cultura
El espacio y el tiempo
en Kant
ALBERTO TORRENTERA*
I mmanuel Kant (1724-1804),
publicó la Crítica de la razón
pura en 1781, y una segunda
edición, con diversas variantes,
en 1787. Es uno de los libros más
importantes de la filosofía kantia-
na1 y de la producción filosófica
en general. Las reflexiones cons-
truidas en este texto conforman
una forma nueva de plantear los
problemas, acotar los límites de la
razón y postular lo que puede ser
conocido por ella. Como Kant
señala, la obra es crítica, lo cual
implica un primer movimiento
negativo: no significa ampliar la
razón, sino depurar los errores es-
peculativos, pues crítica significa
describir los límites de un objeto y
encontrar sus condiciones de po-
sibilidad. El autor desprende dos
resultados de su obra: no salir
nunca de la experiencia y reducir
el uso de la razón, si es que desea-
mos hacer una ciencia de la meta-
física y para el desarrollo mismo
de las ciencias. Con la crítica de
la razón pura es posible dar cuen-
ta de los conocimientos a priori, es
decir, no derivados de la expe-
riencia. Es trascendental porque
no se interesa en sí por los obje-
tos, sino por nuestro modo de co-
nocerlos a priori.
* Profesor de la Universidad Obrera de
México.
El presente trabajo únicamen-
te aborda uno de los caminos
esenciales de la reflexión kantia-
na: el espacio y el tiempo. ¿Por
qué ambos elementos? Kant indi-
ca que para conocer un fenómeno
se necesitan dos factores: la intui-
ción y los conceptos. El tiempo y
el espacio son las formas de la in-
tuición. Para comprenderlos más
adecuadamente es necesario ver
los componentes de la estética
trascendental.
En Kant se presenta una doble
relación con la metafísica: no le
satisface debido a su incapaci-
dad de mostrar los fundamentos
y las condiciones de posibilidad de
las ciencias y de constituirse a sí
misma como tal. Para Kant, la
metafísica debía (y podía) reinar
por la naturaleza de su objeto y el
despliegue del mismo a través de
la razón, entendida como “la
facultad de la unidad de las re-
glas del entendimiento mediante
principios”.2 Las ciencias progre-
san, perfeccionan sus métodos y
realizan descubrimientos, pero la
metafísica no debido a la dificul-
tad de medir, en la formación de
su discurso, la profundidad del
pensamiento. Pero a Kant no le
interesa la crítica de libros o
de sistemas, “sino de la facul-
tad de razón en general, respecto
de todos los conocimientos a que
ésta pueda aspirar independiente-
mente de toda experiencia”.3 El
deber de la filosofía es “disipar la
ilusión de una mala inteligencia”.4
Se trata de construir un saber ver-
dadero, no enlistar opiniones o
arrojar hipótesis; para Kant, sobre
la certeza no se opina, porque
todo conocimiento a priori es ab-
solutamente necesario.
La metafísica tiene la ventaja
de ser la única ciencia que puede
alcanzar la perfección sin añadirle
contenido alguno; se consolida
como un inventario de la razón
pura ya que “nada puede aquí pa-
sarnos desapercibido, porque lo
que la razón extrae enteramente
por sí misma, no puede esconder-
se, sino que por la razón misma es
traído a la luz, tan pronto como se
ha descubierto el principio común
de todo ello”.5 Esto es un proyec-
to que la Crítica debe hacer real.
Como la razón aparece nece-
sariamente en todas las ciencias,
debe existir algo conocido a prio-
ri, de dos maneras: la primera
para determinar el objeto y sus
conceptos, lo cual permite el co-
nocimiento teórico; la segunda,
para hacerlo real, lo cual significa
el conocimiento práctico de la ra-
zón, pero “la parte pura de ambos
(…) en donde la razón determina
su objeto completamente a priori,
tiene que ser primero expuesta
53
 cultura
sola, sin mezclarle lo que procede
de otras fuentes”.6 En los Prolegó-
menos señala que “el conocimien-
to metafísico debe solamente con-
tener juicios a priori, como exige
la naturaleza de sus fuentes”.7
porque éstas no pueden derivar
de la experiencia y de la realidad
externa. Entre otras razones por-
que es incognoscible, no podemos
saber cómo es la cosa en sí, sino
los fenómenos: aquello que apare-
ce en un tiempo y en un espacio
como condiciones de posibilidad,
y que es estructurado, vuelto lógi-
co, por medio de las categorías.
