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CVX Jóvenes Chile 2010
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Reuniones de Comunidad – Itinerario de Formación y Crecimiento en CVX
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nuestra. Por eso pidamos muchas veces, con fe y mucha perseverancia, que el Señor nos
enseñe a orar”.
Darío Pedroso, Señor enséñanos a orar…
Intentemos en un ambiente de oración, confianza y respeto, realizar un diálogo con Dios a partir del
Padre Nuestro.
Usando dos textos en paralelo, digamos primero una frase a Dios y después la frase correspondiente
de la oración de al lado, procurando escuchar lo que Dios nos dice en este momento en el corazón, a
cada uno de nosotros.
Escuchemos lo que Dios nos quiere decir…
Padre Nuestro, que estás en el cielo Hijo(a) mío(a), que vives en la tierra, muchas veces
preocupado, tentado, o solitario.
Santificado sea tu nombre Conozco perfectamente tu nombre y lo pronuncio lleno
de bendiciones, porque te amo.
Venga a nosotros tu reino No estás sólo, sino habitado por mí y juntos
construiremos este Reino, del que eres heredero,
porque eres creación mía.
Hágase tu voluntad en el cielo como Me alegra que hagas Mi voluntad, porque Mi voluntad
en la tierra es que seas feliz, ya que mi gloria es tu vida.
Danos hoy el pan de cada día Cuenta siempre conmigo, tendrás el alimento y el
sustento para hoy. No te preocupes. Sólo te pido que
sepas compartirlo con tus hermanos.
Perdona nuestras ofensas Sabes que perdono todas tus faltas de amor, incluso
antes de que te arrepientas.
Como nosotros perdonamos a Por eso te pido que hagas lo mismo con los que te
quienes nos ofenden dañan. Perdónalos, reconcíliate con ellos.
No nos dejes caer en tentación Para que nunca caigas en tentación únete firme a mi
mano.
Y líbranos de todo mal Yo te libraré de todo mal, porque te amo como hijo(a).
Se proponen las siguientes preguntas para el compartir comunitario
− ¿Qué me pasó al escuchar y leer la oración?
− ¿Cómo experimenté a Dios?
− ¿Siento que Dios me ha dicho algo de manera especial?
Instrucciones de ejercicios de oración para realizar antes de la próxima reunión
Escoge un lugar silencioso, donde no te distraigas y no seas molestado.
Ponte en una situación de escucha y acogimiento (una vela encendida te puede ayudar).
Reserva para ello por lo menos 15 minutos y no interrumpas antes de pasar ese tiempo.
− Trata de tranquilizarte interiormente, concentrándote en tu respiración.
− Toma conciencia que Dios está contigo, te ama y quiere relacionarse y hablar contigo.
− Pídele que te ayude hacer oración y a dialogar con El.
− Lee el texto siguiente: Evangelio según san Mateo 6, 6‐8.
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− Pon atención a los sentimientos que estas palabras despiertan en ti, lo que Jesús te dice a ti
en ese momento que estás orando.
− Responde a Jesús, dialoga con Él (si te distraes vuelve al ejercicio nuevamente, sin
recriminaciones… es normal).
Otro ejercicio de oración: “escribiendo….”
− Toma un cuaderno o una hoja de papel.
− Prepárate de la forma antes indicada para iniciar un momento de oración.
− Escoge un tema sobre el cual te gustaría dialogar con Dios.
− Comienza a escribir un diálogo en el papel. En una línea escribe lo que dices tú a Dios, y en la
siguiente lo que Dios te responde a ti. (Déjate llevar por lo que te surge, sin evaluar nada…
casi deja al lápiz escribir solo)
− Al final lee lo que escribiste.
− Al día siguiente tu oración puede comenzar con la lectura de este diálogo escrito, y a partir de
él continuar la conversación (escribiendo ayuda para concentrarte).
Preguntas para examinar los ejercicios de oración
− ¿Cómo fue la calidad de la oración que hice?
− ¿Cómo ha influido la oración en la vida de cada día?
− De lo que experimenté hoy: ¿Hay alguna cosa que debería dialogar con Dios?
Cuadro de ayuda metodológica:
+ Para favorecer la meditación del Padre Nuestro, ayudaría tener una copia del texto para cada
miembro de la Comunidad al momento de leer la reflexión de manera comunitaria.
