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CRÍTICA DE LOS CONCEPTOS Y

TEORÍAS PSICOANALÍTICAS
B.F. Skinner

SE HA DESCRITO la gran contribución de Freud al pensamiento occidental, como la aplicación del


principio de causa y efecto a la conducta humana. Freud demostró que muchos rasgos de la conducta
humana, hasta entonces no explicada —y a menudo desahuciados como extremadamente complejos u
oscuros—, podía demostrarse que eran el producto de circunstancias en la historia del individuo. Muchas
de las relaciones causales que tan convincentemente demostró él, habían sido del todo insospechadas, y
de modo particular para los mismos individuos cuyas conductas ellas controlaban. Freud redujo de
manera considerable la esfera de accidentes y caprichos en nuestras consideraciones de la conducta
humana. En este aspecto, lo que logró parece sumamente impresionante cuando recordamos que nunca
apeló a las pruebas cuantitativas que caracterizan a otras ciencias, sino que hizo uso de la persuasión,
gracias a la masiva cantidad de ejemplos y al señalamiento de analogía y paralelos sorprendentes entre
materiales aparentemente diversos.
Esta no fue, sin embargo, la propia percepción que Freud tenía del asunto. A los 70 años, resumió sus
logros, de esta manera: 1

Mi vida ha sido encaminada a una sola meta: suponer o inferir cómo está construido el aparato mental
y qué fuerzas interactúan y se contraponen en él.

Es difícil de describir el aparato mental al que Freud se refirió, en términos no polemísticos, en parte
porque su concepción cambió, de tiempo en tiempo, y en parte, porque la misma naturaleza del aparato
mental alentó las malas interpretaciones y la falta de comprensión. Pero quizá no se quede muy lejos de
lo correcto indicar sus principales rasgos en esta forma: Freud concibió un campo de la mente que no
necesariamente poseía extensión física, y que, sin embargo, era capaz de descripción topográfica y de

1 ERNEST JONES, Life and Work of Sigmund Freud (Basic Books, Nueva York, 1953), vol. 1.
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subdivisión en regiones, como consciente, subconsciente e inconsciente. En este espacio, interactúan y
se combinan, de muchas complejas maneras, variedad de eventos mentales, ideas, deseos, memorias,
emociones, tendencias instintivas, etcétera. Los sistemas de estos eventos mentales llegaron a ser
concebidos casi como personalidades subsidiarias y se les dieron nombres propios: el id, el ego y el
superego. Estos sistemas compartían un limitado almacenamiento de energía psíquica. Había, por
supuesto, muchos otros detalles.
Sin importar lo que los lógicos puedan eventualmente hacer de este aparato mental, poca duda cabe
de que Freud lo aceptó como real y no como una teoría o construcción científica. A los 70 años de edad,
uno no define la meta de su vida como la exploración de una ficción explicatoria. Freud no usó su
“aparato mental” como un sistema de postulados del cual deducir teoremas para someterlos a
comprobación empírica. Si hubo alguna interacción entre el aparato mental y las observaciones
empíricas, ésta tomó la forma de una modificación del aparato para dar cuenta de los hechos
últimamente descubiertos. Para muchos seguidores de Freud, el aparato mental parece ser igualmente
real, y la exploración de tal aparato se acepta, de una manera semejante, como la meta de una ciencia
de la conducta. Existe otro punto de vista que sostiene que Freud no descubrió el aparato mental, sino
que lo inventó, tomando prestada la filosofía tradicional de la conducta humana parte de su estructura,
pero añadiendo muchos rasgos novedosos de su propia cosecha.
Hay aún otros que admiten que el aparato mental de Freud fue una construcción científica, en vez de
un sistema empírico observable; pero ellos, sin embargo, pretenden darle validez a la luz del método
científico. Uno puede aceptar que las invenciones metafísicas son inevitables en las primeras etapas de
cualquier ciencia, y que, aunque ahora podamos considerar un poco jocosamente las “esencias”,
“fuerzas”, “flogistos”, y "éteres” de la ciencia de ayer, éstas fueron, a pesar de todo, esenciales en el
proceso histórico. Sería difícil de comprobar o rechazar esto. Sin embargo, si hemos aprendido algo de la
naturaleza del pensamiento científico; si las investigaciones matemáticas y lógicas han aumentado
nuestra capacidad para representar y analizar datos empíricos, es posible que podamos evitar algunos
de los errores de la adolescencia. Que Freud lo pudo haber hecho así, es cosa del tiempo pasado; pero
el hecho de que necesitemos construcciones semejantes para llevar adelante una ciencia de la conducta
es algo que merece consideración.
Estas construcciones son convenientes, y hasta necesarias, cuando se trata de ciertas materias
complicadas. Tal como lo muestra Frenkel-Brunswik,2 Freud estuvo alerta de los problemas de la
metodología científica y aun de la naturaleza metafórica de algunas de sus propias construcciones.
Cuando este fue el caso, él justificó sus construcciones como necesarias, o, por lo menos, como muy
convenientes; pero el estar consciente de la naturaleza de la metáfora no la defiende; y si la ciencia
moderna es todavía ocasionalmente metafórica, debemos recordar que, lo mismo que en la teoría, el
problema persiste. No se trata de que la metáfora o construcción sean objetables, sino de que ciertas
metáforas y construcciones particulares han causado problemas, y los siguen causando. Freud reconoció
el daño producido por su propio pensamiento metafórico, pero sentía que no pudo haberlo evitado y que
el daño debería ser puesto en su propio lugar. Existen razones para no estar de acuerdo con él en este

