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Karl Tonatiuh Teutli Guzmán.

Historia de América Latina, Siglo XX-1.

Dr. Jesús Hernández Jaimes.

Trabajo final.

Populismo y Anticomunismo. Una relación estrecha.

La política en Latinoamérica, por su historia compartida entre las distintas naciones, suele
estar en una perspectiva binaria: derecha e izquierda. A pesar de que actualmente muchas de
las propuestas que caracterizaban cada lado de han ido desdibujando, aun podemos hablar de
la existencia de esta división entre las fuerzas políticas. La división existe porque los
representantes de ambas fuerzas políticas basan sus propuestas en denostar y marcar una
ruptura importante con el adversario en cuestión. En ocasiones, bastante comunes, se utilizan
campañas electorales y propagandistas que buscan sembrar ideas sobre la apariencia del
adversario que provoquen temor y distanciamiento por parte de los ciudadanos. Dos de esas
estrategias, por parte de los sectores de derecha contra la izquierda, son el anticomunismo y
la adjetivación del término populismo.

En las ultimas décadas se ha observado la creciente llegada al poder de grupos


políticos de izquierda que no tenían lugar en los gobiernos durante el Siglo XX. Este cambio
de representantes ha traído nuevas criticas de los sectores de derecha, ahora como oposición,
hacia los distintos gobiernos hechos por partidos políticos de izquierda. Desde la oleada
comenzada por Chávez en Venezuela hasta el propio Barack Obama asumiéndose populista.
Justo por este tipo de sucesos considero importante iniciar y poner atención al debate desde
na perspectiva histórica, es decir, pensar qué tanto de las criticas anticomunistas de la guerra
fría se quedó presente en los argumentos de las oposiciones desde la derecha hacia los
gobiernos de izquierda.

La reflexión propuesta aquí es la de comparar cómo se usa actualmente el término


populismo de forma peyorativa para criticar los movimientos políticos que han llegado al
poder mediante partidos políticos identificados, o presentados, con la perspectiva de
izquierda y qué tanto quedó de las críticas y teorías anticomunistas. A pesar de que las épocas
son diferentes y que ya no se propone un sistema económico radicalmente distinto al
capitalismo, creo poder identificar ciertos rasgos de las propagandas anticomunistas en las
criticas utilizando el término populismo.

La ambivalencia y las fases del populismo.

El concepto de populismo, dentro de la teoría política, no tiene una noción exacta y recurrente
entre los teóricos. Es un fenómeno intelectual curioso porque se ha llegado más a la
conclusión de que es un concepto ambivalente que a la idea de ser una definición exacta.
Tiene que ver mucho con las fases históricas por las que ha pasado el concepto pues surgen
a partir de ciertos movimientos sociales que, en ocasiones, desencadenan en regímenes
gubernamentales muy particulares.

La primera etapa de este populismo está representada por dos movimientos sociales:
el movimiento urbano de Rusia en el Siglo XIX que era comandado por Los Narondiki y los
movimientos agrarios populares en Estados Unidos a finales también de ese siglo. Las
particularidades de estos movimientos es la solicitud por los reconocimientos de validez de
sus demandas ante las autoridades gubernamentales exigiendo una especie de participación
directa del pueblo. Esto revela una tensión directa, por lo menos en el caso norteamericano,
entre los sistemas económicos que traían consigo nuevas estructuras laborales más
centralistas y los sectores agrarios de la sociedad que se sentían excluidos. En el afán de
seguir conservando las mismas prácticas económicas y laborales se les ha tacha de
reaccionarios a estos movimientos populistas.

La segunda etapa es la del populismo durante el periodo entre guerras. Este populismo
ha sido estudiado principalmente como fenómeno en la región latinoamericana. En especifico
en Argentina, Brasil y una parte en México. Los gobiernos, llamados populistas, de Perón en
Argentina y de Vargas en Brasil tuvieron que enfrentarse a la situación mundial de la crisis
económica de 1929. Los grandes sectores populares y obreros encontraron cabida en los
nuevos modelos de desarrollo que proponían estos gobiernos al mismo tiempo que la
oposición era sometida mediante represiones militares y policiacas. Estos sectores obreros
llevaron a lo más alto la organización sindical y militante de tal manera que estaban muy
adentro de los sectores gubernamentales. Más allá de los logros obtenidos en materia de
demandas populares, la importancia de esta etapa radica precisamente en que se otorgó la
valides y el reconocimiento de estas demandas y la pobreza, una de las principales, comenzó
a ser vista como un problema verdaderamente existente.

