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Índice

BLOQUE 1 LA FILOSOFÍA COMO UNA DISCIPLINA GLOBAL

1.1 Características de los conocimientos pre filosóficos de tipo míticos, 4


mágicos y religiosos
1.2 Definición de filosofía 11
1.3 Características de la filosofía 14
1.4 Relación de la filosofía con la ciencia y la religión 16
1.5 Las disciplinas filosóficas: ontología, metafísica, lógica, ética, 17
estética y epistemología.
1.6 Los métodos mayéutica y cartesiano. Análisis y comparación 20

BLOQUE 2 LA IMPORTANCIA DE LA RAZÓN PRESOCRÁTICA PARA EXPLICAR LA


REALIDAD NATURAL

2.1 La problemática que enfrentaron los filósofos de la naturaleza al 23


explicar los fenómenos físicos
2.2 Los filósofos presocráticos o cosmogónicos 25
2.3 Las explicaciones de los filósofos milesios en torno al origen del 27
Cosmos
2.4 Pitágoras: el principio de todo es el número 29
2.5 El pensamiento de Heráclito 30
2.6 El pensamiento de Parménides como medio para llegar a la verdad 32
y la razón
2.7 Las explicaciones de los filósofos mecanicistas 32

BLOQUE 3 LAS RESPUESTAS CLÁSICAS A LOS PROBLEMAS DE LA CONDICIÓN


HUMANA Y LA SOCIEDAD

3.1 El problema de la condición humana y su relación con las 35


situaciones sociales, éticas y políticas
3.2 La propuesta ética antropológica de Sócrates, como inicio del 37
razonamiento sobre la verdad y la virtud
3.3 El dualismo antropológico y cosmológico de Platón como 39
explicación privilegiada de la cultura occidental
3.4 La concepción platónica de las estructuras sociales y políticas 41
por medio del modelo de la Republica.
3.5 Los conceptos de materia y forma, acto y potencia, y el modelo de 45
las cuatro causas de Aristóteles como estructura integradora
de la antropología clásica.
3.6 Discrimina las estructuras de la lógica de Aristóteles 48
3.7 Las posturas antropológicas sofistas de Protágoras. Gorgias 50
y Calicles
3.8 Las diversas corrientes helenísticas como referencia para 52
comprender las ideologías actuales

BLOQUE 4 LA RELACIÓN ENTRE LO HUMANO Y LO DIVINO EN EL PENSAMIENTO


MEDIEVAL
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4.1 La importancia del conocimiento del hombre como un ser en 58
relación con la divinidad
4.2 El pensamiento de Tomas de Aquino con respecto a las vías 63
para demostrar la existencia de Dios, así como sus concepciones
sobre la configuración del mundo y la causalidad
4.3 Las influencias del pensamiento de san Agustín y santo Tomas 66
de Aquino en el cristianismo actual
4.4 El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo 70
4.5 Contexto en el que se desarrolla la reforma protestante propuesta 73
por Martín Lutero.

BLOQUE 5 LÍMITES, ALCANCES Y ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO HUMANO

5.1 Importancia del problema del conocimiento 75


5.2 David Hume como el representante del empirismo clásico 82
5.3 Kant, La crítica de la razón pura y su estructura, analítica 87
y dialéctica trascendental.
5.4 El imperativo categórico kantiano 93
5.5 El argumento ontológico de san Anselmo 95
5.6 El sistema de lo absoluto de Hegel 97
5.7 La filosofía hegeliana como el «lugar» en que la historia humana 101
es pensada

BLOQUE 6 LA CONDICIÓN HUMANA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA FILOSOFÍA


POSMODERNA

6.1 Friedrich Nietzsche como precursor del pensamiento posmoderno 102


6.2 Los temas filosóficos de Nietzsche 105
6.3 El pensamiento existencialista de Martin Heidegger 109
6.4 El modernismo y posmodernismo 112
6.5 Heidegger como antecedente de una concepción filosófica 117
«posmoderna»
6.6 El posmodernismo. El punto de vista de los autores de la 118
escuela de Fráncfort
6.7 El pensamiento de Gianni Vattimo 119
6.8 Jean-François Lyotard y la crítica a la idea de progreso material 122
y la razón instrumental

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BLOQUE 1

LA FILOSOFÍA COMO UNA DISCIPLINA GLOBAL

UNIDAD DE COMPETENCIA

Comprende la importancia del estudio de la filosofía como un saber global e integrador, a


partir de la consideración de los planteamientos pre filosófico en diversas civilizaciones y
los elementos que conforman a la filosofía, además de que lo relaciona con otras
disciplinas como la religión y la ciencia.

INTRODUCCIÓN

La filosofía, no se puede definir la filosofía antes de hacerla; como no se puede definir en


general ninguna ciencia, ni ninguna disciplina, antes de entrar directamente en el trabajo
de hacerla.
¿Qué quiere esto decir? Esto quiere decir que la filosofía, más que ninguna otra
disciplina, necesita ser vivida. Necesitamos tener de ella una vivencia. Una persona
puede estudiar minuciosamente el plano de Paris; estudiarlo muy bien; notar uno por uno
el nombre de sus calles; estudiar sus direcciones; luego puede estudiar los monumentos
que hay en cada calle […] después de haber estudiado el plano y los monumentos […]
procurarse una visión de las perspectivas de Paris, mediante una serie de fotografías
tomadas de distintos puntos de vista […]
Esta idea podrá ir perfeccionándose cada vez más, pero siempre será una mera idea. En
cambio, veinte minutos de paseo a pie por Paris son una vivencia… la una es una mera
idea, una representación, un concepto, una elaboración intelectual, mientras que la otra
es ponerse uno realmente en presencia del objeto, esto es, vivirlo, pues lo que nosotros
vamos a hacer es vivir la filosofía. Para vivirla es indispensable entrar en ella como se
entra en una selva; entrar en ella a explorarla.

1.1 Características de los conocimientos pre filosóficos de tipo mítico, mágico y


religioso

A los hombres prehistóricos Se les pudieron ocurrir muchas ideas, quizás algunas muy
practicas y simples; otras, seguramente profundas, pero el hecho de ser nómadas,
carecer de una escritura y un lenguaje medianamente desarrollados hizo que estos
pensamientos se perdieran, al no haber modo de dejar un registro. En las pinturas
rupestres tenemos una muestra de sus expresiones y cómo estaban basadas en
creencias mágicas. El hombre prehistórico creía que al pintar a los bisontes y otros
animales podría tener mejor fortuna en la cacería. Otra fuente de información de la
prehistoria es su escultura y cerámica. En éstas
también podemos encontrar su vinculación con
cuestiones mágicas. Pero es poco lo que sabemos
del pensamiento) del hombre primitivo.

El surgimiento de la agricultura y la escritura fueron


los pasos decisivos en la historia humana. La
agricultura permitió que las personas tuvieran mayor
seguridad en la alimentación. Esto condujo a que se
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abandonara la forma de vivir nómada y se asentaran los grupos humanos en un
determinado lugar, lo cual, a su vez, permitió que los pueblos crecieran y florecieran.
Históricamente, se pasó de las hordas nómadas a las tribus y de éstas a los pueblos
sedentarios. Por tanto, las relaciones entre las personas dejaron de ser familiares y se
crearon matrimonios con otros sujetos, lo cual volvió las relaciones más abiertas, se
aprendieron otras costumbres y formas de comunicación y se fueron formando las bases
para las primeras civilizaciones. La vida sedentaria también trajo consigo la división del
trabajo y permitió que los avances se acumularan y se buscara la manera de registrarlos.
Con esto se daban los primeros pasos hacia la escritura y, por tanto, el tránsito de la
época prehistórica a la histórica.

El surgimiento de formas superiores de pensamiento sólo encontró la posibilidad de


surgir en sociedades urbanas desarrolladas. Pero llegar a esos niveles de desarrollo
únicamente fue posible a través del tiempo, el desarrollo de la sociedad, sobre todo de la
educación y de condiciones de vida adecuada. En las primeras civilizaciones humanas
se pudo consolidar un tipo de explicación de la realidad que se conoce como pre
filosófica.

Son características del pensamiento pre filosófico:

a) Tener un fundamento y estructura mítica.

b) Contener elementos mágicos.

c) Estar mezclados con cuestiones religiosas.

Aclararemos cada una de estas características. Iniciemos por el mito.

El mito y su estructura.

La curiosidad humana se enfocó primeramente a


entender por qué pasaban las cosas en la
naturaleza, tratar de tener algún dominio y
prevención de ello y buscar una explicación de la
creación del mundo. Para saciar estas dudas, se
crearon las cosmovisiones mitológicas, que
explicaron la existencia de diversos fenómenos
naturales incomprensibles para el intelecto
humano de aquel entonces, tales como truenos,
relámpagos, lluvias, sismos, erupciones
volcánicas, tornados, entre muchos otros. Dichas
cosmovisiones se narraron a manera de historias
y leyendas.

Los mitos son relatos fabulosos que explican o dan respuesta a las interrogantes o
cuestiones humanas fundamentales. A través de argumentos o relatos, se trata de
fundamentar una costumbre, tradición o práctica con base en historias que mezclan la
leyenda y la fantasía. Por lo común, son una combinación entre los aspectos emotivos y
los racionales.
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El mito puede ser considerado un saber pre filosófico, pero eso no significa que lo
debamos ver como menor o contrario a la razón. Por el contrario, el mito tiene su propia
lógica interna, y algunos de ellos destacan por su imaginación y valor literarios. El más
antiguo de los mitos que se conoce es La epopeya de Gilgarnesh, poema épico sumerio
cuya antigüedad aproximada es de 2000 años antes de nuestra era. A continuación te
mostramos un fragmento del mismo:

«Tú, Aruru, que has creado al hombre, crea ahora una imagen suya; que a su tiempo
sea él un retrato de Gilgamesh, lucharán entre sí y Uruk se calmará». Cuando Aruru oyó
esto formó en sí misma una imagen de Anu. Aruru se lavó las manos, cogió un pedazo
de arcilla, la lanzó a la tierra, y con la arcilla creó al héroe Enkidu, progenie sublime, de
la tropa del guerrero Ninurta, Todo su cuerpo estaba cubierto de pelo, la compostura de
su cabellera era como la de una mujer; el crecimiento de su cabello era denso como
Nisaba. El no conoce ni gente ni país, va vestido con una ropa como Sumuqan, como un
pastor.

Fragmento de La epopeya sumerio Gilgamesh. (2000 a. C.)

Tomemos un fragmento del poema: «Aruru se lavó las manos, cogió un pedazo de
arcilla, la lanzó a la tierra, y con la arcilla creó al héroe Enkidu, progenie sublime, de la
tropa del guerrero Ninurta E...]». Como puedes apreciar, en los mitos encontramos
aspectos mágicos y religiosos.

Los elementos mágicos

Íntimamente vinculado al mito se encuentra el pensamiento mágico, el cual se


caracteriza como una creencia de que los acontecimientos suceden sin una explicación
racional, pues no siguen las leyes de la realidad material como la causa y el efecto o la
sucesión temporal, sino que más bien son producto de la voluntad de seres que se
encuentran más allá de la realidad.

Los hombres primitivos creían que tanto en la


vida natural como en el interior humano sucedían
cosas que nadie podía explicarse, es decir,
carecían de una fundamentación lógica. En cada
tribu había un sujeto, al que genéricamente
conocemos como chamán, que podía entender
cómo se presentaban y expresaban estos
poderes mágicos. El chamán afirmaba poseer un
poder especial y único. Los chamanes se
percataron de que cuando se explicaban los
acontecimientos por medios mágicos se generaba miedo en las otras personas. Además,
señalaban que gracias a este poder podían comunicarse con el mundo donde moraban
los muertos, quienes seguían teniendo presencia en el mundo material, pero sólo como
espíritus. El chamán se proclamaba el vínculo entre el mundo de los vivos y los muertos.
Para comunicarse con el mundo de los muertos, «el más allá», tenía que celebrar una
serie de ritos. Algunos tenían que ser compartidos por los demás; otros, sólo él los
comprendía. Estos elementos mágicos dominaban todas las actividades. Si alguien
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estaba enfermo había que invocar a los buenos espíritus para que lo sanaran, lo mismo
que si no llovía o si alguien no podía concebir un hijo. La magia era la explicación
primitiva de todo acontecimiento. Poco sucedía por la voluntad humana; lo mágico
gobernaba todo.
La magia se opone a la comprensión racional. Es decir, se enseña a la gente que sus
propios pensamientos, palabras o acciones podrían causar malestar en los espíritus. Es
más, de algunos temas ni siquiera se debe hablar; a estos se les llama temas «tabú».
Aunque las sociedades avanzan, muchos de los aspectos mágicos no desaparecen tan
fácilmente.

La religión y su relación con el pensamiento filosófico

La religión primitiva es una superación de las creencias mágicas. Los acontecimientos


pasan o se presentan porque hay un ser divino, superior, que así lo desea. A diferencia
de lo que pasaba con la magia, donde la voluntad humana no contaba mucho, en las
creencias religiosas sí cuenta, pues cada quien elige seguir o no los preceptos religiosos.
Además, en la magia las explicaciones no identificaban a nadie; las creencias religiosas
identifican a un dios o diosa. Mientras las religiones van avanzando, la identificación se
va haciendo más concreta y humana.

Como una transición del chamanismo a la religión elementos de la naturaleza;


posteriormente adquirieron formas animales, hasta que finalmente los dioses asumieron
formas humanas. Pero estos pasos se dieron a través de muchos siglos. En un principio
la religión primitiva estaba llena de supersticiones y fanatismos. El ser humano poco a
poco va adorando a los dioses. La religión es
de alguna manera una identificación con el ser
superior. Una concepción religiosa más
avanzada sólo se logró mediante la madurez.
Las religiones suelen incluir elementos morales
dentro de sus preceptos, de tal manera que
algunos de los temas sobre los que se
argumenta son los relativos al bien y al mal
moral, la conducta que debe observarse y las
formas de redimir los actos malos cometidos.
Además, se suele reflexionar acerca de la
naturaleza y existencia de Dios, así como la
naturaleza de la religión, entre otros temas.

Con estos elementos se sentaron las bases del pensamiento pre


filosófico. Por obvie-dad, estos pensamientos estaban
conformados por elementos míticos, mágicos y religiosos.
Algunos eran simples, carecían de un sentido racional y
privilegiaban los aspectos mágicos, otros en cambio, se
encontraban muy elaborados y su contenido era muy profundo.

Condiciones previas a la aparición de la filosofía en las


civilizaciones mesopotámicas, egipcia, china e india

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Entre las primeras civilizaciones humanas encontramos la mesopotámica, egipcia, china
e india. Estas contaban con una estructura social estable, con leyes públicas y
aceptadas, así como un lenguaje tanto oral como escrito estructurado y consistente, un
cierto nivel de educación y un conjunto de reglas sociales y morales. Con esta base se
crearon una serie de ideas y explicaciones acerca de la realidad natural y de la vida
social y personal que formaron parte de su cultura y de la sabiduría de cada pueblo.

Mesopotamia es considerada la civilización más antigua. La palabra Mesopotamia es un


término compuesto por: meso, «en medio» y potamos, «potamia», que significa «entre
dos ríos», el Tigris y el Éufrates. Esta circunstancia favorable permitió la agricultura y la
ganadería. Es un lugar privilegiado, pues a su alrededor se encuentran sólo zonas
desérticas, lo que facilitó el desarrollo de diversas culturas: sumerios, acadios, babilonios
y casitas, entre otros. Destacó la obra urbanizadora y normativa de Hammurahi. Este rey
babilonio ha pasado a la historia por haber elaborado el Código que lleva su nombre.
Este conjunto de leyes fue difundido y sirvió para regular la vida dentro de la compleja
sociedad mesopotámica.

Egipto se distinguió por su desarrollo urbano y arquitectónico, Son famosas sus


pirámides y otros edificios que para su edificación requirieron de grandes conocimientos
matemáticos. Para llevar los cálculos y control de las edificaciones requirieron de una
escritura avanzada. Egipto fue la civilización de sabios de todo el Mediterráneo. Ahora se
sabe que mucho de lo que más tarde desarrollaría Grecia fue aprendido de los egipcios.
Fue un pueblo que acumuló mucha sabiduría.

Como ejemplo de ello, a continuación te presentamos unos


consejos para vivir en el mundo escritos por el escriba
Ptahhotep de Menfis.' Este personaje llegó a tener gran poder,
pues como en aquella época muy pocas personas sabían leer
y escribir el faraón lo nombró administrador y visir. Estos
proverbios se escribieron para que sirvieran de guía a su hijo
Ankú. Se calcula que este escrito data de entre los 3400 y
2500 años a. C.

Enseñanzas de Ptahhotep

• No te enorgullezcas de tu conocimiento;
toma consejo tanto del ignorante como del sabio.
• Nos alcanzan los límites del arte; de
hecho ningún artista ha alcanzado la habilidad perfecta.
• El buen discurso está más escondido que la esmeralda, sin embargo, puede
hallarse entre las doncellas de los molinos […]
• Sigue a tu corazón mientras vivas [...]
• No pierdas el tiempo en los cuidados cotidianos, más allá de proveer a la familia.
• Cuando llegue la riqueza, sigue a tu corazón; ¡la riqueza no es buena si uno es
sombrío!
• Sé generoso mientras vivas...
• La bondad es una conmemoración del hombre [...]
• Si escuchas mis consejos, todos tus asuntos irán adelante.

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En la India destacó Siddartha Gautama, conocido por sus seguidores como Buda. Se
calcula que vivió en el siglo VI a. C. Algunos autores aseguran que nació
aproximadamente en el 560 a. C.

De acuerdo con la tradición, Siddartha era un joven noble, que vivió en medio de la
riqueza y la abundancia. Pero pese a haber alcanzado la juventud no sabía cómo era el
mundo. Una ocasión en que traspasó los muros del palacio en que vivía pudo ver la
vejez, la enfermedad y la muerte. Esto causó una gran impresión en el joven, pues
nunca había visto que las personas envejecían, enfermaban y morían, y tampoco había
visto la miseria; estuvo meditando ante estos hechos y decidió dejar su mundo de lujo y
comodidad. Tomó la decisión de abandonar su casa; renunció a su matrimonio y se
dedicó a la reflexión y la meditación.

Sus discípulos le pusieron como nombre Buda, que significa «el Iluminado». Aprendieron
de él que las causas del dolor humano son producto de nuestros deseos. Sufrimos
porque deseamos y estamos encariñados con los objetos. Lo mismo pasa con nuestro
apego por las personas y nuestro propio yo. Desearíamos que los seres queridos nunca
envejecieran ni murieran. También quisiéramos ser jóvenes y saludables toda la vida.
Pero todo ello es posible. Para caminar por la senda de la virtud hay que aprender a
aceptar la realidad, no aferrarse a los bienes materiales y renunciar a nuestros deseos
irreales.

En China destacaron Lao-tsé y Confucio. A Lao-tsé se le atribuye haber escrito el Tao te


King. El Tao —enseñaba Lao-tsé— es el camino; hay que seguirlo para orientarse en la
vida según lo natural y la realidad. Pero el camino no es el mismo para cada quien; uno
debe buscar dentro de sí su propio camino.

Por su parte, a Confucio lo conocemos gracias al libro Las


Analectas, el cual es producto de una serie de charlas que tuvo
con sus estudiantes. Parece que este libro fue escrito por varios
de sus discípulos. Los pensamientos del maestro Confucio han
servido de base para que el pueblo chino construya su
pensamiento y ética. Recomienda una vida de respeto y
tolerancia por los demás, los superiores y los antepasados. El
hombre sabio debe tener una buena conducta con quienes
convive, pero también con los miembros de su familia;
igualmente debe practicar la caridad, la justicia y el cuidado de
las tradiciones.

Frases del pensamiento de Confucio

• «Cuando veas a un hombre bueno, trata de


imitarlo; cuando veas a un hombre malo, reflexiona».
• «Leer sin meditar es una ocupación inútil».
• «El hombre superior gusta de ser lento en palabras, pero rápido en
obras».
• «El mejor indicio de la sabiduría es la concordancia entre las palabras y
las obras».
• «Nuestra mayor gloria no está en no caer jamás, sino en levantarnos
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cada vez
• que caigamos».
• «Los que respetan a los padres no se atreven a odiar a los demás».
• «Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás. Así te
ahorrarás disgustos».
• «Se puede calificar de hombre superior al que primero pone en práctica
sus ideas, y después predica a los demás lo que él ya realiza».

Como puedes apreciar, estos escritos estaban llenos de sabiduría. Constituían un saber
producto de la experiencia y la tradición, y de lo que llamamos sentido común. A veces
se constituyen como un conjunto de consejos sueltos de tipo moral que están muy
vinculados con sus concepciones religiosas, míticas e ideológicas. No obstante, algo que
seguramente habrás notado es que se refieren tanto a la humildad como al arte, a las
buenas ideas como a la generosidad. Son pensamientos muy interesantes, pero les falta
la sistematicidad, el orden y el método con que procede la filosofía.

El nacimiento de la filosofía

La cuna de la filosofía occidental se


encuentra en Grecia. Por sus aportaciones
a la cultura europea y por extensión a la
americana, se le considera la «Cuna de la
civilización occidental». Los inicios de este
pueblo los podemos encontrar en las
costas de Asia menor y en las islas
jónicas.

Grecia se organizó políticamente con


«naciones-estado», esto es, que en
épocas de guerra, celebraciones religiosas
o los Juegos Panhelénicos, los cuales incluían entre otros a los Juegos Olímpicos, se
asumían como griegos; fuera de esas ocasiones cada ciudad era independiente. Como
eran pueblos costeros se dedicaron al comercio marítimo, lo cual les aportó grandes
riquezas, además que los marinos tuvieron acceso a los conocimientos y culturas de
otros pueblos.

Este pueblo, tal como sucedió con otras civilizaciones,


también tuvo sus mitos, vi] lados igualmente con la
magia y la religión. La diferencia radica en que los
griegos no quedaron en las explicaciones míticas, sino
que buscaron explicaciones fundadas en razón. Esto es
lo que se conoce como el paso del mito al logos (razón
en griego).

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1.2 Definición de filosofía

Para entender qué es la filosofía, primero debemos conocer un poco acerca de sus
orígenes, fines que persiguen, métodos de investigación, así como los rasgos que la
hacen ser distinta a otros campos del conocimiento.

Se dice que la palabra filosofía fue inventada por Pitágoras cuando, al preguntarle si era
un sabio, contestó: «No, soy tan sólo una persona que ama la sabiduría». Con esto
quería dar a entender que no poseía la verdad, sino que andaba en su búsqueda. Al
igual que Pitágoras, los filósofos no son sabios, sino que exploran algún aspecto de la
realidad con la intención de entenderla racionalmente.

Etimológicamente, filosofía significa «amor a la sabiduría». La palabra proviene del


griego philos, que significa «amor», ysophia, que significa «sabiduría». Así, la filosofía es
esa sed o deseo de saber natural en las personas, que va desde lo trivial, cotidiano o
casual, hasta lo más alto y respetable posible.

Este deseo obedece no sólo a la satisfacción de cuestiones de tipo material, sino


también espirituales. Cuando deseamos algo es porque lo consideramos bueno o
positivo, y a veces lo deseamos con pasión.

Los filósofos son personas a quienes les gusta pensar acerca de cómo es la realidad que
vivimos. Por lo común son observadoras. Suelen reflexionar sobre algún problema o
asunto que les ha llamado la atención, pero también reflexionar acerca de sí mismos. En
ocasiones se concentran tanto en lo que están pensando que se abstraen por un
momento.

Los filósofos observan cada aspecto de la realidad; sobre ella reflexionan y formulan
preguntas acerca de las cuestiones fundamentales para cada uno de ellos; por ejemplo:
¿qué sentido tiene la vida?, ¿qué es lo real?, ¿qué es el mundo?, ¿qué es la libertad?,
¿qué es el amor?, ¿cuál es el origen del universo?, ¿existe Dios?, ¿cuál es la naturaleza
del alma humana?, ¿qué sentido y valor tiene la existencia humana?, ¿cuál es el valor
(le una persona?, ¿cómo podemos llegar a la verdad?, entre muchos otros.

Las respuestas a las que han llegado los filósofos a través del tiempo han sido diversas,
y es raro que sus puntos de vista sean similares. Esto muestra la riqueza del
pensamiento humano.

Es difícil encontrar una única definición de filosofía; más bien encontramos diversas ex-
plicaciones que nos muestran el punto de vista de quien las elabora. Veamos qué dicen
los diccionarios al respecto:

«La ciencia que se ocupa del estudio de la esencia, propiedades, causas y efectos de
las cosas naturales».

Diccionario Bruguera.

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«El estudio racional del pensamiento desde el doble punto de vista del conocimiento y de
la acción».

Pequeño Larousse Ilustrado.

«Forma de la conciencia social que constituye el sistema de los conceptos más


generales sobre el mundo; el lugar que ocupa el hombre en él es el fundamento teórico
de la concepción del mundo».

Breve Diccionario Filosófico.

Como puedes apreciar, la filosofía se refiere a un estudio de tipo racional sobre la


realidad en su conjunto. Ahora veamos qué dicen al respecto los filósofos:

Definiciones de filosofía dadas por algunos filósofos

Para Platón la filosofía es una empresa en que entra en juego el destino final del
hombre. No hay filosofía sin virtud, ni virtud sin filosofía.

Para Aristóteles es la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras causas
de los seres; representa un gran esfuerzo para dar solución al problema del ser y de la
ciencia.

De acuerdo con Epicuro, es una actividad que mediante discursos y razonamientos


contribuye al logro de una vida feliz. Es el ejercicio que por la palabra y el discurso
procura una vida feliz; es inútil si no sirve para conseguir la felicidad.

Para Epicteto filosofar es examinar y construir criterios, es una aspiración a la virtud.

El filósofo inglés Bertrand Russell nos dice que toda definición que se haga de filosofía
variará con las ideas que se tengan y con la corriente que se adopte; por lo mismo,
algunas personas no estarán de acuerdo con esa definición, lo cual mostrará su posición
filosófica. Agrega Russell, aunque cuando la filosofía no siempre nos da respuestas a los
problemas que plantea, es capaz de sugerirnos ideas que amplían nuestros
conocimientos.

Emmanuel Kant sostenía que la filosofía tiene como misión el conocimiento racional,
pero que primeramente habría que delimitar las condiciones y posibilidades de la razón.

Schopenhauer decía que es la ciencia del principio de la razón como fundamento de los
demás saberes.

Augusto Comte la entendía como la explicación de los fenómenos del universo o


compendio general de las ciencias particulares.

Para Maritain es el conocimiento científico que, mediante la luz de la razón, considera


las primeras causas o las razones más elevadas de todas las cosas.

De acuerdo con Marx, la filosofía es una actividad para la transformación del mundo.
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Como puedes apreciar, el concepto de filosofía ha cambiado con el tiempo, es decir, es
histórico. Esto se debe a que, en general, las ideas de los individuos están determinadas
por la época en la que viven, los sentimientos, el carácter, su propia historia de vida, las
circunstancias sociales, el momento histórico, etc. Por lo mismo, la idea que se tenga de
filosofía depende igualmente (le estas cuestiones.

Para que nos quede más clara la forma en que la propia situación
personal y el contexto influyen en la forma de pensar, vamos a
poner como ejemplo el caso del filósofo griego Epicteto, quien
vivió en el siglo segundo de nuestra era. Su nombre quiere decir
«adquirido» o «comprado», lo cual muestra su origen esclavo;
había quedado cojo a causa de los maltratos de su amo. Su
condición le impedía hacer lo que deseaba o ir a donde
necesitaba, pero lo que nadie le podía impedir era ser libre de
pensamiento. Su filosofía es ante todo práctica. Aquí te
presentamos algunos fragmentos de su pensamiento.

Frases del pensamiento de Epicteto

• «No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino las opiniones que se tienen
de ellas».
• «Propio de ignorantes es el culpar a otros de las propias miserias. Aquel que así mismo
se culpa de su infortunio comienza a entrar en el camino de la sabiduría; pero aquel que
ni se acusa a sí mismo ni a los demás es perfectamente sabio».
• «Nunca pidas que las cosas se hagan como quieres; mas procura quererlas como ellas
se hacen».

En efecto, Epicteto nos confirma que la filosofía que cada quien desarrolla se hace a
partir de un determinado contexto e historia de vida personal: con esto puedes ver que la
relación que existe entre lo que pensamos y lo vivimos, con la filosofía que se practica.

Es habitual distinguir a la filosofía como un saber tanto teórico como práctico.


Trataremos de aclarar esto mediante un cuadro sinóptico.

Para que tengas una idea muy general de filosofía a lo largo del tiempo, a continuación
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te presentamos una síntesis del devenir de la misma por la historia, a manera de línea
del tiempo ilustrada, que sintetiza lo que se consideraba en cada época por filosofía, el
papel que desempeño y sus representantes más sobresalientes. Al lado del cuadro
podrás apreciar los avances del pensamiento latinoamericano.

La filosofía es una disciplina raciona, objetiva, rigurosa. A través de ella nos


explicamos le esencia, las causas y propiedades de las cosas

1.3 Características de la filosofía

Podemos afirmar que la búsqueda del saber tuvo su origen en la curiosidad natural del
ser humano. La curiosidad puede apreciarse desde que se hace. Si observas con
detenimiento a un bebé en su cuna podrás verlo curioseando en su pequeño mundo;
todo lo quiere tocar o llevárselo a la boca. Cuando los niños tienen entre tres y cuatro
años entran en lo que se llama «la edad del preguntón»; pareciera como si todo
quisieran saber y por ello para todo formulan a sus padres pregunta tras pregunta: «Y
por qué papá?».

Otra edad maravillosa en cuanto a la curiosidad es la que estás viviendo, la


adolescencia. A esta edad no sólo te cuestionas por lo que sucede en la realidad
exterior, sino sobre todo lo que sucede en tu intimidad. Es la época en que las preguntas
más insistentes son: ¿quién soy?; ¿cómo quiero ser? Es una época en la que se busca
el propio ser.

Decimos que son características de la filosofía las siguientes:

Pregunta

La filosofía siempre se ha caracterizado por su actitud


de búsqueda a través de preguntas. Algunos filósofos
afirman que los humanos tendemos a dudar, preguntar
e indagar por naturaleza y esto se debe a que, como
decía Aristóteles, «todas las personas deseamos
conocer». Precisamente este deseo de conocer nos lleva a cuestionarnos. «El ser
humano, en vez de estar simplemente entre las cosas, usarlas, gozarlas o temerlas, se
coloca frente a ellas y se pregunta ¿qué son?».

A través de la historia de la humanidad se han formulado cuestiones sobre asuntos


fundamentales para las personas, pero las preguntas no son las mismas. A lo largo del
tiempo han ido cambiando. En la Antigüedad clásica las preguntas se referían sobre todo
14
a la relación entre el hombre y su entorno: el hombre y la sociedad. En la Edad Media las
preguntas estaban relacionadas con la relación entre Dios y el hombre, las posibilidades
de salvación de la fe y cómo la razón se relacionaba con la fe. En la Edad Moderna las
preguntas se formulaban por el sentido y valor del ser humano, pero también por cómo
funcionaba la ciencia. En la actualidad las dudas se plantean con relación a nuestras
capacidades y los alcances de la ciencia.

Quien quiere conocer pregunta. Pero para que cualquier asunto o tema pueda ser
conocido debemos saber formular correctamente las preguntas. Sólo obtiene respuestas
satisfactorias quien sabe formular preguntas inteligentes.

Duda

El término duda se refiere a un estado de vacilación para decidirse


a tomar una decisión; también puede conceptualizarse como un
estado de inestabilidad mental ante dos juicios contradictorios. De
acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española es una suspensión o indeterminación del ánimo entre
dos juicios o dos decisiones, acerca de un hecho o una noticia.

El término proviene del adjetivo latino dubius, que a su vez se


deriva de dúo, que significa «dos». Con ello se expresa la
indecisión que se le presenta a un sujeto cuando tiene que decidir
entre dos términos extremos y opuestos.

La duda se diferencia de tres conceptos similares:

a) De la ignorancia, pues a una persona que nada sabe acerca de algo le elementos
para realizar un juicio, por tanto, no hay una opción que lo dudar.

b) De la sospecha y la opinión. En estos casos el sujeto ya está inclinado, e menor o


mayor grado, por uno de los juicios opuestos.

c) De la certeza. Cuando el sujeto tiene elementos para inclinarse por una idea o
juicio y no acepta una idea contraria o paralela.

Aceptar que no lo sabemos todo, ser capaces de reconocer nuestras dudas, nos
permitirá llegar al conocimiento. Aquél que cree que sabe mucho no avanzará en el
camino del saber. Tampoco avanzará quien llega a las cosas con una idea previa. Quien
duda es porque tiene la capacidad de observar primero antes de emitir un juicio. Se debe
ser humilde para reconocer nuestras propias limitaciones; quien duda es el que se ubica
en el camino del conocimiento.

Para saber cuál es la verdad debemos actuar con precaución, plantearnos bien el
problema. Dice al respecto Aristóteles en su Metafísica: «Es de importancia para todo el
que quiera alcanzar una certeza en su investigación saber dudar sensatamente a
tiempo... los que investigan sin haberse planteado antes las dificultades son semejantes
a los que desconocen a dónde se debe ir, y, además, ni siquiera conocen si alguna vez
han encontrado o no lo buscado».
15
Asombro

El origen psicológico de la filosofía —nos dice Lozano Paz— «se encuentra en nuestra
capacidad innata de asombrarnos frente a lo desconocido, que nos desorienta. Esta
misma capacidad evidencia nuestra ignorancia ante un mundo lleno de enigmas que nos
interroga con sus problemas y contradicciones».

El citado Aristóteles decía que la filosofía nació de la admiración. El sujeto que


voluntariamente se detiene ante la inmensidad del mundo con una actitud de asombro es
capaz de crear explicaciones, ideas y teorías en torno al fenómeno que le asombra.
Hemos seleccionado un fragmento del pensamiento de Aristóteles acerca de la
importancia del tema.

«Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones
filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban [...] se
aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso,
quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la
Luna, el curso del Sol y de los astros y, por último, la formación del Universo. Pero el que
plantea un problema o se admira reconoce su ignorancia».

Aristóteles. (1960). Metafísica. México: Espasa-Calpe (Colección Austral).

Visión totalizadora.

Los filósofos no se enfocan en un punto de vista particular sino que procuran que sus
explicaciones se relacionen con otros conocimientos, buscando englobar las
explicaciones y formar un todo coherente al tratar que aquéllas abarquen problemas
generales y no particulares.

La curiosidad, el asombro y la duda facilitan que aparezca la actitud reflexiva, la cual


permite que surjan las explicaciones científicas y racionales.

A partir de lo anterior surge una nueva definición de filosofía: es una disciplina racional,
objetiva y rigurosa; a través de ella nos explicamos la esencia, las causas y propiedades
de las cosas. Se basa en una actitud indagadora que el ser humano toma ante las
situaciones que le rodean, buscando una explicación racional.

1.4 Relación de la filosofía con la ciencia y la religión

La filosofía y la ciencia pretenden alcanzar conocimientos


ciertos, pero para llegar a alcanzarlos proceden de manera
distinta. La ciencia es específica y particular, no investiga
todo, sino sólo un aspecto del conocimiento. Se basa en la
observación y en la experimentación, o como en el caso de
las matemáticas, en métodos axiomáticos formales. Estos
procesos están definidos formalmente de manera rigurosa en
lo que se conoce como método científico. La ciencia procura
16
ser lo más objetiva posible.

En cambio, la filosofía es más general que las ciencias. Se basa en el pensamiento y se


hace principalmente a través del planteamiento de problemas, razonando, explorando las
consecuencias de las ideas y formando argumentos lógicos, coherentes para las ideas.
Finalmente, reflexionan acerca de la forma y solidez de los argumentos que han
elaborado, pero a diferencia de la ciencia no recurre a la validación empírica.

Las interrogantes de las ciencias son similares a las de la filosofa. ¿Cuál es el origen del
universo?, ¿qué es la vida?, ¿qué es el hombre?, ¿qué es la mente humana?, ¿cómo se
caracteriza la conducta humana? son ejemplos de cuestiones que pueden ser tratadas
desde el punto de vista filosófico y científico. La diferencia está en el procedimiento.

Por su parte, la religión es un conjunto de creencias y una práctica referidas a una


divinidad, por lo que requiere de un ritual. Se refiere a Dios, pero no lo estudia. La
teología es la rama que se encarga del estudio de Dios, pero no utiliza el método
científico. En este sentido, la teología está próxima a la filosofía. La religión se basa en
dogmas, es decir, una creencia que no necesita probarse; se cree en ella a través de la
fe.

En la Edad Media se presentó fuerte oposición entre la filosofía y la religión. La filosofía


se representaba por la razón, y la religión, por medio de la fe. Filósofos como san
Agustín y san Anselmo superaron esta separación cuando sostuvieron que la fe requiere
del intelecto. En palabras de san Anselmo en latín: fides quaerens intellectum, que en
castellano significa: «La fe busca comprender». Estas palabras encierran de manera
sintética la forma en que la religión y la filosofía encuentran puntos en común y se
muestra que no hay tal oposición. En la Edad Moderna se inició la disputa entre la
religión y la ciencia. Kant se encargaría de mostrar que la ciencia estudia fenómenos,
sobre todo de tipo natural. Un fenómeno se caracteriza por expresarse en el espacio y el
tiempo. En cambio, la religión se encarga de lo nouménico, esto es, que existe, pero que
no puede ser captado con los sentidos, sino sólo con la inteligencia.

1.5 Las disciplinas filosóficas: ontología, metafísica, lógica, ética, estética y


epistemología.

La filosofía está formada por diversas disciplinas. Cada una de ellas se encarga de
estudiar algún aspecto de la realidad. A continuación describiremos en qué consiste
cada una de ellas.

Ontología

El término es de origen griego y significa «el tratado o estudio del ser», es decir, el
estudio de aquello que está primero que todo, qué es, cómo es y cómo es posible que
sea. Como puedes apreciar, es una disciplina compleja y abstracta, pues se refiere a lo
que está en la base de toda la realidad; a eso se le llama ser. Para que se entienda,
supongamos que nos preguntamos si Dios existe. Y sigamos pensando que después de
una seria reflexión llegamos a la conclusión de que sí, por tanto nos plantearíamos las
siguientes preguntas: ¿de qué manera existe Dios?; ¿qué es Dios? O mejor aún, ¿quién
es Dios?; ¿cómo es y en qué condiciones podríamos pensar que sea?
17
Así, la ontología se ocupa de la definición del ser y (le
establecer las categorías fundamentales o modos generales
de ser de las cosas a partir del estudio de sus propiedades.
Un ejemplo más. Supongamos que alguien dice: «el número
13 trae mala suerte». A lo mejor esa frase la hemos
escuchado mil veces, hemos visto que algunos edificios no
tienen el piso 13 y que los aviones pasan del asiento 12 al
14. Pero ese día no lo tomamos a la ligera y nos ponemos a
pensar: ¿Existen entidades abstractas como los números?
Porque los números no existen, aunque sí los podemos
pensar y representar. ¿Entonces —nos seguimos
preguntando—, qué tipo de existencia tienen? Con esa
reflexión que hacemos ya aprendimos algo: hay diferentes
acepciones de existencia.

Metafísica

Metafísica quiere decir, literalmente, aquello que está más allá de lo natural. Pero el
nombre lo recibe por partida doble, por su sentido y por una casualidad del destino.
Resulta que Andrónico de Rodas se había dedicado a catalogar las obras de Aristóteles.
Las puso todas en orden: las obras de ética con sus similares, las de biología con las
que le eran afines y así, pero aquellas que trataban sobre la filosofía primera no les
encontró acomodo, por lo que las ubicó después de las correspondientes a la física,
refiriéndose a estos libros como «los de después de la física» (ta meta ta physiá). Es la
rama de la filosofía que estudia la naturaleza, estructura, componentes y principios
fundamentales de los seres que forman parte de la realidad en sus aspectos
trascendentales. Es también un intento de ver al mundo en su totalidad. Algunos de sus
temas de estudio son: ¿cómo es la existencia?, ¿cómo se le presentan las cosas al
hombre?, ¿cómo es la existencia humana?, ¿cómo existe una persona de manera
auténtica?, ¿en qué formas se expresa la existencia?, ¿tenemos alma?, etcétera.

Antropología filosófica

Es aquella rama de la filosofía que tiene por objeto el estudio del hombre en sí mismo,
que lo considera como objeto y a la vez sujeto del conocimiento filosófico; estudia qué se
entiende por ser humano, cuál es naturaleza, cómo se distingue de los demás humanos
y de los otros seres de la naturaleza. Aquí se ubican las interrogantes sobre la
posibilidad del hombre para poder conocer o hasta dónde pueden ser válidos sus
conocimientos. Contesta preguntas como ¿qué significa ser hombre?, ¿existe una única
manera de ser humano?, ¿cuáles son las cualidades de la existencia humana?, entre
otras.

Epistemología

Es el área de la filosofía que estudia las posibilidades y la validez de los conocimientos.


Disciplina que fundamenta la validez del conocimiento en general. Es el estudio del
posible alcance del conocimiento humano. Algunas de las cuestiones propias de la
18
epistemología son: ¿cómo conocemos?, ¿cuándo tenemos certeza de que lo que
pensamos es verdad?, etcétera.

Lógica

Ciencia que estudia la estructura del pensamiento y la validez del conocimiento humano.
La lógica es la disciplina filosófica que tiene como objeto ordenar nuestros pensamientos
para que éstos puedan aportar resultados válidos y verdaderos.

