdo con los caminos de futuro que aparecen a lo largo del artículo?
4. ¿Qué aspectos de la persona de Jesús en relación con las mujeres, te parecen importantes para la
espiritualidad de las mujeres hoy?
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Y DIOS ME HIZO MUJER
de pelo largo,
ojos
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas,
y me cavó por dentro
me hizo taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me injertó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños
el instinto
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos,
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
todas las mañanas
y bendigo mi sexo

Gioconda Belli
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REFLEXIONES SOBRE LA SEXUALIDAD HUMANA Y
EL CELIBATO CRISTIANO

Georgina Zubiría Maqueo, rscj

La opción por el celibato cristiano es una opción siempre renovable en el dinámico


proceso de las relaciones humanas. Desde esta certeza y convencida creyentemente de que es
posible y necesario ir creando nuevas relaciones con nosotras mismas, entre nosotras y entre
los sexos, ofrezco estas notas sobre la sexualidad humana y sobre algunos retos y posibilidades
que veo nos presenta la vivencia cotidiana del celibato.
Ciertamente no ha sido fácil abordar el tema porque, además de sentir limitado el lenguaje
verbal, nuestra realidad sexuada es polivalente ya que encierra la máxima posibilidad de amar y
de crear y, a la vez, la máxima posibilidad de odiar y destruir.
Hay, pues, ideas que me parecen incompletas, parciales y en ocasiones ambiguas. Creo,
sin embargo, que es necesario hablar y compartir a partir de lo que vamos viviendo y de lo que
con otros y otras compañeras(os) de camino vamos reflexionando sobre esta realidad.
Que estas reflexiones iniciales sirvan para seguir suscitando nuevas ideas y nuevas
relaciones en función de aquello que creemos, de aquello que queremos, de aquello que
soñamos.

HERENCIA CULTURAL Y SEXUALIDAD HUMANA

Necesitamos hablar
Más allá de los cursos de anatomía, biología y sexología que nos ayudan a conocer
nuestro cuerpo, sus funciones y sus reacciones, vamos reconociendo con mayor transparencia
la necesidad que tenemos de compartir nuestra propia experiencia de la sexualidad, nuestra
vivencia como seres humanos sexuados.
En general, cuando hablamos de experiencias profundas (íntimas) que han marcado
nuestra vida personal, pedimos a quien nos escucha una actitud de verdadero respeto, de
acogida y discreción. A pesar de que estas experiencias están indudablemente teñidas por
nuestro ser sexuado, hablar directamente de experiencias sexuales personales resulta mucho
más difícil por el tabú que las envuelve. Cuando las compartimos, lo hacemos con la amiga(o)
más "íntima", con aquélla a quien hemos decidido darle entrada a nuestro rincón más profundo
y de quien esperamos no sólo acogida sino comprensión y fidelidad.
Sabemos que la sexualidad es una realidad común al género humano pero no estamos
habituadas a hablar de ella seria y profundamente, antes al contrario, sentimos miedo, temor,
culpa, angustia, vergüenza y callamos el grito o el susurro, el canto o el lamento, el gozo o el
dolor que llevamos dentro.
Desde muy pequeñas aprendemos, inconsciente pero muy lúcidamente, que el área de
la sexualidad es un área prohibida y sucia, que se localiza en nuestros genitales y que éstos son
el lugar de nuestro cuerpo donde reside el pecado. Si los tocamos, nos pegan; si preguntamos,
nos callan; si confesamos, nos preguntan y condenan; si jugamos los juegos de inocente
curiosidad infantil, nos culpan; si nos hostigan, nos regañan; si nos violan, nos acusan... Rara
vez encontramos alternativa, comprensión o explicación que nos ayude a amar esta fuente
fecunda, este manantial humano de vida y de amor muy plenos.
Así nos enseñan a callar y a desconocer el poder que nuestro silencio da a otros -incluso
al padre o a los hermanos (as)- para jugar con nuestros cuerpos profanándolos y violándolos,
dejando en ellos heridas difíciles de sanar y sentimientos de culpabilidad y autodesprecio.
Nuestro silencio asegura a otros en el poder y nos mantiene muy vulnerables a sus formas de
control y de violencia.
Sin embargo, también aprendemos a no callar, a hablar como nos han mostrado que se
puede hablar: desvirtuando, envileciendo y rebajando lo que de divino hay en nuestra realidad
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sexuada; deshumanizándola a través de chistes, albures, dobles sentidos, revistas
pornográficas, canciones erotizadas. Aprendemos a abordarla en forma indirecta e impersonal
como si en nada nos afectara. Lo real es que sí nos afecta.
En el seno de una amistad profunda, fiel, comprensiva y compasiva, acabamos
compartiendo el misterio inmanente y desbordante de nuestra experiencia sexuada.
No podemos, no debemos negar, bloquear, silenciar nuestras búsquedas y nuestros
hallazgos, nuestras experiencias y nuestros deseos, nuestras preguntas y nuestras respuestas
sobre la sexualidad humana porque, sencillamente, está como una realidad que tiñe los afectos
que impulsan o paralizan nuestras opciones, nuestras prácticas, nuestra búsqueda de felicidad.
Es necesario abordar el tema de la sexualidad ya que es una realidad profundamente
humana que, aunque silenciada, es vivida, sentida y muchas veces sufrida, necesitada de
liberación y transformación.

Nuestro cuerpo
Somos una unidad
Nuestro cuerpo es el único recinto del que somos -o estamos llamadas/os a ser-
dueñas/os. Es un cuerpo habitado por mil posibilidades y promesas, es la expresión de nuestra
persona, es el medio privilegiado de comunicación y de relación con todo, con todos y todas las
que nos rodean. Nuestro cuerpo es bello y muy bueno, es amable y creador; merece ser
contemplado, acariciado y amado pues es imagen de Dios.
Constatamos, sin embargo, que hemos aprendido a hacer del cuerpo nuestro enemigo y
de nuestra conciencia (deformada) su verdugo más temible. Por eso lo silenciamos negando su
lenguaje, desconociéndolo y atemorizándonos ante lo que él expresa o pueda expresar.
Nos hemos aprehendido divididas por una herida que aún sangra y que nuestro cuerpo
se resiste a aceptar. No somos materia mala y espíritu bueno sino que nuestro espíritu bueno se
expresa a través de nuestro cuerpo también bueno. No somos cabeza que piensa y carne que
siente, somos una unidad, personas totales, pensantes y sentientes. No somos corazón puro y
genitales impuros, antes bien, del corazón humano, de nuestra más profunda intimidad, nace lo
bueno o lo malo y nuestro cuerpo-espíritu-uno puede actuar lo mejor o lo peor, lo justo o lo injusto.
Nuestra sexualidad no es mala en sí misma, no es una realidad sucia donde reside el
pecado; tampoco es una dimensión que se localiza y expresa solamente a través de los genitales.
Toda entera, cada una, somos personas sexuadas y , como tales, nos expresamos en todas
nuestras acciones y decisiones.

El lenguaje de nuestro cuerpo


Nuestro cuerpo sexuado tiene su propio lenguaje. Expresa sus deseos (que son los
nuestros) y sus carencias; sus gozos y sus sufrimientos, sus necesidades y sus posibilidades.
Con nuestro cuerpo expresamos la ira o la alegría, la opresión o la liberación, la agresividad o el
amor. Con nuestro cuerpo sentimos el lenguaje de los otros cuerpos, su acogida o su rechazo,
su cercanía o su distancia, su amistad o su hostilidad. Por nuestro cuerpo nos incorporamos al
mundo, a la naturaleza, a la sociedad y, en él, conocemos su equilibrio o su ruptura, su
explotación o su justicia, su marginación o su inclusión.
En nuestros propios cuerpos de mujer descubrimos los ciclos y los ritmos, los tiempos y
los espacios, los encuentros y los desencuentros, los sonidos y los silencios. En nuestros cuerpos
conocemos la pausa y el movimiento, la humedad y la sequedad, el vacío y la plenitud, la guerra
y la paz, la vida y la muerte, lo finito y lo infinito, lo amable, lo amado, el amor.
En nuestros propios cuerpos de hombre descubrimos….
Nos permitimos sentir y entender el lenguaje de nuestro cuerpo o lo mantenemos
olvidado, reprimido, castigado? No nos está prohibido sentir con nuestra piel, sentir en nuestro
cuerpo y en las fibras todas de nuestro ser.

El placer es bueno, es santo y divino, es creador.


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Pocas veces reconocemos, gozamos y agradecemos aquello que nos causa placer: pisar
descalzas/os las hojas secas en el otoño, tirarnos en el pasto para darnos un baño de aire y de
sol, beber una cerveza helada en compañía de quienes queremos, dejar que el agua corra por
los surcos de nuestro cuerpo, leer un libro agradable, cantar nuestra música interior, compartir
con el hermano sus penas y sus alegrías, celebrar nuestro caminar como pueblo de Dios,
compartir con los pobres el pan y la vida, la mesa y la alegría, buscar en Dios su rostro de mujer,
llevar buenas noticias...
Cada una sabemos qué situaciones, experiencias, relaciones y acontecimientos nos
causan placer y dinamizan nuestro impulso creador.
Dar un abrazo y recibir una caricia también produce placer. Un placer que nuestro cuerpo
siente y nuestro espíritu agradece, un placer que es santo y divino, que es creador.
Desgraciadamente no es raro reconocer que somos poco libres para aceptar esta verdad,
para dar y recibir un abrazo, para agradecerlo. Y lo necesitamos. Todas y todos necesitamos
caricias. Nuestro mundo necesita ser acariciado. Nuestros cuerpos están habitados por esa
posibilidad y por esa riqueza. La ternura oculta, reprimida y, a veces, temida, necesita ser
liberada y expresarse. Necesitamos abrazar y ser abrazadas (os) para activar el amor que, en
potencia, reside en nuestros cuerpos, para liberar de cadenas la ternura que llevamos dentro.
Podemos aprender a acariciar, acariciando, arriesgando, dando y recibiendo. Sin retener,
sin apropiarnos, sin buscar poseer sino sólo amando. Envolviendo y absolviendo, amando en
libertad para en libertad pregonarlo.

