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Tzvetan Todorov: La conquista de América. El problema del otro. Flora Botton Burlá (tr.) 1ª ed. 1982.

Madrid: Siglo XXI, 2009.

Reedición de este libro clásico de Tzvetan Todorov, Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales
2008. Todorov nació en Bulgaria en 1939. En 1963 huyó a Francia para estudiar con Barthes y escapar del
totalitarismo comunista. Durante los años sesenta y setenta, su obra gira en torno a la difusión de los
formalistas rusos, la filosofía del lenguaje y la crítica literaria. En los ochenta da un giro hacia la historia,
predominando los estudios sobre la conquista de América y los campos de concentración, tragedias que
comparten entre sí “el problema del otro”. A lo largo de los noventa destacan sus textos sobre el pensamiento
ilustrado: Rousseau, Benjamin Constant y otros. Actualmente es profesor y director del Centro de
Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje, en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de París.El
libro está dedicado a la memoria de una mujer maya devorada por los perros. Ya contaba Frazer en La
rama dorada que en algunas culturas existe la creencia de que si el hombre va a la guerra y su mujer no le es
fiel podría causarle la muerte. Por querer salvar a su marido y no poder complacer sexualmente a los
españoles fue hecha “aperrear”. Doble tragedia: ser india y ser mujer.

La conquista de América se divide en cuatro interesantísimos capítulos:

1. “Descubrir”, acerca de Colón,


2. “Conquistar”, en torno a Cortés,
3. “Amar”, sobre el debate de Valladolid en 1550 entre Sepúlveda y Las Casas y
4. “Conocer”, del mestizaje de culturas.

Acerca de Colón, Todorov nos revela que su motivación principal en el descubrimiento de América era
conseguir oro suficiente para iniciar de nuevo las Cruzadas y recuperar Jerusalén. Paradójicamente, los
ideales del hombre que abriría las puertas del mundo moderno eran absolutamente medievales. Otra faceta
más moderna de Colón era la pasión por descubrir, por conocer, sin otro fin que el conocimiento mismo. En
lo que toca a los indios pasa de un primer momento en el que ve posible su evangelización y asimilación a
considerarlos caníbales que no merecían otro trato que el de esclavos. Termina refiriéndose a ellos como a
cabezas de ganado:

“Envié a una casa que es de la parte del río del Poniente, y trujeron siete cabezas de mujeres entre chicas e
grandes y tres niños. (Diario, 12-11-1492)”
En cuanto a las hazañas de Cortés la primera pregunta que cualquiera se plantea es cómo fue posible que con
unos pocos cientos de hombres lograse apoderarse del imperio azteca de Moctezuma, que disponía de cientos
de miles de guerreros. La respuesta ha de incluir necesariamente diversos factores entre los cuales no ha de
contarse la superioridad armamentística pues la efectividad de caballos y arcabuces era muy limitada:

 Cortés aprovechó las disensiones internas entre los distintos pueblos indígenas de México. Entre
los Tlaxcaltecas, tiranizados por los aztecas, Cortés apareció como un liberador. Su apoyo a Cortés los
convirtió en “los verdaderos amos del país en el siglo posterior a la conquista”.
 Al contrario que los estadounidenses en su reciente invasión de Irak, Cortés no desmanteló
las instituciones del Imperio, sino que las aprovechó para consolidar su dominio. Por ejemplo, respeta
siempre los lugares de culto y se limita a sustituir las imágenes.
 La sociedad azteca era una sociedad demasiado ritualizada donde todo tenía que encajar en un plan previsto.
Cortés, por el contrario, se caracterizaba por su capacidad para la improvisación y la adaptación. Así, en
cuanto tuvo conocimiento del mito de Quetzalcóatl se hizo pasar por el dios retornado. Mientras leemos la
descripción que realiza Todorov del mundo azteca no podemos dejar de pensar en la sociedad ideal descrita
por Platón en La República donde la tradición y el ritual dominan todos los aspectos de la vida. Ese Estado
ideal que Platón pensaba indestructible se mostró en la historia real como un gigante con pies de barro.
 La reacción ante el otro que tuvieron los españoles fue bastante ventajosa pues no dudaron en considerar a los
indígenas bárbaros e inferiores. Los aztecas, en cambio, no supieron encajar a los conquistadores más que en
el papel de dioses.
 Una de las desventajas más curiosas de los aztecas es su incapacidad para disimular la verdad. Todorov
afirma que los aztecas estaban menos desarrollados en el plano semiótico, simbólico. Sus gritos de guerra, en
lugar de atemorizar a los españoles, les advierten de su situación, y los adornos de los jefes no asustan, sino
que revelan su condición y los convierten en objetivos fáciles.
 El fundamentalismo religioso está a favor de los conquistadores. Los aztecas se ofrecieron desde el primer
momento a incorporar al dios cristiano entre los demás de sus panteones. Sin embargo, los españoles insistían
en que era el dios único y verdadero. “La intransigencia siempre ha vencido a la tolerancia” (p. 115)
 La ventaja esencial de Cortés consistió en la importancia que dio a comprender la lengua y la historia de los
indios. Desde el primer momento Cortés se rodeó de intérpretes sin los cuales su triunfo no habría sido
posible. Destaca entre ellos la Malinche o Doña Marina, amante de Cortés y traductora azteca.
 Cortés supo explotar desde el principio su gusto por las acciones espectaculares. Aunque los trabucos no
marcasen ninguna diferencia militar, el espectáculo de luz y sonido que pone en escena atemoriza
verdaderamente a los guerreros aztecas. En definitiva, si el lenguaje puede tener dos funciones, la verdad y la
manipulación del otro, podemos decir que los aztecas estaban anclados en la primera y Cortés era un experto
en la segunda.

