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Los individuos continúan desarrollándose durante toda su vida. Los aportes de un Charles
Darwin, un Pablo Picasso o una Katharine Hepburn sin duda se fueron profundizando en
las décadas posteriores a la adolescencia. Pero hasta hace muy poco, los psicólogos que
estudian el desarrollo humano se han centrado casi exclusivamente en el período de la
vida anterior a los veinte años de edad. Lo que es más, las formas de evaluación en que
han basado sus estudios casi siempre consisten en tareas breves —aprender listas de
palabras, resolver un laberinto- que se pueden salvar en cuestión de minutos (y que se
olvidan con aun mayor rapidez). Hasta el más ilustre psicólogo del desarrollo de nuestros
tiempos, Jean Piaget, no tuvo nada que decir sobre la vida mental en los años adultos, y
muy poco acerca de los logros que se van dando en el transcurso de los años.
Se puede vislumbrar el espíritu de Piaget en la descripción que hace Gruber del método de
trabajo de Darwin. En contradicción con la visión convencional de la creatividad como un
proceso místico e irracional, Darwin no experimentó ningún arranque súbito de
inspiración, ningún pensamiento o teoría totalmente novedosos. En cambio, confeccionó
interminables listas de pensamientos, imágenes, interrogantes, sueños, esquemas,
comentarios, argumentos y notas que se dirigió a sí mismo, y que organizó y reorganizó
continuamente. Todo esto era parte de un esfuerzo descomunal por comprender el modo
en que los procesos vitales han engendrado la pléyade de especies vegetales y animales
que existen en el mundo natural. En sus cuadernos, Darwin introducía temas claves, los
analizaba y a veces los abandonaba sólo para retomarlos más adelante. Ciertas
introvisiones cruciales eran anticipadas en anotaciones previas, y ocasionalmente se las
descubría dos veces.
Se puede incluso estimar el ritmo de esta actividad creativa: mientras que los individuos
normales tienen quizá una revelación mental por semana, Darwin, que trabajaba
incansablemente en sus proyectos, parece haberlas tenido a diario.
Gruber considera que la persona "pensante total" encierra una cantidad de subsistemas
en interacción. Uno de esos subsistemas implica la organización del conocimiento. La
persona creativa busca relacionar diversas facetas y teorías que se encuentran dispersas
en su campo de interés, a efectos de encontrar una sínte-sis coherente y completa. Lo que
es más, el individuo creativo normalmente produce una red de actividades, un complejo
de búsquedas que atrapa su curiosidad durante largos períodos. Estas actividades suelen
basarse una en otra y dar lugar a una vida creativa increíblemente dinámica. Cuando
cambia su foco de interés, el individuo atenderá específicamente a ciertas clases de
información y de manera consciente dejará otras de lado. Es capaz de acotar problemas
que conduzcan a callejones sin salidas, o incluso de "destruir problemas" que amenacen
apartarlo demasiado de la red de hipótesis que ha escogido. Pero en el largo plazo, se
puede prever que el individuo creativo retornará a los principales nudos de su red de
actividades a efectos de construir el sistema más completo que sea posible. Además de
este cúmulo de actividades, el individuo creativo también persigue una serie de metáforas
dominantes (o es perseguido por ellas). Estas figuras son imágenes de amplio alcance,
ricas y susceptibles de ser exploradas con bastante profundidad, que muestran al
investigador algunos aspectos de ciertos fenómenos que de otro modo quizá le resultaran
invisibles. Muchas veces, la clave de las innovaciones más importantes del individuo son
inherentes a estas imágenes.
En el caso de Darwin, la metáfora más fecunda fue la del árbol ramificado de la evolución,
sobre el cual pudo trazar el ascenso y el destino de distintas especies. Sin embargo,
durante diversos períodos también concibió a la naturaleza como un bosque enmarañado,
a los órganos físicos como invenciones o artificios, y a la selección natural como una
enorme cantidad de cuñas tratando de introducir a la fuerza ciertas estructuras adaptadas
dentro de las brechas de la naturaleza. Los alumnos de Gruber han descubierto otras de
estas metáforas de amplio alcance.
Según Jeffrey Osowski, de la Universidad Rutgers, Wiliam James tendía a representarse los
procesos mentales como una corriente de agua, más que en términos de las imágenes
asociadas a un tren o a una cadena. Martha Moore Russell, del Servicio de Evaluación
Educativa, opina que todo análisis de John Locke debe tomar en cuenta su imagen del
halconero, que al dejar volar al pájaro simbolizaba la búsqueda del conocimiento humano.
Por último, para transmitir su propio punto de vista sobre el proceso creativo, Gruber
gusta de recurrir a la imagen mosaica del arbusto que siempre arde pero nunca se
consume.
El sentido del propósito que tiene el individuo (su dirigirse hacia una meta) guía su
elección de un conjunto determinado de iniciativas y le indica en cuáles centrarse en
determinado momento, cuáles dejar de lado, cuándo desarrollar nuevas capacidades y
cuándo apoyarse en las que ya ha adquirido y verificado. Como lo expresa Gruber, el
individuo se asemeja a un prestidigitador con muy buena coordinación, que es capaz de
guardar una cantidad de objetos en la mente (o en la mano) en un preciso momento y a
quien realmente le complace su capacidad de llevar a cabo tal proeza de prestidigitación,
aunque lo fundamental siempre siga siendo la meta de crear nuevos objetos o efectuar
nuevos descubrimientos. Un sistema total deriva de la vida afectiva del creador. El creador
experimenta un vínculo fuerte, casi primordial, con los objetos de su curiosidad. Einstein,
Darwin, Piaget, todos ellos sintieron una especial intimidad con el mundo natural.
¿La creatividad es más factible durante ciertas fases de la vida (como las crisis de
mediados de la vida descriptas por Daniel Levinson y Erik Erikson)? ¿La creatividad
presupone el nivel más elevado de organización moral o de la personalidad, la clase de
individuo autónomo y principista que describen los teóricos del desarrollo Lawrence
Kohlberg, de Harvard, y Jane Loevinger, de la Universidad de Washington? ¿Puede
aparecer en forma inesperada en una persona por lo demás común y comente, o debe ser
parte de la trama de la vida de un individuo excepcional?
La incidencia de la conducta creativa extrema es tan poco común que quizá sólo pueda
ocurrir en circunstancias muy especiales. David Feldman, colega de Gruber en la
Universidad Tufts, dice que es necesaria una "co-incidencia": esa conjunción de factores
genéticos, familiares, motivacionales y culturales, todos los cuales deben estar presentes
para que los esfuerzos de un Einstein, un Darwin o un Beethoven lleguen a concretarse.
Tampoco es probable que un individuo creativo pudiera ser reemplazado por otro.
Leonardo da Vinci no podría haber sido Darwin, Beethoven no podría haber sido Einstein.
Por último, la aparición de personas creativas (tal como las conocemos) quizá presuponga
una determinada visión del individuo por parte de la cultura y de los mismos individuos. El
in-dividuo creativo posiblemente sea una invención de la sociedad posterior al
Renacimiento en Occidente. Este tipo de persona excepcional quizá sea desconocido en
aquellas culturas que otorgan una importancia mucho mayor a la adaptación a un modelo
de conducta culturalmente aprobado. Y tal vez en nuestra propia cultura la época del
héroe creativo esté quedando atrás.