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tización constituye así otra forma na- recreación e interpretación de los so-
rrativa, un componente fundamental nidos, lenguaje y poderes soñados, con
del homo narrans. El acto de drama- su respectiva eficacia, es decir, con sus
tización, lo que aquí denominaré la per- propios efectos, en el mundo de la exis-
formance, no es una mera representa- tencia y conciencia cotidianas (Bartolo-
ción, sin mediaciones, de lo que se dice, mé, 1979, citado en Sullivan, 1986: 20 y
de lo que está cristalizado en un texto o ss.). Y para utilizar un ejemplo menos
en un guión preestablecidos, consiste distante a nosotros, cómo no reconocer
más bien en una traducción, una trans- que en el ejercicio del poder “los actores
formación y, por lo tanto, un desplaza- políticos deben pagar su tributo coti-
miento, una reelaboración, recreación e diano a la teatralidad” para gestar los
interpretación de lo relatado o de lo fi- efectos deseados (Balandier, 1994: 15).
jado por medio de la escritura. No es Desde ciertos horizontes antropológi-
casual, en consecuencia, que el enfoque cos, la respuesta convencional que se
centrado en la performance —en con- ha ofrecido a lo que llamé dificultades ha
traste con la perspectiva textual— to- sido más bien simplificarlas, pues final-
me como uno de sus objetos privilegia- mente se cuenta con algo así como la
dos, como uno de sus ámbitos centrales “tradición” y el “texto” que estipulan las
de operación, el cuerpo que dramatiza reglas y normas de conducta bajo las
y experimenta, un cuerpo situado en cuales las historias nacionales, los mi-
tiempos, lugares e historias singulares; tos contados o los sueños se convertirán
un cuerpo ciertamente sometido a téc- en actos representados; reglas y nor-
nicas, hábitos, poderes y disciplinas, uno mas según las cuales lo vivido, lo dicho
también destinado a producir efectos. con palabras o lo soñado dirán lo mis-
Entre los avá-chiripá del Paraguay, mo que lo representado, sea en rituales,
por ejemplo, sólo es posible apropiarse plazas públicas o danzas. Basta recor-
del valor y significado de un sueño cuan- dar aquí el célebre dictum de Edmund
do se le dramatiza en forma ritual. Leach, “el mito implica ritual, el ritual
Atienden con particular énfasis los can- implica mito, son una y la misma cosa”
tos y recitaciones que se adquieren o (Leach, 1976: 35), como una forma de
aprenden en los sueños, pues ellos ilustrar aquella vieja y dominante posi-
anuncian la vocación del soñador, por- ción que ha defendido la relación de
que los cantos y recitaciones aprendi- equivalencia entre el decir y el hacer,
dos en esos sueños han sido dichos por entre legomenon y dromenon.2
mensajeros enviados por el Creador. Al Además, en esta cuestionable rela-
cantarlos y recitarlos en un espacio ri- ción de equivalencia entre lo dicho y lo
tual se dramatiza el momento sobreco-
gedor del encuentro entre el soñador y
los mensajeros divinos. Pero la drama- 2
Igualmente conocida como Escuela mito-
tización de los sueños no carece de difi- ritualista. Para un estudio sobre ella y una
cultades, pues demanda actos de tra- compilación de los trabajos más relevantes de
ducción, de incorporación, reelaboración, dicha escuela, véase Segal, 1998.
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tenemos técnicas corporales que han posiciones, los hábitos corporales, las
sido condicionadas por nuestra cultu- relaciones sociales, los estados men-
ra, estatus social y profesión. Pero en tales (Schieffelin, 1985 y 1998).