2
ELSA FRENKEL-BRUNSWIK, Scientific Monthly, vol. 79, núm. 5, pág. 293.
B.F. SKINNER

punto.
El esquema explicatorio de Freud seguía el patrón tradicional de buscar las causas de la conducta
humana dentro del organismo. Su entrenamiento médico le proporcionaba poderosas analogías para
apoyarse en ellas. Por ejemplo, el paralelo entre la extirpación de un tumor y la liberación de un deseo
reprimido en el inconsciente es casi preceptivo y debe haber afectado el pensamiento de Freud. Ahora, el
patrón de una explicación interna de la conducta se ejemplifica a la perfección, con las doctrinas
animistas, las cuales se preocupan principalmente por explicar la espontaneidad y la evidente calidad
caprichosa de la conducta. El organismo vivo es un sistema extremadamente complicado que se
comporta de una manera muy complicada. A primera vista, mucho de su conducta parece absolutamente
impredecible. El procedimiento tradicional ha sido el inventar un determinador interno, un “demonio”,
"espíritu”, "homúnculo” o “personalidad” capaz, tanto de un cambio espontáneo en el curso de la acción,
como del origen de ella. Tal determinador interno ofrece sólo una explicación momentánea de la
conducta del organismo, tal como se ve en el exterior, porque desde luego también tenemos que dar
cuenta de él. Pero lo que se acostumbra comúnmente es detener aquí este asunto, evitar futuras
inquisiciones, y ponerle fin a la serie de eventos causales.

