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Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica

Norma Angélica Hernández Grande


El primer año de vida
Lidia Distenfeld

EL DESAMPARO ORIGINARIO
INTRODUCCIÓN

Ocurren muchas cosas durante el primer año de vida de la criatura humana, pues el desarrollo emocional
comienza desde el primer momento. Incluso llega a una familia que ya tiene una historia que le antecede, con
suerte llega a una familia que le desea desde antes de ser concebido.

En la madre de un bebé hay algo que la hace particularmente apta para proteger a su hijo durante esa etapa de
vulnerabilidad.

La madre efectúa la tarea de serlo ya que es alguien capaz, esta capacidad no se sostiene en el conocimiento,
sino en una actitud afectiva que adquiere a medida que el embarazo avanza pero que también pierde
gradualmente cuando el niño crece fuera de su cuerpo.

Debido a la extrema dependencia emocional del niño, el desarrollo o la vida de un bebé no puede considerarse
al margen del cuidado que se le brinda, tampoco puede ser visto separado de su entorno.

Lo que se pretende examinar es ¿qué aspectos se vuelven relevantes para la madurez emocional del hijo? Y,
¿cuál es el recorrido por el que atraviesa la unidad madre-hijo?

El cuidado materno

En una nota al pie en el texto de La teoría de la relación paterno-filial, Winnicott escribe: “Una vez dije: «No
existe nada que pueda llamarse niño», queriendo decir, por supuesto, que cuando nos encontramos con un
niño nos encontramos con el cuidado materno, sin el cual no habría tal.” (1960, p. 44). Qué importante peso
tienen los cuidados maternos en la constitución de un niño.

Cuando la mujer sabe que está embarazada le ocurren diversos cambios físicos pero también psíquicos.
Comienza a ocuparse de ella en función de lo que necesita el bebé que crece dentro de ella, estos cuidados
trascenderán aun después del nacimiento.

El encuentro de la madre con su hijo la pone frente a su propia experiencia infantil, su ser bebé, un estado que
Winnicott califica de psicótico, mas no una psicosis. Esta condición resalta pues plantea la necesidad de un
particular estado de entrega total.

Esto permite que la madre se identifique con su hijo y provea los cuidados necesarios para él, de tal suerte que
ese pedazo de carne que ha parido devenga en un bebé. Para lograrlo, la madre y el bebé deben hacer la
transición de una fase de apego en la que son uno con el otro a otra donde cada uno se percibe separado del
otro. Pero esta transición lleva tiempo y es por demás delicada.

Cuando la criatura se encuentra en el vientre de la madre su continuidad existencial está casi asegurada (no
siente frío, ni hambre, los ruidos no son estruendosos, etcétera). Esta continuidad existencial se rompe con el
nacimiento al experimentar nuevas sensaciones que no conocía estando en el útero y que atentan contra su
existencia, su estar siendo; ante estas vivencias vendrá la amenaza de aniquilamiento. Los cuidados que la
madre le provea garantizarán la continuidad existencial de la criatura y promoverán que transite a otra fase en
la que el ego esté integrado y la amenaza de aniquilamiento no sea tal.

Dependencia absoluta

Esa fase inicial de unidad madre-bebé, de identificación primaria, le da al bebé la oportunidad de ser para
posteriormente experimentar sentimientos que den cuenta de él como un sujeto diferenciado de la madre;
esto sólo ocurre en la medida en que la madre identificada con su hijo le de ese sostén constitutivo a través de
sus cuidados y su presencia. En la fase de sostenimiento en la que la criatura físicamente depende
absolutamente de la madre y, más aun, de que ambos padres le brinden el ambiente necesarios para
desarrollar todo el potencial que le fue heredado, el ego de la madre sirve de apoyo para el ego inmaduro del
bebé.

En el cuidado del niño se genera como experiencia la cercanía que brinda el momento de lactancia, desde
luego, la madre que amamanta a su hijo con su propia leche y su pecho experimentará algo distinto a aquella
que emplea un biberón; sin embargo, la riqueza de este momento se establece en la posibilidad de que la
madre contacte desde su deseo con el hijo y lo invista con ese deseo que a la larga fortalecerá su carácter, su
yo, y permitirá que el niño se relacione con el mundo. Este evento también posibilita que el niño pase de una
agresividad en acto hacia su madre, que en realidad no está cargada de ese sentimiento, a la fantasía. Gracias a
la identificación que existe entre ambos, el niño puede significar el amor por la sobrevivencia de la madre a la
agresividad del hijo, el objeto sobrevive al ataque.

En la medida en que la madre se identifique con su hijo le dará la protección ante todo ataque del exterior
además de presentarle el mundo a través de los cuidados que le brinda a partir de sus propias sensaciones, la
madre supone lo que necita su hijo a partir de su propia experiencia. En esta fase de dependencia absoluta la
criatura no tenga ningún medio para saber que recibe el cuidado materno, no tiene la capacidad de distinguir si
lo cuidan bien o no, tampoco queda constancia de ello en su mente, su posición se limita a verse beneficiado o
perjudicado de los cuidados, de la presencia o ausencia de la madre.

