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Una Visión Escéptica del Cambio Climático*

Marcos A. Peñaloza-Murillo†
mpenaloza@ula.ve, map4@williams.edu

La idea de que el presunto recalentamiento global atmosférico y el cambio climático

son fenómenos totalmente nuevos, producto del desarrollo y progreso de la humanidad,

es una idea errada. Lo que sí es nuevo es la aparición en la atmósfera del CO 2 de origen

artificial, que se ha introducido en ella desde el inicio de la revolución industrial en el siglo

19, y que frente a fuentes naturales de ese gas “invernadero”, solo representa apenas una

bajísima fracción (menos del 1%) del que sale hacia al aire desde el manto terrestre y por

vía de otros procesos biosféricos.

No hace mucho, en la Sección “Lectores” de El Nacional de Caracas (Venezuela)

aparecieron opiniones radicalmente opuestas o antagónicas sobre el problema del CO2 y

el calentamiento global. En uno, del 9 de junio de 2008, se planteaba eliminar el CO 2 del

ambiente para suprimir dicho recalentamiento (León, 2008); y en el otro, del 18 del mismo

mes y año, se planteaba, como respuesta, lo contrario: que “el CO 2 no causa el

calentamiento global” (Balladares, 2008) (cf El Gran Fraude del Calentamiento Global,

disponible en YouTube). A otro nivel, un escenario parecido se ha presentado entre Al

Gore, con su alarmante película y su sesgado libro La Verdad Incómoda (Gore, 2007) [por

eso, Premio Nóbel de la Paz; para críticas y comentarios, ver Legates (2007), Nielsen-

*
Ponencia presentada en el seminario de postgrado La Venganza de Gaia: Un Análisis Crítico del
Cambio Climático y la Política, CEPSAL – Área de Política Internacional, Facultad de Ciencias
Jurídicas y Políticas, Universidad de los Andes (Mérida-Venezuela).

Profesor titular del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias de la Universidad de los
Andes, ULA (Mérida, Venezuela), con un doctorado (Ph.D.) de la Universidad de Essex (Inglaterra).
Investigador inter- y multi-disciplinario con interés en Historia. Autor de La Física en Problemas de
la Vida (1997), Introducción a la Física de la Contaminación Atmosférica y del Cambio Climático
(2002) y Aerosoles Atmosféricos y Anomalías Climáticas: Incertidumbre y Desafíos (2012).
Miembro de la Comisión Rectoral para el Programa de Ciencias Atmosféricas y del Espacio de la
ULA (2005-2008). Académico visitante Fulbright (2012) en el Departamento de Astronomía del
Williams College (Massachusetts). Articulista colaborador de El Nacional (Caracas) desde 2005.
Gammon (2007), North (2007), Steig (2007), Spencer (2007), Rosteck & Frentz (2009) y

Russill (2011)] y Bjorn Lomborg, autor de El Ecologista Escéptico [Lomborg (2008); para

una crítica de este último, ver Friel (2010)].

Esta visión dialéctica del problema, en el que la tesis y la antítesis se contrastan, nos

deben llevar a la verdad. Y, ¿cuál es? La respuesta es interpretar el asunto en un

contexto científico mas amplio para entender por qué el CO2 artificial no sería el causante

principal de los grandes cambios globales que creemos estar observando, sino

presuntamente el Sol (y otros fenómenos naturales como El Niño y La Niña, etc). En otras

palabras, nos estamos recalentando porque el Sol también lo está siendo (variación de la

“constante” solar), debido a su actividad natural Sol (Lean, 1997; Lean & Rind, 1998; Beer

et al., 2000; Haigh, 2003, 2007; Laut, 2003; Goode & Pallé, 2007). Y es que el Sol es el

principal protagonista, directo o indirecto, de todos los cambios climáticos que se han

originado en la Tierra, a lo largo de toda su historia geológica.

La anterior opinión pertenece a un grupo de investigadores de origen ruso, liderizado

por el académico O.G. Sorokhtin, quienes apoyan sus argumentos en un modelo más

realista, de tipo termodinámico-adiabático, de calentamiento-enfriamiento por convección

de la troposfera que demuestra lo insignificante de la variación de la temperatura terrestre,

si se doblara la concentración actual de CO2 (Khilyuk & Chilingar, 2003, 2004; Chilingar &

Khilyuk, 2007; Aeschbach-Hertig, 2007; Chilingar et al., 2008a, b). Esto contrasta

notoriamente con el otro esquema (de tipo radiativo), mas sensible a la mencionada

concentración y sobre el cual se basa el Protocolo de Kyoto, propuesto por el sueco

Svante Arrhenius en 1896 (Ambio, 1997) y desarrollado como la teoría del mal llamado

“Efecto Invernadero” (Essex, 1986, 1991; Essex et al., 2007; Essex & McKitrick, 2007;

Gerlich & Tscheuschner, 2007), el cual sobre-estima el aumento de temperatura.