la situación performativa el cuerpo es Tres años después de aquel prólogo
utilizado de un modo totalmente dife- de Milton Singer en el que se introdujo
rente... Esta técnica extra-cotidiana la categoría de performance cultural, se
está esencialmente sustentada en la publicó póstumamente Cómo hacer co-
alteración del balance. Podemos decir sas con palabras, el libro ya clásico de
que el balance —la habilidad huma- John L. Austin. El filósofo de Oxford
na para mantenerse erecto y móvil en señaló que a cierta clase de enuncia-
el espacio— es el resultado de una se- dos, que llamó performativos, no tiene
rie de relaciones y tensiones muscu- sentido evaluarlos en función de su va-
lares en el organismo. A más com- lidez, sino en términos de su adecua-
plejos sean nuestros movimientos —al ción y relevancia institucional y cultu-
dar pasos más largos que lo usual, ral; es decir, su evaluación descansa en
al mover la cabeza más hacia adelan- la “felicidad” o “infelicidad”, “corrección”
te o atrás que lo habitual—, más ame- o “incorrección” de su realización: “[exis-
nazamos nuestro balance... el cambio ten casos en que] es inútil insistir en
de balance resulta en una serie de decidir en términos simples si el enun-
tensiones orgánicas que subrayan la ciado es ‘verdadero o falso’ [...] ¿qué pa-
presencia corporal, en el campo [per- sa con el amplio número de ocasiones
formativo] precede a la expresión in- en que un enunciado no es tanto falso
dividualizada intencional (Barba, (o verdadero) como fuera de lugar o ina-
1987: 115, 117). decuado” (Austin, 1970: 129). Por ejem-
plo, cuando deseamos evaluar o des-
La performance está articulada con cribir la inauguración de un edificio, un
la creación de la presencia: puede crear puente o una carretera no pregunta-
y hacer presentes realidades y expe- mos por la verdad o falsedad de tales
riencias suficientemente vívidas como actos, sino por el cumplimiento o no de
para conmover, seducir, engañar, ilu- los marcos y requisitos institucionales
sionar, encantar, divertir, aterrorizar. y culturales de referencia del acto rea-
Dichas realidades y experiencias están lizado: quién inauguró —sin duda no
mediadas por nuestras creencias, tra- uno de los albañiles que haya partici-
mas conceptuales, técnicas corporales, pado en su construcción—, cómo se
formas de vida, convenciones y expecta- inauguró la obra —desde luego no rom-
tivas culturales, pues difícilmente a un piendo una botella como se acostum-
hindú se le aparecerá la Virgen de Gua- bran botar los barcos—, qué se dijo —
dalupe, o nosotros soñaremos, como los normalmente se silencia el número de
avá-chiripá, que mensajeros divinos trabajadores que perecieron en la obra—,
nos donan recitaciones y cantos con etc. Si en una boda católica el acólito de
poder curativo. Y a través de esas pre- la iglesia declara marido y mujer a los
sencias se refuerzan o alteran las dis- contrayentes, no somos testigos de un
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acto de habla falso, sino de uno “infe- los actos de habla en la que destacó la
liz” o “incorrecto”: en realidad no hubo fuerza creativa y performativa del len-
matrimonio. Para Austin los enuncia- guaje.
dos performativos no reportan o des- En un artículo publicado en 1923,
criben algo, hacen cosas de acuerdo con “El problema del significado en las len-
las convenciones aceptadas. Menciona guas primitivas”, Malinowski puntua-
un ejemplo: cuando se dice “bautizo a lizó esta intuición fecunda del lenguaje
este barco con el nombre de Reina Isa- como fuerza creadora. Incluso en la co-
bel”, bajo las circunstancias apropiadas munión fática —ese acto de habla don-
no se está describiendo o reportando de se donan palabras desprovistas de
una acción, se está realizando la acción finalidad, acto de habla vacío, pala-
misma: en el ejemplo, se está bautizan- brería destinada al olvido—5 este acto
do al barco. En ciertas ocasiones, y bajo elemental prolonga la comunicación, es
ciertas condiciones, enunciar palabras creador de vínculos, es decir, de una tra-
es entonces realizar (to perform) un he- ma de reciprocidades, como señala Ray-
cho: “emitir expresiones rituales ob- mundo Mier (1996: 98), a quien debo la
vias, en las circunstancias apropiadas, atención a estos pasajes:
no es describir la acción que estamos
haciendo, sino hacerla” (ibidem: 107). [...] la comunión fática es un tipo de
Así, contraemos matrimonio “per- habla en el cual los lazos de unión se
formativamente” cuando ante el altar crean por un mero intercambio de pa-
y el sacerdote, o ante el escritorio y el labras [...] La situación en todos esos
juez de lo civil, decimos “sí, acepto”, y la casos se crea por el intercambio de
feliz respuesta es “los declaro marido y palabras [...] Una vez más, el lenguaje
mujer”: en este caso no estamos des- nos aparece en esta función no como
cribiendo nuestra boda, nos estamos de un instrumento de reflexión, sino
hecho casando. De aquí la justa elec- como un modo de acción (Malinowski,
ción de la palabra performance que 1964: 334-335; cursivas mías).
