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CIENCIA

PENSAMIENTO

arbor
Y CULTURA

ANEJOS 8
CIENCIA
PENSAMIENTO

arbor
Y CULTURA

ANEJOS 8

NATURALISTAS EN DEBATE

EMILIO CERVANTES RUÍZ DE LA TORRE • ANDRÉS GALERA GÓMEZ •


JUAN MANUEL SÁNCHEZ ARTEAGA • LAIA VENTURA GARCIA • DOMENEC
LLORIS • ANTONIO GONZÁLEZ BUENO • ELISA SEVILLA • ANA SEVILLA •
PALOMA BLANCO • SANTIAGO ARAGÓN • ISABEL RÁBANO • MANUEL
GARRIDO SÁNCHEZ • JUAN PÉREZ-RUBÍN FEIGL • ILDEFONSO BONILLA
MANGAS • SANTOS CASADO DE OTAOLA • ISABEL IZQUIERDO MOYA •
CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO • CARLOS MARTÍN ESCORZA

Emilio Cervantes Ruíz de la Torre (eds.)


ANEJOS ARBOR CONSEJO ASESOR
Miguel Alonso Baquer (Ministerio de Defensa)
Francisco J. Ayala (University of California)†
DIRECTOR Luis Alberto de Cuenca (CSIC)
Alfonso V. Carrascosa Santiago (CSIC) Gabriel Ferraté Pascual (Universitat Oberta de
DIRECTOR ADJUNTO Catalunya]
Jesús Sebastián Audina (CSIC) Antonio García‑Bellido (R. A. de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales)
Ramon González de Amezúa (R. A. de Bellas Artes
SECRETARIA DE REDACCIÓN Y ADJUNTA A LA DIRECCIÓN de San Fernando)
María José Albalá (CSIC) Mr Carmen Iglesias Cano (RAE)
Emilio Muñoz Ruiz (CSIC)
CONSEJO DE REDACCIÓN Gregorio Peces‑Barba (R. A. de Ciencias Morales y
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Manuel Alvar Ezquerra Iucmi Eduardo Roca Roca (Universidad de Granada)
Javier Muguerza Carpintier (UNED) Jose Manuel Sánchez Ron (UAM-RAE)
Antonio Fernández García (UCM) Amador Schüller Pérez (R. A. de Medicina)
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Valladolid!
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CIENCIA
PENSAMIENTO
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arbor
Y CULTURA

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Naturalstas a debate
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La intención de los editores es que sea utilizado
lo más ampliamente posible, que sean adquiridos
originales para permitir la edición de otros nuevos
y que, de reproducir partes, se haga constar el
título y la autoría.
ÍNDICE

Estructura del debate científico: ejemplos, elementos, taxonomía.......... 9


Emilio Cervantes Ruíz de la Torre. IRNASA-CSIC. Salamanca.

Lo imposible posible. La teoría lamarckiana de la evolución antes de Darwin. 29


Andrés Galera Gómez. Centro de Estudios Históricos-CSIC.
Madrid.

Biología humana, biomedicina y alteridad. ......................................... 41


Juan Manuel Sánchez Arteaga (JMSA) y Laia Ventura Garcia
(LVG). Laboratório de Pesquisa em Ensino, Filosofia e História
da Biologia —Universidad Federal de Bahia (UFBA, Brasil).
Departamento de Antropologia, Filosofia i Treball Social de la
Universidad Rovirá i Virgili en Tarragona (LVG).

Paradojas y perplejidades de un taxónomo. ........................................ 67


Domenec Lloris. Instituto de Ciencias del Mar-CSIC. Barcelona.

Animadversiones botanicae. Las polémicas entre Casimiro Gómez Ortega


(1741-1818) y Antonio José Cavanilles (1745-1804).......................... 91
Antonio González Bueno. Universidad Complutense de Madrid.

Conservadurismo, ciencia y religión en el ecuador del siglo xix: las


polémicas del padre Vicente Solano (1791-1865)................................ 109
Elisa Sevilla (ES), Ana Sevilla (AS), y Paloma Blanco (PB). FLACSO
(Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales; Quito, Ecuador;
ES); Universidad San Francisco de Quito (Ecuador; AS). Real Jardín
Botánico-CSIC, Madrid (PB).

¡El elefante es mío! Mariano de La Paz Graells (1809-1898), y casiano de


prado (1797-1866): dos vocaciones distintas confrontadas por unos
cuantos restos fósiles...................................................................... 135
Santiago Aragón e Isabel Rábano. Universidad Pierre et
Marie Curie, Paris (SA). Instituto Geológico y Minero, Madrid (IR).

Las (1832-1900) con josé arévalo


polémicas de víctor lópez seoane
(1844-1890) y otros ornitólogos.............................................
baca 161
Manuel Garrido Sánchez. Investigador independiente. Málaga.

El combate por el liderazgo institucional de las ciencias marinas civiles


(1904-1942)....................................................................
en españa 203
Juan Pérez-Rubín Feigl. Instituto Español de Oceanografia.
Málaga (España).

Einstein/Ramon Y Cajal: el encuentro que pudo ser y…..................... 249


Ildefonso Bonilla Mangas. Universidad Autónoma de Madrid.

Dos entomólogos y una lagarta. Debates e intereses en torno a ciencia


pura y aplicada. ............................................................................ 273
Santos Casado de Otaola. Universidad Autónoma de Madrid.

Debate en torno a unas moscas o de cómo la ciencia colabora con la justicia 305
Isabel Izquierdo Moya y Carolina Martín Albaladejo. Museo
Nacional de Ciencias Naturales. CSIC. Madrid.

Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965) visto a través de las cruzianas. . 339


Carlos Martín Escorza. Museo Nacional de Ciencias Naturales.
CSIC. Madrid.
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS,
TAXONOMÍA

EMILIO CERVANTES
IRNASA-CSIC. SALAMANCA

Primer ejemplo

Como dice Filebo en los diálogos de Platón, espero que no estemos discutien-
do solo para que mi visión o la tuya prevalezca, sino que según presumo
ambos buscamos la verdad

Traducido de la discusión entre Val Turner y Robin Weiss, en las páginas


web del grupo de Perth (http://www.theperthgroup.com/EMAILCORR/
vftweiss.html)

En la página 65 de su libro Desmontar el SIDA, Lluis Botinas incluye


una Editorial publicada por la revista Diario16 el diez de abril de
1997, siendo director Juan Tomás de Salas. Titulada Debate sobre el
SIDA, dice así:

En el debate científico lo que cuentan son los datos, las pruebas,


los argumentos, las demostraciones. El virólogo Stefan Lanka ase-
guraba en DIARIO 16 que el virus del sida no existe y que «no se ha
cumplido con ninguna de las cuatro exigencias para aislarlo». Como
es lógico, las declaraciones causaron una gran conmoción y, lo que
es más positivo, abrieron un debate público sobre una materia tan
importante. Lo que no parece de recibo es entrar en el insulto, la
descalificación nominal y hurtar a la sociedad la discusión sobre los
argumentos de Lanka. Esto es lo que, a nuestro entender, ha hecho
Federico Hernández, en la carta (….) que ha dirigido a la redacción.
Acusaciones sin más, negación de lo publicado sin ningún contraste
de pareceres, esa es la táctica que emplea para echar por tierra una
teoría que, como otras, requiere algo más que exabruptos para ser
10 EMILIO CERVANTES

refutada. Nos parece bien que se estime errónea la tesis de Lanka,


pero que se haga con razones. En este periódico hemos abierto el
debate, a los científicos corresponde ahora aclarar las dudas sobre
el SIDA. Con hechos, no enviando a la guardia civil.

Tengamos presente el párrafo y, de momento, conservemos a buen


recaudo su primera frase:

En el debate científico lo que cuentan son los datos, las pruebas, los
argumentos, las demostraciones.

Y la última:

Con hechos, no enviando a la guardia civil.

En relación con la ciencia y sus debates, Sir Paul Nurse, presidente


de la Royal Society, presentaba un video titulado Science under Attack
difundido por la BBC el 24 de enero de 2011. El video, de título ya
de por sí curioso, se anunciaba con la expresión no menos curiosa:

Science is in trouble. From global warming to GM foods and children’s


vaccinations, it seems the scientist’s word is not always trusted.

La ciencia está en dificultades. Desde el calentamiento global a los


alimentos modificados genéticamente y las vacunas infantiles, pare-
ce que no siempre se confía en la palabra del científico.

No sé de quién procedería la frase pero sospecho que puede llevar a


algunas conclusiones erróneas. Porque:

1. La ciencia no es entidad que deba evitar especialmente o temer


a las dificultades. Su misión consiste precisamente en plantear y
responder preguntas, lo cual puede resultar en más dificultades.
Pero no hay nada que temer. La ciencia ofrece respuestas a las
preguntas, plantea hipótesis y no ofrece soluciones definitivas.
Los científicos han de servir a la sociedad; su trabajo no consiste
en evitar los problemas sino en buscar el conocimiento para el
bien común, es decir, es una fuente de problemas.
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 11

2. La ciencia no es infalible y menos aún lo es el lenguaje de los


científicos. El objetivo no es que el público confíe siempre en
la Ciencia, sino que el científico depure su lenguaje.

Si, como dice el anuncio del vídeo, la ciencia se encuentra en di-


ficultades, una bien grande es la propia autoestima del científico; su
arrogancia contemplándose a sí mismo como portador de soluciones,
cuando en general su función consiste en proponer puntos de vista
que pueden ser más o menos acertados para que otras entidades,
no la ciencia, sean las responsables de tomar decisiones coherentes.
Pero entremos ya en el video para ver lo que dice al respecto sir
Paul Nurse:

The authority science can claim comes from evidence and experiment
and an attitude of mind that seeks to test its theories to destruction…
Scepticism is very important…be the worst enemy of your own idea,
always challenge it, always test it. I think things are a little different
when you have a denialist or an extreme sceptic. They are convinced
that they know what’s going on and they only look for data which
supports that position and they’re not really engaging in the scientific
process. There is a fine line between healthy scepticism which is a
fundamental part of the scientific process and denial which can stop
the science moving on. But the difference is crucial.

La autoridad que la ciencia pueda reclamar proviene de la evidencia


y de la experiencia y de una actitud mental que busca poner a prueba
sus teorías hasta la destrucción... El escepticismo es muy importan-
te... ser el peor enemigo de su propia idea, siempre retarla, siempre
ponerla a prueba. Creo que las cosas son un poco diferentes cuando
se trata de un negacionista o un escéptico extremo. Están convenci-
dos de que saben lo que está pasando y solo buscan los datos que
apoyan esa posición y en realidad no están participando en el proceso
científico. Hay una línea muy fina entre un escepticismo saludable,
que es una parte fundamental del proceso científico y el rechazo que
puede detener a la ciencia en su avance. Pero la diferencia es crucial.

Párrafo de Nurse que comparte algunas ideas sobre la naturaleza de la


ciencia con la editorial de Juan Tomás de Salas tales como la importancia
12 EMILIO CERVANTES

del escepticismo y el contraste de opiniones (debate). No obstante, encon-


tramos cierta discrepancia entre ambos textos que nos permite tratarlos
como a esos juegos de los errores, dibujos a primera vista idénticos, que,
en observación detenida, revelan diferencias. Juguemos, pues, ahora,
señalando la que es principal diferencia entre ambos párrafos. La ciencia
se basa en la evidencia, el experimento y una actitud abierta y crítica,
vienen a decir acertadamente ambos. De acuerdo. Ahora bien, Nurse
menciona la palabra autoridad puntualmente al iniciar el párrafo:

The authority science can claim…

En el lugar equivalente al que de Salas indicaba:

En el debate científico lo que cuentan son los datos, las pruebas, los
argumentos, las demostraciones.

Que podríamos completar:

En el debate científico lo que cuentan son los datos, las pruebas, los
argumentos, las demostraciones. En el debate científico no cuenta
autoridad alguna.

Porque, como explicaré inmediatamente, la construcción «autori-


dad científica» es un oxímoron, un flatus vocis o fantasma semántico.
La ciencia no se basa en la autoridad sino en la razón, como muestran
ambos párrafos, y por tanto la primera frase en la citada sentencia
de Nurse contiene un error, basado en la supuesta existencia de algo
que no existe: la autoridad científica. Expresión inestable y carente
de significado por incompatibilidad de sus términos, que están en
pugna uno con otro: contradictio in adiecto. La autoridad no tiene voz
en un debate científico. El error de Nurse viene a confirmar la opinión
ya expresada al comentar el párrafo de presentación del vídeo: Ni
la ciencia es infalible ni la autoridad es propiedad de los científicos.
El uso del lenguaje por parte de Nurse puede anunciar ya cierta
tendencia hacia una posición más autoritaria que científica, o como
decía de Salas, más propia de la Guardia Civil, con todos mis respetos
y vaya por delante que nada encuentro de censurable en que una
institución se rija por la autoridad. Cierto es que algunas instituciones
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 13

académicas han de regirse en buena medida por la autoridad, empero


resulta inadecuado considerar a la ciencia como institución. Al menos
a algunos nos gusta pensar que va más allá de las instituciones. Así le
ocurre a de Salas, un licenciado en derecho y economista que escribe
en 1997 en un diario de tirada nacional., para quien la autoridad
científica cuenta menos que para Nurse, Premio Nobel y Presidente de
la Royal Society, uno de los científicos más distinguidos y que, como
tal., se dirige al universo mundo. Se trata de la confrontación desigual
entre un licenciado y una autoridad académica, o alternativamente y
mediante su propia (y discutible) expresión (flatus vocis mediante),
autoridad científica. Expresión discutible que, por ser fantasma se-
mántico anuncia cierta irregularidad en el segundo escrito; mientras
que el primero, la más humilde editorial de Diario16, permanece
impecable. Porque, ¿Cómo podríamos poner a prueba las teorías hasta
la destrucción, como propone Nurse, si algunas de ellas vinieran a
encontrarse protegidas por la autoridad?
La administración del lenguaje por la autoridad sirve para delatar
la ausencia de argumentos. En el debate sobre el sidael lenguaje se
vuelve esperpéntico en el caso de otra editorial. Hablamos ahora de
la titulada Politics must move mainstream on AIDS (La política debe
definirse en la postura principal del AIDS), correspondiente al South
African Medical Journal de marzo de 2003 (SAMJ, vol 93, nº3: 154).
Empieza de esta manera:

Medical journals have a responsibility to put all sides of important


questions to Readers. However, there comes a time when continuing
to pander to tangential viewpoints serves no useful purpose and
may indeed be harmful. At an early stage of the propagation of the
beliefs of the AIDS dissidents it could be argued that those supporting
establishment views should be informed of the disidents beliefs in
order to test their hypotheses, or blow them out of the water. That
stage was reached some time ago when the small group of dissidents
had spent their tolerance capital for space in mainstream medical
journals. With the medical and scientific facts so clearly demonstra-
ted, printing the repetitive arguments detracts from the main task
dealing with the pandemic. It also takes time and effort repeatedly
to have to refute outlandish claims. The SAMJ therefore does not
accept such material.
14 EMILIO CERVANTES

Las revistas médicas tienen la responsabilidad de presentar todos


los lados de las cuestiones importantes para los lectores. Sin embar-
go, llega un momento en que seguir el juego a los puntos de vista
tangenciales no tiene ninguna utilidad y de hecho puede ser perjudi-
cial. En una etapa temprana de la propagación de las creencias de los
disidentes del sidase podría argumentar que las opiniones a favor
de posiciones establecidas deben ser informadas de las creencias
disidentes con el fin de poner a prueba sus hipótesis, o mandarlas
a paseo. Esa etapa se alcanzó hace algún tiempo cuando el pequeño
grupo de disidentes se gastó su capital de tolerancia en el espacio de
las principales revistas médicas. Con los datos médicos y científicos
tan claramente demostrados, imprimir argumentos repetitivos resta
valor a la tarea principal de hacer frente a la pandemia. También
toma tiempo y esfuerzo en repetidas ocasiones el tener que refutar
las afirmaciones extravagantes. El SAMJ por lo tanto, no acepta dicho
material.

Por si este párrafo fuese poco aclarador de la actitud que el editor


de esta revista tiene en relación con los llamados disidentes (misma
palabra empleada por Nurse), vayamos al final de la editorial:

Human minds are programmed to have beliefs, but regretably beliefs


are often totally irrational. An example of a misplaced belief is that
rhino horn can enhance sexual performance-consuming rhino horn
is in fact akin to chewing our nails! This belief literally endangers the
survival of rhino as a species through lucrative poaching. The beliefs
of the HIV/AIDS dissidents may be placed in the same category…

Las mentes humanas están programadas para tener creencias, pero


lamentablemente las creencias son, a menudo, totalmente irracio-
nales. Un ejemplo de una creencia errónea es que el cuerno de rino-
ceronte puede mejorar el rendimiento sexual., ¡pero,.. comer cuerno
de rinoceronte tiene un efecto similar a masticarse las uñas! Esta
creencia, literalmente, pone en peligro la supervivencia del rinoce-
ronte como especie a través de la caza furtiva con fin lucrativo. Las
creencias de los disidentes del VIH / sidapueden ser colocadas en
la misma categoría...
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 15

Sólo el tiempo resolverá el debate. Entretanto cuiden todos los


participantes su lenguaje. Un debate correcto deberá cumplir las si-
guientes características:

3. Presencia de datos objetivos y suficientes para la pretendida


discusión. Ausencia de epítetos calificativos dirigidos a los
contendientes.
4. Lenguaje conciso. Ausencia de falacias, argumentos vacíos, ex-
presiones absurdas, poco rigurosas o de escaso o nulo conteni-
do semántico. Lo que he llamado antes flatus vocis o fantasmas
semánticos (autoridad científica, competición democrática,
experimento mental., filosofía materialista, física sobrenatural.,
gen egoísta, selección natural., selección inconsciente, etc.,
etc.) son pruebas de actitudes extra-científicas y probablemente
interesadas en el debate en curso.

La presencia de calificativos (fallo en el punto 1), de expresiones


poco rigurosas y de escaso contenido semántico (fallo en el punto 2)
viene a revelar una situación de dificultad en uno de los participantes
en el debate. El contendiente ha agotado sus argumentos y tiene que
aludir a…… ¿Se acuerdan? Efectivamente, a la Guardia Civil. A la
Policía del Pensamiento (Orwell, 1984); o, como indicaba Nurse, a la
autoridad científica, algo que no existe, a no ser que se confunda la
ciencia con la Policía del Pensamiento.
El uso del lenguaje caracterizado por los fallos de los puntos 1 y
2 se asocia con una posición de autoridad. A falta de mejores argu-
mentos, la autoridad impone un lenguaje nuevo. Quien controla el
lenguaje, controla el pensamiento.
En su novela 1984, Orwell describe el diccionario de Neolengua
(Newspeak), herramienta de control basada en lo que he llamado es-
trategia del binomio CON-CON, confusión-control. Así existe la palabra
negroblanco, mediante la cual si el súbdito ve blanco lo que quien
manda desea blanco, todo va bien; pero si el súbdito ve negro aquello
que quien manda desea blanco, entonces hay que aplicar la palabra y el
verdadero color de lo observado es negroblanco, es decir, blanco, con
lo cual gana también la autoridad. Poniendo así a funcionar el binomio
CON-CON, la autoridad ejerce su poder. Pero esto no es ciencia porque
16 EMILIO CERVANTES

la ciencia no funciona mediante la primera ni por el segundo y por


eso indicaba arriba que autoridad científica es un fantasma semántico.

Ciencia y lenguaje

La inversión de las palabras testimonia el desarme de fuerzas de la


contestación de las que se da cuenta con estas palabras. Los dueños
del mundo se apoderan de los signos, los neutralizan, los invierten.

Internacional Situacionista, 2000: 342. Tomado del artículo de Tole-


dano que se cita en las referencias.

Suponemos que los debates de naturalistas son confrontaciones


acerca de la Naturaleza, y contienen explicaciones diversas de sus he-
chos: Hipótesis, Teorías y Leyes. En ellos pueden enfrentarse formas
alternativas de percibirla o entenderla contemplando, de manera opues-
ta, las relaciones entre elementos variados, de existencia reconocida y
consensuada, y a ser posible precisamente nombrados, pudiendo tocar
cuestiones más profundas, por ejemplo de índole moral., o llegando a
afectar, a largo plazo a la propia constitución de la naturaleza dirigiendo
sus cambios. Cubren planteamientos tan amplios que incluso, podría
darse el caso de ciertas hipótesis que, siendo incorrectas por proponer
una visión de la naturaleza deficiente, parcial., semánticamente erró-
nea o sesgada, con el tiempo ganasen terreno cobrando la influencia
suficiente como para transformar la naturaleza según su dictado. En el
caso de existir hipótesis o teorías con tal capacidad de transformación
del entorno, la transformación debería comenzar por la propia transfor-
mación del lenguaje. El párrafo que sigue está tomado de 1984:

The Revolution will be complete when the language is perfect. «New-


speak is Ingsoc and Ingsoc is Newspeak», he added with a sort of
mystical satisfaction. ‘Has it ever occurred to you, Winston, that by the
year 2050, at the very latest, not a single human being will be alive
who could understand such a conversation as we are having now?’

La revolución será completa cuando la lengua sea perfecta. «Neo-


lengua es Ingsoc e Ingsoc es neolengua», añadió con una especie de
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 17

satisfacción mística. «¿Se le ha ocurrido a usted, Winston, que en el


año 2050, como muy tarde, no habrá un solo ser humano vivo que pue-
da entender una conversación como la que estamos teniendo ahora?

Diríamos en un caso semejante que la falsa teoría, por su propia


fuerza, o la fuerza de su engaño, conseguiría transformar la naturaleza
y ponerla a su servicio hasta someterla, en un entorno limitado, trans-
formándose a sí misma en verdadera. Podríamos, en tal caso, hablar
con todo derecho de una victoria por force brute. La autoridad habría
triunfado. El Partido domina mediante la imposición de la Neolengua.
El ejemplo anterior, en apariencia hipotético y a primera vista
exagerado, de aquella teoría que se impuso por la fuerza, podría ser,
por el contrario, el exponente más real de una situación tan frecuente
como antigua y que, ya entre los clásicos, contaba con su propio
mito: Procrusto, el bandido que tenía dos camas para despachar a sus
huéspedes: una larga y otra corta. A los huéspedes largos los ajustaba
en la cama corta a base de cortarles las extremidades. A los huéspedes
cortos, los adaptaba en la larga a base de estirarlos en el tórculo. Ya
los griegos sabían bien que la naturaleza está en constante cambio
y, además, bien pueden nuestras prescripciones inclinar los hechos
en una dirección favorable, pues si una de las funciones de la ciencia
es anticipar acontecimientos, bien los sabrá anticipar quien los haya
provocado. Y es que las palabras, con el tiempo, van materializando,
construyendo y destruyendo, es decir dando lugar a algo más grave:
los hechos o acontecimientos, las obras. Pero digamos en defensa de
la ciencia que obrar de esa manera no es tal ciencia, sino artimaña y
no son tales victorias las que aquí vamos a aplaudir, sino que, por el
contrario, más bien nos inclinaríamos por celebrar aquellas obteni-
das más limpiamente por la rectitud en el uso del lenguaje y por la
claridad que caracteriza al discurso en el que las palabras se asocian
firmemente con elementos bien admitidos, reconocidos, descritos y
sometidos a constante comprobación experimental., tanto mediante
las aproximaciones científicas como por el propio lenguaje. Ciencia y
lenguaje son, como vamos a ver pronto, una misma cosa.
Como tendremos ocasión de ver en los capítulos que siguen, en el
fondo de todo debate hay dos ideas enfrentadas, pero nos libraremos
por el momento de discutir sobre qué sean las ideas porque lo que
interviene en el debate no son ellas sino las palabras que las expresan.
18 EMILIO CERVANTES

Las palabras son así en primer lugar expresión de ideas, sean estas lo
que sean y vengan de donde vengan. Pero su importancia no queda
ahí. Lavoisier explora el nexo entre palabras e ideas cuando en el
prefacio a su obra Elementos de Química, cita a Condillac:

Pensamos solo por medio de palabras. Los idiomas son verdaderos


métodos analíticos. El Álgebra, que se adapta a su fin en todas las es-
pecies de expresión, de la manera más simple, más exacta, y lo mejor
posible, es al mismo tiempo un lenguaje y un método de análisis.-el
arte de razonar no es más que un lenguaje bien organizado.

Así, las palabras son, para empezar, los únicos vehículos de expre-
sión de las ideas, pero también sus herramientas de análisis. Pronto
veremos que hay más, porque un poco más adelante indica Lavoisier:

La imposibilidad de separar la nomenclatura de una ciencia de la


ciencia en sí misma, es debida a esto, que cada rama de la ciencia
física debe constar de tres cosas: la serie de hechos que son objeto
de la ciencia, las ideas que representan a estos hechos, y las pala-
bras con que estas ideas se expresan. Al igual que tres impresiones
del mismo sello, la palabra debe producir la idea, y la idea de ser
una imagen de la realidad. Y, como las ideas se conservan y se
comunican por medio de palabras, se deduce necesariamente que
no podemos mejorar la redacción de cualquier ciencia, sin al mismo
tiempo mejorar la ciencia en sí misma, ni podemos, por otro lado,
mejorar la ciencia, sin mejorar el idioma o la nomenclatura que
le pertenece. Sin embargo, por muy ciertos que sean los hechos
de cualquier ciencia y acertadas las ideas formadas de estos he-
chos, podríamos comunicar una falsa impresión a los demás, si
no disponemos de las palabras por las cuales las ideas pueden ser
expresados adecuadamente.

Partiendo de las funciones elementales del lenguaje: la descripción


y el análisis de la naturaleza, vemos así inevitablemente surgir a una
tercera: la construcción (o destrucción). Primero, la construcción de una
ciencia adecuada al lenguaje. Segundo, y más importante, la construc-
ción de un mundo adecuado con aquella ciencia. El lenguaje tiene su
origen en el sentimiento y la costumbre (Pathos: Pathos, y Ethos: Ethos)
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 19

y la ciencia sus raíces en el mundo de la Metafísica. Todo debate de la


Historia Natural trata de la Naturaleza, pero incluye aspectos morales.
Admitir un mundo cambiante, algo ordenado y con ciertas limitaciones
o leyes, nos lleva a admitir otro, no tan cambiante, quizás más ordenado
y, desde luego mucho más libre que es el Mundo del Pensamiento, el cual
no tiene por qué obedecer ni a las limitaciones de la experiencia en el la-
boratorio, ni tampoco necesariamente, aunque esto sería más discutible,
al orden de la física. El pensamiento opera entre aquellas entidades que
antes dejábamos gustosamente sin definir, que son las ideas y lanza libre
y abiertamente sus propuestas a una arena en donde serán contrastadas
con otras. No se trata de vencer porque para vencer por la fuerza vale más
perder, es decir permanecer en el anonimato durante largos periodos, o
para siempre jamás en aquellos dominios platónicos e intemporales del
Naturalista Proscrito, en los que se considerará la propuesta, hipótesis o
teoría que esté expuesta en un lenguaje más claro, riguroso y exacto. La de
mayor precisión. La razón no suele ganar con facilidad ni con frecuencia.
En cualquier caso y como bien decía Nurse, la ciencia consiste en una
actitud mental que busca poner a prueba sus teorías hasta la destrucción.
El tiempo acabará dando fuerza a la razón.

Más ejemplos

La autoridad, dice Moses Mendelssohn, solo puede humillar, no enseñar

Guido Ceronetti. El silencio del cuerpo

Muchos, casi todos o todos los debates o polémicas entre natu-


ralistas que tocarán los sucesivos capítulos de este libro consisten
en, o tienen en su base, luchas de poder. Incluso es posible (el lector
decidirá) que algunos de ellos carezcan de otro argumento. En algunos
de ellos la lucha puede ser interior pero no por ello menos intensa o
violenta. En donde haya un debate abierto, diferentes interpretaciones
de la naturaleza a veces antiguas servirán de pantalla a modo de
epidermis del debate, pero arañando un poco en su superficie, asoma
la cuestión: la disputa por la autoridad, el poder. Pocas veces faltará
la autoridad para imponer su visión del mundo y, en caso necesario,
su lenguaje. Veamos ya algunos ejemplos.
20 EMILIO CERVANTES

Se dice que en 1534 el emperador Carlos V asistió en la Universidad


de Salamanca a una lección de Francisco de Vitoria. Cinco años des-
pués, Francisco de Vitoria pronuncia las llamadas relecciones sobre
los indios; la primera De Indis, y la segunda titulada De Iure Belli,
origen del Derecho Internacional Público. En consecuencia, Carlos V
escribe al prior de San Esteban en los términos siguientes:

He sido informado que algunos maestros religiosos de esta casa han


puesto en plática y tratado, en sermones y repeticiones, del derecho
que Nos tenemos a Las Indias, islas y tierra firme del mar Océano, y
también de la fuerza y valor de las composiciones que con autoridad
de nuestro Santo Padre se han hecho y se hacen en nuestros reinos.

El debate está servido. Por una parte se trata ni más ni menos que
de resolver la cuestión de la igualdad de derechos entre los seres
humanos. Por otra, establecer hasta qué punto y en qué medida las
instituciones académicas deben obediencia al poder del rey. La se-
gunda cuestión permanece hoy en lid. Buena parte del Ars operandi
académico contemporáneo consiste en mantener vivo el debate y
nunca darse por vencidos. Toda discusión posterior habrá de tener
en cuenta que este debate está presente, abierto y a menudo tiene
un papel de fondo mucho más importante que lo que aparenta. La
respuesta resultante a la cuestión primera, es decir la correspondiente
a igualdad de derechos, queda implícita en la respuesta a la segunda
cuestión. Una vez que estemos sometidos plenamente al poder ten-
dremos aquellos derechos que el poder otorgue, es decir, ninguno.
Dios, Naturaleza, Cosas, Substancia y Existencia son los cinco
substantivos utilizados con más frecuencia en la Ética de Spinoza.
Por su parte Descartes en el Discurso del Método, nos atrae con más
frecuencia hacia Ser, Punto, Causa, Cosa y Corazón. Ambos coinciden
en una estrecha asociación entre Dios y Naturaleza, los conceptos
favoritos de Spinoza. Para él, Dios (Natura naturans) es otro nombre
de la Naturaleza (Natura naturata). Ética, la palabra que da título a su
obra, contrasta con Discurso del Método, tanto como contrastan las
finalidades de ambos autores. Del francés Descartes, conocer de modo
firme. Del judío ibérico-holandés Spinoza, comportarse con rectitud.
La lectura de ambos sugiere un debate interesante con la posibilidad
de decantarse a favor de una u otra alternativa. ¿Saber por saber? O,…
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 21

¿tal vez mejor saber para comportarse rectamente? ¿Acaso todo conoci-
miento y, por lo tanto todo debate, no tiene otro fin que el de encontrar
un tono moral? Esto parece sugerir la lectura de Spinoza en contraste
con el racionalismo cartesiano, pero puede que las opiniones de este
sean más modernas, es decir acordes con la autoridad. Cabe también
que, poco a poco, la ciencia vaya dejando a un lado una finalidad moral
última e ineludible, es decir sucumbiendo al poder. Claudicando.
Cuando Descartes, que había sido educado en los jesuitas de La
Flèche y estaba más preocupado por el pensamiento que por el com-
portamiento recto, dice hacia 1637 Cogito ergo sum, viene a decir:
pienso, luego soy real. Frase célebre en la que más que pensar bien
importa el pertenecer a una realidad física que, según Agustín García
Calvo (1997, p 25), no dista mucho del conjunto de las cosas que al
poder conviene, pues la ciencia lleva años al servicio de la Fe y del
Poder. Pero la claudicación no es total y, para demostrarlo, buscare-
mos en todo debate argumentos científicos, que limiten la sumisión
a la autoridad. Sostenemos que entre los objetivos de la ciencia se
encuentra el de oponerse a tal claudicación, romper limitaciones im-
puestas. La tarea es difícil. El propio tratado Sobre la libertad de John
Stuart Mill, paradigma de la lucha por la libertad individual frente a un
poder absolutista, va ya descaminado cuando indica el rumbo a seguir:

Casi es innecesario decir que esta doctrina es solo aplicable a se-


res humanos en la madurez de sus facultades. No hablamos de los
niños ni de los jóvenes que no hayan llegado a la edad que la ley
fije como la de la plena masculinidad o feminidad. Los que están
todavía en una situación que exige sean cuidados por otros, deben
ser protegidos contra sus propios actos, tanto como contra los daños
exteriores. Por la misma razón podemos prescindir de considerar
aquellos estados atrasados de la sociedad en los que la misma raza
puede ser considerada como en su minoría de edad. Las primeras
dificultades en el progreso espontáneo son tan grandes que es difícil
poder escoger los medios para vencerlas; y un gobernante lleno de
espíritu de mejoramiento está autorizado para emplear todos los
recursos mediante los cuales pueda alcanzar un fin, quizá inaccesible
de otra manera. El despotismo es un modo legítimo de gobierno
tratándose de bárbaros, siempre que su fin sea su mejoramiento, y
que los medios se justifiquen por estar actualmente encaminados
22 EMILIO CERVANTES

a ese fin. La libertad, como un principio, no tiene aplicación a un


estado de cosas anterior al momento en que la humanidad se hizo
capaz de mejorar por la libre y pacífica discusión. Hasta entonces
no hubo para ella más que la obediencia implícita a un Akbar o a un
Carlomagno, si tuvo la fortuna de encontrar alguno.

Ya para Stuart Mill la libertad ha de administrarse. La naturaleza


tiene para el autor inglés sus favoritos, los más aptos, que no son
otros que los más afines a la autoridad; y si no fuese así, bien podría
llevársela por ese camino. Casi todo debate posterior al diecinueve se
hace partiendo de estas premisas, cuando no otras más drásticas. Ya
no está en juego la dignidad de la persona, entidad volátil, de difícil
definición o en vías de desaparición desde los tiempos de Francisco de
Vitoria, ni tampoco otras cuestiones que pudiesen acercar a los con-
trincantes científicos a los peligrosos y ajenos abismos de la justicia.
Lo que se debate hoy y cada vez más son cuestiones menores, que,
por lo explicado, han venido a llamarse, despectivamente, filosóficas,
como dando por cierto que, cada vez más la ciencia y la filosofía han
cedido mucho terreno al poder. Pero no han claudicado.
La defensa de la taxonomía parte de una viva polémica como ve-
remos en algunos de los capítulos que siguen, expresa y refleja uno
de los más antiguos debates de la filosofía que enfrenta al ser con
el devenir: Parménides frente a Heráclito. ¿Hay algo que sea y que,
como tal merezca consideración más allá, o por encima del cambio?
El Poema de Parménides dice que sí: El Ser es uno y se mantiene por
siempre jamás. Para Heráclito, todo fluye y nada es. Lo extremado de
ambas posturas abre el espacio en el que se encuentran casi todos
los demás debates reales e imaginarios y en el cual crecen las propias
raíces de la taxonomía. Las categorías taxonómicas imponen un freno
al cambio y aspiran al Ser de Parménides: demuestran la existencia
de un orden. Describirlo ha sido la tarea de la Historia Natural ase-
gurándose bien de que lo que decimos de la naturaleza (palabras)
tiene una correspondencia exacta con lo que la propia naturaleza
muestra: cosas. Tarea difícil, más no imposible a la que Linneo dedica
su esfuerzo titánico movido por la creencia en ese orden que tiene
que ver con las ideas y se expresa en las palabras. Éstas representan
verazmente los contenidos de la Naturaleza porque expresan las ideas
que son anteriores a ambas. Anteriores a la realidad del mundo y a la
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 23

del lenguaje, las ideas se expresan por un lado en aquel y por otro,
en este, en el lenguaje.
Para Linneo los objetos de la naturaleza están ordenados según
categorías taxonómicas. Corresponde al naturalista su descripción y
a tal fin pasea, herboriza y busca entre las formas la expresión del
orden. Para Darwin, el orden es lo de menos. Puerilmente supone
que la lucha entre individuos, entre variedades puede explicar la
variedad de la naturaleza. En definitiva, toda explicación es siempre
subjetiva y habrá quienes se conformen con poco, pudiendo hasta
tomar una tautología por base de todo un campo de conocimiento,
la selección natural o supervivencia del más apto, como fundamento
de la evolución. Flatus vocis. Fantasma semántico.

Una taxonomía de los debates

La autoridad interviene, como vamos a ver, en casi todos los deba-


tes científicos. Pero la autoridad tiene también sus sutilezas y así la
clasificación de los debates revela algunas estrategias utilizadas por
la autoridad para llevar el agua a su molino. No contenta con la ma-
nipulación del lenguaje y la elaboración del Diccionario de Neolengua
(Wikipedia), la autoridad dispone de otros recursos. Se descubren
al analizar los debates. Por ejemplo podemos clasificarlos como los
números, en reales e imaginarios. Los primeros son aquellos para los
que hay una evidencia histórica suficiente, es decir que no solo sabe-
mos que han ocurrido, sino que han dejado pruebas documentales de
su contenido, ya que un debate, por mucho que haya existido poco
podrá iluminarnos si no ha dejado tal testimonio. Pero el contenido
de aquellos debates que calificamos como imaginarios es inventado.
Sus sucesivas versiones y comentarios parten de un dato histórico
aderezado con alguna anécdota, y rellenado con argumentos sin que
existan pruebas documentales de su contenido. Resulta imposible
tratar de interpretar un debate del que no haya constancia documental
contrastada y, no obstante, algunos de los más famosos debates de la
historia natural no dejaron prueba escrita. ¿Quién no ha oído hablar
del famoso debate en Oxford entre Thomas Henry Huxley y el Obispo
Wilberforce? Tradicionalmente el famoso Oxford Evolution Debate de
1860 se viene dando como ejemplo de la victoria de la ciencia sobre
24 EMILIO CERVANTES

la fe, de la evolución sobre la religión. Interpretación sesgada según


conveniencia porque….. ¿Alguien ha visto una transcripción literal de
dicho debate? Al parecer y sorprendentemente, no existe documento
original alguno y, por lo tanto, toda descripción o interpretación per-
tenece al terreno de la ficción. Sabemos que una señora se desmayó,
pero los argumentos utilizados por el llamado bulldog de Darwin,
Thomas Henry Huxley, o por su oponente, el Obispo Wilberforce,
permanecen sin documentar y son, por tanto, en su mayor parte,
inventados. La sólida formación científica del obispo muy bien podría
haber puesto en apuros las tesis de Huxley, pero, ni para apoyar esto
ni para lo contrario, parecen haber quedado pruebas.
En otros casos, aun manteniéndose documentos que dan testi-
monio del contenido real del debate, la posteridad o mejor dicho la
autoridad de la posteridad, puede encargarse de darles un sentido
nuevo. Cierto es que cualquier palabra o idea cambia su significado
con el correr de los años, pero esto no justifica el afán por desvirtuar
o des-racionalizar el contenido de algunos debates. Nos encontramos
así ante debates irracionales o voluntariamente irracionalizados.
Las interpretaciones modernas del famoso debate de 1830 entre
Geoffroy y Cuvier tienden a disimular su verdadero contenido que
no era otro que la transformación de las especies. Lo imposible,
posible, como reza el título de Andrés Galera en este libro. La esencia
de la evolución ya se discutió mucho antes de Darwin. En su libro
«The Art of Genes», Enrico Coen dedica el capítulo 7 por completo a
dicho debate. El capítulo se titula «El esqueleto oculto (The hidden
squeleton) y, en su interior, el apartado dedicado a Cuvier se titula
Cuvier and functional integration y el dedicado a Geoffroy, Geoffroy
and the principle of connections. Precede a ambos apartados uno
titulado Form and function, como si el debate hubiese consistido
en dar prioridad a uno de estos aspectos: función (Cuvier) o forma
(Geoffroy), cuando en realidad se trata de algo mucho más claro,
sencillo y profundo a la vez: el debate consistía en la defensa de la
unidad del plan en la escala animal (Geoffroy) o su rechazo (Cuvier),
es decir transformación de las especies (evolución) o no. Pero no
es Enrico Coen el único empeñado en hacer ver que el debate tuvo
poco que ver con la evolución; por ejemplo en The Victorian Web,
también interesada en destacar por encima de su mérito real la figura
de Darwin, se lee:
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 25

The debate has often been interpreted in the retrospect of a post-


Darwin age as a debate over evolution. However the debate mostly
revolved around the number of archetypes necessary to categorize
all organisms.

El debate se ha interpretado a menudo en la retrospectiva de una


era post-darwinista como un debate sobre la evolución. Sin embargo,
giró en torno al número de arquetipos necesarios para clasificar
todos los organismos.

Pero ¿Qué significa el número de arquetipos?, ¿Qué interés tiene


conocerlo si no es únicamente para conocer sus relaciones, es decir,
en el contexto de la transformación de las especies?
Geoffroy defendía la transformación de las especies, teoría pro-
puesta por Lamarck, mediante un argumento basado en la unidad
de un plan, sólida idea semejante a la que Goethe había expuesto en
su tratado La Metamorfosis de las Plantas. Reconocer la esencia del
debate significa quitar prioridad a Darwin en la presentación de una
teoría evolutiva. Pero es que la prioridad pertenece sin lugar a dudas
a Lamarck y a Geoffroy.
Buena parte de los debates ocultan un interés personal o social que,
aunque esté directamente relacionado con el contenido del debate o
representado en alguna de sus posturas, puede ir mucho más allá,
dando al asunto una importancia social que traspasa las fronteras de
la academia. Ocurre así en el caso Nature versus Nurture, nace o se
hace, mantenido largamente a lo largo del siglo xx, pero ya vivo en el
xix en las posturas enfrentadas de Francis Galton, primo de Darwin,
fundador de la Eugenesia y autor de la obra Hereditary Genius, que
motivó la respuesta de Alphonse de Candolle presentada en 1873
en su obra Histoire des Sciences et des Savants depuis Deux Siècles. El
punto de vista eugenista, de Galton, defiende que las mejores cuali-
dades de la raza son hereditarias y por tanto existen linajes o estirpes
portadoras de características buenas. Recibió el apoyo del profesor
Arthur Weismann, quién se inventó la separación entre células de la
línea somática y las de la línea germinal (Teoría de la Barrera Somático-
Germinal), con lo cual las ideas lamarckistas de herencia de caracteres
adquiridos pasaban a la categoría de anatemas dando pie a teorías
hegemonistas de funesto recuerdo.
26 EMILIO CERVANTES

Se suceden los debates mientras sus interpretaciones evolucionan


sometidas al peso de las autoridades de cada tiempo. Como veremos
pronto, los naturalistas franceses de comienzos del xix proporcionan un
buen material para el estudio de los curiosos procesos de evolución en
torno a los conceptos científicos, entre ellos el propio concepto de evo-
lución. Cuvier, el fundador de la paleontología, no era partidario de las
tesis transformistas de Lamarck. La pugna entre ambos alcanza un nivel
ya incontestable en el discurso funerario que el primero hace del segundo:

Entre los hombres que ejercen la profesión noble de iluminar a sus


compañeros, unos pocos (y acaban ustedes de ver un ejemplo famo-
so1) se encuentran dotados a la vez de un espíritu elevado y un juicio
perfecto, abarcando en sus amplias concepciones el campo entero de
la ciencia, y captando con un ojo maduro aquello que, los progresos
de cada época permiten descubrir, no han revelado más que verdades
ciertas, no han dado más que demostraciones claras, y no han concluido
sino consecuencias convincentes, sin exponerse jamás a exponer nada
azaroso o dudoso; genios sin par cuyos inmortales escritos brillan en el
camino de las ciencias iluminando como antorchas durante tanto tiempo
como el mundo será gobernado por las mismas leyes.
Otros, de un espíritu no menos animado, no menos adecuado para
la captura de nuevos puntos de vista, han sido menos severos en el
discernimiento de las pruebas; a los descubrimientos genuinos que
han enriquecido nuestro conocimiento del sistema, no han podido
dejar de mezclar diseños fantásticos, en la creencia de que pueden
anticiparse al experimento y al cálculo, han construido laboriosa-
mente vastos edificios sobre bases imaginarias como los palacios
encantados de nuestra novelas antiguas que desaparecían al romper
el talismán del que dependía su existencia. Pero la historia de estos
estudiosos menos completamente felices, no es quizás menos útil,
puesto que tanto como los primeros se ofrecen sin reserva a nuestra
admiración, los segundos lo hacen a nuestro estudio; la naturaleza
por sí sola produce genios de primer orden, pero es permisible para

1. Se refiere aquí Cuvier a Volta. El discurso de Cuvier debía seguir al que pronunció M.
Aragón en honor de este científico en la Academie des Sciences el 27 de Junio de 1831.
El fragmento está tomado de: http://www.academie-sciences.fr/activite/archive/dos-
siers/eloges/lamarck_vol3228.pdf
ESTRUCTURA DEL DEBATE CIENTÍFICO: EJEMPLOS, ELEMENTOS, TAXONOMÍA 27

cualquier hombre trabajador aspirar a ocupar un lugar entre los que


sirvieron a la ciencia, y lo tendrá tanto más elevado en cuanto que
aprenda a distinguir mediante ejemplos notables los temas acce-
sibles a nuestros esfuerzos, y las trampas que pueden impedir su
alcance. Con esta finalidad en mente y al trazar la vida de uno de los
naturalistas más célebres, pensamos que era nuestro deber, al alabar
los grandes y útiles trabajos que la ciencia le debe, indicar también
aquellas de sus obras en las cuales el ser demasiado complaciente con
una vívida imaginación lo llevó a resultados que son más discutibles,
y marcar, mientras que se encuentra entre nosotros, las causas y las
ocasiones de estas desviaciones, o, por así decirlo, su genealogía. Este
es el principio que nos ha guiado en todos nuestros elogios históricos,
y lejos de pensar haber faltado a la memoria de nuestros hermanos,
creemos por el contrario que nuestros homenajes son más puros;
precisamente por haber eliminado todo lo que no era digno de ellos.

Lamarck, el imaginativo, en quien recaen todas las culpas. Lamarck,


el revolucionario. El Hereje. Al pie de su estatua a la entrada del paseo
central del Jardin des Plantes, en Paris, una frase de su hija hace
justicia a la dureza del trato recibido:

La postérité vous admirera, elle vous vengera, mon père

Conclusión con algunas claves para entender los debates

Ya hemos visto algo sobre la ciencia como fenómeno social. Juan Benet
se refirió en una ocasión a la Ciencia como aparato de convicción. El
poder de persuasión. La creación de modelos. Cuando lean, en los
capítulos que siguen, acerca de algunos debates, tengan presente si
el debate es científico o político. Si sus argumentos son genuinamente
científicos u ocultan una pugna por la autoridad. Si tienen acceso a los
documentos originales analicen cuidadosamente el lenguaje: claridad,
precisión, ausencia de ambigüedad o contradicción.
Lean siempre siguiendo el consejo de Lamarck:

No escribo para aquellos que examinan rápidamente los libros nuevos,


casi siempre con la intención de hallar en ellos sus ideas preconcebidas,
28 EMILIO CERVANTES

sino para los pocos que leen, que meditan profundamente, que aman el
estudio de la naturaleza y son capaces de sacrificar incluso sus propios
intereses, por el conocimiento de una verdad nueva.

Y no permitan nunca que la ciencia se convierta en autoridad por-


que como advierte Agustín García Calvo en el Prólogo a su traducción
de la obra de Lucrecio:

Que luego la ciencia se convierta, como de hecho se ha convertido


hoy día, a vueltas de la Historia, en la Religión principal y domina-
dora de nuestro mundo, al abrigo de cuyo templo las reliquias de las
otras religiones sin vergüenza alguna se cobijan, bien, no importa: la
lucha contra la Religión sigue teniendo siempre su sentido; y también
contra esa otra forma de Religión que es la fe en la Ciencia de la
Realidad, aunque Lucrecio no esté ya aquí para decírnoslo, siguen
valiendo lo más hondo de sus razones y el embate de sus versos.

bibliografía

Benet, J. (1997): Cartografía personal. Cuatro Ediciones. Valladolid.


Botinas, L. (2011): Desmontar el SIDA. Cauac Editorial Nativa. Murcia.
Cervantes, E. (2011): coord. Naturalistas proscritos. Ediciones Universidad de
Salamanca.
Coen, E. (1999): The Art of Genes (how organisms make themselves): Oxford
University Press. Oxford.
García Calvo, A. (1997): De la Realidad. Traducción del Poema de Lucrecio De
Rerum Natura. Editorial Lucina. Zamora.
García Calvo, A. (2006): ¿Qué es lo que pasa?. Ed. Lucina. Zamora.
Lavoisier, A. L. (1790): Elements of Chemistry. Proyecto Gutenberg. 28 diciembre,
2009 [EBook #30775]
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Stuart Mill, J. (1970): Sobre la libertad. Alianza Editorial. Madrid.
Toledano Buendía, S. (2006): «La neolengua de Orwell en la prensa actual. La
literatura profetiza la manipulación mediática del lenguaje». Revista Latina
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www.ull.es/publicaciones/latina/200601toledano.htm
V itoria , F. de (1992): Doctrina sobre los indios. 2ª ed. facs./transcripción y
traducción Ramón Hernández Martín Editorial San Esteban, Salamanca.
LO IMPOSIBLE POSIBLE. LA TEORÍA LAMARCKIANA DE LA EVOLUCIÓN
ANTES DE DARWIN

ANDRÉS GALERA*
CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS-CSIC. MADRID

Un acento ortográfico diferencia la grafía del término francés èvolution


de la voz inglesa evolution reflejando su origen común. Alcanzado el
siglo xix la palabra era de uso corriente entre los embriólogos, designa-
ba la serie de cambios morfológicos que experimenta el óvulo fecun-
dado al desarrollarse en un nuevo individuo. Fueron los naturalistas
franceses quienes añadieron al término el significado relativo a la
variabilidad de las especies, correlacionando ambos procesos. Si fuera
preciso, parte del mérito cabe atribuírselo al polifacético médico Julien
Joseph Virey, también naturalista, filósofo, farmacéutico, y más. Con
su firma, el artículo Animal abre las páginas del segundo volumen del
Nouveau dictionnaire d’histoire naturelle correspondiente al año 1816.
El texto recoge el término èvolution tanto en la acepción embriológica
como en sentido transformista estableciéndose una clara asociación
de ideas (Virey, 1816: 29-30). Sin embargo, su concepción de esta
naturaleza capacitada para el cambio es anticuada, nada tiene que
ver con la idea renovadora de Lamarck, no por desconocimiento sino
porque su mente continúa anclada en el filosófico pensar buffoniano,
porque su pensamiento gira en torno a la cadena de los seres como
epicentro de la manifestación morfológica de la vida terrestre. No fue
el único. Años después, Charles Lyell utilizará el vocablo evolution con
rotundidad, inequívocamente, aplicándolo al concepto lamarckiano de
una naturaleza cronológicamente modificable en función del espacio.
Ideario que rechazó. Lo hizo en el segundo volumen de sus Principles
of Geology, publicado el año 1832. De la mano del botánico francés
Frédéric Gérard, mediada la década de los cuarenta, la palabra adquirió
identidad como Théorie de l’evolution des formes organiques. Gérard


*
Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC. Proyecto n.º HAR 2009-12418
30 ANDRÉS GALERA

aplicó la ortodoxia lamarckista para explicar cómo surge la vida y se de-


sarrollan los seres vivos durante la historia de la Tierra (Gérard, 1844,
1845). Leyendo el registro fósil se podía interpretar el proceso, era
posible determinar qué había ocurrido en la naturaleza desde su origen
hasta la aparición de la flora y la fauna contemporáneas. Al inicio, una
utópica célula primigenia surgida de la materia inorgánica; después,
siete periodos evolutivos habían guiado adaptativamente las diferentes
líneas filogenéticas hacia sus representantes actuales (Galera, 2002).
Teóricamente, basada en la extinción de especies reemplazadas por
nuevas formas surgidas de las precedentes, la teoría de la evolución
era en 1845 una ley biológica posible, sencilla, directa, comprensible
incluso para el profano. Demostrarla, explicar los intríngulis del fenó-
meno, era otra cosa, supondrá una revolución ideológica controvertida;
un debate inacabado que en el siglo xxi todavía plantea enmiendas a la
totalidad. Porque una cosa es tener certeza sobre la evolución y otra
determinar cómo y por qué ocurre; lo explicaba con acierto el paleon-
tólogo George Simpson (1961: 11). Terminológicamente, pues, hay una
conexión lingüística entre las escuelas naturalistas representadas por
Lamarck y Darwin, vínculo idiomático sin correspondencia ideológica;
extremo este susceptible de ser matizado pues la adaptación es el
parámetro que regula el proceso evolutivo en cualquier modelo. La
singularidad radica en el mecanismo adaptativo. Desde Lamarck el
esquema evolutivo es invariable, la evolución representa un proceso
biológico sustitutivo donde especies filogenéticamente relacionadas
se suceden conformando una trama ininterrumpida de seres vivos
adaptados al medio. Cualquier teoría posterior convendrá en tal des-
cripción general., aplicando cada cual un mecanismo sui géneris: los
lamarckianos la acción del medio; los darwinistas, la selección natural.,
los mutacionistas la modificación génica, etcétera. Viene al caso el
testimonio de Charles Darwin respecto a Lamarck: «las conclusiones a
las que he llegado no difieren mucho de las suyas; aunque las vías del
cambio son totalmente distintas», comentaba a su amigo John Hooket
en carta fechada el 11 de enero de 1844 (Darwin, 1997: 350). Nada que
objetar. Y convenimos con el filósofo Henri Bergson en sostener que la
hipótesis de una evolución de las especies generadas unas de otras a
partir de las formas más simples se había confirmado progresivamente
desde Lamarck mediante la paleontología, la embriología y la anatomía
comparada (Bergson, 1982: 28).
LO IMPOSIBLE POSIBLE. LA TEORÍA LAMARCKIANA DE LA EVOLUCIÓN ANTES DE DARWIN 31

Cuando en el año 1859 se publica On the origin of species by


means of natural selection han pasado más de cincuenta desde que
el desafiante ideario transmutacionista lamarckiano contaminase irre-
versiblemente los círculos académicos ganando amigos y enemigos.
Añadamos nuevos ejemplos a la colección. Discurría 1817. Para el
filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, la singular visión
de una naturaleza cambiante era solo una de esas representaciones
nebulosas, sensibles, inefables, que el intelecto humano debía rechazar
(Hegel, 1997: 308-309). La idea de atribuir un origen material a la vida,
de confabular un mundo mudable, inconstante, incierto, incoherente,
no dejaba de ser una estrambótica ocurrencia a esconder tras un
tupido velo. En idéntica fecha, con distinto parecer se expresaba el
geólogo escocés Robert Jameson quien, en el prólogo a la tercera
edición de Essay on the theory of the Earth de Georges Cuvier (Gale-
ra, 2007), analizaba el debate evolucionista contemporáneo. En su
opinión, la cuestión era bipolar. El paleontólogo Cuvier lideraba el
bando antitransformista defendiendo un modelo de naturaleza inal-
terable en la aparición de nuevas especies; alterable sí en la cantidad
pues no cabía duda de la condición extinta de los seres hallados en
estado fósil. Pertenecían a un pasado desconocido, en conflicto con la
ciencia y la religión. En consecuencia, si solo restamos, la naturaleza
habría sufrido una cronológica disminución de su diversidad animal
y vegetal. El estandarte evolucionista ondeaba en los dominios del
zoólogo Lamarck, partidario, lo repetimos, de interpretar la naturaleza
como un conjunto inestable de seres vivos sometidos a la acción
modificadora del ambiente que, variando, inducía en los individuos
aquellos cambios morfológicos necesarios para sobrevivir bajo nuevas
condiciones medioambientales. En cada época la vida se alteraba
en las formas y el número de especies, convertidas en elementos
temporales del continuo natural. Más alusiones. El Edinburgh New
Philosophical Journal del año 1826 incluye el artículo Observation on
the nature and importance of geology, atribuido al profesor Robert
Edmond Grant, históricamente conocido por su vínculo académico
con el estudiante Charles Darwin. Entre las observaciones de la na-
turaleza que preocupan a Grant la cuestión del origen de los seres
vivos resulta crucial. Y su respuesta favorita era la inequívoca teoría
de «Lamarck, uno de los naturalistas más sagaces de nuestro tiempo».
El mundo orgánico tenía su principio en animales simples, como los
32 ANDRÉS GALERA

infusorios, formados por generación espontánea, todos los demás


habían evolucionado gradualmente empujados por las circunstancias
externas. Hipótesis apoyada por la doctrina de las petrificaciones, aun
con todas sus imperfecciones (Grant, 1826: 296-7). En la década de los
años treinta el geólogo belga Jean-Baptiste d’Omalius publicaba sus
Éléments de geologie. El mismo Lyell se sorprendía de que su colega
hubiese apostado por el sistema de transmutación lamarckiano (Lyell,
1881: v. 1, 365). Para Omalius la hipótesis más plausible a la hora de
explicar la concatenación de seres vivos diferentes ocurrida durante
la historia geológica del globo, era la sustitución reproductiva de
unas especies por otras inducida por las circunstancias externas a
las que se encuentran sometidas (Omalius, 1831: 528-530). Más argu-
mentos. En el tercer volumen de la History of the inductive sciences,
1847, escrita por el reputado e influyente filósofo británico William
Whewell, leemos que la controversia entre partidarios y oponentes a la
doctrina de la transmutación de las especies era uno de los puntos más
sobresalientes del debate científico en la época. Un tema candente,
vamos. Geólogos y paleontólogos habían demostrado que durante
la historia de la Tierra diferentes grupos de animales y plantas se
sucedieron como habitantes del globo. Era un hecho científico. El
dilema consistía en explicar las causas mediante la doctrina de la
transmutación -las especies de una época geológica se transforman
en las de la siguiente por causas naturales-, o bien creer en el milagro
de la creación sucesiva de especies previa extinción; opción esta por
la que el filósofo se decantaba (Whewell, 1847: 624-625). Tampoco los
geólogos Alonzo Gray y C. B. Adams fueron partidarios de la consabida
teoría de la transmutación. Creían en los milagros, y en su libro Ele-
ments of Geology, 1852, no tienen dudas sobre la intervención directa
del creador para resolver el problema. Posición que no les impide
debatir la opción transformista recuperando la teoría de Lamarck
como explicación de un orden natural correlativo desde lo simple
a lo complejo mediante el incremento progresivo de las estructuras
anatómicas (Gray & Adams, 1854: 87). Finalmente, en su introducción
a la edición inglesa de Philosophie zoologique, Hugh Elliot subraya que
durante medio siglo los escritos lamarckianos fueron «casi la única
representación pública de una opinión que ya nadie cuestiona», la
evolución (Lamarck, 1914: LXXXVIII). Opinión categórica, sin duda;
reivindicativa, por supuesto; acertada, quizá, en muchos sentidos sí.
LO IMPOSIBLE POSIBLE. LA TEORÍA LAMARCKIANA DE LA EVOLUCIÓN ANTES DE DARWIN 33

La duda responde a una puntualización necesaria. Particularizando,


la Filosofía zoológica fue el referente del pensamiento evolucionista
por décadas. Hasta la publicación del Origen de las especies no existió
otra monografía dedicada al tema. Fue la primera; creó escuela; es-
tableció un nuevo concepto de naturaleza aplicando otro método de
investigación (Galera, 2009); sentó las bases del modelo transformista,
transmutacionista, evolucionista -el adjetivo poco importa-, pero el
debate no fue monolítico. La embriología, la paleontología, la siste-
mática, la anatomía comparada, contribuyeron a mejorar la hipótesis
corrigiendo errores, abriendo un abanico de posibilidades para la
evolución. Fue el caso del zoólogo Isidore Geoffroy Saint-Hilaire y su
teoría de la variabilidad limitada de las especies. Corría la década de
los años 30. Por ejemplo.
Sumando los testimonios de Virey, Lyell, Gérard, Bergson, Hegel,
Jameson, Grant, Omalius, Whewell, Gray, subrayamos dos premisas:
a) durante la primera mitad de la decimonovena centuria existió un
fluido debate alrededor de la evolución biológica de las especies de-
rivado del modelo lamarckiano; b) la polémica mantuvo dos frentes
abiertos, uno relativo a la aceptación de la teoría y otro sobre la
mecánica del proceso. Alcanzado este punto la pregunta es obliga-
da. Dado que Jean-Baptiste Lamarck falleció el año 1829 ¿cuál fue
el posterior vector epistemológico difusor de su pensamiento? Dos
obras capitales, emblemáticas, del saber decimonónico divulgaron el
mensaje: los Principles of Geology y el Cours de philosophie positive,
con la firma de Charles Lyell y Auguste Comte, dos de los científicos
más celebres del siglo xix.
«Durante mucho tiempo pensé que había especies constantes en
la naturaleza». Error que no volverá a cometer. Lo confesaba Lamarck
en el escenario parisino del Muséum National d’Histoire Naturelle
(Lamarck, 1907: 80). ¿El motivo?, la apertura del curso académico
correspondiente a 1802. Reformular el concepto de especie era la
consecuencia obligada de observar la naturaleza bajo el prisma de
la evolución. Aplicando la hipótesis, el grupo taxonómico es una
mera colección de individuos transitoriamente coincidentes en su
morfología (Lamarck, 1907: 83). Los seres vivos son lo que parecen
solo por tiempo limitado, luego cambian. Desde el año 1800, el natu-
ralista francés alzó la voz a los cuatro vientos contando este ideario
de palabra y por escrito; enseñaba su théorie de la descendance, como
34 ANDRÉS GALERA

también era conocida, en el curso de zoología impartido en el Museo,


y la inmortalizó con sus libros: Système des animaux sans vertèbres,
Recherches sur l’organisation des corps vivans y, particularmente, Phi-
losophie zoologique, el año 1809; obra que marcó la pauta de su pensar
biológico convirtiéndose en su referente ideológico para la posteridad.
La Filosofía zoológica es un tratado materialista sobre la vida dirigido
a explicar qué es el fenómeno vital pormenorizado en los objetos que
lo representan. El texto contiene dos principios fundamentales para
el desarrollo de la biología moderna: a) El origen de la vida a partir
de la materia inerte mediante la actuación de causas físico-químicas
comunes; b) el precepto transformista por el cual., a partir de una
espontánea forma inicial., los organismos se modifican generando
tipos adaptados a otros ambientes. Adaptación, continuidad filética
y variación cronológica de las especies, son los componentes básicos
del corpus evolutivo lamarckiano (Galera, 2009). Philosophie zoologi-
que se reeditó en 1830. Cuatro décadas más tarde, 1873, se publicaba
una edición revisada a cargo de Charles Martins, director del Jardín
Botánico de Montpellier. Hubo que esperar al siglo xx para leer la obra
en un idioma diferente al francés: Zoological philosophy se publicaba
en Londres el año 1914. Antes, la revista The American Naturalist,
en el número de 1888, incluía la traducción del séptimo capítulo del
primer volumen. Quién lo duda. La situación editorial de la Philosophie
zoologique no ayudó a su difusión, motivo por el cual las obras de
Lyell y Comte, reeditadas, versionadas, y traducidas frecuentemente
durante la centuria, fueron excelsos propagandistas de su reflexión
evolucionista; aunque ellos no compartieron la idea.
Leyendo el libro de Leonard Wilson, Charles Lyell. The years to
1841: the revolution in Geology, conocemos que durante su estancia
en Escocia, el verano de 1827, Charles Lyell se interesó vivamente por
la Philosophie zoologique, estudiando detenidamente el libro. Cinco
días antes de partir de Londres rumbo a Edimburgo, el 3 de agosto,
Lyell aludía a la teoría de Lamarck en su cuaderno. Escribió que afirmar
que los animales superiores proceden de las formas simples mediante
un desarrollo gradual es, sencillamente, como pensar que el mundo
se apoya «sobre un elefante y el elefante sobre una tortuga» (Wilson,
1972: 180-181). El mundo al revés, algo imposible. Ciertamente, su
interés venía de atrás. Sabemos, por la carta escrita a Gideon Mantell
con fecha 2 de marzo de 1827, que la lectura del libro de Lamarck le
LO IMPOSIBLE POSIBLE. LA TEORÍA LAMARCKIANA DE LA EVOLUCIÓN ANTES DE DARWIN 35

había complacido como si fuera una novela. Lo leyó sin la animad-


versión teológica característica de otros, admirando el atrevimiento
de un naturalista cuya posición científica obligaba a aceptar el origen
del hombre a partir del orangután (Lyell, 1881, v. 1, p. 168). Idea
que no le parecerá tan descabellada transcurridos diez años. Cuando
las imaginarias piezas de la serie evolutiva humana comenzaban a
encajar en su mente. El descubrimiento de los restos fósiles de dos
monos localizados en la India y Francia le permitía imaginar que «de
acuerdo con la visión de Lamarck, puede haber ocurrido, hace miles
de siglos, la pérdida de sus colas, y tener lugar la transformación a
los hombres». El comentario lo hace a su hermana, en carta fechada
el 3 de mayo de 1837 (Lyell, 1881: v. 2, 10). El resultado de su pro-
funda meditación transformista aparecerá en el segundo volumen de
Principles of Geology, del año 1832 recordamos, cuya temática gira
en torno a los cambios ocurridos en el mundo orgánico. El ingente
número de especies fósiles conocidas había trastocado el orden na-
tural vigente; extintos animales y plantas distribuidos por toda la
geografía. La pregunta derivada de tales hallazgos era sencilla a la
vez que transcendental., ¿qué lugar ocupan los fósiles en la natura-
leza? Dos respuestas eran probables: determinar la constancia de
las especies desde su creación reconociendo la extinción como una
propiedad natural; o aceptar su inconstancia admitiendo la capacidad
de las especies para transformarse en otras unidades diferentes. En el
primer caso, los fósiles son meros accidentes espacio-temporales, una
ley más de la naturaleza; en el segundo, protagonizan la historia viva
de la Tierra relacionando eternamente plantas y animales. Desde esta
perspectiva, el concepto de especie se convierte en el telón de fondo
del escenario evolucionista, pues, en última instancia, la solución
del problema consiste en diferenciar si las especies son reales o no
(Lyell, 1832: 1). La teoría lamarckiana de la transmutación resultaba
para Lyell un problema singular porque si, conceptualmente, la idea
contravenía sus principios, metodológicamente la hipótesis respetaba
el postulado fundamental de su esquema geológico: explicar los fenó-
menos solo a través de causas naturales. Las condiciones ambientales
y la reproducción eran las naturales causas que explicaban la teoría
evolutiva lamarckiana. «Aunque esta opinión no es generalmente
acogida», escribía, «no podemos admitir lo contrario sin explicar
los datos y el razonamiento por el cual entendemos que se puede
36 ANDRÉS GALERA

refutar». Motivo por el cual era prioritario informar al lector sobre


los argumentos manejados por Lamarck a favor de la variabilidad de
las especies (Lyell, 1823, p. 3), con la honesta finalidad de clarificar
las ideas alrededor de un movimiento transmutacionista que contaba
con bastantes adeptos. Los primeros capítulos del segundo volumen
de los Principles reflejan el contenido de la Philosophie, son un primer
testimonio en lengua inglesa. La refutación del ideario lamarckiano
vendrá después, incorporando cierto grado de incertidumbre. En la
argumentación hay un tono dubitativo frente a una hipótesis que tal
vez no estuviese del todo equivocada, frente a un planteamiento no
carente de lógica, de consistencia interna. El 20 de enero de 1838
escribía al geólogo Adam Sedgwick comentando su posición en el
debate lamarckista. Afirmaba que de vez en cuando aparecían especies
nuevas ocupando el lugar de las desaparecidas (Lyell, 1881: v. 2, 36).
Era un avance. Otra cosa sería que el suceso respondiese a los pará-
metros marcados por la teoría de Lamarck; hipótesis sobre la que en
1860 escribía que era «posiblemente el camino de la verdad» (Lyell,
1881: v. 2, 333). La teoría transmutacionista de Lamarck fue para Lyell
el genuino referente evolucionista incluso sobrepasada la mitad de
la centuria, cuando el darwinismo aparece en la escena científica. No
puedo ver fácilmente, explicaba por carta al botánico Charles James
Fox Bunbury, el 30 de abril de 1856, como Huxley, Hooker, Wollaston
y Darwin, pueden cuestionar abiertamente la especie «y no abrazar la
doctrina lamarckiana» (Lyell, 1881: v. 2, 212). Pronto lo comprenderá,
reconocerá su error, asumirá su deuda con Lamarck. La carta a Charles
Darwin enviada al 63 de Harle Street el 15 de marzo de 1863 contiene
una frase lapidaria que disgustaría al naturalista inglés:

Cuando llegué a la conclusión de que después de todo se iba a demos-


trar que Lamarck estaba en lo cierto, que nosotros ‘podemos venir del
orangután’, releí su libro y, recordando cuándo fue escrito, sentí que
había cometido una injusticia (Lyell, 1881: v. 2, 365).

En su artículo Method and results, publicado en The Progress


of Science, 1887, Thomas Huxley expone que la publicación de los
Principles of Geology marcó una época en la historia de la evolución
haciendo comprender al lector inteligente que si la causalidad natural
servía para explicar la parte no viviente del globo también serviría para
LO IMPOSIBLE POSIBLE. LA TEORÍA LAMARCKIANA DE LA EVOLUCIÓN ANTES DE DARWIN 37

explicar la viviente (Huxley, 1887: 99). Siguiendo el absurdo juego de


Huxley podríamos afirmar que para los lectores inteligentes también
sería fácil comprender las veraces razones de la teoría lamarckiana,
basada en causas naturales, aunque la obra de Lyell no siguiese tal
dirección ideológica. La triquiñuela deja en mal lugar a Huxley, apoda-
do el bulldog de Darwin por su férrea defensa de la doctrina. Estuvo
desafortunado olvidando la condición antievolucionista que los Prin-
ciples mantuvieron hasta los años sesenta. La razón indica que no se
puede ser evolucionista negando la evolución, a no ser que Huxley,
celoso guardián del tesoro, no considerase la teoría de Lamarck como
tal sino un mero accidente en el camino hacia el darwinismo. Charles
Lyell tenía distinta opinión, y acierta Huxley escribiendo que su obra
marcó una época en la historia de la evolución. Lo hizo difundiendo
con equidad el ideario lamarckiano.
Augusto Comte no pudo asistir a la proclama darwinista, falleció el
5 de septiembre de 1857, pero su Cours de philosophie positive cruzó
exitosamente el siglo publicándose en 1892 la 5ª edición francesa. De
las anteriores se vendieron 4500 copias. Algunos ejemplares valían su
peso en oro. Agotada la primera edición, en el mercado de segunda
mano la obra alcanzó la desorbitada cantidad de doscientos francos
(Comte, 1910: v. I, XI). La truculenta historia de su vida y la trascen-
dencia sociológica de su pensamiento son sobradamente conocidas.
Nos ahorraremos los comentarios. Seis volúmenes componen el Curso,
el primero editado en 1830. El que nos interesa, el tercero, dedicado a
la filosofía química y biológica, apareció ocho años después. Al redac-
tarlo, Comte no olvidó la controversia capital, la memorable discusión,
planteada por el ilustre Lamarck. La transmutación lamarckiana se
refleja en el texto como un problema capital contra el método; contra
el método natural y su orden jerárquico, caracterizado por la constan-
cia y la neta separación de las especies (Comte, 1838: 556, 560, 571).
Contrariamente, la construcción lamarckiana representaba una jerar-
quía biológica transitoria, modificable por la gradual transformación
de las especies convertidas en series ininterrumpidas de organismos
sin delimitación más allá del momento que les tocó vivir. El concepto
de especie dejaba de tener una definición científica exacta (Comte,
1838: 559, 560), o, al menos, era válido solo por tiempo limitado. Si
metodológicamente, la discusión gira alrededor de la idea de especie
considerada como la unidad bio-taxonómica básica para estructurar la
38 ANDRÉS GALERA

naturaleza, empíricamente, el organismo, el objeto real., centra el pro-


blema filosófico (Comte, 1838: 561, 562). La directa acción individual
es la que define el principio transmutacionista lamarckiano, basado
en la capacidad de los individuos para modificarse en función de las
condiciones exteriores y en la posibilidad de fijar las modificaciones
adquiridas trasmitiéndolas a la descendencia. Principios incontesta-
bles, según Comte, pero que mal aplicados conducen a una hipótesis
ingeniosa, sí, cuya «falsedad radical es hoy reconocida por casi todos
los naturalistas» (Comte, 1838: 561). Para el filósofo, la relación con
el medio determina un equilibrio sistémico necesario solo para la
subsistencia orgánica que no provoca cambios estructurales (Comte,
1838: 563). La variación morfológica es posible, pero sin afectar a los
rasgos identitarios del grupo, sin alterar la relación con el entorno. Los
seres vivos mantendrían la tendencia «a perpetuarse indefinidamente
con los mismos caracteres principales», disposición convertida en
ley natural definiendo un orden invariable (Comte, 1838: 569). En
la derrota, Lamarck había sido un digno oponente rindiendo con su
polémica hipótesis «un eminente servicio al progreso general de la
sana filosofía biológica», escribe Comte (1838: 569-570). Y es cierto
pero no en el sentido que él piensa, sino construyendo un nuevo
modelo de naturaleza convertido hoy en paradigma de la biología.
Como Lyell, la obra de Comte contribuyó a mantener viva la teoría
lamarckiana. Lo hizo con otra perspectiva, incorporando su ideario
al mundo de la filosofía.

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BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD

JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y


LAIA VENTURA GARCIA
(LVG). LABORATÓRIO DE PESQUISA EM ENSINO, FILOSOFIA E HISTÓRIA DA
BIOLOGIA —UNIVERSIDAD FEDERAL DE BAHIA (UFBA, BRASIL). DEPARTAMENTO
DE ANTROPOLOGIA, FILOSOFIA I TREBALL SOCIAL DE LA UNIVERSIDAD ROVIRÁ
I VIRGILI EN TARRAGONA (LVG)

I ntroducción

Vivimos tiempos paradójicos: a la vez que algunos aspectos de la


globalización presentan la potencialidad de borrar muchas de las fron-
teras y barreras entre los diferentes pueblos y comunidades humanas,
y de considerar que todas las personas somos miembros de iguales
derechos dentro de una misma comunidad planetaria, continuamos
creando nuevas fronteras y barreras —tanto físicas como simbólicas
entre los diferentes grupos humanos y conjuntos sociales. Conti-
nuamos creando nuevas y nuevos «otros» de todo tipo, inventando
razones para considerar a esos «otros» como esencialmente diferentes
de «nosotros», y seguimos utilizando esas razones para marginalizar,
estigmatizar o legitimar acciones que afectan a sus vidas.
El «Otro» como producto simbólico, como construcción cultural de
nuestra mente social., está presente en todas las sociedades y a lo largo
de toda la historia humana (Bartra, 1996), pero sus formas de produc-
ción han adquirido características peculiares en los tiempos modernos y
posmodernos (Baudrillard, 1995). De acuerdo con el filósofo francés Jean
Baudrillard, ya no nos limitamos únicamente a comer, devorar, o seducir
al Otro, como se hacía en tiempos más antiguos con nuestros enemigos,
colonizadores, o con nuestros objetos de deseo; ya no nos limitamos
a enfrentarnos al Otro, competir con él, amarlo u odiarlo, sino que lo
creamos, lo producimos, y lo inventamos de un modo sistemático: «el
Otro ya no es más un objeto de pasión, sino un objeto de producción»
(Baudrillard 1995).
42 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

Precisamente una de las características de la transformación mo-


derna del control social reside en la producción técnica y científica de
las formas de concebir a esos Otros y producir identidades (véanse,
p. ej. Rose, 2007; Rabinow, 1992; Gibbon & Novas, 2008; Heath, Rapp
& Taussig, 2007, Ventura Santos, Gibbon & Beltrao, 2012; Foucault,
1999; Gamella, 1997). La biología humana y la biomedicina no quedan
excluidas de este proceso. A pesar de que, bajo una mirada atenta a la
naturaleza social de la Ciencia, ciertas concepciones aparecen clara-
mente como producciones socioculturales e históricas, el determinis-
mo biológico que viene caracterizando y dando forma a las ciencias
de la vida y a la ciencia médica ha contribuido a ello a través de la
naturalización y descontextualización de determinadas concepciones
de la vida humana, así como de determinadas concepciones del otro.
Consecuentemente, tanto las representaciones subjetivas como las
identidades generadas por dichos procesos tienden a desvincularse
de los contextos socio-culturales, políticos, históricos e ideológicos
de los que surgen. Tal ha sido el caso, por ejemplo, de la homosexua-
lidad, que no dejó de ser clasificada oficialmente como enfermedad
mental hasta 1990. Junto al homosexual., también el negro, el loco, el
delincuente, o la mujer mediante la naturalización de su pretendida
inferioridad intelectual y de su rol reproductivo, tal y como puso en
evidencia Simone de Beauvoir (1962) hace más de medio siglo— son
otros de los ejemplos paradigmáticos al respecto. Partiendo de la
premisa de que toda sociedad define lo que es normal y lo que no es
normal., bajo una mirada más atenta a la naturaleza social de la cien-
cia, tal dicotomía normalidad/anormalidad aparece claramente como
el efecto de producciones socioculturales e históricas, que no pueden
desvincularse de la vida social. Como señalan Ventura Santos et al.
(2012), «la ciencia (en especial la tecnociencia contemporánea) con-
tribuye a moldear el mundo social en dominios como la identificación
personal., las identidades nacionales y las acciones colectivas, incluso
en el área de la salud (…) La sociedad cuestiona y se envuelve con las
conceptualizaciones emergentes, sobre todo de carácter identitario
(color, raza, etnia…) derivadas del conocimiento y de las prácticas
generadas por la ciencia».
Dentro del ámbito anglosajón, durante las últimas décadas, nu-
merosos autores han empleado el término inglés othering —que aquí
traduciremos como alterización, para referirse al proceso de genera-
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 43

ción del Otro, al proceso de nombrar y etiquetar, dotando de identidad


a aquellos que se consideran como diferentes de uno mismo, o de la
comunidad ideal constituida por Nosotros (Weiss, 1995). La alteriza-
ción vendría a funcionar como un instrumento simbólico, enmarcado
en unas estructuras de poder que permiten a unos definir y a los
otros ser definidos, para fortalecer y defender la propia identidad por
medio de la exclusión, la segregación y/o la marginalización del Otro,
creando así un vacío, una frontera infranqueable entre «nosotros» y
los alterizados. En este sentido, el «otro» aparece sujeto a padecer
diferentes formas de exclusión social y pérdida de poder (Grove et
al., 2006). Uno de los objetivos principales de este trabajo es mostrar
que esa potencialidad para la producción de fronteras simbólicas
entre nosotros y los otros ha sido una característica común de las
ciencias biomédicas, tanto a lo largo de su historia como en tiempos
más recientes.
Desde una perspectiva analítica crítica, debe entenderse que los
factores que influyen en las relaciones entre las tecno-ciencias y la
sociedad aparecen sumergidos dentro de una matriz compleja de
procesos culturales profundamente influida por fuerzas históricas y
sociológicas, a pesar de que, en muchas ocasiones, estas mismas fuer-
zas no resultan fácilmente discernibles a simple vista. Este trabajo se
propone como objetivo contribuir a la reflexión sobre la potencialidad
para la alterización y marginalización que presentan muchas veces
los discursos teóricos de la biología humana y las implementaciones
prácticas de las tecno-ciencias biomédicas, a pesar de que esos pro-
cesos resultan tácitos y no son percibidos por los propios científicos
la mayoría de las veces (Browne, 2007). La alterización puede seguir
constituyendo un problema a ser considerado cuando se piensa en
las aplicaciones —tanto teóricas como prácticas de la biomedicina
actual.1 En concreto, se defiende que esa reflexión sobre la alteriza-
ción debería ser especialmente relevante en determinadas áreas de la
biología y las tecno-ciencias biomédicas contemporáneas, tales como
las ciencias del comportamiento y neurológicas, la genética humana,

1. Remarcamos que no es lo mismo la «alterización» como producción de representa-


ciones sobre el otro, que el reconocimiento del otro En este trabajo nos centramos en
la producción de representaciones que inferiorizan o excluyen al «otro» a partir de
discursos biológicos y/o prácticas biomédicas.
44 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

y la investigación en salud pública, en las que la potencialidad para


la creación de fronteras entre diferentes grupos humanos resulta
especialmente significativa (Grove et al., 2006; Flowers, 2001). En
consecuencia, aquí se defiende la necesidad de dotar de herramientas
pedagógicas —principalmente tomadas de la historia, la filosofía, la
antropología y la sociología de la ciencia— en la formación de los
futuros tecno-científicos de la biomedicina, frente a la potencialidad
para la marginalización y alterización en sus respectivas áreas de
actuación e investigación. Con ello se pretende resaltar la necesidad
de desarrollar estrategias y herramientas educativas para impulsar
a los futuros investigadores en áreas biomédicas hacia una reflexión
crítica sobre las implicaciones de determinados discursos dominan-
tes u ortodoxos acerca de presupuestas fronteras naturales entre
nosotros y otros de diferentes clases (Browne, 2007). Para desarrollar
este argumento, procederemos a través de una serie de ejemplos que
circulan desde el nivel histórico hasta el presente.

