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modernidad política”
Sara María Rivas | “El comercio entre Puerto Rico y República dominicana ronda los
mil doscientos a mil cuatrocientos millones, pero el intercambio no incluye objetos
culturales como libros.” MAF
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—Preferiría en el ―medio puertorriqueño‖. El concepto de ambiente me parece
muy ecológico. Mi recriminación a los amantes del ambiente y de los animales, es
que un manatí vale más que un náufrago que se aproxime a las costas. En la
defensa del ambiente y los animales podría haber un olvido de nuestra verdadera
condición humana y de la solidaridad que la funda. Hecho ese comentario me
dirijo a su pregunta a estribor: el trabajo de un otro que vive entre los demás,
como ―un dominicano bueno‖, es siempre bien recibido; siempre y cuando no se
meta con nuestros defectos colectivos… como parece que le ocurrió a Carlos
Ardavín recientemente. El nacionalismo de pacotilla siempre nos tiene en sus
miras: cubanos, dominicanos, puertorriqueños, lo que sea. Somos bien recibidos
siempre y cuando no molestemos lo
suficiente para enviarnos de regreso
o para una isla situada muy, pero
muy lejos. Lo que he hecho no es más
que valorar la literatura y la cultura
dominicana en Puerto Rico y la
puertorriqueña en Santo Domingo.
— ¿Merma su sentido de
dominicanidad en la diáspora?
¿Mitifica a la República en la distancia o siente más objetividad al
analizarla?
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pensamiento optimista”, subraya varios puntos importantes dentro
de esta temática. Por un lado enfatiza su sentido de individualidad:
“el dominicano no quiere salvarse como colectividad”, “El
dominicano no piensa más que en sí mismo” y por otro lado establece
su sentido de colectividad: “los dominicanos sólo quieran ser
dominicanos, no quieren ser otros”. Más adelante, explica que esta
unión florece en momentos de crisis: “Cuando alguien de afuera nos
critica, saltamos llenos de nacionalismo a desgarrarnos la bandera en
el pecho. Pero por dentro sabemos que lo que somos debe
morir.”¿Cómo, entonces conciliamos este ser individual y este
despertar colectivo en momentos caóticos, a los que llama “episodios
maravillosos del pensamiento trágico dominicano”?
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Creo que para los puertorriqueños, los cubanos, haitianos y dominicanos, las
ideas nacionalistas buenas son las que nos defienden en la frontera imperial; no
las que nos hacen vernos como seres distintos. Escritores dominicanos en Puerto
Rico ha habido en todas las épocas republicanas; así como cubanos en Santo
Domingo. Qué mayor alegría me cabe en tener en el presente dominicano a
Fernández Pequeño, Luis Beiro y Carlos Ardavín, como opinantes en este lado,
cuando nuestra historia está hecha de tantos tránsitos… Glosas golosas no es más
que un intento de bloquear la censura y el abandono de los artículos de opinión
centrado en la cultura que cada vez son más escasos en la prensa dominicana. No
es de extrañar que la desaparición de Clave Digital coincida con el bloqueo al
acceso del portal. Esto nos hace peguntar hasta dónde el gobierno dominicano y
sus representantes están dispuestos a aceptar las opiniones libres. Pero saltamos
las tapias de la censura, de la autocensura, en un país donde todo el mundo debe
estar bien con el gobierno o de lo contrario,
le podría pasar como a los desafectos en la
Era de Trujillo.
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imaginario, porque no somos una cultura letrada con una gran circulación de los
productos culturales del intelecto. Encontrar el espíritu del pueblo en un
personaje como el wolkgeist, que la generación del noventa y ocho encontró en la
figura del ‗Quijote‘ y en el realismo de Sancho (cosa que no creo, cabe decir, que
la representación realista del españolismo acepta la esclavitud de los negros,
como nuestro Enriquillo), no podía, en fin funcionar en un país con una pobre
educación formal. Sólo nos quedan los discursos que no siempre se ajustan a la
verdadera dimensión del
héroe. Creo sin lugar a dudas
que el dominicano que nos
une es Juan Pablo Duarte,
aunque no se ha salvado de la
maledicencia de políticos e
historiadores.
