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Corporalidades y comunicación:

Reflexiones en torno a los ejes problemáticos


cuerpos/emociones/prácticas religiosas

“Ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida”
(Solamente - Alejandra Pizarnik)

Introducción

El presente trabajo tiene como objetivo primordial plantear algunas líneas de análisis y reflexión
en torno a las vinculaciones entre corporalidades y comunicación. Para ello, proponemos partir de
un breve recorrido por los ejes problemáticos que se plantearon desde la filosofía y que asociaban
la discusión sobre el cuerpo a su relación con el espíritu/alma. Sostenemos que desde estas
concepciones clásicas y desde los marcos culturales del cristianismo occidental se han “definido”
una serie de cristalizaciones históricas que han sedimentado en lo que denominamos
sensibilidades en tanto concepciones y prácticas culturales que nos permiten no solo pensar las
corporalidades, darle marcos de referencia a nuestras experiencias, sino también revisar las
mismas a la luz de las Ciencias Sociales y de la Comunicación Social para reflexionar sobre
nuevos modos de concepción y “puesta en escena” de los cuerpos. Los aportes resultantes de los
debates filosóficos nos servirán también para recuperar la relación entre corporalidades y
emociones ya que sostenemos que estas últimas son la puerta de acceso al estudio de aquellas.
Para ello, en la parte final de este trabajo, retomaremos un caso de análisis que se constituye en
parte del corpus que estamos trabajando en el marco del proyecto de investigación ECCO
(Estudios de Comunicación y Cultura en Olavarría) en la Facultad de Ciencias Sociales – UNICEN
(1).
Cuerpos y emociones desde la filosofía

Abordar la relación entre cuerpos y sensibilidades, cuerpos y emociones nos remite


directamente a los problemas que la Historia de la Filosofía ha dejado planteado ya desde sus
comienzos en el contexto de la Grecia Clásica. El principal de ellos es aquella vieja disociación
entre lo racional o espiritual en sentido amplio y lo apetitivo o material, dos sustancias “localizadas”
en distintos lugares del cuerpo-organismo y asociadas a modos distintos del ser. Ya Platón
vinculaba esta distinción a estratificaciones sociales indicando claramente que aquellos que
cultivaban la racionalidad como educación del alma pertenecían a la clase de los guardianes
guerreros y les correspondía el gobierno, mientras que los que se dejaban llevar por las pasiones y
los placeres del cuerpo, los apetitos, pertenecían a las clases más bajas sumidas en la “ignorancia”
(2). Si bien estas definiciones y ubicaciones sociales no se correspondían con lo que nosotros
denominamos clases sociales en relación a los bienes económicos y culturales, ya indican una
sobrevaloración de lo racional por sobre lo “carnal”. Con posterioridad, la irrupción del cristianismo
occidental dará cuenta de una disyunción similar (aunque ambivalente de acuerdo a los tiempos
históricos diferentes) pero que replica el modo de concepción platónica: el cuerpo como cárcel del
alma, dice San Agustín, define a aquel como simple receptáculo limitativo y finito de otra sustancia
que busca la libertad desde su infinitud. Se dirá también que la angustia del hombre medieval se
sostiene en parte por la lucha entre un alma infinita localizada accidentalmente en un cuerpo finito.
En la parte final de este ensayo volveremos sobre los modos en que la religión, especialmente el
cristianismo, ha modelado nuestra visión del cuerpo para ejemplificar sobre un caso que atraviesa
toda la cultura occidental hasta hoy.
Pero es, sobre todo, con la inauguración del pensamiento filosófico moderno donde la
desvinculación cuerpo-mente se vuelve más clara. La primera certeza del pensamiento cartesiano
“cogito ergo sum” define al ser como cosa pensante, racional, evidencia clara y distinta que se
presenta al espíritu atento como verdad primera. Del cuerpo no tengo evidencia, dice Descartes,
más que a través de mediaciones confusas, las vivencias. Las emociones son afecciones como
modificaciones pasivas causadas en el alma por el movimiento de los espíritus vitales, de las
fuerzas mecánicas que obran en el cuerpo. Para más detalle podemos indicar que cuando el
mismo Descartes llega a la evidencia de que existe algo que no es el mismo ni Dios, esto que
llamamos la extensión y que ha sido asociado al cuerpo como distinto de la mente, él mismo dirá
que de la extensión solo tiene evidencia en tanto tiempo y espacio, justamente los dos modos
racionales por excelencia de matematizar o geometrizar lo viviente.
Habrá que esperar a la irrupción del pensamiento racional debido a Spinoza para poder
comenzar a analizar una vinculación consustanciada de cuerpo y mente y, al mismo tiempo, dos
aspectos de una misma realidad que incluye a las emociones.
“Spinoza hace derivar las emociones del esfuerzo (conatus) de la mente por perseverar en
el propio ser por un tiempo indefinido. Este esfuerzo se denomina voluntad cuando sólo se
refiere a la mente y se denomina deseo (appetitus) cuando se refiere al mismo tiempo a la
mente y al cuerpo. Así, el deseo es la emoción fundamental. A él se unen otras dos
emociones primarias: la alegría y el dolor” (Casado, C. y Colomo, R. 2006. p. 6).