Aprendizajes equivocados.
Desde pequeñas/os -y como fruto de una cultura pre-establecida- aprendemos a ser de
una determinada manera, a hacer lo que otros esperan que hagamos y a pensar (o a no pensar)
de acuerdo a los intereses de quienes son más fuertes.
En edades muy tempranas se nos enseña a vivir en función de otras personas: sea
cuidando a los hermanos pequeños o jugando a las muñecas. Conforme va pasando el tiempo
aprendemos a embellecernos, a cuidar nuestros cuerpos para gustar a otros, a coquetear y a
sentirnos felices cuando nos miran y nos dicen piropos. En la adolescencia aprendemos a soñar
con nuestro príncipe azul y con los hijos que procrearemos. Para ser halladas por él, nos
ponemos adornos y nos pintamos los ojos. Medio en sueños, medio en realidad, vamos
descubriendo que sólo nos encontrará si nos vamos haciendo como "cenicientas": bellas y
hacendosas, dóciles y sumisas, capaces de sufrir calladamente desprecios e imposiciones y de
esperar con paciencia a que llegue la recompensa. Así empiezan a germinar entre nosotras los
celos, la competencia y la rivalidad por el hombre de nuestras fantasías.
Jugamos el juego de sentirnos "la mujer más bella". Nos sabemos observadas y
"valoradas", a un paso de ser elegidas por aquél que llenará de sentido nuestras vidas; a punto
de alcanzar la felicidad de tener un esposo, un hogar y unos hijos que darán razón a nuestro
existir. Sabemos que de no lograrlo, seríamos señaladas como frustradas, amargadas,
solteronas, egoístas, fracasadas. Lo real es que, detrás de este juego, muchas veces lo que
descubrimos es una mujer devaluada e insegura.
Cuando llegamos a la juventud ya hemos aprendido que la vida afectiva y la relación
senso-maternal debe totalizar nuestras vidas, que debemos priorizar el desarrollo de nuestra
sensibilidad y el despertar de nuestro "instinto" maternal. El matrimonio y la maternidad aparecen
como nuestra alternativa de realización. De aquí que vamos aprendiendo a reaccionar -ante
diferentes problemáticas- con mucha sensibilidad y poca reflexión, cerrando nuestro
entendimiento y encerrando nuestros pensamientos en uno que lo abarca todo.
Con el fin de alcanzar la meta que la sociedad nos impone y de realizar el proyecto de
vida que se nos asigna por nuestra biología (y que nosotras aceptamos como lo normal)
luchamos con astucia y suspicacia entre nosotras, lloramos y a veces hacemos berrinches,
agredimos y criticamos a quienes obstaculizan el logro del objetivo.
De esta manera, nuestra vida toda acaba por depender del hombre, de los hijos y del
hogar. Nuestros afanes son todos por ellos, nuestras ilusiones y esperanzas están puestas en
ellos, nuestras alegrías y nuestros sufrimientos sólo de ellos pueden venir.
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Desgraciadamente no son pocas las mujeres que muy pronto sufren el desencanto de saberse no-
personas por haber sido utilizadas y violadas en sus cuerpos y en su dignidad. No son pocas las mujeres
que descubren que el universo patriarcal nos ha convertido en una mercancía muy barata que se alcanza
con unos cuantos piropos y que se luce para ser mirada. No son pocas las mujeres que, por experiencia, han
ido tomando conciencia de que se nos trata como objetos para usarse hasta el abuso. No son pocas las
mujeres que, en el sufrimiento vivido, han comprendido que es un pequeño agujerito de nuestro cuerpo la
causa de tanto mal, la muerte disfrazada de vida, el dolor que a otros causa placer, el egoísmo encubierto
de amor, la desesperanza y el sinsentido revestidos de sueños y de promesas.
La cultura y las relaciones entre hombre y mujer, aprendidas de generación en
generación, han hecho de nuestro cuerpo y de nuestro sexo una fuente permanente de
humillación, opresión y sufrimiento para nosotras mujeres, y una fuente permanente de poder y
dominación para un número significativo de hombres que necesitan sentirse muy machos.
Desde temprana edad se nos enseña …

Culpables o víctimas
Hay hombres que dicen que las mujeres somos culpables de nuestra situación. Hay
mujeres que creen que ellos son los responsables. Rara vez nos reconocemos ambos, hombres
y mujeres, víctimas de un sistema de relación que, por ser el más antiguo, creemos es normal y
natural.
Nosotras evidentemente somos víctimas. Ellos de alguna manera también lo son.
Nosotras aprendemos a desconocernos afectivizando y totalizando la relación con el varón
mientras que ellos aprenden a genitalizar y a relativizar la relación con la mujer.
Por herencia cultural muchos hombres aprenden a medir el valor de la mujer en función
de su propio placer donde, creen, radica su masculinidad. La negación de los afectos, la
represión de los sentimientos y la genitalización de la ternura constituyen una seria mutilación
que a todos y a todas nos afecta.

Desde muy chicos les enseñan que la mujer es para mirarse y gozarse con ella. Aprenden
a mirar piernas, pechos, caderas y rostros; conocen albures y dicen piropos. La relación con ella
es como con un objeto.
Por otra parte, si ellos lloran, les dicen "maricas" pues tienen que aprender a ser muy
machos y si muestran ternura, si son atentos y detallistas con otros hombres, los señalan como
"afeminados" y encargan a alguien que los lleve a casas de prostitución para curarlos.
Aunque aprenden a reaccionar genitalmente, su experiencia y su práctica sexual es
destotalizante. La genitalidad abarca un amplio espacio dentro de sus campos de interés pero la
relación sexual o la mujer con la que se tuvo dicha relación es un momento más o una mujer más
dentro de su trayectoria. No es de hombres gastar el tiempo en "sentimentalismos" o
"afectividades"; en cambio, es signo de virilidad aludir frecuente y albureramente a las formas y
a las mujeres que producen placer genital. Este es abarcante y el sexo obsesivo pero la mujer y
la relación sexual con alguna es una experiencia puntual que muy rara vez afecta la totalidad de
sus vidas.
El universo patriarcal, por su parte, no sólo justifica esta forma de relación sino que la
admite como algo normal y hasta necesario para el hombre aunque esté totalmente privada de
amor, de ternura y de fidelidad. Sólo cuando se descubren tendencias o prácticas homosexuales
se les condena, rechazándolos y marginándolos del grupo de los "hombres".
A las mujeres desde pequeñas se les dice que los hombres…

Georgina Zubiría Maqueo, rscj


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SEXUALIDAD Y CELIBATO CRISTIANOS


