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Meteorización
La meteorización, los procesos gravitacionales y la erosión se denominan procesos externos, porque
tienen lugar en la superficie terrestre o en sus proximidades y porque se alimentan de la energía solar.
Los procesos externos están continuamente “rompiendo” la roca y desplazando los derrubios a zonas de
menor elevación.
Todos los materiales son susceptibles de meteorización. Consideremos, por ejemplo, el producto
fabricado hormigón, que se parece mucho a una roca
sedimentaria denominada conglomerado. Una pared de
hormigón recién dado tiene un aspecto liso, fresco,
inalterado. Sin embargo, no muchos años después, la
misma pared aparecerá desconchada, agrietada y rugosa,
quedando expuestos, en su superficie, los cantos. Si hay
un árbol cerca, sus raíces pueden también desplazarse
horizontalmente y combar el hormigón. Los mismos
procesos naturales que acaban separando una pared de
hormigón actúan también para desintegrar la roca.
Meteorización Mecánica
Cuando una roca experimenta meteorización mecánica, se rompe en fragmentos cada vez más
pequeños, que conservan cada uno las características del material original. El resultado final son muchos
fragmentos pequeños procedentes de uno grande. En la Figura se muestra que la ruptura de una roca
en trozos más pequeños aumenta el área superficial disponible para el ataque químico. Una situación
análoga se produce cuando se añade azúcar a un líquido: un cubito de azúcar se disolverá mucho más
despacio que un volumen igual de gránulos de azúcar porque el cubito tiene mucha menos área
superficial disponible para su disolución.
En la naturaleza, hay cuatro procesos físicos importantes que inducen la fragmentación de la roca:
Además, aunque la acción de los agentes erosivos, como el viento, el hielo de glaciar y las aguas
corrientes, se considera independiente de la meteorización física, ésta es, sin embargo, importante.
La acción de las cuñas de hielo es más notable en las regiones montañosas, donde suele existir un ciclo
diario de congelación-deshielo. En esas regiones, las secciones de roca se desmenuzan por acción del
acuñamiento y pueden caer desordenadamente en grandes montones denominados canchales o
pedregales que se forman a menudo en la base de afloramientos de roca empinados.
Descompresión
Cuando grandes masas de roca ígnea, en particular granito, quedan expuestas a la erosión, empiezan a
soltarse losas concéntricas. El proceso que genera estas capas
semejantes a las de una cebolla se denomina lajeamiento. Se piensa
que esto ocurre, al menos en parte, debido a la gran reducción de la
presión que se produce cuando la roca situada encima es erosionada,
un proceso denominado descompresión. Acompañando a esta
descompresión, las capas externas se expanden más que la roca
situada debajo y, de esta manera, se separan del cuerpo rocoso.
La minería profunda nos proporciona otro ejemplo de cómo se comportan las rocas una vez que se ha
eliminado la presión de confinamiento. Se conocen casos de estallidos de grandes bloques de roca de las
paredes de las galerías de minas recién cortadas debido a la abrupta reducción de la presión. Pruebas de
este tipo, más el hecho de que la fractura se produce en paralelo al suelo de una cantera cuando se
eliminan grandes bloques de roca, apoyan con fuerza el proceso de descompresión como causa del
lajeamiento.
Expansión térmica
El ciclo diario de temperatura puede meteorizar las rocas, en particular en los desiertos cálidos donde
las variaciones diurnas pueden superar los 30 °C. El calentamiento de una roca produce expansión y el
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Actividad biológica
Las actividades de los organismos, entre ellos las plantas, los animales
excavadores y los seres humanos, también llevan a cabo meteorización.
Las raíces vegetales crecen entre las fracturas en busca de nutrientes y
agua, y, conforme crecen, resquebrajan la roca. Los animales
excavadores descomponen aún más la roca desplazando material fresco
hacia la superficie, donde los procesos físicos y químicos pueden actuar
con más efectividad. Los organismos de la descomposición también
producen ácidos que contribuyen a la meteorización química. Allí donde
se ha volado la roca en busca de minerales o para la construcción de
carreteras, el efecto de los humanos es particularmente notable.
Meteorización Química
Por meteorización química se entienden los complejos procesos que descomponen los componentes de
las rocas y las estructuras internas de los minerales. Dichos procesos convierten los constituyentes en
minerales nuevos o los liberan al ambiente circundante. Durante esta transformación, la roca original se
descompone en sustancias que son estables en el ambiente superficial. Por consiguiente, los productos
de la meteorización química se mantendrán esencialmente inalterados en tanto en cuanto permanezcan
en un ambiente similar a aquel en el cual se formaron. El agua es con mucho el agente de meteorización
disolvente más importante. El agua pura sola es un buen disolvente y cantidades pequeñas de
materiales disueltos dan como resultado un aumento de la actividad química para las soluciones de
meteorización. Los principales procesos de meteorización química son:
Disolución
Oxidación
Hidrólisis
Disolución
Exactamente igual a como se disuelve el azúcar en el agua lo hacen ciertos minerales. Uno de los
minerales más hidrosolubles es la halita (sal común) que está compuesta de iones sodio y cloro. La halita
se disuelve fácilmente en agua porque, aunque este compuesto mantiene una neutralidad eléctrica
general, sus iones individuales conservan sus cargas respectivas. Además, las moléculas de agua
circundantes son polares, es decir, el oxígeno de la molécula tiene una pequeña carga negativa residual;
el hidrógeno tiene una pequeña carga positiva. Cuando las moléculas de agua entran en contacto con la
halita, sus extremos negativos se aproximan a los iones sodio y sus extremos positivos se agrupan
alrededor de los iones cloro. Esto altera las fuerzas de atracción existentes en el cristal de halita y libera
los iones a la solución acuosa.
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Aunque la mayoría de los minerales son, para todos los efectos prácticos, insolubles en agua pura, la
presencia de una cantidad incluso pequeña de ácido aumenta de una manera notable la fuerza corrosiva
del agua.
Por ejemplo, el ácido carbónico se crea cuando el dióxido de carbono de la atmósfera se disuelve en las
gotas de lluvia. Conforme el agua de lluvia acidificada va calando en el suelo, el dióxido de carbono de
este último puede aumentar la acidez de la solución de meteorización. También se liberan varios ácidos
orgánicos en el suelo cuando los organismos se descomponen, y la meteorización de la pirita y de otros
sulfuros produce ácido sulfúrico.
