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Pablo Mella
Instituto Superior Bonó
Una vez más, en su línea franciscana, el Papa nos invita a cultivar la alegría. Su nueva exhortación
apostólica, publicada el 9 de abril de 2018, nos llama a vivir la santidad en el mundo contemporáneo. Al
unir este llamado a la santidad con la alegría, se nos sugiere transformar la imagen melancólica de la
santidad predominante, para construir una imagen remozada que sea más acorde con la sensibilidad de
nuestros días.
Existe un refrán bien popular que reza: «Un santo triste es un triste santo»; pero resulta llamativo que
no se haya extendido la conclusión lógica que de él se desprende. En efecto, muchos asocian la santidad
con la pesadumbre y con una seriedad enemiga de la fiesta y del gozo. Por el contrario, se tiende a
pensar que solo el pícaro sabe hacer fiesta y que quien es como él tiene la posibilidad de ser una
persona verdaderamente alegre.
Desde su primera exhortación apostólica, el papa Francisco proponía convertir el gozo en el núcleo de la
vida cristiana. El mensaje de Cristo solo así podrá ser buena noticia en un mundo donde prima la
tristeza. Evangelii Gaudium comenzaba con un diagnóstico algo sombrío de la sociedad contemporánea:
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza
individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya
no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza
la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también
corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos,
quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para
nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo” (EG 2)
Como señala el Papa en este texto germinal, la fuente básica de tristeza en el mundo contemporáneo es
una vida interior reducida, encerrada sobre sí misma. Llenándonos de cosas exteriores solo cultivamos la
avaricia, el egocentrismo y la superficialidad. Naturalmente, esta dinámica acarrea una ansiedad interior
que se acaba por traducir en pesadumbre de espíritu. Resulta especialmente iluminador en este párrafo
que la opción por los pobres quede asociada a una alegría que es propia de la vitalidad espiritual
cristiana.
La tristeza debe de ser combatida por los efectos espirituales negativos que produce. Sus
manifestaciones son: pérdida del entusiasmo en el compromiso por la justicia, actitud de resentimiento
y queja constante por todo. Debemos de estar atentos a estos síntomas en nuestro comportamiento. La
pérdida de vitalidad espiritual significa que nos estamos vaciando de la Buena Nueva. La santidad
implicaría ser todo lo contrario.
2. Gaudete et Exsultate: tercera exhortación apostólica del papa Francisco
El magiterio de Francisco ha sido abundante. Ha publicado dos encíclicas: Lumen fidei en 2013 y
la Laudato sì en 2015. La primera estaba prácticamente lista cuando Francisco asumió el pontificado; en
ella se descubre fácilmente el estilo teológico del papa Benedicto XVI. La segunda, por el contrario, es
del estilo pleno de Francisco. Laudato Si´ convierte los actualísimos temas del medio ambiente en
ámbito privilegiado para la vida los cristianos de hoy.
Gaudete et exsultate es la tercera exhortación apostólica. La primera exhortación del papa Francisco,
citada más arriba, Evangelii Gaudium, fue publicada en 2013 a los pocos meses de su elección. Puede ser
considerada como su programa pastoral. La segunda, Amoris laetitia, fue publicada en 2016 tras los dos
sínodos sobre la familia. Esta exhortación creó bastante controversia en algunos sectores de la Iglesia
que la consideraron contraria a la tradición moral católica, en buena medida debido a su acercamiento
misericordioso a la realidad matrimonial actual. No es de extrañar que algunos sectores de la Iglesia
quieran encontrar en la actual exhortación errores doctrinales. Pero se llevarán una gran sorpresa: nadie
que se diga católico podrá oponerse a una invitación a la santidad, que no es otra cosa que dejarse
llenar del amor de Dios y transformar su persona por esa gracia. Bajo la luz del Vaticano II, la
exhortación acerca el ideal de santidad al cristiano común. Su propósito es «que cada creyente discierna
su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él (cf. 1 Co
12, 7), y no que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido pensado para él» (núm. 11).
La santidad designa el ideal de vida del seguidor de Jesucristo. Por eso, aunque las cualidades anteriores
pueden ser vividas por una persona cualquiera, lo que las hace cristianas es cultivarlas en comunidad
con otras personas creyentes en Cristo y abiertos a la acción de su Espíritu. Aisladas, las personas
tendemos a justificarnos; sin oración, perdemos el sentido de la trascendencia. La contemplación del
amor del Dios de Jesucristo, que nos une en comunión por encima de nuestros límites y mezquindades,
nos alentará a vivir apegados a la realidad, luchando llenos de generosidad y de esperanza.