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¿Qué es el Sueño?
El sueño es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad biológica que permite
restablecer las funciones físicas y psicológicas esenciales para un pleno rendimiento.
El sueño ha sido y sigue siendo uno de los enigmas de la investigación científica, y aun a
día de hoy, tenemos grandes dudas sobre él. De ser considerado un fenómeno pasivo en
el que parecía no ocurrir aparentemente nada, se ha pasado a considerar a partir de la
aparición de técnicas de medición de la actividad eléctrica cerebral, un estado de
conciencia dinámico en que podemos llegar atener una actividad cerebral tan activa como
en la vigilia y en el que ocurren grandes modificaciones del funcionamiento del
organismo; cambios en la presión arterial, la frecuencia cardiaca y respiratoria, la
temperatura corporal, la secreción hormonal, entre otros.
Cada noche, mientras dormimos, pasamos por diferentes fases o estadios de sueño que se
suceden con un patrón repetido a lo largo de cuatro a seis ciclos de sueño durante toda la
noche. Todos estos estadios se incluyen en dos grandes fases de sueño, con grandes
diferencias en cuanto a actividad muscular, cerebral y movimientos oculares:
De modo resumido podríamos decir que dormimos para poder estar despiertos por el día
y que, precisamente porque estamos despiertos y activos durante el día necesitamos
dormir. El sueño es una necesidad básica del organismo y su satisfacción nos permite la
supervivencia. Todo lo que pasa en el cuerpo humano guarda un equilibrio, y si falla este
equilibrio el organismo tratará por todos los medios de volver a recuperarlo. Gracias a los
experimentos de privación de sueño se ha comprendido que cuando se elimina
“completamente” la posibilidad de dormir en un organismo, sobreviene la muerte.
Cuando se le priva de sueño temporalmente o parcialmente, es decir no se le deja dormir
un día, o no se le permite tener alguna fase concreta de sueño, en el organismo se produce
en respuesta un aumento de la fase que se ha anulado y de la necesidad de sueño en los
días posteriores a dicha privación. Esto viene a confirmar que el organismo tratará por
todos los medios de conservar su equilibrio recuperando aquello de lo que se le ha
privado.
Estos mismos estudios han servido para acercarnos a la comprensión de las funciones del
sueño y de sus diferentes fases. Aunque aun estamos muy lejos de obtener respuestas
claras respecto a este fenómeno, parece que el sueño no REM tendría una función
relacionada con la reparación de tejidos corporales y conservación y recuperación de
energía, mientras que durante el sueño REM predominarían los procesos de reparación
cerebral (reorganización neuronal, consolidación y almacenamiento de recuerdos
relevantes y eliminación y olvido de los que no lo son). De este modo podríamos explicar
que cuando un organismo está aprendiendo algo, aumente durante su sueño la fase REM
(p.ej. los niños tienen mucho más REM que adultos y ancianos) y que por otro lado,
cuando está sometido a un fuerte desgaste físico aumente la fase no REM (p. ej durante
la práctica de ejercicio físico).
A medida que aumenta la supresión de sueño, vemos como se produce un claro deterioro
en el funcionamiento diurno; se produce una disminución del rendimiento intelectual con
dificultades de concentración y utilización de la memoria, así como de la capacidad de
abstracción y razonamiento lógico. Disminuyen los reflejos produciendo un aumento del
tiempo necesario para reaccionar a un estímulo, lo que puede favorecer el riesgo de
accidentes de tráfico, domésticos y laborales. Aumenta la probabilidad de desarrollar
trastornos psiquiátricos, ya que se producen alteraciones en el estado de ánimo
aumentando los niveles de ansiedad e irritabilidad. La privación severa de sueño, puede
precipitar la aparición de alucinaciones (confundiendo imágenes resultantes de la
imaginación con la realidad), alteraciones neurológicas y ataques epilépticos.
Las necesidades básicas de sueño para mantener las funciones y supervivencia del
organismo se sitúan sobre una media de 4 o 5 horas de sueño cada 24 horas. El resto de
horas que dormimos contribuyen a mejorar nuestro bienestar y mayor calidad de vida,
estimando que en una media de 8,3 horas podría encontrarse el punto optimo de descanso.