Austin introdujo desde su propio ho-
rizonte, ya que proviene —por su eti- Y en efecto, la observación de Mali-
mología— del verbo francés parfournir, nowski es sorprendente, como apunta
que se refiere al proceso de completar, Raymundo Mier: “no sólo porque se-
llevar a cabo, cumplir, ejecutar o reali- ñala una inversión del orden de deter-
zar algo. Las palabras, en su sentido minación en el acto ritual: el acto mis-
primario y esencial, hacen, actúan, pro-
ducen y realizan, son proyectiles verba-
les. Al abundar en sus análisis de los
performativos —en oposición a los cons- 5
Como cuando en la calle nos encontramos
tatativos, que sí describen estados de con un conocido: “¡Hola!, ¿cómo estás?”, “Bien,
¿y tú?”, “También bien, gracias”, “Qué frío ha-
cosas y son evaluables a partir de su ce, ¿verdad?”, “Y dicen que va a estar peor”,
falsedad o veracidad—, Austin inició la “Sale, nos vemos, hasta luego”, “Órale, me sa-
construcción de una teoría general de ludas a...”
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las asimetrías, las categorías opresivas en la vida social son, en un sentido, re-
preexistentes, las autorrepresentacio- flexivas, porque al actuar revela su yo,
nes y representaciones estigmatizadas: su nosotros, a sí mismo y a otros en la
puede crear y hacer presentes reali- historia, en los procesos sociales. A tra-
dades suficientemente vívidas como vés de las performances crea su pre-
para conmover, seducir, engañar, ilu- sencia, pero también su presencia es
sionar, encantar, divertir, aterrorizar. (re)creada, restaurada, inevitablemen-
Un desfile militar, por ejemplo, es una te por otras performances. Puesto en
performance que destaca y refuerza términos personales, según señala
algún orden social, evidencia la presen- Schechner (1985: 37-38), la conducta
cia de una fuerza que se propone pre- restaurada es “mi yo comportándose
servar la estructura de estatus, posi- como si fuera alguien más”, o “como si
ciones y roles jerarquizados: crea un yo estuviera a un lado de mi mismo”, o
sentido de unidad, dramatiza la idea “como si yo no fuera yo”, al modo en que
de un cuerpo corporado en gestos y pa- ocurre con los trances. Pero la conducta
labras, en uniformes y aparatos mi- “como si fuera alguien más” —tratada
litares, separa al común de la gente de del mismo modo como el editor de una
las autoridades, y entre éstas distingue película maneja los fragmentos de un
a quienes ejercen o no control sobre ese filme— puede también ser “mi yo en
poder militar. Un carnaval, en sentido otro estado de sentimiento o existen-
opuesto, invierte tal orden y ese refor- cia”. La conducta restaurada ofrece
zamiento de la jerarquía social median- tanto a los individuos como a los gru-
te el juego y los excesos, muestra lú- pos la oportunidad de volver a ser lo
dicamente la falibilidad y fragilidad de que una vez fueron; o incluso, y más
los quehaceres humanos: en el carna- frecuentemente, de volver ser lo que
val participan voluntariamente grupos nunca fueron pero quisieron haber
o asociaciones, suele expresar encuen- sido, o bien lo que quieren ser.