Axiología

La axiología es la rama de la filosofía que estudia los valores, sus características y tipos.
Estudia lo que es valioso, la naturaleza de los valores y de los juicios valorativos. La
problemática axiológica generó dos corrientes: el objetivismo axiológico, que sostiene
que los valores existen independientemente de que alguien los descubra o no, y la
corriente subjetivista, que afirma que los valores deben su existencia al sujeto que los
descubre o los aprecia.

Cuando el objeto de valoración es la conducta humana individual y social nos referimos a


la disciplina filosófica llamada ética o filosofía moral; cuando lo que se valora son
objetos, entonces nos referimos a la estética.

Ética
Estudia la conducta humana, poniendo atención
en lo que se considera como bueno y malo de
las acciones. La ética, como la filosofía de la
moral, hace recomendaciones de las formas de
vida deseables para que el hombre alcance su
fin último; el análisis valorativo de nuestros actos
nos indica si éstos son buenos o malos, si nos
aproximan o nos alejan de nuestra naturaleza
humana. Nos indica, asimismo, cómo debemos
comportarnos en la sociedad y de qué manera
respetamos las normas. Podemos decir que la
ética estudia la moral, es decir, los principios que
regulan las acciones humanas, basándose en las nociones del bien y del mal; éstos son
universales, pero hay diferencias dependiendo de la sociedad en que nos desarrollemos.

Estética

Estudia lo bello y cómo las personas lo expresamos a través del arte. Cuando los
resultados de nuestros actos se materializan en una obra de arte, hacemos una
valoración artística basada en las reglas proporcionadas por la estética o filosofía del
arte bello. Esta disciplina tiene como objeto de estudio la belleza: ¿qué constituye la
belleza en el arte?

Al lado de estas ramas tradicionales de la filosofía, han ido surgiendo otras


ramificaciones como la filosofía de la ciencia, de la religión, del derecho, de la historia,
etc., cuyo objeto es indagar los principios supremos de estas actividades humanas.
19
1.6 Los métodos mayéutica y cartesiano. Análisis y comparación

El logro de los objetivos de cualquier actividad racional requiere seguir una serie de
pasos para asegurar el logro del propósito. A estos pasos o modos ordenados de trabajo
intelectual le llamamos método. El término método es compuesto y su origen es griego.
Los componentes son meta, que significa «lo que está al final», y odos, «camino».

Una de las cuestiones más generales con respecto al método es la relación que se
establece entre el método y la realidad que se trata de conocer. La misma diversidad de
objetos y cuestiones que estudia la filosofía determina que también haya diversas formas
de abordar cada uno. No puede, por ejemplo, emplearse el mismo procedimiento para
aclarar una cuestión de la filosofía de la ciencia, que una propia de la historia o de la
moral. El método a seguir depende, en cada caso, de la naturaleza misma de los
fenómenos, al igual que la estrategia en un juego de futbol depende de las
características del equipo contrario y de las condiciones en que se desarrolle el juego.

Durante un tiempo se consideraba que los problemas relativos al método eran exclusivos
de la metodología, como parte de la lógica del pensamiento. Hoy ya no se acepta esta
posición, pues las cuestiones relativas al método tratan no sólo con cuestiones lógicas,
sino también con problemas del conocimiento.

A continuación presentaremos dos de los más relevantes métodos empleados en


filosofía a lo largo del tiempo: el método socrático conocido como mayéutica y el
cartesiano.

Método mayéutico (socrático)

Sócrates es uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos. Nació en Atenas en
el 470 a. C. y murió en el 399 a. C. Su madre Fenaretc era una partera o comadrona
(mayéutica en griego), y su padre, Sofronisco, era un escultor. Fi decía que su forma de
proceder en filosofía era una mezcla de las actividades de sus padres. Como su madre,
él ayudaba a parir las almas, es decir, ayudaba por medio de la conversación a aquellos
que estaban llenos de dudas e inquietudes. Una vez que se tenía un alma nacida de las
dudas, había que construirla. Allí seguía la actividad de su padre y ayudaba a cada
persona a esculpir su alma.

Era un hombre de modesta condición, aunque


su compañía y consejo era buscado por las
personas más poderosas e influyentes de
Atenas, quienes a veces le ayudaban
económicamente. Se distinguió como un
individuo muy respetuoso de las leyes de la
ciudad. Aunque se oponía a las guerras,
participó como soldado de infantería en
algunas importantes batallas, como la de
Potidea, donde salvó a varios de sus
compatriotas.

20
No escribió ninguna obra, pero sus discípulos, sobre todo Platón, nos han hecho llegar
sus enseñanzas a través de los Diálogos, obras en las que Sócrates es el protagonista o
personaje central. Sócrates tuvo muchas envidias como producto del cariño que le tenían
sus discípulos y lo bien que era aceptado por quienes estaban en el poder, como el caso
del gran Pendes. Fue acusado de pervertir a los jóvenes y condenado a beber la cicuta,
que era un veneno que se molía y tomaba con agua.

Fue un hombre generoso que decidió educar a la juventud. Solía ir al ágora, que era la
plaza pública de la ciudad, donde con su grupo de discípulos dialogaba sobre los más
diversos temas. No era un profesor que hablara y hablara, sino que procuraba establecer
un diálogo con sus alumnos. Creía firmemente que se podía llegar a la verdad por medio
de la reflexión conjunta.

Siempre iniciaba por reconocer sus debilidades en el conocimiento e invitaba a sus


interlocutores a encontrar juntos la respuesta. Luego con humildad trataba de averiguar
la verdad, preguntando qué entendían por tal o cual cuestión. A veces, él pretendía que
no sabía nada o muy POCO acerca del tema. Cuando la persona se portaba
pretenciosa, él no la enfrentaba, sino que humildemente reconocía sus limitaciones. La
respuesta que le daban le servía para volverles a preguntar, y así hasta llegar a una
respuesta satisfactoria o por lo menos al reconocimiento de la dificultad del tema y dejar
la discusión para mejor ocasión.

Sócrates, en oposición a los sofistas de su época, sostiene que el conocimiento válido es


universal, existiendo un método específico para alcanzarlo

Sócrates procedía siempre llevando a su interlocutor a base de preguntas. Su


inteligencia radicaba en su capacidad para ir formulando preguntas a partir de lo que le
respondían.

Método cartesiano.

La solución cartesiana

René Descartes, quien es considerado el padre de la filosofía


moderna, nació en La Haya en 1596. Su formación básica la llevó
a cabo en el Colegio Jesuita «La Fleche», donde le fue enseñada
la filosofía escolástica. A René le costó mucho trabajo encontrar lo
que realmente quería hacer en la vida. Estudió jurisprudencia en la
Universidad de París; posteriormente participó como soldado en
21
varias batallas, formando parte del ejército de Holanda y después de Baviera; finalmente
encontró en la filosofía su verdadera vocación. Cuando tenía 53 años y era muy
conocido y afamado, la reina de Suecia lo invitó a estar un tiempo en ese reino. Se
trasladó a Estocolmo, donde el frío le afectó y murió en
1649.

Descartes destacó tanto en filosofía como en


matemáticas. De hecho, todavía se conoce al plano de
dos variables como plano cartesiano. Escribió varias
obras, entre las que destacan El discurso del método,
Reglas para la dirección del espíritu y Las meditaciones
metafísicas.

Su método se conformaría por cuatro reglas que se


habrían de tomar en cuenta toda vez que se quisiese conocer algo.

1. Exigir evidencia (le las cosas para aceptarlas como verdaderas. Por evidente
debemos entender aquello cuya verdad se manifiesta de modo inmediato y claro a
nuestro pensamiento.

2. Dividir cada una de las dificultades que salgan al paso, para su mejor examen y
solución.

3. Comenzar con el análisis de los objetos más sencillos y fáciles de conocer,


ascendiendo en el nivel de complejidad, hasta conocer los más complejos.

4. Hacer en toda enumeración tan completa y revisiones tan generales que se ad-
quiera la seguridad de no omitir nada.

Al respecto, Lobosco y otros sostienen: «El método de Descartes se inspira, por un lado,
en la matemática euclidiana, por cuanto consiste en una larga cadena de deducciones a
partir de unos principios obtenidos por intuición (los axiomas y definiciones euclidianas).
Por otro lado, en las reglas de análisis y la síntesis se aprecia la influencia del método de
resolución—composición de Galileo, con la diferencia que Descartes no hace ninguna
referencia a la experimentación y se centra en la deducción puramente racional».

Descartes buscó por un lado la fundamentación del conocimiento; por otro, elementos
que le dieran fuerza y validez evidente, como las verdades matemáticas: objetivas,
axiomáticas y rigurosas. Para ello tiene como punto de partida la duda metódica, que
consistió en negar la existencia del mundo y su propia existencia, no considerando como
verdadero nada que no fuera justificado por la razón. De esta manera, René Descartes
puso las bases de lo que posteriormente sería el método científico.

22
BLOQUE 2

LA IMPORTANCIA DE LA RAZÓN PRESOCRÁTICA PARA EXPLICAR LA REALIDAD


NATURAL

UNIDAD DE COMPETENCIA

Identifica y particulariza los conceptos e ideas seminales en torno al problema de la


naturaleza, que determinaran el curso del pensamiento moderno, asume que su contexto
actual en un producto histórico de reflexiones filosóficas especificas.

2.1 La problemática que enfrentaron los filósofos de la naturaleza al explicar los


fenómenos físicos

A los primeros filósofos de Grecia se les suele llamar «filósofos de la naturaleza» porque
se interesaban por explicar la naturaleza y sus procesos. Abordaron los mismos
problemas que se narraban en los mitos, pero no se quedaron en lo que decía la
tradición o la costumbre. Tuvieron la capacidad de prescindir de los elementos religiosos
y míticos que se encuentran en ellos. Estos filósofos no se atuvieron tampoco a lo que
percibían con sus sentidos, sino que, por medio de la razón, trataron de comprender el
orden de la naturaleza y los cambios que en ella se presentaban.

En efecto, el pensamiento filosófico griego tuvo como antecedente la mitología, tanto la


oral como la que se trasmitía a través de la literatura escrita. La mitología era importante
para los griegos, no sólo porque les proporcionaba una visión de la realidad, sino
también porque les explicaba su lugar en el mundo. Los mitos que se enseñaban en las
distintas comunidades griegas eran tema de plática en la plaza pública, los gimnasios y
hasta en los mercados, pasando de generación en generación. Los padres contaban las
historias a sus hijos y éstos a sus hijos, de tal manera que a la larga se formaba una
tradición oral importante. No obstante, en cada polis (ciudad) adquiría rasgos
particulares, por lo que el mismo mito se contaba de distintas maneras.

Las más famosas obras de la literatura mitológica griega, y que hoy forman parte de la
literatura universal, son La Ilíada y La Odisea, ambas obras atribuidas a Homero,
mientras que La Teogonía y Los trabajos y los días se adjudican a Hesíodo. Como antes
no existían los registros históricos, es difícil saber con exactitud la fecha en que fueron
escritas, pero se calcula que fue entre los siglos IX a VII a. C.

El saber mítico en Grecia

En Grecia se desarrolló la filosofía, pero también allí se crearon


los mitos más elaborados con el mismo sentido que ya
estudiamos. No fue una casualidad que la filosofía naciera en las
islas jónicas, que es el mismo lugar donde Homero compuso sus
poemas.

El mito de Hesíodo afirmaba que en un principio todo era un caos.


De aquí se formó el cosmos; es decir, el universo ordenado y
comprensible para el mortal. A nosotros se nos ocurre pensar,
23
¿cómo es que del desorden pueda surgir algo ordenado? Ahora bien, si el universo es
ordenado, ¿puede mi razón finita entender el orden de algo infinito? Como puedes ver en
los argumentos de los mitos hay partes no tan sólidas, pues daban lugar a muchas
preguntas. Algunos narradores de mitos eludían las respuestas diciendo que la
naturaleza y el universo infinito sólo podían ser comprendidos por los dioses. Mucha
gente se conformaba con las respuestas de este tipo. Además, en aquella época las
leyendas acerca de los orígenes de las cosas y la intervención de los dioses era algo
común. Pero no faltó quien no se conformara con las historias de siempre.

La inquietud de algunos sujetos condujo a que las historias y los mitos se fueran
haciendo cada vez más complejas, pero dada la extraordinaria habilidad narrativa de los
griegos adquirieron además gran belleza.

Explicación mitológica y explicación filosófica

Explicar significa «exponer el contenido de un texto o una idea con la finalidad de


informar, valiéndose de palabras sencillas para facilitar su entendimiento». También
puede tener el sentido de «expresar las causas o motivos de algo», ofreciendo corno
justificación la exposición de hechos y sucesos, con la intención de hacerla más objetiva
para que sea más comprensible.

El tipo de explicación que realicemos va a depender de la naturaleza de la explicación.


Existen explicaciones científicas, filosóficas, míticas y religiosas, entre otras.

Los mitos siempre fueron importantes para los griegos. Su religión y literatura estaban
alimentadas de ricas tradiciones orales, pero un tipo distinto de pensadores, haciendo a
un lado los mitos, leyendas y fábulas, buscaron explicar la realidad sirviéndose única y
exclusivamente de la razón; a este tipo (le pensadores se les conocería como filósofos.

La herencia cultural griega

Se dice que desde el punto de la cultura


debernos mucho a la cultura griega.
«Históricamente somos hijos de Grecia, y la
deuda cultural contraída con ella es enorme.
Algunos pensadores han afirmado, no sin cierta
razón, que no hay nada en materia de filosofía,
ciencia, ética, moral o política que hayamos
pensado y ensayado que de alguna forma no la
hayan va pensado los griegos».

En efecto, la cultura que hoy tenemos la debemos en gran parte a los griegos. Hay
algunos rasgos particulares que tenían que pueden servir para definir la mentalidad
griega. Creían con mucha firmeza en la libertad, la claridad del espíritu, la armonía, la
unidad que debe haber de contenido y forma, la simetría, entre otros aspectos. Pero dos
rasgos les caracterizaban de manera muy clara: su sentido de la totalidad de las cosas y
su firme creencia en la razón o en el orden».

24
Distinguimos en la filosofía griega cuatro etapas:

Etapas de la filosofía griega

1. Cosmológica o presocrática: se buscan explicaciones del origen del universo


(cosmos en griego). Destacan los filósofos de las islas jónicas: Tales, Anaxímenes
y Anaximandro de Mileto; también destacan Heráclito, Parménides, Empédocles y
Demócrito.

2. Antropológica: la preocupación central en esta etapa es el ser humano. Sus


principales representantes son Sócrates y los sofistas, Protágoras y Gorgias.

3. Sistemática: es la etapa de mayor florecimiento de la filosofía griega. Sus


principales representantes son Platón y Aristóteles.

4. Helenística: es el pensamiento filosófico que surge en las épocas de decadencia


de la cultura griega. Destacan los filósofos de las escuelas hedonistas, estoicas y
cínicas, sobre todo Epicuro, Diógenes y Epicteto.

2.2 Los filósofos presocráticos o cosmogónicos

Los primeros filósofos que pretendieron hallar una explicación sobre el orden, naturaleza
y origen del universo fueron conocidos como cosmogónicos, físicos o presocráticos.
El primer nombre lo reciben debido a que sus preguntas trataban de determinar cuál era
el orden del cosmos y el origen de todas las cosas, que en griego se dice “arjé”. Se les
conoce como presocráticos, pues su temática es anterior en tiempo a las
preocupaciones de Sócrates. Finalmente, algunos autores los llaman físicos, porque el
término fisis en griego antiguo hace referencia a la naturaleza. La filosofía presocrática
comprende desde los inicios del siglo Vi a. C. hasta finales del siglo V a. C.

Debido a que han transcurrido m:ís de veinticinco siglos desde que estos filósofos
discutían sus ideas en la plaza pública y a las invasiones de los persas, macedonios,
romanos, turcos y otros, se han perdido muchos de los documentos históricos de la
Grecia antigua. De los filósofos presocráticos se han perdido casi todos, sabemos que
existieron. Los pocos que existen fueron muy bien documentados por Hermann
Alexander Diels. Posteriormente, Waither Kranz hizo adiciones al trabajo de Diels. El
libro que escribieron, Los Fragmentos de los presocráticos, es considerado el clásico del
tema (cuando se usa esta referencia se abrevia Con las iniciales DK y se escribe luego
el apartado que se utilizó). Otra fuente para conocer a estos pensadores fue Aristóteles,
quien en su libro Metafísica dejó información importante, de primera mano. Sobre el
tema son las únicas fuentes seguras. Otras fuentes carecen de sustento histórico.

La gran aportación de esta etapa de la filosofía consistió en mostrarnos que el universo


podía ser entendido de manera ordenada y racional.

En el pensamiento griego no existía el concepto de creación a partir de la nada, tal como


sucede en la tradición judeo-cristiana. Para los griegos siempre tenía que haber un
objeto o un principio originario y originador, a partir del cual se generaran los distintos
objetos q' componen el mundo.
25
Los primeros filósofos no se sintieron satisfechos con las
explicaciones mitológicas sobre el origen del universo, por lo que
buscaron explicaciones mejor sustentadas en la razón. Sus
explicaciones se basaron en tres conceptos fundamentales:

1. La physis (se lee y pronuncia fisis). Puede traducirse como


naturaleza, pero no entendida en el sentido moderno y
contemporáneo como algo estático, sino en un sentido dinámico,
como algo que surge, que nace, que brota, una realidad
esencialmente cambiante.

Para los griegos, el universo es concebido esencialmente como una entidad viviente,
pero con orden. De tal modo que aunque se observen cambios en la naturaleza, como
por ejemplo las estaciones del año, el movimiento de los astros, el nacimiento y la
muerte, las migraciones animales en épocas de invierno, entre otras similares, muestran
una sucesión ordenada. Con la excepción de Parménides, para los
demás pensadores la naturaleza fue considerada como un orden
dinámico.

2. El arkhé (pron.: arjé). Principio originario común a todas las


cosas, origen y fundamento de lo real: a la vez, fuente de
donde todo surge, y un o término hacia donde todo se dirige o
vuelve.

Esta idea consta de dos elementos:

1. El o los principios originarios y originadores.


2. Los objetos originados.

Para los griegos, de los objetos originados nos podríamos percatar por los sentidos; así,
por ejemplo, podemos ver la luz del sol, oler el perfume de las plantas, y así con otros
seres naturales, pero el principio ordenador sólo podía ser captado por medio de la
razón. Este principio debe tener carácter universal, es decir, debe explicar la creación en
todos sus aspectos y de todos los objetos.

3. El cosmos. Expresión griega que puede considerarse equivalente a universo, es


decir, que se comporta ordenadamente. Lo contrario del cosmos sería el caos, es
decir, el desorden. Para los griegos antiguos era importante pensar que la
realidad tenía un orden.

Estos elementos estarán presentes en los distintos autores que abordemos; no es una
excepción con los pensadores de las comunidades establecidas en las islas jónicas y en
las costas del Asia Menor.

Es curioso que la filosofía naciera no en un lugar tranquilo, propicio para la reflexión, sino
en un lugar ruidoso, debido al gran comercio que allí se realizaba. En efecto, Mileto era
en el siglo VI a. C. la ciudad más rica y evolucionada del mar Egeo; era el centro textil y
de comercio, pero también era una polis en la que florecieron el arte, la literatura y la
26
filosofía. La ubicación de estas islas propiciaba el comercio, pero también favorecía el
intercambio de ideas, pues los marinos y comerciantes de distintos lugares llevaban los
pensamientos de sus lugares de origen y traían nuevas noticias e ideas.

2.3 Las explicaciones de los filósofos milesios en


torno al origen del cosmos

Primeramente conozcamos a los filósofos de la isla de


Mileto: Tales, Anaxímenes y Anaximandro, llamados
también los milesios, pues el nombre hace referencia a
la isla en que nacieron. Algunos los conocen como los
filósofos jónicos, pues la isla de Mileto se encuentra en
la región de Grecia conocida como Jonia. Existen pocos
datos de su vida. Hay quien sugiere que Tales de Mileto
fue el maestro y los otros dos los discípulos. Si tal fue el
caso, podríamos afirmar entonces que constituyeron la
primera escuela de pensamiento filosófico.

Fueron los primeros filósofos que procuraron dar una


explicación racional del universo. Su gran preocupación
era encontrar cuál es la arjé., es decir, la sustancia primordial que sirve como origen y
sustento de todos los seres naturales y que se conserva a pesar de todos los cambios.
Para ellos el principio originador era uno, y de ese principio surgía la realidad con toda su
diversidad.

Tales de Mileto

Antes las personas no tenían apellidos, entonces se agregaba a su nombre el nombre


del lugar donde habían nacido o algún parentesco. En este caso, a Tales se le agregó
ser de Mileto, la isla donde nació. Hay duda de la fecha en que nació; algunos autores la
ubican en el 640 a. C., otros 16 años después, en el 624 a. C. Hay más certeza en fijar
su muerte en el 547 a. C. Es reconocido como el primer filósofo. En su época fue muy
respetado y considerado como uno de los siete sabios de Grecia, pues además de
filósofo se distinguió como astrónomo, político y matemático; compartía este honor con el
gran Solón, quien ha pasado a la historia por haber elaborado leyes justas para las
ciudades.

A Tales se le atribuye haber destacado en distintas esferas de la


vida; por ejemplo, se afirma que fue capaz de predecir un eclipse.
Este hecho le dio mucha respetabilidad, pues en esa época se
creía que todas las actividades naturales, como la lluvia, el trueno,
los eclipses, terremotos o los arcoíris eran producto de la voluntad
de los dioses. Esto le permitió que algunos conciudadanos
empezaran a creer que los fenómenos naturales son producto de
causas comprensibles de manera racional. Tales postulaba que
todo ocurría de acuerdo con un orden, mismo que podía
comprenderse mediante el uso de la razón.

También se reconocieron sus dotes de político. Se cuenta que


27
orientó a las colonias griegas a buscar estrategias adecuadas para vivir en paz y con
seguridad, ante las amenazas de otras comunidades. Igualmente, destacó como
matemático al crear los métodos para obtener la distancia de un punto a otro y para
calcular la altura de un objeto a partir de la sombra que proyecta.

Al reflexionar sobre la causa última y originaria de todo, Tales encontró que ese
elemento es el agua. Tal vez podrías pensar que es un pensamiento muy simple, pero él
obtuvo esa conclusión observando que sin agua no pueden vivir las personas, los
animales ni las plantas; por otra parte, cuando llueve todo reverdece. El semen es
húmedo y la leche con la que se amamanta a los bebés es fuente de vida. Seguramente
también tuvo en cuenta que el agua puede presentarse en tres estados: sólida, líquida y
gaseosa. Además, debes recordar que vivía en una isla y que toda la vida se hacía por
mar, desde la pesca hasta el comercio con otros lugares. Aristóteles nos relata que Tales
sostenía que incluso la Tierra se asentaba sobre agua: era un disco flotando en el agua.

Por otra parte, algo de verdad existe en su propuesta, pues debemos recordar que los
científicos han determinado que la vida inició en el agua. LI vez hay sencillez en la
explicación pero debes considerar que fueron los inicios del pensamiento humano. En
todo caso, debes valorar que es mejor ofrecer una explicación racional por más sencilla
que sea que una mítica, basada en suposiciones.

Anaximandro

Conocido como hombre aventurero; junto con otros marinos co-


lonizó tierras poco conocidas hasta entonces. Se sabe que escribió
el libro Sobre la Naturaleza, el cual todavía era leído en los tiempos
de Aristóteles.

A diferencia de su maestro Tales, Anaximandro ofreció soluciones


diferentes al tener como principio de todo el orden cósmico, no un
elemento físico, sino uno de tipo metafísico al que él designaba
como «apeiron», el cual puede ser traducido como lo caótico,
indefinido o indeterminado. Reflexionó: si el agua es la fuente de
todo: ¿de dónde provienen el polvo y otros entes?, Además, el agua es parte de la
naturaleza y una parte no puede ser el origen de todo.

Elaboró la teoría de que el origen de las cosas no podía ser tan


específico, es más, debía tener características propias, pero con la
capacidad de convertirse en muchas cosas. Para Anaximandro,
todo tiene su origen en el «apeiron», el cual es una fuerza cósmica
que ejerce un movimiento ordenador. De él surgen los seres
definidos y determinados. De esa fuerza ordenadora proceden el
día, la noche, las aguas y la tierra, las montañas, los animales y
todos los seres que hay en el cosmos o universo, pero considerado
en sí mismo carece de toda determinación física concreta. «Es por
tanto, originalmente indefinido y originador de toda determinación
cósmica».

28
Anaxímenes

Otro representante de la comunidad milesia fue Anaxímenes, hijo de Euristrato. Nació en


Mileto, aproximadamente en el 585 a. C. y murió en el 524 a. C. Para nuestro filósofo el
principio creador de todo era el aire, pues este elemento es indispensable para la vida;
da origen a la diversidad y al movimiento, lo cual permite el surgimiento de diversos
seres. El aire puede sufrir la condensación o la rarefacción. Cuando se hace sutil su
convierte en fuego, cuando se condensa, en viento: después en nubes: si se condensa
más, el agua, luego en tierra, después en piedras: los demás seres se originan de estos
seres. Cuando se dilata se hace cálido, ligero y etéreo. El aire hace también eterno el
movimiento, por medio del cual verifica el cambio.

Quizá Tales y Anaxímenes hicieron sus afirmaciones a partir de lo que observaron. Por
ejemplo, cuando llueve se renueva la vida, mientras que la sequía trae la muerte. En
cambio, Anaximandro no quiso identificar la causa con algo concreto: tal vez él buscaba
algo más complejo.

2.4 Pitágoras: el principio de todo es el número

Pitágoras nació en Samos en 580 a. C. y murió en el 484 a. C. Se


estableció en Crotona y allí fundó su escuela filosófica. Ambos
lugares se ubican en lo que hoy es Italia. En su escuela, además de
enseñar filosofía, se discutía de prácticas religiosas, políticas y
matemáticas. En este último campo destacó notablemente; a él se
deben las teorías de las proporciones y el teorema que lleva su
nombre.

Para los pitagóricos lo que permite acceder al conocimiento de la


naturaleza es la razón, pero entendida como una razón matemática.

Pitágoras y sus seguidores descubrieron la correspondencia que hay


entre la longitud de la cuerda de los instrumentos musicales como la
cítara y las notas. Esta es una relación matemática perfectamente medible. Esto los llevó
a suponer que existía una correspondencia similar con otros fenómenos de la realidad
natural. Considera-han que los fenómenos naturales pueden reducirse a fórmulas
numéricas, pues los números son el principio de todo. El concepto de número se refiere
a la proporción que existe en cada ser de la naturaleza, por lo que podríamos decir que
es la medida o unidad de todas las cosas. Después de la unidad hay una serie de
combinaciones que dan origen a todo cuanto existe. La combinación más perfecta está
en el número diez, que se logra por el tetraktis o la suma de los cuatro primeros números
1 + 2 + 3 + 4 = 10.

Cuando afirmó que el número dio origen al cosmos se refería a que en la realidad hay un
orden; de otro modo el mundo no habría dejado de ser un caos. De esta manera,
Pitágoras quería afirmar que el orden del mundo implicaba que estaba gobernado por la
armonía NI, por tanto, era medible matemáticamente. Puede apreciarse que Pitágoras
interpretaba la naturaleza como dotada de proporción y armonía. Con el tiempo la
escuela de Pitágoras se convirtió en una comunidad más de tipo religiosa que filosófica,
en la que se predicaba la santidad '' la abstinencia.
29
Pitágoras desarrolló la teoría de la inmortalidad del alma, porque creía que al morir el
cuerpo el alma transmigra hacia otro ser y se reencarna nuevamente. A esta idea se le
conoce como «trasmigración de las almas», que con algunas variantes Platón tomaría
posteriormente.

En el libro Metafísica, Aristóteles se refiere así a los pitagóricos:

«Los llamados pitagóricos cultivaron las matemáticas, y nutridos de estos pensaron que
sus principios eran los principios de las cosas. Ahora bien, puesto que los números eran,
por naturaleza, los primeros de estos (principios) y de los números les parecían
contemplar muchas semejanzas con las cosas que existen y con las que se generan...

Y en fin, dado que las demás cosas, en toda su naturaleza, parecían semejarse a los
números, y que los números (parecían ser) los primeros de toda la naturaleza,
supusieron que los elementos de los números, eran los elementos de todas las cosas
existentes, y que universo entero era armonía y número.

2.5 El pensamiento de Heráclito

Ahora vamos a abordar un par de filósofos que suelen presentarse


juntos, porque nos dan una visión diferente de la realidad. Heráclito
concibe la realidad como cambiante y dinámica. Por su parte,
Parménides nos habla de una realidad que permanece estática.
«Son al mismo tiempo dos caminos de conocimiento: el primero
parte de lo que los sentidos nos dan para por medio de la razón ir a
su fundamento, que es la unidad de contrarios; el segundo parte de
los argumentos establecidos por la razón, sin atender a los datos de
los sentidos, para llegar al ser idéntico a sí mismo y estático»

Heráclito nació en el año 544 y murió en el 484 a. C. Se cuenta que


renunció a su reinado para dedicarse a la filosofía. De toda su obra, sólo se han
conservado 130 fragmentos, aunque se sabe que era más extensa. Se le conoce como
el «Oscuro» por la dificultad que encierran los Fragmentos que se conservan de su obra.

Sus ideas no fueron muy aceptadas por la sociedad de su tiempo, y como era tina
persona un poco rebelde y agresiva respondió con mucha energía a quienes se oponían
a ellas. Por eso mejor se retiró a vivir en la soledad.

Para Heráclito, los seres humanos podemos conocer a través de los sentidos y la razón.
Los primeros sirven para percibir las cosas materiales, pero son limitados, pues
afirmaba: «Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos cuando tienen almas
bárbaras», y agregaba: «A la naturaleza le place ocultarse». Este último enunciado
expone las dificultades de los sentidos para la comprensión de la naturaleza.

Heráclito se propone determinar qué es o qué constituye el ser de las cosas. Lo que se
encuentra es que la realidad está en constante movimiento; es decir, es continua. Por
ejemplo, no podemos conocer qué es un río, pues sus aguas están permanentemente
fluyendo; en ningún momento el agua de un río es la misma aunque así parezca a simple
vista. Es conocida la frase «Nadie se baña dos veces en un mismo río, porque nuevas
30
aguas corren por su cauce». Heráclito afirmaba que lo mismo que sucede con el río,
acontece con todas las cosas de la realidad: siempre están transformándose y en ese
cambio dejan de ser lo que son y se transforman en nuevos seres. Todo fluye como un
río: todo se apaga y enciende como fuego continuo.

Para Heráclito la ley de la naturaleza sólo puede percibirse usando la razón, pues la
naturaleza se presenta a nosotros como una armonía o conjugación (le todos los
elementos: el sol brilla, las aves cantan, en fin, todo parece armónico. Pero gracias a
nuestra razón percibimos que la realidad está presente con sus contrarios, tales como
nacimiento y muerte, o generación y degeneración, entre muchas otras. Pero si los ojos
no captan estas contradicciones, la razón sí lo hace. La unidad en mediocre cambio se
percibe sólo con la razón.

Según Heráclito este movimiento es provocado por el logos o razón, que es la fuerza que
provoca el impulso generador. El «logos»» es la ley implícita en la naturaleza que
manifiesta en su interior esa fuerza universal de generar cambios o seres, tal Como la
función del fuego, que destruye para construir algo diferente.

«Este cosmos (el mismo de todos) no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino siempre
fue. Es y será fuego eterno que se enciende según medida y se extingue según medida»

Para él no existen el pasado. El presente, ni el futuro; lo pasado ya dejó de ser, el futuro


aún no es y el presente no podemos detenerlo; en el momento que lo mencionamos está
dejando de ser. El ser humano también sufre este proceso cambiante; nuestro pasado ya
no es y el futuro aún no es tampoco: vivir es estar en el presente. Lo que soy, no es lo
que fue, pues eso ya pasó. Vivir significa estar entre el momento de nuestro nacimiento y
el momento de nuestra muerte.

A la pregunta ¿qué es el ser?, Heráclito contestaría que es el movimiento o el cambio


continuo; por eso algunas personas conocen esta idea como la «teoría del flujo
universal».

Implicaciones actuales del pensamiento de Heráclito de Éfeso y Parménides

Algunos autores han retomado las ideas de Heráclito de Éfeso acerca del devenir del
mundo. La influencia de Heráclito y Parménides ha sido decisiva en Occidente. Heráclito
en su teoría de la unión de los opuestos revive en él Pensamiento de los místicos, sobre
todo en la dialéctica de Hegel y de Marx. Ambos encuentran en Heráclito una fuente (le
conceptos muy interesante que utilizarán posteriormente. Por su parte, Parménides
influirá en Platón. Plotino y Spinoza.

A continuación vamos a tratar a uno de los filósofos más complicados de entender, pero
cuya aportación ha sido fundamental para la filosofía occidental. Parménides desarrolló
su doctrina tanto en el plano de la metafísica como de la lógica. Cuando lo entiendes, te
das cuenta l.luc es el más lógico de todos los pensadores de la Antigüedad. Influyó
enormemente en el pensamiento le Platón, Aristóteles y el pensamiento cristiano
posterior.

31
2.6 El pensamiento de Parménides como medio para llegar a la verdad y la razón

Una tesis opuesta a la de los milesios ya Heráclito nos la


presenta Parménides de Elea (540-470 a. C.) La ciudad natal
de Parménides era una polis ubicada en lo que ahora es el sur
de Italia, aunque en esa época era parte de lo que se conocía
como Magna Grecia.

Escribió Sobre la Naturaleza, un poema redactado en


hexámetros. Esta obra consta de dos partes: la vía de la verdad
y la vía de la opinión. La primera parte la destina para escribir
su pensamiento filosófico.

Sostenía que todos los datos que adquirimos a través de los


sentidos son meras percepciones, y por tanto subjetivas; así,
sería un error creer que las cosas son tal como se nos
aparecen. Parménides estaba convencido de que las
percepciones que tenemos de este mundo son engañosas, por lo que pensaba que la
comprensión del mundo debía realizarse por medio de la razón. Hasta este punto encon-
tramos absoluta coincidencia con Heráclito.

Parménides tenía una concepción del ser general. Él distinguía el «ser», para decirlo con
palabras más sencillas aunque inexactas, pero que nos pueden ayudar a comprender: la
realidad toda, el universo íntegro por una parte, y por la otra, los seres materiales que la
integraban. Cuando él se refería al ser, lo hacía únicamente en el primer sentido. Por lo
mismo, no aceptaba la idea de que el ser (o la realidad) pudiera considerarse como
cambiante, pues si la realidad cambia, deja de ser. Hay pues una evidente oposición
entre la concepción de Heráclito y la de Parménides. Para este último, es imposible que
algo sea y no sea al mismo tiempo. La realidad es una, permanente e inmóvil. El ser se
caracteriza por Jo siguiente: eterno, sin principio ni fin, inmóvil, llena todos los espacios,
ya que no admite modificaciones. Este ser sólo es captado por la inteligencia, que es al
mismo tiempo el camino de la verdad. Afirmaba que el ser:

«En tanto existe, es inengendrado e imperecedero; íntegro, único en su género,


indestructible y realizado plenamente: nunca fue ni será, pues ahora todo a la vez, uno
continuo. ¿Pues qué génesis le buscarías?, ¿cómo, de dónde habría crecido? De lo que
no es no te permito que lo digas ni lo pienses, pues no se puede decir, ni pensar lo que
no es. ¿Y qué necesidad lo habría impulsado a nacer antes o después, partiendo de la
nada?

El camino que siguió Parménides es mantenerse dentro de la más estricta lógica a partir
del principio de identidad: lo que es, es; lo que no es ni siquiera puede ser pensado. Así
que ni hablar de lo que no es, pues no solo es incorrecto, sino que ni siquiera la razón
puede ocuparse de ello. Debemos tener siempre presente que para él “ser” y pensar son
lo mismo.

2.7 Las explicaciones de los filósofos mecanicistas

La búsqueda de una respuesta al problema del origen de la naturaleza llevó a otros


32
pensadores presocráticos a concebir una necesidad lógica en la naturaleza que podía
ser comprendida por la razón humana. Los pensadores conocidos como mecanicistas
creyeron que en la realidad física todo sucede conforme a un orden estructurado, como
si fuera el funcionamiento de una máquina.

Empédocles

Nació en Akragas (actual Agrigento, ubicada en Sicilia, Italia) en el


495 a. C. y murió en el 455 a. C. Consideró que los elementos o
raíces de todas las cosas se encontraban en cuatro elementos:
agua, aire, tierra y fuego. Lo que hace Empédocles es agregar la
tierra, puesto que Tales había citado al agua, Anaxímenes al aire
y Heráclito al fuego. Estos elementos se encuentran —nos dice
Empédocles— en constante cambio, impulsados por dos fuerzas
cósmicas de origen contrario: amor y odio. Por efecto del amor se
reúnen las partículas de los cuatro elementos, y por efecto del
odio se separan las partículas provocando la extinción de los
objetos. En términos modernos diríamos que se refería a la
atracción y la repulsión, pero en aquella época, en la que aún no
existían la química ni la física, se buscó utilizar términos de los
que se disponía. De hecho, siempre que estamos ante algo nuevo
y lo tenemos que identificar usamos términos que están en
nuestro acervo. Por ejemplo, cuando aparecieron las máquinas de
vapor, y hubo necesidad de equiparar su potencia y costo, como no había otro referente
se eligió el caballo, animal de tiro por excelencia. El mejor término que se le ocurrió a
alguien fue «caballos de fuerza». De la interacción entre los elementos, pensaba el
filósofo, se producen los seres distintos.

Así nos relata Aristóteles lo que se había transmitido en su época del pensamiento de
Empédocles:

«Empédocles admite cuatro elementos, añadiendo la tierra a los tres que quedan
nombrados. Estos elementos subsisten siempre, y no se hacen o devienen: sólo que
siendo, ya más, ya menos, se mezclan y se desunen, se agregan y se separan»

Como vemos, Empédocles regresa a la identificación de la »arjé» (el origen de todo) con
elementos físicos.

Demócrito

Filósofo griego que vivió del 470 al 370 a. C. Se afirma que


Demócrito fue uno de los autores más prolíficos de la Antigüedad,
aunque sólo se conservan fragmentos de algunas de sus obras en
su mayoría dedicadas a la ética. Se le atribuyen diversos tratados
de física, matemáticas, música y cuestiones técnicas, pero no
tenemos evidencias de esto.

Sostuvo la existencia de partículas indivisibles llamados átomos.


Para Demócrito sí hay un principio creador o constitutivo al que se
33
le designa como átomo. La palabra átomo es de origen griego y significa «lo que no es
divisible».

Estaba de acuerdo con Heráclito en que todo en la naturaleza fluye. Las formas van y
vienen. Pero detrás de todo lo que fluye, se encuentran algunas cosas eternas e
inalterables que no fluyen. A estas cosas es a lo que Demócrito llamó átomos. El átomo
es el elemento infinito y eterno que no se puede captar a simple vista, sino sólo a través
del intelecto: los átomos se mueven azarosamente en el vacío y allí se encuentran de
manera espontánea. En el momento en que hay una transformación o un cambio, se da
en los espacios libres o vacíos.

«Los principios de todas las cosas son los átomos y el vacío;


todas las otras cosas son opiniones.., por naturaleza, sólo hay
átomos y vacío»

DK. (p. 68 Al)

Incluso el alma está constituida por átomos más sutiles y


perfectos, los átomos redondos, que por su forma tienen la
capacidad de deslizarse con mayor facilidad. A propósito, se
imaginaba que el alma era de la misma naturaleza que las
otras cosas. Así que el alma también estaría compuesta de
átomos.

Lo primero que nos provocan los pensamientos de Demócrito


es una profunda admiración, pues concibió hace más de 2400
años una idea que ahora puede parecernos una cuestión
común, pero en su momento fueron ideas muy adelantadas. No obstante, es importante
que nos preguntemos: ¿cómo se imaginaría Demócrito a los átomos? ¿Por qué se le
habrá ocurrido que los átomos más sutiles eran los redondos? Si pensaba que el alma
era de la misma naturaleza que las otras cosas, entonces, cómo concebía al alma?

Anaxágoras

Clazomene, su ciudad natal, pertenece a lo que en la actualidad es Turquía. Este


filósofo, geómetra y astrónomo griego nació aproximadamente en el 500 a. C '' murió en
428 a. C. Algunos investigadores aseguran que fue discípulo de Anaxímenes.
Anaxágoras abrió la primera escuela de filosofía en Atenas. Este paso es fundamental
en la historia, pues significa el traslado del pensamiento de las islas jónicas y del Asia
Menor a Atenas, que es la polis donde Grecia viviría sus mayores glorias.

En Atenas conoció a Pendes, Tucídides, Eurípides. Demócrito, Empédocles y a Sócra-


tes. Algunos historiadores lo confundieron con un filósofo sofista, ello es cierto. Según
los testimonios de la época padeció la expulsión de Atenas bajo la acusación de
ateísmo; el motivo real fue su afinidad con Pericks, quien se hallaba en oposición a
Tucídides.

Anaxágoras sostiene la postura de la inmutabilidad del ser, siguiendo en esto el


pensamiento de Parménides y Empédocles. No obstante, se esfuerza por conciliar las
34
dos tendencias: la de la inmovilidad del ser y la del eterno devenir. Difiere de
Empédocles, quien sostenía que son cuatro las partículas constitutivas. Para
Anaxágoras son infinitas. Para que algo surja ha de estar antes presente en aquello de lo
cual procede.

