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y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios
ya comprendo la verdad
ahora
a buscar la vida”
(Solamente - Alejandra Pizarnik)
Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo primordial plantear algunas líneas de análisis y reflexión
en torno a las vinculaciones entre corporalidades y comunicación. Para ello, proponemos partir de
un breve recorrido por los ejes problemáticos que se plantearon desde la filosofía y que asociaban
la discusión sobre el cuerpo a su relación con el espíritu/alma. Sostenemos que desde estas
concepciones clásicas y desde los marcos culturales del cristianismo occidental se han “definido”
una serie de cristalizaciones históricas que han sedimentado en lo que denominamos
sensibilidades en tanto concepciones y prácticas culturales que nos permiten no solo pensar las
corporalidades, darle marcos de referencia a nuestras experiencias, sino también revisar las
mismas a la luz de las Ciencias Sociales y de la Comunicación Social para reflexionar sobre
nuevos modos de concepción y “puesta en escena” de los cuerpos. Los aportes resultantes de los
debates filosóficos nos servirán también para recuperar la relación entre corporalidades y
emociones ya que sostenemos que estas últimas son la puerta de acceso al estudio de aquellas.
Para ello, en la parte final de este trabajo, retomaremos un caso de análisis que se constituye en
parte del corpus que estamos trabajando en el marco del proyecto de investigación ECCO
(Estudios de Comunicación y Cultura en Olavarría) en la Facultad de Ciencias Sociales – UNICEN
(1).
Cuerpos y emociones desde la filosofía
Partimos de una cita de un texto de Raymond Williams sobre las estructuras de sentimiento a fin
de contextualizar (nunca mejor dicho) la posibilidad de pensar la noción de cuerpo, no sólo en tanto
concepto que refiere a una época histórica y da cuenta en su estructuración de relaciones sociales
materiales sino en tanto experiencia manifiesta de cultura que perciben los sujetos.
En este sentido, el concepto de estructuras del sentimiento que el autor desarrolla para pensar
los análisis literarios (y él mismo lo dice aunque no solamente) es central antes que todo para
explicitar el carácter dinámico de la cultura, es posibilidad (o imposibilidad) de “capturar” la
cambiante relación entre estructuras y sujetos, entre individualidad y colectivo, entre concepto y
experiencia. La tarea parece llamada al fracaso ya que la ciencia siempre llega tarde para pensar
la experiencia pero intentar producir un saber sobre los cuerpos necesariamente tiene que
emprender esa “imposibilidad”. “Imposibilidad” que se vislumbra como capacidad de dar una
respuesta significativa a una situación objetiva particular, constreñida por las relaciones históricas
permeables en lo colectivo y en lo complejo de la fractura ciencia/experiencia. Siempre seremos
una pobre versión mal configurada y cuasi estática de una riqueza cultural dinámica inasible. De un
lado, entonces, nuestros conceptos y percepciones de los cuerpos; del otro la experiencia concreta
material e histórica.
Este marco introductorio nos debe permitir reflexionar sobre nuestras concepciones de los
cuerpos vinculando, entonces, conceptualización, experiencia y práctica (ésta última
necesariamente conectada a la trayectoria social de los sujetos y los colectivos). El concepto de
práctica es otro elemento central para pensar la noción de cuerpos ya que nos contextúa
nuevamente en las relaciones sociales entre sujetos, entre éstos y la estructura de lo social pero
también, al decir de Catherine Bell (1992), en su carácter situacional ya que aquella no puede ser
entendida fuera del ámbito en el que ocurre.