2. El lugar del otro en la historia de la biología humana y en


biomedicina contemporánea

¿Podemos sentirnos seguros de que los riesgos de alterización con


bases naturalistas, han desaparecido completamente de la biomedici-
na de nuestros días? ¿Debemos pensar, por ejemplo, que comentarios
como los efectuados en 2007 por el premio Nobel James Watson2
uno de los descubridores de la estructura molecular del ADN,
acerca de la innata inferioridad intelectual de los africanos explicada
en términos biológicos, resultan tan solo un caso aislado e irrelevante
entre nuestros científicos, un desafortunado dislate cometido por una
vieja estrella de la biología «pasada de rosca»? Por descontado, nadie

2. Según la revista británica Time (19-10-2007) he told the Sunday Times’ Charlotte Hunt-


Grubbe that he is «inherently gloomy about the prospect of Africa», since «all our social
policies are based on the fact that their intelligence is the same as ours —whereas
testing says not really». Watson also told Hunt-Grubbe, who lived and worked with
him as a lab assistant in Long Island a decade ago, that even though he would hope all
people are equal in intellectual capacity, «people who have to deal with black employees
find this not true». Cf. http://www.time.com/time/health/article/0,8599,1673952,00.
html#ixzz2Fs97gzJV
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 45

esperaría que un científico respetado del siglo xxi pudiera sugerir o


promover la exhibición de nativos en la jaula de un zoológico con el
fin de mostrar las similitudes y diferencias evolutivas de esos nati-
vos con los simios superiores. Pero ese fue precisamente el caso del
pigmeo Ota Benga, llevado al zoo del Bronx a inicios del siglo xx, en
Nueva York, para ser expuesto allí, por sugestión directa del mismí-
simo director del American Museum of Natural History, donde había
sido exhibido previamente (Bradford, P. V. & Blume, 1992). De hecho,
durante la segunda mitad del siglo xix, y al menos hasta completar las
tres primeras décadas del siglo xx, este tipo del popularización del
saber científico constituyó una práctica común para la difusión de las
nuevas teorías de la antropología física en los países científicamente
más avanzados (Sánchez Arteaga & El-Hani, 2010). Para algunos de en-
tre los mejores biólogos humanos del periodo, muchos de los grupos
étnicos que poblaban el planeta no podían ser llamados «humanos»
con propiedad (es decir, de acuerdo a un análisis científico riguroso).
Eran tan solo, como en el caso de los indígenas botocudos brasileños
descritos en 1882 por Ladislau Netto —entonces director del Museu
Nacional., principal Museo de Ciencias de Brasil— «criaturas que solo
contaban con la forma y la apariencia física del hombre, individuos
cuya absoluta privación de un lenguaje articulado, capaz de expresar
su pensamiento, cuyos gestos rudos y costumbres simiescas, revela-
ban mucho del carácter de los animales con los que convivían en com-
pleta promiscuidad» (Netto, 1882, p. III). Eran, radicalmente, Otros. En
consecuencia, la exhibición pública de tales indígenas no constituía
un problema para muchos de aquellos científicos, ni siquiera cuando
esos nativos se exhibían en zoológicos junto a otros animales, como
en el caso del citado Ota Benga. Esta forma de diseminación del saber
científico acerca de la naturaleza humana fue considerada como una
práctica altamente instructiva y valorada por muchos de los mejores
expertos en el estudio naturalista de nuestra especie (Sánchez Arteaga
& El-Hani, 2010).
Las exhibiciones de nativos a fines del siglo xix y comienzos del
xx —también conocidas como «zoológicos humanos»— constituyen
tan solo uno de entre los muchos ejemplos que podrían ser escogidos
para ilustrar la relevancia de la alterización —en el caso considerado,
racialización— en la historia de la biología humana y las ciencias
biomédicas. Resultaría igualmente ilustrativo si hubiéramos escogido
46 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

citar otros claros ejemplos históricos de marginación de determinadas


comunidades humanas en términos naturalistas: por ejemplo, los
numerosos intentos de demostrar la superioridad intelectual de los
hombres sobre las mujeres a partir de estudios biomédicos de las
diferentes configuraciones del cráneo entre ambos géneros (Sánchez
Arteaga, 2007). Otro ejemplo constituye el desarrollo del movimiento
eugenista entre los siglos xix y xx. Como es bien sabido, hasta el final
de la década de los cuarenta, cientos de miles de personas sufrieron,
tanto en Europa como en diferentes países de América, radicales
prácticas de marginalización, justificadas sobre la base de una con-
cepción esencialista, sobre qué constituía exactamente la naturaleza
humana, asumiendo erróneamente que puede darse una exacta defi-
nición biológica de la aptitud o «inaptitud» dentro de la variabilidad
natural en nuestra especie. Esas prácticas extremas de alterización
variaron desde la esterilización hasta la ejecución directa, como en
el caso de los más de 250.000 discapacitados asesinados durante el
periodo del Nacionalsocialismo en Alemania, en función de políticas
de exterminio programadas según protocolos técnicos y a partir de
lo que era considerado como un conocimiento científico válido en
aquellas circunstancias (Hansen et al., 2008).
Lo que se pretende al recordar esos ejemplos históricos de alte-
rización científica es sugerir que la marginalización de diferentes
comunidades humanas sobre bases pretendidamente científicas ha
estado presente como un factor altamente significativo en la historia
reciente de las ciencias biomédicas. Estas prácticas de alterización
en nuestro pasado científico tuvieron consecuencias muy dolorosas
para numerosas comunidades humanas a lo largo de la historia, tanto
en términos de la justificación biológica de jerarquías raciales o de
género, como en la implementación de políticas públicas eugenésicas
en numerosos estados. No podemos olvidar estos ejemplos históri-
cos de (ab)-usos ideológicos de nuestra biomedicina si pretendemos
tener una comprensión amplia, profunda y crítica del desarrollo del
discurso científico sobre la naturaleza humana.
Hoy en día, hechos como los que acabamos de mencionar, resul-
tantes de la institucionalización de la eugenesia o de los zoológicos
humanos sobre bases pretendidamente científicas (acordes con el
saber ortodoxo de su tiempo), serían considerados como radicalmente
ajenos a las prácticas científicas contemporáneas, y nadie podría
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 47

tratar de proporcionar ningún tipo de justificación biomédica para la


marginación de grupos humanos en función del color de su piel, de
su género, o de cualquier tipo de peculiaridad biológica. Tales preten-
siones serían automáticamente consideradas como radicalmente an-
ticientíficas. ¿Resultaría, en consecuencia, apropiado, el evitar tratar
todas esas cuestiones en la formación de los futuros investigadores y
profesionales del campo biomédico? O, por el contrario, ¿deberíamos
tomar todas esas cuestiones en alta consideración, al tratar de los
riesgos potenciales de marginalización en los discursos y teorías de la
biomedicina contemporánea? En este trabajo se defiende la necesidad
de pensar en esta segunda posibilidad con extrema atención. Como
algunos biólogos relevantes de los últimos tiempos han señalado,
no deberíamos sentirnos demasiado autocomplacientes a la hora de
considerar la pureza ideológica de nuestro conocimiento contemporá-
neo sobre la diversidad biológica humana (Rose et al., 1984; Rabinow,
1992; Gibbon & Novas, 2008; Heath, Rapp & Taussig, 2007; Ventura
Santos, Gibbon & Beltrao, 20012).
Hace tan solo unas décadas, un grupo de destacadísimos investi-
gadores, entre los cuáles se contaban notables biólogos del siglo xx,
como Stephen Jay Gould o Richard Lewontin, se sintieron compelidos a
distanciarse públicamente de algunas de las pretendidas conclusiones
científicas de la sociobiología, una disciplina fundada por E.O. Wilson,
que gozó de enorme éxito y prestigio académico entre los años setenta
y ochenta. No cabe duda de que la sociobiología revolucionó nuestra
forma de comprender científicamente el comportamiento animal.,
y de que muchas de las ideas desarrolladas por grandes científicos
como Hamilton, Trivers, Maynard Smith, o el propio Wilson, enri-
quecieron notablemente nuestro entendimiento sobre la etología de
numerosas especies, así como sirvieron para corregir algunos de los
principales defectos del pensamiento evolutivo de su época (Laland
et al., 2002). No obstante, la aplicación de los principios de la socio-
biología para intentar explicar el comportamiento de las sociedades
humanas generó pronto una de las mayores controversias científicas
de la segunda mitad del siglo xx, en relación a la carga ideológica de
la biología. Numerosos investigadores proclamaron entonces que la
sociobiología humana no solo estaba desprovista de rigor científico en
muchas de sus aseveraciones, sino que, además, tendía a ofrecer una
justificación genética para la marginación de determinados grupos
48 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

humanos (como negros, homosexuales y mujeres), contribuyendo


así para la perpetuación de desigualdades sociales, justificadas cien-
tíficamente en función de supuestas diferencias naturales de género
y raza (Laland et al., 2002). Con o sin el conocimiento consciente o
la aquiescencia de los sociobiólogos de la Academia, lo cierto es que
puede deducirse fácilmente que realmente existía ese potencial para
la legitimación científica de determinadas prácticas discriminatorias
si tenemos en cuenta que enseguida aparecieron grupos neonazis en
los años ochenta, cuyos idearios asumían algunas de las aseveraciones
sociobiológicas sobre la naturaleza humana como base científica para
defender su ideología racial (Rose, 1981).
Podemos encontrar otros ejemplos más recientes en los que cabría
sospechar, cuando menos, de la existencia de una potencialidad para
la legitimación de discursos y prácticas de alterización dentro de
la biología y la biomedicina del siglo xxi. Sin ir más lejos, un núme-
ro importante de investigadores contemporáneos defienden que la
alterización en función de discapacidades psico-físicas, de género,
del status de salud y de etnicidad, continúa aún hoy en día teniendo
consecuencias críticas para el acceso a la asistencia médica en todo
el mundo (véanse, por ejemplo, los trabajos de Grove et al., 2006;
Johnson et al., 2004; Kang et al., 2003; Kitchin, 1998; Phillips & Drev-
dahl, 2003, Flowers, 2001). En concreto, determinadas concepciones
contemporáneas de raza, cultura, etnicidad y racialización continúan
siendo creadas y aplicadas en numerosas situaciones sociopolíticas,
incluyendo contextos locales estrechamente asociados a las tecno-
ciencias biomédicas. De hecho, los preconceptos raciales pueden, de
acuerdo con algunas voces, continuar dando forma a algunas de las
aplicaciones sociales de la medicina, en especial dentro de los campos
de la asistencia médica en salud pública, e incluso también dentro
de la investigación en esas áreas (Browne, 2007). Algunos autores
sugieren que, a pesar de toda nuestra conciencia postmoderna, de
nuestra preocupación por el igualitarismo y contra los abusos de
poder, eso no implica que, en la práctica, hayamos superado las ba-
rreras de la injusticia o de la desigualdad en cuanto al acceso social al
conocimiento o a las aplicaciones de la tecnociencia; por el contrario,
podría darse el caso de que configuraciones emergentes de nuevas
desigualdades continúen ejerciendo sus efectos en nuevos contex-
tos particulares asociados a la biomedicina (McConaghy, 2000). Por
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 49

ejemplo, pueden encontrarse desigualdades biomédicas basadas en


concepciones de raza y etnicidad con respecto al acceso a servicios
de salud en el caso de los inmigrantes y los refugiados en numerosos
países desarrollados, en los que priman sistemas de Salud Pública
discriminatorios. Normalmente, tanto inmigrantes como refugiados
precisan cubrir necesidades sanitarias específicas dado que, en mu-
chos casos, se ven sometidos a un elevado riesgo de exposición a la
enfermedad y a condiciones insalubres durante sus viajes hasta los
países receptores, y debido a las condiciones de vida con las que
se encuentran en estos países. Sin embargo, lejos de promover la
atención a esas necesidades especiales, los inmigrantes son tratados
como una amenaza para la salud pública en numerosos casos. Algunos
autores destacan que muchos países receptores sitúan el problema de
la salud de esas personas precisamente en el riesgo que su entrada
supone para el resto de la población (Grove et al., 2006). En otros
casos se han señalado los matices raciales que dominan en muchos
de los debates contemporáneos al respecto en epidemiología, que
pretenden ejercer una influencia política sobre los sistemas de salud
pública. En ocasiones, este discurso parece establecer una ligación
directa entre inmigrantes, de un lado, y epidemia del otro, conjurando
imágenes de amenaza asociadas al extranjero y alimentando el temor
al contagio, insistiendo en la necesidad de aislamiento y cuarentena y,
en ocasiones, contribuyendo con una presunta legitimación científica
de la detención y segregación de los inmigrantes ilegales (Koutrolis,
2003). De acuerdo con algunos autores, el creciente deseo, por parte
de los países ricos, de presentarse a sí mismos como una opción
indeseable para los potenciales futuros inmigrantes y refugiados está
haciendo que el problema empeore cada vez más, contribuyendo a
una progresiva reducción de la accesibilidad a los servicios de salud
pública por parte de estas comunidades venidas del exterior, lo que,
contrariamente a los fines deseados, no supone una mayor protección
sanitaria para la población general (Grove et al. 2006).
Las desigualdades sociales, fundamentadas a menudo en discursos
naturalizadores de la pobreza, también se hacen patentes en las dife-
rencias en la situación de salud y la distribución de la enfermedad de
los diferentes grupos sociales, entendidos ya sea en relación a la clase,
la etnia, el género, la edad, etc.., o a la articulación de todos ellos.
Entre la literatura reciente pueden encontrarse numerosos trabajos
50 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

acerca de los efectos de la exclusión social., la alterización y proce-


sos de racialización en la asistencia sanitaria, cuando se comparan
los estándares de salud de determinadas poblaciones indígenas con
los de la población total de los países donde estas residen. Como el
prestigioso epidemiologista inglés Michael Marmot se ha encargado
de mostrar con claridad, la salud media de los miembros de pueblos
indígenas está notablemente por debajo de los estándares de salud
medios de la población, incluso en países ricos como Canadá, Estados
Unidos, Australia y nueva Zelanda (Marmot, 2006). En todos esos
casos, la distancia entre los grupos indígenas y el resto de la población
es substancial. En Nueva Zelanda, por ejemplo, se ha comprobado
que, dentro de cada estrato socioeconómico, los maoríes presentan
una mortalidad media muy superior al de las personas «blancas» que
pertenecen a su mismo nivel (Tobias et al., 2003; Marmot, 2006). Por
su parte, en los Estados Unidos, las poblaciones nativas tienen una
esperanza de vida media muy inferior al del resto de la población
(Bramley et al., 2005). Del mismo modo, en Canadá, los aborígenes
representan el grupo de población menos saludable de país, con las
mujeres nativas soportando una desproporcionada carga de insalu-
bridad con respecto, tanto a los hombres de su misma etnia, como al
resto de las mujeres canadienses (Browne, 2007). En Guatemala, las
grandes desigualdades que se dan en el interior del país entre grupos
socioeconómicos y étnicos, regiones geográficas, poblaciones rurales-
urbanas, y en relación al género, están en la base de que el riesgo
de muerte para una mujer indígena sea el triple del de las mujeres
no indígenas y 1,38 veces mayor que el promedio nacional (Centro
Nacional de Epidemiología, 2007).
¿Hasta qué punto, pues, debemos considerar que la alteriza-
ción es un problema que no concierne a la tecnociencia biomédica
contemporánea, y que no tiene nada que ver con el trabajo de los
científicos de hoy en día? ¿Debemos simplemente considerar todos
esos problemas apenas como subproductos secundarios del sistema
político-económico que envuelve a las ciencias biomédicas, como
consecuencias indirectas de imperfectas políticas científicas, como
consecuencias indeseadas de un bienintencionado y neutro campo de
investigaciones…? Desde este punto de vista, deberíamos considerar
todos esos problemas como ajenos a la propia comunidad tecno-
científica, como una especie de mal inevitable. Los profesionales de
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 51

la biomedicina poco o nada tendrían que ver con lo que debería ser
considerado como una falta de voluntad política para aplicar políticas
públicas que garantizaran un acceso igualitario a los servicios de
asistencia sanitaria para todo el mundo. Sin embargo, existen razones
para pensar que esa opinión puede no resultar tan clara como podría
parecer a primera vista. Determinados prejuicios étnicos o raciales im-
pregnan habitualmente las prácticas cotidianas de aquellas personas
que elaboran políticas públicas de salud, de las que producen ciencia,
y de los proveedores de asistencia sanitaria, incluyendo personal con
formación científica, en diferentes contextos sociales. A pesar de que
esas prácticas de alterización suelen entrar en contradicción con el
manifiesto compromiso por la neutralidad y la equidad de muchos
de los profesionales de la biomedicina, preconceptos inadvertidos
y totalmente incorporados pueden fácilmente irrumpir dentro de
situaciones clínicas rutinarias, activando ocultos patrones de poder
en relación al género, la etnia, o la posición social de los pacientes.
Por ejemplo, Browne (2007) mostró cómo, dentro de un hospital cana-
diense, determinados prejuicios étnicos sobre las mujeres indígenas
del país influenciaron a las enfermeras a la hora de proporcionar
determinadas medicinas post-operatorias a esas mujeres. Las peticio-
nes de calmantes post-operatorios por parte de las mujeres nativas
eran interpretadas por parte del personal médico del hospital de una
forma que reflejaba claramente determinados discursos basados en
ideas preconcebidas acerca de la propensión de los nativos para el
uso de drogas psicoactivas, en este caso calmantes. De modo similar,
un reciente editorial publicado en The Lancet Infectious Diseases,
alertaba del efecto nefasto de determinados prejuicios étnicos o ra-
ciales sostenidos por algunos doctores responsables de programas de
asistencia médica para enfermos de sidaen África. Los editores de la
revista hacían referencia a la peligrosa aceptación, por parte de esos
profesionales, de preconceptos que tienden a achacar en ocasiones el
fracaso de tales programas asistenciales a una supuesta incapacidad
de las poblaciones africanas para seguir el tratamiento con la misma
seriedad que los europeos o norteamericanos. El editorial advertía que
tales nociones no pueden ser esgrimidas como excusa para justificar la
falta de un acceso a los servicios de salud para esas poblaciones afec-
tadas por la epidemia, en especial en condiciones como las presentes,
en las que apenas un ínfimo 28% de la población mundial afectada de
52 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

sidarecibe medicación y asistencia médica (Morris, 2008; Anónimo,


2008). Estos ejemplos pueden servir para hacernos pensar que el
acceso y el derecho a la salud se relacionan con una serie de comple-
jos procesos sociales, históricos, políticos, económicos, ideológicos,
y culturales, que poco tienen que ver con la supuesta neutralidad
u objetividad de la biología humana y la biomedicina en concreto.
Autores como Navarro (1978) llegan incluso a defender la tesis de
que el sistema de la medicina contiene los mismos principios lógicos
de las fuerzas políticas y económicas que determinan la totalidad del
sistema capitalista y su globalización, con lo que las dinámicas de
funcionamiento propias de la biomedicina son una pieza fundamental
del engranaje de reproducción del sistema.

3. Los otros y la genética humana moderna

La genética humana es otro de esos campos donde el riesgo para la


creación de potenciales otros sobre bases naturalistas resulta mayor.
Un artículo reciente, publicado por la revista Lancet acerca de las
relaciones entre los conceptos raciales contemporáneos, la medicina
y la genética, alertaba contra el riesgo de que los estudios de datos
genéticos sean utilizados únicamente en beneficio de la parte más
rica de la población mundial., así como sobre el riesgo de usar esos
datos para dar justificaciones científicas a determinados discursos
ideológicos basados en ideas preconcebidas sobre el valor o la ap-
titud de diferentes tipos humanos (Hardy, 2008). Esas prácticas de
marginación científica sobre supuestas bases genéticas no estarían
limitadas únicamente a la racialización, o discriminación en función
de la etnia. Podría darse el caso de que, a pesar de que las viejas teo-
rías eugenésicas hayan desaparecido completamente de los debates
científicos contemporáneos, problemas similares a los planteados
con el desarrollo de los viejos programas eugenésicos estén reapare-
ciendo, bajo nuevas formas, en el siglo xxi. Algunos de los aspectos
más problemáticos de la moderna genética humana tienen que ver
con el potencial para la marginación y estigmatización de determina-
dos grupos humanos en función de una supuesta definición ideal de
lo que supone la aptitud genética en nuestra especie, así como con
determinadas pretensiones de alcanzar una especie de optimización
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 53

genética en función de determinados estándares biológicos ideales.


Algunos genetistas prominentes de nuestros días incluso hablan abier-
tamente del posible desarrollo de un nuevo movimiento eugenésico
en el siglo xxi (Hansen et al., 2008). En este sentido, se ha señalado
cómo algunos de los más influyentes bioeticistas del momento, como
Allen Buchanan (antiguo miembro de la comisión Presidencial de los
Estados Unidos en Ética, y consejero del Instituto de Investigación del
Genoma Humano estadounidense) y sus colegas, argumentan que las
políticas eugenésicas del pasado no eran inherentemente malas, sino
que fueron aplicadas de una forma errada y perniciosa (Hansen et al
2008; Buchanan, 2000).
En cualquier caso, resulta sencillo establecer claros vínculos histó-
ricos entre el desarrollo de las viejas teorías eugenésicas y la aparición
de los modernos consejos o consultorías genéticas. Durante la década
de los cuarenta, muchos líderes del movimiento eugenésico en todo
el mundo impulsaron el desarrollo de una nueva eugenesia, como
resultado del rechazo frontal a las políticas raciales de la Alemania
nazi, que habían estado basadas plenamente en principios eugené-
sicos, considerados como científicamente correctos. De acuerdo con
algunos autores, este proceso inauguró la reformulación de la antigua
eugenesia bajo una nueva etiqueta mucho más correcta políticamente,
la del Consejo Genético o Genetic Counseling (Hansen et al. 2008).
Importantes bioeticistas contemporáneos, como el mencionado Bu-
chanan, vienen a defender que no debería invertirse en la defensa de
los derechos humanos de personas con determinadas discapacidades
físicas o mentales hereditarias, al contrario de lo que sucede con la
raza, el sexo, y otras formas de diversidad humana protegidas por
políticas de derechos humanos (Buchanan, 2000; Hansen et al. 2008).
Cabría preguntarnos entonces si no estaríamos aquí ante una versión
moderna de alterización radical., basada en motivos de diversidad
genética. Algunos autores incluso entienden que podrían establecerse
claras similitudes entre determinadas formas de argumentar en los
viejos discursos eugenésicos de la Alemania Nazi en relación a los
conceptos de lo que significa una vida de calidad, parásitos inútiles,
o vidas que no valen la pena ser vividas, etc., y algunas de las ideas
defendidas por influyentes profesionales de la biomedicina actual en
determinados debates acerca de ciertas discapacidades hereditarias,
en los que se defiende la existencia de una especie de escala de valores
54 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

de la vida humana (Hansen et al. 2008). Se ha defendido incluso que


la simple tranquilidad con la que se discute en la academia acerca de
la extensión o no de determinados derechos humanos fundamentales
para determinadas discapacidades, resulta, desde una perspectiva éti-
ca, un verdadero insulto para esos discapacitados (Hansen et al. 2008).
Si bien resulta bastante común que los modernos investigado-
res en genética y epidemiología consideren, en general., la ética como
una materia poco progresiva y científica (Leufkens et al., 2005), otros
investigadores han resaltado la necesidad de tomar firmemente en
consideración los aspectos éticos —así como filosóficos, históricos y
políticos— de la moderna genética humana, como un asunto altamente
relevante para la biomedicina (World Medical Association, 2000). Va-
rios aspectos de los modernos test de epidemiología molecular o de
los modernos consejos genéticos tienen que ver, desde una perspec-
tiva ética, con el potencial para la exclusión/marginalización que esas
tecnologías presentan (Ventura Santos et al. 2012). Las aplicaciones
prácticas de tales técnicas biomédicas deberían tener siempre en
cuenta el riesgo potencial de favorecer la creación de nuevos otros en
función de su diversidad genética, de proporcionar una excusa cien-
tífica para la definición de nuevos apartheids de carácter biológico.
Esos nuevos otros tecno-genéticos podrían aparecer, bien por causa
de un acceso desigual a las aplicaciones sociales de las tecno-ciencias
genéticas por ejemplo, por una diferente capacidad de acceso a los
test o al consejo genético, bien por una posible discriminación en
el empleo o ante aseguradoras médicas basada en datos genéticos,
etc (Leufkens et al. , 2005).
Estas formas de discriminación por motivos biológicos o gené-
ticos podrían extenderse también a otros colectivos aparte de los
discapacitados. Por ejemplo, algunos autores advierten que los rei-
terados e insistentes intentos de encontrar unas bases genéticas
para la homosexualidad, como, por ejemplo, aparece sugerido en los
controvertidos trabajos de Le Vay (1991) o Hamer y colegas (1993)
—cuyos «descubrimientos» fueron enseguida puestos en entredicho
o refutados científicamente (Pool, 1993; Rice et al., 1999; Wickelgren,
1999), o más recientemente (esta vez sobre bases epigenéticas),
por Bockland et al. (2006) o Rice et al. (2012), podrían implicar o
promover la identificación de la homosexualidad como una especie de
enfermedad genética, sirviendo así como un instrumento científico de
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 55

legitimación de la marginación social de los homosexuales. A la vez,


otros advierten contra la posibilidad de llegar a algunos escenarios
de la biomedicina de un futuro próximo en los que —considerando
la posibilidad de que un día pueda determinarse o seleccionar la
orientación sexual del feto— los padres pudieran decidir abortar los
genes genéticamente homosexuales o insertar en ellos un gen hete-
rosexual, gracias al Consejo Genético. En este sentido, la pretendida
atribución de bases biológicas determinantes de la homosexuali-
dad, defendidas por genetistas o sociobiólogos como Wilson (1975)
cuyas hipótesis al respecto, dicho sea de paso, carecen hasta el
momento de una base empírica sobre la que sustentarse (Laland et
al. 2002; Rose et al., 1984), podrían suponer, de forma inadvertida,
una especie de instrumento simbólico para la marginación de la
comunidad homosexual sobre bases pretendidamente científicas.
De hecho, de acuerdo a algunos autores, esa marginación biomédica
de los homosexuales constituye uno de los más claros ejemplos de
alterización en la historia de la biomedicina contemporánea. Dejando
de lado la ya mencionada categorización de la homosexualidad como
desorden psiquiátrico o enfermedad mental hasta tiempos no muy
alejados, los primeros estudios sobre la expansión de la epidemia
del sida en los Estados Unidos (Auerbach et al., 1984) tendían a res-
ponsabilizar exclusivamente a los homosexuales por sus prácticas
como causantes de la epidemia, lo que llevó, según algunos, a una
alterización colectiva de los gays. Para algunos autores (Grove et al.,
2006), esta culpabilización inicial de la emergencia de la epidemia de
HIV/sida en la comunidad gay fue esgrimida como un instrumento
para alejar al público general de la preocupación, así como para faci-
litar la gestión de los riesgos dentro de esa nueva comunidad de otros
biomédicos. Flowers (2001), defiende que, desde el momento en que
se culpabilizó a la comunidad gay como causante de la emergencia
de la epidemia dado que pasó a asociarse el sida con el hecho de
ser gay, esa comunidad dejó de ser considerada como expuesta a
un riesgo para pasar a considerarse ella misma como un riesgo para
la población general Esa transferencia desde una posición de riesgo
hasta la de constituir un riesgo presenta muchos paralelismos con
algunos argumentos concernientes a la alterización de los inmigran-
tes y refugiados con respecto a la salud pública en algunos países,
como vimos más arriba (Grove et al., 2006).
56 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

4. Género, clase y otredad biomédica

Los estudios científicos sobre la sexualidad humana pueden con-


siderarse otro campo de estudios especialmente susceptible a los
problemas planteados por la alterización. Uno de los principales focos
de atención de la moderna psicología evolucionista está centrado en
el estudio del cortejo, el apareamiento y, en general., la sexualidad
humana. En este sentido, numerosos psicólogos evolucionistas con-
temporáneos defienden la existencia de cientos, tal vez miles de me-
canismos psicológicos evolucionados específicamente como resultado
de adaptaciones selectivas concernientes a la sexualidad humana, y
consideran que todos esos mecanismos presentan un carácter univer-
sal en nuestra especie, o cuando menos relativamente estable (Laland
et al., 2002; Brown, 1991). La aplicación de esas premisas al estudio de
la sexualidad humana presenta así el riesgo de condenar subrepticia-
mente a la otredad a aquellas comunidades cuyos comportamientos
sexuales no se adapten a los presupuestos estándares universales,
teóricamente adquiridos como resultado de una presión selectiva
que habría configurado una «naturaleza sexual humana» totalmente
determinada genéticamente. Desde este punto de vista, el análisis de
la potencialidad para la alterización en las tecno-ciencias biomédicas
podría extenderse también hasta una perspectiva de género.
Si bien puede resultarnos obvio que la biología contemporánea se
ha liberado completamente de las viejas pretensiones científicas en
relación a la absoluta superioridad intelectual de los hombres sobre
las mujeres ideas contra las cuales lucharon, en términos cientí-
ficos, mujeres pioneras como Clemence Royer (1871) o Antoinette
Brown Blackwell (1875), en realidad, pueden encontrarse aún hoy
numerosos debates controvertidos, en relación a la potencial margi-
nalización científica de las mujeres en algunos discursos biomédicos
contemporáneos. Por ejemplo, podemos recordar que, hace apenas
unos años, en una de sus obras más recientes, el ya citado Edward
Wilson declaraba que, entre los rasgos que definen lo que podría
considerarse aproximadamente algo así como la naturaleza huma-
na debería incluirse un dominio masculino general (Wilson 1994).
Otros autores también han defendido ideas que parecen otorgar, de
algún modo, una justificación biológica a determinadas formas de
dominación masculina presentes en algunas sociedades humanas.
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 57

Por ejemplo, se ha argumentado que, en las sociedades donde domina


la poliginia, la costumbre de trasmitir más riqueza hereditaria a los
varones podría estar justificada biológicamente. Desde ese punto de
vista, la transmisión de más riqueza a los hijos varones (teóricamente
capaces de engendrar más descendencia que las mujeres) se basaría
en la mayor probabilidad de que, por estos medios, se favorezca
un mayor número de nietos y por lo tanto, aumente el patrimonio
genético de la familia en relación a lo que ocurriría que si esa riqueza
pasase a ser heredada por las hijas (Hartung, 1982).
Desde una posición ideológica contraria, numerosas investiga-
doras feministas dentro de la biología evolucionista (véanse, por
ejemplo, los trabajos de Redigan, 1986; Fee 1982; Haraway, 1989,
1991; Hubbarth, 1979; Landau, 1991; Querol, 2001), lejos de aceptar
esa naturalización de la dominación masculina en las sociedades
humanas, proclaman que históricamente ha existido siempre una
subestimación de las mujeres, tanto en los estudios sobre el compor-
tamiento biológico de nuestra especie como en los que conciernen a la
evolución humana, donde el macho humano aparece reiteradamente
como el único agente evolutivo activo. Estas autoras alegan que esa
presunta pasividad femenina ha sido artificialmente naturalizada
de varias formas, introduciéndose en numerosos debates contem-
poráneos sobre la biología de nuestra especie, como en el caso de
la alegada necesidad de los machos de defender a las hembras y a su
progenie como explicación del dimorfismo sexual en nuestra especie
(Shea, 2000), sobreentendiéndose así en cierto modo que las hembras
no tienen capacidad para defenderse por sí mismas. Importantes
primatólogas, como Sarah Hrdy (1981, 1999), han mostrado, por el
contrario, que las mujeres y, en general., las hembras primates, juegan
un papel enormemente activo e influyente en las dinámicas de las
sociedades primates, enfrentándose así a esa visión predominante
en la que aparecen como animales social —y sexualmente— pasivos,
dominados por los machos.
De un modo parecido, la antropóloga y prehistoriadora españo-
la María Ángeles Querol (2001) tras un extenso análisis del papel
otorgado a la mujer en la evolución humana, en el que estudia la
historia de los libros educativos españoles y su tratamiento de estos
temas, argumenta que la mujer aparece sistemáticamente relegada a
un oscuro segundo plano, al comparar su papel en la evolución con el
58 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

otorgado a los hombres como principales cazadores, líderes sociales


y expertos en el manejo de las tecnologías.
La marginalización de las mujeres por parte de la biomedicina pue-
de tener consecuencias mucho más trágicas en otras áreas, tales como
la epidemiología. De acuerdo con algunas voces autorizadas, no puede
esperarse ningún éxito en los programas de salud que combaten el
sida en África sin tener en cuenta la situación particular de las mujeres
en numerosas regiones de ese continente, donde, en muchos casos, se
encuentran especialmente vulnerables a la violación y a la violencia
sexual., al matrimonio forzado y prematuro, a la falta absoluta de
acceso a educación, de poder económico, y de derechos para poseer o
heredar legalmente tierra o propiedades. De acuerdo con esos autores,
los programas para el combate del sida en África deberían tomar en
cuenta todos esos factores, al menos en la misma proporción en que se
atienden los factores puramente médicos o tecno-biológicos de la ba-
talla contra la epidemia (Marmot, 2006; Lewis, 2005). Esos aspectos no
deberían ser considerados tan solo como desiderata desde un punto
de vista ético, sino como genuinos componentes de cualquier sistema
de atención sanitaria en dichas comunidades, dado que, en definitiva,
lo que se defiende es que cualquier programa contra la emergencia
del HIV/sida en África que ignore tales aspectos del problema tiene
pocas o nulas posibilidades de éxito (Marmot, 2006).
Por último, dejando de un lado las cuestiones de género, podría-
mos extender el análisis de la potencialidad de la biomedicina para
la alterización de determinados grupos humanos desde una perspec-
tiva puramente socioeconómica. Si consideramos las desigualdades
sociales en el acceso al conocimiento biomédico, así como a las apli-
caciones tecnológicas de la biomedicina contemporánea (incluyendo
fármacos y asistencia médica), ¿resultaría inapropiado afirmar que
actualmente se da una exclusión biomédica radical de las poblaciones
más pobres del mundo? Como es bien sabido, existen en la actualidad
inmensas distancias en lo que se refiere a susceptibilidad a contraer
enfermedades, acceso a tecnologías médicas seguras y eficaces, fár-
macos y servicios de salud, etc. (Leufkens et al., 2005, World Medical
Association, 2000). Infelizmente, en los países pobres, la gente muere
de forma innecesaria afectada por enfermedades olvidadas, incluso
a pesar de que hoy en día ya contamos con un arsenal de remedios y
tecnologías farmacéuticas extremamente eficaces para esas dolencias,
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 59

y con la capacidad económica de afrontar la lucha contra muchas de


esas enfermedades (O’Connell, 2007). De modo similar, en los países
ricos, la tasa de mortalidad es sustancialmente más elevada entre las
capas más pobres de la sociedad (Marmot, 2006).
Tal vez podemos sentirnos confiados en que jamás ocurrirá de
nuevo una exhibición de un nativo africano en un zoológico, como
sucedió en el mencionado caso de Ota Benga. Y sin embargo, aún hoy
en día, los negros pobres continúan siendo excluidos del sistema de
atención sanitaria en los Estados Unidos y en muchos otros países, en
función de un acceso desigual a la medicina y a la asistencia médica;
un problema que continúa causando enormes diferencias en salud y
mortalidad. En una ciudad como Washington D. C. existe una diferen-
cia de veinte años de esperanza de vida entre los barrios ricos donde
moran casi exclusivamente blancos y otros barrios negros que distan
apenas una estación de metro (Marmot, 2006; Murray et al 1998). Para
numerosos autores, los procesos económicos y políticos continúan
siendo hoy en día los determinantes principales de la salud en el
mundo, y como tales, la medicina no puede ignorarlos (Coburn, 2000;
Navarro & Shi, 2201). Actualmente, más de mil millones de personas
—un sexto de la población mundial— sufre las consecuencias de en-
fermedades olvidadas y, sin embargo, el grifo de la financiación para
esas enfermedades está prácticamente cerrado por la simple razón de
que las personas afectadas por ellas pertenecen, de modo principal.,
a las poblaciones más empobrecidas o marginalizadas del planeta
(O’Connell, 2007). Si bien la situación podría explicarse como una pura
cuestión de economía de mercado —y no de biomedicina, en función
de los pocos o nulos beneficios que las grandes compañías farma-
céuticas podrían esperar de sus inversiones en estas enfermedades,
tal vez valga la pena considerar la responsabilidad de la comunidad
científica en relación con esta injusta realidad. Autores como Chosky
(2005) y O’Connell (2007) apuntan a una directa responsabilidad de la
comunidad académica y de los investigadores en áreas biomédicas en
la tragedia que hoy día constituyen esas enfermedades negligenciadas.
El problema se ve empeorado precisamente por una cultura académica
que valoriza y recompensa tan solo las publicaciones rentables y la
creación de riqueza a través de patentes aprovechables , en detri-
mento de la búsqueda de contribuciones generales para el bien de
todo tipo de poblaciones humanas (O’Connell, 2007). En una reciente
60 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

carta a los editores de Nature, Chosky (2005) responsabilizaba a las


universidades por su indecisión para comprometerse con compañías
farmacéuticas no tradicionales, y por su miope empeño en la creación
de patentes y licencias que generasen beneficios.

5. Consideraciones finales

Desde estas páginas se ha intentado defender la necesidad de proveer


a los estudiantes y a los profesionales de las ciencias biológicas y
biomédicas con las suficientes herramientas críticas para enfrentarse
a la potencialidad de la biomedicina contemporánea para la margina-
lización y la exclusión de determinadas comunidades humanas. Tanto
el estudio de la historia de la ciencia, junto con otras aproximacio-
nes filosóficas, antropológicas o sociológicas al problema, deberían
jugar un papel importante en la formación de los investigadores en
estas áreas. Aproximaciones históricas, filosóficas, antropológicas o
sociológicas al problema de la alterización en biología y biomedicina
ayudarán a entender, por parte de los estudiantes y futuros profesio-
nales, cómo algunos compromisos ideológicos influyen decisivamente
tanto en la producción como en la difusión del conocimiento tecno-
científico y de sus aplicaciones prácticas. La historia de la biología
humana y de la biomedicina puede funcionar como una herramienta
extraordinaria para alcanzar estos fines, puesto que pensar crítica-
mente sobre nosotros mismos siempre resulta más difícil que pensar
en esos mismos términos sobre comunidades científicas del pasado.
Comprender los abusos ideológicos de la biología humana o la biome-
dicina es siempre mucho más fácil cuando podemos distanciarnos lo
suficiente de nuestro objeto de estudio, como cuando nos referimos
a sucesos que acontecieron en tiempos remotos. Pero, además de la
propia historia, otras aproximaciones culturales a la naturaleza de la
tecnociencia biomédica, desde la etno-metodología, la sociología, la
antropología de la medicina o la filosofía de la ciencia, pueden cumplir
también esa misma función. En este sentido, deberían potenciarse
estos análisis meta-científicos en el currículo de los estudios biológicos
y biomédicos, con el fin de aumentar la concienciación de la comuni-
dad científica, en relación con las profundas implicaciones sociales
de la moderna investigación científica, y con su potencialidad para la
BIOLOGÍA HUMANA, BIOMEDICINA Y ALTERIDAD 61

creación de nuevos tipos de otros definidos en función de raza/etnia,


sexo/género, o clase social.
El objetivo del presente trabajo no ha sido presentar una porme-
norizada descripción de todas las posibles prácticas de alterización
que podrían estar siendo llevadas a la práctica en la biomedicina con-
temporánea, sino simplemente sugerir que es necesario continuar
reflexionando sobre estos asuntos aún hoy en día. Se ha intentado
remarcar que esa necesidad es especialmente pertinente dentro de de-
terminadas áreas de la biología y la biomedicina contemporánea, tales
como la biología del comportamiento humano, la genética humana, o
cualquiera de las disciplinas y áreas profesionales relacionadas con
la salud pública. El análisis crítico de las potencialidades del discurso
tecno-científico para generar procesos de marginalización/exclusión,
puede servir como un argumento para la defensa de la inclusión de más
contenidos históricos, filosóficos, antropológicos y sociológicos en los
currículos de biomedicina y biología humana. Educar a los futuros
tecno-científicos y profesionales de estas áreas, capacitándoles para
tratar con aspectos complejos como el potencial para la alterización
y la marginalización que presentan esos campos es una importante y
necesaria tarea social (Grove et al., 2006; Koro-Ljungberg, 2007). Los
estudiantes y profesionales de esas áreas deberían ser estimulados
para comprender su responsabilidad social como miembros de la co-
munidad tecno-científica. Una mayor y mejor formación en términos
históricos, socio-antropológicos, y filosóficos, sobre la naturaleza
de las tecno-ciencias biomédicas y sobre su potencialidad para la
marginalización de determinados grupos humanos sobre pretendidas
bases naturalistas, contribuirá para una comprensión más profunda
y crítica de las implicaciones del trabajo de tales profesionales en
las sociedades contemporáneas, lo que a su vez, debería traducirse
en cambios positivos en la esfera social. Al fin y al cabo, la historia
nos demuestra que, como toda forma de conocimiento producida
por nuestra especie, las ciencias naturales no son más que ciencias
humanas y, en ocasiones, demasiado humanas. Pero por eso mismo,
siempre podremos hacerlas más sabias y menos injustas.
62 JUANMA SÁNCHEZ ARTEAGA Y LAIA VENTURA GARCIA

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PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO

DOMÈNEC LLORIS
INSTITUTO DE CIENCIAS DEL MAR-CSIC. BARCELONA

Es imposible hablar de los objetos de cualquier estudio, o pensar lúcida-


mente acerca de ellos sin nombrarlos y es imposible estudiar científica-
mente sus interrelaciones o su lugar en el mundo natural., sin ubicarlos
en alguna clase de ordenamiento formal.
George G. Simpson

Introducción

A quienes conozcan el significado y extensión de los términos taxo-


nomía y nomenclatura, podría parecerles que departir sobre ambos
en un ámbito naturalista y científico resulta superfluo; sin embargo,
ocurre que en la actualidad algo tan obvio como es el valor e impor-
tancia de un nombre científico, no suele ser tenido en cuenta, bien por
desconocimiento, bien por la excesiva trivialización que los propios
investigadores dan a este cometido.
Para los que así opinan es importante decirles que asuman, de una
vez por todas, que la correcta aplicación de un nombre va más allá de
lo que a simple vista pudiera parecer y, contrariamente, valerse de uno
en forma incorrecta no solo confunde, también dilapida la información
que este arrastra consigo, restando fiabilidad a las conclusiones que
se pretenden transmitir.
El taxónomo siente que la perplejidad le invade cuando constata
que el investigador no solo aplica mal un binomio sino que también
recurre, sin cautela alguna, a las listas de especies depositadas en las
bases de datos on line dando por sentada la bondad de las mismas,
pero ha de saber que quien ignora los fundamentos de la taxonomía
o la nomenclatura, solo copia, sin saber qué copia.
68 DOMÈNEC LLORIS

Evidentemente, no se espera que todos los biólogos estén especiali-


zados en disciplinas donde se requieran satisfactorios conocimientos
de sistemática y taxonomía. Cada cual mantiene la complejidad de la
suya, aunque sí se debe esperar que aquellas que necesiten de esta,
la apliquen correctamente acudiendo a quien corresponde y, quienes
deben velar por la seriedad científica, también.
Hay que denunciar, una vez más, el escaso bagaje científico exis-
tente sobre este discutido tema. En demasiadas ocasiones, los investi-
gadores, no solo son incapaces de identificar las especies con las que
trabajan habitualmente, también desconocen los más simples proce-
dimientos para validarlas, pero lo más sorprendente y paradójico es
que diserten, sin rubor alguno, sobre cualquier aspecto relacionado
con la biodiversidad a nivel local o global.
Desde distintos foros surgen voces, supuestamente cualificadas,
que ignoran o minimizan las críticas y carencias como las que aquí se
vierten. Es lamentable, cuando escuchamos a quienes se refugian, con
total desfachatez e ignorancia, tras el término trazabilidad, dando a
entender que de esta manera se consigue, ante cualquier eventualidad,
detectar en qué punto un producto ha sufrido una manipulación de
carácter no deseado. A estos se les debe decir que exploren en el sec-
tor comercial del pescado donde el error puede, sorprendentemente,
encontrarse en su misma denominación de origen.
Más inquietante, si cabe, es ver y oír cómo se difunden estimacio-
nes, conclusiones o pronósticos sobre el devenir de la fauna y flora,
por quienes no la conocen, confunden o equiparan el número de
especies con diversidad taxonómica, disfrazando los precarios mate-
riales de construcción que utilizan bajo una capa de procedimientos
estadísticos de apariencia correcta, pero de nula efectividad.
Parece ser que, en la actualidad, disponer de una buena lista de
especies se ha transformado en algo accesorio que solo contribuye
a dar un aspecto formal al artículo elaborado y lo que realmente
importa es la información de carácter numérico con la que se ali-
mentará el programa que los gestionará, sin apercibirse que dicho
programa solamente es una herramienta que le ayudará a procesar
esos datos, no a validarlos. Se nos dirá que para ese cometido ya
están los test de significación que una vez superados, proporcionan
la suficiente confianza para proseguir la tarea. Sin embargo, no existe
conciencia clara que lo único que se valida es una representación
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 69

numérica cuya bondad, lo veremos más adelante, puede verse fácil-


mente cuestionada.
Se emiten conclusiones a partir de un muestreo llevado a cabo a
una escala irrisoria y, no obstante, se difunden apocalípticos escena-
rios sobre la extinción de unas criaturas que ni los voceros, ni noso-
tros, ni nuestros hijos verán jamás —eso sí— asumiendo que todos
somos capaces de diferenciar y nombrar a las especies que podemos
encontrar durante un paseo por la ciudad, una excursión campestre
o tras una inmersión en aquella playa donde pasamos las últimas
vacaciones. La paradoja es que, mientras escuchamos el clamor de
esas voces, pocos tienen en cuenta la lenta extinción de quienes sí
conocen a esa fauna y flora que se pretende preservar: los taxónomos.
El taxónomo es el profesional al que se supone capacitado para la
identificación de las especies. Trabaja en solitario, casi siempre con
pocos medios técnicos y escaso presupuesto. Su mejor bagaje consiste
en su potencial de observación y en el análisis comparativo del cúmulo
de conocimientos adquiridos, la mayor parte de ellos relacionados con
la nomenclatura, la morfología, anatomía, biogeografía y la filogenia
de los organismos. Maneja abundante bibliografía, siendo capaz de
recordar referencias que pondrían en aprietos a quienes creen aportar
novedades de última hora. No necesita equipos sofisticados y puede,
en fracciones de segundo, ser capaz de reconocer o ubicar una especie
entre otras muy similares. A menudo, presta generoso auxilio a colegas,
identificando una determinada especie o solucionando las enojosas
actualizaciones de nomenclatura y no faltan peticiones para asesorarles
sobre la correcta utilización de detalles sobre la citación de autores.
Es frecuente que el taxónomo reciba peticiones para identificar este o
aquel individuo a partir de unas fotografías no siempre explícitas. Incluso
se le reclama para la identificación de alguna criatura, cuyos caracteres
están basados en los recuerdos de quien le interpela. En ocasiones, le
llegan solicitudes para emitir un dictamen judicial que dirima la identi-
dad de una especie sujeta a comercialización; también para identificar
antiguos mosaicos o dibujos realizados siglos atrás. No faltan muestras
procedentes de contenidos gástricos, así como piezas óseas, procedentes
de un estrato geológico o de algún remoto asentamiento humano. El
negocio del documental cinematográfico, de la hostelería y del comercio,
son otros tantos ítems que, cuando buscan precisión, acuden al taxónomo
en demanda de auxilio y, consecuentemente, de un nombre que aplicar.
70 DOMÈNEC LLORIS

Cualidades, aspectos y tareas resueltas que, lejos de ser celebra-


das, contribuyen a que estos conocimientos sean infravalorados por
quienes están escasamente dotados para estos menesteres y que,
muy pronto, tras conseguir solventar su problema, olvidarán a quien
ha validado el material con el que ha trabajado. Todo, porque su
aportación parece —solo parece— fácil y carente de importancia.
El taxónomo se muestra perplejo cuando, en una sociedad como la
nuestra, sensibilizada por las continuas alarmas sobre la pérdida del
patrimonio natural., descubre el notable grado de desconocimiento que
existe sobre su disciplina, íntimamente relacionada con el estudio de
la biodiversidad. Su perplejidad se acentúa cuando, paradójicamente,
cada vez es más difícil encontrar a alguien capaz de identificar fiable-
mente a los organismos que se trata de proteger pero, mientras tanto,
se ponen en marcha ambiciosos proyectos como el Tree of Life, con la
pretensión de estudiar el genoma de la multitud de los organismos
conocidos, apercibiéndose a posteriori que los posibles taxónomos, que
podrían identificar esos organismos, brillan por su ausencia.
El año 2010 se denominó, triunfalmente, año internacional de la
biodiversidad, abundando, una vez más, en la falaz y bobalicona re-
tórica que acompaña a estos eventos, mientras tanto, términos como
biodiversidad y diversidad, cuyos conceptos son fundamentales en el
discurso conservacionista, derivan hacia un tratamiento indiferenciado,
difundiendo, subliminalmente, la falsa creencia de la inmutabilidad del
ecosistema terrestre y marino, ignorando la capacidad de estos para so-
portar perturbaciones y, eventualmente, adaptarse a nuevos equilibrios.
Eso no es todo puesto que importantes aspectos de la ecología y la
biogeografía dependen de la disponibilidad de una buena taxonomía.
Disciplinas que, junto a los materiales necesarios para efectuar aproxi-
maciones en cualquier cálculo de diversidad ecológica, necesitan de
muestras que representen bien el universo que se pretende recrear.
Muestras que, en el mejor de los casos, solamente suponen una frac-
ción grosera de la realidad que pretendemos conocer.
A menudo se observa como se financian organizaciones que, lejos
de ofrecer servicios profesionales cualificados, actúan como trompe-
teros mediáticos del llanto y crujir de dientes, denunciando aquello
que en realidad desconocen. Investigadores, que nada saben sobre
la necesidad de fijar los criterios de la clasificación y nomenclatura
utilizada que, al igual a todo proceso, varía a lo largo del tiempo. De
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 71

este modo ocurre que una familia, un género o una especie, puede
desaparecer, no por causas naturales o por influencia humana, como
nos anuncian sino, entre otras, a causa del sistema de nomenclatura
y clasificación que se ha adoptado o por el concepto, a todas luces
subjetivo, donde han sido enmarcadas.

La importancia de los nombres

Claude Lévi-Strauss, en su libro El pensamiento salvaje, nos habla de


la importancia de los nombres y de cómo su posesión es conocimiento
y posibilidad de transmitirlo. Su lectura proporciona argumentos para
justificar y dar sentido a una parte de mi trabajo habitual —la taxo-
nomía y la nomenclatura de los peces marinos— disciplina científica
que algunos solemos enmarcar dentro de un marco de mayores vuelos
como es la Ictiología.
En principio, el razonamiento parece acertado y brillante, puesto
que un organismo puede existir, independientemente de que nosotros
nada sepamos de él y solo entrará a formar parte del entramado cultu-
ral en el que nos desenvolvemos cuando se le atribuya una identidad.
Para atestiguarlo, ahí están todas las especies que ya se han descrito.
Sin embargo, a poco de meditarlo, se llega a la conclusión de que
dicha lógica no responde a una verdad absoluta, sino que más bien
se enmarca en un contexto académico que, en el mejor de los casos,
solo tiene validez puntual., dado que si un nombre es ambiguo o
esta mal aplicado, produce el efecto contrario, propaga la confusión,
desinforma y contribuye a propiciar las malas prácticas. Estas afir-
maciones no son gratuitas, responden a realidades verificables que
se irán desgranando a lo largo de este artículo.
Veamos ahora un par de ejemplos, relacionados con la comercializa-
ción y el consumo de pescado que ayudarán a introducirnos en el tema:

Ejemplo: 1. No es lo mismo pedir un plato de angulas en Chile, que


en España —¿Por qué?—Sencillamente, porque en Chile se trataría
de alevines del puye o puyén (Galaxias maculatus), mientras que
en España se entendería que son alevines de anguila (Anguilla an-
guilla). Desde el punto de vista zoológico, ambas especies, aunque
se presentan comercialmente con un aspecto similar (alargado y
72 DOMÈNEC LLORIS

blanquecino), no guardan ningún tipo de parentesco, pero desde la


perspectiva comercial., el escaso valor económico en origen (Chile)
y el alto precio a que se cotiza en la gastronomía española, propicia
su comercialización bajo una misma denominación.

Ejemplo: 2. En nuestro litoral mediterráneo pueden capturarse dos


especies muy similares de rapes (Lophius budegassa y Lophius pisca-
torius). Ambas pertenecen a la misma familia (Lophiidae) y al mismo
género (Lophius). La especie cuyo nombre científico responde a L.
budegassa, conocida vulgarmente como rape negro, tiene la mem-
brana que cubre la cavidad abdominal (peritoneo) negra. Esto no
tendría mayor trascendencia si no fuera porque ese carácter también
lo individualiza frente a la otra especie de similar apariencia, pero
con el peritoneo de color blanco (L. piscatorius), cuya carne es de
menor consistencia y calidad. Así que, eliminando el adjetivo que
caracteriza a una y otra, se consigue crear la suficiente ambigüedad
para inducir a que el consumidor crea que adquiere la misma especie.

En relación a los nombres comunes, vulgares o vernáculos, aplicados a


los organismos, hay que recordar que se trata de denominaciones locales
con lo cual una misma especie puede recibir distintos nombres, tantos,
como en lugares geográficos esté presente y viceversa, distintas espe-
cies pueden recibir la misma denominación, independientemente de su
ubicación espacial. Son nombres que proliferan sin control y dependen
del mudable ingenio e intereses varios de quienes suelen manipularlos.
Los nombres comunes gozan de un valor digno de estudio entre
filólogos, sociólogos e historiadores, como vehículo de transmisión
cultural e indicador de desplazamientos humanos pero, en otros ám-
bitos —hay que decirlo— son un enojoso problema.
De entre las citadas disciplinas, tomemos la filología, cuando se ocupa
de los nombres de los peces y veamos qué opina don Manuel Alvar sobre
esta temática en su Ictionimia y geografía lingüística publicada en 1970,
donde nos dice: «si la confusión de un nombre se produce entre seres
marinos pertenecientes a la misma familia, el riesgo lingüístico es nulo
puesto que se trata de animales sumamente parecidos, para los cuales el
naturalista establece unos matices que el pueblo desatiende».
Desde nuestra perspectiva, la opinión de don Manuel resulta sor-
prendente, ligeramente contradictoria y elitista. Por un lado se atribuye
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 73

la capacidad de englobar a los «seres marinos pertenecientes a la misma


familia», tarea que escapa al ámbito de su disciplina y, por otro, delega
en el naturalista los matices de diferenciación de las especies, dejando
al pueblo en una suerte de inopia, es decir, incapaz de diferenciarlas y
por tanto de nombrarlas.
Este proceder también nos sumerge en la perplejidad puesto que,
inmediatamente, nos preguntamos ¿Entonces? ¿De dónde sacan los lin-
güistas los nombres comunes de los peces que utilizan en sus estudios?
Igualmente, considerar a dos animales «sumamente parecidos»
es, desde nuestro punto de vista, una opinión subjetiva pues su
diferenciación dependerá del conocimiento que se tenga de ellos,
donde el naturalista —es cierto— dispondrá de mayor ventaja, pero
su conocimiento estará sujeto al interés que esos organismos [los
peces] despierten en el observador, sea este quien sea.
Un ejemplo similar al de esta perspectiva nos lo brinda la también
filóloga, Inmaculada Anaya Revuelta, en su publicación de 1998: La Ic-
tionimia en la obra de don Ignacio de Asso, donde recoge y documenta
algunas de las especies de peces citadas por este jurista, historiador
y naturalista español, permitiéndose escribir:

Raya (Raya Pastinaca y Raya Clavata). Son dos especies distintas,


aunque muy parecidas, las dos son conocidas con el mismo nombre
común. Del lat. RAIA. DRAE; VOX; LMP, núm. 666; Lozano, p. 16; NOE,
p. 24, núm. 52; PS, p. 264.

Mientras que, la obra de don Ignacio Jordán Claudio de Asso y


del Río (1742-1814), en su Introducción á la Ichthyologia oriental de
España publicada en 1801, páginas 49 y 50, se lee (sic):

Raya.
Raya Aguila.
En el Museo de Madrid Ratapenada. En los dibuxos de Heinek Rata
y Chucho.

Raya Pastinaca. En S. Sebastián raya.


Raya Clavata ordine aculeorum in dorso único,
tribus in cauda. Bloch. Tom. 3. Pág. 67
Llámase tambien raya.
74 DOMÈNEC LLORIS

Tiene una carrera de escudetes espinosos en el lomo,


y tres en la cola. Varía con una sola carrera.

Siguen más especies incluidas en el mismo género, pero se limita


a seguir las pautas establecidas por Linneo [Sistema Naturae Ed. X de
1758], citando a ambas especies bajo el entonces generalizado género
Raya, sin añadir comentario u opinión alguna en el caso de la primera (R.
Pastinaca) y exponiendo algunos caracteres de la segunda (R. Clavata).
Lo fantástico de este ejemplo es que, en el artículo, nuestra filóloga
emite una opinión producto de su propia cosecha y similar al que Alvar
atribuye a los naturalistas: «Son dos especies distintas, aunque muy
parecidas». Información que no aparece en ninguna de las referencias
bibliográficas solventes que adjunta, a menos que la inspiración le
sobreviniera tras la consulta de la «Nomenclatura oficial española de
los animales de interés pesquero» (NOE), publicada por Lozano Cabo
et al. (1965), donde una serie de especies vienen representadas por un
dibujo, el nombre científico y vulgar preferente, seguidos de los nom-
bres vulgares que reciben en distintas localidades. De entre todas las
representadas, se encuentran nuestras rayas, cada una en su respectivo
nivel taxonómico de familia: Dasyatidae y Rajidae, con los nombres del
género actualizados, seguidos de un misterioso «sp.» (Dasyatis sp. y
Raia sp.), indicando que no se trata de una especie en concreto.
Antes de proseguir veamos la imagen y binomios, actualmente
validos, de ambas especies: Dasyatis pastinaca y Raja clavata (Fig. 1).

Figura: 1. Las dos especies citadas por Asso (1801), donde se puede observar
las diferencias entre ambas. [Dibujos tomados de Lloris y Rucabado, 1998 y
Lloris, 2007]
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 75

La interpretación del lingüista se basa en, su propia percepción,


en el nombre científico del género entonces utilizado —raya— junto
al que pueda aportar el recolector de nombres de turno, ya sea en
un puerto o en una pescadería que, a su modo, también clasifican
grosso modo en función de la similitud o geometría de las especies en
cuestión. Es decir, en este caso, las rayas serían el sinónimo equiva-
lente popular a la categoría o nivel taxonómico del orden rajiforme.
En respuesta a ambos filólogos diremos que, en general., el pro-
fesional de la pesca y supuesto depositario y emisor popular de su
particular terminología, no pasa por alto las diferencias que pueden
poner en peligro su integridad física, distinguiendo muy bien a las
criaturas que pueden infringirle cualquier tipo de daño, como así
lo atestigua la variedad de denominaciones comunes (agujeta, ban-
tenaga, chucho, chucha amarilla, cuchillo, pastinaca, pombo, raya
amarilla, raya látigo común, serreta) que conlleva un encuentro con
D. pastinaca, armada con un temible y ponzoñoso aguijón denticulado
que, además de producirle una dolorosa herida, le pueda incapacitar
para el trabajo. Herida muy diferente a los pinchazos, desgarrones
o raspaduras que le puedan ocasionar las espinas que cubren la piel
de R. clavata, conocida como: bramante, bramante grande, clavel,
raya basta, raya cardúa, raya crabuda, raya de clavos y raya puntosa.
Asimismo, respecto a la generalizada creencia, por parte de en-
tidades culturales, idealistas y filólogos, de que los pescadores son
los depositarios de ese acervo cultural terminológico, diríamos que
habría que matizarla, situando en su debido contexto tal afirmación,
puesto que el sector pesquero es diverso y está formado por profe-
sionales que utilizan diferentes artes de captura dirigidos a distintas
especies. El conjunto, forma un mosaico que lleva al pescador de un
tipo particular de arte, a conocer escenarios concretos, de tal manera
que, fuera de su habitual caladero operativo, no suele diferenciar las
especies, en particular aquellas que no revisten ningún interés, no son
peligrosas o no constituyen motivo para la chanza y, aun así suelen
confundirlas. En consecuencia, el recolector de nombres vulgares
debe extremar su cautela pues en una misma localidad una especie
puede ser, entre otras posibilidades, denominada con varios nombres,
confundida por su parecido con otra o ni tan solo ser conocida.
Es por ello que sorprende que expertos en filología presten excesiva
credibilidad a las recopilaciones de nombres comunes aportados por
76 DOMÈNEC LLORIS

especialistas de su misma disciplina cuya capacidad de discriminación


de las especies es, en el mejor de los casos, limitada.
*****

Contrariamente, hay que decir que en otros contextos aceptar, sin


más, la aplicación de un nombre común, no conduce a ninguna parte,
produce desinformación y contribuye al aumento de la entropía, situa-
ción proclive a quienes, aprovechando estos vacíos de conocimiento,
obtienen algún tipo de beneficio.
Siguiendo en este mismo ámbito, relacionado con la pesca y el
pescado, debería conocerse que el proceso de comercialización no
solo se apoya en la bondad del producto a ofrecer, también entran en
juego otros aspectos, ligados a la existencia de que un nombre, con
cierta solera, se aplique a una especie desconocida con la finalidad
de atraer al consumidor.
Es el conocido caso del mero (Epinephelus marginatus) que no lo
era, sino el producto que ahora se comercializa o debería comerciali-
zarse como perca del Nilo (Lates niloticus) aunque, en algunos lugares
de venta de pescado, todavía puede verse este mismo producto con
una etiqueta donde el nombre de mero se ha sustituido por el de
«Filete» y, sorprendentemente, nadie pregunta: «¿de qué?»
La situación se magnifica cuando una sociedad aumenta el consu-
mo de productos del mar y no es factible cubrirlo con las especies
que pueblan las aguas próximas y se recurre a ampliar la oferta con
especies similares o desconocidas para nuestro registro gastronómico.
Pero… ¿Entonces? ¿Cómo conseguir que estas sean aceptadas por los
potenciales consumidores?
¡Ningún problema! Ya hemos entrevisto alguno de los procedi-
mientos, aunque existen otros relacionados con la transformación del
pescado, haciendo poco aparentes los caracteres diferenciales de la
especie a ofertar. Un corte aquí y otro allá, puede solucionar el asunto.
Si con esto no basta, se comercializa mediante filetes o rodajas y, si
estas operaciones no son suficientes, convertimos al pescado en pulpa
y les endosamos la pata de un crustáceo sugiriendo otro origen; se
transforma en paté o embutido y, luego, con una buena propaganda y el
concurso de los niños de la casa, comeremos lo que sea. Especialmente
si el producto está a un precio asequible, posee un sabor reconocible y
carece de las incomodidades de tener que sacarle las enojosas espinas.
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 77

De este modo, asistimos, gozosos, a ágapes donde nos sirven


bastoncitos con sabor a cangrejo; finos carpaccios de pescado; suce-
dáneos de caviar; extraños chanquetes; anodinas doradas, salmones,
atunes y bacalaos e ingerimos exóticos ceviches y merluzas de varios
pelajes, así como cazones en adobo, por citar algunas opciones gastro-
nómicas que no serán aquellas que creemos conocer. Todo, en función
de nuestra ignorancia y en nombre de la supuesta necesidad de los
ácidos grasos Omega-3 que nos salvarán del maligno colesterol. Los
ejemplos esgrimidos, son suficientemente ilustrativos para que pueda
entreverse el pandemónium creado entorno a los nombres comunes.
¿No sorprendía a nadie que las conserveras de anchoa (Engraulis
encrasicolus), en cualquiera de sus productos, incluidos los rellenos
de aceituna, seguían abasteciendo los mercados cuando esta especie
menguaba de forma alarmante en todas sus pesquerías? ¿Quién se
encarga de estos asuntos?
Es ante este galimatías por lo que, desde tiempo atrás, la FAO
(Food and Agriculture Organization) propone la utilización de una
nomenclatura biunívoca entre el nombre científico y un nombre co-
mún en diferentes idiomas. Asimismo, las administraciones regionales
competentes, conocedoras de estos manejos, tratan de aplicar normas
de contención que eviten su proliferación y con esta finalidad instan
a todo el sector implicado a identificar correctamente, mediante sus
nombres comunes y científicos, los productos pesqueros y los pro-
cedentes de la acuicultura para que, el personal especializado pueda
verificar, durante una inspección rutinaria, el cumplimiento de la
normativa establecida.
No obstante, el corolario final es el fracaso porque, entre otras
causas, no se dispone de la voluntad política de aplicar las normativas
vigentes y también porque no existen suficientes especialistas que
reconozcan a las especies objeto de comercialización.
Todo ello, nos sumerge en un bucle que empieza con una informa-
ción que puede ser errónea en origen, se transmite al ámbito científico,
de donde se difunde a otros investigadores de diferentes ramas del
conocimiento, vuelve al sector pesquero en forma de normativas o
restricciones y por el camino se deja en la cuneta la credibilidad,
recibiendo sentencias y denuncias como la que puede consultarse en
el Diario Oficial de la Unión Europea:
78 DOMÈNEC LLORIS

Sentencia contra el Reino de España por el Tribunal de Justicia (Sala


Segunda) de 22 de diciembre de 2008. Condena a costas al Reino de
España. «Incumplimiento de Estado» —Reglamento (CEE) n.º 2847/93
—Artículos 2, apartado 1, y 31, apartados 1 y 2— Reglamentos (CE)
nos  2406/96 y 850/982. Fallo relativo al incumplimiento de pro-
tección de juveniles de merluza, donde los inculpados procedían a
comercializar merluza europea (Merluccius merluccius), aduciendo
que se trataba de otra especie de merluza foránea. Se inculpa al reino
de España por no aplicar el control y la inspección en su territorio y
en las aguas marítimas sometidas a su jurisdicción.

Y, más recientemente en el diario El País y en otros medios que se


hicieron eco de la noticia:

El ADN demuestra que el 8,6% de lo que se vende como merluza no es


tal. Análisis de 150 muestras detectan que se trata de subespecies u
otros tipos de pescado que son más baratos —Sanidad lo califica de
«fraude comercial» M. R. S. —Madrid— 06/10/2011. El País. Informe:
Analysis of commercial hake samples. Owner of the results: Center
for Public Integrity (Washington, USA), CPI. Report issued in Oviedo,
dated July 12, 2011. Technical analysis: Iván González Pola, labora-
tory technician. Sequence analysis and report writing: A. Marta Muñoz
Colmenero, MSC in Biology.

Ambos ejemplos no representan ninguna novedad puesto que estas


malas prácticas y otras, son conocidas y denunciadas desde tiempo
atrás por quienes sí saben reconocer a las especies sin recurrir a
sofisticadas técnicas.
*****

Igualmente ocurre que, durante décadas, con finalidades esta-


dísticas de seguimiento pesquero, se ha ido tomando nota de las
especies comerciales desembarcadas en las lonjas de pescado. Datos
que, generalmente, son utilizados por los expertos, para llevar a cabo
estimaciones sobre el estado del recurso.
La perplejidad reaparece con el procedimiento en sí mismo, dado
que por esta vía solamente se tratan aquellas especies que se conside-
ran con valor comercial., como si estas fueran la clave que garantiza lo
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 79

que de positivo o negativo pudiera acontecerles a ellas y al ecosistema


de donde se extraen, prescindiendo del resto de organismos captu-
rados en esa misma actividad extractiva, como si no contasen para
nada. Aquí, lo importante parece que son las abundancias (número
de individuos), las biomasas (kilos extraídos), las clases de talla; el
aparato estadístico que las gestiona y, además, de modo accesorio,
el nombre de la especie en cuestión, sin apercibirse que es, precisa-
mente este último dato —el más escueto de todos— el que arrastra
tras de sí a toda la información obtenida. Consecuentemente, cuando
el producto objeto de comercialización recibe un nombre erróneo,
desencadenará una casuística cuyos efectos trascienden más allá de
lo que comúnmente se cree.
No sirve casi para nada que la información así recolectada esté re-
lacionada con la filología, la sociología y la ecología pesquera. Mucho
menos para estimar la biodiversidad y aún menos para establecer algún
criterio relacionado con la estadística. Tareas, todas ellas, con algún pun-
to de coincidencia en lo relativo al material utilizado y su procedencia.
Curiosamente, todavía existen colectivos que, no solo han defen-
dido a ultranza estos procedimientos, sino que aún trabajan con esta
información. Situación lamentable porque, por un lado, se perpetúan
errores y por el otro, se pierde la posibilidad de llevar a término
consultas fiables sobre la presencia o ausencia de especies desde
tiempos pretéritos.
*****

Otra fuente de información, actualmente en auge, son las bases de


datos on line. Proporcionan valores cuantitativos y cualitativos con
comodidad y limpieza al investigador sin excesivo sentido crítico y
notables carencias taxonómicas, cuyo objetivo es conseguir un listado
de especies y la información que estas conllevan, confiando en la
infalibilidad de quienes las han puesto en circulación. Bases de datos,
donde la estabilidad de un nombre depende de diversos factores,
entre los que destacan la facilidad de ser modificados y la periodicidad
de su actualización que puede ser errónea, contradictoria y efímera.
Veamos que ocurre con una de ellas: Fishbase (http://www.fishbase.
org) de Froese y Pauly (versión 02/2011 y sucesivas actualizaciones),
es una magnífica base de datos. No es la única, pero sí la más completa
y de más prestigio para la consulta de diversos aspectos relaciona-
80 DOMÈNEC LLORIS

dos con los peces (taxonomía, nomenclatura, sinonimia, acuicultura,


biogeografía, claves de identificación, ecotoxicología, frecuencias
de talla, genética, parámetros ecológicos, reproducción, relaciones
talla-peso, trofismo y un largo etc.).
En el momento actual de su consulta, Fishbase dispone de un regis-
tro con 31.900 especies, 291.100 nombres comunes, 50.000 imágenes
y 45.400 referencias bibliográficas. Además, ofrece la posibilidad
de que parte de sus textos se puedan traducir a diferentes idiomas,
por lo que no resulta extraño que mientras se redactan estas líneas,
obtenga una afluencia de 800.000 visitas mensuales. Mantener y admi-
nistrar una base de datos con estas características es toda una proeza,
dado que requiere estándares elevados de eficiencia muy difíciles de
asumir. Tarde o temprano es previsible que surjan reseñas —como
esta—cuestionando la bondad de la información suministrada. Es
por ello que el posible consultor debería disponer de un mínimo de
conocimiento sobre el tema para saber a qué atenerse.
Si prestamos la suficiente atención a la información sobre la ic-
tiofauna del Mediterráneo, podemos afirmar que se deben extremar
las precauciones debido a que el control no es todo lo eficiente que
sería deseable.
Un aspecto a destacar concierne al número de especies medite-
rráneas cuya composición, en una primera consulta, se cifró en 715;
posteriormente, descendió a 712 especies; días después, su número
alcanzó las 722 y mas tarde bajó a 717, mientras que nuestro inven-
tario particular no pasaba de las 670. Es decir, la diferencia, según el
día de la consulta, fue de 42, 45, 47 o 52 especies, debida a que ambas
listas mantienen distintos criterios de aceptación y actualización, pero
lo más notable es la inclusión de más de una veintena de especies que
nunca han sido citadas en el Mediterráneo, produciendo confusión al
situarlas como especies nativas de este mar.
También se ha de tener especial cautela con las especies propias
de las aguas continentales, adjuntadas a las de ámbito marino —¿qué
ocurre entonces?— puesto que, como el copiador nada sabe de taxono-
mía, una vez convertida la especie en un número o código de una lista,
esta será incorporada y procesada por el correspondiente programa
informático, tan experto en taxonomía como quien las ha introducido.
No son todas las inconsistencias detectadas —hay muchas más —
que podrían enmarcarse en una miscelánea que comprende a especies
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 81

cuestionadas, endémicas, dobles citaciones, introducidas, dudosas y


pendientes de confirmación.
Es por ello que cualquier aceptación sin crítica alguna, contribuirá
a extender estos binomios, así como a la información que conllevan y,
transcurrido el tiempo, si nadie se apercibe, entrarán a formar parte
de las listas de especies en peligro de extinción o se considerarán,
directamente, extintas como de hecho ya ha sucedido en más de una
ocasión.
*****

Este taxónomo se muestra perplejo cuando, en innumerables ar-


tículos, constata la inversión de tiempo y energía que dedican los
investigadores hacia aspectos cuantitativos en detrimento de los
cualitativos, cuando lo lógico sería buscar su complementariedad.
Para ilustrar el comentario precedente, recurriremos a un par de
ejemplos —no son los únicos— pero con ellos se visualizará con
mayor claridad lo que se pretende transmitir.

Ejemplo: 1. Cuando el investigador recopila, de otros autores, el número


de especies inventariadas en una localidad con objeto de compararlas,
pero no aporta una lista de las mismas. Procedimiento de significa-
ción nula o directamente sesgada, dado que es imposible comparar
sus coincidencias específicas. Es decir, dos autores pueden aportar,
independientemente, un número similar o igual de especies, pero el
continente no asegura, como así acontece, su simetría con el contenido.
Una variante de este ejemplo es cuando su autor también obvia el
listado de especies, pero lo sustituye por la referencia de una publi-
cación anterior. El procedimiento aporta cierta credibilidad puesto
que la bondad de esa lista queda diferida a quien la elaboró y de
quien se sienta tentado de verificarla. Esta forma de actuar suele
ser la más habitual y es frecuente que, ese número de especies, sea
recogido por otro autor y así sucesivamente. Transcurrido un tiempo
sin las correspondientes actualizaciones, esa lista se convierte en
obsoleta para según que estudios, pero los árbitros de esos artículos
han particularizado su atención en los datos y bondad cuantitativa
y para nada si estos reflejan alguna anomalía respecto si designan
a las especies apropiadas.
82 DOMÈNEC LLORIS

Ejemplo: 2. Ocurre con bastante frecuencia al comparar numérica-


mente la riqueza específica o la diversidad ecológica de distintos
parajes. La atención recae en el número de fenotipos (= número de
especies) que contiene. Es decir, solo se manejan datos cuantitati-
vos, ignorando la información cualitativa que podría acompañarse
y que a lo sumo vendrá representada por un listado de especies
que justifique la procedencia de los datos utilizados. Sin embargo,
pocos se aperciben de la sutileza que se esconde tras esa manera
de proceder (Fig. 2).

Fig. 2. Tres supuestos parajes, donde en todos ellos se contabilizan 3 especies,


pero en el primero, habita 1 familia con 1 género y 3 especies. En el segundo,
también habita 1 familia pero con 3 géneros y 3 especies, mientras que en el
tercer supuesto, se encuentran 2 familias con 3 géneros y 3 especies. [Tomado
de Lloris, 2010]

Desde el punto de vista de un conservacionista, que trabaja con la


riqueza específica, los tres parajes no presentarían diferencia alguna,
puesto que todos aportarían tres especies. Si aplicásemos cualquier
otra medida de diversidad, donde se contabiliza la abundancia (núme-
ro de ejemplares), también se obtendrá el mismo resultado igualitario
para los tres supuestos. Solamente suponiendo que el peso (biomasa)
de cada especie fuera sensiblemente diferente, cabría la posibilidad
de detectar alguna diferencia entre los tres parajes.
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 83

Por el contrario, al utilizar valores taxonómicos cualitativos podría


inferirse fácilmente que los tres supuestos son distintos entre sí y
que, el paraje 3 es más rico que el 2 y este más que el 1.
Ambos ejemplos, no son puras anécdotas, intentan llamar la aten-
ción sobre aquellas cuantificaciones revestidas de solvencia pero que
no aportan ningún significado de orden biológico.
Es fantástico observar como a partir de la ictiofauna de una determi-
nada región —resultado de la suma de numerosos registros tomados a lo
largo del tiempo por acumulación— se aplica su número sin cautelas lo
cual solamente sirve para constatar el conocimiento de su paso y estimar
la riqueza específica relativa en un espacio tiempo que puede oscilar
en siglos, pero que, en modo alguno puede utilizarse para establecerla,
a menos que esta se mantenga empíricamente en ese espacio-tiempo
establecido, sin atribuirle ninguna connotación de carácter permanente.
*****

No se podría completar este artículo, sin citar el talante, formas de


actuar y difundir de otro colectivo de biólogos que, hasta hace bien
poco prescindían abiertamente del taxónomo, muy similares a las
descritas por Edward O. Wilson, en su obra El naturalista, donde nos
cuenta la llegada, en 1956, de James Dewey Watson, codescubridor
de la estructura del ADN, a la Universidad de Harvard (EE. UU.), donde
todo empezó a girar entorno a esa vanguardista ciencia conocida
actualmente, como Genómica, cuyos sumos sacerdotes se interesan
en conocer y descifrar el funcionamiento, la evolución y el origen del
genoma de los organismos, incluido el del ser humano.
La historia, desde el punto de vista de un zoólogo como Wilson,
transcurría entre finales de los años cincuenta a mediados de los se-
tenta del siglo xx, en un escenario donde, un taxónomo de las hormigas
como él, sufrió toda una serie de tensiones, ninguneos y carencias
financieras, ocasionadas por la excesiva priorización de esa prome-
tedora ciencia, en detrimento de otras disciplinas consideradas de
menor prestigio, como por supuesto era la taxonomía.
Sin restar la importancia que merece el significativo avance que
representan los estudios genómicos, veamos algunas de sus activida-
des, relacionadas con la validación de especies ícticas.
Por lo general., el especialista en estos menesteres, solamente
tiene constancia de la existencia de un organismo, cualquiera que este
84 DOMÈNEC LLORIS

sea, a través de la literatura. No es necesario que lo haya visto nunca


y, probablemente, no lo verá jamás y, en consecuencia, no sabría
reconocerlo aunque lo tuviera a un palmo de distancia —¿Entonces?
¡Fácil! Se trata de conseguir una muestra del organismo [en nues-
tro ejemplo, el de un pez] que se pretende estudiar. Su tamaño no
representa problema alguno pues con unos milímetros de tejido es
suficiente. Con este fin, acude a quién cree que se la puede suministrar
(colega, colección, museo, pescador, mercado) y, una vez obtenida,
pasa a su análisis. Nótese que en el proceso, existe un punto débil que
suele obviarse más de lo que se podría presumir —¿Quién asegura
que ese trocito de tejido pertenece, realmente, al organismo que se
pretende estudiar o a otra especie muy afín? —La confianza se depo-
sita en la profesionalidad y conocimiento de dichos mensajeros. Es
decir, se prescinde del taxónomo.
Ahora veamos un caso concreto, extraído de la realidad, no sin an-
tes comentar que se ha omitido la referencia explícita de sus protago-
nistas, la especie objeto de estudio y el lugar donde estaba depositada.
En el probable caso que llegaran a leer estas líneas y se reconocieran,
sepan que nunca revelaremos sus identidades, entre otros motivos,
porque se presume que este no es un caso aislado.

Caso real: Dos investigadores solicitan, independientemente, una


muestra de una misma especie X al mismo museo. El museo les
remite a ambos un trocito de tejido del mismo individuo al que,
supuestamente, pertenece la especie X solicitada, pero ellos ignoran
los procedimientos seguidos por el personal del museo en su elec-
ción del material solicitado. Resultado: Ambos investigadores, tras
someter la muestra a los análisis pertinentes, llegan a una conclu-
sión, por supuesto independiente, sobre el marcador específico que
la caracteriza. Acto seguido, cada uno pública, independientemente,
sus resultados. Más tarde, ambos se felicitan por la coincidencia que
valida a ese marcador como propio de la especie. Nota: Cualquier
pequeña diferencia se atribuye a alguna nimiedad sin importancia.
Debilidad del proceso: Ambos desconocen la bondad de la identi-
ficación, pero en su fuero interno, gracias a la coincidencia de los
resultados alcanzados, mediante estudios independientes, confían
en que fue acertada. Corolario: Dicho marcador específico se postula
en alguna base de datos para que otros investigadores comparen
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 85

sus resultados. Nota complementaria: Posteriormente se aperciben


que dicha especie estaba mal identificada y no correspondía a la que
habían solicitado. Nadie dice nada y, otros investigadores del mismo
ramo comparan o utilizan dichos resultados para validar los suyos.

En el escenario relatado se ha destacado a propósito el término


independiente, utilizado, a modo de justificación exculpatoria, por los
protagonistas de la historia. Pero lo perverso del tema es que esto
mismo se suele repetir con alguna variante relacionada con el material
a obtener y por supuesto, sin el concurso del taxónomo.
Otra modalidad, también real., es cuando el biólogo molecular de
buena fe, descubre, inocentemente, que los pescados puestos a la
venta en un mercado público deben llevar una etiqueta que identifique
a la especie y procedencia. Es decir, desconoce el proceloso mundo de
todo lo que gira entorno al etiquetaje y sus manejos, se siente muy
feliz porque no tendrá que depender de costosas pesquisas, perseguir
a pescadores, buscar en colecciones, museos y tampoco habrá de recu-
rrir al concurso de los taxónomos. Conclusión: Se puede convertir en
una máquina de producir y difundir marcadores específicos erróneos
que, por supuesto, pone a disposición de la comunidad científica ya
sea en forma de artículos o bien, facilitando su inclusión en algún
banco de datos on line o lo que es peor, promueve una patente.
También están los más activos que pretenden modificar el sistema
de clasificación mediante propuestas basadas en el código genético,
con lo cual se pasaría a depender, casi exclusivamente, de su anuen-
cia. Otros, tras costosos análisis, dan a conocer ilusionados, que un
número determinado de especies —todas con nombres distintos—
corresponden a una sola especie. Más tarde se dan cuenta que no
han descubierto nada nuevo puesto que, esos nombres, ya constaban
como sinónimos en el haber de los taxónomos.
Otros, más avanzados en esta especialidad, al parecer angustia-
dos por el «caos» formado por los procedimientos de identificación
clásicos, que solo cuentan con rudimentarias herramientas para
identificar a las especies, se aprestan a solucionar el supuesto déficit
con propuestas que tienden a reducir el porcentaje de coincidencias
comparativas de la secuencia de bases de ADN entre las especies,
con lo cual solamente consiguen aumentar ese supuesto caos has-
ta límites insospechados, con el agravante añadido de ignorar la
86 DOMÈNEC LLORIS

influencia que ejercen sobre sus incondicionales y en el personal


sujeto a formación.
A todo esto, Crisci (1981), en su artículo «La especie: realidad y
conceptos», se preguntaba sobre el criterio al que se llegará para
definir una nueva especie, cuando tal proeza es tan escurridiza e in-
aprensible que existen no menos de diez conceptos y ninguno resulta
satisfactorio para ser universalmente aceptado.
¿Quién no ha oído hablar de otra modalidad conocida como bar-
coding? Novedoso sistema con el que se pretende sustituir la función
del sistema taxonómico clásico por otro que solo satisface a unos
cuantos. Los mismos que, al menor contratiempo, corren en busca
de los escasos taxónomos que sobreviven. A todos sus adeptos se les
debería invitar a que dieran dieran una ojeada al artículo de Ebach y
Holredge (2005), publicado en Nature: «DNA barcoding is no substi-
tute for taxonomy». No vale la pena profundizar más. Profesionales,
inocentes, rigurosos, detallistas, desubicados, arribistas, honestos y
mercachifles los hay en todas partes.
Afortunadamente, hay quienes, sin ser sospechosos de pertenecer
a nuestra misma disciplina, se manifiestan de forma más objetiva,
como Phelps y Allendorf (1983) cuando, a raíz de ciertas diferencias
de opinión sobre la validez de dos especies de esturiones, se pronun-
ciaban de la siguiente manera:

Es un error confiar solamente en la variación genética para validar


una especie, evidenciando la carencia de diferencias genéticas entre
el Scaphirhynchus platorynchus y Scaphirhynchus albus, en especial.,
cuando entre estas especies abundan las diferencias morfológicas,
ecológicas y de comportamiento.

Resulta inquietante observar cómo se confunden especies sin la


más mínima preocupación de cómo influirá su presencia o ausencia
en los resultados que posteriormente se emiten.
Sorprende, observar que nadie o muy pocos investigadores respon-
den a la necesidad de fijar los criterios de la clasificación y nomencla-
tura utilizada que, al igual a todo proceso, varía a lo largo del tiempo.
Tanto investigadores como editores, deberían entender que la
citación de una sola especie o una lista de ellas constituyen, por sí
mismas, los resultados y las conclusiones de un estudio y que en
PARADOJAS Y PERPLEJIDADES DE UN TAXÓNOMO 87

muchas ocasiones no hace falta exigir apartados complementarios


que aporten una supuesta consistencia al artículo.
El inventario o el registro de las especies que integran una flora o
una fauna, es exclusivo del taxónomo y, eventualmente, del natura-
lista. Su vertiente cuantitativa es una forma mermada de entenderla,
siendo relativamente útil cuando se utiliza como indicador del es-
tado de un ecosistema, pero sin significación alguna en sí misma.
Su diversidad específica puede aumentar, disminuir, mantenerse o
desaparecer en función de variables intrínsecas o ajenas al sistema,
donde el taxónomo es o debería ser su notario.
Tampoco debe perderse de vista que la dinámica general de los
sistemas naturales no tiene en cuenta las peculiaridades de si unas
especies son consideradas visitantes ocasionales, nativas, exóticas,
introducidas o endémicas. Excluir a estas bajo el pretexto que sea,
no sirve para exorcizar nada de lo que ocurra en su entorno. La natu-
raleza solo genera mecanismos con tendencia a buscar el equilibrio
del sistema afectado. Su carácter positivo o negativo, no depende de
factores relacionados con el sentir humano.
La perplejidad se acentúa cuando se constata que se suele prestar
más atención a la formulación de una estimación, a la inferencia
estadística empleada o al desarrollo de un modelo, que a la bondad
de los datos proporcionados por las muestras que los animarán.
Es por ello que, a pesar de las dificultades, la atención se debe
centrar, no solo en la metodología, también en la procedencia y bon-
dad de los datos, sin depender, exclusivamente, de que estos sean o
no validados por alguna medida estadística que indique su grado de
dispersión. De otra manera ocurre que, en una suerte de metonimia,
lo que debería considerarse como una herramienta, adquiere tal rele-
vancia que se convierte en el eje principal del estudio, alrededor del
cual giran consideraciones más relacionadas con la estadística que
con la biología.
Ahora, cuando me encuentro al límite de la extensión que me he
permitido, recién llegado de una campaña de prospección pesque-
ra donde, una vez más, se ha puesto de manifiesto la necesidad de
denominar rápida y con precisión a la multitud de especies recolec-
tadas, me recreo en el pensamiento de cambiar su título por otro
más dramático que resaltara mejor la importancia de los nombres.
También pienso en la propuesta, recientemente publicada por un
88 DOMÈNEC LLORIS

colega italiano (Ferdinando Boero, 2010), que en un artículo titulado


«The study of Species in the Era of Biodiversity: A tale of Stupidity»
clama por que los taxónomos adopten una actitud más beligerante
y que no ejerzan su saber con tanta generosidad. Sin embargo, creo
que el diagnostico es más pesimista, pues no solo atañe a la situación
por la que atraviesa ese particular entorno profesional. Las causas
vienen de lejos, subyacen en el retroceso experimentado por una
serie de valores relacionados con el esfuerzo, la formación académica,
la capacidad crítica, la ética profesional y el sentido común, menos
atractivos que sus respectivos contrarios.

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ANIMADVERSIONES BOTANICAE. LAS POLÉMICAS ENTRE CASIMIRO GÓMEZ
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ANTONIO GONZÁLEZ BUENO


UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

Los protagonistas de la polémica

La actitud de los ilustrados españoles hacia la botánica debe conside-


rarse, en sus inicios, mas como una opción política que científica; la
botánica, una disciplina útil y sin problemas teológicos, se convierte,
en definitiva, en una herramienta política, en una disciplina al servicio
del Estado (A. González Bueno, J. Puerto Sarmiento, 1988; A. González
Bueno, 1990).
Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), heredero en lo material y en
lo espiritual de su tío José Hortega, constituye un ejemplo paradig-
mático del progresivo y lento ascenso social de una élite burguesa,
que logra parcelas de poder apoyándose en el prestigio social que
supone la práctica científica (J. Puerto Sarmiento, 1992; A. González
Bueno, 2002b). Es difícil referirse a este grupo social como científicos,
si entendemos el término en un sentido estricto; carecen de obra
formal o esta es parca y de escaso rédito entre sus coetáneos, pero las
demostraciones públicas de su interés por el desarrollo de la ciencia,
y lo que esta supone de avance hacia un Estado moderno, tal como era
entendido por los grupos ilustrados, les hacen protagonistas de una
remodelación cultural., en la que la práctica científica, y en especial las
instituciones donde esta se realiza, cobra un especial protagonismo.
Uno de los primeros impresos de Gómez Ortega, realizado durante
su periodo de formación en Bolonia, cuando apenas contaba dieciocho
años, es una composición poética, en honor a la subida al trono de
Carlos III, De laudibus Caroli III potentissimi Hispaniarum Regis car-
mina (Bolonia, 1759); el texto revela un regalista en ciernes mas que
a un ilustrado interesado en el desarrollo de la ciencia; a un aprendiz
de poeta mas que a un científico; a un político oportunista mas que
92 ANTONIO GONZÁLEZ BUENO

a un estudioso de la Botánica o de la Medicina; pero es que Gómez


Ortega fue lo que este texto revela.
Desde el verano de 1772 ocupó el cargo de Primer catedrático del
Real Jardín, cuya dirección ansió pero nunca consiguió ostentar; desde
él hizo gala de una excelente puesta en escena en la realización de
los ejercicios públicos con los que el Real Establecimiento cerraba el
curso: salones engalanados para la ocasión, orquesta de cámara que
amenizara la sesión y la asistencia de lo mas granado de la vida social
madrileña; en los celebrados en 1786 asistió el conde de Floridablanca,
el marqués de Sonora y el duque de Villahermosa, además de algunos
embajadores y otros cargos oficiales (E. García Guillén, 2005). Mas una
ceremonia cortesana que un acto de carácter científico. Cándido María
Trigueros, habitualmente considerado amigo de nuestro protagonista,
definiría con claridad su carácter en la correspondencia mantenida
con Antonio José Cavanilles, en los inicios de 1785: «Ortega es pe-
rezoso i quiza tambien egoista: el tiempo que gasta como cortesano
le falta para los muchos asuntos que abarca como literato» (Sevilla,
31-I-1785
. Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid (ARJB), legajo XIII,4,13,5);
y Heinrich Frederich Link, quien lo conoció durante su estancia en
Madrid, en los comienzos de 1798, no dudará al describirlo, en tipos
de imprenta, como: «an astonishingly corpulent, chatty, complaisant
man; who many perhaps be very learned, but knows nothing of plants
[…] A man like Ortega, who has acquired in the country were he lives
the reputation of being deeply skilled in a branch of science of which
he is ignorant, is always a very dangerous person, and represses
instead of advancing time knowledge» (H.F. Link, 1801: 106-107). La
figura del gordo Ortega, cuya efigie nos es desconocida, no pasaría
desapercibida en los mentideros de la Villa y Corte.
Gómez Ortega padeció una afición desmedida hacia la acumulación
de honores; su propia boda con Teresa Lope, hija de un médico de
cámara, acaecida en torno a 1766, supuso un intento de acercarse al
poder. El nombre de Casimiro Gómez Ortega figuró en los listados de las
mas prestigiosas academias y sociedades científicas europeas; durante
las décadas de los ochenta y noventa del xviii, cuando se encontraba
en la cima del reconocimiento social., recibió un verdadero cúmulo
de distinciones; todas las procuró con unas especiales habilidades,
reconocidas incluso por sus mas duros adversarios: fue un hombre
hablador y en extremo servicial., capaz de mantener una fluida conver-
ANIMADVERSIONES BOTANICAE. LAS POLÉMICAS ENTRE… 93

sación sobre muy diversos asuntos culturales y en distintas lenguas;


tenía en sus manos la capacidad de decidir el destino de algunas de
las mas buscadas producciones naturales americanas y supo comerciar
con ellas: las semillas exóticas, la platina y la quina le abrieron muchas
de las puertas de las sociedades científicas europeas a las que llamó
mientras detentó la dirección de las expediciones americanas.
La caída del conde de Floridablanca, en febrero de 1792, supondrá
el principio del fin para Gómez Ortega. Las riendas del Gobierno
quedaron en manos del de Aranda, quien supo rodearse de sus fie-
les y contentar a sus reyes. Sonaban trompetas de gloria para su
antagonista, Antonio José Cavanilles, quien ya fraguaba su ascenso
desde los salones cortesanos; para Gómez Ortega sonaban clarines
de adversidad.
Antonio José Cavanilles (1745-1804), valenciano de cuna, se había
integrado, desde los primeros momentos de vida pública, en un grupo
de indudable influencia social., del que también formaron parte Fran-
cisco Pérez Bayer, José Yegueri, José Pérez Esteve y su mentor, Vicente
Blasco (A. González Bueno, 2002a; 2002b). Este grupo de bayerianos
propició su designación, en enero de 1776, a sus treinta y un años,
como preceptor de la Casa del Infantado. Junto a los Duques y sus
hijos viajó, durante el verano del siguiente año, a París; residió en la
capital del Sena entre 1777 y 1789, un amplio período temporal., de
especial importancia para entender su formación científica (F. Pelayo,
M. Frías, 1995). Durante su estancia parisina intensificó sus contactos
con Antonio Porlier, Eugenio Izquierdo, José Castelló y Antonio Fran-
seri, a la vez que inició su relación libresca con su admirado Voltaire
y su bien amado Milton. No parecen ser necesarios más datos para
ubicar la ideología de nuestro abate, tampoco para saber cual es su
grupo de referencia en la Corte madrileña.
La situación de Cavanilles como preceptor de la Casa del Infantado
parecía tener fin con la mayoría de edad del primero de sus pupilos,
el conde de Saldaña. En la primavera de 1787, al producirse el cese
del Intendente-director del Real Jardín Botánico de Madrid, José Pé-
rez Caballero, el abate Cavanilles se propondrá, desde París, para
el puesto. El conde de Floridablanca le ofreció el cargo en primera
instancia; pero las intrigas cortesanas, en las que Gómez Ortega era
un auténtico experto, hicieron ‘recapacitar’ al de Floridablanca. Desde
entonces Gómez Ortega inició una campaña pública de desprestigio
94 ANTONIO GONZÁLEZ BUENO

hacia los trabajos científicos de Cavanilles, utilizando para ello todos


los medios a su alcance, siempre desde el anonimato o por persona
interpuesta.
Antonio José Cavanilles volvió a París, la Casa del Infantado segui-
ría solicitando sus servicios como capellán hasta el final de sus días;
y desde París, continuó su obra botánica (A.J. Cavanilles, 1785-1790).
El piensa permanecer en la capital del Sena, nada parece atraerle
de España, pero los sucesos acaecidos en 1789 le harán cambiar de
opinión; a comienzos de septiembre de este año la Casa del Infantado
cierra su residencia en París, Cavanilles empaquetará sus materiales
y regresará a España; tras la toma de la Bastilla, apenas unos meses
antes, la vida parisina no es lo tranquila que siempre había sido.
La llegada de Cavanilles a Madrid incomoda a algunas camarillas
de la Corte, en especial a Gómez Ortega, su eterno antagonista desde
la primavera del 1787. El valenciano comenzará a integrarse pronto
en la vida cortesana, bien dirigido por su amigo Antonio Franseri
—médico de la Casa del Infantado—, será recibido en la Real Academia
de Medicina en los inicios de 1790; de la mano del marqués de Santa
Cruz se introducirá en las casas de la nobleza, convirtiéndose en
contertulio habitual de las de Montijo, Urquijo y Aranda.
Desde el otoño de 1789, y pese a la firme oposición de los cate-
dráticos del Real Jardín, dispone del permiso expreso del conde de
Floridablanca para que «dibuje, grave y publique» cuanto quiera de
lo sembrado en el Jardín madrileño; con tales novedades iniciará una
nueva serie botánica: los Icones et descriptiones plantarum quae aut
sponte in Hispania crescunt, aut in Hortis Hospitantur, publicados entre
1791 y 1801, de cuya edición habría de cuidar la propia Imprenta Real.
Hasta que Cavanilles fijara su residencia en Madrid, en el propio
Palacio del Infantado, Gómez Ortega ejerció una indiscutible preemi-
nencia en los asuntos relacionados con la historia natural., lo que
le hacía gozar de un notable reconocimiento social; la llegada de
Cavanilles a la Corte puso en cuestión sus privilegios y acentuó una
polémica larvada desde algunos años atrás.
En este duelo por el poder, cuyo utópico premio quedaba fijado
en ostentar la dirección del Real Jardín, y con ella la de la botánica
española, ambos utilizarán las mejores armas que conocieron, las mis-
mas que en ocasiones anteriores les habían reportaron sustanciosos
éxitos: las tertulias literarias, el hábil manejo del halago, la intriga en
ANIMADVERSIONES BOTANICAE. LAS POLÉMICAS ENTRE… 95

los salones de la Corte y, en la medida de que dispusieron de medios


y apoyos, se ocuparon de airear su polémica ante los corresponsales
de dentro y fuera de las fronteras hispanas.