Anaxágoras, en su tratado Sobre la Naturaleza, situó el «arjé» en el nous


(entendimiento), encargado de imprimir orden al caos original.

BLOQUE 3

LAS RESPUESTAS CLÁSICAS A LOS PROBLEMAS DE LA CONDICIÓN HUMANA Y


LA SOCIEDAD

UNIDAD DE COMPETENCIA

Elaboran una postura personal sobre la construcción de la condición humana a partir de


las concepciones antropológicas clásicas; estructura un sistema de pensamiento donde
relaciona la dimensión social, ética y política.

3.1 El problema de la condición humana y su relación con las situaciones


sociales, éticas y políticas

El ser humano, por su capacidad racional, es un ser problemático; las piedras no tienen
problemas. Podemos afirmar que los problemas nunca se acaban, pues a medida que se
resuelven unos surgen otros; así, por ejemplo, las condiciones de trabajo del siglo XIX
eran poco justas. Los obreros laboraban en fábricas malolientes, sucias, contaminantes;
las labores se hacían en condiciones infrahumanas y los trabajadores realizaban un
trabajo que sentían ajeno a sí mismos. Con el paso del tiempo muchas condiciones
laborales han mejorado, pero eso no significa que ya no existan problemas. Ahora los
problemas son otros. Por ejemplo, Carlos Marx nos hablaba de esa sensación del obrero
de sentirse ajeno del objeto que producía, que lo definía como enajenación. Pero casi
150 años después de las reflexiones de Marx, el problema de la enajenación no se ha
superado, pues parece que se presenta de otra manera. Es más, podemos afirmar que
ahora el hombre vive más enajenado: se la pasa ocho horas los domingos pegado frente
al televisor, recorriendo aparadores de las tiendas comerciales, leyendo los últimos
chismes de los artistas de cine, radio y televisión, o viendo tres partidos de futbol en un
día. La enajenación no ha desaparecido, se ha refinado. Ahora no es sólo el trabajo el
que enajena, sino son sobre todo los medios masivos de comunicación, en particular la
televisión.

Algunos de los problemas que enfrenta el ser humano en la actualidad son: hambre,
pobreza; grave deterioro ecológico que está provocando el calentamiento global;
dificultades de integración social e intercultural, que se traducen en racismo y
discriminación; corrupción, narcotráfico, terrorismo y violencia; violación de los derechos
humanos; deficiencias en los sistemas de salud, educación y desarrollo social, entre
muchos otros. Podríamos enumerar un sinnúmero de problemas, pero de lo que se trata
no es de hacer una lista de ellos, sino de reflexionar, acompañados de la filosofía, por
qué somos así.

35
Desde luego que podemos afirmar que muchos de los problemas son producidos por los
bajos deseos, las traiciones, las ambiciones, la prepotencia, el egoísmo y la agresividad,
además de otras pasiones que nos cuesta trabajo dominar y que son responsables de
muchas de las grandes dificultades de la vida social. Estos vicios y sentimientos son
propios del género humano; no hay animales pecadores, prepotentes o ambiciosos.

Algunos filósofos han querido encontrar la clave de esto en la propia condición humana,
la cual se entiende como el marco o estructura en que se mueve la vida humana. Así
que para entender a cualquier persona o pueblo, hay que considerar aquellas cuestiones
tanto internas como externas que influyen y determinan a una persona o grupo social. En
cuanto a lo externo, en primer lugar deben tomarse en cuenta las condiciones
geográficas, sociales, históricas e ideológicas en que se ubican la o las personas. En
cuanto a lo interno, debemos considerar las partes: biológica (cuerpo, instintos,
funciones), intelectual (ideas) y emocional (sentimientos, emociones y pasiones). Este
marco incluye la totalidad de experiencias y características del hombre: cómo ha sido,
qué ha pensado y sentido, así como su forma de actuar. Se considera a las personas
siempre dentro de una sociedad, donde cada quien hereda una cultura, recibe una
educación y actúa dentro de un determinado marco legal.

Para entender el problema de la condición humana habría


que aceptar que existe una naturaleza humana. Esto ha
generado una gran cantidad de discusiones entre los
filósofos, pues muchos no creen que seamos buenos, malos
o violentos por naturaleza. Otros, en cambio, sí creen que
hay una naturaleza humana y que, por tanto, las personas
son buenas o malas desde su nacimiento; unos pensadores
se ubican en una postura intermedia y piensan que las
personas nacemos buenas, pero la sociedad nos contamina.
Ejemplo de esta última posición es Rousseau, para quien el
ser humano es bueno y sociable por naturaleza, pero la vida
social es la que distorsiona su naturaleza y lo vuelve
agresivo. Por lo mismo, plantea la necesidad de regresar a
las pequeñas agrupaciones sociales.

A Sócrates lo podríamos ubicar como ejemplo de los


pensadores que creen que el hombre es por naturaleza
bueno, pero el problema radica en que no sabe lo que es el bien; si lo supiera lo haría.
Entonces para Sócrates es cuestión de una educación en el bien. En sentido inverso,
otros piensan que el humano es por naturaleza malo, por lo que hay que cuidarse de él.
Uno de los pensadores que ejemplifica a este grupo es Thomas Hobbes, filósofo inglés
nacido en 1588 y que desarrolló su pensamiento en el siglo XVII. En su obra Leviatán
sostiene que «en el 'estado de naturaleza' el hombre vive una guerra de todos contra
todos». «El hombre es un lobo para el hombre». Como nadie puede confiar en su vecino,
cierra su puerta con tranca y cerrojo; si no lo hiciera le robarían o lo matarían. Cuando el
hombre se reúne para formar un Estado tiene en mente protegerse de los demás. «La
base de todas las sociedades grandes y duraderas ha consistido no en la mutua
voluntad que los hombres se tenían, sino en el recíproco temor».

Una postura distinta la representan aquellos filósofos que piensan que el hombre es
36
capaz de todo lo bueno y lo malo. Nietzsche, por ejemplo, partía de una concepción
negativa del hombre; decía que es «un animal fundamentalmente defectuoso; es como
una enfermedad en el universo», pues es el único animal que no ha llegado a
consolidarse. No obstante, creía que podía aspirar a lo más grande. Según él, el hombre
es un ser indeterminado, híbrido, mezcla de animalidad y humanidad; no obstante, en su
recorrido evolutivo poco ha sido lo alcanzado.

Hay que recordad que no todo el existencialismo es ateo, pues por ejemplo, Japers y
Marcel si son creyentes. En lo que todos los existencialistas están de acuerdo es que no
puede haber una naturaleza humana. Al contrario, cada humano es como el decide ser.
No hay primero una esencia y cada quien tiene que encajar en esta. La esencia de cada
quien se va definiendo de acuerdo con su propia existencia, es decir, no hay una
naturaleza humana, cada quien decide libremente como quiere ser.

En todo caso, la condición humana se relaciona con lo humano de manera integral. Las
personas no nos comportamos de una manera en una situación y de otra en otra, sino
que nuestra manera de ser es siempre homogénea. Así, un sujeto que es egoísta, celoso
y violento, lo va a ser en las distintas situaciones en que se encuentre. Desde luego que
las personas podemos cambiar, pues nuestra libertad nos permite siempre decidir, pero
si cambiamos, seremos de la manera que cambiemos en las distintas situaciones. Se
puede fingir un momento, pero no mucho, ni siempre. Eso que lo que somos se
manifieste en todas las áreas de nuestra existencia.

Kant afirmaba que las preguntas más importantes que una persona se puede formular
son: ¿qué podemos conocer?, ¿qué debemos hacer?, ¿qué tengo derecho a esperar? y
¿qué es el hombre? De todas, la última pregunta es la central, pues la respuesta a esa
pregunta nos permitirá determinar su naturaleza y cómo se va a expresar en los ámbitos
ético, social y político.

Las distintas teorías de la ética, la sociología y la política se basan en una idea del
hombre. Presuponen una dilucidación de la naturaleza y condición de lo que somos.

3.2 La propuesta ética antropológica de Sócrates, como inicio del razonamiento


sobre la verdad y la virtud

Los filósofos presocráticos tuvieron como principal preocupación la problemática


cosmológica, la cual gira en torno a la definición del «arjé» o «principio originador». En
cambio, los filósofos del periodo clásico (V y IV a. C.) tuvieron al ser humano como
preocupación principal de sus reflexiones. Destacan Sócrates y los sofistas. En este
apartado estudiaremos a Sócrates; más adelante revisaremos a los sofistas.

La época de grandeza de la filosofía griega inicia con Sócrates (470 -399 a. C). Este
peculiar filósofo ateniense no escribió una sola línea. Conocemos su pensamiento de
manera indirecta por sus discípulos Platón y Jenofonte, quienes sí escribieron acerca de
Sócrates y su pensamiento. Platón quería tanto a su maestro que lo idealizó. Por eso en
sus diálogos vemos a un Sócrates de gran talla moral; Jenofonte en cambio nos
presenta a Sócrates como si fuera un maestro moralista. Con base en la información que
disponemos podemos ubicar a un Sócrates más real. Sabemos, por ejemplo, que poseía
una conducta intachable, que era un buen vecino, un ciudadano cumplido y un padre
37
cariñoso y estricto a la vez. A Sócrates le tocó tener como esposa a Jantipa, quien ha
pasado a la historia por ser difícil y enojona. El hijo adolescente de Sócrates se quejaba
de lo insufrible que era su madre. No obstante que Jantipa se ha hecho famosa en la
historia por su trato difícil, se sabe que amaba y respetaba muchísimo a Sócrates.

Era un sujeto admirable que no sólo hablaba palabras hermosas, sino sobre todo su vida
era un ejemplo de buena conducta. Su más grande virtud era la humildad. Reconocía
que era mucho lo que ignoraba. Una ocasión un discípulo de él, Querofonte, asistió al
oráculo con muchas dudas, pues él admiraba a su maestro y le tenía en gran estima,
pero mucha gente lo criticaba por ser pobre y no tener ni para una túnica decente. A la
sacerdotisa del oráculo le preguntó quién era el hombre más sabio de Grecia. El oráculo
contestó que Sócrates.

Fue tanta la alegría de Querofonte que apenas retornó a Atenas esparció por todos lados
las palabras del oráculo. Este hecho, lejos de engrandecer a Sócrates, lo hizo
reflexionar, porque el oráculo no se equivocaba. Después vio cómo la mayoría de la
gente discutía sin saber, pero por soberbia era incapaz de reconocer la cantidad de
cosas que desconocía; es más, se percató Sócrates que mientras más se ignoraba
había más necedad e impertinencia en las personas; por eso la mayoría discute de lo
que no sabe. Sócrates se dio cuenta de que ellos eran muy ignorantes, pero que su peor
ignorancia era no saber que eran ignorantes. De allí la frase socrática «sólo sé que es
mucho lo que ignoro». Con el tiempo, el verdadero significado del oráculo se aclaró para
Sócrates. «El significado era que la humanidad ignoraba lo único que importa en verdad
saber: cómo conducir rectamente la vida, cómo cuidar su propia alma y hacerla tan
buena como fuera posible, y todos padecían una ceguera sobre esta cuestión. Sócrates
es la única excepción; si él tampoco posee este conocimiento supremamente importante,
conoce por lo menos su importancia, y conoce su propia ignorancia».

La propuesta ética antropológica de Sócrates se fundamenta en el conocimiento de uno


mismo y el análisis de la conciencia. Para Sócrates, el comportamiento moral debe
dirigirse al bien y estar regido por la razón. Cuando hablaba con sus discípulos les
llamaba la atención y los reconvenía para que tuvieran mayor respeto por sus padres y
otros adultos. Por eso se afirma que Sócrates era un educador nato; se concentraba en
educar la conciencia moral de las personas. Estaba convencido de que la gente actúa
mal porque no sabe lo que es el bien; si lo supiera lo haría. No cabe duda de que era un
buen hombre, que creía que la condición humana se inclinaba por el bien. Por todas
estas razones, su principal biógrafo, A. E. Taylor, afirmaba que Sócrates es el fundador
de la ética.

El maestro insistía a sus discípulos y amigos que se preguntaran continuamente cuál era
su deber en el mundo y que hicieran un análisis de sí mismos. Sócrates había visto en
un templo la inscripción: «Conócete a ti mismo». Esta frase le impactó mucho y la adoptó
como parte de su filosofía. De esta manera, Sócrates les indicaba a sus discípulos que
empezaran por buscar la verdad en sí mismos.

Sócrates creía en el poder de la palabra y la reflexión. Estaba convencido de que si sus


estudiantes recibían una buena orientación podían transformar positivamente su vida.
Les pedía que además de conocerse era importante que hicieran un análisis de su
existencia. Para el gran filósofo uno no puede vivir sin reflexionar para qué y por qué
38
lleva su vida de determinada manera. Decía Sócrates: «una vida sin examen no vale la
pena de ser vivida».

Para Sócrates era importante aclarar los conceptos sobre los cuales se reflexionaba. Se
le reconoce por su preocupación por enseñar a sus discípulos la importancia de tener
claro el concepto de todas las cuestiones.

Las preguntas que Sócrates y sus discípulos se planteaban se referían al hombre y a su


comportamiento en la sociedad. La intención permanente de Sócrates era indagar la
verdad. Por ello mismo, insistía en formular preguntas que permitieran el diálogo y la
búsqueda de la verdad, como ¿Qué es la justicia? ¿Qué es la belleza? ¿Qué es la
virtud? ¿Qué es la santidad?, pero sobre todo ¿Qué es el bien? En eso, señalaba el
historiador y filósofo Diógenes Laercio, se distinguió de los filósofos sofistas, quienes
solo discutían por discutir. Sócrates evitaba caer en esta práctica inútil. Por eso
declaraba, refiriéndose a los sofistas: «Sin quererlo caen en la disputa: creyendo discutir
no hacen sino disputar».' Sócrates y sus discípulos, en cambio, siempre dirigían su
discusión al diálogo productivo. Trataban de avanzar siempre en alcanzar una respuesta
adecuada. El método socrático, conocido como mayéutico, estaba basado en el diálogo
y el razonamiento.

3.3 El dualismo antropológico y cosmológico de Platón como explicación


privilegiada de la cultura occidental

Platón nació en Atenas en el año 427 y murió en el 347 a. C. Su verdadero nombre era
Aristóteles, pero —según Diógenes Laercio— dado que era muy fuerte y había
desarrollado mucho su espalda recibió el apodo de Platón, que
es con el que ha pasado a la historia.

Provenía de una familia muy acomodada de Atenas. En un


principio quería dedicarse a la literatura; incluso se sabe que
escribió poemas y tragedias. También tuvo algunas
actividades de tipo político, pero cuando conoció a Sócrates
supo con certeza que su vocación estaba en la filosofía.
Fue tanto lo que quiso y respetó a su maestro que en la mayor
parte de sus escritos aparece Sócrates como el personaje
principal. Casi toda su filosofía fue elaborada en forma de
diálogo, y allí hace aparecer a diversos personajes discutiendo
con Sócrates sobre todo tipo de temas. Sólo unos cuantos
escritos de Platón no fueron elaborados a manera de diálogo.

Entre los años 388 y 387 a. C. fundó una escuela de filosofía


llamada «La Academia», aunque en realidad era una especie
de universidad, dada la seriedad y diversidad de estudios que
allí se llevaban, pues además de la filosofía se estudiaba
astronomía, física y matemáticas. La importancia que concedía
Platón a los estudios matemáticos era enorme. Se cuenta que en el frontispicio de «La
Academia» decía: «Que nadie entre aquí que no sepa matemáticas»; tal era la seriedad
de esta institución. Se le puso como nombre «La Academia» por hallarse cerca del
santuario dedicado al héroe Academos; otros sostienen que Academos era un amigo de
39
Platón, quien le había vendido el terreno donde se construiría la escuela.

Platón elige el diálogo como forma de expresión de su pensamiento. La mayor y más


conocida parte de su obra está contenida en sus Diálogos; no obstante, también
destacan algunas cartas y otro tipo de correspondencia. Como tributo a su maestro
Sócrates aparece como interlocutor de prácticamente todos ellos. Su obra se divide en
cuatro períodos:

a) Diálogos de juventud: Apología de Sócrates, Critón o del deber, Laques o


de/valor, Lisis o de la amistad, Cármides o de la templanza, Eutfrón o de la
santidad, Jón o la poesía y Protágoras.

b) Periodo de transición: Gorgias o sobre la retórica, Crátilo, Hipias mayor e Hipias


menor, Eutidemo, Menón y Meneceno.

c) Diálogos de madurez: Fedón o sobre la inmortalidad del alma, Banquete o sobre


el amor, La República o sobre la política y Fedro o sobre el amor.

d) Diálogos de vejez: Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias,


Las Leyes, Carta VII.

Opinaba, como Sócrates, que el conocimiento científico o universal debe fundamentarse


en los conceptos o ideas que tenemos. Las ideas no se aprecian por los sentidos sino
por el intelecto, de manera que existen dos tipos de seres: los ideales y los sensibles o
materiales; Platón privilegió a los primeros. En pocas palabras, como era común entre
los griegos, sostuvo la supremacía de la razón y lo inteligible sobre los datos que nos
proporcionan los sentidos. Por algún motivo, Platón tuvo cierto desprecio por lo corporal
y lo material, quizá por alguna influencia que recibió de los pitagóricos. Por lo mismo,
afirmó que la mayoría de las personas prefieren vivir en el mundo sensible como si fuera
el único mundo. No obstante, lo único verdadero es aquello que podemos contemplar
mediante el intelecto, ese mundo inteligible que se encuentra en una dimensión ideal,
espiritual. En él se encuentran las ideas y los modelos, que son, en la perspectiva
platónica, los seres verdaderos. Las ideas se encuentran en el mundo sensible, pero son
una copia de las ideas que «moran» en el mundo inteligible.

Platón consideró que los sentidos nos dan la doxa u opinión, pero no el conocimiento
real y verdadero de las cosas de este mundo. Para él, existe un mundo verdadero, al
cual se llega mediante un proceso de desprendimiento, despreciando todo lo material
para buscar lo espiritual.

Las personas estamos constituidas por un cuerpo y un alma. El cuerpo es mortal y


susceptible de enfermedades y dolores, en cambio el alma es inmortal. Esta última se
encuentra en constante lucha por encontrar el camino de liberación para volver a su
estado original y poder contemplar la verdad nuevamente, pero tiene que superar las
limitaciones que le impone el cuerpo, el cual puede considerarse como una especie de
cárcel del alma.

El alma es espiritual; es una especie de aliento que le da vida al cuerpo. Cuando alguien
muere su alma se va y regresa al topus uranus, que es el lugar celestial, el más allá en
40
donde se encuentra lo ideal, lo perfecto, lo que debemos anhelar y alcanzar; allí
permanece junto con las ideas. Después de un tiempo de permanecer en el mundo de
las ideas, el alma debe alojarse en otro cuerpo; en su camino olvida mucho de lo que
sabía con anterioridad. Mediante un gran esfuerzo puede recordar todo lo que vio en el
topus uranus; a esto se le conoce como reminiscencia. En el diálogo Menón hay un
fragmento en que Platón hace que Sócrates aparezca interrogando a un esclavo acerca
de una cuestión matemática. El filósofo va preguntando y poco a poco, para sorpresa de
todos, el esclavo va respondiendo a los planteamientos matemáticos. Lo que se intenta
demostrar es que cualquiera, inclusive un esclavo con poca educación, puede recordar
lo que su alma ha vivido en el mundo inteligible.

Pues bien, para Platón en el interior de las personas hay una lucha entre los apetitos o
deseos del cuerpo y las aspiraciones del alma, que está dirigida por la razón; a esto se le
conoce como concepción dualista del alma. Tales fuerzas del alma las aplica Platón para
explicar el proceso de conocimiento, pero también lo hace con el ámbito político, cuando
propone cómo deberá conformarse la constitución social del Estado o de la República.

En el diálogo La República, Platón sostiene la existencia de diferentes clases


sociales.

De acuerdo con él, la organización social fue creada por los dioses, quienes han
destinado a cada clase su propia función. También explicaba que la esencia humana
radica en el alma y no en el cuerpo; por ello, la organización social surgía de las
tendencias del alma. Al imaginarse cómo sería la sociedad ideal, Platón estableció una
similitud entre los tipos de personas que, según su concepción, componen una sociedad
y las partes de un ser humano.

Según Platón, hay tres tipos de alma:

3.4 La concepción platónica de las estructuras sociales y políticas por medio del
modelo de la Republica.

En La República, Platón afirma que la sociedad es el medio de vida natural del ser
humano. Las personas no son autosuficientes ni en lo que respecta a la producción de
bienes materiales necesarios para su supervivencia ni en cuanto a los aspectos morales
y espirituales. Hay tendencias naturales que inclinan al ser humano al amor, a la amistad
y a la convivencia en general.

La vida del hombre se identifica, de alguna manera, con su vida social. Difícilmente se
podría concebir la vida del hombre manteniéndose ajena al Estado.

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De ahí las similitudes que establecerá Platón en La República entre la moral individual y
la moral colectiva. Además, hemos visto que para Platón tenía que existir el «bien» en sí
(la idea de bien), por lo que difícilmente la referencia del buen comportamiento del
individuo puede ser distinta de la del buen comportamiento del Estado. Tiene que existir
un único modelo de comportamiento moral. Y ese modelo ha de tener un carácter
absoluto. Platón expone su teoría política en La República. En esta obra trata de
determinar en qué consiste la justicia. Según el tipo de alma que posee cada sujeto es el
tipo de grupo social al que pertenece. De esta manera, se forma la organización social
siguiente:

1. Los gobernantes o dirigentes: la inteligencia, el deseo de servir y la


generosidad son cualidades que definen a los gobernantes. Ellos, como todas las
personas, tienen deseos y apetitos viscerales, pero no se dejarán llevar por ellos,
pues sabrán contener el odio, la venganza, la pasión o la ira, gracias a la
educación recibida y al buen uso de su razón.

2. Militares: quienes regularmente están guiados por su naturaleza; son por lo


regular impulsivos y agresivos, por lo que usan fuertes palabras. Pero esta
naturaleza que posee, bien canalizada por su disciplina y obediencia, los lleva a
realizar grandes proezas. Tienen la tarea de vigilar los bienes y la seguridad del
Estado y protegerlo de las invasiones extranjeras.

3. Los obreros, campesinos, comerciantes y artesanos: son quienes se dedican


a producir los recursos necesarios para la subsistencia de las otras clases. Esta
clase es el fundamento económico de la ciudad y tiene como virtud principal la
prudencia para controlar los impulsos reproductores.

De esta manera, se formaba una jerarquía social en la que, como puede apreciarse, no
estaban incluidos los esclavos. Es decir, se utilizaban sus servicios, pero no se les
consideraba siquiera parte de la sociedad. En la cúspide estaban los gobernantes,
quienes representaban al alma racional. Debemos recordar que Platón creía firmemente
que el Estado debía estar dirigido por una persona con gran preparación y claridad
mental. Por ello sostenía que los gobernantes tenían que aprender filosofía o, en su
caso, que un filósofo fuera preparado como gobernante. De esta manera, ellos no
tendrían más preocupaciones que buscar el bienestar de su comunidad o polis a través
de las virtudes más importantes, que son la justicia y la sabiduría.

El alma irascible del Estado estaba comprendida por los guerreros (el ejército), quienes
representan la fuerza, la energía, el ánimo o valor, es decir, las pasiones nobles del
cuerpo; por ello, cuidarían y defenderían al Estado. Por último, se presentaba la clase
inferior de la polis, la cual estaba representada por el alma reproductora o concupiscible,
donde se incluía a los obreros, campesinos, comerciantes y artesanos. En la sociedad
ideal que planeó Platón no había lugar para los esclavos; sin embargo, tanto Grecia
como Roma fueron sociedades esclavistas.

La educación política del pueblo

Cada clase deberá recibir la educación que le ayude a realizarse como tal: artesano,
militar o gobernante. Si cada persona recibiera la formación adecuada según su clase
42
social, entonces podría formarse una organización ciudadana en la que se pudieran
establecer las normas que promoviesen la felicidad de todos los ciudadanos y
expresaran su ideal de república.

Cabe señalar que Platón hizo especial énfasis en la adecuada educación de los
gobernantes. Los futuros dirigentes tendrían que salir del grupo de los guerreros. Se
elegiría no sólo a quien fuera más valiente y decidido, sino también a quien tuviera una
idea clara de lo que es la justicia. El criterio para elegir al gobernante se basaría tanto en
su actitud altruista, es decir, que no fuera una persona con mentalidad centrada en el
lucro como en su honestidad y coherencia, con la finalidad de que no se convirtiera en
un demagogo o sofista.

Platón expresó estas ideas en sus dos grandes obras de madurez: Las Leyes y La
República, e intentó poner estas ideas en la práctica en la polis de Siracusa, donde un
discípulo suyo lo presentó con el tirano que gobernaba esa ciudad.

En La República, Platón establece una relación entre los ciudadanos y cada una de
las formas de gobierno; tal como se describen a continuación:

a) Aristocracia: los aristócratas son personas acomodadas y educadas que están


representadas por el monarca o por los hombres intelectualmente superiores.
Estos individuos serían enseñados desde niños a gobernar y a tener una visión
altruista, sin egoísmos. La aristocracia es el mejor régimen de gobierno desde el
punto de vista de Platón, pues permite establecer una relación más perfecta entre
los ciudadanos y los gobernantes.

b) Timocracia: es una degeneración del régimen aristocrático; tiene su origen en la


ambición y la pasión por el poder sobre cualquier forma de gobierno racional.
También son individuos de clase alta, pero que han pervertido las nobles
enseñanzas, por lo que a base de fuerza y terror someten a las clases inferiores
para tomar el control del Estado. Normalmente está constituida por los militares o
la fuerza armada, que se asocia con los poderosos o ricos para ver por sus
intereses.

c) Oligarquía o gobierno de los ricos: es la segunda degeneración que vive el


régimen aristocrático. Sucede cuando la acumulación de riquezas divide al pueblo
en ricos y pobres; quienes tienen el poder económico se
asocian con los militares y se valen de las leyes para
someter a los pobres. Los militares se reducen a ser
guardianes de las riquezas de la clase gobernante; de
esta manera desvirtúan su formación entera, perdiendo
todo respeto por las virtudes. Desaparece la solidaridad
y la buena educación.

d) Democracia: surge como consecuencia del desorden


social provocado por los excesos de la clase
acomodada; entonces las riendas del gobierno las toma
el pueblo. Esta nueva forma de gobierno expresa el
triunfo de la mayoría de los ciudadanos, quienes abren
43
la posibilidad de que llegue al poder la persona que el pueblo elija de manera libre
y soberana. Se caracteriza como la forma de gobierno en la que el poder lo posee
el pueblo y éste lo deposita en las personas que fueron designadas para ser
representantes de todos los ciudadanos.

e) Tiranía: es otro tipo de gobierno que aparece cuando hay necesidad de instalar
orden en la sociedad, pero no es ejercido por el pueblo, sino por personas
acomodadas en complicidad con los mandos militares. Emplea toda clase de
recursos sometiendo los derechos individuales o particulares en bien del Estado y
para lograrlo hace uso de la fuerza, debilitando al pueblo espiritual y
materialmente, lo que provoca disturbios sociales, robos, asaltos, pillerías y otros
desmanes, de manera que el pueblo sienta la necesidad de un jefe, alguien que
acabe con la inseguridad social, y ese alguien es el ejército, encabezado por el
tirano, quien finge estar dispuesto a proteger al Estado.

Platón percibía que muchas veces el pueblo no estaba preparado para vivir con libertad.
Esto se debía a que sus representantes no habían tenido una adecuada educación, por
lo que en caso de llegar al poder esas personas no tardarían en dar muestras de
corrupción; así, el gobierno se pervertiría. Puede fácilmente apreciarse que la visión de
Platón es parcialmente cierta, pues si bien la educación es necesaria para
desempeñarse como gobernante no es suficiente. La experiencia nos ha mostrado que
algunas personas con mucha educación de todos modos se corrompen. La democracia
es el régimen más adecuado para los estados cultos y educados, si faltan estos factores,
se puede degenerar en una tiranía o dictadura que someterá a la población a una
situación de agresión y mortificación.

44
3.5 Los conceptos de materia y forma, acto y potencia, y el modelo de las cuatro
causas de Aristóteles como estructura integradora de la antropología clásica.

Aristóteles nació en el 384 a. C., en Estagira, Tracia. Esta era una polis del norte de
Grecia. La gente de las polis más ricas, educadas y cultas, se refrían a las polis ubicadas
al norte con cierto desprecio, pues las calificaban de bárbaras. Pero más allá del lugar
donde vio la luz este afamado filósofo, nos demostró que cuando se tiene capacidad las
condiciones externas no son determinantes.

Su padre Nicómaco era un médico afamado, por lo que el rey Amintas III, rey de
Macedonia, lo hizo su médico de cabecera. Debido a la desahogada posición de su
padre, «el joven de Estagira» estudió con los mejores maestros de la época. Cuando le
contó a su padre que quería estudiar filosofía lo envió a la mejor escuela de aquella
época: «La Academia», escuela de Platón, que se encontraba en Atenas. Aristóteles se
trasladó y permaneció allí durante 20 años. Se sabe que Platón le tenía mucha
estimación y afecto. Le llamaba «La inteligencia» (el nous). Después de la muerte del
maestro, retornó a Estagira; años más tarde regresó nuevamente a Atenas, donde
estableció su escuela de filosofía llamada «El Liceo».

Aristóteles fue un prolífico escritor. Sus obras se agrupan de la siguiente manera:

a) Lógica, entonces conocido como Organón (instrumento):


«Categorías», «De la interpretación», «Primeros Analíticos»,
«Segundos Analíticos», «Tópicos» y «Refutaciones de
sofismas».

b) Obras acerca de la naturaleza o como se le llamaba


entonces Phisis: «Física», «Del cielo», «De la generación y de
la corrupción», «Meteorológicos», «Historia de los animales»,
«Del movimiento de los animales», «De la marcha de los
animales», «Del alma, de la sensación y de lo sensible» y «De
la memoria y del recuerdo»

c) Obras dedicadas a cuestiones morales, políticas: Ética a


Eudemo, la Ética a Nicómaco, Gran moral, La política s La
Constitución de Atenas.

d) Poesía y retórica: Poética y Retórica.

e) Metafísica: Catorce libros reunidos bajo el título de Metafísica.

Aristóteles no estaba de acuerdo con la doctrina de las ideas y la existencia del mundo
ideal de su maestro Platón. Para él conocer surge a partir del mundo sensible, real,
material y concreto; el mundo que Platón llamaría apariencia o copia. Para Aristóteles,
los conceptos se captan por los sentidos y éstos llegan al intelecto, donde se forman las
ideas.

45
Aparte del conocimiento, el otro gran propósito de «el
estagirita» era explicar el sustento de la realidad. En efecto,
la gran preocupación de Aristóteles era la metafísica. Según
él, las demás disciplinas estudian al ser y sus accidentes;
sólo la metafísica estudia al ser en tanto ser.

Aristóteles distinguió entre la esencia y la existencia. La


esencia es aquello que persiste en el cambio, hace que algo
sea lo que es, por lo que dejaría de ser lo que es sin ello. La
existencia es permanente y necesaria. Si decimos que el
hombre es viviente, esta cualidad es necesaria ya que sin
ella el hombre no sería tal; pero si decimos que este hombre
es músico, alto, flaco, moreno, nos referimos a una serie de
notas que no es necesario que formen parte de un sujeto
para que lo podamos clasificar como persona. Estas notas o
características que pueden o no estar en la esencia
Aristóteles las llama ser per accidens o ser por accidente,
pues, en efecto, son accidentales.

Supongamos que durante la Segunda Guerra Mundial un


músico judío es llevado a un campo de concentración. Allí
los nazis lo obligan a preparar y servir la comida, barrer y
lavar los baños. Cuando acaba la guerra regresa a ser
músico; lo accidental en él cambió, pero su ser esencial permaneció inalterable.

Aristóteles afirmaba que el ser puede estar en potencia o en acto. Ser en potencia es la
capacidad o posibilidad de ser otra cosa conforme a su especie o transformarse en algo
diferente; por ejemplo, la niña es una abuela en potencia.

El ser como acto es la realización de lo que estaba en potencia. Un ejemplo muy simple
sería: «este gran futbolista es una realidad. Hace seis años apenas era un promesa»;
con esto estamos dando a entender que una cualidad que estaba en potencia hoy está
en acto.

Según Aristóteles, el acto es anterior a la


potencia, puesto que todo ser se origina de
un ser semejante. Así, la semilla de cedro
puede originar nuevos árboles de cedro, es
decir, la semilla en acto contiene al cedro
en potencia y el cedro en acto contiene a
las demás semillas en potencia.

Las cosas cambian; inclusive nosotros


cambiamos. Pero en medio del cambio hay
algo que permanece. Así, en un sentido, el
individuo cambia con el paso del tiempo; en otro, hay algo que permanece: su esencia es
la misma. Cada persona se da cuenta del paso de los años por sí mismo. Puede de esta
forma afirmar: así era de niño, así de joven, así de adulto.

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La sustancia es el soporte de todas las formas de ser y se manifiesta como materia
(hyle) y forma (morphé); por ello a la teoría de la sustancia aristotélica se le conoce como
«Hilemorfismo». La primera es aquello de lo que está hecho algo; la forma es lo que
actualiza a la materia; por ejemplo: una persona está constituida de músculos, huesos,
cabello, tejido, etc.; ésa es la materia; la forma es la apariencia exterior de cada uno.

Modelo de las cuatro causas de Aristóteles

Otro tema fundamental de la metafísica aristotélica es la tesis sobre las cuatro causas
como origen y principio de todo:

1. Causa material: es aquella que explica de qué está hecho tal o cual ser.

2. Causa formal: es la que expresa el modelo en que ha sido inspirado el creador,


la forma que adquiere la materia o elemento cambiante; es la que define a la
materia y esa forma es sustancial, no se refiere a la geométrica sino al elemento
sustancial que no cambia.

3. Causa eficiente: se refiere a la fuente del movimiento; también responde a la


pregunta ¿quién es el creador del ser?

4. Causa final: que explica el motivo o propósito por el cual se hizo o causó tal
cosa.

Para Aristóteles, “Dios es el motor inmóvil que se manifiesta como acto puro. En él nada
está en potencia; es la causa incausada”, el primer principio que hace que el cosmos
exista.

Como podemos observar, la metafísica aristotélica es una búsqueda de un principio que


explique la realidad y para ello hizo un análisis del ser en sus diferentes modalidades y
manifestaciones. La conclusión de su metafísica es la idea de Dios, al que concibe como
motor inmóvil o causa incausada, es decir, que todo existe porque Dios lo quiere y basta
con que lo desee Para que todo esté en movimiento o en acto: “a Dios nadie lo creó, es
el acto puro eterno e infinito”.

¿Por qué se dice que el ser humano es un animal político (zóon politikon)? Acuérdate
que polis era el nombre de las ciudades griegas, donde los hombres se reunían para vivir
en sociedad; es entonces cuando nacía un ciudadano, al convivir con los demás. Para
Aristóteles era inadmisible el desarrollo humano fuera de una sociedad. Quien es
incapaz de vivir en sociedad decía el filosofo es o porque no tiene necesidad por ser
autosuficiente o porque es una bestia o un dios.

Para Aristóteles la política debe estar estrechamente vinculada con la ética, pues
solamente en la convivencia con los demás es posible alcanzar la virtud y, por tanto, la
felicidad.

El desarrollo del hombre solo puede lograrse en una sociedad política, esto es, en el
Estado. El Estado es quien regula la vida social, por lo que no solo tiene la obligación de
velar por el bienestar material de los ciudadanos, sino también, sobre todo, por su
47
educación moral para conducirlos a la virtud.

Aristóteles había analizado las constituciones de 158 ciudades. Su famosa obra La


Política trata de una serie de indicaciones concretas para el establecimiento de un orden
político duradero. De acuerdo con él, los hombres difieren en capacidades intelectuales y
físicas, por lo que deberán ocupar diversas posiciones en la sociedad. Este hecho de
juzgar a las personas por sus capacidades lo llevó al extremo de aceptar e incluso
justificar la esclavitud. De hecho, Aristóteles aprobó la estructura social existente en
Grecia, donde los aristócratas tenían derecho de dirigir al pueblo con el auxilio de una
clase intermedia: la de los guardianes.

Aristóteles considera que la política es fundamental, ya que en ella se encuentran


implícitas todas las demás ciencias; en ella el hombre se realiza según su naturaleza
como un «animal social», pues expresa su esencia natural bajo un régimen político
establecido por la misma sociedad.

Según Aristóteles el régimen de la aristocracia está constituido por la gente selecta e


intelectual; es el gobierno de los mejores; la oligarquía es el gobierno de los ricos,
empresarios, industriales; sostiene que la mejor forma de gobierno es aquella en la que
se combina lo mejor de cada una, un gobierno dirigido por intelectuales con elementos
que dirijan a los ciudadanos hacia la autarquía, es decir, que sean capaces de
autogobernarse en vista de favorecer a la comunidad.

3.6 Discrimina las estructuras de la lógica de Aristóteles

Aristóteles aportó dos famosas definiciones de ser humano: lo definió como un animal
político «animal social» (zóon politikon) y como un ser racional. De la primera definición
ya hablamos brevemente cuando se abordó el tema de la política. Ahora nos
ocuparemos de la segunda.

Aristóteles ha pasado a la historia, entre otras cosas, como el primer sistematizador de la


lógica, a la cual entendía como un método útil para la ciencia y lograr que fuera un saber
demostrable. Las diversas obras de lógica de Aristóteles: Categorías, S'- interpretación,
Primeros analíticos, Analíticos posteriores y Tópicos, aunque aparecen separadas, en
realidad constituyen un tratado orgánico de lógica.

Aristóteles estaba convencido de que para el avance del conocimiento se necesitaba de


un instrumento (que en griego se dice Órganon), que nos permitiera saber que un
pensamiento estaba correctamente formulado o bien que habíamos obtenido una
conclusión segura a partir de ciertas premisas. Algunos filósofos interpretaron a la lógica
como un tema que nos preparaba para la filosofía, es decir, una propedéutica. Cualquier
persona que quisiera adentrarse en el terreno de la filosofía tenía que conocer antes
lógica.

La lógica aristotélica se ocupa del estudio de los conceptos, los juicios y las formas de
razonamiento, prestando especial atención a los razonamientos deductivos categóricos o
silogismos como formas de demostración especialmente adecuadas al conocimiento
científico.

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Iniciemos por el «concepto». Habíamos comentado que a Sócrates se le consideraba el
descubridor del «concepto», pues cada vez que se iba a discutir un tema Sócrates
insistía en que se precisara el concepto que se iba a usar, de lo contrario se cae en
discusiones interminables, pues unos entienden algo por un concepto, mientras que
otros entienden algo diverso. Supongamos, por ejemplo, que dos amigos discuten
acerca de una película. Uno afirma que la película es buena y otro que es mala.

Después de tanto discutir, uno le dice al otro: «Bueno, a ver, ¿tú qué entiendes por
bueno?» Como puede apreciarse, para discutir acerca de algo, primeramente tenemos
que ponernos de acuerdo acerca de qué vamos a discutir. El «concepto» es entendido
como la representación intelectual de un objeto. Un «concepto», para decirlo con
palabras sencillas, es una idea general que tenemos sobre algo. Se compone de una
comprensión y una extensión. La primera denota las características esenciales que
contiene un concepto, y la segunda, la imagen que tenemos del objeto, pero también
podemos entender como extensión el número, la cantidad de sujetos a los que puede
aplicarse, de los que se puede predicar. Aclaremos esto mediante un ejemplo.
Supongamos que pienso en el concepto silla. En mi mente aparece una imagen de silla.
Esa es la extensión de silla, es decir, los referentes a los cuales se les puede aplicar el
concepto silla; pero si alguien me pide que le mencione las características de silla,
entonces me está solicitando la comprensión del concepto. Todos los conceptos tienen
una comprensión y una extensión.

La ley de los conceptos dice: «Cuanto mayor sea el número de características que
contiene un concepto, menor será el número de sujetos a los que pueda aplicarse, y
viceversa». Este significa que si yo pienso, por ejemplo, en el concepto jugador de futbol,
entonces la extensión, es decir, el número de posibles referentes, va a ser muy alto, pero
si le agrego más características, por ejemplo, jugador de futbol, con cinco años de
experiencia jugando, con fuerza muscular, buen toque de pelota, etc., entonces menos
personas se encuentran en la extensión; mientras más cualidades o características
agregue a la comprensión, menos referentes tendrá.

Hay varias clases de conceptos. Si nos atenemos a su extensión pueden ser


universales, particulares y singulares; si nos atenemos a su comprensión, simples y
compuestos, según expresen una sola esencia, o una esencia acompañada de una
cualidad; también pueden ser, según su comprensión, concretos y abstractos,
compatibles o incompatibles, positivos o negativos, claros u oscuros.

Los «conceptos» son entes mentales que expresamos mediante el lenguaje. A esa
expresión lingüística del concepto le llamamos «término».

Por otra parte, un «juicio» es un pensamiento en el que se afirma o niega algo de un


sujeto. Cualquier juicio está compuesto de un sujeto (S), un predicado (P) y un nexo
verbal que une ambos conceptos; por lo común se utiliza como unión de ambos
elementos a la palabra es. Así, la forma de los juicios, S es P.

El «sujeto» del juicio es el concepto del que se afirma o niega algo; el «predicado» es el
concepto que se afirma o niega del sujeto.

