JESÚS ES CONDENADO A que no supo defenderlo. MUERTE Debí gritarles: Y no respondió a ninguna “¡Judíos, yo soy, acusación. yo soy el perverso; (Mt. 27,14) a mí la hiel, las espinas, Te condenaron a muerte a mí la cruz y el flagelo!”, tu silencio y mi silencio. pero se anudó a mi voz Las gargantas en tumulto la vil serpiente del miedo. ante el Pretor somnoliento, ¡Pastores, por cobardía lapidaron con sus gritos me mataron mi Cordero: el mármol de tu silencio. fue más fuerte que mi amor Tu mutismo era una estatua el ladrido de los perros...! de blancura y de misterio. Lo condenaron a muerte “¡Habla, Jesús, que te matan! su silencio y mi silencio: Arropada en tu silencio uno, silencio de amor; la muerte viene volando otro, silencio de miedo. entre graznidos de cuervos. ¡Habla, Señor, tu palabra, como un huracán de fuego, salga de tu boca y queme lo falso de los denuestos! ¿Por qué te quedas callado si eres el Divino Verbo...?” La boca de Dios quedó baldía como el desierto. Lo condenaron a muerte su silencio y mi silencio. Escupieron las gargantas alaridos a mi miedo. Al oleaje de gritos debí levantar mi pecho -dique de amor y diamante- contra el torrente protervo. 2ª Estación. una nueva epifanía JESÚS SE ABRAZA CON LA alumbrará tierra y cielo. CRUZ Serás llamada Señora Levántate, Amiga mía, y Madre de muchos pueblos. hermosa mía, y ven. Vendrán a ti con sus dones (Cant. 2,13) los reyes del mundo entero. Acércate, Bienamada, Con tus brazos extendidos la de los brazos abiertos. serás rosa de los vientos A ti corro enamorado que conduzca caminantes con un ciclón de deseos. a mi Corazón abierto. Tengo sed de tu regazo Los que a Mí quieran venir para morir en silencio. tendrán que amarte primero... Amada, la presentida Salgamos ya, Bienamada, desde los montes eternos, la de los brazos abiertos. la elegida por el Padre para el Varón Unigénito, eres morena de sol y tienes olor a cedro; yo pondré sobre tus hombros el lino en flor de mi cuerpo y un rojo manto prendido con cinco rosas de fuego: ¡Divino traje de bodas en el abrazo supremo! Ven a mis brazos, Amada, la de los brazos abiertos. Bajo la noche del odio iremos por el sendero relampagueante de gritos y enraizado de tropiezos: ¡Que el amor siempre camina por sendas de sufrimiento! Cuando estemos en la cumbre unidos los dos y quietos, en holocausto humeante, transverberados de fuego, 3ª Estación. deja el cauce de mis trenzas BAJO EL PESO DE LA CRUZ constelado con sus besos, JESÚS CAE y mis arenas febriles Y DA CON SU BOCA EN ungidas de refrigerio! TIERRA ¡Qué triste el beso de otoño, Béseme con el beso de su cuando, al impulso del viento, boca. besa con sus hojas secas (Cant. 1,1) la planta de mis senderos ¡Decidme quién me besó y me deja en la garganta con unos labios de fuego...! sabor a muerte y a duelo! Muchas veces he sentido Pero nunca conocí un beso el ósculo del invierno. como este beso: Sus labios -copos de nieve- tan lleno de suavidades, al caer blancos y lentos de tristeza y de misterio... me visten con la pureza Eternos labios heridos, de los glaciares eternos: divinos labios de fuego son un bautismo de gracia que, quemando, purifican que me renueva por dentro. y sirven de refrigerio; Al llegar la primavera labios de Cristo, florida por los oteros, caído en el camino tremendo, la fecundidad despierta ¿a la Tierra, vuestra esclava, en mis ateridos senos. así la tratáis, a besos...? Con sus rojas amapolas ¡Oh labios, yo no soy digna, ¡cómo me cubre de besos pero... besadme de nuevo! y cascabeles de espigas y música de jilgueros! Pero nunca conocí un beso como este beso: ¡si me ha dejado más blanca que los altos ventisqueros y me ha vuelto más fecunda que los jardines del cielo! Decidme quién me besó con unos labios de fuego. ¡Qué dulce, cuando el estío con sus labios de aguacero 4ª Estación ¿Por qué vas con esos hombres JESÚS SE ENCUENTRA CON y a mí me dejas gimiendo? SU MADRE Yo, por Ti, diera mi vida, ellos... ¿A dónde se te fue el amado, ¡dan treinta dineros! oh tú, la más hermosa de las Cristo, Niño mío; mujeres? ¿para dónde vas? (Cant. 5,17) Pobre María, Mar