Вы находитесь на странице: 1из 119

1

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA


§ UNIVERSIDAD DEL ZULIA
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
ESCUELA DE SOCIOLOGÍA
I
I
1
1
i
I
LA LÓGICA DEL ORDEN EN LA OBRA INTERMEDIA DE
TALCOTT PARSONS. ORIENTACIONES DIDÁCTICAS Y REFLEXIONES

1
Trabajo de Ascenso para optar a la categoría de Profesor Agregado

1
1 Elaborado por:
Ríos Lugo, Nello
C.I: 5.803.737
1

1
Maracaibo, Septiembre de 2008
1
1
ÍNDICE GENERAL

I DEDICATORIA 2
AGRADECIMIENTO 3
I ÍNDICE GENERAL 4
RESUMEN 5
ABSTRACT 6
I INTRODUCCIÓN 7
CAPÍTULO I. PUNTO DE PARTIDA: EL INDIVIDUO 12
I El nivel personalidad. Organización, autonomía y equilibrio 13
Importancia del concepto de necesidad-disposición o la socialización no es
adaptación pasiva 19
CAPÍTULO II. MEDIACIÓN PERSONALIDAD SOCIEDAD 24
El rol 24
Rol, expectativas y orden satisfactorio 25
El individuo y las normas 28
Rol, valores y normas 36
CAPÍTULO III. EL AXIOMA DEL ORDEN MOTIVADO 46
I Voluntarismo y normatividad 46
"Fiel pero desdichado": inconsistencias de la motivación adecuada 53
La motivación como problema de legitimidad: un tema actual 60
1 Variables - Patrón y Modernidad 64
CAPÍTULO IV. EL SISTEMA SOCIAL 72
Autorregulación: el aspecto estrictamente "social" del orden 72
i Los procesos regulativos y de distribución en la diferenciación 78
Sobre el problema de las expectativas, las necesidades y la legitimidad 83
CAPÍTULO V VALORES E INTEGRACIÓN 87
1 Sobre el papel de los valores en las sociedades diferenciadas: ¿Son los valores 87
vehículos de integración?
Valores para la integración 96
n La comunidad societaria y los valores 98
La ley y los valores 110
CONSIDERACIONES FINALES. EL CONTRADICTORIO LEGADO DE
PARSONS: NECESIDAD Y DIFICULTAD DE UN REENCANTAMIENTO
ÉTICO-INTEGRATIVO DE LO SOCIAL 112
BIBLIOGRAFÍA 117
1
• DEDICATORIA

• A mis profesores de pregrado

1 A Ada, mi madre y especialmente a Berthy Ríos, mi padre.

1
1
1

I
|

i
1
I
I
AGRADECIMIENTO
I
I A mis compañeros profesores de la Escuela de Sociología de la Universidad del

Zulia, por estimularme para con mi trabajo, especialmente al Sociólogo Ender Arenas
I
por escucharme y darme el espaldarazo. Así mismo, por la ayuda y valiosos aportes
I para el conocimiento y justa ubicación en la corriente de reflexiones actuales en teoría

social, a los Sociólogos Luis González, Leoncio Pinto, Elizabeth Rodríguez y Maira
I
Montilva, especialmente a esta última por su generosidad.
I También al profesor Gildardo Martínez por su inquebrantable disposición a

comprender; y a la Profesora Norma Caira por su ayuda invaluable.


I
Por último, a mis alumnos por hacerme la vida y trabajo más alegre y significativos.
I
(I
I

I
I

I
I
I
M.
RÍOS LUGO, Nello. LA LÓGICA DEL ORDEN EN LA OBRA INTERMEDIA DE
1 TALCOTT PARSONS. ORIENTACIONES DIDÁCTICAS Y REFLEXIONES. Trabajo de
Ascenso para optar a la categoría de Profesor Agregado. Universidad del Zulia.
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Escueia de Sociología. Maracátbo. Pp.
1 125.

1
Resumen

I
I El presente análisis de la obra intermedia de Talcott Parsons intenta cumplir el doble
propósito de ofrecer una versión de fácil comprensión para los alumnos, dada la difícil y
abstracta manera expositiva de este autor, y hacer justicia a las verdaderas
1 preocupaciones y respuestas que él sostuvo de cara a una generalizada, prejuiciada y
reduccionista lectura de su obra. Se destaca que la lógica que soporta las ideas
centrales de su teoría, de cierto modo siguen apuntando a hitos problemáticos vigentes
acerca de las condicionales del orden social moderno especialmente por su carácter
1I multifactorial; esto es, porque a la par de las tensiones de los procesos funcionales
"objetivos" se toma en cuenta el sentido "subjetivo" de la satisfacción y seguridad que
1n compromete el ánimo y la capacidad individual. El hilo conductor que se sigue consiste
en explicar la articulación entre los motivos personales autónomos, la formación cultural
de modelos generalizares de valores y la legitimación del orden institucional, como un
todo posible de integración. Luego se establecen reflexiones en aras de destacar
puntos de fortaleza de la teoría para con temas vigentes sin obviar aquellos aspectos
errados que en el presente ya no pueden sostenerse.
I
I Palabras clave: Lógica, orden, individuo, valores, motivación.

I
1

1
I
RÍOS LUGO, Nello. LA LÓGICA DEL ORDEN EN LA OBRA INTERMEDIA DE
TALCOTT PARSONS. ORIENTACIONES DIDÁCTICAS Y REFLEXIONES. Trabajo de
Ascenso para optar a la categoría de Profesor Agregado. Universidad del Zulia.
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Escuela de Sociología. Maracaibo. Pp.
I 125.

I Abstract

1 This interim analysis of the work of Talcott Parsons tries to fulfill the dual purpose of
providing an easy to understand for students, given the difficult and abstract narrative of
how this author, and do justice to the real concerns and answers that he held for to a
I generalized, simplistic and biased reading of his work. It is stressed that the logic that
supports the central ideas of his theory, in some ways still target milestones problematic
conditional on the existing social order especially modern for its multifactorial nature,
I that is, because a par with the tensions of the processes functional "objective" is taken
into account the effect "subjective" to the satisfaction and security that jeopardizes
I morale and individual capacities. The thread that continúes is to explain the link between
the autonomous personal reasons, the formation of cultural models generalizare
Securities and legitimation of the institutional order, as a possible integration. After
establishing reflections in the interests of highlighting points of strength from theory to
I current issues without ignore those aspects that wrong in this and can not be sustained.

Keywords: Logic, order, individual, valúes, motivation.


I
1
I

I
1
INTRODUCCIÓN
1
Así como en su período hegemónico hubo mitos halagadores de la teoría parsoniana
hoy en día hay un extenso mito negativo sobre ella. Después de la segunda guerra
mundial esta teoría llega a dominar la producción sociológica occidental y lo hace por
|
más de una década. Parsons escribió sus obras iniciales en los años 30 y su
aceptación, aunque lenta al principio, se consolidó gradualmente hasta quedar sellada
I con la famosa e influyente obra "El Sistema Social" en 1951. La propuesta madura del
autor, condensada en ese famoso texto, coincidió con el espíritu de época de
I postguerra. Para entonces, sirvió de apoyo al modelo de reconstrucción de las
democracias occidentales. Su rigurosidad, exhaustividad y coherencia interna promovió
I la certeza de que el orden en base a la libertad individual no sólo era posible sino que
bajo ciertas condiciones constituía una cualidad intrínseca de lo social y esto generó
I una confianza en el futuro que ahora prometía liberarse de la desintegración y el caos

| que el utilitarismo decimonónico y el fanatismo colectivista habían dejado como su sello


a través de la guerra.

| Desde ese momento, pero especialmente en los años sesenta y setenta, gran parte
de la producción sociológica se vio influida por una fatal polarización entre detractores y
seguidores de esta propuesta. Si la década de los cincuenta fue emblemática de la
I
primacía indiscutible del estructural-funcionalismo (nombre que el mismo autor le dio)

i muy pronto, en la década próxima fue el blanco de una larga lista de críticas
implacables y vehementes; así fueron surgiendo escuelas que se definían casi

I exclusivamente o por oposición a aquella o para complementar sus deficiencias. Se


puede afirmar que la "revuelta antiparsoniana" fue el motivo para el surgimiento de

I importantes teorías sociológicas que finalmente obtuvieron reconocimiento en los años


sesenta y setenta, época que presencia el declive y la posterior agonía de la otrora

I admirada "última gran teoría". El estructural-funcionalismo, se afirma, hoy en día está


"superado" como modelo con autonomía propia (tal como era la aspiración original de
l Parsons) y es muy poco tomado en cuenta como referencia base para investigación
alguna que despierte interés; en el mejor de los casos suele considerarse un ejemplo

1 de tradición teórica.

En la actualidad contamos con una pluralidad de propuestas y corrientes de

I pensamiento sobre lo social que responden a diversos aspectos y problemas y con


ellas se ha logrado ampliar el margen de observación para detectar inconsistencias y
I debilidades de muchos de los grandes mitos que fundaron los primeros paradigmas.1 La
I evolución epistemológica de todas las ciencias ha generado una mayor capacidad para
la reflexividad creando el hábito de la sospecha hacia cualquier enfoque que se
caracterice por presentarse como concluyente en base a certezas generalizares.2
1 Transitamos una época en la que las dicotomías, la exclusión y el privilegio de "la
verdad" suelen rechazarse en el mundo intelectual, lo que significa que estamos frente
I
a un horizonte abigarrado de propuestas heterogéneas a las que tendemos a asignarle

I similar estatuto, muchas de las cuales son apreciadas aún siendo tentativas,
provisionales y fragmentadas. El estructural-funcionalismo, con su pretensión de
constituirse en la "última gran teoría" nos resulta hoy, por ello, sospechosamente
1 ingenuo.
No se intenta en este trabajo responder sistemáticamente a las críticas que han sido
I hechas a esta propuesta a lo largo del tiempo pues implicaría la reconstrucción de un
extenso debate que se ha venido dando en varias décadas, que como se ha dicho tuvo
su momento álgido en los años setenta y que hoy se da por superado. Aunque tales
señalamientos no pasaron a la historia por descabellados, antes, creemos necesario
enfocarnos en nuestro propósito de comprender y extraer las enseñanzas que, como

I aciertos y errores, esta propuesta puede aún ofrecernos. En este sentido, creemos que
hay situaciones empíricas expresadas en tendencias macrosociales actuales en las que
este enfoque tiene aún qué ofrecer, por supuesto ampliado y adaptado a los avances
1
presentes en materia teórica. Este trabajo, tiene como intención revisar algunas

1 premisas del modelo teórico de la obra intermedia del autor, específicamente las
referidas a sus ideas del orden, sobre un interés de utilidad sin obviar aquellos aspectos
1
1 Para mirar el actual panorama en teoría sociológica, me basé en cuatro obras que bien reflejan las
H
• actuales reeiaboraciones de las viejas teorías, las críticas a éstas, asi como ¡as nuevas escuelas y temas.
Son: Teoría sociológica moderna y Teoría sociológica contemporánea de George Ritzer, Las teorías
sociológicas desde la segunda guerra mundial de Jeffrey Alexander, Las nuevas reglas del método
sociológico de Anthony Giddens y Teoría Sociológica contemporánea de Ramón Flecha, Jesús Gómez y
Lidia Puigvert. En tomo a los mitos de la sociología ver Giddens, Anthony. En defensa de la sociología.
Especialmente el cap.4
2La lógica de las ciencias sociales se hace reflexiva a partir de las consideraciones que dieron lugar a la
1 "crisis de los paradigmas" en los 70. Desde las ciencias son emblemáticos los aportes de T. Khun y P.
Feyerabend así como de la filosofía los llamados filósofos postestructuralistas. En base a esto se ha
generalizado una actitud de sospecha, relativismo y crítica reflexiva en torno a ¡as "verdades" totalizantes
y "metarrelatos" que encamaban los grandes paradigmas e ideas sociales directrices; tales actitudes, en
tanto que sospechas, se vieron corroboradas con los sucesos políticos y sociales de los 80 y 90.
que ya en el presente no pueden ser sostenidos e igualmente, por supuesto,
redimensionar con justicia su valor referencial frente a críticas infundadas.
En tal sentido al justificar la presente reflexión resulta importante suscribir
I inicialmente dos observaciones que en tiempos diferentes ya fueron hechas.3
a) Muchas propuestas "antiparsonianas" como la etnometodología, el
I interaccionismo simbólico y la teoría dramatúrgica que surgieron desafiando aspectos
inconsistentes de la teoría de Parsons, no pudieron, en muchos casos, superarlos
definitivamente porque en su intento por diferenciarse antagónicamente fueron
I "incapaces de aprender de la teoría que criticaban" obviando puntos cruciales o
abordándolos con pobres fundamentos, resultando en parte una regresión en la
resolución y claridad teoréticas.(Alexander, 1992:102)
|
b) Muchas de las propuestas y tendencias influyentes hoy en día en las ciencias
sociales como por ejemplo la Hermenéutica, la sociología fenomenológica, la
1
etnometodología, el estructuralismo, el interaccionismo simbólico y los estudios
etnográficos y culturales gestados en la corriente postmoderna de la antropología, si
bien han ampliado provechosamente nuestros alcances de miras y plantean nuevos
asuntos, a partir de su crítica común al positivismo "objetivista", en tanto fueron
formuladas desde otras disciplinas y focos de interés, como la psicología, la filosofía de

| las ciencias, la antropología o la lingüística, tienden a enmascarar, o al menos empañar,


la relevancia de temas propiamente sociológicos; con lo cual queremos decir, que son

| temas inevitablemente indicativos o cruciales de nuestro objeto de estudio. Por otra


parte tales enfoques ayudan a mistificar rasgos y procesos generativos, perdiéndose en
fragmentos por lo que tales temas indicativos han sido abandonados aún cuando
l
siguen reclamando nuestra atención.(Rex,1972:20-23)4
| No abordaremos aquí el debate acerca de la problemática de las fronteras de las
disciplinas o qué debe entenderse apropiadamente como "sociológico", qué no y por

l qué. Tomaremos una definición muy básica a modo de señalización conforme al


modesto objetivo planteado aquí: entendemos por "temas" sociológicos los que se
|

3 Nos referimos a observaciones comunes a pesar de haber sido hechas en épocas distintas: ver
Rex(1972) yAJexander(1992).
4 Una reflexión esclarecedora sobre el ámbito de los temas propiamente sociológicos se encuentra en
Habermas (2002).
ocupan de explicar los estadios, cambios y circunstancias en los modos de vida y
comportamientos de los grupos (e individuos) a partir de la posible correspondencia
entre específicas y diferenciadas condiciones generalizares para ellos producto de
¡I
estructuras objetivas o institucionalizadas de organización u orden social, la dinámica
de las formas que revisten las relaciones sociales en las que se desenvuelven dentro
de tales estructuras mas las respuestas "subjetivas" con que los individuos las viven,
explican y sobre ellas o a partir de ellas actúan.5
Es por estas razones y sólo por ellas, es decir, sin ningún intento por revivir un
purismo diferenciador entre disciplinas, ni tampoco sujetarnos a explicaciones últimas
causales al modo de los viejos absolutos paradigmas, que sostenemos que la
propuesta de la obra intermedia de este autor, de ser reconsiderada más desprejuiciada
y objetivamente, no puede menos que reencausar nuestra orientación en el complejo
panorama actual de la producción teórica en sociología o al menos resituamos sobre un
continuo de relevancia disciplinaria.

I Ante la visión reduccionista más popularizada, ciertas apreciaciones brillantes del


estructural-funcionalismo pasaron al olvido. Algunas de ellas, aún cuando originalmente
el autor vigiló su coherencia con la totalidad de la propuesta, se intentaron relegar al
espacio de residuos inconsistentes de la propia teoría. Esto se consolidó como

I consecuencia de la pérdida de credibilidad en las premisas generales que la


fundamentaron.6 Por cierto que un estudio serio actual, permite ver que tales premisas

5 En esta definición de elaboración propia he tenido mucho en mente a Wrigtht Mills (1994), a Peter
Berger (2006) y a Zygmunt Bauman (1994).
I 6Son tres los puntos principales en los que se han popularizado las mas sustanciales críticas al modelo
estructural funcionalista:
a) Aquellas que refieren la inconsistencia e incompatibilidad existente entre las iniciales intenciones del
I autor de explicar el orden social a partir de la "libertad individuar (que contiene el enfoque de la acción) y
sus posteriores conclusiones acerca de la estructura de dicho orden en el cual la acción y, con ella, la
iniciativa y autodeterminación del actor, se diluyen en la estructura que sostiene su funcionamiento. El
argumento principal que se ataca aquí es el supuesto central de que las pautas de valor son
8 internalizadas, vía socialización, en la estructura de la personalidad de los individuos que componen el
Sistema Social y lo que los impele, desde allí, a adaptarse a los requerimientos funcionales del mismo: es
la famosa tesis de Harold Garfinkel de que Parsons concibió a las personas "títeres culturales".
I b) Aquellas que consideran que en esta teoría existe un sobredimensionamiento de las condiciones y
factores que hacen consensual el orden social en detrimento de aquellos referidos al conflicto. Esto,
evidentemente, incluye el señalamiento de que Parsons, en su concepción de los mecanismos propios de
las relaciones sociales, obvió o al menos desestimó los que indican asimetrías, o sea, aquellos activados
por modos que manifiestan la coacción y el poder de individuos o grupos sobre otros. Esto dio origen al
famoso calificativo colocado al autor como "el teórico del consenso". Para todo caso se supone aquí que
Parsons hizo descansar el orden sobre el consenso, c) Aquellas que giran en tomo a la concepción
teleológica y positivista implicada en el enfoque funcionalista mismo. En este caso se ob\eta
principalmente la carga ideológica contenida en esta visión que la hace no sólo conservadora sino
perdieron valor una vez que fueron interpretadas de forma equivocada y superficial
(Alexander, 1992:102-103).Situación que se sigue repitiendo dentro de una extendida
opinión prejuiciada y estereotipada de esta teoría. Sin embargo, al profundizar en
algunos de los contenidos que hacen de base a sus preocupaciones claves y
compararlos con las aspiraciones y supuestos hitos de solución que el autor ofreció,
percibimos no sólo un loable esfuerzo, desapasionado y honesto, por encontrar una
lógica amplia y racional a las grandes tensiones que supone en la modernidad lo
individual frente a lo colectivo, la diferenciación frente a la integración, sino la relevancia
de consideraciones o temas secundarios, muchos de los cuales siguen apuntando a
aspectos empíricos cruciales. Estos, de no caer por ignorancia en el olvido, continúan
siendo capaces de fundamentar puntos de interés actuales para el quehacer
sociológico. Obviamente, si los mismos han de poseer alguna potencialidad heurística,
esto depende de que se tomen mas como señalizadores que como soluciones
definitivas y acabadas.
Así, el interés del presente análisis es ir más allá de las comunes interpretaciones
reduccionistas que suelen hacerse de esta teoría, para extraer aquellas orientaciones
que poseen la virtud de colocar el acento en ciertos aspectos, "pendientes" por su
actualidad, y que, tal vez, no han sido mejor planteadas, originalmente, en otros
modelos. Se trata, esencialmente, de una revisión de ciertas premisas de la producción
intermedia de T. Parsons con el fin de problematizarlas y así considerar su posible
validez referencial dentro de la claridad teórica necesaria que hoy se requiere para
confrontar inquietudes no resueltas nacidas de evidentes tendencias sociales actuales.
Lo creo así porque la popularidad de muchos enfoques muy especializados "micros" y
parciales empañan lo obvio: que los contenidos de lo que llamamos lo propiamente
sociológico se refleja de modo cada vez más patente en los padecimientos, desajustes
y nuevas realidades mundiales, aparentemente paradójicas y que parecen rebasarnos.

además refractaría a la posibilidad de cambio al establecer como fin último de la existencia de lo social, la
defensa y reproducción del sistema y las estructuras institucionales concomitantes. A este mismo grupo
pertenecen las críticas que refieren la inexistencia de rasgos diacrónicos en el modelo; es decir, el mismo
aparece totalmente vacío de historicidad, conformado por categorías y formas abstractas desconectadas
de la realidad. Así, el autor ignora los componentes dialécticos que se suponen inherentes a las
formaciones históricas concretas en las que, condiciones y acciones son, simultáneamente, producto e
insumo para la dinámica social.
CAPITULO I

PUNTO DE PARTIDA: EL INDIVIDUO

I
Generalmente el estructural-funcionalismo tiende a interpretarse como un modelo
I que exagera las posibilidades de autoorganización eficiente y consensual de la
sociedad, específicamente la democrática moderna occidental Partiendo de esta
I crítica, por lo demás bastante plausible y en relación a su postulado fundamental de la
autorregulación sistémica (tendencia al equilibrio), suele concluirse que esta teoría
I exagera la naturaleza normativa de las relaciones sociales y por ello, supone individuos
sobresocializados que acatan pasivamente las exigencias de las instituciones y
| favorecen la reproducción y autorregulación social.
Como se verá, nuestro autor vio en la cultura (normas y valores) el garante de tal
I
individuo conformista por lo que sus críticos lo acusan de suponer "títeres culturales",
esto es, portadores inconscientes de demandas (necesidades) que no son propias, sino
| que encarnan requerimientos que la sociedad necesita para mantenerse y reproducirse
según el orden establecido. Esta manera de verlo contiene elementos de veracidad, sin
| embargo, también opaca otros aspectos más prometedores que Parsons se esmeró en
establecer. En este punto vale recordar que la propuesta parsoniana intenta una
I síntesis multidimensional de explicación de lo social (Alexander, 1992:298). Por tanto,
anteponer esta apreciación a la reflexión que la generó, es colocar una camisa de
| fuerza que ignora la trama de conjunto, y quizá, como intentaremos demostrar, los más
esclarecedores pasajes de la acertada y delicada relación entre individuo y sociedad
I que el autor intentó establecer.
De igual modo otros autores objetan que Parsons tomara como punto de partida
I premisas que otorgaban prioridad a la cualidad gestionaría constitutiva del actor, esto
indica que, inspirado en Weber, fundamentó su teoría en la "acción" como una cualidad
I voluntaria autogenerada, dotada de sentido y que finalmente, al paso de los años,
terminó minimizándola a favor del sistema y el orden (Ritzer,1993a:395,401). Esto no es
I una debilidad de inconsistencia, si se considera que el autor fue fiel a su propio

| proceso reflexivo enfatizando en cada estación y por niveles la acción o el orden sin
I
separarlos como entes independientes.7 En cualquier caso, el lugar común que esta
I crítica implica, es decir, la final supremacía del conjunto sobre las partes sociales, suele
ser reduccionista. Como veremos, a partirde una línea, que se inicia con una visión del
I concepto de motivación, admitamos, bastante ortodoxo y estrecho pero plausible para
el nivel requerido en su argumentación inicial, Parsons a lo largo de toda su obra
I intermedia8 toma en cuenta el error de suponer un orden "por encima" del sentido de
legitimidad que le otorgan los actores en correspondencia con las expectativas que
I sobre el mismo tengan9 Así, lo sistémico, en cuanto a capacidad autorregulatoria, no
descansa únicamente en un sí mismo externo-objetivo sino también en "función" de
I abrir oportunidades para satisfacer aquello que demanda la acción que emprenden los
mismos actores. Para simplificar: Parsons hasta el final consideró importante combinar
I el voluntarismo con la dimensión sistémica del orden social.

1 El nivel personalidad. Organización, autonomía y equilibrio

I El hilo conductor que explica los esquemas iniciales con los que Parsons
fundamentará su propuesta general es la convicción de que todo comportamiento

I individual o colectivo (acción) en un medio social, es una posibilidad abierta con un


rango de variabilidad limitado y por ende, de este modo, determinado y previsible. En
primer lugar, sostiene que la acción deviene, fundamentalmente, como resultado de
I
circunstancias que afectan de algún modo al actor, "activándose" según cierto orden
I jerárquico de influencias. Estas influencias solo pueden ocurrir dependiendo de muy
precisas condiciones "internas" que poseen las personas (digamos sus rasgos de
I carácter e inclinaciones individuales) las cuales favorecen o inhiben posibles
respuestas: a tales condiciones internas que son generadoras de respuestas las llamó

I "necesidades disposiciones" y las consideró el núcleo de la motivación.


Se debe aclarar, sin embargo, que este concepto, como veremos luego, es más

I complejo que lo antes dicho; incluye también el de modos de orientación y tiene la


pretensión de situarse en la intersección y quizás interdependencia, entre fuerzas que

I generalmente se quisieron ver como irreconciliables: las de la coacción versus las de

7Alexander señala coherencia en la obra de Parsons; "una continuidad esencial" aunque reconoce un
H
cambio en la dirección antes señalada. (Alexander, 1992:79)
8 Nos concentramos en este estudio en las obras "Hacia una teoría general de la acción'' escrita en
conjunto con Edward Shils y "El sistema social" ambos de 1951.
9La legitimidad del orden establecido comotema omnipresente en la obra de Parsons en Mills, Wrigth.
(1961:54)

13

1
I
autonomía. Aunque esta pretensión de arreglar de forma definitiva tal tensión es
I demasiado confiada, pues su propuesta se trata sólo de un intento10, es más importante
al menos saber, de antemano, que para Parsons si el elemento dave para desentrañar
I la acción social se sitúa inicialmente en "el interior", en los motivos propios que como
resultados buscados las personas persiguen, desean y esperan eso no conlleva a
I privilegiar en ella una naturaleza esencialmente raciona/, estratégica, propias del
enfoque llamado individualismo metodológico, ni tampoco conductista, como en el caso
I
de las corrientes de la elección racional y del intercambio.11
En un polo de las críticas, una interpretación común le atribuye a nuestro autor la
I prioridad de la determinación, es decir la falta de libertad de las personas al actuar. Así,
se señala que el autor, al derivar la configuración de estas condiciones internas
motivacionales del proceso de socialización, elimina cualquier rasgo de autonomía en la
acción.12 Volveremos sobre esto no sin antes recordar que para Parsons, así como para
I oíros autores, (a autonomía de las personas no puede considerarse superficialmente

I como la total falta de condicionales13 sino como un proceso muy complejo de


automodelamiento del yo, atravesado, obviamente, por influencias sociales.

I Así la posibilidad de ocurrencia de la acción debe buscarse en el ámbito de las


consecuencias que cierto tipo de respuesta tendría, significaría para la propia persona y
ü cómo esto puede volverse regular y por ende previsible: he aquí el origen de los
conceptos de motivación y expectativas.

l Dada la inclinación radical del autor a favor de la democracia liberal moderna, es


fácil comprender la importancia que debía tener en su esquema teórico el espacio
|
10 Hay quienes señalan que Parsons creyó resolver la tensión entre coacción y autonomía apostando
todo al proceso de internalización de valores y pautas normativas como mecanismos aseguradores de
| equilibrio y control y ello porque partió de enfoques simplistas sobre la personalidad y la cultura. (Ritzer
1993b: 123-125)
11 Ver las propuestas de George Homans, Mancur Olson, Gary Becker y James Coleman.
12 "En general Parsons presuponía que los actores solían ser receptores pasivos en el proceso de
I socialización" (...) sin embargo "esta es una interpretación polémica". (Ritzer, 1993b:120). Estamos de
acuerdo con la interpretación que señala una "dialéctica de la socialización" en contraposición a una
visión pasiva del actor en el proceso de socialización, según Bourricaud, FranCois. Citado por Ritzer
| (1993b: 120)
3"Como todos recordarán, uno de ¡os principales propósitos de Parsons consistía en demostrar que se
podía explicar el orden colectivo sin eliminar la subjetividad. Esta subjetividad, fuente de la teoría
voluntarista de Parsons, no es la misma que la individualidad en un sentido del libre albedrío, o analítico.
| El voluntarismo no se puede basar en la teoría del libre albedrío: el orden social impone grandes
restricciones al ejercicio del individualismo en este sentido radical. Es preciso superar el individualismo en
este aspecto analítico o teórico. Pero el individualismo empírico, la idea de que las estructuras sociales se
| basan en los actos de actores reales y vivientes permanece. Los individuos empíricos sí ejercen el libre
albedrío, o la agencia, aunque lo hagan dentro de grandes restricciones sociales." (Alexander, 1992:35).

14
|
1
personal como constitutivo de motivos. Su preocupación consistió en mantener su
I compromiso con ios motivos propios e irrenunciables de las personas (autonomía) y
hacer de estos, al mismo tiempo, el material base para un orden colectivo. Es sobre
I estas premisas que Parsons se apoya para construir su visión voluntarista de la acción,
esto es, su manera de dar prioridad a un modo individualmente motivado para actuar
1
que resulta finalmente en la paradoja: voluntariamente bastante socializado.^4

| Al entender la paradoja del voluntarismo, debemos considerar que un argumento


temprano y fundamental a favor de esta idea fue su manera de concebir la persona:
para Parsons lo característico de la entidad "personalidad" es una configuración con
una necesaria y fuerte tendencia a la estabilidad. Esto hipotéticamente traduce la idea

| de sistema: no es casual que la llamase "Subsistema de la Personalidad". Esta


concepción le permitió establecer en firme que la posible autonomía no podía
descansar sino en el resultado de procesos ordenados (estructuras), es decir, en
I modelos específicos o patrones de respuestas de ese yo ("ego") con su entorno,

I incluyendo otros yo ("alters").15


En su famoso "acto-unidad" explica que la única posibilidad de que concibamos
I
M
personalidades reales, o sea, autónomas, es que posean reales y propios motivos para
hacer lo que hacen, aunque éstos no sean siempre conscientes; también consideró que

| las personas tomaban decisiones por sí mismas además de responder a las


consecuencias de ello incluyendo las respuestas de los otros. Dicho de otro modo:
Parsons entendía lo importante que era para el orden social el que las personas sean
1
las que finalmente sepan cuando y de que manera comprometerse con la acción o
| cuando inhibirse de ella. Solo de este modo podrían contribuir de manera libre y
voluntaria al orden.

I Como veníamos señalando esto lo logró construyendo una analogía entre la capacidad
de las personas de conducirse a sí mismas y una cierta noción de "estructura
sistémica", es decir, posibilidades pautadas (Parsons y col. 1970:39). Así, con el
concepto de Acto-unidad tenemos esta matriz que sirve de base a todo lo posterior, a
| la elaboración de su famoso "marco de referencia de la acción" y que puede traducirse

14 Esta paradoja se comprende sobre la noción de "función" que sirve de premisa teórica general y que
supedita a cualquier elemento del sistema, incluyendo la acción, a la estabilidad de este. Traducido al
plano empírico, consiste en suponer que "Cuando los actores persiguen sus intereses particulares, en
realidad están sirviendo a los intereses generales del conjunto del sistema" (Ritzer,1993b:120)
| 15 Parsons se refiere a seres humanos maduros es decir que han cubierto la socialización primera.
(Parsons y Shils, 1968:139)

15

1
I
del siguiente modo: en una situación determinada, producto de condiciones que en
buena parte el actor no pudo elegir, la promesa de que algún comportamiento traiga
resultados provechosos (gratificaciones) se convierte para aquél en motivo de acción.
i Junto a los elementos que no puede controlar ("condiciones"), están aquellos que sí
puede controlar ("medios").
I Pero para que la persona sea capaz de "tomar" esta posibilidad como motivo de
acción o se inhiba de ello, debe cumplir antes con un proceso significativo. Tal acción
probable, de una parte seduce con beneficios ("gratificación") y de otra implica cierto
esfuerzo (gasto de energía) y naturalmente riesgo de obtener resultados contrarios o
I cancelar con ella otras posibilidades ("privación"), por lo cual la persona (actor) debe
decidir y considerar esto ("amenazas" y "fortalezas" en el lenguaje de la planificación
I política y comercial actual). Debe, pues, entender y validar lo que tiene ante sí y a partir
de allí, aunque no necesariamente de modo sólo racional, debe mínimamente poder
I evaluar los costes que están en juego en su acción. Nótese que de acuerdo al grado de

| afectación (compromiso) que la situación represente para la persona, el ser capaz de


entenderla, validarla y juzgarla para adscribirle un curso "x" de acción, le reclama, al
mismo tiempo, un correspondiente entenderse, validarse y juzgarse a sí mismo y, como
I se verá más adelante, ante los demás.

| En este punto del análisis introduce los importantes conceptos de Modos de


Orientación distinguiendo dos tipos: los motivacionales y los de valor. Los primeros
"se refieren a aquellos aspectos de la orientación del actor respecto de su situación que
1
se relacionan con la gratifícacion (o con la privación) actual o potencial de las

I necesidades-disposiciones del actor" (Parsons y Shils, 1968:81 ),es decir, son nuestros
modos personales de significar el hacia qué, cómo y porqué actuar. Los Modos de

I Orientación Motivacional son tres: cognoscitivos, catécticos y evaluativos.16

I Los segundos, o sea, los de valor:


"se refieren a aquellos aspectos de la orientación del actor que someten a éste a la
observancia de ciertas pautas, normas, criterios de selección siempre que se
I encuentra en una situación contingente que le permite y le exige realizar una
elección".(Parsons y Shils, 1968:82)
|
16 Acerca de la naturaleza de cada modo de orientación, ver, Parsons y Shils (1968:21)
16

Es decir, son las fórmulas aprendidas y aceptadas socialmente y que nos facilitan la
I tarea de evaluar y entender coherentemente lo que está en juego al actuar. Al igual
que los primeros (los modos de orientación motivacional), los dividió en tres tipos que
I guardan correspondencia con aquellos por ser de similar naturaleza: cognoscitivos,
apreciativos o expresivos y morales.
I
La combinatoria de estos Modos de Orientación traduce la capacidad de seleccionar
individual a la que Parsons otorgó mucha importancia casi siempre no reconocida por
1 sus críticos. Esta premisa es fundamental para comprender la raigambre de legitimidad
del modelo de orden que concibió: de esta capacidad de selección depende el que las
1 personas no requieran ningún tipo de imposición externa para saber buscar y
111 conducirse en cada cosa que hagan o emprendan y a partir de aquí, deseen

actividades, desarrollen capacidades y asuman compromisos estables (roles) en base a
esa forma que personalmente "les va". Todo esto, obviamente, y como veremos, sólo
1 explica su relevancia dentro de un modelo ideal propositivo de "funcionalidad" social,

I en el cual el conflicto y la coacción sólo representan "desviaciones" empíricas del


modelo.

Quizás el término clave que sostiene esta visión voluntarista y a la vez regulada es
I necesidad de selección entre alternativas. Entendido como capacidad y al mismo

I tiempo necesidad de decisión de los actores, inherente a la acción, se basa en el


hecho de que las motivaciones de estos no se presentan aisladamente sino en grupos o
en "constelación de alternativas" de mutuo condicionamiento por estar frente a
I
diferentes "objetos" y modos de acceso a ellos. De allí que esto destaca en
• característica central para su teoría por dos consideraciones problemáticas muy
importantes que tienen un insoslayable papel en la estabilidad de toda sociedad: la
I primera, en tanto que estamos inmersos en situaciones que representan oportunidades
y deseos pero que para acceder a ellos existen exigencias, demandas o simplemente
I condiciones ("costo" el cual implica también la competencia entre diversos "objetos" por
un "óptimo de gratificación") importa conocer el tipo de motivación que llevaría a los
ü actores a asumirlas, a responder manteniendo su determinación en pos de dicha meta
sin abandonar o desviar su empeño al aceptar tales condiciones, así como evitar
"enredarse" con otras opciones (como querer varias cosas a la vez).

