Estudios de literatura y cultu- les, indican huecos y fallas teóricas, ra latinoamericanos. Madrid y replantean la función del intelectual, Frankfurt am Main, Iberoame- tejen relaciones entre las disciplinas ricana, Vervuert, 2004, 326 pág. que configuran el ancho territorio de los estudios latinoamericanos, insis- En octubre de 1935, Pablo Ne- ten en la vigencia del pensamiento ruda publica en Caballo verde pa- crítico. Porque la autora no olvida ra la poesía un elogio a la materia sus inicios, indica un lugar de privi- mientras proclama: “Una poesía legio para la literatura: “Creo, en- impura como un traje, como un tonces que la literatura tiene un sitio cuerpo, con manchas de nutrición, asegurado en los nuevos intercam- y actitudes vergonzosas, con arru- bios teóricos y en las metodologías gas, observaciones, sueños, vigi- que se están ensayando como recur- lias, profecía, declaraciones de sos y procedimientos para leer la cul- amor y de odio, bestias, sacudidas, tura. Y creo que ese lugar está idilios, creencias políticas, nega- directamente vinculado a la ciones, dudas, afirmaciones, im- producción de sujetos y tramas puestos”. Recomienda luego el cul- intersubjetivas a través de las cuales tivo de la melancolía y el senti- toda sociedad o comunidad expresa mentalismo pues “quien huye del sus reclamos, expectativas y mal gusto cae en el hielo”. frustraciones. El problema es cómo En cuestiones de poética, la interrogaremos al texto literario impureza es el nombre de la vida y desde un nuevo horizonte teórico, y de la vocación política; es sinónimo cómo integraremos las respuestas del compromiso con el oficio de que vayamos obteniendo en una epis- escribir. El mismo espíritu im- temología quizá posestética pero pregna Crítica impura de Mabel sospecho no posideológica.” (194) Moraña, cuyo título sintetiza la Uno de los propósitos explícitos voluntad de un sujeto que se hace del libro consiste en la impugnación responsable de su palabra. La po- de la dicotomía casi irreconciliable, sición de escritura se revela, níti- que ha ganado espacio en estos últi- da, en una geografía que indica mos años, entre estudios literarios y pertenencia. Estos son “estudios estudios culturales. En el desarrollo latinoamericanos”, que hablan de de su práctica crítica, la autora problemáticas comunes analizadas prueba, que, entre ambos no existe por una voz que se quiere transna- rivalidad o exclusión sino una fructí- cional. fera complicidad. Si Crítica impura Los ensayos recorren temas pone de relieve las fronteras como actuales, se inmiscuyen en la his- problema teórico insistiendo en su toria, la literatura y la cultura de disolución –ya se trate de fronteras estas tierras, revisan conceptos y disciplinarias, divisiones entre obje- 402 RESEÑAS
tos estéticos o extraestéticos, entre representantes de la experiencia his-
jerarquías culturales y sociales o tórica. entre metodologías analíticas– el Los artículos que focalizan discur- primer límite borrado concierne a sos coloniales expanden, en particu- la separación entre estudios litera- lar, la problemática de la construcción rios y culturales. La cópula aseve- de identidades criollas así como las ra, tautológicamente, su función. estrategias de resistencia a los proyec- Un catálogo de conceptos usa- tos metropolitanos. Moraña fecha en dos y revisitados arrojaría como el período barroco la “etapa fundacio- resultado un abanico de las últi- nal de la identidad criolla” (20) acer- mas tendencias de los debates crí- cando comentarios que demuelen el ticos y teóricos. Anotemos: repre- discurso transculturador basado en sentación, diferencia e identidad, dicotomías que aplacan los antago- fronteras, transculturación, hete- nismos. Para mantener la dimensión rogeneidad, nomadismo, hibrida- entera de la conflictividad, la crítica ción, flujos, subjetividades móvi- prefiere interpretar el concepto desde les, mediaciones, subalternidad, un punto de vista histórico: “la trans- centros y márgenes, global y local, culturación es, entonces, desde esta antagonismos y resistencias. Seña- perspectiva, una experiencia intersti- lemos también los aciertos en el cial, que problematiza y relativiza, en armado de los ensayos que los des- un mismo movimiento, las ‘agencias’ arrollan porque, mientras desovi- históricas que se interrelacionan en la llan finos análisis textuales, movi- combinatoria colonialista” (22). Los lizan conceptos teóricos y abren a escritos de Fernando Ortiz, Mariano otras perspectivas críticas, discu- Picón Salas y Á ngel Rama hacen sus tiendo o dialogando con ellas. La aportes y despejan dudas. escritura se mueve, entonces, en- Los ensayos dedicados a Antonio tre el acuerdo, la corrección o el Cornejo Polar iluminan el resto al diferendo tomando siempre posi- punto que podríamos decir que su teo- ción. Lejos de toda ilusión de obje- ría del conflicto preside cada enuncia- tividad, Moraña opta por un tono do. En otras palabras, es la matriz de que recuerda la prédica bajtiniana las argumentaciones. Otras dos pre- cuando sostenía que cualquier pa- sencias: Chantal Mouffe y su insisten- labra existe bajo tres aspectos: como cia en el