Pero Freud mismo no apeló al aparato interno para dar cuenta de la espontaneidad o del capricho,
porque él fue un determinista completo. Aceptó la responsabilidad de explicar la conducta del
determinador interno. Lo hizo señalando las hasta entonces inadvertidas causas externas en el medio y
en la historia genética del individuo. No necesitó, por tanto, del sistema explicatorio tradicional para los
propósitos tradicionales; pero fue incapaz de eliminar el patrón de su propio pensamiento. Esto le
condujo a representar cada una de las relaciones causales que había descubierto, como una serie de
tres eventos. Algunas condiciones ambientales, muy a menudo en la vida temprana del individuo,
producen cierto efecto sobre el aparato mental interno, y éste, a su vez, produce las manifestaciones
conductuales o síntomas. El evento ambiental, el estado o proceso mental y el síntoma conductual son
los tres eslabones en la cadena causal de Freud. No apeló a eslabones intermedios para explicar la
espontaneidad o el capricho. Los usó para tender un puente en el espacio y el tiempo entre los eventos
que él había probado que estaban causalmente relacionados.
Una alternativa posible, la cual no hubiera encontrado obstáculos con respecto a la ciencia
establecida, hubiera sido el argüir que las variables del medio dejan efectos fisiológicos que pueden ser
inferidos de la conducta del individuo, aun mucho después de su acción. En cierto sentido, se sabe tan
poco al presente de estos procesos fisiológicos, que con dificultad pueden ser legítimamente útiles para
este propósito. Por otro lado, se sabe demasiado de ellos, al menos por el lado negativo. Se sabe lo
suficiente del sistema nervioso, como para poner ciertos límites dimensionales a la especulación y para
cortar las alas de la ficción explicativa. Por ello, Freud aceptó la ficción tradicional de la vida mental,
evitando un dualismo desaforado, implícito en la proposición de que de manera eventual se descubrirían
las contrapartes fisiológicas. Completamente aparte la cuestión de la existencia de los eventos mentales,
observemos el daño que resultó de esta maniobra.
Podemos mencionar, solo brevemente, los dos problemas clásicos que se producen cuando se ha
adoptado la concepción de una vida mental. El primero de ellos es explicar cómo se va a observar esa

3
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vida mental. Los psicólogos introspectivos ya habían tratado de resolver este problema, arguyendo que la
introspección es sólo un caso especial de observación sobre el cual descansa toda la ciencia, y que
necesariamente la experiencia del hombre está presente entre él y el mundo físico, que la ciencia se
propone explorar. Pero fue el mismo Freud quien hizo ver que no toda la vida mental de uno era
accesible a la observación directa; que muchos de los eventos en el aparato mental eran inferidos.
Grande como fue el descubrimiento, hubiera sido mayor si Freud hubiese dado el siguiente paso,
propuesto un poco más tarde por el movimiento americano llamado conductismo, he insistido en que los
eventos conscientes, así como los inconscientes, eran inferidos a partir de los hechos, arguyendo que el
organismo individual simplemente reacciona a su ambiente en vez de hacerlo a alguna experiencia
interna de tal ambiente. Se puede evitar la bifurcación de la naturaleza entre física y psíquica. 3
El segundo problema clásico es cómo se puede manipular la vida mental. En el proceso de terapia, el
analista actúa sobre el paciente necesariamente sólo por medios físicos. Manipula variables que ocupan
una posición en el primer eslabón de la cadena causal de Freud. Sin embargo, se presume comúnmente
que es el aparato mental el que está siendo directamente manipulado. Se arguye a veces que los
procesos comienzan dentro del mismo individuo (como la asociación libre y la transferencia) y que estos
a su vez actúan directamente sobre el aparato mental. ¿Pero cómo comienzan estos procesos por
medios físicos? La clarificación de tal conexión causal a menudo coloca una pesada y no siempre
bienvenida carga sobre los hombros del dualista que tiene que demostrarlo. Las importantes desventajas
de la concepción freudiana de la vida mental se pueden describir de un modo algo más específico. La
primera de éstas se refiere a las variables ambientales, que Freud señaló tan convencidamente. Con
frecuencia se olvidó de la fuerza lógica de estas variables, porque ellas se transformaban y oscurecían
en el proceso de ser representadas en la vida mental. El mundo físico del organismo fue convertido en
experiencia consciente e inconsciente. Y estas experiencias más tarde se trasmutaban cuando
cambiaban y se combinaban entre sí en los procesos mentales. Por ejemplo, el castigo de la conducta
sexual infantil es un hecho observable que sin duda deja detrás de sí un organismo cambiado. Pero
cuando este cambio se representa como un estado de ansiedad o culpa, consciente o inconsciente, se
pierden los detalles específicos del castigo. Cuando, a su vez, algunas características desusadas de la
conducta sexual del individuo adulto se relacionan con la supuesta culpa, pueden olvidarse muchos
rasgos específicos de la relación que hubieran sido obvios si estos mismos rasgos de conducta se
hubiesen relacionado con el episodio del castigo. En la medida en que la vida mental del individuo se
usa, como hizo Freud, para representar y conllevar una historia ambiental, es inadecuada y engañosa.
La teoría freudiana del aparato mental produjo un efecto igualmente dañino en el estudio de la
conducta como variable dependiente. Inevitablemente, el aparato mental le robó la escena. A la conducta
per se se le prestó poca atención. La conducta quedó relegada a la posición de un simple modo de
expresión de las actividades del aparato mental o de los síntomas de una perturbación subyacente. Entre
los problemas que no fueron tratados debidamente podemos notar cinco.

