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MATERIALES.
La arquitectura en el siglo XIX.
El siglo XIX fue una época de intensas transformaciones políticas, económicas y sociales.
La pervivencia de los grandes imperios coloniales y los cambios sociales debido al impacto y el
avance de las revoluciones burguesa e industrial, van a reflejarse en las diversas sensibilidades y
corrientes culturales.
Un siglo que comienza recreando el Partenón y termina por construir la Torre Eiffel es un siglo
contradictorio.
La economía europea necesita mercados como consecuencia del desarrollo industrial, y esto lanza
a las principales potencias económicas a la creación de nuevos imperios.
El Medio Oriente, la India y el sudeste asiático, así como África serán repartidos en zonas de
administración o de influencia.
De estas colonias, sobre todo de Asia, retornará a las metrópolis europeas toda una exótica cultura
que será aceptada por aventureros e imaginativos: palacios, invernaderos, cafés, monumentos,
adquirirán aires indios, árabes o incluso chinos.
Los nuevos materiales se generalizan y se desarrollan medios de transporte en los que la energía del
vapor deja paso a la electricidad y al petróleo. Es el inicio de la ciudad moderna, cosmopolita e
industrial con una fuerte burguesía capitalista.
El hierro colado permite fabricar largas vigas pero también la elaboración de adornos a un coste
reducido.
El vidrio cobra gran importancia al lograrse producir hojas de mayores tamaños. Los invernaderos,
las estaciones de ferrocarril, museos, nuevas tiendas, pabellones para exposiciones, lo utilizan con
el fin de sustituir el muro o la cubierta.
Enteramente de hierro, metal que aporta extrema ligereza a las columnas que soportan airosas
bóvedas vaídas ajenas a cualquier connotación historicista. Una vez más el hierro propone su propio
lenguaje formal en el que el sentido ornamental queda supeditado a las estructura metálicas.
En el concurso para la primera Exposición Universal de Londres se exigía que los materiales pudieran
ser empleados de nuevo y que pudiera desmontarse.
La poca duración de las exposiciones y la necesidad de demolición será una constante en todas ellas
por su carácter de novedad que cada una de ellas debía ofrecer.
Joseph Patxon gana el concurso y lo resuelve con elementos prefabricados que se montan o se
desmontan pieza a pieza.
La estructura principalmente longitudinal es aprovechada para deslizar sobre ella una plataforma
donde se hallan los obreros que van colocando las placas de vidrio. Todo ello da lugar a una gran
simplicidad y belleza de líneas.
Revolucionó la arquitectura al sustituir por
cristal los tradicionales muros y cerramientos
de forma que el edificio era como una enorme
vitrina, en la que se exponían los ingenios de la
hegemonía industrial inglesa.
Se ubicó en el Campo de Marte de París como gran arco de entrada para la Exposición Universal
(1889) fecha que conmemoraba el centenario de la Revolución francesa.
La Torre Eiffel es el mayor exponente de la arquitectura industrial al crearse como ejemplo de una
nueva arquitectura construida enteramente de hierro que fusionaba arte y técnica.
A pesar de tener un carácter efímero, no fue demolida gracias al enorme alcance de su antena
vital en la I Guerra Mundial.
Sus 300m son un orgulloso monumento a la técnica y lo hace previendo las dilataciones térmicas
y los empujes del viento.
Da sensación de ligereza lo que se logra por la transparencia, que hace imposible distinguir entre
el interior y el exterior, y su estrechamiento en altura.
Se fija al suelo con cuatro pilares hechos con barras de hierro que se estrechan hasta unirse en la
cúspide rematada con una antena, formando una esbeltísima pirámide de tres niveles o
plataformas con aristas cóncavas.
A pesar de ser muy criticada por sus contemporáneos al considerarla antiestética por carecer de
piedra, acabó convirtiéndose en una torre – símbolo y admirada como un elementos insustituible
del paisaje urbano parisino. Por sí sola puede hacernos comprender el consciente papel de Francia
en la Europa del siglo XIX.
3.- LA ESCUELA DE CHICAGO.
