Вы находитесь на странице: 1из 4

El caso Marie-Louise

Giraud
Por Andrés H. Reggiani



El 8 de junio de 1943, un tribunal francés condenó a la pena capital a


Marie-Louise Giraud, una lavandera de la ciudad de Cherburgo, por
haber practicado una veintena de abortos. El 30 de julio fue ejecutada
en la guillotina de la cárcel de La Petite Roquete (París). Giraud era lo
que se conocía popularmente como faiseuse d’anges (creadora de
ángeles), una abortista “profesional”. La dureza de la pena sorprendió
a jueces y policías, ya que nadie recordaba que un castigo semejante
hubiera sido aplicado por un acto ante el cual las autoridades habían
mostrado cierta tolerancia. El Código Napoleónico había definido al
aborto como un crimen pero en la legislación republicana posterior
quedó tipificado como un delito. Las leyes de la década de 1920
exoneraban a la mujer que abortaba pero castigaban con penas de
prisión y multas a los terceros involucrados-médicos y “creadoras de
ángeles”. Pero en la década del 30, la obsesión con la caída de la
natalidad y el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial volvieron a
crear una atmósfera contraria a las prácticas reproductivas
maltusianas. La criminalización del aborto fue su expresión más
extrema.

En febrero de 1942, el gobierno reaccionario del mariscal Pétain


promulgó la Ley 300, que volvía a definir al aborto como un crimen. La
medida estaba dirigida contra “cualquier individuo sobre el cual exista
la presunción precisa y consistente de que el o ella han realizado o
intentado realizar, de forma reiterada y por razones económicas, un
aborto, independientemente de que la mujer estuviese real o
supuestamente embarazada, o que hayan facilitado los medios para
llevar a cabo el aborto” (Art. 1). No había necesidad de probar la
existencia del crimen, su presunción era suficiente para condenar. La
ley calificaba a los condenados como “autores, coautores o cómplices
cuyas actividades amenazan al pueblo francés” (Art. 2). Se proponían
dos cursos de acción: la privación de la libertad (internamiento
administrativo) o el procesamiento por el Tribunal de Estado. Este era
una jurisdicción especial creada por el gobierno en 1941 –momento en
que se producen las primeros actos contra la ocupación alemana– con
el objetivo de imponer sanciones excepcionalmente duras por fuera de
lo establecido en el Código Penal. La decisión de procesar a Marie-
Louise Giraud en una jurisdicción creada ad hoc para tratar cuestiones
de enorme gravedad para la seguridad del Estado –como la
resistencia armada– demuestra un grado de politización del cuerpo
con pocos precedentes en la historia. Como puede leerse en los
fundamentos de la sentencia del Tribunal de Estado de París –y
también en algunas tesis de medicina de esa época– al criminalizar la
interrupción voluntaria del embarazo, la Ley 300 transformó a los
abortistas en “asesinos de la patria” y al aborto en un “crimen contra el
embrión, la sociedad, el Estado y la raza”, todo ello en un contexto en
el cual se glorificaba a la familia numerosa y la maternidad mientras se
deportaba a judíos y revocaba la nacionalidad a extranjeros
naturalizados.

El andamiaje represivo que condujo a la única ejecución por aborto de


la que se tiene registro en la historia moderna no fue obra exclusiva de
un régimen político empecinado en desandar el camino iniciado en
1789. Tenía sus orígenes en la campaña llevada a cabo por las
organizaciones antimaltusianas en los últimos años de la Tercera
República. La más importante fue la Alianza Nacional contra la
Despoblación, creada en la década de 1890 y dirigida por Fernand
Boverat. Este cruzado de la ideología natalista, admirado en Argentina
por figuras de la talla de Gregorio Aráoz Alfaro y Alejandro Bunge,
movió cielo y tierra para que el Estado francés reconociese la función
patriótica de las familias numerosas a través de medidas similares a
las adoptadas por las dictaduras nazi y fascista, desde las exenciones
impositivas y la discriminación “positiva” en el empleo a la condena de
las prácticas anticonceptivas. La acción propagandística de la Alianza
Nacional tuvo un rol fundamental en la construcción de un amplio
consenso antimaltusiano. Sus ideólogos desplegaron una gran
imaginación, y pocos escrúpulos para llevar el mensaje más allá del
círculo de iniciados. No vacilaron en usar imágenes fuertes para
convencer a la opinión de que el aborto era el peor de los crímenes.
Un folleto titulado “La masacre de los inocentes”, que fue distribuido
en reparticiones públicas, comparaba los distintos métodos para
inducir un aborto con las torturas a las que eran sometidos los
criminales en la antigüedad, como el aplastamiento, la asfixia, el
empalamiento y la hoguera. El mismo documento describía al aborto
como un “crimen” más vil que el asesinato de un anciano –a quien “se
le roban los años menos felices de su existencia”– y un enfermo
incurable –a quien “se le roban algunos años de sufrimiento”–, ya que
“asesinar a un niño prenatal es robarle 60 años de vida”. Tras décadas
de ejercer presión sobre la clase política y saturar la opinión con una
retórica catastrofista, en 1939 el gobierno republicano promulgó un
Código de Familia que incorporaba varios de los reclamos del lobby
natalista. Mientras se aprestaba para la guerra, el Estado francés se
lanzó a la caza de “creadoras de ángeles” y médicos abortistas. Su
víctima más notoria fue la militante feminista Madeleine Pelletier,
primera mujer médica diplomada en psiquiatría, que fue arrestada y
encerrada en un manicomio bajo la falsa acusación de haber realizado
un aborto en una menor.

* Profesor investigador (Departamento de Estudios Históricos y


Sociales Universidad Torcuato Di Tella).

Вам также может понравиться