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Al establecer el rumbo para tu equipo, tienes que articular una visión y una
misión para la organización. Veamos en qué consisten, luego te explicaré
algunas técnicas para darles forma y compartirlas. Una visión es la imagen
certera de la dirección que sigue la organización, expresa lo que quieren
ser. Yo aconsejo pensar en periodos de tres a cinco años. Menos de tres
años será demasiado táctico y más de cinco es un plazo muy largo y los
empleados no lo van a ver factible.
La visión debe ser ambiciosa pero realista. Equilibra estas dos cualidades. La
parte ambiciosa es interesante para que el equipo tenga que alcanzar un
objetivo, pero si no es realista puede que lo vean como imposible y no lo
persigan. También tiene que valer la pena conseguir esa visión para que los
empleados se comprometan, debe convocarlos a nivel emocional.
Al pensar en la visión, los empleados deben sentirse motivados y
querer trabajar para alcanzar ese objetivo. Además, la visión debe
diferenciarse de la de tus competidores. Estás intentando crear un nicho en
el mercado que muestre por qué ustedes son mejores y por qué van a
ganar. Por último, la visión tiene que ser concisa, usa palabras clave y no de
relleno. Hay muchas visiones que ocupan toda una página y no queda claro
hacia dónde se dirige la empresa, otras son confusas y acaban frustrando al
equipo. Haz que tus palabras sean precisas.
Después de establecer la visión, también tienes que definir la misión. La
misión es una afirmación, es el reflejo cultural de los valores, las creencias y
la filosofía de la organización:"Existimos por esto". En la misión también se
explica el valor que proporciona la organización a los clientes o a la
organización en su conjunto. La misión tiene que ser clara, breve y
comprensible para los empleados de todos los niveles de la empresa.
Debería ser lo suficientemente clara como para que, cuando la escuchen,
sepan cómo contribuye su equipo al conjunto. Especifica los negocios que
lleva a cabo la organización. Aunque gestiones un equipo interno que solo
sirve a clientes internos, también debes dejar claro cómo crea valor tu
equipo. Expresa la misión de manera que sirva como punto de encuentro
para el personal de tu organización y ellos entenderán cómo contribuyen a
todo el conjunto.
Dar forma a la visión y la misión suena difícil, pero puede ser sencillo
si aplicas algunas técnicas. Reúne en una sala a las partes involucradas,
busca un momento en el que no estén estresados con sus tareas diarias, ten
preparadas una pizarra y varias preguntas. Tu tarea como facilitador es
recopilar todas las ideas que surjan, que ayuden a formar la visión y la
misión.
Por ejemplo, puedes preguntar:
¿qué obtienen nuestros clientes al interactuar con nosotros?
¿qué nos diferencia de nuestros competidores?
¿dónde aspiramos a estar dentro de tres o cinco años?
Cuando hayan visto todas estas preguntas, ya no les quede más energía y
todos hayan contribuido, deja que hagan una pausa.
Escribe esos términos en una hoja en blanco, enséñasela a todos para que
transformen los términos en una afirmación simple y clara.
Y escribe el proyecto de visión y el proyecto de misión, conviértelos en algo
con lo que los empleados reaccionen.
Establece la estrategia
Para ello, primero tienes que definir tus competencias principales, estas te
ayudarán a saber dónde deberías competir y qué tipos de iniciativas te
conviene perseguir.
Cuando elabores los filtros, analiza todas tus iniciativas con ellos, determina
las prioridades de tus estrategias. Gracias a la priorización, puedes definir la
estructura organizacional, así como los recursos que vas a necesitar para
completar esas iniciativas. He mencionado las competencias principales: son
lo que tu organización hace mejor que nadie.
Solo porque lo pidas no quiere decir que vayas a recibir más dinero, más
empleados o más tiempo.
Para que te asignen recursos que irían destinados a otra parte de
la organización, tendrás que presentar un caso de negocios claro y atractivo.
Uno de los recursos que necesita tu equipo es poder acceder a su jefe, o sea,
tú. Y muchas veces nos olvidamos de esto. Nos enfrascamos en nuestras
tareas diarias, en las reuniones y los emails y no dedicamos tiempo a
ofrecerle a nuestro equipo un recurso fundamental:apoyo y guía. Muchas
veces seguimos la secuencia que he descrito. Empezamos administrando el
email y nuestros documentos y dedicamos menos tiempo al "feedback", al
asesoramiento y la información.
Son viejas costumbres que aprendemos al trabajar solos. Muchas de esas
tareas –administrar, responder al email, planificar, hacer presupuestos– son
tareas individuales y son costumbres que se nos quedan. Pero al ser jefes
tenemos más responsabilidades. Debemos ocuparnos de las relaciones, de la
resolución de problemas y de dar "feedback" a nuestros
empleados. Tenemos que dejar de gestionar y empezar a liderar.
Analiza tu trabajo. Vamos a verlo en función de dos aspectos. Primero, ten
en cuenta la cantidad de tiempo que dedicas a cada tarea en una escala
de poco a mucho. Después, piensa en el impacto que tiene en el
rendimiento del equipo de poco a mucho. Estoy seguro de que si te fijas en
tu agenda, le dedicas mucho tiempo a la administración, y creo que
estaremos de acuerdo en que la administración impacta poco en el
rendimiento del equipo.