La discusión que la filosofía entabla en su interior respecto a la relación mente-cuerpo-


emociones excede el contexto de este trabajo ya que ello implicaría una lectura profunda de cada
uno de los autores involucrados para poder llegar a problematizar hipótesis de trabajo que nos
habiliten a trasladar sus reflexiones a las nuestras. El sentido con el que los hemos convocado
someramente en este texto nos tiene que permitir vislumbrar por un lado que las Ciencias Sociales
y, la Comunicación Social especialmente, abordan problemáticas de vieja data y, por otro,
indicarnos algunas referencias para pensar, para debatir, para construir. Iniciamos este camino
desplegando como hipótesis esta idea de que la función social de las emociones se presenta como
indicadora de movimientos, de potencias, que de acuerdo al entramado de interdependencias
grupales, va adquiriendo diferentes motivos. El estudio de las emociones es puerta de acceso para
reconocer las formas sociales que se tejen alrededor de los cuerpos, de sus energías y de sus
acciones. Puerta de acceso a la comunicación de las corporalidades en esta modernidad tardía.

Sensibilidades, emociones, cuerpos…

“Encontré en mi propio trabajo que debía desarrollar la idea de una estructura de


sentimiento. (…) …Estas estructuras no son producidas de manera individual sino
colectivamente. Nuevamente, en un término casi intraducible, éste era un estructuralismo
genético necesariamente atento no sólo al análisis de las estructuras sino a su formación
histórica y a su proceso: los modos en que se desarrollan y modifican y las formas en que
se constituyen. El fundamento de este abordaje es la creencia de que toda actividad
humana es el intento de producir una respuesta significativa a una situación objetiva
particular” (Williams, 2012. p. 41 y 42)

Partimos de una cita de un texto de Raymond Williams sobre las estructuras de sentimiento a fin
de contextualizar (nunca mejor dicho) la posibilidad de pensar la noción de cuerpo, no sólo en tanto
concepto que refiere a una época histórica y da cuenta en su estructuración de relaciones sociales
materiales sino en tanto experiencia manifiesta de cultura que perciben los sujetos.
En este sentido, el concepto de estructuras del sentimiento que el autor desarrolla para pensar
los análisis literarios (y él mismo lo dice aunque no solamente) es central antes que todo para
explicitar el carácter dinámico de la cultura, es posibilidad (o imposibilidad) de “capturar” la
cambiante relación entre estructuras y sujetos, entre individualidad y colectivo, entre concepto y
experiencia. La tarea parece llamada al fracaso ya que la ciencia siempre llega tarde para pensar
la experiencia pero intentar producir un saber sobre los cuerpos necesariamente tiene que
emprender esa “imposibilidad”. “Imposibilidad” que se vislumbra como capacidad de dar una
respuesta significativa a una situación objetiva particular, constreñida por las relaciones históricas
permeables en lo colectivo y en lo complejo de la fractura ciencia/experiencia. Siempre seremos
una pobre versión mal configurada y cuasi estática de una riqueza cultural dinámica inasible. De un
lado, entonces, nuestros conceptos y percepciones de los cuerpos; del otro la experiencia concreta
material e histórica.