La tercera etapa está caracterizada por presentarse con el final de los gobiernos
autoritarios y dictatoriales. Incluye una parte de ambivalencia política porque aquí no se nota
en demasía el enfrentamiento de la derecha y la izquierda, más bien la derecha desde la
perspectiva de la economía neoliberal es la que impulsa a esta oleada populista, Se aprovecha
de los errores y los huecos de distanciamiento entre ciudadano y gobierno que tiene la
democracia liberal para elaborar un discurso que permita llegar al poder. Los ejemplos de
finales del Siglo XX radican en los casos de Fujimori en Perú y de Mecian en Eslovaquia.
Estos gobiernos propiciaron la liberación económica y, desde las elites económicas y de
medios de comunicación, el populismo como adjetivo perdió su carácter peyorativo.
Podemos proponer que hay tres características hasta ahora de la revisión del término:

Primero: la gradual emergencia de ciertas obras que reivindican una desnormativización del
concepto, es decir, que buscan trascender el uso de definiciones que persiguen la
demonización o glorificación del fenómeno populista (Decker 2006; Meny y Surel 2003;
Panizza 2005). Segundo: en Europa Occidental han venido apareciendo partidos políticos de
derecha de corte populista, de manera que el populismo ya no es visto sólo como un fenómeno
de la periferia sino que también del centro. Y tercero: por primera vez se comienza a discutir
en la teoría política si acaso no existe una compatibilidad entre la democracia y el populismo.
(Frei y Rovira: 128. 2011)

El populismo, por lo menos en la mayoría de los casos, representa una incomodidad para
parte de un sistema estático y rígido. Hablamos del populismo desde la perspectiva clásica
que, cuando se juntan las fuerzas políticas, puede llegar a ser parte de este sistema que
primero lo hizo a un lado, convirtiéndose en una fuerza importante como los casos de Perón
o de Vargas. Hay que pensar que el carisma de estos últimos líderes junto con s capacidad
de oratoria denota otra de las características importantes de este fenómeno: una articulación
lingüística que define una identidad colectiva. Esta identidad colectiva está basada en
demandas compartidas por un sector de la población y es de ahí donde radica una parte de la
potencia de un movimiento social tachado de populista.
Podemos decir que “la similitud de los diversos populismos radica entonces en la capacidad
que éstos tienen para unificar diferentes demandas, de modo que grupos altamente
heterogéneos e incluso rivales se integran mediante la definición de un enemigo en común,
aunque no necesariamente tengan un proyecto de identidad definido entre ellos.” (Frei y
Rovira: 131. 2001). Teniendo este populismo la función principal de dar cuenta del orden
ideal y el orden existente en los gobiernos antes de cumplir netamente las demandas de los
movimientos.

El populismo y la ingobernabilidad.

La discusión del concepto, hasta ahora, proviene desde el ámbito intelectual, específicamente
desde el mundo académico. Conviene decir que no es el único donde el término de populismo
de utiliza, para bien o para mal, para designar a algún movimiento o un líder político. Debido
a la imprecisión, desde el campo de la ciencia política, para llegar a un común acuerdo sobre
el concepto, éste se presta para ser utilizado desde la política. Aquí es donde está el puente
para llegar al análisis de cómo se ha usado para denostar movimientos sociales, desde el
discurso, en América Latina.

El sociólogo Gino Germani fue uno de los primeros teóricos dentro de las ciencias
sociales en tratar de abordar el populismo de Latinoamérica. A diferencia de otros estudios
que simplificaban este fenómeno tratándolo como una parte más de la ideología fascista,
Germani observó que tenía particularidades en las formas de Perón, en el caso argentino, y
de Vargas en Brasil. Les denominó movimientos nacional-populares y los estudió de tal
forma que no se confundieran, o se simplificaran, con los movimientos en Europa.

Durante la década de los años ochenta, después de las dictaduras militares en la


mayoría de los países latinoamericanos, los estudios sobre el populismo clásico en esta parte
del continente bajaron su ritmo. Los reflectores estaban puestos en los procesos de
reinstauración, en casos particulares instauración, de la democracia. Las demandas de los
ciudadanos para los gobiernos recién elegidos después de años de nulas elecciones se vieron
defraudadas con las políticas económicas y sociales que traían consigo los nuevos gobiernos
con tendencia neoliberal. Comenzaba entonces una etapa de ingobernabilidad que no tendría
ya los mismos rasgos para análisis iguales a los anteriores.
En este contexto se empezó a hablar de “ingobernabilidad” de las sociedades
latinoamericanas. Tal enfoque justificaría el retroceso del Estado en provecho del mercado
en la década siguiente, y ¿por qué no? una cierta vuelca del fiel de la balanza hacia una mayor
autoridad en el marco de las instituciones democráticas, con una reducción de los canales de
transmisión de demandas (sindicatos, movimientos sociales, etc.). (Basset: 34. 2006).

En esos momentos comienza a hablarse de los programas políticos y económicos desde la


palabra de organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Para
evitar cualquier afectación en los nuevos sistemas económicos comienza utilizar el discurso
de que todo es válido en favor de la estabilidad y la gobernabilidad de los nuevos regímenes
liberales. Las referencias sobre el populismo, ahora hechas desde los impulsores de la teoría
neoliberal, tienen que ver con que su existencia representa un riesgo para los progresos
gubernamentales y para las políticas económicas.

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