1
17
|
Tales "costos" o condiciones se presentan como restricciones ("privaciones") pero,
I desde otro ángulo, más importante aún, como renuncias'7 y están implicadas en la
consecución de la acción (o al menos hasta cuanto y hasta dónde estaría el actor
1
dispuesto a aceptarlas). En esto se basa el autor para señalar que toda acción posee
un componente normativo. La segunda, se trata de saber si la disposición que orienta a
I
los actores permite prever si son capaces de manejar las situaciones ponderadamente,
es decir orientándose en sus decisiones entre lo que puede ser, lo que debe y lo que
1
es. Estamos justamente hablando de esta noción de motivación que Parsons proponía

I como "modos de orientación" diferenciados, por el hecho de que es ella quien


compromete el sentido de satisfacción (el que bautizará con el infeliz y polémico
término de conformidad y que asocia a la orientación normativa inducida
culturalmente) el cual, en forma proporcional a sus expectativas y esfuerzos, permitirá al

| actor juzgar o justificar lo que intenta (como ego) frente a sí y a los otros (como alters)
y, gran detalle: ¡sentirse bien con ello!.18
|
| 17 Aunque Parsons no menciona el término renuncia sino autoprivación, aquí se hace tratando de ganar
claridad de interpretación en correspondencia ai orden de su lógica argumentativa. Es significativo que el
término se emplee y analice ampliamente por sus colaboradores del grupo de investigación que junto a
Parsons trabajaron en la obra "Hacia una teoría general de la acción". Tal es el caso de Tolman, Edward
| quien la trata en su capítulo dedicado al estudio de la conducta. La renuncia es importante porque se
asocia íntimamente a la postura moral. Ver Edward Tolman, en Parsons y Shils (1968:390-391).
18 Al respecto, Ritzer, G.(1993:120) lo interpreta como el modo en que Parsons vincula la personalidad
| con el sistema social: "primero los actores deben aprender a verse a sí mismos conforme al lugar que
ocupan en la sociedad. Segundo, las expectativas de rol se corresponden con los roles que ocupan los
actores individuales. Luego esta el aprendizaje de la autodisciplina, la internalización de las orientaciones
de valor, la identificación, etc" Sin embargo, como esta, aunque correcta, muchas interpretaciones se
| parcializan y soslayan el aspecto de satisfacción propia del actor que nuestro autor defendió, aunque
como una coincidencia "funcional" con los requerimientos sociales. Como hemos señalado, es su visión
voluntarista del orden, en tomo a lo cual debe subrayarse que, aunque entre las alternativas de acción
I normativamente orientadas, algunas se presenten objetivamente como renuncias, son, dentro de la
trayectoria de la motivación (pautada) una gratificación para el actor y no resultado de una represión o
imposición como se ha querido ver "Para el actor, todos los problemas pueden ser formulados de
acuerdo con el propósito general de obtener una gratificación óptima. Hemos elegido deliberadamente el
1 término óptimo en lugar de máximo, pues éste se halla demasiado comprometido con el hedonismo
tradicional, cuya falacia descansa en la tautología de que la gratificación es tanto el resultado como el
motivo de cada acción, aunque lo que aparezca como consecuencia inmediata de la misma tenga el
carácter de una privación. Ignora por lo tanto el hecho de que las necesidades-disposiciones aparecen
interrelacionadas dentro de sistemas, y que en casos de conflicto esas interrelaciones entrañan a
menudo ¡a inhibición, y de ahí ¡a privación, de muchas necesidades-disposiciones particulares. En este
sentido la auto-prívación es un fenómeno común. El término óptimo elude estas dificultades al subrayar
que el nivel de gratificación hacia el que tiende el sistema de personalidad es el óptimo relativo al grupo
particular de necesidades-disposiciones existentes en la situación particular. De los conflictos habidos
dentro del sistema a menudo surgen compromisos que llevan a autoprivaciones específicas. El óptimo de
gratificación es lo mejor que puede obtenerse entre las condiciones presentes, dado el conjunto existente
de necesidades-disposiciones y el conjunto de objetos disponibles" (Parsons y Shils, 1968:149)

18
Digamos claramente que Parsons daba la mayor importancia al modo "evaluativo"
I pues este equilibra y articula el dominio del actor en la situación. Este representa una
capacidad básica de la personalidad sobre la que se desarrolla la moralidad. Debe
I entenderse que sólo a partir de esta posibilidad de auto orientación motivada, concibe
el autor la inclusión del "alter" como elemento de motivación ("objeto de gratificación") y
por ende, como otro componente más que requiere ser incluido en la autorregulación
para emprender el proceso de la acción:
1
ral

"Excepto para los objetos que gratifican necesidades disposiciones específicas de


origen orgánico, el objeto catectado con mas intensidad es una respuesta o actitud
I afectiva de parte del alter y la correspondiente actitud afectiva positiva de parte del
ego hacia el alter o hacia sí mismo como objeto (esta actitud afectiva puede ser
amar, aprobar, estimar, etc.) (...)Ella entra como un ingrediente dentro de muchas
| necesidades-disposiciones de objetos institucionales complejos tales como lograr
metas, ser caritativo, etc."(Parsons y Shils, 1968:93)

1 De aquí que no es posible afirmar que en esta teoría el "otro" y, como parte de él, "la
sociedad", aparezca necesariamente como figura de control, de coacción, para
I constreñir la autonomía del actor o como simple medio de intercambio, como lo han
propuesto otras teorías.
En síntesis, este plano de la orientación motivacional del actor es el inicio de la
propuesta teórica general y responde a la intención del autor de allanar el terreno para,
m
sobre esta base, determinar las condiciones ciertas de un orden normativamente
"autorregulado", al tiempo que satisfactorio, aspecto este último que, podemos
| afirmarlo, representa el pivote de las premisas axiológicas subyacentes a su teoría
central y que ha sido casi siempre descuidado por sus seguidores y adversarios.
|
Importancia del concepto de necesidad-disposición o la socialización no es
| adaptación pasiva
Si Ja crítica de determinismo cultural que sus detractores hacen a Parsons se
| resume en que éste supuso personas pasivamente conformes al orden establecido por
medio de la internalización de valores que ocurre en la socialización y que esto es algo
1 dado automática e inexorablemente, entonces nadie que lea detenidamente sus ideas
sobre el sistema de la personalidad y su dinámica, podrá mantener esa opinión sin
verse envuelto en serias dudas.

|
19
|
Para Parsons era importante ver la personalidad como un sistema. El enfocarla de
ese modo le permitió comprender la riqueza de procesos implicados en los motivos que
Jas personas tienen para actuar tomando un camino muy opuesto a la simpleza con que
I lo ven sus críticos. Mas aún, examinándolo de cerca, pareciese que desea justificar
ante nosotros que, al menos teóricamente, toda la responsabilidad de lo que las
I personas hagan o dejen de hacer, obtengan o dejen de obtener, disfruten o dejen de
disfrutar, corre, de acuerdo a la autonomía específica de esa esfera, y como adultos
I
que son, por cuenta propia y que la sociedad es sólo un "otro" que compromete ciertas
posibilidades de que ello ocurra: esto se refleja en el esquema expositivo de su análisis.
I
Así pues, lo primero que salta a la vista como para abandonar esa visión tan simple de

1 Ja socialización y Ja personalidad que se ha endilgado al autor, es Ja compJejidad de


procesos con los que explica el funcionamiento de estas.

| Como se sabe (Alexander, 1992:38-40), el autor incorpora a Freud como base para
explicar su visión de la personalidad y sus procesos constitutivos. Así, comparte el
esquema estructural de la personalidad que el padre del psicoanálisis formulara
consistente en los ya muy populares niveles: Ello, Yo y Súper-yo19 A diferencia de este,
| Parsons busca una síntesis, una reconciliación menos conflictiva entre los mismos,
entre el "principio del placer y el principio de la realidad". Su modo de adaptar estos

1 principios se centra en lograr una salida mas equilibrada a estos problemas propios de
la personalidad humana y encajarlos en un modelo sociológico plausible.
Para empezar, critica la idea vulgar de los instintos como génesis de la personalidad
y establece la "enorme plasticidad" de ésta. Con ello desea colocar el acento en la

| relación entre aprendizaje y modos de respuesta u orientación ante una situación (ante
un "objeto" que haga de motivo para la acción). También aquí se rebela contra la
errónea y muy extendida creencia en la primacía de las necesidades biológicas
("viscerogénicas") sobre el comportamiento humano. En cambio, trata de establecer una
| línea explicativa que responda a la cuestión de cómo se pueden resolver las tensiones
de toda personalidad en su relación con su situación o entorno social de manera
| provechosa para ambas entidades. Lo plantea con una adaptación de la teoría de la
formación del súper-yo de Freud. Según ésta, el niño (así como después el adulto), se
| relaciona con su mundo a través de formas placenteras (gratificaciones) y no

19 Para ampliar este punto, véase Parsons, T. "El súper-ego y la teoría de los sistemas sociales" (Parsons
| y col. 1970)

20

|
i
placenteras (privaciones); en el caso del niño, la figura mas importante que guía este
1 proceso complejo es la de sus padres (o figuras sustituías) y es por eso que aquél
aprende que el reconocer y seguir las condiciones de éstos le ayuda a evitarse dolor y
I sufrimiento (privaciones): el niño catecta emocionalmente a los objetos20 y sus modos
de igual forma que sus padres. Después de "identificarse" con ellos, es decir con los

objetos de deseo de sus padres y las relaciones significativas de éstos con el mundo,
hace a tales "objetos" (personas, significados, expectativas y deseos) suyos
I emocionalmente de una manera perdurable y habitual; los "internaliza".
Es aquí, en este proceso, donde se forma el súper-ego; es la identificación con sus
I padres lo que permite al niño aprender a "evaluar" (entender, relacionar para decidir) el

1 costo de sus deseos y expectativas, de modo significativo, dentro de la ecuación entre


placer y realidad:

| "(...) en su aspecto afectivo, la interacción del niño con la madre no es únicamente


un proceso de gratificación mutua de necesidades; de parte del niño, es también un
proceso de aprendizaje de la significación simbólica de un complicado sistema de
| actos provenientes de la madre -de lo que denotan respecto de lo que ella siente, y
de cómo son interdependientes con los mismos actos del niño, y por lo tanto, en
parte, consecuencias de estos. Es decir, se ha desarrollado entre ambos un complejo
| lenguaje de comunicación emocional. Sólo cuando el niño ha aprendido este
lenguaje a un nivel relativamente complejo, puede decirse que aprendió a amar a su
madre o a depender del amor que ella sienta por él. Hay, pues, una transición desde
| la "dependencia del placer" a la "dependencia del amor". Un aspecto importante de
aprender a amar y a ser amado es la internalización de una cultura común de
simbolismo expresivo, que hace posible que el niño exprese y comunique sus
| sentimientos, y entienda además los sentimientos de la madre hacia él. Parecería
que sólo cuando se internaliza un sistema cognitivo de referencia suficientemente
desarrollado y un sistema de simbolismo expresivo, se echan los cimientos del
| desarrollo de un súper-ego; porque recién entonces puede decirse que el niño es
capaz de entender, tanto en sentido cognitivo como emocional, el significado de las
prescripciones y prohibiciones que se le imponen".(Parsons y col. 1970:20-21)
1
En tanto que estos "objetos" y sus modos de conocerlos y sentirlos (modos de

| orientación motivacional, antes explicados) no se presentan aislados e


incondicionalmente, el incorporarlos como esquemas reales de satisfacción, requiere
aprender a vincularlos y ordenarlos en el tiempo y entre sí (estos son los "procesos de

20 El autor utiliza el término catexia, el cual se traduce como carga, para referirse al "afecto orientado al
objeto", esto es, el contenido emocional hacia ese objeto, por ejemplo, el gusto, el amor, preferencia,
agrado, etc o sus contrarios.(Parsons y Shils,1968:27). En otra traducción: Catexis: (En griego,
"ocupación, inversión") "Hay catexis cuando y porque el actor considera que los objetos de su acción,
considerados incluso en su sola posibilidad, son a su entender totalmente valiosos, es decir, que pueden
proporcionarle satisfacción o evitarle insatisfacción" (Hillmann,2005:110)

21
|
1
selección")21 es decir, requiere aprender el "costo" del dominio sobre la situación: de
1
acuerdo a cada "pauta" de combinación o de la forma como el niño aprenda la ecuación
proporcional entre placer y dolor para diversas situaciones, así, -piensa el autor- el
I
futuro adulto aprenderá la ecuación entre control y satisfacción, entre esfuerzo y
recompensa; así irá dando forma a su capacidad para asumir el sentido normativo de
|
su comportamiento de cara a las posibilidades, así significativas, de su situación:
"A través del proceso de evaluación, que opera tanto consciente como
|
•H

inconscientemente, el actor muy a menudo chocará con algún tipo de compromiso


entre sus necesidades disposiciones en conflicto simultáneamente o en un período
I
m
de tiempo. Puesto que la privación tiene que ser evitada o disminuida, y puesto que
la situación hace inevitable alguna privación, el compromiso representa de alguna
manera lo más provechoso en las circunstancias, dadas las exigencias de la
I situación y las de la propia estructura de la personalidad del actor"(Parsons y
Shils, 1968:31).

Y continúa luego para subrayar su visión de la personalidad como un sistema que, en


I tanto tal, es capaz de autorregularse y "funcionar" equilibradamente, garantizando la

| motivación digamos más "apropiada" para el actor:


"A menudo, el actor realizará acciones que, tomadas aisladamente, son privaciones,
pero que, vistas en la constelación más amplia de su sistema de necesidad-
| disposición, representan la mayor gratificación en el balance total de las posibilidades
realizables bajo las condiciones dadas".(Parsons y Shils, 1968:32)

1 En este orden de ideas, el concepto de Necesidades-disposiciones luce central:


"El término necesidad-disposición ha sido elegido para enfatizar que en la acción la
unidad motivacional asume un doble papel: por un lado, se halla implicada en el
1 equilibrio del actor como una personalidad (u organismo); por el otro, es una
disposición para actuar frente a uno o mas objetos"(Parsons y Shils, 1968:26)
I
No se trata sólo de una reproducción automática e indiferente de patrones de

1 respuestas dados socialmente sino de una síntesis entre deseos, límites y


consecuencias y en el cual poseemos un real interés. Esta síntesis indica que en la
"manera de hacerlo" que hemos escogido, la preferencia resultante es una
1 discriminación (normatividad en la evaluación, diría Parsons) que confirma o niega un
esquema previo de apropiado/inapropiado, adecuado/inadecuado,
I aceptable/inaceptable y en cuya realización nos sentimos afectados.

| 21 En palabras del autor: "La elección siempre supone por lo menos un sacrificio implícito, puesto que un
actor no puede tener potencialmente todo lo que es gratificación. Por ello, elegir una gratificación significa
un "costo" y este consiste en excluir las alternativas" (Parsons y Shils.1968:97). Una manera ilustrativa de
| explicarlo resulta de la frase popular, "no siempre podemos obtener todo lo que deseamos, tal como lo
deseamos, al mismo tiempo y proporción".

22
|
I
Entonces el actor se siente capaz de entender que la dependencia del "objeto" que
I le mueve (incluye las otras personas de la relación, los alters) trae aparejada en su
realización (gratificación) esa forma de conveniencia actitudinal o comportamentaJ
I desde la cual puede gratificarse al tiempo que mantiene intacta la validez de sus
pretensiones reduciendo riesgos o "costos" o, en caso contrario, estropearlo todo. Tales
I
formas siguen patrones que se estabilizan como propios en la personalidad del actor:

I "Las necesidades-disposiciones son tendencias para orientar la conducta, para


actuar de determinadas maneras con respecto a los objetos y esperar determinadas
consecuencias de esas acciones. La palabra compuesta necesidad-disposición tiene
en sí misma una doble connotación: por un lado se refiere a una tendencia a llenar
I algún requerimiento del organismo, una tendencia a lograr algún estado final; por
otro lado se refiere a una disposición para actuar con un objeto que ha sido señalado
para lograr este estado final (...). Las orientaciones siguen una pauta que involucra la
1
discriminación de un objeto o de un grupo de objetos, el catectar un objeto o grupo
de objetos, y la tendencia a actuar en la forma preescrita para obtener con el objeto
I la relación catectada (...). Las diferencias entre una necesidad-disposición y un
impulso, tal como hemos dicho, radican en que la primera no es innata, sino que se
forma o aprende en la acción, y en que es una tendencia a orientar la conducta y a
seleccionar con un ojo puesto en el futuro y con el otro puesto en la gratificación
i inmediata"(Parsons y Shils, 1968:142)

I Como vemos, con este concepto Parsons intenta vincular de manera


complementaria, las inclinaciones y deseos personales con los condicionamientos

I sociales.

I
I
I
1

I
I
CAPÍTULO II
1
MEDIACIÓN PERSONALIDAD - SOCIEDAD
I
I El Rol

El rol no es más que un código de conducta preacordado. Sin embargo, es frecuente


que en la definición de nuestro autor aparezca junto a él la noción de expectativas. En
I el esquema general esta noción es un incremento a los alcances de miras provenientes
de atenerse simplemente a un código conductista o utilitarista; implica el vínculo entre
I las necesidades-disposiciones de las personas y la relación social (relación "ego-alter").

I "Las expectativas de rol son "necesidades" para obtener respuestas o actitudes


"apropiadas" del o los alters, y "disposiciones" para dar actitudes y respuestas
"apropiadas" al alter. En otro sentido, son necesidades para cognizar un conjunto de
relaciones complementarias catectadas entre ego y alter, y disposiciones para
manipular al yo (self) y a los objetos, a fin de concretar el conjunto de relaciones
catectadas. Obsérvese cómo la expectativa de rol enlaza una disposición que se

refiere a un objeto social, con un valor, de acuerdo con el cual las actitudes, etc., se
juzgan "apropiadas".(Parsons y Shils, 1968:144)

| Parsons no se conforma con cualquier orden social, y por ende, intenta decirnos que
si bien todo orden más o menos institucionalizado en muchos ámbitos se reproduce de
manera automática, esto es, bastando con que los partícipes cumplan el "código de
I
circulación" esto no es garantía de estabilidad autosostenida.22
Para Parsons, la estabilidad auto sostenida de todo sistema social (entiéndase por
I
éste en primer lugar todo país o nación y luego organizaciones colectivas con funciones
I específicas) fue su premisa fundamental. La denominó integración y en otros casos
integración funcional. Llega a ella a través de la interdependencia de los subsistemas

i personalidad, cultura y sistema social además de los prerrequisitos específicos del


sistema social. En este punto es muy importante la relación estrecha entre el sistema

I personalidad y el social pues su idea de orden "óptimo" o sea "altamente integrado",


como modelo teórico ideal, descansa en la interdependencia complementaria
|
| 22 Este énfasis en la autosustentabilidad del orden, por parte de Parsons, se comprende si recordamos
que el autor es radical defensor de un orden que se corresponde con las democracias liberales
capitalistas de occidente. Para algunos se trata de "una apología de los valores del liberalismo de los
Estados Unidos de norteamérica" En este sentido, toda su obra es lo opuesto a cualquier justificación de
I un orden totalitario o coactivo de fuerza.(Holton y Tumer,1986 citado por Mariñez,2005:32-45).

24
n
I
("funcional") entre ambos.23 El elemento empírico que los articula es el rol: "...aquel
I sector organizado de las orientaciones de un actor que constituye y define sus
participación en un proceso interactivo"(Parsons y Shils, 1968:42). Sin embargo,
I teóricamente, el rol es la unidad básica que compone la estructura del sistema social.
Así, necesariamente se concibe por su funcionalidad y es lugar común en ciencias
I sociales que se traduzca como cualquier conjunto de obligaciones, responsabilidades o
tareas a cumplir en una situación.
I Desde este punto de vista se presenta pues como un concepto vacío y es por ello
que solemos fácilmente pensar en él como un simple "código de circulación" que los
actores manejan y a conveniencia cumplen, o en el peor de los casos se les impone.

1 Pero si para el autor este cumplimiento no basta, ¿qué será más útil e imprescindible
para la integración "óptima" del orden?: es la relación interdependiente entre las
necesidades-disposiciones de la personalidad y las expectativas implicadas en el rol.
Esta es otra premisa clave.

I Rol, expectativas y orden satisfactorio


Al definir el rol, además de lo dicho mas arriba, el autor agrega: "comprende un
I grupo de expectativas complementarias acerca de las acciones del actor y de aquellos
con quienes interactúa; aquél y éstos poseen tales expectativas"(Parsons y
I Shils, 1968:42). Con esta idea el autor nos dice que al menos potencial e

I hipotéticamente al rol le es inmanente la compSementariedad de expectativas ego-


alter, esto es, la famosa "diada" que en la teoría parsoniana conforma la estructura
base de la relación interactiva y que soporta a todo el sistema social (Parsons y
Shils, 1968:131).
I Es importante destacar que la complementariedad de expectativas no es un asunto
casual sino que hunde sus raíces en la naturaleza psíquica y biológica de las personas,
| dentro de lo que en su exposición del sistema de la personalidad, ya lo hemos dicho, el
autor llamó necesidades-disposiciones y que en otra parte establece brillantemente con
la idea de sensitividad:

"La segunda característica de la naturaleza humana, en el sentido biológico, es la


| que puede ser llamada "sensitividad". Este término significa la accesibilidad del

23 Como lo ha señalado George Ritzer, hacia el final de su producción teórica, Parsons abandona su
I atención a estos aspectos "subjetivos'' del orden, es decir, el vínculo personalidad-sistema social y se
orienta a procesos de estabilidad y gobierno de la sociedad como un sistema (Ritzer, 1993b:395)

25

I
individuo humano a la influencia de las actitudes de otros en el proceso de
I interacción social y la dependencia resultante de recibir reacciones relativamente
particulares y específicas."(Parsons, 1976:40)

I La complementariedad de expectativas es posible si suponemos que:


"En el caso de un actor concreto (ego) existe en seguida un sistema de expectativas
I relativo a otro dado (alter). Con respecto a la acción del alter, esto implica para el ego
esperanzas y ansiedades; es decir, que algunas de las posibles reacciones del alter
serán favorables desde el punto de vista del ego y otras desfavorables. En términos
H generales, existe una base psicológica justificada para decir que la orientación del
ego tenderá por equilibrio a orientarse hacia estimular las reacciones favorables, que
producen gratificación, y evitar las provocaciones de reacciones desfavorables, que
H producen deprivación"(Parsons,1976:45).

Gran parte de la enrevesada exposición teórica que hace el autor a partir de esta
| premisa puede entenderse fácilmente como el intento de alertarnos sobre dos puntos
cruciales para todo orden social satisfactorio y que por lo común generalmente se nos
H
M
escapa:

a) Para el ego (cualquier persona o colectividad), las expectativas con que asume un
| rol, en condiciones "normales" o sea, exceptuando condiciones de supervivencia, muy
pocas veces significan sólo la búsqueda de un resultado útil, pragmático o neutro:
I
también, de algún modo, involucran necesidades de reconocimiento y estima que
comprometen su auto imagen ideal, digamos su propia valía o autoestima personal. Es
1 decir, ésta depende en gran medida del tipo y naturaleza de respuesta que ego espera
de alter.
|
b) Para el alter (cualquier persona o colectividad), estas expectativas, que son
comportamientos esperados por ego de él, también podrían no estar concebidos al
I azar: puesto que la satisfacción de ciertas necesidades-disposiciones de ego dependen
aquí de dicho comportamiento, es de esperar que el alter se oriente de acuerdo a un
I esquema previo de selección evaluativo que se ha cumplido previamente en su sistema
de personalidad. Esto quiere decir: en términos de motivación, se espera que el alter
I antes de asumir dicho rol esté dispuesto a renunciar a cualquier tipo de gratificación o
beneficio que el mismo ofrezca que potencialmente perjudique a ego, o al menos a
I controlarlas anteponiendo a las mismas aquellas que se correspondan al tipo de
I compromiso que conlleva ese rol en términos de la conducta que se espera de él

("obligaciones de rol"). El autor habla aquí de una disposición-necesidad de la
personalidad a respetar el "código de circulación" y, mas allá, también las normas y
i
26
|
I
I
acuerdos. Se trata ni más ni menos de señalar con evidencia, en un esquema teórico
n
acerca de la validez del orden, la importancia de los enormes costos emocionales y
motivacionaJes que pagan Jas personas cuando sus expectativas (normadas y Jegítimas
g
alcanzadas por acuerdo o supuestos de consenso y aceptadas como "conformidad")
son defraudadas por el otro directa o indirectamente implicado. Resultados evidentes
1
son la desorientación y diversos modos de frustración24
A mi entender, el mejor aporte que hace el autor a la justificación axiológica y teórica

del orden social es esta condición "subjetiva" que puede llamarse satisfacción, que es
un resultado de ciertas posibilidades y que depende, teóricamente, de la capacidad de
detectar y "corregir" los procesos que a la larga impedirán que las dos premisas
anteriores se cumplan. Gran parte de su obra El Sistema Social es una detallada
argumentación a favor de esta idea y sus consecuencias empíricas como problemas
macros. Es un modelo ideal frente al cual comparar los casos reales de "desajuste" y en
términos básicos el autor lo denominó como axioma de la integración institucional.

| En él participan los tres subsistemas de modo complementario: el de la personalidad, el


cultural y el subsistema social. Ahora podemos entender cabalmente hacia dónde
apuntaba el autor cuando se refería a su idea de funcionalidad perfecta de lo social, a
su idea de integración social:

| "Resulta bastante daro que los "sentimientos" que apoyan los valores comunes, no
son de ordinario, en su estructura específica, la manifestación de propensiones
constitucionalmente dadas del organismo. En general son adquiridos o aprendidos.
Mas aún: la parte que estos juegan en la orientación de la acción no es
predominantemente la de objetos culturales que son conocidos y "adaptados", sino la
de pautas culturales que han llegado a ser internalizadas; constituyen parte de la
estructura del sistema de la personalidad del actor mismo. Esos sentimientos o
1 "actitudes de valor", como pueden ser llamados, son, en consecuencia, puras
disposiciones de necesidad de la personalidad. Sólo en virtud de la internalización
I de valores institucionalizados tiene lugar una auténtica integración motivacional de la
conducta en el sistema social; sólo así los "más profundos" estratos de la motivación
quedan pertrechados para el cumplimiento de las expectativas de rol. Solo cuando
esto ha tenido lugar en un alto grado es posible decir que un sistema se encuentra
altamente integrado, y que los intereses de la colectividad y los intereses privados de
sus miembros constituyentes se aproximan a la coincidencia. Esta integración de una
serie de pautas de valores comunes con la estructura de la disposición de necesidad

24 Robert Merton señaló con claridad consecuenciassociales importantes según el tipo de respuesta a la
frustración que provoca la anomia (Merton,1972).

27
1
internalizada de las personalidades constituyentes es el fenómeno central de la
I dinámica de los sistemas soc/a/es"(Parsons,1976:49) _f£
Sentimientos mutuos, si se le consideran valores en acto es decir valores que se
aprenden a compartir en situaciones de interacción con diversos grados de
contingencia, pueden reforzar el acuerdo y estabilizar la interdependencia de roles.
I Pero ello no significa que todos los roles disponibles de hecho por el sistema social

I requieran tal tipo de motivación y menos que esta esté predefinida de antemano. El
axioma de la integración institucional debe verse como una posibilidad abierta y
provechosa pero carente del carácter necesario que nuestro autor le atribuyó. Sin
1
embargo, hasta ahora, desde el buen sentido sociológico, no parece posible contar con

1 la estabilidad mínima de sociedades modernas liberales si las premisas de este axioma


acaecen en la realidad como su negación total generalizada. Esto, como reflexión, se
8 ha desarrollado en el Cap.V.

El individuo y las normas


1 Para entender cabalmente el esquema general de la propuesta parsoniana es
conveniente nunca perder de vista que el interés final de toda ella es hacer plausible un
orden sistémico y "funcional", esto es, estable y capaz de autorregularse en aras de su
mantenimiento y reproducción. Sin embargo, fundamentar la posibilidad de orden social
I
y a partir de allí derivar la necesidad de normatividad, sigue siendo una tarea ardua
para la sociología por lo espinoso e incómodo del tema pues se supone compromete la
libertad individual tan apreciada por la modernidad26 El asunto obliga a reconocer que

i 25Cabe señalar que esta afirmación que pudo obedecer a una intención predominantemente analítica
despertó muchas críticas pues se le ha atribuido una cualidad prepositiva. De tomarse así como premisa,
ciertamente estaría echando las bases (ideológicas) para una muy peligrosa y reduccionista idea del
I control social pues aquí toda manifestación de disenso o inconformidad con valores comunes se
convierte en una disfuncionalidad de cualquiera de los subsistemas especialmente de la personalidad, lo
que ameritaría intervención "correctiva" para recuperar el equilibrio funcional. La conducta desviada sería
el blanco de los procesos de "resocialización" tras los cuales es fácil abrir cauce a mecanismos varios
institucionalizados de represión o segregación. Parsons nunca consideró la posibilidad que los valores
"comunes" fueran inducidos a modo de apoyos legitimatorios (ideológicos) por grupos hegemónicos o
IE l tergiversados en situaciones concretas para fines de dominación así como tampoco que intereses en
pugna defendieran valores diversos.
De hecho esta problemática está en la base de la Teoría política moderna pues se trata de la
posibilidad de satisfacción de los intereses y deseos individuales en un contexto social seguro pero
modificable y perfeccionable, con intereses en pugna. También es un tema central no resuelto en
1 Sociología pues sigue polarizando opiniones y de hecho hoy en día puede amenazar muchas de las
premisas fundantes de la disciplina justo cuando prevalece la conciencia de individuación y el abandono
1 de los compromisos colectivos. Esto incluye el viejo problema de la diferencia "estado" y "sociedad" así
como la relación poder, control y libertad.

28
|
existe una tensión intrínseca en el orden social moderno entre pertenencia e
1
individualidad o, de otra forma, entre diferenciación y homogeneidad, entre
determinación y autonomía. Por cierto que es este el origen de la polarización entre los
I paradigmas "colectivistas", deterministas y los "individualistas", contingentes que hoy
tienden a fusionarse pero que también se abandonan como problema teórico.
|
No ha sido Parsons quien ha resuelto de manera definitiva el fundamental y eterno
"problema Hobessiano del orden" tal como él lo definió.27 Más sin embargo tampoco

puede decirse que han sido muchos los autores posteriores que lo enfrentaron tan seria
y consecuentemente como él lo hizo. Especialmente en el sentido de intentar conciliar
I el todo y las partes, los motivos y autonomía individual con el compromiso hacia el

| orden colectivo.

A pesar de que provienen de tradiciones diferentes, actualmente hay importantes


I desarrollos sobre la naturaleza normativa del orden en varias propuestas teóricas como
en la Etnometodología (H.Garfinkel) y en algunas de las llamadas "teorías duales" o

| "integradas" como en la teoría de la estructuración de Anthony Guiddens, en la teoría


de la acción comunicativa de J. Habermas y en la versión de la teoría de la elección

| racional de J. Elster. A la par de estas hay una serie de reflexiones de autores menos
populares que han escrito y contribuyeron al tema, tales como Homans, Blau,
Dahrendorf y Gurvitch. Desde la antropología, algunos colosos en el tema son
Malinovsky y Lévi-straus. Mas recientemente Therbom, Leschner, Rawls y Off, entre
| otros. Sin embargo hay algunas consideraciones importantes que justifican apreciar el
pionero esfuerzo (por supuesto apoyado en Durkheim y Pareto) del correcto

I establecimiento y sistematización que hizo nuestro autor hacia el tema. Con ello,
promovió una producción empírica fecunda de varias décadas sobre clásicos problemas

I sociológicos, como por ejemplo la conducta desviada, el control social y las instituciones
así como sobre la dinámica de las organizaciones en general.

I En su forma más elemental una norma parece surgir de la necesidad de Jas


personas por controlar las circunstancias que definen su situación o al menos hacerlas

I predecibles: según esto ellas surgen como hábitos, como procederes regulares

| 27 La crítica más dura a este punto de vista que sostuvo casi toda la construcción teórica de Parsons la
encontramos en Giddens (2000). Para este autor la perspectiva parsoniana está mal planteada de
entrada pues cae en la metafísica del individuo "instintivamente" separado y contrapuesto a la sociedad.
I Para ampliarla a toda la solución parsoniana ver a Giddens,(1997a).
29
|
(Gallino,1995:651 )28 De este modo una norma hace posible reducir la incertidumbre
1 ante "las alternativas abiertas que la situación representa para el actor": las normas
nacen, así, como modos de selección significativa de procederes ante una situación o
I experiencia cualquiera. En un momento posterior estos modos de selección pueden
presuponerse de modo recurrente y "objetivarse" resultando en normas
I institucionalizadas es decir sujetas a control externamente. Vinculadas a valores o
cualquier otra forma racionalizada de legitimación adquieren el carácter de prescripción
I (deber) (Berger y Luckmann, 1979:98). Conjuntamente, también las normas aparecen
en estrecha relación con la formación de actitudes. La antropología ha sido la pionera
I entre las ciencias sociales en afinar y precisar la naturaleza de las normas, aunque la

I Psicología social también ha contribuido en ello.


Nuestro autor no estaba interesado en la génesis de las normas. Aunque no lo
aclaró, tampoco fue su interés el tema de las normas en su acepción descriptiva
I adjetivada (las normas como "lo normal" o habitual) sino en su sentido de "lo normativo",
esto es, el elemento prescriptivo y proscriptivo de la acción.(Gallino,1995:648).
i Al explicarlas, las utiliza a menudo dentro de una relación y no tanto como un punto

I con justificación propia. En efecto la palabra "normas" generalmente aparece, en su


obra, asociada con la expresión "internalización de (normas)" con lo que el autor desea
señalar que las mismas son parte de la cultura y que deben formar parte de los
I esquemas conductuales (modos de orientación) de la personalidad de los individuos.
ü
• Así mismo es muy común encontrar la expresión "conformidad con las normas" con lo
cual el autor nos quiere decir que es necesario aceptarlas como condicionantes

I intrínsecos y naturales que sirven de mediación en toda relación social.


En torno a la forma de normas como orientaciones internalizadas y a pesar de que el
1 autor, como se ha dicho mas arriba, desarrolló un extenso esquema justificativo que,
inspirado en Freud, entendía como natural ese proceso de internalización, sus

I argumentos no sobrevivieron a las dudas. En efecto, el modo en que el autor deriva el


surgimiento normativo del orden social a partir de mecanismos formativos de la

I personalidad psíquica fue lo que despertó las más severas y vehementes críticas por su
determinismo inexorable sobre la posibilidad de elección libre y real de los individuos
n
28Esta idea de forma precisa fue tomada de la teorización de Berger y Luckmann en La construcción
social de la realidad; sobre todo en su explicación del origen de la institudonalizacion (Berger y
Luckmann,1979:74-104). En todo caso las normas en la sociedad moderna son más dinámicas por su
propia complejidad y esto, rebasando la tesis de estos autores, es precisamente lo polémico hoy en día.

30

|
I
de cara a la situación. Pero la exposición del autor no se reduce a esto y es un error
1
rechazarla en bloque sólo considerando que se basa toda en esta premisa. La segunda

I acepción, normas como condiciones pautadas para dirigir la interacción, ha sido más
w
aceptada y tiene que ver directamente con la plausibilidad de todo orden social,
especialmente el moderno. Esto obviamente tiene una larga historia en Sociología.
| Desde que el estructural-funcionalismo se popularizó, desde que sus nociones
impregnaron el repertorio de los textos básicos de las ciencias sociales, pocas teorías
|
de las denominadas "del paradigma de los hechos sociales"(Ritzer,1993b:602). ha
dejado fuera el tema de las normas sociales. También el tema es insoslayable para
|
muchas teorías actuales de diversas tendencias pero no ya como lo fue antes por
ocupar lugar preeminente en el análisis sino por la alarma ante nuevas formas de
socialidad mas individualistas que las rechazan, relativizan, en fin que participan mas

C de relaciones indeterminadas y más "creativas" que "normativas".29 A esta nueva



tendencia se la ha explicado quizás más apropiadamente como una subjetividad

| "situacionista" ó "reflexiva".

Siguiendo a Parsons así como a otras propuestas de varias ciencias sociales, se ha


establecido como definitiva la idea de que las normas no sólo cumplen funciones
fundamentales sino que traducen en sí mismas la idea de orden en toda sociedad o en

1 cualquier sistema social específico.30 Por ejemplo, actualmente se afirma que "las
normas fijan modelos de acción que permiten el surgimiento de las expectativas
compartidas y en este sentido son eva/í/af/Vos"(Montero,1985). Esta cualidad evaluativa
Parsons la estableció apropiadamente dentro de sus categorías conceptuales al afirmar
1 que de los tres modos de orientación motivacionales Cognoscitivo, catéctico y
evaluativo, las normas surgían de éste último: "Decimos que el modo evaluativo señala
| el punto, dentro del sistema de motivación, en el que estas normas o valores culturales
de la orientación de valor se hacen efectivas"(Parsons y Shils, 1968). Y mas adelante:

Hay mucha literatura sobre estos procesos propios de la modernidad tardía. Un estudio pionero es La
sociedad del Riesgo de Ulrich Beck (1998) espedalmente los capítulos 4 y 5. También en Beck,(1999:7-
I 34) y en Giddens,(1997b).
30 Una buena definición de normas sería: "Reglas generales de acdón válidas socialmente (...)regulan la
manera según la cual, ante distintas situadones, deben comportarse los miembros de una formación
| social (grupo, organizadón, sociedad) frente a otros miembros de la sociedad. Por eso, las normas
constituyen en principio y, en definitiva, las formaciones sociales. Las normas, con todo, no se
corresponden con la conducta real de los miembros de la sociedad, sino que funcionan simplemente
como punto de referenda, en relación al cual aquéllos pueden orientar y basar sus
acciones"(Hillmann,2005: 645).

31

|
"Los sistemas de símbolos en los que la función evaluativa tiene primacía constituyen
lo que llamaremos "ideas normativas" o "símbolos reguladores". Son las normas de la
orientación de valor, o los modos de la orientación de valor que tanto hemos
mencionado"(Parsons y Shils, 1968:197).
I
Vemos como el autor designa a las normas como Modos de Orientación de valor y
las clasifica en tres tipos: Normas cognoscitivas, apreciativas o expresivas y morales.
Nunca está de mas recordar que para Parsons las normas se traducían empíricamente
en "orientaciones", o sea, actitudes, intereses o preferencias complejas del tipo
selectivas "de primacías". En cualquier caso implican modos de "entender" la situación
1 (pertenecen a la cultura) que refieren conductas esperadas y reconocidas por los
participantes pero también de algún modo obligatorias en determinadas circunstancias
| en tanto que comprometen las expectativas recíprocas:
"Las normas de valor son las recetas o reglas, trasmitidas de persona a persona y de
| generación en generación, que pueden ser observadas por el actor en el proceso de
estimar ese balance (equilibrio entre gratificación y privación y sus significados). Son
reglas que pueden ayudar al actor a realizar su elección, sea para estrechar el
| campo de las alternativas aceptables, sea para prever las consecuencias lejanas de
las diferentes alternativas"(Parsons y Shils, 1968:94-95.El paréntesis es nuestro)

Si, por un lado,


"se arraigan en la estructura de la personalidad por medio del proceso de
aprendizaje; por otro lado, son objetos que se vuelven particularmente significativos
| en la situación al formar parte del sistema de sanciones, el que se halla asociado con
los roles de la estructura social"(Parsons y Shils, 1968:95).