La herencia cultural y las nuevas relaciones
Hoy por hoy, al optar por la vida religiosa y/o por el sacerdocio, optamos también por vivir
el celibato cristiano sin medir la profundidad de sus implicaciones. Además, durante las etapas
de formación inicial, sobre todo las primeras, no manejamos suficientemente la milenaria y
pesada carga cultural de la que hemos hablado.
El trabajo pastoral, el estudio compartido, las nuevas formas de vida religiosa y las
búsquedas conjuntas favorecen la convivencia con compañeros, célibes o casados, del otro
sexo. En la relación cotidiana con ellos vamos descubriendo la capacidad del corazón humano
para crear nuevas relaciones y nuevas realidades. En el seno de estas relaciones vamos siendo
y nos vamos realizando como personas.
Generalmente estas relaciones desencadenan en nosotras un proceso de mayor
conciencia de nuestra feminidad y contribuyen en el desarrollo de potencialidades que la cultura
ha calificado como masculinas y que, sin embargo, también nos constituyen por ser humanas.
Este proceso vivido y discernido en verdad y con valentía puede ser profundamente humanizante
y liberador.
En medio de aciertos y desconciertos vamos percibiendo la igualdad que existe entre los
sexos y las distinciones que definen nuestra individualidad no sólo ante los hombres sino también
ante otras mujeres. Procesualmente vamos reconociendo y acogiendo la originalidad de cada
ser humano, único e irrepetible.
En el dinamismo relacional vamos discerniendo, agradecidas, la especificidad de nuestro
aporte y vamos rompiendo, progresiva y a veces dolorosamente, los mecanismos de
competencia que se juegan entre nosotras.
En el trato frecuente con compañeros(as) del otro sexo, nos vamos haciendo conscientes
de la herencia cultural que nos condiciona.
Comprendemos, ambos, las torpezas que aparecen cuando intentamos relacionarnos:
ellos comienzan, generalmente, con algún piropo porque no saben que es posible abordarnos
de otra manera; nosotras, en cambio, agradecemos ser miradas y tomadas en cuenta y nos
emocionamos.
Miramos y escuchamos cómo ellos viven resolviendo -o intentando resolver-
problemáticas objetivas, tangibles y visibles, mientras que nosotras nos inclinamos a atender
situaciones subjetivas, percibidas, intuidas, sentidas. Les escuchamos hablar de estadísticas y
de política, de la organización social y de la lucha revolucionaria; les miramos elaborar profundos
razonamientos lógicos y filosóficos dando grandes rodeos teóricos. Ellos, por su parte, nos
escuchan hablar del problema práctico e inmediato, de la urgencia vital, de lo escondido e
importante. Desde nuestra lógica miramos y hablamos de las personas, los grupos y sus
procesos, de la alegría o del sufrimiento que los acompañan, de los símbolos de vida o de muerte
que los expresan. Ellos nos miran intuir y sentir el momento de los sujetos y descubrir sus
entrañas y sus afectos.
En la relación más personalizante que se da entre los que hemos optado por el celibato,
hombres y mujeres, aparece con frecuencia la confusión (al menos en la etapa inicial de la
relación). En ellos parece entrecruzarse la ternura y la genitalidad, el afecto y la protección
paternalista; en nosotras tienden a entrecruzarse la ternura y la dependencia, el afecto sensible
y el enamoramiento.
No es difícil que en estas relaciones aparezcan ciertas ambigüedades presentes en las
formas convencionales de acompañamiento espiritual. Por tradición, la mujer, y particularmente
la mujer religiosa, debe buscar y dejarse dirigir espiritualmente por un hombre célibe. De esta
forma perpetúa inconscientemente las formas patriarcales de relación.
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En una relación así, es normal que al compartir el camino espiritual hablemos de nuestra
interioridad y descendamos al nivel de los afectos. Es normal, también, que el compartir la
intimidad aproxime. Lo que ya no resulta normal es que el compartir o el dar cuenta sea unilateral
pues esto, a la larga, genera un dinamismo relacional de subordinación práctica y dependencia
afectiva. Haciendo del religioso o del sacerdote un tutor con derecho a decidir sobre nuestras
vidas, aceptamos ser tratadas como menores de edad y asumir, como propios, lo que son sus
parámetros de conducta, discernimiento y confrontación. Esta forma de relación, por ser la
aprendida, tiende a reproducirse entre superioras y súbditas, entre religiosas y laicos(as).
No puede ser normal que sólo en los pequeños -entre ellos la mujer dirigida
espiritualmente- el célibe encuentre un cauce justificado para su ternura y compasión. Es válido
-y no sólo sinónimo de homosexualidad- que él exprese su ternura y sus afectos a sus hermanos
varones, célibes o casados.
Lo anormal de la unilateralidad que marca esta forma de relación se evidencia en los
procesos que genera y que ya no podemos enfrentar ingenuamente.
Es común que estos procesos empiecen con pequeños detalles que estamos
acostumbradas a vivir como "normales". Ellos se acercan a nosotras con un piropo inofensivo,
aparentemente, pues a nosotras nos significa su interés y atracción y a ellos los afirma en la
posibilidad de tratarnos como objetos que se están luciendo para llamar su atención; ellos
pretenden que seamos nosotras las que nos adaptemos a sus tiempos y nos desplacemos a sus
espacios aún en horas arriesgadas porque tienen su agenda saturada; ambos justificamos con
motivos religiosos caricias y abrazos que en ocasiones logran inquietarnos.
Cada una y cada uno podemos ir enumerando una serie de detalles ambiguos que es
posible ir discerniendo en la medida de nuestra honestidad ante la opción por seguir a Jesús y
de la comprensión-práctica que tengamos de ella.
A veces, lo que nos falta es claridad en nuestra opción totalizante, o una elemental
coherencia con nuestro proyecto de vida. Otras veces nos envuelve la ignorancia o la ingenuidad,
desconocemos el mundo simbólico de los compañeros del otro sexo y el alcance que
personalmente dan a expresiones de cariño que miramos como inofensivas. Otras veces más es
la torpeza la que genera confusión, torpeza que nace de traumas y heridas no conscientes, de
miedos personales o colectivos, de fantasmas o fantasías heredados.
Hay casos en los que la dirección espiritual encubre afectos desordenados tales como
afirmaciones de poder, dependencias afectivas o enamoramientos. Hay casos en los que debido
al proceso de comunicación recíproca se llegan a reconocer algunos rasgos de enamoramiento
y, entonces, alguno de los dos -para asegurar la distancia- provoca rupturas que en el otro dejan
heridas profundas. Hay también otros casos en los que no sólo no se ha podido sostener ni la
unilateralidad relacional ni la reciprocidad absolvente sino que se ha llegado a establecer una
relación de pareja, fruto de la fuerza de atracción de nuestra realidad sexuada y de la compleja
e incondenable tensión que vivimos entre la fragilidad y el poder del amor humano; sin embargo,
en estos casos produce indignación la realidad de algunas mujeres que tienen que vivir
silenciadas, marginadas y ocultadas debajo de una sotana.
No podemos seguir adelante sin antes decir que en ocasiones somos nosotras, mujeres,
las que provocamos estos procesos. Buscando compasión, perdón, seguridad y afecto,
despertamos en ellos tendencias paternales que los afirman en una posición de superioridad; les
hacemos sentir necesarios e importantes para superar nuestras crisis y nuestras heridas; les
damos y les pedimos caricias envolventes y abrazos posesivos hasta jugar, juntos, el juego de
un amor fracturado. Juego que responde a un deseo de enamoramiento encubierto y que da
cauce a su ternura y a nuestra fantasía desde la que nos vamos sintiendo "liberadas" de mitos,
traumas y tabúes para ser como ellos nos quieren y asumir como nuestros sus intereses,
problemas e inquietudes. Buscando valoración, reconocimiento y amor, acabamos todos, ellos y
nosotras, con un mayor dolor. Este dolor paraliza o retarda el proceso de búsqueda de nuevas
relaciones y nuevas realidades libres de angustia, turbación o miedo.
Convivir en condiciones de igualdad es, pues, indispensable para ir creando nuevas
relaciones entre los sexos. En este sentido, para nosotras es fuente de alegría creer en la mujer
que vamos siendo y es causa de crecimiento ser tratadas como adultas, capaces de pensar,
sentir y decidir sobre nuestras vidas y sobre la historia que juntos debemos ir forjando. Para los
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varones es fuente de alegría ser hermanos y no machos y es causa de crecimiento ser tratados
como iguales, escuchar nuestra palabra estando dispuestos a modificar la suya, a admirarse y a
dejarse interpelar por nuestra manera de comprender la vida, el mundo, al ser humano.
Estos descubrimientos y estos crecimientos sólo son posibles en la interacción y en la
mutua relación. Interacción y mutua relación que nos llevarán a reconocer agradecidas las
expresiones de nuestros cuerpos y de nuestras personas y a admirarnos tanto ante el enorme
potencial que encierra nuestra sexualidad como ante la original e inevitable atracción que
vivimos entre los sexos.

El celibato y la atracción entre los sexos.


La atracción entre los sexos es una tendencia humana y natural querida y bendecida por
Dios. Hemos sido creados para vivir el amor y, en concreto, el amor de pareja que halla una de
sus expresiones máximas en la fusión de los cuerpos.
No es raro que habiendo optado por la vida religiosa aparezca esta tendencia. Antes al
contrario, es signo de nuestra normalidad, de nuestra semejanza original y permanente con el
ser humano, varón y mujer, creado a imagen de Dios. Pertenecemos y seguiremos perteneciendo
al género humano. Gracias a esta pertenencia, sentimos, soñamos, pensamos, trabajamos,
transformamos, creamos, amamos...
Importa creer que nuestra humanidad sexuada es una realidad muy buena. Así no nos
asustaremos al percibir sus pulsiones ni nos angustiaremos al reconocer sus tendencias. Las
amaremos sufriéndolas y las ofreceremos recreándolas con lucidez y libertad cristianas. De lo
contrario, si miramos estas realidades como malas, corren el riesgo de volverse obsesivas y
esclavizantes y de hacer de nuestra contingencia, una contingencia culpable.
No es pecado amar a un hombre ni creer que es posible construir, juntos, nuevas
realidades. No es pecado permitirnos sentir y gozar el placer de estar con él, de dar y recibir una
palabra de aliento, una caricia, un abrazo.
A veces, por nuestra condición de célibes pensamos que nos está prohibido sentir con
nuestra piel y tocar con nuestras manos. Es verdad que siempre son realidades ambivalentes y
situaciones arriesgadas porque nuestra falibilidad y nuestra contingencia nos acompañan hasta
la muerte donde encuentran su culminación, pero son especialmente arriesgadas cuando hemos
reconocido vacíos afectivos de infancia, deseos camuflados de enamoramiento o baches y
fisuras en la opción por vivir en seguimiento de Jesús.
Sin embargo, debemos creer con nuestra cabeza, con nuestro corazón y con nuestro
cuerpo que, como célibes, nada está prohibido. Comprender y vivir el celibato como prohibición
enferma nuestra mentalidad, aprisiona el corazón y mutila nuestros cuerpos generando
ansiedad, confusión y hasta culpabilidad.
En los célibes, tanto en los varones como en las mujeres, hay grandes reservas de
genitalidad que no deben traducirse en agresividad o en neurosis contrarias al proyecto creador
del Dios-Amante.
Optar por vivir como célibes en seguimiento de Jesús no es ni ha sido lo "normal", por lo
tanto, hay que discernir y renovar en la situación concreta de cada día el sentido de la
"anormalidad" de nuestra vida.

Nuevos aprendizajes
En lo cotidiano de la relación con compañeros del otro sexo podemos ir descubriendo los
ciclos y los ritmos de nuestro cuerpo, los juegos que nos juega nuestra fantasía y nuestro modo
concreto de relación con ellos.

Los ciclos y los ritmos de nuestro cuerpo.