Entonces, si el CO2 artificial no es la causa del recalentamiento global observado,

¿cuál es? Baliunas & Soon (1996) y Soon et al. (1996), apoyados en el trabajo de Friis-

Christensen & Lassen (1991), sostienen que la razón es una conexión natural Sol-clima.

El grupo de Sorokhtin afirma, con base en esto último, que la cosa es al revés. El origen

del aumento del CO2 atmosférico es la variabilidad solar, vía disminución de la solubilidad

del océano (Ley de Henry), debido a su aumento de temperatura por incremento de la

radiación solar; así, el efecto pasa a ser la causa y viceversa. Este grupo, se atreve,

inclusive, a probar que un excedente de CO2 debe causar un enfriamiento de la

troposfera, lo cual revive la controversial investigación de los 80 de Sherwood Idso

(1980a, 1980b, 1982) que mostró lo mismo y también la reinterpretación realizada por

Ellsaesser (1984) en aquella época y actualizada años después por este mismo autor

(Ellasaesser, 1990).

Visto lo anterior, los humanos no seríamos tan culpables del recalentamiento global, el

Protocolo de Kyoto (1997, 2005) no tendría tanto sentido [amén de que el cambio

climático podría ser abrupto y no gradual (Thielen & Lairet-Centeno, 2007), por lo que éste

no serviría para nada] y los EE.UU. no tenían por qué firmarlo hasta que estuvieran

seguros y convencidos (Peñaloza-Murillo, 2008a, b) ; ahí están las razones del por qué

nunca lo hicieron. Y China tampoco lo ha hecho, como se vio en la última conferencia de

las partes del Protocolo de Kyoto en Copenhagen en diciembre de 2009.

El 11 de julio de 2002, James L. Connaughton, asesor presidencial y jefe del Consejo

de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, solicitó al senado norteamericano no firmar

dicho protocolo. Y desde su implementación en 2005, este protocolo ha costado 10

millardos de USD mensuales. Este planteamiento científico alternativo es crucial. Aunque

es el principal contaminador del planeta, EE.UU. sería, en principio, eximido de ser el

causante del problema (http://www.oism.org/pproject/), al igual que a los países


productores de petróleo, como el nuestro, porque en todo caso, como lo dice Gerhard

(2004), “el clima cambiará o para mas frío o para mas caliente con o sin la interferencia

humana”; aun así, la pertinencia del Protocolo de Kyoto, aunque cuestionada, o aquel otro

protocolo que lo sustituya, es muy importante… por si a caso.

Como resultado de esta última afirmación debida a Gerhard, uno podría pensar que la

última parte del Artículo 127 de la Constitución Nacional de Venezuela de 19991 que se

refiere a la especial obligación del estado venezolano de proteger el clima, pierde su

sentido ya que con los siglos el clima, no importa lo que haga el Estado, cambiará

inexorablemente; y esto no lo sabían los constituyentes de 1999 que dieron origen a esta

última constitución. De lo contrario, ¿qué quisieron decir ellos en el Artículo 127 cuando

se refirieron a proteger el clima? ¿El actual o el del futuro? Creo que allí hay una

inexactitud constitucional, merecedora de una enmienda.

Notas:

1.- Artículo 127. Es un derecho y un deber de cada generación proteger y mantienen el ambiente
en beneficio de sí misma y del mundo futuro. Toda persona tiene derecho individual y
colectivamente a disfrutar de una vida y de un ambiente seguro, sano y ecológicamente
equilibrado. El Estado protegerá el ambiente, la diversidad biológica, genética, los procesos
ecol6gicos, los parques nacionales y monumentos naturales y demás áreas de especial
importancia ecológica. El genoma de los seres vivos no podrá ser. patentado, y la ley que se
refiera a los principios bioéticos regulan la materia. Es una obligación fundamental del Estado, con
la activa participación de la sociedad, garantizar que la población se desenvuelva en un ambiente
libre de contaminación, en donde el aire, el agua, los suelos, las costas, el clima, la capa de
ozono, las especies vivas, sean especialmente protegidos, de conformidad con la ley (cursivas y
resaltado nuestro).
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