Con independencia de la fuente de donde proceda el ácido, esta sustancia enormemente reactiva
descompone con facilidad la mayoría de las rocas y origina ciertos productos que son hidrosolubles. Por
ejemplo, el mineral calcita, CaCO3, que es el componente de rocas ornamentales comunes, el mármol y
la caliza, resulta fácilmente atacado incluso por una solución débilmente ácida:
Oxidación
Todos hemos visto objetos de hierro y de acero que se oxidaron cuando quedaron expuestos al agua:
Lo mismo puede ocurrir con los minerales ricos en hierro. El proceso de oxidación se produce cuando el
oxígeno se combina con el hierro para formar el óxido férrico, como sigue:
Este tipo de reacción química, denominado oxidación*, se produce cuando se pierden electrones de un
elemento durante la reacción. En este caso, decimos que el hierro se oxidó porque perdió electrones en
favor del oxígeno. Aunque la oxidación del hierro progresa muy lentamente en un ambiente seco, la
adición de agua aumenta enormemente la velocidad de la reacción.
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La oxidación sólo puede ocurrir después de que el hierro es liberado de la estructura del silicato por otro
proceso denominado hidrólisis.
Hidrólisis
El grupo mineral más común, el de los silicatos, se descompone sobre todo mediante el proceso de
hidrólisis, que consiste básicamente en la reacción de cualquier sustancia con el agua. Idealmente, la
hidrólisis de un mineral podría tener lugar en agua pura conforme algunas de las moléculas de agua se
disocian para formar los iones muy reactivos hidrógeno (H) e hidroxilo (OH). Son los iones de hidrógeno
los que atacan y sustituyen a otros iones positivos encontrados en el retículo cristalino. Con la
introducción de los iones hidrógeno en la estructura cristalina, se destruye la disposición ordenada
original de los átomos y se descompone el mineral. En la naturaleza, el agua contiene normalmente
otras sustancias que contribuyen con iones hidrógeno adicionales, acelerando de esta manera en gran
medida la hidrólisis. La más común de esas sustancias es el dióxido de carbono, CO2, que se disuelve en
agua para formar ácido carbónico, H2CO3. La lluvia disuelve algo del dióxido de carbono en la atmósfera
y otras cantidades, liberadas por la materia orgánica en descomposición, se adquieren a medida que el
agua se infiltra a través del suelo. En el agua, el ácido carbónico se ioniza para formar iones hidrógeno
(H) e iones bicarbonato (HCO 3). Para ilustrar cómo experimenta hidrólisis una roca en presencia de
ácido carbónico, examinemos la meteorización química del granito, una roca continental común.
Recordemos que el granito se compone fundamentalmente de cuarzo y feldespato potásico. La
meteorización del feldespato potásico componente del granito es la siguiente:
En esta reacción, los iones hidrógeno (H) atacan y sustituyen a los iones potasio (K) en la estructura del
feldespato, alterando así la red cristalina. Una vez retirado, el potasio está disponible como nutriente
para las plantas o se convierte en la sal soluble bicarbonato potásico (KHCO3), que puede incorporarse
en otros minerales o ser transportado al océano.
Velocidades de meteorización
Características de la roca
Las características de la roca abarcan todos los rasgos químicos de las rocas, entre ellos la composición
mineral y la solubilidad. Además, pueden ser importantes todas las características físicas, como las
diaclasas, porque influyen en la capacidad del agua para penetrar en la roca. Las variaciones en las
velocidades de meteorización debido a los constituyentes minerales se pueden demostrar comparando
antiguas lápidas hechas de rocas distintas. Las
lápidas de granito, que está compuesto por
silicatos, son relativamente resistentes a la
meteorización química. Por el contrario, el mármol
muestra signos de importantes alteraciones
químicas a lo largo de un período relativamente
corto. El mármol está compuesto de calcita
(carbonato cálcico) que se disuelve fácilmente
incluso en una solución débilmente ácida.
El grupo mineral más abundante, el de los silicatos, se meteoriza en el orden mostrado en la. Esta
disposición de los minerales es idéntica a las series de reacción de Bowen. El orden en el cual se
meteorizan los silicatos es esencialmente el mismo al de su cristalización.
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Clima
Los factores climáticos, en particular la temperatura y la humedad, son cruciales para la meteorización
de la roca. Un ejemplo importante de meteorización mecánica es que la frecuencia de los ciclos de
congelación-deshielo afecta en gran medida a los procesos de cuña de hielo. La temperatura y la
humedad ejercen también una fuerte influencia sobre las velocidades de meteorización química y sobre
la clase y cantidad de vegetación presente. Las regiones con vegetación abundante tienen en general un
manto grueso de suelo rico en materia orgánica descompuesta de la cual se derivan fluidos
químicamente activos, como el ácido carbónico y los ácidos húmicos. El ambiente óptimo para la
meteorización química es una combinación de temperaturas cálidas y humedad abundante. En las
regiones polares, la meteorización química es ineficaz porque las bajas temperaturas mantienen la
humedad disponible encerrada en forma de hielo, mientras que en las regiones áridas hay insuficiente
humedad para favorecer una meteorización química rápida. La actividad humana puede influir en la
composición de la atmósfera, la cual, a su vez, puede afectar a la velocidad de la meteorización química.
Suelos
Con pocas excepciones, la superficie de la Tierra está cubierta por el regolito, la capa de roca y
fragmentos minerales producidos por meteorización. Algunos llamarían suelo a este material, pero el
suelo es más que la acumulación de restos meteorizados. El suelo es una combinación de materia
mineral y orgánica, agua y aire: la porción del regolito que sustenta el crecimiento de las plantas.
Aunque las proporciones de los principales componentes que hay en el suelo varían, siempre están
presentes los mismos cuatro componentes. Alrededor de la mitad del volumen total de un suelo
superficial de buena calidad está compuesto por una mezcla de roca desintegrada y descompuesta
(materia mineral) y de humus, los restos descompuestos de la vida animal y vegetal (materia orgánica).
La otra mitad consiste en espacios porosos entre las partículas sólidas donde circula el aire y el agua.