¿Para qué negar que hay tiempos en que nuestra carne grita que necesita un amante?
Así como nuestro organismo reacciona ante un rico platillo abriendo o aumentando el apetito, así
también reacciona nuestro cuerpo ante el estímulo de un hombre que nos gusta.
Hay que acoger con serenidad y hasta con gratitud -porque estamos vivas-, el lenguaje
recurrente de nuestro cuerpo que desea un beso, una caricia, un abrazo fusionante.
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Aunque no demos al cuerpo lo que pide, no es vergonzoso reconocer que pide, al
contrario, acoger su verdad es amarlo, primer paso para reconocer el valor de nuestra entrega y
para apreciar el profundo significado de la causa mayor por la que se entrega.
Ciertamente, hay momentos de mayor conciencia y de mayor resistencia a renovar la
ofrenda. Pero, también hay momentos en que la causa toma mayor peso y disminuye la
conciencia de toda la renuncia que el celibato encierra.
Más allá de los ciclos y los ritmos, las pulsiones existen. El impulso duerme y despierta;
en ocasiones nos asalta sin previo aviso. Un libro, una película, una escena real llena de
sensualidad y/o genitalidad, una caricia o un abrazo, pueden señalar su hora. Si llega, acogerla
con gratitud porque nos recuerda nuestra pertenencia al común de los mortales; si la
provocamos, la buscamos o la adelantamos, entonces podemos preguntarnos, ¿qué nos pasa?
No hay que olvidar que esta área se encuentra ocupada por traumas y por heridas que
tienen que ser sanadas, por bloqueos que hay que liberar, por culpas que hay que perdonar. Por
eso, siempre es bueno hablar y descubrir que no somos ni únicas ni raras. Compartir siempre
aliviana la carga. El pudor que nos frena, aunado a la búsqueda de liberación, puede llevarnos a
cometer errores, a derrumbar mitos y tradiciones sin pensar que, una vez más, es posible quedar
atrapadas.

Los juegos que nos juega la fantasía


Desde la infancia las mujeres aprendemos a soñar despiertas en aquello que nos está
permitido soñar: nuestro príncipe azul, nuestros bebés, nuestro "hogar, dulce hogar", y en mil
cosas más que, creemos, traen consigo la felicidad. Y jugamos a la escuelita, a ser mamás, a la
comidita, a las enfermeras... siempre en función de los demás. Vivimos como real lo que nuestra
fantasía crea y buscamos cómo poner en práctica lo que del sueño va naciendo. No es malo
soñar, no es malo imaginar relaciones nuevas e irlas haciendo realidad, el problema es que hasta
nuestra fantasía está condicionada por nuestro entorno y por nuestra cultura.
Conforme vamos creciendo, nuestros sueños van cambiando de formas y de color. Todo
lo que por nuestros sentidos entra se va hasta la imaginación y hasta el subconsciente logrando
hacer, de la dimensión afectivo-sexual, una experiencia que totaliza nuestras vidas. Las
fotonovelas, el cine, la televisión, la radio, la propaganda, la escuela, la familia, las amistades,
etc., nos enseñan cómo debemos ser, nos dicen qué debemos hacer y cómo debemos sentir,
nos muestran cómo debemos amar y en qué debemos soñar para ser felices y para realizarnos
como mujeres.
No es una novedad afirmar que nuestro mundo y nuestro ambiente están erotizados. Las
canciones de moda nos dicen que hay que hacer el amor; en el cine nos muestran mil formas de
hacerlo. Las telenovelas nos enseñan cómo rivalizar entre nosotras para conquistar al hombre
de nuestro sueños, la propaganda nos ilustra para no "comernos la torta antes de tiempo" sin
renunciar a las relaciones placenteras; los amigos nos dicen: si no lo haces, eres tonta ¿o, tal
vez, lesbiana?; el novio nos promete el sol, la luna y las estrellas a cambio de pasar un rato que
después él olvida.
Y creemos, y soñamos y respondemos a los estímulos del exterior dejando que otros se
apropien de nuestras vidas, de nuestros cuerpos y hasta de nuestras fantasías.
La opción por vivir el celibato cristiano no borra nuestra historia personal, no elimina
imágenes, sensaciones y prácticas que marcan nuestras vidas, no nos salva de soñar despiertas
en otras relaciones ni busca negar nuestras tendencias humanas. La vida religiosa hoy, ya no
nos protege de los estímulos del ambiente ni nos aísla del mundo en que vivimos. Por eso, no
es extraño que dormidas o despiertas nos asalten sueños erotizados; no es extraño que en
tiempos de crisis pensemos en el hombre de nuestros sueños; no es extraño que en el desierto
y la soledad, en el invierno y la distancia, imaginemos la calidez de otro cuerpo humano a nuestro
lado. No es extraño que en nuestros sueños y pensamientos, en nuestra memoria, en nuestra
imaginación y fantasía aparezca lo que hemos visto, lo que hemos sentido, lo que hemos gustado
y gozado.
Sin embargo, en el trato cotidiano con compañeros del otro sexo, nuestra fantasía puede
engañarnos y nuestra imaginación traicionarnos. Estamos llamadas a vivir formas nuevas de
relación, a ser mujeres plenas de manera diferente a la establecida y, a veces, no nos escapamos
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de pasar por ratos amargos que debemos afrontar con honestidad ante lo que sucede y con amor
hacia nosotras mismas.
Quizá, nuestras carencias afectivas y nuestros traumas infantiles hagan de lo que es un
sencillo compañerismo fraterno, un sueño de amor inolvidable que dejará golpes y frustraciones
al volver a la realidad.
Quizá, un piropo barato o una insinuación machista desencadene fantasmas o miedos
sobre nuestra feminidad y sobre nuestra humanidad sexuada.
Quizá, de un interés humanitario o de una caricia paternal nazca un gran deseo de
enamoramiento encubierto. Quizá, de una conversación confiada, de un secreto revelado, piense
"yo creo que le intereso..."

Nuestro modo concreto de relación con ellos.


La herencia personal, familiar y cultural, los ciclos y los ritmos de nuestro cuerpo y la
fantasía que nos caracteriza son, entre otros, factores que determinan nuestro modo concreto
de relación con ellos. Y es aquí, precisamente en la práctica, donde debemos ser más
verdaderas.
Tenemos el derecho y el deber de elegir lo que queremos hablar, lo que queremos callar,
lo que queremos actuar. No tenemos que hacer lo que otros nos han impuesto, no debemos
creer lo que otros nos han enseñado, no debemos ser como nos han dicho que de verdad
valemos.
No por ser mujeres somos, necesariamente, tontas e ingenuas, coquetas y fáciles,
sensibles y sumisas, delicadas y románticas pero sí podemos engañar y autoengañarnos.
Como mujeres, podemos ayudar a cambiar el mundo, podemos colaborar en la
reordenación de las relaciones en todos los niveles. Podemos ir haciendo de nuestra historia una
historia más conforme al querer de Dios o podemos, también, ayudar a que nuestro mundo se
siga desvirtuando; podemos colaborar en la destrucción de las relaciones, podemos ir haciendo
de nuestra historia una historia de pecado. Ahí está nuestro “poder”.
Podemos decidir ser coquetas para conquistar al compañero; podemos elegir manipular
nuestra soledad y nuestro sufrimiento para provocar su ternura, su compasión, su protección;
podemos optar por seguir el juego del enamoramiento; podemos preferir la mentira, el
autoengaño, la fantasía y desencadenar procesos irreversibles; podemos arrebatar caricias y
abrazos forzados, podemos permitir que nos traten como eternas menores de edad, podemos
decidir hablar de sexo, ofreciéndonos; podemos creer que es necesario el sexo para comprobar
y sellar el amor; podemos permitir que sus ideas pesen en nuestras decisiones y que la imagen
que ellos tienen de nosotras condicione nuestras elecciones.
Somos responsables de pensar, sintiendo, nuestras decisiones; somos responsables de
sentir, pensando, nuestras acciones. Somos capaces de pensar, decidir, sentir y actuar nuevas
formas de relación con compañeros del otro sexo. Debemos acoger agradecidas el poder que
tenemos sobre nuestras vidas y sobre nuestras relaciones, la capacidad que nos ha sido dada
para convertirlas y transformarlas, recrearlas y plenificarlas.