“Y lo que parece especialmente importante en estas cambiantes estructuras de sentimiento


es que, frecuentemente, anteceden a los cambios más reconocibles de ideas y creencias
formales que conforman la historia ordinaria de la conciencia” (Williams, Op. Cit. p. 44)

La conciencia es un elemento central en el proceso de captura. En tanto realidad de relaciones


entre visión del mundo y condiciones materiales de existencia, deberá dar cuenta del dinamismo y
la complejidad de todo lo que emergente y desestructurante descoloca categorías de pensamiento
tendientes a la estabilización, aunque más no sea temporal. Cristalización de un estado de lo real
cuyo objetivo es franquear la puerta al conocimiento siempre parcial e impotente. Esta misma
impotencia la define Foucault (2007) cuando vincula la vida, la experiencia y la ciencia; los dos
primeros por delante y la otra en tardía captura por detrás.

Este marco introductorio nos debe permitir reflexionar sobre nuestras concepciones de los
cuerpos vinculando, entonces, conceptualización, experiencia y práctica (ésta última
necesariamente conectada a la trayectoria social de los sujetos y los colectivos). El concepto de
práctica es otro elemento central para pensar la noción de cuerpos ya que nos contextúa
nuevamente en las relaciones sociales entre sujetos, entre éstos y la estructura de lo social pero
también, al decir de Catherine Bell (1992), en su carácter situacional ya que aquella no puede ser
entendida fuera del ámbito en el que ocurre.
Entonces, decimos que los cuerpos son construcciones como encuentro de múltiples
determinaciones, donde la biografía personal en vinculación con las trayectorias colectivas
socioculturales, las sedimentaciones históricas y generacionales, las distintas visiones del mundo
que han afectado nuestras percepciones y las emociones como mediatización de la materialidad
corporal sedimentan en sensibilidades que dan cuenta de nuestros modos de recorrer y
apropiarnos del mundo en que vivimos, de los modos en que construimos nuestros cuerpos. Es así
que hablamos de cuerpos que habitamos, distintos de nuestros organismos en tanto conjunto de lo
fisiológico, neurológico, orgánico, etc. Y, por ende, los cuerpos de cada uno de nosotros se
intersecan con el cuerpo de lo social que, tal cual la diferenciación antes indicada
(cuerpos/organismos) deviene construcción de relaciones sociales en constante mutación. Así, lo
que sabemos del cuerpo social lo aprehendemos a través de nuestros propios cuerpos, en
palabras de Scribano (2012), en tanto sedimentación de formas específicas de capital corporal:

“El capital corporal son las condiciones de existencia alojadas en el cuerpo individual, el
cuerpo subjetivo y en el social. El cuerpo individuo es una construcción elaborada
filogenéticamente que indica los lugares y procesos fisio-sociales por donde la percepción
naturalizada del entorno se conecta con el cuerpo subjetivo. El cuerpo subjetivo es la auto-
percepción del individuo como espacio de percepción del contexto y el entorno en tanto
“locus” de la sensación vital enraizada en la experiencia de un “yo” como centro de
gravitación de sus prácticas. El cuerpo social consiste en las estructuras sociales
incorporadas que vectorizan al cuerpo individual y subjetivo en relación a sus conexiones
en la vida-vivida-con-otros y para-otros” (Scribano, 2012. p. 101).