Oración final
+ Hacemos un momento de oración. Se invita a pedir y dar gracias a Dios.
+ Se reza un Padre Nuestro.
Evaluación
En clima de oración, se invita a hacer una evaluación de la reunión. Se pide a cada integrante de la
comunidad que medite un momento las siguientes preguntas. Luego se comparten:
− ¿Me ayudó la reunión? ¿Qué aprendí? ¿Qué es lo que me llevo como enseñanza?
− ¿Qué fue lo mejor logrado de la reunión?
− ¿Hay algo de la reunión que no me haya gustado?
− ¿Cómo evalúo mi propia participación en la reunión?
− ¿Hay algo que mejorar para la siguiente reunión?
− ¿Cuáles son los desafíos que me deja la reunión para el tiempo que viene, desafíos hasta la
próxima reunión de comunidad?
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T EXTOS DE AYUDA PARA PREPARAR LA REUNIÓN
Empezar a orar
Peter G. Van Breemen SJ
La oración es estar en la presencia de Dios con las manos abiertas y el corazón abierto. Hay
tantas cosas en mi vida de las cuales yo me agarro, cerrando el puño... Y si abro mis manos, todavía
están ahí... Nada se cae, mis manos están abiertas. Eso es la oración. Después de un tiempo en que
esté dispuesto a quedarme con las manos abiertas, bastante tiempo, vendrá el Señor, echará una
mirada y rondará por mis manos para ver qué es lo que tengo. Puede quedar sorprendido: ¡Tantas
cosas!; luego se me quedará mirando y me preguntará:
¿Te importaría si te quito un poco?
Y yo le contesto:
Claro que lo puedes tomar, `por eso estoy aquí con las manos abiertas.
Y tal vez el Señor echará un vistazo en esta ocasión y me preguntará:
¿Te importaría si te pusiera algo en tus manos?
Y yo le respondo:
Claro que no.
Este es el meollo de la oración, el Señor puede quitar y poner algo, nadie más puede hacer
esto. Pero Él si puede. Es el Señor. Yo sólo tengo que abrir mi corazón y mis manos y quedarme ahí el
tiempo suficiente para que el Señor venga.
La oración no es tanto una búsqueda. La búsqueda lleva consigo una parte de impaciencia, una
actividad. Tengo que hacer algo. No, la oración es un esperar. El esperar coloca el énfasis sobre la otra
persona, la que va ha venir. Lo único que yo puedo hacer es esperar a esta persona. Al esperar
expreso mi impotencia, mi insuficiencia, y esa es mi disposición hacia Dios. No puedo forzar a Dios a
que venga. Todo lo que puedo hacer es esperar y estar presente. Orar significa soltar mi control.
Cuando oro ya no tengo el control, Dios es el que controla. Vendrá cuando crea ser el tiempo de
venir. Orar es tener el valor de escuchar, de ceder mi autodeterminación.
La oración es esperar. Es esta espera la que sella y forma mi personalidad. Cuando estoy
dispuesto a esperar me vuelvo diferente. La oración hace a una persona: atenta, contemplativa; en
lugar de ser manipulante. El hombre de oración es receptivo en este mundo. No agarra, sino que
acaricia; no muerde, toca; no cuestiona, sino que admira y adora.
La oración no puede ser medida en los términos de “utilidad”. Solamente se puede comprender
como una entrega total, sin querer sacarle algo externo a ella misma. De lo contrario puedo sentirme
tentado a convenir mi oración en media hora de lectura o de contemplación de la naturaleza.
La vida de oración puede ser explicada en tres etapas:
1º. En la primera etapa la oración se centra en darme cuenta de que Dios es Amor, que me
ama como yo soy (no como debería ser). Me conoce por mi nombre. La oración es
calentarse al sol del amor que Dios me tiene hasta que al final de cuentas penetre todo mi
ser.
2º. La oración en su segunda etapa se concentra en la persona de Cristo. Esto quiere decir que
procuro conocer a Cristo mejor, amarlo y seguirlo más de cerca. Hasta poder decir: “No soy
yo el que vive. Es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2, 20).
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3º. La tercera etapa de la oración es encontrar a Dios comprometido en la totalidad de la
realidad, en cada persona, en cada cosa; es un decir Sí a la realidad. Un enfoque positivo
ante la vida. Un compromiso con lo más necesitado y más débil de este mundo. No puedo
orar nunca si no estoy dispuesto a comprometerme por completo. La oración no puede ser
nunca un sustituto de la donación completa de mi ser.