El cariño especial a un hombre en particular


Lo difícil no es amar a un hombre en particular sino reconocer y enfrentar esa realidad.
Es preciso, para eso, desproteger la autoimagen que nos hemos creado, luchar contra el temor
de amar, reconocer humildemente las sensaciones de nuestro cuerpo, y confesar desarmadas
que amamos tiernamente al hombre que es hermano.
El reconocimiento de la verdad es punto de partida para liberar todo el potencial
transformador que encierra una relación como éstas, para pensar desde ella cómo hacer el reino
presente, cómo redimensionar el celibato cristiano, cómo ofrecer lo que supone de entrega,
cómo hacer de nuestra sexualidad una sexualidad creadora y libre.
Entre el punto de partida y la meta final, descubriremos una gran distancia que hay que
recorrer sin precipitarnos, con paciencia benevolente, con confianza creyente, con toda nuestra
humanidad amante.
En el trayecto iremos viviendo distintos momentos y nos iremos planteando cuestiones.
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Hay tiempos de confusión y tiempos de transparencia.
Cuando empezamos a reconocer que sentimos placer al estar con el compañero que
queremos, cuando sentimos que nuestro cuerpo reacciona ante el estímulo de su presencia,
cuando confesamos que él nos importa, aparece la confusión.
Nos preguntamos si es amor o enamoramiento, si es real y mutuo o tan solo es fruto de
una fantasía, de un deseo. A veces nos creamos fantasmas y sentimos miedo. Entonces
corremos el riesgo de totalizar la experiencia cerrando nuestro entendimiento y afectivizando la
situación.
Importa hablar, compartir, expresar lo que estamos viviendo. El otro, la otra, pueden
ayudarnos a objetivar y a relativizar en función de nuestra opción por vivir en seguimiento de
Jesús. Ser transparentes es una gracia que libera y que ayuda a madurar a pesar de que también
tiene sus riesgos.
La transparencia permite valorar lo que de divino puede haber en el amor humano y
admirarnos porque éste nace en el seno de un proceso gratuito de amistad. Compartir con verdad
nos capacita para asumir la complejidad de nuestros impulsos y deseos sexuados y para calibrar
los retos que implica el no dejarnos envolver en una relación de pareja sino seguir amando en
una relación pareja y recíproca.
Expresar lo real derriba los fantasmas y crece nuestra conciencia de los peligros, de la
torpeza para expresar el cariño, de nuestra contingencia falible, de los condicionamientos de
nuestra cultura, de los límites y las posibilidades del celibato cristiano.
Ser transparentes con nosotras mismas deja la convicción cierta de que todo es muy
bueno: nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, el amor humano. Importa buscar cómo manifestar lo
que de santo hay en él pues escasea tanto en nuestro mundo que, cuando existe, habría que
anunciarlo, celebrarlo y agradecerlo; sin embargo, los prejuicios propios y los ajenos nos invitan
a ocultarlo y silenciarlo. Es difícil mantener la libertad para comunicar lo que vivimos ya que
también buscamos cuidar esta realidad sagrada de todo lo que pueda deshumanizarla y
condenarla.

Hay tiempos de combate y tiempos de gozar la tregua.


Nuestro ser sexuado no nos abandona nunca, por tanto es normal que cuando se
manifiesta, nuestros deseos se dirijan al hombre que amamos. No podemos negar nuestras
pulsiones, no debemos reprimir nuestras pasiones pero sí podemos adueñarnos de ellas y
transformarlas.
El proceso de apropiación y transformación no se escapa de pasar por un duro combate.
En nuestro más profundo yo se encuentran, aguerridas, la opción y la atracción. Y es que cuesta
renunciar a la plenitud fusionante con que se expresa el amor humano, santo y divino. Es
entonces cuando pesan las opiniones y las certezas de otros: "La fusión de los cuerpos, aunque
efímera y pasajera, es necesaria para conocer el amor y saber a qué estamos renunciando".
"Pasar por esta experiencia te humaniza y te capacita para comprender compasivamente a los
demás".
Aunque pesan las ideas de los otros y la imagen que ellos se han formado de nosotras,
la decisión es profundamente personal. No podemos darles este poder sobre nuestras vidas.
La opción que hemos hecho por vivir en seguimiento de Jesús está llamada a ser una
opción totalizante, opción que, hoy por hoy, incluye el celibato y que nos llama a destotalizar la
experiencia afectivo-sexual.
Algunos varones célibes viven experiencias de relación sexual sin rupturas profundas
aparentemente. Su experiencia afectivo-sexual es puntual por lo que pueden vivir su seguimiento
de Jesús en áreas independientes entre sí. A ellos se les facilita pensar y se les dificulta sentir-
con-la-mujer; no saben sentir la realidad que ella sufre cuando es utilizada aunque se sepa
amada.
El tiempo de combate, en la mujer, se tiñe de memoria. Es entonces cuando recuerda
que tiene el derecho y el deber de elegir lo que quiere hacer, pensar y sentir; que tiene el don y
la tarea de asumir la responsabilidad sobre ella misma y sobre sus decisiones.
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Mirar nuestro mundo corroído y atrapado por el sexo sin amor nos invita a optar por vivir
el amor sin sexo. Opción siempre nueva, y cada vez más lúcida, acompañada por el gozo de la
tregua.

Hay tiempos de soledad habitada y tiempos de habitar la soledad.


Hemos oído decir que la soledad es mala compañera y tal vez no lo sea, cuando menos
no siempre. Cuando se vive y se acoge por amor, descubrimos con sorpresa que nuestra soledad
se encuentra habitada. Dios mismo nos habita como amor, como lo que Es en esencia. Con su
presencia, la soledad no es fuente de sufrimiento, ni causa de amargura, ni germen de neurosis.
La soledad es tiempo de escuchar y de contemplar, es espacio de discernimiento y de elección,
es habitación habitable, es mar sereno que cobija la perla preciosa. En la soledad callamos para
escuchar las mil respuestas, para sentir el calor del sol que reseca la tierra, para abrazar la
humedad que penetra lo infinito, para contemplar el rugir de las piedras que dan paso y espacio
a las raíces humanas nuevas.
Cuando es más fuerte el amor que el deseo, cuando el cariño es verdadero y las renuncias
nos duelen, cuando sabemos que él nos quiere y que nosotras le queremos, entonces la
búsqueda de placer genital se relativiza.
Entonces gozamos la tregua en la que Dios se hace sentir en su abrazo abrasante,
envolvente y absolvente, doloroso y consolador, seductor y liberador... y nos acercamos a El, al
Dios de Jesús que fecunda nuestras ideas, nuestros sueños, nuestros deseos y nuestros cuerpos
con su amor creador.
Por su cercanía percibida, la rebeldía y la resistencia se serenan y se transforman en
energía tierna, compasiva, activa, capaz de querer a otros y a otras, capaz de trabajar por y con
ellos, capaz de respetar profundamente sus personas, sus proyectos, sus opciones.

En el tiempo de tregua, el dolor está preñado de paz


Cuando en el horizonte vemos aparecer un amor especial a un hombre en particular,
nuestra compañera la soledad se ofrece como espacio de encuentro con Dios en nuestra más
profunda y auténtica verdad. Ahí, en ese tiempo y en ese espacio podemos discernir, podemos
aprender a acompañarnos a nosotras mismas, podemos ir respondiendo nuestras propias
preguntas:
¿Cuál es el contexto en el que estoy viviendo? ¿Cuáles son mis relaciones, mis
preocupaciones, mis ilusiones? ¿El trabajo que realizo da cauce a mi potencial creador? ¿Qué
situaciones, personas y realidades me causan placer?
¿Cómo cuido y cultivo mi afectividad y mis tendencias sexuales en el contexto que hoy
me toca vivir? ¿Cómo se encuentra mi cuerpo en esta edad, en este momento? ¿Cuáles son sus
necesidades y cuáles sus posibilidades? ¿Mi ternura sólo encuentra su cauce en compañeros
del otro sexo? ¿Cómo expreso mis afectos? ¿Con qué‚ cauces cuento? ¿Acaso debo ser más
sobria con algunos y más expresiva con otros? ¿Me siento en paz para amar y para liberar las
promesas que guarda mi sexualidad?
¿Lo busco o me busca seguido? ¿La relación es dependiente o liberadora? ¿Soy coqueta
y persuasiva? ¿Alimento mis ilusiones y las suyas? ¿Amo su proyecto y sus opciones y mi
proyecto y mis opciones? ¿Nos aproximamos en libertad y sin temor, seguros de que Dios sigue
apostando por mí, por él, por su pueblo y por su iglesia?
¿Cómo, por qué y para qué‚ recibo la información que estimula mi sexualidad? ¿Cómo la
proceso? ¿Manejo creativa y liberadoramente la fantasía erótica que me asalta?
Discernir el querer de Dios comprometidas con nuestra realidad y en continua
interrelación con compañeros del otro sexo, nos llevará a confirmar con la propia experiencia que
importa creer en nosotras mismas y en el ser humano; que todos, varones y mujeres, seguimos
llamadas a conversión; que es urgente y necesario soñar en que es posible crear nuevas
realidades y nuevas relaciones entre los sexos y creer que ya podemos irlas transformando.
Tarea nuestra, como célibes consagradas a realizar signos que hagan creíble el amor de
Dios desde dentro de una sociedad genitalizada, es vincular el impulso sexual con el amor
humano, humanizar la genitalidad, desgenitalizar la ternura y aprender a amar, amando.
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Así descubriremos que la relación especial con algún(os) hombre(s) en particular, no
empaña la opción totalizante, al contrario, constatando que la realidad del Reinado de Dios
atraviesa la transparencia de nuestra gracia y de nuestra debilidad, la opción totalizante adquiere
nuevo valor y contenido revelándonos que no hay pleito de cariños sino que todos caben en un
solo amor.
Como célibes, entonces, nada nos está prohibido, sino todo entregado en una opción que
envuelve nuestra vida toda, que la fecunda y la orienta para vivir en seguimiento de Jesús, al
servicio del reino de Dios desde los pobres, bajo la forma histórica de la vida religiosa.
Podemos expresar nuestros amores y nuestros deseos enalteciéndolos y entregándolos
libre y lúcidamente. Podemos disfrutar el placer de estar con él, el placer de la amistad, el placer
de una caricia recíproca y de un abrazo mutuo, sabiendo que, aún sin relaciones sexuales, el
amor permanece.
A mayor libertad para expresar el cariño que crece en gratuidad y en desprendimiento
corresponde un menor temor ante nuestra humanidad sexuada y una mayor apertura para crear
nuevas relaciones profundas, fraternas y recíprocas con otros hermanos y hermanas.
A mayor honestidad para encontrarnos con nosotras mismas en nuestra verdad santa y
falible, corresponde Dios con mayor cercanía sentida, con mayor ternura derramada y con mayor
fuerza para, si es el caso, ayudarnos a renunciar, junto con el cuerpo, a la persona que amamos.
Sabemos que "de su plenitud hemos recibido gracia tras gracia" y ahora también nos
acompaña su plenitud y nos bendice con su gracia.
Desde esta experiencia no podemos negar que en ocasiones la soledad viene
acompañada de la aridez que atraviesa el corazón, de la noche oscura del amor humano, y del
desierto afectivo. Entonces es tiempo de más habitar la soledad.
No podemos, no debemos esperar el desgarrón para habitar la soledad. Tal vez entonces
busquemos a quienes, de hecho, ya la habitan: amigos, amigas, causas, proyectos...