Es así que, tal cual la diferenciación antes indicada y en sentido sociológico estricto, cuando
hablamos de cuerpos esta triple articulación de mutuo condicionamiento nos puede ayudar a
pensar complejidad aunque difícilmente podamos reducir la dinámica cultural y las
sedimentaciones de las sensibilidades de la que nos movemos en la vida cotidiana a ella.
Por ello, debemos destacar que los cuerpos no se agotan en la presentación de un tipo de
construcción o de auto-percepción sino que necesariamente tenemos que vincular estos procesos
a las emociones que mediatizan los modos de habitar los cuerpos y a las visiones socioculturales
que cargamos como mochilas todos los sujetos fruto de las tradiciones, los recorridos, lo
aprendido, lo vivido, experimentado, etc.
Esto nos lleva necesariamente a preguntarnos por dos dimensiones que hacen y afectan los
cuerpos tal como lo hemos venido describiendo: cómo nos sentimos en el cuerpo (cómo habitamos
el cuerpo) y cómo vemos que nos ven los otros en el cuerpo (ese cuerpo “espejo” del otro que me
devuelve mi propio cuerpo, “espejo” siempre como distorsión y no como imagen refleja de una
materialidad en sí). En este sentido, tratando de reflexionar sobre una posibilidad metodológica de
acceso al cuerpo, y siempre vinculando cuerpo y sensaciones, Scribano (Op.Cit.), habla de un
cuerpo imagen –“cómo veo que me ven”, un cuerpo piel –“cómo ‘siento-naturalmente’ el mundo y
un cuerpo movimiento, en tanto “inscripción corporal de las posibilidades de acción”.

“Las interacciones entre cuerpo imagen, cuerpo piel y cuerpo movimiento son tomadas
como señaladores (indicadores) de la dominación social y como localizadores de
enclasamiento. Los cruces entres estos se insertan en los modos determinados que
asumen las particulares políticas de los cuerpos, articulándose a los mecanismos de
soportabilidad social y los dispositivos de regulación de las sensaciones” (Scribano, Op.
Cit. p. 101)

Marcamos a partir de lo antedicho un vínculo muy claro entre cuerpos y sensibilidades en tanto
conjunción de percepción, sensaciones y emociones, ya que el estar-en-el-mundo se produce en la
práctica por mediación del cuerpo y éste por mediación de las sensibilidades que dan cuenta de un
estado de lo social in-corporado. El cuerpo es, además, un constructo que se dice, se narra, se
configura en modos de significación que instalan discursos y son el resultado de otros discursos
que los han precedido y configurado. Por ello, decíamos anteriormente, que no podemos hablar de
cuerpos sin pensar esta triple articulación entre lo individual, lo subjetivo y lo social; la imagen, la
piel y el movimiento; la práctica, la identidad y la trayectoria biográfica (individual y colectiva). De lo
contrario el cuerpo es un abstracto que intencionadamente ideologizado (por la teoría o por la
sociedad) deviene naturalizado.

“La tensión entre cuerpo individuo, subjetivo y social es una de las claves que permitirán
entender las conexiones entre geometrías de los cuerpos y gramáticas de la acción, que
son parte de la dominación neo-colonial en los países de América Latina. (…) Identificar,
clasificar y volver crítico el juego entre sensaciones, percepción y emociones es vital para
entender los dispositivos de regulación de las sensaciones que el capital dispone como uno
de sus rasgos contemporáneos para la dominación social” (Scribano, Op. Cit. p. 102).

Sensibilidades como tríada fundamental de articulación de percepciones, sensaciones y


emociones, tríada que nos permite acceder al “cuerpo” vinculado al contexto (con-texto, ambiente y
discursos que cruzan atraviesan nuestro ser social).
A partir de lo dicho, es central que podamos tomar todos estos aportes para reflexionar y
permitirnos construir distintas posibilidades de acercamiento, sabiendo de antemano que las
distintas conceptualizaciones provenientes de algunas “epistemes” a las que hemos referido son
solo eso, aportes para la discusión y de ningún modo un corpus cerrado y dogmático.