tros más que separación; a diferencia Afirmé que la conducta restaurada,
de los uniformes militares, los del car- acomodo y reacomodo de fragmentos
naval combinan elementos simbólicos de conducta, nos remite a la idea de mí-
que representan campos antagónicos y mesis. En un trabajo reciente, Carmen
contradictorios.6 Por ello tiene razón Trueba muestra que en la Poética se
Victor Turner cuando escribe, en un encuentran indicios de que Aristóteles
trabajo publicado póstumamente (Tur- entiende por mímesis una operación
ner, 1987: 81), que el hombre es un ani- que no se limita a la mera “imitación” o
mal auto-performativo: sus actuaciones “reproducción” de lo real ni del legado
mítico. Aristóteles expande el horizonte
de la mímesis a lo posible: “no corres-
ponde al poeta decir lo que ha sucedi-
6
Para un desarrollo más amplio de estos do, sino lo que podría suceder, esto es,
casos de performance, véase DaMatt (1991: lo posible según la verosimilitud o la
33 y ss.). necesidad” [...] lo cierto es que en la
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York donde floreció el teatro experi- mitidas por las convenciones narra-
mental en las décadas de 1960 y 1970. tivas que utiliza el antropólogo. Por
“De los ndembu al Village” y “del ritual al añadidura, tal vinculación podría ser-
teatro” son frases que resumen una reubi- vir como un medio para plantearse in-
cación conceptual; mejor, una reorien- terrogantes en torno a la investigación
tación teórica: pensar al ritual como antropológica (Turner, 1987: 146):
género performativo. En lo que resta
del trabajo atenderé, según indiqué arri- ¿Cómo podríamos convertir una etno-
ba, las lecciones que al respecto nos ofre- grafía en un guión, luego actuar ese
ce Victor Turner. guión, luego reflexionar sobre esta
Los antropólogos constituyen, por performance, luego regresar plena-
supuesto, una clase singular del homo mente a la etnografía y hacer un nue-
narrans. A través de las etnografías de vo guión, luego representarlo de nue-
otros pueblos organizan las experien- vo? Esta circulación interpretativa
cias de esa alteridad según formas na- entre datos, praxis, teoría y más datos
rrativas específicas y convenciona- nos provee de una crítica de la etnogra-
lizadas: así es como sabemos de los fía. No hay nada como representar la
conjuros mágicos a que se ven someti- parte de un nativo en una situación
das las canoas de los trobriandeses an- de crisis, propia a tal cultura, para de-
tes de zarpar para realizar el kula; o tectar la inautenticidad de los repor-
bien de las lecturas oraculares y acusa- tes que usualmente realizan los occi-
ciones de brujería que el zande acciden- dentales, y para plantearse problemas
tado, herido, formula contra quienes no discutidos o sin resolver en las na-
considera sus enemigos; o del ambicio- rrativas etnográficas (Turner, 1982: 98).
so y estéril sandombu, quien, sin pa-
rientes matrilineales, está condenado a Esta traducción y transformación
fracasar en su aspiración por obtener de la etnografía en performance —lo
un liderazgo político que los ndembu le que Turner denomina performing
niegan. Turner se preguntó si sería po- ethnography— demanda un ejercicio
sible, como herramienta pedagógica, de reflexividad que cuestiona cierta
vincular teatro y etnografía, traducir tendencia en antropología social a “re-
las situaciones en conflicto de las etno- presentar la realidad social como si
grafías en un guión que esté en conti- fuera estable e inmutable, una confi-
nua reformulación; escenificar dichas guración armoniosa gobernada por
acciones dramáticas para comprender principios mutuamente compatibles y
cómo operan la estructura social y los lógicamente interrelacionados... [los
valores centrales de una cultura en si- trabajos antropológicos evidencian]
tuaciones específicas, así como para ha- una preocupación general por la con-