Se dice que el «juicio» es la unidad mínima de conocimiento. Afirmamos que un juicio es


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verdadero cuando el predicado es pertinente al sujeto o, como afirman otros autores,
cuando hay coincidencia entre las características del sujeto y las del predicado.
Aclaremos esto mediante un ejemplo: Supongamos que sostenemos dos juicios en
apariencia parecidos, pero en realidad contrarios:

«La Tierra es plana». «La Tierra es redonda».

Por experiencia sabemos que el juicio verdadero es el segundo. ¿En qué son distintos?
El predicado de la segunda afirmación es más pertinente o adecuado que la del primer
enunciado.

Hay dos procedimientos de «razonamiento»: razonamiento inductivo y razonamiento


deductivo. Finalmente, Aristóteles postuló los principios lógicos supremos:

a) Principio de identidad: una cosa es idéntica a sí misma.

b) Principio de no contradicción: un es posible que una proposición sea y no sea a


la vez; otra forma de decirlo: es imposible que una cosa sea y no sea al mismo
tiempo.

c) Principio de tercero excluido: sólo hay dos valores: falso y verdadero; una
tercera opción está excluida.

3.7 Las posturas antropológicas sofistas de Protágoras. Gorgias y Calicles

No solamente Sócrates tuvo, en el siglo V a. C., como tema central de su pensamiento al


ser humano; también fue compartido por «los sofistas», grupo de filósofos y otras
personas educadas que dominaban el arte de la retórica, esto es, la habilidad de hablar
con elocuencia en público y que cobraban por ello.

En el siglo V a. C. Atenas tuvo su mayor época de


esplendor. Fue conocido como el «Siglo de Oro» o «Siglo
de Pericles». Su cercanía con el puerto del Pireo permitió
que Atenas desarrollara un intenso comercio con otras
polis. Esto hizo a Atenas una polis próspera, que cada vez
fue teniendo más poder dentro de la Confederación griega.
En la guerra contra los persas a Atenas le correspondió ser
la polis líder, por lo que todas las polis mandaron dinero y
tesoros a Atenas para enfrentar la invasión persa y meda.

Estos hechos volvieron al gobierno de Atenas una


atracción, pues las personas ambiciosas, más que
interesarse por el futuro de la ciudad-nación griega, se
interesaron por las riquezas. Por ello se volvió tan atractivo hacer política en Atenas.

De muchas partes de Grecia llegaron profesores que dominaban el arte de hablar en


público. Pronto convencieron a muchas personas acaudaladas de que sus hijos entraran
a estudiar con ellos, con la finalidad de dominar el arte de convencer a los demás.
50
Algunas personas los tildaron de farsantes, cuya única virtud era envolver a los demás
con sus discursos. Según estas personas a los sofistas les interesaba más decir frases
artificiosas que buscar la verdad. Por lo mismo, los consideraron sinónimo de
charlatanes o merolicos. No obstante, no faltaron quienes sí los vieron como verdaderos
sabios. De hecho, la palabra Sofía significa «sabiduría», de tal manera que sofista sería
equivalente a sabio o culto. Los sofistas aspiraban a hacer a sus discípulos elocuentes
oradores, más que filósofos serios.

En términos generales, los sofistas no admitían que existiera una verdad válida para
todos. De acuerdo con ellos cada quien tenía su verdad y ésta podía cambiarse a
conveniencia. Alguien podía sostener que algo fuera cierto y posteriormente armar un
nuevo discurso en el que se sostuviera que eso mismo era falso. Esto es conocido como
relativismo, es decir, la verdad es relativa. En cambio Sócrates sí creía en la posibilidad
de hallar la verdad, la justicia, la piedad, la belleza o el bien. En cada uno de los diálogos
de Platón vemos cómo Sócrates se propone encontrar éstos y otros conceptos. Si no
creyera que existían no se habría esforzado por determinarlos. Por eso mismo, Sócrates
combatía con vehemencia a los sofistas, quienes no hubieran pasado a la historia
universal más que como buenos oradores, pero no filósofos. De hecho, no se conoce
nada de la mayoría de ellos; no obstante, hay unos cuantos que además de hacer
buenos discursos, se distinguieron como pensadores. Tal es el caso de Protágoras,
Gorgias y Calicles.

Protágoras

Protágoras (480 a 411 a. C.) era de Abdera pero enseñó en


Atenas. Fue sin duda el más prestigiado de los sofistas. Se sabe
que era uno de los sofistas que más cobraba por sus
enseñanzas. Era soberbio y de trato difícil. Para ser su discípulo
se tenía que contar con muy buenas recomendaciones. Se
cuenta que algunos hombres acaudalados, pero sin prestigio
social, pretendían que fuera maestro de sus hijos, pero él sólo
admitía a jóvenes provenientes de la aristocracia. Acuñó la
siguiente frase: «El hombre es la medida de todas las cosas».
Esta se ha interpretado como la negativa a aceptar estándares o
valores absolutos y que cada persona es la medida de verdad de
cada situación. En la idea que sostiene muestra su gran
relativismo e individualismo. De acuerdo con el filósofo Ángel
González, debe interpretarse de la siguiente manera: «según
cada cosa se me aparece, tal es para mí; según a ti se te muestra, tal es para ti, pues tú
eres hombre y yo también lo soy».8 A Protágoras le interesaba sobre todo la verdad de
nuestros pensamientos.

Un segundo tema que le interesaba a Protágoras es la convencionalidad de la ley. De


acuerdo con esto: la falta de un criterio absoluto que permita distinguir lo verdadero de lo
falso determina que cada cual debe tomar por verdadero lo que se le presenta como tal,
es decir, su propia opinión. Pero las leyes no podrían funcionar de esa manera, entonces
la ley debe interpretarse de acuerdo a como piense la mayoría.

51
Gorgias

Gorgias (483-378 a. C.) fue un filósofo escéptico, es decir, que


dudaba de la verdad de las cosas. Podríamos resumir su
pensamiento en la siguiente frase.

1. Nada existe.
2. Si algo existiera no podría conocerse.
3. Si algo se pudiera conocer, no podría comunicarse.

Con la primera proposición Gorgias niega la realidad. Él era un


nihilista (postura filosófica según la cual nada tiene valor, nada es
cognoscible); con la segunda postura niega la posibilidad del
conocimiento; con la tercera, la validez y posibilidad del lenguaje y
la comunicación. El escepticismo de Gorgias se basaba en su creencia de que todo el
conocimiento se origina de la experiencia sensorial y de que esta experiencia varía de
persona a persona, momento a momento.

Calicles

Calicles defendía la doctrina del derecho natural del más fuerte. Afirmaba que la ley
había sido creada para proteger a los débiles; pero en la vida natural, vemos cómo los
más fuertes dominan a los débiles. A esto le llamaríamos la justicia natural, en cambio, la
ley jurídica es antinatural. En una discusión que tiene con Sócrates, Calicles se propone
poner al descubierto la oposición entre la ley natural (physis) y la ley de los hombres
(nómos).

3.8 Las diversas corrientes helenísticas como referencia para comprender las
ideologías actuales

Las escuelas helenísticas representan la decadencia de la civilización griega, en general,


y de la filosofía, en particular. En palabras del gran filósofo español Ángel González
Álvarez: «Muerto Aristóteles desaparece en Grecia el interés por los problemas
genuinamente metafísicos. Faltan hombres con suficiente tensión metafísica para hacer
frente a las exigencias de la nueva organización política del mundo. Grecia inicia su
decadencia, pierde la hegemonía y se transforma en provincia del vasto imperio
macedónico, primero, y del romano, después») Por otra parte, se destruyó el viejo orden
político en que el ciudadano era una parte fundamental de su polis. Cuando llegaron los
conquistadores macedonios y luego los romanos, el individuo se convirtió en parte de un
imperio que no los consideraba más que como súbditos. La filosofía así se replegó. Se
olvidaron las preocupaciones por mejorar el mundo y su polis. Se concentraron las
reflexiones en sí mismo y cómo vivir con los demás. Con ello la filosofía se limitó a la
ética y cómo vivir en un mundo que se caía, es decir, se volvió una filosofía práctica.

52
Epicureísmo o hedonismo

Es una corriente filosófica que sostiene que el propósito de la vida es la búsqueda de la


felicidad a través de la obtención de placer. El principal
representante de esta corriente es el filósofo griego Epicuro,
quien da nombre y sentido a la doctrina filosófica. La escuela
también es conocida como «Hedonismo». El término proviene
del griego hedoné, que significa «placer».

En términos generales diríamos que la doctrina se sintetiza en


la frase: «Todos deseamos obtener placer y evitar el dolor.
Pero de poco sirve un placer que luego te traerá dolor». Los
epicúreos sostenían que para vivir una vida feliz, habría que
evitar las situaciones dolorosas. De tal modo que si bien todos
los placeres son inicialmente considerados como buenos, es
importante evitar aquellos que nos proporcionan un placer
momentáneo y nos traerán dolores posteriores. Por ejemplo,
los placeres sensuales trastornan el espíritu, pues inicialmente
nos traen agrado, pero más adelante se convierten en celos,
pleitos, disputas, molestias, etcétera.

Por ello debemos buscar placeres más duraderos, por


ejemplo, el cultivo de la amistad o el cultivo del bien. En cuanto al primero, Epicuro no
recomendaba mucho las relaciones de pareja, pues a la larga generan problemas.
Recomendaba más bien relaciones de amistad.

En cuanto a lo segundo diríamos que los placeres más positivos son los del intelecto.
Para Epicuro, una persona es feliz cuando mediante el dominio de sí mismo logra el
estado de serenidad del espíritu conocido como «ataraxia». Este estado de paz y
serenidad se alcanza en la autonomía, en la íntima serenidad del espíritu; cuando se
puede dominar todo sin ser dominado por nada, cuando se han logrado controlar todos
los miedos, tales como miedo al futuro, a la pobreza, a la vida o a Dios.

La ética de Epicuro prioriza la justicia, el equilibrio entre placer y sufrimiento y la ho-


nestidad; y la amistad para él es mejor que el amor, porque éste produce intranquilidad y
desequilibrio.

Debido a que esta escuela tuvo su apogeo en los momentos en que la gran civilización
griega de la Antigüedad llegaba a su fin, algunos de los discípulos griegos brillaron en
épocas posteriores, como el caso de Apolodoro, mientras que la escuela tuvo un
momento de renacimiento con discípulos prominentes en los poetas romanos Horacio y
Lucrecio, y el estadista Plinio.

Esta escuela quedó en el olvido por muchos siglos. Fue revivida en Francia en el siglo
XVII por Pierre Gassendi. En el siglo XX Sigmund Freud también sostuvo que uno de los
grandes móviles de las personas es el principio del placer, pero la salud mental se
basaba en el principio de realidad.

53
Estoicismo

La filosofía estoica nació en Atenas. Su nombre lo adquirió debido a la puerta o pórtico


(stoa), lugar en el que sus miembros se reunían. Su fundador fue Zenón de Citio y
posteriormente Cleantes se hizo cargo de la escuela.

El estoicismo fue una escuela de filosofía, pero también un modo de vivir y de concebir el
mundo. Su influencia se proyectó hasta la cultura romana. Hasta la fecha, los más
conocidos estoicos son romanos. Destacaron Séneca, Epicteto y el emperador romano
Marco Aurelio.

Los estoicos destacaron sobre todo en ética. Se basaban mucho en el pensamiento de


Sócrates, y como él sostenían una relación entre el conocimiento y la virtud. El necio
siempre actúa mal. Sostenían que la persona sabia debe en primer lugar aceptar su
destino y situación.

Por ejemplo, ejemplo, Epicteto, de quien ya hablamos en el primer bloque, era esclavo y
eso no lo hacía sufrir. Pero no era una aceptación del destino pasiva, por el contrario, se
aceptaba racionalmente la vida.

Además, las personas sabias saben «vivir de acuerdo con la naturaleza». El universo es
racional y todo sucede según el destino y la providencia. Todo es racional y justo. Los
epicúreos recomiendan alcanzar la tranquilidad del espíritu, haciendo a un lado las
pasiones, pretensiones y deseos. Quien acepta el destino y supera las pasiones alcanza
la virtud.

Escepticismo

El escepticismo filosófico es una corriente filosófica que cuestiona sistemáticamente la


idea de que podemos conocer la verdad y que se pueden tener certidumbres absolutas.
El término «escéptico» proviene del griego skeptikoi que significa «buscar o investigar».
El escepticismo filosófico debe distinguirse de la actitud escéptica que asumen algunas
personas que niegan todo o no creen en nada. Cuando uno cuestiona a estos sujetos
para saber en qué basan su postura no saben dar respuesta sustentada a ello.

El escepticismo filosófico es muy antiguo. Un representante que acabamos de revisar es


el sofista Gorgias. Pirrón (aprox. 360 - 270 a. C.) es considerado el primer escéptico
filosófico de la filosofía occidental, pero poco se sabe de él o de sus seguidores, o aun
de los siguientes grandes en la historia del escepticismo, Arcesilao (aprox. 316-241 a.
C.) y Carneades (214-129 a. C.), cada uno de los cuales en su momento dirigieron «La
Academia» fundada por Platón.

Con la gran aportación de Sócrates, además de la que hicieron los sofistas Gorgias,
Protágoras, Calicles e Hippias, la filosofía maduró enormemente; adquirió orden y
profundidad y dio paso a la tercera etapa: la filosofía sistemática.

54
BLOQUE 4

LA RELACIÓN ENTRE LO HUMANO Y LO DIVINO EN EL PENSAMIENTO MEDIEVAL

UNIDAD DE COMPETENCIA

Analiza críticamente el periodo histórico


medieval y los argumentos que hacen posible la
idea de la existencia de Dios, respondiendo a la
crisis del pensamiento actual.

Contexto social, histórico y político del


nuevo pensamiento

Antecedentes

Cuando Grecia cayó militarmente frente a


Roma, cerró su ciclo una de las culturas más
influyentes e importantes de la historia humana. Roma tuvo una política de expansión y
dominio, lo que le llevó a constituir el imperio más grande y poderoso de la Antigüedad.

El gran acierto de los romanos consistió en haber absorbido e incorporado la cultura


griega a la suya. Así, no se perdieron las grandes aportaciones culturales de los griegos,
sino que se fusionaron con la cultura latina, que era la base cultural de los romanos. El
poeta romano Virgilio (70-19 a. C.) sintetizó este hecho con la siguiente frase: «Roma
conquistó la tierra, pero Grecia conquistó el espíritu de los romanos». El extenso Imperio
romano llevó la cultura grecolatina a todas partes.

Roma se volvió el centro del gran imperio. Hasta allí llegaron ciudadanos de diferentes
lugares. Roma construyó caminos por los que se pudo comunicar a todo el imperio con
la metrópoli. De aquella época salió la famosa frase: «Todos los caminos llevan a
Roma».

Roma dominaba a sus territorios conquistados, pero les permitía vivir según sus
costumbres y tradiciones. Esto era consecuencia de la llamada «Paz romana», que
consistía en dar a todos los beneficios de la forma (le vida pacífica. No obstante, en
muchos casos, se trataba de una paz forzada, lograda con la fuerza de las legiones del
Ejército romano.

Como parte de esta apertura, se permitía que gente de todos lados viviera en la
metrópoli. Se hablaban distintas lenguas y se practicaban las más diversas religiones.
Por lo mismo, el cristianismo en un principio pasó como una religión más, entre muchas
otras, aunque poco a poco fue creciendo.

El Imperio romano se mantuvo en medio de fuertes contradicciones. Para dominar un


imperio tan grande, preservar el orden y contener las sublevaciones se requirió un
ejército igualmente numeroso. Mantener legiones romanas por todo el imperio era muy
costoso.

55
Esto obligo a los romanos a subir los
impuestos, lo que ocasiono mayores malestares
y, por lo tanto, crecientes revueltas. Por otro
lado, la península italiana fue víctima durante
mucho tiempo de las invasiones bárbaras. Del
norte de la península llegaba continuamente las
hordas de los germanos, vándalos, hunos,
godos, visigodos y ostrogodos entre otros.

En algunas ocasiones los barbaros penetraron


hasta la capital del imperio: por ejemplo, en 410
d. C. Alarico, rey de los visigodos, saqueo roma.
Llego el momento en que los ejércitos fueron insuficientes y entonces se requirió de la
ayuda de la población para combatir a los ejércitos invasores.

En lo interno, la cohesión entre los ciudadanos romanos empezaba a romperse. Los


romanos tradicionales en un principio no les habían prestado atención a los cristianos.
Había tantas religiones conviviendo en Roma que una más no merecía especial
atención. Pero con el tiempo, la religión había ganado adeptos en número creciente. La
primera reacción de los dirigentes romanos había sido agredir y perseguir a los
cristianos, sobre todo por negarse a apoyar las causas del Imperio romano. Destruyeron
sus templos, castigaron y asesinaron a algunos de los líderes del movimiento religioso.
Algunos cristianos murieron en el Coliseo devorados por leones y tigres. Estos hechos
tan notorios provocaron que los grupos desfavorecidos, la gente pobre, los esclavos y los
marginados se identificaran con los postulados de la religión, por lo que lejos de
disminuir la práctica se acrecentó. Entonces, los romanos ya empezaron a ver como
amenazante esta situación.

Un hecho que conmocionó a todos en el imperio


fue el saqueo de Roma por parte de los bárbaros
en el 410 de nuestra era. Eso hizo reflexionar a los
gobernantes y a la población romana tradicional
que los enemigos estaban afuera. Por su parte, los
cristianos se habían negado a participar en la
defensa del territorio romano. Pero el saqueo hizo
pensar a unos y a otros que se necesitaban.

En el siglo IV el emperador Constantino


despenalizó la práctica de esta religión y le otorgó
reconocimiento a su actividad. El creyó que con
estas medidas encontraría en los cristianos un
elemento de unidad moral que permitiría una
adecuada convivencia política. No obstante, «esta
esperanza resultó vana. Sin ser enemiga del Estado. La Iglesia no fue instrumento del
mismo. La comunidad espiritual que edificaba estaba al servicio de Dios. Al producirse la
presión de los bárbaros y precipitar al mundo romano hacia la catástrofe, no hubo nada
que pudiera dar al imperio la cohesión moral capaz (le hacer renacer en el corazón (le
los hombres el deseo de entregarse a una causa que no comprendían». Con el
56
emperador Teodosio I se proclamó a la religión cristiana como única. A partir de este
momento la historia seguirá un doble derrotero; por un lado, la Iglesia cristiana se
consolidaría como la religión del imperio; por el otro, no tardaría mucho tiempo para la
caída definitiva del Imperio romano en manos de los bárbaros.

La caída de Roma marca el fin de una época y el inicio de la Edad Media. Todavía hubo
un intento de lograr la cohesión europea con el imperio de Carlomagno, pero muerto él,
Europa quedó dividida.

La gente necesitaba protección contra las tribus bárbaras que provenían del norte en
busca de mejores condiciones para vivir, pero también de las continuas invasiones
musulmanas. Para protegerse de las invasiones de estas tribus se levantaron muros
alrededor de las villas. Así la gente se sentía segura en los castillos feudales; en cambio,
sentía miedo de adentrarse en los caminos, pues había muchos bandoleros y
malvivientes.

Estos hechos condicionaron la aparición de los señores feudales, quienes a cambio de


protección y seguridad permitían que la gente viviera en sus terrenos. Los siervos
prometían obediencia y fidelidad a su señor. Este tipo de relación marcó la llamada
época feudal. La tierra estaba dividida en feudos; cada uno se consideraba una unidad
económica autosuficiente.2 Como no había posibilidad de comerciar con el exterior, el
dinero perdió gran parte de su utilidad. Los intercambios comerciales eran escasos y
muchos basados en trueques. Lo único de sólido valor era la tierra. El feudalismo se
convirtió en la estructura económica de gran parte de la Edad Media. Así se consolidó
uno de los periodos más complejos de la historia humana, conocida como Edad Media.
Para su estudio, dividimos a este largo periodo de
casi diez siglos en Alta y Baja Edad Media. La
primera abarca desde la caída del Imperio romano
hasta el inicio del siglo XI. La Baja Edad Media
desde el inicio del siglo XI hasta la llegada a
América en 1492, que simbólicamente representa
la fecha en que comienza la Edad Moderna.

Nueva época, nuevo pensamiento

En la Edad Media la Iglesia cristiana dominó los


ámbitos de la vida política, social y económica.
Gracias a su estructura institucional pudo
mantenerse a lo largo de los siglos. Para lograrlo
se valió de un gobierno centralizado. Además,
aumentó su poder y riqueza, el cual llegó a ser
semejante, incluso superior, al de los reyes. «El
clero, que comenzó por predicar la pobreza, la
igualdad y la renuncia a todos los bienes
terrenales, fue poco a poco renunciando a la
renunciación. El clero fue enriqueciéndose. Por otra parte, es preciso reconocer que no
podía hacer otra cosa, porque si el clero hubiera seguido al pie de la letra las
enseñanzas del fundador, jamás hubiera adquirido el dominio que llegó a tener sobre las
conciencias, el cual tiene que reposar sobre el dominio de lo económico».
57
Cuando la religión cristiana se consolidó, requirió de pensadores que reflexionaran sobre
los temas religiosos. La filosofía, como la literatura y todas las manifestaciones artísticas
y culturales, se expresó a través de la religión. En esa época la filosofía se convirtió en la
servidora de la fe.

Los primeros pensadores cristianos sostenían que no había necesidad de preocuparse


por conocer la verdad. Lo único que el hombre necesitaba era tener fe. Dios se concebía
como el encargado de iluminar al entendimiento de los hombres. Pero estas posturas
recibieron múltiples críticas. Entonces los pensadores cristianos tuvieron que dar
respuestas sustentadas en el pensamiento filosófico. La función de la filosofía en Europa
fue buscar los argumentos necesarios para justificar las verdades reveladas en los
milagros o dogmas religiosos, y la postura del filósofo debía ser de apertura hacia la
iluminación de la luz divina sobre su entendimiento.

De manera paralela, la Iglesia se fue fortaleciendo al concentrar el conocimiento


existente. Los conventos y monasterios se convirtieron en centros de cultura. Aquí se
pueden encontrar los antecedentes de las universidades.

4.1 La importancia del conocimiento del hombre como un ser en relación con la
divinidad

Uno de los temas básicos al estudiar una cultura o una época histórica es averiguar qué
concepto se tiene del hombre. Es uno de esos conceptos básicos, pues nos
proporcionan elementos importantes para comprender a un determinado filósofo.

El concepto del hombre en la Edad Media es radicalmente distinto del que existía en la
Antigüedad. Para los griegos el ser humano era básicamente racional; para el cristiano
era de naturaleza espiritual. Por ejemplo, una virtud griega era la prudencia, mientras
que una cristiana es la compasión. Para desarrollar la prudencia se necesita de cierta
capacidad racional para saber cuándo es el mejor momento de actuar; la compasión, en
cambio requiere de la capacidad emocional de sentir lo que el otro siente; de ponerse en
el lugar del otro. En el cristianismo, el acento se pone en el sentimiento.

San Agustín planteó, siete siglos después que Aristóteles, la pregunta ¿qué deberemos
entender por hombre? El punto de partida agustiniano era la filosofía helenística, es
decir, nos referimos a las escuelas posteriores a Aristóteles: hedonismo (o epicureísmo)
y estoicismo. Ambas escuelas buscaban la felicidad del hombre en este mundo; los
hedonistas, a través de la obtención de placer; los estoicistas, a través de la tranquilidad
del espíritu. Para san Agustín la felicidad sólo es posible alcanzarla en el plano
sobrenatural, es decir, en Dios. Aun cuando el hombre está hecho a imagen de Dios, su
voluntad y capacidades le hacen cambiante e insuficiente para sí mismo. No cabe duda
que los sujetos virtuosos logran mayor felicidad que los de mal corazón, pero ni siquiera
el sujeto más virtuoso puede lograr la total felicidad si no es mediante Dios.

58
Él formula una pregunta dirigida a Dios, pero en realidad es una
pregunta para sí mismo. ¿Cuál es mi naturaleza, Dios mío? A
través de su persona busca la naturaleza humana. El punto de
partida es la interioridad del alma humana que asciende
progresivamente hasta el Ser Supremo. Hay que buscar la
verdad para trascender hasta Dios.

El hombre se asombra de todo lo que nos falta por comprender.


Si bien el concepto de san Agustín es más profundo, la misma
naturaleza del hombre hace posible encontrar a Dios en su
interior. «La antropología agustiniana es el primer intento de
entender al hombre desde sí mismo, desde su interioridad, en
lugar de considerarlo desde afuera, como una cosa entre las
demás del mundo»'.

La concepción del hombre de san Agustín parte de la premisa


que el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios
(imago Dei). Al igual que Platón, tenía una concepción del hombre dualista, pues lo creía
compuesto de un alma y un cuerpo. Como Platón, creía que el alma se encontraba unida
accidentalmente a un cuerpo. Pero de ambas, la esencia se encuentra en su alma. A su
vez, el alma está constituida por tres elementos: memoria, inteligencia y voluntad.
Gracias a la memoria somos capaces de almacenar el tiempo pasado, lo que nos
permite resolver las cuestiones que surgen en el presente y de prever los
acontecimientos del futuro; con la inteligencia podemos vivir correctamente y guiar
nuestras acciones hacia el futuro; y la voluntad, por su parte, es la fuerza que nos
permite dirigir estas acciones. Estas tres entidades distintas, que se encuentran en una
misma naturaleza, son imágenes de la «Trinidad de Dios» constituida por el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo. La estructura del alma manifiesta la «imagen y semejanza» de
Dios al crearla.

En algunos escritos, realizados cuando san Agustín era joven, afirmó que el alma se
transmite directamente de padres a hijos en el momento de la generación. Mediante esta
afirmación san Agustín trataba de defender el dogma cristiano del pecado original; pero
más maduro sostendría que el alma espiritual del hombre está creada directamente por
Dios, aunque no definía el momento de dicha creación. Aquí surgía un problema: si el
alma humana es creada por Dios, quién es la suprema bondad, entonces es difícil
explicar cómo es que el hombre hace daño a sus semejantes. El mal no puede provenir
de algo creado por Dios. San Agustín aclara que una vez creado el hombre actúa con
total libertad, pues aunque el alma haya sido creada por Dios posee una voluntad y una
razón, las cuales, cuando se ejercen, pueden llevar al hombre a hacer el mal. «El
hombre —dice san Agustín— es algo intermedio entre los brutos y los ángeles; de modo
que el bruto es un animal irracional y mortal; el ángel, en cambio, racional e inmortal; y el
hombre está en medio: es inferior a los ángeles, pero superior a los brutos; tiene en
común con los brutos la mortalidad; con los ángeles, la razón: animal racional mortal».

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¿Cómo entiende san Agustín el mal? La tradición pagana (griega) sostenía que el mal
era algo que le acontecía al sujeto como producto de su destino, como en el caso que
describe la tragedia de Edipo; también el mal puede ser producido por una fuerza
sobrenatural o un dios, como le pasó a Prometeo, quien recibió castigo eterno de Zeus
por haber robado el fuego del Olimpo y haberlo dado a los
hombres. Una característica del mal en los griegos es que el
sujeto que lo padece no puede hacer algo para controlar o
cambiar el efecto. En el cristianismo se concibe que el mal no
es algo que Dios permita, mucho menos algo que él realice.
El Dios cristiano es la fuente de eterna bondad, por eso no
puede hacer mal. La fuente debe provenir del hombre y éste
tiene que asumir su responsabilidad moral frente al hecho de
hacer mal. El mal es producto de la voluntad humana, es
decir, es consecuencia de una mala decisión.

Para el santo de Tagaste es aquello que tiende a no ser; así


pues, hay una identificación entre lo que es y el valor que
tiene. Cuando actuamos mal, no construimos algo, sino que
lo destruimos. Por ejemplo, cuando actuamos con buena
voluntad, podemos formar una amistad; en cambio, una mala
decisión nos lleva a acabar con ella. Donde no hay nada, no
hay bien tampoco.

Para san Agustín existe una sola verdad: la revelada por la religión. Cuando quiere
explicar la relación entre el alma humana y Dios, encuentra que la razón puede contribuir
a conocerla mejor. Su convicción la afirma en la siguiente frase: «Cree para
comprender», en una clara expresión de predominio de la k. No obstante que sostiene
que la fe y la razón no se excluyen, sino que se complementan, son medios o
instrumentos que se exigen mutuamente para encontrar la verdad. Ni creer es algo
irracional, ni el conocimiento racional (de Dios) destruye la fe. Concluye esta idea el
pensador de Tagaste asegurando que sin la creencia en los dogmas de la fe no
podremos llegar a comprender la verdad.

Para superar estas posiciones excluyentes, san Agustín propone que la fe se sitúe al
comienzo y al final de la especulación racional. Primero como una condición necesaria
para que se ponga en marcha una investigación sobre temas que de otra manera
permanecerían ignorados (la fe es guía y pauta de la razón). Por otro lado, la
investigación racional dirige al hombre hacia la fe; ésta elimina las dudas consolidando el
conocimiento racional. San Agustín confiaba plenamente en el poder del verdadero
amor. Si una persona verdaderamente ama no puede hacer el mal. Por ejemplo, una
madre que realmente ame a su hijo no puede sentir odio o desear causar mal a otro
niño. Por ello dice:

«Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si
corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor».

¿En qué se basa esta enorme confianza de san Agustín? En que el amor, sobre todo en
el amor a Dios, nos lleva a una cierta conducta y actitud.

60
Su teología está por ello unida al problema del hombre; el filósofo es el hombre que
busca la verdad partiendo de su propia contingencia (mutabilidad), para transcender
hasta Dios, que siendo lo más íntimo al alma humana desborda su contingencia.

La concepción humana de santo Tomás

Hemos estudiado al primero de los pilares del


pensamiento cristiano: san Agustín. Su pensa-
miento basado en Platón dio sustento al
cristianismo a partir del siglo V. Ocho siglos
después, en el siglo XIII, aparece la figura
extraordinaria de santo Tomás de Aquino, llamado
a ser el segundo pilar del pensamiento cristiano.
En esos ocho siglos, el mundo cambió
enormemente: ya no era el mundo del Imperio
romano y los bárbaros. Era la época de mayor
fortaleza de la economía feudal, pero también del
inicio de su declinación. Además, fue una época
en que el conocimiento humano inició una gran actividad.

Tres hechos caracterizaron al siglo XIII y determinaron decisivamente la vida intelectual


de la época: «la aparición de la filosofía aristotélica, transmitida por los árabes desde
Oriente y por los españoles, sobre todo desde la escuela de traductores de Toledo; la
fundación de las universidades —París, Bolonia, Oxford, Cambridge— y de las órdenes
mendicantes —franciscanos y dominicos—, que dan un nuevo sentido a la vida religiosa
y al trabajo de las escuelas».

La sociedad feudal empezaba a deteriorarse ante el nacimiento y empuje de las primeras


ciudades (burgos), en las que se gestaba un nuevo tipo de hombre y un nuevo estilo de
vida social, económica y política. En las ciudades empezaban a surgir las corporaciones
de mercaderes y artesanos, así como de maestros y estudiantes, ya que, como
mencionábamos, surgían las primeras universidades, entre muchos otros grupos
sociales. La creciente fortaleza de estos grupos sociales reclamaba nuevas formas de
relación social, autonomía del orden social y político, limitación del poder de la Iglesia, y
gusto por los valores terrenos. En lo intelectual se reclamaba la autonomía de la razón,
la recuperación del espíritu evangélico y el cuestionamiento de todos los filósofos, que
en el pasado se habían considerado autoridades (es decir, que no se les cuestionaba; si
por ejemplo alguien decía: Así lo dijo san Buenaventura, se tomaba como cierto. Era una
verdad de autoridad).

En algunos lugares de Europa, Aristóteles apenas era conocido. Tal vez había uno o dos
textos de él, y a veces ni siquiera eso. Es probable que no se le conociera, pero se le
rechazaba. ¿Te das cuenta de que a veces las personas somos así de prejuiciosas?

En este medio intelectual tan activo aparece santo Tomás de Aquino (1225-1274). La
diferencia fundamental con san Agustín es que ya no pensará en términos platónicos,
sino aristotélicos. Desde luego que en un principio eso representaba todo un reto, pues
la mayoría de los filósofos de la época eran personas vinculadas con la Iglesia, ya fuera
como presbíteros regulares o monjes, pero todos ellos creados en el platonismo.
61
En esta época le tocó a santo Tomás realizar una nueva síntesis, pero esta vez se
realizó al pensamiento aristotélico, el cual se adecuó al cristianismo y a la teología
medieval.

Para santo Tomás y Aristóteles, todo está compuesto de materia y forma (hilemorfismo).
Esto mismo sucede en el caso del hombre. El alma es la forma sustancial del cuerpo; es
el principio que da forma a la materia y determina su grado de ser. Gracias al alma el
cuerpo adquiere existencia, y es que en el hombre como individuo todo está ligado a la
materia, ya sea que hablemos de su cuerpo y su sexualidad, sus emociones que se
manifiestan en lágrimas o en el color rojo de su cara; en su temperamento que se
traduce en sus rasgos faciales y en todo su cuerpo. Esta misma vinculación con una
parte material en sí mismo le obliga a la satisfacción de ciertas necesidades. Además,
como individuo, el hombre está regulado por las leyes del cosmos y por la historia.

Mientras que san Agustín proclamaba la existencia de pluralidad de formas sustanciales


en el hombre, las cuales eran:

a) Vegetativa, principio de la vida vegetativa, o sea, respirar, nutrirse, reproducirse,


etcétera.
b) Sensitiva, principio de la vida animal; esto es, funciones como moverse, comer,
dormir, querer o rechazar.
c) Intelectiva, principio de la vida racional; base de la espiritualidad del alma
racional.

Para santo Tomás, en cambio, el alma racional o intelectiva realiza todas las funciones
en su unión con el cuerpo, pero aunque alma y cuerpo están unidos cada uno realiza
una función. El cuerpo tiene la función de las sensaciones, mientras que el alma tiene
como operaciones pensar y querer.

Santo Tomás distinguía distintos niveles en que se podría hablar del ser humano. Una
primera distinción es la que podemos establecer entre lo humano y lo del hombre. Lo
humano es más alto; mientras que lo propio del hombre es similar a lo que realizan los
animales. Las acciones humanas se diferencian de las propias de las criaturas
irracionales, en que el humano es dueño de sus actos, pues posee razón y voluntad, por
lo cual también dispone del libre albedrío, esto es, la facultad de actuar según lo desee,
guiado por la razón. Aquellas acciones que se dicen propiamente humanas proceden de
la voluntad deliberada.

La actividad del hombre, sí se puede sustituir; por ejemplo, el trabajo que un hombre
desempeña, puede hacerlo otro sujeto. En cambio, la actividad del alma es insustituible,
así como sus operaciones. Además, si mi actividad está conducida por mi parte
espiritual, entonces actúo como persona, como individuo único, esto es, mi actividad se
vuelve única e irrepetible.

A diferencia de lo que pensaba san Agustín, quien siguiendo a Platón concebía al cuerpo
como más bajo y similar a las funciones animales, y por tanto propenso al pecado, para
santo Tomás el cuerpo es parte de un todo, ni más bajo, ni más malo. Esta idea del hom-
bre como unidad integral la expresa santo Tomás de la siguiente manera: «Uno mismo
62
es el hombre que a un mismo tiempo percibe, que entiende y que siente; y puesto que
no es posible sentir sin el cuerpo, es preciso que el cuerpo forme parte del hombre». De
aquí que el entendimiento es parte de cada sujeto y se encuentra unido al cuerpo.

4.2 El pensamiento de Tomas de Aquino con respecto a las vías para demostrar la
existencia de Dios, así como sus concepciones sobre la configuración del mundo
y la causalidad

Hemos revisado algunas ideas de santo Tomás acerca del hombre; ahora haremos una
revisión más amplia de temas relacionados con su concepción metafísica.

En lo que respecta a la existencia de Dios, santo Tomás afirmaba de manera categórica


que no era evidente para la naturaleza humana. La razón humana no tenía la capacidad
para captar a Dios de manera natural, por lo que su existencia no era evidente. Tan no lo
es, que las diversas culturas tienen una noción distinta de Dios. Una tienen los creyentes
del Islam, otra los judíos, una más los paganos, para quienes los dioses son múltiples, y
así. De tal modo que quienes afirman la existencia de Dios deben probarla. Si la
existencia de Dios no es una verdad evidente para nosotros es necesario, pues, que sea
demostrada de un modo evidente para la razón, de un modo racional, en el que no
intervengan elementos de la revelación o de la fe.

Ahora bien, ¿de dónde vamos a partir? No podemos partir de la idea de Dios, puesto que
esto es lo que tratamos de demostrar. Sólo nos queda, partir del conocimiento que
proporciona la experiencia humana, de los seres materiales, de las cosas. Para Santo
Tomás, el hombre puede alcanzar una explicación de la existencia de Dios mediante el
establecimiento de un paralelo, pues no lo puede hacer de manera directa. De esta
forma, desarrollará sus cinco pruebas de la existencia de Dios a partir siempre de la
experiencia sensible. Cada una de ellas es independiente.

El siguiente cuadro presenta en forma esquemática las cinco vías de santo Tomás y su
estructura común. Debajo del mismo se explican brevemente cada uno de los elementos
que lo componen.

63
Como vemos, santo Tomás siempre parte de datos empíricos o seres contingentes
cambiantes que nos rodean hasta llegar al ser necesario, en quien se identifica la
esencia y la existencia, o como diría Aristóteles, el motor inmóvil, el que mueve todo sin
moverse a sí mismo, por quien fue creado el mundo a partir de la nada en un tiempo
determinado.

El mundo y la causalidad en santo Tomas

La realidad se nos manifiesta cambiante, dispersa, en medio del cambio.

Todo cambio sucede en algún lugar y un tiempo, por tanto, todo cambio lleva implícita la
idea de espacio y tiempo en el que se suceden los hechos en la realidad. La idea de
movimiento de santo Tomás es la misma que la de Aristóteles: el paso (le la potencia al
acto. Tomás también tomó de Aristóteles la idea de las cuatro causas: material, formal,
eficiente y final.

a) La causa material es el sujeto que recibe la determinación o forma de la causa


eficiente.

b) La causa formal es la que modifica o da forma a la materia

c) La causa eficiente es aquella que con su influjo o acción determina la existencia


(le un nuevo ser. Así, la causa eficiente modifica una materia infundiéndole una
nueve determinación o forma, que constituye el nuevo ente existente: el efecto.

d) La causa final es la última en lograrse, pero es la primera en pensarse. Por


ejemplo, cuando queremos ir a un lado, lo primero que hacemos es pensar a
dónde vamos. Si Dios creó al mundo es porque tenía en mente qué quería hacer y
a dónde quería llegar.
64
Pongamos un ejemplo para entender esto. Pensemos en Miguel Ángel cuando esculpió
La Piedad. La causa final es la que movió a Miguel Ángel a hacer tan hermosa escultura,
que pudo ser su devoción a la Virgen o su deseo de expresar belleza sobre un tema
bastante triste: tener en el regazo a un hijo muerto. La causa eficiente es la acción hábil,
basada en muchos años de experiencia de Miguel Ángel, así como los instrumentos que
utilizó para hacerlo. El mármol es la causa material, el cual va a recibir las
determinaciones de Miguel Ángel, es decir, los golpes de cincel; finalmente, la causa
formal son las modificaciones que va tomando el mármol y que la transforman en una
obra de belleza soberbia.

En cuanto al tiempo lo explica de esta manera: nosotros tenemos idea del tiempo
pasado, lo mismo que del presente. Pensar en el futuro nos remite por lo común a la idea
del infinito, porque no podemos imaginarnos cuándo se detiene el tiempo. Pero si nos
fijamos con más cuidado nos daremos cuenta que si pensamos en el pasado también
llegamos a la idea de infinito, pues no sabemos cuándo empezó. Entonces, como sin
querer, la idea de tiempo siempre nos lleva a la idea de Dios creador, pues tuvo que
haber un inicio y tiene que haber un fin hacia el que se dirige todo. Así, la vida en el
mundo se explica como un proceso natural en el que todas las criaturas se dirigen a su
creador. Es en ese proceso donde se manifiestan el movimiento, el cambio, el tiempo y
el espacio de la realidad natural.

Para santo Tomás, el tiempo puede entenderse igualmente en el sentido material que en
el espiritual: «... nuestra noción del tiempo está causada por la percepción del fluir de la
hora, y la de eternidad lo está por la idea de la hora permanente», de esta manera,
podríamos decir que el tiempo terrenal sería la sucesión de momentos en un espacio
igualmente determinado, propia de seres finitos y, por tanto, contingentes, quienes
deben su existencia al ser necesario, Dios. El mundo depende de Dios no sólo en su
comienzo, sino también en su duración.

Por su parte, la eternidad es propia de Dios, a quien, como nos había mostrado
Aristóteles, le compete la actualidad y la existencia pura. Dios puede ser conocido por la
razón de modo imperfecto, ya que es infinito y la inteligencia humana es finita. A Dios no
se le puede conocer desde la finitud del hombre. Por lo mismo, Tomás de Aquino
establece que de Dios solamente podemos saber lo que no es.

El conocimiento de Dios está fuera de los sentidos; el hombre puede alcanzar una
explicación analógica o paralela de la existencia de Dios; es decir, no podemos conocer
a Dios de manera directa, pero sí lo podemos conocer a través de sus obras, por
ejemplo, el universo, el mundo, el mar y la naturaleza, así como a la mayor de sus
creaciones, que sería la persona humana.