3 Aunque fue el mismo Freud quien enseñó a poner en duda el valor de la introspección, parece que él fue

también responsable del punto de vista de que se necesita otro tipo de experiencia directa si es que queremos
comprender ciertas actividades del aparato mental. Tal necesidad está implícita en la moderna aseveración de que
solo aquellos que han sido psico- analizados pueden comprender totalmente el significado de la transferencia o de la
liberación de un temor reprimido.
B.F. SKINNER

1. Nunca se clarificó la naturaleza del acto como unidad de conducta. Nunca se representó de una
manera adecuada la simple ocurrencia de la conducta. Los "pensamientos” pudieran "ocurrirle" a un
individuo. Freud pudo "tener” ideas de acuerdo con el modelo tradicional; pero también pudo "tener”
conducta sólo como un medio de darle expresión a estos eventos internos. Es mucho más probable
que digamos "se me ocurrió el pensamiento de preguntarle su nombre” que “se me ocurrió el acto de
preguntarle su nombre”. Es de la propia naturaleza de las ideas y pensamientos el que ellos le
ocurren a la gente. Pero nunca nos hemos sentido a gusto al describir la emisión de la conducta de
una manera semejante. Esto es especialmente cierto con respecto a la conducta verbal. A pesar del
valioso análisis que hizo Freud de los lapsus verbales y de las técnicas del ingenio y del arte verbales,
rechazó la posibilidad de un análisis de la conducta verbal por sí misma, en lugar de analizarla como
expresión de ideas, sentimientos u otros eventos internos, y, por tanto, equivocó la importancia de
este campo para el análisis de las unidades de conducta y de las condiciones de su ocurrencia.
También se disminuyó la naturaleza conductual de la percepción. Ver un objeto como objeto, no es
simple y pasiva sensación; es un acto, y mucho muy parecido a lo que ocurre cuando vemos un
objeto, aunque ese objeto no esté presente. Para Freud, la fantasía y los sueños no fueron la
conducta perceptual del individuo, sino cuadros pintados por un artista interno en algún estudio de la
mente, los cuales el individuo contemplaba y de los que quizá más tarde daba cuenta. Esta división
del trabajo no es necesaria cuando se enfatiza el componente conductual del acto de ver.

2. Las dimensiones de la conducta, particularmente sus propiedades dinámicas, nunca se


representaron de un modo adecuado. Todos conocemos el hecho de que es más probable que algunos
de nuestros actos ocurran en ciertas ocasiones que en otras. Pero esta probabilidad es difícil de
representar y aún más difícil de evaluar. Los cambios dinámicos de la conducta, que son el primer interés
del psicoanalista, son esencialmente cambios en probabilidad de acción. Pero Freud prefirió tratar este
aspecto de la conducta en otros términos, como una cuestión de “libido”, "catexis”, "volumen de
excitación”, “tendencias emocionales o instintivas”, "cantidades disponibles de energía psíquica”, y así
sucesivamente. El delicado problema de cómo va a cuantificarse la probabilidad de acción nunca fue
enfrentado, porque estas construcciones hacen pensar en dimensiones a las cuales, en general, no se
les pueden aplicar las prácticas cuantitativas de la ciencia.