De los ‘anónimos limeños’ a la polémica pública en la Real


Academia de Medicina

Las relaciones entre Cavanilles y Gómez Ortega no fueron siempre


tensas, antes bien, pasaron por un cierto momento de esplendor,
potenciado por el valenciano al incluir al primer catedrático entre
los españoles dignos de elogio en el largo listado que compuso para
su apologética contestación a Nicolas Masson de Morvilliers, Obser-
vations [...] sur l’article Espagne de la Nouvelle Encyclopédie. (París,
1784). El nombre de Casimiro Gómez Ortega le era, entonces, relativa-
mente familiar, este mantenía una cierta relación con su inseparable
compañero de los primeros años parisinos, José Viera y Clavijo y de
él debió recibir noticia de sus trabajos y pasiones. Incluso barajó la
posibilidad de que fuera Gómez Ortega quien se ocupara de redactar
la versión castellana del apologético texto, consciente de su influencia
en la Corte (A. Cioranescu, 1981: 94).
La breve estancia de Cavanilles en Madrid, durante el octubre de
1787, en la que se hicieron públicas sus pretensiones por ocupar un
puesto en la Botánica oficial española, provocó una airada reacción
en Gómez Ortega, temeroso de que el clérigo pudiera arrebatarle su
ansiada dirección del Real Establecimiento.
Las primeras críticas de Gómez Ortega al trabajo de Cavanilles,
apenas veladas, comienzan a aparecer en la correspondencia remitida
por el primer catedrático en la primavera de 1787, estas se centrarán
en la utilización de material seco para la realización de sus trabajos
botánicos. La censura se acentuará a lo largo de 1788, cuando la opción
de Cavanilles por dirigir el Real Jardín de Madrid había dejado de ser
un mero chisme de Corte para trasformarse en una propuesta formal.
El objetivo de Gómez Ortega será desprestigiar públicamente la
obra botánica de su oponente, y a tal fin hizo publicar en el Memorial
Literario Instructivo y Curioso de la Villa y Corte de Madrid una anóni-
ma «Carta de un vecino de Lima» donde se ponían en entredicho los
contenidos científicos de las tres primeras entregas de la Monadelphia
96 ANTONIO GONZÁLEZ BUENO

de Cavanilles; la carta apareció en el número correspondiente al mes


de septiembre de 1788, pero figura firmada casi un año antes ([C. Gó-
mez Ortega], 1788), probablemente con el ánimo de que no se hicieran
coincidir las pretensiones de Cavanilles con el afán de dar publicidad
a la crítica. No cabe duda que la reacción se incitaba desde los salones
cortesanos de Madrid y no desde las lejanas tierras limeñas; Cavanilles
estaba bien informado de las andanzas de Gómez Ortega en la Corte,
se encargaba de ello su fiel rodrigón Antonio Franseri (Nota de Franseri
en una carta de Juan Andrés a Antonio José Cavanilles. Mantua, 2-VII-
1789. ARJB, legajo. XIII,5,2,22).
El anónimo de Lima se limita simplemente a proclamar su falta
de confianza en las afirmaciones del abate por ser contrarias a «las
inconcusas doctrinas de Linneo» y a incitarlo a estudiar las plantas
en su medio natural. Mas la carta no habría de frenar las aspiracio-
nes de Cavanilles, antes bien apenas llegó el periódico a sus manos
se apresuró a redactar una contestación que habría de salir de los
tórculos de la viuda de Ibarra a comienzos de 1789 (A. J. Cavanilles,
1789a), en ella se ratifica en sus propuestas, a la vez que le recuerda
los informes favorables con los que la Académie des Sciences de París
ha valorado sus trabajos: «Vm. sostendrá sin duda lo contrario; pero
desde un Anónimo limeño hasta una Academia de Ciencias creo que
hay alguna diferencia» (A. J. Cavanilles, 1789a: 3). No desaprovecha
la oportunidad para devolver la crítica hacia el ‘anónimo’ e incitarle a
una lectura atenta de sus escritos antes de refutarle sin fundamentos;
en carta a José Viera, firmada en Issy, en julio de 1789, comentará
divertido esta intromisión del primer catedrático del Real Jardín: «La
carta que Vm. vio en el Memorial Literario fue una picardía que me
jugó un infeliz botánico que Vm. conoce. Le respondí con nervio,
demostrándole su ignorancia y atrevimiento, y calló como un puto»
(A. Cioranescu, 1981: 119).
La respuesta de Cavanilles, ampliamente distribuida entre los círcu-
los cortesanos españoles, debió incendiar el ánimo de Gómez Ortega
quien, recurriendo probablemente a Hipólito Ruiz, elaboró una nueva
réplica a las tres primeras disertaciones botánicas, esta vez aportando
elementos de juicio para cada una de las novedades genéricas allí des-
critas ([C. Gómez Ortega, H. Ruiz], 1789a), claramente tomadas de la
crítica previa que realizara Charles Louis L’Heritier (C.L. L’Heritier, 1789).
El artículo, debido a un ‘amigo’ del anónimo limeño, fue hecho público
ANIMADVERSIONES BOTANICAE. LAS POLÉMICAS ENTRE… 97

en las páginas del Memorial Literario correspondiente a los meses de


abril y mayo de 1789 ([C. Gómez Ortega, H. Ruiz], 1789a; 1789b).
Pero los anónimos limeños/españoles no parecen entender el
propósito perseguido por Cavanilles en sus trabajos sobre la Mona-
delphia, objeto de la polémica; él no pretende oscurecer la brillantez
de los descubrimientos logrados por la Expedición al Virreinato del
Perú, autentica obsesión de sus críticos anónimos, sino dar coherencia
interna a la clase linneana, definiendo los caracteres esenciales que
permitan ordenarla. La visión filosófica con la que el valenciano aborda
este estudio ni siquiera se vislumbra en la crítica de sus antagonistas,
férreamente adscritos a los planteamientos linneanos.
Cavanilles no contestará, al menos de momento, a sus polemistas
hispanos; se limitará a remitir a los interesados a su opúsculo sobre la
polémica con L´Héritier (A. J. Cavanilles, 1789b). Tras la publicación,
por Hipólito Ruiz y José Pavón, del Florae Peruvianae, et Chilensis
prodromus (Madrid, 1794) el asunto tomará una nueva dimensión:
Callé muchos años sin hacer uso de hablillas; pero provocado ulti-
mamente, creí preciso hacer una advertencia saludable á los Autores
anónimos ó con nombre, de que no se me agravia impunemente, y que
sabría desvanecer las proposiciones del Prodromo con que intentáron
empañar mi reputación. (A. J. Cavanilles, 1796: 94).

El duelo en la Corte. La movilización de apoyos personales

En el largo prefacio con que Cavanilles introduce el tercer tomo de


sus Icones…, impreso en la primavera de 1795, reproducirá, bajo el
título de Lectori benevolo, la carta del anónimo limeño y su propia
respuesta. La razón no es otra que la de justificar ante el lector las
duras críticas con que, en las páginas siguientes, analiza las noveda-
des taxonómicas presentadas en el Prodromus de la Flora Peruviana...
(H. Ruiz, J. Pavón, 1794).
Ante la divulgación pública de estas páginas, Casimiro Gómez
Ortega e Hipólito Ruiz presentaron sendos memoriales ante Manuel
Godoy, quien se vio forzado a amonestar a Cavanilles por su actitud:

…no es el mejor camino el ajar el talento de los menos sabios, y asi


encargo á Vm. qe en sus obras publicas omita hacer tales manifiestos,
98 ANTONIO GONZÁLEZ BUENO

más propios de las catedras, en cuyos lugares se puede discurrir


de otra manera que en aquellas. (Oficio del duque de la Alcudia a
Cavanilles. Aranjuez, 18-VI-1795. ARJB, legajo. XIII,2,2,9).

El abate contestaría al duque de la Alcudia aceptando sus órde-


nes —no era pensable otra actitud—, pero presentándole un largo y
duro alegato contra sus oponentes, donde justifica los comentarios
personales vertidos en las páginas con que se inicia el tercer tomo
de sus Icones...

En suma, Señor, Ortega y Ruiz empezaron a combatir mis obras, y


por mejor lograr sus intereses se disfrazaron con mascaras ridículas,
indignas de literatos. Respondí a cara descubierta. Insistieron con su
máscara. Ni bastó mi paciencia para que no renovaran sus ataques.
Por su desgracia han caído en errores que el amor a la ciencia y a la
verdad no permitían dejar sin correccion. Corregilos y estos son los
agravios [...] Es sensible Señor que los autores de la representacion
hayan pintado con esos colores, lo que en realidad es una defensa
de mi honor literario injustamente atacado por ellos (Borrador del
escrito de contestación de Cavanilles al duque de la Alcudia. Madrid,
21-VI-1795. ARJB, legajo XIII,2,2,10).

Manuel Godoy le contestará con un «quedo enterado» a la par que


le comunica su decisión de escribir al responsable del Real Jardín
para que los botánicos presenten sus excusas a Cavanilles (Oficio del
duque de la Alcudia a Cavanilles. Aranjuez, 26-VI-1795. ARJB, legajo
XIII, 2, 2, 11). Casimiro Gómez Ortega parece haber dejado de contar
con la protección de la Corte.
La actitud polemista de Cavanilles producirá divergencias de opi-
niones entre sus más fieles corresponsales. Juan Andrés, ya en los
comienzos del verano de 1795, a resultas del proemio incorporado
al tercer tomo de los Icones..., se esfuerza en hacerle desistir de su
comportamiento; por contra, Vicente Blasco aplaudirá su decisión.
El príncipe de Parma, amigo de Cavanilles y de Gómez Ortega, inten-
tará mediar en la disputa en la primavera de 1796, aunque sin éxito
aparente; en un largo escrito, del que Cavanilles conservará copia
(Madrid, 8-V-1796. ARJB, legajo XIII, 3, 51, 11), este manifestará ante el
de Parma sus razones, en términos semejantes a los que, apenas unos
ANIMADVERSIONES BOTANICAE. LAS POLÉMICAS ENTRE… 99

días antes, había expuesto ante Manuel Godoy. Luís de Parma aceptará
sus explicaciones, pero le sugerirá que no emplee en su respuesta las
críticas personales, sugiriéndole que se limite solo a las cuestiones
estrictamente botánicas (Carta de Luis de Parma a Cavanilles. Aran-
juez, 18-V-1796. ARJB, legajo XIII, 3, 51, 13); Cavanilles no le hizo caso.
Sería Hipólito Ruiz el firmante de la respuesta impresa a las im-
pugnaciones formuladas por Cavanilles; en 1796 dio a las prensas
una Respuesta para el desengaño del público á la impugnación que ha
divulgado prematuramente el Presbítero don Josef Antonio Cavanilles,
contra el Pródromo de la Flora del Perú, é insinuaciones de algunos de
los reparos que ofrecen sus Obras Botánicas (Madrid, 1796). El abate
tiró el anzuelo hacia Gómez Ortega, pero este, siempre tras las corti-
nas, dejó que fuera su sobrino político quien se lanzara al escenario
público. Cavanilles midió sus fuerzas y preparó un golpe de gracia
contra el influjo de su antagonista, ya decaído. Trabajó con evidente
celeridad; el impreso de Ruiz salió de prensas en los primeros días de
abril y, para fines de junio, Cavanilles ya había compuesto su Colección
de papeles sobre controversias botánicas (Madrid, 1796). El opúsculo
incluirá, anotados, los propios textos de sus antagonistas, acompa-
ñados de las contestaciones con las que él les había respondido. A la
colección así formada hizo preceder una introducción justificativa,
en términos similares a los empleados en la correspondencia comen-
tada con Manuel Godoy y el príncipe de Parma; la obra concluye con
unas breves y duras páginas dedicadas a criticar la Florae hispanicae
delectus... firmada por Manuel Muñoz de Ugena y Casimiro Gómez
Ortega (Madrid, 1791-1792).
Una sibilina petición formulada por Cavanilles ante el duque de
la Alcudia, solicitándole que le permitiera publicar su Colección de
papeles sobre controversias botánicas… «de orden superior» y en la
Imprenta Real, habría de derivar la solución del conflicto, a mediados
de julio de 1796, a la Real Academia de Medicina (Oficio del duque de
la Alcudia al Presidente de la Real Academia de Medicina. Palacio, 11-
VI-1796. Archivo de la Real Academia Nacional de Medicina (ARANM,
legajo 7-447). Aquí los frentes de presión parecen bosquejarse con
cierta nitidez: Gómez Ortega cuenta con el sostén incondicional de
su sobrino político, Hipólito Ruiz, y el apoyo de José Iberti, Santiago
García, Gregorio García Fernández y Miguel Barnades; por su parte,
Cavanilles tiene el refrendo de su íntimo Antonio Franseri, y la adhesión
100 ANTONIO GONZÁLEZ BUENO

de José Pavón y Gregorio Bañares. La Academia, reunida en sesión


extraordinaria, encomendó la censura del opúsculo de Cavanilles
a Miguel Barnades, Gregorio Bañares, Domingo García Fernández e
Ignacio Ruiz de Luzurriaga; correspondió a ellos elaborar un informe
largo y medido, donde se expresa un parecer a todas luces consen-
suado entre las diversas tendencias y, probablemente, realizado bajo
presiones. El informe fue presentado el uno de septiembre ante una
Academia reunida en sesión extraordinaria, correspondió su lectura
a Ruiz de Luzurriaga:

[…] bien que nos es sensible el que unos sabios Botanicos de un me-
rito tan relevante como los Autores de esta controversia perpetuen
una guerra literaria que los retrahiga de otras tareas tan utiles á los
progresos de la ciencia y lustre de la Nacion, como podrian propor-
cionar uniendo sus fuerzas. […] pero habiendose […] contribuido á
desacreditar si fuera posible al Sr. Cavanilles le vemos constituido
á este en la necesidad de vindicarse conforme al derecho publico
de defenderse con las mismas armas con que le han acometido sus
antagonistas [...] no hallamos razon alguna que impida la defensa
propia por la via de la impresion, por ser la misma que han empleado
sus antagonistas para combatirle en sus escritos. (Informe sobre
las Controversias botánicas… de Antonio José Cavanilles. ARANM,
legajo 4-251).

Los académicos asistentes, entre los que no se encontraban Ca-


vanilles, Ruiz ni Gómez Ortega, aprobaron el informe y, nuevamente
reunidos en sesión extraordinaria, acordaron trasladarlo al duque de
la Alcudia, ello condujo a la inmediata aceptación de la propuesta for-
mulada por Cavanilles de editar la obra en los talleres de la Imprenta
Real., incluido su deseo de incorporar en la portada la aceptación
regia; en noviembre de 1796 da a la luz pública a sus Controversias
botánicas… (Madrid, 1796).
Con la presteza usual en Cavanilles, la obra fue distribuida entre
sus corresponsales; de su reseña se ocuparía Aubin-Louis Millin, desde
las páginas de su Magasin Encyclopédique, como era habitual con el
resto de la producción cavanillesiana (A. L. Millin, 1797); ni que decir
tiene que las palabras de Millin fueron de encomio y elogio a la pos-
tura de Cavanilles. Paul Usteri colaboraría a la empresa emprendida
ANIMADVERSIONES BOTANICAE. LAS POLÉMICAS ENTRE… 101

por nuestro abate publicando, íntegro, en los Annalen der Botanik


aparecidos en Zúrich, en 1797, el polémico Lectori benevolo con que
principia el tomo tercero de los Icones..., detonante de la Colección de
papeles sobre controversias botánicas.... (Madrid, 1797).
Para cubrirse las espaldas de posibles nuevos ataques, Cavanilles
solicitó, en septiembre de 1796, un informe de la Real Academia de
Medicina acerca de las polémicas mantenidas con Ruiz en el seno de la
Institución (ARJB, legajo XIII, 3, 26, 1). En efecto, la polémica no pararía
aquí; Ruiz continuó compilando notas sobre la producción botánica
de Cavanilles, pero sus nuevos apuntes no llegaron a ver la luz como
obra independiente (R. Rodríguez Nozal., 1992; A. González Bueno,
R. Rodríguez Nozal., 1996; A. González Bueno, 2014); sí lo harían,
avanzado ya el 1801, entremezcladas sus críticas con las relativas a
la monografía de las quinas novo-granadinas publicada por Francisco
Antonio Zea.
Bien sabia yo que nunca responderian á mi Coleccion de papeles
(callidum consilium la llaman); pero jamas crei que dexasen de leerla
[...] llegué á pensar que para salvar la verdad de esta proposicion se
hiciéron leer la Coleccion muchas veces, hasta aprenderla de memoria.
Duró la seria meditacion y escrupuloso registro quatro años; y no
habiendo descubierto parte alguna débil para combatirla en regla, se
contentáron con decir no la hemos leído. Non dum matura est; nola
acerbam sumere hubiera respondido otro viviente. (A. J. Cavanilles,
1801: 118-119).

Los botánicos al servicio de Gómez Ortega

Los ataques públicos más inmediatos vendrían de otros escenarios;


sería Vicente Alfonso Lorente, un botánico valenciano, quien abriría
un nuevo frente a la polémica:

Al ver que el Señor D. Antonio José Cavanilles lejos de conformarse


con los justos reparos que se le han objetado por Botanicos de no-
toria y calificada instruccion, los trata con poco miramiento en su
Coleccion de Papeles..., he creido que para que no cundan las oposi-
ciones entre las personas, que están siempre á favor del ultimo que
escribe, será conducente dar en varias Cartas [...] alguna idea de ser
102 ANTONIO GONZÁLEZ BUENO

cierto lo que han insinuado varios Escritores naturales y extrangeros


sobre que el Señor Cavanilles publica por especies nuevas Plantas,
que no son ni aun variedades; que une géneros realmente distintos;
que ha intentado formar otros nuevos de Especies conocidas; que
á veces no distingue las diferencias de Pericarpos; que confunde la
nomenclatura botánica; que sostiene como exactas observaciones
hechas sin la debida puntualidad (V. L. Lorente, 1797: 3).

Las Cartas, dos fueron las publicadas (Valencia, 1797; Valencia,


1798), van dirigidas a Agustín Juan y Poveda, recién nombrado di-
rector del Real Jardín Botánico de Cartagena (C. Ferrándiz, 1990); de
la adscripción del botarón de Lorente al grupo liderado por Gómez
Ortega no pueden quedar dudas (C. Sendra, 1998); tampoco de la
animadversión entre este botánico y Vicente Blasco, a la sazón rector
de la Universidad de Valencia; y menos aún entre la cordial relación
existente entre Blasco y Cavanilles (A. González Bueno, 2000). Gómez
Ortega se ocupó de presentar las Cartas de Lorente ante la Real Aca-
demia Médica Matritense, la primera acudiendo personalmente a las
reuniones de la Academia, y esto en momentos en que su participación
en las sesiones de esta institución no eran especialmente frecuentes
(Junta celebrada el 7-IX-1797. Libro de Acuerdos de la Real Academia
Médica de Madrid [1791-1815], folios 179v-180r. ARANM, s/c. Junta
celebrada el 22-II-1798, Ibid., folio 198v).

Francisco Antonio Zea y La corneja sin plumas

La polémica se extendió por lares personales, de animadversiones


subjetivas, alejadas de lo científico, y en ella intentó participar un
nuevo protagonista, Francisco Antonio Zea, quien, en el verano de
1798, desde su exilio en Cádiz, no duda en ofrecer su pluma, y sus
conocimientos del mundo americano, al abate Cavanilles (Carta de Zea
a Cavanilles. Cádiz, 20-VI-1798. ARJB, legajo XIII, 4, 24, 1). Emulando
la actitud de Vicente Alfonso Lorente, en quien cree ver —no sin ra-
zón— la alargada sombra de Gómez Ortega, se ofreció para redactar
la continuación de la polémica con el Primer catedrático del Real
Jardín; propuso para el opúsculo el título de La corneja sin plumas, y
llegó a esbozar un índice de la obra (Carta de Zea a Cavanilles. Cádiz,
ANIMADVERSIONES BOTANICAE. LAS POLÉMICAS ENTRE… 103

1-IX-1798. ARJB, legajo XIII, 4, 24, 4). Cavanilles refutará emplear sus
servicios, cuando la situación ya empezaba a mostrársele favorable,
pero del ofrecimiento nacería una relación que llevó a Francisco Zea
a ocupar la dirección del Real Jardín.
El propio Zea entraría en disputas con Gómez Ortega, si bien no
directamente sí a través de sus discípulos mas directos, los expedi-
cionarios del Perú. En esta ocasión no se trataba de mantener una
posición social dentro del complejo entramado ilustrado; el motivo
era, simplemente, una cuestión económica, pero capaz de mover
sustanciosas cantidades de capital: el comercio de las quinas (M.
Salvador Vázquez, 1997).
Hipólito Ruiz y José Pavón, los expedicionarios peruanos, defen-
dieron, en diversas ocasiones y de manera impresa, los modos de
diferenciar las distintas suertes o variedades de quina, sus virtudes,
sus usos y su viabilidad comercial (A. González Bueno, R. Rodríguez
Nozal., 1996; 2002; A. González Bueno, 2003; 2014). Los estudios
realizados por estos expedicionarios los llevaron a preferir las quinas
finas del Perú y Loja frente a las del septentrión; basándose en sus
informes, los comerciantes de drogas, entre los que se contaba el
propio Gómez Ortega, establecieron una red mercantil, centrada en
los materiales procedentes de la aduana limeña.
Por su parte, Francisco Zea tenía el firme propósito de abrir el
mercado europeo a las especies de quinas novo-granadinas; nada tiene
de extraño que utilizara las páginas de los Anales de Ciencias Natu-
rales, publicación dirigida por Cavanilles, para dar a la imprenta, en
septiembre de 1800, una «Memoria sobre la quina según los principios
del Sr. Mutis», en las que no ahorra críticas para los expedicionarios
peruanos y su mentor, Gómez Ortega. Como era de esperar, a los
escritos de Zea respondieron Ruiz y Pavón con un mas extenso texto,
su Suplemento de la Quinología... (Madrid, 1801) en el que, de paso,
arrecian las críticas a las obras de Cavanilles, acumuladas en silencio
por Hipólito Ruiz desde el duro revés recibido tras la publicación de
la Colección de papeles sobre controversias botánicas... y a las que el
valenciano contestará de inmediato:

Trabajaban á la sazon, dirigidos por el Sr. Ortega, en refutar la memo-


ria de D. Francisco Zea sobre las Quinas de Santa Fe, y allí pusieron
una notita de casi ocho páginas relativa á nuestro asunto [la sinonimia
104 ANTONIO GONZÁLEZ BUENO

entre los géneros Gonzalagunia Ruiz & Pav. y Buena Cav.] […] Es
cierto que el Sr. Ruiz tiene mucha parte en esta Miscelanea, porque
acopió los materiales; pero también lo es que el Sr. Ortega los pule,
arregla, vivifica y viste de latin ó castellano, dándoles aquella unión,
sal y moderación bien entendida; porque si lo hubiera puesto decla-
rándose autor parcial del Suplemento, jamás hubiera conseguido ser
Censor de la obra. (A. J. Cavanilles, 1801: 110).

La polémica entre Antonio José Cavanilles e Hipólito Ruiz conti-


nuó en los años posteriores, véanse las duras críticas vertidas en las
páginas del Diario de Madrid, en 1802, en torno al estigma de los Iris
(H. Ruiz, J. Pavón, 1802a; 1802b), en respuesta a las observaciones
publicadas por el propio Cavanilles en los Anales de Ciencias Naturales
apenas unos días antes (A. J. Cavanilles, 1802), pero se escapan a los
límites marcadas para este texto.

Corolario

La polémica entre Gómez Ortega y Cavanilles tuvo evidentes con-


secuencias en el desarrollo profesional de sus protagonistas o, por
mejor decir, surgió como resultado de una común expectativa profe-
sional: la dirección del Real Jardín de Madrid.
Para dirigir el Real Jardín, cuyo cargo de intendente estaba vacante
desde la primavera de 1787, el conde de Aranda estuvo atento a los de-
seos de María Luisa y nombró, en 1792, al joven médico personal de la
Reina, Mariano Martínez de Galisonga; las pretensiones del, ya maduro,
Casimiro Gómez Ortega, quedaron preteridas. Su situación personal
se exasperó en 1799, al constituirse la Junta Superior Gubernativa de
Farmacia, nuevo órgano rector de la profesión de la que el Real Jardín,
y con él Gómez Ortega, quedaron marginados. Ello supuso cambios
sustanciales en la propia estructura del Real Jardín, que dejaba de ser
financiado con fondos del Real Tribunal del Protomedicato y, por tanto,
su dirección quedaba formalmente segregada de la cúpula sanitaria.
A mediados de junio de 1801 se expedía, en Palacio, el nombra-
miento de Antonio José Cavanilles como director y profesor único del
Real Jardín y se aprobaban las líneas directrices de la nueva organiza-
ción del Real Establecimiento. Mas el destino es imprevisible y nuestro
ANIMADVERSIONES BOTANICAE. LAS POLÉMICAS ENTRE… 105

abate habría de fallecer en la noche del 10 de mayo de 1804, cuando


apenas comenzaba a saborear su gloria. La Real Academia de Medicina
acordó la redacción de una loa a su memoria, el propio Gómez Ortega
se ofreció para redactarla; lamentablemente no encontró el tiempo y
la paz necesaria para ello.

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procumbens de Linneo. 5ª. Sobre la fecundacion de una nueva especie de
Adelia. 6ª. Sobre la vegetacion de una nueva especie de Pita ó Agave de
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CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX:
LAS POLÉMICAS DEL PADRE VICENTE SOLANO (1791-1865)

ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y


PALOMA BLANCO
FLACSO (FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES; QUITO,
ECUADOR; ES); UNIVERSIDAD SAN FRANCISCO DE QUITO (ECUADOR; AS). REAL
JARDÍN BOTÁNICO-CSIC, MADRID (PB)

La Naturaleza es un rico museo, y la Biblia es su historia. Son dos libros


escritos por la sabiduría eterna, el uno a los sentidos, y el otro al entendi-
miento. ¡Infeliz del que no lee en estos libros el nombre de su autor!1
Fray Vicente Solano (1791-1865)

El enigma de una colección botánica

En el Herbario del Real Jardín Botánico de Madrid existe una colección


de plantas que, según sus etiquetas, fueron recogidas por el ecuatoriano
R. P. Vicente Solano (1791-1865) y procedería de la región de Esmeraldas
(Ecuador). Esta colección ha levantado muchas preguntas ¿Quién era
este fraile con intereses botánicos? ¿Cómo llegaron sus colecciones de
plantas disecadas a Madrid? ¿Dónde y cuándo recolectó estas muestras
de plantas? ¿Con quién discutía y con qué fines se dedicaba a hacer
colecciones botánicas desde la entonces remota localidad de Cuenca?
Incluso queda en duda el lugar de donde provienen estas plantas,
puesto que según la Doctora Katya Romoleroux,2 directora del Her-
bario QCA de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, no todas
esas plantas proceden de la región de Esmeraldas. Varias de ellas
corresponden a especies ecuatorianas que se encuentran en zonas
de altura de los Andes y no en las regiones de clima tropical como
Esmeraldas. Esta colección es muy valiosa puesto que no se conoce

1. Solano (1996:241 [1846:25]). «Maximas, sentencias y pensamientos».


2. En abril de 1990, la Dra. Romoleroux estudió en Madrid algunos de esos ejemplares.
110 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

que existan ejemplares recolectados por Solano en los principales


herbarios ecuatorianos.3
Una primera pista para analizar esta colección es que, según consta
en el documento que acompañaba a los 111 ejemplares de plantas
disecadas, en abril de 1866, Patricio María Paz y Membiela, ex presidente
de la Comisión Científica al Pacífico (1862-1866) la regaló al Director
del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, Mariano de la Paz y Graells
(CN041,737,001). La Comisión Científica del Pacífico fue una expedi-
ción española que visitó el Ecuador entre 1864 y 1865 dentro de un
viaje auspiciado por el gobierno de O’Donnell que tenía el objetivo de
recolectar especímenes de la naturaleza y culturas americanas para la
gloria de la ciencia española (López-Ocón y Puig-Samper, 1987; Sevilla,
2011). Sin embargo, ninguno de los miembros de la Comisión estuvo en
la región costera de Esmeraldas, ni tampoco en el Sur del Ecuador donde
Vicente Solano vivió e hizo sus herborizaciones. En efecto, parte de las
colecciones traídas a España por los miembros de la Comisión Científica
del Pacífico fueron compradas a naturalistas americanos. Otras colec-
ciones fueron regaladas por naturalistas en América como Philippi en
Chile o Jameson y Villavicencio en Ecuador (Puig-Samper, 1988; Blanco
Fernández de Caleya y Puig-Samper, 1995; López-Ocón y Pérez Montes,
2000; López-Ocón, 2004; Sevilla y Sevilla, 2013; Sevilla, 2011).
En los archivos del Real Jardín Botánico y del Museo Nacional de
Ciencias Naturales de Madrid no hemos encontrado todavía documen-
tación alguna que nos aclare a través de quién y de qué modo esta
colección llegó a manos de Paz y Membiela en Madrid. Una hipótesis es
que el herbario de Solano fuera entregado por el geógrafo y naturalista
quiteño, Manuel Villavicencio (1804-1871) (Sevilla, 2013), quien, inte-
resado en conectar con la ciencia europea desde el Ecuador y después
de haber fracasado su ofrecimiento a William J. Hooker (1785-1865),
director de los Jardines Botánicos de Kew, lo consiguió a través de
aventureros como Gaetano Osculati (1808-1894) o a través de viajeros
naturalistas como los de la Comisión Científica del Pacífico a su paso
por el Ecuador en 1864 y 1865 (Sevilla y Sevilla, 2013). También pudo
haber intermediado el botánico escocés residente en Quito William

3. Herbario QCA, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, QCNE, Museo Ecuatoriano
de Ciencias Naturales y el QPLS, Herbario Luis Sodiro, en la Biblioteca Ecuatoriana
Aurelio Espinosa Pólit.
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 111

Jameson (1796-1873), quien interactuó con los científicos españoles


en su estadía en Quito, y quien se había entrevistado con Vicente
Solano en Cuenca (Albornoz, 1966: 265). Por otra parte, el cuencano
había realizado una colección botánica y otra mineralógica, «para
que se aproveche el que quisiere», y que dada la pobre situación
económica de Solano en su vejez, fueron compradas a «irrisorio precio
para llevarlas al extranjero» (Albornoz, 1966: 265). Evidencia de sus
colecciones de historia natural son las pieles de zorro, fósiles, con-
chas y rocas donadas por el fraile franciscano a Carlo Cassola4 para
el museo que el químico italiano montó en el Colegio San Vicente de
Latacunga en Ecuador (Solano, (1892)[1857]).

L os debates políticos después de la independencia

Vicente Solano, además de ser aficionado a la Botánica y a la Historia


Natural., fue una figura muy relevante y polémica en el ámbito público
y científico de la primera mitad del siglo xix en Ecuador. Esto hace
que esa pequeña colección de plantas tenga un valor extraordinario.
Solano nació en Cuenca el 15 de octubre de 1791 y, desde los nueve
años, estudió Filosofía y Gramática en el noviciado del convento de
San Francisco en Quito. Sus biógrafos lo han catalogado como un
destacado polígrafo, polemista, orador y naturalista (Borrero, 1883;
Paz y Miño, 1988; 1999, 2011; Pérez Pimentel, 1987; Albornoz, 1966;
Cueva, 1952). Los comentarios sobre Solano emitidos por sus contem-
poráneos son a la vez positivos y negativos. Ha sido descrito como
erudito, científico y defensor de la religión por sus admiradores, pero
también ha sido catalogado como despiadado, malcriado, antimoder-
no y autoritario. Para el médico y científico español Gregorio Marañón
(1953), siguiendo al médico y escritor ecuatoriano Agustín Cueva
Tamariz (1952),5 se trataba de una figura adelantada a su época: «Fray
Vicente Solano tenía la visión de que el porvenir del mundo era el tra-
bajador». Por el contrario, el historiador argentino Arturo Roig (1987)

4. Sobre Carlo Cassola y su trabajo en Latacunga, Ecuador, véase Pérez Ramírez, 2008.
5. Agustín Cueva hace un análisis sobre la similitud de Feijoo y Solano, y se inspira en
la obra de Marañón «Ideas biológicas del Padre Feijoo» (1934) para escribir su «Ideas
biológicas del Padre Solano» (1952)[1939].
112 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

lo describe como un «profeta del miedo y el espanto» que auguraba


«grandes males para la humanidad alejada de la religión y próxima al
universo cultural y político del hemisferio norte» (Cárdenas, 2011).
Desde su aparición en la esfera pública en 1828, Solano se convirtió
en una figura política de prestigio. Su estilo imprimió un particular
sello a la vida pública, cultural y religiosa de Cuenca en el siglo xix y
ha sido identificado como la base del pensamiento conservador en
el Ecuador (Cárdenas, 1996; Paz y Miño, 1988, 1992). Vicente Solano
se preocupó principalmente por formas políticas que permitieran el
orden y la paz social. De esta manera, cuando los políticos e inte-
lectuales de la región pensaban qué tipo de gobierno era el que más
convendría para la América del Sur, este padre cuencano promovía
en sus escritos formas autoritarias de gobierno como, por ejemplo,
un proyecto de régimen monárquico constitucional centrado en la
figura de Bolívar, para así controlar la anarquía y el desorden reinante.
Esta tendencia monárquica resonó positivamente en varios sectores
políticos durante las primeras décadas del siglo xix (Cárdenas, 2011).
Vicente Solano vive y discute sobre varios temas de trascendencia
en una época de grandes cambios en América Latina. Es dentro de este
contexto de definición de los nuevos poderes políticos y sociales que
surge la figura de Solano desde un lugar periférico, Cuenca, frente a
los centros de poder coloniales que son las ciudades de Quito y Lima.
Cuenca se incorporó a la República de Colombia en 1822 y, luego,
se convirtió en uno de los tres departamentos que conformaron el
Estado de Ecuador en 1830. Vicente Solano nace en Cuenca a finales
del siglo xviii y es testigo de las revueltas y guerras independentistas
de comienzos del siglo xix. Admira a Simón Bolívar, discute con las
autoridades durante el periodo de la Gran Colombia, vive la separa-
ción y fundación del Ecuador y participa activamente en la política
de construcción de este nuevo estado andino. Su proyecto, donde la
moral católica y las ciencias prácticas se vuelven pilares del progreso
y de la nacionalidad ecuatoriana, se aplica durante el gobierno de
Gabriel García Moreno (1861-1875) (Cárdenas, 1996).
Su actividad pública involucra tres aspectos que marcan la ines-
tabilidad de los inicios de la vida republicana. Primero, Solano se
preocupa por la promoción y uso de la prensa como instrumento de
divulgación, participación política, polémica y educación. Segundo,
el padre franciscano defiende apasionadamente la independencia y
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 113

superioridad de la Iglesia sobre el Estado, dentro del gran debate sobre


la relación entre estas dos instituciones luego de la disolución de la
Colonia. Por último, las ciencias naturales aparecen en los escritos
de este fraile como una práctica moral., base de la educación para el
progreso y lugar de combate para defender su patria.

P rensa y polémica

El nombre de Vicente Solano está estrechamente relacionado con el


inicio de la prensa en la ciudad de Cuenca. La imprenta adquirida por
el Gobernador General Ignacio Torres y Tenorio fue dirigida por el
Padre Solano, quién editó en enero de 1828 el primer periódico de la
ciudad titulado El Eco del Azuay. En sus 26 números, el franciscano
defendió la libertad de prensa y trató temas sobre política, filosofía
y ciencias naturales (Albornoz, 1966). Varios de sus artículos se re-
imprimieron en otras ciudades de la región, como Bogotá, Cartagena
y Lima (Cárdenas, 1996).
Tal como señala María Cristina Cárdenas (1999), desde sus inicios
la prensa periódica se consolidó como un sistema de pedagogía social.
De hecho, a través de la prensa se publicitó el agitado debate político e
ideológico sobre la organización del Estado y su relación con la Iglesia
luego de la Independencia. Se discutían igualmente temas sobre los
distintos roles sociales, la educación y la condición de la mujer.
A lo largo de su vida, Vicente Solano editó y escribió una serie de
periódicos; entre ellos se destacan El Telescopio (1829), La Alforja
(1829) y La Escoba (1854-1858) (Arboleda, 1909). Todos estos pe-
riódicos servían de tribuna para sus encarnizadas polémicas con
personajes de la época. Por ejemplo, en 1835, desde «El Semanario
Eclesiástico» luchó contra el decreto de exclusión de los sacerdotes en
la convocatoria de elecciones para Diputados a la Asamblea Constitu-
yente. Este periódico fue expresamente publicado para contradecir al
diario El Ecuatoriano del Guayas que apoyaba esta normativa liberal.
De igual forma, uno de los objetivos de La Escoba era «barrer las
inmundicias de «La Libertad”.6 Este oficio es de humildad; y así pue-

6. La Libertad era un periódico impreso en Quito con el que Solano tuvo una polémica
sobre la libertad de prensa, y sobre el papel de los sacerdotes en la República. Los
114 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

de barrer el sabio, el rico, el grande, etc., sin degradarse» (Borrero,


1892:36). En este diario publicó además artículos científicos sobre
entomología, botánica, geología y meteorología.
En 1828 Solano escribe el primer libro que fue impreso en Cuenca;
una de sus obras más discutidas y que le acarreó tremendos proble-
mas: La Predestinación y Reprobación de los Hombres, Según el Sentido
Genuino de las Escrituras y la Razón. En esta obra, Solano trata de la
perversión absoluta del hombre a partir del pecado original y de la
salvación. Su libro coincidió con un largo debate iniciado en la Iglesia
colonial sobre el libre albedrío y el ánimo moderno de la seculariza-
ción. Por esta razón, la Santa Sede condenó su obra y la puso en el
índice de libros prohibidos en 1857 (Cárdenas, 1996).
La motivación principal para la publicación de este libro nace de
su indignación frente a que «con la libertad de imprenta y comercio,
se introducían libros impíos, los cuales andaban en manos de todos,
que muy pocos tomaban la pluma para sostener las verdades de la
relijion» (Solano, 1828b: 3-4). De igual manera, siempre teme la des-
nudez y la crítica despiadada que experimenta el autor, pues a pesar
de haber escrito y pensado la idea central de ese folleto «jamás pensé
manifestarlo a nadie, porque bien conocía lo que han padecido los
autores» (Solano, 1828b: 3).
La vida de Solano da un giro en 1835, durante el mandato de Vicen-
te Rocafuerte. Solano afronta problemas políticos y es desterrado al
Perú. Regresa algunos meses más tarde y acepta una posición educati-
va en Loja, al sur de Cuenca, desde donde realiza varias expediciones
científicas y también inicia un ciclo de fuertes polémicas a través
de la prensa con el Coronel Francisco Eugenio Tamariz (1836-1843),
con el Dr. Salvador Jiménez, Obispo de Popayán (1839-1840), con
Antonio José de Irisarri (1840-1845) y con el Dr. Mariano Veintimilla
(1846-1849). Además, en 1846 polemizó sobre la Constitución de 1843
en lo referente a religión y en 1847 defendió a los jesuitas y atacó
a los congresistas encargados de los asuntos religiosos. En 1848 se
dedicó a la polémica con «Unos jóvenes periodistas de La Libertad»
y el siguiente año examinó la política religiosa de los ministros y el
Congreso Nacional.

editores de dicho periódico eran los jóvenes periodistas Francisco Montalvo, Julio
Zaldumbide y José Modesto Espinoza (Cárdenas, 1996).
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 115

El estilo de las polémicas en que se veía involucrado Vicente Solano


se caracteriza por los epítetos e insultos astutos y creativos. Así, los
títulos de los folletos de las polémicas con Irisarri o con Tamariz inclu-
yen apodos e insultos como Padre Patisucio, Antonio Naldo o nalgas,
Fray Gargajo, Dr. Chusquito, Fray Gerundio Zampatortas, soplamocos
literario (Pérez Pimentel, 1987). Dentro de este estilo lleno de humor
pero a la vez muy hiriente, el fraile franciscano utiliza a las ciencias
naturales como uno de sus repertorios de burla. De esta manera, hace
uso de las clasificaciones naturalistas para llamarles animales a los
editores de La Libertad:

Es lástima que estos animalitos de nueva especie, que no se hallan ni


en la clasificación de Linneo, ni en la de Cuvier, ni en la de Blainville,
etc., quieran morir tan breve (Solano, 1996: 338).

La sátira de la relación entre liberales y ciencia que aparece en su


texto Nuevas maneras de progresar también es una manera burlesca
de, a través de su conocimiento de historia natural y sus prácticas,
pintar de tontos y cómodos a los progresistas (Solano, 1852).

P olémica relación entre E stado e I glesia

A partir de la Independencia indiana de España, la Iglesia fortaleció su


presencia dentro del ámbito público americano expandiéndose a espa-
cios educativos, políticos y económicos. De esta forma, su creciente
fuerza económica le permitió una presencia permanente y determi-
nante en la vida política de las nuevas naciones latinoamericanas. De
ahí que la cuestión religiosa se convirtiera en el eje que diferenciaría
tendencias tradicionalistas de tendencias modernizadoras incluso
hasta principios del siglo xx (Cárdenas, 2011).
Ayala Mora (2011) identifica cuatro problemas centrales de jerar-
quía y relación entre Iglesia y Estado en el siglo xix: la confesionalidad
del Estado, la participación del clero en la política, el control estatal
sobre las autoridades eclesiásticas nacionales y el acceso estatal a los
bienes y diezmos de la Iglesia. Estos dos últimos problemas existieron
en la época colonial., y los Estados europeos, a partir del siglo xv, recla-
maron a Roma una serie de derechos a la administración eclesiástica.
116 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

Mientras los príncipes alemanes rompieron con el Vaticano durante


estos conflictos, otros Estados, como la monarquía católica española,
lo resolvieron a través de la figura del patronato. Esto consistía en
que el Rey de España se comprometía a defender la religión católica,
protegerla, impulsar las misiones evangelizadoras y encabezar la
reconquista y a cambio recibía el título de Patrono que le autorizaba
a nombrar a las autoridades eclesiásticas y a cobrar los diezmos
en todos sus territorios, incluida América.7 Luego, a partir del siglo
xviii, con las reformas borbónicas y la presencia de Bonaparte, este
acuerdo se modificó debido a un comienzo de secularización donde
la Iglesia y el Estado no estaban ya tan imbricados como antes. Con
los cambios provocados con la Independencia, en 1824, el Congreso
grancolombiano retomó la figura del patronato aludiendo que era he-
redero de la soberanía de los reyes de España. Mientras el clero aceptó
esta interpretación, pues le resultaba más conveniente negociar con
un Estado débil que con Roma, el Vaticano la rechazó apuntando que
una autoridad electiva con soberanía en la nación no era equivalente
a una dinastía con soberanía divina (Ayala, 2011: 191).
Vicente Solano participa en estas disputas defendiendo la inmunidad
del clero, la no intervención del Estado en asuntos de la Iglesia y de las
órdenes religiosas, y protegiendo la propiedad y los ingresos eclesiásticos
de la apropiación estatal. Así, sus principales polémicas están inscritas en
estos temas. Con el Dr. Salvador Jiménez, Obispo de Popayán y Antonio
José de Irisarri discutió sobre la intervención del Estado de la Nueva
Granada, con la autorización del obispo, en los conventos de Pasto. Con
los editores del periódico La Libertad de Quito y con el Congreso de
Flores condenó la exclusión de los sacerdotes en las elecciones para la
Asamblea Constituyente. Defendió los bienes de la Iglesia en varias de
sus obras. Por ejemplo, en Nuevo método de progresar hace una sátira
sobre la inutilidad del estudio de la mineralogía la cual implica trabajo
y esfuerzo para conseguir minerales preciosos. A diferencia de eso, los
autodenominados progresistas tienen otros métodos para enriquecerse:

Apoderaos, compatriotas de mi alma, de los bienes de los clérigos, de


los frailes, de las monjas, i también de algunos seculares, i tendréis
plata, oro, piedras preciosas, sin romperos la cabeza con esa minera-

7. El patronato sobre las Indias fue concedido por el Papa Julio II en 1508 al Rey de España.
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 117

logía, que nada vale, cuando hai buenas uñas. ¿Entendió una palabra
de mineralogía Enrique 8º? No; i sin embargo, en un momentico fué
ricazo con los bienes de la iglesia. Ved aquí el progreso económico:
dedicaos a él, i sereis ricos (Solano, 1852: 15).

S olano : un naturalista polémico

Solano se dedicó al estudio de las ciencias naturales y vinculó esta pa-


sión a sus otras preocupaciones políticas. En lo relativo a sus propias
investigaciones, publicó varios estudios de Historia Natural., princi-
palmente de botánica. Prefirió sobre todo el estudio de las plantas,
pues, según sus argumentos, esta es la disciplina más accesible al
aficionado, a diferencia de la zoología y la geología que requieren de
conocimientos químicos y de equipos más sofisticados (Solano, 1996:
279). Admiraba a Linneo y a Humboldt, y discutió y corrigió los tra-
bajos del Padre Velasco y de Francisco José de Caldas. Solano escribe
sobre las ciencias naturales tanto en sus publicaciones periódicas,
como en diferentes folletos. Cuando fue rector del Colegio de Loja
hizo varias expediciones en los alrededores de la ciudad; fruto de las
cuales son sus dos libros científicos sobre la flora, fauna y mineralogía
de esta región.8 A pesar de su pasión por la historia natural., no logra
trascender en este campo, según él, por el tiempo que debe emplear a
la defensa de la religión y de la disciplina eclesiástica de los ataques
de «una multitud de charlatanes» (Albornoz, 1966: 13).
Estos escritos científicos no están exentos de polémica. Su activi-
dad naturalista y literaria está motivada tanto por corroborar a los
científicos que admira, como por enmendar y corregir a aquellos en
los que encuentra falencias. No solo discute con otros científicos sobre
la historia natural., sino que también defiende su patria de ciertas
observaciones sociológicas e historiográficas de los viajeros. Admira
a Humboldt sobre otros científicos, tanto por su capacidad científica
como por su respeto a la religión y a los países que visitó: «Si como
sabio es apreciable, lo es también como viajero. ¡Con qué moderación
no habla de los usos y costumbre de los americanos!» (Solano, 1892:
266). Así, en su ataque a los editores del periódico La Libertad, pone

8. En 1848 publica su Primer viaje a Loja, y en 1849, su Segundo Viaje a Loja.


118 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

a Humboldt como un modelo a seguir para los jóvenes escritores del


Ecuador:

Supongamos que Humboldt se hubiese colocado en su patria para


defender los errores de Calvino o atacar a los ministros calvinistas:
¿qué habría sido de este grande hombre? Habría quedado su nombre
en la obscuridad; no habría ilustrado su patria con sus viajes y con
sus descubrimientos (Solano, 1996: 328).

En otro trabajo, Solano parece sentirse frustrado por no seguir


este consejo que da a sus compatriotas progresistas. A pesar de su
interés por las ciencias naturales, en particular la botánica, el fraile
franciscano siente que no ha aportado nada original a las ciencias de
su patria por tener que dedicarse a la defensa de la religión y la Igle-
sia. Luego de culpar a los charlatanes de distraerle, Solano concluye
«sin esto, tal vez habría hecho algún progreso y servido útilmente
a su patria» (Albornoz, 1966: 13). Fray Solano se compara con otros
intelectuales que perdieron su tiempo en las luchas intrascendentes
con sus enemigos: «No hay hombre que se dedique a las ciencias con
ardor, que no tenga su mula o mulas». Esta alusión a la mula parte
de una reflexión en torno al suceso de una mula que se comió una
muestra de una «especie de bromelia, muy bonita» que recogió en
una de sus herborizaciones.
En sus viajes a Loja discute y corrige varias veces al padre Velasco.
Incluso, Solano llega a decir: «Tengo algunos materiales de historia
natural; tanto que algunas veces me ha venido la tentación de escribir
una obrilla con el título Adiciones y correcciones a la Historia natural
del Padre Velasco; porque en verdad, este escritor, en la parte botánica
y zoológica, no guarda ninguna clasificación científica. Más no por
esto se crea que le desprecio» (Solano, 1996:299).
En 1789, el padre Velasco había terminado su Historia del Reino
de Quito en la América Meridional; la primera obra histórica del país
en la que se dedicó un tomo a la Historia Natural. Este tomo inicia
con un capítulo denominado «Situación, estructura material., clima,
montes, ríos, etc.», y continúa con secciones donde se describen los
reinos mineral., vegetal y racional. En estos reinos, cada elemento está
identificado por su nombre vernáculo e incluido dentro de un orden
o clase y se acompaña de una breve exposición con la noticia de sus
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 119

características y usos. Es un compendio de los recursos naturales del


país que deben ser aprovechados. Se incluyen también algunos párrafos
de literatura fantástica, que es considerada como una importante
fuente para el conocimiento de la historia de la diversidad en la época
colonial. Velasco no siguió las normas de la taxonomía científica, por
lo que fue muy criticado y marginado, pero hay que considerar que
lo que pretendía era reivindicar la naturaleza americana y el lugar del
hombre americano en el concierto universal y así hacer frente a la
arremetida antiamericana de varios científicos y filósofos de la época
(Estrella 1993: 46).
El estilo polemista de Vicente Solano se destaca porque, además
de entrar en controversia sobre distintos temas que le preocupan, sus
escritos son conversaciones y discusiones directas con los autores de
las ideas que combate. Por ejemplo, no solamente intenta describir
plantas y sus usos, sino que busca enmendar a Velasco y Caldas. Así,
como antes avanzamos, se ve tentado a escribir «una obrilla con el
título Adiciones y correcciones a la Historia natural del Padre Velasco»
y no una «nueva historia Natural del Ecuador» (Solano, 1996:299).
Cuando trata sobre Francisco José de Caldas en su Revista de Algunos
Hombres Célebres de Nuestro Siglo (Solano, 1892:267), Solano debate
con un elogio que hace de él un Sr. Acosta diciendo que «aunque el
autor se esfuerza en poner á Caldas en su verdadero punto de vista,
no siempre lo hace con una crítica sabia. Muchas veces no hace sino
copiar los aciertos y las equivocaciones de Caldas, creyendo que este
es un modelo acabado en los conocimientos que poseía». Así, sobre
Caldas no destaca ningún mérito más allá de los reconocimientos
de los eminentes Humboldt y Willdenow, y más bien se centra en
corregir sus errores en cuanto a la clasificación del tubérculo melloco
y en criticar el simplismo de las observaciones sobre la velocidad del
sonido «que no habrían podido verificarse» (Solano, 1892: 268).
Además, las discusiones con estos autores motivan las excursiones
y escritos de Solano. Por ejemplo, al referirse a una nueva planta des-
crita por Caldas de la cual se han perdido los dibujos y las muestras
botánicas, Solano considera que él es el único que puede encontrar
una solución al problema y decide expresamente dedicarse a «verificar
la noticia de Caldas» (Solano, 1892: 270). Finalmente, concluye que
se trata del Podocarpus densifolia de Humboldt y que «a Caldas debió
parecerle una planta nueva, porque aunque L’Héritier había estable-
120 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

cido el género Podocarpus», la publicación de Humboldt y Willdenow


es posterior. Incluso, esta polémica botánica va más allá de la disputa
con Caldas y engloba al canónigo Córdova, admirado por Caldas como
el único ilustrado de Cuenca, puesto que Solano (1892: 270) concluye:
«la Cordovea prolífica es indudablemente el Podocarpus densifolia; y
la dedicación al canónigo Córdova no puede subsistir».
En el plano positivo, la lectura de los libros de Humboldt también
motiva sus excursiones. Así, al leer sobre una nueva especie de aralia
descrita por este sabio, el fraile franciscano dice que «por cerciorarme
fui a buscarla en el sitio donde crece; y en efecto, la encontré» (Solano,
1892: 266).
Además de conversar en sus escritos con estos ilustres científicos
y motivar su actividad naturalista, estos hombres de ciencia conviven
de cierta manera con Solano:

Cada vez que encuentro una planta en algún lugar designado por él,
me viene á la imaginación su presencia: ¡aquí estuvo Humboldt! digo
para mí solo, cuando voy en compañía de otros (Solano, 1892: 266).

Incluso esta presencia de Humboldt se vuelve sincrónica, puesto


que Solano confiesa que las plantas descritas por este naturalista
famoso le excitaron las siguientes reflexiones:

Aquí estuvieron Humboldt y Bonpland. ¿Cuál será la planta que les


sirvió de modelo para sus descripciones? ¿O serán otras las que
existen ahora? ¡Qué conversación tan amable no tendría yo con estos
sabios en esta soledad sobre las plantas y sobre otras materias! Con-
fuso con estas ideas, daba vueltas en aquel recinto de aralias, y me
parecía que en toda aquella colina circulaban los manes de Bonpland
y las sombras de Humboldt: esto me causó tal consternación, que
me apresuré á salir de aquel lugar, corriendo á rienda suelta, hasta
que pudo distraerme en bastante espacio el encuentro de un amigo
(Solano, 1892: 266).

Esta presencia fantasmagórica de Humboldt y su compañero de


viaje demuestra el diálogo permanente que existe en las ciencias
donde se discute, construye, investiga para corroborar o desmentir
lo que otros científicos afirmaron. Solano concluye su artículo sobre
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 121

Humboldt justamente con esta idea de la inmortalidad del científico:


«los sabios, ó no deben nacer, ó no deben morir. Para consuelo de las
ciencias, vive todavía Humboldt» (Solano, 1892: 266), solo le falta
decir «en las aralias de Verdeloma que recolectó y describió». La
convivencia con los autores que admira es, para Fray Solano, como la
vida con los hijos, puesto que confiesa en víspera de su muerte «siento
separarme de estos maestros y amigos que han hecho los placeres de
mi vida» (Borrero, 1892: 90).
Con los naturalistas contemporáneos también tuvo sus desencuen-
tros. Por ejemplo, William Jameson, eminente botánico residente en
Quito que se correspondía con William Hooker de los Reales Jardines
Botánicos de Kew9 en Inglaterra, buscó la amistad de Solano y fue a
Cuenca a entrevistarlo. Sin embargo, el «entendimiento no fue cor-
dial», según Albornoz (1966: 265), puesto que en una carta del fraile
azuayo dice con sorna del escocés «tiene fama de sabio, y así será».

El progreso según S olano : ciencia y religión

La dualidad de Vicente Solano, el científico y el religioso, está presente


en casi todos sus escritos. Utiliza argumentos teológicos y científicos
para sostener sus argumentos políticos. Así, en las obras científicas
como su Primer viaje a Loja (Solano, 1996 [1848]), dedica un cuarto
del texto a analizar el discurso político y religioso del español Manuel
de Godoy (1767-1851) en sus Memorias (Godoy, 1836-1842). Estas
páginas parecen estar desarticuladas del resto de su Viaje si no es
porque fue en Loja donde leyó la obra que comenta. Al revés, en su
texto político en defensa de los jesuitas, que analizamos más adelante,
inicia haciendo un recuento de su expedición en búsqueda del árbol
de la Cinchona y, después de página y media anuncia el porqué de
este folleto político: defender a los jesuitas y defenderse en contra de
insultos de anónimos que le incitan a defender a esta orden religiosa.10
En este caso, utiliza sus expediciones y preocupaciones naturalistas

9. Véase Sevilla y Sevilla, 2013.


10. En su texto Nuevo método de progresar responde a los panfletos en su contra dentro de
la polémica alrededor del regreso de los jesuitas luego de la expulsión de esta orden
religiosa por el gobierno liberal de la Nueva Granada en 1852.
122 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

como una actividad que merece respeto y admiración. Luego de hacer


una descripción de su excursión botánica en búsqueda de la Cinchona
de flor morada y conversando con Caldas, Linneo, Mutis y Humboldt,
más bien digno de un artículo llamado Viaje a Paute que de una de-
fensa de los jesuitas expulsados de la Nueva Granada, afirma:

He aquí una ocupación, si no me engaño, digna de un progresista. Pa-


rece que un hombre, empleando su vida en semejantes tareas, si no
merece elogios, al menos debe concedérsele alguna indulgencia. Pero
no sucede así entre nosotros. Apenas me hé restituido a la ciudad,
después de tres meses de ausencia, cuando me han entregado un
paquetón de impresos contra los jesuitas i con insultos manuscritos
contra mí (Solano, 1852: 2).

El recurrir a la figura del naturalista tiene dos objetivos claros


dentro de este folleto. Por un lado, darle autoridad a su autor, pues
además de ser religioso y hombre de letras, tiene la disciplina, curio-
sidad, erudición y racionalidad del científico. Por otro lado, desarma a
sus contrincantes liberales argumentando que este fraile franciscano,
al igual que varios jesuitas, merecen más el nombre de «progresitas»
que los liberales que se autodenominan así. De esta manera, se iden-
tifica con los valores del siglo xix a favor del progreso y el valor útil
y moral de las ciencias, valores que normalmente están asociados al
liberalismo.
Incluso, los escritos teológicos de Solano, como La predestinación
y Reprobación de los Hombres (1828) y su Análisis del catolicismo,
incluyen secciones de geología y observaciones locales de historia
natural (Albornoz, 1966). Cuando explica el valor de su primera obra y
se defiende de la censura impuesta por el Fiscal José Chica, llamándola
tonta e infundada, pues «Quizá seria menos reprensible, si hubiese
contraído su censura para decir que son absurdas mis conjeturas
sobre el flujo y reflujo del mar, la elevación de los montes antes del
diluvio, el orijen de la lluvia, etc; pero estas cosas no tocan al resorte
del jenio teolojico de nuestro Dr.» (Solano, 1828b).
Las ciencias naturales son, para Fray Solano, vías para el progreso
material y espiritual siempre que vayan de la mano de la religión cató-
lica. El padre Solano defiende a los jesuitas al dar la vuelta la ecuación
entre progreso y jesuitas. Así, dice que «La prensa de los Estados
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 123

Unidos», al felicitar la expulsión neogranadina de los jesuitas como


un «paso que abre una nueva era de ilustración», es contradictoria o
antipatriótica, puesto que «los jesuitas en los Estados Unidos viven
estimados, i en paz; i el tonto escritor creerá que su patria es menos
ilustrada que la Nueva Granada» (Solano, 1852: 10).
La tercera parte de este texto es una sátira donde los que dicen
llamarse progresistas aparecen como enemigos de las ciencias. Sola-
no usa un estilo cínico para aconsejar a los liberales que dicen ser
progresistas para que no participen en las ciencias. A lo largo de su
discurso, los liberales son tachados de vagos, cómodos, oportunistas
y sin curiosidad sobre el funcionamiento del mundo. Así, Solano da
la vuelta a la ecuación donde el liberalismo se pinta como el terreno
de la ciencia y del progreso a través de ella, y más bien propone al
conservadurismo como el que, a través de conjunción de ciencia y re-
ligión, llevaría al verdadero progreso. Así, para este pensador católico:

La razón y la fe son inseparables. Dios ha dado la razón para cono-


cer la fe; y la fe para dirigir la razón. De ambas se puede decir lo
que Jesucristo dijo del matrimonio: Quos Deus conjunxit, homo non
separet (Solano, 1996: 241, 244, 247).

Para defender la tesis de que la civilización y la ciencia solo vienen


de la mano de la religión, Vicente Solano intenta demostrar con varios
ejemplos que «con el Cristianismo ha venido ese progreso en todas
las ciencias y las artes; por manera que, si recorréis la historia, no
hallaréis los descubrimientos más asombrosos sino entre los adora-
dores de Cristo» (Solano en Borrero, 1892: 58). En este texto, incluso
trata de disminuir los logros de científicos protestantes nombrándo-
los discípulos de los católicos o contagiados del espíritu civilizador
simplemente por la proximidad a Roma.
Por el contrario, para Solano, la ciencia sin religión solo lleva a
la corrupción y a la inmoralidad, como denuncia en su Bosquejo de
la Europa y la América en el novecientos (1839). En sus Máximas,
sentencias y pensamientos (1996 [1846]:244) pone una vez más a la
religión sobre la ciencia al referirse a:

Las mariposas nocturnas llamadas falenas, huyen de la luz del sol


y buscan la llama de una vela, en que mueren. Así algunos hombres
124 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

aborrecen la brillante luz de la religión y pierden su vida entre las


débiles luces de la ciencia humana.

Esta misma idea aparece en el texto La libertad incomprensible


(Solano, 1996) dentro de la polémica con los editores del periódico La
Libertad. Así, antes de responder al artículo en su contra del número
17 de La Libertad, Solano hace una pequeña argumentación en contra
de la libertad de escribir cuando esta es ilimitada. Sus argumentos
conducen a decir que el progreso sin moral (católica) es un sinsentido:

Ni vale objetar que vamos progresando; porque este progreso de


cangrejo es en todos los ramos un verdadero retroceso. Y si no, ¿en
qué hemos progresado? ¿En la literatura? Muéstreseme una obra
capaz de desmentirme. ¿En las ciencias? Los periódicos que son los
órganos de las ciencias, de las artes, de la literatura, no se ocupan
en otra cosa sino en ataques contra los clérigos, contra los frailes,
contra los derechos parroquiales, etc., etc. ¿Cuál es el periódico que
publica un artículo original sobre las ciencias y las artes? ¡Qué digo
original! Pero ni aun tomando los periódicos extranjeros, porque
las columnas de nuestros periódicos son capaces de abrazar estas
materias, por emplearse en los objetos citados (Solano, 1996: 326).

Enseguida, cita una fábula de su enemigo Irisarri donde se critica


el progreso como moda y como antinatural: «¿Por qué permites, Dios,
que haya progreso, en todo lo que no hay seso?» (Solano, 1996: 327).
Nuevamente, la solución de Solano es decir sí al progreso pero con
religión:

El hombre ama naturalmente el progreso, porque aspira a la per-


fección; pero esta encuentra obstáculos cuando las pasiones son
desordenadas. El progreso también llega a ser una pasión desenfre-
nada que arrostra lo más respetable entre los hombres, y aún lo más
sagrado. En este caso hay retroceso. (...) El prurito de progresar por la
incredulidad conduce a la nulidad de las ciencias (Solano, 1996: 327).

Así, pone como malos ejemplos a Rousseau y Voltaire, pues no


eran buenos científicos y eran anticlericales: «Si los corifeos no han
progresado en las ciencias, ¿podrán progresar sus secuaces? —De
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 125

ninguna manera» (Solano, 1996: 328). En cambio, Newton y Humboldt


son ejemplos a seguir, puesto que ambos dedicaron su tiempo, sus
escritos y sus genios al estudio de la naturaleza en vez de combatir
a la religión.
A la vez que las ciencias son perniciosas si no van acompañadas
de la moral católica, las ciencias naturales son indispensables para
la obra de la Iglesia según el criterio del padre Solano. Primero, es
necesaria para la evangelización y la defensa de la religión católica:

Mientras los defensores de la Religión no reúnan la bella literatura


y las ciencias naturales a la Teología, es tiempo perdido el que se
emplee en escribir fárragos para persuadir a los incrédulos (Solano
en Borrero, 1892: 8).

La ciencia también es útil para los religiosos en el plano material.,


pues es la fuente de la medicina, permite la «inteligencia de los vege-
tales bíblicos», y, quien mejor que un cura de montaña para «estudiar
las virtudes de las plantas con la comodidad que no la tiene un viajero
o un sabio en su gabinete» (Solano, 1996:280-281).
Por otro lado, la religión pone los límites a la ciencia. En varios de
sus textos, Solano se refiere a la corrupción que viene de la mano de
la propagación de impresos inmorales, como las de los filósofos anti-
clericales o liberales que llama sofistas. En todos sus escritos advierte
sobre la abundancia de estos escritos y la necesidad de combatirlos
y de producir verdadera ciencia, ciencia que armonice con las bases
de la religión católica. Así, por ejemplo, habla de su admiración por
el filósofo y matemático Leibnitz:

este sabio, que llevaba delante todas las ciencias, según la expresión
de Fontenelle, y leía todos los libros; porque en todos ellos, decía,
encontraba algo que aprender. Se supone que hablaba de libros úti-
les, que no contengan errores contra la moral y la Religión; porque
los libros son como las drogas, que unas son saludables y otras dan
la muerte (Solano, 1996: 299).

El fraile cuencano reflexiona igualmente sobre la calidad de la edu-


cación como vía crítica hacia el progreso de la nación. Considera que el
sistema educativo privilegia de manera equivocada la moral filosófica
126 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

(liberal) por encima de la ética religiosa. En su opinión, la educación


debería centrarse fundamentalmente en dos pilares: la moral católica
y las ciencias naturales. Solano está en contra de la multiplicación de
teólogos, médicos y abogados que en esos tiempos salen de la Univer-
sidad y que no pueden aportar a los problemas materiales del Ecuador.
María Cristina Cárdenas (2011: 92) afirma que esta crítica de Solano
no estaba exenta de carga política. El estudio de la historia natural era
visto como un medio de control social. Siguiendo el funcionalismo de
Georges Cuvier, Fray Solano asegura «el estudio de la historia natural
sofoca las pasiones; y véase por qué en los pueblos donde no la hay, se
hallan en sumo grado la ambición, las revoluciones, las enemistades,
[...]» (Solano, 1958: 136, en Cárdenas, 2011: 92)
Solano rechazaba la práctica de la gimnasia como parte de la edu-
cación general estimada como necesaria únicamente en los pueblos
bárbaros para diferenciarse de los animales. La observación atenta
de la naturaleza bastaba como actividad que beneficia tanto la salud
como el cultivo del intelecto (Cárdenas, 2011).
A partir del siglo xvii, se comienza a replantear la formación hu-
manista por una relación más directa entre conocimiento y trabajo
en el ámbito de la universidad. Esta tendencia se reforzaría durante
la revolución industrial. En el Ecuador republicano, fueron los con-
servadores como Vicente Solano, Benigno Malo Valdivieso (Cuenca,
1807-1870) y Gabriel García Moreno (Guayaquil, 1821-1875), quienes
apoyaron esta visión de la educación ligada a la producción y al pro-
greso. El pensamiento de Solano fue aplicado por Malo para la región
azuaya y García Moreno en todo el territorio ecuatoriano. Las reformas
a la educación durante el periodo garciano (1860-1875) estuvieron
diseñadas para reemplazar la tradicional orientación especulativa,
apostando al oficio manual para las masas, y la ciencia para las élites
como culminación del saber (Cárdenas, 2011). Otro punto en común
entre el discurso de Fray Solano y la política de García Moreno es la
conjunción entre ciencia y religión. Así, este presidente de la Repúbli-
ca cerró la Universidad Central de Quito con la reforma universitaria
de 1869 que creó la Escuela Politécnica dirigida por los Padres de la
Compañía de Jesús.11 Varias órdenes religiosas fueron llamadas al

11. Para un análisis de las tensiones entre religión y ciencia en la Escuela Politécnica véanse
Cuvi et al. (2014).
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 127

Ecuador en esta época para encargarse de la educación básica, de las


escuelas de artes y oficios, así como de la Escuela Politécnica. En la
Constitución de 1869, se condicionaba la ciudadanía ecuatoriana a la
confesionalidad católica. Un programa de gobierno decidido a cons-
truir el estado nacional requería un reforzamiento de la educación
técnica y práctica antes que humanística. Esta estructura se anclaba
en los principios positivos de confianza en el método científico y el
énfasis en lo útil.
Al igual que Solano y García Moreno, Benigno Malo pensaba que
«junto a los letrados formados en colegios privilegiados y en las
universidades, el país requería de arquitectos, ingenieros y artesanos
capacitados» (Malo citado en Cárdenas, 2011). Vicente Rocafuerte a
pesar de ser enemigo político de Solano comparte este criterio:

¿qué me importa tener quien me cure, si a cada instante puedo


romperme una pierna en los despeñaderos de nuestros caminos o en
los agujeros de nuestras calles? Lo que deseo es no rompérmela, por
lo que cambiaría médicos con ingenieros reconociendo el interés de
un ciento por uno (Rocafuerte citado en Cárdenas, 2011:95).

Benigno Malo aplica en 1868 en la recién fundada Universidad de


Cuenca el programa de religión y ciencia propuesta por Fray Vicente
Solano como fórmula de progreso para la región azuaya. Se trataba,
en sus palabras de «colocar a igual altura el cincel de Vélez y la pluma
de Solano» (Cárdenas, 2011:96).

P atriotismo y ciencia

Solano da gran importancia a los dones naturales que ha recibido el


territorio ecuatoriano. De esa manera, refuerza la ideología nacional
con el cultivo de las ciencias naturales y así intenta rehacer el pres-
tigio histórico de su país. Es la conciencia dolorida de su nación,
menospreciada por los extranjeros venidos en misión científica por
estas tierras de América, lo que le mueve.
El ejemplo más claro es su polémica con José Francisco de Caldas,
quien después de su estancia en Ecuador durante más de tres años,
había escrito en 1804 «Viajes al sur de Quito», un manuscrito publicado
128 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

por primera vez en Semanario de la Nueva Granada, en 1849. El texto


contenía pasajes de crítica a la ignorancia de los habitantes de Cuenca,
una ciudad rica y hermosa pero desconectada de los avances del siglo:
«Las letras están en cero en esta capital. No hay nociones ligeras ni
noticias de las ciencias [...]. Un poco de mala gramática es la educación
pública que presenta Cuenca a su juventud» (Caldas, 1942: 113). Para
el neogranadino, esta aparente ausencia de las luces de la ciencia en
Cuenca se debe a las particularidades del cuencano, a quien le habla
por su apodo:

El morlaco, nacido en el seno de las tinieblas de su patria, se cree


el ser más importante del universo y mira con desprecio a cuantos
le rodean. Orgullosos, creen que todo existe para que sirva a sus
caprichos tan vanos como insensatos. La más ligera resistencia a sus
deseos, la falta más leve enciende el fuego de la discordia (Caldas,
1942: 114).

En 1851, Fray Vicente Solano publica un folleto de encendido tono


patriótico, Defensa de Cuenca, para refutar lo que consideraba un
ataque infundado de Caldas contra la ciudad y sus habitantes. No
obstante, hacía suya la reflexión del sabio naturalista sobre la excesiva
facilidad con que la universidad quiteña graduaba doctores, arruinan-
do así el debido rigor del sistema educativo.
Según Cárdenas (2011), el patriotismo es un tema muy querido
dentro del romanticismo conservador. Así, el patriotismo de Solano
utiliza la religión como factor aglutinante y de sentido y un amor a las
particularidades de la tierra natal., su naturaleza y sus paisajes. Parte
de su patriotismo se refleja en la necesidad de practicar la ciencia para
conocer y describir la naturaleza ecuatoriana. Critica la falta de origi-
nalidad en las publicaciones nacionales, y además, le preocupa que
solo sean los extranjeros los que hagan ciencia en suelo ecuatoriano.
En su Nuevo método de progresar, se burla de los «progresistas» mos-
trando que a los intelectuales liberales ecuatorianos no les interesaría
la ciencia y en su falta de patriotismo la dejan para los extranjeros:

Por lo que mira a la geografia, leed los compendios extranjeros; i esto


basta. Con respecto al Ecuador, llamad a los viajeros geógrafos para
que nos digan cuantas leguas cuadradas tiene la República […]. Todas
CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 129

estas cosas son buenas para que las averiguen ciertos ociosos, que
no teniendo que hacer en Europa, vienen a América, a medir tierras
que no son suyas, como le dijeron a Humboldt, ciertas gentes, en
cierta parte» (Solano, 1852: 13)

Además, se identificó con los jesuitas americanos expulsados como


el padre Velasco y el padre Clavijero que defendieron a América y su
naturaleza de los ataques de Buffon (Solano, 1851). De esta manera,
parecería haber una tradición de patriotismo naturalista practicado
principalmente por religiosos.
Cárdenas (2011) afirma que «buscaban asentar una ideología nacio-
nal y popular en el sentido de amor a la patria como deber sagrado y
fundamental para el progreso de la nación». En este contexto emotivo,
la noción de ciudadanía se plantea en relación a «un hombre que
mira a su patria como el mejor punto del universo», desplazando el
campo de los derechos individuales a un enfoque de elementalidad y
vitalismo (Cárdenas, 2011).

C onclusiones : crítica y polémica

El estilo polémico de los escritos de Solano es muy constante a lo largo


de su obra. Sus textos son siempre críticos, frontalmente polémicos,
llenos de ataques personales a personajes ilustres. De hecho, Solano
discute no solo con las ideas de otros sino que discute directamente
con los personajes que son los autores de dichas ideas aunque, por
ejemplo, Caldas ya está muerto cuando reimprimen en París en 1849
su polémica apreciación sobre Cuenca, y Solano le contesta con su
Defensa de Cuenca como en una disputa personal., cara a cara, con
el neogranadino. De igual forma, convive con Humboldt y Bonpland
y discute con La Condamine12 quienes estuvieron en el Ecuador un
siglo antes de cuando publica Vicente Solano.
El estilo polemista de este fraile puede estudiarse como una
versión del método científico, donde la polémica con autores y con
personalidades contemporáneas se vuelven la motivación detrás de

12. Discute con La Condamine y Caldas sobre la verdadera razón de la muerte del cirujano
Seniergues en Cuenca.
130 ELISA SEVILLA, ANA SEVILLA Y PALOMA BLANCO

los escritos polémicos y estudios científicos de Solano. Se trata de


verdaderos diálogos y discusiones con los autores y no solamente
con sus textos, ideas, descubrimientos. No busca únicamente descri-
bir nuevas especies o usos medicinales de plantas, sino que intenta
dialogar y discutir con Caldas y Velasco, por ejemplo. La figura de la
polémica surge entonces no solo como disputa, sino también como
motivación, fin, diálogo crítico. La principal motivación de Solano
es la discusión con antiguos, modernos, libros, periódicos, revistas,
contemporáneos, políticos, poetisas, etc. Por medio de la polémica y
la prensa Vicente Solano encuentra su utilidad en el mundo y sale de
su encierro de claustro. Es de esta forma que el fraile se realiza como
católico, científico y ciudadano.
En su artículo titulado Lo que yo soy, se define a sí mismo diciendo
«Yo soy la quimera de mi siglo».13 Esta frase enigmática condensaba
bien su quehacer intensamente polémico e incluso contradictorio,
ligado a las tensiones de la época entre Ilustración tardía, catolicismo
y tendencias jansenistas.
Como apunta Cárdenas (2011), el análisis de la obra de Solano nos
muestra una característica muy propia de la ciencia en el Ecuador
del siglo xix y es que va de la mano del conservadurismo más que del
liberalismo. Solano, Malo y García Moreno, así como los padres jesui-
tas alemanes de la politécnica de los años 1870, tienen una posición
común de que el verdadero progreso se da a través de un maridaje
entre ciencias naturales y religión católica. La religión pone los límites
a la razón científica, y la razón científica es prueba de la existencia y
sabiduría de Dios. Sin la religión, la ciencia se transforma en corrup-
ción, en vanidad, en la búsqueda de comodidad y placer, nada más.
Aquí contradicen a la Ilustración francesa que es vista como el ejemplo
histórico de la corrupción de la moral y de la sociedad de la mano de
una ciencia que destruye la Iglesia. De esta manera, Solano exalta a
Newton, Chateaubriand y Humboldt, y desprecia a Rousseau y Voltaire.
A gradecimientos
Las autoras agradecen la financiación del Proyecto de Investigación del 
Ministerio de Ciencia e Innovación HUM2007-65125-C02-02/Hist., y
del Proyecto Las ciencias de la vida en el Ecuador (1850-1950) con
los Fondo de Desarrollo Académico de FLACSO Ecuador, 2011-2012.  

13. El 14 de octubre de 1857, en el N.º 20 de La Escoba


CONSERVADURISMO, CIENCIA Y RELIGIÓN EN EL ECUADOR DEL SIGLO XIX… 131

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¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE
PRADO: DOS VOCACIONES DISTINTAS CONFRONTADAS POR UNOS
CUÁNTOS RESTOS FÓSILES

SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO


UNIVERSIDAD PIERRE ET MARIE CURIE, PARIS (SA). INSTITUTO
GEOLÓGICO Y MINERO, MADRID (IR)

I. Introducción

En los primeros días de 1850, un grupo de jornaleros que se encontraba


trabajando en el Tejar de las Ánimas, en el madrileño cerro de San Isidro
del Campo, informó a Mariano de la Paz Graells y Agüera (1809-1898),
entonces catedrático de zoología del Museo de Ciencias Naturales de
la capital., de un curioso hallazgo aparecido entre los aluviones que
habían conformado el montículo. Nada más tener noticia, el naturalista
se desplazó hasta allí y descubrió unos fósiles que pronto identificó
como pertenecientes a un tipo de elefante desaparecido que, según su
primera impresión, podría pertenecer a la especie Elephas primigenius.
De vuelta en su despacho, Graells comunicó el importante descubri-
miento a la Comisión de la Carta Geológica y aconsejó su extracción y
almacenamiento en el depósito que se debía constituir con las produc-
ciones naturales de la provincia (Madrid, 25 de enero de 1850; carta de
Graells al presidente de la Comisión. Todos los documentos de archivo
referidos en este artículo están custodiados en el Archivo del Museo
Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, Fondo Graells, Caja 36).
La respuesta de la Comisión no se hizo esperar. Al día siguiente,
Francisco de Luján (1795-1867), su presidente, anunció que se harían
cargo de la exhumación y pedía a Graells, vocal de la sección de zoolo-
gía, que se pusiera de acuerdo con Casiano de Prado y Vallo (1797-1866),
responsable de la de geología-paleontología, para ver de qué manera
se podía recuperar tan valioso material (Madrid, 26 de enero de 1850;
carta de Luján a Graells). En este lógico proceso de transmisión de
136 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

información, claramente datado y documentado, en el archivo del Museo


de pronto aparece una misiva, sin fecha, en la que Casiano de Prado
comunica a Graells el descubrimiento en el cerro de San Isidro de una
mandíbula inferior, con sus molares, de una variedad de Elephas pri-
migenius. Para su extracción la había envuelto con lienzos claveteados
y guarnecido por fuera con una capa de yeso, trabajo que inició a las
siete de la mañana y concluyó a las tres y media de la tarde, momento
en que la mandíbula ya se encontraba, sana y salva, en el gabinete de la
Comisión (sin fecha ni localidad; carta de Casiano de Prado a Graells).
La ausencia de fecha en esa última carta genera confusión a la hora
de atribuir el descubrimiento del yacimiento a uno de los dos vocales
de la Comisión. ¿Quién fue el primero en tener acceso a los fósiles?
¿El eco que le llegó a Graells fue el del hallazgo de Prado? O bien,
¿fue este último el que se desplazó hasta allí después del supuesto
aviso de aquel? Una información incluida en el Boletín Oficial del
Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas ayuda a despejar
dudas. En ella, el presidente de la Comisión anuncia que Prado y
Graells, de manera conjunta, han remitido información sobre unos
restos fósiles encontrados en San Isidro del Campo. Más adelante se
añade que, con fecha posterior, Prado comunicaba el hallazgo de la
mandíbula inferior del mismo animal con sus molares, un elemento de
crucial importancia a la hora de determinar la especie (Graells, 1897:
558-559). En consecuencia, parece ser que la llamada de atención la
dieron los trabajadores del Tejar, que Graells recibió la información
y, posteriormente, se la comunicó a Prado. El primero sacó a la luz
la mayor parte de los restos mientras que el segundo, más tarde, dio
con la preciada mandíbula.
Sin embargo, más allá de la cronología de los acontecimientos, la
recuperación y estudio de los restos hallados en las proximidades
del Manzanares fueron causa de un malestar entre ambos que, según
se verá, y aunque fuera de manera apagada, les rondó por la cabeza
a lo largo de sus vidas. Y precisamente eso es lo más curioso, que el
resquemor por el asunto no se encuentra reflejado en el intercambio
epistolar del momento (al menos en el que ha llegado hasta nosotros y
del que tenemos constancia), sino que aflora al final de sus respectivas
carreras. Tal vez, e independientemente de la materialidad de unos
cuantos fósiles, por conspicuos e interesantes que fueran, el problema
fuese mucho más profundo, tan profundo como la creciente rivalidad
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 137

entre dos colectivos, el de los naturalistas y el de los ingenieros, que


empezaban a consolidar su cuerpo institucional en aquel momento
clave del resurgir de la ciencia española. Además, algunas disciplinas
hoy plenamente consolidadas, como la paleontología, no habían lo-
grado aún un pleno desarrollo. En 1850, año del descubrimiento, el
ámbito de estudio de esa materia era disputado tanto por zoólogos
como por geólogos e ingenieros, como bien indica Juan Vilanova y
Piera (1821-1893), catedrático de paleontología en la Universidad
Central de Madrid, en su programa de estudios:

Precisamente en esta íntima relación que entre la Geología y la Pa-


leontología existe, se funda el carácter propio de ciencia indepen-
diente que esta tiene, pues de otra suerte considerada pudiera, como
hacen algunos, decirse que era Botánica y Zoología que trata de seres
de otros tiempos (Vilanova, 1876: 55).

II. Dos pesos pesados de la ciencia isabelina ...

Casiano de Prado y Vallo (Figura 1) es un personaje crucial en la


historia de la ciencia de la España ochocentista por el avance que
imprimió a la investigación geológica en el país. Nació en Santiago de
Compostela, en el seno de una familia muy vinculada a las bellas artes,
si bien él manifestó muy pronto su vocación naturalista, a la vez que
defendió desde muy joven sus convicciones políticas liberales que,
como veremos, marcaron para siempre su vida. En 1828 se trasladó a
Madrid, quizá para alejarse del estigma político adquirido en su tierra
natal., con la intención de emprender estudios de Arquitectura. Pero
una vez matriculado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando,
y tras cursar química docimástica entre 1828 y 1829, decide cambiar
sus estudios por los de ingeniería de minas, titulación que logra en
1834 en la Escuela de Almadén (Ciudad Real).
Durante el primer tercio del siglo xix tiene lugar la reorganización
de la enseñanza de la minería en España y la institucionalización de
este ramo de la ingeniería civil. Sus antecedentes hay que buscarlos en
el establecimiento minero de Almadén, que protagonizó una intensa
actividad técnica y formativa durante el siglo xviii; en este segundo
aspecto hay que destacar la creación de la Academia de Minas en 1777,
germen de los estudios de ingeniería de minas en nuestro país (Man-
silla y Sumozas García-Pardo, 2007). En 1825 y gracias a la propuesta
138 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

Figura 1. Xilografía que reproduce el retrato de Casiano de Prado (1797-


1866), aparecida en El Museo Universal (1866).

hecha al Gobierno por Fausto Elhuyar (1755-1833), la primera Ley de


Minas inicia el fomento de esta ingeniería y la reorganización de sus
estudios, que se materializó en 1826 con la nueva Dirección General
de Minas y en 1833 con la creación del Cuerpo de Ingenieros de Minas.
En 1835 los estudios de minería se trasladaron de Almadén a Ma-
drid y en ese marco es donde se desarrolló la vida académica de Prado
quien, tras finalizar su formación en Almadén en 1834, ingresó en el
recién creado Cuerpo de Ingenieros de Minas. Pronto fue nombrado
inspector del distrito minero de Aragón y Cataluña, cargo que ejerció
entre 1835 y 1840. Represaliado aparentemente por su ideología polí-
tica durante la primera guerra carlista, fue trasladado a la inspección
del distrito de La Mancha, con el cargo de director de las minas de
mercurio de Almadén. Allí desarrolló una intensa labor científica y de
gestión, en la que quizás fuera la etapa que más le marcó en su vida
profesional. Sin embargo, dos años después de su nombramiento fue
separado del cargo por su adhesión a las ideas liberal-progresistas
del general Espartero, Duque de la Victoria (1793-1879).
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 139

Es entonces cuando Rafael Cavanillas (1778-1853), director ge-


neral de Minas y enfrentado por sus ideas reaccionarias a Prado y a
otros ingenieros liberales, como Lorenzo Gómez Pardo (1801-1847)
o Guillermo Schulz (1805-1877) (Vitar, 2010), aprovechó su posición
de superioridad administrativa para promover la instrucción de tres
expedientes en los que se imputaron a Prado faltas graves en el des-
empeño de su labor. Concretamente, el descenso en la producción de
mercurio, el retraso en el avance en profundidad de varias partes de
la mina, y el mal estado de conservación de la madera de las fortifi-
caciones. Ante acusaciones tan falsas como injuriosas, Prado acabó
renunciando a su plaza en el Cuerpo de Minas en 1844. No dejó, sin
embargo, de defender su inocencia durante el resto de su vida, aunque
los expedientes en su contra nunca se resolvieron ni tampoco se
benefició de reparación pública por las graves acusaciones de las que
fue víctima (Gutiérrez-Marco y Rábano, 2011). A partir de entonces,
Prado comenzó una nueva etapa vital en el ámbito de la iniciativa
privada. Contratado por la Sociedad Palentino-Leonesa, que explotaba
los yacimientos de carbón en la cuenca de Sabero (León), aprovechó
la oportunidad para proseguir sus investigaciones geológicas en la
zona, realizando un intenso estudio científico del paleozoico, de gran
impacto y reconocimiento internacional (González Fabre, 2004).
En junio de 1848 pide el reingreso en el Cuerpo de Ingenieros de
Minas y, en 1849, se incorpora como vocal a la recién creada «Comi-
sión para formar la carta geológica del terreno de Madrid, y reunir
y coordinar los datos para la general del Reino», en la que coincide
con Mariano de la Paz Graells. A ella dedicó el resto de su vida, desa-
rrollando una encomiable labor de investigación geológica, minera,
paleontológica e hidrogeológica. Además, Prado es reconocido tam-
bién como pionero del alpinismo nacional (Truyols Santonja, 2007),
así como precursor de las investigaciones prehistóricas en nuestro
país. El descubrimiento que hizo, el 30 de abril de 1862, de un útil de
sílex en el Cerro de San Isidro de Madrid, junto a sus colegas franceses
Edouard de Verneuil (1805-1873) y Louis Lartet (1840-1899), marca el
inicio de los estudios prehistóricos en España, si bien Prado ya venía
realizando hallazgos similares desde 1850, como veremos más tarde,
aunque no se percató de su importancia hasta su identificación como
tal por los autores franceses (Prado, 1864). Fallece en Madrid, en 1866,
en pleno ejercicio de su quehacer profesional.
140 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

Figura 2. Fotografía-retrato de Mariano de la Paz Graells (1809-1898).


Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, fondo iconográfico.