La visión cristiana del mundo necesitaba también ser repensada a profundidad y en


nuevo contexto. San Agustín reflexionó poco acerca de la filosofía de la naturaleza. No
obstante, su influencia había sido mucha. El cambio más importante se refiere a la
concepción misma del universo, no en su representación astronómica, sino en su
significación general: Tomás sustituye el mundo de Aristóteles cerrado sobre sí mismo,
sin verdadera historia, permaneciendo siempre idéntico a sí mismo en un movimiento
cíclico, por un universo radicalmente dependiente de Dios. Tal cambio implicaba una
65
manera nueva de comprender el universo y al hombre.

4.3 Las influencias del pensamiento de san Agustín y santo Tomas de Aquino en
el cristianismo actual

El pensamiento cristiano fue una novedad en la época antigua. La religión de los


romanos era politeísta. Existían dos tipos de creencias: la oficial y la familiar. La primera
era una adaptación de la griega. Los dioses griegos del monte Olimpo fueron los mismos
que adoptaron los romanos, aunque con otros nombres: Zeus (Júpiter para los romanos),
Afrodita (Venus), Artemisa (Diana) o Apolo, entre otros. Estos dioses y semidioses
hacían su vida aparte y no se ocupaban de los hombres, a menos que uno de ellos se
enamorara (le un mortal, porque en esos casos no se
detenían hasta satisfacer sus deseos. La religión
familiar veneraba a los dioses domésticos lares, manes
y penates.

El Dios cristiano era en cambio un dios único, personal,


cercano y preocupado de sus hijos. Pero además los
cristianos presentaban una serie de ideas
completamente nuevas para los paganos. Entre otra,
se podrían citar: la creación, la contingencia del mundo,
la caída del hombre por el pecado y su sepa ración de
Dios, la naturaleza espiritual humana, la aparición de
Dios entre los hombres bajo la figura de Jesucristo, la
segunda venida de Cristo y la redención humana en el
Reino (le Dios o la evangelización del mundo, por citar
sólo algunos.

Los ciudadanos romanos comunes no podían entender muchas de estas nuevas ideas.
Por ejemplo, no comprendían la creación en nihilo (a partir de la nada). Para los griegos,
y posteriormente para los romanos, la creación se había realizado a partir del caos, pero
era algo que ya existía. Otra idea que no cabía en su cabeza era que el hombre fuera
pecador, sólo por el hecho de que Adán y Eva hubieran pecado. Como éstos, eran
muchos los temas de la nueva religión que no comprendían, por lo que la rechazaban.
Pero los que verdaderamente presentaban un problema eran los paganos que poseían
altos niveles de cultura. Sobre todo, había algunos que dominaban la filosofía griega.

En aquel entonces había tres corrientes filosóficas predominantes.

1. El neoplatonismo, fue en principio el más atractivo para el cristianismo, por la


distinción entre el mundo de las ideas y el mundo sensible, queriéndose identificar
lo sobrenatural, lo divino, la salvación eterna con el mundo de las ideas.

2. El aristotelismo, que era más difícil (le cristianizar por su empirismo y


«materialismo».

3. El estoicismo, pues como vimos anteriormente, había logrado trascender hasta la


época romana. Su más grande representante en esa época fue Séneca, quien
promovía el dominio de la razón sobre las inclinaciones naturales del hombre.
66
Pero los primeros pensadores cristianos, lejos (le rechazar las categorías de
pensamiento grecolatino, lo que buscaron fue absorber y fusionar ambos pensamientos.
Así, la filosofía cristiana es el resultado de una síntesis y una fusión entre la tradición
filosófica pagana (la filosofía griega y latina) y los postulados de la nueva religión.
La filosofía cristiana tiene tres grandes pilares: uno histórico, la patrística y dos
intelectuales: san Agustín y santo Tomás de Aquino.

Aclaremos cada uno de ellos.


Los primeros pensadores cristianos. Son tos
La patrística padres de la Iglesia que elaboraron los primeros
argumentos doctrinales para defender a la
Iglesia.

El pensamiento San Agustín Elabora la primera doctrina de la Iglesia. Su


cristiano de Hipona perspectiva es platónica.

Santo Tomás Elabora la segunda doctrina de la Iglesia.


de Aquino Sustituye a la agustiniana. Hasta la fecha la
Iglesia sigue siendo tomista.

La patrística

«Cuando el cristianismo se fue arraigando y creció, provocó la suspicacia y la hostilidad


no solamente de los judíos y de las autoridades políticas, sino también de los
intelectuales y escritores paganos. Algunos de los ataques fueron debidos simplemente
a ignorancia, a crédulas sospechas, al miedo a lo desconocido, a las representaciones
erróneas, pero también se lanzaron ataques en el plano teorético, sobre bases filosóficas
y no meramente teológicas.

Se encuentran, pues, elementos filosóficos en los


primeros padres y apologistas cristianos. Sería
evidentemente ocioso buscar allí un sistema filosófico,
puesto que el interés de aquellos escritores era
primordialmente teológico, defender la fe») En la antigua
Roma había muchas escuelas filosóficas tradicionales,
donde los pensadores habían recibido una formación
filosófica heredada de los griegos. Algunos pensadores
cristianos se valieron de la filosofía griega con la
intención de defenderla y difundir la nueva religión. Esos
primeros cristianos son los llamados padres de la Iglesia.
Por lo mismo, a esta etapa del pensamiento cristiano se
le conoce como Patrística. Esta etapa abarca los ocho
primeros siglos, aunque básicamente se centra en los seis primeros. Se les considera los
primeros defensores de la fe. Con sus escritos defendieron y construyeron la doctrina de
la Iglesia.

Tuvieron que enfrentarse a grandes corrientes como el gnosticismo, que trataba de


explicar racionalmente la fe; el montanismo, que proponía que los cristianos se alejaran
67
del mundo, pues era lugar de perdición y pecado.

Algunos autores clasifican a los padres de la Iglesia de la siguiente manera:

• Padres de la Iglesia (le Occidente (san Ambrosio, san Agustín de Hipona, el papa san
Gregorio 1 y san Jerónimo).
• Padres de la Iglesia de Oriente (san Atanasio, san Basilio, san Juan Crisóstomo y sao
Gregorio Nacianceno).
• Los primeros padres orientales (Clemente de Alejandría, san Justino Mártir y Orígenes).
• San Irineo y a san Juan Damasceno.

Cuando se enfrentaron los primeros cristianos con los filósofos sucedió que los primeros
no tenían argumentos muy sólidos. «Los primeros escritores de la patrística se
mostraron, pues, más bien defensivos ante el ataque hostil; pero a medida que se
afianzaba el cristianismo, desarrollaron su pensamiento y su formación intelectual; el
elemento filosófico tendió a hacerse más claramente reconocible en sus obras»

La filosofía se consideró un arma para defender con la razón sus creencias religiosas.
No obstante, quienes sabían filosofía no practicaban la religión cristiana.

San Agustín

Agustín de Tagaste, mejor conocido en la Iglesia como san Agustín de Hipona, pues fue
obispo de esa ciudad africana (actualmente tiene el nombre de Annabad). Se le distingue
como el primer gran pensador que tuvo la religión católica. Si bien en un sentido se le
considera uno de los padres destacados de la patrística, su importancia para la Iglesia
hace necesario que lo tratemos aparte. Su actividad como sacerdote y su gran
inteligencia le llevaron a entrar en polémica con los pensadores romanos formados en la
sabiduría clásica, pero también a enfrentarse con los líderes de las numerosas sectas y
variantes del cristianismo (como el arrianismo, el nestorianismo, el donatismo, el
monofisismo, el gnosticismo, entre las más destacadas). Así, san Agustín estableció una
dirección doctrinal que prevaleció posteriormente en la Iglesia.

San Agustín fue capaz de armonizar algunos postulados de la filosofía helenística y la


revelación cristiana. Tras la caída del imperio romano se intentó hacer una
reconstrucción intelectual de Europa.

La filosofía de San Agustín se convirtió en el primer pensamiento sistematizado del


cristianismo. La filosofía agustiniana era de tipo platónica. Su influencia y autoridad en la
iglesia se mantuvo hasta el siglo XIII. En ese siglo se realizó la nueva síntesis del
pensamiento cristiano, la cual correspondería a San Tomás de Aquino, quien introdujo a
Aristóteles a la filosofía cristiana.

San Agustín realiza una adaptación de la filosofía al cristianismo. Desde luego que parte
de una previa adaptación realizada por los pensadores cristianos del siglo III. En su obra
analizará los distintos sistemas filosóficos griegos mostrando una especial admiración
por la obra de Platón, la cual conocía sobre todo por su atenta lectura de los diálogos
Fedón y Timeo.

68
La primera gran aportación de San Agustín consistió en establecer una distinción entre el
mundo material y el mundo espiritual. Esa distinción la hace en el libro La ciudad de
Dios. Allí narra la lucha entre las fuerzas del bien y del mal, dirigidas por la providencia
divina. Se sostiene que el desarrollo de la historia del hombre, movido por Dios, en orden
a la consecución del bien universal. La providencia lo abarca todo, la existencia del bien
que Dios quiere, y la presencia del mal que Dios permite para que se obtenga de él
beneficios mayores. Así, para S. Agustín el proceso histórico es la lucha entre la ciudad
terrenal (la construida por el egoísmo humano) y la ciudad de Dios, dirigida por la
caridad. En realidad, al hombre siempre le mueve el amor, que puede tener un doble
sentido, el primero hacia intereses materiales y el otro hacia la caridad. El hombre elige
libremente entre los dos sentidos. Según la opción la historia avanzará negativa o
positivamente, pero siempre en orden al fin que la providencia de Dios ha previsto.

San Agustín no se preocupó por elaborar alguna prueba de la existencia de Dios.


Propone diversos argumentos que ponen de manifiesto su existencia. Uno de sus
argumentos se refiere al orden observable en el mundo. Dios existe y es el Ser Supremo
ordenador.

Lo valioso y admirable en la filosofía agustiniana está en el haber partido del interior del
hombre para buscar la fundamentación de la existencia de Dios y, a partir de esa interio-
rización, ir al encuentro con Dios, que se nos descubre como verdad y como amor que
guía nuestro espíritu en la búsqueda.

Para san Agustín predomina la fe sobre la razón; «creer para comprender». De acuerdo
con esto, debemos partir de los dogmas de la fe, que no podremos llegar a comprender
la verdad, Dios y todo lo creado por Dios (la sabiduría de los antiguos no sería para (51
más que ignorancia).

Santo Tomás de Aquino

Su principal aportación a la historia de la filosofía fue lograr una reconciliación entre la


filosofía aristotélica y la teología agustiniana. Pudo articular a la razón y la fe en el
estudio de la metafísica, filosofía moral y religiosa. Aunque aceptaba la existencia de
Dios como una cuestión de fe, propuso cinco pruebas de la existencia)

Tomás de Aquino insistía en que las verdades de la fe y las propias de la experiencia


sensible (tal como las presentaba Aristóteles) pueden ser compatibles y
complementarias. Algunas verdades como el Misterio de la Encarnación pueden ser
conocidas sólo a través de la revelación, y otras sólo por medio de la experiencia. Pero
otras como la existencia de Dios son conocidas a través de ambas por igual; así la fe
guía al hombre hacia su fin último: Dios; supera la razón pero no la anula.

La filosofía tomista es la base actual de la religión cristina. Desde los días de san Agustín
probablemente nadie ha ejercido tan poderosa influencia en la Iglesia como santo
Tomás, a quien se conoce también como el «Doctor Angélico». Los papas, los
presbíteros, los profesores universitarios y en general todos los interesados en los temas
teológicos han encontrado conocimientos fundamentales en la sabiduría del filósofo de
Aquino. Su importancia e influencia más importante puede explicarse si recordamos que
representa lo mejor que el mundo cristiano ha conocido en filosofía y teología. La obra
69
de su vida puede resumirse en dos enunciados: estableció la verdadera relación entre fe
y razón; sistematizó la teología. El papa Pío V nombró al santo de Aquino doctor de la
Iglesia en 1567.

4.4 El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo

En el bloque anterior revisamos el pensamiento político de Platón y Aristóteles. Ellos nos


describieron los tipos de gobierno que eran más usuales y cómo estaban constituidos
Pero al mismo tiempo, su pensamiento era una justificación de por qué cierto tipo de
ciudadano tenía el poder, mientras otros no podían alcanzarlo. Con Maquiavelo
revisaremos la política desde una perspectiva distinta: la del realismo político. A él no le
interesa cómo debería ser, sino cómo realmente es. Así, no se detiene por las
cuestiones morales, sino que formula los medios por los cuales el poder político puede
ser establecido y mantenido.

Nicolás Maquiavelo nació en Florencia en 1469. Su padre era abogado y se


desempeñaba como notario. Siempre fue un sujeto de medianos recursos, pero muy
hábil para adquirir tierras productivas, que le heredó a su hijo Nicolás, a quien le procuró
una buena educación.

Algunos autores sostienen que el joven Nicolás estudió en la Academia de los Medici,
una especie de universidad que retomaba el pensamiento y el espíritu de la filosofía
platónica y que era impulsada por la poderosa familia florentina. Los Medici ejercieron el
control sobre la provincia de la Toscana a fines del siglo X\ lo perdieron un tiempo y lo
recuperaron en la primera década del XVI.

Maquiavelo estudió además historia y escribió sobre


política y literatura. Inició su carrera política en 1494,
justo cuando los Medici eran desplazados del poder en
Florencia. Desempeñó puestos públicos en la
diplomacia con tan buen éxito que en 1498 ocupó el
puesto de canciller. Se distinguió como un gran
estadista en la república que se formó a partir de la
caída de la familia Medici. Tuvo que enfrentarse a
César Borgia, el hijo consentido del papa Alejandro VI
(su nombre real era Rodrigo Borgia). Fue
contemporáneo de Tomás Moro y de los grandes
artistas florentinos como Leonardo da Vinci. Murió en
1527.

En la época del Renacimiento, Italia estaba dividida en


varios reinos, ducados y principados; algunos de ellos
eran Turín, Milán, Florencia, Bolonia, Ferrara, Roma,
Benevento, Siena, Génova, entre otros. Las ambiciones y rivalidades entre estos
pequeños países provocaban que hubiera continuas guerras, con los consecuentes
gastos, muertes y pobreza para el pueblo; pero también permitía que las naciones más
débiles y pequeñas fueran una tentación para que los grandes países se quisieran
apoderar de ellas. Pero las dificultades no sólo eran internas: también había guerras
contra países no italianos.
70
El Vaticano era una de las fuentes de discordia no sólo entre los países italianos, sino
también con otras poderosas naciones europeas como España, Francia, Inglaterra y los
principados alemanes, entre los más notorios. La Iglesia, con su poder y sus riquezas,
participaba activamente en la política. Algunos reyes eran fieles y reconocían el poder
del Papa como soberano espiritual, como era el caso de España; otros reyes lo
aceptaban como jefe de la cristiandad, pero lo consideraban un enemigo que se oponía
a sus intereses.

En este escenario político y social es que se mueve Maquiavelo. Los poderosos


banqueros Medici habían traído prosperidad y riquezas a Florencia, pero la gente se
había cansado de los gastos que hacían, sobre todo de parte de Lorenzo de Medici, a
quien le gustaba gastar en arte. Los dirigentes de la nueva república delegaron mucho
del gobierno de este importante centro financiero y cultural a su canciller Maquiavelo.
Pero nadie a quien le vaya bien se libra de envidias. Para desplazarlo se urdió una
intriga contra él y se le acusó de traición. El plan estaba tan bien armado que los
dirigentes lo creyeron y desterraron a Maquiavelo. Tuvo que vivir en su finca exiliado. Y
aunque allí la pasaba con comodidad y tranquilidad, él anhelaba volver a la vida política,
la cual era su pasión más grande en la vida. Así se expresaba Maquiavelo en 1513 en
una carta a su amigo Francesco Vettori:

«Vivo en esta finca mía, y desde los últimos sucesos políticos, no suman veinte los
diferentes días que he estado en Florencia. Hasta ahora cazo tordos... Cuando llega la
hora de comer, lo hago con mi brigada de trabajadores, alimentándome con lo que mi
pobre finca y escaso patrimonio me produce... sumido en esta villanía impido que se
enmohezca mi cerebro».

Si comparamos la situación en que vivía Maquiavelo con la forma en que vivía la gente
pobre de aquel entonces nos percatamos de que es falso que viviera con restricciones
como afirmaba en la carta; lo que es cierto es que así se sentía, si se compara con la
forma como antes vivía.

Para que su cerebro estuviera trabajando —corno él decía— escribió uno de los libros
más conocidos en el ámbito de la política: El príncipe. Esta fue su obra más famosa, y
fue escrita — según afirmaba— para que los gobernantes aprendieran el arte de llevar la
administración pública. En realidad, el libro tenía una finalidad oculta; se escribió con la
intención de reiterarles a los Medici que en cuestiones políticas simpatizaba con ellos.

El tema central del libro giraba en torno al problema que representaba la división de
Italia. Para unificarla, Maquiavelo proponía en primer lugar a un príncipe. En segundo
lugar sugería la forma en que esa persona habría de llegar al poder. Gran parte de su
obra está dedicada a sugerir esta estrategia. Con Maquiavelo da inicio una nueva forma
o método de pensar en cuestiones políticas.

Su método consiste en hacer una descripción de los acontecimientos políticos, partiendo


desde luego de su propia experiencia política. Maquiavelo era un hombre práctico; no
era muy dado a las cuestiones muy teóricas, así que nos habla en el libro desde su
experiencia. «No puedo ofreceros —afirmaba— mejor regalo que el de procurar sepáis
en brevísimo tiempo cuánto he aprendido en tantos años y con tantas molestias y
71
peligros».

Al describir al príncipe que unificaría a Italia señala que sería un hombre comprometido,
responsable, que no se dejara manipular; un gran legislador, una especie de arquitecto
del Estado, la sociedad y sus instituciones morales, religiosas y económicas. Que
supiera cuidar y atender las dificultades; que conociera cómo resolver los problemas
presentes para que en el futuro no fueran irremediables.

Se puede llegar al poder por méritos propios, por el apoyo del pueblo, por el apoyo de
otros príncipes o por medio de crueldades.

De esta manera, aunque mostraba que lo propósitos del pueblo son mas honrados que
los de la nobleza, encontraba a la crueldad como la más adecuada para el caso de la
unificación de Italia. Distingue entre un buen y un mal uso de la crueldad. En el buen
sentido, las crueldades, el uso de la fuerza y los castigos tendrán el fin de evitar
enfrentamientos sin sentido, como los que se vivían en aquel entonces, y establecer un
orden eficiente. Así no importaba la fama de cruel que tuviera un príncipe siempre y
cuando fuera para conseguir la obediencia y fidelidad de os súbditos. El príncipe debería
conseguir ser amado y temido a la vez para lograr ser respetado como dirigente,
apareciendo como un sr piadoso, fiel, humano, religioso, integro, pero con el carácter
decidido para actuar en la forma que se requiriera.

Afirmaba que todos los medios son buenos o se justifican si son para defensa de la
patria, así sean medios vergonzosos, humillantes u honorables; si para evitarle a la
sociedad un mal mayor se cometen males menores, entonces estas acciones son
justificadas. La idea anterior ha llevado a algunos a afirmar que la postura de Maquiavelo
puede resumirse en la frase el fin justifica los medios, pero esa frase no es de la autoría
de Maquiavelo.

Según Maquiavelo, la sociedad es la gran entidad por la cual se deben esforzar los
gobernantes, anteponiendo el bien común sobre los bienes particulares. Sostenía que
quien ostenta el poder en la sociedad es responsable de la paz y la seguridad de su
Estado, y toda acción que sirva para lograr estos propósitos es aceptada y justificada. El
gobernante no buscará sus propios beneficios porque los ciudadanos se darán cuenta y
le aborrecerán y buscarán el momento y los motivos para destituirlo. El buen gobernante
debe ser astuto, hábil en el manejo de recursos para mantener contento a su pueblo o
Estado.

De acuerdo con Maquiavelo el Estado debe ser fuerte, con plena autonomía.

72
4.5 Contexto en el que se desarrolla la reforma protestante propuesta por Martín
Lutero.

Martín Lutero nació en Eisleben, Alemania, el 10 de noviembre


(le 1483. Pasó una infancia POCO alegre. Su madre era POCO
afectuosa Y a veces un tanto fanática. Su padre trabajaba una
mina que era (le su propiedad; hombre (le carácter tosco, pero
preocupado por el futuro (le su hijo. El hubiera deseado que
Martín fuera ahogado, pero el hijo deseaba seguir la carrera
eclesiástica. En 1505 ingresó a un convento agustino de Erfurt,
lo cual fue fundamental, pues sostendría el pensamiento
agustino en el futuro.

En sus inicios, el joven sacerdote Lutero comenzó a enseñar


teología en la universidad de Wittenberg. Conforme fue
madurando se involucró cada vez mis en la iglesia. En 1510 fue
enviado a Roma para que desempeñara una comisión del
convento, lo cual le alegró mucho, pues Roma va era desde entonces el centro de la
Iglesia católica. Había esperadlo encontrar en el Papa y su séquito a personas modelo
(le la vida cristiana. Pero quedó sorprendido y horrorizado al contemplar la corrupción
que existía en el lugar que él creía verdaderamente santo. Encontró a personas llenas de
vicios y sin principios y propósitos positivos. Toda esto empezaba por el propio Papa.

Era común comprar papeles que otorgaban el perdón a quienes habían cometido graves
daños. También se comercializaban los cargos. Así, se convertía en obispo o cardenal a
personas que nunca antes habían pertenecido a la Iglesia como miembros regulares.
Todo se comercializaba, aprovechando la fe y la buena voluntad de las personas, pero
también su ignorancia.

La respuesta de la santa Iglesia no se hizo esperar: acusaron a Lutero de hereje por


tener una postura diferente a la Iglesia y se le excomulgó de la Iglesia apostólica y
romana. Todo esto causó un gran resentimiento y decepción en Lutero hacia su misma
Iglesia. Esta era la Roma que había estado en poder de la familia Borgia. Julio II y ahora
de León X. En efecto, hablamos anteriormente de Alejandro II y de sus hijos César y
Lucrecia Borgia; ahora te podemos contar que León X en realidad se llamaba Giovanni
de Lorenzo di Medici, quien era el segundo hijo de Lorenzo de Medici, llamado el
Magnífico. A los trece años ya era cardenal y su llegada a ese puesto había sido por
dinero y no por méritos o por haber realizado una carrera eclesiástica. Desde luego que
estos hechos son absolutamente condenables. Estas personas de tan baja calidad moral
provocaron que hubiera fuerte molestia hacia la Iglesia en general.

Para criticar a la Iglesia en sus discursos Lutero se basaba en la Biblia, pero lo hizo tam-
bién en sus escritos y enseñanzas. Sostenía que la Iglesia se conducía de manera muy
distinta a como enseñaba la doctrina de la Iglesia. Por muchas razones la juzgaba
corrompida por el poder y la ambición de sus dirigentes.

En 1512, obtuvo el grado de doctor en teología. Este logro le permitió ser nombrado
vicario de su orden, quedando bajo su cargo varios monasterios. Ahora siendo ya una
autoridad, tuvo la oportunidad de intentar modificar las iglesias a su cargo. Enseñó que el
73
perdón y la salvación eran algo que sólo se podían obtener mediante la piedad y gracia
de Dios y no mediante papeles que se compraban. En esto podía tener razón, pero en lo
que se equivocó seriamente fue en sostener que el hombre sería salvado sólo con su fe.
La fe es necesaria sin duda para la salvación del alma, pero también es importante que
las personas se porten bien a diario con sus semejantes.

Las creencias de Lutero se radicalizaron más cuando se intensificó por parte de la Iglesia
la venta de indulgencias a la comunidad, pues se necesitaba dinero para reparar la
basílica de San Pedro. Esto impulsó a Lutero a enfocarse a la transformación de su
comunidad dentro de un cristianismo más apegado a las enseñanzas básicas de los
primeros cristianos y más alejado de la religión dirigida desde Roma.

En un principio Lutero evitaba criticar al Papa, pero conforme la situación se tomó más
complicada lanzó una acusación muy fuerte al papa León X. Afirmó entonces que la
esencia del cristianismo no se encontraba en la organización encabezada por el papa,
sino en la comunicación directa de cada persona con Dios.

Las críticas de Lutero no eran las únicas que habían existido. Ya desde los siglos XIV y
XV habían existido molestias.

Así, se le considera a Lutero el principal promotor de la reforma protestante al publicar


en 1517 sus 95 tesis en las que denunciaba las indulgencias y los excesos de la Iglesia
católica. Estas 95 tesis publicadas las clavó a la puerta del castillo de Wittenberg.

La serie de protestas trajo como secuencia un movimiento de renovación de las prácticas


viciadas de la iglesia, por lo que se llamo la Contrarreforma. Pero en la práctica hubo
también un intento de reprimir a quienes discrepaban. Tal sucedió con Lutero, a quien
acusaron primero de borracho que no sabía lo que decía, pero luego las acusaciones
subieron de tono. El papa León X lo condeno y excomulgo por hereje, mediante una bula
de 1520. Con la copia de la bula que lo condenaba, Lutero realizo una sesión pública en
la que quemo el manuscrito.

En ese mismo año, Lutero rompió definitivamente con la Iglesia. Su pensamiento quedo
plasmado en tres escritos reformistas: llamamiento a la nobleza cristiana de la nación
alemana, La cautividad babilónica de la Iglesia y Sobre la libertad cristiana. Finalmente,
el rey Carlos I de España y emperador Carlos V de Alemania lo declaro proscrito tras
escuchar sus razones en la Dieta de Worms de 1521.

Pero Lutero tuvo un fuerte apoyo de la nobleza alemana, para transformarse en la


cabeza de una nueva iglesia, una iglesia con normas diferentes. En esta nueva religión
se quitaría el celibato y la religión sería más apegada a las enseñanzas básicas.

Ante la persecución, Lutero permaneció un año escondido bajo la protección del elector
Federico de Sajonia; pero sus ideas habían hallado eco entre el pueblo alemán y
también entre algunos príncipes deseosos de afirmar su independencia frente al papa y
frente al emperador, por lo que Lutero no tardó en recibir apoyos que lo convirtieron en
dirigente del movimiento religioso conocido como la Reforma.

Lutero emprendió la reforma de los sectores eclesiásticos que le siguieron y que


74
conformaron la primera Iglesia protestante, a la cual dotó de una base teológica. El
luteranismo se basa en la doctrina (inspirada en escritos de san Pablo y de san Agustín)
de que el hombre puede salvarse sólo por su fe y por la gracia de Dios, sin que las
buenas obras sean necesarias ni mucho menos suficientes para alcanzar la salvación
del alma; en consecuencia, expedientes como las bulas que vendía la Iglesia católica no
sólo eran inmorales, sino también inútiles.

Lutero defendió la doctrina del «sacerdocio universal», que implicaba una relación
personal directa del individuo con Dios en la cual desaparecía el papel mediador de la
Iglesia, privando a ésta de su justificación tradicional; la interpretación de las Sagradas
Escrituras no tenía por qué ser un monopolio exclusivo del clero, sino que cualquier
creyente podía leer y examinar libremente la Biblia, para lo cual ésta debía ser traducida
a idiomas que todos los creyentes pudieran entender (él mismo la tradujo al alemán,
creando un monumento literario de gran repercusión sobre la lengua escrita en Alemania
en los siglos posteriores).

Lutero aconsejaba a los príncipes alemanes de creencias protestantes expropiar las


tierras eclesiásticas.

Lutero y su concepto del hombre

Hemos revisado el concepto del hombre en san Agustín, santo Tomás y Maquiavelo.
Ahora lo haremos con Lutero.

En Lutero predomina una concepción pesimista del hombre, pues según él está
corrompido desde el pecado original (se refiere al pecado cometido por Adán y Eva). Por
lo mismo, está privado de toda rectitud. Sólo con la ayuda de la gracia puede hacer
algún bien. La rectitud moral, pues, no puede ser consecuencia de la libertad del
hombre, ya que ésta no es más que una vana creencia.

Todo depende exclusivamente de la voluntad arbitraria de Dios. Esto condujo a Lutero a


un determinismo moral.

BLOQUE 5

LÍMITES, ALCANCES Y ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO HUMANO

UNIDAD DE COMPETENCIA

Identifica los problemas que surgen en relación con las fuentes del conocimiento, los
criterios de verdad y veracidad, la distinción entre conocimiento empírico y racional, y
conoce la síntesis que se produce en la teoría del conocimiento moderno.

5.1 Importancia del problema del conocimiento

Con la Edad Moderna aparecen nuevas preocupaciones y temas de reflexión: ¿cuál es el


lugar e importancia del hombre en el universo?; ¿cómo es posible el conocimiento
científico?, así como encontrar nuevas formas de vivir en la sociedad. Esto no quiere
decir que las cuestiones religiosas y teleológicas quedaran totalmente marginadas, sino
75
que tan sólo dejaron de ser las únicas y centrales.

El problema del conocimiento tuvo un gran auge en el marco histórico de una nueva
época: la moderna. A inicios de ésta prevalecieron dos grandes corrientes de
pensamiento que explican ese problema: el racionalismo y el empirismo.

El racionalismo

El racionalismo adoptó una postura crítica frente al pensamiento


escolástico. El pensamiento de santo Tomás era considerado
una autoridad que no se podía cuestionar. Los racionalistas
rechazaron que tuviéramos que aceptar alguna idea sólo porque
alguien prestigiado lo decía, sin tener que cuestionarlas. En ese
sentido, el racionalismo adoptó una postura que pretendía
atender los problemas que surgían en la época. Dado que en
ese momento estaba surgiendo la ciencia, el racionalismo tomó
como referente a la ciencia moderna y como modelo al método
matemático.

El más reconocido racionalista fue René Descartes, para quien


la posibilidad de establecer un conocimiento cierto, fuera de
toda duda, constituyó la principal preocupación de su filosofía.

Su intención era encontrar la verdad mediante el solo uso de su


razón, para construir un pensamiento similar al de la ciencia, por
lo que trató de estructurar un sistema de proposiciones
indudables. Como en la ciencia, todos los elementos constitutivos deberían estar
relacionados y bien fundamentados.

El empirismo

En la Gran Bretaña surgió una corriente que se opuso al racionalismo: el empirismo. El


iniciador del movimiento empirista en la época moderna fue el filósofo inglés John Locke
(1632-1704); posteriormente destacó Jorge Berkeley (1685-1753). Correspondió al
escocés David Hume (1711-1776) continuar la tradición empirista. Sólo que Hume
condujo la corriente hasta sus extremos.

La síntesis kantiana y el sistema hegeliano

El problema entre empiristas y racionalistas puso a unos filósofos


contra otros, y las discusiones se alargaron hasta el siglo XVIII.
Emmanuel Kant, un sencillo pero sobresaliente filósofo,
desarrolló una propuesta que podía explicar cómo funcionaba la
ciencia, cómo se podía solucionar la disputa entre ciencia y
religión, al mismo tiempo que explicar las diferencias entre
racionalistas y empiristas.

Por otro lado Hegel intentó construir un sistema de filosofía que


vinculaba las cuestiones metafísicas más abstractas con los
76
temas concretos. Partió del concepto de espíritu y la forma como éste se desarrollaba en
la historia.

La crisis del saber aristotélico-tomista y la aparición de la duda metódica como un


nuevo criterio de verdad.

En la época de Descartes el mundo entró en crisis. El avance de la ciencia, el


surgimiento del Renacimiento artístico y cultural, así como los descubrimientos
geográficos pusieron en duda el mundo hasta entonces conocido. Los siglos XVI y XVII
marcaron el inicio de una época de grandes y súbitos cambios en todos los aspectos y
contribuyeron a romper los estrechos límites de un mundo marcado por la tradición y el
dogma. Algunos de estos hechos fueron:

- Los viajes de Cristóbal Colón y Américo Vespucio, los


cuales confirmaron que América era un nuevo
continente.

- El viaje de circunnavegación, que inició Fernando de


Magallanes y concluyó Sebastián «Elcano», mostró que
la Tierra era redonda.

- Los descubrimientos científicos de Galileo y Kepler


mostraron que el universo tenía una estructura compleja que podía ser comprendida por
leyes basadas en las matemáticas. Galileo perfeccionó un telescopio con el que pudo
observar la luna, los satélites de Júpiter, entre otros cuerpos celestes, así como sus
aportaciones relativas a la Ley del péndulo, los principios del equilibrio y la explicación
del movimiento. Kepler, por su parte, había escrito el libro Astronomía Nova, en el que
estaban contenidas dos de sus tres famosas leyes acerca del movimiento de los
planetas.

- William Harvey, publicó en 1628 su libro Un estudio anatómico sobre la moción del
corazón y de la sangre de los animales, en el que argumentó su teoría de que la sangre
era bombeada alrededor del cuerpo por el corazón, en un sistema circulatorio.

Éstos y otros avances científicos pusieron en evidencia la falsedad de muchos de los


conocimientos y creencias que hasta entonces se tenían del mundo y sus fenómenos.
Para colmo, la Iglesia vivió una crisis que desembocó en el nacimiento de la corriente
protestante que, como sabemos, terminaría por separarse. La idea que se tenía del
mundo y cómo estaba estructurado terminó por desmoronarse. Esta situación provocó
un gran escepticismo. La pregunta formulada con mayor insistencia en ese entonces
era ¿en qué se puede realmente confiar?

Para los inicios del siglo XVII, la humanidad estaba ante la necesidad de poner en duda
lo que hasta entonces había creído, pero también de construir nuevos cimientos. Había
muchas dudas acerca de si las formas utilizadas hasta entonces, para conocer los
fenómenos, eran las adecuadas. ¿Cómo podemos afirmar la veracidad de lo que
conocemos?, ¿Puede un fenómeno ser conocido?, ¿Qué método hay que seguir para
constituir un conocimiento válido? En ese momento histórico vivió Descartes.

77
La concepción cartesiana del mundo y de Dios como consecuencias del
descubrimiento del cogito y la superación del solipsismo

Como ya vimos, a René Descartes (1596-1650) se le considera el padre de la filosofía


moderna, porque en lugar de aceptar la realidad como algo ya dado, tuvo la capacidad
de cuestionar la forma en que vamos a conocer. A partir de Descartes la pregunta inicial
no es tanto de tipo ontológica: ¿qué es?, ¿qué existe?, sino de tipo epistemológico:
¿cómo lo puedo conocer?

Debido a que su filosofía estaba basada en la raz6n, se le conoce como el fundador de


la corriente racionalista.

Veamos con sus palabras cómo expresaba este ambiente de duda e incertidumbre
generalizado en que vivía, pero también la necesidad de construir algo sólido sobre lo
cual basar sus creencias:

«He advertido hace ya algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido
como verdaderas muchas opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos
tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e incierto; de suerte que me era
preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las
opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y empezar todo de nuevo desde
los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias...

Ahora bien, para cumplir tal designio, no me será necesario probar que son todas falsas,
lo que acaso no conseguiría nunca; sino que, por cuanto la razón me persuade desde el
principio para que no dé más crédito a las cosas no enteramente ciertas e indudables
que a las manifiestamente falsas, me bastará para rechazarlas todas con encontrar en
cada una el más pequeño motivo de duda».

El joven noble francés se hizo mayor y vivió en medio del ambiente escéptico y
revolucionario de sus días. Leyó los descubrimientos de Galileo y Harvey con especial
interés, y dada su facilidad para las matemáticas los pudo comprender a cabalidad.
Después de haber valorado la importancia de los escritos de Galileo y Kepler se
convenció de que estaban formando nuevos conocimientos sobre la realidad. Era
necesario crear un método para aquella ciencia, establecer una forma de hacerla que
estaba emergiendo en aquel entonces y en la cual Descartes estaba profundamente
interesado.

Como tantos otros pensadores de la época, dudó de la credibilidad de la filosofía


escolástica, pues los avances científicos mostraban una realidad que no correspondía
con la que se enseñaba en las escuelas, la cual se basaba sólo en criterios de autoridad
y no de discernimiento racional. De esta manera, Descartes empezó a desconfiar de las
enseñanzas que recibió en la universidad, de lo que decían los libros y de lo que
pregonaba la jerarquía eclesiástica, aun cuando era un convencido católico. Poco a poco
se percató de que sólo podía confiar en los datos que le proporcionaban su experiencia y
sus sentidos. Más tarde advirtió que sus sentidos podían engañarlo, por lo que concluyó
que no tenía otra cosa que su pensamiento, el cual no podía negar porque lo utilizaba
para poder cuestionarse sobre el mundo sensible.

78
Por ese entonces había muchos filósofos con ideas escépticas, que sostenían que nada
podía ser conocido, pues siempre podría haber algún engaño que sedujera a la razón.
Descartes, en cambio, no cayó en el escepticismo simple, pero tampoco en la confianza
ciega. Decidió no dudar no tan solo porque era lo más fácil y lo que estaba de moda,
sino por conducir su razón en orden y de esa manera encontrar certezas para su
pensamiento. La duda en su filosofía era intencional y parte crucial de su pensamiento,
pero ella no lo llevaba a creer que nada pudiera ser conocido, por el contrario, lo
impulsaba a creer, lo cual sería un arma de importancia vital en el conocimiento del
mundo.

Los tipos de ideas. Las ideas innatas

Descartes, como casi todos los filósofos, tenía claro que conocemos por medio de ideas.
Él entendía por «idea» aquellos contenidos de la mente que referidos a objetos
materiales (cosas) e ideales (de naturaleza mental) nos proporcionan una imagen de la
realidad.

De acuerdo con su origen dividía a las ideas en tres:

Innatas: son aquellas ideas nacidas conmigo. No proceden ni de la experiencia externa


ni de la construcción mental imaginativa, sino que el entendimiento las tiene en sí mismo
por naturaleza. Son esencias inmutables y verdaderas, claras y distintas. Por ejemplo,
las ideas de pensamiento, existencia, Dios, entre otras.

Adventicias: las ideas venidas de fuera, a través de los sentidos, como la idea de azul.

Ficticias: las que inventamos nosotros mismos; son producidas por la propia conciencia
mediante nuestra imaginación y voluntad; por ejemplo, la idea del minotauro.

De las tres, ¿cuáles le eran útiles? Sólo las innatas, porque de las otras dos no podía
tener seguridad en cuanto a su verdad.

Descartes lo decía así:

«Pues bien, de esas ideas, unas me parecen nacidas conmigo, otras extrañas y venidas
de fuera, y otras hechas e inventadas por mí mismo. Pues tener la facultad de concebir
lo que es en general una cosa, o una verdad, o un pensamiento, me parece proceder
únicamente de mi propia naturaleza; pero si oigo ahora un ruido, si veo el sol, si siento
calor, he juzgado hasta el presente que esos sentimientos procedían de ciertas cosas
existentes fuera de mí; y, por último, me parece que las sirenas, los hipogrifos y otras
quimeras de ese género, son ficciones e invenciones de mi espíritu. Pero también podría
persuadirme de que todas las ideas son del género de las que llamo extrañas y venidas
de fuera, o de que han nacido todas conmigo, o de que todas han sido hechas por mí,
pues aún no he descubierto su verdadero origen. Y lo que principalmente debo hacer, en
este lugar, es considerar, respecto de aquellas que me parecen proceder de ciertos
objetos que están fuera de mí, qué razones me fuerzan a creerlas semejantes a esos
objetos».

Descartes insiste en que una idea sólo puede ser aceptada si se le presenta de manera
79
clara y distinta. Son claras aquellas que se imponen simplemente con la presencia a una
mente abierta y podemos advertir todos sus elementos sin la menor duda; son distintas
aquellas que no pueden confundirse con ninguna otra debido a que se nos presentan
claramente diferenciadas y separadas de las demás, de tal manera que no podemos
confundirlas con ninguna otra idea.

Para René Descartes son ideas innatas los primeros principios del entendimiento, como
el principio de identidad o el de no contradicción. También lo eran los conceptos
matemáticos y algunas ideas metafísicas, como la idea, de causa y las de sustancia,
entre las que incluía la idea de Dios. Creía pues, que la verdad tenía que encontrarse en
una idea innata que se presentara al espíritu de manera clara y distinta.

Descartes tenía una gran desconfianza por las ideas provenientes del exterior. Siempre
tuvo temor de que sus sentidos lo engañaran y de las consecuencias que se seguían de
esto; por ello sólo daba crédito a las ideas innatas. Además, tenía claro que la idea de
Dios no podía formarse con ideas provenientes del exterior.

Leamos qué nos dice al respecto René Descartes:

«Enseñan los filósofos una máxima que es de perniciosas consecuencias. «Nada hay en
el entendimiento que no haya impresionado antes a los sentidos». Las ideas de Dios y
del alma nunca han pasado por los sentidos... ».

Para Descartes la idea de Dios, que es la suma perfección, no pueden formarla los seres
imperfectos como nosotros. Por lo mismo, estaba convencido de que ya la traíamos
desde el nacimiento y que había sido puesta por Dios en nuestra mente.

Como podemos ver en este fragmento, las personas ya nacemos con ideas, es decir,
son innatas en nosotros. Gracias a ello podemos entender a Dios. Según Descarte, Dios
es tan infinito que in ser finito y limitado como es el ser humano no podría formarse una
idea de algo tan grande como ello.

La duda cartesiana como método para distinguir la verdad de la creencia

Inicia su filosofía dudando de lo que le rodea. Pero no quiere dudar por dudar. Por tanto,
duda pero con una intención definida: encontrar una idea, un punto que sea seguro. Para
lograrlo procede con orden; por eso se dice que su duda es metódica, es decir, hay un
conjunto de pasos que su postura de duda va a seguir.