de lágrimas, Cristo, Niño mío, no te canses de llorar. ¿para dónde vas? María, Mar de lágrimas, ¿quién te lo dirá? Piececitos como lirios que en mi regazo crecieron, ¿por qué lleváis a mi Niño por tan ingratos senderos: alfombras: charcos de sangre, sandalias: llagas de fuego? Manecitas de jazmines que en diciembre florecieron, ¿por qué os alejáis crispadas sobre ese oscuro madero y ni podéis despediros de mí, perfumando al viento? Cristo, Niño mío, ¿para dónde vas? María, Mar de lágrimas, ¿quién te lo dirá? ¡Oh cabeza de mi Niño que durmió sobre mi pecho, negras espinas te ciñen, ya no dulcísimos besos; dolor y llanto te arrullan, ya no cantares maternos! ¡Oh puñadito de mirra que perfumaste mi seno! 5ª Estación. llevando mi cruz a cuestas, EL CIRINEO AYUDA A JESÚS de dolor desmorecido, A LLEVAR LA CRUZ Tú serás el cirineo Mi Amado para mí, y yo para que me lleve al Sacrificio. Él. Eres, como yo, de barro; (Cant. 2,16) hazme, como Tú, de trigo; Yo seré tu cirineo, exprímeme sobre el monte Tú, Jesús, serás el mío, como maduro racimo; Eres de mi mismo barro, y los dos, compenetrados, Dios sudoroso y herido, hechos de harina y de vino, te faltan muchas caídas en la cumbre amanecida para llegar al patíbulo. seremos un Sacrificio. Tu vida puede quebrarse a la mitad del camino, y si mueres a deshora nos dejas sin crucifijo, sin testamento, sin Madre, sin el Refugio Divino de tu Corazón, abierto por la lanza de Longinos... Tienes que llegar al ara muerto de dolor.., y vivo; si te abruma mucho el peso de tu amor y mis delitos, yo seré tu cirineo... ¡Vayamos al Sacrificio! Y después, cuando en la vida se cambien nuestros destinos, cuando Tú, resucitado todo balsámico y limpio me esperes en los trigales viviente pero escondido, y yo cruce ante tus ojos hecho temblor y martirio, 6ª Estación. Con tal que a Ti me parezca, LA VERÓNICA ENJUGA EL sufrir me parece poco. ROSTRO DE JESÚS Como una marca de fuego sobre el corazón. (Cant. 8,6) Así quiero que me pintes sobre mi pecho tu rostro. En el pesebre, de niño, eras estrellita de oro; de joven, entre los lirios, el más fragante de todos; bajo los soles maduros pareciste el más hermoso; mas hoy, cuando todos dicen que no tienes ni decoro, es cuando me gustas más: eres ¡el Divino Rostro! Así quiero que te pintes en mis entrañas muy hondo, con pinceladas de sangre, de salivas y de polvo; morado de bofetadas, palidecido de oprobios. Me enamoras como nunca porque en tu cara conozco todo el amor que me tienes encendido y doloroso. Mi corazón es el lienzo para que pintes tu rostro. En Ti quiero retratarme como un espejo en el otro. ¡Que no me falten espinas ni lágrimas en los ojos, ni sudor, ni bofetadas, ni manchas de sangre y lodo! 7ª Estación. lleno de angustia y miseria JESÚS CAE POR SEGUNDA yo moriría sin remedio. VEZ ¡Estabas, oh Dios, tan alto Hasta los perrillos comen las y yo tan vil y pequeño! migajas que caen de la mesa. Bajo tu disfraz de polvo (Mt. 15,27) escondido, ¿Quién tiró el Pan de los hijos te presiento tan lleno de para dárselo a los perros? resplandores Viviente Copo de harina como en la gloria del cielo. caído sobre el sendero, Si los hombres no te quieren, Pedazo de pan cocido ven, y descansa en mi pecho. en hornos de sufrimiento, Migaja de pan, Migajita resbalada caído para el hambre de los desde el regazo paterno, perros: ¿para caer en el polvo ¡el amor que me tuviste descendiste de los cielos? te puso en tales extremos! Escándalo de los hijos, Ludibrio de todo el pueblo, ¿así quieres que te coman los ricos, los opulentos? Eres tan poquita cosa, estás tan sucio y tan feo que ni el hijo más humilde ni el mendigo más hambriento se dignarían inclinarse por recogerte del suelo. ¿Quién tiró el Pan de los hijos para dárselo a los perros? Yo bendigo tu caída que me infunde atrevimiento. Con lágrimas y temblores de ternura a Ti me acerco. Yo soy el pobre perrillo punzado de hambre y de miedo. Si no te hubieras caído, como lluvia, en mi desierto, 8ª Estación. Lloro de haberte olvidado. JESÚS CONSUELA A LAS Déjame llorar, Señor, PIADOSAS MUJERES Para siempre, sin descanso.