Mientras tanto, América ofrece un panorama prometedor pues sabe descubrir bien pronto los
dilatados horizontes de la industria, del comercio y de todo aquello que iba a constituirla en
gigantesca potencia en el siglo XX.
Consciente de su potencialidad hace previsiones para el futuro y ciudades como Nueva York son
diseñadas para el siguiente siglo con avenidas de 20km en línea recta y, de igual modo, la altura de
los edificios será liberada del canon europeo alcanzando alturas inconcebibles que pronto superarán
a la Torre Eiffel.
América gozaba de una ventaja sobre Europa y era la de no estar encorsetada por ninguna tradición
en su suelo virgen, por ello los edificios pueden diseñarse según las conveniencias del presente, sin
referencias al pasado.
En Estados Unidos, más concretamente en Chicago, se va a formar en el último tercio del siglo XIX
la escuela americana más importante de arquitectura debido a que la vieja ciudad con muchos
edificios construidos de madera había sido destruida por un incendio en 1871 y el ánimo
emprendedor de sus habitantes les lleva a vivir una auténtica carrera constructiva.
Hubo que rehacer Chicago pero la especulación de los terrenos y la gran demanda de viviendas
obligaron a construir en vertical. La solución fue edificar muchos pisos elevados, entre 10 y 16 alturas
sobre una planta reducida, permitiendo el máximo aprovechamiento del suelo. Nace así el concepto
de RASCACIELOS.
Esta escuela, que hizo de Chicago una metrópoli vertical y cuna de la arquitectura moderna, empleó
soluciones de gran audacia técnica:
El uso de estructuras metálicas de hierro que permiten alcanzar grandes alturas y que
eliminan los muros de carga.
El uso del pilar de hormigón como soporte.
El desarrollo del ascensor eléctrico, lo que permitirá construir edificios de mayores alturas.
Los exteriores lisos y acristalados con predominio de líneas horizontales y verticales, con
atractivas fachadas de mampostería.
Tras analizar las fachadas de los edificios de la Escuela de Chicago, vemos que planteaban dos
formas fundamentales:
o Una tiende a identificar el cerramiento exterior con la estructura, es decir,
pretende mostrar la estructura constructiva en los elementos exteriores. Se
identifican así, forma y función.
o La otra oculta el armazón mediante recubrimientos decorativos de raíces
historicistas.
Por primera vez en el siglo XIX se elimina el conflicto entre ingeniero y arquitecto.
FAIR STORE (1891-1892)
MANPOSTERÍA.
El pionero de esta nueva concepción
constructiva es HENRY HOBSON
RICHARDSON, quien desde el primer
momento rechaza todo eclecticismo o
compromiso con el pasado. Su obra más
importante son los ALMACENES MARSHALL
(1877), de una sobriedad volumétrica profética
que influye en todos los jóvenes arquitectos
americanos de su momento.
El primer edificio que sirvió como modelo para
la Escuela de Chicago fue construido por HENRY
H. RICHARDSON. (1836-1886) Se trataba del
MARSHALL FIELDS STORE que estableció las
bases para los futuros rascacielos sin serlo.
Construía las fachadas de piedras no
pulimentadas, de aspecto rústico.
Este edificio será reconocido posteriormente
como el prototipo de edificio de oficinas, siendo
muy innovador y avanzado para su época.
Con la técnica de engarces de hierro ideada por Le Baron Jeney a base de pilares, vigas y
entramados recubiertos de una sustancia protectora contra el fuego, se logran edificios de
muchos pisos sin la necesidad de que los pilares sean muy gruesos.
El sistema permite además eliminar casi por completo el muro, logrando establecer entre los
pilares numerosos ventanales, las famosas "bow-windows" de tres cristales que permiten la
ventilación de los grandes interiores y la necesaria iluminación. Entre las ventanas recurre a
delgados soportes de hierro forjado apoyándose sobre antepechos de madera. En 1888 se
añadieron dos pisos más al edificio con la misma estructura.
De entre los arquitectos sobresale Sullivan quien
dio personalidad a un edificio en altura como el
AUDITORIUM (1889) de Chicago cuya fachada se
cubre con elementos historicistes.