La finalidad de la duda metódica no es simplemente cuestionar o poner en entredicho


aquello que nos rodea, sino que es un método de conocimiento. «Nada se deberá dar
por válido sin haberlo examinado con el método»; nadie como Descartes había dado
tanta importancia al método. Para él, el encuentro de un método preciso es la primera
condición del pensamiento. Y este método no se contenta con aproximaciones, no se
contenta con una experiencia dudosa; quiere llegar a la certidumbre completa. De ahí
que una de las claves del método cartesiano se encuentre en el deseo de superar todas
las dudas... «Dudar para [después] no dudar, tal es la esencia del pensamiento crítico
que Descartes coloca en el meollo de su razonamiento filosófico». «Con las reglas del
método tenemos el marco general que nos permitirá discernir entre la verdad y el error».'
80
Después de haberlo seguido con detalle, Descartes se
encuentra que lo único indudable es que duda y si tiene la
capacidad de dudar es porque piensa, y si piensa es porque
existe. Esto se sintetiza en la conocida frase: «Pienso, por
tanto existo (Cogito, ergo sum)». Como producto de sus
razonamientos Descartes aseguró la existencia del yo
pensante. Concluyó: «Yo soy una cosa que piensa. De
momento, el yo quedó reducido a la razón)»

La primera virtud indudable que descubre Descartes es el


sujeto que piensa sus propios pensamientos, principio con
el que se afirma a sí mismo.

Entonces, a la pregunta ¿qué es lo que existe?, ¿quién


existe? La respuesta que ha obtenido Descartes es «existe
el pensamiento; existo yo pensando; yo y mis
pensamientos».

A partir del anterior razonamiento Descartes podía estar seguro de que existen dos
cosas: existo yo y mis pensamientos. Para tratar de resolver la situación en que se
quedó, el filósofo recurre a la «Divinidad>'. Dios es la esencia perfecta que le
garantizaba a Descartes la existencia de todo aquello distinto a sí mismo y sus
pensamientos. Dios le aseguraba que podía pensar acerca del cuerpo, de los otros y de
sí mismo, «pues Dios ni engaña ni se engaña. Es la garantía de verdad de lo que
pienso».

El argumento ontológico y su validez

Descartes también trató de probar la existencia de Dios. En la historia hay dos pruebas
tradicionales: el argumento de la existencia de Dios de san Anselmo y las cinco vías para
demostrar la existencia de Dios de santo Tomás. La primera parte de la propia definición
de Dios, y de allí se afirma su necesaria existencia. En la segunda santo Tomás parte de
las evidencias que tenemos de la grandeza de Dios y de cómo su existencia es
necesaria para que lo demás suceda. Descartes simpatiza con la postura de san
Anselmo y declara su validez.

De manera recurrente Descartes utiliza la prueba de san Anselmo. La prueba aparece


por primera vez en la cuarta parte del Discurso del método y desarrolla diversas
variantes del mismo en sus Meditaciones metafísicas. Las versiones de Descartes son
menos formales que las de Anselmo, aunque más intuitivas.

Ideas conclusivas sobre Descartes

El método para pensar usado por Descartes dio un impulso definitivo a la filosofía y al
pensamiento científico. Antes de Descartes los filósofos iniciaban su filosofar desde una
perspectiva ontológica, por lo que se preguntaban: ¿qué existe?, ¿qué es la realidad?
Después que las ciencias aportaron nuevos conocimientos y el saber aristotélico-tomista
entró en crisis, la pregunta inicial cambió y se transformó en: ¿cómo puedo tener la
certeza de los alcances de mi conocimiento?, ¿qué procedimiento debe seguir mi razón
81
para obtener conocimientos seguros?

Al intentar justificar las reglas de la actividad racional, Descartes fundamentó sólidamen-


te el pensamiento científico y aportó las bases de la matematización de la naturaleza. De
esa manera, el enfoque iniciado por Galileo y continuado por Newton alcanzó un gran
prestigio en los medios intelectuales. La ruptura consistió en abandonar la fe como
medio para explicar las cosas. Por todo esto, Descartes es considerado padre de la
filosofía moderna. A partir de él, el criterio para aceptar como válido el conocimiento fue
la aportación de pruebas que sustentaran la aplicación del método científico. Explicar
racionalmente la naturaleza se consideró suficiente para entender todo lo concerniente al
hombre, al mundo y a la sociedad. Pero como siempre sucede, cuando se cambia una
concepción filosófica, cambia el concepto de hombre. Aparece con Descartes
nuevamente la separación entre cuerpo y alma. Ahora ser hombre es ser lúcido,
consciente, tener capacidad de reflexionar, libre, ser capaz de vivir la interioridad y,
sobre todo usar activamente la racionalidad.

Con Descartes nuevamente la inteligencia tuvo el poder, la cual se va a ejercer sobre la


materia inanimada. La inteligencia va a servir para tener control
sobre la naturaleza, la producción y la sociedad.

5.2 David Hume como el representante del empirismo


clásico

El empirismo de John Locke

Para entender la teoría de conocimiento de David Hume, que es


el tema que veremos de manera amplia en este apartado, es
necesario primeramente aclarar la teoría del conocimiento de
John Locke.

La revisión del pensamiento filosófico de este importante


empirista inglés nos ayudará a comprender los antecedentes del
empirismo.

Locke, quien es el primer gran filósofo empirista de la época


moderna, nació en Wrington, junto a Bristol. Sus padres practicaban la religión puritana.
Escribió el libro Ensayo sobre el entendimiento humano. Inicia su filosofía con una
declarada oposición a Descartes. Para él, el camino para obtener el conocimiento son
los sentidos.

Los empiristas sostienen que las ideas las formamos a partir de las percepciones.
Toman la idea aristotélica de que nada hay en el entendimiento que no haya pasado
antes por los órganos de los sentidos.

Locke afirmó que cuando nacemos tenemos nuestro cerebro como una pizarra en
blanco, y nuestra mente la llenamos con los contenidos que proveen los sentidos.

82
Empirismo clásico de David Hume

David Hume (1711-1776) nació en Edimburgo, Escocia. Era de familia noble, pero poco
acomodada. Desde niño mostró tener un talento por encima de los demás estudiantes de
su edad y a los 12 años ingresó en la universidad de su ciudad natal. En un principio
había decidido estudiar leyes, actividad a la que llegó a dedicarse durante unos meses
en Bristol. Posteriormente, se dedicó a la filosofía, pues no toleraba otra cosa que no
fuera la investigación filosófica y el saber en general. Pronto
abandonó su trabajo de abogado y con sus recursos y ayuda
familiar viajó a Francia, donde permaneció entre los años 1734-
1737, dispuesto a dedicarse exclusivamente a la filosofía. En
1737 regresó a Londres, dirigiéndose posteriormente a Escocia,
donde vivió unos años con su madre y hermano.

Durante su permanencia en Francia escribió su primera obra:


Tratado sobre la naturaleza humana. Su libro tuvo muy poco
éxito en un principio, lo cual significó un duro golpe para su
estima. Llegó a decir en su autobiografía: «jamás intento
literario alguno fue más desgraciado que mi Tratado de la
naturaleza humana». No obstante, el éxito que obtuvo en 1742
con su libro Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano,
le hizo olvidar por completo su fracaso anterior. Posteriormente
escribió Ensayos de política y moral (1744); entre 1754 y 1762
escribió una obra no filosófica: Historia de Inglaterra, la cual tuvo éxito y sacó al filósofo
de las limitaciones en que vivía.

En 1763 recibió la invitación del conde de Hertford de acompañarlo a París como


secretario de la embajada, cargo diplomático importante. Hume aceptó ante la insistencia
del conde, dirigiéndose a París, donde permaneció hasta 1766. Allí participó en las
actividades de los enciclopedistas y los círculos ilustrados y entabló amistad con algunos
de los personajes destacados de la época, como Rousseau. Por lo mismo, algunas
personas lo consideran el más alto representante de la ilustración escocesa. En 1 769
regresó a Edimburgo, continuando sus actividades de estudio e investigación. Allí murió
en 1776.

David Hume, como John Locke, también era empirista. Por lo tanto, pensaba que todas
nuestras ideas provenían de la experiencia sensible. Para él si algo no provenía de los
órganos de los sentidos entonces era una idea falsa.

Es importante en la historia del pensamiento por tres motivos principales:

a) Llevó al empirismo hasta sus últimas consecuencias partiendo del análisis y


clasificación de nuestras ideas.

b) Influyó de manera decisiva en Kant y en muchos pensadores del siglo XIX.

c) Mostró que la idea de causalidad podía llevar a precipitaciones si no se tenía el


debido cuidado.

83
Los tipos de ideas y la percepción de ellas

El empirismo toma la experiencia como la fuente y el límite de nuestros conocimientos.


Para Hume, la experiencia está constituida por un conjunto de impresiones e ideas.

Distingue la percepción en dos clases:

«He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o
especies, que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos
fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie
carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo,
porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término o
denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y
llamémoslas impresiones, empleando este término en una acepción un poco distinta de
la usual. Con el término impresión, pues, quiero denotar nuestras percepciones más
intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o
queremos».

Para Hume lo que el sujeto percibe se reduce a impresiones e ideas:

a) Las impresiones son contenidos mentales más intensos y violentos como son las
sensaciones, las pasiones y las emociones.

b) Las ideas que son contenidos mentales menos intensos, tanto en el pensamiento
como en el razonamiento.

La relación que existe entre las impresiones y las ideas es la misma que la del original a
la copia. Todas nuestras ideas, o percepciones más endebles, son copias de nuestras
impresiones o percepciones más intensas. Es decir, las ideas derivan de las
impresiones, las cuales son los elementos originarios del conocimiento. El filósofo
Manuel García Morente nos deja esto claro mediante un ejemplo: «Supongamos que
ahora tengo la impresión de verde, y que más tarde, pienso en verde, ya sea que
recuerde o imagine algo verde; en ambos casos es una idea. En el momento que vi
verde tuve una impresión, lo otro es una idea. Como se puede ver, las ideas son
reproducciones de lo percibido».

Para Hume una proposición será verdadera si las ideas que contiene corresponden a
alguna impresión; y falsa si no hay tal correspondencia. «Por tanto, si albergamos la
sospecha de que un término filosófico se emplea sin significado o idea alguna no
tenemos más que preguntarnos de qué impresión se deriva la supuesta idea, y si es
imposible asignarle una; esto serviría para confirmar nuestra sospecha» [de que es
falsa].

Las impresiones, por su parte, pueden ser de dos tipos: de sensación y de reflexión. Las
impresiones de sensación, cuya causa es desconocida, las atribuimos a la acción de los
sentidos, y son las que percibimos cuando decimos que vemos, oímos, sentimos, etc.;
las impresiones de reflexión son aquellas que van asociadas a la percepción de una
idea, como cuando sentimos aversión ante la idea de frío y casos similares. Además, las
impresiones pueden clasificarse también como simples o complejas; una impresión
84
simple sería, por ejemplo, la percepción de un color, una impresión compleja, la
percepción de una ciudad.

La capacidad de la mente para combinar ideas parece ilimitada, nos dice Hume. Pero
por poco que nos hayamos detenido a reflexionar sobre la forma en que se produce esta
combinación de ideas se produce siempre siguiendo determinadas leyes:

a) Ley de semejanza. Cuando dos o más ideas son semejantes, la presencia de


una de ellas evoca a la otra; se unen y forman una idea compuesta. Por ejemplo,
cuando la mente se remonta a los objetos representados en una pintura y así
llega al original.
b) Ley de contigüidad en el espacio y en el tiempo. Cuando dos o más ideas han
sido percibidas, la presencia posterior de una de ellas evoca a la otra, se conjuga
y forman una idea compuesta. Si alguien menciona una habitación de un edificio
difícilmente podremos evitar que nuestra mente se pregunte por, o se represente,
las habitaciones que están juntas; del mismo modo, el relato de un acontecimiento
pasado nos llevará a preguntarnos por otros acontecimientos de la época; en
ambos casos, está actuando la ley de asociación por contigüidad: en el espacio,
en el primer caso; y en el tiempo, en el segundo caso.
c) Ley de causalidad. Cuando una idea es causa de otra. La presencia de la
primera evoca a la segunda; se conjugan y forma una idea compuesta. En el caso
de pensar en un accidente difícilmente podremos evitar que venga a nuestra
mente la pregunta por la causa, o por las consecuencias del mismo, actuando en
este caso la ley de la causa y el efecto.

Según Hume son estas tres leyes las únicas que permiten explicar la asociación de
ideas.

El carácter ficticio de las ideas de Dios. Yo, sustancia y causalidad

Podemos hablar de dos tipos de conocimiento en Hume: el conocimiento de relaciones


de ideas y el conocimiento de hechos. En el primer caso el conocimiento depende de las
operaciones de entendimiento reguladas por el principio de no contradicción, por
ejemplo, geometría, álgebra y aritmética; en
el segundo caso, las operaciones del
entendimiento están reguladas
necesariamente por la experiencia, y están
guiadas por la ley de asociación de la causa y
el efecto. Hume es, pues, un hombre que sí
cree en la ciencia y que se aferra a no creer
en cuestiones que no tienen a sus sentidos
como fuente de constatación. Mediante lo
que él llama el método crítico trata de revelar
la falsedad de las ideas metafísicas
tradicionales: Dios, yo, sustancia y
causalidad. Iniciemos la revisión, pues ésta
nos va a ilustrar cómo procede Hume.

El principio de causalidad
85
La relación causa y efecto se ha aceptado tradicionalmente como uno de los principios
fundamentales del entendimiento, y como tal ha sido utilizado por los filósofos anteriores,
tanto medievales como antiguos, del que habían extraído lo fundamental de sus
concepciones metafísicas.

Recordemos que una idea será verdadera si hay una impresión que le corresponde.
Pues bien, no hay ninguna impresión que le corresponda a la idea de causalidad.

Por ejemplo, dos personas juegan billar; una persona le pega a una de las bolas, la cual
a su vez golpea a otra. Cualquiera diría que la fuerza de la primera bola fue la causa de
que la segunda se moviera. Pero la otra persona que estaba en el billar, que era un
empirista seguidor de Hume, diría: «yo no vi ninguna causa, lo que miré fue una bola
correr y luego otra salió igualmente rodando. Eso vi, no vi causas, luego entonces las
causas no fueron percibidas por mí, por lo que no puedo aceptar su existencia». Dado
que la mente no percibe ningún sentimiento ni impresión interna de esta sucesión de
objetos, consecuentemente, no existe ninguna cosa que pueda sugerir la idea de poder o
conexión necesaria.

¿Cuál es entonces el valor del tradicional principio de causalidad? Ninguno, dirá Hume.
Nuestro convencimiento de que las cosas pasan de acuerdo con una causa procede de
la experiencia, el hábito o la costumbre. Nosotros nos convencemos de que esa
sucesión es necesaria, pero en ningún caso la razón podrá ir más allá de la experiencia.
Esta creencia le conducirá a criticar los conceptos metafísicos tradicionales como
pueden ser Dios, el mundo, el alma o la sustancia, cuyo conocimiento se basa en el
principio de causalidad.

La idea de sustancia

El término sustancia o, como se escribía antes, substancia, procede del latín substantia,
que es, a su vez, la traducción del griego ousía. Su significado más general es el de
«fundamento de la realidad» o «lo que está debajo». La sustancia, diría Hume, tampoco
corresponde a algo real, porque no hay ninguna impresión a la cual podamos referir
nuestra idea de sustancia. Lo que percibimos son cualidades sensibles.

Tradicionalmente, los accidentes de sustancia siempre la determinan y le dan diferencia


o particularidad, como la forma, el color o el tamaño, pues cada sujeto las percibe según
capta, pero no como accidentes de la sustancia. ¿Hay alguna impresión —de sensación
o de reflexión— que le corresponda a la idea de sustancia y sus accidentes? No, nos
dirá Hume. Si a la idea de sustancia no le corresponde, pues, ninguna impresión de
sensación ni tampoco ninguna impresión de reflexión, entonces es una idea falsa,
producida por la imaginación.

El alma y el yo

Para la tradición metafísica la existencia del alma, una sustancia, material o inmaterial,
subsistente y causa última o sujeto de todas mis actividades mentales (percepción, razo-
namiento, volición...), había representado uno de los pilares sobre los que ésta se había
desarrollado.
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Habiendo rechazado la validez de la idea de sustancia, ¿podemos seguir manteniendo la
idea de alma o del yo? ¿De qué impresión podría proceder tal idea de alma? No existen
impresiones constantes e invariables entre nuestras percepciones de las que podamos
extraer tal idea del alma o del yo. No hay ninguna impresión que pueda justificar la idea
de un yo autoconsciente. «El yo o persona no consiste en ninguna impresión aislada,
sino en todo aquello a lo que hacen referencia nuestras distintas impresiones e ideas».
En ese sentido negaría también al yo, el cual es entonces una abstracción. Dice al
respecto el filósofo Manuel García Morente: «A la idea del yo no le corresponde ninguna
impresión; no procede de ninguna impresión; es otra idea ficticia; es otra idea hecha por
nosotros».' Rechazada, pues, la idea de alma, la pregunta por su inmortalidad resulta
superflua.

Dios

Con respecto a la sustancia divina, es decir, Dios, afirma que no hay nada en los datos
sensibles para negar o afirmar su existencia, por lo que se declara agnóstico. La crítica
de la idea de Dios es concebida por Hume como una proyección de nuestra conciencia.
«Nótese que Hume no sostiene que la causalidad o la divinidad no existan. Lo que dice
simplemente es que mediante la experiencia, que es la única fuente de conocimiento, no
podemos decir ni que existan ni que no existan»

Ideas conclusivas de Hume

Hume basa su escepticismo en dudar de todo aquello que no fuera percibido por medio
de sus sentidos. Creía en las ciencias deductivas, pero desconfiaba de todo aquello que
no presentara una evidencia sensible. A Hume le preocupaba que muchos filósofos
gustaran de construir especulaciones filosóficas y llevados por la vanidad de su mente;
más que por sistemas filosóficos, hacían pura especulación. Según él, el objetivo de la
filosofía es destruir las ilusiones que crea la mente. «Remata, pues, el empirismo de
Hume en un positivismo, en una negación de los problemas metafísicos».

Con Hume se da paso a la teoría asociacionista. Con ello el psicologismo del


empirismo ingles llega a su máxima exageración.

5.3 Kant, La crítica de la razón pura y su estructura, analítica y dialéctica


trascendental.

Kant es uno de los cinco grandes filósofos de la historia junto con Platón, Aristóteles,
santo Tomas y Hegel. Nació en 1724 en Könisberg, una ciudad que entonces se
encontraba en Prusia oriental y que ahora es parte de Alemania. Fue educado en el
pietismo, una práctica religiosa protestante muy estricta y apegada a los preceptos
bíblicos. Continúo su formación en el colegio Fridericiarum de su ciudad natal; ahí
también estudio la universidad. Es más se sabe que nunca salió mas allá de unos
kilómetros de su pueblo natal. Murió en 1804. A Emmanuel Kant se le conoce como el
padre de la filosofía crítica (cristianismo).

87
Nunca se casó debido a que cuando fue joven no contó con los medios económicos para
formar una familia. «Era muy bajito de cuerpo, no llegaba a 1.50 de estatura y era
extraordinariamente flaco; tenía el pecho hundido y el hombro
derecho más alto que el izquierdo... desde niño su salud fue
precaria».

Kant, al igual que Descartes, estuvo muy interesado en conocer y


apoyar el pensamiento científico y matemático. Sólo que mientras
Descartes se enfrentó a una ciencia que apenas iniciaba y que
era repudiada y perseguida, Kant vivió cuando la ciencia físico-
matemática de Newton era toda una realidad. Newton, en lugar
de ser perseguido como lo fue Descartes, fue premiado por su
obra. Además, en la época de Kant había una nueva mentalidad
de apertura e impulso hacia el conocimiento. En efecto, en
algunos países europeos se vivía la época de la Ilustración.
Algunos autores incluso identifican a Kant como un ilustrado.
Pero este movimiento científico tenía también influencia en la
parte social y política. Había un ambiente en el que se discutía
acerca de la libertad, la justicia y los derechos. Tanto la apertura
de pensamiento científico como social desembocarían en la Revolución francesa.

Escribió varios libros, pero los más importantes son: Crítica de la razón pura, Crítica de
la razón práctica, Crítica del juicio, La metafísica de las costumbres y La paz perpetua,
aunque desde luego la fundamental es la que primero citamos.

La evolución de su pensamiento atravesó cuatro periodos:

Periodo precrítico, que llega aproximadamente hasta 1765. Kant se encontraba muy
apegado a la filosofía racionalista de Leibniz.

Periodo de escepticismo, hasta 1769. Kant afirmaba que la lectura de las obras de
Hume le hicieron apartarse del dogmatismo racionalista.

Periodo crítico, que se inicia en el año 1770. En esta época consiguió entrar como
profesor ordinario en la universidad de Könisberg. A este periodo pertenecen sus obras
más importantes: Crítica de la razón pura, Prolegómenos a toda metafísica futura, Crítica
de la razón práctica, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Crítica del
juicio, De lo bello y lo sublime; Filosofía del derecho y La paz perpetua.

Periodo postcrítico, a partir de 1800 dejó algunos escritos que fueron publicados por
sus discípulos después de su muerte con el título de Opus postumum.

Cuando Kant aprendió filosofía estaban en su apogeo las discusiones entre los
empiristas y los racionalistas. Los primeros afirmaban que todas las ideas que teníamos
se formaban a partir de los órganos de nuestros sentidos, mientras que los racionalistas
afirmaban que las ideas eran innatas. Intentó superar las discrepancias entre ambas,
estudiando las condiciones previas al planteamiento de los problemas del conocimiento y
de la realidad. Quería superar el dogmatismo de la metafísica racionalista, basado sobre
todo en su ciega confianza en la razón y en las ideas innatas. Pero también quería
88
acabar con el escepticismo de la corriente empirista. Al realizar su análisis de la
situación, siempre tuvo en mente, además de contestar a las disputas sobre el
conocimiento, fundamentar el conocimiento científico señalando sus límites. No obstante,
la postura de Kant no era imparcial, pues tenía cierta inclinación por la filosofía de
Leibniz.

A Kant se le reconoce por su capacidad de conjuntar partes de ambas posturas y darles


un sentido de armonía. Después de un estudio serio, que realizó por años, concluyó que
ambas posturas tenían razón en algún sentido, pero estaban equivocadas en otro.
Estuvo de acuerdo con los empiristas en que aprendemos gracias a nuestras
sensaciones y percepciones, que tienen su origen en nuestros sentidos, pero aceptó que
los racionalistas tenían razón en que no podían llegar tan sólo sensaciones, sin que
fueran acomodadas en la mente. Para comprender esto pongamos un ejemplo.
Supongamos que paseando por el campo con un amigo de la ciudad, viéramos una luz
verdosa que pasara muy rápido junto a nosotros y desapareciera.

- ¿Viste eso? —diría mi amigo de la ciudad.


- Ah, sí, es un cocuyo —yo respondería.
- ¿Qué es un cocuyo? —me diría nuevamente mi amigo.
- Es un pequeño escarabajo que transmite una luz, fenómeno que los científicos llaman
bioluminiscencia. Aquí en el campo hay muchos —concluiría.

Uno de los problemas por resolver sería: ¿y cómo tenemos en la mente los conceptos
como luz, escarabajo, verdosa, etc.? Gracias a que poco a poco te los fuiste formando a
partir de lo que viste, oliste, oíste, etc., nos diría un empirista.

El espacio y el tiempo. Las categorías

Kant aceptaba esa primera parte, pero afirmaba que había dos estructuras que no se
aprendían por los sentidos: el espacio y el tiempo. Para él el espacio y el tiempo eran
categorías «puras»; con ello entendía que no procedían de la experiencia, pues no eran
cosas, sino más bien intuiciones. De tal manera que lejos de derivarse de la experiencia
eran supuestos de la misma: no se derivan de la experiencia, sino que ésta los supone
ya. Nosotros podríamos pensar el espacio sin cosas, pero nunca podríamos pensar
cosas sin espacio. Podríamos pensar cómo se mueve una persona en el espacio sin
tener un antecedente, tal como lo hace un bebé, a quien nunca le hemos enseñado qué
es el espacio, pero él gatea y se mueve en el espacio de su recámara.

Las nociones de espacio y tiempo son fundamentales. Como ejemplo, pensemos en un


deportista que cotidianamente requiere de un espacio para moverse en él de manera
coordinada. Así, un basquetbolista va botando la pelota rumbo a la canasta contraria. De
reojo observa a un compañero que se desmarca y le manda un pase adelantado y alto
para que su compañero salte y enceste. El jugador desde luego tendrá que considerar
que su compañero se desplaza a una cierta velocidad para mandarle el pase correcto.
Un segundo más tarde o un metro más atrás, significaría que no haya éxito en el
enceste.

El basquetbolista del ejemplo lanza el pase a donde calcula que su compañero va a


alcanzar a estar en un determinado tiempo. El deportista tiene las nociones de espacio y
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tiempo, las cuales no es posible que tenga claras sólo por la influencia de los órganos de
los sentidos.

Las categorías, como las nociones de espacio y tiempo, son formas a priori, conceptos
puros del entendimiento, que construyen los juicios sintéticos a priori y su resultado es el
objeto de conocimiento. Si afirmo, por ejemplo, que una casa está construida de ladrillos,
estoy formando un juicio asertorio y aplicando la categoría de existencia; o si digo que un
fenómeno A es causa de B, en realidad estoy aplicando la categoría de causa-efecto.

La necesidad y universalidad de la física y de las ciencias de la naturaleza en general


tiene su fundamento en nuestro entendimiento, en las categorías. La objetividad de la
ciencia física depende no del objeto exterior, sino de nuestro entendimiento y del uso
adecuado de las categorías, que organizan una materia de conocimiento, que son los
fenómenos de la sensibilidad.

Las categorías las deduce Kant a partir de los distintos modos de juzgar, según el
siguiente esquema:

La filosofía anterior a él aceptaba que los sentidos eran afectados por los objetos. Él
sostuvo que la mente humana no es pasiva, sino que desempeña un importante papel
activo. La mente capta, pero no lo hace pasivamente, sino que en la mente humana la
realidad percibida se acomoda. Asimismo, destaco que las nociones de espacio y tiempo
son innatas, por tanto, aceptaba que los racionalistas también tenían una parte de razón.
Con este esquema Kant presentaba la convergencia de ambas posturas. Con una
argumentación impecable logró que tanto empiristas como racionalistas aceptaran esta
intermediación.

Kant entendió que el problema del conocimiento es previo a todos los demás; en el
mismo sentido que Descartes había sometido a crítica y había dudado de todos los
conocimientos anteriores. Esta crítica del conocimiento es mucho más profunda en Kant.
Descartes ponía en duda a los objetos; en Kant, en cambio, la crítica o juicio previo va
dirigida a la propia razón humana. Se trata de verificar si la razón es capaz de llegar a
conocer alguna cosa con certeza, si tiene las condiciones para establecer en ella la
ciencia misma.

En La crítica de la razón pura, Kant pretende verificar tres condiciones: las condiciones
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de posibilidad y los límites del conocimiento de la naturaleza, del universo y de la
filosofía primera o metafísica. Kant entiende por razón pura a la razón humana antes de
cualquier conocimiento. A esto le llama Kant a priori y, por tanto, trascendental; esta
cualidad trascendental tiene dos significados complementarios: relativo a la especie
humana y posibilitante del conocimiento; así que Kant estudia a la razón humana pura,
desnuda y trascendental, la razón de toda la especie humana; en este sentido afirma en
el prefacio de la primera edición de la Crítica de la razón pura:

«No entiendo por esto una crítica de libros y de sistemas, sino la de la propia facultad de
la razón en general, considerada en todos los conocimientos que puede alcanzar»

Kant pretende de esta forma demostrar la validez y universalidad del conocimiento


científico y filosófico. Si después de sus estudios lo logra, entonces habrá hallado los
fundamentos de toda ciencia futura. Cuando Kant habla del conocimiento se refiere al
conocimiento científico matemático de la naturaleza... Por lo tanto, para Kant la teoría del
conocimiento va a significar ante todo y principalmente no la teoría de un conocimiento
posible, deseable como en Descartes…, sino que la teoría del conocimiento significa
para él la teoría física matemática de Newton.

Los tipos de juicios: analíticos a priori, sintéticos a posteriori y sintéticos a priori.

Creía que hay verdades que dependen de los sentidos, por ejemplo: «el fuego quema».
Es una verdad que podemos aprender y verificar en la realidad, es decir, son verdades a
posteriori. En cambio, hay verdades que son independientes de la razón, por ejemplo:
«el todo es mayor que la parte». Estas verdades son conocidas como a priori.

En el primer capítulo de la introducción a la Crítica de la razón pura afirmó:

«No se puede dudar que todos nuestros conocimientos comienzan


con la experiencia, porque, en efecto, ¿cómo habría de ejercitarse
la facultad de conocer, si no fuera por los objetos que, excitando
nuestros sentidos producen representaciones e impulsan a nuestra
inteligencia a compararlas entre sí uniéndolas o separándolas, y
de esta suerte componer la materia informe de las impresiones
sensibles para formar ese conocimiento de las cosas que
llamamos experiencia? En el tiempo ninguno de nuestros
conocimientos precede a la experiencia, y todos comienzan con
ella. Pero si es verdad que todos nuestros conocimientos
comienzan con la experiencia, todos, sin embargo, no proceden de
ella, pues bien podría suceder que nuestro conocimiento empírico
fuera una composición de lo que recibimos por las impresiones y
de lo que aplicamos por nuestra propia facultad de conocer».

Esta afirmación de que el conocimiento es una síntesis a priori


inicia una nueva visión del conocimiento teórico que se llama idealismo trascendental o
filosofía critica.

En otras palabras, Kant intenta ver cuáles son los juicios realmente válidos para la
ciencia, pues para él esa ciencia físico-matemática de la naturaleza se compone de
91
juicios, es decir, se compone de tesis, de afirmaciones, de proposiciones, en donde, a
resumidas cuentas, «de algo se dice algo, en donde hay un sujeto del cual se habla, y
acerca del cual se emiten afirmaciones, se predican afirmaciones o negaciones, se dice
esto es esto, lo otro o lo demás».

Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado está incluido en la noción de
sujeto, como por ejemplo: «Cuadrilátero es un polígono de cuatro lados». Estos juicios
son evidentes, verdaderos y necesarios; son puras identidades o tautologías; su
conocimiento es a priori; no necesitamos los sentidos para comprender su verdad. Los
juicios sintéticos son aquellos en los cuales el concepto del predicado no está contenido
en el concepto del sujeto o en los que el predicado añade una o varias cualidades a la
noción del sujeto, como por ejemplo: «El hierro se dilata con el calor», «La mesa es
verde». Estos juicios no son evidentes; necesitan a la experiencia, a la observación o a
la experimentación para comprender su verdad, son a posteriori, y hacen progresar el
conocimiento.

«Y ahora viene el problema. ¿Cuál de estas dos clases de juicios constituyen el conoci-
miento científico físico-matemático? ¿Los juicios analíticos o los juicios sintéticos? Los
juicios analíticos no es posible... porque el conocimiento científico estaría formado por
juicios analíticos, no se comprende como pudiéramos llamarle siquiera conocimiento.
Los juicios analíticos son puras tautologías; no aumentan nada nuestro saber... [pero]
tampoco es posible que la ciencia esté constituida por los juicios sintéticos pues siempre
se refiere a casos particulares y la ciencia necesita generalizaciones de juicios
universales y necesarios».

La ciencia necesita, según Kant, una combinación de ambos, es decir, la ciencia sólo
será un saber universal y necesario si está construida por juicios sintéticos a priori, que
amplíen el conocimiento y estén revestidos de universalidad y necesidad.

Todas las ciencias teóricas de la razón deben estar constituidas por juicios sintéticos a
priori. En las matemáticas los juicios son a priori pero no analíticos; por ejemplo, la suma
de siete más cinco igual a doce (7 + 5 = 12). En el doce está la unión o síntesis, pero
esta unión no necesita la experiencia, es a priori. Igual sucede en geometría cuando
afirmamos que la línea recta entre dos puntos es la más corta; el concepto de más corta
es completamente añadido al de línea. En la física sucede lo mismo; cuando afirmamos
que en todos los cambios de los cuerpos la cantidad de materia que permanece es la
misma, o en toda comunicación de movimiento la acción y reacción deben ser siempre
iguales. Ambas afirmaciones son necesarias, a priori, y a la vez sintéticas, porque en el
concepto de materia no está su persistencia sino su extensión.

Una vez dicho esto, Kant pasa a analizar en detalle cómo se producen los juicios
sintéticos a priori en la razón humana. Este análisis tiene tres partes, que son las mismas
que componen la Crítica de la razón pura: «estética», «analítica» y «dialéctica
trascendental». La estética estudia la sensibilidad, facultad del conocimiento sensible. La
analítica, el entendimiento, facultad de juzgar. La dialéctica, la razón, facultad de razón.

La estética trascendental

En la sensibilidad, los juicios sintéticos a priori se forman con la unión de las


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sensaciones, a las que llama intuiciones sensibles, con las formas a priori que son el
espacio y el tiempo, dando lugar al fenómeno. El espacio y tiempo que hablamos más
arriba son nombradas formas o estructuras a priori de nuestra sensibilidad. El espacio es
la forma a priori de la sensibilidad externa que posibilita los juicios sintéticos a priori de la
geometría. El tiempo —forma a priori de la sensibilidad interna— posibilita los juicios
sintéticos a priori de la aritmética.

Analítica trascendental

El entendimiento, nuestra capacidad de juicio, recoge los fenómenos organizados,


espacio-temporalmente, por la sensibilidad y la estructura, archivándolos en nuestros
conceptos puros o categorías.

La analítica finaliza negando la posibilidad de conocer realmente objetos, cosas en sí, de


las que no tenemos ningún fenómeno proveniente de la sensibilidad; conceptos de
cualidades como la bondad, el alma o el mismo Dios. A estos conceptos o ideas, de los
que no tenemos ninguna sensación o fenómeno, los llama noúmenos. Estos noúmenos
quedan más allá de nuestra capacidad de conocer científicamente.

Dialéctica trascendental

En esta parte, Kant se preguntará si son posibles los juicios sintéticos a priori en la
metafísica, es decir, si la razón humana puede tener un uso distinto, además del lógico,
en este caso, saber si las sustancias en la mente no sólo pueden pensarse, sino
conocerlas realmente. Kant concluye que en la metafísica no son posibles los juicios
sintéticos a priori; estas ideas son sólo ilusiones trascendentales, deseos, pues les falta
la materia del conocimiento: el alma, el mundo y Dios no tienen un fenómeno en la
experiencia; no pueden observarse ni experimentarse.
Pueden pensarse, ya que no incurren en contradicción,
pero no pueden ser objeto de ciencia necesaria y
universal.

5.4 El imperativo categórico kantiano

Kant escribió dos obras importantes acerca de la vida


moral: Crítica de la razón práctica y Metafísica de las
costumbres. Para Kant la moral no puede ser parte de la
teoría, pues la vida moral no se guía por la razón teórica,
como lo hacen las ciencias naturales o la matemática. La
vida moral tiene que ver con el día a día, con la práctica,
con los hombres que trabajan, producen, hacen arte,
practican una religión, aman, etc.; por eso, la encargada
de estudiar este tipo de comportamientos deberá ser la
razón práctica.

El campo de la actividad humana es enorme, y aquí la


razón práctica es la guía, la luz que ilumina la vida
individual y social. Las ideas de la razón son modelos, reglas que estructuran la
conducta. El ser humano debe tener una conducta racional y no meramente instintiva.
93
Kant parte del hecho del orden moral, de la conciencia moral; es decir, toda persona se
plantea el problema de lo que debe o no debe hacer. La conciencia moral es un hecho;
nuestros actos se califican como buenos o malos, morales o inmorales de acuerdo con el
deber que impone la conciencia. Kant se aparta de las morales hedonistas, utilitaristas, y
en general de las morales relativistas. Busca una norma moral fundamental, universal y
autónoma, que no esté sometida a variaciones ni a ninguna autoridad que no sea la
propia razón. Sólo una norma de la razón trascendental a priori puede garantizar la
universalidad y necesidad moral. La crítica de la razón práctica es el estado del desear y
el querer; es la capacidad de actuar o también, diríamos, de la voluntad por medio del
deber.

Encuentra que lo único bueno sin excepción es una buena voluntad. Así lo expresa Kant:
«No hay nada en el mundo, ni tampoco fuera del mundo, a no ser una buena voluntad.
Por buena voluntad hay que entender no el mero deseo, sino la disposición interior que
conduce a la acción». Kant parte del hecho de que la moralidad radica en el querer, en la
voluntad conforme al deber. ¿Por qué? Porque hacer el bien depende de que yo quiera.
Yo soy libre para decidir. De entre todas las opciones que tengo, yo actúo haciendo uso
de mi libertad y mi voluntad.

Pero la voluntad para actuar moralmente tiene que ser libre y madura. Kant distingue
entre moral autónoma y moral heterónoma. Ambos términos derivan del griego:
autónoma de autos, que significa «propio», y nomos, que significa «ley, regla, norma»;
heterónoma proviene de heteros, que significa «extraño, ajeno», y junto con nomos
significa «seguir una ley o una norma externa». Se refiere a que en la moral heterónoma
las personas actúan partiendo de parámetros que otros señalaron, tal como hacen los
niños, que actúan como les dicen sus padres o maestros. En cambio, los adultos actúan
conforme a su decisión libremente tomada y asumida. Es decir, actúan con libertad y
asumen su responsabilidad, actuando conforme al deber.

Las normas tienen un carácter obligatorio o, para decirlo con otros términos, imperativo.
El imperativo categórico no nos dice cómo hemos de actuar, sino el modo en que hemos
de hacerlo. En la razón encontramos normas hipotéticas, por ejemplo: «si quieres
triunfar, trabaja duramente». Estas normas o imperativos señalan el medio para
conseguir el fin, como una meta, un bien.

Sin embargo, estos imperativos no son leyes morales en un sentido estricto. Sólo son
leyes morales los imperativos categóricos, es decir, aquellos que imponen una norma u
obligación moral de modo absoluto, sin condición alguna. En la fundamentación de la
Metafísica de las costumbres afirma la necesidad de establecer un único imperativo
categórico o ley de la voluntad. Una de las formulaciones del imperativo categórico es:
«Actúa sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal». Otra formulación del imperativo categórico es: «Obra de tal modo que uses la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un
fin y nunca como medio». Puede observarse que el imperativo categórico requiere
realizarse mediante el uso de la libertad, actuando conforme al deber por el deber. La
ética kantiana es pues autónoma y formalista. Autónoma porque la ley moral se funda en
la norma misma. Formal porque no prescribe ninguna acción concreta, sino únicamente
la forma en que se ha de obrar, donde de manera pura se respeta el deber.
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La ética kantiana es pues autónoma y formalista. Autónoma por que la ley moral se
funda en la norma misma. Formal porque no prescribe ninguna acción concreta, sino
únicamente la forma en que se ha de obrar, donde de manera pura se respeta el deber.

Sin dar un mandato concreto, material, Kant señala el camino para saber si cualquier
acción está o no de acuerdo con la ley moral; si elevándola a norma de conducta para
todos los hombres se destruye a sí misma, entonces no está de acuerdo con la ley
moral, si no se destruye, es correcta. Con esta consideración Kant establece una tercera
formulación del imperativo categórico: «Para saber si un mandato es una ley moral,
habría que comprobar si podría estar vigente en un Estado de seres racionales que se
tratarán entre sí como fines y no como medios».

La filosofía moral kantiana alcanza un valor universal al situar a la persona humana


como fin, potenciando su libertad, requisito imprescindible de la conducta moral, y en la
buena voluntad, que han de poner las bases de un Estado racional y justo que permita el
progreso de la humanidad.

5.5 El argumento ontológico de san Anselmo

San Anselmo, es también conocido como Anselmo de Aosta o de Canterbury. En el


primer caso, por el lugar donde nació en 1033. Aosta se ubica en el norte de Italia, en la
frontera con Francia, en la región de los Alpes. En el segundo
caso, porque fue arzobispo de Canterbury desde 1093. Se le
considera fundador de la teología escolástica. Es considerado
uno de los doctores de la Iglesia. Murió en Canterbury en 1109.

Fue un monje benedictino. Llegó a ser abad de Santa María de


Bec, en Normandía. Fue uno de los obispos más cultos de su
tiempo. Su biografía la conocemos gracias a un discípulo suyo
llamado Eadmero. Aunque es una gran ventaja contar con una
biografía de primera mano, el problema de ésta es que se
encuentra cargada de exageraciones.

Son famosos tres de sus libros: Monologión, Proslogión y Cur


deus homo. El segundo es el más importante.

Iniciemos comentando un tema que es fundamental para la


comprensión de la filosofía de San Anselmo. En su época hubo
una fuerte discusión acerca de la naturaleza de los conceptos, llamada la cuestión de los
universales; este problema se refiere al modo en que pensamos y adquirimos el
conocimiento. La disputa se dividió en tres grupos:

a) El realismo exagerado. Esta postura, también llamada platonismo, afirma que los
conceptos universales hacen referencia a una realidad fuera de la mente. Así
existen dos clases de realidades, por un lado, los objetos concretos, y por otro, los
conceptos abstractos. Por ejemplo, a la palabra «animal» le corresponde una
entidad exterior a la mente bajo la que es posible clasificar todos aquellos seres
que denominamos como animales. De esta manera se garantiza la objetividad de
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nuestros pensamientos y de las clasificaciones de la realidad, porque de hecho se
corresponden con ella misma.
b) El nominalismo. Esta corriente defiende que sólo existen individuos concretos y
las nociones generales únicamente aparecen cuando tenemos la experiencia de
una multitud de individuos que comparten algunas características, por lo que los
acabamos denominando de la misma manera. Los términos universales no hacen
referencia a ninguna realidad exterior, sino que son una construcción de nuestra
mente.
c) El conceptualismo. Comparte con el nominalismo su rechazo por el realismo
exagerado, pero al mismo tiempo no acepta que todos los términos aparezcan
debido a la experiencia. Hay conceptos que carecen de representación, como lo
infinito.