3. En su énfasis sobre la génesis de la conducta, Freud hizo uso extensivo del proceso de
aprendizaje. Con estos procesos, nunca trató de una manera operacional, en términos de cambios en la
conducta, sino en términos de adquisición de ideas, sentimientos y emociones, para ser más tarde
expresados por la conducta o manifestados en ella. Considérese, por ejemplo, la propia sugerencia de
Freud de que la rivalidad con sus hermanitos en su propia historia temprana tuvo una parte importante en
sus consideraciones teóricas, así como también en sus relaciones interpersonales de adulto.

Un hermanito de Freud murió cuando él tenía año y medio de edad, y de niño Freud jugaba con otro
niño un poco mayor de edad que él (y presumiblemente más fuerte), el cual, por extraño que parezca,

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estaba en la subordinada posición de ser su sobrino. Clasificar tal conjunto de circunstancias como
rivalidad entre hermanos oscurece, tal como hemos visto, muchas propiedades específicas de dichas
circunstancias, a las cuales se considera como variables independientes en una ciencia de la conducta.
Argüir que lo que se aprendió fue el efecto de estas circunstancias sobre los sentimientos de culpa o
tendencias agresivas, conscientes o inconscientes, produce una falsa representación de la variable de-
pendiente. Si habláramos categóricamente de la conducta, esto nos llevaría a inquirir acerca de los actos
específicos que plausiblemente podemos sospechar que fueron engendrados por estos episodios de la
infancia. En términos muy específicos: ¿cómo fue moldeada la conducta del niño Freud por las
contingencias de reforzamiento especiales provocadas por la presencia de un niño menor en la familia,
por la muerte de ese niño, y por la posterior asociación con un compañero de juegos mayor que él, el
que, sin embargo, ocupaba una posición subordinada en la familia? ¿Qué aprendió a hacer el joven
Freud para lograr la atención de sus padres en estas difíciles circunstancias? ¿Cómo evitó las
consecuencias aversivas? ¿Exageró alguna enfermedad? ¿Fingió estar enfermo? ¿Hizo algún notable
despliegue de conducta que atrajera alabanza? ¿Se encontraría tal conducta en el campo de las hazañas
físicas o de los esfuerzos intelectuales? ¿Aprendió a ocuparse en conductas que pudiesen, a su vez,
incrementar los repertorios disponibles para él, con objeto de lograr esas alabanzas? ¿Le pegaba, o de
alguna otra manera maltrataba, al niño más pequeño? ¿Aprendió a molestar verbalmente a otros niños?
¿Se le castigó por esto?, y si así fue, ¿descubrió otras formas de conducta que producían el mismo
efecto dañino, pero que eran inmunes al castigo?
Por supuesto, ya es demasiado tarde para contestar adecuadamente a estas preguntas. Pero ellas
hacen pensar en el tipo de inquisición que sería de interés en el explícito moldeamiento de los repertorios
conductuales, en circunstancias infantiles. Lo que sobrevivió en el transcurso de los años no es agresión
y culpa para ser después manifestada en conducta, sino patrones de conducta en sí mismos. No es
suficiente decir que “esto es todo lo que queremos decir” por rivalidad entre hermanos o por sus efectos
en el aparato mental. Tal expresión, en vez de iluminar, oscurece la naturaleza de los cambios
conductuales que tuvieron lugar en el proceso de aprendizaje en la infancia. En los campos de
motivación y emoción, es posible hacer un análisis semejante de los procesos.

4. El tratamiento explícito de la conducta como dato, de la probabilidad de la respuesta como la


propiedad cuantificable primaria de la conducta, y del aprendizaje y demás procesos, en términos de
cambios de probabilidad, por lo general es suficiente para evitar otro hoyo en el cual cayó Freud junto
con sus contemporáneos. Hay muchas palabras en el vocabulario del lego que insinúan la actividad de
un organismo, pero que no describen la conducta en un sentido estrecho. Freud utilizó muchas de estas
palabras con toda libertad; por ejemplo, se dice que el individuo discrimina, recuerda, infiere, reprime,
decide, y así sucesivamente. Tales términos no se refieren a actos específicos. Decimos que una
persona discrimina un objeto de otro cuando su conducta es diferente con respecto a ellos; pero, en sí
misma, la discriminación no es conducta. Decimos que la persona reprime la conducta que ha sido
castigada cuando vemos que se ocupa en otra conducta, simplemente porque así desplaza la conducta
castigada; pero reprimir no es acción. Decimos que la persona decide sobre un curso de
B.F. SKINNER

