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EL CONCEPTO DE LO MEDIEVAL1
Llamamos pues Edad Media o Medioevo al espacio temporal que se abre entre
dos periodos históricos: por una parte, el fin del Mundo Antiguo - tomando como
referente la caída del Imperio Romano de Occidente - y lo que, a partir del
Renacimiento, es entendido como periodo de transición hacia lo que hemos
comprendido de manera global como Edad Moderna.
Por una cuestión de prejuicios venidos del racionalismo y la Ilustración del siglo
XVIII, espontáneamente no tenemos una buena impresión de lo medieval. Se suma que
los manuales de historia no siempre hacen la debida justicia a la complejidad del
pensamiento medieval, reduciéndolo solamente a las disputas metafísicas del tomismo o
la escolástica, a la organización política feudal, a la economía centralizada en lo rural y
los pequeños reinos, al estancamiento cultural de diez siglos. Se ignora, o desconoce
que existen ciertos movimientos dentro del Medioevo que en sus análisis,
especulaciones y prácticas (sociales, políticas y culturales) pueden ser considerados -en
justicia- como una anticipación del pensamiento moderno, a nivel social, político y
científico.
Van a ser, particularmente, los ilustrados dieciochescos los que van a generar una
impresión del Medioevo como una época oscura; un tiempo de barbarie, un tiempo
caracterizado como una leyenda negra, sinónimo de sterquilinium [estercolero], faetida
Excrementa [excrementos fétidos], squalor [suciedad]4. Ellos nos van a imponer la
comprensión del Medioevo como un tiempo de barbarie, violencia y destrucción. El
Los románticos, en cambio, en reacción a estas ideas generan una leyenda áurea
que va a constituir una especie idealización mítica como reacción al prejuicio ilustrado.
En esta visión podemos encontrar sus puntos más altos en el imaginario literario donde
destaca Ivanhoe de Sir Walter Scott, en la vida de Francisco de Asís de Chesterton, las
variaciones de las leyendas de Robin Hood, la saga del Rey Arturo y las reflexiones de
Herder que terminaran por reivindicar este tiempo hasta el borde de la desnaturalización
y la fantasía. Peor el remedio que la enfermedad, porque termina por desvirtuar el
Medioevo con una hermenéutica tendiente a una estetización. Esta visión corresponde a
la estética que el cine nos ofrece sobre el Medioevo que se ha plasmado en obras como
Excalibur de J. Boorman, El nombre de la rosa de J.J, Arnaud, El séptimo sello de I.
Bergman, El reino de los cielos de R. Scott, entre otros.
Por otra parte, constatamos una idea de Edad Media fuertemente arraigada en la
cultura popular, que caracteriza una suerte de síntesis entre la Leyenda negra de los
ilustrados y el Romanticismo decimonónico, que entiende al Medioevo como un paraíso
perdido. El ideario popular va a concebir al Medievo como una época de gentiles
caballeros, bellas damas encerradas en las torres de los castillos y la vida cortesana
asociada al goce, el honor y la violencia. Esta visión convive tranquilamente en nuestro
imaginario colectivo, con la concepción del Medievo como un tiempo oscuro, decadente
y por suerte superado, aunque siempre bajo amenazas de regresión en nuestro tiempo.
Cotidianamente usamos el término "medieval" para caracterizar algo muy
conservador y anacrónico. La palabra sirve para evocar comportamientos retrógrados,
fuera del contexto moderno o simplemente como algo reaccionario. A diario los medios
de comunicación de masas lo usan para hablar de las injusticias sangrantes o las
matanzas indiscriminadas, paradojalmente al tiempo de entender como medievales los
comportamientos valerosos, "caballerosos", y lo que tenga que ver con la nobleza de
espíritu.
En fin, lo medieval posee en nuestros usos una ambivalencia que está presente
en nuestra cultura popular actual, como un puro imaginario colectivo donde caben
visiones y conceptos contrapuestos, pero parece ser que compatibles, reforzado por el
cine, los video-juegos, la literatura y la pintura. Muy a pesar de pensadores como
Voltaire, Jollivet, Burkhard, Cartesius y Gassendi, la Edad Media vive y tiene buena
salud entre nosotros.
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5
Cfr. P. ANDERSON, Transiciones de la antigüedad al feudalismo, Siglo XXI: Madrid, 1979.