Conocemos de los objetos lo que
ponemos en ellos. Por eso “la ra-
zón debe acudir a la Naturaleza
llevando en una mano sus princi-
pios, según los cuales tan sólo los
fenómenos concordantes pueden
tener el valor de leyes, y en la otra
el experimento, pensado según
aquellos principios”;8 el hombre,
de este modo, no es un discípulo
sino el juez que obliga a dar res-
puestas determinadas a los testi-
gos. La física ha sido una ciencia
en crecimiento porque busca, no
imagina, lo que la razón ha puesto
o determinado; los objetos no ri-
gen el conocimiento, sino el co-
nocimiento a los objetos. Así, el
experimento únicamente com-
prueba nuestro conocimiento a
priori del fenómeno, no la de la
cosa en sí, que permanece desco-
nocida. “Espacio y tiempo son
sólo formas de la intuición sensi-
ble”9 y condición de existencia
de los fenómenos, lo único cono-
cible por la razón. Como señala
Cassirer en Kant, vida y doctrina,
no es la existencia del mundo de
las cosas lo que hace surgir, para
el hombre, el conocimiento y la
verdad, sino que la ordenación
que debe tenerse en cuenta nace
de la necesaria certeza de los jui-
cios.
54
Esto permite desembocar en
una idea central de Kant: si bien
todo conocimiento inicia con la
experiencia, no quiere decir que
provenga siempre de ella; al con-
trario, existe –y es lo más impor-
tante– un tipo de conocimientos
que se distinguen por no pertene-
cerle: los conocimientos a priori,
que pueden ser completamente
puros o no. A Kant le interesa,
para efecto de su obra, preferente-
mente los conocimientos a priori
puros, que se caracterizan por ser
universales y necesarios, y en los
cuales la ilustración de la expe-
riencia, cuando se otorga, sólo
sirve como ejemplo, pero cuya
necesidad está conformada en
su propia interioridad. De este
modo, son posibles dos tipos de
juicios, los analíticos y los sintéti-
cos. Los analíticos son siempre a
priori, pero que no le interesan a
Kant porque no aumentan el co-
nocimiento, ya que sólo descom-
ponen el fenómeno y lo explican
basándose en el principio de iden-
tidad. Los juicios sintéticos se
subdividen en a posteriori (deriva-
dos de la experiencia) y no permi-
ten explicar la forma en que la ra-
zón produce el conocimiento, y
en sintéticos a priori, en los cuales
el predicado añade conocimiento
al sujeto; el ser a priori significa
que no dependen de una confor-
mación por medio de la actuación
empírica, sino que son ellos los
que hacen posible determinadas
formas de la experiencia. La ma-
temática, la geometría, la ciencia
de la naturaleza y la metafísica es-
tán construidas con juicios sinté-
ticos a priori. Esto no es tan claro
como parece. La muestra, dice
Kant, es que aquellos que han
reflexionado sobre la matemática
habían supuesto que las propieda-
des eran analíticas y no sintéticas;
sin embargo, de la proposición
5+7 no se desprende por descom-
posición de sus elementos el
resultado 12.
Kant se introduce, por ello, en
el universo de los juicios sintéti-
cos a priori, cuyos principios pue-
de otorgar solamente la razón.
Como son las síntesis puras las
que poseen los conocimientos
más altos, la crítica debe serlo de
la razón pura. Como se indicó, no
es una doctrina, sino una crítica,
ya que acota los límites de la
razón y su forma de conocer los
objetos (el conocimiento trascen-
dental). A esta nueva ciencia “no
debe entrar (…) ningún concepto
que contenga algo empírico”,10 y
es aquí, en esta trama general,
donde se engarzan las intuiciones
del tiempo y el espacio, debido a
que el conocimiento tiene dos ra-
mas, quizá, añade el filósofo, que
provienen del mismo origen: la
sensibilidad y el entendimiento:
“por medio de la sensibilidad nos
son dados objetos y ella sola nos
proporciona intuiciones; por mie-
do del entendimiento empero son
ellos pensados y en él se originan
conceptos”.11 De este modo, el
efecto del objeto en la representa-
ción se llama sensación; y es fenó-
meno “el objeto indeterminado de
una intuición empírica”.12 Kant le
llama estética trascendental a
la ciencia de los principios a priori
de la sensibilidad, con los cuales
es posible en un primer momento
el conocimiento.