Sensibilidades religiosas: experiencia de puesta en escena del cuerpo

Los aportes teóricos y las reflexiones a partir de los mismos que se han constituido en la parte
inicial de este texto nos permitirán dar cuenta de aquí en más de algunas características
específicas para pensar un caso posible en el que los vínculos entre cuerpos, emociones y
comunicación se hacen evidentes. Para ello destacamos como síntesis los principales puntos
enumerados, remarcando que hablamos de sensibilidades como cristalización en la cultura de
discursos históricamente construidos, de percepciones históricamente construidas y la cultura
como articuladora en esta relación cuerpos/emociones.
El caso que proponemos para el análisis parte de la consideración de que nuestra cultura
occidental y cristiana, ha producido un des-habitar el cuerpo y racionalizar el cuerpo. En este punto
es necesario historizar algunas de las “reglas o normativas” que desde lo discursivo han moldeado
prácticas y concepciones en esta relación entre prácticas corporales, prácticas religiosas y
procesos comunicacionales. En este sentido, en la actualidad, podemos indicar que todos los
rituales neo-cristianos y los rituales afro-orientales proponen una redefinición de estos vínculos
cuerpos/emociones en relación a la visión “tradicional” sostenida desde las religiones
institucionalizadas, incentivando la presencia activa del cuerpo y las emociones como
mediatización de la presencia de la divinidad que discuten y ponen en cuestionamiento esos
modos históricos de vincular prácticas y comunicación y que resultan relevantes para pensar los
modos en que los sujetos sociales actuales se piensan y se insertan en el mundo a partir de lo
corporal/religioso.

El pensamiento cristiano, retomando algunas ideas ya esgrimidas y puestas en práctica a partir


del siglo II del Imperio Romano tardío, y desde la racionalización del pensamiento griego, creará el
clima y el mundo de las simbologías que permiten pensar al hombre, su mundo y la salvación como
fin trascendente, a partir de la oposición radical y la tensión constante entre cuerpo y alma. Por
ende, más allá de los olvidos de la historia que ha pensado, durante muchos siglos, al hombre
medieval desencarnado, las representaciones sobre el cuerpo giran en torno a los siguientes
tópicos:

- el cuerpo es despreciado, humillado y condenado, ya que por ser manifestación de la


carne, es el lugar del pecado, y solo se obtiene la salvación en la medida en que se
domine al mismo a través de la penitencia corporal. “Abominable vestimenta del alma”
(dice Gregorio Magno); “Cárcel del alma” (dice San Agustín siguiendo a Platón).
- El cuerpo se glorifica: Cristo, el Hijo de Dios, se hizo hombre a través de la Encarnación, y
Jesús, Dios Encarnado, vence a la muerte; a través de la Resurrección funda la idea de la
resurrección de los cuerpos (creencia inaudita en las religiones hasta ese momento) como
cuerpos glorificados.
- El cuerpo como metáfora del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Unidad de los cristianos
miembros con funciones distintas pero unidos en el mismo cuerpo (San Pablo).
- Asimismo, el cuerpo es el lugar del goce y el placer; de la risa y la desmesura; de la gula y
la lujuria por oposición a la abstinencia y la castidad. Se hace patente entonces, la tensión
a través de la cual oscila el mundo de la vida cotidiana en la Edad Media, tensión entre el
tiempo del carnaval y el tiempo de la cuaresma.
En parte entonces, más allá de otros aportes y reflexiones posteriores desde distintas
disciplinas, se han producido algunos corrimientos en torno a concepciones del cuerpo tan
asociadas a lo religioso y a la “limitación impuesta por la carne al espíritu”. Sin embargo, lo que nos
gustaría rescatar en este punto es el modo en que nuestra cultura, organizada desde lo occidental
y cristiano, ha conservado como sedimentación algunos de estos sentidos casi ocultos y opacos al
raciocinio crítico. Conjuntamente con esta oposición radical entre cuerpo y alma, se propugna un
alejamiento racional de toda manifestación emocional concebida como afección del alma. No
podemos dudar de que, en determinados momentos y ante ciertas situaciones que necesitan
planificación y “cabeza fría”, las pasiones (tal cual es la definición más negativa de las
emociones/sentimientos) pueden afectar la toma de decisiones. Sin embargo, la separación tajante
que prescinde de aquellas para preservar estas últimas, no se condice con el modo de ser y
actuar, de experimentar la vida cotidiana y los modos de acceso al estudio de las corporalidades.

