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Por

Esteban Rodríguez Alzueta

El cuerpo de los pibes es el mensaje


Los cuerpos de los jóvenes se han convertido en otro bastidor para mandar mensajes al
resto de la sociedad, prueba de ello son los cuerpos de Facundo Ferreira, el niño de 12 años
fusilado por la espalda de un tiro en la cabeza por un agente de la policía tucumana, y
Cristian Cortez, otro joven de 18 años molido a patadas por diez vecinos en la ciudad de
San Juan, acusado de haber intentado robar un teléfono celular.

Estos jóvenes no eran cualquier joven, se trataba de jóvenes morochos, que vestían ropa
deportiva y vivían en barrios pobres. ¿Qué relación hay entre el gatillo policial y el
linchamiento vecinal? No sólo el destinatario de la violencia es el mismo, se trata de
violencias extremas que se van relevando: cada una de ellas encuentra en la otra un punto
de apoyo para desplegarse. Si no hay gatillo policial habrá linchamiento vecinal. Cuando
los policías tienen las manos atadas, los vecinos darán rienda suelta a la bestialidad
entrenada frente al televisor, liberándoles la zona a la saña vecinal, no investigando los
hechos. El linchamiento no es la expresión de la ausencia del Estado sino la expresión de
una frustración ciudadana: el policía no está presente como los vecinos quieren que esté, a
través de la mano dura. Por eso, cuando llega la brutalidad policial será rápidamente
celebrada por los vecinos alertas: “Uno menos”, “Este no jode más”, “Corta la bocha”. Esos
suelen ser los clichés a través de los cuales se aplaude y legitima el gatillo policial.

Tanto los linchamientos como las ejecuciones policiales no constituyen una reedición de la
Ley del Talión. En este país la venganza siempre está desequilibrada. No es ojo por ojo y
diente por diente, sino ojo por diente y diente por ojo. Acá el robo de un celular puede
costar una vida, y si no respetás la “voz de alto” policial podés terminar con una bala en la
cabeza. Son violencias que, a diferencia de las antiguas ejecuciones a las víctimas
expiatorias en los ritos sacrificiales, no tienen la capacidad para detener la venganza. Por el
contrario, le agregan violencia a la violencia, empujándola hacia los extremos.
Los linchamientos o tentativas de linchamiento, la justicia por mano propia, las golpizas en
comisarías y el gatillo fácil son la expresión de la inhospitalidad vecinal y la hostilidad
policial. El linchamiento y la caza del pibe chorro son alguna de las formas que asume la
violencia en la Argentina. Una violencia que hay que pensar al lado de otras violencias: la
patriarcal, la estructural, la interpersonal entre jóvenes, la encapsulada al interior de
distintas instituciones. La violencia es el telón de fondo de muy distintas experiencias
sociales. Esta crueldad es la expresión de una violencia acumulada socialmente, pero
también la manifestación de un reclamo sórdido de la vecinocracia.

Como bien señaló Rita Segato, la violencia extrema tiene un componente cultural que no
hay que soslayar. En la violencia siempre hay una dimensión expresiva, una voluntad de
comunicar algo a alguien. El victimario articula un mensaje que manda a través del cuerpo
del otro, eligiendo a los actores más vulnerables. El cuerpo de la persona linchada, como de
la mujer ejecutada, es considerado un bastidor para mandar mensajes al resto de la
sociedad. Es la superficie de control donde se inscriben las relaciones de poder. Tanto los
linchamientos como el gatillo policial no operan fuera de estas estructuras de poder, pero lo
distintivo es que se trata de una violencia que sucede en los márgenes, articulando un
hartazgo muy fuerte a lo que se considera injusto.

Los linchamientos, que imitan la violencia policial,


terminan reproduciendo ciclos de violencia que
subalternizan más aún a la comunidad. Una violencia
que dispara otras violencias hegemónicas. Por eso,
lejos de representar prácticas contra-hegemónicas,
formas de justicia popular o de articular una protesta
en los sectores populares, los linchamientos refuerzan
la hegemonía blanca, vigorizando las formas de
control policial o parapolicial.

La violencia avivada por este gobierno a través de las


declaraciones de sus principales funcionarios
demuestra que las soluciones punitivas ponen a los
barrios en callejones sin salida. No sólo desautorizan
su entramado organizacional, sino que lo debilitan aún
más. Una sociedad sin mediaciones o solo con
mediaciones clientelares o regulaciones policiales será
una sociedad con menos palabras para seguir
dialogando, con más miedo y mucho menos pacífica, que apunta con el dedo y de vez en
cuando se amontona para matar al prójimo, sobre todo cuando es un joven morocho de los
barrios más pobres.

[En línea] https://www.elcohetealaluna.com/linchamiento-vecinal-y-gatillo-policial/


(Consultado el 17 de abril de 2018)

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