retorno de lo político y el palabra de la lengua, que no perte- pensamiento gramsciano de Ernesto nece a nadie, como palabra ajena, Laclau que concibe el funcionamiento llena de ecos, y como palabra de un de la sociedad en términos de antago- sujeto que la asume y por lo tanto la nismos. El rechazo a cualquier tipo de impregna de expresividad. superación dialéctica, la resistencia a La primera parte, “Pliegues la conciliación, el desprecio por la des- del canon”, incluye una serie de politización que sostiene cierta con- trabajos que se articulan en torno cepción del multiculturalismo: todos al eje de la representación de iden- estos principios están en la base de tidades culturales y nacionales. Crítica impura. Con agudo ojo literario, Moraña La identidad criolla se define a escoge textos que constituyen una partir de la diferencia –que se con- pequeña historia literaria y cultu- vierte, a veces, en sinónimo de anoma- ral, desde la Colonia hasta el siglo lía–, una identidad fluida que emerge XX. En ese largo período, los ensa- como “construcción intersticial, en el yos tratan los textos como monu- cruce de sistemas de representación mentos, zonas de densificación de estrechamente articulados a nociones sentidos epocales, que se erigen en étnicas y posiciones de poder” (55). El REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA 403
criollo es un sujeto desterritoriali- posible pensar que el drama de La
zado o desgarrado entre la búsque- Tempestad, en su elaboración rena- da del lugar del padre, del centro y centista, moderna o postmoderna, nos la marca del origen materno vincu- enfrenta al poder de la letra y al gran lado al desvío (la barbarie, el primi- tema de la violencia del alfabeto y la tivismo, el exotismo o la monstruo- resistencia simbólica, que Greenblatt sidad). La identidad se escinde en- prefiere aludir como colonialismo lin- tre dos culturas y entre dos lenguas. güístico”. (101) Los discursos de la emancipa- Un aporte interesante a la exten- ción aspiran, mediante operaciones sísima bibliografía de Borges: el ensa- retóricas y estrategias didácticas, a yo sobre “El etnógrafo”, incluido en transformar al súbdito en ciudada- Elogio de la sombra (1969), sirve como no, es decir, a efectuar el pasaje del pretexto para el debate latinoameri- sujeto colonial al sujeto nacional. canista. A partir de la consideración Para fines pedagógicos, los discur- de Borges como escritor de las orillas sos elaboran formas de interpela- (Sarlo), Moraña explora los sentidos ción popular. Contra las lecturas del ideologema convirtiéndolo en el que tornan excluyente la influencia lugar (o mejor, en el entre-lugar) pro- ilustrada –posiciones que van de pio del narrador y del etnógrafo, testi- Á ngel Rama a Benedict Anderson– gos de la diferencia y mediadores en- Moraña relativiza el peso de dicho tre culturas. Las fronteras, más que pensamiento subrayando las con- líneas de separación, configuran zonas tradicciones y vacilaciones en textos donde se comunican los saberes loca- como la “Carta de Jamaica” de Bolí- les; dibujan espacios de contacto entre var, donde se cuestiona la raciona- la experiencia, el conocimiento y el lidad occidental. La prosa evoca, en lenguaje. La anécdota y el personaje estos pasajes, el modelo crítico que fomentan sutiles conclusiones: “Bor- emplearan Horkheimer y Adorno en ges parece sugerir una desconfianza la Dialéctica del Iluminismo. radical en la existencia de una gran También con instrumentos fre- narrativa y de una lengua –una epis- cuentados por la Escuela de Frank- temología– capaz de englobar a un furt, el artículo dedicado al Ariel de tiempo la verdad del colonizador y del José E. Rodó se dedica a explorar colonizado. Apuesta, entonces, a la las zonas conflictivas en las que el representación de un vacío, ese ‘Ter- ensayo impugna la razón instru- cer espacio’ del que ha hablado Bha- mental e indica los caminos alter- bha”. (116) nativos de la contemplación o la Crítica impura abunda en traba- acción espiritual; registra y subraya jos que describen las apropiaciones y los momentos en que Ariel alaba o adaptaciones de determinadas teorías pone en jaque a la modernidad. En al campo cultural latinoamericano así la senda de Benjamin que aconseja- como otros que trazan el estado de ba barrer la historia a contrapelo, una cuestión. Ante el carácter comple- en una vuelta de tuerca que agrega jo y la densidad teórica que exhibe otras interpretaciones a las que cada trabajo, la brevedad resulta casi hiciera Fernández Retamar en Ca- un acto de injusticia. Digamos, ante libán, Moraña ve en las figuras de todo, que Walter Benjamin es una Próspero y Calibán las representa- presencia rutilante. Un artículo deta- ciones de dos figuras de intelectual: lla los hallazgos que el latinoamerica- “Al margen de la compleja red de nismo encuentra en la obra de Ben- problemas que abre esta similitud jamin: lo cultural como forma de lo entre la propia práctica shakespe- social, la búsqueda política, la impug- riana y la colonización, creo que es nación a los ideologías del progresis- 404 RESEÑAS
mo y del historicismo, el abandono multiculturalismo o transculturación.