No obstante, es importante matizar que las necesidades tanto básicas como opcionales de
sueño para conseguir un rendimiento y bienestar óptimo durante el día van a variar en
cada persona, e incluso una misma persona no tiene las mismas necesidades en todos los
momentos de su vida. Como hemos repetido, el organismo trata de mantener el equilibrio,
y es precisamente esto lo que determina la necesidad de sueño de cada organismo en cada
momento (cuanto más desgaste, mayor necesidad de sueño). Las horas necesarias de
sueño son aquellas que nos permiten estar bien durante el día, sin sentir somnolencia hasta
la noche siguiente.
Los cambios orgánicos que se producen en esta fase del sueño, han llevado a los
científicos a apuntar su relación con la recuperación física del organismo (regeneración y
recuperación de energía), concluyendo que la desaparición del sueño profundo puede
desencadenar problemas médicos importantes (problemas de crecimiento, déficit
hormonales, etc.).
A lo largo de la noche, este tipo de sueño se va alternando con las distintas fases del sueño
no REM, aunque la mayor parte del sueño REM se produce al final de la noche. Por este
motivo, cuánto más tarde nos levantamos más probabilidades tenemos de recordar los
sueños, puesto que recordamos los sueños cuando nos despertamos a partir de esta fase.
Los cambios que se producen en esta fase, han llevado a los científicos a apuntar la
relación que puede tener el sueño REM con la consolidación y recuerdo de lo que
aprendemos durante el día. El hecho de que la cantidad de sueño REM cambie a lo largo
del ciclo vital, de modo que los bebes y niños tengan más sueño de este tipo que los
adultos, y éstos que los ancianos, parece confirmar esta hipótesis, ya que participaría en
funciones de reorganización neuronal y aprendizaje.
Después de pasar por estas etapas, durante unos 70 a 120 minutos, suele
presentarse la primera fase REM (Rapid Eye Movement, Movimiento
Rápido de Ojos). El tiempo que se tarda en iniciar esta fase nos dará la
latencia REM. El sueño REM ocupa el 20% del tiempo total del sueño en
el adulto, aunque varía con la edad, siendo mayor en los niños y en él se
observan descargas de movimientos oculares rápidos y una abolición
completa del tono muscular, la frecuencia respiratoria y el pulso se hacen
más rápidos e irregulares.
Los estudios sobre la fisiología del sueño han avanzado de forma muy
importante en los últimos años basándose en las nuevas tecnologías de
neuroimagen, entre otras.
Los sueños que se reportan cuando uno se despierta en la fase REM del
sueño son típicamente más largos, más nítidos perceptivamente (llegando
a tomar la forma de alucinaciones), más animados motóricamente, que
cambian rápidamente de escena y son más raros y estrafalarios, más
cargados emocionalmente y menos relacionados con nuestra vida normal
que los que se narran cuando nos despertamos en la fase NREM. Por el
contrario los que surgen del despertar en las fases NREM contienen más
representaciones de nuestras preocupaciones cotidianas y son más de
tipo pensamiento y menos como imágenes (Hobson et al., 2000).
Los sueños tienen poca relación con lo que pensamos o hacemos antes
de dormir, por lo que no se puede pensar en dirigir los sueños para resolver
problemas. Aunque otros autores afirman que hay métodos de incubación
de sueños que tienen impacto en el sueño REM.
Según Hobson (2000) los procesos que se dan en el sueño REM son
debidos a que:
La postura de Seligman
Lo que si es cierto es que en el sueño las actividades cognitivas tienen una
organización caótica y que nuestro cerebro no está dispuesto a admitir el
caos. En esta línea Seligman (1987) describe un experimento en el que
simultáneamente a la emisión de una melodía se mostraba a los sujetos
unas luces que se encendían y apagaban de forma totalmente aleatoria,
la gran mayoría de los sujetos afirmaban que el comportamiento de las
luces seguía a la melodía. La conclusión de este experimento es que
nuestro cerebro está tan entrenado para dar significado a lo que percibe
que no puede aceptar las percepciones sin orden ni sentido y que si lo que
ve o siente no lo tiene, nuestro cerebro lo crea.
Dormir.
Las necesidades de sueño varían según la edad. El niño recién nacido duerme casi todo el
día, con una proporción próxima al 50 % del denominado sueño «activo», que es el
equivalente del sueño MOR. A lo largo de la lactancia los períodos de vigilia son
progresivamente más prolongados y se consolida el sueño de la noche; además, la
proporción de sueño MOR desciende al 25-30 %, que se mantendrá durante toda la vida.