Entonces, decimos que los cuerpos son construcciones como encuentro de múltiples
determinaciones, donde la biografía personal en vinculación con las trayectorias colectivas
socioculturales, las sedimentaciones históricas y generacionales, las distintas visiones del mundo
que han afectado nuestras percepciones y las emociones como mediatización de la materialidad
corporal sedimentan en sensibilidades que dan cuenta de nuestros modos de recorrer y
apropiarnos del mundo en que vivimos, de los modos en que construimos nuestros cuerpos. Es así
que hablamos de cuerpos que habitamos, distintos de nuestros organismos en tanto conjunto de lo
fisiológico, neurológico, orgánico, etc. Y, por ende, los cuerpos de cada uno de nosotros se
intersecan con el cuerpo de lo social que, tal cual la diferenciación antes indicada
(cuerpos/organismos) deviene construcción de relaciones sociales en constante mutación. Así, lo
que sabemos del cuerpo social lo aprehendemos a través de nuestros propios cuerpos, en
palabras de Scribano (2012), en tanto sedimentación de formas específicas de capital corporal:
“El capital corporal son las condiciones de existencia alojadas en el cuerpo individual, el
cuerpo subjetivo y en el social. El cuerpo individuo es una construcción elaborada
filogenéticamente que indica los lugares y procesos fisio-sociales por donde la percepción
naturalizada del entorno se conecta con el cuerpo subjetivo. El cuerpo subjetivo es la auto-
percepción del individuo como espacio de percepción del contexto y el entorno en tanto
“locus” de la sensación vital enraizada en la experiencia de un “yo” como centro de
gravitación de sus prácticas. El cuerpo social consiste en las estructuras sociales
incorporadas que vectorizan al cuerpo individual y subjetivo en relación a sus conexiones
en la vida-vivida-con-otros y para-otros” (Scribano, 2012. p. 101).
Es así que, tal cual la diferenciación antes indicada y en sentido sociológico estricto, cuando
hablamos de cuerpos esta triple articulación de mutuo condicionamiento nos puede ayudar a
pensar complejidad aunque difícilmente podamos reducir la dinámica cultural y las
sedimentaciones de las sensibilidades de la que nos movemos en la vida cotidiana a ella.
Por ello, debemos destacar que los cuerpos no se agotan en la presentación de un tipo de
construcción o de auto-percepción sino que necesariamente tenemos que vincular estos procesos
a las emociones que mediatizan los modos de habitar los cuerpos y a las visiones socioculturales
que cargamos como mochilas todos los sujetos fruto de las tradiciones, los recorridos, lo
aprendido, lo vivido, experimentado, etc.
Esto nos lleva necesariamente a preguntarnos por dos dimensiones que hacen y afectan los
cuerpos tal como lo hemos venido describiendo: cómo nos sentimos en el cuerpo (cómo habitamos
el cuerpo) y cómo vemos que nos ven los otros en el cuerpo (ese cuerpo “espejo” del otro que me
devuelve mi propio cuerpo, “espejo” siempre como distorsión y no como imagen refleja de una
materialidad en sí). En este sentido, tratando de reflexionar sobre una posibilidad metodológica de
acceso al cuerpo, y siempre vinculando cuerpo y sensaciones, Scribano (Op.Cit.), habla de un
cuerpo imagen –“cómo veo que me ven”, un cuerpo piel –“cómo ‘siento-naturalmente’ el mundo y
un cuerpo movimiento, en tanto “inscripción corporal de las posibilidades de acción”.
“Las interacciones entre cuerpo imagen, cuerpo piel y cuerpo movimiento son tomadas
como señaladores (indicadores) de la dominación social y como localizadores de
enclasamiento. Los cruces entres estos se insertan en los modos determinados que
asumen las particulares políticas de los cuerpos, articulándose a los mecanismos de
soportabilidad social y los dispositivos de regulación de las sensaciones” (Scribano, Op.
Cit. p. 101)
Marcamos a partir de lo antedicho un vínculo muy claro entre cuerpos y sensibilidades en tanto
conjunción de percepción, sensaciones y emociones, ya que el estar-en-el-mundo se produce en la
práctica por mediación del cuerpo y éste por mediación de las sensibilidades que dan cuenta de un
estado de lo social in-corporado. El cuerpo es, además, un constructo que se dice, se narra, se
configura en modos de significación que instalan discursos y son el resultado de otros discursos
que los han precedido y configurado. Por ello, decíamos anteriormente, que no podemos hablar de
cuerpos sin pensar esta triple articulación entre lo individual, lo subjetivo y lo social; la imagen, la
piel y el movimiento; la práctica, la identidad y la trayectoria biográfica (individual y colectiva). De lo
contrario el cuerpo es un abstracto que intencionadamente ideologizado (por la teoría o por la
sociedad) deviene naturalizado.