San Anselmo se inclinó hacia la solución realista. Según él, la especulación filosófica es
una consecuencia exigida por la fe. Sostenía la necesidad de la inteligencia para
contribuir con la fe. Desde luego que como creyente y como presbítero, antepone la fe a
la inteligencia, pero reconoce el valor de la razón como contribución a la fe.

Es ampliamente conocido por su prueba de la existencia de Dios, conocida desde Kant


como prueba ontológica. Esta prueba parte del mismo concepto de Dios, en
concordancia con su concepción realista, a diferencia de las pruebas de santo Tomás,
que parten de las evidencias de la grandeza de Dios.

La prueba fue propuesta de manera imperfecta en el Monologión. El libro recibió una


respuesta de un monje llamado Gaunilo, en el que cuestionaba y se mofaba de la
propuesta de san Anselmo. Como respuesta, san Anselmo reescribió la Prueba
ontológica de la existencia de Dios en el Proslogión.

La prueba sostiene que Dios es aquello mayor que lo cual nada puede pensarse. Por
tanto, Dios debe de existir, pues si no existiera no podría ser aquello que lo cual nada
puede ser pensado.

La formulación de san Anselmo dice de la siguiente manera: «Así, pues, ¡oh Señor!, Tú
que das inteligencia a la fe, concédeme, cuanto conozcas que me sea conveniente,
entender que existes, como lo creemos, y que eres lo que creemos. Ciertamente,
creemos que Tú eres aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado».

San Anselmo está consciente de que mucha gente va a objetar esa definición de Dios.
Es más, la respuesta de Gaunilo es: «Entonces si yo me imagino una isla maravillosa,
entonces la isla existe». A esta objeción responde San Anselmo con gran puntualidad
que no está queriendo decir que cualquier cosa, por más maravillosa que ésta sea,
existe sólo porque lo pensemos. Aclara que esto sólo se aplica en el caso de Dios y
aclara por qué: «Aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir
sólo en el entendimiento. Pues si sólo existe en el entendimiento, puede pensarse algo
que exista también en la realidad, lo cual es mayor».

La clave del argumento ontológico es de tipo lógico: «Si Dios es aquello mayor que lo
cual nada puede ser pensado, entonces debe existir, porque si no existiera ya no sería lo
mayor que nada puede ser pensado». San Anselmo deja en claro que es más algo que
96
existe y que puede ser pensado, que algo que sólo puede ser pensado. Pero esto a Kant
le parecía un salto del pensamiento a la realidad y no podía aceptarlo.

La prueba ontológica ha dividido a los filósofos. Estuvieron de acuerdo con ella


Descartes y Hegel, mientras que Kant la rechazó. A partir del mismo Kant es que se
llama argumento ontológico. Su influjo se extiende hasta la reciente teología de Karl
Barth. Cuenta Bertrand Russell, quien siempre se dijo agnóstico, que una vez salió a
comprar tabaco y mientras iba en la calle pensando en el argumento ontológico
súbitamente se detuvo y exclamó: ¡Dios mío! ¡El argumento ontológico es válido! Y sí,
como argumento es válido. Tal vez muchos filósofos no se han percatado de que se
habla de la validez de un argumento.

5.6 El sistema de lo absoluto de Hegel

El pensamiento de Hegel dominó el panorama filosófico del


siglo XVIII y tuvo una notable influencia en importantes
filósofos, como Kierkegaard y Schopenhauer, quienes a pesar
de mostrarse adversos a Hegel, no podían negar que He-gel
era un referente para la filosofía de aquel tiempo. De hecho, se
le consideraba como el filósofo oficial de la Alemania de esa
época. George Wilhelm Frederich Hegel nació en Stuttgart en
1770, en el seno de una familia protestante. Su padre era
empleado de hacienda de su ciudad. A los 18 años ingresó al
Instituto Tecnológico de Tubinga a estudiar Teología, donde
conoció a personalidades como el poeta H6lderlin y Schelling.
Murió en 1831 a causa de una epidemia de cólera. Sus
principales obras son: Lógica, Enciclopedia de las ciencias
filosóficas, Filosofía del derecho, Filosofía de la historia y
Fenomenología del Espíritu, pero es esta última la que se
considera su obra cumbre.

Tiene fama de ser uno de los filósofos más difíciles de leer. En algunas partes esto se
debe a que sus ideas estaban colmadas de una gran riqueza, pero en otras partes hay
falta de claridad.

Si bien con Kant se inicia lo que se conoce como idealismo alemán, con Hegel esta co-
rriente alcanza su punto culminante. A la filosofía de Hegel se le denomina idealismo
absoluto. La filosofía de Hegel se estructuró en estrecha relación con la situación social y
dentro de ella hay un importante lugar para lo que él consideraba la nueva formación del
Estado. Su filosofía sostenía que la razón se manifestaba a través de historia de la
humanidad y que la forma más alta de expresión social es la conformación del Estado.

Método dialéctico

Uno de los aspectos fundamentales del pensamiento de Hegel es el método con que
construye su sistema. Para explicar este método debemos antes establecer algunas
ideas. Primero, que Hegel había leído con mucha atención la filosofía de Heráclito y que
de él obtuvo la idea de que el mundo no es estático, sino que se encuentra en
permanente cambio. De varios filósofos presocráticos aprendió la idea de la oposición de
97
los contrarios. Segundo, que retomo el término «dialéctica», usado por Platón. Para este
último, la dialéctica era el modo de conocer el mundo. Es decir que si a una idea se le
confronta con su opuesto, se vuelve evidente en qué consiste cada una de las partes.
Por ejemplo, para definir el bien, es necesario confrontarlo con el mal, o si el blanco es la
suma de todos los colores, el negro tendrá que ser la ausencia de color.

Para Hegel la «dialéctica» es un método para pensar la realidad. «Toda su filosofía está
dedicada a encontrar un método que explique el movimiento; toda ella es una filosofía en
movimiento que requiere responder al hecho móvil de la realidad tanto física como
espiritual» El método puede expresarse con palabras muy sencillas diciendo que
partimos de una tesis (una posible ex a la que oponemos una antítesis (la explicación
contraria a la primera), y como resultado de esta oposición (contradicción) surge una
síntesis (resumen o compendio) que supera las anteriores. Para Hegel este proceso no
sucedía únicamente con las ideas, sino que era la explicación de todo el movimiento y
desarrollo de la historia universal. Es decir, que todo movimiento social se enfrentaba
contra otro de fuerza contraria y del choque entre estos hechos nacía un nuevo estado
de cosas o una nueva situación social.

El término «dialéctica» es utilizado por Hegel para expresar la situación cambiante de la


realidad, y por tanto, del mundo. En la dialéctica de Hegel queda patente, pues, una
voluntad de actuación sobre una realidad escindida (dividida), contradictoria y alienada
que lucha por superar esa situación. Para Hegel, la realidad en su conjunto posee un
afán de superación movido por la necesidad de una realización total.

Sus propósitos filosóficos

Hegel se propuso hacer de la filosofía una ciencia rigurosa, un sistema que no se


quedara en una mera reflexión o crítica como en Kant, o como un mero «amor a la
sabiduría», sino en una filosofía que fuera efectiva. Su primera tarea era estudiar los
fenómenos del espíritu. Posteriormente, pretendía llegar al estudio de lo absoluto.

Para Hegel todo marcha hacia un fin. Recobra la noción aristotélica de teleología (telos--
fin, logos-tratado). Sostiene que la mente o espíritu es la meta o verdad de todas
nuestras nociones y del mundo.

El espíritu

Consideraba a la realidad como producto de la evolución del espíritu absoluto, que se va


manifestando en las diferentes formas progresivas de la realidad. Pero antes de llegar al
estudio del espíritu absoluto deberá primero analizar los pasos o estadios que sigue el
espíritu en su progresión. A ese estudio lo llamará la Fenomenología del espíritu (que es
el nombre de su principal libro). Pero la fenomenología es una condición para filosofar,
todavía no el filosofar propiamente dicho.

Intuición Espíritu Espíritu Espíritu


sensible subjetivo objetivo absoluto

98
La visión racional de la historia. Las categorías

Para Hegel la razón rige el mundo y, por tanto, la historia ha transcurrido racionalmente.
La razón es, pues, la sustancia de la historia. Si la historia ha transcurrido racionalmente,
esto significa que ha transcurrido de acuerdo con ciertas categorías o leyes, y es
necesario que las comprendamos para poder explicarla.
Dichas categorías son las siguientes:

a) Variación. A lo largo de la historia


vemos cómo una gran cantidad de pueblos
han surgido, cada uno con características
distintas. «Cuando uno desaparece —dice
He-gel— viene otro al momento a ocupar su
puesto».

b) Negatividad. El espíritu en su avance


histórico se destruye y se construye
constantemente. Esto significa que las etapas
históricas tienen un desarrollo interno
dialéctico que las hace desaparecer para transformarlas en otras más ricas y
potentes: es la dialéctica aplicada a la historia. Cada estadio histórico se muestra
como un individuo y, como tal, nace, florece, madura, decae y muere. En la
muerte de un estadio reside el motor de cambio del proceso histórico, pues lleva
en sí el germen de un nuevo estadio. En este sentido hay que entender la frase
«De la muerte surge la vida». Esta idea la explicaban antiguamente a través del
símbolo del Ave Fénix: de sus cenizas surge una vida rejuvenecida y fresca.

c) Razón. La historia se desenvuelve en el terreno del espíritu. El espíritu es una


conciencia no sólo del sujeto, sino también del objeto. Hegel llamaba a esto
«conciencia de sí». Y esta conciencia de sí es la libertad, es decir, la
autoconciencia.

d) Libertad. Es el principio fundamental que hace posible la historia. Sólo teniendo


conciencia de la libertad se puede ser libre. Pero no basta con tener conciencia de
la libertad, sino que es necesario hacerla realidad, objetivarla. Esta libertad se
objetiva a través del Estado.

La historia como explicitación del espíritu en el tiempo

Para Hegel la historia es el desenvolvimiento del espíritu en la historia. Veamos este


concepto con calma.

El término «espíritu» tiene muchos sentidos. Desde luego que en nuestra cultura
principalmente están el sentido griego y el cristiano. Platón consideraba al alma como la
dimensión más importante del ser humano. Se refiere a ella como establecida o
encarcelada en un cuerpo. Pero esta alma estaría dividida a su vez en tres almas. Para
explicar esto, Platón expone en uno de sus diálogos, Fedro, el mito de los caballos
alados y lo compara con el alma humana: el auriga (conductor del carruaje) es el alma
racional, el caballo blanco representa la parte pasional y el negro es el caballo siempre
99
rebelde, que representa la parte de los apetitos. La tarea del auriga es mantener el
caballo negro al mismo galope que el blanco. En otro de los diálogos, el Fedón, el alma
es vista como una sustancia que busca desligarse de los límites y conflictos que surgen
desde su unión con el cuerpo, y que podrá vivir de modo pleno tras el momento de la
muerte. Este diálogo sostiene la inmortalidad del alma.

Para la religión cristiana, el hombre consta de dos partes, que son: cuerpo (lo físico) y
alma (lo relacionado con lo espiritual). De acuerdo con la tradición cristiana, el alma es
uno de los aspectos del ser humano que lo distingue como individuo y le permite realizar
actividades que están más allá de lo material. Gracias al alma el hombre es capaz de
expresar y controlar instintos, sentimientos, emociones, pensamientos y tomar
decisiones, así como de tomar conciencia.

Para Hegel el espíritu no es lo opuesto a la materia ni es algo débil. Es lo más fuerte,


profundo y real que existe. Es el espíritu del mundo o espíritu universal. Es la
reconciliación del hombre con la realidad, la reconciliación del sujeto pensante con el
objeto pensado.

El espíritu hegeliano no es estático. Por el contrario, va evolucionando dialécticamente y


atraviesa tres etapas:

1. Espíritu subjetivo (descubrimiento de sí). Concluye con la conciencia de la


libertad. Para ejercer a plenitud la libertad se requiere contar con las condiciones
objetivas que son el derecho, la moralidad y la eticidad.

2. Espíritu objetivo (realización práctica: aquí hay que colocar a la historia). El


Estado es la perfecta expresión de la racionalidad y de la libertad, y, por tanto,
representa la forma más alta del espíritu objetivo. Para Hegel representa la única
realidad capaz de lograr y realizar plenamente la libertad. En el Estado se inserta
plenamente lo individual y lo universal. Debido a estas ideas a Hegel lo han
acusado de totalitarista. Hegel respondía que pensar que el Estado no hace más
que coartar la libertad de los individuos es pensar de forma negativa e idealista,
ya que el Estado es la única garantía de la libertad y de que los individuos vivan
libremente. Lo demás sería pensar que el capricho individual puede ser elevado al
rango de libertad

3. Espíritu absoluto (encuentro definitivo del hombre


con la realidad, del sujeto con el objeto).

Como puede verse, el espíritu poco a poco se va


desarrollando, se va expresando en medio de un proceso
siempre progresivo, del cual no hay regreso.

De esta manera, la historia puede conceptualizarse como:

 El paso de todo la parcial hacia la totalidad.

 El tiempo que dura el enriquecimiento progresivo de


los seres, de la verdad, de la libertad.
100
 El encuentro y reconciliación del sujeto con el objeto, del hombre con la realidad.

La historia es la cumbre en el espíritu absoluto: es la total superación de todo proceso, la


máxima unidad de contrarios, la culminación y la plenitud de todo ser, la expresión
máxima de la libertad, de la verdad, del pensamiento...

5.7 La filosofía hegeliana como el «lugar» en que la historia humana es pensada

Para Hegel, era de vital importancia reflexionar sobre la historia de la humanidad, así
que se dio a la tarea de examinarla bajo la luz de su doctrina dialéctica. La reflexión
sobre la historia supone una interpretación: la imparcialidad es imposible. Hay que
interpretar la historia desde la racionalidad; hay que atender a los hechos para discernir
el proceso racional que se da en la historia.

La filosofía de la historia es la consideración reflexiva de la historia en cuanto que es el


espíritu el que dirige esa historia. Hay que contemplar los hechos, pero interpretándolos
a la luz del espíritu tal como se desenvuelve en el tiempo.

La razón dialéctica es la que rige el mundo y, por tanto, la historia universal ha


transcurrido racionalmente. La comprensión filosófica de la historia se convierte para
Hegel en una justificación del protagonismo de Dios en la historia, en lo cual todo lo
negativo aparece como algo subordinado al todo, al plan total del espíritu.

Hegel tiene una visión teológica de la historia que implica que todos los acontecimientos
crueles, injustos y bárbaros que se han producido en la historia no tuvieron más remedio
que ocurrir, es decir, que fueron instrumentos o los medios a través de los cuales el
espíritu se realizó para perseguir la perfección.

Hegel no se fija en lo penoso del camino histórico, sino en la meta, en el fin con que se
han llevado a cabo esos sucesos desagradables. Para Hegel, esa meta es el espíritu, y
el fin que persigue éste es la conquista de la libertad.

Ha sido necesario un largo proceso de desarrollo de los pueblos antes del


reconocimiento explícito de la libertad. El espíritu para realizarse, según Hegel, hace uso
de los pequeños intereses, necesidades y pasiones humanas que aparecen
constantemente en la historia, mostrándose así la «astucia de la razón». Hegel afirma
incluso que sin pasión nada grande se ha realizado en el mundo. Sus instrumentos pues,
son los grandes personajes históricos, los hombres cuyo fin individual incluye el fin
universal del espíritu. Tales hombres (Alejandro Magno, Julio César, Napoleón) no
tenían necesariamente conciencia de que sus fines particulares eran sólo momentos del
fin universal.

Para Hegel, la institución que asegura la consecución del fin al que se dirige la historia
es el Estado. Este es algo así como el material con el que se construye la historia y llega
al fin último del espíritu. El Estado es la realización de la libertad, la unión de la voluntad
universal del espíritu y de la voluntad subjetiva del individuo. Sólo en la obediencia al
Estado es el hombre verdaderamente libre. Por eso los grandes individuos históricos han
101
sido los creadores de los grandes estados.

BLOQUE 6

LA CONDICIÓN HUMANA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA FILOSOFÍA


POSMODERNA

UNIDAD DE COMPETENCIA

Analiza las consecuencias de la pérdida del fundamento en el marco del pensamiento


posmoderno; ubica las distintas manifestaciones de este pensamiento en el ámbito
humano; contrasta las concepciones de los filósofos posmodernos con la realidad actual.

6.1 Friedrich Nietzsche como precursor del pensamiento posmoderno

Nacido en el año 1844, en Rocen, Alemania. Su padre era un pastor protestante, quien
murió prematuramente, hecho que fue muy doloroso para el joven Friedrich. La familia
tuvo que trasladarse a Naumburg, donde creció en medio de cinco mujeres. Realizó
estudios de filología en Leipzig, ciudad ubicada en el oriente de su país natal y también
en la Universidad de Bonn. En Berlín estudió con el profesor Ritschl, quien se asombró
de su gran capacidad por la literatura, por lo que lo recomendó en la universidad para
dar clases de lenguas antiguas. También fue maestro de filología en la Universidad de
Basilea. En 1879 tuvo que abandonar su cátedra por los males
que le aquejaban.

Era una persona muy culta que tenía un amplio dominio de los
clásicos griegos y latinos. Gustaba enormemente de la literatura
y la música. Esta última la compartía con su amigo, el afamado
músico Richard Wagner. Incluso existen obras musicales
escritas por Nietzsche, aunque no son muy buenas.

Era un sujeto de carácter colérico en extremo. Con mucha


facilidad se enojaba. No obstante, era de una personalidad
envolvente y una conversación atractiva. Se apasionaba con la
misma facilidad que se desilusionaba. Su mal temperamento y
su intolerancia le llevaron a rupturas con sus grandes amigos, lo
que fue dejándolo solo.

Su interés por la literatura se vio opacado por su inclinación a la


reflexión y al pensamiento de matices filosóficos. Sin embargo,
nunca dejó por completo de lado su faceta como literato, pues una de las cualidades que
distinguen sus escritos es el uso de recursos literarios como la parábola, el aforismo o la
fábula para ejemplificar su pensamiento filosófico. Es decir, que si bien la filosofía
requiere mayor formalidad para ser escrita, en su caso el conocimiento de la literatura lo
ayudó a ser accesible para los lectores, cosa que indudablemente ha favorecido la gran
difusión de su obra. Cuando Nietzsche leyó la obra de Schopenhauer El mundo como
voluntad y como representación experimentó una gran conmoción; de allí derivó mucho
de su posterior inclinación hacia la filosofía. La vida del filósofo fue volviéndose cada vez
más lejana y amarga a medida que avanzaba en edad y se intensificaban los síntomas
102
de su enfermedad mental, producida según se dice por una antigua sífilis. Debemos
pensar que en aquella época una enfermedad de esta naturaleza podía tener muchas
complicaciones. Si de por sí era un sujeto de mal carácter, la falta de habilidad para
tratar su enfermedad terminó por hacerle sentir que no era comprendido. Así lo enuncia
en uno de sus libros más conocidos Ecce hommo. Cómo se llega a ser lo que se es:

«Mi sangre circula lentamente. Nadie ha podido comprobar nunca fiebre en mí. Un
médico que me trató largo tiempo como enfermo de los
nervios acabó por decirme: « ¡No! A los nervios de usted no
les pasa nada, yo soy el único que está enfermo».

En general, Nietzsche tuvo mala suerte con el sexo


femenino. De por sí tenía en baja estima a las mujeres. En
el citado libro Ecce hommo, las caracteriza como
vengativas, lo cual estaba condicionado por su debilidad y
por su excitable sensibilidad para la indigencia ajena. En
otra parte sostuvo que cuando se vaya a tratar con una
mujer no debe olvidarse el látigo. Sin embargo, en
matrimonio a la poetisa Lou Andreas Salomé, quien lo
rechazó. Tras este rechazo amoroso se recluyó
definitivamente en su trabajo.

Los últimos once años de su vida los pasó recluido, primero


en un centro de Basilea y más tarde en uno de Naumburg.
A partir de 1879 comenzaron sus ataques de nerviosismo que lo llevarían hasta la locura
y posteriormente a la muerte en 1900. Tras su fallecimiento, su hermana, una mujer
difícil, posesiva y manipuladora, vio la oportunidad de obtener poder y dinero con los
escritos de su hermano, por lo que los manipuló, aproximándolos al ideario del
movimiento nazi. Miembros de este grupo hicieron pasar los escritos cambiados del
filósofo como afines a su ideología, con la finalidad de ganar adeptos; sin embargo,
basta leer la obra de Nietzsche para saber que eso es una gran falsedad.

Obras

Se pueden dividir los libros de Nietzsche en «Obras del primer período», donde realiza
una crítica feroz a la sociedad en la que vive, y «Obras del período de madurez», donde
adquieren un tono más metafísico, al tiempo que se vuelven más aforísticas.

En 1872 publicó su primera obra El origen de la tragedia, en la que muestra su romanti-


cismo en medio de la preocupación del autor por destacar los valores de los clásicos
griegos. Otras de sus obras importantes son: Humano demasiado humano, escrita en
1878; Así habló Zaratustra, poema escrito en 1884, en el que el personaje central
anuncia la muerte de Dios e insiste en culpar a los cristianos con su frialdad y desinterés
por la vida. En 1882 escribió La gaya ciencia, en la que afirma la importancia de la
filosofía en la conducción y salvación de la humanidad. Aquí afirma que el filósofo tiene
la función y misión de señalar el camino de salvación. En 1885, sumido ya en su
enfermedad mental, escribió su obra Más allá del bien y del mal. Finalmente, y sin fechas
precisas, pero a partir de 1887, escribió Genealogía de la moral, El anticristo, Ecce
hommo y La voluntad de poder.
103
Pensamiento

Nietzsche, como muchos filósofos de la época, reacciona contra la filosofía de Hegel.


Por ejemplo, Marx lo rechaza porque su filosofía se ocupa de cuestiones abstractas
como el espíritu, pero no se ocupa de las cuestiones concretas, materiales de la vida.
Para Niezsche la obra de Hegel es sólo metafísica. En el caso de Nietzsche el término
metafísica equivale a pensamiento poco sólido.

La filosofía de Nietzsche es una permanente crítica. Su primera crítica se dirige a la


cultura europea basada en valores que para él eran decadentes. Estos valores se
oponen a la vida y a los instintos. Los valores superiores son los que prevalecían en la
antigua Grecia, donde existía un balance entre lo racional y lo corporal. Pero con la
llegada del cristianismo esta relación se rompió. Se privilegiaron valores como la piedad,
la compasión y la santidad. Son valores que reprimen los sentidos y los instintos. Estos
valores dan lugar a tres síntomas de decadencia:

a) Moral decadente. Existen —nos dice Nietzsche— dos tipos de moral: la moral de
los señores, la cual Impulsa los valores de la tuerza, como el racionalidad y
sensualidad, poder, el placer, o la grandeza; mientras que en la moral de los
esclavos prevalecen los valores de la debilidad, como el dolor, la humildad o la
compasión. Nietzsche afirma que en la sociedad actual prevalen los valores de los
esclavos. Por lo mismo, estos valores se oponen a los instintos de la vida. La
base de esta moral está en el «más allá». No es más que una promesa de vida.
b) Religión decadente. Nietzsche parte de la idea de que ninguna religión ha
contenido jamás ninguna verdad, porque todas parten del miedo y de la
necesidad. Critica en concreto a la religión cristiana, porque ha invertido los
valores de la antigua Grecia y Roma, inventándose un mundo ideal que
desvaloriza el mundo terreno. Esta moral considera al cuerpo como algo malo,
que persigue todo lo que tiene que ver con los instintos, a los cuales ve como
sospechosos o negativos. En resumen, el Dios cristiano es un obstáculo para la
vida.
c) Filosofía decadente. Por último, critica a los filósofos tradicionales por no haber
construido el mundo sobre valores superiores, sino haber tenido que inventar otro
mundo en clara referencia al mundo ideal de Platón y de esa manera desprestigiar
el mundo terrenal.

Como esta sociedad ha producido hombres miedosos al pecado, al cuerpo y a los


instintos, es necesario crear otro tipo de hombre, un hombre sin temores, superior, al que
llama el superhombre.

Declara la muerte de Dios. Con eso quiere dar a entender que entonces tenemos que
preocuparnos por el hombre concreto, de carne y hueso, por aquel que quiere valerse de
sus instintos y de su fuerza. El hombre, según Nietzsche, debería estar caracterizado por
lo siguiente:

1. Tener ansia de vivir. Debe preocuparse por la vida, sin traba alguna.

104
2. Nueva moral. Ha superado la moral tradicional cristiana.

3. Valores superiores. Está por encima de los valores tradicionales.

4. Gusto por la vida. Le importa lo terrenal e instintual.

5. Ansia de poder. Tiene el ansia de dominar; quiere ser señor y no esclavo.

6.2 Los temas filosóficos de Nietzsche

Su amplio dominio del lenguaje le permitió escribir obras que el público podía leer, pero
el lenguaje demandante, soberbio y despreciativo que usaba le alejaba muchos lectores.
Así, por ejemplo, escribió en Ecce hommo:

«Como preveo que dentro de poco tendré que dirigirme a la «la desvalorización de los
valores humanidad presentándole la más grave exigencia que jamás se supremos», le
ha hecho, me parece indispensable decir quién soy yo. En el fondo sería lícito saberlo
ya: pues no he dejado de «dar testimonio» de mí. Mas la desproporción entre la
grandeza de mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos se ha puesto de manifiesto
en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me han visto siquiera».

Nietzsche creía que la mayoría de las personas son mediocres y que sólo un pequeño y
selecto grupo de personas era merecedor de su estimación y consideración.

La soberbia es característica de su personalidad. En Ecce hommo encontramos tres


capítulos del libro bastante llamativos; un capítulo se titula « ¿Por qué soy tan sabio?»;
otro, « ¿Por qué soy tan inteligente? uno más, « ¿Por qué escribo tan buenos libros?».

«Quien sabe respirar el aire de mis escritos sabe que es un aire de alturas, un aire
fuerte. Es preciso estar hecho para ese aire, de lo contrario se corre el no pequeño
peligro de resfriarse en él».

Su agresividad queda manifiesta en su obra. Afirma ser belicoso, fuerte y astuto por
naturaleza, así como obedecer a sus instintos, no a la moral, a la cual no respeta.

«Otra cosa es la guerra. Por naturaleza soy belicoso. Atacar forma parte de mis instintos.
Poder ser enemigo presupone tal vez una naturaleza fuerte; en cualquier caso es lo que
ocurre en toda naturaleza fuerte. Esta necesita resistencias y, por lo tanto, busca la
resistencia: el pathos agresivo forma parte de la fuerza con igual necesidad con que el
sentimiento de venganza y de rencor forma parte de la debilidad.

La fortaleza del agresor encuentra una especie de medida en los adversarios que él
necesita; todo crecimiento se delata en la búsqueda de un adversario —o de un
problema más potente— pues un filósofo que sea belicoso reta a duelo también a los
problemas. La tarea no consiste en dominar resistencias en general, sino en dominar
aquellas frente a las cuales hay que recurrir a toda la fuerza propia, a toda la agilidad y
maestría propias en el manejo de las armas, en dominar a adversarios iguales a no-
sotros. Igualdad con el enemigo, primer supuesto de un duelo honesto».

105
Sin embargo, de manera cínica declara que aunque tenga molestia con alguien trata de
eludir los choques y las discusiones.

«Cuando lo que se siente es desprecio, no se puede hacer la guerra; cuando lo que se


hace es mandar, contemplar algo por debajo de sí, no hay que hacerla. Mi práctica bélica
puede resumirse en cuatro principios. Primero: yo sólo ataco causas que triunfan; en
ocasiones espero hasta que lo consiguen. Segundo: yo sólo ataco causas cuando no voy
a encontrar aliados, cuando estoy solo, cuando me comprometo exclusivamente a mí
mismo. No he dado nunca un paso en público que no me comprometiese; éste es mi
criterio del obrar justo. Tercero: yo no ataco jamás a personas, me sirvo de la persona
tan sólo como de una poderosa lente de aumento con la cual puede hacerse visible una
situación de peligro general, pero que se escapa, que resulta poco aprehensible. Así es
como ataqué a David Strauss, o, más exactamente, el éxito, en la «cultura» alemana, de
un libro de debilidad senil. A esta cultura la sorprendí en flagrante delito. Así es como
ataqué a Wagner, o, más exactamente, la falsedad, la bastardía de instintos de nuestra
«cultura», que confunde a los refinados con los ricos, a los epígonos con los grandes.
Cuarto: yo sólo ataco causas cuando está excluida cualquier disputa personal, cuando
está ausente todo trasfondo de experiencias penosas. Al contrario, en mí atacar
representa una prueba de benevolencia y, en ocasiones, de gratitud»

El nihilismo

El nihilismo es un pensamiento esencial de Nietzsche, que junto con La voluntad de


poder, El eterno retorno y el Superhombre, constituyen una unidad y sintetizan la
posición filosófica de Nietzsche.

Para Nietzsche, al hombre actual se le presenta una vida sin sentido. Según él, e1
nihilismo se define en función de la voluntad de poder, la cual constituye la esencia de la
vida. Cuando esta voluntad disminuye o se agota, aparece el nihilismo. De acuerdo con
el diagnóstico que realiza Nietzsche, este tipo de nihilismo está a punto de presentarse
de manera generalizada, porque todos los valores creados por la cultura occidental
alores ilusorios se derrumben, llegará necesariamente el nihilismo.

Nietzsche entiende por nihilismo que los valores supremos se desvalorizan. Según esto,
el nihilismo es el proceso de la desvalorización de los valores supremos. El nihilismo así
entendido es el momento de la crisis, de la caducidad y caída de esos valores; es la
lógica de los valores e ideales supremos, como también de su historia.

Asegura que el nihilismo estará presente en los dos próximos siglos. Lo dice así:
«describo lo que viene, lo que ya no puede venir de otro modo: el advenimiento del
nihilismo». Nos habla del nihilismo como un acontecimiento futuro; sin embargo, es claro
que nada surge porque sí; necesariamente tenemos que hablar del presente y del
pasado.

Nietzsche considera el advenimiento del nihilismo como una necesidad y como un


destino. El nihilismo está a las puertas de nuestras casas, y «no sirve de nada indicarle
la puerta, puesto que ya por todas partes y desde largo tiempo recorre, en forma
invisible, la casa».

106
Para detener este nihilismo asegura que está realizando un contra movimiento,
concebido como «transvaloración de todos los valores», lo cual significa voltear la
jerarquía de los valores; lo que es más estimado por el común de la sociedad debemos
ubicarlo abajo, y lo que es combatido por la sociedad pusilánime debemos rescatarlo.
Los valores no caerán por sí solos, sino que son destruidos directamente por la 'voluntad
de poder, que los niega. Y por el otro, es condición necesaria para que la voluntad de
poder cree nuevos valores.

De acuerdo con Nietzsche cada ser alimenta su vida con la muerte de otros seres: la na-
turaleza es lucha por la existencia, de tal modo que vence el más fuerte. En esta lucha
no hay ley moral a la cual se deba obedecer. «Todo está permitido porque Dios ha
muerto». La moral sólo es propia de los esclavos, de los pusilánimes, del hombre del
rebaño que limita la libre expansión de los instintos y de la vida en aras de la religión, la
moral y Dios.

El eterno retorno

El eterno retorno es una concepción filosófica que postula una repetición del mundo, en
donde este se extinguía para volver a crearse. El mundo se desarrolla a través de ciclos
que se repiten.

En el «eterno retorno», como en una visión lineal del tiempo, los acontecimientos siguen
reglas de causalidad. Hay un principio del tiempo y un fin, que vuelve a generar a su vez
un principio. Sin embargo, a diferencia de la visión cíclica del tiempo, se refiere a que los
mismos acontecimientos vuelven a repetirse en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin
ninguna posibilidad de variación.

En su obra La gaya ciencia Nietzsche plantea que no sólo son los acontecimientos los
que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en
una repetición infinita e incansable.

Esta idea fue retomada después por Nietzsche en su libro Así habló Zaratustra. El eterno
retorno para este filósofo representa una visión cíclica de los acontecimientos históricos
de la humanidad. Según esta idea estamos destinados a repetir los mismos errores
como sociedad, es decir, no existe un avance en la sociedad.

El valor del concepto de eterno retorno ha sido tan discutido como poco entendido.
Nietzsche, en su teoría del eterno retorno, nos enseña que el hombre logrará
transformarse en el «superhombre» cuando logre vivir sin miedo.

El superhombre

Para romper el círculo se requiere del «superhombre», quien con su voluntad de


dominio, su vida instintiva y sus pasiones es capaz de situarse más allá de los hombres
comunes y descubrir su fuerza e identidad más allá de los abismos de la irracionalidad.
Cuando un gran hombre decide dejar de ser esclavo de la «apariencia irracional», es
decir, cuando ya no le importa lo que piensen los demás, se convierte en amo del
universo y dueño de sí mismo; el superhombre se deifica a sí mismo y decreta la muerte
de Dios.
107
Para Nietzsche la historia es un conflicto eterno entre la voluntad de dominio del fuerte
contra la tenaz resistencia de la moral común de los débiles. Pero la historia no la hacen
los débiles, sino los fuertes, los que son capaces de ser héroes.

Los superhombres son capaces de despojarse de las trabas de la moral y de trastornar


el orden existente, de colocarse «más allá del bien y del mal». El superhombre es
vencedor de Dios y de la muerte.

La transmutación de los valores

Según Nietzsche los griegos eran amantes de la vida, mientras que los cristianos
practicaban los valores de la decadencia.

En sus obras Nietzsche se manifiesta como crítico de las costumbres y valores de su


época y anuncia una nueva forma de concebir la vida, dinámica, activa, creadora,
revolucionaria, en oposición a la actitud comodina y resignada de la cultura cristiana,
apoyada en la moral de renuncia a la vida por una promesa insegura que se cree
alcanzar a través de la actitud ascética.

La transmutación o la inversión de los valores se presenta como una crítica a la moral


cristiana, que impone los valores de las clases sometidas a los valores de los
privilegiados y aristócratas que muestra la moral triunfal, real, vivencial; la moral cristiana
se funda en un sentimiento de venganza, un odio oculto que se justifica en el triunfo
imaginario; esta es la moral de los esclavos, de los sometidos, que se fundamenta en la
actitud de desinterés, abnegación y el sacrificio. El hombre bueno vive en un autoengaño
ya que cierra los ojos a la realidad y no quiere verla tal como es, como se presenta; el
hombre prefiere conservar la esperanza de una mejor forma de vida idealizada, que se
hará realidad después de esta vida. El cristianismo conduce a un pesimismo nihilista que
concluye con la muerte.

Nietzsche contrapone a las negaciones ascéticas del cristianismo todas las afirmaciones
de la vida terrenal, corpórea e irracional a la que hay que enfrentar con la frente en alto y
no con resignación como seres decrépitos y vencidos. El hombre debe enfrentar su
existencia terrenal ya que para esto ha nacido, para vivir en el lugar que le ha tocado;
para este pensador vivir de acuerdo a la moral dionisiaca es mejor que estar viviendo
con una ilusión, ya que se obtiene aquello que se ha buscado con el esfuerzo humano y
con la voluntad de vivir; es bueno todo lo que favorezca la vida feliz y cómoda. En esto
consiste la transmutación de los valores del cristianismo a los dionisiacos liberales,
irracionales sin más normas ni preceptos que el bienestar humano.

Muchas de sus obras plantean una renovación de valores revitalizadora, activa y


centrada en la voluntad del hombre. Su filosofía se opone a los valores enseñados por el
cristianismo, como la abnegación o la piedad, y enaltece los valores de la antigua cultura
griega, como el disfrute del placer y la acción. Nietzsche era un crítico de los valores de
su época, a la que caracterizaba como decadente.

Para comprender la filosofía de Nietzsche, así como la de cualquier otro filósofo,


debemos comprender también la sociedad en que vivió. Si Nietzsche se oponía tan
108
firmemente a los valores cristianos era debido a que la represión a que habían llegado
las sociedades resultaba intolerable, opresiva y violenta. Recordemos por ejemplo que
en el caso de la castidad, valor enseñado por la Iglesia, ningún placer sexual era bien
visto. Incluso entre marido y mujer se suponía que todo contacto carnal estaba
únicamente destinado a la procreación. Lo que es el colmo, algunas simples muestras de
cariño eran vistas con sospecha. En los versos de un poema de William Blake se
ejemplifica esto a la perfección:

Children of the future Age Niños del Porvenir;


Reading this indignant page, Que leéis esta página indignante,
Know that in a former time Sabed que en tiempos pasados
Love! Sweet Love! Was thought a crime ¡El amor!, ¡el dulce amor!, por crimen fue
tenido

Podemos encontrar muchos otros ejemplos. Para el filósofo alemán la doctrina cristiana,
tal como era transmitida en aquel entonces, inculcaba en los feligreses el desprecio por
la vida terrenal a cambio de la promesa de una vida eterna y reprimía al ser humano y lo
privaba de sus distintas dimensiones, quitándole su individualidad hasta reducirlo a un
ser timorato, sin voluntad, miedoso y resignado. Ya sea que estemos aquí en la tierra
para el placer o para sufrir, pensaba Nietzsche, es algo que por lo menos hay que
experimentar en su totalidad, desde nuestro ser, desde nuestra individualidad, y sobre
todo desde nuestra voluntad.

6.3 El pensamiento existencialista de Martin Heidegger

Filósofo alemán nacido el año 1889, en Messkirch, Baden,


Alemania. Durante un tiempo fue novicio jesuita. Ingresó al
seminario donde aprendió la filosofía de santo Tomás de
Aquino. Posteriormente estudió la Universidad de Friburgo,
donde recibió una formación neokantiana. En 1916 conoció a
Husserl y se adhirió su filosofía fenomenológica. En 1923
ingresó como profesor a Marburgo. En 1928 sucedió a
Husserl en su cátedra universitaria.

Su indiscutible inteligencia, capacidad y cultura, así como su


facilidad para la filosofía, se han visto marcadas siempre por
la polémica, sobre todo la de su adhesión al régimen
nacionalsocialista (nazi), manifestada en el discurso que
pronunció en 1933 titulado «Autoafirmación de la Universidad
alemana», durante la toma de posesión de la cátedra en la
Universidad de Friburgo. La renuncia a la cátedra, muy poco después de ocuparla, no
evitó que en 1945 fuera destituido como docente en Friburgo, tras la ocupación de
Alemania por los aliados.

Sólo en el año 1952 se reincorporó, si bien su actividad académica fue ya mucho menos
constante. Aunque recibió de algunos de sus discípulos, como Marcuse, la sugerencia
insistente de que se retractara públicamente de su discurso de 1933, el filósofo
desestimó el consejo y nunca quiso dar explicaciones, decidiendo abandonar cualquier
actividad pública. Si bien para algunos es imposible abordar su obra sin reservas, la
109
mayoría de filósofos y estudiosos actuales prefieren tomar el trabajo de Heidegger en su
sentido estrictamente filosófico, que no resulta menos controvertido.

Murió a los ochenta y siete años; su sobrino, sacerdote católico, se encargó del funeral.
Fue enterrado en cementerio católico por expresa voluntad del filósofo, aunque durante
mucho tiempo se manejó la idea de que era ateo.

El libro de Heidegger más conocido es Ser y tiempo, obra que, pese a quedar
incompleta, plantea buena parte de las ideas centrales de todo su pensamiento. En ella,
el autor parte del presupuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena
y completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por «ser» (aunque la
definición de este concepto ocupa toda la obra del autor, y es en cierto sentido impo-
sible), en general, aquello que instala y mantiene a los entes concretos en la existencia.
En palabras sencillas, el ser es la totalidad; ente es un elemento: un televisor, una vaca,
una flor, una persona. En 1929 escribió dos obras muy importantes: Kant y e/ problema
de la metafísica y ¿Qué es metafísica?

A Heidegger lo podemos ubicar como un filósofo existencialista. Los existencialistas afir-


man que no existe una esencia que sirva para describir a todo ser humano. Si decimos
que el hombre es bueno, racional, gregario o malvado, estamos queriendo poner una
esencia o naturaleza para todos los humanos, pero eso no es correcto. Cada persona
hace su esencia conforme decide realizar su existencia. Es decir, la forma como
existimos es la base de nuestra esencia. Por tanto, no puede haber una esencia para
todos los seres humanos, sino que cada quien decide cuál es su esencia.

También se afirma que los existencialistas encuentran su punto de partida y su motivo


inspirador en la percepción de la existencia como algo dado, misterioso e irreductible a
la esencia. En este caso estarían Jaspers, Berdiaeff, Marcel, Sartre y el fundador de la
corriente, Soren Kierkegaard.