Debo vivir de tal forma que pueda orar. La verdadera dificultad no es tanto la oración sino la
forma en que vivo. Algunas veces me quejo de que la oración me pone tenso, no puedo orar
regularmente. Esto es seguramente un escape. Mi manera de vivir, sencillamente, no va de acuerdo
con mi oración. Cuando oro sin abrir las manos. Cuando no le doy a Dios completa libertad..., mi
oración es seca, vacía y desolada. La oración debe arriesgar mi vida. Si no lo hace es inauténtica.
Empezar a orar: Reflexiones y práctica
¿Cómo empiezo a orar? Existe una diferencia entre lo que es concentrarse en un objeto, y el
“dejarse uno ir”, esto es, una unidad y unión inmediata con el objeto que estoy contemplando. La
concentración cansa, y es, por lo tanto, breve. El “soltarse” no requiere ningún esfuerzo y puede
durar mucho tiempo. Tengo que iniciar mi contemplación, con unos minutos de concentración a fin
de reunir todas mis fuerzas, y luego “me suelto”, me identifico con el objeto de mi contemplación,
esto es, Dios Padre, Jesucristo, o cualquier otra persona del Evangelio. Todo mi ser está tranquilo y
callado. Dios está ahí. Él me ha estado esperando.
Puede ser que está dispuesto a orar y ore bien, pero tengo otra dificultad. No siento que Dios
responda mi oración. Pero esto es voltear las cosas al revés. Dios no es el que contesta, Dios es
primero. Yo soy una palabra hablada por Dios, yo soy el que responde.
Algunas personas dicen que no les gusta orar por que no pueden tolerar la introspección. Sin
embargo, la oración no es un confrontarse con uno mismo; es confrontarse con Dios. Orar significa
encender una luz de enfoque sobre Cristo. Lo que yo tengo que hacer se me irá revelando
gradualmente. Me sucede a mí, lo descubro sin necesidad de autoanálisis. Por el contrario, el deseo
de examinarme, de verme más de cerca es una degeneración, un retraso en la oración. Lentamente y
en paz, al llegar a conocer a Cristo, me llego a conocer yo.
Sigue a continuación un esquema que pretende clarificar el proceso de oración a fin de que la
experiencia se haga más lúcida y libre:
1‐ La oración empieza con un darme cuenta de que soy amado por Dios tal y como soy. Esto no es
tanto una actividad personal sino una pasividad en la cual dejo que el amor que Dios me tiene
impregne y penetre todo mi ser. Debo permanecer en este nivel el mayor tiempo posible (es el
más valioso), pero sin forzar. Cuando encuentre lo que busco me muevo al nivel siguiente.
2‐ Mi respuesta al amor de Dios es la adoración. Puedo orar sin ninguna tensión o temor por que
estoy convencido de que Dios no me es una amenaza: me abandono en sus manos, tanto
tiempo como pueda, sin presión alguna en acortar o prolongar este momento.
3‐ Luego me concreto a un episodio en particular de la Sagrada escritura, en forma tal que procuro
identificarme con Cristo o con la persona que Cristo está tratando. Contemplo el Evangelio no
como testigo ocular, sino como participante. No es asunto de imaginación sino de corazón.
Cristo vive en mí...
4‐ Luego viene la oración de petición. De lo considerado hasta aquí muchas peticiones saldrán
solas.
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5‐ El último paso es la meditación propiamente dicha, sobre un versículo, un pasaje: pienso,
analiza, investigo, me esfuerzo por comprender. Esto me llevará hasta la oración de petición, o
hacia la identificación renovada con Cristo, tal vez a un período de adoración, o a una
permanencia suave en el amor que Dios me tiene. Así, del nivel de la meditación podré
ascender a niveles más elevados. Y no olvides nunca: “ora como puedas, y no trates de orar
como no puedas”.
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El que sea fiel a su oración se santificará ‐ Textos escogidos sobre la oración
Alberto Hurtado SJ
− La oración es el aliento y reposo del espíritu. El apóstol ha de tener la fortaleza y paz de Dios
porque es su enviado. Y sin embargo en la vida real con cuanta facilidad los ministros de Dios se
hacen terrenos... Para hallar esa paz necesita el apóstol la oración, pero no una oración
formulista; sino una oración continuada en largas horas de oración y quietud y hecha en unión de
espíritu con Dios.