“La tensión entre cuerpo individuo, subjetivo y social es una de las claves que permitirán
entender las conexiones entre geometrías de los cuerpos y gramáticas de la acción, que
son parte de la dominación neo-colonial en los países de América Latina. (…) Identificar,
clasificar y volver crítico el juego entre sensaciones, percepción y emociones es vital para
entender los dispositivos de regulación de las sensaciones que el capital dispone como uno
de sus rasgos contemporáneos para la dominación social” (Scribano, Op. Cit. p. 102).
Los aportes teóricos y las reflexiones a partir de los mismos que se han constituido en la parte
inicial de este texto nos permitirán dar cuenta de aquí en más de algunas características
específicas para pensar un caso posible en el que los vínculos entre cuerpos, emociones y
comunicación se hacen evidentes. Para ello destacamos como síntesis los principales puntos
enumerados, remarcando que hablamos de sensibilidades como cristalización en la cultura de
discursos históricamente construidos, de percepciones históricamente construidas y la cultura
como articuladora en esta relación cuerpos/emociones.
El caso que proponemos para el análisis parte de la consideración de que nuestra cultura
occidental y cristiana, ha producido un des-habitar el cuerpo y racionalizar el cuerpo. En este punto
es necesario historizar algunas de las “reglas o normativas” que desde lo discursivo han moldeado
prácticas y concepciones en esta relación entre prácticas corporales, prácticas religiosas y
procesos comunicacionales. En este sentido, en la actualidad, podemos indicar que todos los
rituales neo-cristianos y los rituales afro-orientales proponen una redefinición de estos vínculos
cuerpos/emociones en relación a la visión “tradicional” sostenida desde las religiones
institucionalizadas, incentivando la presencia activa del cuerpo y las emociones como
mediatización de la presencia de la divinidad que discuten y ponen en cuestionamiento esos
modos históricos de vincular prácticas y comunicación y que resultan relevantes para pensar los
modos en que los sujetos sociales actuales se piensan y se insertan en el mundo a partir de lo
corporal/religioso.
A partir de esta sintética clasificación de los modos históricos que desde el cristianismo oficial
se han producido en la vinculación cuerpos/emociones, debemos destacar como los procesos de
vaciamiento de sentido que la racionalización produce sobre la vida cotidiana encuentran una
contraparte en las posibilidades de rearticulación que se les ofrecen desde las prácticas de
religiosidad popular actual. Los procesos de apropiación y uso de rituales y sentidos complejizan
los modos dialógicos de construcción de la cultura cotidiana y establecen marcos comunicativos
como creación de sentidos sociales y culturales sobre la propia experiencia de vida, sobre la
interpretación cognitiva de la propia realidad y el encuentro con los otros sociales con los que
conviven en la cotidianeidad. Un caso típico desde el que analizar esta nueva propuesta de
vinculación entre prácticas culturales, prácticas de religiosidad popular y comunicación en la vida
cotidiana es la referencia a las prácticas en torno al culto de San Expedito. San Expedito, “el santo
de las causas imposibles”, es un “personaje” al que podríamos ubicar en los márgenes de la
oficialidad católica. Este “santo” que según la tradición era un soldado romano del Imperio Tardío,
fue sacado del Santoral Católico (esto es, de las fiestas que la Iglesia Católica marca como
importantes y permitidas al culto) en el Concilio Vaticano II (1965). Se puede decir en líneas
generales que siempre ha sido una figura del santoral entre otras tantas, sobre todo antes de esta
quita y de la renovación y auge que se viene produciendo desde hace unos diez años a esta parte.