Ahora bien, las normas o "modos de orientación de valor" no son previas a la acción,
como si las personas fueran pasivas receptoras de las convenciones sociales, estando
siempre preorientadas antes de cualquier paso a dar. Este enfoque simple se ha
pretendido endilgar al autor. Evidentemente Parsons no tuvo todas las respuestas pero
| vio la complejidad del asunto. Las normas siempre aparecen insertas en una situación
determinada y para que "funcionen", en ocasiones, deben confrontarse con otras
| normas previas así como con las expectativas y costos de los resultados en juego: no
hay una sola manera de hacer las cosas.
| Lo que hemos llamado el nivel normativo del "código de circulación" consiste en el
hecho de que la mayoría de las normas se suponen tan ligadas a la práctica cotidiana,
al "saber hacer" normal que pasan desapercibidas es decir que las personas no las
notan pues no saben comportarse de otro modo y "muchas personas a pesar de

32
|
observar sus lineamientos, sólo toman conciencia de tales normas cuando alguien a su
alrededor no las cumple"(Montero, 1985:245). Pero hay aquí una cuestión importante
para suponer una escala de relevancia de las normas, para el punto de vista del autor;
I la distinción que hace entre normas (como expectativas pautadas) referidas a objetos
no sociales y las referidas a "objetos sociales" o sea las que participan directamente de
I la relación social:

"Se recordará que los objetos no sociales se distinguen por el hecho de que el ego
no los percibe como si tuvieran expectativas acerca de su propia conducta. El ego
sabe que los objetos sociales "esperan" de él ciertas cosas, pero no percibe a los
objetos no sociales como si tuvieran tales expectativas"(Parsons y Shils, 1968:124).

El último caso, el de la orientación hacia los objetos no sociales, no parece ser


1 importante para el autor, la distinción tiene otro propósito: el interés de éste reside en
las expectativas hacia los otros sociales, en donde se vuelve imprescindible la
capacidad de quien actúa de vigilarse a sí mismo en el cumplimiento de esas normas
en tanto se pueden suponer, en concordancia con la noción de necesidades-
disposiciones, al menos en parte, constitutivas no sólo de sus motivos, sino también de
su auto imagen o identidad (nos referimos a lo que se conoce como respeto por uno
mismof\
Es muy probable que en algún momento una situación este confusa en su
1 significado para quien actúa y es aquí donde debe aplicar la fórmula óptima; se trata de
"saber lo que está en juego" para seleccionar la combinatoria de sentido, entre
esfuerzos, costos, beneficios, y en base a éstos, los procederes apropiados, que
pueden, combinados con valores, tomar ahora la forma de "deber", como aquello que
puede ser justificado: sólo al asumir esta forma, para el actor, la necesidad de
congruencia (consecuencia) lo involucra también a él:

"Desde el punto de vista de cualquier actor dado, el ego, su propia personalidad, (es
decir, su sistema de acción, o cualquier parte de él, es mas extensa y durable que la
acción que realiza en el momento), puede ser un objeto, y es, como objeto concreto,
| específico, diferente de la personalidad de cualquier otro actor. La inclusión de la
personalidad del ego expresamente como un objeto, y no sólo como un actor, es
| fundamental para la teoría de la acción. Sólo a través de este artificio muchas de las
operaciones analíticas mas cruciales de la teoría de la acción, tal como el uso del
mecanismo de identificación y el correspondiente concepto de internalización de las
normas culturales se hacen posibles"{Parsons y Shils, 1968:126)32

31 Para ampliar esta reladón entre identidad y normas, ver De Frandsco y Aguiar,2003.
32 Este punto fue desarrollado de manera incomparable por G. Mead con su teorizadón sobre el self
pero, como se ve, Parsons no era desconocedor del mismo.

33
1
Las fórmulas disponibles en la cultura (los famosos modos de orientación de valor)
hacen más fácil la selección pues ya nos dan el "mapa" de orientación resuelto ("pauta
cultural") pero siempre pueden haber sido escogidas deliberadamente (recordemos que
nacen del acto de evaluar). Aún así ocurre que, en cierta situación, las normas que
I escoge quien actúa pueden no coincidir con las establecidas o aprobadas
"externamente" y a pesar que nos queda la salvedad de que siempre existe un rango de
I flexibilidad en el sistema (tolerancia a incumplir las reglas (Ritzer, 1993b:121 )f3, el
mismo tiene un límite (impuesto por las expectativas mutuas y por las obligaciones de
I rol institucionalizadas) y es entonces cuando el actor está comprometido a justificar ante
sí y los demás su comportamiento elegido y a asumir los costos (sanciones) que éste
I pudiera originar. Es por ello que se puede afirmar que para Parsons la constelación de
combinación o patrones normativos que son tomados como propios, digamos "en serio"
por el actor, es decir, en los que compromete su identidad o sí mismo ante las
situaciones, incluyendo a los otros, son los que cuentan finalmente para la integración
sociai(Alexander,1992:43).34 Es por esto que la conformidad con las normas esta
vinculada a la identidad y ésta al reconocimiento y aceptación.
Es notable que en términos de la propuesta general estos patrones requieran un
cierto orden "interior" para el actor (estructura de necesidades-disposiciones) que debe
I tender también a su integración como persona. Esto se hace patente en el sentido de
satisfacción que resulta reforzador de la propia integridad "interior" del actor: cuando
I éste "sabe" que ha procedido "como debe ser".
Hacemos una pausa para, en base a lo anterior, extraer una conclusión: la
propuesta del autor se opone e invalida prácticamente los fundamentos de ciertas
corrientes teóricas como lo son el utilitarismo decimonónico, al cual él se opuso desde
I
un principio, la teoría del intercambio de Homans, basada en el conductismo
psicológico y en parte la muy actual teoría de la elección racional. En relación a estas
teorías, en contraste con las ya señaladas aseveraciones del autor sobre la relación

33 "Para Parsons el control social constituye estrictamente una segunda línea de defensa. Un sistema
fundona mejor cuando recurre con poca frecuencia al control social. Por otro lado, el sistema debe tolerar
cierta variación, derta desviadón. Un sistema social flexible es mas fuerte que uno rígido que no acepta
la desviación"
34 Alexander lo cita con predsión: "...las necesidades de la personalidad tendrían que complementar en
cierto grado los requerimientos del sistema social para un rol (...) como dicen Parsons y Shils "tiene que
I existir una correspondencia fundamental entre las autocategorízaciones del actor, o autoimagen, y el
lugar que ocupa en el sistema de categorías de la sodedad de la cual forma parte".

34
I
1
entre automodelamiento del yo, satisfacción y normatividad, la idea de un individuo
solitario, que actúa de un modo absolutamente racional, "maximizador y egoísta que
elige correcta y eficazmente los medios alternativos que le permiten alcanzar sus fines
I con arreglo a la información de que dispone"(Ritzer,1993b:564) es, en estos precisos
términos, claramente insostenible. Sin embargo, Jon Elster ha hecho, desde una base
I teórica de la elección racional, importantes aportes al análisis de las decisiones y las
relaciones, que han roto los estrechos márgenes de esta corriente otorgándole
I
pertinencia y valor actual.35
En orden a estas ideas se puede concluir que, sobre la condición normativa de los
motivos (orientación) de las personas, el autor se opone a darle primacía a la acción

| instrumental como guía general de las relaciones sociales; ante esto propone Ja
orientación y las expectativas mutuas en las relaciones sociales reguladas (normadas)
I sobre la base de los Valores implícitos en ellas. En el segmento sobre valores
ampliaremos esta idea. Se concluye entonces, que las normas no son sólo una cosa de

| "allá afuera" que simplemente se usa o acata sino que al ser constitutivas de
orientaciones significativas, también son experimentadas por las personas como algo
"que les va", como algo propio que forma parte de su yo de modo mas permanente y
que por esto necesariamente reflejan y conectan con valores. Con esto nuestro autor
I selló teóricamente, la validez de prácticas que para su época ya estaban
institucionalizadas y que constituyeron las herramientas culturales para promover la

1 llamada "modernidad organizada" (Wagner, 1997:51).Ha sido un modelo propositivo


general para instituir orden social a partir de una supra-condencia de sí y se ha
| denominado "el programa institucional". Por complejas causas, se dice, este modelo
integrado y eficaz de socialización hoy parece colapsar frente a la dinámica subjetiva
actual (Dubet,2006).

| Rol, valores y normas


Las normas son lo que media las expectativas "ego-alter" y por tanto es la materia

I constitutiva de los roles. Se ha señalado, el rol no es más que cúmulos de expectativas


preacordadas y reguladas normativamente entre ego y alter.

35 Es importante, para diluddar esta vieja tensión, el aporte al análisis de las normas elaborado por Jon
Elster en el que conduye: "...la consagración de normas sociales no es en general individualmente
1 racional" (1997:124).

35

I
I
El desempeño de un rol evidentemente presenta varias condiciones y también
problemas. Por ejemplo, sabemos que las normas no están claras para cada situación
que en un rol se presenta, siempre se da cierta contingencia. Incluso hay normas
I contradictorias entre sí. El actor debe decidir y, para ello, evaluar. El papel de los
valores consiste en que funcionan como referencias para reducir la incertidumbre que
I
varios aspectos contingentes del desempeño de rol pueden alimentar, aunque no es la
única manera (también están las normas de utilidad instrumental "practicas" y todas las

normas institucionalizadas, así como la simple imitación).36


Todo valor es un sistema para seleccionar; conforma una gradiente de importancia,

de significación y por tanto de prioridad. Actualmente podemos a firmar que se trata de


un componente crucial al problema del sentido, aunque este término no estaba
I claramente "disponible" en la teoría social para entonces.
Una buena definición de valor social sería:
1 "Concepción de un estado o condición de uno mismo o de otro, o de uno mismo en
relación con otros objetos y sujetos que un actor individual o colectivo considera
I especialmente deseable de alcanzar o de conservar, y con base en el cual juzga la
corrección, la adecuación, la eficacia y la dignidad de las acciones propias y de las
ajenas"(Gallino, 1995:901).
I
Los valores orientan a las personas para legitimar lo que hacen pero sobre todo le

H proporcionan una base para precisar cómo lo hacen, cuando este "cómo" reclama un
juicio de adecuación. En un aspecto, el problema central aquí ya lo planteo claramente
M. Weber con su clasificación de los tipos de acción, específicamente en el tipo de
I
acción racional con arreglo a valores frente al tipo instrumental, y Parsons no hace, en
| este caso, más que una adaptación. Sin embargo como veremos el autor pudo percibir
mayores implicaciones para el orden que el de su antecesor.

I Se puede afirmar que la compleja explicación de toda la teoría parsoniana que


desemboca en el teorema de la integración institucional constituye un esfuerzo del autor
1 para establecer que en el capitalismo moderno la integración en base a va/ores es la
garantía de orden autosostenido y en este sentido otorga prioridad a esta condición en
| dirección opuesta a la prevalescencia de la acción puramente instrumental. De esta
observación se desprenden varias consecuencias:
H
36 El concepto que Parsons llamó Variables-pautas, Variables-modelo o Variables-patrones es un intento
del autor de responder a esta situación de tensión, confusión o quizás inconsistencia en las orientaciones
| "motivacionales" de las personas de cara a las exigencias normativas de rol (importantes para la
supervivencia y satisfacdón del actor). Verinfra capítulo III.

36
1
Es de esperar que gracias a los valores se pueda imponer límites a la utilización de
medios no legítimos para alcanzar los propósitos de la acción (y por supuesto promover
Jos medios lícitos). Este punto, que se inspira esencialmente en Durkheim, tiene
1 mayores alcances en relación al problema del orden que luego aclararemos.
Así mismo los valores coadyuvan a solventar el necesario conflicto o tensión que se
I
produce entre normas instrumentales institucionalizadas (modos de desempeño,
procedimientos) que pueden no coincidir dentro de una situación inducida por coacción
I (imposición por autoridad): al acudir a valores compartidos, el conflicto se negocia más
fácilmente que en ausencia de éstos. A esto responde, por ejemplo, el que muchas
I empresas establezcan la "misión", "visión" y "valores" como parámetros orientadores.
I Sabemos que las personas reales no están confinadas a un rol; pueden optar y
cambiar. También la literatura posterior a Parsons nos señala que los valores pueden

| modificarse por la influencia de otros actores dentro de la situación, por influencia de la


interacción(Bauman,1994:119)37 Por otra parte un actor desempeña múltiples roles lo
| cual puede implicar desajustes cuando esté confrontado a incompatibilidad entre los
mismos. En cuanto a la propuesta de Parsons, la respuesta general a estas cuestiones
apunta a la pretensión de coherencia y finalidad que los valores logran al ordenar las
orientaciones de las personas de cara a los resultados esperados de la relación (por

| eso el autor Jos designó como normas de orientación de valor) dentro de un marco de
referencia generalizable y que les permitirá "hacer suyas", otorgando sentido, las
obligaciones que todo rol exige.
Esta última idea bastante simple es importante: para el autor, en la dinámica de
n desempeño de rol y con el auxilio de los valores, las personas no sólo juzgan lo que
hacen y cómo lo hacen sino que pueden ajusfar permanentemente sus motivaciones,
I sus deseos y lo que los demás esperan de ellos (expectativas). El criterio para tal ajuste
se basa en valores confirmados socialmente (legítimos) traducidos a normas
I institucionalizadas. Dicho de otra manera, sin el auxilio de valores, la (mínima)
reciprocidad esperada en la interacción sería insostenible y por ende, las obligaciones

37 "...los valores que la gente selecciona como orientadón y guía de su accionar (es decir como pauta
para ordenar sus fines según su mayor o menor importanda) cambian en el transcurso y bajo el impado
de la interacción social. Es este impacto lo que tenemos en la mente cuando hablamos de influencia. A
diferenda del poder, la influenda afecta a los valores directamente". Esto obviamente nos alerta sobre la
fragilidad de los valores en cuanto a permanencia y garantía de legitimidad cultural de un cierto orden
como pareció afirmar Parsons. Sin embargo esta relatividad no invalida la posibilidad (como cualquier
I otra) de que esto llegase a darse y menos que su ausencia y relativismo absoluto de cara a las formas
institucionales castren la mínima perfectibilidad de cualquier formadón social. Ver infra Cap.V

37

I
mutuas se disolverían fácilmente; aquí se presupone la noción básica de lealtad al
I compromiso (Hillmann, 2005:141). *
Su viabilidad, al menos dentro del rol, condiciona eJ comportamiento sociaJ: "Toda
I
sociedad o grupo define unas categorías ideales a las que refieren después los
comportamientos, pues representan un orden a partir del cual la sociedad juzga a los
I
individuos" (Fischer, 1992:30). Lo relevante aquí es que nuestro autor, al igual que
Durkheim, parte de una hipótesis central: la necesidad del sentido subjetivo del deber
I para los actores de cara a las expectativas de los otros implicados en su desempeño de
rol. Esta idea del deber como conciencia de los compromisos adquiridos, es, según
i Parsons, consecuencia de la convicción, "motivacional", que resulta de la credibilidad

I ("internaJización") en valores.39 Este mecanismo del compromiso "motivado",, aseguraría


la complementariedad de expectativas ego-alter, aseguraría, en fin, el funcionamiento
social. Y lo haría sin coacción ni imposición incluso por encima de cualquier
contingencia. Esta es una premisa crucial para entender casi toda la propuesta
intermedia parsoniana.40
Cabe aquí una aclaratoria: algunos autores definen los valores como bienes o
situaciones deseables, como objetos a los que se atribuye un significado; otros
entienden por ello "criterios simbólicos para evaluar la acción social"(Gallino, 1995:901).
La primera noción se asocia con deseos, preferencias e incluso intereses. La segunda,
tal como la entendió Weber, implica elección evaluativa, y juicios de la propia acción
según adecuación de medios a fines (racionalidad). A los primeros se les ha

38 "Vinculación, obligadón. Sodológicamente, vínculo interno de las personas que interactúan, de gran
| importanda para la cohesión sodal (...) con las normas sociales y los valores socioculturales dados, que,
como deberes autoimpuestos, contrarrestan las crisis de motivación y lealtad...".
39 Es muy notoria la preocupación actual por los cambios de valores en la subjetividad tardomoderna: La
tendencia general se expresa en dos corrientes de opinión contrapuestas. En términos sencillos, una se
pronuncia por el rescate de los valores asociados a la fundadón de la modernidad, su moral y la idea de
progreso y la otra por celebrar la desaparición del sentido del beber y la debilidad de los marcos
valorativos como referentes colectivos. Esto último obviamente tiene su correlato empírico y es el proceso
• creciente de la privatización (e individualizadón) en todos los lugares. Esta polarización es en verdad una
gran simplificadón de discusiones mas complejas, que incluyen el delicado tema de la tensión entre
universalismo y particularismo de cara a la globalización, las que en resumen intentan descifrar la
amenaza del "debilitamiento de las antiguas formas de vida sodal y política" (Touraine, 1997). La
expresión cotidiana de este cambio consiste en la disoludón de valores asociados al deber o compromiso
colectivo, incluso interpersonal, a favor de posidones mas auténticas y "sin obligación difícil" (Lipovestky,
1994; Giróla, 1995). Con todo parece prevalecer un pesimismo y una impotenda para una respuesta
frente al futuro, especialmente cuando esta "irrupción del cambio de valores" conduce a una profunda
"crisis de legitimidad" del orden actual (Habennas,1998; Castoriadis,2002).
40 Incluso en un caso pudiéramos decir "típico ideal" el compromiso según valores se expresa como deber
moral en el cual la "adecuada motivación" de un actor le llevaría a cumplir sus compromisos aún
aceptando renuncias y privaciones.

38
|
denominado valores instrumentales u operativos y a los segundos como últimos,
I intrínsecos o fundamentales.4^
Parsons establece una clasificación de clases de valores (normas de orientación de
I valor) y parece inclinarse, implícitamente, por la segunda concepción. Podemos recurrir
a otro autor que colaboró en la obra "Hacia una teoría general de la acción" de la cual
I Parsons fue compilador, para entender las razones de esta preferencia: porque ía
primera noción "consiste casi siempre en una respuesta estrecha y a corto plazo,
mientras que la segunda supone una visión amplia y de largo plazo"(Kluckhohn en
Parsons y Shils, 1968:447), esto es, mas acorde con la función regulativa de los valores
1 en las relaciones. Así:

"Los valores definen los límites del costo permisible para la satisfacción del impulso
1 de acuerdo con el orden total de las metas permanentes, de la personalidad y del
sistema sociocultural para que haya orden,, la necesidad de respetar los intereses de
| los otros y del grupo como un todo, en la vida social" (Parsons y Shils, 1968:448. El
destacado es nuestro).
¿Por qué nuestro autor se atuvo preferentemente a esta visión de valor y no a la
Im
otra? Porque estaba interesado en asegurar el tipo de respuesta de los actores en
situaciones "límite" es decir en las que los esfuerzos y los afanes de las personas para
cumplir sus compromisos de rol pierden sentido, pierden valía frente a los cambios de
comportamiento de los alters y frente a disyuntivas y amenazas que la dinámica de la
| modernidad presenta; es justamente aquí dónde los valores (especialmente los
morales) colocarán una guía, si bien no siempre de certeza, al menos de adecuación,
para las decisiones a tomar.
Estas decisiones que se ajustan a lo preescrito como "lo correcto", "lo justo", "lo bello"
en fin, lo deseable (Kluckhohn en Parsons y Shils, 1968:443)42, no pueden entenderse
como meras preferencias de una conciencia individual caprichosa y ambigua; deben
I
coincidir (al menos potencialmente) con los del colectivo en un punto en que se
verifique poder trascender las ventajas inmediatas:
1
41 Los valores fundamentales suponen una validez y legitimidad proclives al consenso, es decir,
I prácticamente innegables en base al "buen sentido" o razón (aunque no racional y lógicos); por ejemplo,
la igualdad, el derecho a la vida, la libertad. Algunos estudiosos del lacanismo parecen asociarlos a una
base arquetipal de emodones humanas. La fuente mas decisiva, en nuestro contexto disciplinar, parece
provenir de Kant y su imperativo categórtico.(ver).
Kluckhohn introduce la observadón de que lo deseado traduce el gusto simple e inmediato, diferente
de lo deseable que implica reladón a valores puesto que debe poder justificarse. Muchas veces la
| diferenda entre lo uno y lo otro crea incertidumbre, ambivalencia. Y afirma: "Hablando pragmáticamente,
los valores son formas mas o menos estables de resolver la ambivalenda".

39
|
"...el actor esta obligado a orientarse según un balance de consecuencias y
deducciones; no es libre de orientarse hacia un símbolo cultural particular de acuerdo
con los méritos intrínsecos e inmediatos que él posea. Así, su orientación hacia un
complejo particular de símbolos debe conformarse con Jas exigencias planteadas por
I el sistema mas amplio de orientación normativa, del cual el complejo indicado es una
parte."

I Y más adelante agrega:


"Las orientaciones de valor convertidas en patrones culturales poseen la
I potencialidad de llegar a convertirse en los valores comunes de los miembros de la
colectividad. Concretamente las orientaciones de valor tienen una orientación
abrumadora en los procesos de interacción social. Por esta circunstancia, la
1 consistencia de la orientación normativa no puede confinarse a la de un actor en
diferentes situaciones y en momentos distintos: debe también integrarse en el nivel
interindividual. Es decir, las normas (para Parsons, objetivaciones de valores) deben
1 estar generalizadas de manera que puedan aplicarse a todos los actores en las
situaciones adecuadas. Este es un prerrequisito elemental del orden social"(Parsons
y Shils, 1968:199.El paréntesis es nuestro)

A la par de esto, se puede objetar que el desempeño de algún rol no requiere

I necesariamente o en todo momento que se haga referencia a valores "últimos" o


"fundamentales".Estos casi siempre pertenecen a los contenidos no verbalizables,
implícitos de la conciencia. Mucho menos tendrían relevancia cuando se trata de roles
instrumentales. ¿Qué ocurre, entonces, con los valores cuando las personas actúan

I instrumentalmente? ¿Sirven para juzgar los procedimientos y las acciones útiles?


Como se sabe, una de las características mas criticadas de la obra de Parsons es su
idealismo: el que muchas veces el nivel categorial constitutivo del modelo referido a lo
I
empírico se confunde con el contenido propositivo o axiológico (Alexander, 1992:34).
Como hemos señalado antes, esta confusión responde al compromiso del autor con
una concepción del orden muy estable e integrada, para la cual era primordial el
consenso.43 Sin embargo para nosotros esta crítica se debilita si consideramos su
1
propuesta como un modelo ideal de "funcionalidad" frente al cual contrastar los casos
I reales: el concebir la sociedad como un sistema funcional y como tal integrado amerita

43 Se criticó a Parsons que el consenso fue quizás exageradamente asociado a la capacidad de


integración y estabilidad de la sodedad, espedalmente la democrática liberal ocddental. Así mismo que
I confundió "el acuerdo normativo con la cohesión y el consenso social". Ambas críticas implican una
confusión idealista entre el nivel proposidonal y el empírico; en otras palabras, el error de pretender que
la integradón no cabe darse bajo la coacdón sino sólo como consenso voluntario (Alexander, 1992).
I Similares objeciones mas la poca atención al papel del poder y la dominación en el orden social
inspiraron la Teoría del Conflicto, que surge como respuesta a la propuesta parsoniana.

40

1
de entrada entenderlo desde el ideal modelo sin fricciones ni desajustes (Alexander,
1992:46).44 Esto mismo es válido en el caso de los valores.45
Sin embargo en base a estas consideraciones la empresa de Parsons, en adelante,
tratará de forzar lo real pues está atrapado en un nudo: Parsons intenta ajusfar, sin
lograrlo, exigencias normativas de adaptación funcional (sistema social) con una
orientaáón moral de la acción que ya tenía teóricamente bien fundamentada
(Habermas,2002).
La solución a estas tensiones no la evadió por lo cual el intento que el autor hizo fue
al menos consecuente con su propósito. En la secuencia lógica de su esquema,
clasificó los tipos de orientaciones de valor (normas de orientación de valor) en
cognoscitivas, apreciativas y morales ylas asoció con tres tipos correspondientes de
acción: instrumental, expresiva y moral. A partir de aquí se dedicó a aclarar que en
cada tipo de acción prevalecía un tipo de orientación normativa de valor; para la acción
instrumental, y su prima hermana, la acción intelectual, por ejemplo, prevalece el tipo
cognoscitivo (lo que se ha prescrito como lo que se debe conocer, cómo se debe
conocer, lo que no se debe conocer, hasta dónde conocer, etc.) incluyendo, el cómo
proceder de acuerdo al conocimiento que se posea: es decir, esto último trata de
1
simples reglas de utilidad; es la praxis "operativa" sobre la realidad. Pronto aclara que
en lo que se refiere a los procesos necesarios (procedimientos) para la obtención de Ja
I meta lo cognoscitivo prevalece, pero para concebir la misma, prevalecen las
orientaciones de valor apreciativas y morales. Aquí evidentemente, siguiendo a Weber,
I antepone los fines (moralidad) a los medios.
Fuera de esta teoría, mas recientemente, existe una alternativa de comprensión a
I estas cuestiones bastante esclarecedora: establece que en la cadena medio-fin algunos
valores poseen un orden superior de justificación (valores fundamentales o últimos,
1 aquí ios morales) y otros una importancia menor puesto que son mas próximos a
1 44 "Con la idea de funcionamiento perfedo Parsons alude a la operadón efediva, a la posibilidad de que
la vida social esté en estado de perfedo equilibrio y cooperación, como un motor sin fricción. Parsons se
vale de este equilibrio o armonía como una pauta abstracta para juzgar los requerimientos de la
| sociedad. Los críticos han sugerido que esto crea una tendencia ilegítima en la obra de Parsons, pero él
sostenía por el contrario que el concepto de equilibrio simplemente pemiite ver qué "anduvo mal" cuando
estudiamos una situación de conflido empírico".
45 No hay confusión entre los conceptos de normas y valores pues el autor los usó casi
indiferenciadamente. Lo importante es que valores sirven de marco significativo para justificar y
seleccionar normas; es así que cuando se sancionan o ejecutan normas regularmente se están validando
valores. Un concepto más sencillo que integra ambas definidones es el de patrones culturales usados
1 por la sociología inglesaVer Hillmann, 2005:998-999.
41

i
formas específicas de orientación del tipo de normas de utilidad o bienes deseables de
I prestigio, entre otros. Estos "aparecen como medios en relación con aquellos". Pero

n analizados en otros contextos aquellos que poseen importancia superior pueden a su



vez ser considerados medios para otros "de naturaleza mas general" y viceversa
(Gallino.1995).
I Ahora bien, en últimas, a Parsons, esta visión le hubiese resultado ambigua: para él
era imprescindible establecer prioridades funcionales a los diversos tipos de valores u
I orientaciones de valores, y en este sentido le preocupó enormemente que valores
"superiores" de tipo moral fueran simplemente ¡nstrumentalizados:
I
"Existe un orden de modos posibles de orientación, en el sentido motivacional, hacia
un criterio de valor. Quizá la distinción más importante sea entre la actitud de
I "conveniencia" en un polo, donde la conformidad o la no conformidad es una función
de los intereses instrumentales del actor, y en el otro polo la "introyección" o
internalización del criterio, de manera que actuar en conformidad con este llega a ser
I una disposición de necesidad en la propia estructura en la personalidad del actor,
relativamente independiente de las consecuencias instrumentalmente significativas
de esa conformidad. Esta última tiene que ser considerada como el tipo básico de
nm integración de la motivación con una estructura normativa pautada de valores"
(Parsons, 1976:46).
Y agrega, como en una bofetada a las teorías utilitaristas y a la clásica de la elección
racional, defensoras del egoísmo "natural" liberal:
"Para algunas clases de participantes, la significación de ser miembros de una
colectividad puede ser predominantemente la de su utilidad en un contexto
instrumental para sus metas "privadas". Pero esa orientación no puede constituir la
colectividad misma, y en la medida que predomina, tiende a lesionar la solidaridad de
| la colectividad. Esto no quiere decir en modo alguno que la participación en una
colectividad solidaria tienda en general a interferir el logro de las metas privadas de
los individuos, sino que sin la vinculación a los valores comunes constituidos la
I colectividad tiende a disolverse. (...)La vinculación con los valores comunes significa,
considerada motivacionalmente, que los actores tienen "sentimientos" comunes que
apoyan las pautas de valor, lo cual significa que la conformidad con las expectativas
relevantes es considerada como una "buena cosa", relativamente independiente de
cualquier "ventaja" específica instrumental que se pueda obtener con esa
| conformidad"(Parsons,1976:48).

Es evidente que en su obra intermedia Parsons finalmente parece priorizar el


1
m aspecto moral sobre el funcional pero en realidad piensa en su fusión feliz. La precaria
situación de los valores en el horizonte de sentido de la modernidad tardía ha llevado a

algunos autores actuales a seguir este ideal integracionista (consensual) apoyándose


en visiones con rasgos pre-modernos: es la actual propuesta comunitarista, la cual, por

42

|
su eclecticismo, merece un comentario más amplio que escapa a nuestras posibilidades
presentes.
Así mismo, en la actualidad, enfoques postmodernos en Psicología Social rechazan
1
la idea de consistencia de valores al interior de las personalidades, esto es, el que las
personas posean esquemas de valores permanentes y jerarquizados. Antes que eso,
I consideran que no hay necesariamente tal consistencia, ni ningún tipo de orden o
coherencia sino que las orientaciones de juicios pueden ser inconsistentes y aún
I
contradictorias en un mismo individuo, y más en una colectividad (Alvaro y Garrido,

I 2003:436-442). Sin embargo, al pretender creer posible un orden social legítimo y


satisfactorio, por la vía de las democracias modernas, la fuerza de los hechos nos lleva

I a dudar de si puede llegarse a dar prescindiendo de valores mínimos generalizares. Lo


cual tampoco significa que la estabilidad social descansa sólo en la comunión de
valores; pero una situación extrema de instrumentalización de pautas de valor así como
la desaparición (indiferencia) de los llamados valores últimos ó fundamentales del
horizonte de sentido en lo cotidiano, conlleva a consecuencias catastróficas no sólo
para la satisfacción de las expectativas de las personas, para el surgimiento y

H mantenimiento de las instituciones, sino para la identidad personal básica y su


seguridad ontológica. Esto último, teóricamente, constituye el aspecto vivencial,
"subjetivo" de la anomia (Giróla, 1995:77)^
1 En este orden de ideas, cabe mencionar aportes como los hechos por el psiquiatra
norteamericano Rollo May para explicar la relación entre valores y estabilidad o
1
seguridad emocional (May,2000). Según él, existe una angustia natural a la existencia

I humana y otra patológica, la ansiedad neurótica, que socava la seguridad y la


capacidad autoconsciente del individuo. Las conclusiones a las que llega es que la
| pérdida de valores, propios de nuestra época, desencadena la ansiedad patológica:
"Cuando una sociedad acepta en general los presupuestos y las suposiciones
inconscientes de los valores, el individuo puede hacer frente a las amenazas con

46 "Leo Srole postuló una serie de "indicadores de anomia" que servían para construir una escala que
permitiera medir qué tan anómicos se sentían los miembros de una sociedad. Consta de cinco ítems:
a) Percepción de que los líderes de la comunidad son indiferentes a las necesidades de uno.
b) Percepción de que es poco lo que puede lograrse en una sodedad que es imprevisible y carente de
orden.
c) Percepdón de que los objetivos de la vida se alejan en vez de realizarse.
d) Una sensación de futilidad.
e) El convencimiento de que uno no puede contar con socios o compañeros personales para tener apoyo
psicológico."

43
|
miedo y no con ansiedad. Pero cuando los presupuestos mismos de una sociedad
son los que están amenazados, el individuo no tiene una base de orientación cuando
se enfrenta con una amenaza determinada. Ya que la ciudadela interna de la propia
sociedad se encuentra en un estado de confusión y cambio traumático durante estos
períodos (se refiere a la etapa madura del capitalismo occidental), el individuo carece
de un fundamento sólido desde donde hacer frente a las amenazas específicas que
I confronta.
El resultado es que el individuo experimenta una profunda desorientación, una
confusión psicológica, y por lo tanto, un pánico crónico o agudo y ansiedad" (May,
2000:78. El paréntesis es nuestro).

Y agrega:
I "He sostenido que en las épocas en las que los valores de una cultura gozan de
unidad y fuerza, el ciudadano cuenta con los medios para enfrentarse y competir con
su ansiedad. Cuando no hay unidad en los valores, el individuo, al sentirse sin
n amarras, tiende a evadir y reprimir su ansiedad normal. En consecuencia, monta la
escena para su ansiedad neurótica en cierne" (May, 2000:79).

Igualmente significativo y sugerente es la manera con que concibe los valores que,
aunque se asemeja a la concepción parsoniana, la suya, llega más hondo a la raíz del
Mi fenómeno. En todo caso aunque Parsons no parece lograr teóricamente otorgar
autonomía moral real a los individuos, sí considera tal posibilidad en el plano empírico
al adjudicar a estos la capacidad de evaluar las alternativas de acción posibles de cara
a sus necesidades-disposiciones y a los requerimientos socio-culturales. La noción de
variables-patrones, como alternativas dicotómicas, indica de forma mas precisa esta
capacidad expresada aquí como posibilidad moral frente a tensiones de rol inherentes a
la modernidad (ver infra pág.62).

1
En

44
I
CAPÍTULO III

I EL AXIOMA DEL ORDEN MOTIVADO

I Voluntarismo y normatividad
La interdependencia que el autor concibe entre motivación (del "sistema
personalidad"), cultura y "sistema social" ha resultado fecunda. Las críticas de los
antiparsonianos no han podido empañar la importancia de este planteamiento47 Como
I veremos, debe ser valorado no tanto por su coherencia y rigor explicativo sino por su
fuerza sugerente para despertar interés sobre un aspecto clave, potencialmente
desafiante de la sociología moderna: el papel de los acuerdos y los compromisos en la
fundación y mantenimiento de la legitimidad del orden; por cierto, cambiante, no
impuesto y satisfactorio.

I Habitualmente solemos asociar la noción de "funcionalidad" de este modelo con

personas que sin saberlo actúan, desean y valoran cosas de acuerdo a aquello que al
sistema le conviene para su subsistencia. Pareciera pues, como lo han dicho algunos
estudiosos, que Talcott Parsons no logró una respuesta satisfactoria al problema de

I cómo hacer plausible el orden sostenido voluntariamente en sociedades modernas y


complejas. No olvidemos, que el autor de una manera implícita solamente alude a
sociedades capitalistas democrático-liberales. Hoy se sabe que esto tuvo
consecuencias nefastas pues, en su época, en el contexto de la guerra fría, creó una

I opinión extendida que lo calificó de conservador ideólogo de la hegemonía


norteamericana en occidente (Gouldner, 1979; Flecha y col., 2001:22).
I Veamos la solución teórica que el autor propone a esta cuestión y que descansa en
dos premisas fundamentales:

47 Alexander y otros neofuncionalistas defienden esta visión no porsu contenido sustantivo teórico, al que
hacen variadas críticas, sino por constituir un esfuerzo pionero de síntesis acerca de lo social, lo que hoy
se desarrolla bajo la corriente llamada de la integradon macro-micro. Conviene señalar que Alexander
critica esta propuesta intermedia, espedalmente en su "insensibilidad hacia los aspectos oscuros de la
modernidad" producto de que Parsons antepuso los aspedos normativos, anclados en procesos
psicológicos, por sobre los aspedos materiales del orden; en esto el papel de la cultura fue idealizado y
su relación con la personalidad muy unilateral y sesgado. Esta crítica es muy atinada. Ver Alexander y
Colomy,1992.

45
a) La posibilidad de que existan personalidades que aseguren un esquema de
necesidades-disposiciones coincidentes con los compromisos de rol "disponibles"
socialmente (motivación adecuada).
b) Que en cuanto se establezca la relación ego-alter, ambos entiendan, acepten y
cumplan las responsabilidades mutuas que tal relación exige (complementariedad de
expectativas).
Acerca de la primera condición, como es lugar común en teoría social, Parsons
apostó a que se resolvería con el proceso de aprendizaje social (socialización). Y en la
base de éste, los diferentes mecanismos por los que la personalidad del niño va
haciendo suyos los "patrones" actitudinales (Parsons casi nunca utilizó el término
"actitud" a pesar de que se refería de hecho a ella) de sus figuras ciudadoras.
I
En cuanto a la segunda condición, la famosa diada ego-alter, la necesidad de la
complementariedad de expectativas mutuas, vía valores comunes, que expresa la idea
básica de la doble contingencia, es un elemento clave del orden social. El mismo
posee una fuerte plausibilidad empírica: se trata nada más y nada menos de la quizás
no mejor planteada fundamentacion de la base normativa para todo orden social. A
nuestro modo de ver Parsons, al formularla al modo en que lo hizo, supo ver en la
acción normativamente motivada la única posibilidad de un orden mantenido y
reproducido no coactivo, esto es, voluntariamente promovido y defendido por las
personas.