Aunque la porción mineral del suelo suele ser mucho mayor que la
porción orgánica, el humus es un componente esencial. Además de ser
una fuente importante de nutrientes vegetales, el humus potencia la
capacidad del suelo para retener agua. Dado que las plantas precisan
aire y agua para vivir y crecer, la porción del suelo consistente en
espacios porosos que permiten la circulación de esos fluidos es tan vital
como los constituyentes del suelo sólido.
La roca madre
El tiempo
El clima
Las plantas y los animales
La topografía
Aunque todos estos factores son interdependientes, examinaremos sus papeles por separado.
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Roca madre
La fuente de la materia mineral meteorizada a partir de la cual se desarrolla el suelo se denomina roca
madre y es el factor fundamental que influye en la formación del nuevo suelo. Conforme progresa la
formación del suelo, experimenta de manera gradual cambios físicos y químicos. La roca madre puede
ser o bien la roca subyacente o bien una capa de depósitos no consolidados. Cuando la roca madre es el
substrato rocoso, los suelos se denominan suelos residuales. Por el contrario, los que se desarrollan
sobre sedimento no consolidado se denominan suelos transportados. Debe observarse que los suelos
transportados se forman en el lugar en el cual la gravedad, el agua, el viento o el hielo depositan los
materiales progenitores que han sido transportados desde cualquier otro lugar. La naturaleza de la roca
madre influye en el suelo de dos maneras. En primer lugar, el tipo de roca madre afectará a la velocidad
de meteorización y, por tanto, a la de formación del suelo. También, dado que los depósitos no
consolidados están en parte ya meteorizados, el desarrollo del suelo sobre dicho material progresará
probablemente más deprisa que cuando la roca madre es el lecho de roca. En segundo lugar, la
composición química de la roca madre afectará a la fertilidad del suelo. Esto influye en el carácter de la
vegetación natural que el suelo puede sustentar. Antes se creía que la roca madre era el factor
fundamental que producía las diferencias entre los suelos. En la actualidad, los especialistas en suelos se
han dado cuenta de que otros factores, en especial el clima, son más importantes. De hecho, se ha
descubierto que suelen producirse suelos similares a partir de rocas madres diferentes y que suelos
diferentes se han desarrollado a partir del mismo tipo de roca madre.
Tiempo
El tiempo es un componente importante de todos los procesos geológicos, y la formación del suelo no
es una excepción. La naturaleza del suelo se ve muy influida por la duración de los procesos que han
estado actuando. Si se ha producido meteorización durante un tiempo comparativamente corto, el
carácter de la roca madre determina en gran medida las características del suelo. Conforme continúa la
meteorización, la influencia de la roca madre sobre el suelo se ve eclipsada por los otros factores
formadores del suelo, en especial el clima. No puede enumerarse la magnitud de tiempo necesaria para
que evolucionen los diversos suelos, porque los procesos de formación del suelo actúan a velocidades
variables bajo circunstancias diferentes. Sin embargo, a modo de regla, cuanto más tiempo ha estado
formándose un suelo, mayor es su grosor y menos se parece a la roca madre.
Clima
El clima se considera el factor más influyente en la formación del suelo. La temperatura y las
precipitaciones son los elementos que ejercen el efecto más fuerte sobre la formación del suelo. Las
variaciones de temperatura y de precipitaciones determinan si predominará la meteorización química o
la mecánica y también influyen en gran medida en la velocidad y profundidad de la meteorización. Por
ejemplo, un clima cálido y húmedo puede producir una potente capa de suelo meteorizado
químicamente en el mismo tiempo que un clima frío y seco produce un fino manto de derrubios
físicamente meteorizados. Además, la cantidad de precipitaciones influye sobre el grado con el que los
diversos materiales son retirados del suelo por las aguas de infiltración (proceso denominado
lixiviación), afectando con ello a su fertilidad. Por último, las condiciones climáticas constituyen un
control importante sobre el tipo de vida animal y vegetal presente.
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Plantas y animales
Topografía
La disposición de un terreno puede variar en gran medida en distancias cortas. Esas variaciones de la
topografía, a su vez, pueden inducir el desarrollo de una variedad localizada de tipos de suelo. Muchas
de las diferencias existen porque la pendiente tiene un efecto significativo sobre la magnitud de la
erosión y el contenido acuoso del suelo. En pendientes empinadas, los suelos suelen desarrollarse poco.
En dichas situaciones, la cantidad de agua que empapa el suelo es poca; como consecuencia, el
contenido de humedad del suelo puede no ser suficiente para el crecimiento vigoroso de las plantas.
Además, debido a la erosión acelerada en las pendientes empinadas, los suelos son delgados o, en
algunos casos, inexistentes. En contraste, los suelos mal drenados y anegados encontrados en las tierras
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bajas tienen un carácter muy diferente. Esos suelos suelen ser gruesos y oscuros. El color oscuro se debe
a la gran cantidad de materia orgánica que acumula, ya que las condiciones saturadas retrasan la
descomposición vegetal. El terreno óptimo para el desarrollo de un suelo es una superficie plana o
ligeramente ondulada en tierras altas. Aquí, encontramos buen drenaje, erosión mínima e infiltración
suficiente del agua en el suelo. La orientación de la pendiente o la dirección a la que mira la pendiente,
es otro factor que debemos observar. En las latitudes medias del hemisferio septentrional, una
pendiente que mire hacia el sur recibirá una cantidad de luz solar mayor que una pendiente que mire
hacia el norte. De hecho, esta última quizá no reciba luz solar directa nunca. La diferencia en la cantidad
de radiación solar recibida producirá diferencias de temperatura y humedad del suelo, que, a su vez,
pueden influir en la naturaleza de la vegetación y el carácter del suelo. Aunque en esta sección se
abordan por separado cada uno de los factores formadores del suelo, debemos recordar que todos ellos
actúan a la vez para formar el suelo. Ningún factor individual es responsable del carácter de un suelo;
antes bien, es la influencia combinada de la roca madre, el tiempo, el clima, las plantas y los animales y
la pendiente lo que determina este carácter.
Procesos de formación
En los apartados anteriores se describe cómo la roca se transforma en suelo por la acción del clima, de
los organismos, del relieve, etc. Se analiza ahora los procesos que se desarrollan durante esta
transformación y muy especialmente nos dedicaremos a poner de manifiesto las pruebas que la
actuación de estos procesos dejan en el perfil del suelo.