de la verdad de una historia univer- “Estudios culturales, acción inte- sal o la preferencia por historias lectual y recuperación de lo político” discontinuas que contrastan con las ilustra, un poco a la manera de resu- grandes narrativas modernas. Ya men, la agenda intelectual que plan- en la segunda parte, “Debates lite- tea el libro. A partir del hecho de la rarios y culturales latinoamerica- clausura del Departamento de Estu- nos”, el filósofo alemán guía las re- dios Culturales de la Universidad de flexiones sobre la historia (litera- Birmingham, en 2002, Moraña hace ria), tema que implica repensar el un balance de los estudios culturales, lugar de las humanidades en el con- recogiendo opiniones favorables y con- texto de los cambios ideológicos y trarias, tanto propias como ajenas. El disciplinarios producidos en las úl- saldo es positivo porque los intereses timas décadas, revisar el papel del que sostienen y las preguntas que intelectual y sopesar los aportes del formulan las prácticas culturalistas comparatismo y la interdisciplina- involucran modos de recapturar lo riedad. político. A pesar de sus límites, “[el] El discurso trenza solidaridades rendimiento teórico [de la práctica entre historia, crítica y teoría litera- culturalista] frente a problemas como rias, a medida que realiza un tra- los que presenta la globalización, su yecto que va de los años 60, con su propuesta ya no inter sino decidida- visión autónoma de la literatura, la mente transdisciplinaria, su trabajo pretensión cientificista que regía en de erosión del proyecto ilustrado y las humanidades y el privilegio modernizador, su crítica de las identi- otorgado a la inmanencia hasta las dades entendidas ontológicamente concepciones posmodernas en las como esencias ahistóricas y adminis- que influyen la aparición de los tradas a partir de las ideologías e ins- nuevos movimientos sociales, las tituciones dominantes, para citar sólo teorizaciones sobre género o raza y algunos de los planos a que se aboca el la entrada de otras historias que análisis cultural, resulta insoslayable” tienen por protagonistas a otros (204). actores. El recorrido por diversos En el proceso, el intelectual cum- momentos del pensamiento crítico ple un rol fundamental. Si bien Mo- literario se prolonga en un trabajo raña sugiere el abandono de la ima- que explora las articulaciones entre gen de humanista y su reemplazo por la crítica literaria y la globalización la figura del mediador o del advisor – cultural a través de las transforma- con la que quizás muchos no se identi- ciones sociales y políticas, los cam- ficarían– el intelectual persevera en la bios teóricos e ideológicos, la confi- misión tradicional de interpelar al guración de nuevas categorías y poder a la que agrega la función de nuevas formas de pensar la exhortar a la sociedad civil. El tema subjetividad y de imaginar otros ha sido y continúa siendo objeto de lugares para el intelectual. Esta discusiones enfervorizadas porque epistemología, que la autora llama, nos involucra por entero. Recorde- con acierto, “fronteriza” implica la mos, a modo de ejemplo, a Edward sustitución de nociones inherentes a Said, en The World, the Text and the la cultura burguesa por términos Critic, cuando declara que la identi- que forman una constelación, un dad intelectual se traduce en una universo conceptual diferente donde conciencia crítica tironeada por la se inscriben, entre otros, hibridez, cultura de filiación a la que el sujeto heterogeneidad, margen, frontera, se liga por nacimiento, nacionalidad o profesión y por el sistema adquiri- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA 405
do por convicción política, circuns-
tancias históricas o voluntad indi- vidual. El entre-lugar del crítico se construye entre la cultura y el sis- tema, entre “the power of the dominant culture, one the one hand, and the impersonal system of disciplines and methods (sa- voir), on the other”. Y porque tratamos de pasiones, Crítica impura apuesta a la litera- tura cuyo valor –insiste– no se en- cuentra en una pretendida verdad o en la densidad discursiva sino en la posibilidad de fomentar identifica- ciones. La enunciación no deja de tener el optimismo moderado que marca nuestro tiempo: “Creo que un salto no mayor que el que realizó la crítica literaria en su paso de la es- tilística a la socio-historia, el desafío de los nuevos tiempos exige una revalorización del discurso literario como una de las formas simbólicas y representacionales que se interco- nectan en la trama social, sin llegar a adjudicarles por eso un privilegio epistemológico –ni a ésta ni a otras formas representacionales que se- rán a su vez, opacas, ideológicas, contradictorias, polivalentes”. (193)