Se trata de un "bien" imprescindible para posibilitar niveles crecientes de integración


social autosostenida en situaciones de contingencia; pero, según el autor, esta
disposición al compromiso, así como a aceptar "las reglas del juego", obviamente debe
resultar para los partícipes, mas necesaria que provechosa, en el sentido de que debe
estar motivada según necesidades-disposiciones de la personalidad y no simplemente
producto del cálculo instrumental dentro de la situación. ¿La idea clave para todo esto?
Algo muy simple que se suele obviar: El sentido de satisfacción y seguridad de los
partícipes. No obstante, como se verá, esta condición motivacional regulativa
voluntarista no se explica de modo tan simple como Parsons supuso.
En principio, se debe observar la importancia que para la consecución del orden en
toda sociedad moderna posee la relación estrecha entre normas, subjetividad y valores.
Para el propósito de este trabajo, esta relación significa uno de los dos núcleos teóricos
que más interesa destacar como loable del intento parsoniano, especialmente por las

46
consecuencias que tiene para entender los factores de subjetividad comprometidos en
I el ideal democrático moderno occidental, tema escamoteado al que aún actualmente se
intenta responder.
En efecto: si los roles se conciben como relaciones normatizadas y las normas,
puede decirse, no son mas que la cristalización de valores traducidos a expectativas
|
compartidas (institucionalizadas), entonces se da entre ellos una sinergia necesaria.
Cuando Parsons hace hincapié en la necesidad de internalización de valores en la
personalidad no estaba hablando de superhombres orientados trascendentemente;

| hablaba de simples ciudadanos. El autor nos quiere decir con gran claridad, que
ninguna persona puede soportar las tensiones que provocan las urgencias del
desempeño de roles en la compleja manera de la modernidad prescindiendo de valores,
sin presentar problemas de identidad que justamente vienen a deteriorar su

| desempeño.
Pero es crucial que los valores deban confrontar su validez con situaciones
prácticas (Habermas, 2002: 326-327) y es aquí donde lo normativo se presenta como el
1 único medio real e insustituible para lograrlo: en jerga Weberiana, el "sentido mentado"
con el que se comprende y acepta una norma representa el efecto demostrativo de la
confirmación de los valores en un medio social. En este punto, en base a Parsons, es
ü preciso destacar, como luego lo han hecho Habermas y otros autores48, la primacía de
lo normativo sobre el resto: es a través de las "pretensiones de
validez"(Habermas,2002) y la común conformidad con las normas tácitas o explícitas
que conforman la relación social que se produce el anclaje real de los valores y, de
| acuerdo a Parsons, la funcionalidad de los mismos en concordancia con los aspectos
inherentes a la estructura de la personalidad (motivación e identidad).
Cuando fallan los compromisos que las normas implican, se debilita el esquema de
valores que motivó a alguna de las partes de la diada a asumir su rol y ello repercute en

I los parámetros de validez de su identidad, en términos parsonianos, en sus


necesidades-disposiciones y motivación, ahora trastocada en autoimagen valorativa
que se deteriora (frustración y sentimiento de inadecuación o ira). O a la inversa, al
cumplirse los compromisos (normas) que nacen de las mutuas expectativas pautadas,
los valores de referencia se refuerzan en ambas partes.

48 Se trata del planteamiento de la Integración social por oposidón al de Integración Sistémica. Ver
Habermas,2002; Dahrendorf,1994; Girola,2005.

47
Es muy importante comprender esta relación sinérgica entre normas, valores y
I subjetividad si queremos explicar la condición anómica que se reproduce en nuestro

HE
contexto latinoamericano. En nuestro medio, puede afirmarse, esta situación de anomia

generalizada existe y se produce, exactamente al modo en que Parsons (siguiendo a
E Durkheim) le temía como expresión de "desintegración": comprometiendo el nivel de

personalidad y las instituciones, ahora incapaces de ejercer control. Carlos Niño (Mino
citado por Giróla, 1996) la ha denominado Anomia Boba. No consiste en la inexistencia
|
de normas, principios o valores disponibles en la cultura y que potencialmente se
apliquen en las relaciones entre las personas e instituciones; mas bien se trata de que
i esas normas y valores "no son aplicados en los procesos de interacción por una idea
equivocada de que "si nadie los cumple, por qué yo los voy a cumplir", o la pretensión
1 de que se pueden obtener ventajas individuales de la exigencia de que se aplique a los
demás una normatividad que en lo personal no se piensa respetar". Y agrega mas
1
adelante "a la larga, de una situación tal, todos los participantes salen perjudicados,
I porque para que sea eficiente (o sea, para que se procure el mayor bien para el mayor
número) un marco normativo tiene que ser respetado" (Giróla, 1996: 88-89).

| Así pues, en la línea argumentativa parsoniana, encontramos pistas que nos ayudan
a entender la magnitud, la densidad del problema, tal como se expresa mas adelante en
1 este artícuJo, en dónde se percibe la disociación del mundo de sentido para muchas
personas por la repetida frustración que representa la ruptura entre necesidades-

| disposiciones personales, expectativas legítimas y el no cumplimiento de normas:


"Parsons sostenía que el orden social y en general la estabilidad de cualquier
sistema de interacción, es posible porque los actores sociales internalizan en el
| proceso de socialización al que son sometidos desde que nacen un conjunto de
valores y normas culturales, que al formar parte de su propio sistema de
personalidad, los compele a actuar conforme a lo que los demás esperan de ellos.
| Las expectativas también forman parte del sistema normativo internalizado. De allí el
papel determinante de las estructuras normativas para el análisis de cualquier
sistema social. Según este autor, Ja anomia se produce cuando no se da Ja
i complementariedad entre los patrones normativos, entre lo que la gente espera y lo
que efectivamente hace" (Giróla, 1996: 89)
| Esto explica la gran carga de insatisfacción de las mayorías pobres de nuestros países
hacia el sistema democrático representativo y el entusiasmo hacia gobernantes
populistas pues las aspiraciones legítimas consagradas como derechos por sus
constituciones han sido secularmente defraudadas por élites o grupos de poder
voraces, los que se autorreproducen por un sistema de influencias. Tales democracias

48
|
I
terminan siendo un fraude; los "representantes" son hábiles embaucadores en vez de
I
políticos honestos, el aparato de estado sólo es eficaz en filtrar e inviabilizar las
demandas generales y para eso dispone de una burocracia nada moderna, ducha en
I las trampas del favoritismo y en los "arreglos" corruptos.
Esto explica también la facilidad con la que estas mayorías desconocen formas
I "legítimas" de partiápaáón y lucha optando regularmente por "salirse de la ley" como es
el caso de las revueltas callejeras violentas, la lucha armada y la simple delincuencia.
I
En pequeña escala se dan similares consecuencias: la imposibilidad de cumplir este

I principio en las relaciones micro, en pequeños contextos, como es el caso de parejas y


cualquier interacción cotidiana o relación informal, por mas simple que sea, tiene
consecuencias negativas en la ulterior capacidad de los defraudados para recuperar Ja
I credibilidad, la confianza y la autoestima así como reiniciar nuevos compromisos o

1 respetar acuerdos. Simplemente, se convierten en reproductores de anomia; el término


frustración señala el indicador empírico de este proceso desintegrador:

M
"Una vez que hay insatisfacción, ¿cuál es el resultado? A juicio de Parsons dos
cosas ocurren simultáneamente. Primero, hay una reacción interna en la
personalidad insatisfecha. Como el "otro" no brinda satisfacción suficiente, e! yo
| experimenta una pérdida objetal, por usar (como hacía Parsons) los términos
freudianos, una pérdida de amor que deriva en depresión o furia. La personalidad
mediatiza esta reacción a través de mecanismos de defensa como la adaptación, la
negación y la proyección. Esta reacción interna a menudo deriva en un abandono de
I las obligaciones de rol, sea mediante una actitud pasiva o mediante una furiosa
rebeldía" (Alexander, 1992:47-48).

Parsons lo dice a su modo: "Precisamente porque la gente depende de las


realizaciones de los otros, el simple abandono del cumplimiento de las expectativas
I puede ser, en términos motivacionales, un acto enormemente agresivo y puede, de
hecho, lesionar gravemente al otro" (Parsons, 1976:39)
I Se aprecia que el principio rector, el que finalmente permite la reproducción del
orden, es el de la complementariedad de expectativas ego-alter que se han
I institucionalizado y no sólo la posesión de valores comunes como se ha querido ver;
mas éstos fungen como el soporte de sentido para mediar los conflictos, reencausar los
I compromisos y asegurar la eficacia de las "curas", es decir el reincorporar la motivación
adecuada en caso de desviación y mantener la disposición hacia el proceder pautado.
Por cierto que esta función de los valores de mantener la disposición personal a la

| conformidad con lo pautado es central en esta teoría: se trata de la latencia, la cuarta

49

I
I
función dentro del esquema de funciones de los cuatro subsistemas de la acción,
A.G.I.L, (Parsons, 1974a).
Para complementar lo antes señalado Parsons establece otra importante condición
1I
de funcionalidad en su modelo integrado en lo expuesto bajo el encabezado de los

I prerrequisitos funcionales del sistema social. Allí se dice resumidamente que todo

sistema social debe cumplir con dos exigencias básicas muy estrechamente
relacionadas: por un lado el sistema social (¿quién lo representa como instancia
I
decisional? Parsons no fue suficientemente claro en esto pero nos deja la sospecha
que se refirió a instituciones, específicamente a roles de autoridad, administración o
I dirección) debe satisfacer las mínimas necesidades de los participantes y por otro, debe
existir una disponibilidad suficiente de participantes en el sistema, motivados
I
adecuadamente, digamos a aceptar las normas y obligaciones de rol a cambio de
• esperar satisfacciones. Estos dos prerrequisitos son interdependientes, no funcionan el
uno sin el otro. Del primero se hace cargo el sistema social y del segundo el sistema de
la personalidad.
Ahora bien, para la problemática que veníamos analizando, el incumplimiento de una
obligación de rol, o lo que es lo mismo, la ruptura de las mutuas expectativas por una
de las partes, traduce un problema de inadecuación en su "interés" o motivación, pues

I se contaba con una disposición (internalización) a asumir los compromisos pautados.


Su origen debe buscarse en un proceso de socialización defectuoso, es decir pertenece
al sistema de la personalidad. Para responder a ello y regular funcionalmente el
I proceso, Parsons pensó en mecanismos varios de control de la conducta desviada.

I Es un error común suponer que el autor, aquí, sólo consideró los castigos (sanciones,
en este caso negativas) aunque son, en la tradición sociológica, los más conocidos.
I También contemplo recompensas (sanciones positivas) y toda una serie de
mecanismos de apoyo para devolverles la confianza y el equilibrio a las personas con

I problemas de frustración, indiferencia, inseguridad, ansiedad o ira, términos éstos que


corresponden a la condición de alienación según la jerga parsoniana (lo opuesto a la

I conformidad o motivación adecuada). Esto es coincidente con el segundo


prerrequisito funcional y se entiende como la posibilidad de reencauzar a la
I conformidad los individuos potencialmente perturbados. Ello supone, implícitamente,
que el sistema (¿el centro decisional?) está consciente del cumplimiento de "su parte

1 del trato" para lo cual, obviamente, requiere el compromiso del "otro". Es así como los
50
I
esfuerzos institucionalizados para la recuperación de la motivación adecuada de estos
individuos son legítimos en toda sociedad moderna.
Pero, ¿qué pasa cuando el origen de la situación perturbadora proviene del sistema
I y no de los partícipes, esto es, cuando el sistema (autoridad o centro decisional) no
satisface las necesidades o expectativas normatizadas en la relación? Aquí el origen de
I la perturbación es distinto al caso primero, no deviene del sistema de la personalidad
sino del sistema social mismo. Estamos suponiendo que lo más grave es que los
I
partícipes están adecuadamente motivados a cumplir su parte de "esfuerzos", sus
obligaciones de rol, es decir que sus procesos de socialización son correctos, que se
1 orientan por valores comunes y que por tanto sus demandas (expectativas) son
Jegítimas y son los "otros", los que representan la institucionalidad, la autoridad, los que
1 incumplen la norma acordada. Así pues, en este caso, es inútil recurrir a los
mecanismos de control de la conducta desviada y sin embargo es curioso que para esta

situación, el autor no consideró "funcional" la rebelión, o sea, el desconocimiento de la
legitimidad de la autoridad o centro decisional ¿No este el caso de los eternos excluidos
1 en nuestro continente?49

1 Lo importante, en esta parte, es que notemos que los prerrequisitos funcionales del
sistema social que nuestro autor estableció, nos señalan que la ruptura generalizada de
la complementariedad o sea de la condición normativa mínima por la que se sostiene
I todo orden no coactivo, en el caso de las relaciones maero, de colectividades, posee
igual fuerza desintegradora, que a la larga destruye ese orden, que en el caso de la
destrucción de las "subjetividades" al interior de los partícipes. Si por el lado de las

1 49 Creo que excepto en muy pocos casos, los estudiosos latinoamericanos no han adaptado a nuestro
contexto este aspecto de la propuesta parsoniana: la reladón crudal entre orden, equidad social y
legitimidad, que, si bien, no aparece con nitidez y aparenta ser una preocupación marginal si se la
I compara con la idea de orden (normativo) por conformidad, es un planteamiento consistente y
lógicamente derivado de las tesis centrales de la fundonalidad del sistema social en la obra intermedia
del autor. "Mas generalmente la teoría de Parsons acerca de la evoludón social moderna dependía de la
i posibilidad de crear un "Estado benefactor" postcapitalista y postsociaüsta. Este moderno sistema social
sería capaz de combinar el individualismo con la igualdad, y trascendería los conflictos de la primera
sociedad industrial al integrar dentro de una amplia comunidad societaria grupos antes oprimidos por
cuestiones religiosas, raciales o sociales" (Alexander,1992:98). Alvin Gouldner hizo una crítica acertada
I pero que, consideramos, no desmerece el espíritu consecuente de nuestro autor con sus propios
problemas de integración y orden, al abordar el peligro de la desigualdad: "Gouldner demostró que
Parsons no había llegado a distinguir sufidentemente la complementariedad de las expedativas de
| comportamiento de la reciproddad de los logros. Al introducir tal distindón se puede ver que la general
conformidad a normas no garantiza en modo alguno la distribudón equitativa de las gratificadones. Esto
sólo regiría si las propias normas se establecieran al margen del poder." (Gouldner citado por Joas, 1998:
252). Por supuesto los teóricos del conflicto están en la primera línea de explotadón del insuficiente
tratamiento de Parsons sobre este tema. En todo caso ver Parsons, 1976, cap. 4.

51

I
I
personas, la imposibilidad de cumplir los acuerdos normados, traba su "funcionalidad
interior", por el lado del sistema, la misma traba el mecanismo básico de su
reproductibilidad.
I Según Alexander:
"Junto con esta reacción interna de la personalidad, hay una reacción "externa" en el
I nivel del sistema social, pues el retiro del actor supone el incumplimiento de un
papel. Esto conduce a una falla en el funcionamiento social, pues no se brindan los
recursos de que dependen otros roles. Esto desde luego desata mas inestabilidad y
1 conflicto." (Alexander, 1992:48)

Las respuestas teóricas a las tensiones que origina el incumplimiento del


1 prerrequisito primero del sistema social, la satisfacción de las mínimas expectativas de
los partícipes, que abordaremos mas adelante, constituyen el segundo núcleo de
|
aportes más importantes para los propósitos de este trabajo y se constituyen alrededor
de lo que el autor llamó procesos de integración y de asignación, claves para
1
entender el entramado teórico con el que se nos explica la " funcionalidad" del sistema
social.

"Fiel pero desdichado": inconsistencias de la motivación adecuada


Es clara la crítica que hace Habermas a Parsons en cuanto al, desde su óptica,

nH intento fallido de hacer compatible una visión "voluntarista" de las relaciones ("acción")
con pretensiones sistémico-funcionales de orden (Habermas, 2002). Parsons en su

1 famoso marco de referencia de la acción, parte del acto-unidad que es individual y en


el que la persona es capaz de orientarse con cierta autonomía y a la par

I normativamente, digamos en base a modos de "deber ser" seleccionados, que "le van".
Esa fue su respuesta para resolver el dilema propio de la libertad moderna frente al
proceso amenazante de la desintegración del orden social.
Según el argumento de Parsons, se espera, por conformidad a una naturaleza
humana neokantiana que combina autonomía y deber (Habermas, 2002:294), que los
fines de las personas estén configurados por valores y por ende normativamente
•i

•9 pautados, base para asumir adecuadamente compromisos de rol. Dicho de otro modo,
con los conceptos de modos de orientación motivacional e internalización de pautas
culturales de valor nuestro autor trata de justificar una cierta configuración psíquica
requerida para estar "conforme" con normas y esfuerzos que a la persona se le
demandan y esperar satisfacción individual por las consecuencias de ello. ¿Todo este

52

1
I
razonamiento consigue finalmente, como fue la pretensión inicial de Parsons, rescatar
I la autonomía de las personas? ¿Consigue finalmente vincular la indeterminación de la
voluntad reaJ de las personas con su funcionalidad en un todo sociaJ integrado?
I Podemos inferir que Parsons era muy consciente de que el cumplimiento de la
relación valores, normatividad y subjetividad, o sea, expectativas (en estas las
1
necesidades-disposiciones como motivación), es, desde el punto de vista del actor,
clave para superar la angustia. Sin embargo, finalmente, esta relación parece quedar
subsumida a la noción de funcionalidad; todo parece reducirse al ejercicio de responder
n a las exigencias de rol e "integrarse" al orden supraindividual. Sin contemplar la
1 posibilidad de un control impuesto por modos de poder, nuestro autor parte del
presupuesto de un autocontrol personal psicológicamente innato para evitar desviarse.
1 En su lógica, tal autocontrol, en tanto no puede originarse en imposiciones externas

i (como en Durkheim), confirma el paradójico ideal de un sujeto que opta libremente por
corresponderá lo que el sistema requiere de él. Tal afirmación deja fuera del esquema

1 la posibilidad de la libertad individual radical, intrínseca al problema de la motivación


para actuar, que él mismo se había planteado originalmente como sentido de
"gratificación".
En este punto Parsons, según Habermas, no puede explicar satisfactoriamente la

I normatividad social y las implicaciones subjetivas de la acción moral mientras su


análisis se inicie con un hipotético actor solitario que sólo en un segundo momento es

I requerido para integrarse en un todo funcional (Habermas, 2002:292). Su premisa


axiológicamente sesgada de la motivación adecuada, reduce la personalidad a un
esquema comportamental básico de evitación de sanciones que ya no vienen de fuera
1
sino que resultan de una formación moral natural vía activación de un super-ego fuerte
1 con capacidad de imponerse al resto de la propia personalidad: pareciese que para
Parsons la culpa, la vergüenza y el aislamiento podrían considerarse simples
1 mecanismos para reajustar la personalidad proclive a
"descarrilarse"(Parsons,1976:48).50 El proceso de socialización y sus mecanismos de
• conformidad (identificación, proyección mas sanciones y recompensas) parecen trabajar

50 "La conformidad con las expedativas de rol implicará siempre, en un grado mayor o menor, elementos
motivadonales del caráder, a lo que se alude en la literatura psicológica como lo que compone el "ego-
ideal" o el superego, elementos de "auto-respeto", adecuación o "seguridad" en el sentido psicológico (...)
El caso focal es aquel en que el actor "se cuida" de cómo reacdonan los otros ante él en un sentido mas
amplio que el simplemente instrumental (...) los criterios de valor que definen las expedativas de rol
institucionalizadas asumen, en un grado mayor o menor, una significación moral".

53
natural y espontáneamente para consolidar tal personalidad funcional. Pero además
I Parsons presupone a esta como un producto fijo, de una vez y para siempre. Aquí se
revela otro flanco de críticas que es preciso detallar.
I Por medio del proceso de socialización, en base a mecanismos de identificación y
proyección, la personalidad hace suyas ("internaliza") las normas y valores vigentes
generalizados: Parsons nos pone en claro, aunque con herramientas teóricas hoy en
día desvaloradas, porqué para la mayoría de las personas, la mayoría de las normas
i por las que se guían, no se presentan como coacciones51; mas bien, en general, se
sienten cómodas acatándolas, quizás no tanto por la fuerza del hábito como porque se
I
manifiestan como una manera propia de su ser personal, de su identidad. Esto, por
cierto, diría nuestro autor, involucra su estabilidad emocional, o sea el núcleo estable de
1 autoestima por la que se autopercibe y que asegura su motivación a actuar
normativamente.

Es decir, cuando se afirma que las orientaciones normativas se arraigan en

I
necesidades-disposiciones de la personalidad (individual) se dice de los beneficios
psíquico-emocionales que trae la conformidad con las normas; éstos son mayores que
cualquier esfuerzo (resistencia o renuncia) y consisten, como los mas importantes, en
confirmarse a sí mismo (sentido de valía personal-identidad) evitando situaciones

I dolorosas como fracturas en las relaciones, rechazos o sanciones y, al mismo tiempo,


recibiendo afecto, aprobación y estima de los demás. Como ya se ha dicho, esta
respuesta del alter que desde la niñez configura las coordenadas de satisfacción
afectiva que mueve la personalidad (y acción) de ego, son influencias duraderas que

1 recibe el niño desde fuera, esto es, desde sus figuras parentales. Luego el adulto
reproducirá estas pautas motivacionales reactualizándolas en las expectativas y
responsabilidades de rol: son las esperanzas de reconocimiento implícitas que hacen a
1
las personas esforzarse por "cumplir" dentro de las relaciones, ahora generalmente
1 institucionalizadas. El quid, por tanto, está en la aceptación y apoyo emocional que las
personas necesitan. Estos operan como motivación a su conformidad normativa porque

1 subyacen a la búsqueda de formas de actuación cuyo valor emocional consiste en


corresponder apropiadamente a las demandas (expectativas) que la relación exige,
cuyo resultado será la alternativa aceptación-rechazo.

51 Es la escuela fenomenológica construccionista ("construcción social de la realidad") la que ha dado la


mayor claridad para explicar esta caraderística social. Ver Berger,2006.
54
Pero Parsons no aclaró más. Teóricamente supuso suficiente este mecanismo de
internalización tal como él lo había entendido, por lo que no se pregunto si las normas y
valores vigentes que el niño hace suyos son en su origen, inevitablemente, algo externo
1
en su conformación. En efecto, como lo han observado varios autores, bien puede
pensarse que el modelamiento originario de la motivación afectiva vinculada a la valía y
| estabilidad personal no ocurre sólo por un proceso inconsciente y condicionado por
figuras que se imponen sino por un proceso reflexivo y, de algún modo, compartido, co
|
elaborado.52
La no consideración de esta posibilidad, del "recurso" de la disfuncionalidad en los
1 motivos, expectativas e intereses de las personas en los procesos reales de las

| sociedades, así como en la conformación de su personalidad, dio pie a Merton a hacer


sus notables correcciones al estructural-funcionalismo, especialmente en este punto,
porque evitar sanciones y poseer sentido de "conformidad", no genera, necesariamente,
una constitución moral como nuestro autor pensó, es decir, coincidente con los valores
generalizados que justifican ese modo de orden societal.53
1 Merton introduce un mas relativo, y realista esquema en su Tipología de los Modos
de Adaptación Individual a la Anomia. En este, además de la conformidad se
contempla la innovación, el ritualismo, retraimiento y rebelión. Así pues, Parsons no fue
consistente con su inspiración inicial, la visión voluntarista de la acción, al quedar
I atrapado en la terrible dicotomía: adaptado o desviado (en sus términos: conformidad-
| alienación) que fue resultado de la preeminencia del modelo sistémico antes que del

| 52 En tal sentido, dos críticas muy bien sustentadas hechas en su tiempo son las de Alvin Gouldner y
Carlos Moya. El primero opone al concepto parsoniano de autoestima el de autoconsideración
señalando que autoestima implica la idea de satisfacer expectativas y valores grupales, lo cual ignora el
| otro aspecto, que implica autoafinmar el sí mismo confrontando las expectativas de los demás y concluye
contra Parsons que la personalidad individual se sodaliza en una dialéctica entre validación consensual y
validación conflictiva. Por su parte Moya introduce un elemento muy importante para reenfocar mas
constructivamente el establecimiento motivacional de la relación ego-alter induida la propia personalidad:
basándose en datos de la antropología clásica señala sus dudas acerca de que la disposición a la
conformidad normativa descansa en el modelamiento de una personalidad que acepta modelos culturales
pasivamente y que los mismos se validan sólo por este mecanismo socializador. Piensa, en cambio, que
| en la personalidad siempre ha estado presente el principio de reciprocidad. Este consiste en "prindpios
de correspondencia" y" simetría de las acdones" como elemento generador de toda relación humana por
Jo que, conduye, la conformidad con las normas no viene dada de antemano por pautas aprendidas sino
que debe resolverse en el proceso mismo de la reladón al verificarse el sentido de reciprocidad o trato
| justo. En este construdo mutuo descansa la real autoestima y satisfacdón emodonal de los partícipes.
Ver Gouldner, 1979: 205-210 y Moya,1971.Cáp. 6.
53 Con un ejemplo muy obvio, en sodedades o períodos totalitarios, los más conformes y cumplidores del
deber requerido por el status quo no se pueden llamar morales. El famoso concepto de mala fe sartriano
busca eliminar tal equívoco arraigado en nuestra cultura.

55
modelo de acción dotada de intencionalidad y capacidad de deliberación, tal como
Habermas lo ha señalado. En tal dicotomía no hay alternativas como la duda, la
reflexividad y Ja creatividad. El hombre autónomo y moral inicialmente por él concebido,
I un gestor entusiasta y muy consciente de ser pilar de un orden moral colectivo que
sostiene la libertad, seguro terminó siendo un pragmático acomodaticio, incapaz de
I pensar por sí mismo, que sólo se ocupa del éxito y estatus usando los caminos mas

I convencionales.

Hoy en día prácticamente se considera general la apreciación de que la


personalidad es una entidad maleable y que, a diferencia de los clásicos de la
I
psicología, no pueden predeterminarse las actitudes y respuestas mayoritarias de las
personas como algo permanente, anclado en una estructura acabada; se tiende a
1 priorizar una visión mas creativa del si-mismo dentro de una dialéctica de
resocialización o cambios actitudinales y de valores mas abiertos y relativos a contextos
(Stierlin,1997). Pero desde otras fuentes esta visión se ha legitimado en el sentido

I común o como sentido de época, con las nociones postmodernas de identidad y


subjetividad. Estas son entendidas como experiencias y no entidades "reales" y por
ende carecen de permanencia, siendo siempre transitorias y provisionales.54
Estas nuevas interpretaciones, obviamente, no sólo se acercan mas a la realidad

| que la visión de nuestro autor, sino que nos aleñan sobre la falsedad de cualquier visión
prometéica y estable de la persona, incluyendo la de este. Por otra parte, estas nuevas

| apreciaciones permiten reactualizar algunas observaciones hechas en su tiempo que


por ello no dejan de ser pertinentes pues coinciden con preguntas que comprometen la
piausibilidad misma de la idea de orden social, tal como hoy se formula.
La más importante de ellas es la que señalaba que Parsons desestimó la situación
de formas de dominación (poder) al establecer la complementariedad ego-alter (incluye
roles normatizados). Nuestro autor adjudicó al mecanismo de internalización de pautas
| la condición de variable determinante para el logro de la conformidad con las normas
institucionalizadas. Parecía tan convencido de la naturaleza moral de los sacrificios y
1 renuncias ("esfuerzos") y de estos como disposición a la conformidad con los
compromisos en las acciones recíprocas funcionales, que jamás observó que en la
condición de roles de subordinación generalmente prevalecen elementos de obediencia

54 Por ejemplo con la idea del sí-mismo como una construcdón abierta, inacabada y desde allí una visión
de la subjetividad adual como eminentemente situacional y contingente.

56
y que el implicado compromiso "moral" puede ser sólo la expresión de justificaciones
ideológicas a formas de dominación encubiertas o manifiestas. El caso, y esto es lo que
importa, es aquel en el que tales formas resultan de imposiciones de hecho. A esto se
refiere la famosa cuestión: Parsons señala que la conformidad y cumplimiento con las
responsabilidades de rol es una cuestión moral y como tal voluntaria, lo cual indica que
aún en condición de subordinación tratándose de una situación inevitablemente

impuesta (podríamos llamarla también instrumenta/izada), la autonomía del actor esta


intacta; pero ¿puede esta afirmación mantenerse frente al hecho de las grandes
diferencias de recursos y "alternativas de cursos de acción" que existen entre
dominante y dominado? K
En otros términos, Parsons resalta la autonomía voluntaria del actor al orientarse por
valores y fines morales para estar conforme, pero "¿Quién establece esos fines y
valores? ¿De quien son esos fines y valores? ¿Persiguen [las personas] sus propios
fines o los que otros les imponenT (Gouldner, 1979:183). Todo ello no dice mas que: la

I obediencia "justificada" a la consecución de un rol no puede ocultar el hecho de que


puede ser la misma situación de desigualdad entre actores, como sistema de
dominación legitimado, la que otorgue la validez a esas pautas de valor y a la
obediencia a esas mismas normas no cuestionadas.56
1 Todo lo antes dicho pone en duda que Parsons haya logrado validar la autonomía
del actor al integrarse voluntariamente al sistema social por la vía de la adopción de
pautas de valor conformes a las normas que se espera debe saber acatar.
La autorrelacion es un elemento teórico clave que reorienta aceñadamente la
8H fundamentacion de todo esto contra el equívoco parsoniano de la "motivación
adecuada": según lo explica, las personas toman valores y los hacen propios, tal como
lo planteó Parsons, según necesidades afectivas, esto es, de amor y afecto de un "alter"
referencial; pero las cualidades emergentes de la personalidad, y su capacidad
autorreflexiva, hacen que no sólo modifique sus viejos valores de cara a nuevos
escenarios sino que cree en cada etapa valores "genuinamente nuevos". Rollo May
| 55 Esta elemental pregunta hizo surgirtoda una teoría sodal con rango de importancia para su época y
que de alguna manera, a nuestro juicio no se ha dado el sufidente valor: la teoría del conflido. Para una
introducción muy clara a sus prindpales planteamientos, ver Dahrendorf, Ralf. "Hacia una teoría del
conflido social", en Etzioni, 1968.
56 Un caso muy ilustrativo y ya estudiado es la reproducdón cultural de la pauta de aceptadón del
maltrato físico masculino por parte de las mujeres, muy común en nuestro contexto. Estas cuentan con
muchos "valores morales" que las ayudan a naturalizar y aceptar tal situación antes que romper la unión,
especialmente si hay hijos.

57
explica que los valores, ciertamente, son la vacuna contra la angustia propia de la
modernidad y que ello echa las bases del desarrollo moral, pero que la formación de
valores que realmente "motivan" a mantener una identidad valiosa para Ja propia
persona, provienen "de la capacidad del individuo de permanecer fuera de sí mismo,
saber que es a la vez el sujeto y el objeto de la experiencia, y verse como la entidad
que está actuando en el mundo de los objetos"; y agrega que para que esta capacidad
se haga efectiva debe existir un ámbito de libertad al tiempo que de compromiso mas
allá de relaciones signadas por la coacción, el fraude y la sumisión: "[reducir la
ansiedad neurótica] apunta finalmente al tema del compromiso. La ansiedad positiva
resulta cuando la persona se puede relacionar con la situación, realizar su valoración y
comprometerse luego en un curso de acción, en un modo de vida". Y agrega
rechazando los ámbitos de fuerza, exclusión y coacción, aún los "justificados por
valores": "[las personas] deben comprender que los objetivos de adaptación y
supervivencia que se dan generalmente por supuestos no bastan y que Aristóteles tenía
razón cuando decía: "lo que importa no es vivir sino vivir bien" (May,2000).

La motivación como problema de legitimidad: un tema actual


Vale destacar que si bien Parsons introdujo, al referirla en su funcionalidad
intrínseca como un sistema unitario, una visión tanto abstracta como aislada de la
personalidad y así la pensó como material base para la articulación motivacional e
individual del orden, no descuidó el papel de la subjetividad dentro de un contexto
amplio como problema sociológico. Prueba de ello es su posterior intento de incluirla
dentro del modelo A.G.I.L. en el que ya no aparece ensimismada sino vinculada a los
problemas generales funcionales, que al final, como sabemos, tratan de las
necesidades de consenso como fuente de una firme institucionalidad en democracias

formales, liberales capitalistas.57


En torno a esto es de destacar el papel que le otorgó a la función de integración
derivada de la aceptación del juego limpio normativo como base de la confianza en el

57 Para poder captar mejorla reladón entre dertas premisas de nuestra teoría y el contexto histórico en
el que nace, se debe explicar el sentimiento de inadecuadón y caducidad actual de la teoría parsoniana
en tomo a los debates sobre las democradas capitalistas "postindustriales", a partir del hecho de que
Parsons tomó como referente empírico y universalizable, de su teorizadón sobre la sociedad moderna, la
mas acabada expresión del Estado de Bienestar y su modo consensual de legitimación, hoy señalado por
algunos, sin mas, como modelo inviable. Ver Alexander,1992 y Luhmann,1993.
58
orden institucionalizado.58 Este esquema integrado, para encontrar relevancia en los
enfoques actuales, debe considerarse como preocupación básica de la viabilidad del
orden mas allá de su incapacidad para, desde su esencia funcionalista, dar cuenta de
I las incontables formas de inadecuación, inconformismo ytensiones conflictivas entre los
comportamientos supuestos, esperados y reales de las personas, su consecuente
fragmentación de una supuesta coherencia moral interna y su creatividad ante las
nuevas situaciones. Sin embargo es un punto insoslayable yfundamental que nos pone
I en cuenta con lo que debería tematizarse en extenso actualmente, con la siguiente
• pregunta: La actual comprensión de las potencialidades de libertad personal asociadas
" a procesos de individualización, en un contexto de relativización y heterogeneidad
• radical de valores yde visiones de mundo, así como de disminución de la esperanza en
la credibilidad de los juicios morales de cara a la otra versión de autonomía y a la
• convivencia social, síntomas de una supuesta nueva sociabilidad y conciencia de
época, ¿han traído mayor libertad real ysatisfacción a las personas?.
• Odicho de otro modo ¿esta nueva percepción acerca de condiciones yposibilidades
que marcan nuestro tiempo (mecanismos de desregulación institucional ycambios en la
1 dinámica societal que generan riesgo ytemores (Beck,1998)) ante las que se inclina la
actual subjetividad afincada en procesos de individualización, informalización y
1 reflexividad casi forzosa, ¿han proporcionado una motivación positiva (tal como la
requirió Parsons), es decir, la gente se siente mejor, mas satisfecha ysegura con la
1 vida que hoy vive? Si la respuesta es negativa entonces la discusión teórica actual le
saca el cuerpo al bulto en mucho, quizás perdida entre muchos detalles, y no se
| justificaría echar la preocupación que nos legó Parsons (que no su solución teórica) al
cesto de la basura.
1 Con toda su actualidad y validez indiscutible, la propuesta sistémica de Niklas
Luhmann pareciera abordar con un tinte de cinismo esta cuestión de la discusión, es
| decir, de la necesidad de relacionar mas estrechamente la subjetividad ysus cambios
actuales con la dinámica de los procesos de articulación social para juzgar

58 Pensamos que este es un aspecto crudal del análisis del orden en sociedades modernas y sm
embarao parece conseguir poco eco en muchas discusiones intelectuales aduales. Profundiza esta
auienda ElS>5?3endido que concibe la política como «el paradigma del Príncipe», es decir, en
S d^luchaqentre adores que se orientan sólo por cálculos instrumentales en base alos que todo
acardo es precario informal ymucho menos traducible a normas de cooperación unlversalizares. Al
I respedo son excTpciones las"de Flisfisch, 1999; Beck, 2002; Dahrendorf, 1994; Etziom, 1999, entre
otros.

59
"motivacionalmente" (legitimidad y satisfacción) las condiciones de orden autogenerado.
Se trata de un tema muy polémico y bastante árido por su fácil ideologización pero que
actualmente se desestima injustificadamente (Roitman, 2003). Ello no significa que la
1 reflexión de Luhmann en nada arroja nuevas luces para una visión alternativa del
problema; pero sus herramientas teóricas desgajan en compartimientos incomunicables
I
los ámbitos de funcionamiento social, con lo que la subjetividad con sentido
(sociabilidad, identidad) a escala de las personas corrientes y su condición de
I
potenciales actores intencionales, es irrelevante al desenvolvimiento de la sociedad.

I Muy al contrario, lo que parece surgir cada día con mayor evidencia, es una fuerte
presión a que las angustias, inquietudes e insatisfacciones de la gente se discutan, se
"tematizen" en todos los ámbitos normativos y en cada relación a pesar de muchos
1 mecanismos de exclusión y escamoteo de esta posibilidad en la arena pública59
I Muchos estudios serios actuales advierten sobre la gran carga de insatisfacción en la
sociedad tardomoderna.60 Sin embargo tiende a dársele un tratamiento individual y
sistémico con un fuerte tinte positivista. Este sesgo nos mantiene impotentes
1 teóricamente y arroja sombras a la comprensión al presentar una situación histórica
socio-cultural como inevitable: el problema de la satisfacción por un orden colectivo no
descansa, según esta lectura, en las capacidades de autogobierno del sistema y su

I problemática normativa de cara a las necesidades colectivas (problemas de legitimidad)


sino en la búsqueda de soluciones de individuos que actúan solitariamente (Beck citado
I por Bauman,2001).
En esta solución al vacío de sentido en tantos ámbitos de la vida actual se

I contempla no la repolitización de los motivos personales sino el consumo y la solución


biográfica del desarrollo profesional como "mano invisible" que guiará la inclusión y
I satisfacción automática en un contexto puramente estratégico-instrumental: con
recursos de confort (vía mercado), con soporte de "sistemas expertos" a problemas

I motivacionales ó existenciales (servicios rentables individualizados distribuidos también


vía mercado) y con modos de ocio planificados o no, basados en el cultivo de una
I
59 Aquí el papel de los medios de la cultura de masas es ambiguo; a pesar de promover las situaciones y
pasiones humanas privadas también las usan para trivializar y hacer sensacionalismo emocional con
estos problemas.
60 Esto no es tema nuevo: en la época de oro de la sodología se lo planteó como "problemas políticos de
masas" en la sociedad industrial; véanse los pioneros trabajos de Mayo (Mayo, 1972) y de Riesman
(Riesman, 1968). Adualmente son notorios los de Sennett, 1995; Gergen, 2006; Beck, 1998; Habermas,
1998; Bauman, 1999 y 2006 y Bourdieu, 1999, entre otros.