La formación del suelo tiene lugar como consecuencia de la actuación de los factores formadores, ya
descritos, y en ella desde el punto de vista didáctico se pueden distinguir dos etapas: la etapa inicial que
representa la diferenciación de los constituyentes del suelo y una etapa final en la que los
constituyentes se reorganizan y evolucionan para formar el suelo.
La formación del suelo tiene lugar como consecuencia de la actuación de los cinco factores formadores,
ya descritos, y en ella desde el punto de vista didáctico se pueden distinguir dos etapas: la etapa inicial
que representa la diferenciación de los constituyentes del suelo y una etapa final en la que los
constituyentes se reorganizan y evolucionan para formar el suelo.
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Los minerales de las rocas originales, dependiendo de la estabilidad, se alteran en mayor o menor
medida, apareciendo en el suelo más o menos transformados. Los iones liberados en la alteración
mineral pasarán a la solución del suelo formando geles o se recombinarán para dar lugar a nuevos
minerales.
Por otra parte, los vegetales y animales sufren al morir unas intensas transformaciones químicas,
desarrollándose un nuevo material orgánico que evoluciona para alcanzar un equilibrio en las
condiciones edáficas, llamado humus. Durante estos procesos de transformación del material orgánico
se desprenderán compuestos sencillos que irán a engrosar la solución del suelo y también se pueden
desprender como consecuencia de estas reacciones determinados gases, además de agua, pero el agua
y los gases del suelo proceden fundamentalmente de la atmósfera.
Etapa final. Todos los constituyentes formados o liberados en la etapa inicial (minerales, humus, geles,
gases, agua y soluciones) sufren una serie de procesos de mezcla y diferenciaciones que si evolucionan
in situ conducen a la formación del suelo, mientras que si son arrastrados a otros lugares, dan lugar a los
sedimentos (los cuales pueden edafizarse posteriormente para dar suelos).
Procesos específicos
totalmente imprescindible para que se desarrolle este proceso, la existencia de una estación lo
suficientemente seca como para producir la deshidratación de los compuestos de hierro.
Fersialitización: Es el proceso de formación de silicatos de la arcilla (compuestos de hierro, sílice
y aluminio, de ahí el nombre de este proceso). Si recordamos el cambio de una roca a suelo,
observaremos como ese cambio conlleva una disminución del
tamaño de las partículas constituyentes. Esto se puede poner
claramente de manifiesto en el análisis mecánico de un suelo
suficientemente evolucionado. Muy frecuentemente el suelo
contiene una mayor cantidad de arcilla que la roca. Si analizamos la
mineralogía de esta arcilla y observamos la presencia progresiva de
minerales que no existen en la roca madre y que van siendo más abundantes conforme los
horizontes van siendo más evolucionados, podremos demostrar el desarrollo de este proceso de
fersialitización tan frecuente en muchos suelos.
Ferralitización: En cuanto a la ferralitización es un proceso de alteración máxima. Se desarrolla
únicamente en climas tropicales, con fuertes precipitaciones, con
un drenaje intenso, con una casi constante percolación de agua. En
estas condiciones se produce una intensa alteración de los
minerales ya que se encuentran sometidos a la constante acción
hidrolítica de un agua de lluvia constantemente renovada y por
tanto, permanentemente agresiva, sin que llegue a saturarse en
ningún momento con los iones liberados de los minerales (lo que
disminuirían su poder hidrolítico, caso que ocurriría si el medio no
fuese tan permeable). Se caracteriza pues este proceso por una
alteración extrema de los minerales, con un profundo lavado de
alcalinos y alcalinotérreos, llegándose a producir hasta importantes
pérdidas del silicio, aunque la eliminación de sílice del perfil no
llega a ser nunca completa (ya que el silicio es poco soluble y bajo la forma de mineral de cuarzo
es muy estable). En definitiva, se produce un enriquecimiento de solo los compuestos muy
estables, fundamentalmente óxidos e hidróxidos de hierro y aluminio (hematites, goethita y
gibsita), de cuarzo y también de los filosilicatos de la arcilla más estables, como son aquellos con
una razón Si/Al baja, como es el caso de la caolinita.
Gleyzación y Pseudogleyzación: La formación de ambos procesos está condicionada a la
existencia de capas de agua que de manera más o menos permanente saturan el suelo
provocando una extensa hidromorfía. El agua al desplazarse lentamente por el suelo, se irá
empobreciendo en oxígeno a la vez que se irá acidificando por efecto de la materia orgánica, con
lo que también el ambiente se irá volviendo reductor, lo que repercutirá en el suelo,
fundamentalmente en relación a los compuestos de hierro y de manganeso, ya que sus
comportamientos edafoquímicos van a ser muy diferente dependiendo del potencial redox
existente. El Fe el elemento químico que mejor refleja las condiciones
de hidromorfía de los suelos. En condiciones reductoras, se moviliza el
Fe++, que es bastante móvil, sufriendo una redistribución por el perfil
(pues las malas condiciones de drenaje impiden su total eliminación),
acumulándose compuestos ferrosos, dándole al suelo su color gris-
verdoso-azulado característico. Si las condiciones de saturación se
mantienen constantes a lo largo del año, las condiciones reductoras predominan, el Fe se
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encuentra formando compuestos ferrosos, el perfil es de color gris verde azulado y se desarrolla
la gleyzación. Vistos estos suelos al microscopio la masa basal
aparece muy decolorada. Cuando el suelo atraviesa fases de
desecación estacionales más o menos largas (por alternancia
climática con fluctuación de la capa freática, por ejemplo), se origina
una alternancia de condiciones oxidantes y reductoras, apareciendo
abundantes manchas rojizas debidas a los compuestos férricos, junto
a otras zonas verdosas y grises, apareciendo un horizonte abigarrado, y en este caso se habla de
un proceso de pseudogleyzación (o sea, de gleyzación parcial).
En general, la translocación se realiza por la acción del agua que se desplaza a través del suelo.
Normalmente, el movimiento es vertical descendente, pero en relieves montañosos el desplazamiento
lateral u oblicuo adquiere una extraordinaria importancia. Por otra parte, en los ambientes más o menos
áridos los movimientos verticales ascendentes toman particular interés.
En general, es válido suponer que el agua de precipitación se desplaza desde la superficie, a través de
los poros del suelo, a horizontes cada vez más profundos debido a la acción de la gravedad.
