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Litología y granulometría de los depósitos sedimentarios

En general, los sedimentos de edad cuaternaria que cubren a los afloramientos rocosos fueron formados por los
procesos geodinámicos ocurridos en la época actual. Aunque estos eventos pueden estar ligados a otros factores más
complejos, los más comunes involucran la meteorización y transporte de detritos sobre la superficie topográfica en la
que el hombre se ha establecido. Tales detritos poseen rasgos peculiares que permiten caracterizarlos como propios de
un ambiente sedimentario en particular. Así, la nomenclatura de éstos se da mediante el entendimiento de su litología,
granulometría, forma, tamaño, continuidad y disposición.
A partir de estas consideraciones, y visto desde el punto de vista técnico-ingenieril, a dichos sedimentos recientes se les
conoce como depósitos sedimentarios. Cuyas propiedades físicas dependen directamente del espacio geográfico que
ocupan. Siendo éstos (González de Vallejo et al., 2009):

-Depósitos coluviales.
-Depósitos aluviales.
-Depósitos lacustres.
-Depósitos litorales.
-Depósitos glaciares.
-Depósitos de climas tropicales.
-Depósitos volcánicos.

Depósitos coluviales
Son producto de la alteración y desprendimiento in situ de los macizos rocosos a lo largo de las laderas. Por lo general,
están conformados por masas inestables de gravas (guijarros, cantos y bloques) angulosas transportadas por gravedad
y agua bajo la forma de derrubios. Tienen matriz limoarcillosa y su espesor no suele superar los 5m de espesor (Fig.
9.1).

Figura 1. Columna sedimentaria tipo de un Deposito Colovial

Además, su resistencia es baja, sobre todo en la zona de contacto con el sustrato rocoso que es donde se desarrollan
altas presiones como resultado del ingreso de agua intersticial. De este modo, estos depósitos se presentan en
regiones húmedas y/o áridas (Figs. 9.2 a 9.7).
Figura 2. Depósito coluvial compuesto por gravas en un arreglo de abanico cuyo espesor no supera los 4 metros.

Figura 3. Depósito coluvial representado por bloques angulosos en una matriz limoarcillosa.
Figura 4. Depósito coluvial en un arreglo heterométrico compuesto por cantos angulosos.

Figura 5. Depósito coluvial de cantos y bloques envueltos en una matriz arenosa-guijarrosa. La base de las gravas observadas
corresponde a un relleno pasivo con forma aparente de canal.
Figura 6. Gravas de origen coluvial acomodadas en la pendiente del macizo rocoso.

Figura 7. Depósito coluvial de gravas (guijarros y cantos) que se observan en el ápice y parte baja del derrubio ubicado al frente
del macizo rocoso.

Depósitos aluviales
Son producto del transporte y depósito de detritos por medio de la acción del agua. Los elementos que los conforman
comprenden arcillas, arenas, gránulos, guijarros, cantos y bloques de formas muy variables desde angulosas a
redondeadas. Por lo que ocupan cauces, llanuras y paleocauces bajo la forma de abanicos. Mientras que los que se
hallan a lo largo de valles de gran amplitud y recorrido están representados por depósitos fluviales. Una forma práctica
de diferenciarlos es a través de su matriz y fábrica. Por ejemplo, en el caso de los depósitos de abanicos su matriz es
principalmente arcillosa con poca selección de sus clastos. Siendo este último parámetro fundamental para su
discriminación respecto a los depósitos fluviales (de clastos imbricados bien seleccionados).
Como suelos, son anisotrópicos y de una continuidad lateral irregular. Presentan un nivel freático alto (Fig. 9.8), pudiendo
tener alto contenido de materia orgánica.

Figura 8. Columna sedimentaria tipo de un depósito aluvial

Este tipo de depósitos constituyen una fuente importante de materiales de construcción. Se les observa mayormente
en climas áridos y templados (Fig. 9.9 a 9.14):
Figura 9. Depósito aluvial conformado por gravas de cantos.
Figura 10. Cantos imbricados y redondeados en un arreglo de moderada selección, propio de un depósito fluvial.
Figura 11. Terraza aluvial. Hacia el interior de este depósito se observan las líneas de estratificación las cuales denotan una
forma lingoidal (en abanico) hacia la prolongación del valle fluvial.