Por su parte, Mariano de la Paz


Graells y Agüera (Figura 2) es, sin
duda, el máximo representante de
la ciencia isabelina en el ámbito
de las ciencias naturales. Su om-
nipresencia en las instituciones
científicas, su intensa actividad
política y su privilegiada situa-
ción ante la Corona, le convierten
en el último científico cortesano
español (Cervantes, 2009). De su
notable influencia dan fe los in-
numerables títulos y honores que
acumuló a lo largo de su vida. Hijo
de padre médico, Graells, nacido
un poco por casualidad en el pue-
blo riojano de Tricio, desarrolló la
primera parte de su vida y su formación académica enteramente en
Barcelona. Estudió medicina en el Real Colegio de Medicina y Cirugía
de la capital catalana, ciudad en la que ejerció hasta que fue nombra-
do director de los baños termales de Puda, en Esparraguera. Pese a
todo, su gran pasión siempre fue la historia natural., inclinación que
pudo encauzar en las clases gratuitas impartidas en la Real Junta de
Comercio del Principado de Cataluña (Aragón, 2005: 65-69).
Un establecimiento clave en el despegue de la carrera científica de
Graells fue la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, fundada
en 1764, de la que formó parte desde 1835. En ella se hizo cargo
de la cátedra de entomología y también se ocupó de la enseñanza
de la taxidermia. En 1837 se instala en Madrid, donde acababa de
ser nombrado profesor interino de zoología del Museo de Ciencias
Naturales. El nombramiento se lo debe a Mariano Lagasca (1776-1839),
eminente botánico e íntimo amigo de su padre, una designación a
dedo que no fue del agrado del resto de los profesores. Pese a todo, y
debido a su valía personal., la Junta del centro accedió finalmente a
otorgarle la cátedra en propiedad. Una vez concluida su instalación,
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 141

Graells se ocupó de la elaboración de un catálogo sistemático de las


colecciones zoológicas del Museo, del que será nombrado director en
1851. Durante dieciséis años ejercerá como máximo responsable de
esta institución, director único del Gabinete de Historia Natural., del
Jardín Botánico y, por un corto periodo de tiempo, del Jardín Zoológico
de Aclimatación (Aragón, 2006).
Al igual que le ocurriera a Prado en las minas de Almadén, el final
del periodo Graells en el museo se precipitó por acusaciones de mala
gestión que incidían sobre problemas de índole económica, relacio-
nados con un supuesto desvío de fondos en la compra de abonos
para el Botánico. Desde la Dirección General de Instrucción Pública
se designó a Méndez Álvaro (1803-1883) como comisario regio para
revisar los gastos. Tras disculpar la labor de Graells, pese a que las
cuentas se habían llevado descontroladamente y sin haber informado
puntualmente a la superioridad, el Comisario Regio propuso que el
Museo se desvinculara de la Universidad en lo tocante a organización
y gobierno, y que se nombrasen tres directores autónomos (para el
gabinete, el botánico y el zoológico respectivamente) y un secreta-
rio garante de la coordinación. Graells se vio descolgado del nuevo
reparto de poderes. Tras su cese en 1867, Graells continuó con su
actividad docente e investigadora prácticamente hasta el final de sus
días (Aragón, 2005: 169-179).
La actividad de Graells estuvo marcada por el enriquecimiento de
las colecciones zoológicas. Pese a haber descrito infinidad de nuevas
especies de insectos, su nombre ha quedado asociado de manera muy
especial al de una mariposa, la Graellsia isabellae, descubierta en 1848
durante una de sus excursiones campestres por los extensos pinares
del Sistema Central (Agenjo, 1943). El científico destacó igualmente
por la elaboración de catálogos descriptivos de los moluscos, peces
y mamíferos ibéricos, la mayor parte de ellos integrados en las me-
morias de la Comisión del Mapa Geológico, en la que Graells figuraba
como responsable de la sección de zoología. El de Tricio también fue
el primer catedrático universitario en la materia, responsable de los
cursos de zoología de vertebrados y de anatomía comparada, por
lo que se le considera responsable de la institucionalización de la
disciplina en el país (Aragón, 2009b).
142 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

III… y dos personalidades de armas tomar

Casiano de Prado fue siempre una persona dada a la polémica y ten-


dente a la reclamación pública por los agravios sufridos. Ya hemos
visto como defendió su inocencia frente a las falsas incriminaciones
a su gestión en las minas de Almadén. Antes, en 1817, la Inquisición
le penó con catorce meses de cárcel por sus ideas liberales, lo que
no le amedrentó para participar más tarde en la Milicia Nacional y en
la Sociedad Patriótica de La Coruña durante el Trienio Liberal (1820-
1823). En 1835 publicó una defensa de la ciencia de la geología ante
la promulgación de la Ley de Imprenta de 1834, que sometía a censura
todos los textos geológicos para asegurar que no contenían ideas
contrarias a «la Religión, al Trono, el Estatuto Real y las Leyes» (Prado,
1835; González Fabre, 2004). Otro tema en el que se vio parcialmente
implicado y con el que mantuvo polémica con el cuerpo de Ingenieros
de Caminos fue la construcción de la presa del Pontón de la Oliva, en
Madrid. El director del Canal de Isabel II le invitó a conocer, en julio
de 1851, el emplazamiento del dique para recabar su opinión acerca
de la idoneidad y de las posibles filtraciones que pudieran producirse
una vez construido. La visita no fue muy bien acogida por los inge-
nieros de caminos responsables del proyecto, y se creó un pequeño
conflicto entre los dos cuerpos. En esa única visita Prado advirtió de
las filtraciones que se iban a producir en el vaso de la presa, como
pronto sucedió. En este sentido, Prado (1858: 640-641) publicó un
alegato en defensa de su dictamen, defendiendo la geología como
ciencia en la que sustentar «el arte de la construcción».
Otro ejemplo bien estudiado es la rivalidad entre Casiano de Pra-
do y el ya citado Juan Vilanova y Piera, uno de los más relevantes
naturalistas del siglo xix y personaje de gran peso científico en la
España de la época (véase su biografía completa en Pelayo López y
Gozalo Gutiérrez, 2012). Nacido en Valencia, Juan Vilanova se licenció
en medicina y ciencias, y se trasladó a Madrid para realizar su tesis
doctoral., instalándose luego en el Museo de Ciencias Naturales. En
1852 pasó a ser el primer catedrático de Geología y Paleontología de
la Universidad Central de Madrid, donde impartió ambas disciplinas
durante veinte años. Cuando la cátedra hubo de desdoblarse en 1873,
optó por la de Paleontología, de la que fue titular hasta su muerte.
Gran interesado en la prehistoria, Vilanova fue un gran divulgador de
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 143

los conocimientos de esta nueva ciencia. Colaboró con la Comisión


del Mapa Geológico elaborando las memorias geológicas de Castellón
(1859) y Teruel (1863), y coincidió con Casiano de Prado en la etapa
de la primera Comisión, entre 1849 y 1859.
Las relaciones entre Prado y Vilanova no fueron todo lo cordiales
que presumían sus intereses comunes y la sobresaliente trayectoria
investigadora de ambos. Quizá esta relación sea un paradigma de las
diferencias que existieron durante finales del siglo xix entre naturalis-
tas e ingenieros de minas, que alimentaron también el desencuentro
entre Graells y Prado a raíz del hallazgo de fósiles en el madrileño
Cerro de San Isidro. La polémica nació con la publicación de un manual
de geología por parte de Vilanova (1860-1861), tal y como precisa
Gozalo (1998). Las diferencias en la utilización del lenguaje geológi-
co incitaron a Prado (1863) a realizar una dura crítica acerca de los
términos empleados por aquel, entre ellos los sufijos aplicados a los
terrenos paleozoicos. La mayor o menor conveniencia en el uso de las
terminaciones en -ano, -io o -ico generó una amplia y enérgica discu-
sión, extendida pronto a los demás terrenos geológicos, y continuada
hasta tiempos recientes (Quintero Amador, 1986). Otra divergencia
entre Prado y Vilanova, de la que queda constancia escrita (Rábano,
2006), tuvo lugar a raíz de una comisión nombrada en 1863 por el
Ministerio de Ultramar para evaluar una memoria sobre la geología
de Santo Domingo, remitida desde Cuba por el inspector de minas
de la isla, Manuel Fernández de Castro (1825-1895), y en cuyo seno
coincidieron ambos personajes. A modo de ejemplo, en una de sus
cartas Prado informa a Fernández de Castro que

Vilanova [...], sobre el cual pasó una nota al presidente hará unos dos
o tres meses nada favorable, diciendo que era un trabajo geológico
incompleto, difuso, erróneo en algunos puntos, etc. Vilanova es hom-
bre malo y no puede vernos a los ingenieros de minas, aunque tiene
un hermano que lo es (por cierto, uno de los ingenieros pollinos del
Cuerpo). (En todas las citas textuales se ha modernizado la grafía y
los signos de puntuación en su caso).

Si Prado tenía carácter y no se preocupaba por disimular pública-


mente sus filias y sus fobias, Graells tampoco se quedaba atrás. La
seriedad de carácter y el poco apego a la crítica ajena parecían ser
144 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

rasgos propios de su personalidad (Aragón, 2009a). Tal vez, una de


las anécdotas más veces repetida en este sentido sea la del enfado
que le produjo la advertencia de un visitante acerca de la existencia
de un rótulo en el Museo con la inscripción «Celebros de animales»,
un error de bulto que provocaba risa. Graells se limitó a responder
con una escueta y sarcástica nota en la que, gracias al perfecto empleo
de los signos de puntuación, se permitió tratar de «animal» al autor
del comentario sin darle posibilidad de réplica (Barreiro, 1992: 248).
Otro episodio cuenta cómo la amonestación recibida desde Fomento,
al saber que no habían prosperado los intentos de aclimatación del
abacá o cáñamo de Manila, desencadenó su ira. Las semillas en cues-
tión habían llegado muertas al Museo, lo que le hizo exclamar: «los
naturalistas del siglo actual no tenemos la habilidad de resucitar a
los muertos» (Barreiro, 1992: 252-253).
Antes del que le enfrentaría a Prado, Graells ya había tenido un
rifirrafe con un amigo de este. Su oponente fue el botánico y agró-
nomo Ramón de la Sagra Périz (1798-1871), un personaje inquieto y
emprendedor, amigo de Casiano de Prado desde que se conocieran
en su Galicia natal y les unieran sus ideas liberales (Puig-Samper,
1992; Cambrón, 1994). Ramón de la Sagra desarrolló la mayor parte
de su actividad científica en Cuba, donde fue nombrado profesor
de botánica aplicada a la agricultura en La Habana y se hizo cargo
del jardín botánico. Fruto de su paso por la isla es su monumental
Historia Física, Política y Natural de la isla de Cuba, publicada en trece
volúmenes, entre 1838 y 1857, editados en París. En ella participaron
importantes naturalistas galos como Alcide d’Orbigny (1802-1857),
padre del americanismo francés, autor de los capítulos consagrados
a los moluscos y las aves (Métivier, 2002).
En 1837, de regreso a España, de la Sagra trajo consigo una nutrida
colección de objetos de la isla caribeña, muchos de ellos desconocidos
para la ciencia europea. Tan preciado botín, en lugar de enriquecer
los fondos del Museo madrileño, transitó directamente hacia París,
donde naturalistas de renombre se ocuparon de las descripciones
zoológicas y botánicas. Las razones que impulsaron a de la Sagra a
tomar tal decisión se nos escapan, pero todo parece apuntar a que
fueron de índole científica ya que, por aquel entonces, el dinamis-
mo del Museo español no era, ni mucho menos, comparable con la
capacidad investigadora de la institución gala. El escamoteo para la
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 145

gloria científica nacional de la descripción de la fauna y flora cubanas


fue un golpe bochornoso para los naturalistas españoles. Y ya que
no se había logrado la edición, al menos se intentó la recuperación
del material que le dio cuerpo. Esta fue una de las misiones que
Graells encomendó a Vilanova durante su estancia en París (Aragón,
2005: 69-73), escudándose en que todo había sido colectado gracias
al erario público español. De la Sagra rechazó la entrega. Finalmente,
D’ Orbigny medió en la disputa y acondicionó varios cajones con
duplicados que fueron expedidos a Madrid (Barreiro, 1992: 220-221).
Ese carácter enérgico que Graells mostraba en el cénit de su carre-
ra, contrasta con la flema melancólica de la que empezó a dar prueba
tras ser destronado en el Museo:

Cansado de infidelidades y traiciones de mis malos amigos y discí-


pulos desagradecidos, me he retirado de su lado, vivo aislado de esa
canalla villana y más tranquilo y pacífico […] ¡Qué desengaños se ven
en esta vida! Yo que me hice la ilusión de crear una cohorte de amigos
que me ayudasen a sacar de la abyección mis queridas ciencias y me
encuentro al fin de todo que son cuervos que procuran sacarme los
ojos y los hígados si pudiesen […]. Doy lección para cumplir con mi
deber y después me meto en mi concha y me largo del Museo […].
De esto responderán algún día los cuervos citados ante la ciencia,
que en vez de ayudar a su maestro han conseguido ahuyentarle […].
Vayan en hora mala y déjenme en paz que en mí no se extinguirán
jamás ni la buena fe ni el cariño a las cosas de la naturaleza ni a los
que sean amigos leales (citado en Aragón, 2005: 177-178).

Todo ese despecho y frustración acabaría por aflorar al final de su


vida en una obra, claramente desfasada en un momento en el que el
debate sobre el evolucionismo animaba la más viva discusión entre
los naturalistas, que puede ser considerada como su testamento inte-
lectual y que, en parte a causa de ese anacronismo en sus contenidos,
ha contribuido al desinterés que la obra de Graells ha suscitado hasta
tiempos recientes. La publicación en cuestión es su Fauna Masto-
dológica Ibérica, aparecida en 1897. El texto lo elaboró a partir de
los datos recogidos mientras fue miembro de la Comisión del Mapa
Geológico. Animado por Vicente Vázquez Queipo (1804-1893), anti-
guo director de dicha Comisión, Graells dio luz a sus estudios sobre
146 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

los mamíferos ibéricos a través de la Academia de Ciencias Exactas,


Físicas y Naturales de Madrid. Lo hizo con varios decenios de retraso
y, como explica en su preámbulo, con la intención de demostrar que
el dinero y el esfuerzo que, antaño, se invirtieron en el proyecto no
fueron en vano (Graells, 1897: 1-2). Graells quería rendir cuentas ante
la nación y, como se verá, de paso saldar deudas con algunos de sus
contemporáneos.

Iv. La comisión de la carta geológica y el yacimiento de San


Isidro

Los primeros años del reinado de Isabel II se caracterizaron por una


evolución en el terreno económico, en las obras públicas y en la es-
tructura social. En este marco se manifiesta una clara preocupación
por el retraso acumulado en el conocimiento del terreno para su
mejor aprovechamiento por parte de la minería, la agricultura y las
obras públicas. Fue entonces cuando el ministro de Comercio, Ins-
trucción y Obras Públicas dispuso, en julio de 1849, la creación de
una «Comisión para formar la carta geológica del terreno de Madrid,
y reunir y coordinar los datos para la general del Reino». Pese a su
nombre, la Comisión nació con un carácter naturalista integrador,
cuyos objetivos fundamentales eran los de reunir todos los datos
relativos a la historia natural., para lo que deberían trabajar conjun-
tamente «ingenieros de caminos y de minas y profesores de historia
natural», y en cuya gestación jugó un papel importante Mariano de la
Paz Graells (Rábano y Aragón, 2007). Se estructuró en torno a cinco
secciones: la geográfico-meteorológica, la botánica, la zoológica y
la geológico-paleontológica. Para las dos últimas fueron nombrados
responsables Graells y Prado, respectivamente. La quinta sección, la
geológico-mineralógica, apenas tuvo actividad
Hasta principios de 1850, la Comisión no pudo comenzar los tra-
bajos por falta de medios y de local donde ubicarse. Prado inició la
exploración geológica de Madrid, aunque en verano se trasladó a la
provincia de León para esquivar los calores estivales del centro del
país. Graells, por su parte, comenzó 1850 visitando la cantera llama-
da Tejar de las Ánimas, ubicada junto a la madrileña Ermita de San
Isidro, de donde, como sabemos, había recibido aviso de un hallazgo
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 147

de fósiles de grandes vertebrados. Esa misma cantera ya había sido


investigada por él en 1847 y de ella extrajo varios fósiles de elefante:
dos defensas, una tibia y dos molares, uno de ellos adherido a un
trozo del maxilar superior (Graells, 1897: 556).

Figura 3: dibujo preliminar del estudio estratigráfico del yacimiento de San


Isidro del Campo y de la localización de los restos en la excavación. Archivo
del Museo Nacional de Ciencias Naturales, fondo Graells, subsección Comisión
del Mapa Geológico.
148 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

Figura 4: dibujo definitivo del yacimiento y excavación de San Isidro del Campo,
aparecido en la obra Fauna Mastodológica Ibérica.

Figura 5: estudio anatómico de la pelvis y de la tibia recuperadas en el


yacimiento. Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, fondo Graells,
subsección Comisión del Mapa Geológico.
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 149

Figura 6: estudio anatómico de tres huesos largos: húmero, fémur y tibia.


Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, fondo Graells, subsección
Comisión del Mapa Geológico.

Figura 7: lámina impresa en la que se reproduce el aspecto de los diferentes


restos de elefante recuperados en el yacimiento, publicada en la obra Fauna
Mastodológica Ibérica.
150 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

Según la comunicación oficial del presidente de la Comisión al


Ministerio, publicada en el Boletín Oficial de Comercio, Instrucción
y Obras Públicas (7 de marzo, 1850, vol. 9: 34), así como de acuerdo
con el informe que Graells dirigió al director general de Instrucción
Pública el 26 de febrero, del que se conserva copia manuscrita en el
archivo del Museo (Graells, 1850), en los locales de la Comisión se
depositaron las siguientes piezas procedentes del Tejar: un húmero,
dos fémures, dos tibias, un cúbito, una pelvis completa, una defensa
derecha, dos intermaxilares, un omoplato casi completo, fragmentos
de costillas y vértebras y el fragmento de una defensa izquierda. Por
el tamaño de las piezas recuperadas, Graells calculaba una altura
de trece o catorce pies para el animal. Todo el material había sido
recuperado en tan solo diez días, gracias al gasto extraordinario que
había obtenido de la Comisión y al concurso de todos los alumnos del
Gabinete de Historia Natural., tanto de los de anatomía comparada
como de los de taxidermia, «porque todos tenían allí que aprender»
(Graells, 1897: 562). Echaba en falta otros huesos grandes y la ya ci-
tada mandíbula inferior, que según él no debían andar lejos. Respecto
a los huesos pequeños, como los de los dedos, era menos optimista.
Estaba convencido de que habrían sido arrastrados por las mismas
aguas que cubrieron al resto de sedimento (informe de Graells al
inspector general de Instrucción Pública, 26 de febrero de 1850).

V. Enfrentamiento y rencor

De manera salomónica, la memoria de actividades llevadas a cabo en


1850 por la Comisión (Luján, 1851) recoge que la extracción de los
restos de elefantes fósiles fue realizada de forma conjunta por Prado
y Graells, como colaboración entre las dos secciones de las que ambos
eran responsables. En el texto no trasluce pues ningún enfrentamiento
entre los dos personajes que pudiera hacer pensar en una competencia
global entre el Cuerpo de Ingenieros de Minas y los naturalistas desde
el mismo momento de la gestación de la Comisión (Rábano y Aragón,
2007). Sin embargo, si las palabras de Luján, como bien corresponde a
una diplomática versión oficial., reflejan una estrecha colaboración en-
tre ellos, no ocurre lo mismo con la reseña aparecida, ese mismo año,
en la Revista Minera acerca de las actividades de la Comisión durante
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 151

1850 (Anónimo, 1851). Esta revista privada, en la que las versiones


libres tenían mejor cabida, creada en 1850 por un grupo de ingenieros
de minas para la difusión de las noticias y reseñas relacionadas con
su profesión, fue dirigida durante varios años por Prado, quien la
utilizó habitualmente para la difusión de sus resultados científicos y
en descargo de los expedientes que mantenía abiertos en su contra
en la Dirección General de Minas (Gutiérrez-Marco y Rábano, 2011).
En la redacción de una noticia apócrifa que aparece en sus páginas
se adivina la mano o la guía de Prado. En este sentido, la información
menciona claramente las actividades del propio Prado y se hace eco
del enfrentamiento que ya debía existir en relación con los restos
fósiles de San Isidro. Además de aclarar en una extensa nota a pie de
página que Prado y Graells trabajaron conjuntamente en la excavación
de los fósiles, desde su pretendido anonimato el autor critica de
forma directa la dedicación de Graells a los restos fósiles, cuando en
realidad, anticipando la idea que Vilanova incluiría más tarde en su
Programa de paleontología (Vilanova, 1876), debía centrarse en los
animales actuales:

Lo que no aprobamos es que con las especies de la época actual


quiera envolver las correspondientes a otras anteriores, y que ya
pertenecen, no a la zoología sino a la paleontología; [...] Tampoco
nos parece exacto el que el señor Graells diga que la sección que se
halla a su cargo comenzó los trabajos descubriendo y exhumando los
restos fósiles de un elefante, hallado en los altos de San Isidro del
Campo; pues nos parece a nosotros que lo que resulta de los partes
oficiales publicados en aquel tiempo en el Boletín Oficial del Minis-
terio de Comercio y de lo que dice ahora bajo su firma en el resumen
de sus trabajos, que tenemos a la vista el encargado de la sección
de Geología es que esta concurrió también a este descubrimiento si
se le quiere llamar tal. (Anónimo, 1851: 390-391).

Mucho después, en 1864 y esta vez en un trabajo firmado por él,


Prado hace de nuevo referencia al episodio e insiste en su participa-
ción en el hallazgo:

En 1850 el Sr. Graells y yo tuvimos noticia de que en el tejar de las


Ánimas, junto a la ermita de San Isidro, se estaban descubriendo unos
152 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

huesos de gran tamaño. Nos trasladamos a aquel punto, y reconocimos


desde luego una defensa de 1,80 m. de largo, [...] investigaciones poste-
riores nos dieron por resultado el hallar a algunos metros de distancia
la mandíbula inferior y un molar de la superior. (Prado, 1864: 184).

Con respecto a Graells, no se ha encontrado prueba escrita de su


desacuerdo acerca de cómo se produjeron estos hechos, pero este
resulta incontestable, pues el naturalista lo vuelve a recordar más
de cuarenta años después, dejando así constancia de una gran dosis
de rencor o de un exagerado sentido del deber. No hay que olvidar
que, para entonces, ya habían transcurrido treinta y un años desde
el fallecimiento de Prado, tiempo más que suficiente para olvidar el
asunto. En su referida obra enciclopédica Fauna Mastodológica Ibérica
(Graells, 1897), el naturalista dedica un capítulo a las circunstancias
del hallazgo de los restos de elefantes fósiles en San Isidro e insiste
en la no participación de Prado en el mismo:

En 1864, D. Casiano de Prado publicó, con bastantes inexactitudes,


en una Memoria presentada a la Junta General de Estadística, titu-
lada: Descripción física y geológica de la provincia de Madrid, págs.
184 y 85, noticias sobre los huesos fósiles de Elefantes, que vio por
primera vez en los sótanos de la Escuela de Minas, donde fueron
depositados por la Sección Zoológica de la primitiva Comisión del
Mapa Geológico de España. El Sr. Prado no asistió a la exhumación
elefantina referida, no pudo ver in loco lo que refiere, y únicamente
aprovechó las noticias anteriormente publicadas y lo que pudo exa-
minar en los ejemplares conservados. (Graells, 1897: 564).

Es más, persiste en su ataque al añadir unas valoraciones poco


amistosas de ciertos aspectos de su obra:

Los dibujos que el Sr. Prado dio en su Descripción física y geológica de la


provincia de Madrid (1864) son de dos molares [...] La figura núm. 16, que
representa un molar, es detestable; la 17, de otro molar, es menos mala,
y la 19 [...] es completamente insignificante. (Graells, 1897: 569-570).

En este punto, queremos traer a colación los numerosos dibujos


que Graells realizó tanto del yacimiento como de los diferentes fósiles
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 153

extraídos, material en su mayor parte inédito y que ve la luz por pri-


mera vez en las ilustraciones del presente capítulo. Dos de las láminas
que integran su obra de 1897 están realizadas a partir de buena parte
de esos dibujos preparatorios. Se trata de la XVIII («Restos fósiles de
los elefantes exhumados por el Sr. Graells en los aluviones de los altos
de San Isidro del Campo») y la XIX («Estratificaciones diluviales de los
Altos de San Isidro del Campo en Madrid»). Las piezas anatómicas que
aparecen representadas en la primera de ellas son las enumeradas
por Graells en su informe al director general de Instrucción Pública,
además del molar unido a la mandíbula superior y otro molar más, que
seguramente correspondan a los encontrados en 1847, lo que quiere
decir que para su descripción de la nueva especie Graells utilizó restos
procedentes de dos excavaciones distintas. No hay ni rastro de la
mandíbula inferior supuestamente aportada por Prado.
A pesar de que tanto Prado como Graells afirman que los fósiles del
Cerro de San Isidro fueron depositados tras sus respectivas excavacio-
nes en los locales de la Comisión, desgraciadamente estos han desapa-
recido tras diferentes mudanzas y, a día de hoy, en las colecciones del
Museo Geominero solamente se conserva un fragmento de hemiman-
díbula derecha (MGM-532Q y 533Q). Los restos originales procedentes
de la excavación realizada por Graells en 1850, se llevaron en su
momento al local de la Comisión de la Carta Geológica, ubicado en la
calle Florín n.º 2, un edificio compartido con la Dirección General de
Minas y con la Escuela de Minas. Tras la desaparición administrativa
de la Comisión, en 1859, sus colecciones zoológicas y botánicas se
trasladaron al Gabinete de Historia Natural (hoy Museo Nacional de
Ciencias Naturales) y al Jardín Botánico, respectivamente, mientras
que las geológicas continuaron bajo la custodia de Casiano de Prado,
nombrado jefe de las nuevas brigadas geológicas de la Junta General
de Estadística. Las colecciones se trasladaron entonces al ex-Convento
de la Trinidad Calzada, en la calle Atocha 12-16, sede del Ministerio
de Fomento, donde continuaron sus trabajos las brigadas geológicas.
Sufrieron una nueva mudanza cuando la nueva Comisión del Mapa
Geológico, refundada en 1870 y adquiriendo carta de naturaleza en
1873 bajo la sabia dirección de Manuel Fernández de Castro, radica su
sede en el Palacio de Revillagigedo, en la calle Isabel la Católica n.º 25.
En 1926, finaliza la construcción de un nuevo edificio en la calle Ríos
Rosas 23. La Comisión, convertida ya en el nuevo Instituto Geológico
154 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

y Minero de España, actual sede del Museo Geominero, instala allí


sus colecciones geológicas y se constata la pérdida de parte de las
colecciones primigenias a causa de los sucesivos traslados.
Sin embargo, podemos afirmar sin ninguna duda que el resto de
Elephas del cerro de San Isidro pertenece a las colecciones formadas
originalmente por Graells y Prado (¿se trata de la mandíbula inferior
hallada por Prado?), algo que ya había sido anticipado por Sesé y Soto
(2002). En este sentido, el Museo Geominero conserva gran parte de las
colecciones formadas por la Comisión del Mapa Geológico de España
y, hasta la década de 1980, los ingresos se produjeron fundamen-
talmente por las actividades de la propia Comisión y sus entidades
sucesoras. Las únicas investigaciones paleontológicas realizadas en el
cerro de San Isidro, en época posterior a la de Graells y Prado, fueron
las de José Royo Gómez (1895-1961) para la elaboración de la Hoja de
Madrid del Mapa Geológico Nacional. Sin embargo, este autor señala
que en el yacimiento recogió únicamente industria lítica, sin descubrir
nuevos restos de vertebrados fósiles (Royo Gómez et al., 1929).
La pérdida temprana de la mayor parte de los restos procedentes
del Tejar de las Ánimas ya fue denunciada por Vilanova en vida de
Graells (Vilanova, 1872). Lamentaba el que la especie no hubiese sido
convenientemente determinada entonces, cuando los huesos ofrecían
un regular estado de conservación. Lógicamente, Graells no pasó por
alto la crítica y en su obra final acusa a su colega de olvidadizo, pues:

[…] no recordó, sin duda, las cumplidas noticias que del hallazgo de
los restos fósiles de elefante, en los Altos de San Isidro del Campo, le
había comunicado (él); ni tampoco lo que en carta de 20 de marzo de
1850 le había contestado desde París, incluyendo las respuestas que,
a (sus) consultas, varios profesores naturalistas de aquella capital
(le) dirigían. (Graells, 1897: 567).

Graells también lamenta en su obra la pérdida de la mayor parte del


material custodiado por la Comisión. Sin embargo, confiesa que en el
Gabinete de Historia Natural se conservan una defensa, una tibia, un
molar adherido al maxilar superior y otro suelto (Graells, 1897: 569),
es decir, la mayor parte del material exhumado en 1847. Todos esos
ejemplares permanecen pendientes de identificación en las actuales
colecciones del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
¡EL ELEFANTE ES MÍO! MARIANO DE LA PAZ GRAELLS Y CASIANO DE PRADO… 155

Y ya que Prado no había avanzado ningún nombre científico para


la especie en cuestión (Prado, 1864: 184-185), tal vez en un último
intento por llevarse el gato al agua en ese contencioso entre zoólogos
y geólogos, los disputados restos fueron retomados por Graells en
su monografía sobre los mamíferos ibéricos (Graells, 1897: 569). Él
siempre había considerado esta tarea como competencia de la sección
de Zoología y únicamente le reconocía a Prado su colaboración para
aportar información complementaria sobre la geología del lugar, por
tener «muchísimo más conocimiento siendo en la Comisión encargado
especial de este ramo» (Graells, informe de la sección de Zoología,
15 de febrero de 1850). A partir de los dibujos que pudo realizar tras
la excavación y de la información recogida entonces se aventuró a
dar un nombre científico, pues no quería «dejar sin bautismo a los
elefantes que en busca de alimentos surcaron con sus largas defensas,
primero que nadie, los aluviones subyacentes a los que hace casi ocho
siglos araba el Patrón de Madrid» (Graells, 1897: 569). Consideró los
fósiles como pertenecientes a una especie nueva de elefante, Elephas
platyrhynchus, revisada más tarde por Aguirre (1969) y citada mo-
dernamente como Elephas (Palaeoloxodon) antiquus platyrhynchus
(Graells): Sesé y Soto (2002).
Prado volvió a visitar en repetidas ocasiones la localidad, pero no lo
hizo movido por los hallazgos de paquidermos, sino por el descubri-
miento de extrañas formas de sílex. La vinculación de ese material con
modificaciones antrópicas, puesta por él de manifiesto en 1862 junto
a sus colegas franceses Verneuil y Lartet, condujo a que el yacimiento
del Cerro de San Isidro, hasta ese momento de exclusivo interés paleon-
tológico, pasase a adquirir una gran importancia arqueológica, por ser
el primer yacimiento español con útiles de sílex imputables al hombre
primitivo (datados posteriormente como achelenses). La tierra remo-
vida, además de huesos fósiles, ahora regalaba restos fabricados por
el ser humano. Los campos del saber no dejaban de ampliarse. Desde
entonces, a Prado, ingeniero de minas de formación, se le considera
el precursor de los estudios prehistóricos en España (García Sánchez
y Ayarzagüena Sanz, 2000). El agotamiento del arenero y el posterior
desarrollo urbano que sufrió la zona motivaron que los yacimientos
desaparecieran hace mucho tiempo. Pese a todo, una noticia reciente
sobre esas terrazas, contenida en el estudio arqueo-paleontológico del
proyecto constructivo de un solar ubicado en el Cerro de San Isidro,
156 SANTIAGO ARAGÓN E ISABEL RÁBANO

las ha vuelto a poner de actualidad. En ella se informa que durante la


excavación del lugar se exhumó una antigua terraza del Manzanares,
con restos de industria lítica pero sin macrofauna (Gómez Hernanz
et al., 2005). Parece evidente que los fósiles que el río reunió fueron
definitivamente dispersados por la acción humana y, en su mayor parte,
acabaron por desaparecer. La existencia de ese material perdido hoy en
día únicamente puede ser constatada a través de unos cuantos dibujos
bien conservados y en el eco recuperado de una antigua disputa.

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LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y
OTROS ORNITÓLOGOS DECIMONÓNICOS

MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ


INVESTIGADOR INDEPENDIENTE. MÁLAGA

También la destrucción de un gran número de especies de pájaros entraña


el desarrollo de miríadas de insectos que devoran las flores, los frutos, los
cereales, la vid e incluso los árboles del bosque.
Jean-Charles Chenú (1808-1897)

resumen: El profesor F. Bernis (1916-2003) exaltó la figura del malagueño


José Arévalo Baca (1844-1890), catedrático universitario y autor del libro
Aves de España (1887). Sin embargo, esta obra fue vilipendiada por un qui-
mérico y belicoso personaje de censurable conducta científica: el gallego
Víctor López Seoane (1832-1900), quien a su vez sostuvo fuertes porfías,
no solo ornitológicas, con otros compatriotas (P. Sainz, E. Boscá, G. Ma-
cho de Velasco) y con el galo F. Lataste. También se enzarzaron en ácidas
disputas ornitólogos británicos conectados con Andalucía: A. Chapman
(1851-1929), W. J. Buck (1843-1917) y W. Verner (1852-1922).

Las polémicas ornitológicas que analizamos en ese contexto histórico


comienzan tras la publicación del Catálogo de las aves observadas en
Andalucía (López Seoane, 1861) y se extienden en torno al referido libro
de Arévalo, Aves de España, desde su presentación a la Real Academia de
Ciencias de Madrid (1884) hasta la escritura de los catálogos fraudulentos
de Víctor López Seoane (1870-«1894»).

abstract: Professor F. Bernis (1916-2003) praised the figure of José Arévalo


Baca (1844-1890), a gentleman from Málaga who was a head university
professor and author of the book Aves de España (1887). However this
work was vilified by a chimerical and belligerent person of reprehensible
scientific conduct: the Galician Víctor López Seoane (1832-1900), at the
same time this man had heated disputes, not only ornithological ones,
162 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

with other compatriots (P. Sainz, E. Boscá, G. Macho de Velasco) y with the
Frenchman F. Lataste. In addition, to get involved in disputes sour British
ornithologists connected with Andalusia: A. Chapman (1851-1929), W. J.
Buck (1843-1917) and W. Verner (1852-1922).

The ornithological controversy which we analyse in this historical context


begins with the publication of Catálogo de las aves observadas en Anda-
lucía (Seoane, 1861) and develops around the above mentioned book of
Arévalo, Aves de España, from its presentation to the Real Academia de
Ciencias de Madrid (1884) to the writing of fraudulent catalogues of Víctor
López Seoane [1870-«1894»].

Palabras clave: Arévalo; López Seoane; Sainz; ornitología; aves; España; Má-
laga; Valencia; Chapman; Verner.

keywords: Arévalo; López Seoane; Sainz; ornithology; birds; Spain; Málaga;


Valencia; Chapman; Verner.

Introducción

El más destacado ornitólogo hispano del siglo xx, el catedrático Fran-


cisco Bernis, aseveraba que habían surgido rarísimos españoles con-
sagrados al estudio de las aves como especialistas. Más aún, mantenía
que en la España de su época, eran media docena los aficionados a esta
ciencia: «[…] entre los que yo ocupo el último lugar». Esgrimía una
de las constantes patrias: el aborrecimiento a los animales, cuando
denuncia la existencia de regiones enteras donde el clima social no
era muy favorable para la prosperidad y paz de estos simpáticos
vertebrados; registrándose un comercio de pajarillos muertos, a pesar
de la muy buena intención de varias disposiciones legales, sobre todo
especies insectívoras migradoras de extraordinario interés agrícola:
el candil, la liga, las redes, los cepos y un sinfín de artilugios son
utilizados en tan aborrecible tejemaneje (Bernis, 1949: 109, 125).
Del siglo xix, exaltó la figura del malacitano y también catedrático
universitario José Arévalo Baca. Califica su libro Aves de España (1887)
como el más compendioso tratado sobre las aves de nuestro país: de
obligada lectura hasta los años treinta y cuarenta del siglo xx (Bernis,
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 163

1998: 107). Constituye el primer catálogo general de las aves ibéricas,


aunque el retraso de cinco años en su publicación impidió que fuese el
primero en divulgarse. El año anterior apareció el Catálogo de las aves
de España, Portugal e Islas Baleares (1886) de V. Reyes Prósper, que
no deja de ser una lista sistemática de 408 especies con sus nombres
vulgares y breves descripciones. Antes del libro de J. Arévalo solo se
contaba en España con trabajos ornitológicos muy localistas y en su
mayoría plagados de errores (F. Ríos Naceyro, 1850; M. P. Graells, 1852;
A. Machado, 1854; I. Vidal., 1854 y 1856; A. Guirao, 1859; V. López
Seoane, 1861; F. Barceló, 1866; J. M. Castellarnau, 1877 y E. Vayreda,
1883) (Garrido Sánchez, 2006: 1039).
Es de reconocer que la aportación inglesa al conocimiento y di-
vulgación de nuestra avifauna fue muy significativa. No obstante, los
británicos, salvo honrosas excepciones, no tuvieron en demasiada
estima los trabajos hispanos que descartaban por exiguos y erróneos:
«[…] donde multitud de datos falsos, arbitrarios, remotos y hasta fan-
tásticos son aceptados sin crítica por los autores, quienes los colocan
en plano de igualdad con los otros datos veraces y positivos» (Bernis,
1954: 14). Para Lord Lilford (1833-1896) las aves españolas eran de las
menos conocidas de Europa: nombra a A. Machado (1812-1896) y a M. P.
Graells (1809-1898), del que ignora su faceta ornitológica (Lilford, 1865:
166-167). De la misma forma, H. Saunders (1835-1907) refiriéndose a
I. Vidal (1854 y 56): «Correct as to species, but terribly poor in details«
(Saunders, 1871: 55). Y el mismo autor, con respecto al texto de V.
López Seoane de 1861: «This list principally treats of the ornithology of
Granada, and contains more details than any other; but some palpable
errors disfigure its pages». Irby (1836-1905) escribe: «Dismissing the
Spanish lists as meagre and full of errors» (Irby, 1875: 3).
El libro citado de Arévalo hizo cambiar tan reiterativo dictamen a
este último, quien en la segunda edición de su obra The Ornithology
of the Straits of Gibraltar (1895) escribe: «Aves de España, by Don
José Arévalo Baca, vol. XI Memorias de la Real Academia de Ciencias
(Madrid, 1887), contains some information on Andalucian birds, and
all given on personal observation is no doubt bona fide, but unfortu-
nately he often quotes one upon whom we cannot rely» (Irby, 1895:
31). Ese alguien aludido por Irby, muy probablemente fuera V. López
Seoane. Veamos: J. Arévalo Baca en Aves de España (1887) refiere los
trabajos de diez compatriotas. De estos, cinco aparecían valorados
164 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

por Saunders (1871: 55): Machado, 1854; Vidal., 1854 y 1856; Guirao,
1859; López Seoane, 1861 y Barceló, 1866. Sin embargo, es precisa-
mente el Catálogo de las aves observadas en Andalucía (1861) de López
Seoane, a juicio del británico el que «contiene errores palpables que
pueblan sus páginas». De ahí, asumiendo la crítica de su compatriota
(Saunders), el sutil reproche de Irby a Arévalo con respecto a las citas
de López Seoane aparecidas en la obra del malagueño. Máxime, cuando
Irby debió mostrar interés por el trabajo de aquel, hipotéticamente
ceñido a las aves de Andalucía, al centrarse las observaciones del
británico en el lado español del Estrecho: desde Gibraltar a Málaga
y desde allí hasta Granada, y a lo largo del Guadalquivir hasta Cádiz
(Irby, 1895: 1).
Francisco de los Ríos del Tejo (Valle de Cabuérniga, Cantabria,
1837/Málaga, 2/09/1877). Primer disecador-preparador del Gabinete
de Historia Natural del Instituto Provincial de Málaga, poseía amplios
conocimientos ornitológicos y mantuvo una buena amistad con Aré-
valo a quien acompañó en su visita a diversos enclaves malacitanos:
laguna de Fuente de Piedra, el Chorro y Sierra de la Juma. (Garrido
Sánchez, 2006: 1035). Fue un activo colaborador de L. H. Irby, y así
lo reconoce este en la primera edición de su obra (1875). Aunque tras
el fallecimiento de aquel, el inglés no duda en apropiarse de algunas
de sus citas ornitológicas. Transcribimos, entre otras, la referida al
escribano pigmeo Emberiza pusilla: «I saw two specimens of this
Bunting, obtained on the 28th of December, 1874, near Malaga. Rios
informed me that eigth or nine were caught» (Irby, 1879: 345). Y así
aparece en 1895: «Nine specimens of this north-eastern Bunting were
obtained near Malaga on the 28th of December, 1874» (Irby, 1895:
110). Como puede observarse eliminó la referencia a De los Ríos.
Sin embargo, se vio obligado a mantener la autoría del español con
respecto a la alondra ricotí Chersophilus dupunti (Irby, 1895: 117)
puesto que esta especie ya estaba presente en la colección de Saunders
(1877: 91) en virtud de un ejemplar obtenido por F. de los Ríos en
Málaga el 31 de octubre de 1875 (Jourdain, 1936: 763).
El zoólogo y escritor alemán A.E. Brehm (1829-1884) inicia un
párrafo con este juicio de Alejandro Dumas: «África empieza en los Pi-
rineos» —tan insultante para los españoles, como Brehm sentencia—.
Pero a continuación aclara que no lo usa en sentido peyorativo: solo
que si a la ornitología se refiere, está de acuerdo con los franceses y
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 165

«África empieza objetivamente tras los Pirineos» (Brehm, 1858: 47-


48). Estuvo en Málaga durante 1856 junto con su hermano Reinaldo
y en 1879 acompañando al príncipe heredero del imperio austrohún-
garo, el archiduque Rodolfo, en sus partidas de caza por España. En
el primer viaje y en virtud de unos ejemplares cazados en el puerto
de Málaga, confirma la invernada de una nueva subespecie de gaviota
sombría Larus fuscus, a la que asigna el subespecífico de Graellsii en
reconocimiento a su colega español: M. P. Graells (1809-1898). (Brehm,
1857: 266; Garrido Sánchez, 2008a: 6).
Legiones de naturalistas extranjeros hicieron de la geografía
hispana el marco de sus andanzas incluso en plena Guerra Civil. En
1938, cuando España se desangraba, R. Atkinson, un universitario
de Cambridge, escribía: «En España un ave es un ser comestible o
no comestible. Si resulta así, es impensable que nadie se preocupe
del animal. El estudio de la Historia Natural no existe en España»
(Atkinson, 1938: 114). Estos personajes (en unos casos profesionales
o diletantes en distintas disciplinas junto a cazadores mercenarios y
recolectores de aves y huevos) al servicio de marchantes abastecían a
múltiples museos europeos o bien a coleccionistas privados (Garrido
Sánchez y Stix, 2003: 86-97). Resulta patético que A. Chapman y W.J.
Buck, clásicos de la literatura cinegético-naturalista, se jactaran de
haber introducido el cañón patero en las marismas del Guadalquivir,
lamentándose de que la lancha cañonera no era tan efectiva en
España como lo fuese en Egipto y les impidiera masacrar anátidas
deportivamente: «[…] un compatriota nuestro, en el Nilo, cobraba de
cincuenta a sesenta patos en cada disparo […] Lord Londesborough
cazó en lagunas egipcias 2290 ánsares y 1300 patos en una temporada;
64 ánsares en un solo disparo». Tampoco concebían la desconfianza
españolas hacia esta lancha cañonera: «Ni la presencia de una flota
hostil frente al puerto de Málaga hubiera originado más alboroto en
los medios oficiales». Pero a la vez, su cinismo les lleva a repudiar el
furtivo hurto de huevos de flamenco por gente necesitada: «nuestros
esfuerzos como misioneros conservacionistas entre estos hombres
salvajes han sido completamente inútiles» (Chapman y Buck, 1893).
En 1887 Arévalo Baca denunciaba el acoso al que se veían sometidas
determinadas especies y reniega de la codicia de pobres e ignorantes
gentes del campo, alimentada por negociantes extranjeros que después
de aprovecharse de los productos patrios, suelen escarnecer al país
166 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

que explotan (Arévalo Baca, 1887: 40). En otros muchos de estos


foráneos imperaba un interés obsesivo por ahondar, a veces ofensi-
vamente, en trillados pintoresquismos: bandoleros, contrabandistas,
frailes, majos, manolas, castañuelas y corridas de toros. Ello trajo
consigo el legítimo recelo e irritabilidad del español frente al viajero,
como refleja en 1843 el literato E. Gil y Carrasco (1815-1846).1
Asimismo, hemos de significar las agrias disputas en las que se
enzarzaron ornitólogos británicos afincados en Andalucía. Como
la habida entre los referidos A. Chapman (1851-1929), W. J. Buck
(1843-1917) y W. Verner (1852-1922) a propósito de la nidificación
del flamenco común Phoenicopterus roseus en el coto de Doñana, que
derivaría en el rocambolesco Flamingo case y acabó en 1912 en los
tribunales de Londres por libelo.
En el coto de Doñana, en 1883, «quedó desmontada la creencia
muy extendida entonces sobre el modo de incubar de los flamencos:
echados a horcajadas encima de los huevos en una superficie plana».
Sino que lo hacen igual que la
Figura 1
mayoría de las aves (la familia
Megapodiidae no incuba; tam-
poco algunos integrantes de la
familia Cuculidae) manteniendo
las patas dobladas debajo del
cuerpo (Chapman y Buck, 1893). NO VENIA
En 1910 aparecieron en Saturday ESTA IMAGEN
Rewiew una serie de artículos a
raíz de la publicación de la obra
Unexplored Spain (Chapman y
Buck, 1910); en alguno se en-
fatizaba irónicamente sobre el
descubrimiento del modo como
los flamencos llevan a término la
incubación. La autoría de estos

1. «Extranjeros que, sin fijar apenas atención y como de pasada, visitan las costas y
países del Mediodía, se empeñan en no ver en los españoles sino árabes, un sí es no
es amansados y dulcificados por el cristianismo, pero árabes, en fin, bravíos todavía
y feroces, que no viven en tiendas por la sencilla razón de parecerles más cómodas
las casas, ni beben la leche de sus camellas por la no menos sencilla de no haberlas»
(Gil y Carrasco, 1843).
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 167

fue atribuida a Verner, autor del libro My life among the wild birds
of Spain (1909) y artífice de la divulgación de la cueva prehistórica
de La Pileta en Benaoján (Málaga) (Breuil, Obermaier y Verner, 1915).
Chapman optó por denunciar al director del Saturday Rewiew y el
caso fue resuelto definitivamente por los tribunales a favor de este,
si bien debió pagar las costas del juicio.

Valoraciones actuales sobre víctor lópez seoane

El atávico cainismo español y el desapego por lo propio en nada con-


tribuyeron a divulgar nuestra aportación al conocimiento científico.
Si no, cómo explicaríamos que V. López Seoane escribiera en una
publicación académica gala de 1894 ofensivas palabras sobre sus
compatriotas V. Reyes Prósper y J. Arévalo Baca. Aunque el malagueño
había fallecido y no pudo defenderse de tales aseveraciones: 2

[…] Parmi les listes des Oiseaux d’Espagne publiées jusqu’à ce jour,
celles qui semblent les plus sujettes à caution sont celles de Reyer
(sic) Prosper, qui n’a fait que chercher çà et là, sans la moindre criti-
que, tout ce qui est indiqué par les auteurs, et surtout le catalogue
d’Avévalo (sic) y Baca, plein d’erreurs et d’inexactitudes. Ces deux
ENIA «auteurs» n’ont fait qu’accaparer ce qu’ont observé leurs devanciers,
MAGEN et M. Avévalo (sic) a profité, dit-on, des manuscrits du savant profes-
seur Cisternas, de Valence. (López Seoane, 1894: 93).

Sin embargo, ocultaba que dicho texto de Arévalo fue premiado e


impreso por la prestigiosa Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales de Madrid. Pero sí deja claro que él (López Seoane) perte-
necía a la aludida Academia. Desacertados juicios de un naturalista ce-
loso en un medio francés, precisamente cuando a escritores y viajeros
galos les debemos la invención de la España de charanga y pandereta.
Expertos actuales han elevado a los menospreciados ornitólogos al
lugar que les corresponde, considerando sus textos como los únicos
«meritorios precedentes del Prontuario de la avifauna española Bernis

2. En otro lugar hemos señalado algunas calumnias del resentido V. López Seoane contra J.
Arévalo Baca (Garrido Sánchez, 2008b: 34-39). Más adelante profundizaremos sobre el tema.
168 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

(1954), la síntesis definitiva de la distribución y estatus migratorio de


las aves españolas» (Tellería, 2004: 15).
En las últimas valoraciones publicadas sobre López Seoane, el
personaje es desenmascarado. Reig Ferrer (2001: 363, 372-374) de-
nunció las fechas fraudulentas de tres de sus folletos: dos en (1870-
«1894»): Revisión del catálogo de las aves de Andalucía, y Aves nuevas
de Galicia y otro en (1891-«1894»): Examen crítico de las perdices de
Europa. Apostilla las dudas razonables de E. Hartert (1859-1933) y H.
F. Witherby (1873-1943)3 sobre la fecha de los mismos. Así como las
críticas y polémicas de López Seoane con Brehm, Macho de Velasco,
Saunders y Reichenow. Tocante a los dos aludidos folletos: «López
Seoane quiso apropiarse del descubrimiento de dos subespecies y
hacer creer que otra tercera la descubrió en la temprana fecha de
1870. Las pruebas de este fraude conducen a sostener el año 1894
como la datación de esta vileza científica». Contexto que encaja con la
siguiente afirmación de Fraga Vázquez (1992: 19--): «[…] entre 1862 y
1882 López Seoane abandona bastante la observación de Aves; labor
que retoma en los años noventa».
Una vez publicados los aludidos engañosos folletos en La Co-
ruña, trata de darlos a conocer. Consultadas sus cartas personales,
comprobamos que con esa finalidad contactó con Mariano de la Paz
Graells e Ignacio Bolívar. Al primero le informó en diciembre de 1893
de su antiguo trabajo sobre las perdices y aquel expresa su lógico
desconocimiento el 19 de diciembre de 1893 [Anexo III]: «El folleto
que sobre perdices me dice V. que publicó no lo tengo, se olvidó V.
enviármelo». Con respecto a Bolívar, más tarde director del Museo de
Historia Natural de Madrid (MNCN), este en misiva del 15 de febrero
de 18944 «[…] gracias mil por las indicaciones que me da respecto a
sus trabajos, deseo consultarlos todos para poder citarlos cuando sea
necesario […]» Bolívar se refiere al lote de todas las publicaciones de

3. H.F. Witherby solamente cita a Seoane una vez —página 627— y ello para censurarlo:
«Gecinus viridis galliciensis Seoane, Aves nuevas de Galicia, p. 7: Galicia. The stated
date of publicatión (1870) is not correct» [el subrayado es nuestro]. Tampoco aparece
consignado en la bibliografía. El británico solo estima los trabajos de tres españoles:
J. Arévalo, J. M. Castellarnau y A. Gil Lleget (Witherby, 1928: 399).
4. Archivo del Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses. Correspondencia de V. López
Seoane, Registro 01-37-38.
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 169

Seoane enviadas por él mismo al (MNCN).5 Alternaba la labor de difu-


sión de su bibliografía con el insistente interés por obtener pieles de
perdices, recurriendo también a Graells6 y a Bolívar ,7 previsiblemente
con miras a su ya citado artículo Sur deux nouvelles formes de perdrix
d’Espagne (1894).
Encontramos más evidencias inequívocas de las artimañas frau-
dulentas de López Seoane en una serie de notas manuscritas bajo el
título: Observaciones a las Aves de España de Arévalo y otras plasma-
das en su ejemplar personal de Aves de España, y en la consulta de
la apócrifa Revisión del catálogo de las aves de Andalucía. En esta se
refiere erróneamente a Pedro Sainz Gutiérrez como «actual catedrático
de botánica de la Universidad de Madrid» (López Seoane, 1870: 5
«1894») cuando en aquel año (1870) continuaba siendo catedrático
en Granada (lo era desde el 9 de junio de 18528) y no se trasladó a
Madrid hasta 1877.9 A la par, nuestras pesquisas en el Archivo de
la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid
(A-RAC) aportan nuevas pruebas irrefutables que ratifican plenamente
el descarado engaño y demuestran que en febrero de 1893 aún no
había visto la luz ninguno de ese trío de folletos fraudulentos, al no
ser esgrimidos como méritos cuando su autor fue propuesto para

5. Obras de Víctor López Seoane, agrupadas en un único tomo encuadernado. Biblioteca


del MNCN (Signatura 1-470).
6. M.P. Graells (24/01/1894): «[…] en piel o armada, no le faltará a V. la perdiz roja que
desea». Una semana después Graells le manda el «talón para que pueda recoger la
cajita que contiene la piel preparada de la perdiz roja macho que me tenía pedida, y va
en disposición de poder armarse». Carta de Graells de 1 de febrero de 1894. Archivo
del Instituto ‘José Cornide’ de Estudios Coruñeses. Correspondencia de López Seoane,
Registros 04-30-24 y 04-30-31.
7. «[…] fácil sería enviarle la piel de perdiz roja que desea y lo haré si Ud. insiste en
ello, pero me han dicho en el Museo que ya le ha enviado una el Sr. Graells. ¿Es que
desea Ud. más?». En ese caso me apresuraré a complacerle. Archivo del Instituto ‘José
Cornide’ de Estudios Coruñeses.
8. Nombramiento de D. Pedro Sainz (Gutiérrez) Manteca (R. O. de 2 de junio de 1852)
catedrático de la asignatura de Ampliación de Historia Natural de la Universidad de
Granada. Libro 1906 fol. 40 Archivo Universitario de Granada.
9. «S.M. el Rey ha tenido a bien nombrar, en virtud de concurso a catedrático numerario
de la asignatura de Organografía y Fisiología Vegetal de la Facultad de Ciencias. Sección
de las Naturales de la Universidad Central de Madrid a D. Pedro Sainz Gutiérrez que
actualmente sirve en la de Granada […]». Signatura 31/16675 R. O. de 2 octubre de
1877. Ministerio de Fomento e Instrucción Pública Universidades. Archivo General de
la Administración (AGA)..
170 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

socio corresponsal., aupado por su antiguo amigo10 y valedor Graells.


El 26 de enero de 1893 Graells propuso a López Seoane como «socio
corresponsal nacional» de la RAC y quedó elegido el 22 de febrero
de 1893. En el glosario que Graells esgrime de las publicaciones de
López Seoane, no figuran los tres aludidos folletos. Ni este los incluyó
en la relación que hace de sus trabajos al cumplimentar la Hoja de
méritos enviada a la Academia ese mismo año. Antecedentes de los
Sres. Académicos de Número y de los Corresponsales Nacionales y
Extranjeros, necesarios para la Historia de la Corporación. «Expediente
del académico Víctor López Seoane» (A-RAC).
Un Graells ya senil, en carta de fecha 19 de diciembre de 1893, respon-
diendo a López Seoane, tiene amargas y erradas palabras, no solo para
Arévalo, ya fallecido, al que tacha de «danzante y fantoche» y de robar
un quimérico manuscrito a la viuda de Rafael Cisternas (Apéndice III).
Falaz imputación discordante con el testimonio (1894) de Eduardo Boscá
Casanoves (1843-1924) alumno predilecto del aludido Cisterna, antecesor
en Valencia de Arévalo: «[…] Desgraciadamente, el original de sus notas
acumuladas durante los años, desapareció entre los manuscritos que
quedaron en las dependencias del gabinete» (Boscá Casanoves, 1894:
12). Tampoco Augusto González de Linares (1845-1904), Director de
la Estación de Biología Marina de Santander, escapó de las exacerbadas
críticas de Graells en el Senado (1888-1890). «Dominado —Graells—por
un lamentable afán de venganza incurrió en algunas inexactitudes y, lo
que es peor, el ataque alcanzó tonos injuriosos […]», e incluso Linares se
planteó «llevar a los tribunales a Graells» (Faus, 1986: 145).
Por otro lado, Fraga Vázquez (2007: 41-45, 59, 73), su principal
biógrafo, nos reitera el particular perfil psicológico de su paisano
—López Seoane—caracterizado por un patente comportamiento
narcisista, con necesidad neurótica de éxito e irreprimible afán de
protagonismo y notoriedad. El inquieto y belicoso personaje también
sostuvo fuertes polémicas con otros autores españoles (Sainz, Boscá
y Macho de Velasco) y con el francés Lataste.11 Del mismo modo en la

10. En 1862, López Seoane le dedica un retrato suyo: «Al Señor D. Mariano de la Paz Graells.
En demostración de respeto y amistad». Expediente Académico de D. Víctor López
Seoane (A-RAC).
11. En 1877 apareció el Catálogo de anfibios y reptiles de Galicia (López Seoane, 1877).
Al año siguiente, el herpetólogo francés, F. Lataste (1847-1934), en: Les reptiles de la
Galicie (Lataste, 1878) critica con dureza ese catálogo.
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 171

herpetología dejó constancia de su censurable proceder. Siguiendo a


Fraga Vázquez (2007: 42-43), Víctor López Seoane fue artífice de otro
fraude científico: envió al herpetólogo O. Boëttger (1844-1910) dos
especímenes recogidos por su hermano, supuestamente de Filipinas,
para ser determinados como propios, retribuyendo al alemán por su
trabajo: Piesigaster Boettgeri (Seoane, 1881) y Bufo Panayatus (Seoane,
1890) y fueron calificados de taxones nuevos para la ciencia. Años
más tarde, ante las dudas del propio Boëttger, quedó patente que los
ejemplares enviados procedían del Caribe. Abordaremos seguidamen-
te sus amplias polémicas con los catedráticos universitarios Sainz
Gutiérrez (1825-1894) y Arévalo Baca (1844-1890).

Evaluación del primer catálogo ornitológico de v. lópez seoane


(1861): raíz de las iniciales polémicas

Su Catálogo de las aves observadas en Andalucía (López Seoane, 1861)


fue dedicado por el propio autor a la Real Academia de Ciencias, que
lo publicó ese año. Obra que hemos sometido a un análisis exhaustivo
y viene a corroborar el desbocado afán egocentrista que acompañará
y ensombrecerá de por vida a su autor, ya discordante al escribir
años después: «Con objeto de explorar la espléndida región andalu-
za, hemos trasladado la matrícula de Madrid a Granada, cuando aún
comenzábamos nuestra carrera universitaria […]. Allí permanecimos
un año, recorriendo en toda su extensión las Sierras Nevada, Elvira, de
Alfacar, etc., aprovechando las vacaciones para internarnos, o recorrer
el resto de Andalucía« (López Seoane, 1870: 3 «1894»).
Los trabajos ornitológicos aparecidos hasta entonces se centra-
ban en áreas muy determinadas. Nunca comparables a la extensa
dimensión territorial andaluza, algo más del 18 por ciento del espacio
nacional. Este hecho, debió de atraerle y pronto se vio inmerso en una
empresa para la que no estaba suficientemente capacitado y además
carecía de tiempo material para prospectar las ocho provincias que
componen Andalucía, en una época donde el medio más usual de
transporte terrestre de viajeros seguía siendo las sillas-correo o de
postas, las galeras y las diligencias, ante un incipiente tendido ferro-
viario que tardó décadas en articular el territorio andaluz.
172 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

Según Fraga Vázquez (2007: 9): «Inició sus estudios de Medicina en


Madrid, que continuó en Andalucía desde 1857, donde prestó especial
atención a las aves de la zona […] obtuvo la licenciatura en Santiago,
en junio de 1861». En realidad, hemos comprobado que solo perma-
neció en Granada durante el curso 1857/5812 y en el Archivo Histórico
Nacional solo consta su matrícula en la asignatura de Geografía de la
Facultad de Ciencias.13
Resulta enfático el título: Catálogo de las aves observadas en Anda-
lucía, máxime cuando el grueso de las observaciones se centra en 29
espacios sitos en un radio de 14 kilómetros de la ciudad de Granada
(muchos de estos lugares conforman el actual área metropolitana de la
capital). Sierra Nevada a 32 kilómetros y Lanjarón a 49 son los enclaves
más alejados. La primera es aludida 60 veces en el texto y 3 el segundo.
Tampoco menciona ninguna localidad situada en el litoral granadino. A
Sierra Nevada le sigue —con 22 citas— el cortijo de Jesús del Valle, justo
en el término municipal de Granada.14 Las demás provincias andaluzas
aparecen de forma testimonial: Cádiz (32 referencias); Sevilla (25); Málaga
(19); Almería (13); Jaén (8); Córdoba (6) y Huelva (1). No es de extrañar que
trabajo tan localista, y en modo alguno riguroso, recibiera un sinfín de
críticas. Muchas especies fueron determinadas en virtud de aseveraciones
de cazadores y labriegos a la vista de las Planches coloriées (Temminck y
Laugier de Chartrouse, 1820-1839) expuestas por el propio López Seoane.
Seoane, por momentos, fija el rango de especie a simples razas
o variaciones locales de un mismo taxón. Como modelo, la grajilla

12. Cursó los dos primeros años de Medicina y Cirugía en la Universidad Central de Madrid
(1854 a 1857). Para el tercer año de 1857/58 trasladó su matricula a la Universidad
de Granada. Así resulta del expediente personal del interesado. Universidad Central
Madrid, 10/06/1859. Los años restantes los cursó en la Universidad. de Santiago de
Compostela. Recibió la investidura de grado de bachiller en Medicina y Cirugía el 30
de junio de 1861. La licenciatura en Ciencias la obtuvo el 14 de junio de 1866. Leg.
739. Exp. 23 Archivo Histórico Universitario (Santiago).
13. Expediente V. López Seoane. Secretaría de la Universidad Central. Facultad de Ciencias.
Antecedentes de la carrera de López Seoane». Signatura: Universidades, 5795. Exp. 25
Archivo Histórico Nacional (AHN).
14. La Hacienda-Cortijo de Jesús del Valle declarada monumento en el Catálogo General
del Patrimonio Andaluz (BOJA n.º 119, de 21 de junio de 2005). Es de los mejores
ejemplos de este tipo de explotación agropecuaria de los siglos xvii-xviii. Perteneció
a los Jesuitas hasta su expulsión en 1767. Sus 407 hectáreas acogían olivares, viñedos,
montes de encinas, dehesas para pastos, huertas, jardines y alamedas.
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 173

occidental Corvus monedula a la que llama cuervo torrero y a C. m.


spermologus, cuervo espermolegus aparecen consignadas como es-
pecies distintas (López Seoane, 1861: 341). Una vez descontamos las
mismas, dado los cambios taxonómicos habidos, y en virtud de los
nombres y sinonimias originales, podemos cifrar en 288 las especies
de aves por él inscritas en sus diferentes estatus, incluidas en 39
familias (las aves ibéricas se encuadran actualmente en 75 familias).
El Prontuario de la avifauna española (Bernis, 1954) donde se acopian
las principales sinonimias empleadas en España en el periodo 1850-
1950, nos ha facilitado dilucidar la nomenclatura científica de la que
se valieron López Seoane y Arévalo Baca.
Además, por citar un ejemplo, olvida aves tan señaladas como
los págalos —Stercorariidae— y escasean taxones de las familias
Anatidae, Charadriidae, Scolopacidae y Sternidae. En suma, numerosas
especies comunes de aves acuáticas y marinas le son desconocidas.
Máxime cuando solo para Málaga hemos contabilizado 186 especies
vinculadas a este medio —34 de presencia excepcional— (Garrido,
Alba y González, 2002). Arévalo, en su libro registra un total de 389
especies (328 más otras 61 accidentales) para la Península y Baleares.
Y, concretamente, para Málaga 303 (259 más 44) (Garrido Sánchez,
2006: 1040-1041). Después de 110 años las aves malagueñas pasaron
a 363 especies (Garrido y Alba, 1997). Para Andalucía se estiman unas
175 las especies nidificantes: el 77 por ciento de las contempladas en
el contexto nacional.
Según Reig Ferrer (2001: 346), aprendió su metodología ornitológi-
ca de los hermanos Brehm —Alfredo Edmundo (1829-1884) y Reinaldo
(1830-1891)— con quienes conservaba lazos de amistad. Pensemos
que en el 28,5% de estas especies catalogadas, el epíteto científico
barajado por López Seoane concuerda con el actual. De hecho, men-
ciona a A. E. Brehm en nueve ocasiones con relación a otras tantas
especies, puesto que los germanos estuvieron también en Granada
en 1856 —«mi amigo el Dr. Brehm» o «Brehm», a secas—. Pero A. E.
Brehm tampoco escapa de las irreflexiones del gallego con respecto a
la especie guión de codornice Crex crex.15 También M. Machado, autor

15. «Brehm me dijo era de paso en invierno, en lo que padeció una equivocación, porque
cuando es de paso en la Península lo efectúa en verano» (V. López Seoane, 1861: 377).
López Seoane, torpe en su matización, puesto que esta ave, cada día más escasa, realiza
174 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

del Catálogo de las aves observadas en algunas provincias de Andalu-


cía (1854), es aludido por López Seoane 18 veces, siempre en armonía
con el gaditano (López Seoane, 1861: 370-371).16 A la par, menudean
datos aportados por el taxidermista granadino José Sánchez García.17
De la media docena de citas que hemos espigado: una de ellas, por sí
sola, descalifica todo su catálogo, puesto que a sabiendas de su falsedad
establece la presencia de una especie rara para tratar de demostrar
su solvencia ornitológica. Del ave en cuestión: escribano sahariano
Emberiza striolata -ahora Emberiza sahari —escribe nuestro autor:
«¿Sedentario? Poco común en las dehesas de Alfacar, Jesús del Valle
y otros puntos de la provincia de Granada. A pesar de que Temminck
[1778-1858],18 Degland [1787-1856]19 y otros ornitólogos creen que
es abundante esta especie en Andalucía, no la pude encontrar sino
muy pocas veces en esta provincia» (López Seoane, 1861: 338). Cita
fraudulenta que no pasó desapercibida para Arévalo Baca cuando
critica la punible actitud:

[…] esta especie es propia de África septentrional., y Temminck y


el Príncipe Bonaparte (1803-1857) —Emberiza striolata (Licht.). His-
pania África. s. (Bonaparte, 1842: 45)— aseguran que se presenta
accidentalmente en la Península Ibérica. El Sr. Z. Gerbe por su parte
nada afirma,20 limitándose a decir que a los naturalistas de Andalucía

ambos pasos migratorios también a través de nuestro país: en otoño hacia el sur y en
primavera vuela al norte.
16. «Debo a la amistad del Dr. D. Antonio Machado la comunicación de esta especie (Ciconia
nigra cigüeña negra) en carta de dicho señor, que recibí en mayo de 1860: en ella me
dice que hasta la fecha nada nuevo tiene que añadir a su catálogo».
17. Unos ejemplos: «Erithacus cyanecula [Ruiseñor pechiazul Luscinia svecica] la comuni-
cación de esta especie la debo a la amabilidad del disecador Sánchez, que la observó en
la sierra de Alfacar en el mes de noviembre de 1856». Flamenco común Phoenicopterus
roseus: «según el preparador Sánchez no escasea en Fuente de Piedra (Málaga)» (López
Seoane, 1861: 356, 376).
18. «[…] Bruant striolé Emberiza striolata. Habite l’Andalousie, où il est assez commun,
peut aussi quelques autres parties du midi de l´Europe […]» (Temminck, 1820: 640-
641).
19. «[…] Le Bruant striolé habite l’Egypte, d’où M. Rüpell l’a rapporté; il serait, dit-on,
commun en Andalousie et se montrerait accidentellement dans le centre de l’Europe»
(Degland, 1849: 257-258).
20. «[…] Le Fringillaria striolata habite l’Afrique septentrionale. Elle se montrerait acciden-
tellement dans l’Europe méridionale, et ne serait pas rare, dit-on, en Andalousie […]
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 175

corresponde principalmente dilucidar esta cuestión. Sin duda, para


dar una satisfacción al Sr. Gerbe, el Sr. López Seoane cita la especie,
y dice que se presenta poco común en Granada (Dehesa de Alfacar)
(Arévalo Baca, 1887: 228).

Transcurridos más de 150 años, el escribano sahariano Emberiza


sahari sigue sin colonizar el sur europeo, haciendo más patente el
renuncio de López Seoane.21
Contrariamente, este olvida la existencia de la entonces ya habitual
águila-azor perdicera Aquila fasciatus.22 Entre sus mayores aciertos
taxonómicos destacamos tres referencias concretas: gaviota cabeci-
negra Larus melanocephalus23 Alondra de Dupont —alondra ricotí—
Chersophilus duponti24 y golondrina dáurica Cecropis daurica: una
de las iniciales referencias en nuestro país: «Hirundo rufula (Temm.)
Esp. Golondrina bermeja. Accidentalmente. Rara en las cercanías de
Granada, en mayo» (López Seoane, 1861:344). Si bien, la primera cita
sobre la reproducción de la golondrina dáurica en España es obra del
médico malagueño Luis Parody López (1844-1918), en Casarabonela
(Málaga) (Garrido Sánchez, en prensa).

C’est aux naturalistes de l’endroit, à ceux de l’Andalousie particuliérement à élucider


cette question» (Degland y Gerbe, 1867: 306-307).
21. Solo dos citas fidedignas se registraron en la Península Ibérica: la primera en junio de
1987 (Vega et al., 1994: 115): Un ejemplar macho fue capturado en Algeciras en junio
de 1987 «[…] Parece muy alta la probabilidad de que el ave en cuestión proceda de
cautividad». La segunda, el 13 de octubre de 2009, corresponde a Nerja (Málaga) (Kiis,
2011: 474) y también pudiéramos inclinarnos por una llegada asistida del ejemplar.
22. En palabras de Arévalo (1887: 59) «en la región meridional de España es sedentaria
y muy común». La población reproductora en Granada asciende a 39-45 parejas (Gil-
Sánchez et al., 2000: 69-75), con asentamientos en áreas naturales mencionadas por
López Seoane, donde este incomprensiblemente no la cita. Otra especie polémica: el
piquituerto común Loxia curvirostra —que no cita— y en su lugar anota erróneamente
el piquituerto lorito Loxia pytyopsittacus (López Seoane, 1861: 334). Ave del norte y
este europeo, no observada jamás en España.
23. Escribe sobre esta: «Larus melanocephalus (Natterer.) Esp. Gaviota cabiznegra. Acciden-
talmente. Rara en las cercanías de Granada, en invierno. Más común en los puertos»
(López Seoane, 1861: 379). En 1984 P.J. Conder (1919-1993), Director Royal Society for
the Protection of Birds, la observó en el embalse de los Bermejales, sito a 37 kilómetros
de la capital granadina (García Barcelona, 2009: 14-23).
24. También acierta con la alondra de Dupont [alondra ricotí]: «Alauda dupontii (Vieill.)
Esp. Calandria Dupont. Sedentaria. Poco común en los campos de las cercanías de
Granada, especialmente en invierno» (López Seoane, 1861: 348)
176 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

Arévalo vivió largo tiempo en Granada, por ello sus aves no le eran
ajenas. A los once años se matricula en su Universidad Literaria (1855-
1858). Los últimos años de bachillerato (1858-61) los cursó en el Insti-
tuto Provincial de Málaga y el 26 de junio de 1861 obtuvo el título de
bachiller en artes. Durante 1862-64 se matricula en las facultades de
Ciencias y de Medicina de la Universidad de Granada. Desde 1864-65 en
la Facultad de Ciencias de la Universidad Central y en el curso 1871-72
«ganó y aprobó todas las materias exigidas para la licenciatura (sección
de Naturales)». El grado de doctor lo obtuvo el 29 de septiembre de
1873, con la calificación de sobresaliente. Años antes, el 24 de noviem-
bre de 1869, se revalida de ingeniero agrónomo en la Escuela General
de Agricultura de Madrid (Garrido Sánchez, 2000: 41-56). Colabora en
la Comisión del Mapa Geológico de España: Datos Geológicos y Físicos del
Valle de Lanjarón (Provincia de Granada) (Arévalo Baca, 1876b: 252-256).

Críticas de P. Sainz Gutiérrez en 1862 al catálogo de V. López Seoane

Pedro Sainz Gutiérrez (1825-1894), catedrático de Ampliación de His-


toria Natural., en su: Observaciones al catálogo de aves de Andalucía
publicado por D. Víctor López Seoane en 1861, dice que le obliga a ello
«la circunstancia de hallarnos en el país, teatro de estas observacio-
nes, el estar a nuestro cargo el gabinete de la Universidad de Granada,
en él varias veces citado, y alguna afición al estudio de las aves» (Sainz
Gutiérez, 1862: 111). Manifiesta que autores anteriores a López Seoane
debieron comprender la dificultad que encierra extender demasiado
una clase de observaciones, «inútiles si no son exactas y están re-
petidas veces confirmadas». Se pregunta: «¿Ha recorrido Seoane las
provincias andaluzas y adquirido los datos necesarios para formar
el extenso catálogo de las aves que en ella viven? Hay motivos para
dudarlo». Como igualmente duda que Seoane visitara localidades que
cita en el mismo: «No colocaríamos en la laguna del Padul el calamón
azul, ni le hubiera colocado nuestro autor si su estancia en Granada le
hubiera permitido, recorriendo más la provincia, ver esta localidad»
(Sainz Gutiérrez, 1862: 114).25 Asimismo, le reprocha la inclusión de

25. «Porphyrio hyacinthinus (Temm.) [Calamón común Porphyrio porphyrio] Esp. Calamón
azul. Sedentario. Raro en la laguna del Padul en la provincia de Granada, en las costas
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 177

numerosas referencias aportadas por cazadores: «buenas sí para guía,


pero no admisibles, sin examen». Más adelante, la simpleza de López
Seoane al tratar los hábitos de determinadas especies, hace sospechar
a Sainz «que si le son bien conocidas las aves, está lejos de conocer
igualmente sus costumbres».
La nobleza de Sainz le lleva a reconocer también los méritos del
naturalista gallego: «Las más de las citas son exactas, y cumple así
manifestarlo, que no es poco haber reunido en tan corto tiempo tal
número de datos y exponerlos, como se hace en este trabajo, con
copia de doctrina que revela más que mediados conocimientos en la
especialidad « (Sainz Gutiérrez, 1862: 115).

Réplica a las observaciones hechas por d. pedro sainz [gutiérrez]26


manteca, al catálogo de las aves de andalucía. v. lópez seoane (1862)

López Seoane se sirve del mismo medio, la Revista Ibérica, para


responder a las argumentaciones de Sainz. Emplea un tono mordaz
rayano en lo insultante y usa el apellido Manteca en vez de Gutiérrez:

Mucho sentimos que el Sr. Manteca no haya tenido la amabilidad


de acompañarnos en nuestras ascensiones a Sierra Nevada y excur-
siones por el país, y más aún sentimos las dudas que abriga acerca
de nuestra veracidad [...] si tan fácil parece al Sr. Sainz Manteca
confeccionar un catálogo, ¿por qué no lo hizo llevando tantos años
en el país y con medios de poder realizarlos, y esperó a que otro
tomase la iniciativa?

de Puerto Real y en Córdoba. Su rareza se refiere tan solo al corto número de individuos
que se ven» (López Seoane, 1861: 378).
26. Sobre la confusión habida en sus apellidos resumimos una esclarecedora solicitud que
hemos localizado en su «Expediente Personal. D. Pedro Sainz» (Oficio de 20 de mayo
de 1861) al Ilustrísimo Señor Director de Instrucción Pública: «Desea se le renueven
el título de Doctor en Ciencias y el nombramiento de catedrático de la asignatura de
Ampliación de Historia Natural de la facultad de Filosofía de la Universidad de Granada,
rectificando la equivocación habida en su apellido materno […] se digne mandar le
sean expedidos con la modificación en el mismo de Gutiérrez en lugar de Manteca».
Signatura 31/16675 (AGA).
178 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

López Seoane objeta la imposibilidad de visitar gabinetes provin-


ciales, «porque mal puede verse aquello que no existe [...] a excepción
de Granada, Sevilla, Córdoba, Almería y Cádiz» (López Seoane, 1862:
463-465). Olvida citar la existencia del destacado gabinete de Historia
Natural del Instituto Provincial de Málaga, que en 1860 (fecha en la
que dio por acabado su catálogo: 15/08/1860) contaba con 108 aves
de 74 especies. Pasó de 50 ejemplares en el año 1851 a contener 381
en 1881 (Garrido Sánchez, 2008b: 71-84). Dispone de Sierra Nevada
a modo de compartimento estanco para ubicar inverosímiles referen-
cias. Así, llevado por su arbitrariedad —como ejemplo— no duda en
calificar al pato havelda Clangula hyemalis [especie de distribución
ártica que inverna en el mar y se presenta accidentalmente en el litoral
sur peninsular] de «Poco común en Sierra Nevada en marzo Fuligula
clangula (Degland)» (López Seoane, 1861: 383).
Se lamenta que Sainz Gutiérrez no le comunicara ninguna noticia
acerca de la ornitología andaluza y que los profesores de Andalucía
«no contestaron a una circular que le dirigimos desde Ferrol, supli-
cándoles nos ilustrasen con sus conocimientos». Queda agradecido
al Sr. Torres, rector de la Universidad de Granada; a los Sres. Graells,
Pérez Arcas, Lorente y Aguilar, por la inmerecida indulgencia con
que acogieron «mi humilde trabajo», e invoca la llegada de un «genio
emprendedor que elevará la fauna española al rango que debe ocupar
entre las de las naciones más cultas» (López Seoane, 1862: 467).

la polémica en la rac en torno al premio correspondiente a una obra


sobre las aves de españa (1882-1887)

La Memoria titulada Aves de España. Un dato más, presentada por José


Arévalo Baca, optó al premio de la Real Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales correspondiente al año 1882. Y en la sesión extraor-
dinaria del 3 de julio de 1884 fue premiada con accésit,27 aunque no

27. Arévalo se inclinó por el tema: «Catálogo descriptivo de un grupo natural de la fauna
española, indicando las especies de que el hombre saque o pueda sacar alguna utilidad
y aquellas otras que sean perjudiciales», contemplado en el Programa para la adjudica-
ción del premio en el año de 1882 de la RAC. (Gaceta de Madrid, 34, Tomo I pp., 306-307
de 3 de febrero de 1881). «La única Memoria presentada optando al premio ofrecido
por la corporación, correspondiente a su Sección de Ciencias Naturales, señalada con
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 179

vio la luz hasta 1887 —tres años antes del fallecimiento de su autor,
catedrático de Ciencias Naturales de la Universidad de Valencia y
director de su Jardín Botánico—. Constituye el primer catálogo general
descriptivo de las aves ibéricas, aunque el retraso de cinco años en
su publicación impidió que fuese el primero en aparecer impreso.

(Apéndice I). El Informe Académico de 1884

En el informe presentado el 16 de junio de 1884 por la Sección de


Ciencias Naturales de la Academia, referido a la indicada Memoria y
suscrito por Joaquín González Hidalgo (1839-1923), se exponen una
serie de reflexiones. «Documentación de premios» (A-RAC) que vela-
damente menoscaban los conocimientos ornitológicos de José Arévalo
Baca e incluso da pie a ulteriores juicios insidiosos sobre su persona.
Lógicamente, en dicho informe inédito, los académicos no le llaman
la atención al autor por haber incluido en la bibliografía únicamente
el catálogo de Víctor López Seoane de 1861 —fue en 1894 cuando
se publicaron los tres fraudulentos folletos: Revisión del catálogo de
las aves de Andalucía (1870-«1894»), Aves nuevas de Galicia (1870-
«1894») y Examen crítico de las perdices de Europa (1891-«1894»)—.
Sin embargo, aluden a imaginarios trabajos ornitológicos inéditos de
los profesores Higinio Aragoncillo del Villar (1823-1875) 28 y Rafael
Cisternas Fontseré (1818-1876). Sobre el primero se lee: «a más de
cumplir con sus deberes de la enseñanza, se dedicó a formar una

el lema Aves de España. Un dato más, fue considerada como digna de accésit. El accésit
consistirá en diploma y medalla de oro de 60 gramos de peso, exornada con el sello
y lema de la Academia […] la impresión de la Memoria y entrega de 100 ejemplares al
autor. Adoptada esta resolución, previos todos los trámites reglamentarios, en sesión
celebrada el día 3 de julio, se abrió el pliego donde debía constar el nombre del autor
y resultó serlo este el señor D. José Arévalo y Baca. Catedrático de la Universidad de
Valencia». (Gaceta de Madrid, 193. Tomo III, p. 127 de 11 de julio de 1884).
28. Higinio Aragoncillo del Villar (1823, Villaluenga, Zaragoza–1875, Málaga). En 1849
fue nombrado catedrático interino de Elementos de Historia Natural del Instituto
de Orense, donde en 1856 creó el Jardín Botánico y dejó en su Gabinete de Historia
Natural colecciones de insectos, semillas, moluscos, etc. En 1852 se licencia en Cien-
cias Naturales y es nombrado catedrático propietario de la asignatura de Nociones
de Historia Natural de este Instituto. En 1858, catedrático de Elementos de Historia
Natural en el Instituto de Málaga y doctor en Ciencias Naturales. Socio Fundador de la
Sociedad Malagueña de Ciencias Físicas y Naturales (1872). Libro de hojas de méritos
y servicios. Archivo Instituto Nuestra Señora de la Victoria. Málaga.
180 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

preciosa colección de aves de aquella parte de Andalucía, hoy existen-


te en el Museo de dicho Instituto […] cuyos datos iba transmitiendo a
la vez al no menos ilustrado profesor D. Rafael Cisternas».
Hemos verificado que el profesor Aragoncillo únicamente cola-
boró a incrementar la ya rica colección ornitológica existente. Bajo
su dirección se registra un notable aumento en el montante de las
colecciones zoológicas y mineralógicas del Gabinete (Garrido Sánchez,
2008c: 78-79 y 2014: 33-45). El interés de ese profesor se decantaba
principalmente por los insectos, de los que tenía una gran colección
personal. Tras la muerte de Aragoncillo, la Sociedad Malagueña de
Ciencias Físicas y Naturales intentó adquirir su colección entomoló-
gica (Garrido Sánchez, 2006: 1034-1035). Veamos otra prueba de su
interés por los insectos: «[…] don Higinio Aragoncillo, catedrático de
Historia Natural en el instituto de Málaga, le ha remitido a D. Laureano
Pérez Arcas algunos insectos muy curiosos de los alrededores de esta
ciudad, y entre ellos una magnífica hembra de Asida luctuosa Rosenh.»
(Anónimo, 1872).
Comentaba Joaquín González Hidalgo acerca del profesor Rafael
Cisternas: «Este catedrático, después de haber publicado el catálogo
de los peces de Valencia, había emprendido el estudio de las aves de
aquella región española, ya con la colección formada por el profesor
Vidal., y cuyos materiales existen en el gabinete de aquella Universi-
dad, ya con las nuevas adquisiciones por él realizada». Informacio-
nes actuales demuestran que la ictiología ibérica (Cisternas, 1867)
fue su única especialidad real (Catalá Gorgues, 1999-2000: 14-21)
y que su interés sobre ornitología se redujo al tema de un ejercicio
de oposición sobre el neuroesqueleto de las aves cuando optó a la
cátedra de Ampliación de Historia Natural en la Universidad de Sala-
manca (Pelayo, 2001: 319). Por otra parte, ni siquiera Eduardo Boscá
Casanoves (1843-1924) afirma que su antiguo maestro se interesara
implícitamente por las aves: «Atesorada en nuestro Museo, por el que
le había precedido en tan honroso cargo, —Vidal Cros (1843-1924)—
una de las mejores colecciones de aves recolectadas en España, vio en
ello el primer paso para continuar la obra, difícil en nuestro país, de
reunir sucesivamente, y hasta donde fuera posible, todos los grupos
de vertebrados indígenas.» [la cursiva son nuestras] (Boscá Casanoves,
1876: 599). «También para los gabinetes de Historia Natural resultó
de sumo provecho el paso de nuestro profesor Cisternas, recibiendo
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 181

razonado impulso en armonía con las nuevas tendencias de la ciencia,


dando atención preferente, después de completadas en cierto modo
las colecciones de carácter general., a los productos naturales que
faltaban del país» (Boscá Casanoves, 1894: 11).
Otro motivo de controversia para aquella Sección Calificadora de
la Memoria fue la proliferación de citas referidas a las localidades de
Málaga y Valencia, pues opinaban que Arévalo Baca se había servido
de hipotéticos estudios de los mencionados profesores «[…] lo cual
hace suponer con fundamento que no se han perdido para la ciencia
los trabajos de aquellos naturalistas». Ignoraban que Arévalo era
malagueño y conocía a fondo su provincia,29 y parecían olvidar que
era catedrático de Historia Natural en la Universidad de Valencia desde
el 16 de marzo de 1877
A Mariano de la Paz Graells, otro de los integrantes de la citada
Sección Calificadora de la RAC, Sesión extraordinaria del 3 de julio de
1884, «Actas» (A-RAC) no le debió de agradar verse censurado en el
mismo manuscrito sobre el que debía dictaminar,30 aunque Arévalo
empleaba el respetuoso tratamiento de Excmo. Sr. al dirigirse a Graells

29. Basta examinar sus trabajos de 1875-1876: Reseña de una breve excursión por varios
puntos de la provincia de Málaga (1875) en compañía del reconocido Francisco de los
Ríos, como hace constar en la página 205. Se adelanta en más de cuarenta años a su
tiempo cuando esgrime precursores conceptos conservacionistas al oponerse a la
desecación de la laguna malacitana de Fuente de Piedra (Arévalo Baca, 1875: 204-214).
En su artículo: La Sierra de la Juma (provincia de Málaga) (Arévalo, 1876a) —trabajo
que Bernis (1966: 51) parece desconocer al dudar de la aseveración de Arévalo sobre
una pareja de buitres negros Aegypius monachus en el enclave—. En el Museo Británico
de Historia Natural existe una puesta obtenida aquí «Cerca de Álora» (Registro n.º .
1941.1.6.762-764). Además deja constancia de otras especies interesantes: quebran-
tahuesos Gypaetus barbatus; águila real Aquila chrysaetos. Inclusos —damos fe— el
vencejo real Apus melba y el avión común Delichon urbicum aún nidifican justo en
el mismo lugar señalado por nuestro autor (Arévalo Baca, 1876a: 233-239). En 1868
profesor auxiliar de Historia Natural en el Instituto Provincial de Málaga. Doctor en
Ciencias Naturales (premio extraordinario por oposición) e ingeniero agrónomo. Entre
1873 y 1877 profesor interino de Hidráulica Agrícola y Construcciones Rurales en la
Escuela General de Agricultura de Madrid. Residía en Valencia desde el 16 de marzo
de 1877 en calidad de titular de la cátedra de Historia Natural, lograda mediante opo-
sición, y ejercer la dirección del Gabinete de Ciencias Naturales y del Jardín Botánico
[Su biografía en Garrido Sánchez, 2000].
30. En Arévalo Baca (1887: 85) «[…] los Sres. Graells (1853: 75) y Guirao (1859: 523) citan
esta especie Sturnia passerina como sedentaria, pero sin duda se refieren a la siguiente:
Noctua minor, Briss. (Strix passerina, Bechst.)». (Mochuelo europeo Athene noctua).
182 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

y «mi antiguo maestro». No obstante, concluyeron en el dictamen que


la obra debía ser publicada, lamentablemente, privándola del atlas
acompañante con las ilustraciones de especies: «[…] opina la Sección
Calificadora que es digna de ser premiada por la Academia con accésit
la Memoria que lleva por lema Aves de España. Un dato más y de ser
publicada por esta Corporación, sin el atlas».

(Apéndice II). Respuesta de José Arévalo Baca al Informe de


la RAC

En carta inédita del 8 de septiembre de 1884 dirigida al Secretario


General de la Academia «Expediente Académico de D. José Arévalo»
(A-RAC) Arévalo Baca acepta la sugerencia de «adicionar los datos
útiles del trabajo del Sr. Vayreda publicado con posterioridad a la
presentación de mi Memoria». (Vayreda, 1883). Para seguidamente
esclarecer la supuesta utilización de los trabajos ornitológicos «de
dos profesores que ya no existen […] con objeto únicamente de aclarar
aquellos hechos que imperfectamente conocidos pudieran afectar a
mi dignidad […]».
Arévalo no cree que Aragoncillo reuniera datos sobre aves de Má-
laga y agrega: «[…] de haberlos poseído no los hubiera entregado a
otra persona que a mí, pues no solo me profesaba el afecto propio del
Maestro hacia su discípulo sino que sentía por mí un cariño verda-
deramente paternal». Arévalo continúa ampliando información sobre
Aragoncillo y destaca la importante colaboración recibida en Málaga
por F. de los Ríos:

[…] el profesor Aragoncillo procuró el aumento constante de la


colección del Gabinete del Instituto de Málaga, la cual es una de
las mejores de España, auxiliado por Don Francisco de los Ríos:
preparador en el mismo Instituto y que dedicado al comercio de
aves y nidos, reunía numerosos ejemplares llegando a poseer un
caudal notable de datos sobre la vida y costumbres de muchas aves
de Málaga los cuales me comunicaba en los paseos y expediciones
que hicimos durante algún tiempo.

En Arévalo Baca (1875: 212) leemos: «[…] abandonando con pena


aquellos lugares que tan extrañas impresiones habían causado en
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 183

nuestra alma, llevando yo además el grato recuerdo de la solicitud


cariñosa de que una vez más fui objeto por parte de mi amigo el Sr.
Ríos a quien envío desde aquí la expresión de mi reconocimiento». En
el prólogo de la obra ya impresa, solo tiene palabras de agradecimien-
to para ambos malagueños de adopción (Aragoncillo y de los Ríos):
«Gratitud profunda conservaré siempre hacia aquellas personas que
con sus consejos y noticias me han animado a emprender, continuar y
concluir esta obra, debiendo citar a dos que ya no existen, pero cuyo
recuerdo no se borrará jamás de mi corazón» (Arévalo Baca, 1887: V).
Sobre la supuesta afición de Rafael Cisternas a las aves, Arévalo
manifiesta que desde el momento que ocupó la cátedra y la dirección
del Gabinete de Ciencias Naturales de la Universidad de Valencia: «[…]
no había hallado otras huellas en la parte de las aves que la del sabio
profesor Don Ignacio Vidal a quien se debe la base de la magnífica
colección que hoy posee el Establecimiento».31 Insistía en que los estu-
dios ictiológicos fueron los preferidos del profesor Cisternas, como le
habían comunicado profesores contemporáneos de aquel y el antiguo
ayudante del Gabinete, D. Vicente Escrihuela. Finaliza, que sus declara-
ciones «no tienden a contradecir la afirmación consignada en el informe
de que los Sres. Aragoncillo y Cisternas trabajaron en ornitología: podrá
ser así, pero a fe de hombre honrado confieso que lo ignoraba».
En una publicación actual se confirma que la destacada colección
de aves de aquel Gabinete de Historia Natural de la Universidad de
Valencia era mérito exclusivo de los mencionados Vidal y Arévalo:

Se custodiaban colecciones de gran valor, fruto en la mayor parte


de los casos de la labor de los sucesivos catedráticos en campos
concretos del conocimiento naturalista, y así, no es casualidad que
los fondos más notables correspondieran a las aves, por la actuación
de Vidal y Arévalo, a los peces, por la de Cisternas, y a los reptiles
y anfibios, por la de Boscá (Catalá Gorgues, 2004: 23).