En este desplazamiento el agua arrastra diversos materiales, preferentemente los más móviles, con lo
cual se producen importantes pérdidas de materiales en los horizontes superiores, que pueden ser o no
acumulados en los horizontes inferiores.
Por tanto, en los procesos de translocación se distinguen dos fases distintos: una inicial de movilización,
transporte y pérdida de materiales que se llama eluviación (que se presenta en los horizontes
superiores, sobre todo en los horizontes E, pero también en los A) y un segundo proceso que representa
la inmovilización y acumulación, o sea de ganancia o enriquecimiento de sustancias que se llama
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iluviación (se forman los horizontes subsuperficiales, horizontes B), siendo siempre el agua el medio de
transporte.
Las sustancias que se pueden translocar por la acción del agua son muy diversas y lo pueden hacer bajo
muy diferentes formas, por lo que existe cierta confusión en su terminología. Las sustancias que se
pueden eluviar lo hacen básicamente bajo tres formas distintas: como iones disueltos (lixiviación), en
forma seudosoluble formando complejos organometálicos (queluviación), y en suspensión (iluviación de
arcilla).
El hecho de que una sustancia migre bajo la forma de solución, suspensión o formando complejos va a
depender fundamentalmente de su estabilidad, solubilidad y facilidad para la complejación. Veamos a
continuación los procesos especificos más comunes.
En cuanto a los procesos edafogenéticos especificos en los que predomine una determinada
translocación pueden ser los siguientes:
Lavado: Se trata de un arrastre y eliminación de los iones disueltos en la solución del suelo.
Constituye un proceso que se desarrolla con mayor o menor intensidad en todos los suelos,
especialmente importante en los suelos de climas húmedos.
Desbasificación: Representa una consecuencia de la intensificación del proceso anterior,
produciéndose el arrastre y eliminación de los iones adsorbidos en el complejo de cambio del
suelo. Es decir que el complejo adsorbente se desatura (en las posiciones de cambio las bases de
cambio, como el Ca, Mg, Na y K son sustituidos por hidrogeniones de cambio. Proceso
igualmente especialmente representativo de los suelos de climas húmedos.
Salinización: Es el resultado de la acumulación de sales solubles en el suelo
(más solubles que el yeso; por ejemplo el NaCl o sal común). Se desarrolla
típicamente en las regiones áridas y semiáridas, con regímenes de
humedad del suelo deficitarios de agua, ya que dada la movilidad de estas
sales en regímenes más húmedos tienden a lavarse y ser eliminadas del
perfil. En estas regiones, con intensas evaporaciones, se produce un
movimiento ascensional de las soluciones del suelo que ascienden
capilarmente por la acción de esta evaporación o por la succión de las
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------------------DECARBONATACION--------------->
<------------------CARBONATACION------------------
De esta ecuación se deduce que la solubilidad de los CaCO3 depende de la cantidad de agua que
infiltre y de la cantidad de CO2 que esta lleve disuelto. Al aumentar cualquiera de ellos aumenta
la cantidad de carbonatos disueltos. Por otra parte, la carbonatación secundaria ocurre cuando
se produce la precipitación de los CO3 al variar cualquier condición que rompa el equilibrio y
hace que la ecuación anteriormente citada se desplace hacia la izquierda. Esta situación se puede
provocar por una disolución del contenido de CO2 disuelto, aumento de pH, aumento de la
temperatura, disminución de la humedad por evapotranspiración, o por causas físicas que
impidan la circulación del agua a través del suelo. La acumulación de los CO3 secundarios se
produce a una determinada profundidad, de manera que el suelo se encuentra sin carbonatos en
los horizontes superiores y con carbonatos en los horizontes inferiores (típicamente en el C). El
proceso de carbonatación es típico de las regiones áridas, semiáridas y subhúmedas, con una
suficiente escasez de agua como para que los CO3 puedan acumularse en el suelo. Como
resultado de este proceso, se forman horizontes cálcicos.
acción de la gravedad, las suspensiones se infiltran por el suelo a través de los macroporos. Al
alcanzar estas suspensiones horizontes profundos en los que el suelo se encuentra seco (imagen
A de la siguiente figura), el agua de las suspensiones que migran por los macroporos es
succionada por los microporos de las zonas circundantes (imagen B; el agua pasa a estos
microporos por presentar fuerzas de succión mucho mayores que las existentes en los
macroporos). Las paredes de los macroporos actuan como filtros, ya que las partículas de arcilla
no pueden pasar a través de los microporos y son retenidos y se concentran formando delgadas
películas acuosas que rodean las paredes de los macroporos (imagen C). Finalmente al ser
succionada la totalidad del agua del macroporo, las partículas quedan materialmente aplastadas
sobre sus paredes y forman unas finas películas de arcilla con sus partículas dispuestas
paralelamente entre si y a su vez paralelas a las paredes del poro, quedando fuertemente
retenidas (imagen D). Luego, en la siguiente fase húmeda, el proceso se repite y se forman de
esta manera periódica unas películas de arcilla orientadas, cada vez más espesas y que muestran
fuerte brillo. Estas películas se denominan clay-skins, o revestimientos o cutanes de arcilla, o
arcilanes.
medio se vuelve cada vez más ácido. La fuerte acidez provoca una serie de consecuencias muy
importantes que condicionan la evolución del suelo. En primer lugar, bajo estas condiciones, la
materia orgánica evoluciona lentamente debido a la débil actividad microbiana de estos medios
y libera abundantes compuestos orgánicos de carácter ácido. En lo referente a la fracción
mineral, la intensa acidez produce la inestabilidad mineral. Los minerales muy resistentes se
acumulan, como el cuarzo, pero en general, los minerales sufren una extrema alteración
liberando abundantes elementos que son lixiviados por las aguas de drenaje, mientras que el
medio se va enriqueciendo en elementos insolubles, como el Fe y el Al, que van siendo
queluviados por los compuestos orgánicos hacia horizontes más profundos. En definitiva en
superficie se forma un horizonte eluvial con intensas pérdidas de sustancias. En cuanto a la
inmovilización de los complejos organometálicos existen una serie de teorías que tratan de
justificarla, pero la más aceptada es que la inmovilización ocurre por una adquisición progresiva
de cationes metálicos por parte del complejo organomineral al ir descendiendo por el suelo.