Figura 12. Depósito aluvial propio de un abanico. La flecha indica la incipiente estratificación de las gravas que la componen.
Figura 13. Terraza aluvial.

Figura 14. El diverso rango de tamaños entre las gravas (bloques y cantos) envueltos por la matriz permiten aseverar que el
depósito observado tuvo un origen aluvial típico de abanicos emplazados a lo largo de quebradas secundarias.

Depósitos lacustres
Corresponden a sedimentos de grano fino razón por la cual pueden llegar a tener un contenido alto de materia orgánica,
por ejemplo, en zonas pantanosas. Dentro de su matriz se aprecia un predominio de limos y arcillas finamente laminados
que constituyen niveles blandos (Fig. 9.15). Así como en ambientes áridos o evaporíticos se les puede encontrar
asociados a minerales salinos por precipitación. Como suelos, representan materiales poco aptos para construcción
debido a su baja resistencia.

Figura 15. Columna sedimentaria tipo de un depósito lacustre.

Depósitos litorales
Se forman en la zona transicional entre el continente y el dominio marino. Teniendo como agentes modeladores a las
corrientes fluviales, el oleaje y las mareas. Están representados por materiales anisotrópicos constituidos por arenas,
limos y arcillas de consistencia blanda a muy blanda y alta compresibilidad (Fig. 9.16).

Figura 16. Columna sedimentaria tipo de un depósito litoral.

En la parte superior de estos depósitos puede observarse encostramientos de carbonatos. Son típicos de deltas y
estuarios (Figs. 9.17 y 9.18).
Figura 17. Depósito litoral compuesto por arenas y encostramientos.
Figura 18. Depósito litoral de estuario compuesto por arenas de matriz arcillosa. Este tipo de sedimentos se identifican por
medio de las laminaciones onduladas al interior de su matriz (señaladas por la flecha).

Depósitos glaciares
Corresponden a materiales transportados y depositados ya sea por el hielo o por el agua de deshielo. Se les conoce
como tillitas y/o morrenas. Están constituidas por sedimentos anisotrópicos tales como gravas de cantos-bloques en
matriz arcillosa cuya fábrica es poco seleccionada (Fig. 9.19) mientras que su granulometría decrece de acuerdo a su
lejanía respecto al frente del glaciar. Al estar la permeabilidad directamente relacionada con el tamaño de sus detritos,
estos suelos son muy sensibles a los incrementos de presión intersticial producidos por las lluvias torrenciales de manera
que poseen poca estabilidad, sobre todo cuando yacen encima de laderas (Fig. 9.20).
Figura 19. Columna sedimentaria tipo de un depósito glaciar.

Figura 20. Depósitos glaciares (señalados por flechas) ubicados en las partes bajas de las lomas.

Depósitos de climas tropicales


Representados por suelos residuales formados en ambientes donde la humedad y temperaturas son altas. En el caso
de que estén enriquecidos en minerales de hierro y aluminio se forman lateritas (Fig. 9.21), así como los ricos en
esmectita dan lugar a suelos oscurecidos.
Figura 21. Columna sedimentaria tipo de un depósito de clima tropical.

Depósitos volcánicos
Tienen su origen en la eyección de piroclastos que se acumulan a una distancia moderada y/o alejada del centro de
emisión volcánico. Por lo que están constituidos por cenizas blandas, derrames lávicos y brechas de resistencia variable
(Figs. 9.22 y 9.23). A su vez, estos depósitos pueden ser retransportados por medios lacustres o aluviales. De forma
que su intemperismo resulta en la formación de suelos arenosos y arcillosos.
Figura 22. Depósitos volcánicos constituidos principalmente por brechas.

Figura 23. Depósitos volcánicos estratificados.

Referencias
GONZÁLEZ DE VALLEJO, L., FERRER, M., ORTUÑO, L., OTEO, C. (2009). Ingeniería Geológica. Tercera edición. Prentice Hall Pearson
Educación, Madrid, 75p.

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