− Esta oración personal constituye una conversación sincera, real, íntima con Dios a base de
sentimientos de gratitud, admiración, respeto, alegría, esperanza. El joven de vida interior hará esta
oración en toda circunstancia de su vida: en sus viajes, en los deportes, en el teatro, en el amor.
Esta oración no será sino la sobrenaturalización de aquello que estaba haciendo en forma natural.
Ha de ser tan frecuente como la respiración. Puede decirse sin exagerar que del aprovechamiento
de estos momentos depende en gran parte la vida espiritual de los jóvenes.
− Mi oración en unión con la de Cristo; nuestras peticiones, para que sean escuchadas han de ir
unidas a las de Cristo; pero no han de ir de sólo Jesucristo, sino de Él y mías. Él ha de inspirármelas,
arrancarlas y hacerlas eficaces... Pedirle, pues, que suscite mis peticiones y les dé eficacia. Y así lo
hace... Vaya, pues, si sabrá inspirarme lo que necesito y lo querrá.
− Como mi oración se une a la de Jesús... no nace un buen deseo en mí que no lo suscite y arranque
Jesucristo, y uniendo entonces su voz a la mía, lo presenta al Padre... van tan unidas las voces que el
Padre podría preguntar: ¿quién ora? ¿es el alma o es mi hijo? A Jesús nada se le niega, y mi oración
es la suya.
− Es decir, más [centrada] en Dios que en nosotros. Una oración de adoración... No pensar
demasiado, porque es estudio; no hablar demasiado, porque es prédica, sino afectos del corazón...
de modo que estemos verdaderamente presentes a Dios. Él está siempre presente a nosotros, pero
nosotros no estamos siempre presentes a Él.
− Nosotros no somos sino discípulos y pecadores. ¿Cómo podremos realizar el plan divino sí no
detenemos con frecuencia nuestra mirada sobre Cristo y sobre Dios? Nuestros planes que deben
ser partes del plan de Dios, deben cada día ser revisados, corregidos. Esto se hace sobre todo en
las horas de calma, de recogimiento, de oración.
− La acción llega a ser dañina cuando rompe la unión con Dios. No so trata de la unión sensible, pero
sí de la unión verdadera, la fidelidad hasta en los detalles al querer divino. El equilibrio de las vidas
apostólicas sólo se puede obtener en la oración.
− Después de la acción hay que volver continuamente a la oración para encontrase a sí mismo y
para encontrar a Dios. Para darse cuenta, sin pasión, si en verdad caminamos en el camino divino,
para escuchar de nuevo el llamado del Padre, para sintonizar con las ondas divinas, para
desplegar las velas según el soplo del Espíritu Santo.
− ¿Cómo orar? Hablando en plural con Dios (...) El sistema consiste en vez de monólogo hablar en
diálogo o mejor dicho en vez de 'Yo estoy aburrido', etc, hablar en plural: 'Nosotros' (Dios y yo). Este
fue uno de los propósitos que hice en ejercicios este año. Si uno habla en plural anda muy bien; p.
ej. uno dice 'me voy a vengar de tal persona', pero ¿podrá decir 'Nos vamos a vengar'? Dios le corta
la corriente al tiro.
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− Afina su sentido espiritual: llega a percibir los más leves susurros en Jesucristo; se transforma en Él;
llega con su oración a alcanzar lo que ahora ni siquiera soñamos. Y esta presencia no es necesario
sentirla: basta creerla.
− La fidelidad a la gracia es imposible sin una vida de oración tomada en serio. Recogimiento
habitual del alma…
− ¿Cuánto rato debemos rezar al día? 16 horas (las otras 8 horas se duerme y ora el ángel de la
guarda). Oración íntima, cordial, ferviente con Dios, haciendo del trabajo una oración (...) Ponerla
no al lado sino dentro de la vida. Puede no caber más trabajo en el día (...) pero sí cabe oración.
− En la práctica cada uno ha de ver hasta dónde esta hipótesis se realiza en él y dé a la oración el
mínimum de tiempo que le permita vivir seriamente unido con Dios Nuestro Señor, y el resto de
tiempo al apostolado.
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