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CHURCHAHOLICS o ECLESIOADICTOS

Min. Raymundo Ramos

Todos los cristianos que estamos comprometidos con nuestra fe, nos
congregamos en una iglesia de alguna u otra manera. En ella participamos y
trabajamos en pro del reino de Dios y de la obra, realizamos algún ministerio o nos
ponemos la camiseta de la Iglesia. Esto es algo normal y bíblicamente necesario
para todo creyente en Jesucristo, estamos llamados a servir.
No obstante, se observa en algunas iglesias un fenómeno interesante pero
preocupante también; ya que, mientras por un lado, hay quienes no participan ni
trabajan para el Señor ni cumplen su ministerio, es decir, viven un quietismo; hay
quienes están del otro lado de la moneda, aquellos que se la pasan trabajando
como si no existiera nada más que trabajar y trabajar en la obra.
Coloquialmente, diríamos: un trabajólico (calco del inglés workaholic), o sea, una
persona adicta al trabajo.
Para las personas que son adictas al trabajo, el trabajo constituye el centro de la
vida del individuo, el propio empleo resta importancia a todo lo demás, incluida la
familia, el ocio y la vida social. Lo consideran como su refugio. El hecho de
llevarse trabajo a casa para acabarlo por la noche o los fines de semana es algo
que resulta habitual en la persona que lo padece.
Esta situación define a aquellos trabajadores que, de forma gradual, van
perdiendo estabilidad emocional y se convierten en adictos al control y al poder,
en un intento por lograr el éxito.

Lo interesante está en que este tipo de personas a nivel eclesial se conocen como
churchaholics (en inglés) o mejor dicho eclesiólicos o iglesiadictos (en español).
Los churchaholics son personas adictas a la iglesia, a tal grado que desccuidan
todo lo demás por ella, se la viven en el templo o en actividades eclesiales de
todos tipos, de una manera excesiva, al grado de descuidar a su familia, su trabajo
secular, su salud, y lo que es peor, su relación personal con Dios. Si, aunque no lo
creamos posible, el ser un churchaholic nos puede traer graves consecuencias
como el divorcio; hijos mal educados, descuidados, con baja autoestima y poco
espirituales; una pobre espiritualidad personal; agotamiento y enfermedades que a
la larga nos impedirán desarrollar el ministerio o servicio que nos apasiona.

Qué ironía, trato de servir y "buscar más a Dios" y lo que logro es el efecto
contrario, descuido mi relación con el Señor, porque estoy tan ocupado sirviendole
que no tengo tiempo para Él, para una intimidad con Dios. El iglesiadicto no se da
cuenta muchas veces de este descuido, se afana por hacer más y más, nunca es
suficiente, y lo que es peor, el día de reposo se vuelve algo agotador, aunque le
gusta lo está acabando gradualmente, siempre está ocupado y si no tiene que
hacer lo inventa. En su adicción el churchaholic pareciera no darse cuenta del
mundo exterior, de hecho la realidad se vuelve algo desagradable, huye de ella
pensando que huye del mundo, difícilmente tiene ratos de esparcimiento o
descanso real, no disfruta de un museo, no viaja, no escucha un buen concierto
que no sea religioso, no anda en bici o va al parque, la playa, ni a una reunión
familiar o al cine, son cosas del mundo. Todo es iglesia y todo debe oler y tener
que ver con la iglesia como si no existiera nada más, confunde a Cristo con la
Iglesia pues la frontera entre ellos es muy tenue.

Con esto debo aclarar que no debe entenderse por ningún motivo, que la Iglesia
no importe ni sea fundamental servir y trabajar en la obra de Dios, la Iglesia nos
necesita y habrá que servir y mucho, para la gloria de Dios y extensión de su obra;
pero esto no debe convertirse en algo que nos haga perder el piso, la realidad y a
nuestra familia, habrá que tener cuidado.

La Escritura nos habla que todo tiene su tiempo y su lugar, Jesús mismo se retiró
de sus apóstoles para estar solo, replantearse o disfrutar de la creación, nos
exhortó a no afanarnos por nada, y eso incluye la iglesia: "en nada estéis
afanosos". Disfrutemos de nuestra iglesia y luchemos o trabajemos por ella, pero
con la guía del espíritu y sin descuidar nuestra vida con Dios. DLB.
RR

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