El tercer capítulo, “Amar“, comienza con el siguiente tópico: ¿por qué el esfuerzo de Cortés por comprender
la civilización azteca viene aparejado con la conquista y la destrucción de dicha civilización? ¿Es posible
romper esta cadena comprender-tomar-destruir? El problema es que la comprensión de Cortés no es tal
pues es incapaz otorgar al otro el papel de sujeto equiparable con el yo que los concibe. Los españoles hablan
mucho de los indios, con frecuencia bien, pero nunca a los indios.

La incapacidad de los españoles para aceptar la diferencia, para comprender al otro tendrá unas consecuencias
catastróficas, un auténtico genocidio. De los 80 millones que habitaban el continente americano quedan 10 a
mediados del siglo XVI. De los 25 millones que vivían en México en 1600 sólo queda un millón. ¿Cuáles
fueron las causas de este exterminio? Durante siglos los españoles han intentado relativizar la leyenda negra
de la conquista atribuyendo el papel principal en la muerte de los indios a las epidemias o a la dureza de los
trabajos en las minas. Pero, con todo, es necesario poner de manifiesto la violencia y crueldad sin igual de los
conquistadores: se echaba a los niños a los perros delante de sus madres, se afilaban las espadas pasando a
cuchillo a pueblos enteros, se torturaba y esclavizaba a los indios de un modo inhumano. El ansia de oro no
explica suficientemente esta explosión de barbarie.

“Todo ocurre como si los españoles encontraran un placer intrínseco en la crueldad, en el hecho de ejercer su
poder sobre el otro, en la demostración de su capacidad de dar muerte”. (p. 155)
Cabe hablar de un choque entre sociedades con sacrificio y sociedades con matanza, representadas por los
aztecas y los españoles del s. XVI. El sacrificio es un homicidio ritual. La matanza revela la descomposición
de los valores morales de una sociedad. Aprovechando la lejanía se practica la violencia pero sin sentido ni
ritual alguno. “uno blande el sable por el gusto de hacerlo, corta la nariz, la lengua y el sexo del indio” por
gusto, por placer. Los españoles adelantan de este modo la violencia característica de las guerras del siglo
XX.

¿Cuáles fueron las justificaciones teóricas para la conquista de América? Las ideas más relevantes al respecto
fueron enunciadas por Francisco de Vitoria, teólogo y jurista de la Universidad de Salamanca, considerado
el fundador del Derecho Internacional. Vitoria elimina de entre las causas de guerra justa la evangelización a
sangre y fuego y la superioridad natural de un pueblo sobre otro. Elabora, en cambio, una teoría de la guerra
justa que busca legitimar la conquista de América en nombre de la protección de los inocentes contra la
tiranía de los jefes indígenas o de sus leyes “como son las que ordenan sacrificios de hombres inocentes o
permiten la matanza de hombres exentos de culpa para comer sus carnes” (p. 160) Abre aquí la puerta a la
posibilidad de imponer el bien a otros pueblos. Sin quererlo, está proporcionando una base legal para las
guerras de colonización.