Respecto al espacio y al tiem-
po, indica el filósofo, existen tres
campos teóricos. Para Newton se
trata de entidades reales: “El es-
pacio absoluto permanece cons-
tantemente igual e inmóvil, por
virtud de su naturaleza y sin rela-
ción alguna con ningún objeto
exterior; el espacio relativo, por el
contrario, es una medida o parte
móvil del primero, que nuestros

sentidos nos señalan por medio de
su situación con respecto a otros
cuerpos y que generalmente se
confunde por error con el mismo
espacio inmóvil”.13 Como señala
Cassirer, a pesar de que Newton
había propuesto como método de
investigación sólo aquellos fenó-
menos que pueden ser demostra-
dos como verdaderos, introduce
en contrabando una noción meta-
física, ya que en la realidad expe-
rimental no es posible dar cuenta
de un espacio y un tiempo fijos,
inmóviles; ninguna experiencia es
capaz de demostrarla o negarla.
La segunda posibilidad que
aparece en la Crítica es la teoría
relacional, de Leibniz. Tiempo y
espacio son tomados como rela-
ciones de las cosas, aunque no
sean intuidas: “Leibniz convier-
te en un algo ‘inteligible’ lo que
para Newton era un algo absolu-
to. Espacio y tiempo son ‘ideas
del entendimiento puro’, que, en
cuanto tales, pueden sentar los
fundamentos de las definiciones
exactas y de las pruebas rigurosa-
mente deductivas, pero que, a pe-
Portada de una
edición de la
Crítica de la razón
pura fechada en
Frankfurt y
Leipzig en 1794.
sar de este origen puramente dis-
cursivo, permanecen limitadas a
su aplicación al campo de la reali-
dad empírica”.14
Kant abre la posibilidad de una
tercera teoría, la crítica, en donde
espacio y tiempo pertenecen a la
forma de la intuición y a las cuali-
dades subjetivas de la razón. La
palabra subjetivo no señala que
dependa su construcción por cada
individuo de forma caprichosa o
voluntaria. A Kant le interesa
conocer cómo la razón está es-
tructurada, y la división en intui-
ciones, conceptos e ideas designa
“actividades de la razón, reduci-
das a formas, pero en realidad
todas ellas son funciones”.15 En lo
relativo a las condiciones a priori
de la sensibilidad, Kant no se pre-
gunta lo que son tiempo y espa-
cio en sí, él intenta comprender
“las condiciones lógicas que ha-
cen que el espacio subjetivo, el
único que le es dado al individuo,
se convierta en el espacio ‘objeti-
vo’ y que, por tanto, obtengamos
como resultado un concepto uní-
voco de la realidad empírica, in-
cultura
dependientemente de todas las
diferencias individuales en cuanto
a las representaciones”;16 este ha-
cer objetivo puede realizarse si no
se consideran tiempo y espacio
como cosas concretas enfrentadas
a la representación, sino “como
fuentes del conocimiento”; el es-
pacio y el tiempo pasan de ser co-
sas a conocer, a funciones por me-
dio de las cuales conocemos.
En Kant, tiempo y espacio tie-
nen que ver con un mismo tipo de
intuición, la que hace posible la
aparición de los fenómenos, pero
tienen características diferentes.
El espacio se relaciona con las
intuiciones externas; el tiempo,
con las intuiciones internas del
sujeto. Para Kant, el espacio no es
un concepto empírico sacado por
medio de las experiencias exter-
nas, pues es necesario que el suje-
to esté en la base de la representa-
ción del espacio para que puedan
darse las cosas teniendo un lugar,
estando colocadas y dispuestas.
Además, no podemos nunca re-
presentarnos la inexistencia del
espacio, aunque bien podemos
abstraer, con la imaginación, la
existencia de cualquier objeto
dado en el espacio; por eso es
pensado como una condición de
posibilidad de los fenómenos y no
una creación de los fenómenos
mismos. A esto añade Kant que el
espacio no es una relación discur-
siva, sino una intuición pura, por-
que nunca podemos imaginar (o
intuir) sino un espacio único, y las
subdivisiones espaciales que frag-
mentamos son en su interior y no
le preceden de ninguna manera;
por ello lo múltiple de los espacios
sólo es posible en las limitaciones
y acotaciones de este espacio úni-
co y soberano. Una sola intuición
es base de las diferentes concep-
tualizaciones del espacio, y no
existen múltiples intuiciones es-
55
 cultura
paciales que correspondan a cada
fragmentación del mismo; es una
intuición dada, no una cosa en
sí, es “la forma de todos los fenó-
menos del sentido externo, es de-
cir, la condición subjetiva de la
sensibilidad”,17 mas como esa re-
ceptibilidad debe ser anterior en
el sujeto a la afectación por los
objetos, esta forma debe estar
dada en el espíritu con preceden-
cia de que sea dada por los objetos
reales; es una intuición a priori,
que no se forma a partir de la
experiencia con los objetos ex-
ternos, sino que posibilita la exis-
tencia de los fenómenos y permite
captarlos en un lugar. Sólo es po-
sible hablar de espacio para la
dimensión humana, si desprende-
mos la capacidad subjetiva, si sus-
traemos al hombre del mundo,
no podemos hablar de la existencia
de un espacio y de un tiempo, pues-
to que éstos no son cosas en sí.