31. Vidal Cros (1815-1859). Primer catedrático de Historia Natural de la Universidad de Va-
lencia y principal valedor del Gabinete de Historia Natural de la Universidad. Siguiendo
a Catalá Gorgues (2004: 11-12): «que con el tiempo se convertiría en el segundo de la
especialidad en el ámbito estatal, tras el Museo de Ciencias Naturales de Madrid». En
1851, la Real Academia de Ciencias publicó su Catálogo de las aves de la Albufera y
en 1856 su revisión.
184 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

El Gabinete de Historia Natural desapareció pasto de las llamas el 12


de mayo de 1932 (Almela y Vives, 1932).
Sánchez Arteaga (2005: 88) evidencia cierto menoscabo hacia
Arévalo en auxilio de su biografiado Eduardo Boscá Casanoves (1843-
1924): «[…] la cátedra fue concedida a José Arévalo Baca, que se
había significado por su distanciamiento de la teoría evolucionista.
Significativamente, el tribunal lo componían algunos de los más cua-
lificados representantes del conservadurismo científico del momento
[…]». Nosotros hemos analizado las Actas originales de los ejercicios
de oposición a la cátedra de Historia Natural de la Universidad de
Valencia y queda patente la incapacidad de respuesta de Eduardo
Boscá en algunos de los ejercicios, donde garabatea signos de inte-
rrogación. En el primero cada opositor debía extraer de una urna, al
menos, diez papeletas cerradas conteniendo las preguntas impresas:
Boscá y Vallejo solo pudieron contestar a las diez requeridas como
mínimo, mientras que Arévalo cumplimentó trece en el mismo tiem-
po estipulado. Arévalo obtuvo el «número uno por unanimidad y fue
colocado en el primer lugar de la terna […] Resultaron empatados los
señores Boscá y Vallejo, decidiéndose el empate a favor del primero
por ser catedrático de Instituto en la actualidad, para el tercer lugar
fue designado el Sr. Vallejo» (20/12/1876) caja 15408 (AGA). Más
datos biográficos sobre Arévalo en Garrido Sánchez (2000: 41-56).
También parece ignorar que Arévalo Baca se pronunció sobre las
tesis darwinistas después de obtenida la cátedra de Valencia. En
su discurso de apertura del curso 1878-1879 de la Universidad de
Valencia (Arévalo Baca, 1878: 1-33) disertó sobre la vida «mante-
niéndose distante en el mismo respecto de las tesis darwinistas»
(Pelayo, 2001: 320). Arévalo, en su conferencia del 25 de abril de
1878 en el Ateneo Científico, Artístico y Literario de Valencia «se
centró en la variabilidad de las especies y señaló la persecución que
dos años antes habían sufrido profesores españoles defensores del
darwinismo» (Mestre et al., 2009: 233-234).
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 185

análisis de las notas manuscritas (s/f) de lópez seoane:


«observaciones a las aves de españa de arévalo baca» y otras
plasmadas en su ejemplar personal del libro aves de españa

En el Archivo del Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses


(Biblioteca Científica López Seoane. La Coruña) se custodia el legado
de López Seoane, que incluye un manuscrito del gallego: «Observacio-
nes a las Aves de España de Arévalo» (26 cuartillas con su dictamen
sobre 103 especies) y su ejemplar personal del libro Aves de España
con anotaciones al margen sobre 48 especies concretas. En total., una
vez deducidos los taxones con notas duplicadas, ascienden a 118 las
especies en las que López Seoane plasma algún tipo de comentario.
Comprobamos que este se apropia de 60 especies de Arévalo perte-
necientes a 25 familias (Scolopacidae y Anatidae son las que figuran
con mayor número de taxones: 11 y 8 cada una). Tiene el descaro de
incluirlas en su espuria Revisión del catálogo de las aves de Andalucía,
que aunque lleva fecha de impresión 1870, fue publicado casi con
toda seguridad en 1894 —lo referenciamos como López Seoane, (1870-
«1894»)—. Sin embargo, de estas 60 apropiaciones solo emite juicio
sobre nueve de ellas.32 Con respecto a las 51 especies restantes se
limita también a incluirlas, sin más, en el adulterado catálogo como
si se trataran de observaciones propias.33 A modo de ejemplo, veamos
tres de estas nueve especies:

1. Halcón de Berbería Falco p. pelegrinoides (Arévalo Baca, 1887:


73): «Esta especie se ha hallado, según el Sr. H. Saunders, en
Granada». López Seoane asienta en sus páginas manuscritas
«[…] dudo que Saunders haya hallado el F. barbarus en Granada
porque como comerciante lo querría hacer pagar bien caro —el
falco— como andaluz». López Seoane duda, satiriza a H. Saun-

32. Concretamente: cisne vulgar Cygnus olor; halcón de Eleonora Falco eleonorae; halcón
de Berbería Falco p. pelegrinoides; avutarda hubara Chlamydotis undulata; zarapito
fino Numenius tenuirostris; vuelvepiedras común Arenaria interpres; arao común Uria
aalge; curruca gavilana Sylvia nisoria y piquituerto común Loxia curvirostra.
33. Encontramos, entre otras, aves muy conocidas y de presencia habitual en Andalucía
que López Seoane olvidó incluir en 1861: águila-azor perdicera Aquila fasciatus; avoceta
común Recurvirostra avosetta; chorlitejo patinegro Charadrius alexandrinus; chorlito
gris Pluvialis squatarola o combatiente Philomachus pugnax.
186 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

ders, pero se la apropia y anota: «Falco barbarus. Accidental


en Granada» (López Seoane, 1870: 7 «1894»).
2. Avutarda hubara Chlamydotis undulata (Arévalo Baca, 1887:
301): «Especie propia del norte de África, es muy rara en España
[…] solo tengo noticias de una que se obtuvo en la barriada
malagueña de El Palo. Los señores Degland y Gerbe aseguran,
sin embargo, que es de paso casi anual en España». Seoane anota
refiriéndose a Arévalo: «El afán de enmendar la plana a todo el
mundo». Sin embargo, (López Seoane, op. cit.: 12) no vacila en
sustraérsela: «Houbara undulata: Accidentalmente. Rara en las
cercanías de Málaga y [agrega] Jerez».
3. Vuelvepiedras Strepsilas interpres [Arenaria interpres]: «Casi
siempre se encuentra a orillas del mar […] anida en las regio-
nes septentrionales de Europa y América, siendo por lo tanto
extraño que el Sr. Ríos [Naceyro] asegure que es sedentaria
y común en la ría de Arosa y otras de Galicia» (Arévalo Baca,
1887: 319-320). «Strepsilas collaris.Tem. Cast. Revuelve-piedra
Vulg. Gall. Pilera. Sedentario. Común. Ría de Arosa y otras de
Galicia» (Ríos Naceyro, 1850: 111). López Seoane garabatea en
la página 320 de su ejemplar de Aves de España: «Por lo visto
este majadero no save [sic] que las rías son mar. Ríos dice la
verdad». Tras insultarle no titubea en apropiarse de la cita del
malagueño y escribe: «Strepsilas interpres (L.) común en otoño
en el litoral», siguiendo el dictamen de Arévalo (López Seoane,
op. cit.: 14) puesto que el vuelvepiedras Arenaria interpres es
ave de paso, con escasos invernantes en la Península Ibérica.

En 109 especies de las ya inscritas por López Seoane en su catálogo


de 1861 es donde observamos mayor virulencia y agresividad en
sus escritos. No solo contra Arévalo, al que le dedica variopintos
descalificativos: insolente, insidioso, desdichado, majadero, botarate,
descarado, usurpador, petulante, disparatado, etc. Molestó a López
Seoane el hecho de que Arévalo, al enjuiciar alguna de sus citas,
siempre utilizara como epíteto «Granada», aunque este hiciera constar
diversas localidades. Arévalo, al igual que otros autores, asumió que
el trabajo de aquel se circunscribía solo a esa provincia. De ello, se
lamenta: «[…] vencejo real Cypselus melba [Apus melba] siempre cita
mis especies como de Granada solamente, y después se atribuye él
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 187

las demás localidades. El Cypselus melba lo cito de Sierra Nevada,


Málaga, Jerez y Gibraltar». En Arévalo Baca (1887: 97) vemos que
Arévalo continuando con su muletilla, en el apartado localidades
pone: « Granada: López Seoane». Y nombra como propias: «Málaga
(Tajos del Gaitán)» —donde confirmamos que aún nidifica (Garrido,
2006: 1.038)— Granada, Valencia y Castellón.»
El narcisismo intelectual del naturalista gallego, difícilmente le
permitía soportar crítica alguna. Como muestra, su observación sobre
el colorido plumaje de la oropéndola Oriolus oriolus y los comentarios
posteriores de Arévalo.34 Y no duda en mostrarse cáustico en las apre-
ciaciones del malagueño en relación a ejemplares de faisán vulgar:
«(Phasianus colchicus) fueron soltados en los jardines de La Granja
por iniciativa del malogrado Rey D. Alfonso XII y se han reproducido
en completa libertad» (Arévalo Baca, 1887: 285).35 En otra cita aprove-
chaba para mofarse tanto del ornitólogo británico H. Saunders como
del herpetólogo valenciano E. Boscá, con quien también mantuvo
desavenencias.36

34. López Seoane hace esta consideración sobre el plumaje de la oropéndola europea
Oriolus oriolus «[…] en mi colección tengo una hembra […] cuyos puros y brillantes
colores me hicieron concebir la adquisición de un magnífico macho […] pero grande
fue mi sorpresa al encontrarme con un ovario muy abundante y desarrollado» (López
Seoane, 1861: 352). La réplica totalmente acertada de Arévalo Baca (1887: 353): «El
Sr. López Seoane cita el caso de presentarse algunas veces hembras con la coloración
algo parecida a la del macho, pero nunca son los colores puros». Se desahogó López
Seoane en sus notas manuscritas: «¡Cuidado que es insolente el tal Arévalo! Continúa
dando lecciones».
35. Seoane apunta: «para aumentar el número de especies [Arévalo] incluye en su catálogo
el faisán, ave doméstica traída por D. Alfonso XII. ¡De esta manera debería aumentar
el Pavo real, la Pintada, y cuantas aves de corral, porque existen! ¡Disparate atroz! […]
Que la haya importado el Rey, no autoriza para incluirla como indígena».
36. Leemos en Arévalo Baca (1887: 150) «Curruca sarda Sylvia sarda […] el Sr. Saunders
asegura que, al vuelo de un individuo, que no pudo cazar, reconoció esta especie en las
Islas Baleares». López Seoane: «Baya [sic] este —Saunders— es de la escuela de Boscá,
que conoció reptando entre los tojos el Gongylus ocellatus y era un Seps chalcides».
Seoane no supo —ya había muerto Boscá— del grave error sufrido por este en 1919
cuando dedicó una nueva especie de anfibio anuro (Pelobates wilsoni) a T. W. Wilson,
presidente de los Estados Unidos de América. Y luego resultó ser realmente un simple
sapo común Bufo bufo, como comprobó ese mismo año el herpetólogo G.A. Boulenger
(1858-1937) (Catalá Gorgues, 2004: 40).
188 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

la adulterada: revisión del catálogo de las aves de andalucia,


víctor lópez seoane (1870-«1894»)

Este folleto fue publicado fraudulentamente en 1894 y demostrare-


mos como Seoane lo actualizó basándose en el libro de Arévalo Baca
(1887). Acopia —y se apropia—de 60 especies nuevas sustraídas de
ese texto, suprime 11 taxones de su Catálogo de las aves observadas en
Andalucía (1861) y efectúa cambios, bien en el estatus, distribución o
fenología de otras 34 especies.37 Trata de enmascarar la autoría ajena
de las nuevas especies incorporadas: «[…] repetidos viajes por Anda-
lucía, sobre todo por el litoral., nos han proporcionado la ocasión de
aumentar considerablemente el número de las especies observadas;
otras las hemos visto [sorprendentemente, ahora sí] en los Institutos
de Málaga y Jerez de la Frontera».
Otra evidencia que aportamos son las anotaciones de su manus-
crito: «Observaciones a las Aves de España de Arévalo» donde, por
ejemplo, escribe refiriéndose a la página 75 de la obra del malacitano:
«No creo se halle el F. eleonorae (halcón de Eleonora) en España».38

37. «[…] las señaladas con asterisco son nuevamente introducidas en nuestro catálogo.
Las dudosas, apócrifas o mal establecidas, las hemos suprimido» (López Seoane, 1870:
7 «1894»). López Seoane (1861) no reconoce la familia Stercorariidae para Andalucía
y curiosamente en (1870: 14 «1894») cita las cuatro especies incluidas por Arévalo
Baca (1887: 313). Pero al tratar de disimular la usurpación aflora su ignorancia en un
pobre texto desacorde con el estatus de las aludidas aves en Andalucía: «págalo grande
Catharacta skua [Stercorarius catarractes]: abunda en invierno en los mares de Anda-
lucía; págalo pomarino S. pomarinus: como el anterior; págalo parásito S. parasiticus:
lo mismo y págalo rabero S. longicaudus raro en Tarifa». Con respecto a la especie
americana: gaviota guanaguanare Larus atricilla, escribe López Seoane (1861: 379) «L.
atricilla Sedentaria. Común en los puertos y grandes ríos de Andalucía». Pero en López
Seoane (1870: 15 «1894») señala:» L. atricilla. Debe suprimirse». Todo ello en virtud
de la crítica de Arévalo Baca (1887: 421) «El Sr. López Seoane cita la especie L. atricilla
como sedentaria y común en los grandes puertos y ríos de Andalucía, siendo así, que
habita la América septentrional y muy rara vez se presenta en las costa europeas. En
cambio pretende que la especie Larus ridibundus es rara». López Seoane confundió
ambas especies, máxime cuando la gaviota reidora L. ridibundus nidifica en Andalucía
y es de las más comunes y abundantes (Garrido, Alba y González, 2002: 242-243).
38. Arévalo Baca (1887: 75) «Falco eleonorae [halcón de Eleonora] es muy rara en España
[…] algunos autores ingleses indican que hace cerca de un siglo anidaba en las rocas
del Peñón de Gibraltar […]». López Seoane no duda en cambiar su propio criterio para
hacerse con esta cita de Arévalo e insertarla en su fraudulento catálogo (López Seoane,
1870: 7 «1894»): «Falco eleonorae, Géné. Accidental. Raro en la dehesa de Alfacar».
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 189

Otro testimonio, Seoane en 1861 tampoco incluyó la perdiz moruna


Perdix petrosa [Alectoris barbara] que luego tomaría de Arévalo39y,
tras consultar a Graells en 1893,40 escribe: «Resueltamente es africana,
Nuestras indagaciones en Almería y sobre todo en Gibraltar, nos han
demostrado hasta la evidencia, que las existentes en el Peñón, son im-
portadas de Berbería por los moros» (López Seoane, 1870: 13 «1894»).
En su Revisión del catálogo de las aves de Andalucía (1870-«1894»)
acrecienta con más aspereza las antiguas críticas a Sainz Gutiérrez
que falleció ese mismo año [1894]: «nos es muy sensible tener que
consignar aquí, que don Pedro Sainz Gutiérrez, decano de la facultad
de ciencias de Granada, guardara cuidadosamente las llaves de las
colecciones, contraviniendo las órdenes terminantes del Sr. Rector».
Y cuando se refiere al artículo de Sainz Gutiérrez (1862: 110-122): «No
sabiendo, que admirar más en este insidioso ataque personal., si lo
descompuesto del lenguaje, la falta de idoneidad, o lo insulso de unas
observaciones que nada dicen, obligándonos a rebatirlas» 41 (López
Seoane, 1870: 4-5 «1894»). En esta revisión, Seoane cita los mismos va-
ledores que en su catálogo de 1861 (Brehm, A. E. y R.; Machado; Amor;
Elizalde y los taxidermistas de la Universidad de Granada: Rodríguez y
el aludido Sánchez —ahora autor del libro Catálogo de los mamíferos
y aves observados en la provincia de Granada (1885)—. Si bien, agrega
la figura de Pablo Prolongo García (1806-1885) ,42 reconocido botánico
y boticario malagueño que jamás escribió sobre ornitología, ni consta
siquiera que se interesara por las aves.

39. Arévalo: «[…] esta especie es propia de África donde es muy abundante […] lo cierto
es que los pocos individuos que suelen presentarse accidentalmente parece que sean
escapados de los que en gran cantidad se importan de África. Localidades: Sierra de
Cartagena: Guirao; Málaga: Arévalo y Gibraltar: Irby» Arévalo Baca (1887: 276-277).
40. En carta de M.P. Graells fechada en Madrid (19 de diciembre de 1893) le contesta a la
consulta de Seoane del cuatro último [Apéndice, III]. Leemos: «La Perdix petrosa no es
de España, pero sé que en Murcia un propietario rico compró una partida grande de
más y las soltó en un coto suyo, donde, tengo entendido no han prosperado mucho».
41. López Seoane alude a su propio artículo: Réplica a las observaciones hechas por D.
Pedro Sainz [Gutiérrez] Manteca, al catálogo de las aves de Andalucía (López Seoane,
1862: 462-467).
42. Pablo Prolongo García (1806-1885). Se instruye en Madrid y en 1830 obtuvo el título
de farmacéutico. Consagrado al estudio de la Botánica de la provincia malacitana,
acompañó al suizo E. Boissier en sus célebres herborizaciones por la sierra de Ronda
[Su biografía actualizada en Pérez-Rubín, 2011].
190 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

Conclusiones

El malagueño José Arévalo Baca (1844-1890) vino a cubrir en 1887


la inexistencia de obra descriptiva alguna en español que tratase
extensamente, y en su conjunto, la ornitología hispana. Antes de la
publicación de su libro Aves de España (1887), la bibliografía rigurosa
centrada en la avifauna peninsular —salvo excepciones— estaba escri-
ta por extranjeros, sobre todo británicos. De ahí la oportuna aparición
de Aves de España y su vigencia, puesto que tras 125 años todavía
figura referenciado en trabajos ornitológicos. Su validez queda pa-
tente en la diferencia de tan solo el 8,12% entre las aves de presencia
regular en España registradas por Arévalo Baca y las obtenidas 111
años después por otros autores (Garrido, 2006).
Víctor López Seoane (1832-1900), delirante naturalista gallego,
vilipendiador de la obra Aves de España y pertinaz difamador de su
autor. Desaparecido aquel el 9 de enero de 1890, los hermanos Brehm
[Alfredo Edmundo (1829-1884) y Reinaldo (1830-1891)], Pedro Sainz
Gutiérrez (1825-1894) y Mariano de la Paz Graells (1809-1898) ya
en el ocaso de su existencia, no encuentra trabas para su execrable
proceder al apropiarse de 60 especies sustraídas de Aves de España
(1887) e incorporarlas a su fraudulenta Revisión del catálogo de las
aves de Andalucía, (1870-«1894»). En virtud de los datos inscritos
por el malacitano, Seoane suprime 11 taxones de su Catálogo de las
aves observadas en Andalucía (1861). Además efectúa cambios en el
estatus, distribución y fenología de otras 34 especies, como hemos
demostrado en este trabajo.
López Seoane puede ser visto como un impostor pseudo-científico
y aunque contó con la ayuda de los hermanos Brehm (Reig Ferrer,
2001) y de M. P. Graells (Garrido Sánchez, datos nuevos que aporta-
mos en este trabajo) no pudo destacar por sí mismo en la ornitología
patria a pesar de adquirir múltiples publicaciones extranjeras, visitar
museos europeos y la inversión de un cuantioso caudal en tratar de
convencer a sus coetáneos de su supuesta valía como naturalista
polifacético. En efecto, terminó recurriendo al engaño y a la difama-
ción. La ciencia en general aparece llena de episodios polémicos. En la
ornitología extranjera tampoco era extraña la indecorosa competitivi-
dad a la que no fueron ajenos británicos relacionados con Andalucía,
particularmente con los referidos casos de la apropiación de citas
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 191

por L. H. Irby tras el fallecimiento de su informante en Málaga (F. de


los Ríos). Y el folletinesco Flamingo case que tuvo como escenario
el coto de Doñana. Todavía en 1951 se pensaba en España que los
flamencos incuban a horcajadas sobre el nido. Tan pueril creencia la
encontramos en un libro de texto aparecido en ese año y adaptado al
«Cuestionario Oficial» [Plan 1938] (Rigual., 1951: 165).

Agradecimientos

Agradecemos a D.ª María Jesús Garea su buen hacer y cordialidad


de la que fuimos objeto en nuestra visita al Instituto «José Cornide»
de Estudios Coruñeses. A D. Juan Carlos Caro, Secretaría General y
Archivo de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
(Madrid), el facilitarnos amablemente valiosísima documentación.
A la familia Aragoncillo —en la persona de D. Víctor Heredia— por
la fotografía inédita del profesor D. Higinio Aragoncillo. Y a D. Juan
Pérez-Rubín, buen amigo y antiguo compañero en el Instituto Español
de Oceanografía, sus siempre acertados consejos.

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Apéndice i

Informe académico de 1884 —inédito— Sección de Ciencias Naturales,


dirigido a José Arévalo Baca por Joaquín González Hidalgo: Secretario
de la Sección de Naturales. Manuscrito, 4 cuartillas. Documentación
de premios (A-RAC).

Madrid, 16 de junio de 1884


Casi todas las naciones de Europa llevan ya muy adelantado el estudio
de los seres naturales que habitan en cada una de ellas, y la publica-
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 197

ción de listas, catálogos y obras científicas ilustradas en que se dan


a conocer los caracteres distintivos de dichos sere, su número, su
distribución geográfica, sus utilidades o perjuicios. España no podía
menos de seguir el impulso dado por otros países, y si bien muchas
de las especies animales, vegetales y minerales, que se encuentran
en nuestro territorio, han sido dadas a conocer por naturalistas ex-
tranjeros, no por eso han dejado los españoles de contribuir con sus
investigaciones al mejor y más profundo conocimiento de la fauna,
flora y geo de la Península Ibérica.
El estudio de las aves de España es uno de los asuntos en que más
se ha fijado la atención de nuestros hombres de ciencia, y después
de recordar que a los españoles Ríos Naceiro [sic], Graells, Machado,
Vidal., Guirao López Seoane, Barceló, Castellarnau, Vayreda y otros
se deben trabajos referentes a la ornitología española, dignos de loa
y de aprecio, tenemos que hacer mención de otros naturalistas cuyas
investigaciones sobre el mismo ramo de la historia natural han sido
igualmente importantes, pero que permanecen aun ignoradas a causa
del prematuro fallecimiento de los mismos y por lo tanto de la no
publicación de los materiales por ellos reunidos y estudiados.
D. Higinio Aragoncillo, profesor de Historia natural del Instituto de
Málaga durante muchos años, a más de cumplir con sus deberes de
la enseñanza, se dedicó a formar una preciosa colección de aves de
aquella parte de Andalucía, hoy existente en el Museo de dicho Insti-
tuto, ocupándose al mismo tiempo de la clasificación de las especies
reunidas y de la preparación de un trabajo científico] cuyos datos iba
transmitiendo a la vez al no menos ilustrado profesor y naturalista
D. Rafael Cisternas. Este catedrático, después de haber publicado el
catálogo de los peces de Valencia, había emprendido el estudio de las
aves de aquella región española, ya con la colección formada por el
profesor Vidal., y cuyos materiales existen en el gabinete de aquella
Universidad, ya con las nuevas adquisiciones por él realizadas, y
se hallaba agregando a sus datos los consignados respecto a otros
puntos de España, cuando le sorprendió la muerte, lo mismo que a
D. Higinio Aragoncillo, antes de publicar el resultados de sus largas
y asiduas tareas.
No es comparable el sentimiento que hayan podido experimentar
las personas conocedoras de estos hechos a la satisfacción que han
tenido los individuos de la sección de naturales de esta Academia,
198 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

cuando en una memoria presentada aspirando al premio de 1882 con


el lema de «Aves de España. Un dato más» y sobre la cual tienen que
dar dictamen, han visto que se alude en el prólogo a dichos profeso-
res, aunque sin dar nombres, y encuentran luego citadas a cada paso,
en la parte descriptiva de dicha memoria, las localidades de Valencia y
Málaga, lo cual hace suponer con fundamento que no se han perdido
para la ciencia los trabajos de aquellos naturalistas.
Plácemes merece por lo tanto el autor de la memoria presentada
a esta Academia, por haber aprovechado los trabajos científicos de
Cisternas y Aragoncillo, por haber reunido a ellos los de autores
españoles y extranjeros y los que él mismo haya podido procurarse,
formando así un catálogo descriptivo de aves de España, que com-
prende el número considerable de 342 especies y que presenta gran
interés por sus nombres vulgares, número de localidades citadas y
otras varias circunstancias.
Con ser importante la memoria, no está exenta de algunos lunares;
hay falta de exactitud en algunos conceptos de su brevísimo prólogo,
adolece el manuscrito de faltas de redacción, y el atlas se compone tan
solo de un corto número de figuras que representan por regla general
la cabeza de algunas especie de aves, y sin los colores tomados del
natural., que muchas veces son necesarios para la mejor distinción
de especies muy próximas o afines.
Teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente, opina la sec-
ción que es digna de ser premiada por la Academia con accésit la
memoria que lleva por lema Aves de España. Un dato más y de ser
publicada por esta Corporación, sin el atlas, suplicando al autor la
revise con cuidado para corregir algunos defectos de estilo, e indicán-
dole la conveniencia de dar más interés a su trabajo con la adición de
los datos sobre las aves de la provincia de Gerona, publicados por el
Sr. D. Estanislao Vayreda; la Academia, sin embargo, resolverá con su
superior criterio lo que juzgue más conveniente.
Lo que por acuerdo de la sección tengo el honor de transmitir a
V.E. para los efectos oportunos.
Dios guarde a V.E. Madrid, 16 de junio de 1884
Fdo. El Secretario: J.G. Hidalgo
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 199

Apéndice ii

Carta inédita de José Arévalo Baca dirigida al Ilmo. Sr. Secretario Ge-
neral de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Manuscrito, 12 cuartillas «Expediente Académico de D. José Arévalo»
(A-RAC).

Valencia, 8 de septiembre de 1884


Fdo. José Arévalo Baca
Ilmo. Señor:
Ausente de esta ciudad —Valencia— desde el día 12 de julio no
ha llegado a mi conocimiento hasta hoy el informe que aprobó la
Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales relativo a la
Memoria que tuve la honra de presentar al concurso de 1882. Esta
circunstancia me ha impedido contestar antes a la carta de V. S. I. fecha
20 de julio en la que incluía copia del citado informe.
En vista de él tengo el honor de manifestar a V. S. I. que estoy dis-
puesto a hacer las correcciones que desea la Academia y las adiciones
relativas a la provincia de Gerona, aprovechando los datos útiles del
trabajo del Sr. Vayreda publicado con posterioridad a la presentación
de mi Memoria.
Cumplido este deber voy a permitirme hacer algunas declaraciones
indispensables a mi juicio desde el momento en que se supone en el
informe que he utilizado los trabajos de dos profesores que ya no
existen.
Ignoro que Don Higinio Aragoncillo reuniera datos sobre aves de
Málaga, y es más, tengo la seguridad que de haberlos poseído no los
hubiera entregado a otra persona que a mí, pues no solo me profesaba
el afecto propio del Maestro hacia su discípulo sino que sentía por
mí un cariño verdaderamente paternal. Tanto él, como después su
viuda, hijos y hermanos políticos pusieron siempre a mi disposición
todos los trabajos científicos, pero estos se refieren a insectos y a una
breve descripción geológica, sin terminar, de la provincia de Málaga.
Lo que en ornitología hizo tan ilustre profesor fue procurar el
aumento constante de la colección del Gabinete del Instituto de Má-
laga, la cual es una de las mejores de España; pero en este trabajo fue
eficazmente auxiliado por Don Francisco de los Ríos, preparador en el
mismo Instituto y que, dedicado al comercio de aves y nidos, reunía
200 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

numerosos ejemplares llegando a poseer un caudal notable de datos


sobre la vida y costumbres de muchas aves de Málaga los cuales me
comunicaba en lenguaje ameno y sencillo en los paseos y expediciones
que hicimos juntos durante algún tiempo; datos que he comprobado
en varias ocasiones. También ha fallecido este amigo cariñoso a quien
aludo en el prólogo de mi Memoria.
Don Higinio Aragoncillo se limitó a alentarme a emprender y con-
tinuar mis estudios sobre las aves de España y a facilitarme el de
los ejemplares del Instituto, atención esta última que después de su
muerte siguieron dispensándome los Directores del Establecimiento.
Respecto a Don Rafael Cisternas, desconozco por completo sus
trabajos ornitológicos e ignoro que hubiese estado en relación con
Don Higinio Aragoncillo en este ramo.
Al hacerme cargo de la cátedra que tengo la honra de desempeñar
y de la dirección del Gabinete de la Universidad de Valencia no he
hallado otras huellas en la parte de aves que la del sabio profesor
Don Ignacio Vidal a quien se debe la base de la magnífica colección
que hoy posee el Establecimiento y el único naturalista español que
ha demostrado, en mi concepto, conocimiento profundo de la vida de
las aves y entusiasmo por el estudio de estos seres.
Los profesores contemporáneos del Sr. Cisternas y el antiguo Ayu-
dante del Gabinete Don Vicente Escrihuela me han hablado repetidas
veces de la predilección de aquel por los estudios ictiológicos, como
lo prueba la Memoria premiada por la Sociedad Económica Valenciana
de Amigos del País. También he tenido noticia de algunos trabajos del
mismo profesor en malacología, pero jamás he oído que se ocupara
de aves de España.
Estas declaraciones no tienden en manera alguna a contradecir la
afirmación consignada en el informe de que los Sres. Aragoncillo y
Cisternas trabajaron en ornitología: podrá ser así, pero a fe de hom-
bre honrado confieso que lo ignoraba. Mi objeto ha sido únicamente
aclarar aquellos hechos que imperfectamente conocidos pudieran
afectar a mi dignidad.
Dios guarde a V.S.I. muchos años.
Valencia, 8 de septiembre de 1884
Fdo. José Arévalo Baca
LAS POLÉMICAS DE VÍCTOR LÓPEZ SEOANE CON JOSÉ ARÉVALO BACA Y OTROS… 201

Apéndice iii

Carta inédita de Mariano de la Paz Graells dirigida a Víctor López


Seoane. Correspondencia de López Seoane, Registro 04-30-10. Archivo
del Instituto ‘José Cornide’ de Estudios Coruñeses. La Coruña.

Mariano de la Paz Graells


Madrid 19 de diciembre de 1893
Señor Don Víctor López Seoane
Muy querido amigo mío: voy a contestar a su favorecida del 4
último satisfaciendo sus deseos, en lo que pueda y siguiendo el orden
de sus preguntas.
Arébalo [sic] Vaca [sic], fue un danzante que ya pasó hace dos años a
la otra vida, donde le habrá pedido cuenta mi primer discípulo cuando
yo enseñaba en Barcelona, Don Rafael Cisternas, del robo que hizo a
su esposa de los manuscritos que la [sic] dejó inéditos en Valencia
[«en Valencia» aparece tachado aunque legible] al morir, y que fue
precisamente en Madrid habiendo venido de juez a unas oposiciones.
El manuscrito publicado por la Academia fue presentado obtando [sic]
al premio en pliego cerrado, y al examinarlo en la sección para dar
dictamen Hidalgo y yo lo conocimos y supusimos desde luego su proce-
dencia y juego de manos que habría ocurrido para obtar [sic] al premio
un vivo con el trabajo de un muerto. Pero como a pesar de nuestras
observaciones, la Sección opinaba el que fuera de nuestras sospechas
lo que fuera el trabajo merecía publicarse por los datos que contenía,
se acordó no dar el premio y sí el accésit para poder imprimirlo.
Se abrió el pliego y apareció el fantoche y nuestras suposiciones
resultaron confirmadas, poniendo entonces en claro, los brochazos
con que para disimular el robo había quedado manchado el texto de
Cisternas que nosotros conocíamos.
El otro danzante de quien V. me habla, no va en raya tampoco para
hacer su negocio y hoy mismo se ha calzado con dos ayudantías y
la sustitución de Pérez Arcas que está ya inútil para la enseñanza
lo mismo que Sáenz que tiene una úlcera cancerosa en la base de la
lengua y están ambos muy malos.
Las publicaciones de que V. me habla (de Barceló y Castellarnau)
fueron publicadas en el periódico de la sección de Historia Natural es-
pañola y los volúmenes en que se imprimieron creo los venderá extra.
La Perdix petrosa, no es de España, pero sé que en Murcia un
propietario rico compró una partida grande de más y las soltó en un
coto suyo, donde, tengo entendido no han prosperado mucho.
202 MANUEL GARRIDO SÁNCHEZ

El folleto que sobre perdices me dice V. que publicó, no lo tengo, se


olvidó Vd. enviármelo. (El subrayado es nuestro). No conozco a ese
Howard Saunders del que me habla V. […].

Figura 1: Imágenes de arriba abajo, izquierda a derecha: V. López Seoane


(1832-1900, A-RAC); H.Aragoncillo del Villar (1823-1875, archivo
familia Aragoncillo, gentileza de V. Heredia);portada del libro Aves de España
(1887) de J. Arévalo Baca (1844-1890); A. R. Brehm (1829-1884, Museum
für Naturkunde der Humboldt-Universität, Berlín); L. Lilford (1833-
1896);H. Saunders (1835-1907); L. H. Irby (1836-1905); A. Chapman
(1851-1929); W. Verner (1852-1922); «Cañón patero” (Chapman y Buck,
1893) y «Flamencos en sus nidos” (Chapman y Buck, 1910).
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS
MARINAS CIVILES EN ESPAÑA (1904-1942)

JUAN PÉREZ-RUBÍN
INSTITUTO ESPAÑOL DE OCEANOGRAFIA. MÁLAGA (ESPAÑA)

Resumen
Cuando en la segunda mitad del siglo xix aparecieron en escena los prime-
ros científicos civiles profesionales interesados por la biología marina y la
investigación pesquera, se produjeron enfrentamientos entre algunos de
ellos (como las ya divulgadas fricciones entre M. P. Graells y A. González
de Linares). Los más dilatados debates se desarrollaron, desde 1906, entre
investigadores adscritos al Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN)
y los que llegarían a fundar el Instituto Español de Oceanografía (IEO). La
conflictividad se diluye a principios de los años treinta y finaliza defini-
tivamente tras la Guerra Civil, con el último intento fallido del MNCN (en
1939) por absorber al personal., competencias y dotación económica del
conjunto de laboratorios costeros del IEO.
En este trabajo identificaremos a los personajes más polémicos y repasa-
remos los argumentos que fueron esgrimiendo y las estrategias seguidas,
pero también revalorizando importantes tareas que llevaron a cabo los
investigadores de ambos bandos y que contribuyeron al desarrollo de
diferentes líneas pioneras de investigación en las ciencias marinas espa-
ñolas del período considerado.

Introducción

Presentaremos una visión panorámica de la institucionalización de las


investigaciones marinas españolas y de esta forma, al no ceñirnos ex-
clusivamente en resaltar los agrios debates, evitamos ser identificados
con la labor del Geotrupes stercorarius L. 1758 (escarabajo pelotero)
o de otra detestable especie descrita certeramente por la hispanista
Alicia B. Gould (1868-1953) cuando comentaba que un compatriota
204 JUAN PÉREZ-RUBÍN

suyo, ensayista: «ha pedido que se ponga en la lista de los insectos


trabajadores, pero repugnantes, a una especie nueva que él denomina
Scarabeus criticus, el cual tiene costumbre de amasar bolas de menu-
dencias, presentando las más desagradables con más satisfacción».
Desde el siglo xviii la Armada lideraba los estudios científicos mari-
nos del país, con una clara aplicación práctica dirigida a la navegación
costera y transoceánica (investigaciones hidrográficas y de meteorología
marítima, necesarias para la elaboración de las Cartas náuticas y Derro-
teros) y a la ordenación de las pesquerías, tanto en la metrópoli como
en las colonias ultramarinas (con descripciones de los recursos marinos
y censos sobre la «gente de mar» en los diferentes puertos). Aquella
Marina ilustrada llevó a cabo gran número de expediciones científicas
y el Real Gabinete de Madrid contaba desde 1771 con una destacada
muestra de «producciones [naturales] marítimas» (Pérez-Rubín, 2014a).
Fuera del ámbito de la marina militar, el desarrollo de las modernas
ciencias marinas europeas fue un proceso complejo en el que intervi-
nieron diferentes instituciones y especialistas que siguieron caminos
muy heterogéneos (Pérez-Rubín, 2012). El médico y naturalista Maria-
no P. Graells (1809-1898), director del Museo de Ciencias Naturales de
Madrid (heredero de aquel Real Gabinete desde 1815), será el primer
investigador civil que se incorpora a esa línea de estudios marítimo-
pesqueros y se convierte en el pionero español en biología pesquera,
promotor de los cultivos marinos y defensor de la creación, en 1882,
del primer establecimiento español dedicado al estudio de la biología
marina y limnología: concretamente un «Observatorio zoológico y bo-
tánico, marítimo, fluvial y palustre» en el delta del Ebro (Pérez-Rubín,
2006). No consiguió su propósito y cuando comenzó a funcionar en
Santander una Estación de Biología Marina a finales de esa década
permaneció atento a las vicisitudes y criticó sus deficiencias desde
las páginas de la prensa periódica y en la tribuna del Senado (Cazurro,
1921; Fraga, 1996; Nieto, 2010 y 20111).

1. «Al crearse la Estación en 1886 […] nació oficialmente sin sede, lo que desencade-
nó una pugna entre algunas ciudades costeras españolas para acogerla, Vigo, entre
ellas. Mahón (12 de mayo de 1886) y Barcelona (16 de mayo de 1890), en las fechas
indicadas, hicieron gestiones para convertirse en sedes de la misma. Todo ello sirvió
de controversia política entre el partido conservador y el liberal. La pertenencia de
González de Linares al grupo krausoinstitucionista, así como sus simpatías hacia el
partido liberal y el republicanismo hicieron que los apoyos necesarios para que los
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 205

En nuestro país tres ministerios se interesaron por estos novedo-


sos estudios desde finales del siglo xix (Fomento-Instrucción Pública,
Marina y Ultramar) que enviaron, entre 1883 y 1913, un total de 15
becarios a la internacionalizada Estación Zoológica de Nápoles para
su amplia formación en biología marina. Los seis marinos militares
desarrollaron a su regreso una importante labor en diferentes cam-
pos científico-técnicos hasta 1925 (Pérez-Rubín, 2011a). Dos de los
naturalistas civiles se convirtieron en director (Augusto González de
Linares) y ayudante (José Rioja) del mencionado primer centro estatal
para el estudio de la biología marina: la Estación Marítima de Zoología
y Botánica Experimentales, inaugurada en Santander en 1889. Ese
mismo año Odón de Buen obtiene la cátedra de Historia Natural en la
universidad de Barcelona, desde donde moderniza la enseñanza de
esa asignatura.2 Venía defendiendo como laboratorio marino modelo
el de Nápoles (O. Buen, 1887), luego optaría por el cercano Labora-
torio francés de Aragó (tras su primera visita en 1893), hasta que se
decantó finalmente por la naciente oceanografía tras la inauguración
del Instituto-Museo Oceanográfico de Mónaco en 1910.
Estudios recientes destacan la renovación en la biología marina
española derivada de la planificación institucional llevada a cabo por
Ignacio Bolívar: a partir de su nombramiento en 1901 como director
del madrileño Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y, tras
la creación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas (JAE), desde su puesto de vocal fundador (Pérez-Rubín,
2011b, 2012b). Como detallaremos a lo largo de este trabajo, desde
sus múltiples cargos (académicos y relacionados con la política cien-
tífica del país), defendería férreamente esa vía estatal y «oficialista»

gobiernos pusieran en marcha sus planes científicos vinieran de este lado del espectro
intelectual y político, y, como contrapartida, cosechara la animadversión del bando
contrario. Así, a las maniobras de Giner y su grupo en favor de su causa respondie-
ron los conservadores con las suyas, encabezadas por el científico Mariano de la Paz
Graells» (Nieto, 2010: 92). Sobre las actuaciones parlamentarias de Graells en relación
al Laboratorio de Santander y su director véase Nieto (2011: 100-101).
2. «Firme defensor de la teoría evolucionista de Darwin, del trabajo experimental en el
campo y en el laboratorio», destacan «sus esfuerzos, como docente, para popularizar
las ciencias positivas». Tras veintidós cursos académicos en la universidad de Barce-
lona, por R. O. 11 de octubre de 1911 consigue el traslado a la de Madrid, desde donde
continuó ejerciendo de catedrático durante otros 23 años y pudo impulsar con mayor
facilidad la creación y desarrollo del Instituto oceanográfico (Gomis, 2011).
206 JUAN PÉREZ-RUBÍN

para las ciencias marinas frente a las iniciativas, digamos «indepen-


dentistas», de su aventajado discípulo Odón de Buen.
No nos consta que los citados J. Rioja y O. de Buen se conocieran
hasta el año 1904, cuando al morir aquel primer director de la estación
cántabra compiten en un concurso de méritos por la plaza vacante,
fracasando en su intento el catedrático en Barcelona. Este defendió
seguidamente en el extranjero la idoneidad de Mallorca para estable-
cer allí el comentado Laboratorio biológico marino (1905) y al año
siguiente insinuó la posibilidad de obtener para ese centro los fondos
librados para otro proyectado Laboratorio del MNCN en Mogador (Es-
sauira, Marruecos atlántico). Creemos que esta fue la primera fricción
entre ellos, surgiendo posteriormente recelos con Manuel Martínez de
la Escalera (1867-1949), otro naturalista ligado al Museo madrileño y
a la Real Sociedad Española de Historia Natural (RSEHN), entidad que
tenía su sede en el propio MNCN (Pérez-Rubín, 2011b).
Conseguiría el profesor de Buen un gran impulso a sus planes en
Madrid tras su nombramiento de senador por la provincia de Barce-
lona (1906-1910) y con las dos primeras conferencias divulgativas
sobre biología marina que impartió en dicho período en el Ateneo
madrileño (1906) y en la Facultad de Ciencias (1909). Durante ese ciclo
la pugna entre los defensores de los citados tres Laboratorios marinos
(Santander, Mallorca y Mogador) alcanzó la esfera de la política y se
produjeron acalorados debates en el Congreso y el Senado. Finalmente
se abortaría el proyecto del centro previsto para el atlántico africa-
no y acabó inaugurándose el Laboratorio balear en 1908, que contó
cinco años después con una Estación aneja en Málaga (1913).3 Ambos
centros dependían administrativamente del MNCN y Odón de Buen,
director de ambos, consiguió al año siguiente su adscripción para el
naciente Instituto Español de Oceanografía (IEO, R. D. 18 de abril de
1914). Fue nombrado su director general y tuvo una actitud inicial
conciliadora, divulgando al mes siguiente en la RSEHN sus objetivos
institucionales y ofreciéndose desde ese cargo a sus consocios.

3. En realidad, diez años antes se había consumado la primera propuesta oficial al minis-
tro de Instrucción Pública para instalar en Málaga un «Laboratorio de biología marítima
y una estación de piscifactura» [sic], con arreglo a las bases establecidas en el R. D. 14
de mayo de 1886, donde se autorizaba la creación de la Estación de Santander. Fue una
iniciativa local de la Sociedad Malagueña de Ciencias Físicas y Naturales en la sesión
ordinaria de su junta directiva del 28 de mayo de 1903 (Anónimo, 1903).
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 207

La situación cambió radicalmente cuando tres años más tarde


se consumó el traspaso de la Estación santanderina al IEO (Reales
Órdenes de 19 y 21 de mayo de 1917), y los investigadores de este
Instituto recibieron numerosas críticas de colegas pertenecientes a
ese centro cántabro y al MNCN, así como de asociados a la RSEHN.
Comenzaron abiertamente las pugnas entre J. Rioja (director en San-
tander) y O. de Buen, que se dilataron y acabaron extendiéndose a los
hijos naturalistas de ambos. Efectivamente, demostró Santos Casado
(1997) cómo en el seno de esa asociación de naturalistas se produ-
jeron las más dilatadas discusiones en 1917, bajo la presidencia de
E. Hernández-Pacheco, entre investigadores adscritos al Museo (José
Rioja, Ignacio Bolívar, Joaquín González Hidalgo, Enrique Rioja) y los
que llegaron a fundar el Instituto Español de Oceanografía (Odón de
Buen y sus hijos Rafael y Fernando). Nosotros comprobamos como
ese drástico desencuentro se materializó en las páginas del Boletín
de la RSEHN, donde esos oceanógrafos no volvieron a publicar nin-
gún artículo durante 16 años (Fernando fue el único que rompió ese
largo paréntesis de ausencia en 1934). Como agravante demostramos
como la nombrada JAE mantuvo desde el principio una situación
discriminatoria hacia Odón de Buen y los Laboratorios costeros bajo
su dirección, comenzando por los de Mallorca (únicamente cuatro
naturalistas pensionados entre 1908-1915) y Málaga; ampliándose la
exclusión al de Santander cuando se consumó su dependencia del IEO.
Tampoco facilitó la JAE la colaboración interinstitucional por la vía
de la denominada Asociación de Laboratorios, que hubiera habilitado
una enriquecedora relación investigadora mutua.
El cuatrienio 1932-1935 fue nefasto para las investigaciones oceano-
gráficas nacionales y en ese último año Odón volvía a quejarse de los
ataques semioficiales que recibía el organismo para intentar arrebatarle
los importantes frutos que había conseguido en los cultivos marinos.
Inferimos que en esa fecha ya estaban reconciliados E. Rioja y la familia
de Buen, al publicar aquel en la revista del IEO su estudio sobre anélidos
marinos procedentes de sus campañas oceanográficas y, un decenio
después, en la necrológica que dedicó a su maestro Bolívar en el exilio
no citó nada de los enfrentamientos. Igual actitud de olvido de las
antiguas rencillas por parte del hijo de I. Bolívar (Cándido), quien en la
necrológica que firmó sobre Odón de Buen en 1945 le adjudica a él todo
el mérito y olvida las destacadas gestiones iniciales de su propio padre.
208 JUAN PÉREZ-RUBÍN

Durante la Guerra Civil ambos bandos enfrentados habían decre-


tado injustas destituciones políticas de funcionarios del IEO (Pérez-
Rubín, 2014c: 35-36). En la posguerra los intentos del Museo para
conseguir la absorción del Oceanográfico se planearon rápidamente
por el nuevo director (el geólogo Pedro de Novo) pocos días después
de tomar posesión. Concretamente en mayo de 1939 inicia sus gestio-
nes con el Instituto de España, continuando en julio ante el gobierno
de Franco, cuando ya contaba con un destacado apoyo institucional
en la capital (Real Academia de Ciencias, Facultad de Ciencias, RSEHN,
Real Jardín Botánico y Museo Antropológico).

1. Los primeros recelos: el triángulo Santander-Mallorca-Mogador.

Es indiscutible la importancia del MNCN y de Ignacio Bolívar para


impulsar los estudios de biología marina en España desde 1882-1884.4
En particular desde que en 1901 pasara la pionera Estación de San-
tander a depender del MNCN,5 y cuya existencia parece comenzó a

4. La primera solicitud ministerial de los profesores del MNCN para enviar naturalistas
becados a la Estación Zoológica de Nápoles está fechada el 3 de julio de 1882: «para que
estudiasen los procedimientos de pesca y conservación de animales marinos, a fin de
introducirlos aquí en España» (Barreiro, 1992: 283). Un par de años después I. Bolívar fue
uno de los tres firmantes del documento que se confeccionó «para informar al Gobierno
sobre la importancia y necesidad de enviar un naturalista pensionado a Nápoles, para
el estudio de la zoología y botánica marítima» (25 de marzo de 1884); quien a su vuelta
presentaría al MNCN «una memoria detallada de los métodos allí empleados, describiendo
minuciosamente los instrumentos, útiles, y medios de todas clases que se aplican en
los estudios de zoología marítima y en las exploraciones submarinas» [A-MNCN. Fondo
MNCN. Sección Estaciones Biológicas. Subsección Baleares (Palma de Mallorca) y Mogador.
Carpetilla «Estación de Nápoles (1882-1884)»]. En mayo de 1886 se creó en Santander la
Estación de Biología Marina «quedando en la dependencia de la universidad de Valladolid
por estar dentro de su distrito universitario y de cuya Universidad era Linares catedrático
de historia natural, y ayudante, Rioja» (Barreiro, 1992: 288).
5. En 1892 desarrolló I. Bolívar tres iniciativas significativas sobre biología marina: so-
licitó formalmente que el Laboratorio de Santander pasara a depender del MNCN y se
relacionó científicamente con el Príncipe de Mónaco, divulgando en España una parte
de sus novedosos aparatos oceanográficos y publicando su primer artículo sobre
insectos capturados en las campañas principescas. En 1901, pocos meses después
de su nombramiento para dirigir el MNCN, se aprobó un modélico Real Decreto en el
que se plasmó el interés bolivariano por fomentar el estudio de la biología marina del
litoral español, con el establecimiento de modernas Estaciones o Laboratorios coste-
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 209

divulgarse a nivel nacional con los primeros reportajes fotográficos


amplios que editaron las revistas Por Esos Mundos (González, 1905) y
La Ilustración Española y Americana (Serrano Fatigati, 1905). Un par
de años antes, en otra publicación similar (La Ilustración Artística),
apareció una descripción del Laboratorio Aragó (en Banyuls-sur-Mer,
anejo a la universidad de París) y de su buque Roland que se encon-
traba de campaña científica por la costa catalana, cuando en febrero
de 1903 Odón de Buen era uno de los seis «excursionistas españoles»
embarcados. Se presentaba a esa institución y sus investigaciones
como ejemplo de «fraternidad científica» hispano-francesa, pues se
alude a las visitas estivales que el catedrático en Barcelona organizaba
con sus alumnos a aquel Laboratorio (Alcalde, 1903).
Prácticamente de forma simultánea I. Bolívar firma la primera pro-
puesta oficial para la creación del primordial Laboratorio biológico
marino español en el Mediterráneo (Mallorca),6 que derivó en el nom-
bramiento (R. D. 18 de enero de 1904), de una comisión compuesta
por tres investigadores de su confianza: José Rioja (catedrático de la

ros y asumiendo la coordinación científica del de Santander. Progresó esa directriz


tutelando el Museo la creación y dirección administrativa del centro oceanográfico
de Mallorca en 1903 e intentando extender esas investigaciones al África atlántica,
con tres proyectos en relación a la zoología marina y la actividad pesquera en el área:
una Estación en Mogador (1904-1906), un Laboratorio [pesquero] flotante en los mares
canario-africanos (hacia 1907) y otro Laboratorio-Hospedería en Tánger (1913). Inicia-
tivas africanas que no consiguieron fructificar por falta de una adecuada financiación
estatal y al entrar en conflicto de intereses entre diferentes investigadores e institu-
ciones, en un contexto político de gran variabilidad e incertidumbre que dificultaba
considerablemente la puesta en marcha y el mantenimiento de los nuevos proyectos.
En ese ambiente hostil surgieron los tempranos recelos de algunos naturalistas del
MNCN hacia O. de Buen, que se ampliaron desde su participación en los proyectos
africanistas de la Real Sociedad Geográfica (Rubín, 2012).
6. Dos importantes oficios cursados por el director del MNCN en 1903: 1) al ministro de
Instrucción Publica (2 de septiembre de 1903) aduciendo la conveniencia del estableci-
miento de una Estación Biológica en Baleares: «es de verdadera necesidad, no solo por el
conocimiento de nuestra fauna del Mediterráneo, sino para el estudio y esclarecimiento de
numerosas cuestiones que interesen igualmente que a la ciencia pura, a sus aplicaciones
a diversas industrias y en especial a la pesca». 2) Al subsecretario del mismo Ministerio
(27 de noviembre de 1903): «La creación de una estación o Laboratorio de Biología Marí-
tima en las Baleares, requiere el conocimiento previo de las costas o cuanto menos de las
localidades en que por razones de conveniencia u otras pudiera establecerse» [A-MNCN.
Fondo MNCN. Sección Estaciones Biológicas. Subsección Baleares (Palma de Mallorca) y
Mogador. Carpetilla: «Expediente de creación de la Estación de Palma (Baleraes)».
210 JUAN PÉREZ-RUBÍN

universidad de Oviedo y ex ayudante de la Estación santanderina),


Manuel Cazurro Ruiz (catedrático del Instituto de Gerona) y José Ta-
boada Tundidor (alumno de la Facultad de Ciencias); encargada de
los necesarios estudios técnicos y trámites para su instalación. Meses
después Rioja ascendió a la dirección de la Estación de Santander,
tras un concurso de méritos, superando en la calificación a Odón
de Buen,7 quien se convertiría en el siguiente abanderado del futuro
Laboratorio insular. Fue defensor en el extranjero de la idoneidad de
Mallorca para establecer allí un Laboratorio biológico marino (O. Buen,
1905)8 y, con la colaboración de José Fuset (catedrático del Instituto de
bachillerato balear), lideraría la nueva comisión de expertos nombrada
para los trabajos preparatorios en Mallorca durante 1906. Ambos
presentaron una documentada Memoria de cinco páginas en el mes de
mayo, publicada luego en la Gaceta de Madrid;9 y O. de Buen impartió
conferencias en el Ateneo de Madrid, que resultaron decisivas por la
gran repercusión que tuvieron en la sociedad de la época, entre los

7. Tras anunciarse concurso libre entre catedráticos universitarios (R. O. 31 de mayo


de 1904) adjuntó Odón de Buen un certificado de méritos (20 de junio de 1904), con
escasas actividades en investigación marina. Concretaba que en 1895 el gobierno
francés le otorgó el título de Oficial de Instrucción Pública, que participó en la cam-
paña del ‘Roland’ de agosto de 1903 y que se estaba preparado para la de julio de
1904. La restante información aportada es un tanto vaga («desde hace años investiga
en biología marina», etc). El Consejo de Instrucción Pública, presidido por Echegaray
y con la participación de Bolívar y otros nueve miembros, dictaminó a favor de José
Rioja (Expediente personal de José Rioja Martín. Nº 17.693. Archivo General de la
Administración).
8. En abril Odón de Buen comunica, a nivel internacional, la necesidad de fundar en
Mallorca un Laboratorio de Biología Marina, en su discurso durante la Reunión Extraor-
dinaria de la Sociedad Zoológica de Francia en la isla: La région méditerranéenne des
Baléares (Buen, 1905).
9. El 28 de junio de 1906 el director del MNCN remite al ministro la Memoria de O. Buen y
J. Fuset, propone la aprobación de la Memoria y su publicación en la Gaceta de Madrid,
«para que sirva de estímulo y satisfacción a sus autores» (editada el 4 de noviembre
de 1906). Recomienda que los nombramientos sean provisionales, en comisión de
servicio, sin oposición (debido a «la categoría de las dos personas propuestas» y por
economía): «Que por ahora y mientras las circunstancias no aconsejen otra cosa se
nombre en comisión director de la nueva Estación al Dr. Odón de Buen [...] y al ayudante
José Fuset». Sin embargo, el mismo día escribe por separado a los recién nombrados
y les dice que él ha propuesto al ministro que se les nombrara a ambos en sus cargos
«en comisión indefinidamente» [A-MNCN. Fondo MNCN. Sección Estaciones Biológicas.
Subsección Baleares (Palma de Mallorca) y Mogador. Carpetilla: «Expediente de creación
de la Estación de Palma (Baleraes)».
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 211

políticos y en los medios académicos. El director del MNCN parece que


no tuvo más remedio que acabar proponiendo (R. D. 3 de noviembre
de 1906) a los dos miembros de esa segunda comisión como director
y ayudante del proyectado Laboratorio insular (Pérez-Rubín, 2011b).
En el ámbito académico tuvo Odón de Buen manifestaciones públi-
cas de reconocimiento hacia su admirado maestro Ignacio Bolívar, que
hacía extensivas al biólogo marino francés Henri de Lacaze-Duthiers
(1821-1901, director del nombrado Laboratorio Aragó), tanto en las
dedicatorias de su libro de texto de Zoología de 1896 (3ª ed.),10 como
bautizando con los nombres de ambos naturalistas a las primeras
embarcaciones del Laboratorio mallorquín, inaugurado en mayo de
1908 gracias a la imprescindible ayuda económica de las corpora-
ciones locales. Por el contrario, mantenía una estrategia diferente en
sus comparecencias públicas y en la prensa periódica: ignoraba la
existencia de la Estación de Santander y la dependencia orgánica de
la investigación marina estatal del MNCN, no citando la importante
dotación económica que el Estado aportaba anualmente al centro
mallorquín, dirigido por él. En su opinión, la creación de este y el
satisfactorio resultado final conseguido se debía únicamente a su
esfuerzo personal y al «imprescindible» apoyo recibido de Francia.
Con esa actitud estaba atacando indirectamente al Museo y a sus natu-
ralistas marinos asociados. Inició esa campaña de desinformación en
sus citadas conferencias en el Ateneo madrileño (1906) —extractadas
en la prensa librepensadora—,11 durante varias intervenciones en el

10. Sin embargo en la 2ª edición del Tratado Elemental de Zoología (1895) la dedicatoria
era única: «A mi maestro el profesor del Museo de Madrid D. Ignacio Bolívar a quien
debe la zoología ricos materiales y la ciencia patria eminentes servicios. Fdo. Odón
de Buen».
11. Las cuatro conferencias del profesor de Buen en la mencionada serie impartida en el
Ateneo madrileño en 1906 fueron extractadas en el semanario masónico Las Dominica-
les, por entregas. Comenzaba el primer reportaje con una introducción del periodista
(probablemente su suegro) recordando la importancia social de la ciencia según el
ideario librepensador: «La religión mata, la ciencia es la salvadora y la redentora […].
Esa obra de exaltar la Ciencia, de poner fin á la religión, es la obra primera, sobre todas,
en nuestras sociedades católicas». Se destacó la importancia científica «mundial» de
los naturalistas del Museo: I. Bolívar («el primer entomólogo del mundo»), S. Calderón
(experto en mineralogía) e Hidalgo (malacólogo); aunque se ocultó a la opinión pública
la existencia del Laboratorio de Santander y a Bolívar («mi sabio maestro») únicamente
se le reconocía el haber propuesto y gestionado para esas sesiones la cesión de la cá-
tedra en el Ateneo. Se afirmaba que «sin el apoyo de la ciencia francesa» el proyecto de
212 JUAN PÉREZ-RUBÍN

Senado (1907-1909), con su librito sobre el Laboratorio de Mallorca


(O. Buen, 1908)12 y con los datos suministrados a Domingo Sánchez
en este año.13
Las actividades del otro bando sobre el asunto comenzaron dicho
año 1906 con el agradecimiento institucional del director del MNCN
al profesor Pruvot, sucesor de Lacaze-Duthiers en la dirección del La-
boratorio Aragó: por «los ejemplares cedidos para el curso de Biología
marina dado por Odón de Buen en el Ateneo y entregados luego al
Museo» madrileño.14 En la información que publicó la RSEHN sobre las

Odón de Buen hubiera sido imposible, pues no tuvo apoyo del Estado, ni de «los medios
universitario y social», encontrándose «en medio de la indiferencia, cuando no de la
hostilidad oculta general, de envidia […]. Entre ese medio ha tenido que desplegarse la
actividad vertiginosa de Odón de Buen para llegar a tan preciosa conquista» (Anónimo,
1906a). La segunda conferencia versó sobre «las zonas litorales y principalmente acerca
de los Laboratorios biológicos que se han establecido por todas partes para el estudio
de esas zonas litorales y de los animales que en ellas viven». Comenta que inauguró
«oficialmente en 1893» sus viajes con alumnos al Laboratorio Aragó y «desde entonces,
cada año, y algunos años dos veces, legiones de estudiantes de mi cátedra de zoología,
acuden a Banyuls a estudiar las formas de los animales marinos con los ejemplares a la
vista, y a saturarse de aquel ambiente de ciencia pura» (Anónimo, 1906b).
12. Citaba párrafos de sus conferencias en el Ateneo: «Hace poco el ministro de Instrucción
Pública me honró con la comisión de organizar el Laboratorio». Agregaba: «En el año
presente el ministerio de Fomento ha consignado una subvención para iniciar el cul-
tivo de animales marinos útiles y el de Instrucción Pública ha confiado al Laboratorio
la dirección y organización de excursiones biológicas por las costas africanas entre
Chafarinas y Ceuta y por el estrecho de Gibraltar». Sobre el laúd Ignacio Bolívar: «lleva
el nombre del ilustre director del MNCN de Madrid, propulsor principal en España de
los estudios zoológicos» (O. Buen, 1908: 6, 10-11, 32).
13. (Sánchez, 1908). No se cita al pionero Laboratorio santanderino, el único maestro de
Odón de Buen fue Lacaze-Duthiers («eminente sabio francés que fue fundador y direc-
tor de los Laboratorios de Roscoff y de Banyuls, maestro del Sr. de Buen e inspirador
de la fundación del de Baleares») y se oculta su dependencia administrativa del MNCN.
Aunque, al menos, se cita colateralmente al director de ese Museo, con cuyo nombre
se ha bautizado a una embarcación menor («El Ignacio Bolívar, un laúd de airoso y
elegante porte») y se le reconocen sus méritos en entomología y biología (no se acla-
ra que marina): «otro sabio naturalista […], eminente entomólogo español, director
actual del MNCN y tesorero de nuestra Sociedad [RSEHN], y a quien corresponde parte
importantísima en la creación de las estaciones ó laboratorios biológicos de España».
Del investigador José Fuset («catedrático del Instituto de aquella ciudad y ayudante del
Laboratorio biológico») se menciona que se formó en el laboratorio galo de Aragó y se
omite que su formación científica marina comenzó en Santander y fue muy completa
(cursos de 1892-1893 y 1894-1895).
14. Archivo del MNCN. Signatura: ACN0274/009 (Madrid., 11 de septiembre de 1906).
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 213

conferencias de biología marina en el Ateneo se resaltaba que pudieron


darse «con la venia del Sr. director» del Museo y que a este llegó previa-
mente la colección de «invertebrados vivos» exhibidos en las mismas
y procedentes de aquel Laboratorio francés (Anónimo, 1906c).15 En ese
mismo tomo fue muy intensa la presencia de artículos del futuro direc-
tor de Mallorca, que demostraban a la comunidad científica su interés
por el archipiélago balear (O. Buen, 1906a, 1906b y 1906c). J. Rioja, el
director del olvidado laboratorio cántabro, reivindicaba en el mismo
tomo de aquel Boletín, la labor e historia de la Estación «hasta ahora úni-
ca» en España, con dos artículos amplios: Datos para el conocimiento de
la fauna marina de España (Rioja, 1906a) y Noticia acerca de la Estación
de Biología marítima de Santander, que concluía con su aspiración de
«colocar esta antigua y hasta ahora única Estación establecida, siquiera
en las condiciones de vida que tenía, al encargarme de ella» (Rioja,
1906b). Ampliando el interés de su destacada colección de esponjas
del Cantábrico otro artículo firmado por Celso Arévalo (Arévalo, 1906).
En el tomo del Boletín del año siguiente Bolívar divulgaba la existencia
en La Coruña de un subcomité de la francesa Sociedad de Oceanogra-
fía del Golfo de Gascuña («del que forman parte cerca de 80 socios
coruñeses»), que conoció personalmente en un viaje reciente (Bolívar,
1907); y al menos tres revistas de gran difusión nacional presentaron
amplios reportajes ilustrados destacando las instalaciones, personal
y variados estudios llevados a cabo en el laboratorio santanderino: en
La Escuela Moderna (Bartolomé, 1907), Madrid Científico (Agéme, 1907)
y Vida Marítima, (Roda, 1907).
Una significativa batalla particular tuvo I. Bolívar desde la creación
administrativa del Laboratorio de Mallorca, teniendo que esforzarse
en imponer en el membrete oficial del nuevo centro insular su ads-

15. También se agradecían las gestiones de Ignacio Bolívar para su nombramiento, junto
con el profesor Fuset, para constituir la comisión «que había de estudiar y proponer
al Gobierno las condiciones en que podría fundarse» el nuevo laboratorio marino en
Baleares. Proponía que cuando se estableciera este los envíos biológicos marinos «para
las cátedras y laboratorios de Madrid, podrá hacerse regularmente, sin dificultad».
Terminaba con sus agradecimientos a los directivos franceses (a Pruvot y Racovitza: «el
desinteresado e importantísimo concurso qué han prestado á mis conferencias, como
hace años prestan á mis lecciones en la universidad de Barcelona, y a mis estudios de
Biología marina») y con una relación taxonómica de la colección recibida. El Sr. Artigas
terminaba felicitando al conferenciante (Anónimo, 1906b).
214 JUAN PÉREZ-RUBÍN

cripción institucional., como hemos observado en la correspondencia


consultada entre ambos directores durante el período 1906-1911.16

1.1. Iniciativas durante la etapa de senador de Odón de Buen


(1907-1910)

Emprendió O. de Buen en su carrera política las gestiones científicas


cuando presentaba en noviembre de 1907 una proposición de ley para
conseguir la cesión de terrenos del Estado para instalar el laboratorio
biológico marino de Baleares17 y su compromiso, al año siguiente,
para intentar ampliar la extensión de los mismos (27 de noviembre de
1908).18 Meses antes, cuando tuvo noticia de que se había tratado en
el Congreso de diputados sobre los laboratorios y estaciones de bio-
logía marina,19 solicitó la comparecencia del ministro de Instrucción
Pública en el Senado para «dirigirle varias preguntas acerca del plan

16. En los membretes de 1906 (manuscrito) y 1907 consta «Laboratorio Biológico-Marino de


Baleares». El año de su inauguración se impuso en la cabecera de la correspondencia:
«Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Laboratorio Biológico-Marino de Baleares» (29
de abril de 1908) y un trienio después se mantenía pero destacando más la dependencia
del Museo, en mayúsculas y negrita (2 de enero de 1911) [A-MNCN. Sección: Fondo
Estaciones Biológicas. Subsección Baleares (Palma de Mallorca). Caja n.º 1, carpetilla
«1906-1912: Estación de Baleares (P. Mallorca)»].
17. Diario de Sesiones n.º 106 (29 de noviembre de 1907: 2107) y n.º 107 (30 de noviembre
de 1907: 2110; Apéndice 4). En este último se concreta: «La cesión de estos terrenos,
hoy improductivos, aparte de permitir que se levanten las construcciones necesarias
a los trabajos del laboratorio sin hacer el Estado desembolso alguno, contribuirá a
hermosear el espléndido panorama que ofrece Palma de Mallorca desde la bahía, pro-
porcionando a la ciudad nuevo atractivo con un acuarium en punto tan inmediato».
18. «Se declara de utilidad pública, con derecho a expropiación forzosa, la ocupación de
los terrenos que sean necesarios para el desarrollo del Laboratorio biológico marino de
Baleares y construcción de viveros anexos a este laboratorio en el termino de Porto Pí
y en las costas de Cala Mayor hasta las Isletas (incluidas estas) de la bahía de Palma».
En: Apéndice 4º al n.º 38 del Diario de Sesiones (28 de noviembre de 1908).
19. En marzo-abril de 1908 opiniones enfrentadas en el Congreso de Diputados entre
partidarios y detractores de los Laboratorios/Estaciones de Biología Marina de San-
tander, Mallorca y Mogador. Al menos participaron cuatro abogados, uno de ellos
liberal, subsecretario de instrucción pública y electo por Mallorca (Alejandro Roselló
Pastors). Los restantes eran parlamentarios conservadores: el cántabro Luis Redonet,
y los marqueses de Villaviciosa de Asturias (Pedro Pidal) y de Casa-Laiglesia (Emilio
Ranees de la Gándara, diputado por Tenerife).
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 215

de organización».20 Una parte de los asuntos discutidos llegaron a la


ciudadanía a través del diario La Época en mayo, intentando inicial-
mente desacreditar al senador21 y, como durante su intervención en la
cámara no reconoció el apoyo estatal en la financiación del Laboratorio
mallorquín (solo cita la ayuda francesa), le recordaron en sus páginas
un par de días después que el Estado aportaba 27.000 pta. anuales
para su mantenimiento.22

20. «Se trató ayer en el Congreso este asunto, que es de un gran interés patriótico y cientí-
fico, y no puedo dejar de hablar, puesto que en la otra Cámara se me aludió diferentes
veces» [Diario de Sesiones n.º 181 (30 de marzo de 1908): 3800].
21. Sobre la interpelación frustrada de D. Odón de Buen en el Senado: «El señor de Buen
siente la añoranza de la deliciosa residencia que por benignidades de este Gobierno
le costea el Estado en las Baleares, con el nombre de Laboratorio de Biología Marítima,
y sintió ayer curiosidad por saber cuándo van a cerrarse las Cortes para comenzar
el descanso. Por más aldabonazos que dio en las puertas de las minorías, ninguna le
respondió. Es natural: por mucho que sea el convencionalismo en que vivimos, ¿cómo
no comprender lo absurdo de esta novedad de que una oposición democrática pida
al Gobierno que cierre las Cortes y que gobierne fuera de ellas y a sus anchas? [La
Época, n.º 20.686 (26 de mayo de 1908: 1)]. Para defenderse en la tribuna el director
en Mallorca solicitó al día siguiente al ministro que aclarara «si ha tenido con él, como
director de dicho Laboratorio, alguna clase de benignidades» [Diario de Sesiones n.º
210 (27 de mayo de 1908): 4589-4591].
22. «No hemos de volver sobre el incidente que suscitó ayer el Sr. D. Odón de Buen en el
Senado, molesto por una frase incidental de un artículo nuestro, que el Sr. de Buen,
siguiendo la rutina establecida, atribuyó a persona que hoy no colabora con nosotros
en las tareas periodísticas. El director de La Época no se hallaba en la alta Cámara, y
no pudo recoger la alusión del senador republicano; pero si hubiera estado presente,
habría dicho, seguramente, lo mismo que en ocasión semejante expuso el director de
El Imparcial en el Congreso: que como senador, respondía en el Senado de sus actos
parlamentarios, y como periodista, en el periódico de los juicios contenidos en el
mismo […]. El Sr. D. Odón de Buen tomó por lo trágico una sencilla frase. ¡Que piel
tan fina tienen los señores de la oposición, y que poco se acuerdan de estas suscepti-
bilidades cuando atacan a sus adversarios!. Y el señor de Buen presentó las cosas de
suerte que parecía que hace un señalado favor y casi una limosna al Estado figurando
al frente del consabido Laboratorio. Según él, este Centro científico debe muy poco
al Estado; pero según el Presupuesto el Estado paga por este concepto anualmente
27.000 pesetas, que se descomponen en esta forma: gratificación al director (D. Odón
de Buen): 1.500. Al mismo, por indemnizaciones de viaje: 1.000. A un ayudante: 2.000.
A otro: 1.000. Al conserje: 1.000. Jornales de marineros: 500. Para gastos de instala-
ción y sostenimiento: 10.000. Para gastos de material y dietas al personal encargado
de las investigaciones biológico-marinas en África: 10.000. Total = 27.000 pta. Esto
es lo que lo cuesta al Estado ese Centro, que el señor de Buen presentaba ayer como
sostenido por la munificencia de la Universidad de París, o poco menos, y esta es la
única rectificación que hemos querido hacer, para dejar a salvo el buen nombre del
216 JUAN PÉREZ-RUBÍN

En 1909 solicitaba al ministro de Marina el expediente de nom-


bramiento del director del Laboratorio biológico marino «del Estado»
[el de Santander] que «ha de formar parte de la Junta Consultiva de
Navegación y Pesca Marítima» del ministerio de Marina, comprobando
que era José Rioja (28 de enero de 1909). Una semana después acusa
al ministro del ramo de cometer una infracción legal pues «en España
no hay más Laboratorio de biología marina que el de Baleares» y ese
«distinguido profesor» dirige la Estación Biológica de Santander. Ese
ministro de Marina le recriminó su anterior comportamiento manipu-
lador, pues durante el proceso de discusión de la ley había conseguido
introducir una enmienda para que constara «Laboratorio» de biología
marina y, así, marginar a la pionera «Estación» de Santander. El se-
nador de Buen continuaba obviando a esa Estación en su propuesta
de fundar tres nuevos Laboratorios en el futuro: en el Cantábrico o
en el Atlántico, en el estrecho de Gibraltar y en Baleares («este es el
desiderátum y así tendrá que ser»). Tomó la palabra el ministro de
Instrucción Pública (Rodríguez San Pedro) recordándole que el Sr.
Bolívar «es el verdadero jefe de este servicio en España», y que ya
se había reunido con él para crear los nuevos laboratorios costeros.
Efectivamente, comprobamos en la Gaceta de Instrucción Pública de
mayo de 1909 que los presupuestos para el próximo año incluían la
ampliación de centros de investigación marina del MNCN, con la crea-
ción de un nuevo Laboratorio en Canarias y dos Estaciones auxiliares:
en Galicia (Vigo) y estrecho de Gibraltar (Algeciras), que dependerían,
respectivamente, de los centros existentes en Santander y Mallorca.23
Sin embargo, con la publicación al año siguiente del libro del pro-
fesor Charles A. Kofoid (1865-1947) The Biological Stations of Europe
(Kofoid, 1910), debió de resultar frustrante para dicha rama oficialista
comprobar cómo eran ninguneadas a nivel internacional su labor y
características de la Estación de Santander [resumidas en tres líneas:
fundada en 1886, nombres del director y ayudante, presupuesto anual
de 15.000 pta. Y: «no depende directamente de ninguna institución
educativa»]; en comparación con la importancia reconocida a Odón

Estado español y las buenas pesetas que paga» [«El señor De Buen y el Laboratorio de
Baleares». La Época n.º 20.688 (28 de mayo de 1908: 1)].
23. «Memoria sobre presupuestos para 1910. Enseñanza Superior». Gaceta de Instrucción
Pública y Bellas Artes, n.º 940 (15 de mayo de 1909): 1564-1565.
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 217

de Buen y las actividades del Laboratorio de Mallorca [le dedica dos


páginas: subvención anual de 41.000 pta., este sí estaba adscrito al
MNCN, con gran cantidad de equipamiento científico-técnico, dos ve-
leros: el Lacaze-Duthiers (de 9 t., ¡con capitán y cuatro marineros!) y el
Bolívar (más pequeño); más el vapor Cabrera de 80 t., empleado para
las exploraciones en aguas profundas de la plataforma balear]. Situa-
ción idílica que contrastaba con la triste realidad que denunciaba en
España, precisamente ese mismo año el propio director de Mallorca,24
quien simultáneamente dio a conocer en nuestro país el recién esta-
blecido Plan de trabajos comunes en los laboratorios biológico-marinos
del Mediterráneo, a través de las páginas del Boletín de la RSEHN (O.
Buen, 1910).25 Sobre la Estación cántabra apareció, ¿casualmente?,
un amplio reportaje en la revista ilustrada Por esos Mundos (J. Rioja,
1910), otro al año siguiente en Vida Marítima (Anónimo, 1911), junto
con una monografía de medio centenar de páginas con motivo del XXV
aniversario de la creación de la misma (J. Rioja, 1911).
Cuando se inauguró pomposamente el Museo-Instituto Oceano-
gráfico de Mónaco (29 de marzo de 1910), hay que destacar la impor-
tancia decisiva que tuvo el título de senador del reino de O. de Buen
(director del Laboratorio de Mallorca del MNCN) para que apareciera

24. «El Laboratorio de Baleares no cuenta actualmente con los medios indispensables
para una labor continuada, metódica. Hace falta, ante todo y sobre todo, un barco de
vapor de pequeño porte que tenga instalados los aparatos necesarios y disponga de la
maquinaria auxiliar para su uso. No obstante, [...] trabajaremos con los medios de que
dispongamos, en la seguridad de que nuestras investigaciones han de ser interesantes,
y aun diré necesarias, dada la posición estratégica que ocupamos en el Mediterráneo.
El mundo científico tiene derecho a exigirnos el estudio concienzudo y detenido de
nuestras costas, para que no pueda afirmarse, con motivo, que no contribuimos al
progreso científico y nos limitamos a ser clientes de la cultura mundial» (O. Buen,
1910: 281-282).
25. Era un acuerdo internacional discutido por los delegados de diferentes países me-
diterráneos (directores de laboratorios marinos), por el que se acordaba centralizar,
coordinar y sincronizar, en el Instituto Oceanográfico de Mónaco, las observaciones
conjuntas de interés general a realizar en la zona litoral mediterránea por el Labora-
torio de Mallorca y los otros doce centros costeros extranjeros existentes entonces
en el área. Las bases del referido Acuerdo incluían estudios regionales de carácter
general (confección de cartas batimétricas y litológicas, y estudio de las condiciones
hidrológicas) y biológicos (identificación y distribución geográfica de los seres vivos),
así como diferentes aspectos relativos a las publicaciones científicas resultantes. Final-
mente se conseguiría que «siendo idénticos el objeto, los métodos y los instrumentos
empleados, los resultados obtenidos sean comparables».
218 JUAN PÉREZ-RUBÍN

en la placa conmemorativa de la fachada del Museo de Mónaco en


el primer lugar de la delegación española que asistió oficialmente al
acto solemne: «Los señores Odón de Buen, [J.] González Hidalgo, y
[A.] Navarrete; representando al gobierno de S. M. Alfonso XIII, rey
de España».26 Este evento tuvo una gran repercusión mediática en
España, tanto en la prensa periódica como en la profesional y la aca-
démica (González Hidalgo, 1910). Situación que se intensificó tras las
visitas del monarca al país en 1911-1912 (González Hidalgo, 1912).
Curiosamente, en las conferencias principescas de enero de 1912
en el Conservatorio y Ateneo de la capital., al menos en la versión
que publicó la Sociedad Geográfica de Madrid (Príncipe de Mónaco,
1912), se ensalza a O. de Buen, tampoco se cita a Santander ni al
Museo y sí actividades del aún no operativo Laboratorio de Málaga:
«España posee los elementos necesarios para servir útilmente a la
Oceanografía […], en Guipúzcoa y Galicia, sociedades [oceanográficas]
independientes demuestran su buena voluntad y merecen el apoyo
de la nación; después de estudiar fuera la Oceanografía, sabios y
oficiales de Marina aportan ya algunas obras valiosas. […] En Palma
de Mallorca y en Málaga los laboratorios creados por el profesor Odón
de Buen [el malagueño no inaugurado hasta 1913], con los cuales
se honra nuestro Instituto Oceanográfico de Mónaco en mantener
fructuosas relaciones, evidencian los resultados que puede producir
la solicitud oficial […]. Se hallan en Mónaco los laboratorios con
el museo; en París, en el mundo universitario, radica el centro de
difusión que requiere esta nueva cultura».

26. Joaquín González-Hidalgo era zoólogo del MNCN y Adolfo Navarrete un marino militar
naturalista, formado en la Estación Zoológica de Nápoles y autor de los primeros tex-
tos españoles de oceanografía y biología marina. A última hora, por enfermedad del
presidente de la delegación española nombrado inicialmente (el embajador en París),
le sustituyó O. de Buen en el cargo por su calidad política de senador, como cuenta
él mismo en sus Memorias (O. Buen, 2003: 114); y no por sus méritos de investigador
marino, todavía escasos. Estuvo ausente en las dos reuniones científicas posteriores: a
la de la Comisión Internacional para la Exploración del Mediterráneo del día siguiente
(30 de marzo de 1910: no fue convocado, únicamente participó A. Navarrete) y en
la del 1 de abril, donde los directores de Estaciones marinas concretarían el citado
Plan común de investigaciones en el Mediterráneo, O. Buen delegó la asistencia en su
colega L. Joubin.
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 219

2. Marginación desde la Junta para Ampliación de Estudios (JAE)27

Tras el examen comparado de las Memorias anuales de la JAE para el


período 1907-1924 ha quedado constancia de una situación discri-
minatoria hacia O. de Buen y los Laboratorios costeros bajo su direc-
ción, comenzando por los de Mallorca (únicamente cuatro alumnos
pensionados entre 1907-1915) y Málaga; y ampliándose la exclusión
al de Santander, cuando se consumó su dependencia del IEO en 1917.
Tampoco se utilizó la fórmula prevista para la colaboración interins-
titucional a través de la reglamentada Asociación de Laboratorios, que
hubiera facilitado una fructífera colaboración del Instituto oceano-
gráfico con la JAE.
Incluso, cuando durante 1915-1917 en el MNCN tomaron la deci-
sión de enriquecer las colecciones ictiológicas con especies del Me-
diterráneo, adquirieron todos los ejemplares de peces en la Estación
Zoológica de Nápoles, sin contar con el Laboratorio balear, y Luis
Lozano fue el encargado de llevar a cabo las gestiones.28
Recapitulamos. Con la creación de la JAE en 1907, presidida por
Santiago Ramón y Cajal., comenzaron a concederse becas y se fueron
pensionando naturalistas a los Laboratorios de biología marina de
Santander (principalmente) y Mallorca. Con la posterior creación, en el
seno de la JAE, del Instituto Nacional de Ciencias (R. D. 27 de mayo de
1910) se sentaron las bases para la potenciación y coordinación de la
investigación científica estatal., y a dicho Instituto quedó agregado el
madrileño MNCN «con sus anejos marítimos [Estaciones] de Santander
y Baleares». Desde ese Museo Ignacio Bolívar dirigía los trabajos de
zoología marina (aprobados previamente por la JAE), que consis-
tían en investigaciones especializadas y cursos monográficos, con la

27. Información extraida de la colección de Memorias de la Junta para Ampliación de Estu-


dios e Investigaciones Científicas (JAE) publicadas en el período 1907-1924 (accesibles
en la biblioteca digital del RJB: http://bibdigital.rjb.csic.es).
28. El 17 de febrero de 1916 el Museo remitió a la Estación de Nápoles el cheque como
pago de la primera colección de peces solicitada (34 especies seleccionadas del listado
italiano recibido el 20 de agosto de 1915). Recibido el lote ictiológico (27 de enero de
1917) enviaron otro cheque, quedando a la espera de que «cuando reunan ustedes
nuevas especies me envien nota de ellas para hacerles nuevo pedido» [A-MNCN. Fon-
do MNCN. Sección Estaciones Biológicas. Subsección Baleares (Palma de Mallorca) y
Mogador. Carpetilla «Estación de Nápoles (1882-1884)». Expedientes sobre petición
de colecciones al director].
220 JUAN PÉREZ-RUBÍN

participación inicial de un cuarteto de profesores (el propio Ignacio


Bolívar, José Rioja, Luis Lozano y Antonio de Zulueta) y una pareja de
ayudantes (Francisco Ferrer Hernández y Ernesto Cusí). Los primeros
cursos «de ampliación» en el ámbito marítimo se ejecutaron en el
curso 1910-1911 (sobre celentéreos, microfotografía y diatomeas)
y desde 1913 se organizaron completos cursos de biología marina
a cargo de Rioja (invertebrados) y prácticas de biología por Zulueta
(este impartió 23 concurridos cursos hasta 1934). Las primeras ocho
becas internacionales para naturalistas «marítimos» se disfrutaron en
esos años previos a la creación del IEO (1910-1914), tanto dirigidas
a la especialización taxonómica (algas macroscópicas, diatomeas,
esponjas, «otros invertebrados marinos», moluscos y peces); como
en oceanografía. Las primeras becas de esta especialidad fueron las
dos concedidas a Rafael de Buen, en 1910 y 1911, para su completa
formación en el Museo-Instituto Oceanográfico de Mónaco y en las
universidades de París y Nancy (R. de Buen, 1911).
El año 1914 sería el de la primera inflexión. Tras liderar el director
de Mallorca las primeras investigaciones nacionales de la fauna marina
del África mediterránea (alrededores de Melilla, entre 1908 y 1912),
en aquel año Bolívar y otros naturalistas le dedicaron varias especies
nuevas para la ciencia y se creó en Madrid el Laboratorio de Biología
del MNCN, dirigido por el nombrado A. de Zulueta.29 Simultáneamente
se consumó la creación del IEO y comenzaría su marginación admi-
nistrativa desde la JAE, de forma indirecta pero inequívoca, pues
precisamente para el curso 1914-1915 las «pensiones para estudios
dentro de España» se concederían únicamente para trabajos que se
hagan «en los Laboratorios de biología marina dependientes de la
Junta […], bajo su inmediata dirección». Así comenzó a aplicarse: en
el MNCN se organizaban cursos previos de biología marina (asistiendo
«bastantes alumnos de la Facultad de Ciencias y de la Escuela Superior
del Magisterio», con animales marinos recibidos desde Santander) y
los alumnos más destacados finalizarían durante los tres meses esti-
vales su especialidad en la Estación cántabra (de julio a septiembre).

29. I. Bolívar y J. Arias le dedican a Odón de Buen en 1914 un par de nuevas especies de
insectos africanos, y A. Caballero una fanerógama herborizada en las proximidades de
Melilla. Ese año se creó el Laboratorio de Biología del MNCN, dirigido por el Antonio
de Zulueta Escolano (González Bueno y Gomis Blanco, 2001: 102 y 315).
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 221

Con estas nuevas directrices se excluían muy hábilmente en el orga-


nigrama educativo, sin necesidad de nombrarlos, a los Laboratorios
de Mallorca y Málaga (ya adscritos al IEO, y por tanto ajenos a la JAE).
Y también se discriminaba a los estudiantes que decidieran asistir a
los cursos introductorios en esos Laboratorios mediterráneos, pues se
les dificultaba la posterior ampliación de sus estudios en Santander,
al dar preferencia a los pupilos del MNCN. Durante el verano de 1916
discurrió con normalidad el III Curso de Biología Marina en Santander,
pero al año siguiente, como no pudieron enviarse allí becarios («por
haber dejado de pertenecer al MNCN» y transferirse al IEO) [paradójica
situación administrativa que no impidió que Bolívar y E. Rioja reci-
bieran en 1916 apoyo científico-técnico en la Estación oceanográfica
de Málaga], se constituyó una comisión en Gijón (julio-septiembre
de 1917) y recogieron abundante material biológico. En ese bienio
fueron becados al extranjero, para especialidades marinas: Francisco
Batista Díaz (Oceanografía en Mónaco), Juan Cuesta Urcelay y F. Aranda
Millán (ambos en biología marina). Desde entonces los profesores del
Museo fueron organizando cursos prácticos de biología marina, cuya
dirección heredó E. Rioja (hijo del ex director de Santander), en otras
localidades costeras. Comenzaron por Valencia (1918-1919): merced
a «la agregación al MNCN del laboratorio de Hidrobiología fundado en
el Instituto general y técnico de Valencia por el catedrático don Celso
Arévalo Carretero,30 ha permitido a la JAE reanudar, el pasado verano,
los cursos de Biología marina [… y] se instaló un laboratorio, en los
pabellones de Sanidad marítima» [JAE, 1920:162-163].

