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FENOMENOS NATURALES

Los desastres naturales, como los terremotos o los ciclones tropicales, forman parte
del planeta en el que vivimos. Constantemente se está produciendo uno en alguna
parte del mundo. Si bien son muchas las veces que no causan serios daños, de vez
en cuando su intensidad es tal que causa importantes pérdidas.

El número de humanos que viven en zonas sísmicas ha aumentado en un 93% en


estas cuatro décadas, pasando desde el 1,4 billones en 1975 a los 2,7 billones en el
2015.

En Europa, más de 170 millones de personas


están potencialmente
expuestas a los
terremotos, lo que
supone un cuarto
del total de la
población. En Italia,
Rumanía y Grecia la
proporción de la
población expuesta
sobre la población
total supera el 80%.
Pero los sismos no
son el único
problema de los
europeos: once
millones de ellos
viven a menos de
100 kilómetros de un volcán activo, cuyas erupciones pueden afectar a la vivienda, al
transporte aéreo y a la rutina diaria.

Los tsunamis afectan a muchas regiones


costeras, especialmente en
Asia y sobretodo en Japón,
que es donde se producen
más seguido de China y de
los Estados Unidos. Por
otra parte, las inundaciones
son el desastre natural más
frecuente en Asia (76,9%
de la población mundial
expuesta) y en África
(12,2%).
FENOMENOS NATURALES

Los vientos de ciclones tropicales son una amenaza para 1.600 millones de personas
en 89 países, 600 millones más que en el 1975. En 2015, 640 millones fueron
expuestas a vientos ciclónicos especialmente fuerte, sobretodo en China y Japón. En
China, 50 millones están expuestos a oleadas de tormenta como consecuencia de
estos ciclones, lo cual supone un aumento de casi 20 millones en las últimas cuatro
décadas.

El informe que analiza los mayores 28 fenómenos extremos registrados en el planeta


el año pasado, reconoce que las emisiones de gases de efecto invernadero y la
deforestación y mal uso del suelo, están aumentando desde los ciclones y las lluvias
diluviales a las olas de calor y las sequías. De los 28 fenómenos estudiados por la
NOAA, existe prueba fehaciente de que la mitad al menos, se potenciaron
radicalmente debido a las condiciones del calentamiento global. En 9 de cada 10 se
verificó incidencia del “factor humano” para su desarrollo.

Vínculos claros y confusos del cambio climático

La NOAA recordó que había advertido ya que los cambios se profundizarán en el


futuro inmediato debido a que se ha producido el primer semestre del año más
caluroso desde que existen registros entre enero y junio de 2015. La temperatura
global, combinando tierra y océanos ha sido 0.8º grados más alta que la media del
siglo XX y por encima del récord anterior de 2010. La capa de hielo en el Ártico está
un 9,5% más baja respecto a la media del periodo 1981-2010, y la del Antártico, un
3,8%, dice el informe.
La NOAA ha señalado no obstante que aún se carece de una percepción certera
sobre el vínculo de cambio climático y lluvias extremas, y que la relación se ha
encontrado en el orden del 40% de los casos.
FENOMENOS NATURALES

Cuando los incendios escapan del control humano, alimentados por el clima, el
viento y la maleza, pueden calcinar hectáreas de tierra y consumir todo lo que
encuentran a su paso en cuestión de minutos.
Cada año se produce una media de más de 100.000 incendios, llamados también
incendios forestales, que queman entre 1,6 y 2 millones de hectáreas de terreno cada
año. En los últimos años, los incendios han consumido hasta 3,6 millones de
hectáreas. Los incendios forestales se mueven a velocidades de hasta 23 kilómetros
por hora, acabando con todo lo que encuentran a su paso (árboles, maleza, viviendas
e incluso seres humanos).

Deben darse tres


condiciones para que un
incendio forestal se
propague, algo que
los bomberos llaman el
triángulo de fuego:
combustible,
oxígeno y una
fuente de calor.
El combustible
puede ser
cualquier material
inflamable que esté
cerca del fuego,
incluidos los árboles, la hierba, la maleza e incluso las casas. Cuanto mayor sea la
cantidad de combustible presente en una zona, más intensidad tendrá el fuego. El aire
proporciona el oxígeno que el fuego necesita para arder. Las fuentes de calor
contribuyen a desencadenar el fuego y hacen que el combustible esté lo
suficientemente caliente para prenderse.

Los rayos, las fogatas, los cigarrillos, los vientos cálidos e incluso el sol pueden
proporcionar el calor suficiente para desatar un incendio.
Si bien cuatro de cada cinco incendios son causados por el ser humano, la naturaleza
suele contribuir alegremente a avivar las llamas. El clima seco y las sequías
convierten la vegetación en combustible sequísimo e inflamable; los vientos fuertes
hacen que el fuego se extienda con rapidez; y las temperaturas cálidas alientan esta
combustión. Cuando estos factores se dan a la vez, sólo es necesaria una chispa (en
forma de rayo, incendio provocado, un cable caído, una fogata o un cigarrillo) para
desatar un incendio que podría durar semanas y carbonizar decenas de miles de
hectáreas.

Las causas

El cambio climático que hoy


enfrentamos está vinculado a la
quema de combustibles fósiles,
especialmente carbón, gas y petróleo, y a la
deforestación, es decir, a la pérdida de cobertura
FENOMENOS NATURALES
forestal. Ambos fenómenos tienen como consecuencia la excesiva emisión a la
atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI), mismos que están incrementando la
temperatura del planeta.

Los expertos estiman que un aumento en la temperatura global de 1.5º C provocaría


impactos irreversibles; uno de 2 grados desataría efectos catastróficos. Las emisiones
de GEI de la era industrial han sido mayores respecto a las que se habían dado
durante los pasados 10 mil años. Estas emisiones agudizan el efecto invernadero.

Este efecto evita que parte del calor del sol recibido por la Tierra deje la atmósfera y
vuelva al espacio, produciendo un efecto similar al observado en un invernadero, el
cual permite que el planeta tenga una temperatura aceptable para el desarrollo de la
vida tal y como la conocemos.

De manera natural, el efecto invernadero es necesario para la proliferación de la vida,


pero debido a las actividades industriales, la deforestación y la quema de
combustibles fósiles, las concentraciones de GEI se han disparado, trayendo consigo
el calentamiento global.

De seguir así, en 2100 el planeta se calentará entre 1.8 y 4.0 grados centígrados.

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