Opinaba que la primera misión de toda filosofía era aclarar «el sentido del ser», es decir,
lo que significa «ser». La realidad primaria, donde el hombre capta al ser con su sentido
original, es lo que Heidegger llama el dasein. Dasein es una palabra alemana
difícilmente traducible, pero que significa «ser-ahí». Al hombre lo llama «ser ahí» o
dasein porque es como «arrojado a la existencia». En efecto, de pronto uno de niño se
da cuenta de que existe y de que tiene uno que hacer algo con su existencia. El hombre
es un ser que existe en el mundo y actúa sobre las cosas. La filosofía, según Heidegger,
no puede ser más que una analítica e interpretación del dasein.

En la comprensión «heideggeriana», el hombre es el ente privilegiado al que interrogan


por el ser. Al hombre «le va» su propio ser, al preguntarse por el ser. ¿Por qué? Porque
no puede decirse racional si no comprende qué es existir en el mundo, en la realidad.
Una planta no se pregunta qué es existir y cómo debe de existir. El hombre sí lo hace. La
primera pregunta que se formula es qué es la realidad, el mundo en el que existe, qué es
y cómo es. De allí la siguiente pregunta es ¿quién soy yo? ¿Cómo tengo que ser en el
mundo? Por eso se dice que se le va la vida en eso. ¿Qué pasa si vivo setenta años sin
preguntarme nada? Tal vez eso no fue vida, o como diría Heidegger, no fue vida
auténtica. La forma específica de ser que corresponde al hombre es el «ser-ahí»
(dasein), en cuanto se halla en cada caso abocado al mundo, lo cual define al «ser-ahí»
110
como «ser-en-el-mundo».

Ser para la muerte

Según Martin Heidegger solamente la muerte representa el fin de la existencia, pero no


es para lamentarse, sino que la muerte constituye una posibilidad de ser, el hombre es
un «ser para la muerte» y saberlo le provoca la angustia y lo lleva a refugiarse en el
mundo optando por una existencia inauténtica tratando de ignorar su realidad. El miedo a
la muerte se convierte en angustia en el momento en que se carece de una explicación
lógica; la existencia inauténtica nos permite evadir los términos que nos involucren
directamente: es mejor hablar de la muerte con referencia a LOS demás «se muere»,
«se acaba», pero también se evita el compromiso personal que cada quien tiene con el
fenómeno de la muerte.

El hombre es «ser-para-la-muerte». ¿Y qué le queda al hombre frente a esto? Saber que


es mortal, finito y, por tanto, humilde. Cada quien viviría mejor si aceptara que la muerte
es parte del destino humano. En lugar de acumular tantas riquezas, aplastar a sus
semejantes y buscar honores, pensaría que tiene una única oportunidad de vivir. La
muerte es el único destino seguro que existe, pero no para vivir triste. No para decir
¿qué caso tiene vivir, si dentro de poco voy a morir? La muerte es lo único que con
certeza sabemos que va a acontecer, pero no sabemos cuándo va a suceder. Eso
impone una aceptación lúcida del destino humano. Se constituye asimismo en un reto
para experimentar lo que tenemos de tiempo de vida con dignidad y fortaleza.

Ante la muerte cabe también el no-pensar, el


disimulo, a través de una serie de distracciones
que dibujan los contornos de una vida
inauténtica, en la que se vive de lo que se dice y
se opina.

Existencia auténtica e inauténtica

Para comprender y comprenderse, cada quien


puede optar por tomarse a sí mismo, a los
demás o al mundo como punto de partida. Si
nuestra opción es tomarnos a nosotros mismos,
obtendremos una comprensión auténtica, pues
indagaremos en nosotros mismos, que es lo más cercano y objetivo que cada quien
tiene. En cambio, en el segundo caso, la comprensión será inauténtica, pues dado que
no puedo pensar por otro, ni colocarme en su lugar, lejos de compren der estaré
haciendo lo que otros hacen, aunque no logre comprender muy bien la realidad que me
rodea. Este querer buscar en los demás lo que debo buscar en mí mismo es el
fundamento de la existencia inauténtica o anónima. Heidegger lo denomina existencia
anónima porque no se habla de nadie, nonos referimos a alguien en particular, es el
reino del «se», donde domina totalmente el se dice o el se hace. Por ejemplo, una actriz
se pone un vestido un poco estrafalario en una recepción de Hollywood y cuando le
preguntan qué le llevó a usar esa prenda, ella responde: es lo que se está usando.
¿Quién la está usando? En realidad nadie. Su respuesta es anónima, pero el uso que
ella hace de la prenda también lo es. No es una prenda que ella haya escogido porque
111
va con su forma de ser y vestir, sino la eligió porque «se» usa. Entonces ella vive no de
lo que piensa o decide sino de lo que «se» hace.

Heidegger insiste en que el abandonarse a la existencia inauténtica significa adoptar una


actitud y aceptar una de las posibilidades que la existencia humana ofrece, puesto que la
estructura impersonal de la vida social es también una opción y, por tanto, es parte del
modo de existencia del ser humano, que es «ser-en-común». Podría decirse que la
existencia inauténtica es una tentación que acecha al hombre que vive en sociedad.
Pero abandonarse a ella es tomar un camino que lejos de permitir la realización de su
genuina trascendencia, es decir, la persecución de las posibilidades que le son más
propias, termina depositando al hombre al mismo nivel que las cosas del mundo. Cuando
ello ocurre, podemos decir que la existencia se ha desprendido de sí misma y ha caído
en el mundo, ha quedado atrapada en él. El yo ha sido sepultado en lo anónimo.

Una vida auténtica reconoce la imposibilidad de dominar el fundamento de la vida, que


es la comprensión del ser. Una vida inauténtica, en cambio, es enajenada, ni siquiera
puede darse cuenta de ello. El sujeto se olvida del ser, y se concentra en los objetos
concretos. Pensemos, a manera de ejemplo, en un hombre exitoso, que gasta millones
de dólares en autos, casas, trajes, relojes y otras cosas que le dan una forma de vida.
Supongamos que le preguntamos ¿qué es la vida?, y que él nos respondiera: no sé, no
estoy para eso, voy al casino a apostar y me llevaré mi último auto de lujo. Este sujeto
que usamos como ejemplo ha olvidado que no es eterno, que va a morir y en lugar de
prepararse para la vida, hace como si su vida fuese eterna. Nunca se pregunta, nada
cuestiona, vive sin vivir. Pero la vida se caracteriza por ser una única oportunidad de
vivir.

6.4 El modernismo y posmodernismo

Mucha gente confunde época moderna con modernismo; aunque tienen alguna relación,
no son lo mismo. Época moderna es una de las cuatros divisiones de la historia: antigua,
media, moderna y contemporánea. El modernismo y el posmodernismo suceden en la
época contemporánea, aunque, desde luego, sus raíces se encuentran en la época
moderna.

Antecedentes

El mundo ha cambiado vertiginosamente en los últimos doscientos años. Los modos de


vida se han modificado de forma radical, debido principalmente al crecimiento de la
ciencia y al auge económico que ésta ha desatado. La ciencia ha despejado muchas
dudas y abierto grandes campos de conocimiento; sin embargo, también ha puesto en
duda ciertas creencias que daban al ser humano tranquilidad y un sentido de per-
tenencia. La ciencia ha traído grandes beneficios y ha deslumbrado al hombre, quien
muestra un interés y veneración por la ciencia y la tecnología, descuidando todo lo que
tiene que ver con lo humano y espiritual. El espíritu de la época es racionalidad y ciencia.
La historia del modernismo y del posmodernismo es la historia de esas grietas abiertas
en la existencia del ser humano que éste ha tratado de comprender y a las cuales ha
tratado de ajustarse. Por momentos, sin embargo, el hombre ha intentado superar las
limitaciones de la época, ya sea mediante la acción, la ideología, o en caso contrario, por
medio de la indiferencia y el abandono de las utopías e ideales. Los términos
112
modernismo y posmodernismo resumen a grandes rasgos las características de las
sociedades en los últimos siglos. Cada uno de ellos designa a una época de
transformación social.

El modernismo representó un impulso de renovación; el posmodernismo, la confron-


tación con el fracaso de los ideales fijados y el consiguiente abandono de lo ideológico,
lo político y lo social. Estas condiciones terminarían por desencadenar el individualismo
en que vivimos actualmente.

El modernismo

El término modernismo equivalía a renovación, cambio o vanguardia. Marx (1818-1867)


amplió el significado de lo «moderno». Para él tenía un sentido negativo. Lo identificaba
con la abstracción y la enajenación del hombre. En el ámbito político tema una visión
más optimista; atribuía a la modernidad la posibilidad de transición de una sociedad
menos desarrollada a otra más desarrollada en la que se hicieran presentes los nuevos
elementos progresivos. Como hombre de su época, Marx creía que el aumento en la
producción daría paso a la liberación del hombre en un nuevo tipo de sociedad que
surgiría.

En el modernismo se tuvo mucha confianza que con la ciencia vendría una época de
mejoría para toda la humanidad. Cuando la ciencia empezó a tener logros prácticos y la
gente se percató del poder de los adelantos tecnológicos y de los descubrimientos
científicos, así como de sus aplicaciones, se iniciaron diversas conjeturas acerca de lo
que sería posible lograr si la ciencia se aplicara para el beneficio del ser humano. Por
ejemplo, se pensó, el trabajo que antes hacía un hombre en doce horas de jornada
laboral, ahora podría realizarlo, con la ayuda de alguna máquina, en unas horas, de
manera que el obrero tendría tiempo libre para usarlo para la convivencia familiar, si así
lo quisiera. Se pensó también que el exceso de productividad que traerían los adelantos
científicos serviría para abastecer las carencias de aquellos que no tenían lo
indispensable por falta de recursos. Además, se imaginaron utopías basadas en la
ciencia y sus posibilidades. Por ejemplo, se creyó que habría sociedades con formas de
organización y relación mejores a las actuales. Este impulso reformador tuvo su
influencia en todos los campos de actividad del ser humano: en el arte, en las
humanidades, en los negocios, en la religión, etcétera. Con este deseo de cambio la
ciencia llegó a adquirir un papel primordial en la sociedad.

La ciencia se convirtió de esta manera en una


fuente de conocimiento legítimo, por lo que el
método científico pudo aplicarse a los demás
campos del conocimiento. El método científico
se impuso como la única forma de proceder
aceptada. Sus características se consideraron
válidas para los demás campos de estudio, y la
razón se convirtió en el punto de partida para
cualquier investigación. La sociedad, entonces,
pondrá en duda todos los presuntos
conocimientos que no estén basados en la
razón.
113
La época moderna se caracteriza por:
• el espíritu emprendedor,
• el desencuentro entre las clases sociales,
• la crisis de la fe,
• la rebeldía en contra de los sistemas establecidos,
• la angustia del ser humano ante el mundo cambiante,
• una reafirmación del ser humano como valor máximo de una sociedad y como
punto de partida
• y el reemplazado del trabajo humano debido a los adelantos científicos y
tecnológicos.

Vivimos en un mundo cambiante y quizá por eso es difícil para nosotros imaginar la
angustia que sintieron los habitantes del siglo XIX, cuando su mundo habitualmente
estático empezó a transformarse
vertiginosamente. Las costumbres asentadas
por años y años comenzaron a cambiar, los
oficios y los estudios se especializaron. Las
ciudades se expandieron y en poco tiempo la
gente se vio obligada a trasladarse a éstas
para vivir, buscar empleo o hacer negocios,
de manera que hubo que dejar la provincia y
adaptarse al estilo de vida citadino. Todos
estos cambios crearon un clima de
incertidumbre y duda; y las personas de
repente se vieron a sí mismas tratando de
entender el mundo en que vivían (pues éste
de repente les resultaba desconocido), a la
vez que les era irremediable adaptarse a él, ya que de lo contrario terminarían por ser
marginados.

El posmodernismo

Es la confrontación con una realidad que no creía en las utopías y que arrasó con ellas,
con los deseos reformadores, con las revoluciones
sociales y con los ideales de una sociedad mejor.
Después de dos guerras mundiales de consecuencias
catastróficas, el ser humano se encontró con que las
posibilidades de la ciencia no habían sido exploradas
únicamente para beneficio del ser humano, sino
también para la construcción de armas de destrucción
masiva. Se enfrentó con que los dueños de las
empresas no habían reducido la jornada laboral, ni
utilizado el excedente que les proporcionaban los ade-
lantos tecnológicos para beneficiar a los necesitados,
sino que se habían aprovechado de la circunstancia
para tener márgenes de ganancia más amplios. En
pocas palabras, el mundo moderno había sido una
desilusión que produjo indiferencia y apatía.
114
El deseo renovador que aumentó a la modernidad será visto por las nuevas sociedades
como una utopía ingenua. Por lo mismo, los pensadores perciben en la gente el
desengaño y la sensación de vacío. Este desencanto ha conducido a la gente a la
creencia de que la única posibilidad que existe de cambio radica en la introspección del
individuo, en el volcarse éste dentro de su ser; se convertirán así en las características
que moldearán el carácter de las sociedades actuales. En este sentido Aldous Huxley,
un importante escritor inglés, llegará a decir que: ¿Existe con certeza un lugar en el
universo que puedes mejora?; y ese eres tú mismo. Esta frase expresa con claridad el
sentimiento que embargó a las personas en aquel momento. Las personas habían
dejado de pensar en el cambio socia l y se empezaban a hacer cada vez más
introvertidas

Se perdió, por lo tanto, la vinculación con el mundo. El pesimismo hizo pensar a los
ciudadanos posmodernos que el ser humano no tiene verdadero poder transformador
sobre el mundo. Podemos decir que un
sentido de impotencia abruma al individuo
contemporáneo.

En ese ambiente de indiferencia resultó fácil


el ascenso del dinero como principal valor
social, lo que a su vez propició la sociedad de
consumo en que vivimos. Las personas han
menospreciado la importancia de la moral y
de las tradiciones, y en su lugar han valorado
a la posición económica de las personas
como elemento central para distinguir y juzgar
a los demás y a sí mismos. Es decir, en las
sociedades actuales se valora a las personas
más por lo que tienen, por cómo se ven y por
su posición social, que por sus sentimientos, por cómo se comportan con los demás o
por sus cualidades humanas. Vivimos en el culto a la imagen y a lo material. A diferencia
de lo que sucedía antes, en la actualidad nos interesamos más por lo externo que por la
interioridad.

Por otro lado, esa desvalorización del ser humano, ese sentimiento de que nadie nos va-
lorará por quienes somos, sino por lo que tenemos o lo que parecemos, nos ha llevado a
sentirnos desamparados ante la desolación que ofrece un mundo sin aparentes
posibilidades de mejora sustancial, donde todo parece ser igual, sin distinciones. La
única posibilidad de diferenciarse radica, como lo dice Gilles Lipovetsky, en las
elecciones que tomamos al consumir. Es decir, las diferencias ya no radican en la
honestidad de la persona, por ejemplo, sino en los productos que consume, en las
variedades entre las que elige.

La información y las posibilidades de elección parecen abundar, pero en verdad no son


más que opciones sin diferencia significativa entre ellas. Poco importa, pues, si me paso
ocho horas enajenado en un canal de televisión o en otro; o si me enajeno con
telenovelas, un partido de futbol o una película de terror. Las vías de comunicación se
han multiplicado, pero las personas en las ciudades viven cada vez más aisladas.
115
Tenemos a nuestra disposición videos, fotografías digitales, transmisiones en vivo, y, sin
embargo, esto no nos ha hecho más sensibles al mundo, sino, al contrario, nos ha hecho
fríos, porque ya nada parece sorprendernos. De algún modo lo hemos visto todo y al
mismo tiempo no hemos visto nada, puesto que todo se ha vuelto irrelevante. En algún
sentido, vivimos en sociedades donde se acostumbra usar, tirar, consumir, desechar,
donde nada es indispensable y todo es efímero, incluso nuestra estancia en el planeta, y
ese miedo hace que todos dediquen sus vidas principalmente a la búsqueda de la
satisfacción personal; por eso somos cada vez más egoístas.

El ser humano tiene un deseo de trascendencia. Todos deseamos llegar a ser únicos en
cierta medida, a ser distinguidos de los demás por nuestros actos. Pero el mundo
permanece indiferente ante nuestros esfuerzos, por lo que se produce una frustración en
cada uno. Entonces el ser humano se vuelca hacia el deseo de prosperidad y hacia el
anhelo de confort material; como sustituto de su necesidad de realización personal.

La posmodernidad se caracteriza por:

• La diversidad;
• El relativismo, dado que antes se vivía con criterios absolutos;
• Un comportamiento menos apegado a la autoridad, incluso un poco anárquico;
• La frustración de los seres humanos al enfrentarse a una realidad que parece
inamovible;
• La ausencia de ideales;
• La frustración de las personas al encontrarse con una realidad que se resiste al
cambio;
• La presencia constante de los medios de comunicación masivos, que transmiten
versiones idealizadas de lo que debería ser un individuo y que promueven el
consumismo;
• El culto a la imagen;
• El entretenimiento (espectáculos, programas televisivos, redes sociales en
Internet, videojuegos) como sustituto de las relaciones sociales y de las relaciones
del ser humano con la naturaleza;
• Y la pérdida de la identidad, donde la masificación ha acabado por hacernos a
todos muy parecidos, en lugar de diferenciarnos.

Conductas sociales y culturales posmodernas

El posmodernismo, como todas las épocas, tiene rasgos positivos y negativos en las
conductas sociales y culturales. Varias de ellas han sido ya mencionadas en el apartado
anterior, por lo que vamos a tratar de resumir esto mediante un cuadro:

Cambios en las conductas y en las concepciones culturales en el posmodernismo.


En lo positivo En lo negativo
• Diversidad en los comportamientos y en la expresión de • Hay un consumismo enorme: pero no sólo se
las minorías. consumen bienes, sino también arte.
• Hay distintas formas de expresión.- ahora contamos • Ahora todo transcurre de prisa; la gente tiene prisa para
con una pluralidad de opiniones. todo. Quiere que todo se haga rápido: quiere ganar
• Hay mayor tolerancia y respeto hacia la expresión de tiempo para luego distraerse con «pasatiempos». La
las minorías cantidad de información es tan grande que el humano ya
• Diversidad de estilos literarios, musicales y culturales. no puede ajustarse a las velocidades con que se
Esto es una señal del fin del criterio único y hegemónico. produce.

116
En lo cultural y social podríamos decir que la • La tecnología ha influido en el comportamiento de la
heterogeneidad es la norma. gente. La vida se ha vuelto más mecanizada.
• Gran confianza en la razón y la ciencia, pero con • De manera contradictoria, en la época de la
cuestionamientos profundos acerca de quién decide lo comunicación la gente se siente más incomunicada que
que es la ciencia, en qué se usa y cuánto se invierte en siempre.
ella. • La desaparición de la percepción directa de los fenóme-
• Más que tener ideales románticos, la gente se guía por nos. Los sentidos ya no perciben el mundo sino a través
decisiones prácticas. de una pantalla y en forma atemporal, lográndose una
• Las relaciones entre las personas han dejado de ser atrofia del instante.
locales. En la actualidad una persona puede tener • Hay una búsqueda individualista del placer, una pérdida
amistades en diferentes partes del mundo. La cultura de preocupación por la realización colectiva y un interés
también se ha vuelto universal excesivo por uno mismo.

A continuación te presentamos un ejemplo que ilustra la actitud tanto moderna como


posmoderna en los escritores:

Antaño los escritores entraban en el ruedo público para transgredirlo, para reformarlo,
para quemarlo, para revolucionarlo… procedían generalmente de familias acomodadas,
familias asentadas o de una cierta posición, y al tomar ellos la pluma se volvían o se
revolvían contra esa posición: escribir era renunciar, era renegar.., era ir contra la familia.
Hoy los escritores… proceden… de familias de la clase baja…, y su ejercicio más usual
de la escritura es una forma de escalar posiciones en la pirámide social, una forma de
asentarse cuidándose mucho de no transgredir nada.

6.5 Heidegger como antecedente de una concepción filosófica «posmoderna»

Uno de los autores más controvertidos del siglo XX es Federico Nietzsche. Mucha gente
lo rechaza por su discurso agresivo y pedante; otros lo veneran y lo siguen como si fuera
un guía espiritual. Este pensador criticó la sociedad de su tiempo porque la gente le
parecía pusilánime. Al convencerse de esta falta de espíritu y fuerza que tenía la gente,
auguró que los siguientes doscientos años se viviría una época de nihilismo, es decir,
que la gente viviría sin sentido y trascendencia, conformada a una sociedad controlada
por una rígida moral.

Para Heidegger la sociedad de su tiempo tampoco hacía nada para acabar o por lo
menos reprobar al nazismo y todas las acciones negativas que un grupo de sujetos
estaban llevando a cabo en contra de la humanidad. Para comprender la dimensión de lo
anterior hay que recordar dos hechos: la hermana de Nietzsche distorsionó los escritos
de su hermano para hacerlos pasar como cercanos al nazismo y de esa manera
alcanzar fama, poder y dinero. Por su parte, Heidegger había sido fuertemente acusado
de haber tenido simpatías declaradas por el nazismo. Estos dos hechos, además de las
simpatías que en el plano intelectual tenía, hicieron que Heidegger tuviera una
identificación con Nietzsche. Durante muchos años lo defendió públicamente, lo enseñó
en sus clases y en 1936 escribió el libro Nietsche.

Como Nietzsche, Heidegger percibía un vacío en la vida de las personas. El tema del
nihilismo es una preocupación en la que ambos parecen estar de acuerdo. Para ambos,
el nihilismo es parte del ambiente de su época. Significa que los valores superiores se
desvaloran y que se vive contrario a lo que es la razón. Nietzsche creía que estas dos
instituciones agobiaban al sujeto común. Cuestiona los supremos valores de la época: la
religión y la moral. Por eso, cuando declara: «Dios ha muerto», hay que entender que su
intención era expresar el deseo de acabar con la institución religiosa. Heidegger corrige
117
la opinión de Nietzsche y argumenta que la religión, la moral y la filosofía no son los
valores mismos, sino las instancias a partir de las cuales se establecen e imponen los
valores. Para él más bien los supremos valores son aquellos que le confieren un sentido
y orientación a la existencia. El nihilismo se experimenta, entonces, como la
desvalorización del mundo y de la vida. Se trata —según Heidegger— de aquellos
valores en los que está basada la existencia. Cuando los valores superiores se devalúan
entonces pierden su carácter obligatorio, ya no nos obligan a nada, ya no nos mueven a
nada. Por ello, el nihilismo pone en juego no sólo el presente humano, sino también su
porvenir.

Vattimo y otros autores han considerado que Heidegger, al hablar del nihilismo que
existe, se convirtió en precursor del posmodernismo. Esta postura es bastante
cuestionable y contradictoria. Se debe más que nada a una inclinación de Vattimo. Las
preocupaciones filosóficas de Heidegger no eran de tipo social, como sí lo son en
Vattimo. Ciertamente hay una vinculación entre los temas abordados por Heidegger y
que después Vattimo retomaría, pero no más. Al respecto, dice el connotado filósofo
mexicano Ramón Xirau: «Tal es en suma la intención de Heidegger. Su intención está
alejada de la realidad de su propia filosofía. Y es que la filosofía de Heidegger que se
plantea a sí misma como filosofía del ser se reduce a la filosofía de un ser (el hombre).
La región ontológica que preocupa a Heidegger es el de la existencia humana, del ser
humano que llama Heidegger el Dasein (el ser-ahí, el hombre)».

6.6 El posmodernismo. El punto de vista


de los autores de la escuela de Fráncfort

El estudio del hombre del posmodernismo se


inició abiertamente en la escuela de Fráncfort,
Alemania. Este grupo también es conocido
como la Corriente Teoría Crítica. La denomina-
ción de la escuela fue acuñada por Horkheimer.
Se entiende por «Teoría Crítica» el análisis
crítico-dialéctico, histórico y negativo de lo
existente en cuanto «es» y frente a lo que
«debería ser», desde un punto de vista histórico
y universal. Tienen una inclinación inicial por
Hegel y Marx, pero ellos también son sometidos a crítica. También estudian el status
quo, con la intención de investigar los principios de dominación colectivos. También
tuvieron cierta inclinación por la teoría de Freud, quien les atraía por el tema de lo
irracional, lo racionalizado o convertido en un principio de dominación y cómo se instaló
en la sociedad burguesa, que se organiza económicamente a través del capitalismo. Se
estableció así una conjunción entre la teoría de Marx y Freud. La gran pretensión de la
escuela fue desarrollar una serie de teorías para resolver los problemas sociales, como
la desigualdad de clases, no sólo desde el punto de vista sociológico, sino también
filosófico.

La escuela fue fundada en el primer cuarto del siglo XX por un grupo de científicos de
diversas disciplinas. Entre los representantes de esta escuela se encuentran Max
Horkheimer (1895-1973), apoyado muy de cerca por Theodor W. Adorno (1903-1969), el
psicólogo Erich Fromm (1900-1980), Herbert Marcuse (1898-1979) y Jürgen Habermas
118
(1929), quienes proponen utilizar la filosofía para analizar de manera crítica a los
sistemas de producción modernos. Estos sistemas sirvieron para hacer que en su tiempo
respondieran a las necesidades sociales de aquel entonces, pero no pueden seguir
sirviendo para la segunda parte del siglo XX y XXI. Son sistemas productivos sociales
que ya no responden a las necesidades actuales ni en lo político, moral, religioso,
educativo o económico, por lo que se hace necesario un análisis crítico de dichos
sistemas.

Según los pensadores de la escuela de Fráncfort el hombre posmoderno se ha


enajenado con los sistemas modernos. Cree que lo más importante es tener dinero, que
la ciencia siempre busca el bienestar de la humanidad y que todos marchamos por el
progreso. Estos son los nuevos «ídolos» de la posmodernidad. Por lo mismo, de manera
inconsciente los obedece, sintiéndose libre. Ha quedado sometido por las fuerzas
productivas, porque la producción lo ha rebasado a tal grado que se produce hasta lo
que no se puede o se alcanza consumir: exceso tecnológico, exceso de información,
exceso de actividad y de todo tipo de víveres o placeres; vivimos en la época de los
excesos gracias a la libertad irreflexiva del hombre del modernismo que enfocó sus
intenciones en la creación de sistemas de producción sin importar el ser humano. El
sistema capitalista, según Horkheimer, se ha concretado a manipular las conciencias
dándole prioridad al trabajo y a la producción. En 1930 este pensador sostenía la
necesidad de una filosofía crítica de los sistemas tradicionalistas. La reacción de las
personas contra los sistemas se tradujo en paros, bloqueos sociales, protestas
populares, crisis económicas y militarismos; esta situación total de las masas no se debe
a las escasas posibilidades técnicas, tal como podía ocurrir en el pasado, sino a unas
relaciones productivas que no son ya adecuadas a la situación actual.

El valor humano no puede reducirse a un fin pragmático o utilitario, lo verdaderamente


valioso es el ser humano en sí, como tampoco se puede reducir el análisis crítico de la
filosofía a un fin práctico que se agote en la producción. La filosofía prevalece como un
quehacer analítico de todo y no se reduce a algo particular, no se entrega a nada ni a
nadie, por eso es siempre ella misma un impulso a la búsqueda, al análisis teórico, a
proponer nuevas teorías que vayan de acuerdo a las necesidades del tiempo.

6.7 El pensamiento de Gianni Vattimo

Filósofo nacido en 1936 en Turín, ciudad ubicada al


noroeste de Italia. Estudió filosofía en la Universidad de su
ciudad natal y en la Universidad de Heidelberg. Fue
discípulo de Hans-George Gadamer. En 1964 comenzó la
docencia de estética en la Facultad de Letras y Filosofía de
Turín, de la que fue su decano. Su actividad filosófica está
claramente influencia por los planteamientos de Nietzsche y
Heidegger.

Entre sus principales obras se encuentran: El pensamiento


débil, En torno a la posmodernidad, La sociedad
transparente, Ética de la interpretación, El fin de la
modernidad, Creer que se cree, Más allá de la
interpretación, Filosofía y poesía, Dos aproximaciones a la
119
verdad y Diálogos con Nietzsche.

Le ha tocado vivir la era de los nacionalismos, tanto del fascismo como del nazismo. Vio
cómo los hombres de manera irracional usaban máquinas de matar para exterminarse,
los campos de concentración y la bomba atómica. En ese sentido, es un hombre realista,
que no se hace falsas ilusiones.

Tanto para Vattimo como para muchos otros pensadores, intelectuales y artistas de su
tiempo, en la actualidad existe una ruptura con las ideas que hasta entonces habían
prevalecido y que se habían considerado incuestionables.

Este quiebre puede denominarse como el fin de la modernidad y el comienzo de la


posmodernidad. En la modernidad existía el pensamiento fuerte, es decir, una serie de
ideas que eran aceptadas como dogmas o máximas del pensamiento. Por ejemplo, en la
historia universal se consideraba la llegada de los europeos a nuestro continente como
un descubrimiento que los europeos habían hecho. En la actualidad esa idea es
cuestionada. En tal caso, hablaríamos del encuentro de dos culturas, pero ya no
aceptamos que «el hombre americano fue descubierto», pues en las cabezas de ambos
grupos humanos hay el mismo número de neuronas, tanto piensan unos como otros. Y
así como sucede en este caso de la historia, prevalecían en todos los campos del
conocimiento ciertas ideas incuestionables. El pensamiento fuerte es, entonces, el
pensamiento moderno, en el cual existía cohesión en las ideas y las interpretaciones del
mundo. Esto era así, ya que era un mundo más autoritario; la gente daba mucha
importancia al deber, el honor y la autoridad, los cuales eran incuestionables; además,
existían pocas escuelas de pensamiento en las que se generaba el conocimiento.

Con la llegada de la sociedad de las masas, la necesidad de divulgar y extender el


conocimiento a una mayor cantidad de personas que pudieran satisfacer las
necesidades, tanto tecnológicas como científicas, hizo indispensable la creación de
varios centros en los que se creara el conocimiento, lo que trajo como consecuencia la
multiplicidad de criterios y formas de pensar o ver las cosas con respecto a un mismo
objeto de estudio. De esta forma, el conocimiento se abrió al debate. De acuerdo con él
la llamada sociedad postmoderna es la sociedad de la comunicación, donde los medios
adquieren un carácter central. Pero es también la era de la confusión informativa, una
especie de «Torre de Babel informativa». Cuánta razón tiene Vattimo, ahora que hay
tantos medios de comunicación es cuando más incomunicados estamos.

El fin de la modernidad

La posmodernidad marca la superación de las concepciones unívocas de los modelos


cerrados, de las grandes verdades, de la historia como la única capaz de dar una versión
del acontecer. La posmodernidad abre el camino, según Vattimo, a la tolerancia y la
diversidad. La sociedad ahora es más trasparente, más consciente de sí, más ilustrada,
incluso, también, caótica. Pero no veamos este caos como negativo. Es caótico porque
nadie le pone orden, pero en este desorden se encuentra el auténtico impulso de la
gente, y allí reside nuestra esperanza de emancipación.

Las consecuencias de esta situación las podemos observar incluso dentro del aula en la
que recibes tus clases. Todos los alumnos de un grupo pueden ver los mismos temas;
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sin embargo, eso no significa que tengan las mismas opiniones respecto a ellos. La
pluralidad se ha convertido en un valor indispensable dentro de nuestra sociedad y con
ello la tolerancia hacia lo diferente, pues incluso en aquello en lo que no estamos de
acuerdo puede existir algo de razón. Esta pluralidad del pensamiento ha traído consigo
nuevas interpretaciones de los objetos de estudio en las diferentes ramas del
conocimiento. Así, por ejemplo, recurriendo nuevamente a la historia, Miguel León-
Portilla escribió un importante libro, La visión de los vencidos, en el que nos plantea,
desde el título, una cuestión elemental: la historia hasta entonces ha sido escrita por los
vencedores. Este libro, como muchos otros, nos dice que la historia que conocemos es
cierta sólo en parte, porque también los vencidos vivieron su propia historia y que
también esta historia debe ser conocida.

Por lo tanto, la historia se convierte en muchas historias, en diferentes puntos de vista


acerca de un suceso; así, la historia se fragmenta y, por tanto, el pensamiento fuerte se
transforma en pensamiento débil. ¿Qué ventajas tiene el pensamiento débil?
Revisémoslo.

El pensamiento débil y sus implicaciones

El italiano Vattimo con su discurso del pensamiento «débil» no trata de revolucionar, ni


de imponer absolutamente nada. El pensamiento débil, sin embargo, no es considerado
por Vattimo como algo poco trascendente o significativo, pues su importancia es enorme.
Nos libera de tener un solo punto de vista y nos enriquece en la pluralidad, en la
multiplicidad de las opiniones y, por tanto, contribuye al enriquecimiento del
conocimiento. Es una propuesta que integra en su composición el cuidado, la voluntad
ética del reconocimiento y el respeto tolerante de las demás perspectivas humanas, no
estableciendo dogmas nunca más. En lugar de eso asume el valor de escuchar e
interpretar al mundo intercultural.

De acuerdo con Vattimo, la política —tal como se lleva en la actualidad— consiste en el


debilitamiento de los sujetos. Por ejemplo, para llegar a ocupar un puesto de elección
popular debe pertenecerse a un partido. El sujeto individual tiene derechos electorales
en tanto pertenece a un grupo que se encuentra en el sistema. El poder necesita
entidades fuertes, como la policía. Pero el hombre del siglo XXI ya no quiere, y tampoco
ya no necesita mucho de entidades fuertes. Por lo mismo, Vattimo aboga por la
destrucción del poder. Esto hace que mucha gente lo acuse de anarquista. Pero él no
está en contra del orden. Por ejemplo, no está en contra de que la policía cuide a los
ciudadanos y persiga a los delincuentes. Pero sí está en contra de que la policía sea
usada para reprimir un movimiento social. Está pues, en contra de las instancias fuertes
que constituyen el poder, por lo que aboga por un orden desde nosotros mismos.

El pensamiento débil propone el abandono de la violencia, el control sobre la destrucción


de la naturaleza, es decir, es una postura ecologista. A final de cuentas, se trata de que
haya menos neurosis en el comportamiento social.

Se trata de propiciar áreas de libertad para los sujetos débiles, esto es, al sujeto que no
tiene poder de algún tipo. Si se desorganizaran en cierta forma las democracias
posindustriales, se lograría una liberación de las personas. Fortalecer al individuo y
lograr que obtenga mayor autonomía se traduce en un debilitamiento del Estado.
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El anarquismo de Vattimo se traduce, pues, en un debilitamiento del sistema. Es lo que
se conoce como desorganización de la sociedad. De acuerdo con Vattimo la
transformación política no se consigue a través de la toma del poder social, como
sostienen los marxistas y comunistas; tampoco por la restauración del liberalismo
clásico, sino a partir de contaminaciones del propio sistema. ¿Y cómo podemos
contaminar el sistema? Aprendiendo que debe haber tolerancia y respeto por todas las
personas, en especial por quienes se encuentran en las minorías, y haciendo que se
respete.

La teoría del pensamiento débil intenta convencer que no es posible continuar haciendo
la guerra porque sería el final del ser humano. Es una forma de educar al hombre para
vivir en un mundo donde la beligerancia no es posible.

6.8 Jean-François Lyotard y la crítica a la idea de progreso material y la razón


instrumental

Jean-François Lyotard nació en Vincennes, Francia, en 1924. Su padre era


representante de ventas. Fue educado en los Liceos Buffon de París y Louis-le-Grand.
Su aspiración de juventud era ser monje dominico. Tiempo
después optó por estudiar filosofía y literatura en la Sorbona. Fue
amigo de Gules Deleuze y Cornélius Castoriadis, quienes ahora
son distinguidos intelectuales.

Se casó y fue padre a una edad temprana. Después de su hija


Corinne, el matrimonio procreó a Laurence.

Su temprano interés por la filosofía de la indiferencia dio lugar a


que en su tesis abordara este tema. Lyotard se describía a sí
mismo como un perturbado de la guerra. Esto se debió a que se
desempeñó como voluntario de primeros auxilios en la lucha por
la liberación en las calles de París en 1944. Al haber vivido las
implicaciones de la guerra y haber percibido la dureza de la
muerte y el dolor que surgen en todo conflicto bélico, abandonó
sus ideas de indiferencia y las cambió por la de un compromiso
con la investigación de la realidad en términos de las interacciones sociales.

Se dedicó a la enseñanza de la filosofía en Argelia y en La Fleche. Se familiarizó mucho


con la situación política argelina, que él creía que estaba madura para la revolución
socialista. En 1954, Lyotard se unió a la organización socialista revolucionaria
«Socialismo o Barbarie». Con el tiempo perdió la creencia en la legitimidad del marxismo
como una teoría totalizadora, y regresó al estudio y la escritura de la filosofía. Desde
1959 y hasta 1966 fue asistente en la Sorbona, y luego obtuvo un puesto en el
departamento de filosofía en la Universidad de París X, Nanterre.

Asistió a los seminarios del psicoanalista radical Jacques Lacan. Posteriormente


concluyó su doctorado. Fue profesor y escritor prolífico. En 1973 publicó partir de Marx
Freud, texto en el que manifestaba su distanciamiento tanto del marxismo como del
psicoanálisis. A finales de la década de los 70 publicó La condición postmoderna, con lo
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que adquirió fama en todo el mundo, por lo que fue requerido para dar conferencias en
todo el orbe. A final de su vida dio clases como profesor invitado en muchas
universidades del mundo, como las de California, Emory, Johns Hopkins, Berkeley, San
Diego, Minnesota, Montreal, Canadá, Siegen de Alemania Occidental, y la de Sao Paulo,
Brasil.

Lyotard se casó por segunda ocasión con Dolores Djidzek en 1993 y tuvieron un hijo, de
nombre David. Murió de leucemia en París el 21 de abril de 1998.

La condición posmoderna

Al filósofo francés se le considera, junto con Habermas y Vattimo, como representantes


del posmodernismo. En La condición posmoderna, uno de sus libros más conocidos,
escrito en 1979, se propuso examinar los cambios que tienen lugar en el saber cuando
las sociedades entran en la llamada sociedad posindustrial.

La condición posmoderna es un estudio del estado del conocimiento en las sociedades


de la información. De acuerdo con él, los avances técnicos y tecnológicos que surgieron
como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial han tenido un efecto radical sobre el
estado del conocimiento en los países más avanzados del mundo. De esta manera se ha
ido formando una relación entre conocimiento y poder. En efecto, el saber da poder, de
hecho, son simplemente dos caras de la misma moneda. Ahora los países poderosos
disponen de una gran cantidad de conocimiento almacenado digitalmente en bases de
datos, pero muy pocas personas tienen acceso a esas bases de datos. Estamos dejando
un gran poder a los políticos y a los directivos de las corporaciones multinacionales, tales
como IBM. Ante estas grandes corporaciones el Estado se ha convertido simplemente en
un usuario. De esta manera, los países han perdido soberanía.

Al examinar el estado del conocimiento en la posmodernidad, Lyotard reflexionó acerca


del hecho que en las sociedades contemporáneas los saberes en áreas muy específicas
son construidos, sistematizados y comunicados (narrados) por grupos pequeños
altamente especializados. Aunque la participación de todos los miembros de la sociedad
—con su trabajo, producción y reproducción de la información— contribuye a la
construcción e institucionalización de los saberes especializados y de los saberes
populares, son esos grupos los que detentan el reconocimiento público como
autoridades de las materias en las que se especializan. Conviene precisar que el saber
no se reduce a conocer, sino que es «lo que hace a cada uno capaz de emitir buenos
enunciados prescriptivos y también buenos enunciados denotativos» por los cuales se
decide, se valora y se transforman el conocimiento y sus aplicaciones.

Los grupos de expertos —constituidos jurídicamente como asociaciones o sociedades y


culturalmente como comunidades académicas o colegios— son los que deciden qué es
el saber, quiénes son los que saben y cómo debe comunicarse ese saber. De acuerdo
con Lyotard, el consenso permite circunscribir el saber y diferenciar al que sabe del que
no sabe.

Las comunidades académicas, incluyendo las especializadas en ciencias sociales, están


constituidas por individuos que se dedican profesionalmente a la construcción de los
saberes, así como a la guía de su aplicación, legitimación, custodia, institucionalización y
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difusión. Por lo general, esas comunidades se encuentran enmarcadas en instituciones
educativas de nivel superior y centros de investigación auspiciados por fundaciones u
organismos estatales o internacionales.

Las comunidades académicas legitiman el saber y a sus miembros como autoridades de


ese saber a partir de dos requisitos: uno, la posesión de títulos académicos
preferentemente expedidos por universidades de prestigio, y, otro, el cumplimiento de los
métodos y procedimientos reconocidos socialmente como válidos.

Así, el saber socialmente reconocido y legítimo es el que realizan los expertos o


autoridades, narrado de forma válida por los medios válidos. Por medio de estas reglas
las comunidades académicas «definen así lo que tiene derecho a decirse y hacerse en la
cultura» Esta situación se manifiesta públicamente, por ejemplo, en la entrega de
premios nacionales e internacionales y los reconocimientos positivos que cada una de
esas comunidades hace a sus miembros, de acuerdo con las reglas que han establecido.
Por eso también, para el ejercicio de ciertas profesiones, se requiere la posesión de un
título de grado académico. En oposición a esta forma de hacer, narrar y promover el
conocimiento científico se declara Lyotard. Afirma que el posmodernismo se debiera
caracterizar por su apertura y difusión.

Un mismo campo de conocimiento es compartido por varias comunidades que no


necesariamente coinciden en cuanto a la totalidad de los saberes, pero todas ellas
reconocen y cumplen las reglas del juego. Así, sobre un mismo tema puede haber una
diversidad de opiniones divergentes entre sí, y dar lugar a debates. Y también en cada
comunidad puede haber miembros que no coincidan con la totalidad de saberes que
reconoce esa comunidad ni con todos sus relatos.

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