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5/11 Octavio lópez

El día de mi muerte

Aquí empotrado en mi cama siempre es un momento muy duro el tomar fuerzas para
levantarme, incluso creo que no debería hacerlo, el día con nubes llorosas y el
encargado del edificio golpeándome la puerta sin piedad con sus patovas como si
fuese un cajón peruano pero con la resonancia de un tambor de guerra, hacen que
no sea muy agradable desligarse de mi cama, sin embargo, esas rajaduras que se
hacen en la entrada me obligan a hacerlo , así es como todas las mañanas debo
reforzar la puerta, esta vez con el único mueble que me queda, en el cual
anteriormente estaba acostado. Mientras me puteaban tras la puerta yo hacia silencio
para no confirmar mi presencia, era muy triste escuchar ese eco hasta en la mudez.
Muy discretamente salgo de mi departamento mugroso por la ventana, luego bajo
por la escalera con mucha dificultad debido a que el agua combinado con su
delgadez hacen que sea todo un reto enfrentarme a ella, Mi día sigue yendo al bar,
entro como siempre con un revolver en una mano y en la otra con mi chop cervecero.
El barman me sirve y esta vez con cinco hielos, algo bastante inusual debido a sus
tics. Agarro mi arma empiezo a poner bala por bala en el bombo, al llegar a la quinta
me paro, y tiro esos cubos de agua por la ventana, arrojo el primero y antes que
llegue al pasillo le disparo, así voy uno a uno hasta que el numero cinco se me resiste,
los borrachos ya estaban acostumbrados, a ese ritual pero se sorprendieron por el
error.
Yo soy un hombre sin escrúpulos, por ello me considero perfecto para mi labor, soy
un detective frustrado, mis casos nunca son resueltos y me encuentro en un estado
deplorable de la cantidad de golpizas que me han dado,
El día de mi muerte me despierto en el pasillo a 150 metros del bar, ya he aprendido
a dominar mi cuerpo en estado de ebriedad, me paro y vuelvo a mi departamento,
luego de subir ocho pisos me encuentro enfrentado al encargado del edificio con uno
de sus grandotes, por alguna razón mis técnicas de pelea se ven incrementadas
cuando estoy bajo los efectos del alcohol.
El día de mi muerte me despierto en el pasillo a 150 metros del bar, ya he aprendido
a dominar mi cuerpo en estado de ebriedad, sin embargo me tropiezo con una
pequeña piedra la cual estaba muy firme al suelo, luego de un pequeño parpadeo
noto que se me fue el suelo y allí estaba el vacío esperándome, ya no queda nada
bajo mis pies, no hay asidero que pueda ver, ya no quedan voces al lado mio. Ese fue
el instante donde la monotonía me encarcelo y ahora estoy allí preso, esto ya no es
vida y ahora estoy escribiendo preso de mi libertad, intentando cambiar mi vida para
algún rumbo.

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