comportamiento, ya sea cuando entra en una actividad determinada con exclusión de otra, ya sea
cuando altera algunas de las variables que afectan su propia conducta para conseguir tal cambio; pero
no hay ningún otro “acto de decidir”. La dificultad estriba en que cuando uno usa términos que dan a
entender una actividad, uno siente la necesidad de inventar un actor, y las personalidades subordinadas
en el aparato mental freudiano sin duda que participan en estas actividades, en lugar de la conducta más
específica del organismo observable.

Entre estas actividades, hay ejemplos notables que implican el proceso de autocontrol —los
llamados “mecanismos freudianos". Estos no necesitan ser considerados como actividades del individuo
o de algunas de sus subdivisiones— no son, por ejemplo, cosas que suceden cuando un deseo muy
hábil evade al censor— sino simplemente como maneras de representar relaciones entre variables
controladoras y respuestas. En otro lugar he tratado de demostrar esto reexpresando los mecanismos
freudianos sin referencia a la teoría freudiana. 4

5. En razón de que Freud no desarrolló nunca un concepto claro de la conducta del organismo ni
enfocó tampoco muchos de los problemas científicos peculiares de tal materia, no es de sorprender que
haya malinterpretado la naturaleza de la observación que uno mismo hace de su propia conducta. Se
admite, desde luego, que este es el punto delicado que presenta problemas que quizá nadie ha resuelto
adecuadamente; pero el acto de auto- observación puede representarse dentro del marco de referencia
de la ciencia física. Esto significa cuestionar la realidad de las sensaciones, las ideas, los sentimientos, y
otros estados de conciencia, que mucha gente considera entre las más inmediatas experiencias de su
vida. Freud mismo nos preparó para este cambio. No existe, quizá, experiencia más poderosa que
aquella que refiere el místico acerca de su conciencia de la presencia de Dios. El psicoanalista explica
esto de otra manera. Sin embargo, el propio psicoanalista puede insistir en la realidad de algunas otras
experiencias que otras personas desearan cuestionar. Hay otras maneras de describir lo que se ve, en
realidad, o se siente realmente en tales circunstancias.
En especial cada uno de nosotros está en contacto estrecho con una pequeña parte del universo que
está encerrada dentro de nuestra propia piel. En ciertas y limitadas circunstancias, podemos llegar a
reaccionar en esa parte del universo, de un modo poco usual. Pero de ello no se sigue que esa parte
particular tenga algunas propiedades especiales, físicas o no físicas, o que nuestra observación de ella
sea diferente en algún aspecto fundamental de nuestra observación del resto del mundo. En alguna otra
parte,5 he tratado de demostrar cómo se produce el autoconocimiento de esta clase y por qué es
probable que esté sujeto a limitaciones que, desde el punto de vista de la ciencia física, crean problemas.
La representación que hizo Freud de estos eventos fue una contribución personal particular influida por
su propia historia cultural. Es posible que ahora la ciencia pueda dirigirse a hacer una diferente
descripción de ellos. Si es imposible evitar completamente las metáforas, por lo menos podemos
mejorarlas.
El tema crucial aquí es la distinción freudiana entre la mente consciente y la inconsciente. La