La discusión sobre la legitimidad de la conquista de América y el trato dado a los indios alcanzará su punto
culminante en el debate organizado en Valladolid en 1550 entre Sepúlveda y Las Casas.
Según Sepúlveda la guerra contra los indios es legítima porque son inferiores por naturaleza, son caníbales,
llevan a cabo sacrificios humanos y es necesario convertirlos a la fe cristiana. Sepúlveda se niega a otorgar a
los indios la condición de humanos: además de lo ya dicho entierran vivas a las esposas junto a sus maridos,
van desnudos, no tienen bestias de carga… Todos estos rasgos apuntan, según Todorov, a un atraso en el
plano de lo simbólico. Un ejemplo: era típico entre los aztecas tomar a un esclavo, tratarlo como a un dios
durante meses, para luego sacrificarlo, comerlo y vestir su piel. El problema está en que no hay separación
entre el símbolo y lo simbolizado, sólo hay participación e identificación. Esto le permite decir a Todorov que
los españoles no sólo estaban más “avanzados” (p. 172) técnicamente sino también simbólicamente y que esta
es la diferencia clave. Tómese esto en el sentido de que las sociedades con escritura son más “avanzadas” que
las sociedades sin escritura.

Las Casas, al contrario que Sepúlveda, admite desde el principio a los indios como iguales. En lugar de
inspirarse en las teorías de la desigualdad natural de Aristóteles toma como referencia la igualdad de todos
los hombres predicada por Cristo en el Evangelio. Sin embargo, esta igualdad proyectada por Las Casas le
impide aceptar al indio en su diferencia. Al igual que Colón, Las Casas en un principio ve en los indios sólo lo
que quiere ver: mansos, sinceros, pacíficos, humildes, etc. Paradójicamente, el racismo de Sepúlveda le
permite dar una descripción etnográfica de los indios más realista que el igualitarismo de Las Casas. Las
Casas defiende la anexión de los indios, pero no con soldados, sino con sacerdotes, no con violencia sino con
la palabra. Sin embargo, esto conduce a otra paradoja: para impedir el canibalismo se puede castigar a los
indios con la hoguera.

A modo de conclusión sobre el debate de Valladolid, Todorov considera que es posible establecer un criterio
para distinguir si la injerencia de un Estado en los asuntos de otro es legítima o no. Si es propuesta en lugar
de impuesta por las armas puede estar justificada. En este caso se sustituye la conquista y la destrucción por la
comunicación, por el respeto al otro en su diferencia.

El último capítulo, “Conocer“, está dedicado, entre otras cosas, a la evolución del pensamiento de Las Casas.
Pasa del asimilacionismo de su juventud a un relativismo muy avanzado en su vejez. Intenta justificar incluso
las prácticas caníbales de los aztecas, argumentando que también entre los europeos se han dado casos cuando
hay necesidad. Este relativismo moral tiene un paralelo en el universo infinito y descentrado de Giordano
Bruno.

Otros que también se esforzaron por comprender a los indios fueron:

1. Vasco de Quiroga, que vio a los indios superiores a sus conquistadores y fundó para ellos colonias
semejantes a la propuesta por Tomás Moro en Utopía.
2. Cabeza de Vaca, a quien debemos la Relación de las cosas de Yucatán, el documento más importante para
conocer la historia de los mayas.
3. Durán, el que más profundamente estudió la religión azteca y fue consciente del sincretismoen que se estaba
transformando el cristianismo en México.
4. Bernardino de Sahagún, a quien debemos las primeras investigaciones etnográficas en las que se otorga la
palabra a la lengua indígena.

En el epílogo Todorov habla sobre la profecía de Las Casas. Aventuraba el monje que los europeos habrían de
pagar todas las tropelías cometidas en América. Parece que el catastrófico siglo XX fue el cumplimiento de
sus presagios.

En cualquier caso, Todorov concluye que la conquista fue posible gracias a la superioridad semiótica de los
europeos, a su habilidad para entender a los otros. Esta habilidad fue utilizada por Cortés para meterse en la
piel de los aztecas, comprenderlos y, a continuación, dominarlos. Sin embargo, también puede ser usada para
“vivir la diferencia en la igualdad”. Esto lo consiguió, por ejemplo, Las Casas, quien logra amar y estimar a
los indios no en función de su propio ideal sino del de ellos. Es este el camino que debe tomar esa
superioridad semiótica de la que habla Todorov.

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