60
I
sociabilidad lúdica o hedonista(Bell,1977)61Esta salida desatiende la precariedad,
desigualdad real y las angustias que podrían condicionar la motivación y satisfacción,
tal como se planteó en las preguntas antes formuladas.
I En Habermas, Touraine, Beck y Bauman parecen encontrarse serias intenciones
teóricas para dar cuenta de esto, aunque ninguno, excepto el primero, aludan a
I Parsons. En este punto, la preocupación original de nuestro autor implica esta pregunta

I antes señalada, que aún no se ha contestado y que estimula cualquier reflexión que
incorpore en la problemática de la legitimidad del orden y cambios modernos la relación
entre subjetividad (como expectativas colectivas, sociabilidad e identidad) y
|
posibilidades "estructurales" a la satisfacción de necesidades e inclusión.
A pesar de que nuestro autor separó analíticamente las funciones integración y
|
política (ver esquema A.G.I.L.) el problema de la motivación abarca ambos ámbitos. El
lo entendió así. Si en un principio sostuvo que el tema de la motivación adecuada
|
(orientación a vínculos morales) se limitaba a la aceptación de exigencias normativas en

| el ámbito inmediato funcional, o sea el rol, posteriormente se dio cuenta que el


problema de la legitimidad del sistema implica un compromiso o al menos una
oportunidad política en torno a las decisiones dentro de cualquier ámbito de interés. De
allí que en su obra madura acuñara el concepto de Comunidad Societaria (ver infra
| Cap.V).
En tal contexto nos preguntamos de nuevo, siguiendo a Parsons, si el "declive del
hombre público" (Sennett, 1989), el proceso de privatismo actual, no refleja un repliegue
político, propio de un estado de indefensión, de insignificancia (Castoriadis, 1995) del
ciudadano común ante nuevas formas de hegemonías mundiales tan poderosas,
1
invisibles y excluyentes, en un contexto cultural tan banalizado, que ya no parecen
I requerir de la legitimidad, o discusión pública, para reproducirse. En tal circunstancia,
obviamente, se produce un vacío de compromiso hacia los problemas colectivos
| resolviendo la motivación humana en el fenómeno del narcisismo (Sennett, 1989) o el
yo minimalista (a la manera de Foucault).
| Puede suceder que la incapacidad o el desden del sistema de hegemonía mundial
actual para generar legitimidad política y estabilidad de paz internacional, vía solución

61 Verla crítica que hace Baert, P. a Giddenssegún la cual la consecudón del orden descansa, según su
teoría de la estructuración, en una reflexividad "prédica" pero que no conlleva a una razón "reflexiva"
política ni moral que implique una condenda discursiva. En Baert, 2001:135.
61

|
de las desigualdades y la exclusión, conlleva y profundiza la crisis de motivación o sea,
I traduciendo a Parsons, el vacío de compromiso moral y existencial con metas colectivas
(Habermas, 1998: 88-95): se trata de saber reconocer el cerco que nos condiciona, en
I el mundo de hoy, a ser sólo consumidores y no ciudadanos (Touraine,1997).62 Un
ni problema típico moderno para pensar nuestro tiempo actual en torno a la pregunta que
nos lega Parsons, versaría sobre si aún puede pensarse que un orden que se base en
la libertad deliberativa real de las personas (motivos personales, voluntad y capacidad
|
subjetiva al debate público) se alimente de una ética cívica ("cultura cívica" al decir de
Almond en Vallespin y col.2001: 343-373) que, como compromiso o responsabilidad
|
social, logre la consecución de normas de cooperación y equidad colectivizables y que
1 de ello resulte un aumento del manejo autónomo de opciones personales, de sentido y
por ende, mayores cuotas de satisfacción en ámbitos mas seguros de convivencia y
mas sustentables en el tiempo.63

| Variables - Patrón y Modernidad


Parsons debió saber el tremendo problema que tenía entre manos al suponer que
las expectativas ego-alter constituían, conceptualmente, la materia original, el "cemento"
de toda relación y que de acuerdo a como ellas se conformaran habría o no orden.
Toda expectativa mutuamente referida entre ego y alter es, realmente, una coincidencia
1 poco probable si se tiene en cuenta que ambos cuentan con diferencias abismales de
temperamento, modos de ver y actuar. Sin embargo afirmar, como lo hizo el autor, que
el rol era la unidad básica, el "ladrillo" del sistema social, exigía sostener que la
| coincidencia entre expectativas ego-alter era plausible.
Parece ser insuficiente suponer que las expectativas coincidentes ocurren
simplemente pues las acciones esperadas deben ser "entendidas", es decir, deben
encajar en un horizonte mas amplio de sentido; se trata de lo que Weber definió como
| sentido mentado, esto es, la mutuamente referida base significativa de la relación.
¿Cómo hacer confluir en una sola tan amplia variación entre alternativas posibles de
| 62 Agradezco al Soc. Leoncio Pinto ofrecerme esta observadón tan atinada comotodos sus comentarios
sobre el panorama político adual.
63 Recomendamos ver el concepto y la importanda que nuestro autor dio a este tema a través de su
| noción de Comunidad Societaria. Fue acuñado en su obra madura, posterior a la que tomamos aquí
como referenda. Ver Parsons, 1974b: 20-29. Ver Infra, Cap.V. Es una noción que antecede a muchas
observaciones aduales sobre la necesidad de la repolitización de la vida social por vía de fortalecer los
vínculos y compromisos en ámbitos inmediatos de acción, no sólo al nivel privado.sino también en la
| llamada sociedad dvil.

62

|
sentido e intereses?: sin esta respuesta toda idea de rol que pudiera institucionalizarse
sería imposible.
Parsons intuyó un "código" cultural que a modo de catalizador preparaba la
comprensión mutua de lo que la relación implicaba para los partícipes, obviamente
antes de efectuarse. Este código debía resolver otro problema: el de la natural yposible
1 distancia entre el desempeño en las obligaciones de rol como modo social,
"externamente" esperado de comportamiento y el significado "interno" con el cual la
persona asumiera tal desempeño. Es decir, debía responder al problema de saber la
prosperidad de la relación futura de acuerdo a que ésta no procediera sólo según una
I receta, unas normas explícitamente reconocidas por ambos partícipes sino que, mas
que ello, significara una coincidencia de orientaciones de sentido (valoraciones
I profundas, pautas de orientación de valor). Esta coincidencia, debe ser supuesta de
• entrada, porque sólo así, asegurará la correspondencia no sólo entre las exigencias y
las respuestas explícitas involucradas sino entre los condicionantes de sentido
implícitos necesarios para que esas exigencias yrespuestas no se tergiversaran en otro
tipo de expectativas y resultaran en consecuencias no contempladas por la relación
(institucionalizada).64
Tal código de sentido, seguramente preconsciente, debía ser de orden superior pues
| desde el mismo las normas son interpretadas y ajustadas a las exigencias y
obligaciones de la relación (expectativas de rol). Se supone preconsciente porque no es
I el simple punto de vista de la persona sino una orientación valorativa que opera como
condicionamiento motivacional a partir del cual las expectativas mutuas, las
obligaciones implicadas son asumidas en correspondencia con la forma con que el
"objeto" de la relación es identificado dentro de un foco significativo de interés: esta es
| la condición para que las obligaciones, los modos de obrar sean "leídos" por el actor
como adecuados, coherentes con el fin que su comportamiento se supone persigue.
1 Esto, obviamente influye en el tipo de satisfacción que la persona se planteará dentro
de la relación.
| En el capítulo dedicado a las normas dijimos que muchas veces quien actúa, se
orienta por normas que pueden no coincidir con las estipuladas "externamente"; que las

64 Este problema tiene gran similitud con lo que el Interacdonismo Simbólico señaló como la definición de
la sfu^actónconla difeLda de que en esta escuela el sentido mutuo de la relacen es contmgente yno
proclive a estrudurarse como en Parsons.
63
1
. personas tienen maneras habituales ypropias de proceder estrechamente relacionadas
• con sus "necesidades-disposiciones" pero que no siempre coinciden en todo con lo
m esperado en sus obligaciones de rol. Esto plantea el problema de reflexionar sobre la
• validez de las normas en juego: los valores comunes ayudan pero inevitablemente se
I quedan cortos para zanjear las disputas concretas por su carácter de generalidad.
Por otra parte, si bien las normas pueden operar como "códigos de circulación"
I automáticos, es decir, no comprometiendo actitudes y valores importantes en la
situación (sino sólo como modos de influencia de los comportamientos. Fischer,
11992:107) casi siempre condicionan metas eintereses. Es por esto que un óptimo de
"ajuste" normativo dentro de los procesos adaptativos de los grupos y las
• organizaciones no resulta garantizado ni por valores comunes ni por personalidades
S pasivas orientadas convencionalmente, pues frente alas expectativas yresultados tan
I potencialmente dispares "hay demasiado en juego" para la estabilidad del sistema.
Ante esto una salida podría ser las sanciones negativas (castigos, penas); pero ya
• sabemos que para el autor estas no representaban sino un recurso marginal para una
1 sociedad ordenada consensúa! y voluntariamente. Peor aún, el aumento de
1 aplicaciones de castigos indicaría debilidad en la integración funcional tal como el
1 modelo del autor la estipula: indicaría desajustes entre los sistemas personalidad,
I cultura y sociedad.
¿Cómo hacer plausible un resultado tan improbable como lo es que tan variados
1 puntos de vistas ymaneras coincidan sin necesidad de la deliberación permanente en
caso de desajustes? Es decir, ¿Cómo pueden los plexos de relaciones que forman
I instituciones incorporar a sus roles tan disímiles personalidades yexpectativas (como
intereses personales) yasegurar al mismo tiempo su desenvolvimiento? Ello implica
1 que los requerimientos funcionales demandan decisión más disposición a los
participantes yque estas deben estar acordes yaseguradas desde la incierta intención
1 volitiva. ¿Es esto posible? Así mismo, ¿cómo asegurar altos niveles de eficiencia
cuando es posible que procedimientos y normas instrumentales choquen con
| problemas de sentido, esto es, cuando valores, intereses yactitudes no coincidan con
aquellas? Parsons supuso acertadamente que el más mínimo desajuste en esto crearía
| resistencias las que harían surgir un ámbito problemático donde valores ynormas
serían insuficientes reguladores precisamente porque requieren continuamente
1 "ajustarse" en su reciprocidad, en su sentido (validez). Tales requerimientos pueden
64
I
. representar obstáculos a la funcionalidad especialmente cuando de exigencias de
• control y precisión instrumental se trata.
e Las variables patrones óvariables modelo tratan de responder aestos desajustes
• posibles en la normatividad de las relaciones y, por ende, de los roles. Parsons las
m concibió como dilemas oformas dicotómicas para elegir una orientación frente al objeto
• que motiva a la acción yal rol. La manera de definirlas como dilemas indica la
• importancia que se da a la capacidad (no exactamente consciente) del actor para
• decidir. Yhe aquí la particular hibridez de este concepto que consiste en solicitar el
consentimiento del actor ysu conciencia en la manera como es asumido cualquier rol y
I el mantenimiento de la posibilidad de ajustes normativos colectivos. Se traía de la
posibilidad misma de institucionalizar con la participación de los motivos de los actores
I como soporte ygarantía: con las Variables-Patrones Parsons quiso trazar un puente
entre orientaciones instrumentales ysituadas en contextos funcionales (operativos) y

compromisos personales (orientaciones de valor insíiíucionalizables con apoyo en
f procesos de identificación).
1 Debe destacarse que la necesidad a la que responde este concepto es mas
I compleja que como suele interpretarse, esto es, como simples "opciones de valores"
1 aislados. Creemos que por lo señalado mas arriba las Variables Patrones traducen la
1 necesaria posibilidad que vio Parsons de que motivos personales diversos se
encausasen en moldes previsibles de preferencias:
I "En cuanto decimos que cada acto concreto se integra sobre la base de pautas de
elecctón formuladas en el esquema, las variables patrones no son necesanamente
Tratos de las normas de valor, porque cualquier elección concreta especifica
K puede ser bastante aislada yaccidental. Pero tan pronto se puede inferir una cierta
Consistencia en las elecciones que corresponden a una sene de actos concretos
podemos comenzar a construir proposiciones acerca de las normas de valor
| implicadas en ellas" (Parsons yShils, 1968:102. El destacado es nuestro).
Ello supone una reducción de la contingencia que de otra manera podría mermar la
1 fundamentacion mínima comúnmente compartida. En tal caso, ante fracturas y
conflictos por diferencias, de no existir estas pautas, se imposibilitaría el ajuste de las
1 expectativas de los actores sobre lo que podríamos llamar lo obvio acerca de olo que
se supone adecuado en cada situación. Por ello estos dilemas de elección
1 comprometen tanto la cultura, el individuo yla institucionalidad. Ellos sirven de base
¡í^e^ó^r^to^s^ferencias, intereses eidentidad puede verse explicado formidablemente
1 en: De Francisco, y Aguiar, 2003.
65
- motivacional para que "lo normativo" en cada situación de relación sodal se auto
I reproduzca de manera "libremente espontánea' (en realidad condicionada
- culturalmente en un plano prerrefiexivo) por parte de los partícipes: "Las venables
• patrones se aplican al aspecto ideal onormativo de las estructuras de los sistemas de
- acción, es decir auna parte de ,a cultura de éstos' (Parsons yShils,1968:102-103) y
* asimismo: .

• Shils, 1968:100).
Las variables-patrón (ó variables-pautas, variables-modelo u"opciones de valores")
I son:
1. El dilema gratificación-disciplina: Afectividad vs neutralidad afectiva.
I 2 El dilema cualidad-desempeño: Adscripción vs adquisición
3. La elección entre tipos de criterios de orientación de valor:
i Universalismo vs. particularismo
4. La definición de la dimensión del interés en el objeto: Especificidad vs.
• difusividad
5. El dilema interés privado frente a interés de la colectividad:
1 auto-orientación vs. orientación colectiva66
Tales elecciones son dilemas no sólo porque se otorga al actor la elección, es decir,
| que se parte de una situación de no coacción para el compromiso de rol, sino porque es
casi imposible que cada rol ocada situación derivada de él, ante los que se esta
1 motivado, pueda significar una única cosa: se pueden esperar muchos resultados y
gratificaciones de cualquier rol lo que obviamente compromete el cómo se supone que
1 se asumirá el cómo es el modo adecuado de llevarlo. Esto, que no es mas que el
interés ysignificación que ve el actor en la situación, implica la condene» de los
1 resultados costos ysobre todo de los límites ycargas que necesariamente aquel debe
inferir desde el punto de vista de expectativas obvias compartidas pero que no han s,do
I exp/íc/famenfe esfab/etídas. Las variables-patrones no son las normas, son algo as,
. ^uía7d7rír^í¡:71. Una buena ysen* explicación de cada una de ellas, en Rocher,
1 1979: 79-80 yen Baert, 2001: 66-67.
66
como proto-normas. Cubren la porción "oculta", inmanente de la motivación para ser
orientada normativamente cuando la situación no ha sido predefinida de modo unívoco
por implicar intereses y formas de gratificación y consecución no condicionadas por
sanción alguna y por ende de libre arbitrio. Por eso lo consideramos como un "código"
actitudinal que se debe ajusfar en cada situación de compromiso de rol y ello, con el
consentimiento mutuo de lo apropiado o adecuado como significación de motivos
plausibles: "Las variables patrones surgen de las indeterminaciones intrínsecas a la
situación" pues ésta, como significado y orientación, implica "que no existe ninguna
jerarquía de prioridad biológicamente dada" (Parsons y Shils, 1968:100-101). Por lo que
nuestro autor señala con claridad: "todo depende como el actor decide verlos (los
objetos sociales, los alters y sus propios motivos de gratificación) o como esta
condicionado culturalmente para verlos"(Parsons y Shils, 1968:101. El paréntesis es
nuestro).
Cuando hablamos de motivos debemos saber escuchar sobre este concepto el eco
de la concepción freudiana con la que Parsons elaboró su noción de sistema de
personalidad y rastreó sus dificultades "funcionales" es decir, de adaptación a la cultura
moderna. Por ello cuando un actor elige alguno de los polos de las dicotomías de las
cinco variables-patrones esta eligiendo entre otras cosas una manera de disponerse a
un determinado modo de gratificación, lo cual nos dice que la institucionalidad implica
un orden frágil porque aún entendiendo los partícipes las normas (explícitas o
habituales) del caso pueden estar equivocados en la gratificación que buscan, o mejor,
en la satisfacción con que se pueden justificar: a) las cargas (privaciones) del rol y sus
situaciones derivadas y b) la manera de considerar a los otros en la relación de rol y sus
situaciones derivadas. Por ello Parsons formuló en cierta ocasión las variables como
necesidades-disposiciones de la personalidad, porque, como todo elemento significativo
(simbólico) proclive a internalizarse en forma de pautas motivacionales, pueden llegar a
formar parte de la identidad personal, Al menos idealmente, él lo supuso necesario.
Finalmente las Variables-patrones, aunque implican la disposición del actor hacia lo
que ve como significativo y apropiado según su propio interés personal (necesidades de
disposición), permiten, en relación a la totalidad social, la integración entre sus
competencias de rol y las exigencias propias del complejo y diferenciado contexto
moderno: Parsons supuso que si las personas prefirieran inclinarse por un polo
I específico de las variables antes que por el otro, se estaría conformando la disposición
67
B apropiada para poder responder sin traumas psicológicos (motivacionales) a las
• condiciones que impone la modernidad. "En el esquema de Parsons subyace la
| observación de que nuestra sociedad se mueve hacia el universalismo, la actuación
• [desempeño], las relaciones específicas y la neutralidad afectiva" (Baert, 2001:66).
• Nuestro autor vio que estas variables-patrones específicas parecen prevalecer en la
• modernidad ylas significó como una evidencia del movimiento evolutivo "naturaf de las
{sociedades. Apartir de que estas preferencias actitudinales se vuelvan tendencias
colectivas (estadísticamente hablando), la sociedad estará en disposición de configurar
I procesos de modernización yviceversa. Se sabe entonces sobre la utilidad que posee
este esquema para entender la disposición motivacional de los grupos sociales hacia la
I participación en un orden plenamente moderno67 y se han hecho estudios
emblemáticos, que ya son clásicos, al comparar distintas sociedades sobre este
68
esquema.
Apesar de que las variables-patrones fueron concebidas como un instrumento
1 referencia! yútil para el diagnóstico de procesos de integración desde el punto de vista
S metodológico y así se consagraron en los desarrollos de estudios empíricos
I importantes, no debe olvidarse que se trata de modelos tipo ideales yque no se dan en
forma simple entre las decisiones y preferencias de las personas: en la realidad
1 diversos roles en una misma persona así como diversas personas o grupos en
contextos específicos, pueden presentar tensiones entre su conformidad o manejo
I personal desde estas alternativas.69 La crítica que sigue en pie contra este esquema
analítico es que muchos autores podrían equivocarse al concluir que se trata de
1 verdaderas opciones de elección en las personas. En verdad podría resultar un
esquema muy reducido que termina estrechando enormemente las posibilidades y
| opciones de significados que las personas pueden aplicar en una situación. Lo cierto es
I 6 7 «5p trata de la necesaria articuladón entre este particular "tipo ideal" de disposiciones actitudinales
(mtVationatesfhactóla reladón con las personas ysituaciones ylos procesos de seculanzacon y
SSóítSela modernidad, lo que de otro modo incicMa en£inestabihdad oasincromade
| los procesos reguladores que soportan dicho modelo socetal. Ver Germán., 1965 y Solan, Aldo y
» r «náliíifml's acabado yfundamentado de la aplicación de las variables-patrones alas posibilidades

| S*SSaTel^'^idad es una noción menos estrecha ymes ***, por lo que se «a de


I identidades múltiples yentrecruzadas. De Francisco y Aguiar, 2003.
68
que se trata de un esquema teórico que señala tensiones propias de procesos
evolutivos para reducir contingencia y no, necesariamente, inclinaciones conscientes
que luchan al interior de personas reales, aunque estos casos empíricos también
ocurren indicando procesos de cambio socio-cultural en ciertos sectores poblacionales.
Así mismo, se señala arbitrariedad en su limitado número. De allí que estas Variables-
patrones, para estos críticos, a pesar de haber sido concebidas por nuesfro autor como
"opciones alternativas de elección" son en realidad otra forma de expresión de la visión
I
de una sobredeterminación cultural sobre la capacidad deliberativa real de las
personas: "Para Parsons, la acción no podría ocurrir a menos que existieran
previamente marcos orientadores culturalmente determinados. El actor se enfrenta a
una determinada situación social la cual posee ya una instrucción cultural de sentido
que orientará la acción" (Galindo, 1999).

69
8
CAPITULO IV

EL SISTEMA SOCIAL

Autorregulación: el aspecto estrictamente "social" del orden


I Revisemos ahora el centro de la idea de orden social como estructura y sistema que
dio a esta teoría el nombre de "estructural-funcionalista". Una serie de premisas de
larga tradición reaparecen fortalecidas en esta estación del desarrollo de la propuesta
teórica parsoniana y recorren toda la escuela funcionalista, de la cual ella fue figura

m
emblemática. Estas premisas se nutren de la herencia del organicismo del siglo XIX, en
primer lugar, con la influencia directa de Hebert Spencer y su noción de estructura,
I
diferenciación y evolución pero también poseen rastros de Comte, Durkheim y Pareto.
"Las tendencias señaladas de la biología, la psicología y la antropología cultural
estimularon grandemente el nacimiento de la sociología funcional. Pero los
sociólogos funcionales también pueden remontar su genealogía dentro de su propia
disciplina. Las ideas de la integración de las partes en todos y de la interdependencia
| de los diferentes elementos de una sociedad están ya en el consensos universales
de Comte, en la preocupación de Spencer por la integración como compensadora de
la diferenciación, en la teoría orgánica de Cooley y especialmente en la concepción
sustentada por Pareto de la sociedad como un sistema en equiíibrio"(Timasheff,
1984: 279).

Lo propio del Sistema Social es abordado por Parsons de una manera muy
articulada a la línea general de exposición de toda su propuesta teórica intermedia.
Como ya se dijo en anteriores capítulos, el cuerpo de su análisis comienza con el acto-
unidad como punto de partida para introducir su modelo analítico de la acción social;
| luego pasa al "marco de referencia" de la acción para detenerse en la estructura de la
motivación. Apoyado en una versión muy particular de Freud, en este punto, establece
la naturaleza de la funcionalidad (equilibrio) de la personalidad como requisito para su
importante premisa de la motivación adecuada. Aquí establece la incidencia de la
cultura como "regulador" de las motivaciones personales por la vía de la
"internalización" de valores y normas que constituye, junto a las necesidades-
disposiciones de la personalidad, el material de las expectativas. Todo ello desemboca
en la premisa de la complementariedad de expectativas ego-alter, su manera de
responder a la condición de doble contingencia de toda relación; notable es la

70

|
naturaleza de interdependencia de las expectativas y su "proceso" funcional mediado
normativamente que se puede institucionalizar en forma de rol.
Hasta este punto del esquema, como podemos ver, el sistema de la personalidad
ha cumplido su "compromiso funcional", con el todo, de formar en las personalidades

B necesidades-disposiciones que las haga aptas para cumplir obligaciones de rol y


•i
sentirse beneficiadas-saíisfechas con ello, auforregulando su conducta a través de

8 "pautas" sustentadas en valores. Así mismo, el sistema cultural ha cumplido con su


8 parte "funcional" al establecer congruencia entre los objetos y pautas acerca de lo
"deseable" o valioso (valores), las actitudes derivadas de ello y las diversas exigencias
n
n

de obligaciones de rol, de modo que las personas no sufran de incompatibilidad e


inconsistencia entre actividades o roles, deseos y normas hasta amenazar su
competencia como ser social (entiéndase como ser social con sentido de autonomía
pero también con capacidad de participación). Falta entonces conocer la parte funcional
del Sistema Social, el cual a través de ciertos procesos, debe responder a la autonomía

I del sistema (típicamente, pero no sólo, cuando se trata de la categoría país), su


integración y su reproducción.
Los elementos básicos de que se compone el sistema social son las expectativas
normativamente mediadas, los roles-estatus y las instituciones como entes que lo

I regulan y reproducen. El punto de partida que el autor establece para hacer posible la
mas elemental concepción de cualquier sistema social es la simple diada ego-alter.
8 Como se sabe, con lo dicho hasta aquí, la relación social que el autor deriva de la diada
es de complementariedad o por lo menos de "compromiso" con la misma: la llamó
| complementariedad de expectativas ego-alter y se trata de una relación mediada
normativamente. Esta es una primera versión profundamente prepositiva. Parsons se
sirve de ella para no perder su esencial punto de partida "sistémico" y "funcional".
En efecto, exactamente en la forma como fue descrita la premisa de la
complementariedad de expectativas ego-alter, es que toma sentido de necesidad todo
el andamiaje posterior: se traducirá en esfuerzos y evaluación de beneficios que los
partícipes proyectan en la relación y a su vez, en la medida que los comportamientos
confirman la norma, es decir en la medida que esta reduce la incertidumbre, se fomenta
el compromiso con el acuerdo primordial y se garantiza el cumplimiento de la parte de
cada cual (rol).

71
Es así como se da la satisfacción "mínima" de los participantes que buscan (aunque
no deliberadamente), beneficiarse mutuamente de la relación. Parafraseando a Jeffrey
Alexander, podemos ejemplificarlo para muchos casos, siempre y cuando ocurra el
8•
acoplamiento de los participantes; motivados a cumplir su papel (compromiso de rol),
sus esfuerzos se traducirán en satisfacción mutua: en palabras sencillas, por ejemplo,
| los alumnos quedarán satisfechos porque el profesor no duda en cumplir con su clase y
éste, a su vez, recibirá el reconocimiento a su esfuerzo por parte de aquellos o quizás
(8
con su rendimiento y superación, al tiempo se satisfará la demanda social de educación

B y su función como institución reproductivo-cultural; similarmente, los padres estarán


I bien dispuestos a asumir sus obligaciones para con los hijos gratificados al paso del
tiempo por eJ sano crecimiento de estos los que a su vez les retribuirán con respeto,
cariño y cooperación, al tiempo que se cumple la "función" reproductiva de la sociedad
por la vía institucional, en este caso, la familia; o bien, habrá poetas que escriben para
lectores que desean disfrutarlos, comerciantes serviciales que tienen clientes

| cumplidores y satisfechos, policías agresivos y celosos en el cumplimiento del deber y


ciudadanos que los reconocen y aprecian, alumnos que estudian, servidores públicos
eficientes y solícitos, científicos acuciosos y deportistas disciplinados y competitivos,
etc. Cabe preguntarse ¿Cómo es posible este idílico panorama? Ya sabemos que para

| nuestro autor Ja respuesta reside en su Teorema de Ja integración JnstitucionaJ (ver


supra Pág. 24). Este teorema o axioma implica la colaboración tripartita de la
8 personalidad, la cultura y la sociedad.
Sin embargo al interior del Sistema Social deben cumplirse ciertos prerrequisitos
(prerrequisitos funcionales) o condiciones para que éste cumpla adecuadamente su
"parte" con respecto al todo, es decir, hacer realidad los anteriores ejemplos.
Para entender correctamente la lógica de estos prerrequisitos y no perdernos en la
enmarañada exposición del autor, bastará percatarse, con la ayuda de los ejemplos
anteriores, que la matriz de la diada ego-alter bosquejada en torno a las relaciones
interpersonales, Parsons la extrapola ahora hacia situaciones colectivas de mayor
| complejidad en tiempo y esfuerzos, resultando así bastante simple de entender en su
funcionamiento: Por un lado, cuando ego es una colectividad, un grupo de personas en
una situación o un grupo con roles determinados en el organigrama de una
organización, participan en el sistema (son seleccionados) por la posibilidad de asumir
el compromiso para realizar un esfuerzo en torno a un fin útil para otros. Aquí: el vector
72
de la diada va en una dirección, digamos las expectativas y disponibilidad a cumplir van
de ego hacia alter. Por el otro lado, parte del compromiso de este ego a cumplir "su
parte" acordada depende de que el centro decisor, es decir, cualquier autoridad,
cumpliendo normas institucionalizadas, designada para el ejercicio de la dirección y
control del proceso, retribuya este esfuerzo con algún beneficio esperado. Aquí: el
vector de la diada va en la dirección opuesta, es decir, las expectativas y disponibilidad,
que en este caso son recompensas, retribuciones o decisiones (sanciones) van de alter
nE
hacia ego.

Disposición y sentido de
satisfacción a asumir
responsabilidad de rol +
demandas legítimas

EGO NORMAS ALTER


Personas seleccionadas Acordadas y/o supuestas Autoridad o representante
para desempeñar un rol bajo forma institucional que toma decisiones

Disposición a compensar
esfuerzos y satisfacer demandas
(legítimas) + sentido de
satisfacción a asumir
responsabilidad de rol de
autoridad+ demandas legítimas

Parsons parece decir ahora que el orden satisfactorio, es decir, la estabilidad


legítima del orden ya no depende, en este ámbito, solo de los aspectos psicológicos de
la "motivación adecuada" así como tampoco de los patrones disponibles de
comportamientos y el sentido de valor asociados sino de que se cumpla con las dos
condiciones que son las dos caras de la misma moneda: que los partícipes se motiven y
cumplan de hecho con sus roles y en respuesta a ello, el centro decisor retribuya con
algún tipo de medio para satisfacer necesidades que son legítimas expectativas
8
ma (normadas) en el acuerdo primordial, explícito o supuesto, esperados por aquellos. El
que los partícipes cumplan los acuerdos recíprocos, que con ello validen la norma que
rige la relación ("los términos de intercambio") y que de acuerdo a ésta reciban a
cambio la retribución esperada (del tipo que sea) parece ser algo elemental para

73
suponer el orden social y fue ni mas ni menos lo que, sobre este modelo embrionario,
Parsons quiso decir.
En efecto, nuestro autor le dedica el capítulo tercero del Sistema Social a lo que él
llamó el "contexto relacíonal de los tipos de orientación de la acción en sistemas de
interacción recíproca diferenciados" y allí establece que para entender la diferenciación
se debe partir de las posibilidades de la acción reciproca o de intercambio. Apela a las
categorías que bosquejó antes sobre los tres tipos de orientación de la acción
(centradas en ego) instrumental, expresiva y moral, para sentar las categorías que
permiten clases de intercambio y los procesos derivados.
I
Estos procesos, ya señalados arriba, son "el poner a disposición de" ("salida", desde
ego hacia alter) y "remuneración" ("entrada" desde alter hacia ego) pero requieren, debe
enfatizarse, orientaciones de valor que capaciten a las personas a asumir el sentido
(justificar y orientar) las pautas del intercambio con una respuesta actitudinal apropiada
a las expectativas institucionalizadas (por ejemplo obediencia, interés en metas
compartidas, disposición a las posesiones, al aprendizaje, etc.) Para determinar estas
posibles respuestas ya Parsons había diseñado las famosas variables-patrones o
variables-modelo según las que el tipo de relación de intercambio, por ejemplo
económico, o cualquiera que corresponda al tipo de intercambio orientado
instrumentalmente, amerita una actitud (pauta) adquisitiva antes que adscriptiva y, de
cara a las normas de reciprocidad institucionalizadas, universal antes que particular.
Similares a los procesos de "entrada" y "salida" para intercambios de tipo
instrumental son los del tipo expresivo en el cual lo que se intercambia no son bienes ni
objetos sino afectos; en este caso las posesiones son llamadas recompensas. Se trata
de un tipo de "remuneración" (contar con la disposición "de la ocasión apropiada",
I "contar con la disposición de", recibir lealtad, aliento, aceptación, aprobación, etc.)
especialmente sensible para el orden; Parsons apostó mucho a ellas. Así mismo estas
transacciones son proclives a funcionar normativamente pues, como en todas, la
relación ego-alter no es una calle de dirección única.
En este punto hay que recordar que, por razones de simplificación, estamos dejando
por resuelta la "base" motivacional y cultural previa que como prerrequisitos (y también
procesos) deben haberse cumplido antes por parte de las personalidades y la cultura.
En efecto, como ya se señaló, para la estabilidad del sistema social, se requieren

74
personalidades "adecuadamente" motivadas y un sustrato cultural (exactamente pautas
de "orientación de valor") mayoritariamente reconocido y validado.70
Curiosamente, en lo medular de su exposición sobre el sistema social Parsons
comienza a orientarnos en una dirección que, exagerando, más bien parece reflejo del
marxismo: sostiene que el problema funcional específico del sistema social, como
subsistema del general sistema de acción, es distribuir vía intercambio cargos, bienes,
recompensas y oportunidades entre sus integrantes. Por supuesto que en ello esta
implicado su reverso: distribución de sanciones y restricciones. No es difícil suponer que
el autor esta apuntando al problema de legitimidad del orden pero lo hace dando
muchas mas luces sobre la complejidad de lo implicado a como se había enfocado
hasta ese momento.

Nuestro autor parte de un esquema bifronte que soporta todo este pasaje teórico y
que sirve de categorización más general: los procesos de diferenciación e integración
por los que se "estructura funcionalmente" el sistema social. En torno al primer proceso
el "foco" de interés son los diversos modos en que se produce la distribución o
asignación de "unidades" que hacen posible dicha estructura; no sólo diferenciación
(distribución) de roles, que sería el proceso mas básico, sino distribución de bienes y
recompensas que corresponden a los mismos.
En este punto llama la atención que lo que para los grandes clásicos fue un tema
inmanente al mantenimiento del orden societal, como es la legitimación, que en Weber
se basa en el reconocimiento del poder de la autoridad y en Marx por las formas
ideológicas y alienantes, en Parsons tal mantenimiento legiíimaníe parte de los
beneficios materiales y simbólicos que están en juego, es decir, posibles de
intercambiarse, de cara a las expectativas cultural e institucionalmente validadas
(legítimas) de los actores participantes. Reconocido por él mismo, el enfoque del
intercambio es, esencialmente, de origen económico aunque no se restringa a eso:
"Según hemos dicho, la asignación es un concepto esencialmente económico...el

70 Parsons explica ambos procesos bajo el encabezado de Los Prefrequis'itos Funcionales de los
Sistemas Sociales y allí deja daro que se trata de "apoyos" que estos dos subsistemas deben brindar al
sistema social: "En este sentido tiene que haber una proporción sufidente de sus actores componentes
adecuadamente motivados para actuar de acuerdo con las exigencias de su sistemas de roles,
positivamente en la realizadón de las expedativas y negativamente en la abstención de toda conducta
demasiado lesiva, es decir, desviada. Tiene, por otra parte, que evitarse las pautas culturales que o fallan
al definir un mínimo de orden o plantean a ¡a gente demandas imposibles y, por eüo, generan desviación
y conflicto en un grado tal que es incompatible con las condiciones mínimas de estabilidad o desarrollo
ordenado." Parsons, 1976:36.

75
8

concepto básico es el dilema de la escasez que es siempre relativa a la demanda"


8
(Parsons, 1976:114).
En la explicación que sigue Parsons se detiene en este punto importante. Y no debe
I pasarse por alto porque puede tener tremendas repercusiones en nuestras reflexiones
actuales en torno al orden. Así, cabe destacar el realismo político de un autor que para
I todos es un idealista, quizás por lo "abstracto" de sus modelos pero, a nuestro juicio
porque toma como referencia evaluadora de los casos reales, un sistema social ideal
I estable e integrado7^ Y sin embargo ha resultado, en este punto, que el enfoque
| sistémico-estructuralista parece haber superado en realismo a los enfoques
intersubjetivos e idealistas de la acción. Por este motivo nos detendremos en la
importancia de estos procesos diferenciadores afirmando que los mismos, siendo
1 espinosos por la fácil carga ideológica con que se pueden revestir, son regularmente

| evadidos por una teoría política neoclásica débil y estéril para enfrentar nuestra realidad
latinoamericana (Folian, 2004; Borón, 2000). Estos temas son la inclusión-exclusión, la

| desigualdad y la justicia social en la satisfacción de las necesidades de cara al orden y


su legitimidad. El de Luhmann es uno de los tratamientos actuales más influyentes que
profundiza esta preocupación inicial de Parsons.

| Los procesos regulativos y de distribución en la diferenciación


Primeramente, al tratar los problemas de distribución, el autor se refiere a la manera
en que se articulan roles como nichos donde encajar personas y formas de posesión o
uso de bienes. Así, los problemas mas específicamente dificultosos para la estabilidad
(¿legitimidad?) consisten en determinar qué le toca a cada quién y de acuerdo a qué
1
criterios. Los denomina procesos de asignación. Estos contemplan tres tipos de
| elementos que están en juego:
"Hay tres contextos del problema de la asignación que tendremos que considerar: 1)
La asignación de las personas, es decir, de los actores entre los roles. 2) La
I asignación de los bienes, y 3) La asignación de las recompensas. A ciertos fines, las
dos últimas pueden ser consideradas al mismo tiempo como constituyendo la
| asignación de las posesiones" (Parsons, 1976:114).