4 B. F. SKINNER, Science and Human Behavior (Macmillan, Nueva York, 1953).


5 Ibidem.

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contribución de Freud ha sido mal entendida en una gran medida. El punto clave no fue que el individuo a
menudo era incapaz de describir aspectos importantes de su propia conducta o identificar relaciones
causales importantes, sino que esta habilidad para describirlas era irrelevante con respecto a la
ocurrencia de la conducta o a la efectividad de las causas. Empezamos por atribuir la conducta del
individuo a eventos que pertenecen a su historia genética y ambiental. Notamos después que, a causa de
ciertas prácticas culturales, el individuo llega a describir algunas de esas conductas y algunas de esas
relaciones causales. Podemos decir que él está consciente de las partes que describe e inconsciente del
resto. Pero el acto de autodescripción, así como el de autoobservación, no participan en la determinación
de la acción. Ese acto está superimpuesto a la conducta. El argumento de Freud de que no necesitamos
estar alerta o conscientes de causas importantes de la conducta nos lleva naturalmente a la conclusión
más amplia de que el estar alerta de la causa no tiene nada que ver con la efectividad de la misma.
Además de estas consecuencias específicas del aparato mental freudiano, que oscurecen detalles
importantes entre las variables de las cuales la conducta humana es función, y de encaminar al rechazo
de problemas de importancia en el análisis de la conducta como un dato primario, tenemos que hacer
notar el más infortunado de todos los efectos. La estrategia metodológica de Freud ha evitado la
incorporación del psicoanálisis a la ciencia.
Era inherente a la naturaleza de tal sistema explicatorio que sus entidades claves serían
incuantificables en el sentido en el que, por lo general, las entidades científicas son cuantificables. Pero
las dimensiones temporales y espaciales de esas entidades han causado problemas de otros tipos.
Uno puede sentir cierto tipo de turbación entre los escritores psicoanalíticos con respecto a las
entidades primarias del aparato mental. Existe una predilección por los términos que evitan la
embarazosa cuestión de las dimensiones espaciales, físicas o de otras clases, de los términos a este
nivel primario. Aunque ocasionalmente es necesario referirse a eventos mentales y a sus cualidades, y a
estados de conciencia, por lo general el analista se mueve con mucha rapidez en dirección de términos
menos comprometedores, tales como fuerzas, procesos, organizaciones, tensiones, sistemas y
mecanismos. Pero todos estos son términos a un nivel todavía más bajo. La noción de una “fuerza”,
consciente o inconsciente, puede ser una metáfora útil; pero si su uso es análogo al de fuerza en física,
¿dónde está el análogo de la masa que es análogamente acelerada? La conducta humana está en un
estado de flujo y reflujo, de cambios que llamamos “procesos”, ¿pero, qué es lo que cambia, y en qué
dirección, cuando hablamos, por ejemplo, de un proceso afectivo? Las "organizaciones” psicológicas, los
“sistemas mentales”, las "interacciones motivacionales”, todas ellas suponen arreglos o relaciones entre
cosas, ¿pero, qué son las cosas así relacionadas o arregladas? Hasta que se haya contestado a esta
pregunta se podrá enfocar, así sea mínimamente, el problema de las dimensiones del aparato mental. No
es probable que el problema pueda resolverse fabricando unidades independientes apropiadas al aparato
mental, aunque se ha propuesto el emprender esta tarea, como un intento de colocar al psicoanálisis en
un terreno científico.
Antes de que uno pretenda construir unidades de transferencia, o escalas de ansiedad, o sistemas de
medida apropiados a las regiones de conciencia, vale la pena preguntarse si es que no hay una
alternativa, un programa de reenfocamiento con la ciencia física que hiciera tal tarea innecesaria. Freud
podría esperar una eventual unión con la física o la fisiología sólo mediante el descubrimiento de
B.F. SKINNER

mecanismos neurológicos que serían los análogos a los rasgos de su aparato mental, o quizá sólo otros
aspectos de ellos. Ya que esto depende del progreso de una ciencia neurològica mucho más allá de su
estado actual de conocimiento, lo futuro no parecería atractivo. Parece que Freud nunca consideró la
posibilidad de acomodar los conceptos y teorías de la ciencia psicológica y ponerlos en contacto con el
resto de la ciencia física y biológica mediante el simple expediente de una definición operacional de los
términos. Esto hubiera colocado al aparato mental, considerado como una meta de la vida, en peligro de
echarse a perder; pero hubiera traído a Freud de regreso a las variables observables, manipulables y
preeminentemente físicas de las cuales él estaba, en último análisis, tratando.

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