A la edad de 1-3 años el niño ya sólo duerme una o dos siestas. Entre los 4-5 años y
la adolescencialos niños son hipervigilantes, muy pocos duermen siesta pero tienen un
sueño nocturno de 9-10 horas bien estructurado en 5 ciclos o más. En los individuos
jóvenes reaparece en muchos casos la necesidad fisiológica de una siesta a mitad del día.
La necesidad de sueño en un adulto puede oscilar entre 5 y 9 horas. Asimismo, varía
notablemente el horario de sueño entre noctámbulos y madrugadores. En épocas de
mucha actividad intelectual o de crecimiento o durante los meses del embarazo, puede
aumentar la necesidad de sueño, mientras que el estrés, la ansiedad o el ejercicio
físico practicado por la tarde pueden disminuir la cantidad de sueño. Los estudios
efectuados en individuos aislados de influencias exteriores han mostrado que la tendencia
fisiológica general es a retrasar ligeramente la fase de sueño con respecto al ciclo
convencional de 24 horas y a dormir una corta siesta «de mediodía» (Vallejo, 2006, 232).
En los ancianos se va fragmentando el sueño nocturno con frecuentes episodios de
despertar y se reduce mucho el porcentaje de sueño en fase IV y no tanto el de sueño
MOR, que se mantiene más constante a lo largo de la vida. Las personas de edad
avanzada tienden a aumentar el tiempo de permanencia en la cama. Muchas de ellas
dormitan fácilmente durante el día varias siestas cortas.
El sueño representa una función vital, por ser imprescindible (el ser humano no puede vivir
sin dormir), restauradora (el sueño repara el cuerpo cada día), complementaria y
fundamental para asegurar la vigilia (se duerme para poder sentirse despierto al día
siguiente), fisiológicamente necesario.
Durante el sueño profundo (Fase IV), se produce la restauración física y durante el sueño
MOR la restauración de la función cognitiva (proceso de aprendizaje, memoria y
concentración).
Procesamiento de la memoria[editar]
Los científicos han demostrado de muchas maneras que el sueño está relacionado con la
memoria. En un estudio realizado por Turner, Drummond, Salamat, y Brown en personas y
animales durante el sueño se demostró que la memoria de trabajo se ve afectada por
la falta de sueño. La memoria de trabajo es importante porque mantiene activa la
información para su posterior procesamiento y apoya las funciones cognitivas de alto nivel,
como la toma de decisiones, el razonamiento y la memoria episódica. El estudio permitió a
18 mujeres y 22 hombres dormir sólo 26 minutos por la noche durante un periodo de
cuatro días. Al principio los sujetos fueron puestos a prueba en tests cognitivos
(descansados), luego de nuevo dos veces al día durante los cuatro días de privación de
sueño. En la prueba final, la media de memoria de trabajo del grupo privado de sueño se
había reducido en un 38 por ciento, en comparación con el grupo de control.
Parece que la memoria se ve afectada por diferentes etapas del sueño, como el sueño
MOR y el sueño de baja onda (SBO). En un estudio realizado por Born, Rasch y Gays, se
tomaron varios grupos de sujetos humanos: el grupo de control y el grupo prueba. Se
encomendó una tarea mental a medianoche (grupo prueba) y otra tarea al final de la noche
(grupo de control). En cuanto a los sujetos dormían, los hipnogramasmarcaban un 23 por
ciento de SBO, lo que nos hace saber que durante la medianoche el tipo de sueño
predominante es el SBO. El grupo prueba dio un 16 por ciento más que el grupo de control
(en memoria declarativa), mientras que el grupo de control dio un 25 por ciento más que el
grupo prueba (en memoria de trabajo). Esto indica que la memoria de trabajo (la que más
necesitamos) es más alta después del periodo de sueño MOR más extenso (hacia el final
de la noche) y que, en cambio, la memoria declarativa (la que menos necesitamos) se
enriquece con el SBO.
Hay una tercera categoría que cabría introducir, la de los fármacos que influyen sobre
la ritmicidad circardiana, siendo el principal fármaco la melatonina.
Apnea del sueño. Trastorno en que la persona deja de respirar durante 10s o más, en
forma repetitiva, mientras está dormida, Lo más frecuente es que se deba a pérdida
del tono en los músculos de la faringe, lo cual permite que ocurra el colapso de las
vías respiratorias.7
Narcolepsia. Estado en que no se puede inhibir el sueño REM durante los períodos de
vigilia. En consecuencia, sobrevienen durante el día episodios de sueño involuntarios
con duración de unos 15 minutos cada uno.7