3. El termómetro de las publicaciones (1912-1918)

Comprobamos cómo 1916 fue el segundo año de inflexión en la histo-


ria del recién nacido IEO y de las publicaciones sobre ciencias marinas,
hasta entonces prácticamente concentradas en la RSEHN. Supuso el fin

30. Durante ese último bienio lectivo (1919-1920) C. Arévalo organizó durante el curso «el
laboratorio de Hidrobiología del Museo, que ha quedado provisionalmente instalado
en una pequeña habitación del piso alto» y desde diciembre de 1921 comenzó a dis-
frutar de pensiones en Laboratorios hidrobiológicos extranjeros (JAE, 1922: 63 y 173);
incluyendo experiencias en la investigación pesquera continental y el acrecentamiento
del Laboratorio Hidrobiológico del MNCN (JAE, 1925: 214-215).
222 JUAN PÉREZ-RUBÍN

de la participación de la familia de Buen en el Boletín de la Sociedad,


con artículos originales, y el inicio de una activa campaña de lo que
ahora se conoce como de «visibilidad institucional», caracterizada por
la creación de revistas propias y el envío de manuscritos (originales o
duplicados) a nuevas entidades ajenas (Asociación para el Progreso de
las Ciencias, Real Sociedad Geográfica de Madrid e Instituto Oceano-
gráfico de Mónaco). Así mismo, Odón de Buen intensificó desde Madrid
sus contactos y relaciones con Barcelona, como miembro destacado
de la Sociedad de Amigos de Francia y de la Sociedad de Geografía
Comercial (era uno de los cuatro miembros de la comisión madrileña
permanente). Ésta organizó en diciembre de 1917 conferencias sobre
asuntos marítimos en la capital catalana e inauguró O. Buen el ciclo
con la titulada: Los estudios oceanográficos en general y particular-
mente en España, ilustrándola con proyecciones.
También el MNCN y la RSEHN continuaban estrechando sus re-
laciones internacionales en el ámbito marítimo y en mayo de 1916
nombraron miembro honorario de la Sociedad al director del Museo
de Historia Natural de Paris y presidente de la Academia de Ciencias:
Edmond Perrier (1844-1921), discípulo de Lacaze-Duthiers, partici-
pante en las amplias campañas oceanográficas galas con los buques
‘Travailleur’ y ‘Talisman’ y experto en pesquerías. Entre 1914 y 1917
son admitidos en la RSEHN como socios numerarios nuevos natura-
listas que en el futuro se incorporarán al IEO, como el licenciado en
ciencias naturales Ángel Alconada y los entonces alumnos de ciencias
naturales Juan Cuesta Urcelay, Francisco de Paula Navarro Martín y
Álvaro de Miranda Rivera.
Con anterioridad, entre 1912 y 1914, había comenzado a publicar
Odón de Buen artículos marítimos divulgativos en el Anuario de Pesca
del ministerio de Marina (O. Buen, 1912, 1914) y en el Boletín de la
Sociedad Oceanográfica de Guipúzcoa. Durante la primera etapa de
este, él y sus hijos Rafael y Fernando fueron asiduos colaboradores y
publicaron una veintena de artículos entre 1913-1917 (Pérez-Rubín,
2004: 23). Precisamente en el verano de 1915 inició Fernando sus in-
vestigaciones en San Sebastián y en diciembre aparecieron sus prime-
ros resultados biológicos (sobre ictiología y pesquerías) en el Boletín
de la RSEHN. Es al año siguiente cuando él y su hermano intensifican
sus publicaciones en esa revista, sumando un total de cinco artículos
sobre los peces (de Guipúzcoa, costas de Málaga, Marruecos medite-
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 223

rráneo y Cádiz); y su padre con uno sobre los crustáceos de Baleares


(O. Buen, 1916a), en réplica a I. Bolívar (1916) (Pérez-Rubín, 2011c).
Por otro lado, F. Ferrer se quejaba en 1916, en una de sus publica-
ciones sobre esponjas en los Trabajos del MNCN, de la incomprensible
falta de colaboración interinstitucional en las investigaciones marinas
españolas (Pérez-Rubín, 2014b).
Al año siguiente surgirían problemas con las dos entregas del
artículo de los hermanos de Buen sobre «Peces poco comunes de
nuestras costas» publicadas en el Boletín de Pescas del IEO en enero (R.
Buen, 1917) y abril (F. Buen, 1917); pues recibieron críticas adversas
de Enrique Rioja en la sección de ‘Notas bibliográficas’ del Boletín de
la RSEHN de aquel año (E. Rioja, 1917). En la siguiente reunión de la
Sociedad se defendieron los hermanos dando explicaciones y el padre
aprovechó la ocasión para recriminarle a su colega que en la última
publicación científica suya (E. Rioja, 1917) omitiera expresamente la
existencia de la Estación biológica marina de Málaga, donde obtuvo
cordial colaboración del personal y medios técnicos para sus mues-
treos en el litoral.
En 1917-1918 también se despacharon en papel impreso las dis-
crepancias científicas relativas a la biología de la sardina gallega y
el fenómeno de la ’marea roja’. Las primeras conclusiones publica-
das por Odón de Buen sobre ambas materias (Buen, 1916b)31 fueron
desacreditadas tiempo después por el naturalista local R. Sobrino
Buhigas, quien presentó un par de trabajos con sus conclusiones en
el Boletín y Memorias de la RSEHN, acompañando este con fotografías
y láminas en color (Sobrino, 1918a y 1918b). Fernando de Buen salió
seguidamente en defensa de su padre y criticaba los trabajos de So-
brino por considerar que estaban plagados de errores y carecían de
base científica (por «seguir exclusivamente las erróneas explicaciones
de los pescadores»), sintiendo que trascendería al extranjero y diera
una pobre impresión de la investigación española (F. Buen, 1918). Se
defendió el criticado (Sobrino, 1918c), cuando las controversias se
habían extendido al asunto de la presencia del gas sulfhídrico en los

31. El asunto espinoso había comenzado en la prensa periódica de Galicia en los días 7 y
25 de julio de 1916, con un artículo inicial de Sobrino en La Correspondencia Gallega
(«Fenómeno curioso. La coloración de la ría») y réplica de O. de Buen en el Faro de Vigo
(«Fosforescencia y color de las aguas»).
224 JUAN PÉREZ-RUBÍN

fondos de ciertos sectores deficientes de oxígeno de las rías (Pérez-


Rubín, 2008: 105).
Como adelantamos, desde aquel año 1916, ni Odón ni sus hijos
oceanógrafos volvieron a presentar artículos originales para esa re-
vista y desplegaron una gran actividad editorial., con nuevas publi-
caciones periódicas dirigidas por el IEO: el Boletín de Pescas [luego de
Oceanografía y Pesca] (1916-1932), la lujosa serie de Trabajos de Ocea-
nografía y Biología Marina (1916) —con el apoyo de la universidad de
Madrid— y Memorias del IEO (1916-1931). En todas ellas divulgaban
las diversas tareas realizadas por el IEO (campañas oceanográficas,
asistencia a reuniones internacionales, etc.) y los resultados de sus in-
vestigaciones multidisciplinares. Durante los primeros años también
presentaron los hermanos de Buen comunicaciones en reuniones de la
Asociación para el Progreso de las Ciencias (1915-1917) y publicaron
un par de artículos, durante 1916, en el Boletín de la Real Sociedad
Geográfica de Madrid (F. Buen, 1916) y en el Bulletin de l’Institut Océa-
nographique, Mónaco (R. Buen, 1916).
Por otro lado, durante ese período se produjo desde la RSEHN un
vacío informativo sobre el IEO y su investigadores más destacados,
pues E. Rioja y C. Bolívar dejaron de valorar las múltiples publicaciones
del Instituto en otras prensas y en los «asuntos oceanográficos» se cen-
traron preferentemente en exponer los trabajos extranjeros derivados
de las campañas del príncipe de Mónaco que se fueron publicando entre
1922-1926 (al contener datos sobre «especies de gran interés para los
naturalistas españoles, por citarse especies de nuestras costas, de las
de Portugal., de Marruecos y Canarias»).32 Excepcionalmente E. Rioja va-
loró un trabajo publicado en el Boletín de Pescas por E. Rodríguez, sobre
los Tunicados existentes en la colección del Laboratorio Biológico-Marino
de Baleares, recriminando al autor no haber consultado la «indispensa-
ble» memoria de H. Heiden sobre la materia (E. Rioja, 1922). En 1924 se
abrió nuevamente el paréntesis, con tres valoraciones independientes
del mismo crítico: en relación al intensivo estudio sobre los moluscos
comestibles de Málaga de Gimena Quirós, infravalorado artículo de 17
páginas y despachado en dos líneas (E. Rioja, 1924a); el listado de O.
de Buen relativo a las operaciones de la prospección oceanográfica del

32. En diferentes entregas cuantificaron los resultados obtenidos por ocho especialistas:
Bouvier, Bedot, Gravier, Malaquin, Carin, Herouard, Joubin y Pruvot.
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 225

IEO con el buque Giralda (1920-1921) publicado en Mónaco (E. Rioja,


1924b) y el folleto de Rivera Gallo «sobre equinodermos españoles
procedentes de las campañas organizadas por el Instituto de Oceano-
grafía» (E. Rioja, 1924c).

4. Tensiones personales en el seno de la rsehn (1917-1920)

Santos Casado de Otaola (1997) ha documentado las pugnas públi-


cas, en el seno de la RSEHN, entre los investigadores pertenecientes
al Museo y los ligados al IEO, cuando este consumaba su control
efectivo sobre la Estación de Santander (1917), llegándose a «un en-
frentamiento personal e institucional bastante violento […], con el
apoyo del personal de la misma y de la RSEHN». Profundizando en
el asunto hemos comprobado como el conflicto de intereses se trató
inicialmente a nivel privado —entre I. Bolívar y O. de Buen— y luego
afloró en público, intermitentemente en cuatro sesiones de la Socie-
dad entre junio y noviembre de 1917, canalizándose a través de las
páginas del Boletín de la RSEHN que se reservaron al asunto: «Sobre
la incorporación de la Estación de Biología Marina [de Santander] al
Instituto Oceanográfico».
Efectivamente, a finales de mayo se produjeron las quejas rotundas
de Ignacio Bolívar, por carta personal (supuestamente «injusta y vio-
lenta») a Odón de Buen mostrándole su indignación. Le replicó este, el
2 de junio de 1917, recriminándole que el Museo le había combatido
en todas sus iniciativas.33 Aunque a la sesión de cuatro días después

33. A-MNCN. Fondo MNCN. Sección Estaciones Biológicas. Subsección: Santander-1. Carpeti-
lla: «Correspondencia de Odón de Buen con Ignacio Bolívar». Carta personal de Odón de
Buen sin membrete (Madrid, 2 de junio de 1917): «Querido D. Ignacio: lamento vivamente
los términos de injusticia y violencia de su carta. Tengo la conciencia tranquila […]. He
visto con profundo disgusto formarse una leyenda de guerra del Museo en derredor
de cualquiera de mis iniciativas, de cualquiera de mis trabajos, y he sufrido las conse-
cuencias sin darme por advertido porque estaba de por medio la personalidad de Ud.
y tenía la esperanza de que su clara inteligencia, las constantes pruebas de afecto que
estaba dispuesto a darle, acabarían con la intriga. Voy temiendo que sean inútiles mis
esfuerzos y mi silencio. Continuaré tranquilo mi labor, la creo inspirada en el servicio
de la ciencia, en el interés de mi país, y la defenderé con todas mis fuerzas.
Mucho sentí no verme acompañado de Ud. más he de sentir verme combatido. No perderé
la esperanza de que Ud. se convenza algún día de la nobleza de mis propósitos (que
226 JUAN PÉREZ-RUBÍN

en el seno de la SEHN no asistió ninguno de los dos, se abordó el


asunto a raíz de la lectura del mencionado informe que había remitido
el 31 de mayo el ahora cesante director del laboratorio santanderino
(José Rioja Martín). En la primera réplica intervino Sadí de Buen34 (otro
hijo del fundador del IEO), participaron más de siete miembros en el
posterior debate y, finalmente, por votación mayoritaria de los allí
reunidos35 se decidió que la Sociedad (la cual «desde su fundación ha
convivido con el MNCN en una íntima armonía y compenetración»)
elevara una protesta administrativa al ministerio de Instrucción Públi-
ca, considerando que aquella Estación «ha seguido siendo laboratorio
activísimo de investigación científica y única escuela donde se hacían
y pueden hacerse en España estudios serios de biología marina».
Un par de días después traslada Bolívar su queja oficial al minis-
tro del ramo, el malagueño Rafael Andrade Navarrete,36 quien recibe

ningún hecho pueda desmentir en cerca de 40 años de trato) y de que juntos podamos
colaborar a la mayor grandeza de su intensa labor científica, perfectamente compatible
con la mía más modesta. Es siempre suyo su invariable amigo. Odón de Buen».
34. Pidió constaran cuatro matizaciones. El principal argumento en la 3ª: que en la sepa-
ración estuvo de acuerdo el director de Santander, pues tomó posesión del cargo de
jefe de sección del IEO el 16 de junio de de 1914.
35. La cuestión se resolvió por mayoría: 35 votos a favor (incluyendo los de C. Bolívar, J.
Cuesta, F. Ferrer, E. Rioja y H. Obermaier) y 4 abstenciones (los hermanos Fernando
y Sadí de Buen, Díaz del Villar y Pérez Zúñiga). Se hizo constar que contaban con el
apoyo del ayuntamiento y diputación de la capital cántabra, cuyos representantes
escribirían al Gobierno para intentar evitar la cesión al Instituto oceanográfico.
36. A-MNCN. Fondo MNCN. Sección Estaciones Biológicas. Subsección: Santander-1. Car-
petilla n.º 3: «Expediente de creación del IEO, Informe». Escrito del Director del MNCN
al ministro de Instrucción Pública (8 de junio de 1917): «Las R.O. de 19 y 21 de mayo
de 1917, al dar confirmación a lo dispuesto por el R. D. 18 de abril de 1914 que no
fue tenido en consideración por las Cortes al formar los Presupuestos para 1915 y
que reunía bajo la denominación de «Instituto Oceanográfico» la Estación de Biología
Marina de Santander y los Laboratorios de Biología de Baleares y de Málaga que venían
dependiendo de este Museo, han privado al mismo de todo medio de investigación di-
recto de la fauna y flora marinas, cuyos únicos estudios en España casi en su totalidad
fueron hechos por pensionados del Museo en la referida Estación […]. Si la Estación de
Santander ha de quedar agregada al nuevo Instituto, desviándola del objeto para que
fue creada, fuerza será que el Museo se ocupe en gestionar la fundación de un nuevo
Laboratorio marino para sus estudios, pues ha de tenerse en cuenta que el referido
Instituto no puede monopolizar los estudios biológico-marinos y que su misión es
otra muy distinta a la biológica, a la cual solo podrá prestar atención por modo muy
secundario […]. [Solicita] que la Estación de Santander sea reintegrada al Museo «como
sección del mismo».
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 227

pocos días después carta del propio Santiago Ramón y Cajal como
presidente de la JAE (11 de junio de 1917) adjuntando el informe de
Bolívar fechado tres días antes:
Si la Estación de Santander ha de quedar agregada al nuevo Insti-
tuto derivándola del objeto para que fue creada, fuerza será que el
Museo se ocupe en gestionar la fundación de un nuevo Laboratorio
marino para sus estudios, pues ha de tenerse además en cuenta que
el referido Instituto no puede monopolizar los estudios biológico-
marinos y que su misión es otra muy distinta de la biológica [...].37
Por el otro bando, una semana más tarde recibiría aquel ministro
carta de Odón de Buen (18 de junio de 1917) con sus argumentos:
Como temía han comenzado los ataques a este Instituto. Leo que la
Sociedad Española de Historia Natural ha pedido o va ha (sic) pedir que
se separe del Instituto de Oceanografía el Laboratorio de Santander y
se una al Museo de Ciencias Naturales [...]. La Sociedad referida es una
persona [¿I. Bolívar?] que mantiene y maneja el grupo asistente a las
menguadas sesiones (30 personas de 300 socios). Pero la petición es
infundada y es agresiva [...]. El Museo [...] constituye un cacicato noci-
vo para la moral universitaria; su esfera de acción es pobre, mezquina;
cultiva un compadrazgo reñido con la justicia; allí no podemos tener
acceso los que no somos devotos de su ídolo [...]. Si Ud. quiere más
detalles, llámeme y hablaremos del caciquismo científico en la Junta
de Pensiones, en el Museo y en el Consejo de Instrucción Pública.38
En la siguiente sesión de la RSEHN (4 de julio de 1917) se insistió
en el asunto. I. Bolívar afirmaba que J. Rioja no se incorporó realmente
al IEO como jefe de sección: «puesto que ha seguido figurando hasta
ahora como director de aquel establecimiento y percibiendo los habe-
res que por el cargo le correspondían». Otros 36 socios se adhirieron
entonces al referido anterior acuerdo negativo de la Sociedad sobre
el IEO39 y dos comisiones en contra de la absorción administrativa
visitaron independientemente a dicho ministro: una por delegación

37. La transcripción y documentos originales en: Oliver (dir.), 2006: 28 y 137-139.


38. Idem. en: Oliver (dir.), 2006: 28 y 142.
39. Anónimo (1907b). «Sesión de la RSEHN del 4 de julio». Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat., 7: 401-
408. Entre dicha treintena de nuevos adheridos (mediante «manifestaciones verbales
o por escrito») se encontraban: I. Bolívar, I. Bolívar Pieltain, A. Cabrera, M. Ferrer, J.
González Hidalgo, F. y M. Martínez de la Escalera, etc.
228 JUAN PÉREZ-RUBÍN

de la Sociedad40 y la otra en nombre de la JAE.41 Simultáneamente en


el mismo Boletín del mes de julio, aparecieron en la sección de ‘Notas
bibliográficas’ las ya descritas críticas adversas de Enrique Rioja a las
entregas que sobre «Peces poco comunes de nuestras costas» habían
publicado los hermanos de Buen en el Boletín de Pescas del IEO.
En otoño se reavivó el fuego, comenzando en la reunión del 3 de
octubre de 1917.42 Intervinieron O. de Buen43 y sus hijos Sadí (en nom-
bre de su hermano Rafael) y Fernando, ambos en relación a los ataques
a los artículos ictiológicos de estos.44 Concluirá definitivamente el
asunto al mes siguiente (5 de noviembre de 1917) con un resumen
de la intervención de E. Rioja ratificando su crítica:
Con objeto de dar por terminadas discusiones siempre molestas
para una Sociedad científica como la nuestra y en aras de la buena
armonía que debe reinar entre todos los que la constituyen […], no
hace observación alguna a las formuladas por los Sres. de Buen en

40. Comisión presidida por Hernández-Pacheco, con la participación de Pittaluga, Casares


Gil, Rodríguez Mourelo y García Mercet.
41. S. Ramón y Cajal presidía esta Comisión de la JAE, a la que también pertenecían I.
Bolívar, G. de Azcárate, R. Menéndez Pidal y F. Acebal. Se reunieron con el ministro y
subsecretario y les hicieron «presente su deseo de que la Estación de Santander con-
tinúe unida al Museo, pues de no ser así tendría este que crear un nuevo laboratorio
marino para proseguir sus estudios de biología y poder enviar sus becarios, recibiendo
la promesa de que serían satisfechos los deseos de la Junta».
42. Anónimo (1907c). «Sesión de la RSEHN del 3 de octubre». Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat., 7:
449-461.
43. «Se expresa en términos bastante vivos y da a sus palabras un marcado carácter
intencionado y personal», siendo advertido por el presidente de que en las actas
únicamente se consignarán «asuntos meramente científicos». Renunció irrevocable-
mente al cargo que venía desempeñando en la comisión de publicaciones (alegando
el reducido número de trabajos que recibió «para examen e información») y se quejó
de que en el reciente artículo de E. Rioja sobre anélidos recogidos en Málaga se omite
que la mayor parte de los ejemplares de estudio fueron recogidos gracias a los medios
aportados «gratuita y generosamente» por la Estación biológica marina de Málaga,
donde I. Bolívar, C. Bolívar y E. Rioja «tuvieron la más respetuosa y cariñosa acogida,
recibiendo todo género de atenciones científicas y particulares».
44. Principalmente le aclaran que se trata de un trabajo de divulgación: motivo por el cual
el lenguaje empleado es adecuado y las ilustraciones no tienen porque ser originales.
Fernando de Buen contesta a Rioja «que no tiene por costumbre publicar con nombres
diferentes iguales trabajos». El secretario leyó una comunicación de la Sociedad Mala-
gueña de Ciencias «expresando la satisfacción con que se ha enterado de las gestiones
que se llevan a efecto para conseguir que siga incorporada al Museo la Estación de
biología marina de Santander».
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 229

el mes de octubre, [aunque] manteniendo en su integridad la nota


bibliográfica publicada bajo su firma en el Boletín de julio .45
En 1921 se editó un libro en homenaje a Ignacio Bolívar al cumplir
los setenta años de edad y ser baja en el escalafón de las universidades
españolas, como muestra «de consideración y simpatía» de sus «dis-
cípulos y amigos fervorosos». No debió participar ningún miembro de
la familia de Buen, pues no hemos encontrado sus firmas en la sección
correspondiente.46 Aunque en la información aportada no se recorda-
ban los tristes períodos de enfrentamiento entre ambas facciones de
naturalistas y se reconocían los méritos del fundador del IEO.47

5. Estrategias varias del ieo

Tras la creación del Instituto oceanográfico en 1914, su director ge-


neral tuvo inicialmente una actitud conciliadora, divulgando a los
naturalistas de la RSEHN sus objetivos institucionales y ofreciéndose
a sus consocios en ese cargo. Planeaba convertir los laboratorios
costeros «en verdaderos observatorios de permanente trabajo, sin
abandonar los propósitos para los que fueron creados ni menos su
labor docente». Anunciaba la realización de una campaña oceano-
gráfica estival con el cañonero ‘Núñez de Balboa’ y los compromisos
adquiridos internacionalmente con la Comisión Internacional para
la Exploración Científica del Mediterráneo (CIESM) liderada por el
príncipe de Mónaco.48

45. Anónimo (1917d). «Sesión de la RSEHN del 5 de noviembre». Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat.,
7: 505.
46. «Reproducción autográfica de la firma de las personas que han contribuido a la publi-
cación de este homenaje» (Cazurro, 1921: 153-179).
47. «Odón de Buen era uno de los más antiguos y más queridos discípulos que había
tenido Bolívar: catedrático de la universidad de Barcelona, entusiasta propagandista
de las ciencias naturales, político de ideas avanzadas, orador brillante, trabajador
infatigable, había logrado alcanzar en su cátedra un verdadero prestigio. Esto, unido
a su innegable don de gentes, le abrió de par en par las puertas de los laboratorios
franceses, especialmente el de Banyuls [...]. Tales estudios especializaron al señor de
Buen en la biología marina, y le llevaron más adelante a gestionar el establecimiento
del laboratorio de Baleares» (Cazurro, 1921: 84).
48. O. Buen (1914a). Tambien informaba de que se había constituido una oficina central de
dicha CIESM (O. de Buen fue elegido vocal y su hijo Rafael uno de los tres secretarios)
230 JUAN PÉREZ-RUBÍN

A José Rioja, director de la Estación de Santander se le cesó en su


puesto, nombrándole jefe de sección del nuevo organismo con carácter
interino (R. D. 17 de abril de 1914, «sin que se le asigne haber alguno
hasta que en los presupuestos del Estado se consigne el correspon-
diente crédito»). Cuando tres años después se materializa el traspaso
efectivo del Centro santanderino al IEO (Reales Órdenes de 19 y 21
de mayo de 1917), se le confirma a Rioja en el cargo y se le adjudica
finalmente una compensación económica por su trabajo (21 de mayo
de 1917, con la gratificación de 1.500 pta.). Aunque en escrito personal
posterior diez dias después protestaba Rioja porque la Estación pasara
a depender del IEO, tomó posesión seguidamente (1 de junio de 1917).
Cesaría unos 18 meses después para ocupar, en noviembre de 1918, la
cátedra de zoografía de moluscos y animales inferiores (invertebrados
no artrópodos) de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central
(Alaejos, 1945). Por ello su status en el Oceanográfico quedó reducido
al de «profesor agregado» (sin servicio ni remuneración señalada, úni-
camente con derecho a dietas) y cuando en septiembre de 1921 se ad-
judicó la jefatura de la sección de Biología Marina a uno de los jóvenes
hijos de Odón de Buen (Fernando), al veterano ex director de Santander
se le excluyó, injustamente, del proceso selectivo. Sus consiguientes
reclamaciones administrativas no llegaron a hacerse públicas y en la
explicación personal que el director del Instituto dio al ministro de
turno en 1923 se reflejaba su animadversión hacia José Rioja, alegando
que su no selección se debió a «razones técnicas y de carácter moral».49
Paradójicamente, años después se invirtieron las tornas y es el mismo
Jefe de Biología del IEO quien reclama al catedrático (su «distinguido
amigo») que no se reconocieron sus méritos («notoriamente superiores

y se adquirió el compromiso de preparar en 1915 una futura conferencia internacional


en Madrid (tuvo que posponerse hasta 1919 a causa de la I Guerra Mundial).
49. Cuando después del R. D. 30 de enero de 1920 se reorganizan los servicios en el IEO,
se creó una Sección más sobre las dos existentes, no se proveyó la Sección de Biología
Marina y se encargó provisionalmente de ella el director del Instituto, con la gratifica-
ción correspondiente. Se acabó nombrando para esa plaza a Fernando de Buen (22 de
septiembre de 1921) y se quejó Rioja, pues el elegido tenía mucha menor antigüedad
que él en los puestos de ayudante y director de Estación costera. Instancia de Rioja
al ministro de Instrucción Pública (31 de octubre de 1923, cuando era catedrático de
zoografía de moluscos y animales inferiores en la universidad Central ), comunicada a
O. Buen (8 de noviembre de 1923), este contesta una semana después con sus motivos
para la no selección de J. Rioja (14 de noviembre de 1923).
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 231

a los de mi contrincante»), cuando se resolvió el concurso otorgando


la auxiliaría temporal de la cátedra de Complementos de Biología en la
universidad Central.50
En 1919 consiguió organizar brillantemente el IEO en Madrid la
pendiente Conferencia Internacional para la Exploración Científica
del Mediterráneo, con asistencia del príncipe de Mónaco, resaltán-
dose los diversos actos en dos reportajes fotográficos aparecidos en
La Ilustración Española y Americana, en octubre y noviembre. En el
repaso histórico del primero vuelven a ocultarse la fundación de la
Estación de Santander en 1889 y las actividades del MNCN, para que
resultara más destacable y pionera la labor personal del fundador del
IEO (anónimo, 1919a).51 En el segundo artículo se muestran la solemne
sesión de apertura de las jornadas internacionales en el Senado, con
las posteriores reuniones científicas en el salón de actos del IEO,
adornado para la ocasión con tapices de la Casa Real., y se incluye
una antigua foto del director (bastante más joven), que contrasta con
la publicada antes (Anónimo, 1919b).
La misma estrategia de desinformación siguió Enrique Rioja, cuan-
do describe el laboratorio marino provisional que el Museo dirigido
por Bolívar instaló en Valencia en 1919 y que da a entender a la

50. A-MNCN. Fondo Personal Científico: Rafael y Odón de Buen. Caja P-44. Carta de Fernan-
do de Buen, desde el IEO-Madrid (Alcalá, 31, membrete: «El jefe de Biología, particular»),
a José Rioja (27 de enero de 1930). Adjunta al catedrático la solicitud presentada y
resumen «de la documentación en que me baso [...]. A su claro juicio resaltará segura-
mente, que en el día en que finó el plazo para presentar las solicitudes, los méritos míos
eran notoriamente superiores a los de mi contrincante […]. Esperando de su rectitud,
queda incondicionalmente a sus órdenes se muy afmo. Ss. Fernando de Buen».
51. Continúa sin citar los antecedentes del pionero Laboratorio de Santander y los orígenes
de los estudios marinos españoles los retrasa hasta sus primeras excursiones escolares
a Banyuls (dice que en diciembre 1892 fue su primera excursión a Banyuls con 25 esco-
lares). Campañas del Roland desde Banyuls al cabo de Creus. El Laboratorio de Mallorca
lo creó en noviembre de 1906 el catedrático y ministro Amalio Gimeno. «Llegamos a
enero de 1918 viendo funcionar al IEO, institución creada en abril de 1914, pero sin
virtualidad real por falta de consignación en los presupuestos […]. Al comenzar a
funcionar el Instituto lo hizo falto de los medios económicos necesarios, puesto que
sus consignaciones son las mismas de los antiguos Laboratorios de Santander, Baleares
y Málaga, dependientes de nosotros. A pesar de la escasez de medios se organizó en
noviembre de 1918 el I Congreso Nacional de Pesca Marítima, con halagador éxito […
la próxima] Conferencia internacional para la Exploración del Mediterráneo [CIESM],
que ha de celebrarse en Madrid el 19 de noviembre».
232 JUAN PÉREZ-RUBÍN

opinión pública de que es el único del país, pues no cita a los tres
consolidados del IEO (Santander, Mallorca y Málaga) ni sus amplias
campañas oceanográficas realizadas, afirmando hipócritamente: «que
a tan gran altura han llegado [los Laboratorios marinos] en otros
países y que desgraciadamente en el nuestro no han arraigado aún»
(E. Rioja, 1920: 6). Esa excursión de biología marina de Rioja a Valencia
fue divulgada en el Boletín de la RSEHN por M. Ferrer Galdiano, al
reseñar la publicación resultante (Ferrer, 1920).
Esa última falsa situación fue otro de los repetidos tópicos de O. de
Buen, quien señalaba el supuesto «abandono secular de los estudios
marinos en España» incluso en su tardía conferencia de diciembre de
1917 en Barcelona (Los estudios oceanográficos en general y particu-
larmente en España).52 Cuando precisamente, la puesta en valor de
esas investigaciones había llevado ese mismo año a la creación de una
sección oceanográfica por la Junta de Ciències Naturals en esa ciudad
y el desarrollo del proyecto de creación de un Instituto Oceanográfico
Catalán, que fue hecho público dos años después. Propuesta que su
«oponente» institucional., E. Rioja, se apresuró a valorar muy positi-
vamente y le daría la oportunidad de obviar, nuevamente, la existencia
del IEO (E. Rioja, 1919).53
Esa actuación de Rioja estaba motivada por los planes prioritarios
del MNCN, desde 1917, dirigidos a intentar crear un laboratorio coste-
ro propio para desarrollar sus particulares líneas de investigación en
biología marina. Tarea personal que comenzó a ejecutarse en 1920,
cuando se intensificaron los estudios sobre la materia, con cursillos
de primavera en el propio Museo madrileño (marzo-mayo) y estivales

52. Discurso resumido en el diario barcelonés La Vanguardia (23 de diciembre de 1917: 21).
53. E. Rioja mostraba su satisfacción con la propuesta de creación de un Instituto ocea-
nográfico catalán independiente en Barcelona, proyecto divulgado en el folleto de A.
Falguera, J. Vilaseca y J. Maluquer recientemente editado (Projecte de Institut Ocea-
nogràfic de Catalunya). Rioja olvidaba al IEO y a sus dos laboratorios mediterráneos:
«la importancia y desarrollo que estas entidades tienen en otros países y la necesidad
de hacer algo análogo en el nuestro. La importancia, cada vez mayor, de Barcelona y
su privilegiada posición en el Mediterráneo, hacen de absoluta necesidad la creación
de un centro como el proyectado, donde se realicen trabajos de investigación y de
divulgación de la compleja ciencia oceanográfica […]. No podemos por menos de
felicitarnos de que en Cataluña surja tal Instituto, que permitirá aumentar nuestros
conocimientos acerca de la fauna marina de las costas mediterráneas de España». No
llegó a crearse tal Instituto.
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 233

en La Coruña (estos con nociones de «Oceanografía biológica», en


el instituto de bachillerato); finalizando las tareas el mencionado
responsable con viajes por las rías gallegas «para estudiar el futuro
emplazamiento para Laboratorio Marino anejo al MNCN». Cuando
se decantaron finalmente por la ría pontevedresa (Marín) protestó
enérgicamente el director del IEO en carta dirigida al presidente de
la JAE (15 de enero de 1921), argumentando que esos servicios eran
competencia de su Instituto y que aún no había conseguido del Es-
tado dotación económica que le permitiera reinstalar el laboratorio
oceanográfico de Vigo.54
Al año siguiente se concentraron los estudios veraniegos del Mu-
seo, durante dos meses y medio, en aquella localización marítima
(Marín), donde establecieron «un Laboratorio provisional con el fin
de estudiar y recolectar especies de la fauna de esta localidad en la
que se halla enclavado el edificio en construcción cedido al MNCN
por la Dirección de Obras Públicas, para fines científicos».55 Desco-
nocemos que circunstancias negativas se dieron con posterioridad
pero el proyecto quedó paralizado hasta 1930,56 y para eludir las muy
probables nuevas quejas del IEO tuvieron que recurrir a la picaresca
de ocultar en la denominación elegida el verdadero carácter marítimo
del nuevo centro, que se conocería simplemente como el «Laboratorio
de Biología» dependiente del MNCN (Ferrer, 1933) o «Estación de

54. Carta de O. Buen a la JAE (15 de enero de 1921): «Oficiosamente, el director que suscri-
be, se ha enterado de los propósitos de la Junta de su digna presidencia, encaminados
a establecer en la Ría de Marín un Laboratorio de Biología Marina […]. Veo el peligro
seguro de un inútil consumo de energías y el menosprecio que hace un organismo
del Estado de los esfuerzos y de los éxitos obtenidos en iguales empeños por otros
organismos a quienes las disposiciones vigentes tienen confiados esos servicios […].
El IEO ha de crear, cuando disponga de consignación en los presupuestos (mejor aun,
cuando tenga material y personal suficiente) un Laboratorio en Vigo». Seguidamente
ofrecía a la JAE los servicios del IEO «sin traba alguna, con todo género de facilidades.
Nunca puse obstáculo alguno, aunque mis frecuentes ofrecimientos fueron desecha-
dos». Termina el escrito ofreciendo al MNCN y a la JAE sus laboratorios oceanográfi-
cos (de Mallorca, Santander y Málaga) y las campañas propias para la recolección de
especímenes y muestras de estudio (Dosil, 2007: 185-186).
55. JAE, 1925: 217.
56. A-MNCN. Fondo MNCN. Sección Estaciones Biológicas. Subsección: Estación de Marín.
Expediente del 1 de octubre de 1930, con los planos: «Proyecto de Estación Marítima
de Biología en Marín, para el Museo Nacional de Ciencias Naturales». Arquitecto D.
Juan Argenti. Documento n.º 2. Planos. Fachada. Plantas. Escala 1: 100. Pontevedra.
234 JUAN PÉREZ-RUBÍN

Biología de Marín, creada por la JAE para el servicio del MNCN» (J.
Rioja, 1933a, 1933b). Tendría una vida efectiva efímera, de 1932 a
1935, por las negativas circunstancias político-económicas. En otros
artículos tardíos de investigación publicados en el Boletín de la SEHN
si se reconocía abiertamente su carácter marítimo: «Estación de Bio-
logía marina [sic] del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Marín,
Pontevedra» (Osorio, 1935).
También se han desvelado otras consecuencias del abierto enfren-
tamiento del fundador del IEO con la RSEHN: paradójicamente apoyó
de forma decisiva para que su competidora, la zaragozana Sociedad
Ibérica de Ciencias Naturales (SICN), liderada por el jesuita Longinos
Navas (1858-1938), pudiera constituir formalmente su sección en
Madrid durante diciembre de 1920, cediendo la sede del IEO para sus
reuniones (Casado, 1997).57 Aunque Bolívar se jubiló aquel año, al
cumplir la edad reglamentaria de los 70 años, por su gran prestigio y
capacidad de liderazgo pudo continuar en activo en diferentes pues-
tos, tanto académicos como relacionados con la política científica.
Recordemos que fue uno de los fundadores de la SEHN y de la JAE
(vocal desde 1907 y su presidente desde 1935), director del MNCN
(organizador de cursos de biología marina), consejero de Instrucción
Pública y catedrático de la universidad Central.
Por otro lado, el fundador del IEO describe en sus Memorias los
ataques que recibieron él y su organismo desde casi todos los flancos:
por la campaña del Museo en contra tuvo grandes dificultades para el
reclutamiento de personal., el también ambiente hostil que encontró
en el ministerio de Instrucción Pública58 y entre una parte de sus

57. Paradójica «fue la ayuda que recibió la nueva Sección de Madrid [de la SICN] de Odón
de Buen, quien les cedió los locales del IEO para reunirse. El apoyo de Odón de Buen,
que por su ideología radical estaba en las antípodas del padre Navás pero que se
había enfrentado también a la RSEHN». El presidente de la citada Sección era Hugo
Obermaier «ahora distanciado del MNCN debido a polémicas científicas y personales
con Hernández-Pacheco» (Casado, 1997: 289).
58. «Es justo, legítimo, que haga yo constar que me cerraron las puertas de aquellos centros
oficiales que pudieron y debieron facilitarme la elección y el entrenamiento personal.
El Instituto [...] decían a los pretendientes —es una locura de Odón, no podrá pros-
perar y os encontrareis colgados; aquí podéis aseguraros puestos en organizaciones
antiguas, seguras, indestructibles—. Y de paso, para facilitar el éxito de la profecía se
atacaba al naciente Instituto en sus cimientos, se acudía a los ministerios para mermar
sus atribuciones y se hacia todo lo difícil posible la carrera de los jóvenes que venían
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 235

propios compañeros y colegas. Éstos últimos pasaron a la ofensiva


cuando el organismo se reestructuró como una Dirección General de
Pesca adscrita al ministerio de Marina [DGP, 1924-1928]:
Obedeciendo a mis planes científicos y deseando ayudarme de
ellos, la Dictadura creó la DGP, unió a ella el IEO y me nombró director
general […]. De aquel golpe de Estado quisieron aprovecharse los
díscolos del IEO y envidiosos o fracasados de mi carrera, y a poco
me veo destituido del cargo. El golpe les fracasó gracias a Primo de
Rivera y al marqués de Magaz, que me conocían de sobra, y lejos de
secundar la maniobra me apoyaron resueltamente, aumentando los
medios y los prestigios de mi obra científica (O. Buen, 2003: 215-217).
Igualmente, en 1927, dicho máximo responsable de la DGP quiso
ampliar sus competencias en materia pesquera y «pretendía acaparar
para sí y para su hijo Rafael de Buen la representación de los naturalis-
tas en la comisión de legislación pesquera» de aguas continentales, a
la que pertenecían C. Arévalo y L. Pardo representando al Laboratorio
de Hidrobiología (Casado, 1997: 249). Nuevas maniobras se ejecuta-
ron tras las restructuraciones administrativas iniciadas en 1929, que
repartieron los asuntos de pesca marítima entre los ministerios de
Fomento (un Consejo Superior de Pesca y Caza) y de Marina (nueva
Dirección General de Navegación y Pesca, con una Junta Central pes-
quera). El mismo autor ha descrito como en esos años la Sección de
Hidrobiología de Celso Arévalo en el MNCN se convirtió, nuevamente,
en el objetivo de los ataques desde el IEO y del propio Museo (este la
absorbió cuando le interesaba y ahora quería eliminarla), particular-
mente desde la reorganización del último a finales de 1930.59

resueltamente a mi lado». Reiteraba que el ambiente en el ministerio de Instrucción


Pública le fue hostil y «trabajé cuanto pude para llevarle al ministerio de Marina donde
tenía buenos amigos» y le era «por completo favorable el ambiente […]. Sin el apoyo de
la Marina no hubiera podido realizar los trabajos para los que el Instituto fue creado»
(O. Buen, 2003: 217-218).
59. Casado describe «las complicaciones administrativas en que tuvo que meterse el Museo
para conseguir expulsar a Arévalo» de su seno y acabar clausurando el centro de inves-
tigación que había creado en Valencia, y que en 1917 era reconocido oficialmente como
Laboratorio de Hidrobiología Española. «La proclamación de la república en abril de
1931 significó un aumento de influencia política de los sectores dirigentes de la Junta
y del propio Museo […]. Con fecha 1 de octubre de 1931 se ordenaba a Manuel Ferrer
Galdiano que cesara en su trabajo de conservador de Hidrobiología y se incorporara
al Museo Antropológico, y poco después, el 28 de noviembre, se solicitaba al Minis-
236 JUAN PÉREZ-RUBÍN

Sin embargo, hubo cordial colaboración entre los oceanógrafos y


otros expertos españoles en varias agrupaciones científico-técnicas
que se impulsaron en nuestro país durante la existencia de aquella
DGP. Al menos en relación a los primeros años de funcionamiento de
los comités nacionales específicos para la Unión Internacional de Geo-
desia y Geofísica (UIGG, con una sección internacional de oceanografía
presidida desde 1924 por O. Buen) y la de Ciencias Biológicas (UICB).
El comité español de esta, creado en 1926, estaba presidido por Cajal
y tres de los nueve miembros pertenecían al IEO (Odón y Fernando
de Buen, y José Giral). Un trienio después alcanzaría el Instituto el
mayor reconocimiento mundial de su existencia con anterioridad a
la Guerra Civil con el gran éxito obtenido con la organización del
primer congreso oceanográfico internacional en Sevilla durante 1929
(Wulff y Pérez-Rubín, 2012) y la creación ese mismo año del Consejo
Oceanográfico Ibero-Americano, que celebraría su primera asamblea
plenaria en Madrid y Málaga en abril de 1935 (R. Buen, 1936).

6. Caminando hacia la pacificación

Cesado el enfrentamiento en las páginas del Boletín de la RSEHN, sale


a la palestra un nuevo investigador del IEO de la mano del algólogo
F. Miranda, quien valoró las contribuciones de su colega oceanógrafo
Luis Bellón en 1929 (alga de Melilla) y 1931 (bibliografía algológica). En
ese período aparecía en esa revista un flojo trabajo de un aficionado
sobre un par de especies de peces de Marbella, C. Vidal Box destacaba
el proyecto Iglesias de exploración científica del Amazonas y C. Bolívar
valoró el destacado trabajo ictiológico sobre Los Dentex de España y
del Marruecos español de L. Lozano, publicado en la serie Trabajos del
MNCN. Poco tiempo después, en 1933, estrena Rivera Gallo un artículo

terio la supresión del Laboratorio de Valencia […]. No pudiéndose expulsar a Arévalo,


como probablemente era el deseo del Museo, se estaba procediendo a desmantelar su
departamento […]. En semejante situación a Arévalo no le quedaba otra opción que
dimitir. [Así lo hizo por escrito el 15 de diciembre de 1931…]. Es clara, desde luego,
la influencia del nuevo clima sociopolítico de la república en la pérdida de apoyos
institucionales por parte de Arévalo […]. Parece que el mismo achacaba en parte su
situación de aislamiento a la influencia de camarillas profesionales e ideológicas ad-
versas, aludiendo incluso a la pertenencia a la masonería» (Casado, 1986: 234-236).
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 237

sobre un astérido muy raro (Hydrasterias richardt) capturado en una


campaña del IEO, mientras que Fernando de Buen sería el único de los
oceanógrafos de su familia que volvería a publicar en el Boletín durante
la etapa republicana (1934-1936), con cinco artículos originales —un
par de ellos reseñados luego favorablemente en la Institució Catalana
D’Història Natural por J. B. Aguilar-Amat— y dos críticas bibliográfi-
cas (estas sobre las catalogaciones de J. Magaz y A. Miranda, colegas
del IEO, publicadas en la serie del Instituto Notas y Resúmenes). De
aquel último año [1936] destacamos la positiva valoración que J. G.
de Llarena dedicó a un estudio de oceanografía física de F. P. Navarro
fechado en 1934 (Sobre la existencia de ondas de marea interna en
el Mediterráneo) y la reseña de E. Rioja a unas investigaciones de R.
Zariquiey publicadas en Cataluña, que hacían referencia indirecta al
director del Laboratorio Oceanográfico de Málaga (Adiciones al Ensayo
de un Catálogo de los Crustáceos decápodos marinos de España y Ma-
rruecos español de D. Álvaro de Miranda y Rivera).
Tras los años veinte siguió una época de gran conflictividad políti-
ca, con graves dificultades económicas y nuevos cambios administra-
tivos. Las restructuraciones impuestas en 1935 resultaron drásticas,
pues mientras que se creaba el nuevo Laboratorio Oceanográfico de
Vigo (planificado por O. Buen desde 1932) se clausuraban los fundados
pocos años antes en Las Palmas (del IEO, inaugurado en 1930) y el
del MNCN en Marín (Idem. en 1932)60 (Pérez-Rubín, 2008: 156). Las
ediciones científicas del IEO también se resintieron al suspenderse en
1931-1932 las series Memorias y Boletín, manteniéndose los Trabajos
y las Notas y Resúmenes.
Aunque el período 1932-1935 fue nefasto para las investigaciones
oceanográficas nacionales (Pérez-Rubín, 2008: 104-105), afortunada-
mente se consiguió en diciembre del último año la publicación de
un Decreto dictando normas para la repoblación de las costas y el
aprovechamiento racional de los animales marinos, que lideraría el

60. En el diario Faro de Vigo se publicaron dos reportajes ilustrados. 1) 17 de septiembre


de 1932 (incluye fotografía con el pie: «El catedrático José Rioja con sus alumnos en
el laboratorio de la Estación de Biología Marina, que acaba de instalarse en Marín»). 2)
27 de noviembre de 1933 (en la portada: «La Estación de Biología de Marín. Misiones
científicas») [A-MNCN. Fondo MNCN. Sección Fondo Estaciones Biológicas. Subsección
Estación de Marín. Carpetilla «Años 1932-1933»].
238 JUAN PÉREZ-RUBÍN

IEO.61 Nuevamente volvería a quejarse Odón de Buen de acoso insti-


tucional., en esta ocasión eran «ataques semioficiales» que recibía el
organismo para intentar arrebatarle los importantes frutos que había
conseguido en la acuicultura marina.62
Al menos esa situación de penuria en los recursos disponibles
sirvió para el cese de hostilidades y el inicio de la reconciliación de los
investigadores de ambos bandos enfrentados desde 1917. E. Rioja con-
sigue publicar en la revista del IEO su estudio sobre anélidos marinos
de las colecciones del Instituto (E. Rioja, 1935) y en la necrológica que
dedicó a su maestro Bolívar en el exilio (E. Rioja, 1945) no citó nada de
las pugnas de antaño con la familia de Buen. Igual actitud de olvido
se muestra en la necrológica que sobre Odón de Buen firmó el hijo de
I. Bolívar (Cándido), quien le adjudica al oceanógrafo todo el mérito
de la institucionalización de las ciencias marinas españolas y olvida
la gran labor desarrollada por su propio padre (C. Bolívar, 1945).

7. La posguerra

En el decreto sobre funciones del recién creado Consejo Superior de


Investigaciones Científicas (CSIC) del 26 de abril de 1939 se incluyen
las Estaciones Oceanográficas (Urquijo, 2007: 260-261). Tres semanas
después toma posesión el geólogo Pedro de Novo de la dirección del
MNCN (15 de mayo de 1939)63 y a finales de mes ya había escrito una

61. Decreto del 7 de dicembre de 1935: Dictando normas para el aprovechamiento de los
animales marinos y repoblación de las costas. Se organizaba «este servicio dentro del
Instituto Español de Oceanografía, que ya ha obtenido en este problema resultados
alentadores, racionalizando el cultivo de los mejillones para nutrir el parque estable-
cido en el puerto de Barcelona, creando nuevos viveros de experiencias en Santander
e iniciando el estudio para emplazar otros en la ría de Vigo y en los Alfaques del Ebro
[…]. El jefe del Dpto. de Biología del IEO ejercerá la inspección técnica y jefatura del
servicio de repoblación, cuyos viveros centrales son los ya establecidos en Santander.
Para los nuevos viveros (de peces, crustáceos y moluscos) y campos de algas que se
establezcan se formarán previamente al necesario personal técnico (Capataces de
cultivos marinos) durante, al menos, un año de trabajos prácticos […]. Las Comisiones
reguladoras someterán sus acuerdos al director del IEO, quien resolverá los recursos
que contra tales acuerdos se establezcan (Art. 7º). Los concesionarios pagarán un
canon que el IEO aplicará preferentemente a la repoblación litoral, etc.
62. El Sol, n.º 5567 (27 de junio de 1935): 4.
63. Como nuevo director Pedro de Novo y Fernández-Chicarro (1884-1953, hijo del marino
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 239

carta al vicepresidente del Instituto de España (28 de mayo de 1939)


y redactado un proyecto de decreto para la absorción del IEO fechado
el día siguiente.64 En julio, dirige la petición formal al gobierno de
Franco, con el apoyo de otras instituciones científicas de la capital:
Real Academia de Ciencias, Facultad de Ciencias de Madrid, SEHN, RJB
y Museo Antropológico.65
En marzo de 1940 el ministerio de Marina consuma la expropiación
del edificio de la efímera Estación de Biología de Marín (1932-1935),
tras la ampliación del polígono de tiro y el traslado a Galicia de la
Escuela Naval Militar de San Fernando, Cádiz (27 de marzo de 1940).
Para conseguir otro edificio y una indemnización económica del mi-
nisterio de Marina, el director del MNCN realizará gestiones con el
subsecretario de Educación Nacional y el secretario general del CSIC.66
Solicita al primero (20 de abril de 1940) que se trueque ese inmueble:

«por otro en análoga situación y de equivalentes condiciones [...]. Por


el enorme interés que supone para este Museo y para la Facultad de
Ciencias, enviar a sus alumnos a establecimientos de este tipo, y es
evidente la necesidad de disponer de otro edificio semejante al de
Marín y situado en condiciones adecuadas para seguir desarrollando
en el los mencionados cursos [sobre Biología y Fisiografía del Mar]».

En su posterior oficio al secretario general del CSIC (2 de agosto de


1940) el director del Museo proponía: 1) Que un profesor de Instituto
(Carlos Vidal) realizara «inventario del material científico y doméstico
que existía en dicha caseta, y si es posible hacerse cargo del mismo».
2) Para la urgente tarea de la selección de otro paraje para el nuevo La-
boratorio (sustituto del incautado por la Marina) deberían trasladarse
a Galicia Celso Arévalo, director del Museo de Zoología, y Luis Lozano,
jefe de la sección de Vertebrados. Debió de aceptarse la propuesta y

militar homónimo) y subdirector el sacerdote Filiberto Díaz Tosaos (Navas, 2007: 314).
64. A-MNCN. Fondo MNCN. Sección Fondo Estaciones Biológicas. Subsección Estación de
Marín. Carpetilla «Año 1939»: Cartas del director del Museo al vicepresidente del
Instituto de España (28 de mayo de 1939). Proyecto de Decreto de absorción del IEO
(29 de mayo de 1939) por el Museo de Ciencias Naturales.
65. Navas, 2007: 314.
66. A-MNCN. Fondo MNCN. Sección Fondo Estaciones Biológicas. Subsección Estación de
Marín. Documentos varios.
240 JUAN PÉREZ-RUBÍN

en septiembre se dispuso que ambos científicos también se ocuparan


de «concretar la cifra que ha de abonar al Instituto José de Acosta el
ministerio de Marina, en compensación de la Estación Biológica» (21
de septiembre de 1940).
Por otro lado, la Facultad de Ciencias de Madrid continuó desarro-
llando cursos estivales de Biología Marina en Santander hasta 1936,
reanudándose en San Sebastián durante dos años de la posguerra. A
partir de 1954, con la imprescindible colaboración del Instituto Espa-
ñol de Oceanografía, los cursos tuvieron de nuevo lugar en la capital
cántabra y pudieron contar con el barco auxiliar a motor Nereida II,
ampliándose al año siguiente las materias docentes a la fisiografía
del mar, bajo la dirección de Francisco Hernández-Pacheco. La última
información localizada sobre el asunto corresponde al curso de agosto
a septiembre de 1955, en cuya memoria consta: «es probable que esta
ciudad siga siendo la elegida para el desarrollo de los mismos, debido
a las peculiares y ventajosas características que ofrece su amplia bahía
situada frente al Cantábrico» (Anónimo, 1956).

1940-1942: Cambios radicales en el Boletín de la RSEHN

Tras la obligada interrupción del Boletín por la Guerra Civil, se reanudó


la edición en 1941 con el tomo correspondiente al año anterior, con re-
trato del general Franco como «protector del desarrollo científico» y la
eliminación en el listado de socios de los pertenecientes a las familias
de Buen y Bolívar, E. Rioja y restantes exiliados; aparte lógicamente
de los fallecidos en diferentes circunstancias.67 Desde entonces, las
revisiones bibliográficas de las publicaciones sobre biología marina
u oceanografía corrieron a cargo de un activo y enigmático F. Navarro
o F. N. [en realidad Francisco de Paula Navarro Martín, subdirector
del IEO], que en dicho año reseñó trabajos de su colega y amigo G.
Colom, así como, de científicos compañeros en el propio Instituto:
Luis Bellón (dos artículos históricos sobre algas), M. Massutí (plancton

67. Revisamos las defunciones de los naturalistas que tuvieron relación con la biología
marina. En el Boletín de 1937 se da cuenta del fallecimiento de los consocios P. Agus-
tín Barreiro Martínez y Manuel Loro Gómez del Pulgar. En el correspondiente al año
1941 (Boletín nº 39) se detallan los socios difuntos en las categorias de «asesinados»,
«muertos en el frente» y «fallecidos»; apareciendo en esta última categoría Francisco
Aranda Millán y Juan Carandell y Pericay.
EL COMBATE POR EL LIDERAZGO INSTITUCIONAL DE LAS CIENCIAS MARINAS… 241

superficial de Mallorca); y de él mismo (noticia sobre una tortuga


de cuero). Durante 1942 el Instituto mantuvo una presencia muy
activa en la revista y aparecieron artículos de F. Lozano (pez de la
campaña africana del ‘Ábrego’), Massutí (copépodos de Mallorca ) y F.
P. Navarro (peces de África N.O.). Un importante trabajo del marino
militar José Mª Rotaeche, director general del IEO desde diciembre
de 1939 (Algunos problemas de la oceanografía en España), motivó
dos reseñas independientes, firmadas por F. Hernández-Pacheco y
F. Navarro. Este también valoró: las muy importantes y olvidadas
campañas oceanográficas danesas de 1908-1910 en el Mediterráneo,
un ensayo de Bellón sobre algas clementinas, la última entrega de
la fauna ictiológica de F. de Buen, otra aportación de Massutí sobre
los copépodos pelágicos de Mallorca, un par de obras póstumas de
A. Miranda sobre crustáceos [el carabinero (Aristeomorpha foliácea)
y decápodos marinos de Vigo] y su propuesta taxonómica fallida de
Lepas maroccanus; así como su amplia investigación personal [F. de
P. Navarro] Sobre el estado actual de nuestro conocimiento de la fauna
y flora del mar de Baleares. El mismo oceanógrafo también dio a
conocer ese año 1942 interesantes trabajos marinos de extranjeros,
como las investigaciones del atún rojo por F. Frade, sobre especies de
las aguas portuguesas (H. Helling, A. Nobre), y otras materias tratadas
por J. T. Ruud (Eufasiáceos) y H. Vilella (crustáceos de la colección
oceanográfica de Carlos I de Portugal).

Agradecimientos

Al personal del Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales


de Madrid (Beatriz Muñoz, Manuel Parejo y Noelia Cejuela) su im-
prescindible colaboración y explicaciones. Para la consulta virtual y
documentación han resultado muy útiles la biblioteca del Real Jardín
Botánico de Madrid (http://bibdigital.rjb.csic.es), la hemeroteca de
la Biblioteca Nacional de España (http://hemerotecadigital.bne.es) y
las bases de datos sobre los Diarios de Sesiones de Cortes (http://
www.senado.es).
242 JUAN PÉREZ-RUBÍN

Tres pilares de las ciencias marinas españolas hasta 1905. Arriba: la Estación
Zoológica de Nápoles, donde se formaron Augusto González de Linares y José Rioja,
fue inspiradora de la Estación de Santander (inaugurada en 1889). Centro: El joven
catedrático Odón de Buen en Barcelona cuando los disturbios universitarios de 1895,
su reconocimiento académico al año siguiente a sus maestros Ignacio Bolívar y Henri
Lacaze-Duthiers, y su encuentro de 1903 con los científicos franceses del Laboratorio
Aragó en el buque ‘Roland’. Abajo: primera divulgación española de material de
prospección oceanográfico-pesquera del príncipe de Mónaco (por Bolívar en 1891) y
reportaje sobre las investigaciones del soberano en la revista Blanco y Negro (1905).
[Imágenes extraídas de: http://hemerotecadigital.bne.es, el Tratado Elemental de
Zoología de O. de Buen (1896) y http://hemeroteca.abc.es].
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EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y…

ILDEFONSO BONILLA MANGAS


UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

Hace ahora algo más de noventa años, entre el 22 de febrero y el 15


de marzo de 1923, tuvo lugar el viaje a España de Albert Einstein. Su
presencia constituyó un verdadero fenómeno social desbordando su
primigenia naturaleza científica y obteniendo una amplia repercusión
periodística. Durante su estancia en Madrid, tuvo lugar el encuentro
entre D. Santiago Ramón y Cajal y D. Alberto, como popularmente
se llegó a llamar en algunos medios a Albert Einstein, en su visita.
Cajal no había podido asistir, por estar enfermo, al acto de ingreso
de Einstein en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físico-Químicas
y de la Naturaleza que había tenido lugar el día 4 de marzo por la
tarde, en presencia de su Majestad, D. Alfonso XIII. Sin embargo, el
sabio alemán no quiso perderse la oportunidad de conocer de primera
mano a Don Santiago por el que, al parecer, sentía una honda admira-
ción desde hacía más de veinte años y decidió visitarlo. La visita se
produjo la tarde del día siguiente, según unos, en la propia casa de
nuestro premio Nobel y según otros, en su laboratorio del Instituto
de Ciencias Biológicas, actual Museo de Etnología en Atocha, muy
próximo a su casa.
¿Qué sucedió en esa entrevista? ¿De qué pueden hablar un hombre
en el cenit de su esplendor, que acaba de conseguir el Nobel hace
dos años, en el 1921, y un anciano que se encuentra de vuelta de
todo, también premio Nobel, pero en 1906, con más de setenta años
vividos intensamente a sus espaldas? No deja de ser una incógnita.
Por lo que parece, no existe ningún comentario, nota o reseña sobre
lo hablado en esta reunión, por tanto no deja de ser un ejercicio
especulativo todo lo que a continuación pueda leerse a ese respecto
en el presente capítulo. Solo existe el comentario que, en referencia a
Cajal., sucintamente anota el sabio alemán en su diario tras la visita:
«Maravilloso viejo, muy enfermo».
250 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

Así, pues, centraremos el momento histórico en el que se celebra


el viaje, para poder así, situar mejor el posible hilo conductor de una
conversación entre estos dos hombres que representan de forma
complementaria, teórica y práctica, las dos maneras de entender el
conocimiento y el abordaje al mismo, desde campos tan diferen-
tes como la física y la biología. Con dos connotaciones culturales
muy distintas, una meridional y católica, aunque Don Santiago fuese
claramente una persona agnóstica, pero no atea, como confirma su
nieta Silvia Cañadas, y un alemán, centroeuropeo de origen judío,
también agnóstico confeso desde su juventud, pero con comentarios
que siempre han dejado un poso de desconcierto al respecto, por sus
referencias habituales al dios de Espinoza.
Muy probablemente, es Thomas F. Glick quien mejor ha glosado
el viaje de Einstein por España en diversos trabajos (1986, 2005).
Haremos a continuación un resumen de los mismos con algunas otras
aportaciones.
Einstein se encontraba en España como consecuencia de una invi-
tación largamente aplazada y cursada tres años antes, precisamente,
por Cajal como presidente de la Junta para la Ampliación de Estudios.
Esteban Terradas había tenido ya contactos con Einstein, sondeándolo
para tratar que viniese a España.
La invitación oficial la hace Rey Pastor, desde Leipzig, el 22 de abril
de 1920, en nombre del Institut d’Estudis Catalans y de la Junta para
la Ampliación de Estudios (JAE). En esos momentos, solo se plantea
impartir unas conferencias en Madrid y Barcelona pero no se habla
de Zaragoza, donde finalmente también estuvo. El propio Santiago
Ramón y Cajal escribe a Einstein en julio para ratificar, en nombre del
Ministro de Instrucción Pública, la oferta que Einstein declina a los
pocos días por verla inviable ese año.
En julio de 1921, Terradas insiste y esta vez Einstein declara poder
hacerlo durante el curso académico 1921-1922. Nuevamente, en mayo
de 1922 es Casimiro Lana el responsable de negociar el viaje a España,
con la presión añadida de la Universidad de Zaragoza, fijándose la
visita para el próximo año.
Casimiro Lana Sarrate, ingeniero, químico y político español de la
época, amigo personal del científico, es el que logró en 1923, con el
apoyo de las instituciones científicas mencionadas de la Generalitat de
Cataluña y de la JAE, así como de diversos colaboradores, materializar
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 251

la visita de Einstein a España, confirmándose las estancia en Barce-


lona, Madrid y Zaragoza por este orden. Casimiro, muy aficionado a
la fotografía, inmortalizó a Einstein y a su esposa durante su visita a
Poblet con otros amigos.
Casimiro Lana fue un ingeniero químico de gran prestigio en la
época, era profesor de la Escuela de Ingenieros Industriales de Bar-
celona y entre sus logros más importantes destaca el desarrollo, con
otros colegas, del proyecto Hispano-Suiza de automóviles en España.
Viajaba con frecuencia, en la década de los veinte, a Alemania donde
contactó con Einstein. Allí estaba también su hermano Isabelino Lana,
ingeniero y catedrático de Hidráulica en Barcelona, que se encontraba
en ese país ampliando estudios sobre aeronáutica con una beca. Como
en tantas otras ocasiones, y muy en contra de los sentimientos actua-
les, la cooperación entre Barcelona y Madrid daba su fruto.
Finalmente, Albert Einstein visitó Barcelona entre el 22 y el 28 de
febrero de 1923 como parte de los cursos monográficos de Altos Estu-
dios y de Intercambio organizados por la Mancomunidad de Cataluña
que estaban dirigidos por Rafael Campalans.
Einstein llega a Barcelona el 22 de febrero, en tren procedente del
puerto de Toulon, en Francia, donde había desembarcado de su viaje
a Japón y Palestina. Una falta de coordinación entre Einstein y los
organizadores, ya que en los telegramas enviados por el sabio desde
Singapur no fijaba el día y, también, probablemente, por coincidir
las fechas con el hecho luctuoso de la muerte de una de las hijas
de Terradas, provocó que nadie esperase al matrimonio Einstein a
su llegada a Barcelona. Subsanado el problema del alojamiento con
alguna divertida anécdota, Einstein y su mujer Elsa se alojaron en el
hotel Colón. Al margen de los actos sociales como visitas al puerto de
Barcelona, instalaciones educativas y diversas recepciones como la
que tiene lugar en el Salón del Ciento, dio tres conferencias, organi-
zadas como curso, en la Sala de Sesiones del Palacio de la Diputación
que trataron sobre la teoría especial de la relatividad, la general e
investigaciones recientes sobre el tema. El sábado 24 dio la primera
de ellas, y los días 26 y 28 las dos siguientes, todas a las 7 de la tarde.
Multitudinarias todas ellas, y aunque las patrocinaba la Mancomuni-
dad se cobró 25 pesetas a los inscritos, cantidad nada despreciable
para la época (Roca Rosell, 2004).
252 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

El domingo 25 visitó el monasterio de Poblet acompañado de


Casimiro Lana que, como ya se indicó, realiza las fotografías de la
excursión y del poeta Ventura Gassol destacado nacionalista catalán
que tendría que exiliarse poco después con la dictadura de Primo de
Rivera para, posteriormente, en 1931, participar en la creación de
Esquerra Republicana de Cataluña. El lunes 26 por la mañana visitó
las iglesias paleocristianas y románicas de Égara acompañado por
Josep Puig i Cadafalch, presidente de la Mancomunidad y uno de
los más importantes arquitectos del modernismo catalán. Más tarde
acompañado de Terradas del que Einstein dijo en una ocasión: «Éste
es uno de los 5 hombres más inteligentes que conozco y uno de los
pocos que puede comprender hoy en día la Teoría de la relatividad»,
se entrevista con el rector de la Universidad y ya por la tarde dicta
su segunda conferencia en la Diputación. El martes 27 a primera
hora visitó dos instalaciones educativas municipales, la Escuela del
Mar y el Grupo Escolar Baixeras. A mediodía tuvo lugar una solemne
recepción en el Consejo de Ciento del Ayuntamiento de la ciudad,
que le había declarado huésped ilustre. La recepción fue muy emo-
tiva, y en ella el alcalde accidental., Enric Maynés, elogió no solo
la figura científica, sino también su compromiso ético y pacifista.
Reproduzcamos unos párrafos de su discurso, según apareció en
varios periódicos:

En la vida de los pueblos desde que la humanidad existe, es casi


imposible encontrar nada absoluto que una a los hombres con lazos
de firme solidaridad. Los avances de la civilización, que parece que
deberían llevar a una mayor perfección y solidaridad universales,
han hecho más cruentas y horrorosas las luchas de los pueblos.
Sólo la ciencia, con sus principios fundamentales, con sus teorías e
hipótesis, con sus resultados cada día más trascendentales de sus in-
vestigaciones, ha podido superar todos los obstáculos imponiéndose
a los sentimientos y a las pasiones y a los intereses que separan a los
hombres, y unirlos en un ideal superior de perfección, por encima
de razas, de pueblos, y de lenguas, de civilizaciones y de creencias.
Por esto se ha podido decir que la ciencia no tiene patria, que es lo
mismo que decir que pertenece a todos los hombres. Y vos, profesor
Einstein, sois en este siglo xx el más sublime representante de esta
ciencia que es vuestra y nuestra y de todos.
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 253

La idea de que la ciencia era una vía de superación de las luchas fra-
tricidas era compartida por algunos sectores para los cuales Einstein
era todo un símbolo. Einstein contestó agradecido, pero aprovechó
la ocasión para reivindicar a la comunidad científica en su conjunto:

Honorable señor alcalde, señores: gracias por vuestro coral reci-


bimiento. A menudo he oído palabras de elogio hacia mi trabajo,
elogio que ha sido superior a mis méritos. El progreso de nuestro
conocimiento se erige en un grupo de hombres trabajadores que en
cada generación conservan el fuego sagrado del estudio, trabajado-
res escondidos a menudo en medio de todo tipo de privaciones y
que pasan muchas veces desapercibidos para la opinión pública. [...]
Deseo con toda mi alma que esta bella ciudad tan espléndidamente
situada, tan soleada, pueda participar de una manera bien firme y
eficaz en conseguir ese altísimo ideal [de la ciencia].

Posteriormente, en la Academia de Ciencias, habló sobre las con-


secuencias filosóficas de la relatividad e implicaciones cosmológicas.
La comprensión de los oyentes, necesariamente profanos en los temas
propuestos por Einstein fue escasa, aunque según algunos articulistas
existiese una aceptación mayoritaria entre los asistentes, gracias a las
ratificaciones experimentales, como la reciente observación de la curva-
tura de la luz en el eclipse solar que tuvo lugar en 1919, lo que vendría
a acreditar una vez más el pragmatismo tradicional del talante catalán.
Como señala Javier Turrión en su trabajo «Einstein en España»
(2005), la cordial acogida de la burguesía catalana hacia la figura de
Einstein se explica bien si se asumen los siguientes puntos:

a) La procedencia pequeño-burguesa del propio Einstein conver-


tido en genio universal.
b) El carácter neutro, a priori, desde el punto de vista religioso,
de la teoría de la relatividad.
c) La imagen de progresismo inherente a la asunción de la mo-
dernidad científica.
d) La recuperación del protagonismo prestigioso de adhesión a la
ciencia, evitando sus implicaciones filosóficas.
e) La potenciación de Cataluña y de Barcelona en el mundo, con
personalidad propia.
254 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

En este sentido, diferentes entidades y grupos trataron de rentabi-


lizar la presencia del sabio en la ciudad. Uno de los mejores ejemplos,
es la inesperada reunión, el martes 27 de febrero, con los sindicalistas
izquierdistas catalanes. El encuentro, que tuvo lugar en la sede del
Sindicato de Distribución, había sido facilitado, muy probablemente,
por Rafael Campalans, cuya militancia socialista era notoria y que ese
mismo año, participó en la escisión del PSOE que dio lugar a la Unió
Socialista de Catalunya (USC), que discrepaba del PSOE en cuestiones
organizativas, sindicales (relaciones entre CNT y UGT) y de identidad
nacional. La reunión causó una gran sensación y fue presenciada por
varios periodistas, que describieron su desarrollo en la prensa del día
siguiente. Fue presentado por el secretario general cenetista, Ángel
Pestaña. No hubo en este caso ninguna conferencia, pero sí charla in-
formal., de cuyos contenidos difieren las fuentes (Roca Rosell , 1988).
Hay concordancia, y es además verosímil, en que el analfabetismo y
la represión política fueron temas abordados. Las cifras al respecto
del analfabetismo, eran todavía escandalosas en nuestra sociedad de
los años veinte, por encima del 50% en el caso de las mujeres y algo
menos en el de los varones.
Los órganos de difusión anarquistas así como la prensa en general
atribuyen a Einstein los comentarios: «Yo también soy revolucionario,
pero en el terreno científico», y «la represión política se debe más a
la estupidez que a la maldad» y aconsejó «leer al filósofo Spinoza,
cuyas obras son fuente de muy oportunos consejos». De esta entre-
vista, la prensa madrileña atribuye además al propio Ángel Pestaña,
en reportaje del miércoles 28, las siguientes palabras: «Así como el
sabio alemán, con sus teorías, ha revolucionado la ciencia, los obreros,
por medio de la unión, aspiran a revolucionar el orden económico
existente», diciendo a continuación:

Einstein contestó modestamente que él no había hecho más que


deducir consecuencias de los principios científicos y aconsejó a los
obreros moderación al destruir o renovar porque no todo lo antiguo,
dijo, es malo.

Pues bien, el jueves 1 de marzo, en el propio tren que lleva al


matrimonio Einstein a Madrid , Andrés Révesz (ABC) un periodista de
origen checo, se montó , en la parada de Guadalajara y pudo entrevis-
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 255

tar a Einstein, durante la hora que restaba de trayecto hasta Madrid.


El periodista, al saber alemán con perfección, pudo recoger con la
máxima precisión estas declaraciones de Einstein sobre su encuentro
en Barcelona con Pestaña:

Le ruego a usted —me dice Einstein— que rectifique las declaraciones


que se me atribuyen. Es cierto que acepté la invitación de los sindi-
calistas; pero dije lo contrario de lo que escriben los periódicos. Dije
que no soy revolucionario, ni siquiera en el terreno científico, puesto
que quiero conservar cuanto se pueda y pretendo eliminar tan solo
[lo que no sirve] al progreso de la ciencia; [y creo que debe] hacerse
lo mismo en la sana evolución política. ¿Cómo hubiera podido pro-
nunciar las palabras que se me atribuyen, puesto que vivo apartado
de toda actividad política? Cierto que soy un sincero demócrata, me
interesan los problemas sociales y deseo la igualdad de derechos
para todos los seres humanos; pero no tengo fe en una sociedad so-
cialista ni en el programa de producción de los comunistas. (Fondos
editoriales de ABC).

Con todo, la realidad del momento social en Barcelona en esos


momentos, era de extrema violencia, el día 10 de marzo con Einstein
todavía en Madrid, es asesinado en Barcelona el líder anarquista Sal-
vador Seguí por pistoleros de la patronal catalana. La situación llego
a ser de tal magnitud que en septiembre de ese año tiene lugar el
pronunciamiento del general Primo de Rivera y comienza la Dictadura
que ocupa prácticamente la escena política hasta el final de la década.
La noche del 28 de febrero, la última en Barcelona, Campalans or-
ganizó una cena íntima en honor a Einstein. Asistieron, que sepamos,
el abogado Miquel Vidal Guardiola y Esteve Terradas. Campalans y
Einstein hablaron varias veces durante esa semana. Campalans explicó
que Einstein no entendía que se definiera como nacionalista catalán y
a la vez fuese un hombre de izquierdas. Para Einstein, el nacionalismo
era esencialmente reaccionario y antidemocrático.
A Madrid llega como decíamos el día 1 de marzo, jueves, y se
aloja en el hotel Palace. A diferencia de lo que sucedió en Barcelo-
na, en la estación de Mediodía fue recibido de forma clamorosa por
una representación de catedráticos de la Facultad de Ciencias de la
Universidad Central: Blas Cabrera, Pedro Carrasco, Francisco Vera y
256 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

José María Plans, entre otros, junto a unos familiares de la mujer de


Einstein —Lina y su marido Julio Kocherthaler— que vivían en Madrid,
el embajador alemán y el director del Banco Alemán Transatlántico.
En Madrid, tiene previstas diversas conferencias para exponer sus
teorías de la relatividad en la Universidad, la Academia de las Ciencias,
el Ateneo y la Residencia de Estudiantes. El viernes 2 visita el Labo-
ratorio de Investigaciones Físicas. Este laboratorio lo había creado la
JAE e Investigaciones Científicas en 1911, con el objetivo de facilitar
a los pensionados un lugar donde poder continuar las investigaciones
iniciadas en el extranjero. Era el mejor dotado de los laboratorios de
física de nuestro país. En 1912 fue nombrado director Blas Cabrera
y Felipe, considerado «padre de la física moderna española». Quedó
instalado en el Palacio de la Industria y las Bellas Artes, junto al
Museo de Ciencias Naturales, la Escuela de Ingenieros Industriales
y el Laboratorio de Automática que puso en marcha y dirigió otro
gran hombre de la ciencia española, el ingeniero Leonardo Torres
Quevedo. En el año de la visita, las investigaciones en el Laboratorio de
Investigaciones Físicas estaban agrupadas en tres secciones: magne-
toquímica, obtención de pesos atómicos por métodos físico-químicos
y espectroscopia. Éstos fueron los tres pilares sobre los que se asentó
este centro (Romero de Pablos, 2005).
A parte de Blas Cabrera, otros tres personajes fueron clave en el
laboratorio, Arturo Duperier, Enrique Moles y Miguel Catalán, respon-
sables de las secciones de: electricidad y magnetismo, química-física y
espectroscopia, respectivamente. Duperier fue propuesto para recibir
el premio Nobel en 1958 y en la actualidad, los otros dos investiga-
dores son honrados por la Comunidad de Madrid con los premios
que llevan sus nombres en los apartados de Ciencia y tecnologías
químicas y Ciencias, respectivamente. Esto nos da una idea de la
calidad científica de estos investigadores.
Esa misma noche y en un acto que marca diferencias esenciales con
lo que ha sido su visita a Barcelona, donde su figura ha sido tratada
con intereses claramente partidistas y nacionalistas, asiste a un espec-
táculo en el Teatro Apolo. Al día siguiente, da un paseo por la ciudad
y visita por primera vez el Museo del Prado, para, posteriormente, ser
recibido por el alcalde Joaquín Ruiz-Giménez que, a diferencia de su
homólogo catalán, ofreció un discurso menos vibrante aunque difirie-
se muy poco, en esencia, del de su colega. He aquí una breve reseña:
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 257

Al tener noticia de vuestra llegada a esta corte, el Ayuntamiento


quiere apresurarse a saludaros en nombre de Madrid. El pueblo
español, cuya representación suprema radica en esta capital., se
siente orgulloso y honrado por vuestra visita. Reconoce en el sabio
Einstein, admirado hoy en el mundo entero civilizado, el generoso
y fecundo poderío de la ciencia, flotando como única bandera por
encima de todas las diferencias, de todas las luchas, de todos los
dolores humanos. Cifra en vuestra personalidad la virtud y la fuerza
incontrastable del espíritu, sola victoriosa en el mundo.

En nombre de Madrid y de España recibid, señor, nuestra bienve-


nida cordial y el homenaje ferviente de nuestra admiración. El alcalde
de Madrid, Joaquín Ruiz Giménez.
Ese mismo día ofrece su primera conferencia que como el resto de
las mismas, tuvo lugar a las seis de la tarde. Versó sobre la relatividad
especial y se celebró en el Aula de Física de la Facultad de Ciencias de
la Universidad Central en presencia del ministro de Instrucción Pública
y del rector de la Universidad Dr. Rodríguez Carracido y el decano de la
facultad, así como numerosos profesores ansiosos de conocer a Eins-
tein. Este habló en francés con algunas imperfecciones y con un tono
claramente divulgativo para poder ser seguido por los asistentes. Las
otras dos conferencias en el mismo lugar y a la misma hora los días 5 y
7 con el aforo completo, fueron ya totalmente incomprensibles para la
práctica totalidad del auditorio. Aun así existen reseñas en los diferen-
tes periódicos, como ABC, El Debate, El Sol, etc. algunas de las cuales,
recogen con mucho gracejo la falta de lógica que implica admirar a un
hombre al que no se le entiende el mensaje, caso de Julio Camba en El
Sol, en su crónica del 6 de marzo Los admiradores de Einstein.
Sin embargo es de destacar la sensibilidad del sabio alemán al res-
pecto, cuando cambiando impresiones con un editor de El Imparcial
sobre el problema de presentar su teoría en los medios de comuni-
cación, reconoce que sus teorías encuentran grandes dificultades
cuando se intenta llevarlas a la comprensión del gran público. Y sobre
todo —añade— se advierte un anhelo de conocer, en todas las clases
sociales, revelador de un estado espiritual del que pueden esperarse
resultados muy satisfactorios.
El día 4, domingo, por la mañana los Kocherthaler llevaron a los
Einstein a dar otra vuelta por la ciudad, tras la cual., Einstein preparó
258 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

una respuesta al discurso que Blas Cabrera iba a pronunciar, ese mis-
ma tarde, en la Academia de Ciencias. Al inicio de la misma el propio
rey le entregó el Diploma de Académico Corresponsal Extranjero como
miembro de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en
una ceremonia que reunió toda la pompa habitual en estos actos. En el
momento de la recepción de Einstein, eran veintinueve los correspon-
sales extranjeros nombrados. Debió existir una buena química entre
el monarca y el sabio, ya que el miércoles 7 es recibido en el Palacio
Real por el monarca en compañía de la reina madre.
Ese mismo día para gran regocijo de los medios y el público en
general., y durante una velada en casa de los marqueses de Villavie-
ja, Einstein y el violinista Antonio Fernández Bordas improvisaron
un concierto que llenó de comentarios los medios escritos del día
siguiente.
El día 5 tiene lugar a primeras horas de la tarde, la reunión con
los miembros de la Sociedad Matemática Española. La reunión fue
muy especial., pues es en el seno de esta institución que junto con el
Laboratorio y Seminario Matemático que creó la JAE en 1915 bajo la
dirección de Julio Rey Pastor, es donde se concentró el pensamiento
relativista en Madrid. La reunión está bien documentada y sin embargo
hay pareceres encontrados sobre la hora de terminación, pues para
unos es cuando, inmediatamente antes de la segunda conferencia en
la Universidad, Einstein visita a Ramón y Cajal., cosa poco creíble,
dado que las conferencias comenzaban habitualmente a las seis de la
tarde, y para otros, la visita tendría lugar a las ocho y media, después
de la misma. No se sabe quién es la persona que le acerca a la casa
de Cajal., para unos podría ser el propio Blas Cabrera presente en la
conferencia de la Sociedad Matemática y amigo personal de Cajal.,
o bien su familiar Kuno Kocherthaler con el que había almorzado
esa mañana y que pudo acompañarlo a la conferencia de la Sociedad
(Montes-Santiago, 2006). En cualquier caso la visita necesariamente
tuvo que ser muy breve, dado el compromiso que tenía con esa se-
gunda conferencia sobre la relatividad general en la universidad, o
por lo avanzado del día en la segunda hipótesis.
En esa época don Santiago empezaba a notar los efectos de la edad
y principalmente a sufrir sus problemas de sordera como recoge en
diversos pasajes de su obra «El mundo visto a los ochenta años»:
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 259

Fue hace unos trece años. De día en día notaba, al abandonar la


tertulia del café, donde departía con los amigos acerca de todo lo
divino y humano (quizá con demasiada vehemencia, pero siempre
con el respeto debido a compañeros estimados y queridos), que
mi cabeza ardía, sin que moderasen la sofocación el paseo ni el
silencio absoluto. Cierto día, después de una sesión fotográfica a 35
grados, la congestión cerebral alcanzó tal agudeza que me obligó
a consultar al sabio y simpático doctor Achúcarro, compañero de
laboratorio. Me examinó y previas algunas precauciones oratorias
y eufemismos piadosos, lanzó el terrible veredicto:”Amigo mío, ha
comenzado la arterioesclerosis cerebral de la senectud. ¡No hay que
alarmarse! Estamos al principio y un buen régimen atajará el pro-
greso del mal.” Recetóme el yoduro de potasio, me aconsejó mesura
al hablar y escribir y me prohibió asistir a locales sobrecalentados.
Picada mi curiosidad, consulté los libros y topé con retahíla de trá-
gicas amenazas. Recomendaban, como Achúcarro, yodo y quietud.
Me brindaban, pues, a guisa de problemático paliativo, el tedio de
la inacción: la congelación del pensamiento, más horrenda que la
misma inexistencia. ¡Bonito porvenir! Pero yo, que fui siempre terco
y rebelde, decreté para mi capote, aunque sin gran convicción, que
gozaba de buena salud. Me autosugestioné una euforia rezumante
por todas las expansiones de las neuronas cerebrales y decidí tra-
bajar, a pesar de los doctores y de la anatomía patológica. Con todo
eso —y exageraciones aparte—, por si la ciencia tenía razón, moderé
de vez en cuando mi actividad, no sin entablar encarnizadas batallas
con un temperamento harto locuaz y expansivo. A regañadientes
adopté un régimen de abstención y de silencio. Frecuenté los cafés
gélidos y solitarios para poder leer tranquilamente un periódico.
Y para escribir en casa durante el estío me confiné en el sótano,
donde instalé caudalosa biblioteca. Allí organicé también, a mis
expensas, un pequeño laboratorio para alternar la observación con
la lectura, y la pluma con el microscopio. Consecuencia obligada de
estas prudentes resoluciones fue el denegar entrevistas solemnes y
reportajes vocingleros. A la prensa no agradó mi actitud reservada.
Según ciertos reporteros demasiado celosos, un modesto naturalista
como yo tiene la obligación ineludible de ser oráculo infalible y om-
nisciente; debe dictar fallos en materias políticas y sociales. Viéndose
desairados, algunos de aquellos me gratificaron con los epítetos de
260 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

hosco, huraño, adusto, orgulloso y gruñón (podría citar periodistas


y diarios).Por fortuna, quienes me tratan de antiguo, se sonríen al
leer tales apreciaciones. Cónstales de sobra que, por lo contrario,
fui siempre afable, decidor, franco y campechano. De ello pueden
dar testimonio los supervivientes del café Suizo o del de Castilla.

Figura 1: Cajal trabajando en su laboratorio de Atocha en la época de la


visita de Einstein.

Si, como podemos comprobar, la fecha de publicación del libro es


de 1934, la entrevista tiene lugar en esos trece años que Cajal señala
como inicio de sus problemas físicos y de su retraimiento social. Por
tanto, es más que seguro que don Santiago no asistiese el domingo al
acto de entrega del Diploma de Académico Corresponsal Extranjero en
la Academia con la presencia del rey por su propia incomodidad con
estos actos, y no tanto por encontrarse enfermo, como posteriormente
aducía regularmente ante situaciones similares.
Por otra parte, el hecho de que hablasen en francés, la única lengua
a parte de la materna que ambos conocían, sin la presencia de alguien
que pudiese haber servido de intérprete debió hacer todavía más
rápida la entrevista, fruto de la curiosidad de Einstein más que de
otra cosa. En cualquier caso es lamentable no tener ninguna referencia
fiable del encuentro entre dos mentes tan diferentes, pero al mismo
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 261

tiempo tan comprometidas con el reto de entender la realidad circun-


dante. Cajal., inmerso en el estudio celular de ese tejido que nos hace
esencialmente diferentes del resto de los animales y otorgándonos
una dimensión trascendente como es el tejido nervioso, malla incom-
prensible hasta que Cajal lo desenmaraña dándole la configuración
celular que cerraría una de las pocas teorías que posee la Biología,
como es la Teoría Celular (Durán-Muñoz y Alonso-Burón, 1983).
Y por otro lado, y en su momento de mayor reconocimiento, un
investigador como Einstein que acababa de obtener el Nobel por su
definición del efecto fotoeléctrico, trabajos de 1905, pero que en
realidad era famoso en todo el mundo civilizado por su teoría de
la relatividad que gracias a su visión integradora había conseguido
armonizar el electromagnetismo con la mecánica newtoniana y por
lo tanto redondear en cierta forma la física clásica. Estaba frente
a frente, la visión física, cosmológica de lo infinitamente grande a
través del conocimiento de la estructura intima de la materia, frente
el empeño de comprender la diversidad que implica la vida con sus
múltiples formas y soluciones evolutivas a problemas concretos. La
universalidad de un cosmos que parecía ofrecer su máxima abstrac-
ción respondiendo con una fórmula que lo resumía todo E=mc2, frente
al intento de comprender qué es la vida y su complejísima diversidad.
Quizás podamos resumir más adecuadamente estas ideas con las
propias palabras de Einstein al recibir el titulo de Académico:

…será mejor que meditemos en esta ocasión sobre cuáles son las
fuerzas interiores que nos impulsan a la investigación científica y
nos conducen a resultados positivos y cómo los apreciamos. A mi
juicio, la contestación a estas preguntas será muy distinta según
el temperamento del investigador. El ideal de todos es el dominio
intelectual más completo de todas las diversidades conocidas empí-
ricamente por medio un sistema de conceptos genéricos aplicados lo
más uniformemente posible. Pero la tendencia de algunos se dirige
con preferencia al cabal conocimiento de las diversidades, y la de
otros, a la unificación de la Ciencia. Yo pertenezco a los represen-
tantes más extremos de esta última tendencia. El hecho aislado no
me interesa más que en relación con el sistema fundamental de las
ideas. Lo mismo me sucede en todos los órdenes. Esta parcialidad
del interés que brota de una fe profunda, casi religiosa, en la unidad
262 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

y simplicidad de los principios de la estructura del Universo, ha


determinado toda mi labor científica.

Por otro lado, ambos científicos con unas mentalidades claramente


agnósticas pero en el fondo de su corazón con una inquietud en la
existencia de un diseño divino reflejado en unas leyes elegantes que
gobiernan el funcionamiento del universo. En el caso de Cajal como
señala su nieta Silvia Cañadas, en unas declaraciones de 2006 y según
las propias palabras del sabio: «con la creencia de la existencia de
una mente creadora de todas las maravillas del Universo». Incluso
subraya la nieta:

Yo he sabido por mi madre que era él, precisamente, quien todos los
domingos despertaba a sus hijas para que fueran a misa, porque, según
decía, él podía estar equivocado y quería que sus hijas fueran creyentes.

Por su parte Einstein, al igual que Spinoza, no creía en un Dios


personal que interacciona con el hombre, pero si presentaba una fe
en el determinismo y la causalidad coincidentes con la existencia de
unas leyes absolutas que gobiernan el funcionamiento del universo
(Jammer, 1999). Una de las frases más citadas de Einstein, escrita
en una carta a su amigo Max Born con el que mantuvo por décadas
debates pertinentes al respecto es:

La mecánica cuántica sin duda resulta imponente. Pero una voz inte-
rior me dice que eso no es todavía lo real. La teoría dice mucho, pero
en realidad no nos acerca en absoluto a los secretos del Viejo. Sea
como fuere, yo estoy convencido de que Dios no juega a los dados.

Consecuentemente, no podemos dejar de lado las implicaciones


religiosas que estos temas seguían y siguen teniendo en nuestra socie-
dad. Resulta paradigmático el caso que señala Turrión, del ingeniero
aeronáutico, matemático y piloto militar Emilio Herrera, que combatió
después en el bando republicano, que afirmaba: «es un error insos-
tenible suponernos en posesión de números que limitan y regulan la
Creación», en referencia a los valores de la velocidad de la luz, del
número de Avogadro o la constante de Planck. Subyace ahí un hálito
religioso, inhibidor inconsciente de la pura razón, a la que convierte
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 263

prácticamente en concepto utópico y que, en el caso español al menos,


constituye un fenómeno sociológico indudable.
Probablemente, si como fue habitual en esos días, hubiese esta-
do presente Ortega en la entrevista, como intermediario de ambos,
aparte de haber tenido un observador de altura que hubiese podido
comentar algo al respecto, la profundidad de la conversación, muy
probablemente, podría haber sido muy superior y a parte de existir
alguna reseña, seguro que estos temas habrían estado presentes en
la conversación. Sin embargo, dado que las relaciones de Ortega y
Cajal no parece que fueran muy intensas tampoco podemos aventurar
nada en ese terreno. Sin embargo, el interés de Ortega por la obra de
Einstein, sí se hace patente en el hecho de que una editorial como
Calpe, cuyo nacimiento debe tanto a Ortega, iniciase sus publicaciones
en 1920 con el libro de Erwin Freunlich Los fundamentos de la teoría
de la gravitación de Einstein, o que el propio Ortega, como director de
la colección Biblioteca de ideas del siglo xx publicara en 1922 el libro
de Max Born sobre La teoría de la relatividad de Einstein.
En cualquier caso y fuese como fuera el encuentro entre ambos
sabios, tuvo lugar la segunda conferencia sobre la relatividad general
en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Los periodistas
pudieron observar con sorpresa, como la mayor parte de los que
habían escuchado la primera conferencia estaban también presentes
en la siguiente .Los comentarios en la prensa estuvieron en un registro
análogo a los publicados anteriormente.
Por otra parte y como hemos indicado, Ortega y Gasset acompañó a
Einstein en diversos momentos de su estancia, como la visita a Toledo
del día siguiente 6 de marzo, de la que se conserva un pequeño álbum
fotográfico, en la que también estuvieron presentes Manuel B. Cossío,
Julio Kocherthaler y su mujer Lina, primos de la mujer de Einstein,
y la historiadora del arte, M.ª Luisa Caturla. A lo que parece por los
comentarios recogidos de su mujer y de las anotaciones del propio
Einstein en su diario, fue una jornada maravillosa donde el sabio
alemán se reencontró con sus esencias culturales, y lugares como
las sinagogas medievales de El Tránsito y de Santa Maria la Blanca
causaron en él una tremenda sensación de gozo.
En cualquier caso estas visitas supusieron un acontecimiento mediático
provocando variadas reacciones en la prensa, dado el tratamiento estelar
que se hizo de la figura de Einstein a lo largo de toda su estancia en Madrid.
264 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

Al mediodía del día siguiente, miércoles 7 de marzo, Einstein fue


recibido en el Palacio Real acompañado del Dr. Carracido, Rector
Magnífico de la Universidad Central y el Profesor Blas Cabrera. Einstein
recogió el hecho en su diario de la siguiente forma: «Audiencia con el
rey y la reina madre. Ella revela su conocimiento de la ciencia. Se ve
que nadie le dice a ella lo que él está pensando. El rey, sencillo y digno,
me produjo admiración». Por la tarde a las seis como de costumbre,
tuvo lugar la última conferencia del ciclo en la Facultad de Ciencias
de la Universidad Central. Al final de la segunda conferencia, Einstein
había advertido al auditorio que les resultaría difícil comprender el
contenido de la tercera disertación, sobre las recientes investigaciones
en relatividad, sin conocimientos del cálculo diferencial absoluto.
Eso no evitó que el vestíbulo estuviese lleno una vez más. El propio
Einstein, apuntó en su diario: «Auditorio atento que seguramente
no comprendió casi nada debido a la dificultad de los problemas
tratados». La tercera conferencia se dirigió al dualismo creado en la
física por «la existencia de magnitudes representables por tensores
simétricos (gravitación) y anti-simétricos (electromagnetismo), y a la
solución propuesta por Weyl a este dualismo, que es una generaliza-
ción del principio de Einstein (invariancia de la longitud de diferencial
de arco de universo)» (Sánchez-Ron, 2005).
A continuación de la conferencia tuvo lugar una recepción en la
Embajada alemana. Como en el banquete en el hotel Palace y en el té
de los marqueses, Einstein estuvo de nuevo rodeado de médicos, cuya
omnipresencia en tales acontecimientos era un distintivo del perfil
social de la ciencia española en los años veinte y también un símbolo
de la legitimación de la ciencia por la élite dominante en este apartado.
El día 8, a las once de la mañana, fue investido doctor honoris causa
por la Universidad Central. A las doce y media, antes de su conferencia
en el Ateneo, una delegación de estudiantes de ingeniería visitó a
Einstein y le invitaron a su Asociación de Ingenieros y Arquitectos. En
realidad eran alumnos de ingeniería del Instituto Católico de Artes e
Industria. Einstein prometió reunirse con ellos el día siguiente para
discutir sobre las relaciones entre la relatividad y las ciencias apli-
cadas. Por la tarde impartió una conferencia en el Ateneo, donde fue
nombrado miembro honorario del mismo. Presidió el doctor Marañón,
y Einstein fue presentado por el biólogo marino Odón de Buen. En su
presentación, Buen hizo la sorprendente propuesta de que Einstein
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 265

encabezara una comisión conjunta hispano mejicana para estudiar el


próximo eclipse solar en Méjico en septiembre de 1923. La disertación
de Einstein en el Ateneo sobre las consecuencias filosóficas de la
relatividad parece que estuvo más orientada a la divulgación que la
conferencia análoga celebrada en Barcelona. Después de la conferencia
el diario de Einstein registra «una velada de música en casa de Kuno».