Kant habla de dos tipos de
comprensión del espacio: una,
empírica, que remite a toda expe-
riencia exterior; otra, como idea-
lidad trascendental, inexistente
“si abandonamos la condición
de la posibilidad de toda expe-
riencia y lo consideramos como
algo que está a la base de las cosas
en sí mismas”.18 No existe fuera
del espacio otra realidad exterior
objetiva.
Lo que se predica del espacio
en la teoría kantiana, señala Alli-
son, se puede predicar del tiem-
po. Éste, en equivalencia con el
espacio, es una representación
necesaria en la base de las intui-
ciones, y lo mismo que aquel, no
se puede entender ningún fenó-
meno fuera del tiempo, aunque
puede eliminarse mentalmente
la existencia de los objetos en la
temporalidad. Es la forma del sen-
tido interno y es real como tal in-
tuición, no por ser objeto, sino
56
porque permite representarme a
mí mismo como objeto; “El tiem-
po no es inherente a los objetos
mismos, sino al sujeto que los in-
tuye”,19 espacio y tiempo son las
dos formas puras de la intui-
ción y condición de posibilidad de
los fenómenos. Solamente pode-
mos conocer lo que aparece en el
espacio y en el tiempo.
Si tomamos en cuenta que son
los juicios sintéticos a priori los
que Kant privilegia por encon-
trarse en ellos la facultad produc-
tiva de la razón, se comprende
mejor la importancia que le da a
la intuición en su sistema del
idealismo trascendental. Pero es
sólo la mitad de las condiciones
del conocimiento, la otra la dan
los conceptos, ¿por qué tiempo y
espacio son intuiciones y no con-
ceptos? Porque son tomados como
unidad, no pueden ser descompo-
nibles en otras determinaciones
más simples, como el concepto.
Éste implica extensión e inten-
ción, de modo que posee debajo
de sí otros conceptos, y no puede
Placa colocada sobre la tumba
de Immanuel Kant, en la Catedral de
Königsberg, actualmente Kaliningrado.
simultáneamente ser infinito, lo
que resulta incomprensible para
la mente humana, a diferencia
del tiempo y el espacio, que se in-
tuyen como una infinitud a la
cual podemos segmentar arbitra-
riamente en la aparición de los fe-
nómenos. Son intuiciones y es a
partir de ellas que se puede con-
ceptuar. <
Notas
1 Con ella inicia la segunda etapa del pen-
samiento kantiano, denominado criticismo, el
cual implica indagar sobre el conocimiento y
las facultades para llevarlo a cabo, y que es
conformado, básicamente, por Crítica de la ra-
zón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica
del juicio. Otras denominaciones para el se-
gundo periodo son: apriorismo, idealismo tras-
cendental y fenomenalismo.
2 Kant, E., Crítica de la razón pura, Méxi-
co, Porrúa, 1991, p. 169.
3 Kant, E., Crítica de la razón pura, Méxi-
co, Porrúa, 1991, p. 6.
4 Ibid., p. 7.
5 Ibid., p. 9.
6 Ibid., p. 12.
7 Kant, E., Prolegómenos a toda metafísi-
ca futura, Ed. Aguilar, Madrid, 1968, p. 8.
8 Kant, E., Crítica de la razón pura, op. cit.,
p. 13.
9 Ibid., p. 17.
10 Ibid., p. 39.
11 “Kant, E., Crítica de la razón pura, op.
cit., p. 41.
12 Idem.
13 En: Cassirer, E., El problema del conoci-
miento, Vol. 2, FCE, México, 1986, p. 396.
14 Idem., p. 403.
15 Vleeschawer, H.J., “Kant”, en La filoso-
fía alemana de Leibniz a Hegel, Yvon Belaval
(coor.), Siglo XXI, México, 1977, p. 201.
16 Cassirer, E., ibid., p. 638.
17 Kant, E., Crítica de la razón pura,
op. cit., p. 45.
18 Idem., p. 46.
19 Idem., p. 51.
Bibliografía
Allison, H., El idealismo trascendental de
Kant: una interpretación y defensa,
Anthropos, Barcelona/México, 1992.
Cassirer, E., El problema del conocimiento,
v. 2, FCE, México, 1986.
Cassirer, E., Kant, vida y doctrina, FCE, México,
1978.
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Vleeschawer, H. J., “Kant”, en La filosofía ale-
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