Está Jesús, persona concreta, amigo entrañable, Palabra del Padre.


Como persona concreta, en su ser único y original, Jesús vivió en un tiempo determinado,
se comprometió en la transformación de su realidad y creyó en Dios, en un Dios diferente al que
enseñaban los representantes de la religión oficial. El miró el sufrimiento de su pueblo y soñó
con la llegada inmediata del reinado de Dios para los pobres. Y soñando, realizaba signos
concretos que lo anticiparan, contradiciendo las leyes, los mitos y los tabúes que justificaban el
sufrimiento, la falta de amor y los privilegios de unos cuantos.
Haciendo uso de su libertad, sintió la realidad, pensó en qué hacer para cambiarla y eligió,
por puro amor, consagrar sus afectos y su cuerpo, su persona, su vida entera a trabajar por crear
nuevas realidades y nuevas relaciones.
Como amigo entrañable, se hizo de compañeros y compañeras para que, como él,
totalizaran sus vidas en la búsqueda de un mundo mejor, más humano, justo y solidario, más
conforme con el querer de Dios. Amigo de publicanos y pescadores, de prostitutas y pecadores,
estaba con ellos, reía con ellos, buscaba con ellos, sin condenarlos.
Con Marta y con María, lloró por el amigo muerto. Con la samaritana disfrutó del agua
que ella le daba, la hizo digna de toda su confianza y le reveló su intimidad. Se dejó tocar y lavar
los pies por aquella mujer en Betania y a María Magdalena, quien tanto le amaba, la eligió como
pionera de su misma causa.
Como palabra del Padre, Jesús nos compartió lo que Dios más ama: la vida de su pueblo,
empezando por aquellos a quienes les es negada. Dios es un Dios de vivos y no de muertos,
pero hay algunos que le matan robando a la viuda, marginando a la enferma, acabando con la
esperanza de la mujer humillada.
En su cruz, consecuencia de su trabajo en favor de la vida, reveló cuánto nos ama Dios;
y que, por amor, respeta el fruto de la libertad humana. En la cruz, Jesús nos anunció que Dios
mismo sufre con los que la sociedad mata y que el Padre se solidariza con aquellos a quienes
se les niega la palabra.
La Palabra de Jesús resucitado nos anuncia que Dios no nos defrauda. Que, aunque
nosotros lo olvidemos, El no quita el corazón de su causa.
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Están las amigas que, solidarias, acompañan
Querer profundamente a alguien del mismo sexo ayuda a ubicar el cariño que crece hacia
el compañero del otro sexo. Estos cariños, estas fidelidades, estas complicidades son
necesarias. Son memoria del proceso de la acción de Dios en nuestra gracia y en nuestro
pecado; son vínculo tangible con el cuerpo de la Congregación, son mediación histórica de la
ternura comprensiva, de la cercanía comprometida, de la fidelidad gratuita, de la confianza
creyente de Dios hacia nosotras.
Con las amigas del corazón compartimos las cosas que el Padre nos va revelando, lo que
El sigue hablando en nosotros tanto en los tiempos de transparencia y de confusión, como en
los tiempos de tregua y de combate. Ellas están en nuestra soledad habitada.
Es bueno dejar salir nuestros afectos, desordenados u ordenados, con alguien que
sabemos nos conoce, nos quiere y no nos condena, con alguien que sabe del amor y del dolor,
que no se asusta con nuestras torpezas y fantasías, con alguien con quien, agradecidamente,
sabemos que contamos siempre para reír y llorar juntas, para orar y celebrar, para buscar y
encontrar, para caminar y rectificar.
Tal vez, algún día, seamos para otros lo que las amigas son para nosotras: habitantes de
nuestra soledad.
Nuestra soledad puede estar habitada por nuestra causa en Su Causa
En la calle, en el metro, en la fábrica y en la oficina vemos con frecuencia rostros de
mujeres indígenas, campesinas, obreras, viudas, madres solteras, etc., rostros de mujeres que
han sido golpeadas, humilladas y negadas en sus derechos y en su dignidad. Todos los días
escuchamos el drama de la muchacha violada, de la mujer prostituida, de la madre abandonada.
Y sentimos que nuestras entrañas se conmueven, que no se acaban de acostumbrar al
sufrimiento, que no pueden permanecer indiferentes ante tanta injusticia y ante tanto dolor. Y nos
sentimos indignadas y buscamos qué hacer para que esta situación se acabe.
Nos hacemos preguntas, nos cuestionamos a nosotras mismas, recuperamos nuestras
historias, contemplamos nuestras vidas y nos sabemos identificadas en una misma causa.
Recorremos la historia y los continentes, miramos el pasado y el presente y escuchamos
que dicen: es natural, Dios así lo quiere.
Sin embargo, con el paso del tiempo vamos creyendo con una fe cierta que eso es
mentira, que nuestra causa es Su Causa y que, como El, amamos la vida, la nutrimos y
protegemos, la defendemos y la luchamos dispuestas a dar la vida para que otros(as) vivan.
El celibato libremente elegido para dedicarnos en forma totalizante a trabajar por la causa
de Dios adquiere, desde nuestra causa, un sentido profético plenificante y liberador. Sentido que,
finalmente, habita nuestra soledad como acto de solidaridad, de protesta, de inclusividad y de
libertad.

El celibato como acto de solidaridad


Ante el sufrimiento impuesto a muchas mujeres a causa de nuestro sexo, ante tanta
humillación y tanto dolor provocados por la utilización y la violación de sus cuerpos, la opción por
el celibato cristiano nos hermana y nos solidariza a través de otro sufrimiento: el que trae consigo
la entrega del amor exclusivo de un hombre y de la fusión de los cuerpos. Esta solidaridad nos
capacita para buscar nuevas formas de relación entre los sexos.

El celibato como acto de protesta


En el seno de un mundo genitalizado que ha hecho de la mujer una mercancía para
lucirse, usarse y desecharse; en medio del bombardeo de los medios de comunicación y,
desoyendo las presiones del ambiente y de la sociedad, la opción cristiana por el celibato, es un
acto de protesta que busca anunciar que la esencia del amor y del valor de las mujeres no reside
ni en sus figuras ni en el placer que producen.

El celibato como acto de inclusividad


En un mundo que defiende la propiedad privada y exclusiva a costa de muchas vidas; en
medio de un sistema de relaciones en las que los hombres se afirman en el poder apropiándose
de las mujeres, de sus opciones y decisiones; a pesar de tantos mecanismos de relación que
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fomentan la competencia, la exclusividad y la exclusión; por encima del aprendizaje hecho de
totalizar exclusivamente la experiencia afectivo-sexual, el celibato quiere ser un signo de la
inclusividad que se vivir bajo el Reinado de Dios, inclusividad semejante a la comunión trinitaria
de las personas diferentes en la igualdad, inclusividad que totaliza la vida en seguimiento de
Jesús y que relativiza el celibato en función del Proyecto de Dios.

El celibato como acto de libertad


En oposición a leyes, mitos y tabúes que, en nombre de Dios, han esclavizado y oprimido
a las mujeres; a pesar de los siglos enteros en los que se las ha silenciado y excluido; frente a
formas capitalistas de relación y de producción que las manipulan y las deshumanizan; en
oposición al aprendizaje de vivir en función de las expectativas e intereses de los demás, el
celibato cristiano es un signo y un camino hacia la libertad de las hijas de Dios. Libertad para
pensar, proponer, opinar y crear; libertad para elegir y decidir; libertad para amar y para luchar
en favor de la vida que ama Dios; libertad para ser iglesia en comunión.
El celibato, así vivido y así creído, habita nuestra soledad. Nosotras, habitadas, habitamos
el mundo, nuestra sociedad, nuestra iglesia y nuestra congregación religiosa. Sólo habitándolos
y desde dentro, siendo comunidad, las mujeres podemos colaborar en la transformación de la
realidad en la dirección del querer de Dios.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿la indignación? ¿la compasión? ¿la duda? ¿la
crisis? ¿la ruptura? ¿la rabia? ¿la rebeldía? ¿el miedo? ¿el amor? ¿la confusión? ¿el combate?
¿la soledad? En todo esto salimos vencedoras gracias al que nos amó. Pues estamos seguras
de que ni los mitos, ni las tradiciones, ni la dominación de los hombres, ni la violencia activa o
pasiva, ni el deseo sexual, ni la burla, ni el rechazo, ni los ídolos, ni el error, ni la torpeza, ni el
abandono, ni la muerte podrán separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. (Cfr
Rm 8,35ss).

Georgina Zubiría Maqueo, rscj


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Es necesario plantear las situaciones conflictivas en clave de “conflicto de valores”. La


solución moral a cada cuestión bioética debe proceder de un estudio ponderativo de los valores
que entran en juego de modo conflictivo. Para ello es necesario un discernimiento.
No puede constituirse auténtico conflicto ético entre el valor de la vida y otro bien de la
persona que no englobe la totalidad valorativa de la persona.
El valor de la vida en cada caso debe plantearse en términos de “Humanización” y como
objeto de la libre realización, es decir a nivel ético, más allá del simple nivel óntico que considera
la vida como un bien.
Partimos de dos cuestiones:
1- ¿Se puede decir que la vida humana es sagrada? ¿Por qué?
2- ¿Todo lo que es técnicamente posible es éticamente realizable? ¿Estás de acuerdo?