Cuando la razón ión metálico a ácido orgánico es baja el complejo es soluble y puede migrar,
pero cuando se rebasa cierto valor crítico se produce su inmovilización, acumulándose y
originando el horizonte Bh y Bs de los podzoles, quedando en definitiva un perfil muy
diferenciado con una consecuencia de horizontes muy completa y muy destacados:
O/A/E/Bh/Bs. En algunas ocasiones, el proceso de podzolización da un perfil menos
evolucionado, con formación de un horizonte Bh sin Bs y en otras ocasiones, ocurre al revés, que
se forma el Bs pero no el Bh.
Arcilloturbación: Un proceso también de translocación de materiales pero referido ahora a
todos los materiales del suelo en conjunto es el proceso denominado unas veces como
arcilloturbación y otras como edafoturbación pero que podríamos también llamar vertisolación,
dado el tipo de suelos que origina. Este proceso provoca ahora la mezcla de los materiales del
suelo (al contrario que los anteriores que producían la diferenciación del perfil) y conduce a la
formación de suelos muy homogéneos, sin cambios importantes de las propiedades y de los
constituyentes con la profundidad. Se debe a la capacidad de hinchamiento y contracción que
tienen determinadas arcillas de los suelos. En los períodos húmedos, se hidratan y aumentan de
volumen, mientras que durante los períodos secos se deshidratan y disminuyen de volumen y
desarrollan un amplio sistema de anchas grietas. Estos cambios de volumen producen unas
fuertes presiones dentro de los horizontes del suelo que obligan a los materiales a desplazarse.
El proceso sería el siguiente, durante la fase seca, las arcillas del suelo contraen y producen unas
anchas y profundas grietas que atraviesan el suelo hasta la superficie. Luego, estas grietas al
permanecer abiertas durante todo el período seco se van rellenando de diversos materiales que
caen desde las paredes superiores y desde la superficie del suelo, fundamentalmente debidas a
las acciones de los animales, del viento y de la propia desecación progresiva. Las grietas quedan
así parcialmente rellenadas, especialmente en profundidad, y al llegar el período húmedo, las
arcillas hinchan, aumentan de volumen, pero no pueden ocupar el espacio que ocupaban
inicialmente debido a estar ahora ocupado por los materiales allí caídos; hay en definitiva un
exceso de material que produce unas fuertes presiones que voltean al material sobrante a la
superficie del suelo, produciendo unos montículos muy característicos llamados gilgai. Como
resultado de esta mezcla periódica, de materiales que suben y bajan, se origina un suelo muy
homogéneo.mDe la génesis expuesta se deduce que para que se desarrolle este proceso se
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En la Figura de abajo se representa una visión idealizada de un perfil de suelo bien desarrollado en el
cual se identifican cinco horizontes. Desde la superficie hacia abajo, se designan como O, A, E, B y C.
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Estos cinco horizontes son comunes en los suelos de las regiones templadas. Las características y la
extensión del desarrollo de los horizontes varían de unos ambientes a otros. Por tanto, localidades
diferentes exhiben perfiles de suelo que pueden contrastar en gran medida unos con otros.
El horizonte de suelo O consiste en gran medida en material orgánico. Contrasta con las capas que
están debajo de él, que son fundamentalmente materia mineral. La porción superior del horizonte
O consiste fundamentalmente en mantillo vegetal, como hojas sueltas y otros restos orgánicos que
son todavía reconocibles. Por el contrario, la porción inferior del horizonte O está compuesta por
materia orgánica parcialmente descompuesta (humus) en la cual ya no pueden identificarse las
estructuras vegetales. Además de plantas, el horizonte O está repleto de vida microscópica,
bacterias, hongos, algas e insectos. Todos estos organismos contribuyen con oxígeno, dióxido de
carbono y ácidos orgánicos al desarrollo del suelo. Por debajo del horizonte O, rico en restos
orgánicos, se encuentra el horizonte A.
El horizonte A está compuesta en gran medida por materia mineral; sin embargo la actividad
biológica es alta y generalmente hay humus: hasta el 30 por ciento en algunos casos. Juntos, los
horizontes O y A constituyen lo que se denomina normalmente capa superficial del suelo. Por
debajo del horizonte A esta el horizonte E.
El horizonte E es una capa de color claro que contiene poca materia orgánica. Conforme el agua
percola hacia abajo a través de esta zona, transporta las partículas más finas. Este lavado de los
componentes finos del suelo se denomina eluviación. El agua que percola hacia abajo disuelve
también componentes inorgánicos solubles del suelo y los transporta a zonas más profundas. Este
empobrecimiento de materiales solubles de la zona alta del suelo se denomina lixiviación.
Inmediatamente debajo del horizonte E se encuentra el horizonte B.
El horizonte B o capa subsuperficial del suelo cuenta con el depósito de gran parte del material
extraído del horizonte E mediante eluviación, al que se suele hacer referencia como la zona de
acumulación. La acumulación de las partículas arcillosas finas potencia la retención de agua en el
subsuelo. Los horizontes O, A, E y B juntos constituyen el solum, o «suelo verdadero». Es en este
suelo verdadero donde son activos los procesos formadores del suelo y donde están en gran
medida confinadas las raíces vivas y otros tipos de vida animal y vegetal. Debajo de este suelo
verdadero y por encima de la roca madre inalterada se encuentra el horizonte C
El horizonte C es una capa caracterizada por roca madre parcialmente alterada. Mientras que los
horizontes O, A, E y B tienen poco parecido con la roca madre, ésta es fácilmente identificable en el
horizonte C. Aunque este material está experimentando cambios que lo transformarán por fin en
suelo, todavía no ha cruzado el umbral que separa el regolito del suelo. Las características y la
magnitud del desarrollo pueden variar en gran medida de unos suelos a otros de ambientes
diferentes.
Los límites entre los horizontes del suelo pueden ser bruscos o los horizontes pueden pasar
gradualmente de uno a otro. Por consiguiente, un perfil de suelo bien desarrollado indica que las
condiciones ambientales han sido relativamente estables a lo largo de un período prolongado y que el
suelo es maduro. Por el contrario, algunos suelos carecen por completo de horizontes. Dichos suelos se
denominan inmaduros porque la formación del suelo ha estado operando sólo durante un período
corto. Los suelos inmaduros son también característicos de pendientes empinadas donde la erosión
desgasta continuamente el suelo, impidiendo su desarrollo completo.