A partir de esta sintética clasificación de los modos históricos que desde el cristianismo oficial
se han producido en la vinculación cuerpos/emociones, debemos destacar como los procesos de
vaciamiento de sentido que la racionalización produce sobre la vida cotidiana encuentran una
contraparte en las posibilidades de rearticulación que se les ofrecen desde las prácticas de
religiosidad popular actual. Los procesos de apropiación y uso de rituales y sentidos complejizan
los modos dialógicos de construcción de la cultura cotidiana y establecen marcos comunicativos
como creación de sentidos sociales y culturales sobre la propia experiencia de vida, sobre la
interpretación cognitiva de la propia realidad y el encuentro con los otros sociales con los que
conviven en la cotidianeidad. Un caso típico desde el que analizar esta nueva propuesta de
vinculación entre prácticas culturales, prácticas de religiosidad popular y comunicación en la vida
cotidiana es la referencia a las prácticas en torno al culto de San Expedito. San Expedito, “el santo
de las causas imposibles”, es un “personaje” al que podríamos ubicar en los márgenes de la
oficialidad católica. Este “santo” que según la tradición era un soldado romano del Imperio Tardío,
fue sacado del Santoral Católico (esto es, de las fiestas que la Iglesia Católica marca como
importantes y permitidas al culto) en el Concilio Vaticano II (1965). Se puede decir en líneas
generales que siempre ha sido una figura del santoral entre otras tantas, sobre todo antes de esta
quita y de la renovación y auge que se viene produciendo desde hace unos diez años a esta parte.
Incluso en muchas iglesias católicas del país, los sacerdotes se niegan a celebrar misa el día del
Santo (19 de abril) dado que la Iglesia ha quitado su culto del Santoral. Esto crea una serie de
conflictos con los fieles del santo y ubica su culto y todos los rituales asociados a él, en la
“marginalidad” respecto a las prescripciones oficiales católicas, en los límites de “lo posible” y
“aceptable”, en un constante proceso de negociación. La renovación (casi podríamos decir la
aparición) de este culto y el consiguiente auge y desarrollo que el mismo ha tenido resitúa
prácticas tradicionales en contextos nuevos y redefine rituales y procesos de comunicación al
tiempo que se resignifican los sentidos asociados a dichas prácticas y, con ellos, los vínculos y
concepciones sobre corporalidades y emociones. Analíticamente podemos enumerar los siguientes
ejes de trabajo:

 religiosidad popular y sentidos que los devotos construyen en sus prácticas,


 vinculación de éstos con su mundo cotidiano,
 vinculación entre lo cotidiano y lo trascendente,
 rearticulación de una visión de mundo en un mundo en constante desarticulación.

Los cuatro puntos antes indicados, referidos al caso de los nuevos movimientos religiosos que
se producen al interior del cristianismo católico romano como quedó dicho, en parte retomando
propuestas de otras confesiones cristianas evangélicas y, en parte, retomando tradiciones de vieja
data asociadas a los cultos y rituales afroamericanos, “obligan” a que se modifiquen los lugares
esperados y las prácticas preconcebidas tanto para la oficialidad católica como para los creyentes.
Entre estos últimos, el cuerpo es la materialidad concreta que habitan los dioses, que toman como
medio para su manifestación y diálogo con los otros participantes en formas de posesión y danza,
de circulación por el templo, de presencia activa en el ritual, al mismo tiempo que es a través de las
emociones como los iniciados en los rituales pueden evaluar “con claridad” las “verdaderas”
manifestaciones de una posesión divina. En este sentido, cuerpo y emociones se encuentran en
diálogo indisoluble y complejo que rompe el hiato entre cuerpo/mente, cuerpo/espíritu,
carne/divinidad, al tiempo que “la puesta en presencia” de lo divino focaliza en un uso “extra-
cotidiano” del cuerpo y las emociones.
Esto es denominado por Pablo Seman (2001) como el carácter relacional de la experiencia
religiosa popular. Dicho carácter tiene, podríamos decir, distintas “manifestaciones” que sólo a nivel
analítico son diferenciables ya que, en la experiencia cultural misma, se presentan como un
conglomerado de prácticas y sentidos que remiten a un mismo y único proceso vivencial.
Lo que sigue es un punteo inicial de algunas de las manifestaciones que podemos analizar
desde lo conceptual en términos de apropiación ritual y redefinición de sentidos que nos ayudarán
a seguir analizando y profundizando en el proceso de investigación en marcha; punteo siempre
precario y provisorio que, a modo de conjeturas, nos indican algunas respuestas posibles a los
interrogantes del trabajo:

- La continuidad de lo físico y lo moral: en tanto prolongación espiritual que se manifiesta


en la atribución de carácter moral-espiritual a la enfermedad en tanto cumplimiento o
incumplimiento de promesas a un santo o divinidad. La desgracia como vivencia de que se
ha fallado a la divinidad se expresa en el cuerpo y en el espíritu de forma aunada.
- El carácter relacional de la práctica y el ritual: el mismo trastoca la relación unitaria y
personal con la divinidad sobre la que se asienta la experiencia religiosa moderna. En las
nuevas formas de religiosidad popular, los unos afectan espiritualmente a los otros y esta
conexión es una unión de cuerpos y almas en el sentido de un gran cuerpo colectivo unido
a lo divino.
- El uso del cuerpo en las ceremonias religiosas: privilegiando la exteriorización de la
emoción, el énfasis en los bailes y movimientos a través del templo, las comidas como
parte de las celebraciones, etc. Todas estas manifestaciones de exteriorización son al
mismo tiempo manifestaciones de la unión entre cuerpo y espíritu en tanto vivencia de lo
religioso como experiencia y hábito del cuerpo/espíritu.

Profundizar en el análisis de estas conjeturas refiriéndolos a otros casos de creyentes y otros


rituales de religiosidad popular nos permitirán establecer algunas líneas comunes para que la
reflexión aporte otros elementos a la investigación y nos permita dar cuenta de los nuevos sentidos
asociados a las corporalidades que se desprende de nuevas prácticas culturales y
comunicacionales y les permiten a los creyentes reubicar el marco de referencia siempre activo de
apropiación de las concepciones del mundo con las que se vinculan. Concepciones del mundo que
vehiculizan no sólo parte de los esquemas cognitivos con que los creyentes entienden su vida
cotidiana sino que, además, les brindan elementos para rearticular concepciones y cristalizaciones
históricas de sentidos sociales que brindan nuevos marcos para las prácticas culturales en torno a
los vínculos entre comunicación, corporalidades, emociones y religiosidad popular.

Notas
(1) El presente trabajo es una producción realizada por el autor como integrante del NACT
ECCO y el Proyecto de Investigación “Estudios Comunicacionales de la Corporalidad” –
FACSO – UNICEN.
(2) Es importante tener en cuenta en este punto aquella alegoría platónica del carro con los
dos caballos que representan a la racionalidad y a las pasiones respectivamente y que el
objetivo central del relato consistirá en mostrar el camino del equilibrio entre ambas para
evitar las consecuencias que puede tener para el espíritu la primacía de las pasiones.
Bibliografía

Bell, C. (1992) Ritual Theory, Ritual Practice. NY: Oxford University Press.
Casado, C. y Colomo, R. (2006) “Un breve recorrido por la concepción de las emociones en la
filosofía occidental” en A Parte Rei, Revista de Filosofía. N° 47. Universidad Complutense de
Madrid y Universidad Carlos III de Madrid.
Foucault, M. (2007) “La vida: la experiencia y la ciencia” en Ensayos sobre biopolítica. Excesos de
vida: Michel Foucault, Gilles Deleuze, Slavoj Zizek; compilado por Fermín Rodriguez y Gabriel
Giorgi, Editores. Paidós. Buenos Aires.
http://www.relaces.com.ar//index.php/relaces/article/view/252
http:/www.relaces.com.ar/index.php/relaces/article/view/224
Sanchez Aguirre (2013) “Apuntes sobre la construcción conceptual de las emociones y los
cuerpos” en Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad –
RELACES, N°13. Año 5. Diciembre de 2013 – Marzo de 2014. Córdoba. ISSN: 1852.8759. pp. 75-
86. Disponible en:
Scribano, A. (2012) “Sociología de los cuerpos/emociones” en Revista Latinoamericana de
Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad – RELACES. N° 10. Año 4. Diciembre de 2012 –
marzo de 2013. Córdoba. ISSN 1852.8759. Págs. 93-113. Disponible en:
Williams, R. (2012) Cultura y materialismo. La marca editora. Buenos Aires.

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