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nuestros primeros socialistas para construir un relato de una comunidad
imaginada. Más allá del hispanismo, el catolicismo y la cantaleta de la primacía
de la isla en América, los referentes de esa comunidad soñada casi no existen… Si
pensamos en nuestra realización política, hemos ido de fracaso en fracaso:
Espaillat y Billini son los ejemplos de políticos de la realización de la utopía
liberal del siglo XIX. Francisco Henríquez y Carvajal, como el hombre del
pensamiento positivista hostociano, fue un celaje que se llevó la invasión
estadounidense. De ahí hasta Juan Bosch. Y paramos, pues su legado fue vendido
al partido del uso patrimonialista de los bienes del Estado a favor de la razón
política: el poder por el poder, que sólo engendra la corrupción y el pesimismo.
En este laberinto nos encontramos. No hay muchos paradigmas. En fin, ese es el
problema que tiene el pensamiento
optimista sobre la dominicanidad.
—Hablando de direcciones y
decisiones, entiendo que al hacer
una antología hay que tomar en
consideración que es un ejercicio
con un componente muy fuerte
subjetivo; no es una matemática
exacta. Quiero decir, es cuestión
de apreciación personal y de
gustos del compilador. Apoyo su
criterio que, esencialmente, tal
selección debe basarse en “el
valor literario de cada texto”,
como lo establecía en el ensayo,
“Algunas consideraciones sobre
La novela dominicana 1980-
2009 de Avelino Stanley”. ¿Cree
que estos son los criterios
usados en la República
Dominicana al hacer, digamos
una antología ya sea poética,
cuentística, novelística? ¿Existe alguna mordaza trujillista?
Recordamos incidencias como la ocasión en que al hacerse la
selección de autores para una antología y durante la dictadura se deja
fuera de la antología a un Bosch por razones políticas.
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valoración de la literatura como arte y lo literario como texto abierto a la
comprensión epistémica. Lo que me llama la atención no es la existencia de esas
antologías que Ud. menciona, sino la importancia que parece tener el mundo
letrado en el país, donde tanta gente quiere ver su biografía en la solapa de un
libro; donde cada político quiere ser un letrado como Juan Bosch o Joaquín
Balaguer. Me sorprende que el presidente se haya mandado a hacer la toga de
académico de la lengua, al igual que Trujillo. Que pretenda montar una
Universidad desde su llamada Fundación Global, que organice una biblioteca con
el nombre de Juan Bosch, mientras la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez
Ureña duerme el sueño de los justos,
situación que el propio Juan Bosch no
hubiera aceptado. Pero los juegos de
grupos de escritores que fantasean con
ser reconocidos primero que sus obras,
los veo como parte del folklore, es un
scherzo. En fin, la grandeza de nuestra
literatura no se encuentra en las
antologías: Juan Bosch, Jimenes-
Grullón, Sanz-Lajara, Lamarche y tantos
otros no dependieron de ese instrumento
de circulación libresca. En cuanto a las
exclusiones, en verdad no me preocupan.
Una antología dice mucho del
antologador y creo que la gente habla
más de las exclusiones que de los
verdaderos méritos de los incluidos.
En cuanto al
reconocimiento que
tienen los escritores
de afuera creo que,
para su tamaño e
importancia, ha sido
extraordinario; no
tenemos un mercado
del libro ni un
sistema educativo
que valore nuestra
producción como
simbolización y como una episteme de lo dominicano. Si existieran bibliotecas en
todas las escuelas dominicanas, al día con las publicaciones de los dominicanos
de adentro y de afuera; si el currículo en lugar de integrar trozos de libros,
exigiera la lectura libros de tapa a tapa; si nuestros profesores secundarios
estuvieran al día de los distintos métodos de análisis literarios e integraran el
análisis textual a una identidad colectiva; si el dominicano, en general, leyera más
y discutiera su producción ficcional y discursiva, entonces, los escritores no
tendrían que esperar del Estado que les publique y que les dé reconocimientos. El
problema de la cultura y del libro en Santo Domingo no es, como piensan
algunos, sólo un problema de las leyes y de la inversión del Estado. Creo que es
mucho más complejo y cada sector tiene su agenda pendiente. Una agenda
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olvidada en la politiquería que rebaja el presupuesto educativo; los comerciantes
de la educación y la falta de verdaderos planes nacionales de cultura que no se
pueden formular en un estado patrimonialista como el que tenemos. El fracaso
de la cultura actual es el fracaso de los discípulos de Juan Bosch. ¡Y eso es
deplorable!