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Los suelos más desarrollados se encuentran al Este, disminuyendo la evolución de los mismos hacia el
centro de la Provincia hasta llegar a las zonas serranas de típicos suelos esqueléticos.
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Alfisoles: Suelos moderadamente meteorizados que se forman debajo de los bosques boreales o
los bosques de almendros tropicales caducifolios, ricos en hierro y aluminio. Las partículas de
arcilla se acumulan en una capa subsuperficial en respuesta a la lixiviación de los ambientes
húmedos. Suelos fértiles, productivos, porque no son ni demasiado húmedos ni demasiado secos.
Mollisoles: Suelos oscuros y suaves que se han desarrollado bajo una vegetación herbosa y en
general se encuentran en áreas de pradera. Horizonte superficial rico en humus que es rico en
calcio y magnesio. La fertilidad del suelo es excelente. También se encuentran en bosques de
madera dura con una actividad significativa de las lombrices. El intervalo climático oscila entre
boreal o alpino y tropical. Las estaciones secas son normales.
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Oxisoles: Suelos que se hallan en terrenos antiguos a menos que las rocas madres estuvieran muy
meteorizadas antes de ser depositadas. En general se encuentran en las regiones tropicales y
subtropicales. Ricos en óxido de hierro y de aluminio, los oxisoles están muy lixiviados; por
consiguiente, son suelos pobres para la actividad agrícola.
Ultisoles: Suelos que representan los productos de largos períodos de meteorización. El agua que
percola a través del suelo se concentra en partículas de arcilla en los horizontes inferiores
(horizontes argílicos). Limitados a los climas húmedos de las regiones templadas y los trópicos,
donde la época de cultivo es larga. El agua abundante y un período largo sin congelación
contribuyen a la lixiviación extensiva y, por tanto, a una peor calidad del suelo.
Entisoles: Suelos jóvenes con un desarrollo limitado que exhiben propiedades de la roca madre. La
productividad oscila entre niveles muy altos para algunos suelos formados en depósitos fluviales
recientes a niveles muy bajos para los que se forman en la arena voladora o en laderas rocosas.
El comportamiento de este tipo de suelos frente a los cambios de humedad da lugar a la variación de su
volumen, produciéndose movimientos por los asentamientos diferenciales de la cimentación, lo que
puede llevar a la estructura a soportar esfuerzos superiores a los previstos en cálculo y por tanto
producir tensiones no admisibles.
Las arcillas expansivas son aquellas que presentan cambio de volumen con los cambios de humedad,
cuando la arcilla se humedece sufre fuerte expansión que produce daños considerables en paredes y
pisos sobre todo en climas de largos o intermitentes períodos de humedad, debido a los cambios de
volumen con los cambios de humedad. La plasticidad es la propiedad que presentan los suelos en poder
deformarse, hasta cierto límite sin romperse. Algunos tipos de suelos, tales como la arena y el limo
poseen reducidas capacidades de soporte.
El asiento diferencial excesivo da lugar al movimiento de los pilares o grupos de pilares, superándose el
límite elástico de algunos elementos estructurales. Estos daños se manifiestan en principio en las
fachadas ya sean portantes o no con las grietas.
Si notamos en los muros y tabiquería de una vivienda, grietas y fisuras de mayor o menor magnitud, lo
más seguro es que estemos ante un problema de asentamiento del terreno y de la cimentación. Estas
fallas en las fundaciones de una edificación pueden ser atribuidas a diversas causas.
Estas generalmente son causadas por el movimiento de suelos expansivos y altamente plásticos debajo
de las zapatas de cimentación. Este movimiento puede ser en forma de contracción, que provoca
asentamiento del terreno, o en forma de expansión, lo que provoca levantamiento del suelo.
Cuando prevalecen condiciones de sequía, los suelos pierden constantemente humedad y se encogen.
Cuando los niveles de humedad son altos, los suelos se hinchan. Independientemente de la naturaleza
del movimiento, lo más probable es estos cambios se manifiesten en forma de grietas visibles en las
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Uno de los problemas que iniciaron la inclinación de la Torre de Pisa son los cimientos, ya que eran poco
profundos (4 metros) para el tipo de edificio y el tipo de terreno sobre el que se encuentra ya que éste
era un terreno arenoso y arcilloso.
La licuefacción inducida por terremoto es uno de los principales contribuyentes al riesgo sísmico
urbano. Las sacudidas hacen que aumente la presión de agua en los poros del suelo lo que reduce la
tensión efectiva, y por lo tanto disminuye la resistencia al corte de la arena. Los edificios cuyos cimientos
están directamente en la arena que se licúa experimentan una pérdida de apoyo repentina, que resulta
en el asentamiento drástico (asentamiento absoluto) e irregular (asentamiento diferencial) del edificio.
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La licuefacción es muy peligrosa sobre todo para presas, puentes, cañerías enterradas o edificios
aguantados sobre suelos con muy poca densidad saturada. La normativa sismorresistente obliga a
analizar la posibilidad de licuación "cuando el terreno de cimentación contenga en los primeros 20m
bajo la superficie del terreno, capas o lentejones de arenas sueltas situadas, total o parcialmente, bajo el
nivel freático". Además, "si se concluye que es probable que el terreno licue en el terremoto de cálculo,
deberán evitarse las cimentaciones superficiales, a menos que se adopten medidas de mejora del
terreno para prevenir la licuación. Análogamente, en las cimentaciones profundas, las puntas de los
pilotes deberán llevarse hasta suficiente profundidad bajo las capas licuables, para que pueda
desarrollarse en esa parte la necesaria resistencia al hundimiento".
Entonces podemos decir que para que se produzca el fenómeno de licuefacción tiene que presentarse:
Arenas Sueltas
Suelo Saturado
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Otra causa de problemas en las fundaciones es debido a un mal drenaje del patio o jardín y de bajantes
de las canaletas del techo que vierten en la base de la fundación. El exceso de humedad alrededor de los
cimientos puede causar que los suelos se vuelvan sobresaturado y perder la presión de apoyo, o la
fuerza para soportar el peso. Cuando esto sucede, las estructuras se asientan o se hunden en el suelo.
El agua en el subsuelo es siempre causa de problemas y dificultades. Algunos de los problemas causados
por el agua son los siguientes:
EFECTOS DE LA VIBRACIÓN
Las vibraciones de cualquier origen tienden a compactar los suelos causando, como
consecuencia, asentamientos.