No lloréis por mí, llorad sobre
vosotras. Déjame llorar, Señor, (Lc. 23,28) -lluvia de pétalos blancos- de mis ojos doloridos No quiero llorar por Ti: caigan las gotas de llanto, quiero llorar mis pecados. y laven con su blancura lo negro de mis pecados. Las almas vienen siguiendo la púrpura de tus pasos; Tu amor y yo, frente a frente, todas quieren consolarte a solas, los dos estamos; ¡y todos vienen llorando!, y mis dos ojos te dicen lo que no puede mi labio. yo, Señor, aunque te miro todo del Amor llagado, Mira quebrado a tus pies no quiero llorar por Ti, mi corazón de alabastro, oh divino Enamorado. ¡tan duro para quererte, Yo sé que por fuera sufres, para olvidarte, tan blando! mas, por dentro, estás gozando, mira cómo, de la herida mana porque el Amor, cuando hiere, el olor de mis nardos... es como aroma de bálsamo que mientras más nos traspasa Tu amor y yo, frente a frente, es más suave y delicado. a solas, los dos estamos.
Las heridas de amor saben
Los dos, con el alma rota; a miel y huelen a nardo. los dos, transidos de bálsamo.
¿Por qué entonces, sin quererlo,
¡Y tus dos ojos me dicen: van mis lágrimas brotando? “Mucho se te ha perdonado”!
¡Señor, no lloro por Ti:
que lloro por mis pecados! No lloro de verte herido, 9ª Estación. Porque mil negras pupilas JESÚS CAE POR TERCERA ansiosas en Ti se clavan VEZ por ver si quedas caído Levántate y anda. o mirar sí te levantas (Mt. 9,5) por eso mi voz te grita: Triplicaste tu caída “Jesús, levántate y anda. entre sollozos y lágrimas. Levántate aunque el cansancio La magnolia de tu veste yace en se desploma en tus entrañas tierra, Levántate, aunque el suplicio deshojada y el caudal de tus con vivas lumbres te aguarda. cabellos hontanar de limpias aguas Levántate, que la meta sobre las piedras desnudas se mira ya muy cercana” dormido se desparrama...
Enséñales a los hombres
¡Qué desfallecer del cuerpo, esa ciencia necesaria qué desaliento en el alma! de resurgir varoniles ¡Cuánta sed de abandonarse cuando en el camino caigan. y no proseguir la marcha, Si Tú te quedas caído suspender eternamente derrumbas nuestra esperanza. el ritmo de las pisadas! Somos flores de los campos que hasta un soplo desarraiga, ¿Por qué un grito se me sube y ¡es tan fácil que en la vida tembloroso a la garganta se quede caída el alma, un grito para gritarte: cuando ha sentido el abrazo “Jesús, levántate y anda”? cenagoso de las charcas que ofrecen lotos de oro y víboras anidadas! Porque otras muchas caídas ¡Y es tan duro levantarse tus tres caídas retratan: para proseguir la marcha el azoro de los niños cuando en las venas hay frío caídos de madrugada; y anochece en las entrañas...!