Segundo, seguro que dedicas menos tiempo a la planificación y a los
presupuestos que tienen un impacto ligeramente mayor. ¿Y qué hay del
"feedback"? La formación y el asesoramiento tendrían mucho impacto en los
empleados, pero seguro que les dedicas muy poco tiempo. Quiero que le
des la vuelta a este esquema. Piensa en cómo podrías sacarle tiempo a la
administración, porque es algo de poca repercusión, para dedicárselo a la
resolución de problemas y a generar ideas.
Trata de invertir más tiempo en el desarrollo y el asesoramiento de
los empleados y en forjar relaciones con los directivos de la
organización. Dándole la vuelta a esta mentalidad y dedicando más tiempo a
las tareas más relevantes, tu equipo va a funcionar mejor que si te quedas en
la oficina escribiendo emails. Vamos a ver un ejemplo de esta dinámica. Una
vez asesoré a un ejecutivo.
Al empezar a trabajar con él le pregunté cuántos emails tenía en la bandeja
de entrada. Su respuesta fue asombrosa: 11. 000 emails. No me invento el
número. El tiempo de esta persona se consumía intentando ponerse al día
con los emails. Después de abordar los emails, miramos su agenda. Tratamos
de distinguir en qué empleaba su tiempo, por qué acababa agotado. Y
vimos que la mayoría de sus reuniones eran para informar el progreso del
proyecto.
Forma el equipo
Tener una visión y una misión claras, una lista de iniciativas priorizadas y los
empleados adecuados está muy bien. Pero lo que diferencia a un equipo de
un equipo de alto rendimiento es la química y la confianza que exista entre
sus miembros. Estos elementos intangibles son fundamentales para el
desarrollo del equipo, pero también son de los más difíciles de
conseguir. Para generar una buena química entre los miembros de tu
equipo, tienes que saber que esta se relaciona con la personalidad y las
creencias compartidas.
Primero, haz que todo tu equipo participe en las entrevistas, porque los
candidatosmostrarán a cada interlocutor una parte de sí mismos. Y a veces
esas partes pueden ser contrarias a lo que intentas formar. Cuando era
consultor, queríamos contratar a otro consultor. El candidato se entrevistó
con varios miembros del equipo y todo fue muy bien.Al final del proceso,
nos reunimos todos para hablar sobre el interesado.
Estábamos todos entusiasmados por contratarlo y entonces le preguntamos
a nuestra recepcionista qué le parecía, y respondió que había sido muy
maleducado al hablar con ella:"Me hablaba como si yo no importara". Y no
lo contratamos. Y seguramente aún se pregunte por qué, porque las
entrevistas con todos los consultores fueron muy bien. Nos planteamos si
queríamos en el equipo a alguien irrespetuoso con una compañera y la
respuesta fue tajante.
Para evaluar cómo son los empleados, cuentas con algunos recursos como el
indicador Myers-Briggs "Personalysis" y otras herramientas de evaluación
para conocer su personalidad, sus estilos y preferencias. No lo hagas sólo
con los candidatos, sino con todo el equipo. No es esencial que todos
tengan la misma personalidad. De hecho, es perjudicial.Se trata de que los
empleados conozcan y respeten la personalidad de sus compañeros y cómo
les gusta trabajar con los demás.
Si tienes caracteres conflictivos, que seguro que sí, porque los equipos de
alto rendimiento tienden a atraer a personas de carácter fuerte, intenta
identificar las creencias o valores compartidos y sigue a partir
de ahí. Algunos tendrán experiencias comunes o quizás comparten su
identidad étnica o su lugar de origen. Ayúdalos a encontrar un punto en
común sobre el que basarse. Cuando consigas una buena química dentro del
equipo y a gente que encaje, fortalece la confianza entre sus miembros.
La confianza consiste en compartir experiencias y en la predictibilidad. Las
vivencias comunes muestran cómo rinden los demás y cómo reaccionan
en las situaciones estresantes. Puedes hacer que trabajen juntos en un gran
proyecto, que compartan un objetivo financiero, que tengan que alcanzar
unos objetivos o que asistan juntos a algunas sesiones de formación
externas, para que tengan experiencias e historias en común y sientan que
comparten logros. Entonces, empezarán a ver que pueden confiar el uno en
el otro para alcanzar su objetivo.
Se sentirán mutuamente responsables del bienestar y estarán pendientes
de él. También entenderán mejor cómo se comportan en situaciones
estresantes y serán más predecibles para los demás. El segundo elemento de
la confianza es la predictibilidad. Yo quiero saber cómo va a reaccionar mi
compañero en una situación determinada. Cuando me diga que va a hacer
algo, si ya lo he visto alguna vez comportarse de una manera coherente es
más probable que confíe en lo que me dice que va a hacer.
La conducta del pasado sirve como indicador de las próximas conductas y
ahí baso mi confianza en ese individuo. Si entiendo los valores de mi
compañero además de conocer la predictibilidad, se creará un vínculo
estrecho entre nosotros, porque creo en lo que dice que va a hacer, ya que
sus creencias y sus conductas anteriores son coherentes. Si eres capaz de
observar al equipo y ver quién va a encajar bien en él, si sabes cómo generar
buena química entre los empleados y haces que confíen en ellos porque
comparten vivencias y son predecibles, el equipo enseguida funcionará
como tal en lugar de como un grupo de individuos.