Incluso en muchas iglesias católicas del país, los sacerdotes se niegan a celebrar misa el día del
Santo (19 de abril) dado que la Iglesia ha quitado su culto del Santoral. Esto crea una serie de
conflictos con los fieles del santo y ubica su culto y todos los rituales asociados a él, en la
“marginalidad” respecto a las prescripciones oficiales católicas, en los límites de “lo posible” y
“aceptable”, en un constante proceso de negociación. La renovación (casi podríamos decir la
aparición) de este culto y el consiguiente auge y desarrollo que el mismo ha tenido resitúa
prácticas tradicionales en contextos nuevos y redefine rituales y procesos de comunicación al
tiempo que se resignifican los sentidos asociados a dichas prácticas y, con ellos, los vínculos y
concepciones sobre corporalidades y emociones. Analíticamente podemos enumerar los siguientes
ejes de trabajo:
Los cuatro puntos antes indicados, referidos al caso de los nuevos movimientos religiosos que
se producen al interior del cristianismo católico romano como quedó dicho, en parte retomando
propuestas de otras confesiones cristianas evangélicas y, en parte, retomando tradiciones de vieja
data asociadas a los cultos y rituales afroamericanos, “obligan” a que se modifiquen los lugares
esperados y las prácticas preconcebidas tanto para la oficialidad católica como para los creyentes.
Entre estos últimos, el cuerpo es la materialidad concreta que habitan los dioses, que toman como
medio para su manifestación y diálogo con los otros participantes en formas de posesión y danza,
de circulación por el templo, de presencia activa en el ritual, al mismo tiempo que es a través de las
emociones como los iniciados en los rituales pueden evaluar “con claridad” las “verdaderas”
manifestaciones de una posesión divina. En este sentido, cuerpo y emociones se encuentran en
diálogo indisoluble y complejo que rompe el hiato entre cuerpo/mente, cuerpo/espíritu,
carne/divinidad, al tiempo que “la puesta en presencia” de lo divino focaliza en un uso “extra-
cotidiano” del cuerpo y las emociones.
Esto es denominado por Pablo Seman (2001) como el carácter relacional de la experiencia
religiosa popular. Dicho carácter tiene, podríamos decir, distintas “manifestaciones” que sólo a nivel
analítico son diferenciables ya que, en la experiencia cultural misma, se presentan como un
conglomerado de prácticas y sentidos que remiten a un mismo y único proceso vivencial.
Lo que sigue es un punteo inicial de algunas de las manifestaciones que podemos analizar
desde lo conceptual en términos de apropiación ritual y redefinición de sentidos que nos ayudarán
a seguir analizando y profundizando en el proceso de investigación en marcha; punteo siempre
precario y provisorio que, a modo de conjeturas, nos indican algunas respuestas posibles a los
interrogantes del trabajo:
Notas
(1) El presente trabajo es una producción realizada por el autor como integrante del NACT
ECCO y el Proyecto de Investigación “Estudios Comunicacionales de la Corporalidad” –
FACSO – UNICEN.
(2) Es importante tener en cuenta en este punto aquella alegoría platónica del carro con los
dos caballos que representan a la racionalidad y a las pasiones respectivamente y que el
objetivo central del relato consistirá en mostrar el camino del equilibrio entre ambas para
evitar las consecuencias que puede tener para el espíritu la primacía de las pasiones.
Bibliografía
Bell, C. (1992) Ritual Theory, Ritual Practice. NY: Oxford University Press.
Casado, C. y Colomo, R. (2006) “Un breve recorrido por la concepción de las emociones en la
filosofía occidental” en A Parte Rei, Revista de Filosofía. N° 47. Universidad Complutense de
Madrid y Universidad Carlos III de Madrid.
Foucault, M. (2007) “La vida: la experiencia y la ciencia” en Ensayos sobre biopolítica. Excesos de
vida: Michel Foucault, Gilles Deleuze, Slavoj Zizek; compilado por Fermín Rodriguez y Gabriel
Giorgi, Editores. Paidós. Buenos Aires.
http://www.relaces.com.ar//index.php/relaces/article/view/252
http:/www.relaces.com.ar/index.php/relaces/article/view/224
Sanchez Aguirre (2013) “Apuntes sobre la construcción conceptual de las emociones y los
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RELACES, N°13. Año 5. Diciembre de 2013 – Marzo de 2014. Córdoba. ISSN: 1852.8759. pp. 75-
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Scribano, A. (2012) “Sociología de los cuerpos/emociones” en Revista Latinoamericana de
Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad – RELACES. N° 10. Año 4. Diciembre de 2012 –
marzo de 2013. Córdoba. ISSN 1852.8759. Págs. 93-113. Disponible en:
Williams, R. (2012) Cultura y materialismo. La marca editora. Buenos Aires.