el derrumbe de los jóvenes
Jesús, por los pecadores desde las cumbres nevadas; mi voz te grita angustiada, las caídas de los viejos por nosotros pecadores, tan negras y tan amargas... Jesús, ¡levántate y anda! 10ª Estación. que te ven a Ti desnudo JESÚS ES DESNUDADO Y y no corren a abrigarte? ABREVADO CON HIEL Y Pero, bien visto, VINAGRE ¿qué importa Si los soldados Revestíos de Cristo reparten entre sí tus vestiduras (Rom. 18,14) llenas de sudor y sangre? Así, desnudo, Dios mío, Tienes oh Dios, ¡qué pena me da mirarte, una túnica que nadie podrá escultura de vergüenza arrancarte: cincelado en nieve y sangre! la túnica de tu cuerpo Tienes todo el desamparo que te tejiera tu Madre de nuestros Primeros Padres, en el telar de su seno al esconderse llorosos con el lino de su carne. y desnudos tras los árboles ¡De esa veste, con el sabor del pecado ni la muerte podrá jamás amargándoles las fauces. despojarte! También hay entre tus labios Mira, Señor, sabor a hiel y vinagre: a mi alma también desnuda y amargura de pecados que, sangrante: sin beberla, probaste. se jugaron a los dados Las saetas de los ojos entre el Demonio y la Carne y de las risas procaces mi túnica de la gracia sobre tu cuerpo desnudo en frenético aquelarre, volando van a clavarse. mientras el Mundo miraba ¡Oh si pudieras correr, mi angustia sin inmutarse... como un niño, hasta tu Madre, ¡No me dejaron ni el manto y esconderte entre sus brazos, para cubrir mis maldades! y en su regazo anidarte! y, ante los ojos del mundo, ¿En dónde estarán ahora tan crueles y tan cobardes, aquellos limpios pañales ser pecador descubierto de la luminosa noche; es ser dos veces culpable. dónde los lirios del valle ¡Cómo duelen las miradas que tejen túnicas blancas que en mí vienen a clavarse! sin ruecas y sin telares; ¡Qué amargas son estas culpas dónde están los corderitos de ceniza y de vinagre! vestidos de lana suave ¿Y cómo entraré desnudo a tus festines nupciales? Si viene el Rey y me mira me arrojarán a la calle... Cuando tú subas glorioso, por los caminos del aire, revísteme con tu veste de fuego santificante; revísteme con la túnica inconsútil de tu sangre. Y así, vestido de Cristo, ceñido de claridades, mientras los ángeles cantan el cantar de los cantares, iré a hundirme en el regazo oceánico de tu Padre. 11ª Estación. ¿qué vida puede vivirse? JESÚS ES CLAVADO EN LA ¿Qué muerte será más negra?... CRUZ Eres la Roca que guarda Y golpearás la Roca, y brotará torrentes de vida eterna; de Ella el agua para que beba nosotros somos la sed el pueblo. coagulada de la tierra. (Ex. 17,6) Será preciso que el hombre, Eres la Roca de la luz en un rato de demencia taladre con entrañas de agua nueva; sin compasión la noble Roca nosotros somos el barro serena... amasado con tinieblas. ¡Si no podemos vivir, Hay en tus claros abismos sí están nuestras almas secas... veneros de vida eterna; Extiende tus pies y manos en nosotros tenemos sed cruz en nuestras áridas venas. sobre la madera y deja Nuestra sed es infinita, que nuestros golpes nuestra sequedad, tremenda; penetren en tus arterias. el ardor de los desiertos ¡Ya sale huyendo tu sangre en nuestras almas llamea. a los cauces de la tierra, Espejismos de locura, en divina transfusión en la mente reverberan de tus venas a sus venas! y sube un grito de fuego ¡Ya se apagan nuestros fuegos desde las entrañas secas. en estas aguas eternas, En los íntimos jardines ya vuelve a lanzar la vida se requemó la azucena, su canción en las arterias! y la rosa enamorada, Cuando en tus miembros de sed, ha quedado muerta. exangües El oro dulce del trigo caiga la noche suprema, vuela al aire hecho pavesas un amanecer de lirios y las viñas bajo un cielo alumbrará las praderas. de lumbre crujen sedientas... Y nacerás repetido en las castas Así, sin vino, sin rosas, azucenas, sin pan y sin azucenas, y estarás en cada rosa, y con este fuego oscuro cuando las rosas florezcan, que se arrastra por las venas, y cuando el dulce racimo su jugo en el cáliz vierta, allí beberán los hombres sorbos de tu sangre nueva; y cuando el trigo maduro se triture entre las piedras, en cada pan hallaremos el sabor de tu presencia. Porque tu sangre ha corrido por nuestros cauces de tierra; se eterniza entre los hombres tu invisible permanencia: ¡ nosotros en Ti vivimos, Tú vives en nuestras venas! 