En relación al primer elemento, el problema reside en distribuir los roles disponibles


entre la "corriente" de personas que constituyen el sistema. Esto representa

71 Sobre la común apreciación de que en la idea de equilibrio y consenso Parsons peca de idealista, J.
8 Alexander la rechaza, descalificándola de una vez portadas ante la critica. Ver cita de la pág. 42

76
|
complicaciones, por ejemplo el problema del "reclutamiento" apropiado, es decir si el rol
I específico ha sido otorgado a la persona idónea. De acuerdo al criterio o mecanismo
utilizado, el autor distingue tres formas en que se daría esta asignación: la primera
8
cuando el rol es adscrito, o sea adjudicado regularmente por nacimiento u otro atributo
predeterminado, y que según el autor corresponde a modos de estratificación
1 permanentes en sociedades tradicionales; la segunda es cuando el rol es asignado por
decisión explícita de otras personas "lo que se llama usualmente...designación", la
tercera forma, cuando es resultado de un proceso selectivo no planeado, el cual puede
a su vez ser del subtipo no competitivo y del subtipo competitivo en el que "el actor
"procura" un estatus-rol dado como meta de un esfuerzo intencional, y para alcanzar
esa meta tiene que vencer a sus competidores".
i Es de destacar en este punto que el autor señala claramente que la primacía de las

| formas segunda y tercera (designación y selección) son intrínsecas a la sociedad


moderna y su diferenciación funcional y son además, por lo mismo, las que
necesariamente deben otorgarse bajo reglamentación normativa institucionalizada
(legal); así no se separan el proceso de distribución del de regulación y esto, a nuestro

| juicio, muestra el énfasis en la necesaria normatividad de los procesos como factor


fundamental para la estabilidad del orden:

| "El análisis de Jo que antes hemos llamado el problema Hobbesiano dei orden pone
de manifiesto concluyentemente que la asignación competitiva no puede operar sin la
institudonalizacion de una serie de normas que definan los límites de la acción
| legitimada, particularmente-en este caso-en relación con la legitimidad de los medios
para obtener la meta" (Parsons, 1976:117).

| Seguidamente, en cuanto a la distribución de medios o bienes, señala que la


posesión, entendida como derecho a usufructuar un objeto (también beneficios de

1 "posición-ventaja") en el tiempo presente o como disponibilidad, es un concepto


teórico central, e indica justamente el aspecto regulativo de esas casi infinitas

i posibilidades de asignar medios a personas. Como ya hemos sugerido, según Parsons,


la distribución de disponibilidades y medios se hace a través de los procesos de
asignación. Para todos los casos, bien sea bienes físicos que "cambian de manos" o
bienes culturales (como conocimientos) o bienes relaciónales (que dependen del
estatus y las posibilidades mismas del rol en la situación relativa frente a las
aspiraciones del alter, es decir, de posición-ventaja), nuestro autor los conceptualiza en

1 tres clases siguiendo los tipos de orientación de acción: instrumentales, expresivos y

77
8
I
morales. Los primeros quedan definidos de acuerdo a su naturaleza de servir de
H
medios para acciones instrumentales. El núcleo problemático que se nos muestra aquí
es la resolución de la estabilidad de un "sistema diferenciado de actividad
I instrumentalmente orientado" en lo cual nuestro sociólogo parece interpelar a la
economía y la ciencia política por no saber situarse correctamente en el abordaje del
tema.

Para resolver dicha estabilidad el sistema debe institucionalizarse, debe poseer un


|
"componente regulativo, especialmente con referencia a los términos y a los derechos a
las posesiones. Puede haber también elementos de institudonalizacion cultural; por
B
ejemplo con referencia a las creencias comunes". Ello es necesario porque: "los
intereses de los actores no son, todos, los intereses en las metas comunes" (Parsons,

1976:78). Así mismo, luce probable que a la par de la división del trabajo y el desarrollo

| de los procesos organizacionales racionalizados, este sistema tome la forma de


cooperación, modificando en algo las disposiciones relaciónales hacia las metas

| (interés). Nuestro autor, interesado en los procesos de integración, alaba la


cooperación: "Es un modo mas íntimo de integración de las actividades instrumentales
que el intercambio" (Parsons, 1976: 76).
1 En ella, las metas son comunes en relación al producto o resultado; sin embargo

| este "ensamblamiento de actividades" presenta exigencias adicionales a los patrones


de "orientación" de los motivos personales y es entonces donde la cultura y las
variables-modelo deben cumplir su trabajo; en todo caso, el autor apunta a diversos
1 modos de regulación funcional, producto de la diferenciación "iníegraíiva"
(interdependencia):
I
"Lo que hay que considerar como meta "técnica" en el centro de un sistema
instrumental de división del trabajo, según está indicado en el paradigma, se refiere a
I la posición del ego en el sistema de la división del trabajo. Lo que es una meta
técnica desde el punto de vista del ego, visto desde la perspectiva del sistema más
amplio, puede ser la realización de una función de ofrecer (por ejemplo el ego puede
I ser un vendedor) o alguna otra función. Esto no debe ser una seria fuente de
dificultades si se tiene siempre una idea clara del marco de referencia a que
pertenece una afirmación." (Parsons, 1976).
I
Estos elementos de diferenciación se estructuran de tal modo que las diferencias entre
8 los intereses que los hombres persiguen individualmente como metas no destruye el
"sistema" (cadena de ensamblamientos). Se señala pues, la posibilidad de que el

i elemento "subjetivo" de solidaridad no sea imprescindible en todos los modos de


78

|
I
cooperación. Pero si parecen serlo la lealtad o adhesión al compromiso instrumental
I como meta compartida (ejecución, disciplina, obediencia, cumplimiento del acuerdo,
etc.) y al modo normativo acordado72, como formas de integración.
I
En cuanto a los bienes o disponibilidades expresivas, Parsons las llamará
recompensas. Se diferencian de los anteriores porque en general sirven para la
I
gratificación inmediata y son de naturaleza catéctica o emocional. Es la manera en que
el autor agrupa todos los bienes que representan un beneficio a demandas, a
I
necesidades de tipo expresivas o afectivas (no sólo catécticas porque algunas están
"organizadas sobre una pauta de orientación de valor" de tipo apreciativa). Pueden
I
consistir en "disponibilidad afectiva" (simpatía, receptividad, amor), aprecio, admiración,
disponibilidad sobre alters y objetos para "la ocasión" de acción expresiva (obras de
B
arte, conciertos, prendas). Sin embargo "hay que aclarar que los mismos objetos
su sociales de la situación pueden funcionar tanto como objetos de orientación

instrumental, que como objetos simbólicos catéetico-expresivos" (por ejemplo en casos

| de solidaridad entre compañeros de trabajo y, quizás, cuando la correspondencia


amorosa esta condicionada por intereses económicos). Las fronteras son flexibles.

| Conceptos que se destacan aquí, como bienes a distribuir, son amor, lealtad,
solidaridad o adhesión y son significativos para la realización de posibilidades futuras o

i de continuidad de gratificación. Así mismo su importancia reside en que pueden dar


lugar a un tipo especial de recompensa: "la posesión de relaciones dependientes de

| otros actores. Sobre todo de estar en posición de "contar con" las actitudes favorables
del alter..." pues de ello depende que el ego se incorpore al sistema expresivo. Esto es
m
• el modo Parsoniano de entender la tendencia hacia la sociabilidad. Todo lo cual nos

lleva a la distribución del elemento prestigio. El mismo incluye el aspecto de la


capacidad de influencia, al que luego nuestro autor va a dar gran importancia al tratar
el tema del poder. Sin embargo Parsons lo reorienta hacia el modo en que pautas
| culturales guían la normatividad de este proceso de asignación de recompensas. Esto
es "el problema tanto del establecimiento de los términos de intercambio como de los
| derechos a las posesiones".

8
72 Por usar lugares comunes podría llamársele el juego limpio y alude a una orientación, para algunos
idealista, basada antes que en el cálculo estratégico, en el terreno normativo-propositivo, o en jerga
parsoniana, en los valores del compromiso de rol; Elster lo entiende como una postura "de honor" y
"honestidad" vinculada a la credibilidad. Eslter,1997; cáp.3

79

|
1
Para nuestro autor las variables implicadas en los procesos instrumentales son la
I neutralidad afectiva, el universalismo y la especificidad, evidentemente como
componentes actitudinales de las expectativas mutuas de rol (necesidades-
I disposiciones de la personalidad); las que corresponden a los procesos expresivos son
el particularismo, la difusividad y la afectividad.
I El modo moral, el último de los tres tipos de la acción, es el más complejo. Nuestro

8• autor no va muy lejos en él, excepto señalar que es un tipo de ponderación en las
tensiones entre las dos clases de procesos distributivos anteriores ("define la primacía
relativa entre las orientaciones expresiva e instrumental") y que no es relevante la
|
disposición "interior" del ego, como disposición moral, sino que el problema consiste en
"la integración moral a nivel social; no a nivel de la personalidad".Así mismo, apunta
fl
aquí, como se dijo, a los problemas de normatividad que en este caso debe cumplir la
doble función de segregación y fusión, esto es, la tensión que las variables-modelo
•8
deben zanjar entre las aspiraciones de los actores y las condiciones del "sistema" en la

| esfera de la estructuración normativa, de ambos procesos distributivos (según pautas


de sanciones y asignaciones), aplicable a los distintos roles. En este sentido destaca
que "el universalismo-particularismo, afectividad-neutralidad y especificidad-difusividad
son relevantes para nuestro problema en el nivel mas elemental" (Parsons, 1976:84)
| pues de ellas depende el ajuste "perfecto" entre la selección, disponibilidad y
gratificación de los partícipes. Así, las expectativas mutuas posibles de
8 institucionalizarse y la funcionalidad del sistema dependen de lo que atañe
B
especialmente al problema de la legitimidad de las "remuneraciones" y las sanciones de
| cara a las expectativas de gratificación de los participantes.

1 Sobre el problema de las expectativas, las necesidades y la legitimidad.


Parsons se comprometió hasta el final con suponer un orden diferenciado y a la vez
| estable. Para esto supuso los procesos de regulación que, según él, proporcionaban
condiciones para la integración. Este compromiso implica dificultades contra las que se
I enfrentó nuestro autor. Muy pronto entendió que la diferenciación trae complejidad y
que desde esta es imposible pensar el orden dentro de los esquemas de la sola
subjetividad. Nos referimos con esto a los esquemas que hacen depender la estabilidad
del sistema de nociones que derivan de la teoría política como "justicia" e "igualdad".
| Nuestro autor, por una parte, señala que la necesidad de orden como condición estable
80
I
de lo social no nace del cumplimiento de las expectativas que devienen de procesos
8 subjetivos desarrollados por algunos movimientos e ideologías. Por la otra, en ningún
momento de esta fase de su análisis, nuestro autor utiliza tales nociones propositivas
i de justicia e igualdad. Simplemente se detuvo a verificar las posibilidades de que ciertas
tendencias pudiesen ser peligrosas para la estabilidad del sistema por lo cual
| fundamentó su norte en la idea de regulación esto es, de la aplicabilidad de
normatividad a los principales procesos de distribución del sistema social. En todo caso,
1 por normatividad nuestro autor se refiere aquí al subsistema jurídico (el Derecho
Constitucional moderno) que se ha diferenciado de la política y que hace de mediador
1 entre el estado y la sociedad civil ("Comunidad societal") (Parsons, 1966).
Para comprender este tipo de salida que nuestro autor propone al problema del
1 orden desde los procesos básicos del sub-sistema social (asignación, sanción e

| integración) debemos situarnos en su interés fundamental; estaba interesado en


establecer un modelo pormenorizado de las categorías estructurales que permitan

| definir los componentes del sistema para luego entender su funcionalidad: nada indica
que estuviese interesado en un modelo transformador en base a una condición de

| "justicia social", lo dijo explícitamente.


Por esto, al centrarse primero en los procesos "objetivos" como es el proceso de
8 distribución-asignación de bienes y oportunidades (roles) (lo que él mismo ha llamado eJ
aspecto económico), fue capaz de advertir en los mismos no sólo la necesidad de la

n división de lo social, la diferenciación, que como luego muy bien nos informa Luhmann,
es un proceso inmanente e inevitablemente complejo de la modernidad, sino la
8 disposición de sus componentes funcionales para integrarlos en un todo. No es casual
que similarmente a la naturaleza de la diada ego-alter, el embrión primario de lo

B sistémico social sea el intercambio. Nuestro autor se interesa por aquello que lo hace
posible, las disposiciones. Aquí aparecen las variables patrones incidiendo y
| regulándolo todo pero se da cuenta que su eficacia de cara a la legitimidad tienen un
límite: las variables-modelo son definitorias pero no garantizan la regulación sin fricción,
sin desviación.

Posteriormente intenta enfrentar los aspectos que den cuenta de la fricción o de la


suavidad de los engranajes (que las variables patrones ayudan a formar) especialmente
el derecho a las posesiones y el poder, ambos definidos de modo típico-ideal y muy
| pronto confrontados con su "contexto" operativo, digamos de cara a la capacidad de
81

1
I
legitimidad autosostenida. Y sólo después de relevar analíticamente estas
B

posibilidades pasa a exponer los elementos que pudiéramos llamar "subjetivos" que no
son sino simplemente los elementos culturales o de sentido implicados en el proceso.
1 Es de destacar que para nuestro autor tales elementos sólo pueden entenderse dentro
de formas de institucionalización y en todo momento lo recalca pues es esta la garantía
de normatividad y legitimidad que el piensa prácticamente imprescindibles. Estos
elementos subjetivos consisten en las formas de liderazgo y de responsabilidad de la
i autoridad para con las formas de sanción, todo en función de cohesionar lo funcional de
gobierno con los intereses colectivos.
I Vale destacar la importancia de este segmento teórico: Parsons sabe que la

| asignación por competitividad así como la "competitividad por el poder" crean


inestabilidad (aunque no se refiera a la condición de los perdedores de tal situación73) y
para ello nos alerta en varios lugares de su exposición:

"Toda institudonalizacion de relaciones de intercambio implica la definición de


límites legitimados a la elección de medios. La base funcional fundamental de la
8 necesidad de esta institucionalización reside en el hecho de que recurrir a ciertos
medios daría al ego "demasiado poder", en el sentido de que, a menos que su poder
pueda ser generalizado a los otros, el ego podría alcanzar sus fines a expensas del
alter. En las relaciones de intercambio individuales hay, sobre todo, dos clases de
medios que constituyen el foco (¿necesidad?) de esta regulación institucional: el
fraude y la fuerza" (Parsons. 1976:121.El paréntesis es nuestro).

Su respuesta es la integración en la que, como hemos dicho antes, la regulación


8 evidencia la efectividad de la institucionalización legítima:
"La primera referencia básica integrativa es, pues, la limitación de lo permitido a la
orientación en términos de intereses privados. Esta limitación es referible a los
contextos de "problemas" funcionales del sistema social como colectividad. Estas
limitaciones se pueden clasificar, a su vez, en la regulación de los procesos
asignativos y la provisión adecuada de las necesidades colectivas. Este es el foco
1 funcional de la significación de lo que hemos llamado instituciones regulativas"
(Parsons, 1976:130).

Nuestro autor al final de la exposición no fue tan lejos como la teoría del conflicto en
relación a las consecuencias que una falta de equidad podría tener para la estabilidad
| del sistema social; sin embargo fue realista al percibir las enormes implicaciones que la
falta de regulación tendría para la posibilidad de orden; por esto Parsons a la par que

73 Cohén y Arato señalan que Parsons al tratar el tema de los Derechos constitudonales y los procesos
de vindicadón de la condidón de ciudadanía deja un gran vacío: el sistema de las necesidades. (Cohén y
Arato, 2000: 159-160).

82
8n
I
defiende por útil la diversificación de medios y de roles, la diferenciación y la
I competitividad (regulada) al mismo tiempo nos parece señalar, y en esto fue
consecuente con su propuesta general de la primacía de los valores y de las pautas
8
institucionalizadas de acuerdo a los mismos, que no podía dejarse a la razón individual
y a la competitividad no regulada, los procesos de integración o mejor, la estabilidad del
orden. Se debe fundamentar una cu/tura cívica de colectividad que trascienda las
fuerzas desintegradotas de la competitividad y del privatismo (Interés privado), basadas
|
seguramente en la primacía del control de procesos asignativos según pautas de
universalismo, neutralidad afectiva y especificidad sin prescindir de la lealtad en el
interés común.

8 En ello el liderazgo y las sanciones de una autoridad legítima podrían proporcionar la


base reforzadora de dicho interés. Debimos esperar hasta la aparición del texto "El
Sistema de las Sociedades Modernas" y una serie de artículos posteriores al Sistema
Social para apreciar en toda su magnitud la noción de Comunidad Societaria en la que

8I claramente la responsabilidad de una autoridad y liderazgo institucionalista fortalece,


refuerza la moralidad base de unas pautas de sentido culturalmente establecida que da
a los ciudadanos la necesidad de comprometerse con su sociedad y al mismo tiempo
satisfacer sus necesidades personales. Dejemos al respecto que sea el mismo autor el
8 que resuma estas ideas:
B
"...el problema (asignativo) consiste en ver que la persona "adecuada" encaje en los
roles adecuados, y que las personas se encuentren "en donde les pertenece" en
términos de estatus.
Esencialmente lo mismo hay que decir sobre la regulación de la asignación de bienes
y recompensas, conectadas con el problema del poder político y con el problema del
1 prestigio.(...) Se puede concebir un equilibrio estable de una orientación puramente
competitiva, como lo ha puesto de manifiesto la teoría económica. Sin embargo,
estos sistemas de interacción se tiene que presumir que son en general más
ifi
inestables que el tipo automáticamente adscrito, y probablemente más inestables
que el tipo designativo o por selección de decisión. La predilección de cómo resultará
la asignación de personas, bienes y recompensas cuando se abandona a procesos
88 libremente competitivos pude ser bastante incierta. Un sistema social en que estos
procesos son prominentes tiene presumiblemente que tener, en consecuencia, un
8m orden considerable de tolerancia para las diferencias de resultado. Al mismo tiempo
las potencialidades disgregadoras son tan grandes que tienen que existir también
límites en ese orden, incluso aunque sean flexibles. Parece probable que una
sociedad individualista de esta clase tendrá también que ser capaz de tolerar
8 considerables desviaciones de cualquier criterio abstracto de justicia."

|
83
I
"El otro aspecto de los focos para la estructuración integrativa es el de la promoción
8n positiva de metas o intereses colectivos.(...) Aparecen enseguida roles de liderazgo,
que en la mayoría de los sistemas sociales complejos adquieren una gran
significación. (...) Existe desde luego una amplia variedad de problemas funcionales
| referentes a la relación que se da entre los roles del liderazgo y el resto de la
colectividad; problemas que han sido intensamente estudiados en otros campos del
saber. Siguiendo a Max Weber, aquí podemos poner el acento principal sobre la
1 base de la legitimidad de la "autoridad" para actuar "obligando" a la colectividad como
unidad y, por tanto a sus miembros" (Parsons, 1976:131-132).
|
8

I
8
B

|
B

B
i

84
CAPÍTULO V

VALORES E INTEGRACIÓN
I
Sobre el papel de los valores en las sociedades diferenciadas: ¿son los valores
vehículos de integración?
Una de las ideas fundamentales por las que la propuesta del estructural-
1 funcionalismo de Parsons es recordado como motivo de disputas es el papel que otorgó

8H a los valores para lograr el piso consensúa! del orden social. Ha sido, asimismo, una de
las más controversiales de sus ideas. La presente reflexión intenta esclarecer si esta
premisa, por la que Parsons apostó, puede sostenerse o no, y con cuales matices.
8
Debemos incorporar las dudas de algunas ideas que pertenecen al "lugar común" del
estado actual de entendimiento de lo social pero además no nos limitaremos en la
posibilidad de usar también el sentido común a nivel de intuiciones, para nuestros
propósitos, aún a riesgo de una gran simplificación.
Lo esencial que parece haber motivado a nuestro autor a todo lo largo de sus
disquisiciones sobre el papel de los valores es la creencia de que éstos resultan un
freno no impuesto a los apetitos y deseos desbocados de las personas. Por lo mismo,

8 dijimos, nuestro autor estimó que los valores eran el sustento de validez de las normas
al disponer a las personas a guiarse en sus expectativas y deseos por medios
preescritos socialmente. Ello resultó de una transferencia forzada de una lectura muy
particular que Parsons hizo de la teoría freudiana del superego. Otro tanto ocurrió con

| la tipología de la acción weberiana. Pero el resultado marcó pauta y en esencia, hoy en


día luce como una visión sospechosamente ingenua ó, en su simpleza, alejada de lo
real.

Algunas intuiciones referidas al contexto en el cual trabajó nuestro autor sirven para
I comprender mejor hacia dónde intentaba apuntar. No es difícil adivinar ciertas raíces en
su preocupación. Estas señalan, sin duda, una postura político-ideológica frente a los
regímenes no democráticos, seguramente de modo implícito, se estaría refiriendo al
sistema socialista.

En efecto, la fundamentacion del carácter históricamente necesario de la revolución


socialista, como bien sabemos hoy (Heller y Fehér,1992), dio pie a un enfoque
utilitarista del poder del estado; en tanto tal, el problema de la legitimidad del orden se

85
I
reduce a intereses históricos de clase. Todo esto, parece advertirnos Parsons,
I constituye una situación política y a la larga cultural, que compromete la validez de los
valores como medidas de las relaciones con el Otro dentro de la situación. La razón es

simple: en la visión de la praxis política real del modelo socialista, el imperativo, el fin
último frente al cual se calibran todas las relaciones y posibilidades resultó ser la utilidad
para asegurar el proyecto colectivo en base al poder "necesario".
Todo lo demás se consideró rodeos, es decir, se excluyó como obstáculos al logro

del fin revolucionario. Nuestro autor responde a esta posibilidad extrema
(históricamente ocurrió tal cual) que consiste en el establecimiento de un poder que
proyecta el vaciamiento de la moral individual como requisito para la elección de medios
presentes en función de fines colectivos futuros. En otras palabras, para Parsons
1 ningún proyecto "trascendente" colectivo justifica imponer límites a la capacidad

I deliberativa (moral) de las personas para considerar algunos medios como apropiados y
rechazar otros aún cuando el fin luzca provechoso y deseable.

IB
Obviamente nuestro autor, en sus premisas, se basó en la distinción weberiana de la
acción racional entre fines y valores y desde allí proyectó una defensa del sentido
autónomo de las prescripciones morales como modos de elegir entre maneras o medios
para cualquier fin, especialmente cuando tal fin compromete la integridad personal en
general. De nuevo Parsons toma partido por el rechazo a instrumentalizar las relaciones
y, por esta vía, someter o debilitar la voluntad ("motivación") individual.74
| En conclusión, nuestro autor percibió en los valores típicos de las democracias
liberales, un escudo protector contra las pretensiones de totalitarismos de cualquier
índole75. En este punto es interesante observar que Parsons tuvo una mirada mas
optimista que el resto de sus contemporáneos. Esto mismo le permitió tomar postura
• contra el utilitarismo, filosofía política que pretendía, en esa época, erigirse en la última
palabra en esta materia.
| Por otra parte, es evidente que en sus niveles de abstracción explicativa se refleja la
visión analítica de pretensiones holísticas: en sus modelos funcionales Parsons intentó
incluir todas las posibilidades de ocurrencia "empírica". Por ello, parece que su énfasis

74 Una visión similar se encuentra en las alternativas dialógicas de hacer política (política que politiza) en
oposición a la manera que prodama "El paradigma del Prinape". Flisfisch, 1999: 64-83.
75 Conocida como la "Demoprotección", esta idea es uno de los pivotes que explica hoy, tal como lo hizo
nuestro autor, la importancia de la sociedad civil para la democrada liberal. Sin embargo, como principio,
no es tan sólido como la ideología liberal lo ha concebido. Ver Sartori en Del Águila y col. 2001: 521- 530
86
8
en los valores es una señal del tremendo temor que para nuestro autor significaba la
posibilidad del derrumbe del orden moderno asegurado voluntaria y consensualmente.
Para fortalecer la validez del modelo teórico, no dudó en suponer situaciones extremas;
n
precisamente aquellas donde las formas de convivencia y sociabilidad que traducen el
respeto a la autonomía individual fueran erosionadas por un modelo socio-político
I basado en una visión instrumentalista-colectivista del orden (Alexander, 1992).

8 Al fin y al cabo, como aseguran varios autores contemporáneos76 Talcott Parsons,


con su propuesta teórica, aspiraba a encontrar "una senda para devolver la razón a la
cultura y el control individual a la sociedad" (Alexander, 1992: 26). Los valores vienen a
desempeñar un papel crucial en relación a estas intenciones, pues no creyó posible
otorgar al individualismo racionalista, tal como hoy se entiende, y su pariente, el
instrumentalismo político mas pragmático (¡tan en boga!), la fundamentacion de lo

| social pero tampoco a proyectos colectivistas atentatorios del pluralismo y la razón


"subjetiva": teóricamente hablando, nuestro autor intentó un punto medio, un nexo de
compromiso entre orden, pluralismo y subjetividad sin sacrificar ninguna de las partes.
Tal vez su error consistió en suponer integración social de modo automático en base
88 a valores, especialmente porque exageró la capacidad de los mismos para lograr
I consenso: nuestro autor no pudo superar la visión biologicista en antropología legada
de las tradiciones holísticas, las que suscriben apriori una concepción homogénea de la
1 cultura.77
No está en las posibilidades del presente ensayo inventariar lo que actualmente
puede ser resaltante en la discusión teórica sobre la subjetividad entendida esta como
| sentido, sociabilidad, agencia o identidad y su posición frente a la contingencia, la
estructura y el sistema (lo que exigiría, entre otras cosas, cubrir parte de la clásica
| polémica Luhmann-Habermas). Pero es concluyente que, en las posturas generales de
la teoría actual, en su complejidad y diversidad de enfoques, los valores, como parte
8 constitutiva de la dimensión "subjetiva" de lo social, no pueden ya, teóricamente
hablando, cumplir con autosuficiencia la otrora tarea de arraigar y homogeneizar
sentido colectivo. Los valores, al igual que otros conceptos similares de alta
aplicabilidad empírica, como las actitudes, hoy tienden a concebirse como logros o

76 Esta visión de la obra de Parsons la sostienen Jeffrey Alexander y Richard Münch, representantes del
llamado neofundonalismo.
77 Una crítica sustancial a esta ilídta tendenda homogeneizante de la cultura en Archer, 1997: 59-65.
87
constructos asociados a múltiples factores y múltiples problemáticas con dispares
lecturas y no como "hechos" tangibles y unívocos de la cultura. En el caso de los
valores, se trata de un terreno que parece haber perdido la fertilidad pasada y en donde
hoy hay menos interés. Obviamente, sabemos de los antecedentes: sobre esta
depreciación pesan mucho las críticas vehementes que se hicieron en su época a esta
idea- fuerza funcionalista por ejemplo por teóricos críticos como Alvin Gouldner, Wright
Mills y John Rex.
I Esta tendencia se confirma actualmente resultado de una suerte de agotamiento de
la visión armoniosa y global del "objeto" sociológico en donde los valores fueron
engastados, propia de los grandes paradigmas holístico-positivistas. Aunado a ello, el

8 clima intelectual actual trasluce la gran huella que un sentido de época ha marcado en
la producción teórica y que, entre otras cosas, ha hecho que temas como este den paso
a otras preocupaciones. Podría denominarse visión postmoderna. Como se sabe, es
hija de la crisis de los paradigmas en epistemología que coincidió con un escepticismo
general hacia el futuro lo cual generó la desfundamentacion de la metafísica moderna
en todos los órdenes. Recordemos el papel emblemático que jugaron en esto los
"filósofos de la diferencia".

Desde los años ochenta, a partir de este clima, es decir, a partir de la crítica cultural

i de la postmodernidad y la deconstrucción, por un lado, y del relativismo cultural, por


otro, los valores han perdido su sacralidad: han perdido su "eficacia" real como insumo
último del "cemento" que une individuo y sociedad. Por similares razones, hoy también
carecen de la forma de pivote estable y universal atribuible a algún tipo de peldaño en
la escala evolutiva de las sociedades y conductas que los prescribió como faz de una
modernidad espléndida.
| Nuestra posición, en base a la reflexión Parsoniana, consiste en que, de vuelta de la
idea de la total "incommesurabilidad" del sentido; de la total desregulación de las bases
| del orden derivada de los "libres juegos del lenguaje" así como de otros relativismos
caleidoscópicos, creemos que si bien los valores viven ahora mundanamente con
| hombres que pisan tierra, ello no significa que deben desaparecer como indicadores
importantes de fenómenos explicativos y juicios críticos acerca de lo social. Lo que ha
desaparecido es el paradigma axiológicamente marcado en donde se los insertaba.
Hoy en día el estudio de los valores es pertinente en relación con alguna de las tres
claras dimensiones problemáticas referidas a la subjetividad, las que podemos señalar
88
a modo de referencias heurísticas para su correcto tratamiento. Así, los valores serían
otra posibilidad mas en que se manifiesta lo social en tanto parte de un foco de interés
mas amplio que los engloba. Estas dimensiones problemáticas serían:
a) Las competencias y posibilidades de los actores individuales para lograr coherencia y
plausibilidad en la narratividad de sus proyectos biográficos y la noción de sí mismo de
cara a un contexto complejo y situaciones contingentes. Hablamos de la construcción
de identidad con procesos de fuerte individuación en contextos riesgosos y los dilemas
existenciales que estos suponen (Beck, 1998; Giddens, 1997b).78
b) Las posibilidades de sentido compartido (ínter subjetividad) que como marco de
inteligibilidad otorgan facticidad normativa a prácticas y escenarios estructurados y/o
estructurantes incluyendo las instituciones. A nuestro juicio, las propuestas aquí mas
fecundas son las de la antropología cultural y las del construccionismo fenomenología)
(sociología fenomenológica), así como todas las propuestas posteriores influenciadas
por éstas como la etnometodología, la teoría de la estructuración de Giddens y los
problemas de legitimidad en Habermas. Especialmente los valores se conciben como
contenidos de los enormes depósitos de sentido supraordinal para la vida cotidiana que
traslucen los edificios legitimatorios tanto ideológicos como del imaginario socio-
simbólico, digamos, tanto de "lo dado" como de "lo posible"79
c) Las posibilidades de construcción de demandas legítimas y movilización de intereses
que definen proyectos de acción colectiva. Aquí los valores se desempeñan como
insumos de sentido para confirmar las pretensiones de legitimidad de las demandas o
aspiraciones. Aunque la legitimidad de algunas demandas puede verse favorecida por

78 Sobre esto, lo medular para Beck es la actual creciente dificultad de los individuos para decidir su
destino personal "una exístenda autónoma e independiente" insertados en una red cultural global que
estandariza y coacdona sutilmente desde las institudones, el mercado y la publiddad. En las aduales
condiciones los valores asumidos personalmente, por un lado, se agotan en la situación (exceso de
particularismo) y, por el otro, adolecen de lealtad permanente, es decir, deben someterse a la reflexividad
constante de cara a la contingente dinámica social. Hay versiones que apuntan a equilibrar este
panorama en el sentido de vindicar el papel de los valores como pivotes en procesos biográficos e
identitarios como por ejemplo en Taylor, 2006. De todas las versiones, la que mas dará nos parece es la
de De Francisco y Aguiar, 2003.
79 Desde la teoría social especialmente se destacan los trabajos emblemáticos del construccionismo
fenomenológico de Berger y Luckmann, los trabajos de Mary Douglas y Habermas y desde ¡a filosofía
política, los de John Rawls sobre todo a través de su nodón de civilidad pública Ver. Por supuesto se
debe agregar los aportes de la amplia literatura en la que la heterogeneidad y diferencia pasa a ser el
foco de atendón del análisis cultural. Por ello, es de hacer notar que en todos estos aportes, incluso en
los anteriormente mendonados, queda sin sustento la tesis fundonalista de valores generales
consensuados adosados a una concepción homogénea, dominante e "integrada" de la cultura.

89
leyes e instituciones, su esencial y último reconocimiento depende de si es capaz, como
movimiento, de dotar de validez argumentativa sus pretensiones80
Como se sabe, en estos casos, el invocar valores puede ser una estrategia de
influencia si su fin es instrumental pero de cualquier modo el éxito no es la marca
distintiva que permite sustentar la viabilidad de proyectos o movimientos sociales, pues
se hace necesario un compromiso entre prinápios, como ideas, e intereses para
generar credibilidad.81
Esta categorización permite visualizar los modos de situar la temática de los valores
dentro de los focos de interés del análisis actual pero no contesta nuestra pregunta
inicial. Volvemos al autor para desmenuzar su tesis y apuntar a ciertas conclusiones
útiles.

En Parsons, el tema de los valores no tuvo tan amplio desarrollo en relación al


cambio social como a la integración y el orden. Y resulta lógico, por tanto, que de cara
a la acción de movimientos sociales, los desarrollos de la teorización sociológica mas
reciente señalen el vínculo existente entre nuevas demandas de nuevos actores y la
consiguiente revisión reflexiva (la consiguiente puesta en duda) de los esquemas de
valores predominantes. Sin embargo, el problema de la legitimidad de las demandas de
los movimientos sociales no es la única causa para hacer plausible la puesta en
discusión de los valores. En el contexto de la pérdida de los grandes metarelatos de la
modernidad fundante, en un ambiente que promociona la pluralidad y heterogeneidad
de esquemas de mundo, los valores se ven surgir sin la otrora pretensión de validez, o
mejor dicho, de validez universal, para desempeñarse mas bien como marcos de

80 Aquí nos apoyamos en J. Habermas y su teoría de las pretensiones de validez en Habermas 2002,
tomo I, así como, en parte, en el fallido intento de La sociología de la Acción de Alan Jouraine para dar
cuenta del papel de los valores ahora desde una óptica liberadora, ante la cual luce mas acertada la
actual discusión acerca de las luchas por el reconocimiento de las identidades tradicionales, con sus
propios valores, al interior de la situación mundial de la cultura globalizada y los conflictos que ello ha
originado.
81Habermas establece diferencias entre valores como ideas e intereses. Esto constituye insumo básico
para el nacimiento de la radonalidad moderna que puede soportar una reguladón normativa de la lucha
de motivos e intereses. En Habermas, 2002: 251 y s.s. La diferencia entre fines ilocucionarios y
perlocucionarios y parte del análisis de las pretensiones de validez vinculados a la acción estratégica
también son argumentos de Habermas para apoyar la importanda de los valores como prindpios del
sentido de la acdón social proclive a radonalizarse. Ver la misma obra, especialmente el Interludio I pág.
351 y s.s. En Weber encontramos una relación posible entre valores, sobre todo morales, y la causalidad
del éxito histórico de movimientos que impulsan cambios sodales; ver su concepto de afinidades
electivas. Jon Elster relativiza esta reladón hasta situar los valores y normas en un contexto de
conveniencia situacional, esto es, respondiendo a una lógica de cálculo racional, aunque no puramente
egoísta o utilitarista. En Elster, 1997.

90
referencia que buscan sustentar intereses de cara a las posibilidades implícitas que la
I situación particular señala a los actores.
Nótese que estos intereses, regularmente se visualizan enfrentados a otros en un
I terreno pragmático (relaciones "Amigo-enemigo") y por ende toman fuerza asociándose
a identidades particularistas, como por ejemplo, en los casos del resurgimiento de los
H
fundamentalismos étnicos y racistas en occidente. Es por eso que puede afirmarse que
los valores ya no se pueden considerar sólo desde la posibilidad de generar consenso
I social sino que también disenso y aún conflicto. Justamente por ello, es que en "El
político y el científico", ya Weber nos alertaba que los valores son contingentes de cara
1 a la decisión y a sus consecuencias.

| En la importancia que le dio a los valores como vehículos de consenso, Parsons


supuso crucial la inclinación de las motivaciones por la senda de la libertad, es decir, a

| la manera Kantiana, "una libertad que se constituye por el reconocimiento personal de


la vinculación a un orden suprapersonal" (Habermas, 2002:294). Tal como se reconoce

| en la sociología clásica, la institucionalidad hace posible la integración de valores


(supraindividuales) e intereses particulares. Es indiscutible, en nuestro autor, una suerte
de metafísica del individuo "libre" que se hace a sí mismo frente a la contingencia que
suponen los intereses del otro. Habermas dice que es el lastre del enfoque idealista del

| individuo singular, concebido como un solitario y desconectado que programa su


acción, lo que hace tan poco sustentable este planteamiento y que pone en duda su

| idea de consenso (Habermas, 2002: 304).