CONCEPTO:
El aborto es la interrupción del embarazo cuando el feto no es viable, es decir, cuando no puede
subsistir fuera del seno materno. El ser humano en gestación comienza su peculiar trayectoria
mediante la fecundación o fertilización, pasada la primera semana hasta el segundo mes, se le
conoce por embrión, desde el segundo mes, es un feto. Se admite comúnmente que el feto es viable
a las veintiocho semanas.

ALGUNAS CONSIDERACIONES:
Para formular el valor ético de la vida hay que tener en cuenta las siguientes características:
 Ser positiva: La vida humana tiene una exigencia de ser respetada y desarrollada
 Ser teleológica: Tener en cuenta las implicancias y consecuencias.
 Ser absoluta: Inviolable pero abierta al juicio preferencial en el conflicto de valores.

ESTUDIO DE CASO:
Ana es una joven soltera de 20 años que quedó embarazada al tener relaciones con su novio. Este
al enterarse le sugiere un aborto, ya que no la mantendrá, ni se casará con ella, “ya que ella era
sólo un entretenimiento”. Además los padres de Ana no la comprenderán y la echarán de la casa.
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CUESTIONES PARA DEBATIR:
1. ¿Cuál es el conflicto?
2. Con el aborto ¿Queda resuelto el conflicto?
3. ¿Qué le dirías a Ana?
4. ¿Qué harías en su lugar?
5. ¿Qué haría Jesús?
6. ¿Con qué pasaje evangélico relacionas esta situación?
7. ¿A qué conclusión llegas?

CONCEPTO:
La palabra eutanasia está compuesta de dos términos griegos eu (buena) thánatos (muerte). Su
significado propio es el de causar directamente la muerte, sin dolor, de un enfermo incurable o de
personas minusválidas o ancianas. En sentido corriente, eutanasia es un homicidio por compasión

ALGUNAS CONSIDERACIONES:
Para formular el valor ético de la vida hay que tener en cuenta las siguientes características:
 La vida humana tiene valor por ella misma, posee una inviolabilidad axiológica.
 La vida humana no adquiere ni pierde valor ético por situarse en condiciones de
aparente “descrédito”, como la vejez, inutilidad social, etc.
 La vida humana no puede ser instrumentalizada por el mismo individuo que goza de
ella
 También se afirma el valor de la muerte digna. Se habla entonces de conflicto de valores
cuando entran en juego el valor de la vida humana y el valor de morir dignamente.
 Dentro del morir dignamente es necesario considerar lo siguiente: atender al moribundo
con todos los medios que posee actualmente la ciencia médica, favorecer la vivencia
del misterio humano-religioso de la muerte brindando asistencia religiosa y brindando
la posibilidad de asumir su propia muerte, brindar todos los medios necesarios para
calmar el dolor, auque este tipo de terapia suponga una abreviación de la vida y sume
al paciente en un estado de inconciencia aunque no se le puede privar de asumir
libremente su opción lúcida por la vida aunque con dolor.

ESTUDIO DE CASO:
Juan es un anciano que lleva una agonía de muchos días. Tiene respirador y los médicos afirman
que con o sin el respirador morirá. Si le retiran el respirador morirá más prontamente, pero también
el respirador le permite tener una agonía serena. Sus familiares tienen suficientes recursos
económicos para seguir pagando su hospitalización pero no saben que hacer.

CUESTIONES PARA DEBATIR:


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1. ¿Cuál es el conflicto?
2. Con la eutanasia ¿Queda resuelto el conflicto?
3. ¿Qué dirías a los familiares de Juan?
4. ¿Qué harías en el lugar de los familiares?
5. ¿Qué haría Jesús?
6. ¿Con qué pasaje evangélico relacionas?
7. ¿A qué conclusión llegas?

CONCEPTO:
La manipulación genética implica un conjunto de procedimientos técnicos encaminados a: - lograr
la concepción de un ser humano por una vida diversa de la unión sexual como es el caso de la
fecundación artificial, - eliminar características no deseable para la especie humana, evitar o
eliminar una descendencia defectuosa como en el caso de la eugensia – la consecución de órganos
con fines terapéuticos o lograr personas iguales como en el caso de la clonación.

ALGUNAS CONSIDERACIONES:
Para formular el valor ético de la vida de los hijos hay que tener en cuenta las siguientes
características:
 Todo ser humano tiene derecho a ser concebido, llevado en las entrañas y educado en
el matrimonio, no tiene así mismo el derecho a la procrear, si a crear las condiciones
que hagan posible el ejercicio de una procreación como proceso humanizado y
humanizador.
 El hijo que se busca no es un bien útil que sirve para satisfacer necesidades, en sí muy
nobles. El hijo es un valor en sí y como tal hade ser amado y buscado.
 El bien del hijo ha de dar el sentido principal a todos los intentos por solucionar las
dificultades de la esterilidad.
 La recta comprensión de la procreación humana tiene en cuenta los límites de lo
humano, asume las carencias de la naturaleza, si bien lucha para vencerlas cuando la
expectativa de éxito es razonable.
 Los procedimientos de la eugenesia eu (buen) genics (origen) han de respetar la
dignidad de la persona, la intimidad, la libertad y dar las informaciones adecuadas a las
personas para que puedan tomar decisiones libres y responsables.
 Mantener la vida de embriones humanos para fines experimentales o comerciales es
completamente contrario a la dignidad humana.
 Los embriones humanos obtenidos in vitro son seres humanos con dignidad y derecho
a la vida.

ESTUDIO DE CASO:
Carmen y Daniel son una pareja que se han casado hace un año. Han descubierto que Carmen tiene
problemas en la trompa lo que hace difícil la concepción, si no se queda embarazada tendrán que
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vaciarle quedando estéril y la única manera de quedar embarazada es recurrir a la inseminación
artificial.

CUESTIONES PARA DEBATIR:


1. ¿Cuál es el conflicto?
2. Con la manipulación genética ¿Queda resuelto el conflicto?
3. ¿Qué le dirías a la pareja?
4. ¿Qué harías en su lugar?
5. ¿Qué haría Jesús?
6. ¿Con qué pasaje evangélico relacionas?
7. ¿A qué conclusión llegas?
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Rosaura González Casas, stj

NIVELES DE VIDA PSÍQUICA Y MADUREZ

Nivel psico – fisiológico – corporal:


 Se refiere al propio cuerpo, caracterizado por la capacidad física y la cualidad estética. En
este nivel se ubica la identidad sexual.
 La identidad se refiere al propio cuerpo, es un dato perceptible, caracterizado por capacidad
física y la cualidad estética. Las actividades psíquicas están unidas a actos físicos a de
bienestar y satisfacción.
 En el área de la sexualidad es en este nivel en el que se encuentra la identidad sexual que
implica una relación con el propio cuerpo, la propia sexualidad. Aquí existe no sólo
información genética, desarrollo hormonal y de estructuras internas reproductivas y
morfología externa, sino que incluye también un auto concepto, una relación intrapsíquica
consigo misma/o, donde la persona se siente verdaderamente mujer o verdaderamente
hombre.
 La finalidad de la sexualidad a este nivel, es la tipificación sexual a nivel orgánico y como
orientación en la vida. Se da una aceptación significativa del propio cuerpo y de la propia
sexualidad.

Desde la perspectiva corporal de la MUJER

Cuerpo que ACOGE Cuerpo que SUFRE Cuerpo que NUTRE


El cuerpo de la mujer está La capacidad generativa está El cuerpo de la mujer es capaz
preparado para acoger, para unida al dolor y al riesgo de de nutrir al bebé y establecer
ser habitado. muerte. un lazo inicial que es muy
En el acto sexual es ella quien La mujer siente fuertemente los importante para el desarrollo
contiene al hombre y en el ritmos de la vida por el ciclo de la niña/o
momento de la fecundación menstrual y vive con mayor
se hace portadora de una sufrimiento la pérdida de la
nueva creatura dentro de sí capacidad generativa.

Desde la perspectiva corporal del VARÓN

Cuerpo que OFRECE Cuerpo que PROTEGE LA Cuerpo que BUSCA


VIDA ALIMENTO
Su cuerpo está preparado Su capacidad paternal está El cuerpo del varón (fuerza
para dar y explorar. unida a un cuerpo que tiene la masculina) es capaz de
En el acto sexual es él quien fuerza necesaria para sostener trabajar por más tiempo y
inicia la relación y ofrece el la vida y su agilidad de realizar trabajos más pesados
esperma movimiento para defenderla de que le permiten buscar el
los peligros que la amenazan. alimento
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Nivel psico – social:


 Se desarrolla la capacidad de relacionarse con las/os otras/os, subrayando las riquezas
personales como talentos y cualidades.
 La relación interpersonal, a diferencia del nivel anterior, es más significativa y humana,
en las modalidades del afecto, la amistad, el enamoramiento. Se vive el sentido
relacional que da el significado típico a la sexualidad.
 En el nivel de la sexualidad se verifica no sólo una relación intrapsíquica con la propia
identidad sexual, sino también interpersonal que ayuda a la verdadera integración
sexual.
 Se trata de un sentido relacional que hace referencia al significado típico de la
sexualidad, y al sentido unitivo y fecundo en el cual se manifiesta la finalidad horizontal
de la sexualidad.
 El fruto sería la integración de la polaridad femenina y masculina, del “anima” y del
“animus”, como una renovación en la unidad de un ser todavía no dividido.
 Es totalmente necesario que la persona tipificada sexualmente sepa vivir la relación
con el otro sexo como “otro”, diverso y complementario.
 Se llega a la madurez sexual cuando es posible integrar y realizar la función de dar y
recibir, de amar y ser amada (feminidad y masculinidad).
 La mediación inevitable para la madurez en este estadio es la relación interpersonal. La
conciencia que se deriva de esta madurez sería la de la propia limitación e insuficiencia,
la experiencia de la propia privación ontológica: tenemos necesidad de los otros, somos
criaturas limitadas. Al mismo tiempo la conciencia de la propia individualidad y
autonomía: se vive la tensión entre alteridad “somos seres separados” la fusión
“necesidad”del otro y capacidad de pertenecer.
 La homosexualidad sería la incapacidad de abrirse a la diversidad, a la alteridad y
homologar al otro, a la otra.