cer inteligibles las experiencias de los sistencia y la congruencia” (Turner,
nativos y, de esta recreación de las et- 1987: 73). En este desplazamiento de
nografías, plantear una crítica a la for- la etnografía a la performance las etno-
ma en que tales experiencias son trans- grafías no son textos que describen a
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los sujetos de estudio como si sólo fue- [...] una y otra son actividades enmar-
ran portadores de una cultura imper- cadas (framed activities), preocupadas
sonal, o como si fueran cera en la que por asignar significado a la experien-
se graban los patrones culturales, o cia. Ambas usan estrategias de mí-
bien como si sus actos estuviesen de- mesis para producir un contexto “na-
terminados siempre por fuerzas socia- tural” en el que se provoca que la
les, culturales o psicológicas. Una an- audiencia olvide la escenificación del
tropología performativa ha de colaborar artificio. Ambas pueden también trun-
a comprender los “pulsos” de otros mo- car esta apariencia con el propósito de
dos de existencia y sus relieves del sacudir al auditorio hacia una con-
mundo, pero también ha de ser refle- ciencia reflexiva. La etnografía, como
xiva en la medida en que se interrogue la performance, es intersubjetiva, de-
por las formas en que funda situacio- pende de una audiencia, de una comu-
nes y representaciones de la alteridad; nidad o grupo con la cual se es respon-
en que reconozca que no sólo dice cosas, sable, no obstante lo heterogéneo que
sino cómo las dice y qué hace al decir- sean sus miembros. Con su interés por
las; qué realidades del otro estatuye. una metodología auto-crítica, que con-
Apunté anteriormente que la palabra sidere sus efectos en el mundo, la et-
performance proviene del verbo francés nografía es ante todo performativa
parfournir, que se refiere al proceso de (Kapchan, 1995: 483-484).
completar, llevar a cabo, cumplir, ejecu-
tar o realizar algo; vinculé, además, ¿Qué otra lección podemos obtener
este término al de conducta restaura- del desplazamiento al que he aludido?
da: una conducta vívida que es tratada Que en las performances tan importan-
del mismo modo como el editor de una te es el resultado final —sean etnogra-
película maneja los fragmentos de un fías, rituales, desfiles militares, carna-
filme, fragmentos que pueden ser rea- vales, conciertos, ceremonias, festivales,
comodados y reconstruidos, es decir, espectáculos, eventos deportivos, jue-
que busca inscribir algún orden. Al re- gos— como el conjunto de pasos y en-
gresar a casa después del trabajo de sayos, con sus tropiezos, que condu-
campo, con sus diarios llenos de anota- jeron a su producción social. Muchas
ciones, sus videos y fotografías, los etnografías exploran, describen y anali-
antropólogos son auténticos performers, zan sólo el producto performativo; sin
completan el proceso de investigación embargo, tan relevante como éste son
con la redacción de sus etnografías, un las acciones y ensayos que lo produje-
genuino ejercicio de elaboración de ron, los procesos que permitieron com-
verosimilitud, al modo en que lo hace pletar su ejecución y los que ocurrieron
el editor de películas: restauran, reaco- después de ésta, los presupuestos que
modan y reconstruyen conductas. la animaron, las presencias que con-
Deborah Kapchan ha subrayado esta vocó, las ausencias reveladas, los efec-
cercanía de la performance y el trabajo tos que produjo —atender, por ejemplo,
antropológico reflexivo: la excepcionalidad corporal que fue ges-
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tando; o los medios con los que se im- los actos performativos”; de este modo,
pusieron tanto su producción social la frase “De los ndembu a Broadway”
como la inscripción, acaso estable, de también se propone aludir a un paisaje
significados, medios que excluyeron teórico que incluye ambas modalidades.