Figura 2: Visita de Einstein a la Facultad de Ciencias de la Universidad de


Madrid, 1923. Sentados, de izquierda a derecha: Miguel Vegas (Geometría
Analítica), José Rodríguez Carracido (Rector), Albert Einstein, Octavio de
Toledo (Decano) y Blas Cabrera (Electricidad y Magnetismo). De pie: Edmundo
Lozano Rey (Zoología), José Mª Plans (Mecánica Celeste), José Madrid Moreno
(Histología Vegetal y Animal), Eduardo Lozano (Acústica y Óptica), Ignacio
González Martí (Física General), Julio Palacios (Termología), Ángel del Campo
(Espectroscopía), Honorato de Castro (Cosmografía y Física del Globo).

Albert Einstein visita la Residencia de Estudiantes al día siguiente, 9


de marzo de 1923 donde, tras ser presentado por José Ortega y Gasset,
explica los fundamentos principales de su teoría de la relatividad en
una conferencia titulada Resumen de las teorías de la relatividad. Pre-
viamente por la mañana había realizado una excursión por El Escorial
y Manzanares el Real. Ese mismo año, el sello de publicaciones de
la Residencia de Estudiantes publicaría Principio de relatividad: Sus
fundamentos experimentales y filosóficos y su evolución histórica,
266 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

una exposición rigurosa de las teorías de Einstein realizada por Blas


Cabrera, Director del Instituto de Física y Química y primer físico de
talante internacional que tuvo nuestro país. Con ocasión de la intro-
ducción de las teorías de Einstein en el salón de actos de la Residencia,
Ortega define el principio de la relatividad como «una nueva forma de
pensar, que no es empirismo ni racionalismo: por tanto es el germen
de una nueva cultura, símbolo de toda una edad». Ortega se encargó de
traducir las palabras de Einstein a la audiencia, que serían reseñadas al
día siguiente en El Sol. El comentario más generalizado era que práctica-
mente nadie comprendía la Teoría de la Relatividad, a pesar de lo cual
un escritor tan influyente como Ramón Gómez de la Serna, asistente a
la conferencia en la Residencia, prestó tanta atención a Ortega como a
Einstein, alabando la introducción de Ortega con estas palabras:

Einstein se dio cuenta que se trataba de una inteligencia de luz con-


centrada y potente y recogió con una sonrisa diáfana y complacida la
traducción en alemán de un discurso que le regaló Ortega. (R. Gómez
de la Serna: «La vida», El Sol, 10 de marzo de 1923).

El sábado 10, y domingo 11 los dedicó a visitar nuevamente el


Museo del Prado con especial atención a El Greco, Velázquez, Goya,
Rafael y Fray Angélico y a estancias con sus primos. Termina así la
visita a Madrid que como puede verse tuvo una enorme proyección
tanto a nivel social como institucional y cultural con visitas y con-
ferencias en todos los órganos representativos de la cultural oficial.
La visita a Zaragoza fue más breve y sus conferencias se redujeron
a dos. En realidad solo confirmó su presencia desde Madrid a poco de
su llegada a la capital. Por lo demás, se repitió el esquema habitual:
discursos, conferencias, vida social y visitas. En cualquier caso el
ritmo debió de ser trepidante pues estuvo solo unas cincuenta horas
y hasta su salida, prácticamente no paró. Un esquema representativo
es el siguiente, el mismo día de la llegada, lunes 12, por la tarde recibe
en el paraninfo de la Facultad de Medicina y Ciencias el nombramiento
de académico de la misma e imparte su primera conferencia sobre la
relatividad especial. El doctor Gregorio Rocasolano fue quien desglosó
los méritos que hacían a Einstein merecedor de dicho honor. La cena
tuvo lugar en el consulado alemán de la ciudad, donde al igual que
había hecho en Madrid, Einstein toco el violín acompañado al piano.
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 267

A la mañana siguiente visitó la ciudad: Basílica de la Virgen del


Pilar, La Seo, Palacio de la Lonja y el Castillo de la Aljafería. A lo que
parece, anuló una visita a Bilbao para ofrecer una conferencia a la
que había sido invitado por la Sociedad de Estudios Vascos. Almorzó
en el Casino Mercantil ofrecido por la Facultad de Medicina con la
asistencia de distintos académicos, el alcalde y el cónsul alemán. El Dr.
Domingo Miral., ofreció el banquete en correcto alemán y deseó una
rápida estabilización de la ciencia y la política alemana tan necesarias
para la normalidad europea. Einstein escuchó muy complacido estas
palabras y respondió también en alemán sobre lo agradable de su
estancia en España y como había encontrado en Zaragoza, admirando
los monumentos arquitectónicos, la expresión más robusta de nuestra
fisonomía regional.
Posteriormente, nuevamente a las seis de la tarde, ofreció su
segunda conferencia sobre la relatividad general en la Facultad de
Medicina y Ciencias. Donde parece que ofreció una versión más in-
comprensible que en su primera intervención como solía ser habitual
al tratar de armonizar las teorías gravitatorias y electromagnéticas
en un universo de cinco dimensiones. El rector Royo Vilanova trató
de recoger y preservar los dibujos que realizó Einstein para su mejor
comprensión, como había sido habitual en las conferencias anteriores.
Desgraciadamente, los dibujos se perdieron. Una nota emocionante de
la sesión fue cuando una delegación de alumnos ofreció a Einstein la
recolección de un dinero realizada por los alumnos para ayudar a sus
compañeros alemanes sometidos en esos momentos a la presión de
una inflación gigantesca. Einstein emocionado agradeció la donación.
Nuevamente esa noche cenó en el consulado alemán pero de forma
mucho más íntima para poder asistir a una representación teatral en
el Teatro Principal.
El martes 14, día de su cuarenta y cuatro cumpleaños, acompañado
de Juan Cabrera, hermano de Blas Cabrera que llegó a ser rector de la
universidad de Zaragoza en 1954, visitó el laboratorio del Dr. Rocaso-
lano, uno de los personajes clave en su visita a Zaragoza. Rocasolano,
famoso por sus trabajos sobre coloides, (recordemos que las teorías
de Oparin sobre el origen de la vida los habían puesto muy en boga, no
solo en la química sino también en la biología) se había basado en los
estudios del movimiento browniano realizado por Einstein a principio
de siglo. Einstein visitó con mucho interés el laboratorio y de hecho
268 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

dialogó con profesores y alumnos a lo largo de la mañana. Almorzó


con el famoso pianista alemán de la época Emil Saüer, casualmente
en Zaragoza durante esos días, partiendo a continuación dirección
Barcelona para unos, y dirección Bilbao para otros. La primera opción
es la más admitida, y que pasase un día tranquilo en Barcelona sin
realizar contactos relevantes hasta su marcha hacia Alemania parece
lo más ajustado a la realidad.

Conclusiones

La visita de Einstein en cierta forma era el reconocimiento de una


ciencia española que a pesar de todas las trabas y carencias no se
encontraba fuera de los avances del momento. De hecho, desde los
principios del siglo xx, se dieron las condiciones sociales y políticas
adecuadas para eliminar las deficiencias en materia de ciencia y tecno-
logía, con el propósito de modernizar el país, cuyo retraso científico
fue identificado por todos los sectores como una de las principales
razones de la derrota militar de España frente a los Estados Unidos
de América en 1898. Este consenso propició un clima que valoraba
muy positivamente el desarrollo de las ciencias. En este sentido, cabe
destacar la puesta en marcha en 1907 por el recién creado Ministerio
de Instrucción Pública y Bellas Artes, de la Junta para Ampliación de
Estudios (JAE), iniciativa particularmente interesante para la promo-
ción de la investigación científica en nuestro país, cuyas iniciativas y
actuaciones significaron un cambio profundo respecto de la situación
anterior, en ese periodo que va de 1907 hasta el estallido de la gue-
rra civil. Esta institución, inspirada en los presupuestos ideológicos
krausistas de la Institución Libre de Enseñanza, tenía como objetivo
principal el desarrollo de la educación y la ciencia en España y para
ello contó con dos instrumentos principales: una dotación de becas
para estudiar en el extranjero y la creación de nuevos centros de
investigación y educación, junto al mantenimiento y modernización
de los existentes. La figura de Cajal tiene en este punto, un papel
protagonista como ese gran iniciado que, a través de la JAE, consigue
introducir a España, de nuevo, en el mundo de la Ciencia y que tiene
en él, precisamente, a su principal valedor internacional y su primer
director hasta que cumple los ochenta años en 1932.
EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 269

Y en este sentido, sí hubiese sido muy interesante, que esa reunión


entre Cajal y Einstein motivo de este escrito, hubiese tenido lugar con
la profundidad deseada, no solo por los comentarios sobre temas
científicos, sino dada la sensibilidad social que a ambos se les reco-
noce, por el análisis social y político de momentos tan convulsos para
todos en esa época. En el caso de Cajal., acrecentada por su continua
reivindicación social a favor de la cultura en un país como el nuestro
con graves carencias en este sentido. Baste subrayar algunas de sus
reflexiones en Charlas de café:

«El analfabeto será siempre explotado por los caciques de abajo o


por los de arriba».
«La pobreza y la ignorancia van siempre de la mano. Por eso el
problema cultural de España no se resolverá plenamente hasta que
desaparezca o se atenúe la pobreza rural mediante leyes agrarias
niveladoras, y hasta que el sobrante de la población de los pueblos de
la meseta central no sea absorbido mediante el fomento de industrias
útiles, centrales o periféricas que nos rediman en lo posible de la
vergonzosa dependencia del extranjero».

Por otra parte, la sociedad civil continuaba inmersa en esa falta de


configuración y estructura social que solo la presencia significativa
de una clase media, inexistente todavía en esos momentos, puede
conseguir, tomando el protagonismo de su presente histórico. Los
tiempos, sin embargo, son muy otros, baste recordar el asesinato
del líder sindical anarquista Salvador Seguí en Barcelona pocos días
después de la entrevista de Pestaña con Einstein, todavía en España,
a manos de los siervos de la patronal o el asesinato del cardenal
Soldevila, arzobispo de Zaragoza, como réplica del anterior por el
grupo anarquista de Los Solidarios el 4 de junio de 1923, lo que en
cierta forma viene a justificar el golpe del 13 de septiembre que el
general Primo de Rivera ejecuta, con la connivencia del monarca y
de amplios sectores sociales, que implica una quiebra constitucional
aunque no esté exenta de algunos logros sociales. Para unos no es
aventurado interpretar este periodo que media entre el 13 de sep-
tiembre de 1923 y el 14 de abril de 1931 como una prórroga agónica
del régimen de la Restauración y para otros entrar en sintonía con un
camino que inauguran el Duce y Hitler en Europa. En cualquier caso,
270 ILDEFONSO BONILLA MANGAS

aparecen algunos indicios de modernidad: se afianza la construcción


de la Ciudad Universitaria en Madrid, se desarrolla el cinematógrafo,
aparece el disco, se generaliza el teléfono y surgen y se afianzan con
extraordinaria fuerza la radio y las revistas ilustradas y se mejoran
extraordinariamente las comunicaciones por carretera y ferrocarril.
Cambios tecnológicos que generan indefectiblemente cambios so-
ciológicos.
Después solo el silencio y los años más oscuros de nuestro siglo xx
para una sociedad que solo consigue recuperar su pulso científico a
finales de la década de los cincuenta, con un esfuerzo no reconocido
suficientemente y un trabajo científico de generaciones de docentes
e investigadores que nos lleva al momento presente, esperanzador,
pero tan convulso que debería obligar a las clases dirigentes a realizar
todos los esfuerzos necesarios para que la situación actual que tanto
ha costado conseguir, no se pierda una vez más.

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EINSTEIN / RAMON Y CAJAL: EL ENCUENTRO QUE PUDO SER Y… 271

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Turrión Berges, J. (2005): Einstein en España. Monografías de la Real Academia
de Ciencias de Zaragoza. 27: 35-68.

Agradecimientos:

Quisiera agradecer la ayuda prestada por D. Isidro Abreu en los as-


pectos técnicos del presente capítulo.
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO
A CIENCIA PURA Y APLICADA

SANTOS CASADO
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

Introducción

Una pequeña pelea. Dos hombres y, en medio, una lagarta. La lagarta


es en esta ocasión un lepidóptero, es decir un insecto perteneciente al
orden que agrupa a las mariposas y las polillas. Se trata concretamente
de la Lymantria dispar, cuya oruga es una plaga forestal que afecta en
la península Ibérica a las encinas y otras especies del género Quercus,
y a la que se aplica en distintas regiones españolas el nombre vulgar
de lagarta. Y los contendientes en la disputa, por lo demás cultos y
reposados varones, son dos entomólogos, dos científicos especializa-
dos en el estudio de los insectos, concretamente Manuel Martínez de
la Escalera y Manuel Aulló, protagonistas de cierto renombre en las
ciencias naturales de la España de principios del siglo xx.
En este caso, como en tantos otros, la desavenencia no tuvo un
único motivo, ni su reconstrucción admite una única lectura. La
controversia científica sostenida por Aulló y Escalera, referente a la
interpretación de ciertos datos y observaciones, expresa, además, la
contraposición de otros intereses personales y sociales, relacionados
con pugnas por el prestigio profesional y el control institucional
en el seno de la comunidad científica. Aplicando una perspectiva
microhistórica, en estas páginas se quiere tomar un pequeño episo-
dio de disputa entomológica, de trascendencia aparentemente muy
limitada, para utilizarlo como lente de aumento con la que explorar
las tensiones en torno a la definición de las llamadas ciencia pura y
ciencia aplicada, así como las implicaciones de tales deslindes para
las oportunidades profesionales y para el papel social e institucional
de los científicos naturalistas.
274 SANTOS CASADO

La disputa , 1924

El pleito entomológico, como según se verá lo llamó luego Escalera,


comienza en la primavera de 1924. En el fascículo correspondiente al
mes de mayo del Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Na-
tural aparece una breve nota de Manuel Martínez de la Escalera sobre
«dos coleópteros que atacan a la Lymantria dispar y al Tortrix viridiana
en El Escorial» (Escalera, 1924a). La comunicación es una de tantas,
porque Escalera es un autor prolífico, un incansable entomólogo de
campo que, mientras elabora trabajos de mayor ambición sistemática
sobre los grupos de coleópteros de su especialidad, acostumbra a co-
municar, en múltiples notas y artículos breves, las novedades y datos
interesantes que van apareciendo en sus capturas y determinaciones.
El intríngulis de esta nota en cuestión queda perfectamente explica-
do en una especie de subtítulo que, con estilo científico muy moderno,
se incluye inmediatamente después del encabezamiento. «Xylodrepa
quadripunctata Schreber (Col. Sílfido) y Calosoma inquisitor L. (Col.
Carábido), conjuntamente en El Escorial., atacan a la plaga de orugas
de Lymantria dispar L. sobre el roble asociada a la de Tortrícidos»
(Escalera, 1924a: 273). Es decir, se abre una oportunidad para la lucha
biológica contra las plagas de Lymantria y Tortrix, que atacan a los
Quercus españoles, puesto que se han hallado otros insectos que, a
su vez, atacan a los primeros. Los enemigos de tus enemigos pueden
ser tus amigos.
El resto de la nota se dedica a explicar y documentar la novedad.
El lugar del hallazgo es el robledal de La Herrería, en la vecindad del
Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial. Se trata de un enclave forestal
significativo, bien conocido y bien accesible desde los centros cien-
tíficos y técnicos situados en la capital madrileña. Desde el punto de
vista estrictamente entomológico la novedad también es en sí misma
reseñable, pues la presencia del coleóptero al que se refiere, la Xylo-
drepa quadripunctata, apenas estaba documentada para la sierra de
Guadarrama por un solo ejemplar en las colecciones del Museo Nacio-
nal de Ciencias Naturales, procedente de Navacerrada. En cambio, en
La Herrería, a principios de mayo, Escalera ha hallado casi un centenar
de ejemplares. Pero lo más interesante no es el dato faunístico en sí
sino la expectativa que abre a la potencial aplicación de este insecto
en la lucha contra las plagas forestales. Tal oportunidad surge, al
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 275

menos como posibilidad, gracias a la comprobación sobre el terreno


de lo que hasta ese momento eran «hechos muy conocidos, pero no
en España» (Escalera, 1924a: 273). Ahora sí se han corroborado en el
mismo centro peninsular y en localidad clásica para los naturalistas.
Concretamente en «una zona fresca sombreada por añosos robles»,
donde la Xylodrepa «vuela de unas matas en otras, se aparea sobre
las ramas, se introduce en el aglutinado de las hojas terminales de
las ramillas, originado por los hilos sedeños de las orugas de los
Tortrícidos (Tortrix viridiana), y persigue a las de la Lymantria, aun
pequeñas, sobre el envés de las hojas recién extendidas y tiernas»
(Escalera, 1924a: 273-274).
Y aquí está la clave de su aportación. La investigación sobre el
terreno, el seguimiento de la actividad del insecto en vivo, la com-
prensión de sus relaciones vitales en su propio ambiente, todo ello
característico del estilo entomológico cultivado por Escalera (Casado
de Otaola, 2011), es lo que permite al naturalista de campo escla-
recer el triple vínculo entre el roble, sus plagas y la Xylodrepa. Las
orugas de Lymantria y Tortrix atacan vorazmente las hojas de los
robles, pero son presa de Xylodrepa y también de otro coleóptero
depredador, Calosoma inquisitor, hallado igualmente por Escalera en
La Herrería (Escalera, 1924a: 274). Su espontánea presencia sugiere
la oportunidad de convertir a estos insectos en aliados de quienes
luchan contra la Lymantria, una temible plaga forestal para diversas
especies del género Quercus en la Península, no solo para los robles
Quercus pyrenaica, como los de El Escorial., sino también, y muy
señaladamente, para las encinas y alcornoques, Quercus rotundifolia
y Quercus suber, que tanta importancia tienen para la floresta ibérica.
De ahí que el entomólogo destaque muy explícitamente el potencial
valor de sus hallazgos, «que pudieran ser utilizados quizás por el
Servicio de Estudio y Extinción de Plagas Forestales, tan celosamente
sostenido por nuestro ex Presidente Sr. Aulló» (Escalera, 1924a: 273). Y
es en esta referencia directa y nominal al ingeniero de montes Manuel
Aulló, que era entonces el jefe tanto del citado Servicio de Plagas como
de su anexo institucional el Laboratorio de la Fauna Forestal Española
(Casals Costa, 1996: 336-337), y que además había sido efectivamente
el Presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural durante
el por entonces más o menos reciente mandato correspondiente a
1921 (Gomis Blanco, 1998: 43), es en esta referencia, decíamos, donde
276 SANTOS CASADO

se da pie al inicio de la disputa. Quizá Aulló no se habría ofendido


tanto si, a más de la incómoda mención expresa a su departamento
y a su persona, Escalera no hubiera añadido un comentario cuando
menos irónico y, según para quién, hasta malicioso.

Porque la Naturaleza es más sabia que los que con ella queremos
rozarnos, y así, mientras unos sabios de los Estados Unidos giran a
otros sabios de aquí remesas de Schedius (Him. Encírtido), para que,
si se aclimatan, hagan puestas sobre las masas de huevecillos que la
Lymantria fija en las encinas de El Pardo, nuestra antigua conocida la
Xylodrepa quadripunctata del centro de Europa, a la chita callando,
ha destacado una fuerte colonia, que se ha instalado en el robledal
de la Herrería (Escalera, 1924a: 273).

Es decir, los sabios de aquí, denominación respetuosa que en este


contexto adquiere una resonancia casi burlona, los ingenieros que
pretenden estar en la vanguardia de la lucha contra las plagas fores-
tales en España, importando posibles soluciones desde los tecnológi-
camente avanzados Estados Unidos de América, no se han enterado
de que tienen delante de sus narices, en El Escorial., a apenas una
treintena de kilómetros de su centro de experimentación en El Pardo,
una posible alternativa autóctona y natural., a cuya aplicación no
están prestando atención alguna. La puya de Escalera a sus colegas del
Servicio de Plagas tiene, además, una lectura que trasciende la pura
rivalidad personal en un cierto ámbito disciplinar. Frente al privilegio
profesional de los ingenieros, bien situados en centros oficiales al
servicio del estado, y frente a su cuadriculado y tecnocrático estilo
científico, Escalera opone la humildad del naturalista autodidacta, cual
es su caso, pero en contacto directo con esa «más sabia» naturaleza,
de la que se convierte en intérprete y mensajero. Es el naturalista de
campo, más acostumbrado a las inclemencias del tiempo y las fatigas
de caminatas y ascensiones que al confort del despacho o el control
del laboratorio. Va a estudiar la naturaleza en la naturaleza misma,
pues solo allí pueden hallarse no solo los seres naturales que son su
vocacional objeto de estudio sino también las relaciones que los unen
entre sí y con su medio ambiente en toda su complejidad e integridad.
De ahí que en su breve texto Escalera destaque en primera persona
su condición de colector sobre el terreno, cuando afirma «he podido
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 277

recoger en cuatro días [...] hasta casi un centenar de ejemplares»


de Xylodrepa, o «he recogido ahora una veintena de ejemplares» de
Calosoma, o cuando describe con verosímil detalle «la zona cazada
por mí» (Escalera, 1924a: 273-274).
Los componentes y las implicaciones de esta tensión dialéctica
entre naturalistas e ingenieros, y sus relaciones con la siempre res-
baladiza divisoria entre ciencia pura y aplicada, serán tratados con
más detalle en los subsiguientes apartados de este ensayo. Y que
tal tensión no es privativa del ámbito de la entomología forestal
puede verse en otro lugar de este mismo volumen, en el que Santiago
Aragón e Isabel Rábano aportan un caso referido a los encuentros, o
encontronazos, entre naturalistas e ingenieros, no de montes sino
de minas, en torno a cuestiones geológicas y paleontológicas. Pero
volvamos por ahora al desarrollo de la disputa entre Escalera y Aulló.
El menoscabo que pudiera desprenderse de lo escrito por Escalera
para el prestigio y la autoridad del Servicio de Plagas Forestales y
del propio Aulló motivó una inmediata y airada reacción por parte de
este. Manuel Aulló se dirigió por carta a Antonio Casares Gil, como
Presidente por entonces de la Real Sociedad Española de Historia
Natural., en cuyo Boletín se había publicado la polémica nota, para
protestar por haberse dado cabida en esa revista científica a un
artículo redactado en forma que consideraba impropia y «molesta»
para él y para el centro que dirigía.

En el Boletín correspondiente al mes de mayo del año actual aparece


una Nota del Sr. Martínez de la Escalera, en la que, estimando el
señalamiento de Coleópteros enemigos de insectos forestales, se
permite una redacción que considero molesta para el servicio que me
honro en dirigir y para mi persona. No he de entrar en el fondo del
asunto, pues no es mi propósito el rebatir conceptos que considero
equivocados, sin duda porque el Sr. M. de la Escalera no ha sufrido
el contraste de la práctica en las apreciaciones de hechos biológicos,
y por ello no recurro a las columnas del expresado Boletín.
Es solo mi deseo el de exponer a usted estas apreciaciones mías, a
fin de que si, cual creo, las estima pertinentes, llame la atención de
nuestra Comisión de Publicaciones, a fin de evitar incidentes de esta
clase, sin beneficio para la Ciencia (en Escalera, 1925a: v-vi).
278 SANTOS CASADO

Conocemos esta carta de Aulló, fechada el 2 de junio de 1924,


porque le fue comunicada a Escalera y porque este la publicó poco
más tarde, una vez establecido inequívocamente el enfrentamiento, en
un folleto destinado a recoger sus propios argumentos y razones en
semejante «pleito entomológico», según él mismo lo llamó (Escalera,
1925a: iii). Gracias a tal opúsculo, titulado La Lymnatria dispar (Lagar-
ta) y sus enemigos (Escalera, 1925a), puede reconstruirse con detalle el
desarrollo de este por otra parte modesto rifirrafe. Poco conocido, por
tratarse de una publicación irregular, impresa a título particular por el
propio Escalera, el folleto en cuestión (figura 1) ha sido recientemente
recuperado en la exhaustiva recopilación bibliográfica aportada por
Carolina Martín e Isabel Izquierdo, a quienes ha de agradecerse una
esforzada y completa labor de revisión en torno a este autor (Martín
Albaladejo e Izquierdo Moya, 2011).

Figura 1. Portada del folleto La Lymantria dispar (Lagarta) y sus enemigos,


publicado por Manuel Martínez de la Escalera en 1925. Agradezco a Carolina
Martín el haberme facilitado el acceso a esta publicación.
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 279

Sabemos así que Aulló se quejaba también en su carta de que


Escalera no le hubiese escrito directamente a él en vez de recurrir a un
medio público, pues «le hubiese[n] bastado unas líneas dirigidas a mí
para que su contribución hubiese sido apreciada» (en Escalera, 1925a:
vi), siendo así que en realidad Escalera había hecho exactamente eso,
escribir directamente a Aulló, solo que las cartas se habían cruzado.
De modo que Aulló se había apresurado a protestar, el 2 de junio, an-
tes de recibir la misiva que, justo al día siguiente, le enviaba Escalera
para comunicarle su prometedor hallazgo de un modo personal y,
desde luego, exento de las ironías entreveradas en la nota del Boletín.

«Madrid, 3-VI-l924.
Sr. D. Manuel Aulló.

Mi distinguido amigo:

Como habrá usted visto por mi nota de mayo que he tenido la suerte
de comprobar la existencia en El Escorial de un viejo enemigo de
la Lagarta, tengo el honor de remitirle el adjunto modelito, copia
del natural., por si pudiera convenir para su Centro su adquisición
en los mismos términos que lo hacen la Estación de Patología de la
Moncloa y el Laboratorio del Museo, en 40 pesetas.
Si deseara usted más datos de la captura, estoy siempre a sus órdenes.

Suyo affmo. s. s., q. e. s. m.,

Manuel M. de la Escalera» (en Escalera, 1925a: vii).

Este ofrecimiento, rechazado por Aulló en una subsiguiente res-


puesta, con fecha 10 de junio, redactada en términos escuetos pero
formalmente corteses, y acompañada de la devolución del modelo
enviado, por «no contar en el Servicio con crédito para estas adquisi-
ciones» (en Escalera, 1925a: vii), muestra sin embargo que la colabo-
ración que Escalera ofrecía al Servicio de Plagas era muy limitada y
de carácter eminentemente comercial. Lo que proponía era venderles
uno de los modelos de tipo didáctico o demostrativo que él mismo
elaboraba con ejemplares de insectos montados de manera que se
mostraban sus relaciones, modos y ciclos vitales (Casado de Otaola,
280 SANTOS CASADO

2011). El valor científico del hallazgo y el anuncio de sus posibilidades


aplicadas había preferido Escalera divulgarlos a través de un medio
público, garantizándose, por un lado, la atribución del mérito que
pudiera haber en ello y sorteando, por otro lado, la posibilidad de que
la información se perdiera en manos incompetentes.
Porque si las antes mencionadas ironías en torno a Aulló y su
Servicio de Estudio y Extinción de Plagas Forestales, que tal era su
nombre completo, sugieren cierta desconfianza previa por parte de
Escalera, en el posterior folleto, publicado por su cuenta, a sus ex-
pensas, y por tanto en condiciones de plena libertad de opinión, los
juicios vertidos por Escalera son de abierta y severa censura, rayanos
en la descalificación personal.

Y como esto del estudio y de los Laboratorios más o menos pomposos


o jaleados es asunto del acervo común, en que lejos de pretenderse
exclusivismos antes se deben agradecer las ayudas u observaciones
que se aporten, así sean estas del Diablo, si son aprovechables, nos
ha venido en ganas a mi hijo y a mí el dedicar algunos ratos a este
caso concreto de la Lymantria y, como hacen la Silpha [se refiere a la
Xylodrepa, coleóptero sílfido] y su larva, procurar sacar de las orugas
el mayor jugo posible, utile et dulcis, que decían los clásicos, aun
cuando sea este manjar poco recomendable, por otro lado, a causa
de la desazón de sus pelos urticantes a flor de piel y difícilmente
digerible a la postre para quienes sin ser del oficio se improvisan
de competencias, hinchados de vanidad, viniéndoles holgado el ca-
pisayo, por muy decorativo que resulte..., en suma, como no hecho
a la medida del paciente.
Con esta glosa y aún más propiamente escolio al margen de mi
«Nota sobre la Lymantria», creo deber contestar a la impremeditada,
malévola y retorcida carta del señor Jefe del Servicio de Estudio y
Extinción de Plagas Forestales (Escalera, 1925a: v).

Si a Aulló le había parecido «molesta» la nota de Escalera, no es


precisamente tibia, como se puede apreciar, la respuesta de este a la
«impremeditada, malévola y retorcida» queja de aquel. Pero todo lo
visto hasta aquí no tendría mayor trascendencia, ni merecería deteni-
miento en su estudio, si el conflicto pudiera simplemente achacarse a
los enfrentamientos, celos, rivalidades y recelos que con frecuencia
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 281

surgen entre los humanos cuando comparten espacios y recursos


físicos o virtuales, y más concretamente a los que históricamente
han menudeado entre científicos cultivadores de temas y estudios
afines, motivo, precisamente por su afinidad, de pugnas y rencillas.
No es que tales conflictos carezcan de interés para la sociología y la
historiografía de la ciencia, todo lo contrario, pero la sola aportación
de aun otro caso a la larguísima lista de similares desencuentros no
justificaría estas páginas. Lo que añade atractivo historiográfico al
pequeño episodio que aquí se está comentando es que tal vez pueda
ser visto como la punta emergente, llamativa por la forma explícita-
mente antagónica con que Escalera plantea su folleto, de un mucho
más amplio frente de conflicto entre entomólogos, soterrado bajo
escaramuzas técnicas o formales de poca monta.

Entomología pura y aplicada

A Manuel Martínez de la Escalera puede considerársele un destaca-


do exponente de la entomología española de entresiglos, cultivada
brillantemente en el seno de la más amplia comunidad de naturalis-
tas y caracterizada por un estatuto impreciso e intermedio entre la
afición privada y la profesionalización formal., entre el amateur o el
diletante y el investigador o el profesor de carrera. Una entomología
caracterizada igualmente por una inserción institucional endeble, y
a menudo inestable, mejor desarrollada en ámbitos creados desde
la sociedad civil, como es el caso de las asociaciones naturalistas,
que en centros oficiales de estudio sostenidos por el gobierno, como
museos o universidades.
En medio de tal precariedad institucional la entomología española
se desarrolla, no obstante, con cierto brío desde mediados del siglo
xix (Compte Sart, 1989, Josa Llorca, 1992). A partir de Mariano de
la Paz Graells (Agenjo, 1943) y Eduardo Carreño (Aragón, 2011), a
quienes se suele considerar primeros entomólogos españoles en un
sentido plenamente moderno, puede establecerse una línea de suce-
siva continuidad generacional., que va desde la segunda mitad del xix
hasta la guerra civil de 1936, y que pasa por figuras como Laureano
Pérez Arcas, que fue colaborador y discípulo de Graells, como Ignacio
Bolívar, discípulo a su vez de Pérez Arcas, y como Cándido Bolívar,
282 SANTOS CASADO

hijo y continuador de la obra de Ignacio. Todos ellos desarrollaron


su labor científica en el entorno institucional del Museo de Ciencias
Naturales, en Madrid, y todos fueron catedráticos de zoología en la
también madrileña Universidad Central. Pero la posibilidad de desa-
rrollo de los estudios entomológicos pasaba por la existencia de una
más amplia comunidad de coleccionistas e investigadores que, más
allá del pequeño núcleo profesionalizado que en distintos momentos
representaban figuras como las citadas, se extendiese a médicos,
farmaceúticos, sacerdotes y otros aficionados con distintos grados
de competencia científica en el mundo de los insectos.
Así, en el periodo indicado, y sin salir del ámbito de la entomo-
logía, pueden citarse nombres como los de Miquel Cuní, Bernardo
Zapater, Serafín Uhagón, José María de la Fuente, Ricardo García Mer-
cet o, en el caso que nos ocupa, Manuel Martínez de la Escalera. Al
igual que ocurría en otras ramas de la historia natural., entre esos
entomólogos de variado estatus profesional se hallaban especialistas
de gran valía que, en ocasiones, hubieran deseado acceder a puestos
estables en centros oficiales de no ser por las dificultades que a ello
se oponían, tanto por lo exiguo de las dotaciones disponibles para
el cultivo de este tipo de estudios como también, a veces, por limi-
taciones derivadas de las normas vigentes en el sistema académico.
Concretamente, en el Museo de Ciencias, los responsables de las
distintas secciones no eran sino los catedráticos de las materias afines
en la Universidad, de modo que apenas había oportunidades para
incorporar otro personal con funciones investigadoras y, cuando las
había, quedaban excluidos naturalistas de gran competencia pero
carentes de los títulos universitarios que se consideraban requisito
para ello. El más destacado exponente de la entomología española de
entresiglos, el ya citado Ignacio Bolívar, que accedió a la dirección del
Museo de Ciencias Naturales en 1901 y dedicó grandes esfuerzos a
su renovación, se lamentó más de una vez de la grave limitación que
tal estado de cosas suponía.
«Las cualidades y aptitudes de que ha de estar dotado el personal
científico del Museo», concluía Bolívar tras tres lustros de experien-
cia al frente del centro, «son tan difíciles de encontrar reunidas en
una misma persona que en la elección de estos funcionarios ponen
todos los Gobiernos especial cuidado, procurando reunir un personal
propio, independiente del de las Universidades, cuyas funciones son
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 283

bien distintas», siendo así que en el Museo madrileño ocurría justo


lo contrario, «pues exigiendo los Reglamentos fuesen Jefes de las
Secciones los respectivos Catedráticos de la Facultad, se impedía
encomendar aquellos servicios a otras personas de reconocida com-
petencia» (Bolívar y Urrutia, 1915: 15, 43). Esa «verdadera aptitud
para el trabajo útil en Ciencias naturales» incluía disposición «para
recorrer a pie regiones extensas a fin de reunir los materiales precisos
para un estudio determinado, o hacer observaciones sobre el habitat
de una planta o sobre las costumbres de un animal» (Bolívar y Urrutia,
1915: 16-17).
De entre los naturalistas de la época quizá el mejor exponente
de la situación descrita por Bolívar lo ofrezca el caso de Escalera.
Nacido en San Sebastián en 1867, Manuel Martínez de la Escalera y
Pérez de Rozas (figura 2) siguió los cursos universitarios de la carrera
de Derecho mientras descubría y cultivaba de modo autodidacta una
inclinación vocacional por el estudio de los insectos (Casado, 1998).
Convertido en probablemente el mejor colector de la entomología es-
pañola (Martín Albaladejo e Izquierdo Moya, 2011), por su incansable
actividad expedicionaria y su legendaria destreza cazadora, y adqui-
rida, tras frecuentar los círculos del Museo y la Sociedad Española
de Historia Natural., una más que apreciable competencia científica
en taxonomía de insectos, particularmente en coleópteros, Escalera
siguió una tortuosa ruta hacia la profesionalización. En esa ruta trató
de combinar, dado que nunca ejerció la abogacía, negocios privados,
colaboraciones remuneradas con el Museo y otras entidades oficiales
y, como nota más destacada y singular, la caza de insectos por cuenta
de otros colectores privados lo suficientemente adinerados como
para financiar tales empresas. Fue así como llevó a cabo sus famosas
expediciones entomológicas a Asia Menor y Persia en 1898 y 1899
(Casado, 2005). También comercializó preparaciones con carácter
demostrativo o didáctico, consistentes en grupos de insectos en los
que se mostraban sus formas, hábitats, formas de reproducción, pará-
sitos, plantas nutricias, etcétera, especialmente de aquellas especies
de interés económico o aplicado, entre ellas las causantes de daños
a plantas (Casado de Otaola, 2011). Finalmente, y como derivada de
su prestigio como expedicionario, Escalera contribuyó a proyectos
de prospección científica vinculados a la política colonial de España
en África (González Bueno y Gomis Blanco, 2001: 111-115) y vivió
284 SANTOS CASADO

durante largas temporadas en Marruecos a partir de 1905, donde


parece ejerció como agente para el Ministerio de Estado español. Tales
servicios no le sirvieron, sin embargo, para contar con apoyos oficiales
en la última etapa de su vida. Al término de la guerra civil en 1939 se
vio marginado por las nuevas autoridades franquistas. Carente del
reconocimiento que merecía, falleció en Tánger, olvidado y anónimo,
en 1949 (Casado, 1998).

Figura 2. Manuel Martínez de la Escalera.

Pero, pasando del caso personal de Escalera al


nivel colectivo del cultivo de la entomología, es
fácil apreciar lo generalizado de esa situación
de endeblez institucional y de dificultades para
la profesionalización, según antes se apuntaba.
Véase, si no, el descorazonador resumen
trazado por Bolívar pasadas ya las dos primeras
décadas del siglo xx.

Una cátedra de Entomología en Madrid, que yo inau-


No tiene Tamaño
guré hace más de cuarenta años, y otra de reciente
creación en Barcelona, y un puesto de ayudante en
el Museo, con una mezquina retribución, es todo cuanto se ha dedi-
cado hasta ahora por Instrucción pública al sostenimiento de estos
estudios (Bolívar, 1922: 66).

De ahí el interés que siempre habían mostrado quienes estaban en


situación de liderar tales empeños, como primero Graells y más tarde
el mismo Bolívar, por aprovechar todo tipo de oportunidades de las
que pudiera extraerse algún apoyo oficial que ayudase a consolidar
la investigación entomológica. Y, en ese afán, la vía más obvia pasaba
por ofrecer a distintas autoridades públicas la promesa de utilidad que
latía en la vertiente aplicada de la entomología. En efecto, la entomo-
logía aplicada, como auxiliar de la técnica agrícola y forestal., había
mostrado ya desde mediados del siglo xix su capacidad para constituir
un ámbito disciplinar socialmente reconocido y para generar oportuni-
dades de institucionalización y profesionalización, tanto en diversos
países de Europa como, sobre todo, en Norteamérica. La fuerte diná-
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 285

mica de colonización y trasformación agrícola en los Estados Unidos


y Canadá durante el xix y principios del xx, y las peculiares formas
institucionales asociadas a esta expansión, incluidos los servicios
estatales de prospección o surveys y los centros de formación agraria
basados en el sistema de los land grant colleges (Sorensen, 1988),
ofrecieron un terreno particularmente apropiado para la configuración
de la profesión de entomólogo en su variante agrícola (Palladino,
1996, Castonguay, 2004). Aun sin tanto vigor institucional., también
en Europa se desarrolló tempranamente una entomología aplicada a
la lucha contra las plagas (Ordish, 1974, Clark, 1992).
En España, desde la modestia de su reducida comunidad científica,
se detecta igualmente este movimiento ya en época de Graells. Este
naturalista y profesor del Museo de Ciencias Naturales mostró, de
modo más general., un amplio interés por la zoología aplicada en muy
distintas vertientes, como la aclimatación, la pesca o la acuicultura
(Aragón, 2005). Y entre esas inquietudes de Graells se registra, a
partir de 1875, su participación en comisiones oficiales encargadas
de estudiar problemas de plagas agrícolas. Fue el caso de la filoxera,
causante de la ruina del viñedo en media Europa, sobre la cual Graells
publicó detallados estudios (Gomis, 1995: 133-134).
Más tarde, también Bolívar trató de obtener apoyos oficiales a
partir de la justificación que ofrecía la vertiente aplicada de la ento-
mología. Por ejemplo, como especialista en ortópteros, Bolívar in-
sistió más de una vez en los errores que se cometían en relación
con las temibles plagas de langosta, precisamente por no contar con
el concurso experto de entomólogos con autoridad en la materia.
Ya en 1875 protestaba con vehemencia juvenil contra el cúmulo de
disparates hallado en una reciente publicación titulada La Langosta,
«cuyo autor parece desconocer los hechos más triviales y hasta los
nombres con que se designan las distintas partes del cuerpo de los
insectos» (Bolívar, 1875: 62). Tales llamamientos a poner la zoología
especializada al servicio del interés público llegaron a obtener, años
más tarde, un incipiente respaldo institucional con la creación en 1887
de una llamada Comisión Permanente para el Estudio Entomológico de
España (Casado de Otaola, 1997: 131). En la consecución de este logro,
Bolívar supo buscar la colaboración con los ingenieros, y concreta-
mente de los ingenieros de montes, como modo de aproximación a las
estructuras de la administración pública que mejores oportunidades
286 SANTOS CASADO

ofrecían para el desarrollo de tal tipo de investigación aplicada al


servicio del estado. Dos ingenieros de montes, Carlos Mazarredo y
Máximo Laguna, figuraron así junto con Bolívar como miembros de
la Comisión Permanente, cuya presidencia recayó en Laguna. La vida
de esta Comisión que se quiso Permanente fue sin embargo efímera y
sus resultados consiguientemente limitados. La institucionalización
de la entomología aplicada acabó desarrollándose fuera del ámbito
científico de los naturalistas y bajo el exclusivo control de los in-
genieros, tanto agrónomos como de montes, y de sus estructuras
administrativas.
En el caso de las plagas forestales fue en 1913 cuando se creó de
este modo una Comisión de la Fauna Forestal., que iba a resultar, en
su desarrollo institucional., más sólida y duradera. A finales de 1917
esta Comisión dio paso al Laboratorio de la Fauna Forestal Española,
que pocos años más tarde, en 1921, iba a quedar integrado, a modo
de estación o centro operativo de investigación y experimentación, en
un más amplio Servicio de Estudio y Extinción de Plagas Forestales,
el cual publicó a partir de 1923 una Revista de Fitopatología. Al frente
de todo ello, desde la Comisión al Laboratorio y al Servicio, figuró
siempre el entomólogo forestal que ya ha sido presentado en estas
páginas, el ingeniero de montes Manuel Aulló (Casals Costa, 1996:
333-337). Es ilustrativo respecto a la asimétrica divisoria profesio-
nal entre naturalistas e ingenieros el que los primeros continuasen
de todos modos vinculados a estos nuevos organismos controlados
por los segundos, pero solo en calidad de colaboradores externos.
Concretamente en 1923 Cándido Bolívar, hijo de Ignacio, y Ricardo
García Mercet, ambos investigadores del Museo Nacional de Ciencias
Naturales, se asociaron al Laboratorio de la Fauna Forestal a título de
entomólogos agregados (Casals Costa, 1996: 337). Ignacio Bolívar, que
años atrás había luchado por ocupar ese mismo espacio institucional.,
se resignaba, ahora como Director del Museo, a ofrecerse al «activo e
inteligente ingeniero de montes Sr. Aulló» para brindarle «desintere-
sadamente todo el apoyo que [...] pueda solicitar» (Bolívar, 1922: 66).
Llegamos así al momento, mediados los años veinte, en que se
iniciaba el conflicto objeto de nuestro relato, con Manuel Martínez de
Escalera y Manuel Aulló como protagonistas. Como acaba de verse,
Manuel Aulló y Costilla (figura 3), nacido en Alicante en 1883 e inge-
niero de montes desde 1911, había adquirido para entonces una sólida
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 287

posición profesional e institucional (Gómez Mendoza, 1992: 143).


Profesor de zoología en la Escuela de Montes desde poco después de
acabar sus estudios, Aulló había accedido con apenas treinta años a
la dirección de la Comisión de la Fauna Forestal., posición desde la
cual cultivó una carrera técnica e investigadora que, en sus sucesivas
responsabilidades, mantuvo una especialización constante en el tema
de las plagas forestales causadas por insectos. La elaboración de un
mapa de estas plagas para el conjunto de España y la realización
de sucesivas experiencias de lucha contra insectos particularmente
dañinos son algunos de los hitos en un currículo que combinó los
puestos de responsabilidad en el servicio público con la dedicación
a la investigación científica como entomólogo aplicado. De esta com-
binación se derivaron reconocimientos como la presidencia de la
Real Sociedad Española de Historia Natural en 1921 o la admisión
como miembro extranjero en la American Association of Economic
Entomologists en 1925 (Gómez Mendoza, 1992: 143). El natural desen-
volvimiento ascendente de su carrera le llevó a ocupar puestos como
la jefatura del Servicio Nacional de Pesca Fluvial o la presidencia del
Consejo Superior de Montes, en la cual alcanzó la jubilación en 1953
(Decreto, 1953). Falleció en Madrid en 1959.

Figura 3. Manuel Aulló y Costilla.

No tiene Tamaño
288 SANTOS CASADO

Aun coincidiendo en su dedicación a la entomología, las trayectorias


de Escalera, el expedicionario a Asia y África siempre carente de un
puesto estable, y de Aulló, el ingeniero director de laboratorios y ser-
vicios técnicos, no pudieron ser, como puede verse, más divergentes
en cuanto al reconocimiento oficial y el desarrollo profesional que
uno y otro disfrutaron.

La lagarta, bicha u oruga peluda

Si, tal como se ha visto en el apartado anterior, las posiciones ocupa-


das por ambos pleiteantes resultaban, antes y con independencia de
la disputa, claramente contrastadas, el objeto mismo de su discusión,
la lagarta o Lymantria, no podía ser, por otra parte, más propicio para
suscitar suspicacias y celos científicos. La «molesta» nota publicada
por Escalera lo era doblemente por referirse a una especie a la que
habían dedicado muy especial atención los entomólogos forestales. Y
la «malévola» carta de protesta remitida por Aulló se explica mejor si
se tiene en cuenta que en su mismo laboratorio se venía trabajando
específicamente sobre el problema de la lagarta desde tiempo atrás.
Ya el ingeniero de montes decimonónico Antonio García Maceira
se había ocupado en términos científicos de la lagarta, siguiendo las
directrices que en 1881 promulgó el Ministerio de Fomento a efectos de
que los ingenieros destinados en cada una de las provincias españolas
estudiaran posibles modos de lucha contra esta plaga (Azcárate Luxán,
1996: 329). En 1885 García Maceira comenzó a publicar los resultados
de las investigaciones que al respecto había llevado a cabo en la pro-
vincia de Salamanca (Casals Costa, 1996: 334), investigaciones en las
cuales no solo evaluaba la afección y la dinámica expansiva de la plaga,
sino que ya detectaba la existencia de coleópteros depredadores de las
orugas de la Lymantria, además de recomendar diversos métodos para
la destrucción física de puestas, larvas y adultos.
Cuando en 1912 se presentó como socio de la Real Sociedad Es-
pañola de Historia Natural un todavía joven Manuel Aulló, recién
nombrado profesor de zoología en la Escuela de Montes y carente aún
de los puestos oficiales que poco más tarde iba a comenzar a desem-
peñar, el primer trabajo que remitió para publicación, su presentación
en sociedad como entomólogo podría decirse, fue precisamente un
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 289

artículo dedicado a la lagarta, en el cual alertaba sobre su reciente


aparición como plaga en los encinares de El Plantío y El Pardo, en las
cercanías de Madrid (Aulló, 1912).
Al encomendársele a Aulló en 1913 la Comisión de la Fauna Fo-
restal., se formuló como uno de sus primeros objetivos el de llevar a
cabo ensayos y experiencias de posibles métodos de lucha contra las
principales plagas forestales. Y uno de los focos de atención a este res-
pecto fue de nuevo la lagarta. Ya en 1914 se comenzó a ensayar, como
insecticida contra la Lymantria, una mezcla de alquitrán y petróleo
aplicada a los «plastones» en los que se encuentran las puestas (Aulló
y Costilla, 1918: 15, 24). Si bien la Comisión acopió datos y giró visitas
de inspección a distintas provincias en que la lagarta causaba proble-
mas, desde los encinares salmantinos a los alcornocales gaditanos,
los estudios más detallados y las pruebas de posibles tratamientos
se llevaron a cabo en los ya mencionados terrenos de El Plantío y El
Pardo, que se constituyeron de hecho como recurrentes lugares o
estaciones de experimentación. Un avance de los primeros resultados
fue pronto ofrecido por el mismo Aulló en una nota aparecida en 1915
en la Revista de Montes y a continuación reproducida, en consideración
a su previsible utilidad aplicada, en las Hojas divulgadoras sobre
temas agrarios que publicaba el Ministerio de Fomento (Aulló, 1916).
Y uno de los primeros grupos o «cuadros biológicos» preparados
por la Comisión (Aulló y Costilla, 1918:
64), montajes con finalidad didáctica y
demostrativa en los que se presentaban
diversas fases del insecto junto con su
planta nutricia y sus efectos sobre ella,
fue el que mostraba a la Lymantria sobre
la encina (figura 4).

Figura 4. Preparación de Lymantria dispar


o «Lyparis dispar» en la que se muestran las
distintas fases del insecto sobre Quercus ilex,
perteneciente a las colecciones de la Comisión
de la Fauna Forestal Española. Ilustración
fotográfica de las Reseñas de los trabajos
verificados durante los años 1914 á 1916,
publicadas por la Comisión en 1918.

No tiene Tamaño
290 SANTOS CASADO

La atención prestada a la lagarta se mantiene en años sucesivos, al tiempo


que se despliega el desarrollo institucional logrado por Aulló con la consti-
tución del Laboratorio de la Fauna Forestal Española en 1917 y el Servicio
de Estudio y Extinción de Plagas Forestales en 1921. Los datos acopiados
sobre las afecciones de la lagarta a robledales, alcornocales y dehesas de
encina aparecen así en la «Carta de plagas de la Península Ibérica» comple-
tada por Aulló en 1922, o en las conferencias que en 1923 imparte sobre
«entomología forestal» en foros como la Academia de Ciencias de Zaragoza
o la Universidad Central de Madrid (Aulló y Costilla, 1923).
A esas alturas, la autoridad ejercida por Aulló sobre el ámbito
científico-técnico de las plagas forestales, en general., y sobre la lucha
contra la lagarta, en particular, debía de resultar poco menos que
incuestionable. Pero es entonces, en 1924, cuando Manuel Martínez
de la Escalera, con pretensión de aportar un dato de interés, publi-
ca, como ya sabemos, su conflictiva nota sobre la Lymantria en El
Escorial., para proseguir poco después con el más amplio folleto
que, en 1925, dedicó monográficamente a la cuestión. En ese folleto,
titulado La Lymantria dispar (Lagarta) y sus enemigos, no se buscaba
la conciliación sino que, bien al contrario, según luego se verá, se
avivaba la polémica.
¿Pero por qué, entre otros muchos insectos causantes de daños, se
había hecho acreedora la lagarta a una atención tan especial por parte
de entomólogos y técnicos forestales? Para responder a la pregunta,
podemos seguir al mismo Escalera en el folleto que acaba de citarse,
buena muestra de sus dotes literarias para la divulgación entomoló-
gica (Casado de Otaola, 2001: 123-128). En él, con la ayuda de dibujos
y de fotografías obtenidas a partir de preparaciones entomológicas
compuestas por el autor, se recapitulaba el ciclo y las relaciones vita-
les que hacían temible, pero también vulnerable, a la lagarta, bicha u
oruga peluda, que tales nombres vulgares recibe en distintas regiones
españolas. Temible, porque «es una oruga que se alimenta con las
hojas y brotes tiernos del roble y de la encina», de modo que «cuando
constituye plaga» llega a causar «daños considerables en los montes
de esas especies» (Escalera, 1925a: 3). Y es que la «puesta de cada
hembra oscila entre 250 y 500 huevecillos: compréndese por esta
cifra la invasión de una zona de arbolado si dos o tres generaciones
se desarrollaran normalmente y si no hubiera agentes naturales que
se opusieran a este enorme crecimiento» (Escalera, 1925a: 6). En esos
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 291

«agentes naturales» radicaba, por otra parte, su vulnerabilidad, que


va a constituir, por su doble interés biológico y económico, el foco
central del texto de Escalera.
Caracterizada científicamente como Lymantria dispar, aunque esta
denominación haya coexistido con sinonimias como, entre otras, Lipa-
ris dispar, Porthetria dispar u Ocneria dispar, la lagarta se singulariza
en su fase adulta, cuando se convierte en polilla o mariposa nocturna,
por el marcado dimorfismo sexual entre los machos, pequeños, par-
duzcos y voladores, y las hembras, mayores y más pesadas, de color
blanquecino y prácticamente incapaces de volar. Una vez fecundada
por un macho, cada una de estas torpes hembras «se posa en una
rama o en el tronco de un roble o encina; y comienza la puesta»,
una «masa, más o menos oblonga, de huevecillos aglutinados entre
sí, recubriendo esta masa con los pelitos rojo amarillentos de su
vientre, que suelta a medida que efectúa la puesta, la cual queda así
resguardada por un fieltro esponjoso protector» (Escalera, 1925a: 6).
Ya en esta fase, puede registrarse el ataque sobre la puesta de micro-
himenópteros, los cuales depositan en cada huevo uno de los suyos,
de los que saldrá una larva devoradora de su hospedador. Superado
ese peligro, de los huevos indemnes saldrán a principios de primavera
las voraces orugas defoliadoras.

Figura 5. Orugas de Lymantria dispar sobre hojas de Quercus pyrenaica. Detalle


de una de las ilustraciones fotográficas, realizadas a partir de preparaciones
entomológicas del autor, del folleto de Escalera La Lymantria dispar
(Lagarta) y sus enemigos, 1925.
Cuando nace, la oruga de la lagarta (figu-
ra 5) es «negra, cabezona y peluda», aunque
luego, «en cada cambio de piel va adquiriendo
matices su colorido», que finalmente es «som-
brío y tiene fajas o bandas estrechas dorsales
negruzcas sobre un fondo pardo negro; está
erizada con unas series de cuatro tubérculos
por anillo, de donde nacen manojillos de pe-
los o cerdas negras y grises que se sueltan
con facilidad y que nos producen escozor o
picazón en la piel» (Escalera, 1925a: 4). Las
orugas se dispersan y finalmente trepan al
No tiene Tamaño
292 SANTOS CASADO

arbolado, cuyo follaje nuevo y tierno van consumiendo. Apenas tres


meses después de su nacimiento, «a mediados de junio ya han crisa-
lidado aun las más tardías y empieza el nacimiento de la mariposa,
que dura todo el mes» y que dará paso a un nuevo proceso de puesta
(Escalera, 1925a: 4). La fase de larva, durante la primavera, concentra
pues lo esencial de su ciclo vital., tanto por constituir la oruga el
agente defoliador como por ser este el periodo en el que el insecto
se muestra activo y en interacción dinámica con su entorno. Al inicio
de esta etapa, con las orugas aún pequeñas, es cuando Escalera ha
detectado en El Escorial., en un robledal de Quercus pyrenaica, los
ataques depredadores de ciertas especies de coleópteros, según había
adelantado en su nota de 1924 (figura 6).

Figura 6. Coleópteros depredadores de la Lymantria, Dendroxena


quadrimaculata o «Xylodrepa quadripunctata» y Calosoma inquisitor. Otra de
las ilustraciones del folleto de Escalera de 1925.

Como tal depredador señala, en primer lugar, al coleóptero sílfido


Xylodrepa quadripunctata, sinónimo de Dendroxena quadrimaculata,
según la denominación actualmente más habitual en la literatura
entomológica. «Las larvas de Xylodrepa», explica Escalera, «pululaban
al pie de los robles en mayo de 1924, entre las hojas secas y broza
del año anterior y, mientras los adultos de Xylodrepa cazaban en las
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 293

ramas, sus larvas, bastante crecidas, hacían el esquilmo de las orugas


caídas» (Escalera, 1925a: 8-9). Poco más tarde, a mediados de junio,
comprobará también la presencia de este escarabajo predador en los
robles del hayedo de Montejo, al norte de la provincia de Madrid,
donde las orugas apenas suponen problema por su escasez, de modo
que «habrá que convenir que la Xylodrepa, con otros factores natura-
les, tienden a restablecer el equilibrio de las especies perjudiciales,
sobre el roble cuando menos» (Escalera, 1924b: 352). En segundo lugar
registra la presencia del coleóptero carábido Calosoma inquisitor,
aunque en número más reducido, al menos en El Escorial (Escalera,
1925a: 9), y por tanto con menor interés como posible agente de
control de la plaga.
El resto del folleto lo dedica Escalera a algunos otros insectos que
también pueden actuar como parásitos de las orugas de Lymantria,
fundamentalmente himenópteros y dípteros, y a los parásitos de
estos, es decir, a los hiperparásitos que atacan a los enemigos de la
lagarta y que en esa medida se convierten en sus aliados. El resumen
de todo ello no es sino una típica lección de ecología, de la que no ha
de ser difícil extraer una moraleja aplicada.

Estos hiperparásitos, con todo, son en realidad defensores de la


Lagarta, porque restan el exagerado crecimiento de sus enemigos,
que pudiera traer la destrucción de esa especie, y explica todo ello
claramente el mecanismo del auge y decrecimiento alternante de las
plagas de orugas, [juntamente con otros factores como pueden ser]
los fenómenos climatológicos de heladas rigurosas, lluvias o sequías
pertinaces y [la] acción mecánica de los hombres (Escalera, 1925a: 15).

Profeta en Argelia

Es fácil advertir la tensión que, a lo largo de su treintena escasa de


páginas, da forma y propósito al folleto sobre la lagarta que acaba
de comentarse. Si bien formalmente se inserta en la serie divulgativa
que Escalera dedicó en esos años a «La vida de los insectos en pre-
paraciones del natural» (Casado de Otaola, 2011), en la cual encaja
también por su temática sobre las relaciones cruzadas entre plantas
e insectos, y entre huéspedes y parásitos, lo que acaba imponiéndose
294 SANTOS CASADO

es su ánimo reivindicativo en el «pleito entomológico» sostenido con


Aulló, tal como de hecho el autor reconoce.

Luego lo que ha molestado al Sr. Aulló es el que yo publique algo


sobre «coleópteros enemigos de insectos forestales» en arcaica clasi-
ficación de la cual tiene la exclusiva, como tiene la exclusiva también
de «contrastar en la práctica las apreciaciones de hechos biológicos»,
los cuales son «conceptos equivocados» si no llevan su vistobueno
[sic] y «contribución apreciada» si hubieran pasado por su tamiz.
Mas es el caso que este tamiz tiene mallas muy estrechas, y no so-
porto tampoco el zarandeo del Sr. Aulló, a quien niego competencia
entomológica como artífice de clasificaciones de insectos de cual-
quier orden, hasta la fecha, y también competencia como ensayista
práctico de hechos biológicos (Escalera, 1925a: vi-vii).

Difícilmente podría plantearse con más claridad el conflicto so-


bre autoridad científica y legitimidad profesional que, según se está
argumentando aquí, constituye el trasfondo de este rifirrafe aparen-
temente menor. Lo que Escalera reprocha a Aulló es la pretensión
de control monopolista sobre asuntos de entomología aplicada, que
algunos creen jurisdicción exclusiva de determinados departamentos
oficiales. Departamentos cuya competencia científica Escalera cues-
tiona irónicamente con un «a veces», cuando habla de «la creación y
sostenimiento de costosos centros y comisiones en todos los países
para combatir ésa y otras plagas, y del personal., a las veces eximio,
ocupado en esos menesteres asidua y competentemente, también a
veces» (Escalera, 1925a: v).
A la autoridad hueca de esos «Laboratorios más o menos pomposos
o jaleados» Escalera opone, si se me permite insistir en ello, su propia
competencia científica y la de su hijo Fernando, especializado en
lepidópteros, bajo el argumento de que «lejos de pretenderse exclu-
sivismos antes se deben agradecer las ayudas u observaciones que
se aporten» (Escalera, 1925a: v). Su legitimidad como entomólogo no
depende de nombramientos oficiales ni de escalafones institucionales,
que sí rigen en los departamentos gubernamentales y en la estructura
corporativa de los ingenieros de montes, sino que emana de la com-
petencia y el prestigio ganados como científico naturalista, a través
de su actividad expedicionaria, colectora y publicista. Competencia y
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 295

prestigio que también se plasman en sus notas, artículos y monogra-


fías, y que se refrendan en su larga relación con la Sociedad de Historia
Natural., con el Museo de Ciencias o con numerosos especialistas de
España y el extranjero. Finalmente, su legitimidad emana también
de la pertinencia que para los problemas de tipo aplicado tiene ese
conocimiento ecológico propio del naturalista de campo, de quien,
como él, ha observado a los seres vivos en su medio natural., en toda
la dinámica complejidad de sus relaciones vitales.
Es así como Escalera, en una reivindicación explícita de su propia
persona, puede «tomar puesto entre los entomólogos nacionales» que
«dan la importancia debida a uno de tantos factores», en este caso
la acción de los depredadores sobre la Lymantria, «que actúan en
ese problema natural de la lucha por la existencia» (Escalera, 1924b:
353). A sus condiciones de colector y observador añade, además, su
experiencia en la cría de insectos en cautividad, tarea a la cual se ha
sumado, «en su laboratorio privado de El Escorial», su hijo Fernando,
cuyo mérito aprovecha también para señalar explicando como «con
diversos fines hace crías, a veces formidables, de lepidópteros», en
las cuales «también incidentalmente ha obtenido parásitos ectófa-
gos y endófagos de Lymantria, cuya lista dará a conocer en tiempo
oportuno, desarrollando una labor perseverante y personalísima en
campos de tanta importancia e interés como el del estudio de plagas
forestales y agrícolas» (Escalera, 1924b: 353).
Pero la victoria final., la piedra de toque que ha de demostrar
como esa entomología naturalista, basada en una larga experiencia
taxonómica, faunística y ecológica, tiene mucho que ofrecer en tér-
minos de aplicaciones útiles y económicamente prometedoras, la
piedra de toque, decíamos, será el interés que la nota de Escalera
suscitó finalmente en las autoridades responsables de la lucha contra
las plagas forestales. Pero no en España, donde se le ha despreciado,
sino en Argelia.
En efecto, hete aquí que el Boletín de la Real Sociedad Española de
Historia Natural va a recibir una segunda carta motivada por la nota de
Escalera, pero no para protestar, como en el caso de Aulló, sino para
manifestar un vivo interés por su contenido. Quien la remite, como
Escalera se va a encargar de explicar con detalle en su folleto, en el que
se documenta minuciosamente este intercambio epistolar, es monsieur
Delaunay, en su calidad de Inspecteur de la Défense de Cultures, o
296 SANTOS CASADO

Inspector para la Protección de los Cultivos de Argelia. Con fecha de 7


de octubre de 1924, este responsable del departamento encargado de
la lucha contra las plagas agrícolas y forestales en el vecino territorio
argelino manifiesta gran interés por establecer contacto con Escalera
para estudiar la posibilidad de importar los coleópteros que él ha
señalado como enemigos de la lagarta, «estando Argelia de igual modo
fuertemente invadida por la Lyparis dispar» (en Escalera, 1925a: viii).
En los meses siguientes las cartas entre Escalera y Delaunay se
suceden para, efectivamente, acordar los términos de una colabora-
ción por la cual el entomólogo español, sufragado por las autoridades
argelinas, se encargará de recolectar en El Escorial ejemplares de
Xylodrepa en cantidad suficiente para iniciar un ensayo de campo en
Argelia y en condiciones adecuadas para su transporte en vivo (Escale-
ra, 1925a: viii-xii). El «Gobierno general de Argelia», concluye triunfante
Escalera, «es más clarividente que los de casa, aprovechando (aunque
sea por vía de ensayo) todos los medios que llegan a su conocimiento
para cumplir el servicio que le está encomendado» y «yo cumplo a
mi vez un deber de cortesía y de justicia haciendo públicos en este
folleto de vulgarización científica estos hechos, para enseñanza de
burócratas y servicios nacionales» (Escalera, 1925a: xii).

Lucha biológica

La lucha de Escalera por obtener reconocimiento y estatus profesional


como entomólogo se cruza en el episodio que aquí se ha analizado con
las fronteras siempre problemáticas entre la ciencia pura y la aplicada.
Lo problemático en este caso no se refiere a la dificultad, o incluso a
la conveniencia, de deslindar una cosa de la otra, por mucho que esta
sea cuestión de gran interés. Y lo es especialmente, dicho sea de paso,
en el ámbito de la biología, para el cual algunos autores han señalado
lo borroso de tal diferenciación, al hallar que, a menudo, comprender
un sistema biótico requiere capacidad para manipularlo o controlarlo
(Keller, 2000: 84-85). Pero, como decíamos, no es esa la cuestión que
aquí se plantea, sino la de las respectivas legitimidades y autoridades
que ambas formas científicas, pura y aplicada, pueden reclamar, es-
pecialmente cuando confluyen en torno de un mismo problema. Tal
búsqueda de legitimidad en situaciones de proximidad o confluencia
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 297

no tiene por qué ser necesariamente conflictiva, e incluso puede darse,


según apuntan historiadores de la ciencia como Peter Dear, un juego o
relación de legitimaciones mutuas, de modo que los saberes prácticos
se legitiman por su fundamentación en la ciencia pura, mientras esta
recurre por su parte a los logros de la técnica como demostración
de su validez epistémica (Dear, 2005, 2006). Pero si descendemos al
terreno del ejercicio profesional de la ciencia por actores concretos y
en contextos determinados, entonces la aparición del científico apli-
cado como experto con capacidad para intervenir operativamente en
problemas de interés o utilidad para la sociedad resulta ser un proceso
con un cierto componente competitivo, e incluso antagonista, respecto
a otros modos de cultivo de la ciencia (Porter, 2009).
El científico aplicado, convertido en experto, define en derredor de
su propia competencia especializada un campo que quizá sea estrecho,
pero que a cambio pretende ser exclusivo. Y su exclusividad se reforzará
aún más si el ejercicio profesional de ese técnico experto se realiza al
servicio del estado, al amparo burocrático de algún departamento u
oficina gubernamental. En el caso que nos ocupa tal departamento se
correspondía con el Servicio de Estudio y Extinción de Plagas Forestales.
Encomendado a los ingenieros de montes y dirigido por Manuel Aulló,
este Servicio era el único órgano con competencia oficial para el ensayo
de experiencias de lucha biológica contra los insectos causantes de
daños a los bosques. Esa idea de exclusividad en el terreno práctico
explica el tono expeditivo del reproche de Aulló cuando despachaba,
sin mayores explicaciones, «conceptos que considero equivocados, sin
duda porque el Sr. M. de la Escalera no ha sufrido el contraste de la prác-
tica en las apreciaciones de hechos biológicos» (en Escalera, 1925a: vi).
En el caso de la lucha biológica contra plagas forestales se generaba
así una especie de autolegitimación circular, pues las aportaciones
de entomólogos ajenos al correspondiente Servicio habían de quedar
limitadas en el mejor de los casos a preliminares observaciones de
campo o a modestas experiencias de laboratorio, mientras se reser-
vaba como facultad exclusiva de los técnicos oficiales lo que en las
citadas palabras de Aulló aparece como «el contraste de la práctica»,
es decir, la posibilidad de llevar a cabo ensayos sobre el terreno de
aquellos posibles agentes de control biológico consistentes en depre-
dadores o parásitos de los insectos nocivos. De ahí que Escalera, en su
sarcástica respuesta, cargase especialmente contra esa pretensión de
298 SANTOS CASADO

Aulló, que entrecomilla, cuando le reprocha el arrogarse «la exclusiva


también de «contrastar en la práctica las apreciaciones de hechos
biológicos»» (Escalera, 1925a: vi). Y de ahí también que Escalera, en un
plano más general., mostrase su impaciencia, tras la cual se adivina
una mezcla de frustración y reprimida envidia, ante la exhibición de
medios materiales de esos «Laboratorios más o menos pomposos o
jaleados» (Escalera, 1925a: v). Exhibición que se refuerza en las rela-
ciones de colaboración con los poderosos servicios de entomología
aplicada del gobierno norteamericano, sobre los que ya vimos que
Escalera había ironizado en su primera nota cuando contraponía la
solemnidad de «unos sabios de los Estados Unidos» que «giran a otros
sabios de aquí remesas de Schedius» como posible agente de lucha
biológica, frente a la espontaneidad de «nuestra antigua conocida la
Xylodrepa quadripunctata» que «a la chita callando, ha destacado
una fuerte colonia, que se ha instalado en el robledal de la Herrería»
(Escalera, 1924a: 273). Que este era un punto sensible para Escalera
se demuestra en la alusión que al respecto incluye también en su
segunda nota, cuando cuida de resaltar que su aportación se produce
precisamente «ahora que vienen comisionados americanos a España
en rebusca de enemigos de la Lymantria» (Escalera, 1924b: 353).
La resentida desconfianza de Escalera se vuelve a hacer patente en
el folleto de 1925, donde, al amparo de su carácter abiertamente polé-
mico, se critica sin disimulo «el bluffismo americano», que «inunda el
mundo con las publicaciones de su Bureau of Entomology deslumbran-
do a incautos con su oro», y se compara de nuevo la sencilla tozudez
de la naturaleza con la tecnocrática jactancia de esos «laboratorios,
insectarios, Juntas y servicios» oficiales, de modo que «la Procesio-
naria y la Lagarta y las Palomillas blancas siguen desfoliando pinos,
robles, encinas y frutales» sin «dárseles un bledo, así en Norteamérica
como en toda Europa» de «cooperaciones ni servicios internacionales
modernísimos» (Escalera, 1925a: 1).
El lado del naturalista puro, el del investigador de la naturaleza
en la naturaleza misma, no estaba pues en esos flamantes servicios
«modernísimos». Estaba, obviamente, en el cuidadoso seguimiento de
los procesos vitales y de las relaciones entre los seres vivos tal como
se dan en condiciones naturales. Solo así podían apreciarse en el caso
de la lagarta, como en tantos otros, los «factores que actúan en ese
problema natural de la lucha por la existencia» (Escalera, 1924b: 353).
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 299

Solo así cabía comprender el modo en que realmente se expresan las


capacidades de la materia viva para autorregularse, concretadas en la
observación de que «la Xylodrepa, con otros factores naturales, tien-
den a restablecer el equilibrio de las especies perjudiciales» (Escalera,
1924b: 352). Pero es que era en esas capacidades de autorregulación
desentrañadas por el entomólogo puro, que podía así reivindicarse, en
las que se basaba la técnica aplicada de la lucha biológica. Una técnica
que, en su sentido moderno, apenas había iniciado su desarrollo en el
último tercio del siglo xix, pero que había generado grandes expectati-
vas y ambiciosos proyectos, especialmente en los dinámicos Estados
Unidos, cuya expansiva agricultura se había visto particularmente
afectada por plagas muy agresivas procedentes, a través de procesos
de importación más o menos accidental., de otras partes del mundo
(Acot, 1988: 85-89, Deléage, 1992: 104-105). Merece la pena anotar
que una de esas plagas foráneas había sido precisamente la Lymantria,
introducida en 1869 en Massachusetts con consecuencias desastrosas
(Gerardi y Grimm, 1979: 21-22), y que los norteamericanos estable-
cieron relaciones de cooperación internacionales en torno a este pro-
blema, entre ellas los contactos con los servicios españoles a los que
alude Escalera. La creación del Bureau of Entomology norteamericano
representó la manifestación más clara de las nuevas posibilidades de
institucionalización adquiridas por la entomología aplicada, en cuya
estela pueden inscribirse tanto el Laboratorio de la Fauna Forestal
Española como el Servicio de Estudio y Extinción de Plagas Forestales,
ambos dirigidos por Aulló.
Pero el círculo vicioso que mantenía a entomólogos naturalistas
como Escalera apartados del prestigio social y de las oportunidades
profesionales de esa entomología aplicada cuyo control se reservaba a
ingenieros y servicios oficiales se rompe, en este caso, con la aparición
de un sistema externo. El interés en contar con la ayuda de Escalera
surge, como ya se ha visto, en el extranjero, concretamente en la
vecina Argelia, en su correspondiente departamento de protección
frente a plagas, para el cual., precisamente por esa condición forá-
nea, no rigen las barreras institucionales y corporativas que operan
internamente en el ámbito español. Las ironías y los desprecios de
Escalera para con los burócratas de la entomología aplicada desapa-
recen cuando, jubiloso, da cuenta del llamamiento a la colaboración
recibido en «carta de la Inspección de la Defensa de los Cultivos del
300 SANTOS CASADO

Gobierno general de Argelia», demostrándose con ello que «desde


fuera pueden aprovechar lo que tenemos en casa» (Escalera, 1925a:
viii). Y se apresura a imprimir su folleto para contarlo.
También lo contó en una última nota enviada al Boletín de la Real So-
ciedad Española de Historia Natural., y publicada en su número de julio
de 1925, en la que da detalles concretos de la operación, presupuestada
en «5.000 francos», de captura, embalaje y transporte terrestre y áereo
de los «coleópteros predatores» de la Lymantria desde El Escorial a
Madrid, Alicante y Orán (Escalera, 1925b). Nota redactada lógicamente
en un estilo más técnico y menos sarcástico, pero que no dejaba de
tener algo de revancha en la disputa iniciada en el mismo Boletín un
año antes, y en la que no se resiste a terminar con una última apostilla,
en la cual alude sin citarla a la inicial carta de protesta de Aulló, para
concluir que «es bien doloroso observar que nuestros servicios nacio-
nales no aprovechen estas enseñanzas, y se contenten con traducciones
mal digeridas, dejándonos a los que «no hemos sufrido el contraste
de la práctica en las apreciaciones de hechos biológicos» el cuidado
de divulgación y experiencias fuera de casa» (Escalera, 1925b: 340).
Obsérvese que, como entomólogo puro, Escalera no requiere que
la aplicación de sus Xylodrepa, o Dendroxena según el uso actual.,
a la lucha contra la Lymantria en Argelia sea necesariamente exito-
sa. Para que su triunfo sea completo solo precisa mostrar que sus
estudios y aportaciones, basados en un sólido conocimiento de los
insectos en su ambiente natural., son potencialmente relevantes para
la entomología aplicada. Le es suficiente, por tanto, que la posible
eficacia de los depredadores de la lagarta haya sido considerada y
puesta a prueba «aunque sea por vía de ensayo» (Escalera, 1925a: xii).
Tales comprobaciones y, en su caso, posteriores aplicaciones a mayor
escala son ciertamente asunto de otros profesionales, con los que no
pretende competir, pero sí compartir «las ayudas u observaciones que
se aporten» (Escalera, 1925a: v). Por eso «podrá o no dar resultado
en Argelia la aclimatación de la Xylodrepa quadripunctata como uno
de los factores para combatir la plaga de la Lymantria dispar», pero,
para la impresión de su folleto, cuyo texto deja fechado en «marzo
de 1925», para la comunicación al Boletín, redactada inmediatamente
después de terminado el envío en junio de 1925, y para la autorrei-
vindicación que con todo ello pretende, le basta con mostrar, «para
enseñanza de burócratas y servicios nacionales», que la aportación
DOS ENTOMÓLOGOS Y UNA LAGARTA. DEBATES E INTERESES EN TORNO… 301

que él señaló como de posible utilidad para la entomología forestal


en su patria ha sido recibida con mucho mayor interés en tierra ex-
tranjera (Escalera, 1925a, xii: 16).

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DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA COLABORA
CON LA JUSTICIA

ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN


ALBALADEJO
MUSEO NACIONAL DE CIENCIAS NATURALES. CSIC. MADRID

Resumen
Se describen las discrepancias surgidas en el terreno de la Entomología
Forense entre los expertos requeridos por la Justicia con ocasión del ha-
llazgo de unos huesos humanos en un arrabal de Madrid en 1928.

Las conclusiones alcanzadas por la Comisión médico-legal llamada a dic-


taminar sobre el caso y las tesis contrarias defendidas por los entomólo-
gos designados como peritos para aquel estudio, no solo evidencian el
valor de la Ciencia como herramienta útil en cualquier circunstancia, sino
que también alertan de cómo interpretaciones más o menos subjetivas de
unos mismos factores pueden conducir a resultados discordantes.

La relevancia científica y social de los personajes protagonistas del de-


bate, unida al interés humano surgido de las circunstancias del caso y a
la existencia de documentación inédita relativa al mismo, incrementan a
nuestro entender el valor de esta historia y nos mueven a su publicación.
El doctor Tomás Maestre y Pérez, catedrático director del Laboratorio de
Medicina Legal., Toxicología, y Psiquiatría, y Cándido Bolívar Pieltáin, ca-
tedrático de Entomología de la Universidad Central y jefe de la Sección
de Entomología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, figuran como
personajes centrales de la polémica.

Introducción

Una soleada mañana de mayo de 1924 desaparecen misteriosamente


tres niñas en uno de los barrios periféricos de Madrid. La búsqueda e
306 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

investigaciones dirigidas entonces a su localización resultaron total-


mente infructuosas y, tras muchos meses de indagaciones, teorías y
pistas que fueron una a una desestimadas, se archivó el caso tras un
auto de sobreseimiento dictado por la sala III de la Audiencia de Ma-
drid a finales de junio del año siguiente (La Libertad, 25/06/1925). El
asunto, por su indudable interés humano y profusamente aireado día
a día por la prensa, atrapó poderosamente la atención popular durante
largo tiempo hasta caer, como tantos otros enigmas no resueltos, en
el olvido del gran público. Años después sin embargo, el hallazgo
fortuito de unos huesos humanos, en los mismos terrenos en que se
produjo la extraña desaparición de las niñas, puso nuevamente de
actualidad aquella tragedia al relacionarse desde el primer momento
ambos casos y suponerse pertenecientes a aquellas chiquillas los
restos óseos y otros materiales encontrados.
No menor, sino todo lo contrario, fue la atención prestada por la
prensa en esta ocasión, ni lo fue el cúmulo de opiniones surgidas
tras cada nueva declaración o informe de los numerosos estamentos
implicados y de los expertos llamados por la Justicia a intervenir,
asesorar o dictaminar sobre el caso. Las evidentes contradicciones
que se dieron entre los criterios expresados por cada uno de ellos
multiplicaron el interés del asunto, incrementándolo más aún los
posicionamientos ideológicos de los distintos medios de comuni-
cación, conducentes en ocasiones a la defensa acalorada de una
determinada teoría y, con frecuencia, a discusiones plagadas de
mordaces comentarios cuya acritud no deja de sorprendernos hoy
día, «Las luchas políticas de la época complicaron más el hecho,
al dividirse la opinión de la prensa en dos sectores bien definidos
que intentaron aprovechar la oportunidad para enrarecer más el
ambiente» (anónimo, 2007).
Entre los debates habidos en torno al hallazgo de aquellos hue-
sos, interesa aquí el referente a la interpretación de los materiales
entomológicos relacionados con ellos, cuyo valor como fuente de
información en investigaciones de este tipo —sobre el cuándo y el
dónde del deceso— es sobradamente conocido y no creemos necesario
exponer aquí (Balthazard, 1926; Gómez-Gómez, et al., 2007; González
Medina et al. 2011; Magaña, 2001; Mégnin, 1894; Reverte Coma, 1999,
entre otros).
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 307

Objetivos de este trabajo y su desarrollo

Se presenta en este trabajo la investigación realizada sobre un expe-


diente del Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN),
Sign. ACN0290-020, catalogado entre sus Informes Científicos como
«… sobre el caso del hallazgo de los restos de tres niñas en la calle
Cea Bermúdez y discrepancias surgidas entre C. Bolívar, nombrado
para dictaminar sobre aspectos entomológicos, y Tomás Maestre,
miembro de la Comisión Médica. (02/05/1928-10/10/1928)»1 que nos
ha interesado estudiar en profundidad para conocer cuáles fueron las
circustancias que promovieron la polémica de dos especialistas, un
entomólogo y un forense.
Comenzada la investigación y comprobada la casi total ausencia
de publicaciones surgidas con posterioridad al suceso de las niñas,
encontramos un estudio sobre el mismo (Maza Gómez, 2010) que nos
ha servido enormemente como fuente de datos tanto de lo acaecido
en 1924 tras la desaparición, como en 1928 a raíz del descubrimiento
de unos restos óseos en el mismo enclave. E igualmente ha servido
de gran ayuda para nuestra propia interpretación de lo sucedido, el
estudio que la obra incorpora sobre las circunstancias personales de
los implicados y el humilde ambiente social en que se desarrollaban
sus vidas. Podríamos decir, sin embargo, que los objetivos de esa obra
finalizan justamente donde comienzan los nuestros, que tratan de
analizar las conclusiones obtenidas por ambos equipos de expertos,
el de médico-forenses y el de entomólogos, en cuanto a la información
aportada por las muestras de insectos y otros artrópodos. A este
respecto, el único comentario que sobre el dictamen de estos últimos
técnicos encontramos en la obra a que nos venimos refiriendo, lejos de
reportar datos de su contenido, parece más bien traído a colación para
evidenciar la utilización del mismo por periódicos como El Heraldo
de Madrid (18/10/1928), en apoyo de su propia posición contraria a
la versión «imperante entre las autoridades».

1. Estimamos que el presente trabajo ha permitido una correcta interpretación de los do-
cumentos del expediente, difícil de catalogar hasta ahora en ausencia de la información
complementaria de que disponemos en estos momentos. La relación completa de los
documentos de este expediente se ofrece al final del apartado de Bibliografía. En este
trabajo, las referencias a cada uno de ellos se dan abreviadas (por ejemplo, ACN doc. 13).
308 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

Aún insistiría [El Heraldo] en su tesis reflejando la entrega al juez de


un informe de tres [sic] entomólogos, miembros del Museo de Ciencias
Naturales, donde al parecer se exponían conclusiones muy diferentes de
las obtenidas por la Comisión médica. Según este informe, el estudio de
los insectos y fundas de larva encontradas mostraban una data de muer-
te que podría ser mayor que la expresada por los médicos (un máximo
de seis años), algo que iba en contra de la aceptada identificación de los
restos, si bien El Heraldo pasa por este hecho sin mencionarlo. Sí insiste
en la posibilidad ya vieja de que hubieran sido enterrados en distinto
lugar al que fueron encontrados y que la edad de los cuerpos sea mayor
de la considerada por los médicos. Pero es difícil suponer cómo llegaron
a esas conclusiones unos expertos entomólogos que solo analizaron la
evolución posible de las larvas de insectos (Op. cit. p. 220-221).

Independientemente de la orientación política o ideológica de una


determinada prensa y el grado de manipulación de los hechos introdu-
cida en sus razonamientos, lo cierto es que el párrafo anterior no solo
obvia el carácter oficial de aquel informe, requerido expresamente
por mandamiento judicial., sino que minimiza el peso científico del
estudio y lo concluyente de sus resultados que, en definitiva, deter-
minaron la decisión última del juez instructor del caso. Su sentencia
resultó totalmente contraria a aquella otra avalada por la Comisión
médico-legal que identificaba los restos hallados como pertenecientes
a las tres desafortunadas niñas desaparecidas años atrás.
El crédito que a nuestro entender mereció ante el juez el informe
de estos peritos y el hecho de que fuera solo vagamente comentado
en la prensa, y nunca reproducido en ella, son razones que nos llevan
a analizar sus respuestas a las cuestiones que les fueron planteadas
y a tratar de evaluar la validez de sus argumentos a la luz de los
conocimientos de hoy. Ese será pues el objeto de este trabajo.
Para la elaboración del estudio, teniendo presente por un lado la
escasez de información de conjunto y, por otro, la dificultad de extraer
datos fiables y una cronología real de los mismos en un análisis somero de
las fuentes periodísticas, se optó por efectuar un rastreo en profundidad
de noticias en el valiosísimo catálogo Hemeroteca Digital de la Biblioteca
Nacional.2 Para ampliar conceptos, completar datos o confirmar los ya

2. Por el elevado número de referencias periodísticas consultadas, solo relacionamos en


el apartado Bibliografía el nombre de los periódicos sin expecificar fechas ni páginas.
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 309

recopilados, así como para el desarrollo del estudio entomológico, se


utilizaron otras fuentes de información (bibliográficas, bases de datos
documentales, webs oficiales de la Administración y fondos de Archivos).

Los hechos

Nos limitaremos a ofrecer aquí un resumen de lo acontecido prescin-


diendo de los numerosos detalles que, sin duda de interés, resultan
ajenos a la índole de este trabajo. Remitimos al lector interesado
a la obra Las Niñas de Hilarión Eslava (Maza Gómez, 2010) que se
ha venido mencionando, recomendando su lectura para una mejor
comprensión de tan oscuro suceso.
Todo ocurre en una zona al noroeste de Madrid situada en el Dis-
trito de la Universidad, y por aquel entonces periférica, en un área de
terrenos baldíos, al que desembocaban los tramos finales de algunas
calles del barrio de Argüelles, como la de Hilarión Eslava, en la que
vivían aquellas niñas (Fig. 1).

Fig. 1. Plano del proyecto del Ensanche de Madrid (Castro, 1860), en el que
se ha señalado la zona en que ocurrieron estos sucesos. Obtenido de Anónimo,
Ayuntamiento de Madrid (2010).
310 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

Al mediodía del 24 de mayo de 1924 salen juntas por la zona tres


chiquitas de entre siete y diez años, con un cesto y 75 céntimos en
monedas, a comprar patatas por encargo de una vecina. No llegaron
a hacer su compra y nunca se las volvió a ver. El caso fue sobreseído
por la Audiencia y archivado como se ha dicho en junio de 1925.
Cuatro años después se realizaban en la misma zona las obras para
llevar a la práctica uno de los planes previstos en el proyecto de Ensan-
che de Madrid de 1860, que incluía la apertura de una vía Este-Oeste, la
calle Cea Bermúdez, justamente en aquellos parajes.3 En el transcurso
de las obras y a consecuencia del movimiento de tierras correspondien-
te, fueron encontrados a mediados de febrero distintos restos óseos
que tras ser identificados como humanos quedan a cargo del juzgado
del Distrito abriéndose de inmediato la obligada investigación4 (Fig. 2).
Cómo es lógico suponer, el asunto estuvo desde un principio oscu-
recido por la sombra de aquella desaparición y no contribuyó precisa-
mente a desvanecer esa sombra la curiosa concurrencia de elementos
y circunstancias coincidentes con los que rodearon aquel caso.

Fig. 2. Objetos encontrados en la proximidad de los huesos, curiosamente


similares a algunos de los que llevaban las chicas de Hilarión Eslava el día de
su desaparición (Estampa, 21/02/1928).

3. El ambicioso Proyecto de Antonio María Castro incluía la apertura de una avenida


amplia que recorriera todo aquel distrito desde el paseo de la Castellana al Este, hasta
la calle Princesa al Oeste. Ese eje, el actual Cea Bermúdez-José Abascal, solo pudo
realizarse muchos años después, en la década de los años 20 del siglo pasado, y más
al Norte del emplazamiento previsto inicialmente (Jiménez Blasco, 2009).
4. Sumario 77—928 del Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción del Distrito de la Universidad.
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 311

Para finalizar este apartado que dedicamos a relatar lo sucedido


parece conveniente comentar dos circunstancias que condicionaron
las indagaciones y complicaron en gran manera la interpretación de
indicios y pruebas. Nos referimos a las características de los terrenos
en que se produce el hallazgo, en cuanto a topografía, solidez y fir-
meza, y a la presencia en la zona de otros restos humanos, hallados
en las proximidades de los que fueron investigados.
Respecto a los terrenos, se discutió acaloradamente durante am-
bos procesos la posibilidad de que las niñas pudieran haber quedado
sepultadas al caer en alguna grieta o «covacha» de aquellos descam-
pados (Fig. 3) y que sus restos aparecieran más tarde con ocasión
de las extracciones y retirada de tierras que se efectuaban durante
las obras de 1928. La aceptación de tal teoría implicaría también la
de que los huesos encontrados pertenecieran a las chiquitas, que
en tal caso habrían fallecido in situ. Esta posibilidad, la muerte por
hundimiento de los terrenos, que defienden desde un principio las
autoridades —entre otros, los comisarios del Distrito Sres. Fagoaga
y Roldán, el Jefe de Policía Sr. del Valle y la propia Comisión médica
encabezada por su Presidente, Dr. Maestre—, es descartada por los
ingenieros municipales, los geólogos del Instituto Geológico y Mi-
nero llamados a dictaminar y, de forma contundente, por la mayoría
de los vecinos del lugar, bien familiarizados con aquellos inhóspitos
lugares «... esa explicación es combatida por algunos conocedores de
aquellos parajes que sostiene que por allí no existía cueva alguna en
1924» (Estampa, 21/02/1928, p. 40). En el informe de los geólogos,
Sres. Kindelán y Meseguer, publicado en distintos medios, puede
leerse: «… ni en la superficie ni en las excavaciones hechas hemos
visto indicios de existir o de haber existido grietas o cuevas». Y más
adelante añaden:

… se encontraron en distintos niveles, repartidos, huesos humanos


de diversos tamaños, aspectos, colores y estructuras, lo mismo a la
derecha que a la izquierda del punto donde aparecieron los primeros
que dieron origen al sumario, a dos, seis, siete y más metros, así
como que también se encontraron otros en un basurero actual… (La
Libertad, 27/03/1928, p. 3).
312 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

Fig. 3. Desmontes de Cea Bermúdez. Público visitando el lugar donde


aparecieron los restos (Estampa, 21/02/1928).