12ª Estación. Por tener las manos rotas JESÚS MUERE EN LA CRUZ se te quedaron vacías. Me levantaré e iré a mi Padre Junto a tu Padre, (Lc. 15,18) en la luz inaccesible vivías; Vuelve ya a tu casa, hoy estás entre tinieblas Pródigo el de las manos vacías. como una estrella caída. ¿A dónde vino a parar En tu palacio, toda tu gloria: divina, un enjambre de arcángeles te oh mi Dios, encarcelado servía; en una cárcel de arcilla? hoy estás entre mujeres Tú que colmas los abismos que lloran y hombres que gritan. con tu presencia infinita Antes eras el Ungido cabes entre cuatro clavos con bálsamo de alegría; y una corona de espinas. hoy navegas en un mar Dejaste el seno del Padre de tristeza sin orillas. por el seno de María; Dijiste que entre los hombres del cielo huiste trayendo vivir era una delicia; toda tu herencia divina: y no hay dolor comparable la diste a los pecadores a tu tremenda agonía... y a las mujeres perdidas. ¡Pródigo de manos rotas ... El mosto de las granadas, y eres la Sabiduría! coronó tus sienes limpias Oh Cisne de Dios con su locura de fuego que cantas a la muerte bajo la huerta sombría presentida: y así saliste, embriagado, ya van tus siete palabras por la clara mañanita, cantando en la lejanía... a derrochar tus tesoros ¿qué esperas para que salga, con amor y sin medida. de tu corazón, la vida? Tus manos fueron sembrando ¡Vuelve ya a tu casa, su lluvia de rosas finas Pródigo el de las manos en el surco azul del aire heridas! sobre las tierras baldías... En su palacio tu Padre, Ya estás ahí, manirroto, el Gran Anciano de días, en cruz sobre la colina; escrutando los senderos ¿qué te queda ya por dar de con sus eternas pupilas, tus riquezas divinas? espera ya tu retorno Ve a devolver a los cielos por las sendas florecidas. su inextinguible alegría: Las lámparas del Paráclito ¡si todo está consumado, orladas de siempre vivas si ya tienes otra víctima! para iluminar tus pasos también están encendidas.... Pero, ya sé lo que esperas para que vuelva tu vida, por el túnel de la muerte, a las mansiones divinas: buscas a quien regalar tus clavos y tus heridas; y buscas otra cabeza para poner tus espinas. ¡Dámelas a mí, Señor, ansiosos, por recibirlas, esperan mis pies, mis manos y mis sienes doloridas! ante tu suprema dádiva está mi fe de rodillas. Yo subiré sobre el monte al quedar tu cruz vacía, y dormiré mis ensueños sobre tu lecho de mirra. Ahí dejaré que irrumpan mis cataratas dormidas, por completar en mi cuerpo tu pasión interrumpida. Pero ya vuelve, Dios mío, a las mansiones divinas. Vuelve a encender en los labios de tu Padre, la sonrisa. Ve a desatar las hogueras, del Paráclito, cautivas. 13ª Estación. Por fin se subió mi Niño JESÚS ES DESCLAVADO DE sobre las ramas de un cedro LA CRUZ por ver si de las alturas Y PUESTO EN LOS BRAZOS divisaba sus corderos. DE SU MADRE Su séptuple canto María guardaba todo esto en triste rodó por el universo. su corazón. Como un gorrioncito herido (Lc. 2,19) -todo púrpura su pecho- Mi Jesús, tiene sueño, quedó dormido mi Niño por el camino se me durmió sobre las ramas del cedro; tres veces el pobrecillo. las nubes le acariciaban Hijito, duerme, duerme, con devoción los cabellos… que en esta noche, Dormidito lo encontraron no habrá quien te despierte. en el camino del