otras alternativas; o la reinterpreta- El desarrollo de la antropología de
ción, recreación y posible renovación de la performance en Turner está endeu-
las formas de vida, las convenciones dada con, o forma parte de, su antropo-
culturales, las tradiciones teóricas que logía procesualista —donde la cate-
en los actos de su realización, y con pos- goría de drama social es sustantiva. En
terioridad a ella, fueron surgiendo, efecto, continuando los pasos de Max
tímida o abiertamente. Gluckman, su maestro en Manchester,
La antropología de la performance Turner hizo de la idea de proceso su ob-
de Victor Turner está en deuda con el jeto de investigación central. En parti-
giro posmoderno que en los últimos cular la aplicó a sus estudios sobre los
veinte años ha conmovido a las cien- rituales en tanto constitutivos, y no una
cias sociales, las artes y las humani- mera expresión, de la existencia hu-
dades. Pero reconocer esta deuda no mana, de sus prácticas seculares y ruti-
implica, por supuesto, estar de acuerdo narias, del fluir a veces atropellado y
con todo argumento posmoderno. Una vertiginoso, a veces perezoso, de la vida
de mis diferencias fundamentales con social. Turner asumió que los rituales y
los posmodernos es su rechazo a, o al los dramas sociales constituyen dispo-
menos sospecha de, las macro teorías sitivos que organizan la experiencia
sociales, con sus explicaciones causales según formas narrativas; o bien, que
para dar cuenta de la vida social, su son una expresión narrativa de las for-
evolución y desarrollo; tampoco con- mas de la conciencia y la experiencia
cuerdo con la inclinación relativista, o en el tiempo (Turner, 1982: 61-87). In-
el relativismo abierto del “todo se vale”, fluido no sólo por la noción marxista de
que aquéllos postulan. Para mencionar la dialéctica, sino también por la filoso-
dos ejemplos, ni la teoría neoevolu- fía de Dorothy Emmet —quien conce-
cionista del poder social de Richard bía a la sociedad como un proceso antes
Adams, ni la exploración que del fun- que como un “sistema integrado al
cionamiento del espíritu humano hace modo de los organismos o máquinas”
Claude Lévi-Strauss se oponen a toda (Emmet, 1958: 293)—, Turner desa-
antropología de la performance, pues, rrolló sus análisis procesuales, ya sea
defiendo que son perspectivas comple- en la organización social, ya en los ri-
mentarias, tensamente complemen- tuales, en la lucha por el poder, e inclu-
tarias. Como ha escrito Stanley Tam- so, al final de su vida, en la mente, en
biah (1985: 2), “en cualquier parte, en una continua interrelación entre orden
todo momento, los seres humanos es- y desorden, entre estructura y anti-es-
tán simultáneamente comprometidos tructura, entre la determinación e in-
con dos clases de acciones: la modali- determinación, entre una realidad indi-
dad de la causalidad y la modalidad de cativa y una potencia subjuntiva, entre
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la reflexividad y el fluir (flow). El análi- der a pensar a las sociedades como flu-
sis de los procesos sociales no debe ser yendo continuamente... Las estructu-
visto como una alternativa que excluye ras formales, supuestamente estáticas,
los estudios sobre los sistemas, estruc- sólo se nos hacen visibles a través de
turas e instituciones sociales, sino como este flujo que las dota de energía [y mo-
un complemento necesario de ellos, es vimiento]” (Turner, 1974: 37). Se trata
decir, como un horizonte de interro- mejor de procesualizar el espacio y el
gantes e hipótesis que estos últimos es- tiempo. Ahora bien, ¿cómo explorar la
tudios han marginado, si no es que en vida social si está en constante flujo, si
ocasiones han olvidado. es esencialmente proceso y transición?
Para Turner el fluir mismo de la vi- Turner encontró una “forma” en cierta
da, sus procesos sociales constitutivos, clase de procesos sociales, una forma
a veces desgarradores, no exentos de que es en lo fundamental “dramática”.