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una incipiente vida urbana, nuevas clases sociales (la burguesía, mercaderes,
negociantes, intelectuales y banqueros) que con el tiempo desarrollarán la forma
económica y política que acuñará el capitalismo6.
Pese a ser una época estratificada y de clases claras y fijas, no es una sociedad
inmovilista; desde sus orígenes la Edad Media, registra migraciones de pueblos enteros,
grandes procesos repobladores que dan paso a una progresiva ruralización que, en los
últimos siglos, se revierte hacia la ciudad recuperando los antiguos caminos de las vías
romanas decaídas, que se reparan y modernizan con nuevos puentes; para conducir a
toda clase de viajeros (guerreros, peregrinos, monjes, mercaderes, frailes, estudiantes,
goliardos) encarnando una visión del mundo a partir de la metáfora espiritual de la
comprensión de la vida como un viaje (El homo viator desarrollado por el pensamiento
franciscano de Buenaventura y Duns Scoto).
La Edad Media fue fecunda en ensayos de formas políticas nuevas, que van
desde el califato islámico de Córdoba a los poderes universales de la cristiandad latina
(Pontificado e Imperio) o el Imperio bizantino y los reinos eslavos integrados en la
cristiandad oriental (los procesos de aculturación, inculturación y evangelización de los
monjes Cirilo y Metodio). Por otro lado, es escenario de los ensayos de participación y
organización en democracia, con algunas prácticas monacales y de las órdenes
mendicantes para la elección de sus dirigentes por sufragio universal.
Desde el espectro urbano resurgen las concepciones de las ciudades estado,
desde las pequeñas ciudades episcopales alemanas hasta las repúblicas que mantuvieron
imperios marítimos al estilo de Venecia; que son una vía de superación de las
monarquías feudales, que de monarquías autoritarias van a dar paso a experiencias
democráticas (como Florencia) que prefigurarán el estado moderno.
Es notable que mucho de los conceptos asociados a lo que entendemos como
modernidad irrumpen en el Medioevo, tanto como prácticas o como en sus aspectos
intelectuales a partir de la crisis de la escolástica. Ciertamente que ninguno de estos
elementos sería comprensible sin la experiencia del feudalismo, que como modo de
producción, basado en las relaciones sociales de fabricación de productos a partir de la
tenencia de la tierra o como sistema político basado en las relaciones personales de
poder en torno a la institución del vasallaje.
Otro elemento que evidencia la dimensión dinámica del Medioevo es el choque-
encuentro de civilizaciones ocurrido entre la Cristiandad y el Islam, que se manifestó en
la ruptura de la unidad del Mediterráneo (hito fundamental de la época, según Henri
Pirenne, en su clásico Mahoma y Carlomagno7), la Reconquista española y las
Cruzadas. Pero no se trató sólo de violencia, sino que también de tolerancia,
coexistencia y comercio; además de un fértil intercambio cultural (escuela de
Traductores de Toledo, Escuela Médica Salernitana), que amplió los horizontes
intelectuales de Europa, hasta entonces limitada a los restos de la cultura clásica, con
una transmisión de segunda mano, salvados por el monacato altomedieval y adaptados
al cristianismo. Le Goff lo señala lúcidamente:
“La Edad Media realizó una curiosa combinación entre la
diversidad y la unidad. La diversidad fue el nacimiento de las
6
Cfr. R. HILTON, La transición del feudalismo al capitalismo. Barcelona: Crítica, 1977.
7
H. PIRENNE, Mahoma y Carlomagno. Madrid: Alianza, 1978.
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Una vez aclarada nuestra posición frente al Medioevo como tiempo tremendo y
terrible, al que no podemos dejar de acercarnos con curiosidad, con temor y temblor,
buscaremos abarcar un problema que nos va a complicar en nuestro acercamiento a este
tiempo histórico: las fuentes. Con la desventaja de no conocer el latín, de no ser
cristianos medievales nosotros mismos y de sentir que es una época lejana y
desvinculada de nuestras inquietudes e intereses, trataremos de acercarnos a la
cristiandad medieval desde la historia de la Iglesia.
Me doy por satisfecho si podemos superar prejuicios, conocer y valorar los
aportes, las luces y sombras de un tiempo fascinante y que de una manera u otra ha
influido notablemente en la andadura del mundo Occidental y de la Iglesia hasta
nuestros días.