Desde la perspectiva corporal de la MUJER

Cuerpo que ACOGE Cuerpo que SUFRE Cuerpo que NUTRE


Llamada a ser Comprende profundamente el valor Su capacidad de nutrir se
acogedora en la relación de la vida porque sabe el dolor que manifiesta en la donación de
con otras/otros. implica generarla. ternura y afecto.
Posee una capacidad Se siente llamada a mantener la vida Tiende a privilegiar el aspecto
especial para dar de las personas amadas y a no negar relacional más que el
hospitalidad, hacer ni ser evasiva con el dolor, sino productivo y esto es
crecer y ayudar a buscar soluciones. mediación de humanización
madurar a las personas Se deja mover más fácilmente a la de las relaciones
compasión (entrañas de interpersonales.
misericordia)

Desde la perspectiva corporal del VARÓN


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Cuerpo que OFRECE Cuerpo que PROTEGE LA Cuerpo que BUSCA
VIDA ALIMENTO
Inicia la relación Sostiene las relaciones dándole Actúa en la relación
Ofrece a la relación la razón, seguridad y consistencia Da en medidas, a través de
la objetividad y la símbolos y directamente.
universalidad ya que está en
contacto con más ámbitos

Nivel racional – espiritual:


 Se define lo que la persona es ontológicamente y a lo que está llamada a ser. La persona
decide la orientación que quiere dar a su vida y a la sexualidad.
 A la persona no le basta saber que tiene capacidades y dones, quiere saber quién es, a
qué está llamada, cómo usar sus dones, con qué objetivo.
 Desde el punto de vista antropológico teológico, sería vivir profundamente que somos
imagen y semejanza de Dios y que, en la escucha al Espíritu, seremos como el Hijo,
transparencia de esta semejanza de Dios
 A nivel de la sexualidad la persona decide que orientación quiere dar a su vida y por
supuesto a su sexualidad.
 La relación a este nivel sería con la verdad – la bondad – la belleza del otro y del Otro.
 Sólo en este nivel la persona experimenta la gratitud y la responsabilidad del don
recibido y donado y elige el amor de benevolencia, donde se busca el bien integral de
la persona.
 Para nosotras/os como consagradas/os, consiste en el vivir con más generosidad nuestra
vocación. Un amor virginal que ama a Dios con todo el corazón y se deja amar por Él.
Un amor que acepta renuncias necesarias para poner en el centro del corazón al Señor
y con toda la afectividad libre, amar a los otros, especialmente a los más pobres.
 Las opciones en este nivel tienen la prospectiva de la totalidad.
La integración de los tres niveles es el proyecto global de vida que respeta el bien integral
de la persona.

Desde la perspectiva corporal de la MUJER

Cuerpo que ACOGE Cuerpo que SUFRE Cuerpo que NUTRE


Acoger y custodiar la Inclinada a captar los Se da generosamente en
Palabra, guardar las cosas en sufrimientos del mundo y de la cuerpo y alma a las hermanas
su corazón, ser morada de humanidad. y hermanos, en esto vive el
Dios Su oración puede ser de misterio eucarístico: ser
Es capaz de descender a los intercesión por el mundo y su alimento para los demás.
aspectos más concretos y vida una donación solidaria a La vida de relación
vitales. las hermanas y hermanos que transformante con Dios es una
sufren, “vicarias de Cristo”. característica de esta etapa.
Lleva en sí la Pasión y la Cruz
de Jesús

Desde la perspectiva corporal del VARÓN


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Cuerpo que OFRECE Cuerpo que PROTEGE LA Cuerpo que BUSCA
VIDA ALIMENTO
Enseña, ilumina. Guía. Es presencia de Dios Padre y Da el alimento
Muestra caminos, abre Providente. Eucarístico.
horizontes Propone metas concretas de Da fuerza, aliento, luz
Ofrece la Palabra. vida. espiritual
Brinda su forma de oración que Impulsa y motiva procesos.
es más meditativa Cuida la vida espiritual como
un pastor.

Defender demasiado Deseo de tener


la propia imagen, cosas donde se
necesidad de encuentra Seducción sexual
confirmar la seguridad masturbación
positividad
Confirmar con
relacion
es
ambigu
as
la
propia
Dominación,
Problemas de Problemas de
identidad sexual SEXUALIDAD ESTIMA DE
abuso de otros, SÍ
Dependencia ASPECTOS
agresión INCONSCIENT afectiva
control ES

Relaciones

homosexuales
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DESARROLLO SEXUAL
Infancia
0 a 3 años
ELEMENTOS QUE SE DAN EN UN PROCESO SEXUAL NORMAL
o Capta la aceptación del sexo de los padres
o Conoce y siente placer a través de la boca
o Toca para conocer
o Necesita ver los genitales de los padres y hasta tocar
o Se autoestimula
ELEMENTOS QUE PUEDEN REPRIMIR, BLOQUEAR O INHIBIR EL PROCESO
o No se les deja tocar
o No se les toca
o Se les estimula excesivamente
o Duerme permanentemente en la cama de los padres u otros adultos

PREGUNTAS PERSONALES
6- ¿Hoy cómo vivo el placer?
7- ¿Me quedo en el placer de la boca?
8- ¿Cómo es mi curiosidad del cuerpo?
9- ¿Me quedo en la fase infantil de sentir, tocar, total no importa y nadie se da cuenta?

3 a 6 años
ELEMENTOS QUE SE DAN EN UN PROCESO SEXUAL NORMAL
o Control de efinters
o Juega con la orina y eses
o Curiosea
o Pregunta
ELEMENTOS QUE PUEDEN REPRIMIR, BLOQUEAR O INHIBIR EL PROCESO
o Es castigado cuando no controla los efinter
o Rigidez
o El no nombrar las cosas por su nombre, sobre todos los genitales
o El abuso sexual (formas de mirar, tocar y mostrar a los niños)

PREGUNTAS PERSONALES
6. ¿Qué preguntas me hubiera gustado hacer?
7. ¿Qué juegos sexuales hice? (edad, lugar, personas)
8. ¿Qué experiencias positivas o negativas tengo?
9. ¿Qué personas me acompañaron? ¿cómo?

8 a 10 años
ELEMENTOS QUE SE DAN EN UN PROCESO SEXUAL NORMAL
o En grupo trabaja, compite, se prueba
o Se compara para afirmarse y autovalorarse
o Investiga su cuerpo
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ELEMENTOS QUE PUEDEN REPRIMIR, BLOQUEAR O INHIBIR EL PROCESO
o Impedir que se relacionen
o Reprimiendo sus juegos, se reprime su fantasía, creatividad, espontaneidad, libertad.

PREGUNTAS PERSONALES
4- ¿Cómo es hoy mi creatividad, fantasía, espontaneidad, reracionamiento con los pares?
5- ¿Cómo expreso lo que llevo dentro?
6- ¿Me doy espacios de gratuidad y placer o todo es trabajo?

Pubertad - Adolescencia

10 a 12 años
ELEMENTOS QUE SE DAN EN UN PROCESO SEXUAL NORMAL
o Se revive con fuerza lo que el cuerpo siente como a los 5 años
o Confusión ante sus sentimientos y sensaciones
o Exploración homosexual
o Autoerotismo
ELEMENTOS QUE PUEDEN REPRIMIR, BLOQUEAR O INHIBIR EL PROCESO
o Rigidez en la educación. Separación por sexos
o Ausencia de límites. Los límites son también expresión de cuidado
o Burlarse de la nueva imagen que van teniendo
o El abuso entendido como violentar o no respetar su privacidad e intimidad puede
producir: culpa, impotencia, confusión, rechazo al sexo opuesto
CRITERIOS PARA UN ACOMPAÑAMIENTO DEL PROCESO DE MADURACIÓN
o Acordar con ellos los límites
o Acompañarles sin asustarse

PREGUNTAS PERSONALES
10- ¿Recuerdo los cambios? ¿Cuáles fueron los más significativos?
11- ¿Qué cambios me dieron más vergüenza?
12- ¿Cuáles me dieron orgullo?
13- ¿Cómo vivo hoy con mi cuerpo? ¿Lo tengo que ocultar?

ALGUNAS PAUTAS DE CRECIMIENTO


o Informarme, leer más sobre el tema.
o Hacerme cargo de mi niña/niño que llevo dentro, ayudarle a expresarse.
o Dejar de culpar a los otros y asumir como mío, hacerme cargo de lo que vivo, siento,
exprimiendo, pienso y hago.
o Compartir, conversar con alguna persona de confianza como viví mi desarrollo sexual.
o Hacer de este tema, uno de los temas de conversación con Dios, Jesús, la Virgen, en mi
oración.
o Pedir ayuda especializada si lo necesito.

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