horror y desazón, son esencialmente De aquí que propusiera el concepto de
transicionales: aspiran a alterar, modi- “drama social” para describir a una cla-
ficar y transformar nuestras formas de se de procesos sociales, a saber, situa-
existencia (Turner, 1985: 206). Al lla- ciones en crisis, conflictivas o no armó-
mar la atención sobre estas cualidades nicas. En estas situaciones —combates,
de la vida social, el antropólogo escocés debates, ritos de paso, luchas por el
subrayó la naturaleza procesual del es- poder, divorcios— los participantes no
pacio y su carácter temporal, en oposi- sólo hacen cosas, intentan mostrar a
ción a la figura moderna del mundo, otros qué hacen y cómo lo hacen, qué
que ha tendido a espacializar al proce- han hecho y cómo quieren ser perci-
so y al tiempo (Turner, 1987: 76). Si bidos por los demás: en éstas las accio-
bien es analíticamente necesaria, la no- nes también son realizadas para otros
ción de estructura, cuando no es capaz (Turner, 1987: 74). Por eso señalaba
de desbordarse a sí misma, es un ejem- arriba que para Turner el hombre es
plo de cómo los procesos y el tiempo son un animal auto-performativo: sus ac-
especializados:8 “Tenemos que apren- tuaciones en la vida social son, en un
sentido, reflexivas, porque al actuar
revela su yo, su nosotros, a sí mismo y
a otros en la historia, en los procesos
8
En un célebre trabajo, A.R. Radcliffe sociales. A través de las performances
Brown escribió, que “las relaciones reales de crea su presencia, pero también su pre-
Tom, Dick y Harry, y la conducta de Jack y Jill,
pueden figurar en nuestras notas de campo sencia es (re)creada, una conducta res-
[...] Pero lo que necesitamos para fines científi- taurada inevitablemente por otras per-
cos es una relación de la forma de la estructu- formances, ya que nos referimos a
ra” (Radcliffe Brown, 1972: 219). En sus dife- situaciones en conflicto.
rentes versiones, la teoría del reflejo, según la A su propuesta de los dramas so-
cual una estructura (la ideológica, la social)
está determinada por otra (la económica, la ciales, Turner incorporó la idea prag-
tecnológica), también es un ejemplo de la espa- mática del “coeficiente humanísti-
cialización del tiempo y el proceso. co” que el sociólogo Florian Znaniecki
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aconsejara aplicar a los sistemas cultu- tropología, sino más bien es trasladado
rales en tanto opuestos a los naturales. de otras disciplinas a la antropología.
Esto es, aquéllos dependen para su En particular Turner polemiza con
existencia no sólo de su significado, Edmund Leach, quien en diversos tra-
quizá convenga decir: de su polivalen- bajos defiende que el objeto de la antro-
cia, sino también de la participación de pología es delinear el esquema de la
agentes humanos conscientes, con vo- competencia cultural, idea análoga a la
luntad, y de las relaciones que éstos de competencia lingüística de Noam
guardan entre sí, potencialmente trans- Chomsky:
formables (Turner, 1974: 32). Los dra-
mas sociales son pues una forma pro- El interés del antropólogo es delinear
cesual casi universal que representa el el esquema de la competencia cultural
reto perpetuo de toda cultura por per- bajo el cual puedan tener sentido las
feccionar su organización política y so- acciones simbólicas de los individuos.
cial. Si su nota significativa es que son Sólo podemos interpretar la perfor-
útiles para describir y analizar situa- mance individual a la luz de lo que he-
ciones en crisis, conflictivas o no armóni- mos inferido acerca de la competencia
cas, entonces debemos concebirlos como [cultural], pero para poder hacer nues-
procesos políticos: suponen la compe- tras primeras inferencias tenemos
tencia por fines escasos a través de me- que abstraer un patrón estandarizado
dios culturales particulares y con la uti- que no está necesaria ni inmediata-
lización de recursos que también son mente manifiesto en los datos que son
escasos. Los dramas sociales movilizan directamente accesibles a la observa-
razones, deseos, fantasías, emociones, ción (Leach, 1972: 321-322).