Dependencia relativa y la cuestión del fallo

Poco a poco y conforme va madurando física y emocionalmente la criatura dejará de depender totalmente de
la madre y será capaz de esperar y anticiparse, esperar unos minutos para ser alimentado porque lo que
escucha le indica que pronto pasará, por ejemplo; esto representa un desarrollo intelectual importante que
está estrechamente ligado con lo ocurrido en la dependencia absoluta. La madre irá desprendiéndose del
cuidado absoluto de la criatura y retomará de a poco sus actividades, habrá un fallo, la unidad madre-hijo se
separa. Entonces la criatura comienza a ser consciente de su dependencia, ante una ausencia de la madre que
rebase la capacidad de espera de la criatura, vendrá la angustia.

En esta fase el ego de la criatura pasa de un estado no integrado a una integración estructurada; entonces,
aquello que en la fase anterior se percibía como amenaza de aniquilamiento en esta se presenta como angustia
de desintegración. Se da la fusión del erotismo muscular con las funciones orgánicas de las zonas erógenas
generando una distinción de la agresión y la experiencia erótica. La criatura puede ahora ser considerada una
persona con la noción de exterior e interior, de un yo y un no yo.

Cuando el bebé se ha afirmado como unidad y existe como un yo diferenciado de la madre, da cuenta de un
nivel elevado de madurez emocional y existe la capacidad de establecer relaciones objetales, pasa de
relacionarse con un objeto subjetivo (al estar fusionado con la madre el objeto es creado por él, el objeto es él)
a un objeto objetivo (un objeto fuera de él).

El bebé interioriza los objetos buenos que le han provisto de un medio ambiente benigno. Es gracias a la buena
maternalización que el bebé puede madurar y estar a solas sin sentirse amenazado ya que ha experimentado la
presencia de la madre y la soledad en presencia (interiorizada) de ella. Ha interiorizado la presencia continuada
de la existencia de la madre que lo protege. Esta es la base de la convencía, de la amistad y quizá de la
transferencia en el proceso analítico.

Hacia la independencia

En recorrido desde la dependencia absoluta hasta la dependencia relativa, brinda al niño la capacidad de poco
a poco enfrentarse con el mundo e identificarse con la sociedad, de vivir experiencias que lo satisfagan
personalmente e involucrarse con su entorno ya que en la experiencia social encuentra sus propias
experiencias personales, desde luego no todas son tolerables pero tienen elementos para lograrlo. Y aunque el
hiño pequeño ha crecido, se vuelve adolescente, y sus círculos sociales también son más amplios, la presencia y
el cuidado de sus padres no dejan de ser importantes; incluso en la adolescencia vuelve a ser fundamental.

Al respecto de este apartado, resalta el sentido social que Winnicott plantea, “El niño se identifica con la
sociedad, ya que la sociedad local es una muestra del mundo personal del ser además de ser muestra de unos
fenómenos verdaderamente externos” (1963, p. 109). De tal forma que, conforme el niño crece pasa del
ambiente familiar al social y el niño, o sujeto, tiene la posibilidad de incidir en ella.

Quizá, en la edad adulta, cuando se haya encontrado un lugar en la sociedad, es posible hablar de un paso de la
dependencia hacia la independencia. Ese “hacia” es fundamental, pues pareciera que la independencia es un
momento al que no se puede acceder.

BIBLIOGRAFÍA

Winnicott, D. (1960). La relación paterno-filial. En: El proceso de maduración en el niño. Barcelona: Laia S. A.
Winnicott, D. (1963). De la dependencia a la independencia en el desarrollo del individuo. En: El proceso de
maduración en el niño. Barcelona: Laia S. A.
EXPERIENCIA DE LA CLASE

Justo eso fue cada clase para mí, toda una experiencia. Considero que en ocasiones se piensa poco en lo que
representa un hijo para una familia, o qué ocurre durante los primeros momentos del recién nacido, qué pasa
con su madre, cómo pasa de ser un bulto de carne a un niño capaz de decir que no.

Tenía conocimiento de algunos de los conceptos de Winnicott, algo había escuchado al respecto de lo que
preexiste al nacimiento de un hijo; sin embargo, nunca había leído a Winnicott, quien me pareció maravilloso
por su profundidad y pericia para hablar del proceso de maduración emocional de un niño, incluso para hablar
de un niño y no solo de una criatura. También hubo conceptos que yo he escuchado de manera usual, como
apuntalamiento, pero que en realidad no sabía las implicaciones que este proceso tiene en la constitución
psíquica del sujeto o la constitución del cuerpo libidinal..

Otro aspecto que me parece fundamental al respecto de la clase es la forma en que está planteado el
programa de las lecturas. Todas tienen continuidad y permiten hacer asociaciones entre uno y otro autor que,
en mi caso, sirvió para comprender mejor algunas cosas.

Por último, valoro totalmente la disposición que tuvo para puntualizar conceptos, explicarlos y aclarar
puntualmente las dudas que se exponían. En general, fue estimulante cada clase.

Autoevaluación: 8

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