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Los movimientos totalitarios dependen de grandes masas de individuos aislados y atomizados para ganar poder. Estas masas surgieron de las rupturas en las sociedades muy estratificadas dominadas por la burguesía. A diferencia de los partidos políticos tradicionales, los movimientos totalitarios exigen una lealtad incondicional, irrestringida y constante de sus miembros individuales. Esta lealtad total solo es posible cuando no está vinculada a ningún contenido o programa político específico.
Los movimientos totalitarios dependen de grandes masas de individuos aislados y atomizados para ganar poder. Estas masas surgieron de las rupturas en las sociedades muy estratificadas dominadas por la burguesía. A diferencia de los partidos políticos tradicionales, los movimientos totalitarios exigen una lealtad incondicional, irrestringida y constante de sus miembros individuales. Esta lealtad total solo es posible cuando no está vinculada a ningún contenido o programa político específico.
Los movimientos totalitarios dependen de grandes masas de individuos aislados y atomizados para ganar poder. Estas masas surgieron de las rupturas en las sociedades muy estratificadas dominadas por la burguesía. A diferencia de los partidos políticos tradicionales, los movimientos totalitarios exigen una lealtad incondicional, irrestringida y constante de sus miembros individuales. Esta lealtad total solo es posible cuando no está vinculada a ningún contenido o programa político específico.
• Nada resulta mas característicos de los movimientos totalitarios en general y de la calidad de la
fama de sus dirigentes en particular como la sorprendente celeridad con las que son olvidados y la sorprendente facilidad con que son reemplazados. • Hay una impermanencia que tienen que ver con la proverbial volubilidad de las masas y de la fama que al respecto se le atribuye; muy probablemente puede remontarse a la manía del desplazamiento perpetuo de los movimientos totalitarios, que solo pueden hallarse en el poder mientras estén en marcha y pongan en movimiento a todo lo que haya en entorno de ellos. Por eso, en un cierto sentido, esta misma impermanencia es un testimonio más bien halagador para los dirigentes muertos en cuanto que lograron contaminar a sus súbditos con el virus específicamente totalitario;si existe algo semejante a una personalidad o mentalidad totalitarias, esta extraordinaria adaptabilidad, esta ausencia de continuidad, son indudablemente sus características relevantes. Por ello puede ser erróneo suponer que la inconstancia y el olvido de las masas significa que se hallan curadas de la ilusión totalitaria; lo cirto puede ser todo lo contrario. • Sería aún más erróneo olvidar, por obra de esta impermanencia, que los regímenes totalitarios,mientras que se hallan en el poder, y los dirigentes totalitarios, mientras que se hallan con vida “gobiernan y se afirman con el apoyo de las masas” hasta el final. • No puede atribuirse la popularidad de los regímenes totalitarios a una propaganda dominante y mentirosa sobre la ignorancia y la estupidez. Porque la propaganda de los movimientos totalitarios que procede y acompaña a los regímenes totalitarios es invariablemente tan franca como mendaz y los futuros dirigentes totalitarios comienzan usualmente sus carreras jactándose de sus delitos pasados y perfilando sus delitos futuros. • No es nada nueva la atracción que para la mentalidad del populacho supone el mal y el delito. Ha sido siempre cierto que el populacho acogerá satisfecho los “hechos de violencia con la siguiente observación admirativa: serán malos, pero son muy hábiles”.el factor inquietante en el éxito del totalitarismo es más bien el verdadero altruismo de sus seguidores, para sorpresa de todo el mundo civilizado, pueden incluso mostrarse dispuestos a colaborar con sus propios acusadores y a solicitar para ellos mismos la pena de muerte con tal de que no se vea afectdo su status como miembros del movimiento. Sería ingenuo considerar como simple idealismo ferviente a esta tozudez de convicciones que supera a todas las experiencias conocidas y que cancela todo inmediato interés por sí mismo. El fanatismo de los movimientos totalitarios, contrario a todas las formas de idealismo, serompe en el momento en que el movimiento