cielo, De mañanita, llorando, y dormidito, a mis brazos, por los caminos del cielo, de noche, me lo trajeron. salió mi niño a buscar Tiene en sus pies dos claveles, su rebaño de corderos. y en sus manos dos luceros Todos andaban perdidos y en su Corazón un sol entre los barrancos negros.... tres veces santo y abierto. En un bosque de alaridos Hijito, que entre mis brazos y brazos en alto tensos, yaces cansado y deshecho, entró mi Niño temblando duérmete sin ansiedades de soledad y de miedo... por tus perdidos corderos. Las flores eran de sangre, En esta noche de luna las ramas eran flagelos, los has juntado en el cielo; las maldiciones volaban, por la inmensidad azul como pájaros, al viento. vagan cándidos, ¡Era tan largo el camino, paciendo entre rosas inmortales estaba el aire tan negro, y remansos de luceros. que mi Niño se cayó Innumerables y puros, tres veces en el sendero; como los copos de invierno, y cuando a los ojos de agua de todos los horizontes se acercó a beber sediento ascienden al firmamento le dieron a beber mirra Cuando la luz te despierte aquellos crueles veneros! ya sin dolor y sin sueño, ¡oh cómo habrás de alegrarte por tus hallados corderos! Hijito, que entre mis brazos yaces desnudo y deshecho, sigue durmiendo en la cuna de mi amor y de mis besos.... Estos besos son los últimos pero mi amor es eterno. Sigue durmiendo en mis brazos, aunque sabes que tu sueño es espada de dos filos que me traspasa por dentro... Duerme que, para velarte, está mi dolor despierto. Mi Jesús tiene sueño, por el camino se me durmió tres veces el pobrecillo. Hijito duerme, duerme, que en la alborada vendrá la luz divina que te despierte. 14ª Estación. los dulces latidos EL CUERPO DE JESÚS ES en su costado! DEPOSITADO EN EL ¿Si es un augurio de espigas SEPULCRO la muerte de cada grano, De ida, llorando caminaban, si está la resurrección arrojando la semilla. bajo la tumba esperando, (Ps 125,6) por qué sembrar a los muertos Niña que llevas al pecho resultará tan amargo? siete puñales clavados, ¡Qué diluvio de silencio Madre que vas a sembrar se vació sobre los campos.... a Dios bajo los granados: La soledad, con sus aguas, ya vienen los sembradores, cubrió los montes más altos! con la semilla, llorando; Niña que llevas al pecho ya traen el cuerpo de Cristo siete puñales clavados: blanco sobre el lino blanco. bajo el sepulcro, ¡Señora, yo no quisiera dejaste tu corazón, olvidado... ni mirarte, ni mirarlo! ¿Por qué florece el silencio Tú me lo entregaste niño con un inaudito cántico? como manojo de nardos; ¿Y quién se pone a cantar yo te lo devuelvo muerto cuando los hombres lloramos? como racimo pisado. ¡Señora, los muertos cantan, Trae mucha noche en las venas los muertos están cantando! y mucha nieve en los labios. Entre las sombras agitan Se le congeló la vida el címbalo de sus manos: en el Corazón quebrado... que también para los muertos ¡Señora, yo no quisiera llegó el Domingo de Ramos. ni mirarte, ni mirarlo! Ya va el Señor descendiendo Ven y deshoja por caminos subterráneos: la última flor de tu beso de todos los cementerios en sus labios sube un clamor a su paso y deja que lo sembremos mientras se impregna de vida la en este surco de llanto. tierra, Quien sabe si ya mañana con su contacto. cosechemos el milagro Un soplo de primavera de que retoñen sacude los huesos áridos y retrocede la Muerte entre las tumbas aullando. ¿En dónde está tu victoria, oh Muerte de dedos pálidos? Ya van bajo los cipreses las siemprevivas brotando... Madrecita que sembraste a Dios bajo los granados: sobre el surco de tus lágrimas han florecido los cánticos; mañana, cuando el lucero del alba bese tus párpados, la tierra dará su fruto inmortal y perfumado... Entonces, cierra tus ojos; entonces, abre tus labios para que bebas el vino del Hijo resucitado.