intereses y voluntades, y sus desen-
laces no son, no pueden ser, conclu- Además, en su célebre ensayo intro-
yentes, como no lo son las oposiciones ductorio al análisis estructuralista,
entre los grupos y los individuos. Cultura y comunicación. La lógica de
La antropología procesualista —y la conexión de los símbolos, Leach sos-
la de la performance, que sin duda está tiene que la elucidación de la semánti-
emparentada con aquélla— apuntala ca de las formas culturales es uno de
de este modo una antropología de la los objetos de la antropología (Leach,
conciencia, sin por ello desconocer o ex- 1978: 3). Existe en Leach, entonces, una
cluir las explicaciones causales que es- vocación por ocuparse sólo de las accio-
tán presentes sobre todo en las rela- nes simbólicas correctamente deriva-
ciones y estructuras de poder, ni la das, esto es, de las que se infieran de la
viabilidad de las explicaciones que es- competencia cultural. Para Leach la
tán sustentadas en la idea del incons- tarea del investigador consiste en exca-
ciente. Justo porque no las desconoce var en las acciones simbólicas para de-
ni excluye, Turner introduce el ya cono- velar un secreto profundo. ¿Cómo dar
cido debate entre competencia y per- cuenta de las acciones simbólicas, indi-
formance, que no es exclusivo de la an- viduales o no, que no dependan del
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dier muestra que en el ejercicio del po- tiguemos la vasta voluntad de los re-
der “los actores políticos deben pagar yes o de los presidentes, generales,
su tributo cotidiano a la teatralidad” Führer y secretarios de partido en el
para gestar los efectos deseados, la no- mismo lugar donde buscamos la de los
ción de “teatralidad” exige diversas ope- dioses: en los ritos e imágenes (Geertz,
raciones, puesto que ésta no se resuelve 1994: 148).
del mismo modo —no recurre a los mis-
mos géneros performativos— en una BIBLIOGRAFÍA
teocracia, en una monarquía medieval
europea, en sociedades republicanas ADAMS, Richard (1983), Energía y estructura.
contemporáneas. Es de todos conocida Una teoría del poder social, México, FCE.
la enorme actividad performativa desa- AUSTIN, John (1970), Cómo hacer cosas con
rrollada por Hitler y el nazismo, o el palabras, Buenos Aires, Paidós.
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papel desempeñado por el barroco eu-
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ropeo en la construcción de la alteridad
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americana a través de óperas, obras de BALANDIER, Georges (1994), El poder en
teatro y su vasta iconografía, y también escenas. De la representación del poder
lo fue la riqueza en el manejo de per- al poder de la representación, Barce-
formances culturales para legitimar la lona, Paidós.
transformación del más importante BARBA, Eugenio (1987), Beyond the Floa-
partido comunista occidental, el ita- ting Islands, Nueva York, PAJ Publi-
liano, después de la caída del Muro de cations.
Berlín (véase Kertzer, 1996). Las per- BARTOLOMÉ, Miguel (1979), “Shamanism
formances no son, en consecuencia, Among the Avá-Chiripá”, en D.L. BROW-
meras máscaras o reflejos del poder, MAN y R.A. SCHWARZ (eds.), Spirits, Sha-
conforman en sí mismos una clase de mans, and Stars: Perspectives from
poder; se proponen instituir y conec- South America, La Haya, Mouton.
tarse con los centros activos del orden BATESON, Gregory (1956), “The Message
social. No está de más recordar, para ‘This is a Play’”, en B. SCHAFFNER (ed.),
concluir este trabajo, la contundente Group Processes, Nueva York, Josiah
afirmación de Clifford Geertz: Macy Foundation.
—— (1972), “A Theory of Play and Fan-
tasy”, en Steps to an Ecology of Mind,
[...] estos centros son lugares en que
Nueva York, Ballantine.
se concentran los actos importantes;
BRANDES, Stanley (2000), “El día de muer-
constituyen aquel o aquellos puntos tos, el Halloween y la búsqueda de una
de una sociedad en las que sus princi- identidad nacional mexicana”, Alteri-
pales ideas se vinculan a sus prin- dades, año 10, núm. 20.
cipales instituciones para crear una BRUNER, Jerome (1991), Actos de significa-
arena política en la que han de produ- do. Más allá de la revolución cognitiva,
cirse los acontecimientos que afectan Madrid, Alianza.
más esencialmente la vida de sus CANNADINE, David y S. PRICE (eds.) (1987),
miembros [...] [no es casual] que inves- Rituals of Royalty. Power and Cere-
01. NA 69 pp 1-81 G.casa 7/18/08 11:23 AM Page 58
SINGER, Milton (ed.) (1959), Traditional TRUEBA, Carmen (2002), “Ética y tragedia
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