deja a sus seguidores en la estacada, matando en ellos cualquier convicción que quedara de que pudieran haber sobrevenido al colapso del mismo movimiento. Mientras que los mantenga unidos, los miembros fanatizados no pueden ser influidos por ninguna experiencia ni por ningún argumento; la identificación con el movimiento y el conformismo total parecen haber destruido la misma capacidad para la experiencia, aunque ésta resulte tan extrema como la tortura o el temor a la muerte. • Los movimientos totalitarios pretenden lograr organizar las masas. Mientras que todos los grupos políticos dependen de una fuerza proporcionada, los movimientos totalitarios dependen de la pura fuerza del número, hasta el punto que los regímenes totalitarios parecen imposibles, incluso bajo circunstancias por lo demás favorables, en países con poblaciones relativamente pequeñas. Sólo donde existen grandes masas superfluas o donde pueden ser derrochadas sin desastrosos resultados de despoblación es posible una dominación totalitaria, diferencia de un movimiento totalitario. • Los movimientos totalitarios son posibles allí donde existen masas que por un razón u otra, han adquirido el apetito de la organización política. El termino masa se aplica sólo cuando cuando nos referimos a personas que, bien por su puro número, bien por indiferencia, o por ambos motivos, no pueden ser integradas en ninguna organización basada en el interés común, en los partidos políticos, en la gobernación municipal o en las organizaciones profesionales y los sindicatos. Potencialmente, existen una en cada país y constituyen la mayoría de esas muy numerosas personas, neutrales y políticamente indiferentes, que jamás se adhieren a un partido y difícilmente acuden a votar. • El éxito de los movimientos totalitarios entre las significó el final de dos espejismos de los países gobernados democraticamente, en general, y de las Naciones-Estados europeas y de su sistema de partidos,en particular. El primero consistía en creer que el pueblo en su mayoría había tomado una parte activa en el Gobierno y que cada individuo simpatizaba con su propio partido o con otro. El segundo espejismo democrático, explotado por los movimientos totalitarios, consistía en suponer que estas masas políticamente indiferentes no importaban, que eran verdaderamente neutrales u no constituían más que un fondo indiferenciado de la vida política de la nación. • Se ha señalado frecuentemente que los movimientos totalitarios usan y abusan de las libertades democráticas con el fin de abolirlas. • La indiferencia ante los asuntos políticos, la neutralidad en los asuntos políticos, no son en sí mismas causa suficiente para el auge de los movimientos totalitarios. • Las diferencias decisivas entre las organizaciones del populacho del siglo xix y los movimientos de masas del siglo xx son difíciles de percibir, porque los modernos dirigentes totalitarios no difieren mucho en psicología y mentalidad de os primeros dirigentes del populacho, cuyas normas morales y cuyos medios políticos tanto se parecían a los de la burguesía. Sin embargo, mientras que el individualismo caracterizaba tanto a la actitud de la burguesía como a la del populacho, los movimientos totalitarios pueden justamente afirmar que son los primeros partidos verdaderamente anti-burgueses. • La relación entre la sociedad de clases dominada por la burguesía y las masas que emergieron de su ruptura no es la misma que la relación entre la burguesía y el populacho, que fue un subproducto de la producción capitalista. Las masas comparten con el populacho solamente en una característica, la de que ambas se hallan al margen de todas las ramificaciones sociales y de la representación política normal. • La abnegación, en el sentido de que uno mismo no importa, el sentimiento de ser gastable, ya no era la expresión de un idealismo individual, sino un fenómeno de masas. • Las masas, no fueron resultado de la creciente igualdad de condición, de la difusión de la educación general y su inevitable reducción de niveles y de la polarización de su contenido. • Las masas surgieron de los fragmentos de una sociedad muy atomizada cuya competitiva y cuya concomitante soledad sólo habían sido refrenadas por la pertenencia a una clase. La característica principal del hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sino