Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
vicegobernador
Por Víctor H. Martínez Para La Nación
N o hubiera querido escribir este comentario porque, en definitiva, se basa una vez más en
otra provocada anormalidad institucional.
En 1991, ante la renuncia al cargo del vicepresidente de la Nación que optó por ser gobernador
de la provincia de Buenos Aires, fundamenté la necesidad de llamar a elecciones para
reemplazar al dimitente. Dije entonces -y lo reitero ahora- que hacíamos abstracción de toda
intencionalidad política ocasional y de consideraciones personales para limitarnos a los
problemas que hacen a las instituciones de la República y su adecuado funcionamiento.
A su vez, el artículo 75 inciso 21 incluye entre las atribuciones del Congreso "admitir o desechar
los motivos de la dimisión del presidente o vicepresidente de la República; y declarar el caso de
proceder a nueva elección".
El artículo 134 dice: "En caso de muerte del gobernador o de su destitución, dimisión, ausencia,
suspensión u otro impedimento, las funciones de su cargo pasan al vicegobernador, quien las
ejerce durante el resto del período constitucional, si es por alguno de los tres primeros
supuestos u otro impedimento permanente; y si la acefalía se produce por acusación, ausencia,
suspensión u otro impedimento temporal, hasta que cese dicho impedimento".
En el apartado "Acefalia simultánea", el artículo 135 estatuye: "En caso de separación o
impedimento simultáneo del gobernador y vicegobernador, el mando es ejercido por el
presidente pro visorio del Senado, y en su defecto por el presidente de la Cámara de Diputados,
quien convoca dentro de treinta días a la provincia a una nueva elección para llevar el período
corriente, siempre que de éste falten cuanto menos dos años, y que la separación del
gobernador o vicegobernador fuese permanente".
Historia repetida
En la provincia de Córdoba se ha dado el caso de un vicegobernador electo que deberá
renunciar al cargo por haber resultado ganador en las últimas elecciones, como intendente de la
ciudad capital. O sea, la provincia queda sin vicegobernador, no debido a muerte, destitución o
inhabilidad sobreviviente, sino por un acto voluntario, motivado por la opción de mejor destino
según libre juicio del dimitente.
Esta circunstancia refleja sin duda una burla a las aspiraciones de la ciudadanía desde el
momento de llamarla a seleccionar un vicegobernador, quien, entre otras obligaciones, debe
sustituir al gobernador y presidir el Senado de la provincia.
Aun cuando desde 1870 -año en que se dispuso en la provincia mediterránea la creación del
cargo de vicegobernador- hasta la fecha ha habido más de treinta vicegobernadores, no
encontramos precedente alguno sobre el tema que nos ocupa. No obstante, insistimos en que
debe convocarse a elección para cubrir el cargo con un nuevo vicegobernador.
Somos conscientes de las dificultades que ello implica: la fatiga ciudadana ante otro proceso
electoral; el riesgo de tener un vicegobernador de signo partidario distinto del gobernador, las
cargas financieras que toda elección requiere. Pero ello no puede superar las exigencias
constitucionales y tanto la ley como los protagonistas deberían prever las circunstancias para
impedir actitudes irresponsables, entre ellas, el haber sido elegido para un cargo y casi a
renglón seguido de obtenerlo, postularse para otro distinto. Y esto, lamentablemente, ya es
historia repetida.