—
Anteriorme
nte he
hablado
sobre la
falta o la
dificultad de
difusión de
la literatura
dominicana
fuera de los
confines del
país, ¿se da
el mismo
fenómeno de afuera hacia dentro? Me explico: ¿existe la misma
dificultad para un libro salir del país como para uno entrar?
—Lo primero que debemos tener en cuenta es que el libro funciona como una
mercancía, es un valor de cambio. Si en mercado no hay demanda por esa
mercancía y los interesados no poseen recursos para adquirirla, ¿cómo se puede
difundir? Imagínese lo siguiente: la capital cultual de Santo Domingo es Madrid
o Barcelona; alternativamente Ciudad México o Buenos Aires; ¿qué valor tienen
en pesos dominicanos los libros publicados en Europa o en Sudamérica?
¿Cuántas horas de trabajo debe invertir un dominicano para comprar un libro
extranjero? Todos conocemos la situación precaria de muchas de las editoriales
extranjeras afincadas en Santo Domingo, o en Puerto Rico donde el poder
adquisitivo es mayor. La entrada de libros extranjeros, muchas veces pasa por los
controles aduaneros que gravan también las publicaciones. En relación a los
libros dominicanos y su salida al extranjero, debo decirle que cada vez más el
producto es mejor y estamos compitiendo con Colombia en cuanto al diseño y a la
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impresión. Pero eso no es todo; es necesario que fuera del país alguien crea que
puede hacer negocio con la literatura dominicana. Los pocos que han intentado
han fracasado o su éxito es muy parcial. El comercio entre Puerto Rico y
República dominicana ronda los mil doscientos a mil cuatrocientos millones de
dólares al año, pero los objetos comerciales no incluyen objetos culturales como
libros. Sólo las universidades y un pequeño grupo que viaja a las ferias de
nuestros países compran libros. Lo demás es un discurso de deseo y darle al
Estado una función que en cierto sentido no le corresponde.
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tener otra actitud, pero la educación es la Cenicienta del gobierno: gastamos el
presupuesto en militares, en empleado de nominillas, en la que se realiza la razón
política del partido de turno. Del presupuesto que se dice gastamos en la
educación, buena parte se lo llevan los políticos a través de las construcciones, la
corrupción en el departamento de compras o en las botellas que existen en
Educación. Creo que leí recientemente de la existencia de 2,000 profesores no
titulados en República Dominicana,
¿qué hacen ahí? ¿Por qué no van a la
universidad?
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carga los estudiantes dejen de lado ciertas obras capitales de nuestra cultura-
literatura; lo que ahí se pone en juego en la pedagogía de la lectura, cómo hacer
inteligible un texto que parece a simple vista muy lejano al mundo del joven
lector.
—Yo entiendo que existe una gran frustración en los letrados dominicanos. Pero
lo veo como un asunto en movimiento; es algo de esta época. Y esta época
pasará. El pensamiento por la dominicanidad parece encontrarse en un callejón
sin salida; pero tiene sus ventanas. Somos un pueblo muy esperanzado. Le pongo
un ejemplo: a pesar de haber sufrido tantos dictadores en nuestra vida
republicana, tantos fraudes electorales, tantos políticos embaucadores, los
dominicanos creen en la democracia como forma de gobierno. Eso es un símbolo
de esperanza, de lo que es un país esperanzado. La forma pesimista no es, a mi
manera de ver, más que la agonía, la lucha en torno al camino. Ningún tiempo es
mejor que el nuestro. Todo lo demás es espuma, niebla, deseos. Lo que queremos
es cambiar hacia lo mejor; la frustración no es una forma de caída, sino la pérdida
de una ilusión. Es que las generaciones actuales pensaron que en estos momentos
habría una solución a muchos problemas nacionales, a una agenda vieja,
irresoluta; y nos ha engañado. De ahí viene la negatividad; pero ella debe
convertirse en un optimismo realista, esperanzador. No tengo en eso la menor
duda.
—Al final la patria es como la familia, nos toca con sus virtudes y
defectos, ¿no le parece? Recuerdo el artículo de Rodríguez Soriano:
“Dominicano hasta la tambora” y me preguntaba: ¿Cuando oye un
repique de tambora, le brota miel por los poros? ¿Se siente usted
también, dominicano hasta la tambora?
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baile de disfraces– busco razones para pensar o reflexionar por un mundo mejor.
Y esa es la afirmación con la que quisiera terminar su entrevista.
Mediaisla.net/revista
Fornerin.blogspot.com
Juan Mayí.
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