su aislamiento y su falta de relaciones sociales normales. • Ni el nacionalismo tribal ni el nihilismo rebelde resulta característicos de las masas apropiados a éstas como lo fueron para el populacho. Pero los mejor dotados entre los dirigentes de masas de nuestro tiempo proceden del populacho más que de las masas. • El hecho que los movimientos totalitarios dependieran menos de la carencia de estructura de una sociedad de masas que las condiciones específicas d unas mazas atomizadas e individualizadas puede advertirse mejor en una comparación del nazimos y el bolchevismo. • Stalin para fabricar una masa atomizada y sin estructura tenía antes que liquidar los vestigios del poder de los Soviéts, que, como órgano principal de la representación nacional, todavía desempeñaban un cierto papel e impedían la dominación absoluta de la jerarquía del partido. • Si el totalitarismo toma en serio su propia postura, debe llegar hasta el punto en que tenga que “acabar de una vez por todas con la neutralidad del ajedrez”, es decir, con la existencia autómata de cualquier actividad. Desde el punto de vista de los dominadores totalitarios, una sociedad dedicada al ajedrez por el ajedrez es sólo en un grado diferente y menos peligrosa que una sociedad de agricultores por la agricultura. • Los movimientos totalitarios son organizaciones de masas de individuos atomizados y aislados. En comparación con todos los demás partidos y movimientos, su más conspicua característica externa es su exigencia de una lealtad total, irrestringida, incondicional e inalterable del miembro individual. Solo puede esperarse que semejante lealtad provega del ser humano completamente aislado, quien, sin otros lazos sociales son la familia, los amigos, los camaradas o incluso los simples conocidos, deriva su sentido de tener un lugar en el mundo solo de su pertenencia a un movimiento, de su afiliación al Partido. • La lealtad total es posible sólo cuando la fidelidad se halla desprovista de todo contenido concreto, del que surgen naturalmente los cambios de opinión. Los movimientos totalitarios, cada uno en su propio estilo, han hecho todo lo que han podido para desembarazarse de los programas partidistas que especifican un contenido concreto y que heredaron de anteriores fases no totalitarias de su desarrollo. • La ausencia de o la ignorancia de un programa de partido no es necesariamente en sí misma un signo de totalitarismo. La simple ansia de poder, combinada con el desprecio por la especificación “parlanchina” de lo que piensa hacer, es característica de todos los jefes del populacho, pero no alcanza a los niveles de totalitarismo. El verdadero objetivo del fascismo era sólo apoderarse del poder e instalar a la élite fascista como dominadora indiscutida del país. El totalitarismo nunca se contenta con dominar por medios externo, es decir, a través del Estado y de una maquinaria de violencia; gracias a su ideología peculiar y al papel asignado a ésta en ese aparato de coacción, el totalitarismo ha descubierto unos medios de dominar y de aterrorizar a los seres humanos desde dentro. En este sentido, elimina la distancia entre los dominadores y los dominados y logra una condición en la que el poder y la voluntad de poder, tal como nosotros los comprendemos, no desempeñan papel alguno o, en el mejor de los casos, desempeñan un papel secundario. En sustancia, el líder totalitario no es nada más ni nada menos que el funcionario de las masas a las que conduce; no es un individuo hambriento de poder y que se impone una tiránica y arbitraria voluntad sobres súbditos. Siendo un mero funcionario, puede ser reemplazado en cualquier momento y tanto depende él de la “voluntad” de las masas a las que encarna. Sin él carecerían de representación externa y seguirían siendo una horda amorfa; sin las masas, el líder es una entidad inexistente. • La conquista del poder por los medios de la violencia nunca es un fin en sí mismo, sino sólo el medio para el fin, y la conquista del poder de un país determinado es sólo una grata fase transitoria, pero nunca la conclusión del movimiento. El objetivo practico del movimiento consiste en organizar a tantos pueblos como les sea posible dentro de su marco y ponerlos y mantenerlos en marcha; un objetivo político que constituyera el final del movimiento.