Ya explicamos antes que, proponiendo la noción de la motivación adecuada,
• Parsons no ve este escollo al señalar que los valores se introducen de entrada en la
conformación psíquica de todo individuo normal y de aquí le atribuye una disposición a
| guiarse, a preferir "libremente" los modos de comportarse según juicios de valor
dispuestos en la cultura. Pero lo que realmente acierta la crítica de Habermas y otros
| como Giddens, es que los valores no son sentidos que existen a modo de "objetos" ya
dispuestos culturalmente sino que requieren construirse o, al menos, validarse,
fl intersubjetivamente. Es decir que llenan una doble condición: por un lado, existen como
parte del orden de sentido sedimentado en tradiciones y, por el otro, de cara a las
aspiraciones o expectativas normalizadas (lo que de alguna manera apunta a intereses)
dentro de las posibilidades de acción institucionales, deben resultar racionales. Por
tanto están sujetos a revisión o incluso confrontación, pero no sobre un piso absoluto de

91
relativismo (Onetto, 1995: 35-36). Al decir esto nos referimos a la idea de que los
I valores que se pretenden validar en las acciones concretas de individuos particulares
deben poderse enlazar a un esquema supraordinal que explique la corrección y
1 adecuación de los criterios de modelos de elección de medios y maneras (normas) y
prioridad de alternativas de esfuerzos, propios y ajenos, en un sentido de plausibilidad,
8
justificación y continuidad.82

1 Tal fuerza confirmatoria vinculada a procesos de identidad justifica la base de


confianza necesaria para la constitución del colectivo (como ámbito de referencia) y la
posible tradición a él adosada.83 Esto puede parecer frágil en la práctica pero es el piso
|
sobre el cual relacionar valores y orden dentro de un clima de libertad. No es

| descabellado afirmar que al comparar ciertas sociedades, aún tomando en cuenta los
relativismos culturales del caso, algunas lucen más capaces que otras para lograr este

i piso.84 Los valores no vienen del aire ni pueden ser sólo tradición; se reconstruyen y
revisan permanentemente. Pero si suponemos que pueden fundamentar acuerdos no

| sólo circunstanciales y provisionales todo el tiempo y justificar acciones regulatorias e


"integrativas" legítimas (Habermas sigue a Parsons), entonces no son una construcción
cualquiera, relativa subjetividad idiosincrásica, cultural, estratégico-individual o
prerreflexiva.85
|
82 Estamos aludiendo a la posibilidad de las convicdones en tanto materia prima de los valores
sustantivos; ellas no surgen por imposidón ni condidonamiento todo el tiempo sino que requieren una

gran dosis de deliberación individual. Se puede apuntar que su sustento son las vivencias y los
sentimientos asociados a ellas. Así, no se puede separar el aspecto racional del afedivo. Estos
componentes parecen estar siempre "adualizándose" en la intersección entre el interés práctico, lo vivido
y las consecuencias y posibilidades futuras por dedsiones pasadas. Justo en este tránsito aparece el
8 Otro y sus influencias. Portante en su forma final de convicción "perdurable" se ve la huella del Otro sin el
cual ésta perdería su fuerza y confirmadón. Onetto, 1995:70; también Montero, 1994.
83 Parsons fue ambivalente con su propuesta de diferendación moderna pues al referirse ai subsistema
B que da cuenta de la integradon, la Comunidad Societal, no descartó elementos que parecen
premodernos, por ejemplo los religiosos. Esto es mas indicativo si tomamos en cuenta la noción de
Mundo de la Vida habermasiano. Ello obviamente se aleja de la tesis central Luhmaniana. Para una
observación crítica del papel de la tradidón en Parsons, ver Cohén y Arato, 2001:152 y S.S.
| 84 La memoria de lo ya vivido parece importante así como la fuerza de ciertos valores cívicos como la
rectitud y la tolerancia al interior de la subjetividad cotidiana. Rawls denomina a este ethos social civilidad
pública que se refiere a la disposición al libre acuerdo en "base a valores políticos compartidos" y que
forman parte del capital político de la sociedad: "Es aquí apropiado el término "capital" porque esas

virtudes se construyen lentamente a lo largo del tiempo y dependen no sólo de las instituciones políticas y
sociales existentes, sino también de las experiendas de los dudadanos en su conjunto y de su
conocimiento público del pasado" Rawls, 2002:162-163.
85 Aquí cabe una crítica tanto a la sociología fenomenológica y algunas metodologías como la
etnográfica que comulgan con principios similares, las que subordinando todo el sentido a formas
prerreflexivas, ignoran el papel de la capaddad deliberativa imposibilitando su revisión y tematización
| (aunque hay versiones que no niegan esta posibilidad); pero igual crítica cabe también a la visión radical
relativista propia del adual pensamiento escéptico, en antropología, que coloca en similar estatuto
92
|
1
Que valores generales producen consenso y conformidad con el orden, por el
1 mecanismo de internalización, puede verse entonces, como una salida un tanto simple
e idealista al problema de la contingencia y en base a esta, la coerción que cierta
condición de la praxis propia de la sociedad moderna impone a las personas. Esta
condición es la que se refiere a la diferencia, inmanente a la modernidad, entre el
I espacio de las reladones "funcionales" o instrumentales, fundada en amplios órdenes
de acción organizada y regulada en base a eficiencia en roles y tareas muy precisas y
I el espacio de la identidad, que en otros términos alude la noción parsoniana de latencia.

8 Nuestro autor no fue mas allá en esto; se trata de la desarticulación entre el momento

en que las personas participan en una situación de relaciones con base impersonal,
orientada por motivos pragmáticos y el momento de la implicación de la continuidad y
1
soportabilidad de su identidad así como su expectativa de sentido de adecuación a sus
esquemas ideales de mundo.86
Esto incluye su autoimagen (sentido de valía) y auto-orientación correspondiente

| dentro de un todo referencial y existencialmente temporalizado. Y es en esta


encrucijada donde Parsons, ve a la cultura y, especialmente, a los valores como los
mediadores que acortan este distanciamiento. Justamente la importancia de la
problematicidad de los valores (Habermas,2002, tomo II: 313-334) es que si son

| capaces o no de articular estas esferas, saldar su contradicción y cómo de allí se puede


lograr confirmar en los hechos el que ciertos valores sean comunes y en común

| minimicen la angustia en las particulares lecturas, intereses en liza, lealtades en


competencia87 y hábitos del mundo compartido (o no) y posible. Parsons lo dejó muy
8
• bien planteado pero no dio una solución satisfactoria. En este sentido algunas
observaciones son pertinentes y las tratamos a continuación para intentar ciertas
conclusiones.

cualquier tipo de valor. Para una muy acertada crítica al relativismo cultural dominante frente al problema
I de los valores ver: Nussbaum, 2002: 76-88; también Camps en Giner y Scartezzini,1996:137-153.
86 Parte de la reflexión adual sobre la lógica de la modernidad, su poder de coacción sobre la libertad
individual a través de una praxis formalizada y la defensa de la informalidad, dan cuenta de esta tensión.

| Similar problemática inspiró las más importantes reflexiones desde una postura crítica o de izquierda
sobre la alienación, desarraigo o soledad del hombre moderno en la sociedad de masas, por ejemplo, en
Marcuse, Fromm, Riesman, Bell, Sennett, entre otros.
87 Con esta noción de lealtad, Parsons da cuenta de que en el desempeño de roles, dentro de una
sociedad compleja, moderna, cada individuo puede presentar compromisos contradictorios. Pero estas
tensiones resultantes se resuelven, creía, con una selecdón radonal esto es alentando la forma moral
individual de cara a las responsabilidades asumidas frente a¡ coiectivo. E¡ liderazgo morai y el
consecuente prestigio colaboran en esto. Parsons, 1974: 22-23. Merton nunca creyó en soluciones tan
simples. Ver su tratamiento de conduda desviada.
93
8

I
Valores para la integración
Vamos a dejar sentadas dudas y consideraciones acerca de esta cuestión sólo a
I modo de planteamientos iniciales. Es un terreno especulativo y muy discutible. Así
mismo no se pretende la exhaustividad.
En los hechos, los valores deben, entre otras orientaciones, servir de guía a la
acción de las personas reales. Son modelos que obran como selectores de
I
significatividad, traducibles a priorizar y decidir sobre maneras y hábitos para enfrentar y
asumir dificultades, dudas del diario vivir. No pueden ser del todo prerreflexivos, es
I
decir, todo el tiempo, especialmente cuando se trata de situaciones donde hay mucho
futuro en juego. Para que sean efectivos al regir los comportamientos reales, en cada
individuo, debe haber un convencimiento de que ese valor, que norma su decisión y
maneras personales, esta justificado racionalmente, es decir, que representa la mejor
opción en términos de maximizar la gratificación y seguridad interior (cualquiera sea su

I naturaleza) dadas las circunstancias, experiencias y consecuencias potenciales.88 La


implicada autonomía moral que esto supone, involucra toda la identidad del individuo y
por esta vía prepara su disposición al esfuerzo de rol. Otro modo de decirlo es la
templanza de carácter necesaria para asumir compromisos guiados moralmente, lo cual

1 era el argumento axiológico preferido de nuestro autor: fue esto lo que quiso decir, con
toda la crítica que cabe, su planteamiento del modelo ideal de individuos que
"internalizan valores" hasta convertirse en necesidades-disposiciones de su libérrima
motivación personal. Lo que no necesariamente termina en "idiotas culturales" como se
ha querido ver.
1
Sin embargo, para muchos, la teoría de la socialización (internalización de valores y
1 normas) de Parsons ha perdido toda vigencia (Altamirano, 2002: 219). Esta afirmación
debe relativizarse. Hoy se advierten muchos factores que hacen que el proceso de
internalización varíe y lo que quizá haya sido mas cuestionado del modelo simple e
ideal de Parsons es la posibilidad de enlazar los valores y normas que dan cuenta de la
I concepción y representación del sí mismo con valores y normas llamadas de ejecución

88 No en vano, Parsons, siguiendo a Kant, reiteró la observadón de que los mismos correspondieran a
una intrínsecamente moderna tendenda hada la autonomía moral del individuo. Luhmann ve Ja reladón
entre autonomía, moral e integradon como una ilusión que permanece sólo como resabio de la
semántica premodema del sujeto, la cual descalifica. Ver Luhmann , 1998.

94

|
I
y de distribución. Estos son los que dan cuenta de las "extemalidades de la acción"89 Si
este recurso de la internalización parece inviable y desaparece su eficacia, la
posibilidad de que cieña sociedad cuente con individuos apeñrechados de valores
I morales se tambalea teóricamente. Esto puede ser aclarado a través de una pregunta
central a la que nuestro autor, sin este recurso, ya no podría responder: ¿de qué modo
1 pueden los individuos ganar convencimiento de la necesidad de una catadura moral

I para sí mismos en una sociedad que les plantea lealtades contradictorias (tensiones
entre roles) y que se caracteriza por la competitividad de intereses pragmáticos? Es
decir, ¿cómo puede realizarse la posibilidad de que identidades con fuerte raigambre en
1
valores puedan lograr motivarse responsablemente (moralmente) en torno a una
voluntad colectiva hacia el bien común si tienen ante sus narices toda suerte de

incertidumbre nacida de la tensiones entre intereses que compiten, no guiados


precisamente por valores "últimos" sino por una lógica instrumental "institucionalizada"?

La comunidad societaria y los valores


Al buscar respuesta a estas cuestiones, vale saber cómo visualizó nuestro autor la
posibilidad y necesidad de integración social guiada por valores (sustantivos) para la
consecución de un orden autónomo, a la manera de las democracias modernas. Esto

I quedó planteado con su concepto de comunidad societaria. "Al subsistema de


integración de una sociedad lo denominaremos comunidad societaria (...) Es posible

I que la función mas general de la comunidad societaria sea la articulación de un sistema


de normas con una organización colectiva que presente unidad y cohesión" (Parsons,

I 1974b: 21). El elemento esencial de su existencia debe ser el compromiso moral hacia
la colectividad como un todo movido por intereses generalizares que representan el
1
QQ
Es la orientación moral elemental para la convivenda sodal, o sea, son los valores y normas, a estos
asociados, que dan cuenta de la responsabilidad de las personas en cuanto a sus "propias acciones
I afedando a otras personas también". En esto, la teoría de la internalización resulta hoy mucho mas
condicionada a otros fadores.fTherborn, 1999). Para la consecución de estos valores, los mas
necesarios para la convivencia y la integradon social, mas allá del simple modelo de Parsons, se requiere
1 vincular estrechamente lo trascendente y lo inmanente en un espado simbólico de referencia general; es
decir, para que ellos tengan real anclaje sodal, deben asegurarse desde la concepción del sí mismo
(moralidad privada en base a identidad) en una serie de hábitos de comportamientos visibles (públicos,
"externos") que respondan al sentido del deber (no impuesto sino racional y co-responsablemente
asumido). Es así como valores como el respeto a la vida, el derecho en justicia, la solidaridad, la
propiedad y la libertad personal deben contar con normas morales correspondientes, precisas, de
aplicación situacional (cotidianas) que generen confianza y mutua observancia para afianzarlos en
reladones abiertas, tales como la honestidad, la reciprocidad, el trato justo y el cumplimiento de los
compromisos. VerFukuyama, 1997: 34-37. También Etzioni, 1999: 64-67.

95

1
1
bien común; la motivación correspondiente es consciente y activa: esta idea del bien
común, en este caso, propositiva e ideacional, se expresa como pertenencia y como
defensa activa de esa pertenencia. Es activa en tanto deliberada, libérrima: a eso se
I refiere nuestro autor con el carácter voluntario de la asociatividad moderna.

Obviamente, implica un lazo de responsabilidad compartida (Etzioni,1999: 139). El


I vínculo entre personalidad (individuo) y sistema social se hace patente en la condición
de miembro y es la base para la integración (más allá de la esfera política). Y he aquí
I una clave: la integración a la que se da tanta importancia, no es capricho del autor,
significa que es concebida como una necesidad evolutiva; la sociedad que se llega a
I diferenciar de su ambiente, logra ser "sistema" en la misma medida de su autonomía. El
pertenecer y el ser partícipe en el perfeccionamiento colectivo implica asumir una muy
|
moderna concepción de autodeterminación.90

| Tan pronto Parsons concibe la importancia de la comunidad societaria, parece


percatarse de su dificultoso establecimiento real, tanto que dedica 5 de 8 capítulos del
texto "El sistema de las sociedades modernas" a su posible consolidación y
fortalecimiento teórico. En todo caso, parece apostarlo todo al tipo de lealtad, es decir a
estar en disposición de asumir compromisos morales con la colectividad a la que se
pertenece91 Así se refiere a su noción de lealtad: "La lealtad es la disposición para
responder a los llamamientos "justificados" adecuadamente en nombre de la necesidad
o el interés colectivo o "público" (Parsons, 1974b:22). Es notoria aquí la palabra

| "justificados" pues se trata de un problema justamente moral y no coactivo (ni mucho

| 90 Parsons parece suponer inmanente el concepto básico de soberanía entendida como


autodeterminación de una sociedad nacional. Tal soberanía no debe confundirse con la soberanía del
Estado; nuestro autor es férreo defensor de que, en el caso de la Comunidad societal, esta se
independiza (diferenda) de aquél controlando su poder. Su adhesión a esta idea queda confirmada
teóricamente pues en términos de su explicación, una visión axiológica liberal y cibernética se fusionan.
La sociedad estable funciona como un sistema auto reproductivo y autorregulado: se trata de que cierta
forma social, país/nación y su ciudadanía, "resuelva" sus propios asuntos. De tres condiciones que
| menciona para lograrlo, el factor integrativo es el mas importante "Una sociedad solamente podrá ser
autosuficiente hasta el punto en que por lo general pueda "contar" con realizaciones de sus miembros
que "contribuyan'' adecuadamente al funcionamiento societario.(...) no podríamos decir que una sociedad
| es autosufidente si una abrumadora mayoría de sus miembros estuviera "enajenada" (Parsons,
1974b:18)
91 Por coledividad, nuestro autor se refiere, en este caso, no sólo a la nadón, sino a todos Josámbitos de
actividad institucionalizados, privados y públicos, al que las personas pertenecen en calidad de
miembros, por ejemplo, la familia, comunidades religiosas, gremiales, profesionales, artísticas,
empresariales, etc. Por tratarse de una condidón adquirida moderna, no se contempla en esta noción de
lealtad, el compromiso tipo adscriptivo tradicional como el caso de etnias, castas, etc. Sin embargo se ha
criticado a Parsons, en esta noción de lealtad, cierto sesgo de tradicionalismo no moderno. Así mismo,
pero de modo mas acusado, con su nodón de influencia. Ver Cohén y Arato, 2000:164-165.

96

|
I

menos represivo): por lo mismo, el compromiso a tales llamamientos no se reduce ni a


un interés particular inmediato individual ni a una imposición de fuerza sino a la lógica
de la voluntad colectiva consensuada por medio de valores (morales). Lo crucial es que
n
tal disposición no obedece a circunstancias emotivas ni a reacciones espontáneas;
entronca y bebe de una fuente: la que nuestro autor llamó la legitimación cultural del
orden normativo.

Quizás Parsons estaba dando respuesta, justamente, a la más arriba señalada


|
dificultad de las personas en establecer correspondencia entre las esferas prácticas

1 inmediatas individualizadas, los "esfuerzos por la supervivencia" y las ideacionales o


representacionales así como de identidad adosadas a estas, es decir, la autopercepción
moral dentro de un "mundo de vida"92 Así, la legitimidad descansaría en la motivación
personal a regirse por valores en cada decisión diaria, en la manera en que el individuo
lograría hacer la conexión significativa entre su "pequeño mundo" y las condiciones de
interés generalizares (totalidad social), antes que nada concibiendo ésta como un
referente moral-racional desde la propia convicción individual:

"La lealtad a la comunidad societaria debe ocupar una posición elevada en cualquier
jerarquía de lealtades estable y por tanto, es cuestión de primordial interés para la
sociedad; sin embargo, no ocupa el lugar mas elevado de la jerarquía. Hemos
| realzado la importancia de la legitimación cultural del orden normativo de una
sociedad, debido a que ocupa una posición de orden superior. Funciona en el primer
caso por medio de la institucionalización de un sistema de valores que es parte tanto
8 del sistema societario como del cultural. Entonces sus subvalores, que son
especificaciones de los patrones generales de valores, se convierten en partes de
cualquier norma concreta que se integre dentro del orden legítimo. El sistema de
| normas que rige las lealtades debe incluir los derechos y obligaciones de varias
colectividades y sus miembros, no sólo entre si, sino también con las bases de
legitimación del orden como un todo" (Parsons, 1974b: 23-24)93
rail

1 A continuación el autor hace referencia a la idea de que en una sociedad diferenciada y

1 estratificada, los entes mediadores ideales son las personas que hacen de líderes
usando su posición-estatus (prestigio) para desarrollar influendas (Parsons, 1974b:24).

I La influencia no la ve en el sentido común del término, al que no es casual que estemos


acostumbrados, como "manejos de poder tras bambalinas" sino como un efecto de

| 92 Hacemos aquí uso muy licencioso del enfoque que Habermas dio a la noción "mundo de la vida" sólo
con fines didácticos, seguros que con otras formas y nombres los sociólogos clásicos ya la reconocían,
también nuestro autor.
8 93 Esta esperada supremacía de la "condénela" individual que representa el interés coledivo tiene
teóricamente su mas lograda explicación en la noción del Otro yo generalizado de George Mead. Ver

97
|
n
persuasión para despertar el compromiso en aras de una "inteligente" inclinación a
I fomentar el "interés de la colectividad y su mutua solidaridad".
A sabiendas que la influencia es fácilmente corruptible94 supone que el prestigio
8
8 asegura el control, presumiendo en él una base moral, adquirida por la trayectoria del
individuo, que sólo se confirma externa, públicamente. En todo caso apela a un nivel de
1 buena fe en que los beneficios resultantes serán para el bien de todos. Esta idea de la
influencia como vehículo para ampliar una conciencia moral colectiva, se percibe muy
8
débil teóricamente ¡y bastante alejada de la realidad!
Mas allá de las formas específicas, nuestro autor nos convence de la necesidad y
1 posibilidad fundamental de promover una sociedad civil activa que se consolide acorde

| al fomento de una ética cívica, aunque él no la llame de este modo: Parsons piensa que
la piedra angular de la integración social depende de que las pequeñas lealtades y
compromisos micros se articulen a la persecución y defensa de intereses generalizares
I (Parsons, 1974b, Cap.6) de una manera corresponsable,95 es decir, generadora de
confianza en las instituciones y en las reglas del juego limpio, legítimas. Aquí reside el
argumento por el cual prestamos atención al tratamiento de Parsons a estas
cuestiones: Parsons fomenta una necesidad "motivacional" que en nosotros,
latinoamericanos, es crucial, a saber: una cruzada cívica en defensa de los valores e
instituciones democráticas donde ciudadano se asuma como competencia en derechos
I
|
94 "La influenda puede también cambiarse por otros medios generalizados como el dinero o el poder"
I Parsons, 1974b:25
95 Es muy importante y atinado ver que para el autor, un sentido de responsabilidad cívica es siempre
compartido y por tanto es moral: "A nivel cultural, el aspedo pertinente de los valores es el que
normalmente denominamos moral; se ocupa de la evaluación de los objetos de la experienda en el
I contexto de las relaciones sociales. Un acto moral aplica un valor cultural en una situación social e
implica una interacción con otros adores; como cuestión de interacdón, debe incluir normas que liquen
recíprocamente a los actores." (Parsons, 1974b: 26.EI subrayado es nuestro). Coleman advirtió estas
8 normas morales en su análisis sobre las "externalidades de la acción". Citado por Therborn, 1999. Etzioni
i es muy acertado en cuanto al vacío actual de comprensión sobre el tema de la responsabilidad cívica,
cuando de defender derechos (¡y beneficios!) se trata: "Hay individualistas que no sólo defienden los
derechos individuales, sino que se oponen activamente a cualquier noción de responsabilidad social
I porque, sostienen, podría socavar las libertades individuales" (Etzioni, 1999:64). En nuestra tradición
político-cultural esto no es raro sino normal: las élites poderosas de siempre aplican "la ley del embudo"
es decir una ofensiva asimetría entre benefidos y sacrifidos en comparación a los exigidos para los
sectores mayoritarios de la pobladón. También Rawls insiste en la observancia de esta relación entre
derechos y responsabilidad para lo que llama el libre acuerdo político. Rawls, 2002:162. No deja de
sorprender que Luhmann una vez que reduce la condición moral a un código binario de
aprecio/desprecio, considere el problema de la responsabilidad en la acdón colectiva, tematizado en
términos morales o éticos, como inútil y falaz. Ver Luhmann,1998 Cáp.9

98
8
y deberes de convivencia, integrados a ideales de virtud, a un ethos universalizable de
"buen ciudadano"96
¿Es esto posible? ¿De que depende la posibilidad de esta necesaria Jegitimación
cultural del orden normativo? ¿Es sólo una cuestión de "formación" en cultura de
valores? ¿Por qué esta voluntad por activar las virtudes cívicas luce tan endeble sino
inexistente en las personas reales actualmente? (Por cierto, hoy se sabe que la marca
fuertemente axiologica de la propuesta de nuestro autor se debe a que buscaba una
salida liberal al fenómeno del individualismo y apatía excesivos que desintegraba
especialmente a los E.E.U.U.)97
La respuesta arrastra otras cuestiones pertinentes y simples que, por cierto, nuestro
autor no respondió satisfactoriamente: ¿es aceptable que ciertos ciudadanos se
comprometan a asumir sus virtudes (responsabilidades) cívicas, a actuar en base a
valores y otros no lo hagan? ¿Hay razones para ello? Y otra: ¿puede, luego de haberse
dado esta lealtad a valores, desaparecer como interés y disposición "motivacional" del
ciudadano medio, simple y anónimo? Si se pierde ¿de qué depende?
Primero. Es importante que la Ley tenga, de hecho, "validez normativa"; que
sancione en situaciones de incumplimiento y con ello "recuerde" a los ciudadanos sus
obligaciones de "buenos ciudadanos". La Ley debe cumplir su función de disuasión de
conductas infractoras y de coacción ante la evasión de responsabilidades y deber moral
(Parsons, 1974b:26). Es decir, la Ley sirve entre otras cosas para evitar que en un clima
de impunidad y corrupción generalizadas, la virtud cívica se vuelva imposible.98

La legitimación cultural del orden normativo, requisito básico de integradon social y de autosuficiencia
de la sociedad, no descansa en un consenso por simple obediencia o conformidad como se ha querido
I endilgar al autor; descansa en la formadón de un "voluntariado" público (sociedad dvil) de lealtades a
referentes (representaciones) de "buena sociedad" dirigida por valores morales difusos y
universalizables, o sea, demostrados en la prédica cotidiana de todos los ciudadanos, mas allá de sus
intereses de corto plazo: "Las bases de la legitimadón cultural trasdenden las contingencias diredas de
influencias, interés y solidaridad y tienen sus raíces, al nivel societario, en los compromisos de valor. En
contraste con la lealtad a las colectividades, la marca distintiva de un compromiso de valor es una mayor
independencia de consideraciones de costos, ventajas o desventajas relativas y exigencias sociales o
ambientales para cumplir con sus obligadones. La violación de un compromiso se define como ilegítima:
su satisfacdón o incumplimiento es una cuestión de honor o conciencia y no puede dejar de cumplirse sin
deshonor y/o culpabilidad" (Parsons, 1974b:25). Para el caso social y político latinoamericano
dramáticamente pervertido en los términos opuestos a este ideal, ver. Giróla, 1995.
97 Citamos de memoria.
98 Aunque para Elster, la corrupdón y oportunismo pueden ocasionalmente suplir defidencias en el
fundonamiento social legítimo, finalmente concluye que tolerar cierta corrupción constituye un peligro
potencial que puede "desplomar toda la fábrica de la sodedad". Elster,1997: 298-308. Nuestro autor fue
muy consciente de ello.
oo

|
n
Segundo: Se deben asegurar, con una base consensual, la inclusión y la equidad
social crecientes. Ambos elementos parecen ser importantes para nuestro autor. El
primero parece obvio. Sin embargo es de destacar algunos condicionales para precisar
I su consecución eficaz e institucional: Por un lado la Ley, no puede ser de inspiración
religiosa ni totalmente "moralista", sin embargo debe poseer "un respaldo moral" de la
I comunidad societaria: se trata de la correspondencia entre Ley y valores legítimos del

8 "mundo de la vida" que no pueden separarse; en este sentido el fortalecimiento moral


de la comunidad societaria (sociedad civil) sirve de escudo "legitimante" contra los
posibles abusos de poder del gobierno, si este, al manejar la ley no confirmase los
1 valores racionales universalizables encarnados en la comunidad.99
Por otro lado, las normas u obligaciones de Ley se formulan de modo que no pueden
imponer su legitimidad sobre la restricción de "definición de ciertos actos específicos,

I debido a que los actores necesitan cierto margen para ejercer una discreción
considerable, con el fin de poder aplicar sus valores en diversas circunstancias". Se
trata de cierta holgura de acción asociativa y de interés para fomentar la iniciativa y la
deliberación dentro de los márgenes de generalización legal: la ley moderna reside en

8 el individuo responsable y por tanto, a la "legitimación cultural" en base a valores


morales le basta con "poder regular eficientemente las acciones sociales sin depender

| de prohibiciones particulares" (Parsons, 1974b:26). Esto se explica porque a mayor


complejidad y diferenciación, dice nuestro autor, los valores de referencia deben ser
más abstractos y universales para permitir la integración. Sin embargo, tal margen de
tolerancia, justamente dependerá del buen uso de la libeñad en democracia, del nivel
de compromiso moral con que se acepten de modo realista las condiciones mutuas y
I
responsabilidades de la acción colectiva (Parsons, 1974b:25).100

8
Esto induye, así lo expresa el autor, la desobediencia dvil en casos extremos de deslegitimidad.
8 100 Ya hemosadvertido antes que el compromiso moral para un orden satisfadorio, para el "buen uso" de
la libertad en democracia, implica condicionales a las libertades personales. Pero por ser tan urgente
para nuestra realidad, es preciso recalcado ante su negación promovida a escala global por parte de la
visión de "la libertad" individual sin responsabilidad, propia del individualismo versión neoliberal y del
discurso del llamado "pensamiento único". Es la llamada tesis de la "autonomía ilimitada", punta de lanza
de la ideología de expansión capitalista que se trata de imponer como "natural" en el mundo globalizado
actual. Más allá de esto, tal confrontadón ha sido provechosa para generar reflexiones sobre el papel de
la ciudadanía en modelos políticos liberales tardomodemos. Ver: Etzioni, 1999; Hinkelammert, 2006; Boff,
2001 y Cruz, 1999.

100
Cuando la ilegalidad y las insatisfacciones cuentan: los valores no crean
cohesión sin una visible reciprocidad en su asunción práctica.
Lo anterior nos lleva al segundo factor importante: el de la equidad e inclusión. Es
condición que se demanda crecientemente y que puede considerarse muy actual para
nuestra realidad latinoamericana. Nuestro autor nos muestra, aunque con cierta timidez,
I la idea de que bajo ciertas condiciones de exclusión e inequidad, así como de trato
injusto, los valores se vuelven insuficientes para la integración. Podríamos preguntarle
8
al autor para ver si su respuesta nos satisface: mientras un sistema social, incluido su
soporte legal y penal, tome decisiones que profundicen la separación entre "ciudadanos
de primera" y "de segunda", ¿podrá contar con valores para fortalecer la condición
cívico-moral necesaria para fomentar la paz y la integración?
Parsons señala que la diferencia entre la revolución industrial inicial y la revolución
democrática actual consiste en que en aquella los valores fundamentales hacían
hincapié en "la prosecución de los intereses propios por los individuos"; que en aquella,
el sistema de valores enlazaba las oportunidades a la capacidad innata para competir,
en cambio en esta, el rasgo característico es la "ideología de la igualdad política entre
los ciudadanos" (Parsons, 1974b: 123). Como ha quedado planteado en debates
actuales en nuestro contexto, se trata de la delicada relación entre identidad (como
ciudadano) e inclusión social. Nuestro autor lo señala cuando habla de la necesidad de
que el sistema social (incluye la esfera política) se ocupe de la condición de ciudadanía
asumida como miembro y reconocida legítimamente.
De acuerdo a valores universalizables propios de las democracias modernas,

| quedan deslegitimados los particulares privilegios fundados en raza, etnia, sexo,


religión o condición socio-económica. El advierte, muy perspicaz pero con mucha
n8 prudencia, la amenaza latente que significa el que las mayorías perciban que sus
gobernantes, y la manera en que aplican la ley, beneficien a unos pocos y excluyan a
I las mayorías.101 Parsons se apresura a responder a la izquierda que la carga
desintegradora de esta tendencia no debe entenderse como producto de antagonismos
8 de clase ni causada por la explotación en el sentido marxista, sino en el carácter
"simbólico" de la exclusión puesto que las condiciones reales para las mayorías
|
101 Por supuesto, en este punto nuestro autor, por su indinación ideológica, jamás reconocerá que esta
no es mera circunstancia o peligro inusitado sino que, según dertos autores, se ha considerado la
contradicción esencial del capitalismo. Ver Habermas, 1998.

101
trabajadoras son de una clara creciente mejora en la calidad de vida y acceso al
confort:

"La visión mas antigua de esos problemas realza la privación "absoluta", la mala
nutrición, las enfermedades, etc. Sin embargo los científicos sociales tienen cada vez
más la convicción de que la privación relativa resulta más importante, o sea que lo
que "duele" más es el sentimiento de exclusión de la participación total en la
comunidad societaria" (Parsons, 1974b:146)102

Luego admite que, sin embargo, "subsiste la sensación penetrante de que los grupos
que gozan de ventajas especia/es utilizan ilegítimamente su posición para fomentar sus
propios intereses a expensas del interés común" (Parsons, 1974b:146.el subrayado es
nuestro). Finalmente Parsons reconoce la compleja tensión entre las crecientes
demandas de inclusión y los imperativos funcionales de la "economía eficiente". Pero
deja de aclarar, o mejor, de encarar, cuestiones cruciales relativas a la lógica de la
inequidad que se apoya en formas ocultas de dominación, "normales" en la mayoría de
las democracias occidentales.

Simplificando las cosas, advertimos que en definitiva, la pobreza, la exclusión y la


minusvalía frente a cualquier abuso asociado a desigualdad, imposibilita formarse el
"carácter" necesario (motivación) para guiarse por valores universalizables, (la
conciencia del "ciudadano activo"), puesto que esa misma condición los desmiente y

I entonces se vuelven contra sí mismos, deslegitimando el todo referencial. Más aún, los
valores morales, ya nos lo dijo nuestro autor, implican normas que ligan recíprocamente
a los actores: para que se validen aquellos se deben cumplir éstas. Surgen fuertes
dudas al pensar si en la esfera de los hechos tal reciprocidad normativa tiende a

1 cumplirse en un sistema competitivo, donde el valor predominante es el lucro egoísta,


eficieníista y de fuertes controles impersonales, amén de las sutiles y encubiertas
formas de poder y dominación que reproducen desigualdades: lo obvio parece lo
contrario, la tendencia es a la creciente indiferencia o impotencia ante los asuntos
| públicos (Sennett, 1989), más marcada cuando se trata el tema del bien común que
pasa por la mejora en la calidad de vida de todos.103
Tampoco esta indiferencia da respuesta a los requerimientos de fortalecer
moralmente a la comunidad societaria, como advirtió en su época Tocqueville.

102 Obviamente no es este el caso para América Latina, donde todavía no se ha superado la "privación
absoluta" o sea, hambre, desempleo, enfermedad, inseguridad sodal, etc.
103 Esto se ha puesto de relieve con mucha daridad en nuestro contexto latinoamericano con la noción de
fatalismo ó desesperanza aprendida.

102
Habermas ha señalado, por ejemplo, que esta incongruencia entre modelo propositivo y
realidad, creciente en la sociedad actual, no puede ya recomponerse y se hace tan
patente en la percepción cotidiana que se puede hablar de una "crisis de motivación y
de legitimidad" generalizadas104 Otra manera de decirlo es que la validez de normas y
valores morales necesaria para generar integración, no se cumple sólo por falta de
disposiciones motivacionales o pautas culturales consistentes; sino porque, no se
constata en los hechos (institucionalidad), el cumplimiento de esa condición básica de
reciprocidad normativa, que les es inmanente, en los derechos, obligaciones y
oportunidades a todos los ciudadanos por igual (Therbom, 1999).105 Sólo en caso de
cumplirse, se vuelve plausible el reconocimiento mutuo necesario para que puedan
confirmarse, en las identidades de miembro, los valores morales con que se espera
respondan éstos a tal condición.
Parece recurrente que en ninguna sociedad, una élite que, invocando valores
relativos al "bien común" o "interés general", los utilice como artimaña para perpetuarse
en el poder, excluyendo al resto, puede, a la larga, esperar obediencia legítima.
Parsons mismo alertó sobre esto en su noción de la deflación del poder, señalando
que se trata de un decaimiento de la confianza*06 En consonancia con su objetivo de
integrar intereses diversos dentro del orden democrático, este término confianza tiene la

1 utilidad de mostrar que los valores generalizables toman cuerpo sobre una base de
consenso "tácito" basado en la credibilidad de las "intenciones" de compromiso tanto de
los entes decisorios (autoridad y gobierno) así como de las personas entre sí. Se

104 Es el caso de Merton y de Habermas. El primero con sus causasy modos de adaptación a la anomia y
el segundo con la tensión entre integración sistémica e integración social. Ver.
105 Therbom señala una correlación entre la validez de normas y valores y la "visibilidad" de su
cumplimiento en el medio, la redproddad que hemos venido mendonando. Ello implica diversos grados

I de homogeneidad (cohesión) lo que influye poderosamente en la disposidón a cumplirlos: "Con el tiempo


también es posible que aparezcan efedos indiredos sobre la conducta de los adores que han
internalizado las normas, vía efedos de la homogeneidad del medio. Si yo veo a muchas personas
transgredir las normas vigentes sin consecuendas negativas para ellas, es probable que me lleve a mí y
a otros como yo, a preguntamos si vale la pena continuar observando (a norma. La respuesta a esta
pregunta no esta determinada, pero es probable que algunos de nosotros la contestemos en forma
negativa". La misma necesaria redproddad en su cumplimiento aplica, exadamente, para el caso de los
valores, pues aquellas son expresiones de éstos.
106 Aunque eJ tratamiento deJ factor Poder por Parsons deja muchas dudas por una visión sesgada e
idealizada "funcionalmente", hay elementos que significan un gran paso adelante al modelo anterior
prevaleciente. Tomamos de él la acertada relevanda que da a la confianza como elemento básico para
fortalecer la integración vía valores. Ver Parsons, 1966. Fukuyama lo trata brillantemente; para él la
erosión creciente de la confianza en varios niveles es determinante en el adual hiperdesarrollo de rasgos
anómicos, como la delincuencia y corrupdón, en las otrora sociedades modelo. En Fukuyama, 1997. Ni
que decir sobre la contundencia eruptiva con que se presenta esta patología en nuestro medio, sobre
Esi todo de cara a las instituciones (Giróla, 1996).