En el caso de suelos arenosos o granulares sueltos puede presentarse densificación del suelo a
causa de los movimientos sísmicos. La densificación originará asentamientos, intensificándose
éstos cuanto mayor sea la presión de contracción. Es recomendable que en este tipo de suelos
sueltos se adopten cimentaciones profundas con presiones de contacto bajas o tratamientos de
compactación previos.
Para el caso de suelos arenosos, finos o granulares con presencia de agua debe de considerarse
la posibilidad de licuefacción del suelo al presentarse vibraciones causadas por un movimiento
sísmico. La licuefacción implica una reducción sustancial de la capacidad portante del suelo. En
estos casos debe contemplarse presiones de contacto muy reducido o alternativamente, pilotaje.
En las arenas contempladas en los casos precedentes, debe tenerse especial cuidado con el
apoyo de los falsos pisos y otras losas superficiales (tales como veredas y pistas) efectuándose,
por lo menos, una enérgica compactación superficial por vibración.
Una solución para los suelos arcillosos será la de “Desactivar las arcillas expansivas” mediante un
proceso químico con apagado mediante agua de cal. La cal recomendada para tal fin es la cal
hidratada, del tipo más comercial y de calidad más uniforme. Las características que dará a nuestro
suelo son: aumentar las propiedades mecánicas, disminuir su plasticidad, mejorar su límite de
consistencia y drenaje:
1- Se retiraran del lugar los 50cm superficiales (Desmalezamiento profundo)
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3- Una vez terminado el proceso de infiltración, se completará el trabajo llenando los hoyos con
una pasta densa de la misma cal y arena común al 50% hasta unos 20 cm por debajo de sus
bocas llenando el espacio restante con suelo natural seleccionado.
4- Finalmente se rellenaran los 50cm retirados originalmente con suelo seleccionado compactado
al 93% y luego otra capa de 30 cm. con el mismo suelo compactado al 93%, quedando el suelo
tratado unos 30 cm. por encima de la cota actual del terreno.
También otra forma de solucionar la baja capacidad portante que presenta un suelo es la
aplicación del método Vibroflotación.
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Con estos procedimientos se forma una densa y resistente columna en los centros de cada punto de
tratamiento. El material grueso se introduce lateralmente en el terreno, desplazándolo y densificándolo,
formándose un conjunto estable. Dichas columnas actúan como drenes verticales que permiten el
drenaje de agua intersticial del suelo fino, aumentando así su resistencia. La distancia entre centros de
columnas de grava depende de las condiciones del suelo a tratar y de los resultados deseados.
Generalmente se dispone un punto por cada metro cuadrado de superficie cuando las condiciones son
muy adversas, pudiéndose en casos más favorables llegar a unos 6m2 por punto.
El método se utiliza sin que sea preciso efectuar cualquier excavación previa, las intervenciones se
realizan por medio de una barra tubular de pequeño diámetro.
La barra, que en su extremo inferior lleva una broca, se introduce hasta el nivel inferior de la porción de
suelo a tratar. A partir de esa posición, se bombea en el interior de la barra, a la que se imprime un
movimiento combinado roto-ascendente con velocidades programadas, una lechada de cemento con
una presión muy elevada. Esta presión sirve para que la lechada pueda salir del interior de la barra, a
través de dos (o más) toberas de muy pequeño diámetro dispuestas arriba de la broca, con una altísima
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velocidad bajo la forma de chorros inicialmente muy delgados y dotados de una elevadísima energía
cinética. El altísimo impacto de los chorros (rotantes y ascendentes) sobre el suelo circundante provoca
la destrucción sistemática de su estructura original y, a través de la intensa turbulencia se produce la
íntima y muy homogénea mezcla de sus partículas con la lechada de cemento.
Debido al movimiento de rotación ascendente impreso a la barra a medida que es retirada, los chorros
vienen afectando un bien definido volumen de suelo, de forma aproximadamente cilíndrica,
comprendido entre los niveles inferior y superior en que se los hace actuar.
El producto final de cada intervención, una vez que la mezcla intima lechada-suelo contenida en el
interior de ese volumen cilíndrico haya fraguado, es lo que se denomina una “columna” de suelo
sólidamente cementado. Un material homogéneo, de elevada resistencia mecánica y dotado de un muy
bajo coeficiente de permeabilidad.
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La estabilización es un proceso que se le realiza a un suelo virgen para darle propiedades de resistencia
al desgaste y al esfuerzo cortante, para resistir la acción del tránsito bajo cualquier condición climática
sin que sufra deformaciones perjudiciales.
Los problemas que plantean los suelos arcillosos para su utilización, como núcleos de terraplén,
especialmente la subrasantes, han sido tratados satisfactoriamente con la incorporación de cal a esos
suelos, resolviendo las cuestiones derivadas de un fuerte hinchamiento y baja resistencia en estado
húmedo. El agregado de cal mejora las características plásticas de los suelos, los hace más friables y
aumenta el valor soporte.
La adición de cal, elimina la susceptibilidad al agua en los suelos cohesivos y reduce la tendencia al
hinchamiento.
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El sistema de clasificación de suelos del H.R.B, para obras de ingeniería, está basado en el
comportamiento de los suelos utilizados en obras viales. Los suelos de similares capacidades portantes y
condiciones de servicio, fueron agrupados en siete grupos básicos, desde el A-1 al A-7. Los A-8 no se
considera porque son suelos orgánicos no adecuados para la técnica vial porque en presencia de agua se
descomponen generando vacíos y con acción de las cargas se forman baches.
La calidad de los suelos, para ser utilizados en subrasantes, va disminuyendo desde el A-1 al A-7, que es
el más pobre.
En Santiago del Estero es muy común encontrar material del tipo A6 y A7, es decir suelos de pobre
comportamiento como subrasante, por ello es muy importante que sean tratados por las distintas
estabilizaciones de suelo.
Bibliografía
https://prezi.com/a908zfyio8zl/estabilizacion-de-suelos-arcillosos-por-medio-de-cal/
https://arquigrafico.com/causas-de-las-fallas-en-fundaciones-de-edificaciones/
https://civilgeeks.com/2011/11/29/consideraciones-a-tener-en-cuenta-de-suelos-en-cimentaciones/
INPRES.gov.ar; Wikipedia.org