Esta y otras afirmaciones similares, nos llevan al segundo asunto,


la presencia de otros huesos en los solares, lo que no parece que
fuera un incidente insólito por sorprendente que ahora nos resulte.
La prensa del momento recoge profusamente tal circunstancia y su
hallazgo en repetidas ocasiones.
Siguen apareciendo huesos… Se encontraron los primeros huesos
el día 18 de febrero, más durante todo ese mes y en todas las excava-
ciones de marzo y, hasta ayer, 10 de abril (El Sol, 11/04/1928, p. 6).

Se ha podido averiguar que en los constantes removidos de tierra y


antes de darse cuenta a las autoridades de los primeros hallazgos de
huesos, ya habían sido encontrados otros, incluso un cráneo con el
cual algunos chiquillos estuvieron jugando varios días al fútbol. Se cree
que uno de los volquetes que se cargaron con tierra se debió llevar este
cráneo, así como otros huesos que también se afirma se encontraron
hace más de quince días (La Vanguardia, 28/02/1928, p. 26).

Comenta La Vanguardia en ese mismo artículo que precisamente


la tarde anterior, durante una visita a la zona del juez, Sr. Fernández
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 313

y Fernández de Quirós, se habían desescombrado más restos huma-


nos al ser ordenada una nueva excavación, alguno de los cuales fue
identificado allí mismo por el forense, Sr. Pombo.
Ante estos comentarios cabe preguntarse ¡cómo no! por el origen
de esos huesos y el porqué de su presencia allí y, seguidamente, si
los atribuidos a las niñas no podrían tener la misma procedencia que
estos. La explicación que encontramos, tanto en la prensa como en
otras publicaciones, no deja de causarnos el mismo desconcierto.

En el sitio donde se han encontrado los huesos se vertían tierras


procedentes de diversos lugares, así como escombros extraídos del
cementerio de Magallanes (El Heraldo, 23/02/1928)

Al expresar distintos testigos la creencia de que aquellos restos


procedían del cementerio de Magallanes, en cuyo el recinto aparecían
huesos «a flor de tierra», el geólogo Sr. Kindelán se hace conducir a
dicho lugar,

… comprobando que en efecto, estaban allí esos huesos y que apa-


recían otros a poco que se escarbara. Esto viene a demostrar que el
traslado de los restos del cementerio de Magallanes no fueron escru-
pulosamente llevados al del Este (La Constancia, 01/03/1928, p.8).

El cementerio de Magallanes al que se hace referencia era el General


del Norte, con entrada en uno de sus laterales por la calle Magallanes,
en pleno centro del Madrid actual aunque construido extramuros
como varios otros en las primeras décadas del siglo xix. Con otras
tres necrópolis, las Sacramentales de San Luis y San Ginés, la de San
Martín y la Patriarcal., constituían un complejo que ocupaba un área
considerable bastante próxima a la de los sucesos.

En la década de 1860, debido al continuo crecimiento de la población, y


sobre todo, al plan de Ensanche de la ciudad, surgió la idea de construir
dos grandes necrópolis municipales, llamadas del Este y del Oeste,
que sustituyeran a todos estos cementerios. (Jiménez Blasco, 2009).
A finales del siglo xix, se demolieron los camposantos (desde 1884,
siendo el General del Norte el último en 1910) pero algunas zonas
quedaron como solares donde con el paso del tiempo afloraban
314 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

restos humanos como huesos o calaveras, incluso tras la guerra civil


española. Allí precisamente estaba el llamado por ello campo de las
calaveras (Prevost, 2008).

Esos solares, sobre los que existe abundante información, fueron


al parecer espacio de juego frecuente para la chiquillería de la zona,
y hasta campo de fútbol, según recordaba, por ejemplo, Fernando
Fernán Gómez en uno de sus artículos (ABC, 22/11/2007). Tras su
clausura y hasta su demolición sufrieron enorme ruina y saqueos
pudiéndose ver nichos abiertos y féretros destrozados, procedentes
en su mayor parte del vaciado de la fosa común (Jiménez Blasco,
2009). Debió de ser con ocasión del vaciado de estos solares para su
urbanización, cuando muchos restos saldrían de ellos mezclados con
los escombros y descargados subrepticiamente fuera de los espacios
previstos, como en aquellos descampados de la calle Cea Bermúdez.
Es fácil de imaginar que explicaciones tan confusas en relación
a ambas cuestiones, crearan en la opinión pública un ambiente de
expectación y desconfianza en los razonamientos manejados por unos
y otros. Pues frente a todos aquellos indicios, el estamento policial y
el Presidente de la Comisión médica, así como distintos periódicos,
confirmaban la identificación de los restos como pertenecientes a
las niñas y como causa de su muerte el haber quedado sepultadas
accidentalmente en el mismo terreno. «… Maestre descarta que los
restos se hayan traído del cementerio de Magallanes» (El Sol, 10/04,
p. 8.), «… los cuerpos de las tres niñas se pudrieron allí» (La Libertad,
28/03/1928, p. 5).

El estudio de Entomología forense

El Debate

Durante los meses transcurridos desde el hallazgo de los primeros


restos a mediados de febrero de 1928, hasta el cierre del proceso
el 20 de octubre del mismo año, son muy numerosos los informes,
dictámenes y declaraciones, oficiales o no, que se emitieron en torno
al asunto. Todos ellos —policiales, geológicos, topográficos y mé-
dicos en sus diversas especialidades—, más o menos coincidentes,
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 315

resultarían valiosos a la hora de la decisión final sobre el caso. Junto


a aquellos, se concedió profunda importancia a los datos obtenidos
de las muestras de insectos y otros pequeños artrópodos adheridos a
los huesos y demás elementos atribuidos a las niñas o hallados en su
proximidad. Y veremos que, como resultado de los virulentos y hasta
ofensivos debates habidos en la prensa sobre esta cuestión, hubieron
de ser dos los equipos que efectuaron el estudio de estas muestras.
Relataremos a continuación cómo transcurrieron los hechos y
cómo la prensa fue el medio que canalizó la discusión entre el presi-
dente de la Comisión médico-legal., Tomás Maestre, y quien sería más
tarde el perito entomólogo principal del caso, Cándido Bolívar (Fig. 4).

Fig. 4. Tomás Maestre, Presidente de la Comisión médico-legal y Cándido


Bolívar, Jefe de la Sección de Entomología del Museo Nacional de Ciencias
Naturales, fotografiados ambos en 1928. Imágenes: Dorado Fernández (2006)
y Álbum de Entomología, Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales,
respectivamente.

Solo pasan cuatro días desde que la prensa informa del hallazgo de
unos restos óseos humanos en los desmontes de Cea Bermúdez y ya
el público recibe información de la importancia que pueden tener los
insectos en el esclarecimiento del caso. A primeros de marzo, el doctor
Maestre, presidente como hemos indicado de la Comisión médico-
legal encargada de informar sobre las muestras óseas, realiza las
primeras declaraciones a la prensa indicando que mediante el estudio
316 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

de las larvas de insectos encontradas, será posible la determinación


del tiempo que llevarían sepultados aquellos huesos.
Por lo que a la data de la muerte se refiere, el doctor Maestre
declaró: «Ahora estamos en eso, en la determinación de la fecha de la
inhumación, de la data de la muerte, que decimos los médicos. Este
trabajo lo llevamos también muy adelantado. Desde luego parece que
la inhumación fue en época bastante calurosa, pues las moscas desa-
rrollaron sobre los cadáveres una actividad sorprendente. Nada, pues,
tiene de particular, si juzgamos por esta circunstancia y por otras que
hemos advertido, que la putrefacción haya sido rapidísima. Esto es
cuanto, de momento, puedo decir a ustedes (El Heraldo, 01/03/1928).
Casi a finales del mes de marzo, la Comisión identifica la única
especie de insecto que encuentran, la mosca Ophyra cadaverina (Fig.
5), «En los restos se han hallado las huellas de la mosca ofira cadave-
rina y solamente de este insectos hay muestras en los residuos» (La
Época, 27/03/1928). Durante varios meses el nombre de este animal
será bien conocido por el gran público.

Fig. 5. Dibujos de la Ophyra cadaverinaMégnin, 1894, incluidos por el autor


de la especie en su descripción original (Mégnin, 1894).

A lo largo de días siguen apareciendo noticias en las que los pe-


queños animales son casi los protagonistas, pues parece aportan
una información vital para la resolución del enigma. La Comisión
médico-forense resuelve que la presencia y abundancia de pupas
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 317

de la mosca Ophyra cadaverina (Fig. 6) indicaba que la muerte se


había producido entre 3 y 6 años, dato que se correspondía con la
fecha de desaparición de las tres niñas; e indicaban también que los
restos se habían descompuesto en el mismo lugar en donde fueron
encontrados.

El trabajo que le hemos leído al Juez ha sido demostrar de una


manera objetiva que los cuerpos de las tres niñas (y riéndose dijo:
Fíjense que digo «niñas») se pudrieron allí y se pudrieron vestidas
[…] Por estas razones y por las reacciones practicadas en los huesos
de la investigación, que han resultado positivas, se cree que la data
de la muerte de las tres niñas se encuentra entre los tres y los seis
años […] En el interior de los cráneos de los dos esqueletos (de los
que se poseen los cráneos completos) y en los canales y agujeros
de los huesos se han encontrado un sin fin de cascarones o pulpas
de las ninfas que contuvieron los insectos de las partes blandas de
muchos cadáveres (La Libertad, 28/03/1928).

Fig. 6. «Caparazones de las larvas que fueron encontradas en los restos»


(La Libertad 28/03/1928). Muestras de los capullos ninfales quitinosos
preparadas por la Comisión.

No tiene
Tamaño

Sin embargo, lo que para la Comisión forense parece evidente


no parece serlo para el juez, quien opina que «… no hay… elemento
ninguno de fuerza jurídica que haga presumir que los restos hallados
sean de las niñas…» (La Voz, 30/03/1928). Aparecen también discre-
pancias en el equipo médico, abandonándolo más tarde uno de los
siete integrantes. La prensa satiriza los estudios entomológicos de estos
318 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

publicando coplas (La Voz, 30/03/1928 y La Libertad, 12/04/1928)


que ironizan sobre Maestre y las moscas «funerales».
Las numerosas declaraciones por parte de Maestre exponiendo sus
opiniones sobre los materiales entomológicos y las rotundas conclu-
siones —respecto a la identificación de los huesos y las circunstancias
de las muertes— a que le conducían, provocaron la intervención de
«Un Naturalista» firma anónima que en un artículo planteó con firme-
za varias cuestiones científicas sin resolver en el razonamiento del
doctor (La Voz, 28/04/1928). «Un Naturalista», según se puede leer
en el periódico es un «conocido, estimado y respetable hombre de
ciencia, autoridad en la materia» y justifica su intervención «Ante el
silencio prolongado de los naturalistas […] sobre la determinación del
Dr. Maestre de los capuchones de ninfas y ácaros encontrados entre
los huesos aparecidos…». Sus opiniones difieren de las de Maestre en
cuatro puntos: 1. la presencia de Ophyra cadaverina no demuestra que
estas hayan acudido forzosamente al cadáver; 2. aún admitiéndolo, la
presencia de tegumentos ninfales probaría que los cuerpos llevarían
enterrados al menos un año, pero no demostraría su tiempo máximo
en ese lugar; 3 las Ophira no pueden haber agotado «la mesa del
festín» pues quedarían miles de tegumentos y cuerpos; y 4. el ácaro
Uropoda nummularia encontrado en el calcetín demostraría que la
«putrefacción se realizó al descubierto».
Y critica el autor anónimo, en su último párrafo, que no se hayan
entregado los restos entomológicos a expertos del Museo Nacional de
Ciencias Naturales para su determinación:

Para terminar, creemos que, de no haber sido entregados los restos


entomológicos al Museo Nacional de Ciencias Naturales, único Centro
en que existen varios especialistas en insectos, los datos entomoló-
gicos que forman parte del informe médico carecen de la suficiente
garantía para sobre ellos fundamentar ulteriores conclusiones, pu-
diendo dar origen a críticas de la concienzuda y minuciosa labor
realizada por los distinguidos miembros de la Comisión médica (La
Voz, 28/04/1928)

Maestre no contesta a este reto pero desde el juzgado se requiere


a la Comisión, ese mismo día, que conteste a tres cuestiones concre-
tas, posiblemente originadas por las observaciones del Naturalista.
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 319

Tres semanas más tarde, las respuestas son presentadas por el Sr.
Maestre al juez, y también a la prensa (véase por ejemplo La Libertad,
19/05/1928). En ellas la Comisión ratifica sus propias opiniones:

El doctor Maestre niega la posibilidad de un crimen; califica de hi-


pótesis fantástica el traslado de un cadáver de uno a otro lugar sin
dejar huella, y asegura que las tres niñas murieron a la vez, por la
misma causa, explicando la forma. […] termina su informe diciendo:
«De todo lo anterior resulta la siguiente conclusión: Las tres niñas
murieron de asfixia por la arena, asfixia debida a un hecho o acci-
dente fortuito (El Heraldo de Madrid, 19/05/1928)

El fuego de la polémica continúa avivándose al ser publicado el


primer informe de la Comisión, que había sido presentado al Juez
casi dos meses antes, el 27 de marzo. En uno de sus párrafos, al
referirse a la identificación de las moscas, se cita a los Drs. Gonzalo
Ceballos y Cándido Bolívar, «…después de rendir un justo homenaje
a nuestros dos sabios entomólogos D. Gonzalo Ceballos y D. Cándido
Bolívar, suprema autoridad en la materia»» (La Libertad, 20/05/1928).
En breve el periódico La Voz publicará la airada respuesta de Cán-
dido Bolívar, molesto por verse metido de semejante forma en tal
asunto; piensa Bolívar que la mención de los entomólogos por parte
de Maestre se hace únicamente para dar mayor peso científico a sus
argumentaciones:

¿Cuál es entonces la razón de mezclar nuestros nombres en este asun-


to? No me atrevo a pensar que quieran con ello -añadiendo que se
trata de supremas autoridades en la materia—fortalecer sus opiniones
científicas; pero como tampoco quiero dar lugar con mi silencio a
que se interprete mi actitud como conformidad con las opiniones
reiteradamente expuestas por el doctor Maestre, desearía que se me
indicase qué párrafos o trozos de mis escritos y de los del Sr. Ceballos
han podido motivar la citación señalada (La Voz, 24/05/1928)

Aprovecha también C. Bolívar para decir que está totalmente de


acuerdo con lo expresado por el Naturalista, es decir, que la presen-
cia de la mosca Ophyra cadaverina no era indicador forzoso de que
acudieran a los cadáveres; la existencia de tegumentos ninfales no
320 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

determina el tiempo máximo de la muerte; deberían haber miles de


pequeñas larvas de la mosca para que se agotara «la mesa del festín»;
y, finalmente, que el hallazgo del ácaro Uropoda nummularia deter-
minaría que la putrefacción habría sido al descubierto y no con los
cuerpos enterrados. Además, el entomólogo refuta categóricamente
varios de los conceptos manejados en el informe y relaciona varios
puntos que la Comisión presidida por Maestre debería contestar. A
estas declaraciones contesta Maestre dos días después mostrando
ácidamente su enfado. Explica que el haberle denominado «suprema
autoridad en la materia» es un cumplido y no un desdoro (más tarde
reconocerá que le había confundido con su padre, el profesor Ignacio
Bolívar); vuelve al tema de las ninfas de mosca exponiendo que la
existencia de innumerables ninfas es prueba de que fueron a los
cadáveres; el ciclo vital de la mosca y el hallazgo de glóbulos rojos en
algunos restos óseos, le permiten insistir en sus conclusiones sobre
la data de la muerte estimada por él entre tres y seis años; reprocha a
C. Bolívar haber leído mal su texto y también el de Mégnin, dónde se
dice que el ácaro Uropoda nummularia pertenece a la 6ª escuadra y
no al 1er grupo que cita el entomólogo. Finalmente, insiste en dar por
buenas sus conclusiones: las niñas murieron «de asfixia por la arena,
las tres al mimo tiempo y en el mismo sitio donde se encontraron sus
huesos, y su muerte fue producida por un hecho accidental y fortuito».
Y dos días más tarde, nueva réplica de Bolívar, en donde reitera lo
que ya expuso, explica el punto de la clasificación de Mégnin a que
se refería anteriormente y rebate la data de la muerte que da Maestre.

En definitiva, pienso que la presencia de la «ophira» no es forzosa-


mente indicadora de que allí se han descompuesto cadáveres hu-
manos; que la presencia de sus tegumentos ninfales no sirve para
sacar consecuencias sobre el tiempo máximo de permanencia, y que
la existencia del acaro “uropoda” es contraria a que los cadáveres
hayan quedado aprisionados entre la tierra (La Voz, 29/05/1928).

Maestre ya no contesta a Bolívar. Pero a mediados del mes siguien-


te, en junio, el juez pide a la Comisión se entreguen las muestras al
juzgado para su estudio por peritos entomólogos del Museo Nacional
de Ciencias Naturales. El Sr. Maestre envía a la prensa ese requeri-
miento, así como su dura respuesta al mismo; exige determinadas
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 321

condiciones para la entrega y además, muestra su recelo pensando en


la posibilidad de que los nuevos peritos puedan alterar los materiales
entregados, «¡Imagínese el señor juez —exclamó luego— qué conflicto
ocurría sí, por arte diabólico, aparecieran en los huesos en cuestión
unos cascarones de ninfas de la Calliphora vomitoria, o mosca azul de
la carne!» (El Imparcial., 19/06/1928). En esta tesitura, pasados ya más
de tres meses desde la apertura de la causa y sin pruebas firmes sobre
las que apoyar una decisión, el Juez busca asesoramiento externo.

La Intervención de los peritos entomólogos

Teniendo presente las argumentaciones del entomólogo Sr. Bolívar en la


prensa, el Juez se dirige directamente a él en busca de asesoramiento so-
bre el complicado caso que le atañe, y le envía a continuación copia de los
dos informes emitidos hasta entonces por la Comisión «… rogándole que
en vista de ellos tenga a bien darme su opinión particular sobre el asunto
de que se trata, sin prejuicio de que si lo estimara necesario le molestaría
nuevamente para que su intervención fuera de carácter oficial» (ACN
doc. 9, 1/06/1928). Y así lo hace días después solicitando oficialmente al
director del Museo, Prof. Ignacio Bolívar, padre del anterior, la designación
de dos entomólogos del centro como peritos «a fin de que tenga a bien
disponer, que por dos Profesores, afectos a ese Museo, especializados
en Entomología, se dictamine sobre…» (ACN doc. 10, 14/06/1928), ex-
poniendo a continuación las tres cuestiones que habrán de responder
los especialistas en su dictamen. En el besalamano, que acompaña dicho
oficio, dirigido al Prof. Bolívar, hijo, vuelve a manifestarse «deseoso de
que sus conocimientos le ilustren en el sumario que instruyo…» (ACN
doc. 13, 14/06/1928). La respuesta del Director no se hace esperar:

Cumpliendo lo ordenado por V. I. en comunicación fechada ayer,


tengo el honor de manifestarle que he designado a D. Cándido Bolívar
y Pieltáin, Jefe de la Sección de Entomología, y a D. Juan Gil Collado,5
Conservador de la misma Sección…, para que puedan dictaminar
en las cuestiones de su especialidad en el sumario a que V. I. hace
referencia (ACN doc. 14, 15/06/1928).

5. El entomólogo Juan Gil Collado era el especialista en Dipteros y se distinguió a lo largo


de sus vida por sus múltiples trabajos en este grupo.
322 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

Estos trámites del juez se acompañan, como queda dicho más


arriba, de un requerimiento a la Comisión ordenando se devuelvan al
Juzgado todos los materiales estudiados para su entrega a los nuevos
peritos. Así se hace días después, evidentemente contra los deseos
del Presidente de la Comisión quien violando el secreto del sumario
envía a la prensa, la notificación del juez acompañada de una áspera
y exigente comunicación. 

Los informes

El debate en torno a las moscas, iniciado realmente con la crítica del


Naturalista y continuado entre el presidente de la Comisión médica,
Maestre, y el entomólogo, Bolívar,6 consistió realmente en una fuer-
te discrepancia «teórica» en cuanto a la exactitud de los conceptos
manejados por el doctor en sus razonamientos y la validez de las
conclusiones obtenidas; no podía ser de otro modo ya que hasta
ese momento solo los doctores habían dispuesto de los huesos y
los demás restos. El estudio de esos materiales por los especialistas
en Entomología y su informe sobre ellos, nos permiten profundizar
algo más en las posiciones defendidas por cada uno. Analizamos a
continuación el contenido de los mismos.
Informes de la Comisión médico-legal. Según los datos extraídos
de las informaciones de prensa, hemos podido deducir que el equipo
médico (Fig. 7) presentó al menos tres informes relativos al tema
entomológico (La data de la muerte de los tres párvulos… 27, marzo;
Conclusiones definitivas del Informe médicolegal…, 25, abril; Informe
final…, 19, junio), además de dos escritos dirigidos al juez y publi-
cados completos en los medios de comunicación (Contestación de
la Comisión de doctores a la comunicación del juzgado…, 18, mayo;
y su Respuesta a la resolución del juez ordenando la entrega de las
muestras…, 18, junio). La Comisión emitió varios informes más, par-
ciales, firmados por uno u otro de los miembros y referentes a otras
cuestiones. Lamentablemente, no hemos podido localizar el último y
definitivo de los tres que nos interesan, un extenso documento según

6. Note el lector que el Naturalista no vuelve a aparecer en escena… ¿cabría pensar que
cansado de inexactitudes y vaguedades, y no queriendo verse inicialmente implicado
en tan enrevesado asunto, estuviera Bolívar tras el anónimo personaje?
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 323

se lee en la prensa: «La Comisión mantiene sus conclusiones provisio-


nales. El escrito consta de 88 folios escritos a máquina y va ilustrado
con 83 fotografías, de las cuales varias son en colores». Aunque solo
fuese por curiosidad profesional habría sido de gran interés para
nosotras el examen de ese último dictamen y sus fotos. No obstante,
parece que no aportaba información distinta de la ya conocida «Por
su extensión nos abstenemos de publicarlo, tanto más cuanto que en
el informe no se hace sino ratificar lo por nosotros dicho en nuestras
Informaciones, demostrándolo con datos, pruebas y razonamientos
científicos…» (La Libertad, 20/06/1928, p. 3).

Fig. 7. Los miembros de la Comisión médico-legal (España médica, 15/03/1928).

No tiene Tamaño

Respecto a los otros dos informes, que entendemos son los funda-
mentales para entender la posición de los médicos, disponemos por
suerte de los originales de las copias enviadas por el juez a Cándido Bo-
lívar, que forman parte del expediente del caso conservado en el MNCN.
El primero de los dos documentos de la Comisión, «La data de la
muerte de los tres párvulos a que pertenecieron los tres incompletos es-
queletos hallados enterrados en las arenas de los desmontes de la calle
Cea Bermúdez» (ACN doc. 11), consta de un total de 17 páginas escritas
a máquina y, según notas en el texto, debía venir acompañado origi-
nariamente de una serie de fotografías que no han llegado a nosotros
con el resto del dossier. Comienza el dictamen con un extenso párrafo
a modo de introducción en el que se detallan las dificultades para llegar
324 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

a conclusiones en la datación de las muertes al contar con tal escasez


de muestras en los «mermados restos»: solo «cascarones» de ninfas
de dípteros y «pequeñísimas escamas corrugadas, muy repartidas, de
un color azul oscuro brillante». Se refiere a los capullos ninfales, que
aparecen en gran cantidad y constituyen la base de su argumentación,
y a fragmentos del tegumento de insectos adultos. Sigue una prolija
disertación sobre la difícil identificación de estos restos desde los pasos
iniciales del proceso, lo que extraña en un profesional en Medicina legal
que suponemos habituado por años de experiencia a encontrar en los
residuos cadavéricos esas «escamas» y a identificarlas como fragmentos
del cuerpo de dípteros de un reducido número de especies. Es en ese
largo apartado en el que cita como referencia un texto del entomólogo
Gonzalo Ceballos, mero capítulo de generalidades sobre el grupo Dipte-
ra en un volumen de Historia Natural., de carácter divulgativo, de cuya
edición es parcialmente responsable Cándido Bolívar, al que también se
cita (Bolívar, 1926). Más tarde explica otras vías usualmente utilizadas
para el esclarecimiento de la antigüedad de los restos y la datación de
la muerte; el paralelismo entre la putrefacción y «la acción destructora
de los insectos sobre los muertos, que en virtud de su finísimo olfato
acuden hasta desde muy distantes, y a su debida hora, a la mesa del
festín»; así como los múltiples motivos por los que se altera esa simul-
taneidad. Diserta luego sobre la acción microbiana en el proceso; las
causas ajenas o no a la muerte, que pueden retrasar la consunción de
los restos; da prueba incontrovertibles de la muerte de las chicas en
el mismo lugar en que se hallaron los restos: la arena encontrada en
el interior de los cráneos y otros huesos que aparece aglutinada con
cascarones de ninfas «en un pastique, pardo oscuro… que no puede ser
otra cosa que el icor cadavérico, sanguinolento, glutinoso, albuminoideo
de la putrefacción…», y la presencia de conglomerados similares de
arena y capullos, recogidos por el Sr. Pombo «junto al mismo sitio que
ocuparan los cadáveres». Interpreta estos últimos como el exudado del
icor cadavérico que «trasmanando desde los cuerpos de aquellos muer-
tos se infiltra en la capa de arena de alrededor» dando origen a morteros
negruzcos, en los que los cascarones de ninfas o pupas y las partículas
de arena quedan pegados íntimamente. Y de todo ello concluye:

Esta prueba es tan demostrativa, tan clara y convincente de que los


cadáveres de aquellos menores se pudrieron en el mismo sitio donde
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 325

aparecieron los huesos, que no hay manera, ni modo, ni forma de des-


truirla, ni de negarla racionalmente. Ella es la evidencia a plena luz.

Ratifica esta evidencia con pruebas de osteología. Pasa luego a la de-


terminación de sexo, por deducciones basadas también en restos óseos:
son tres niñas. Respecto a la data de la muerte, se hace una primera
aproximación por medios bacteriológicos y, tras deducir por ella que el
cadáver habría llegado a la fermentación amoniacal durante el verano,
se aventura la hipótesis de que la muerte se produjera en primavera de
forma que tres o cuatro meses después «… la mosca en cuestión» —cuya
identidad ya conocen, pero aún no se ha desvelado— encontraría la
época propicia para su ataque «… atraída por la emanación putrefacta de
los cadáveres». Y teniendo presente que «esa especie» de mosca —que
acude en la etapa amoniacal de la fermentación -es la única existente
en los restos, concluyen que su suposición es correcta, pues en caso
contrario: «Colóquese la data de la muerte en el invierno y la fermenta-
ción amoniacal en la primavera y es seguro que otros insectos hubieran
dejado sus rastros en los restos de los párvulos. Llegó la solicitud en
la fuerza del verano y solo lo logró ese comensal». A continuación se
refuerza ese argumento recordando las advertencias de otro maestro en
fauna de cadáveres (Balthazard, 1926) sobre el significado de la presencia
o no de restos de moscas en un cadáver a la hora de estimar la estación
probable de la muerte: si existen, ocurrió en la época calurosa, y en su
ausencia, durante la fría, de noviembre a marzo. Habiendo en este caso
«muchos restos de dípteros, todas las vainas de ninfas que se encuen-
tran innúmeras…» se concluye que hubo de ser durante la primavera o
principios de verano cuando ocurrió el deceso de las criaturas.
Con respecto a la determinación de la especie, la duda inicial existente
en la Comisión entre la Calliphora vomitoria, la mosca azul de la carne,
y la Ophyra cadaverina, también azul pero más pequeña y perteneciente
a otra familia de dípteros, se resuelve a favor de la segunda en función
exclusivamente del tamaño de las ninfas «el metro con la exactitud de
sus cifras ha decidido…el dato que ha despejado la incógnita ha sido la
medida de las fundas de las ninfas o pupas»7 (Fig. 6). Todas miden menos

7. La Libertad (12/04/1928) publica unas coplas satíricas tituladas «La micra» sobre el
modo en que Maestre informa acerca de la importancia de las mediciones de la larvas
de las moscas.
326 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

de 10 mm, tamaño de la vomitoria según Mégnin y Balthazard. Y para


establecer los plazos mínimo y máximo transcurridos desde el deceso,
se discute sobre la duración de los ciclos vitales de esas especies, por
las que puede juzgarse «que las últimas fundas de ninfas que abre este
insecto [la O. cadaverina] en un cadáver es alrededor de dos o dos años
y medio desde la fecha de la muerte». Sigue una explicación detallada
de las reacciones químicas que pueden practicarse en los huesos para
afinar esa aproximación al cómputo de la muerte. Y el informe finaliza
datándola, como lo más verosímil, entre los tres y los seis años.
El segundo informe, Conclusiones definitivas del informe médico-legal
de la Comisión de doctores respecto de los huesos hallados en los des-
montes de la calle Cea Bermúdez (ACN doc. 12), consta de siete páginas
escritas a máquina. A diferencia del anterior, este se presenta estructu-
rado en 17 apartados o Conclusiones, tres de las cuales (11, 13 y 14) se
refieren o mencionan las muestras de insectos: 11) registra la presencia
de cascarones de ninfas de O. cadaverina en la arena que llegó con una
serie de huesos. 13) igualmente la de «pequeños cascarones esféricos
y vacíos de ninfas de ácaros, seguramente del Uropoda nunmularia,
«arácnido de la sexta escuadra» (Fig. 8), en el interior de un calcetín
que se supone de las niñas; son muy pocos ejemplares y son los únicos
encontrados en el total de materiales revisados. Habría acudido, una vez
el cadáver casi consumido, a los residuos no óseos y partes desecadas
del cadáver podrido en el suelo, lo que ocurriría sobre los tres años
de la muerte. 14) restos de Ophyra cadaverina, inmersos en un nuevo
conglomerado o pastique de icor cadavérico, adheridos al fragmento de
un cesto de palma identificado como el que llevaban las chicas. Indicaría
que cesto y niñas se pudrieron al mismo tiempo y en el mismo sitio.

Fig. 8. Dibujos del ácaro Uropoda nummulariaMégnin, 1894 incluidos por el


autor en su descripción original de la especie (Mégnin, 1894).
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 327

Comentario a los informes: existe una clara diferencia entre ambos,


especialmente en la presentación de los textos, destacando en el
primero la ausencia de una estructura ordenada y clara que facilite la
lectura y ayude en la interpretación de datos y argumentos. En los dos,
aunque especialmente en el primero, sorprende el  amaneramiento
y afectación del lenguaje empleado —probablemente acordes con
las formas de la época en que se redactó, pero aún para entonces
injustificadas en este tipo de escritos—. Los textos resultan farrago-
sos, se nutren de vaguedades, disquisiciones y ejemplos excesivos
e innecesarios, repetición de ideas, falta de tesis convincentes en
sus conclusiones y, en especial., en su aceptación de afirmaciones
de otros autores sin duda ni discusión. Así por ejemplo, se obvia la
importancia del área de distribución de las especies y sus épocas de
vuelo, aplicando sin objeciones al entorno madrileño lo observado por
otros autores en latitudes mucho más septentrionales. Las razones
en que se basa la identificación de la Ophyra, única especie hallada,
sorprenden por su pobreza al residir exclusivamente en la diferencia
de tamaño con solo otra, la Calliphora vomitoria, de las varias especies
de moscas, con similar tegumento de color azul oscuro brillante, que
pululan por los materiales orgánicos en descomposición, sean o no
procedentes de cadáveres. Tampoco resulta del todo convincente el
razonamiento que conduce a la datación de las muertes entre tres y
seis años; ni la identificación, sin análisis químico de ningún tipo,
de los grumos de «icor cadavérico» a los que tanta importancia se
concede. La lectura de estos dos informes, inevitablemente unidos
a la obstinada defensa de una teoría forjada desde el principio del
proceso y sostenida hasta el final con la misma firmeza, pese a los
comentarios habidos en su contra, inducen a pensar en la utilización
de las pruebas como demostración de una idea preconcebida, más
que en la búsqueda de la verdad a través de las pruebas.
Informe de los peritos entomólogos (ACN doc. 20). Un único do-
cumento, presentado el 26 de octubre de 1928, más de ocho meses
después de abrirse el caso.8 Se trata de un conciso informe de 13

8. La tardanza se debió por una parte al ruego del juez de retrasarlo por tener que au-
sentarse durante un tiempo (ACN doc. 19), y por otra a quehaceres de uno de los dos
comisionados, como se hace constar al principio del documento: «… no han podido
redactar el informe correspondiente con mayor premura, como hubiese sido su deseo,
328 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

páginas en el que se responde de forma escueta a los tres extremos


plantados desde el Juzgado:

1ª. Denominación y clasificación de los insectos a que pertenecen


las vainas de ninfas halladas en los huesos, tierra y afectos
donde estos se encontraron.
2ª. Si por ellas,…., cabe precisar si los cuerpos a que aquellos huesos
correspondieron se pudrieron en el mismo sitio del hallazgo de
estos, o en otro caso las deducciones que estimen pertinentes,
en vista de la existencia de los mencionados cascarones.
3ª. Sobre la data de la muerte, teniendo en cuenta la presencia de
las indicadas larvas.

El Informe comienza con una observación que se dice importante


y que fuera ya constatada en el Juzgado durante el acto de recogida
de las muestras; se refiere a la presencia de ácaros en varios de los
elementos, no señalada anteriormente por el equipo médico, lo que
no solo puede inducir a error por pérdida de información sino que
indica también una poco cuidadosa manipulación de los materiales.
En un párrafo de introducción se expresan las dificultades del
estudio de cadáveres inhumados frente a los casos de descomposi-
ción al aire libre, que atraen a una fauna entomológica mucho más
numerosa y por tanto más «informativa». Alerta de los pocos estudios
anteriores que ayuden a extraer conclusiones absolutas o inapelables,
y del incremento de las dificultades al aumentar la antigüedad de los
restos, que como en este caso aparecen prácticamente limpios. Frente
a todo ello habrá que prestar siempre la más escrupulosa observación
y la mayor de las cautelas en las apreciaciones. Este prólogo parece
intencionadamente «precavido» habida cuenta de las «acusaciones»
de posible fraude emitidas por el Dr. Maestre antes de que los ento-
mólogos iniciaran sus análisis.
Se responden a continuación a los tres extremos requeridos.

por haber tenido uno de los firmantes ocupado todo el mes de julio con exámenes de
bachillerato universitario y los meses de agosto y septiembre haberlos pasado en los
Estados Unidos como delegado oficial de España en el IV Congreso Internacional de
Entomología celebrado en la Universidad Cornell, Ithaca, Nueva York».
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 329

1. Primer extremo. Denominación y clasificación de los restos


entomológicos. Pertenecen a tres grupos, cada uno de los cuales
se desarrolla en apartado distinto.
Dípteros. Hay fragmentos de tegumentos de adultos, que sí
permiten determinaciones exactas, llegándose a la conclusión de
que se trata de la Ophyra anthrax (Meigen, 1826). Se relacionan
los caracteres con valor taxonómico utilizados para la identifi-
cación, como por ejemplo la disposición de la quetotaxia en los
fragmentos de cabeza, que se dibujan y comparan con ejemplares
de referencia de la colección del Museo. Se presentan también
abundantes (unos 200) cascarones de ninfas adheridos o en las
proximidades de los huesos (Fig. 9). Pertenecen a dos especies:
la O. anthrax en gran número, y junto a estos, otros distintos de
los anteriores pero imposibles de identificar por faltar detalles
esenciales. Se da una larga serie de caracteres necesarios para una
determinación fiable; el nombre y caracteres de otras especies
con las que cabría posibilidad de confusión. Desmitifica el valor
del tamaño de los capullos ninfales como carácter específico,
dado el número de factores que lo modifican. El texto indica la
existencia de láminas con representación de los caracteres y
detalles que se mencionan. Para terminar el apartado dedicado a
insecto se indica la sospecha de que las dos especies de Ophyra,
anthrax y cadaverina, pudieran tratarse en realidad de una sola o
bien que la primera sustituya a la segunda en nuestras latitudes.

Fig. 9. Ninfa de díptero(dibujo a lápiz, ACN doc. 20). Podría tratarse de la


fig. 2 Lucilia caesar ó 3 Calliphora vomitoria de las láminas que acompañaban
al informe de los peritos entomólogos para ilustrar las diferencias con las de
Ophyra anthrax.
330 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

Aparecen también coleópteros, pequeños fragmentos no iden-


tificables, excepto en el caso de un élitro completo reconocible
como de Histeridae que resulta pertenecer al género Saprinus
y que nada aporta a la investigación.
Y ácaros, varios ejemplares, de ambos sexos, pertenecientes a
una misma especie, perteneciente a la familia de los Uropódi-
dos, hallados en distintos restos y materiales; entre ellos «… en
un trozo de tejido (¡calcetín!)» que se corresponde con el único
ejemplar localizado por Maestre y que se había identificado
como Uropoda nunmularia Mégnin. Lamenta la falta de biblio-
grafía y estudios sobre esta familia «… en la que actualmente
se han establecido hasta más de cuarenta géneros distinto [por
lo que] resulta aventurado hacer una clasificación específica, y
aún genérica, ya que no existen buenos trabajos monográficos».
Lo que sí puede afirmarse es «que la especie en cuestión no
es la misma que Mégnin clasificó con el nombre de Uropoda
nummularia, y que a veces ha sido encontrada en cadáveres»,
de la que difiere por el cuerpo más o menos esférico u ovalado
y por la forma de los orificios anal y genital.

2. Segundo Extremo. Sobre si los restos se pudrieron allí o hubo


traslado tras la putrefacción. Lamentan decir que esta cuestión
no puede ser dilucidada solo con los restos de Ophyra. Se
discute el significado e implicaciones, para este tema, de la
adherencia de los capullos al interior de los huesos; igualmente
respecto a la ausencia o presencia en los residuos de restos
de Calliphora; y de la de los ácaros Uropódidos, que tiene
poco valor informativo pues se desarrollan a expensa de casi
cualquier materia orgánica en descomposición.

3. Tercer extremo. Sobre la data de la muerte:

«…hemos de responder que puede fijarse con cierta aproxima-


ción el tiempo mínimo que el cadáver lleva en tierra, a juzgar
por la exhumaciones verificadas por Mégnin al año de la muerte,
en las que encontró en uno de los ataúdes solamente restos de
ninfas de Ophyra, lo cual indica que este es próximamente el
tiempo mínimo para que la citada especie cierre por completo su
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 331

ciclo vital en el cadáver. En cuanto al tiempo máximo […] nada


es posible precisar, ya que su naturaleza quitinosa y dura [la
del tegumento de los capuchones ninfales], les permite resistir
sin alterarse durante mucho tiempo».
Y, basándose en la duración del ciclo de las especies implicadas
y los criterios ampliamente aceptados del mismo Balthazard,
concluye, al contrario que Maestre que la muerte debió de
ocurrir entre noviembre y marzo.9

El estudio finaliza con dos Conclusiones:

1. Los restos de Ophyra no adheridos a los huesos no prueban la


putrefacción in situ, sino que son más bien los adheridos a ellos los
que podrían indicar lo contrario: un traslado de los restos desde el
lugar de su putrefacción a los terrenos en que aparecieron:

… y aunque hubiese algunos [fragmentos de cutícula]sueltos en la


tierra que rodeaba a los huesos nada probaría en contra de la tesis
del traslado , pues bien pudieron desprenderse algunas al caer los
huesos con la tierra que les rodeaba en el terreno de vertedero donde
han sido encontrados .

2. Si la descomposición hubiera ocurrido in situ y los cuerpos re-


sultara sepultados a tan solo 50 cm de profundidad, como se
hallaron, «la no existencia de dípteros del primer grupo (Calliphora,
Lucilia, Curtoneura, etc.) prueba que la muerte no ocurrió durante
la estación calurosa sino en el periodo de noviembre a marzo, o
sea en la época más fría del año en que no vuelan tales dípteros»

Comentario al informe.—En nuestra opinión el carácter científico


del informe viene avalado por varios detalles: 1. la especificidad de
la bibliografía consultada para la identificación de las muestras de
dípteros, así como el conocimiento de la existencia de lagunas biblio-
gráficas para el caso de los ácaros; 2. la caracterización de las muestras

9. El comentario de Balthazard utilizado por los doctores, no es válido en este caso


pues se refiere solo a la descomposición de restos al aire libre, no sepultados como
se suponía que habían estado estos.
332 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

se realiza desde cero, partiendo de su identificación y no basada en


presupuestos obtenidos de tratados especializados en Entomología
forense: se recurre a ellos con posterioridad como medio de confirma-
ción de los resultados propios; 3. la fiabilidad de las identificaciones
atendiendo a los caracteres taxonómicos utilizados y su comparación
con material de referencia; 4. coherencia y conocimiento de la materia
demostrados en la argumentación sobre el relativo valor del tamaño de
los «cascarones» ninfales como carácter decisivo para decidir, en casos
dudosos, la identidad de las especies, precisamente el punto clave en
el razonamiento de los doctores para la identificación específica; 5. la
profunda y experta lectura de los textos de Mégnin y Balthazard, que
conducen a conclusiones contrarias a las obtenidas por la Comisión
(Fig. 10); 6. en un comentario de gran interés científico que les identifica
como taxónomos, se aventura la idea de que las especies O. anthrax y O.
cadaverina, bien pudieran tratarse de una sola o bien de que anthrax,
sustituyera a la anterior en nuestro país en la fauna de cadáveres,
sinonimia que fue demostrada posteriormente (Pont & Matile, 1980).

Fig. 10. Anotaciones manuscritas de C. Bolívar en su estudio (ACN doc. 21).


DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 333

Conclusión

Como bien opinaron ambos equipos, médicos y entomólogos, eran mu-


chas las dificultades que se presentaban para la resolución del caso: largo
tiempo transcurrido desde las muertes, restos sueltos y huesos práctica-
mente limpios, excesiva y descuidada manipulación de los materiales…
Y precisamente por ello, las pocas pruebas existentes habían de
ser prudentemente tratadas como «negativas», en el sentido de des-
cartar posibilidades, más que como «afirmativas», en apoyo de otras.
Esta actitud parece ser la adoptada por los entomólogos, al menos
en parte, frente a las muchas y seguras conclusiones ofrecidas por la
Comisión médica. Sea como sea, no deja de asombrar la contundencia
de las afirmaciones de muchos de los llamados a dictaminar en el
caso, ni la arrogancia de ambos contendientes en su particular debate.
Frente a esa actitud se expresan los profesionales actuales de Ento-
mología forense al referirse a la información aportada por los insectos
que acuden al cadáver, las escuadrillas de la muerte definidas por
Mégnin: «Según el autor, estas escuadras son atraídas de una forma
selectiva y con un orden preciso: tan preciso que una determinada
población de insectos sobre el cadáver indica el tiempo transcurrido
desde el fallecimiento. Estudios posteriores han demostrado que esto
no es ni mucho menos tan exacto como pensaba Mégnin y los primeros
estudiosos del tema». Y continúa más adelante «El problema de la
determinación del tiempo transcurrido desde la muerte es complejo
y debe ser tratado con mucha cautela, pues existen con frecuencia
muchos factores desconocidos, que hacen difícil llegar a unas con-
clusiones definitivas» (Magaña, 2001).
Sería interesante conocer el tratamiento que darían a este asunto
los especialistas de hoy en esta difícil especialidad y las conclusiones
que obtendrían de su estudio.
El hallazgo de los huesos aparecidos en los desmontes de Cea
Bermúdez quedó sin resolver —los restos fueron incluidos en el Re-
gistro como pertenecientes a personas desconocidas— al igual que
no lo había sido antes el caso de las niñas desaparecidas. Pero nos
cabe la posibilidad de sacar de ambos una moraleja: de cómo —y
sobre todo de porqué— partiendo de elementos de juicio escasos y
fuentes de información pobres puede a veces obtenerse conclusiones
considerablemente alejadas e incluso contradictorias.
334 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

Agradecimientos

Agradecemos al personal del Archivo del MNCN su ayuda y buena


disposición de siempre. El trabajo se ha desarrollado gracias a la
financiación del Proyecto del Plan Nacional ref. HAR2011-28621.

Bibliografía

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vérica en la provincia de Cádiz» (S. de España): Ciencia Forense, 8: 83-106.

PRENSA: Se han consultado las siguientes publicaciones:


– ABC
– Alrededor del mundo (Madrid)
– El Debate
– El Imparcial
– El Imparcial
– El Sol
– España Médica
– Estampa
– Gaceta jurídica de guerra y marina
– Heraldo de Madrid
– La Constancia
– La Correspondencia Militar
– La Correspondencia militar
– La Época
– La Libertad
– La Unión Ilustrada
– La Vanguardia
– La Voz
– Siglo Futuro

DOCUMENTACIÓN DE ARCHIVO.—Expediente sobre el caso del hallazgo


de los restos de tres niñas en la calle Cea Bermúdez y discrepancias
surgidas entre C. Bolívar, nombrado para dictaminar sobre aspectos
entomológicos, y Tomás Maestre, miembro de la Comisión Médicolegal.
336 ISABEL IZQUIERDO MOYA & CAROLINA MARTÍN ALBALADEJO

(02/05/1928-10/10/1928). Archivo del Museo Nacional de Ciencias


Naturales (MNCN). Sign. ACN0290-020. Descripción, fecha y signatura
concreta de los documentos incluidos en el expediente:

1. Notas (s/f) de trabajo de Cándido Bolívar sobre la obra Fauna


de los cadáveres (Mégnin, 1894) ACN0290/020/21.
2. Informe «La data de la muerte de los tres párvulos a que per-
tenecieron los tres incompletos esqueletos hallados enterrados
enlas arenas de los desmontes de la calle Cea Bermúdez» (27
de marzo) ACN0290/020/11.
3. Informe «Conclusiones definitivas del informe médico-legal
de la Comisión de doctores respecto de los huesos hallados
en los desmontes de la calle Cea Bermúdez» (25 de abril)
ACN0290/020/12.
4. Recorte de prensa, La Voz s/f. «Comentarios de un natura-
lista al informe médico. Los famosos ácaros» (28 de abril)
ACN0290/020/04
5. Recorte de prensa, La Voz s/f. «Los famosos huesos. Algunas
aclaraciones al reciente informe del Dr. Maestre. Comentarios de
Bolívar a informes de Maestre» (24 de mayo) ACN0290/020/07
6. Texto para artículo de prensa, s/f. «El asunto de las niñas des-
aparecidas» [dos borradores. Publicado en el periódico La Voz]
(24 de mayo) ACN0290/020/03
7. Recorte de prensa. La Voz s/f. «Los famosos huesos. En torno
a los ácaros. Respuesta del Sr. Maestre al Sr. Bolívar» (26 de
mayo) ACN0290/020/08
8. Recorte de prensa. El Heraldo s/f. «El hallazgo de huesos en la
calle Cea Bermúdez. El catedrático de Entomología, Sr. Bolívar,
requiere al Dr. Maestre públicamente para que conteste a varios
extremos» (30 de mayo) ACN0290/020/05
9. Recorte de prensa. El Sol s/f. «El hallazgo de restos humanos.
El catedrático Sr. Bolívar contesta al doctor Maestre» (30 de
mayo) ACN0290/020/06
10. Carta personal (copia) a T. Maestre (firma ilegible) (30 de mayo)
ACN0290/020/01
11. Notificación del juez Fernández de Quirós a C. Bolívar enviando
copia de dos informes de T. Maestre (1 de junio) ACN0290/020/09
DEBATE EN TORNO A UNAS MOSCAS O DE CÓMO LA CIENCIA… 337

12. Notificación del juez .Fernández de Quirós a I. Bolívar, direc-


tor del Museo Nacional de Ciencias Naturales, solicitando el
dictamen de los entomólogos (14 de junio) ACN0290/020/10
13. Notificación del juez Fernández de Quirós a C. Bolívar en la
solicita «le ilustre» en el sumario. Adjunta oficio al Director del
Museo remitiendo las copias [de los informes] ya entregadas a
C. Bolívar en mano (14 de junio) ACN0290/020/13
14. Copia de la respuesta de I. Bolívar al oficio del Juez informando
de la designación de C. Bolívar y J. Gil Collado para que dictami-
nen en el sumario de referencia (15 de junio) ACN0290/020/14
15. Notificación del juez Fernández de Quirós a C. Bolívar lamen-
tando no poder enviar «la copia» que le solicitó (19 de junio)
ACN0290/020/15
16. Carta personal de C. Bolívar al juez Fernández de Quirós (s/f)
(20? de junio) ACN0290/020/02
17. Notificación del juez Fernández de Quirós a C. Bolívar so-
bre el apercibimiento ya oficiado a T. Maestre (20 de junio)
ACN0290/020/16
18. Notificación del juez Fernández de Quirós a I. Bolívar citando
oficialmente a los peritos entomólogos para recoger los ele-
mentos (25 de junio) ACN0290/020/17
19. Acta de la entrega de los elementos para la investigación
de los dos peritos. Incluye relación de piezas (26 de junio)
ACN0290/020/17
20. Notificación del juez Fernández de Quirós a C. Bolívar rogando
retrase la entrega del informe (18 de julio) ACN0290/020/19
21. «Informe de los peritos entomólogos sobre los restos encontrados
en la calle de Cea Bermúdez» (10 de octubre) ACN0290/020/20
22. Fragmento de un borrador s/f del «Informe de los peritos
entomólogos sobre los restos encontrados en la calle de Cea
Bermúdez» (10 de octubre) ACN0290/020/22
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS
DE LAS CRUZIANAS

CARLOS MARTIN ESCORZA


MUSEO NACIONAL DE CIENCIAS NATURALES. CSIC. MADRID

Introducción

Eduardo Hernández-Pacheco y Estevan (en adelante EH-P) nació en


Madrid y murió en Alcuéscar (Cáceres) donde pasó los últimos años
rodeado de un ambiente en el que desde niño ya se compenetró.
De allí eran sus ascendientes y allí volvía con frecuencia tanto para
atender la hacienda familiar como para preparar oposiciones, o para
descansar, o para recorrer sus campos y sierras, absorbiendo para sí
esos parajes extremeños que trató de conocer a fondo y que fueron
su manantial de fuerza. EH-P es un personaje difícil de conocer y
bastan dos pinceladas para mostrarlo: su familia deseaba que hubiera
continuado la tradición familiar siguiendo una carrera militar cómo lo
habían hecho su padre y su abuelo (Lozano, 2004) pero no, él quería
saber y conocer lo más posible de lo que le rodeaba y ningún obstáculo
se lo impediría; y otro dato que invita a reflexiones varias es que
vivió más de noventa años, pasando por monarquías, la República,
la Guerra Civil, parte de la Dictadura, y en todos los casos sobrevivió
erguido y desarrollando una gran actividad comprometida. Así que,
teniendo en cuenta todo ello bien se puede suponer que no es nada
fácil penetrar en su personalidad y dudo que algún día pueda alguien
llegar a desvelarla. Tampoco vamos a ser nosotros los encargados de
ello, pero dado que dejó un amplio y variado reguero de publicaciones
acerca de la naturaleza de las cosas, quizás una manera de acercarse a
él sea siguiendo ese rastro para observar indicios que ayuden a cono-
cerlo siquiera un poco más. Y dada esa diversidad debemos centrar el
análisis en solo algún elemento y de entre los posibles he seleccionado
el que me parece significativo porque de él se ocupo durante largo
tiempo, dicho tema es el de las estructuras fósiles conocidas como
340 CARLOS MARTIN ESCORZA

Cruzianas; quizás poco conocido por ser un asunto casi lateral de


entre sus contribuciones, la mayoría de ellas mucho más extensas y
quizás importantes.
Algunos autores de principios del siglo xix hallaron en Europa es-
tructuras fósiles que denominaban Bilobites por su aspecto bilobulado
(Dekay, 1824), encontradas también en las sierras andinas por d’Orbigny,1
comisionado por la Sociedad Geográfica de Francia para recorrer las
tierras suramericanas durante los años 1826 a 1834. Durante su periplo
hizo amistad con el entonces Presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz
y Calahumana (La Paz, 1792-Beauvoir, Francia, 1865) por lo que decidió
denominar a estos hallazgos fósiles como Cruzianas, (Prado,
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1864; Sei-
lacher, 1970) en reconocimiento a la labor que dicho militar y estadista
hizo durante 1836-1839 al frente de la Confederación Perú-Boliviana.2
¿Qué significaban las Cruzianas? Su aspecto mantenía la confusión
entre los que las encontraban. Aparecían en las capas sobresaliendo
de ellas como pequeñas esculturas con formas complejas, anasto-
mosadas, retorcidas, pero en ocasiones también aisladas; algunas
con escaso desarrollo longitudinal y otras formando una estructura
prolongada durante metros a lo largo de la superficie del estrato.
Todas ellas se habían observado en relación con las capas de cuarcitas
situadas por encima de los estratos del Cámbrico y debajo de los del
Carbonífero. Se habían hallado en América y en Europa, y también
en la Península Ibérica donde se citaron en diferentes puntos de las
cordilleras y sierras (Ibérica, Central., Pirineos, Cantábrica, Morena,..)
por lo que el tema mostraba interés para muchos paleontólogos y
geólogos ya que su presencia señalaba unos límites a la edad de las
capas que las contenían, además de que posibilitaban considerar a las
inferiores como cámbricas, asunto muy importante para la verificación
de otras cuestiones relacionadas con la minería que entonces se estaba
desarrollando intensamente en todos los países. En España las

1. Alcide Dessalines d’Orbigny, francés, (1802 -1857). A su regreso de América publicó


sus anotaciones en diez volúmenes con el título Voyage dans l’Amerique Meridionale.
2. El general o mariscal Santa Cruz tuvo el apoyo francés en sus tareas políticas y también
tuvo enemigos que afilaron sus aristas hasta conseguir derrocarle y forzar su exilio a Fran-
cia en donde se instaló, aunque en 1855 la situación propició su vuelta a América, pero a
Argentina desde donde intrigó hasta que definitivamente fue de nuevo enviado a Francia
donde tomó acomodo en Versalles. Casi cien años después de su muerte Bolivia recuperó
sus restos que fueron trasladados con honor a la catedral de La Paz donde reposan .
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 341

exploraciones mineras fueron desarrolladas a través de la Comisión


del Mapa Geológico la cual estableció los procedimientos generales
para hacer esos estudios sobre el terreno dictaminando que los ing-
enieros de Minas consideraran como pertenecientes a las capas de la
«fauna primordial» a las inferiores de las cuarcitas con Bilobites, las
cuales se considerarían como la base del Siluriano (Cortázar, 1885).
Pero además de la utilidad que en la minería y en la cartografía
geológica suponía la presencia de capas con Cruzianas, para los estu-
diosos de las mismas se mostraban como un objetivo de investigación
para alcanzar respuesta a su génesis y significado. Para los geólogos
estadounidenses por ejemplo representaban restos vegetales, y en
Europa los autores se dividían en otras opiniones. Dos hipótesis
fueron las mayoritarias que englobaron a la mayor parte de los in-
vestigadores: o estos fósiles provenían de vegetales, o eran debidas a
las huellas dejadas por animales. Aunque también hubo una opinión
minoritaria que los atribuyó a un origen mecánico.
Desde 1852 el Marqués de Saporta era el que se consideró como
líder de los que abogaban por un origen vegetal., en concreto de-
bido a la acumulación de restos de algas en el fondo de los océanos;
apoyado, entre otros, por el geólogo portugués Nery Delgado quien
desde 1876 argumentaba que no podían ser pistas de animales pues
no se había hallado en los estratos que contenían Cruzianas el menor
vestigio o indicio de ellos.3 La idea fue llevada todavía más lejos por
Saporta y Marion quienes llegaron a la conclusión que los Bilobites
eran algas fosilizadas a partir de tipos parecidos a las sifonáceas de
los mares actuales, lo cual dio fuerzas a Ney Delgado4 para que en
1887 reafirmara su posición respecto al tema en una buena edición
en 1886 (Carrington da Costa, 1935).
En el lado opuesto, el más genuino abanderado era A. Nathorst,
de Estocolmo, quien supuso siempre que dichas estructuras fósiles
representaban las pistas bilobuladas dejadas en el fango por el paso

3. Hay que anotar que los defensores de un origen vegetal se referían con ello exclu-
sivamente a las estructuras bilobuladas, pues para otras estructuras fósiles que les
acompañaban, Scolithus, Tigillites, etc. todos estaban de acuerdo en que eran debidas
a anélidos arenícolas y que eran tubos hechos por ello durante sus desplazamientos
en lodos y arenas y que luego fueron rellenado por sedimentos finos dándose así las
condiciones iniciales básicas para poder fosilizar posteriormente.
4. Elvas, 1835-Figuerira da Foz, 1908
342 CARLOS MARTIN ESCORZA

de animales, pues nunca se veían en la superficie de los estratos el


menor vestigio de restos orgánicos estrictos, opinando además que
esos animales serían Trilobites.

Figura 1.-La fotografía más conocida de Eduardo Hernández-Pacheco... con su pipa.

Las mimbres del cesto

EH-P había finalizado sus estudios universitarios en Madrid en 1894,


pasando a ejercer de profesor en los Institutos de Cáceres y Valladolid
donde dejó demostrada su vocación didáctica. En 1899 obtiene por
oposición la cátedra de Historia Natural en el Instituto de Segunda
Enseñanza de Córdoba a donde se traslada. En 1901 inicia una nueva
proyección de su inquietud didáctica publicando durante dos años
colaboraciones sobre diversos temas de la tierra de sus ancestros en
la Revista de Extremadura. En ella plasma un compendio de sus rasgos
naturales, sobre todo de los referentes a la Geología, y en uno de esos
artículos se refiere a que en las capas de cuarcitas de las «montañas
silúricas» se encuentran impresiones fósiles sobre «cuya significación
se promovieron acaloradas discusiones entre los paleontólogos emi-
nentes, el conde de Saporta y el no menos célebre geólogo, el profesor
Nathorst» (Hernández-Pacheco, 1902). Dichas impresiones fósiles eran
las Cruzianas y las discusiones a que hacía referencia eran las que ya
se han expuesto: que Saporta sostenía desde 1881 que eran debidas
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 343

a la fosilización de algas, mientras que desde 1885 Nathorst defendía


para ellas un origen animal debidas a la fosilización de pistas o huellas
dejadas por trilobites. En ese mismo artículo no resiste aportar su
contribución a la discusión manifestando la dificultad para interpretar
como huellas de gusanos las que de ese mismo tipo él mismo había
visto en el Museo de Historia Natural de Madrid. Aunque enseguida
trata de distanciarse de cualquier posible polémica añadiendo casi a
continuación: «sea de esto lo que quiera y trátese de impresiones de
plantas o de gusanos..» (op. cit.).

Figura 2.-Dibujo publicado por Prado (1864) en su lámina I, del ejemplar de


Cruziana Bronni hallado por él en la Puebla de la Mujer Muerta (Cordillera
Central., Madrid).

Pero esta actitud neutral la mantiene durante poco tiempo pues en


sus recorridos por las tierras próximas a Alcuéscar él mismo encontró
dichos fósiles en las sierras constituidas por capas silúricas; fósiles
que se presentaban en suficiente cantidad como para permitirle hacer
diversas observaciones producto de las cuales publica un estudio en el
que da su «modesta opinión». En el conjunto de sus hallazgos diferen-
cia dos grupos de fósiles: el de las Cruzianas que se presentan como
bajorrelieves en las caras inferiores de los estratos sin atravesar a los
mismos; y los moldes cilíndricos que atraviesan perpendicularmente
a las capas (Scolithus, en su mayoría). Para el caso del primer grupo
«suponemos corresponden a moldes de algas» (Hernández-Pacheco,
1908), apoyando así la idea que mantenía Delgado (en: op. cit., p. 80)
344 CARLOS MARTIN ESCORZA

de que estas algas estarían en el fondo del mar ocupando amplias


extensiones con sus talos entretejidos y cruzados unos con otros
según la misma disposición, de tal modo que en el suelo arcilloso
sobre el que vivían quedó marcada la ornamentación y relieve de la
cara inferior del vegetal., mientras que de la superior no queda señal
pues el sedimento arenáceo que se depositaría encima lo destruyó.
Después, en el proceso de fosilización del conjunto queda el con-
tra molde de arena transformada en cuarcita que ahora vemos en
la superficie inferior del estrato. Aunque esta opinión es matizada
por EH-P: «Creemos que no hace falta admitir este modo especial
de vegetar los Bilobites, que, según nuestra modesta opinión, nada
abona; la irregularidad y entrecruzamiento conque (sic) se presentan
los ejemplares indican, a nuestro juicio, más que la posición in situ
de las algas, acumulaciones irregulares de plantas que el oleaje y la
marea depositó en la playa. Parece, por otra parte, poco natural que
plantas adheridas por una de sus caras al suelo presentasen en ella
la delicadez de ornamentación que a veces muestran los ejemplares
de algunas Cruzianas». El depósito en las playas se habría producido
por las mareas y oleaje que afectando a los «bajos fondos costeros»
las habría desarraigado arrojándolas «a las playas y marismas en
revuelta confusión y mezclados, con frecuencia, especies y géneros
diferentes» (op. cit. p.81).
EH-P sigue imaginando lo que pudo suceder entonces explorando
las circunstancias de los acontecimientos para explicar la variedad
en el tamaño y en las formas dentro de las Cruzianas: «dentro de la
constancia en los caracteres principales, tienen suma variedad de
detalles por lo que se refiere, por ejemplo, al tamaño, o a la mayor o
menor depresión del surco central., a lo más o menos oblicuo de las
estrías y relieves, y en general a caracteres que más que específicos,
son, en nuestra modesta opinión, debidos, en muchos casos, al grado
de presión que experimentó el alga al fosilizarse o distinto estado
de perfección con que se verificó el moldeado, o el diverso grado de
desarrollo y crecimiento del vegetal., pues es el caso que se pasa de
unas formas a otras por tránsitos insensibles» (Hernández-Pacheco,
1908, p. 82).
Del conjunto del texto me llaman la atención dos expresiones: la
mención con que por dos veces se refiere a Nery Delgado como «ilustre
geólogo portugués», que refleja su admiración hacia él; y el hecho de
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 345

que hasta por cuatro veces utilice una misma frase: «nuestra modesta
opinión» para eso, expresar su opinión sobre algún punto.
Sólo dos años después de la publicación de este artículo, en sep-
tiembre de 1910, obtiene la cátedra de Geología, Geognóstica y Estrati-
grafía de la Universidad Central., una aspiración casi inimaginable.
Tenía 38 años y con toda esa satisfacción y responsabilidad se traslada
de inmediato a vivir a Madrid. Casi nada más establecerse, en abril de
1911, y durante cinco días hace una exploración geológica a pie desde
Toledo hasta Urda al sur, en la que le acompañaron sus alumnos Ismael
del Pan, Bartolomé Darder y Pedro Crespo. En una descripción prelimi-
nar de este viaje menciona que en el castillo de Las Guadalerzas ha
descubierto un nuevo yacimiento con abundantes «algas silúricas y de
gusanos arenícolas» refiriéndose con ello a las Cruzíanas y Scolithus
(Hernández-Pacheco, 1911). En el desarrollo total de las observaciones
de esta exploración (Hernández-Pacheco, 1912) menciona además de
ese yacimiento el también nuevo de el Puerto de Los Yébenes. Para las
Cruzianas no menciona expresamente su carácter como alga pero lo
hace implícitamente al hablar de la C. furcífera que identificó en Las
Guadalerzas y que «parece corresponder a la zona media del talo»...se
entiende que de un alga (op. cit. p. 31). En este yacimiento encuentra
una nueva forma «dentro del complejo y problemático (en cuanto a
su significación y origen) grupo de los bilobites» que son los Vexillum
para los que reconoce como «los fósiles en los que se aprecia con
mayor dificultad su significación vegetal» y para los que dice: «pare-
cen corresponder a algas de talo laminar muy extenso y arrollado, en
forma de largo e irregular cucurucho cuyas vueltas no estuvieran en
contacto unas con otras; estarían fijas al fondo por su extremo cónico
y a causa de su débil resistencia, no permanecerían erguidos, sino más
o menos caídos hacia los lados, formando acumulaciones y afectando
formas y aspectos muy variables» (op. cit., p. 31).
Así pues, además de quedar constancia de que mantiene su opinión
acerca del significado como vegetales de las Cruzianas, añade a ese
origen también a los Vexillum. En cuanto a ese intento de conocer
mejor a EH-P debemos hacer notar que esta vez no dice ni una sola
vez que esa o cualquiera de las otras opiniones que enuncia «sea
modesta». Sabe que estas cuestiones son las que entonces estaban
siendo «más discutidas, y que más polémicas han originado entre los
paleontólogos» pero ya se considera con capacidad para participar
346 CARLOS MARTIN ESCORZA

en ellas, lo cual acentúa todavía cuando respecto a las opiniones que


las estructuras de los Vexillum eran debidas a remolinos de las aguas
turbulentas, dice: «opinión que no parece aceptable, en nuestro juicio,
teniendo en cuenta la forma constante de los moldes y presentar la
superficie de las vueltas perfectamente lisas» lo cual refuerza su
hipótesis de origen vegetal pues interpreta que habría «una lámina
separadora entre ambas superficies, láminas correspondientes al alga,
y que después desapareció» (op.cit., p. 32).
El tono académico que, lógicamente, va tomando EH-P en sus es-
critos empapa todas sus frases, pero todavía deja un rastro siquiera
puntual de su visión lúdica de la vida y de lo que parece ser la eviden-
cia de un carácter complejo en el que el sentido del humor o sencillez
no están aún oscurecidos, y con ello me refiero a la utilización del
ejemplo que nos dejó para describir la estructura de los Vexillum, que
hoy lo haríamos utilizando frases como «un modelo helicoidal o de
doble helicoide» pero que no me parece que sea más exacta que la del
objeto que menciona EH-P: ¡la de un cucurucho!
En plena Gran Guerra y por tanto a pesar de las «críticas circuns-
tancias» como señala I. Bolivar en el Prólogo de su primera edición
en 1917 se logró sacar a luz un libro sobre Historia Natural en el
que participaron tres autores, juntos pero no revueltos pues cada
uno firmó por separado su capítulo, que trataba sobre la gea, fauna
y flora. Es un libro de carácter general para interesados y alumnos y
desde luego con riguroso nivel. El primer capítulo está dedicado a la
Geología y lo firma EH-P. En la segunda edición «corregida y aumen-
tada» dice: «entre los fósiles deben incluirse también las huellas de
los animales sobre el barro blando, como en el caso de los llamados
Bilobites, considerados como huella del paso de diversos animales en
las playas.» (Hernández-Pacheco, 1919).
Sorprendentes palabras que rompen y rasgan todo el trayecto de
diez años en que él mismo había dicho que eran consecuencia de la
fosilización de algas. Ninguna justificación o aclaración: su opinión
había mudado 180º, así de sencillo. El libro tuvo al menos dos edi-
ciones por lo que debió tener cierta difusión, pero el hecho de que el
objetivo del libro fuera el de ser texto para estudiosos y estudiantes
pudo hacer pasar desapercibido el cambio de opinión de EH-P para
el conjunto de los investigadores que en España y otros países se
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 347

dedicaban al tema específico de los Bilobites. Tampoco lo fue el ya


más sutil de que EH-P ya no utilizara la nomenclatura de Cruzianas.
Pasada la Gran Guerra, los Congresos Geológicos Internacionales
que se habían celebrado cada cuatro años no habían alcanzado el nivel
de participación que merecían pues las heridas entre las naciones
todavía no habían cicatrizado y los recuerdos aún estaban muy vivos.
Así que, cuando en 1922 España recibió el encargo de organizar en
1926 la XIV sesión del Congreso Internacional de Geología se desata-
ron los entusiasmos pues confluían en ello circunstancias políticas y
económicas muy favorables que hicieron prever un clamoroso éxito
de inscripciones internacionales, como así sucedió.
En España, para la preparación de dicho Congreso, participaron
universitarios e ingenieros de minas tanto en las Comisiones de ela-
boración de la organización como en la preparación de las Guías de las
Excursiones que se promovieron por diversas partes de la península y
de las islas tanto Baleares como Canarias. EH-P participó activamente
en todo ello y él mismo se encargó de —o participó— en tres de esas
Guías de Excursiones, dos de ellas hacia Sierra Morena y otra al sur
de Madrid.
En la Guía de la Excursión a Sierra Morena (Hernández-Pacheco,
1926) vuelve a encontrase con sus viejos fósiles ya conocidos: las
Cruzianas y los Scolithus, ambos también presentes en gran abun-
dancia en las capas de cuarcitas del Ordovícico de dicha sierra. Y de
nuevo se enfrenta a tener que dar una interpretación, pero a diferencia
de las otras ocasiones, esta vez la audiencia que va estar presente
está constituida por especialistas internacionales. No puedo conocer
exactamente cuál fue su actitud ante el reto, desde luego puedo imag-
inármelo, pero lo más probable es que no atine en mi opinión. Veamos
con sus mismas palabras que es lo que sucedió en definitiva: «Aunque
la roca dominante (en el Silúrico) es la cuarcita, se intercalan a veces
bancos de conglomerados de cemento silíceo y areniscas micáceas
y algunos delgados lechos de pizarras arcillosas, en cuyo contacto
con los bancos de cuarcitas aparecen los fósiles característicos de
este nivel, constituidos por huellas y moldes de diversos organis-
mos litorales de significación, por lo general dudosa y discutida su
inclusión en la Sistemática, pero que caracterizan muy bien al nivel
estratigráfico.» (Hernández-Pacheco, 1926, p. 69).
348 CARLOS MARTIN ESCORZA

Sí, es todo un párrafo en el que me parece que cada coma y palabra


están colocadas con reflexión e intención casi matemática y en el que
se dicen cosas sin definir nada: un ejercicio para salir del compromiso,
resuelto con la pulcritud propia de su autor. En el caso de la Guía
en la que participó para la descripción geológica del desfiladero de
Despeñaperros (Hernández-Pacheco y Puig de la Bellacasa, 1926),
tampoco hace mención especial acerca de este tema solo dice donde
se hallan los yacimientos de estos fósiles.
El Congreso fue todo un éxito, las excursiones organizadas hicieron
las delicias de los numerosos asistentes y sirvieron para mostrar a los
geólogos y geólogas de todo el mundo las enormes posibilidades de
estudio y de la gran diversidad con que se presentan en España, tanto
en la peninsular como la insular, los diferentes terrenos perteneci-
entes al espectro de épocas en que afloran en nuestro país. Y como
consecuencia de todo ello, bien pronto se produjo una verdadera
invasión de investigadores extranjeros para hacer estudios lo cual
produjo un considerable avance al grado del conocimiento geológico
y paleontológico de España.
La Institución Gallach de Barcelona se propuso en esos años un
ambicioso plan editorial en el que mostrar el estado de la cuestión
sobre diversos temas. Uno de ellos fue el de la Historia Natural y
para ello quiso contar con la colaboración de un importante panel
de autores entre los que se encontraba EH-P que trataría el tema de
Geología Histórica y Paleontología. Según reza el mismo libro se fi-
nalizó de imprimir el 17 de agosto de 1927, y viendo el esfuerzo
editorial con que se elaboró el proyecto cabe argumentar que los
autores debieron entregar los originales algunos meses antes, quizás
incluso a finales de 1926, en todo caso en semanas seguramente pos-
teriores pero cercanas a las que los autores de las Guías al Congreso
de 1926 deberían enviar sus manuscritos. Pues bien, me detengo
en esta cuestión de fechas porque en su colaboración en el tomo de
Gallach nos encontramos con que en el apartado de Los arenicolites y
los bilobites fósiles nuestro autor dice sobre ellos que son «pistas de
gusanos» (Hernández-Pacheco, 1927b: 480) insistiendo aun más en
ello en el pie de figura que muestra la fotografía del ejemplar bajo el
titular «Placa con huellas de gusanos» mostrando un fragmento de
capa de cuarcita procedente de la cumbre de la Peña de Francia con
Cruziana, además de Fraena y Scolitus.
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 349

Figura 3.-Es copia de la fotografía deHernández Pacheco de la «placa


con huellas de gusanos” recogida en «la cumbre de la Peña de Francia”. En:
Hernández-Pacheco (1927b: 480).

Cuando tenía sesenta años realiza una síntesis general de la geolo-


gía de España que publica en 1932 en un volumen con cuatrocientas
páginas. Dentro de todo el conjunto de temas que trata destina un
párrafo para hablar de estos fósiles: «las cuarcitas de Cruzianas y
Scolithus del Ordovícico de Sierra Morena y de Extremadura y Por-
tugal contienen numerosas huellas de gusanos arenícolas y de otros
organismos de playa, y además, la gran potencia de conglomerados
indica el batir del oleaje contra la costa» (Hernández-Pacheco, 1932).
Y después vino la Expedición a Ifni en 1934, y después la Guerra
Civil, y la Expedición al Sáhara en 1941, y la II Guerra Mundial., y EH-P
sobrevive a todo ello con, o debido a, la fortaleza que tiene y sin duda
que acompañado de la suerte.
Y de nuevo nos deja su versión del fenómeno de estos fósiles con
las siguientes palabras: «Bilobites, del Silúrico, que solo consisten en
las señales que ciertos organismos dejaron en las arenas de las playas
de aquellos antiguos mares, hoy convertidos en las duras cuarcitas
del oeste de España» (Hernández-Pacheco, 1947a).
En 1947 el Instituto Gallach reedita aquel ambicioso proyecto edito-
rial de hace veinte años y de nuevo llama a EH-P para colaborar en los
capítulos de Paleontología y Geología Histórica. En el primero y bajo
350 CARLOS MARTIN ESCORZA

el epígrafe Los gusanos fósiles incluye en ellos a los arenicolites y a


los bilobites, y de estos últimos dice que «A los bilobites corresponden
las cruzianas de las cuarcitas del Silúrico inferior, que aparecen como
largos moldes en relieve…» (Hernández-Pacheco, 1947a: 370-371),
donde no habría mención a su origen si no fuera porque los incluye
bajo dicho epígrafe, que quizás consideró innecesario hacer pues ya
unas páginas antes sí que lo explicita «… Bilobites del Silúrico, que
solo consisten en las señales que ciertos organismos dejaron en las
arenas de las playas de aquellos antiguos mares, arenas hoy converti-
das en las duras cuarcitas del oeste de España.» (op. cit.: 342). Párrafo
en el que destaca ese solo que me parece elocuencia lo que pudiera
parafrasearse con lo de: al final solo se trataba de eso.
En la recién citada frase menciona como zona de presencia de estos
fósiles el «oeste de España» lo cual extraña pues con ello se olvida
de Las Guadalerzas, y vuelve a tener ese olvido después (Hernández-
Pacheco, 1947a: 371) al exponer los lugares haciendo mención a la Peña
de Francia, Las Villuercas y Sierra de Bussaco (Portugal), sin incluir a los
Montes de Toledo, Sierra Morena y a la sierra de Alcuéscar, áreas en las
que él mismo había descubierto y estudiado yacimientos de este tipo.
Para el mismo volumen del Instituto Gallach dedicado a la Historia
Natural se le encargó el capítulo de Geología Histórica y en el apartado
referente al Silúrico inferior menciona: «Las rocas que caracterizan
al Ordovícico son las cuarcitas con abundantes huellas de gusanos
y otros animales de playa (Bilobites, Scolithus, etc..).» (Hernández-
Pacheco, 1947b: 457).
Ya jubilado, Eduardo Hernández-Pacheco se retiró a vivir a Alcués-
car, su tierra sentida como ancestral., desde donde no para de escribir.
A los 79 años publica un artículo de síntesis paleogeográfica para el
Paleozoico de España donde de nuevo, y quizás ya por última vez, hace
mención a estos fósiles: «En amplios playazos arenáceos y fangosos,
que invadía la marea, los gusanos arenícolas, los crustáceos trilobites
y demás animales de la fauna costera, dejaban huella de su paso,
formándose de este modo las potentes capas de cuarcitas con moldes
de Cruzianas y de Scolithus o Foralites» (Hernández-Pacheco, 1951).
Se puede decir más alto, pero no más claro... ¡gracias por la lección
Don Eduardo!
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 351

El tejido del canasto

Lo que parecía en principio no ser más que una observación curiosa


de la paleontología de la sierra de al lado de su querido pueblo de
Alcuéscar, hemos visto como fue adquiriendo una magnitud y sobre
todo una perseverancia difícil de encontrar en un autor tan variado.
Entre 1902 a 1951, que son el primero y último año en los que hace
referencia al tema de las Cruzíanas, EH-P escribe en un total de 12
artículos o capítulos de libros con referencias en mayor o menor grado
de dedicación a dicho tema, es decir con un promedio de casi cada
cuatro años, a lo largo de cincuenta; es por tanto uno de sus temas
más recurrentes. Unas veces lo hizo por propia iniciativa y en otras
ocasiones las circunstancias le llevaron a ir a lugares donde esos
fósiles se pusieron en su camino.
Cuando escribió su primer artículo de información geológica gene-
ral él se encontraba de profesor en Cáceres y creo que uno de los artí-
culos de entre los que sacó referencias al respecto fuese el publicado
por Gredilla y Gauna en 1886 en los Anales de la Sociedad Española
de Historia Natural., de la que EH-P no se hizo socio hasta 1893, pero
pudo acceder a los números publicados ya sea en Madrid, en casa de
Macpherson a donde asistía a desarrollar sus investigaciones sobre
su tesis doctoral como el mismo nos lo relata (Hernández-Pacheco,
1927a), o quizás en el mismo Instituto de Cáceres. Tesis que estaba
basada en los estudios petrográficos y que pudo desarrollar con los
medios que poseía Macpherson. Así que se puede decir que EH-P iba
para la petrología, pero durante sus visitas a los terrenos de la Sierra
de Alcuéscar, las Cruzianas se cruzaron en su camino y a partir de
ese momento encontró la llave de una puerta de objetivos y estudios
que le llevaron hacia una de las áreas a las que dedicó mucha parte
de su esfuerzo: la paleontología.
De entre las opiniones que se manejaban sobre el origen de estos
fósiles, bien como debidos a las impresiones de algas, o como trazas
de animales, EH-P tomo partido, eso sí, variable según hemos ex-
puesto. Cabe plantearse acerca de por qué esa alineación tan rápida
y elocuente con aquellos que daban un origen vegetal., como acu-
mulación de algas, pero no será fácil hallar para ello una explicación
que además él no nos da. Pero, si se toma una cierta perspectiva de
sus escritos me atrevo a decir que pudo haber un doble motivo: el
352 CARLOS MARTIN ESCORZA

que los autores españoles que había consultado habían tomado ellos
mismos esa posición como Prado (1864)5 quien además decía que es
la hipótesis admitida por la generalidad, y es de suponer que también
leyó como ya hemos indicado a Gredilla y Gauna (1886) partidario
asimismo de su formación a partir de algas; y hay que sumar a ello
que ese era el criterio que había tomado y defendido, por siempre, el
colega portugués Nery Delgado, por quien no ocultó su admiración.
En las cuatro publicaciones de 1902, 1908, 1911 y 1912, EH-P dejó
dicho que las Cruzianas eran originadas por la fosilización de algas,
sin embargo, y sin dar ninguna explicación al respecto, en 1919 dice
que son debidas al paso de animales en las playas ¿Qué le hizo mudar
de opinión? No he encontrado ninguna «pista» al respecto. Es verdad
que el problema estaba en el ánimo de los investigadores que también
recorrían los terrenos como los ingenieros españoles Gil Maestre
(1880) y Cortázar (1891) quienes elaborando sus trabajos para la
Comisión del Mapa Geológico habían hallado estos fósiles, pero estos
habían guardado un prudente silencio sobre su significado y también
mostró esa compostura Douvillé (1911).
También resulta sorprendente otro cambio en la opinión de EH-P
detectado entre 1919 y 1926 año en que elabora las dos Guías para el
XIV Congreso Internacional a celebrar en el mes de mayo en Madrid y
en donde se posiciona ni a favor ni en contra de las dos hipótesis prin-
cipales que había sobre el origen de las Cruzianas: algas o animales.
Opta por la de mostrar la «significación dudosa» dejando a todos sin
apoyo expreso, de tal manera que encontró una nueva fórmula de
decir algo sin romper nada, incluso ni con las dos anteriores suyas.
El motivo para dar explicación a esa retro opinión no puede ser más
que especulativo pero es evidente que las Guías se iban a distribuir
entre los asistentes al Congreso que representaban a más de 45 países
y todos eran especialistas en diversos temas geológicos y cabe pensar
el reto que suponía para EH-P posicionarse cuando él mismo lo había

5. En sus referencias cita esta monografía de Prado (1864) pero de nuevo advertimos un
aspecto curioso de EH-P pues no tiene en cuenta el descubrimiento que este hizo en
los Montes de Toledo del primer fósil de la fauna «primordial» (del Cámbrico inferior)
en Los Cortijos de Malagón (de Prado, C., 1856, Mémoire sur la géologie d’Almaden
d’une parte de la Sierra Morena et des montagnes de Toléde;suivi d’une descripción des
fossiles qui s’y rencontrent: Bulletin de la Société Geologique de France, v. XII (1855), p.
3-24) donde menciona a los Bilobites y los considera de origen vegetal.
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 353

hecho en los dos extremos. Pero aún es más susceptible de sorpresa


su opinión que expone en 1927 cuando ya decididamente manifiesta
que son «pistas de gusanos». Un cambio que no pasó desapercibido a
Carrington da Costa (1935) quien, por supuesto sin reproche alguno,
refleja su estupefacción pues, sin conocer la de 1919, la supone ocur-
rida a solo un año de la neutra que dejó dicha durante el XIV Congreso.
Aunque no hay motivos para dar al Congreso el factor de peso que
pudiera haber hecho modificar su actitud, pues por ejemplo Hernán-
dez Sampelayo también asistente a él todavía en 1929 mantenía la un
origen desde la fosilización de algas para las Cruzíanas; y la Enciclo-
pedia Espasa, bajo la firma de Faura i Sans (1926) los Bilobites y los
Vexillum los encaja bajo las Talofitas, por lo que no hay un ambiente
generalizado que le pudiera haber influido. En todo caso, ya unos
meses antes del Congreso el mismo EH-P no debía estar seguro de su
antigua opinión aunque tampoco de la nueva, así que optó por la más
prudente y así no molestar a nadie, en todo caso: tendría ocasión de
matizar después todo aquello.
Su opinión de que las Cruzianas eran pistas de gusanos «y otros
organismos» de playa es la que mantendrá durante los siguientes
años: 1932, y 1947a y 1947b. Una interpretación que se acerca a la
de Nathorst allá por 1886. Pero finalmente, y también sin dejar de
sorprendernos por ello, EH-P ya en su último artículo referente al
tema, en 1951, cuando trata sobre este tema deja dicho eso de: son
producidos por «los gusanos arenícolas, los crustáceos trilobites…»
coincidiendo así plenamente con el que había sido durante más de
cuarenta años su oponente, Nathorst.
Los trabajos de EH-P sobre las Cruzianas es imposible decir que
nunca nadie los haya citado, Carrington da Costa lo hace justamente
casi para reprocharle su ambigüedad y su mudanza, y después he hal-
lado la referencia de Seilacher (1970) que solo recoge un lugar de sus
hallazgos y no lo cita correctamente en la bibliografía. Pero además: ¡es
que ni él mismo se menciona en sus posteriores artículos! Es como sí
quisiera distanciarse de todo ello, olvidar y contribuir a hacer olvidar
que alguna vez él había trabajado sobre esos fósiles. Todo lo cual me
parece injusto porque él descubrió nuevos lugares, clasificó, enseñó y
los divulgó durante años dándolos a conocer a generaciones de alum-
nos y lectores, y admiradores algunos de los cuales hemos descubierto
a veces solo por casualidad sus aportaciones y esfuerzos.
354 CARLOS MARTIN ESCORZA

Este es un caso muy particular en la amplia secuela de discusiones


en que EH-P participó, pero en este caso se puede decir que su principal
oponente fue él mismo que se contravino por dos veces y mantuvo dos
posturas bien distintas durante décadas, sin justificar o argumentar
sus mudanzas de opinión, e incluso optó por una tercera vía, la de
la neutralidad cuando lo consideró oportuno. A diferencia de lo que
ocurrió en otros temas en los que participó, como por ejemplo el del
torno del Tajo en Toledo sobre el que mantuvo una agria discusión con
su antiguo discípulo José Royo Gómez después de que este publicase
(Royo Gómez, 1929) el resultado de sus observaciones preparatorias
precisamente para una excursión del XIV Congreso,6 algunas frases mo-
lestaron a EH-P manteniendo una polémica que se mantuvo durante la
primavera de 1930, utilizando en ella palabras de socarronería rayando
en la acritud que hacen de ese episodio el más álgido de la ya entonces
deteriorada relación entre ambos antiguos amigos; el mismo EH-P debió
sentirse molesto de como se estaba desarrollando el asunto y acaba su
segunda intervención con la ya famosa frase de: «por mi parte, creo
que se debe ya dejar correr el Tajo y tratar de otro asunto» (Hernández-
Pacheco, 1930b). Y en efecto nunca más habló de ese tema: ¡nunca!

El fondo del cesto

Es difícil empatizar con otra persona tan longeva y ya de otra época,


y es casi imposible cuando se trata de una «múltiple personalidad»
(Vidal Box, 1966) que mostró tanta diversidad biográfica y de intereses
como es el caso de Eduardo Hernández-Pacheco. Así que decidir acerca
de los motivos que le indujeron a hacer, escribir tales o cuales cosas
puede resultar una pretensión vana, cuando no inútil, aunque no deja
de ser interesante intentarlo, y hacerlo sobre todo por lo que merece
don Eduardo, además surge intrigante leyendo el reguero de sus pub-
licaciones, que en definitiva es el material básico que se ha utilizado

6. No se llegó a celebrar ni a publicar como tal, pues puede que los tres encargados de
hacerlo, el citado Royo Gómez, Alfonso Rey Pastor y Joaquín Gómez de Llerena, parece
que no se pusieron de acuerdo o al menos no llegaron a hacerlo a tiempo para entrar
en el programa de ediciones de la Comisión encargada de editar las Guías, aunque los
tres lo hicieron a los pocos meses pero por separado
EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 355

aquí. Nos ha dejado suficientes «pistas» como para mantener activos


a muchos interesados en encontrar significados quizás allá donde no
los haya, pero en el camino quedar prendidos entre sus frases que
además aportan alguna aproximación para entender el conjunto de
las cosas y de la vida misma.
La continuidad en proseguir con los temas que iniciaba no era
una de sus características (Jordá Pardo, 1992); al contrario, pasaba
de unos a otros como nos ha dejado descrito Vidal Box (1966): «se
caracterizó por su tendencia a abrir brecha en una dirección de la
ciencia geológica, trabajar en él (sic) durante algún tiempo iniciando
a sus colaboradores en aquellas técnicas. Más tarde, y sin agotar ni
mucho menos aquel campo de acción, deja el camino libre e inaugura
una nueva etapa» (op. cit. p. 21).
Y así, en efecto, se refleja en el análisis de conjunto de las dis-
ciplinas que trató en su vida (Martín Escorza, 1988); en donde la
recurrencia en alguna, a veces buscada pero otras venida a él de
manera casual., como en el caso de las Cruzianas, tiene poco que ver
con los cambios de opinión que manifiesta acerca de su significado.
Al contrario, parece como si la persistencia en un quehacer o en una
hipótesis fuera una ruta prohibida y ya bastante hacía destinándole
su atención durante algún tiempo. Creo que al avanzar en sus conoci-
mientos fue modificando sus opiniones de las antiguas observaciones
y eso, bien normal en el proceso de la investigación, a él le molestaba
o perturbaba, como asimismo es habitual para quienes participan en
una investigación durante años y pudiendo llegar a ser muchos pues
ya produce inquietud, y EH-P fue longevo y pudo ser sensible a ello.
Finalmente debo decir que hay una cuestión que no he averiguado
y que, como casi todo lo aquí tratado, permanecerá en la duda; me
refiero a la llave, la palanca o la señal que a EH-P le llevó cambiar su
ruta inicial sobre su interpretación de las Cruzianas. Él tampoco lo
pone fácil, pues sus silencios o ausencias de referencias son murallas
casi infranqueables. Hay, sin embargo, un resquicio probable en el que
tomar aire y, en mi opinión, es que llegado un momento él mismo se
percató que el camino a través de las algas no le llevaba sino a una
cada vez mayor complejidad, construyendo un edificio cada vez más
elevado y complejo con pocas bases de apoyo. Don Eduardo puede
que fuera todo un carácter de difícil doma, pero poco espacio dejaba
para lo absurdo y en su inteligencia poco margen para lo imposible,
356 CARLOS MARTIN ESCORZA

así que es muy probable que fuera de nuevo él mismo quien llegara
a la conclusión más racional y ya ampliamente aceptada, y giró los
grados que hicieron falta para corregir el rumbo de su trayectoria. No
tan bruscamente como otros lo hubieran hecho pues fue un peregri-
naje que le llevó años sino décadas, con flujos y reflujos de mareas,
generalizaciones y concreciones a medias, uso de comas y palabras
más que estudiadas, pero que al final alcanzó traspasar el pórtico de
la tranquilidad y paz con humildad y coraje.

Referencias

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EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS 357

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