103
creería que los entes de autoridad traducen y sienten las necesidades de las mayorías
y responden en su prioridad ajustándose a valores. De modo similar las personas
esperan, en sus relaciones en contextos inmediatos, cumplimiento de la palabra o el
compromiso asumido entre ambas partes, pues ello mostraría su adhesión a valores.
Esta es una vieja referencia axiologica que viene de Durkheim con su noción de
conciencia colectiva; es un magma de interés y compromiso que se cultiva personal y
mutuamente y se entiende que por su naturaleza, en jerga actual, se soporta en el
imaginario colectivo de modo fenomenológicamente "autoevidente" (intersubjetivo); son
reglas de reciprocidad no explícitas de convivencia y forman parte de la "inmanencia"
del sentido común: Durkheim la llamó "la parte no contractual de los contratos". Para
nuestro autor, y esto es importante, en esta credibilidad reside la solución al potencial
conflicto de intereses o al menos de su manejabilidad.107
Es necesario advertir que estos tratamientos contienen un elemento de idealismo o
quizás ingenuidad que estriba en que Parsons esta partiendo de individuos que él
supone conscientes de sus intereses y esto no siempre se cumple: muchos grupos y
poblaciones son manipulados y engañados muchas veces, e incluso, es lugar común
escuchar que las mayorías de los electores han sido de nuevo "defraudados" por
quienes prometieron el "bien común".108 Parsons busca la solución última al problema

107 Parsons no hizo, como autores mas redentes, exámenes precisos ejemplificados empíricamente
sobre esta necesaria redproddad para generar confianza pero nos dejó su axiomática noción de
complementaridad de expectativas ego-alter anteriormente explicada. Al enfrentar los problemas
empíricos destacó las ideas de compromisos de valor e influencia..Esta última parece ser su modo de
mencionar la confianza necesaria para, sin coacción, generar y lograr partidpación en acciones
comprometidas conforme a valores: así dice que "La aplicadón típica de la influencia está en la
persuasión para entrar en una relación contractual de "buena fe". Igualmente importante es su
tratamiento de la responsabilidad de los líderes públicos o políticos. (Parsons, 1974b: 24, 151). Se debe
advertir que si bien la desaparición de la confianza en contextos inmediatos y reladones personales
"domésticas" implica la misma carga de malestar y consiguiente desmotivadón (esceptidsmo, poca
credibilidad en el otro, ruptura de los acuerdos y normas) que en el ámbito macro-político, en aquel caso
se activan sanciones interadivas que pueden revertir el efedo de modo que es de esperar que las
competencias de actores comunes basten para "saldar cuentas" y hacer la situación manejable; pero si
estos modos de abuso, fraude o trato injusto prosperan contando con la anuencia propia de una
autoridad pública y/o política débil, inefidente o pardalizada, se "naturalizan" y multiplican
peligrosamente. Ello es fuente permanente de litigios y conflidos no resueltos, propios de un estado
irreversible de deslegitimidad e ingobemabilidad (anomia) que da al traste con el papel orientador de los
valores. Ver Fukuyama, 1997 y Dahrendorf, 1994.
108 Es interesante observar cómo corrientes teóricas como el Interacdonismo simbólico, parecen
desestimar la carga corrosiva que para la confianza y el orden pueden tener pautas de comportamiento
social como la deshonestidad, el engaño y la simulación. Induso desde sus premisas teóricas, tales
comportamientos pueden verse como naturales y positivamente aceptables, pues forman parte de \a
"definición de la situación". Hay que hacer la salvedad de la propuesta de Mead, que parece ser la única
de esta escuela que propone una idea de orden moral. No parece casual que el pragmatismo, y su
consecuente relativismo, en todos sus órdenes, haya irrumpido en el panorama inteledual reciente a la

104
de la confianza, y con ella, la legitimidad e integración, en el plano psicológico o de
orden cultural "externo", esquivando el problema de las luchas y conflictos en términos
de poder. Olvida el hecho obvio de que en general, antes y a Ja par de los valores
generalizables están los intereses particulares, y con estos, la manipulación y el engaño
además de la coerción como medios para mantener las ventajas de ciertos grupos o
personas dentro de un orden de dominación que se presenta como "legítimo".
De tal modo la desconfianza no es, en todos los casos, señal de una "desviación"
funcional producto de una "motivación" inadecuada propia de grupos culturalmente
atrasados, fracasados o inadaptados, sino una forma de respuesta normal y muy
generalizada ante hechos injustificables de la actuación política y de ciertas
"naturalizadas" relaciones personales de dominación (Giddens, 1997c:224). Lo mismo,
siguiendo a Habermas, puede entenderse como la instalación de la crisis de legitimidad
en el núcleo del mundo de la vida (Habermas, 1998).109 Por otro lado, Parsons olvida
que los valores prevalecientes en una sociedad no son en muchos casos, comprobados
históricamente, el producto de un consenso de ciudadanos "libres" que han pensado
sobre sí mismos y los otros en términos morales sino que son impuestos por diversos
mecanismos de fuerza y/o manipulación ideológica110; sólo en un segundo momento
surgen las formas legitimantes (Giddens,1997c:228)111
En las democracias modelo, las instituciones, sobre todo las de servicio social y
control del fraude y la delincuencia, representan la posibilidad de ampliar la inclusión,
asegurar servicios, volver funcionales las normas legales, proteger a las personas y de
este modo, generar un piso de confianza. Si a esta matriz lógica de funcionalidad le
sumamos valores universalizables (por cierto los prometidos por la modernidad:

par de las tesis neoliberales y el llamado pensamiento único con sello norteamericano. Ver Ralsky, 1994.
Para una crítica a Rorty, Crespi,1997: 201
109 Si de estados psicológicos se trata, y desde la problemática de la legitimidad normativa y política,
valdría la pena señalar que es tanto la indignación como el resentimento generalizados que produce la
inequidad y ¡os privilegios asociados al poder que no se ve (demagógico, fraudulento, de doble moral o la
simple "naturalidad" con que "los de arriba" ostentan sus lujos y privilegios), lo que corroe con mas fuerza
la legitimidad y el consenso posible en base a valores universalizables. En nuestro contexto
latinoamericano esto delinea la forma explosiva de las históricas tensiones socio-políticas en ámbitos de
gran desigualdad e ilegalidad, por ejemplo en Colombia. Parsons, a pesar de no encarar este efecto de
modo realista, lo observó en toda su magnitud. Ver Parsons, 1974b: 147. En reladón al resentimiento
social, ver Castilla del Pino, 1992; Elster, 1997. Para el caso latinoamericano, ver Giróla, 1995, Cáp.4.
110 En este papel los mediosde comunicación de masas, la publiddad y cierta producción intelectual han
sido muy notorios. Esto lleva al concepto de Hegemonía. Ver. Especialmente esclarecedor es lo que
Castoríadís llama pseudodemocracias occidentales contemporáneas. (Castoriadis citado por Larraín,
2005)
111 Un ejemplo fresco y emblemático en nuestro contexto son los valores del individualismo "liberal"
impuestos por el terror de la ditíadura de Pinochet en Chile. (Larraín, 2005)

105
igualdad, libertad, buena vida, seguridad, fraternidad, honestidad, etc.), las expectativas
de las mayorías hacen mas intolerables las ventajas de los privilegios asociados al
poder sobre todo cuando se hacen en detrimento del bienestar general: se trata del
anclaje en la vida cotidiana de la certeza de que se violan derechos los que, asociados
a la inequidad, hoy cobran mucha fuerza dinámica.
I Es notable que para nuestro autor, en sus últimos escritos, el principal problema de
integración en la sociedad moderna democrática, fuera justamente ese, poder
responder "funcionalmente" a la fuerza de reclamo de legitimidad que implican "los
temas igualitarios":
"La dirección principal del desarrollo societario moderno se encamina hacia un patrón
de estratificación esencialmente nuevo. Las bases históricas primordiales de
I desigualdad legitimada han sido de atribución. No obstante, la base de valores del
nuevo igualitarismo requiere un fundamento de legitimación diferente"

Y agrega, "los temas igualitarios destacan mucho en las definiciones relativas a como
deben ser las fases siguientes..." (Parsons, 1974b: 150-151 )112
81
I En muchas ocasiones no es por no reconocer los valores ni la utilidad de las
instituciones que los encarnan, que la crisis de confianza se arraiga sino por la
i contradicción entre un poder que se atribuye legitimidad, pues se creó en
representación del bien común, así como forma necesaria de compromiso adquirido,
que genera esperanzas y el hecho rea! de que responda a intereses particulares en
perjuicio de una de las partes (en este caso de las mayorías excluidas). El mayor
síntoma actual que corresponde a esta sensación de impotencia producto de la
frustración de expectativas políticas incumplidas en contextos de creciente inseguridad
| y desigualdad es lo que Fukuyama menciona como aumento del cinismo. El "olvido" de
esta tremenda contradicción entre el andamiaje ideológico sobre el que se afianza la
| "democracia" y sus clases políticamente dominantes y los antivalores que tiñen el
mundo de los comportamientos y hechos es muy notable en varios autores modernos
| incluyendo al nuestro por el que ha sido duramente criticado.113

| 112 Como ya señalamos, la omisión teórica de los movimientos sociales en la propuesta integrativa de
Parsons así como su descalificación de las aspiraciones de los mismos de igualdad material, ha sido
objeto de duras críticas. Parsons nunca mencionó los términos justicia y equidad social y esta ausencia
da a sospechar que los evadió deliberadamente; tampoco, los aspedos materiales los consideró
importantes para su concepción del poder. Ver Giddens 1997c, Cáp.6
113 "Por mas que aceptemos que el poder debe basarse en el "acuerdo" para ceder la autoridad que se
usará para fines coledivos, también es verdad que los intereses de los detentadores de poder a menudo
colisionan con los de aquellos que están sujetos a su poder* Giddens, 1997c: 224. Además es muy

106
I

La ley y los valores


Especialmente la institución de la Ley y el Derecho detentan buena parte de los
1 medios reconocidos para corregir estas perversiones sin comprometer el "sistema"
como totalidad. Parsons lo sabía y apostó por fortalecer este ámbito al acercar la
I "legitimidad" de la Ley (los procedimientos para generarla y aplicarla) y los valores

8n morales en los que se inspira (Parsons, 1974b: 29-32).114 Recordemos que estos
pertenecen a otro "subsistema", el socio-cultural, en términos prácticos, pertenecen a la

1 Comunidad Societaria; he aquí la garantía que ésta supuestamente tendría para


controlar los casos de "inflación" o arbitrariedad abusiva del poder de los gobiernos o
desviación en la aplicación de la Ley.
Esta interpenetración entre subsistemas diferenciados era plausible y puede dársele
crédito a nuestro autor en este punto pues está demostrado que es muchas veces por
la inclinación con que la aplicación de la Ley favorece a ciertos grupos que puede
leerse la verdadera cara del poder, los intereses ocultos a los que sirve y hacer
reaccionar moralmente a la ciudadanía en la movilización por la defensa de sus

H derechos legítimos. Este modo no neutral de la Ley, generador de conflicto, esta


separación ficticia entre "justicia formal" y "justicia sustancial" que señaló Weber,

| digámoslo con nuestro autor, puede ser altamente corrosivo de la confianza y de la


integración social y es uno de los casos en el que la razón "funcional" de la Comunidad
Societaria cumple su mejor papel.115
Sin embargo, Parsons desestimó el hecho de que esta otra cara de la Ley pudiera
8
E ra llegar a ser, no la excepción sino la norma en la mayoría de las sociedades reales que
ostentan democracias "modelo"; ello, unido a un clima de insatisfacción creciente,
| puede ser potencialmente muy desestabilizador. Como muy bien se sabe, muchas

| criticable la separación que hizo Parsons de la economía y la política al tratar temas del poder y la
legitimidad.
1 En tomo a esto, las aseveradones de Luhmann al presentar como inexorable el "cierre"
| autorreferencial de la Ley y el Derecho positivo ante pretensiones de otros sistemas pero sobre todo
desde la subjetividad de las razones públicas (Rawls), no permiten concebir viabilidad real de cambios
legales a partir de la tematizadón del debate por la vindicadón de Derechos y necesidades, mucho
menos en nombre de los argumentos de la "moralidad generalizada" .Ver Cohén y Arato, 2000, Cap. Vil.
Desde la misma óptica sistémica se ha propuesto flexibilizar teóricamente esta visión. Ver Münch en
Giddens y col. 1998.
115 Su interpretación y defensa de la "democrada partidpativa" sugiere no sólo el deseo de las mayorías
de ser incluidos sino el de asegurarse contra "el temor por el poder ilegítimo". (El destacado es del autor).
Parsons, 1974b: 148.

107
|
I
democracias son un permanente andar cerca de los límites de la legitimidad (la idea de
crisis permanente aplazada). Si bien se admite que "los incentivos" del poder pueden
generar múltiples formas de conformidad con las desigualdades y que muchas formas
I de influencia facilitan la estabilidad en acuerdos negociados (Giddens, 1997c:227), no
ocurre lo mismo en caso de la ineficiencia de la Ley y su aplicación por favoritismo
según privilegios o intereses espurios: la Ley representa el recurso último de salida
legítima a conflictos de intereses y abusos del poder. Una cosa y la otra se afianzan de
modo inversamente proporcional: incluso más allá de la discusión sobre la idea de la
justicia social, el que la Ley se vicie para servir a intereses de grupos privilegiados es el
I
camino mas corto al conflicto, la violencia y la ingobernabilidad. En este caso volver al

1 orden es difícil: la influencia en base a "lealtad" es inútil y los valores se vuelven


impotentes para generar "obediencia" legítima (Dahrendorf, 1994:41,65).116 Este clima
I paradójicamente propicia salidas de fuerza, totalitarias, con un elevado componente de
ilegalidad de la Ley que rige de facto en perjuicio sobre la libertad de disentir y los
derechos humanos fundamentales (Serrano, 1994:11-124).
Lo concluyente entonces, es que la aplicación y producción legítimas de la Ley
implican una base de confianza en la institucionalidad pero que, para sostenerla, deben
traducir en su concepción y evolución, las ideas de ciudadanía, las ideas de igualdad
ante el Derecho y las oportunidades.117 Ambos requisitos van de la mano. Sólo
cumpliendo esta doble condición serán un medio para vitalizar los valores morales del
ciudadano y, por el contrario, en un clima de impunidad y vicio legal por defensa de
intereses particulares de poder, se gesta un espiral de desinstitucionalidad anómica. En

I relación a esto, el caso Latinoamericano es profundamente preocupante.118

I
116Dahrendorf lo predsa: "Las sociedades humanas son conjuntos de normas sociales válidas que hacen
que el comportamiento sea previsible. Primariamente las normas son validas no porque de hecho sean
8 observadas, o en un sentido absoluto moralmente correctas, sino porque su violación es castigada
mediante sanciones". "Si la contracdón de la estrudura normativa de la sociedad va de la mano con la
destrucción de los vínculos culturales, no sólo nos acercamos peligrosamente a la Anomia, sino a la
imagen mas brutal del estado de naturaleza".
1 117 Quizás a esto se deban las dificultades y altos costos políticos y de paz social con que se enfrentan
casi invariablemente los gobiernos que han aplicado programas radicales de desregulación y
liberaíización de la economía, el llamado modelo "neoliberal", mucho mas manifiestos en América Latina
| por carecer de un piso de legitimidad en terribles y seculares condiciones de abuso de poder y
desigualdad. "Para ser reales, la igualdad ante la Ley y el sufragio universal tienen que ser
complementados por el welfare state". Dahrendorf, 1994:112
118 Muy recomendable es el esdarecedor planteamiento de Lidia giróla sobre la Anomia en nuestro
| contexto que ella llama la "ilegalidad generalizada". En Giróla, 2005. Cap. 4

108

1
1
CONSIDERACIONES FINALES
I
EL CONTRADICTORIO LEGADO DE PARSONS: NECESIDAD Y DIFICULTAD
1 DE UN REENCANTAMIENTO ETICO-INTEGRATIVO DE LO SOCIAL

I
Hay muchas ópticas muy dispares que leen la situación actual sobre los cambios
visibles en la orientación colectiva hacia valores. Desde quienes, con una visión muy
I
optimista, consideran que es un triunfo histórico el que hace mas de tres décadas
estemos embarcados en nuevos trayectos culturales que traducen un proceso
inevitable de individualización y, a su vez, de descompromiso colectivo, hasta quienes

I consideran tales rumbos como un síntoma de decadencia social. Pero parece evidente
que a la mayoría de los estudiosos de las ciencias sociales no les resulta tranquilizante

I el panorama actual y la "desbocada" rapidez de los cambios en el ethos de la


modernidad tardía (o tardomodernidad, sociedad postindustrial o de la informática,
postmodernidad, entre otros sinónimos).
A pesar de que es lugar común el hoy (supuestamente) estar situados mas acá de la

I desaparición del sujeto que fue pivote de los "metarrelatos" de la modernidad fundante
y con ella, el advenimiento de la gran "revolución" que se expresa en la tolerancia al
disenso, a la diferencia y el festejo por los juicios "débiles", no es menos cierto que hay
muchas dudas acerca que desde los pequeños espacios de las relaciones desregladas

1 (validez de normas que se ponen en duda reflexivamente119), con una (supuesta) mayor
capacidad electiva y, sin embargo, en un clima de mayor incertidumbre hacia la
consecución de un mundo seguro para individuos auténticamente realizados y libres, se
pueda recuperar la confianza perdida en las instituciones, entre esas El derecho y la
I Ley como vehículos de justicia y equidad. Tal es como se han visto trastocadas las
antiguas garantías de vida digna como ciudadano, más allá de la actual incierta

1 119 La noción de una creciente individualizadón que empuja hacia nuevas formas de relaciones marcadas
por el aumento en la capacidad de elección y la consiguiente relativizadón de Jas normas en todos los
ámbitos (reflexividad) está presente con diferentes versiones en un buen número de sociólogos, pero se
destacan Giddens y Beck; espedalmente este último con sus observadones sobre la que llama "sociedad
del riesgo". No es posible extendemos sobre esto pero debemos señalar que la reflexividad no lleva
necesariamente a un estado anémico. Eso no fue dicho por estos autores pero si, que la misma puede
generar desorientación y ruptura de antiguos compromisos en todos los ámbitos sociales. Ver Beck,1998.

109
8
I
identidad de consumidor en contextos desrregulados (Sennett, 1995). Asimismo, parece
I difícil disminuir la angustia que resulta de la falta de credibilidad y validez de normas de
reciprocidad vinculadas a valores últimos (éticos) y universalizables. En términos
constatables, muchas investigaciones indican síntomas fuertes de incertidumbre
inmanejable, desconfianza en el otro y las instituciones, agresividad y angustia que se
I traduce en depresión y violencia.120
Las causas señaladas que parecen tener peso son varias: por ejemplo las
I
modificaciones de la lógica funcional del capitalismo de la era postindustrial exigen
disposiciones que muchas veces a las personas les es difícil o muy insatisfactorio
I
cumplir; otra se evidencia en signos alarmantes de aumento de violencia y delincuencia
por la combinación fatal de políticas que obstaculizan la oportunidad en la aplicación de
la Ley (por erróneos enfoques del tema de los derechos del delincuente), problemas
demográficos y la falta de políticas que suplan la erosión del "programa institucional"
especialmente en la familia y escuela; también se señala el debilitamiento en la cultura
de los compromisos y la confianza hacia "el otro" relacionado con la desaparición
urbanística de los barrios (comunidad); la "relajación en las constricciones normativas" a
nivel de casi todas las relaciones que se conoce como el aflojamiento de las ligaduras
(Dahrendorf, 1994. Cáp.2); la frágil autoestima personal y depauperación de amplios

I sectores de la población debido a la relajación de las antiguas leyes de regulación del


trabajo y de seguridad social; la mayor desigualdad social y el desempleo o subempleo;
la sensación de impotencia generalizada, la indiferencia hacia la política y lo público y,
en fin, la sensación de que los valores morales no cuentan.121
Lo importante aquí es que, a la par de los cambios actuales en la socialidad y cultura
tardomoderna, haya ocurrido un cambio sorprendente en la postura frente a la
I desaparición de las garantías sociales: la originaria promesa moderna, casi
inmanentemente necesaria, de lograr edificar una sociedad donde prevalezcan normas
I que traduzcan valores morales, aptos para afirmar la "seguridad ontológica" en un
clima de participación, justicia y libertad, donde la cohesión legítima supere los
I
120 Sólo para citar algunas referendas de la larga lista de autores y obras que versan sobre el malestar
social en la modernidad tardía: Sennett, 1989;1995; Bauman,2001 ;2006; Beck,
1998;2002;Castoriadis,2002; Touraine,1997; Hinkelammert,2001; 2006; Giddens,2000b;
Dahrendorf, 1994; Fukuyama,1997.
121 En un estudio reciente cuando se preguntó a losjóvenes europeos si creen que alguien con conduda
I moral prospera a largo plazo en nuestra sodedad, el 89% contesto que no: "el comportamiento moral no
compensa el esfuerzo". Dettling en Beck, 1999:134

110

I
1
conflictos reales y potenciales, generalmente es percibida hoy como objetable por
utópica. Los enfoques exitosos, cargados de supuesto "realismo", señalan que la
complejidad social anula la dudosa idea de "cohesión" y con ella, la de valores
universalizables capaces de guiar la permanencia ordenada de la vida social. Quizás
haya que reflexionar sobre las connotaciones actuales que reviste la extendida noción y
expresión de libertad individual de cara a la sustentabilidad del orden satisfactorio
(Ovejero, 1998; Cruz, 1999). Ello implica reorientar o complementar la discusión sobre la
| desinstitucionalización tardomoderna y la cultura llamada postmoderna. El ámbito
político autonomizado y su trama interesada y demagógica, ha generado un ciudadano
I descreído y cínico que da la espalda al debate de lo público y con él, a la construcción
de metas y reglas por legitimar; esto no se puede atribuir simplemente a la desaparición
de las utopías o la muerte del espíritu del mayo francés.
En todo caso las nuevas e inéditas formas de compromiso local miniaturizado, no
parecen compensar la falta de voluntad colectiva para tratar los problemas que
ameritan mayor responsabilidad social. La subjetividad cotidiana no lo permite: ésta se
desenvuelve inserta en un mar de imágenes del mundo fragmentadas, atrapadas por un
presente magnificado por la promesa falaz de emociones vertiginosas e inconexas,
donde reina el sensualismo hedonista y la búsqueda narcisista de la "autenticidad"
8H (Jameson citado por Featherstone, 2000).122 La irresponsabilidad "institucionalizada"
propia de la ideología del mercado global, profundiza un sentimiento de impotencia en
el ciudadano común para ganar confianza y seguridad en un contexto riesgoso y
desreglado. Entonces se vuelve "buen sentido" el actuar siguiendo las orientaciones
Hi del homo económicus, racionalista y calculador. La seguridad dentro del desamparo
radica en la opción por instrumentalizar la mayoría de los valores y relaciones,
| apostando a un larvado juego "suma cero"; allí se excluye, generalmente el obrar ético
comprometido, como lo soñó Parsons, "más allá de las ventajas inmediatas de la
| situación". No es raro que la antropología señale con pruebas, la prevalescencia del
descompromiso en las nuevas generaciones y con él, la desaparición de la ligadura
necesaria que nos socializa y mantiene en valores morales (Mead, 1997).
La ética de la responsabilidad no es necesariamente incompatible con la ética de los
| fines últimos, pero esta unión requiere que la adhesión a valores morales "dé frutos" y

8 122 Según Jameson "los dos rasgos básicos del postmodernismo son: 1) La transformación de la realidad
en imágenes, y 2) la fragmentadón esquizofrénica del tiempo en una serie de presentes perpetuos".

111

I
ventajas al ciudadano común. Los procesos de desinstitucionalización son un arma de
B
doble filo, sobre todo porque muchos de ellos son forzados desde lo político. Aún así, la
existencia de instituciones "concha" abre, ciertamente, espacios de participación
i creativa para "religar" nuevas normas y activar nuevos valores morales útiles a las
nuevas condiciones. En esos intersticios surge un nuevo voluntariado cívico en formas
|
inéditas (Beck, 1999).
Sin embargo nadie tiene la respuesta de si esas formas novedosas individualizadas
I en particulares contextos inmediatos interpretados situacionalmente, no constituyen
islotes dentro de un océano de incertidumbre antes que un nuevo continente; lo que
I parece faltar es que tales "redes" logren articularse a sentidos transituacionales, en
palabras de Habermas, a normas de validez apoyadas en el fabricante de obviedad por
1 excelencia, el "mundo de la vida" con sus valores sustantivos. En un mundo donde ya
las metas y esperanzas personales son casi siempre incompatibles con aquello que
1 mueve los intereses y factores del poder, donde la gente "es prescindible", los valores
no generan aquellas condiciones de aplicabilidad (validez visible) y certeza pues los
ciudadanos soportan condiciones muy desiguales lo que hace que la mayoría se sienta
impotente para generar legitimidad y normatividad desde su escala. Como hemos
dicho, el cinismo generalizado es un buen indicador de esta impotencia. La

| responsabilidad libérrima que implica el compromiso a valores morales no puede


florecer en un clima de impotencia y miedo al futuro. Lo que se echa de menos, es la

| posibilidad de lograr, desde esos espacios desrregulados de creatividad individual, un


orden denso*23 Aceptando con naturalidad su condicionamiento cotidiano,
| metafóricamente viviendo dentro de las "entrañas del monstruo que los domina"
(espacial, económica y simbólicamente), al ciudadano común le es imposible verlo y
in buscar la salida. Después del "fin de la historia", el pensamiento único desata el
avasallante poder de influencia y decisión del capital omnipresente y globalizado, frente
B
• a todo lo cual, los valores servirán, si, para cierta cohesión conformista (ritualista,
pasiva, desesperanzada) en la que los mismos no pueden ser mas que caricaturas o
8
B utillaje para adornar con bondades ficticias un orden de cosas marcados por la

123 Esta noción de Orden denso es de Amitai Etzioni; al aclararla resume la tesis que venimos
defendiendo, porque nos parece especialmente necesaria y apropiada para enfrentar nuestra
inestabilidad y precariedad societal latinoamericana: "Cualquier orden no constituye una buena sociedad.
Una buena sociedad requiere un orden coherente con los compromisos morales de sus miembros".
8 Etzioni, 1999:32

112
|
irracionalidad violenta, la indiferencia egoísta, la indefensión y el malestar difuso
generalizado.
Los procesos de diferenciación modernos están claros para la teoría social, no así
los de integración, mucho más confusos. Sin embargo, esta noción puede ser útil para
entender varios procesos necesarios para un control de los efectos entrópicos de la
interdependiente dinámica social actual, más aún en nuestro contexto latinoamericano.
Si a conveniencia asumiésemos que por funcionalismo entendemos básicamente "la
| contribución de las partes a las necesidades del conjunto y requerimientos que la
sociedad debe satisfacer para mantenerse" (Etzioni, 1999:26) entonces podemos
|
afirmar que, a pesar de los insalvables errores de nuestro autor, consistentes en la
forzada interdependencia entre institucionalidad, legitimidad y motivación que ahoga
1
(hoy lo sabemos) toda innovación y renovación, su preocupación por la posibilidad de

| un orden denso, basado en el compromiso, la reciprocidad y la confianza


institucionalizada como garante de la libertad real y la satisfacdón motivadora (cohesión
según la fórmula de Comunidad Societal mas niveles crecientes de equidad124), sigue
estando vigente.

8
B

|
m

I
|

124 En este sentido resulta muy sugerente la reflexión de Giddens en tomo a la renovación de la
socialdemocracia quizás como alternativa a derto idealismo premodemo en los planteamientos de los
I comunitaristas así como a los fundamentalismos de "derecha" e "izquierda". Ver Giddens, 1999.

113

8
BIBLIOGRAFÍA

Alexander, Jeffrey (1992) Las teorías sociológicas desde la segunda guerra mundial.
1 Gedisa Editorial. Segunda Edición. Barcelona.
Altamirano, Carlos (2002) Términos críticos de la sociología de la cultura. Paidós.
I
Argentina.
Alvaro, José Luis y Garrido, Alicia (2003) Psicología Social. McGraw-Hill. Madrid.
8
Archer, Margaret (1997) Cultura y teoría social. Nueva Visión. Buenos Aires.
Baert, Patrick (2001) La teoría social en el siglo XX. Alianza Editorial. Madrid.
|
Bauman, Zygmunt (1994) Pensando sociológicamente. Editorial Nueva Visión. Buenos
Aires.

Bauman, Zygmunt, G. (2006) Ética postmoderna. Editorial Siglo XXI. México.


Bauman, Zygmunt, G. (1999) Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Editorial Gedisa.
i
Barcelona.

Bauman, Zygmunt, G. (2001). La sociedad individualizada. Ediciones Cátedra. Madrid.


Beck, Ulrich (1998) La sociedad del riesgo. Paidós. Barcelona.
Beck, Ulrich (1999) Hijos de la libertad. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.
Beck, Ulrich (2002) Libertad o capitalismo. Editorial Paidós. Barcelona.
Beck, Ulrich; Giddens, Anthony y Scott Lash (1997) Modernización reflexiva. Alianza
Editorial. Madrid.

Bell, Daniel (1977) Las contradicciones culturales del capitalismo. Alianza Editorial.
Madrid

Berger., Peter (2006) Introducción a la sociología. Editorial Limusa. México. D.F.


Berger, Peter y Thomas, Luckmann (1979) La construcción social de la realidad.
Amorrortu editores. Buenos Aires

Boff, Leonardo (2001) Ética planetaria desde el gran sur. Editorial Trotta. Madrid.
Bourdieu, Pierre (1999) La miseria del mundo. Editorial Fondo de Cultura Económica.
Buenos Aires.

Castilla del Pino, Carlos (1992) Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación.


Editorial Península. Colección Nexos. Barcelona.

Castoriadis, Comelius (2002) La insignificancia y la imaginación. Editorial Trotta.


Madrid.

114

|
Cohén, Jean y Arato, Andrew (2000) Sociedad civil y teoría política. Fondo de Cultura
Económica. México.

Coser, Lewis (1972) Nuevos aportes a la teoría del conflicto. Amorrortu Editores.
Buenos Aires.

Crespi, Franco (1997) Acontecimiento y estructura. Ediciones Nueva Visión. Buenos


Aires.

Cruz, Manuel (1999) Hacerse cargo. Paidós Ibérica.


I Dahrendorf. Ralf (1974) Sociedad y sociología. Editorial Tecnos. Madrid. Reimpresión.
Dahrendorf, Ralf (1994) Ley y orden. Editorial Cívitas. Madrid.
Del Águila, Rafael; Vallespin, Fernando y otros. (2001). La democracia en sus textos.
Alianza editorial. Madrid

Elster, Jon (1997) El cemento de la sociedad. Editorial Gedisa. Barcelona.


Etzioni, Amitai (1974) (Compilador). Los cambios sociales. F.C.E. México.
Etzioni, Amitai (1999) La nueva regla de oro. Editorial Paidós. Buenos Aires.
Featherstone, Mike (2000) Cultura de consumo y posmodernismo. Amorrortu Editores.
Argentina.
Fischer, G.N. (1992) Campos de intervención en psicología social. Nancea Ediciones.
Madrid.

Flecha, Ramón; Gómez, Jesús; y Puigvert, Lidia (2001) Teoría sociológica


contemporánea. Paidós Ibérica. Barcelona.
Flisfisch, Ángel (1999) La política como compromiso democrático. CIS-Siglo XXI,
Madrid.

I Follari, Roberto (2004) (Coord.) La proliferación de los signos. Homo Sapiens Ediciones.
Buenos Aires.

Fukuyama, Francis (1997) La gran ruptura. Ediciones Atlántida. Barcelona.


Gallino, Luciano (1995) Diccionario de Sociología. Siglo XXI Editores. México. D.F.

I Gergen, Kenneth (2006) El yo saturado. Paidós. Barcelona.


Germani, Gino (1969) Sociología de la modernización. Paidós. Buenos Aires.
I Germani, Gino (1965) Política y sociedad en una época de transición. Editorial Paidós.
Buenos Aires.

Giddens, Anthony (2000a) En defensa de la sociología. Alianza Editorial. Madrid.


Giddens, Anthony (2000b) Un mundo desbocado. Taurus, Madrid.
I
115

I
Giddens, Anthony (1997a) Las nuevas reglas del método sociológico. Amorrortu
Editores. Buenos Aires.

Giddens, Anthony (1997b) Modernidad e identidad del yo. Editorial Península.


8
Barcelona.

Giddens, Anthony (1997c) Política, sociología y teoría social. Editorial Paidós.


Barcelona.

Ha Giddens, Anthony (1999) La tercera vía. Taurus, México.


m
Giddens, Anthony, Turner, Jonathan y col. (2006) La teoría social hoy. Alianza Editorial.
Madrid.

Giner, Salvador y Riccardo Scartezzini (Eds.) (1996) Universalidad y diferencia. Alianza


Editorial, Madrid.
Giróla, Lidia (1995). Anomia e individualismo. Editorial Anthropos. Madrid.
González Seara, Luís (1976) La sociología aventura dialéctica. Editorial Tecnos.
Madrid.

8 Gouldner, Alvin (1979) La crisis de la sociología occidental. Amorrortu editores. Buenos


Aires

Habermas, Jürgen (2002) Teoría de la acción comunicativa I y II (II tomos).Taurus.


8
México.

Habermas, Jürgen (1998) Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Amorrortu


1 Editores. Buenos Aires.

8 Heller, Agnes y Férenc Fehér (1992) El péndulo de la modernidad. Editorial península.


Barcelona.

B Hillmann, Kart-Heinz (2005) Diccionario Enciclopédico de Sociología. Herder Editorial.


Barcelona. Segunda impresión.
8 Hinkelammert, Franz (2006) El sujeto y la ley. Editorial El perro y la rana. Ministerio
Popular para la Cultura, Caracas.
8 Hinkelammert, Franz (2001) El nihilismo al desnudo. Ediciones LOM. Santiago de Chile.
Iglesias de Ussel, Julio y Herrera Gómez, Manuel (2005) (Coord.) Teorías sociológicas
n de la acción. Editorial Tecnos. Madrid.

Joas, Hans (1998) El pragmatismo y la teoría de la sociedad. C.I.S.-Siglo XXI, Madrid.


Larrain, Jorge (2005) ¿América Latina moderna? Ediciones LOM. Santiago de Chile.
Lipovetsky, Gilíes (2008) La era del vacío. Editorial Anagrama. Barcelona. Sexta
Edición.

116
8
Lipset, S.M. y Solari, Aldo (1967) Élites y desarrollo en América Latina. Paidós. Buenos
Aires.

Luhmann, Niklas (1993) Teoría política del estado de bienestar. Alianza Editorial.
Madrid.

Luhmann, Niklas (1998) Complejidad y modernidad. Editorial Trotta. Madrid.


Mañindale, Don (1971) La teoría sociológica. Aguilar Ediciones. Madrid.
May, Rollo (2002) El dilema del hombre. Editorial Gedisa. Barcelona.
Mayo, Elton (1972) Problemas humanos de una civilización industrial. Ediciones Nueva
Visión. Buenos Aires.

Mead, Margaret (1997) Cultura y compromiso. Editorial Gedisa. Barcelona. Tercera


Edición.

Merton, Robert (1972) Teoría y estructura sociales. Editorial Fondo de Cultura


Económica. México. Tercera reimpresión.
Montero, Maritza (1994) (Coord.) Construcción y crítica de la psicología social. Editorial
Anthropos y Ediciones de la Biblioteca de la Universidad central. Barcelona.
Montero, Maritza (1985) (Comp.) Psicología social. Editorial Trillas. México.
Moya, Carlos (1971) Teoría sociológica. Editorial Taurus. Madrid.
Onetto, Fernando (1995) Con los valores ¿quién se anima? Editorial bonum. Buenos
Aires.

Ovejero, Félix (2002) La libertad inhóspita. Paidós, Barcelona.


Parsons, Talcott (1976) El sistema social. Biblioteca de la Revista de Occidente. Madrid.
Parsons, Talcott (1974b) El sistema de las sociedades modernas. Editorial Trillas.
México.

Parsons, Talcott (1974a) La sociedad. Perspectivas evolutivas y comparativas. Editorial


Trillas. México.

Parsons, Talcott (1966) Estructura y proceso en las sociedades modernas. Centro de


estudios Constitucionales. Madrid.

Parsons, Talcott; Bales, Robert; y Shils, Edward (1970) Apuntes sobre la teoría de la
acción. Amorrortu Editores. Buenos Aires

Parsons, Talcott y Edward Shils (1968) Hacia una teoría general de la acción. Editorial
Kapeluz, Buenos Aires.
Rawls, John (2002) La justicia como equidad. Editorial Paidós Ibérica. Barcelona.

117

I
Rex, John (1972) La sociología y la desmitificación del mundo moderno. Monte Ávila
Editores. Caracas.

Riesman, David y col. (1968) La muchedumbre solitaria. Paidós, Buenos Aires.


Ritzer, George (1993b) Teoría sociológica contemporánea. McGraw-Hill Editores.
Madrid.

Ritzer, George (2002) Teoría sociológica moderna. McGraw-Hill. Bogotá. Quinta


Edición.

Ritzer, George (1993a) Teoría sociológica clásica. McGraw-Hill. Madrid.


Rocher, Guy (1979) Introducción a la sociología general. Herder Editorial. Barcelona.
Sennett, Richard (1995) La corrosión del carácter. Anagrama. Madrid.
Sennett, Richard (1989) El declive del hombre público. Editorial península. Barcelona.
Serrano Gómez, Enrique (1994) Legitimación y racionalización. Editorial Anthropos.
Barcelona.

Solari, Aldo y col. (1976) Teoría, acción social y desarrollo en América Latina. Siglo XXI
Editores. México.

Stierlin, Helm (1997) El individuo en el sistema. Herder Editorial. Barcelona.


Taylor, Charles (2006) Fuentes del yo. Paidós. Barcelona.
Timasheff, Nicholas (1984) La teoría sociológica. Su naturaleza y desarrollo. Fondo de
Cultura Económica. México. Distrito Federal. Décima primera reimpresión.
Touraine, Alain (1997) ¿Podremos vivir juntos? Editorial Fondo de Cultura Económica.
México. D.F.

Uríz Pemán, María Jesús (1993) Personalidad, socialización y comunicación. Editorial


Libertarias/Prodhufi. Madrid.

Wagner, Peter. (1997). Sociología de la modernidad. Editorial Herder, Barcelona.


Wright Mills, O (1994) La imaginación sociológica. Fondo de Cultura Económica.
México. Distrito Federal. Décimo cuarta reimpresión.
Zolo, Danilo (1994) Democracia y complejidad. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires.

ARTÍCULOS
Alexander, Jeffrey y Paúl Colomy. (1992):"EI neofuncionalismo hoy: reconstruyendo una
tradición teórica". Sociológica, N°.20, año 7
De Francisco, Andrés y Fernando Aguiar. (2003). "Identidad, normas e intereses". REÍS,
I N°.104

118
Galindo, Jorge. (1999) "Teoría unificada de la sociedad ¿un paradigma para el futuro?".
Sociológica, N°40, año 14. pp. 181-220
Giróla, Lidia. (1996):"La civilización anómica". Sociológica, N° 31, Año 11 pp. 79-95
Giróla, Lidia. (1999):"Talcott Parsons hoy: el individualismo institucionalizado y las
asociaciones". Sociológica, N°. 40, año 14 pp. 15-34
González Oquendo., Luís J. (2003). "La presencia de Talcott Parsons en el trabajo
teórico de Niklas Luhmann". Reflexión Política, N°.10, año 5. pp. 49-56
Mariñez Navarro, Freddy. (2005) "Funcionalismo y reconfiguración social". Trayectorias
N°.19año7.pp. 32-45
Niño, Carlos. (1996)."Un país al margen de la ley". Sociológica N°.31
Ralsky de Cimet, Susana. (1994) "Un enfoque interpretativo: el interaccionismo
simbólico". Acta Sociológica, N°.12. pp. 63-92
Rodríguez Ibáñez, José Enrique. (1981) "Habermas y Parsons: la búsqueda del
reencantamiento del mundo". REÍS N°16 pp. 91-120
Pizarro Ponce, Narciso. (1979) "El sujeto y los valores: la sociología de la acción de
Alan Touraine". REÍS, N° 5.pp. 37-53.
Therborn, Góran (1999) "Analizando la acción normativa". Revista de Sociología, N° 13.
pp. 7-20

119

Вам также может понравиться