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UN ACERCAMIENTO A LA OBSERVACIÓN
Uno de los temas centrales en la historia del ser humano es explicar nuestro
comportamiento. Esto ocurre de manera independiente a la actividad que realicemos.
Muchas veces damos explicaciones al comportamiento de los otros a partir de la propia
experiencia. De esto, se desprende que los comportamientos que tenemos muchas veces
están gobernados por la conducta de los otros. Por lo tanto, adquiere relevancia predecir
el comportamiento de los demás, para esto las personas recurren a distintas formas de
explicación
Fuentes de Conocimiento o Verdad: todo aquello a lo que vamos a acudir para explicar
el comportamiento.
Habiendo revisado las distintas fuentes de conocimiento o verdad, queremos retomar una
de ellas: la ciencia. Siguiendo los planteamientos del apartado anterior, la observación
desde un campo científico tiene ciertas particularidades respecto de otros tipos de
miradas.
Ahora bien, no existe una “única” forma de concebir esta mirada científica, pues al ocupar
un lugar de conocimiento, ha sido disputada desde distintas orientaciones epistemológicas
que tratan de explicar la relación entre quién investiga y lo investigado. Ejercicio que va
a impactar directamente en las formas en que concebimos “la” realidad social y material.
Esto quiere decir que, no solamente existen distintas formas de conocimiento por fuera
de la ciencia, sino que esta también se encuentra diversificada por dentro, esto es, la
pregunta acerca de qué es científico o no, es una interrogante que sigue desestabilizando
la concepción misma de los conocimientos.
En otras palabras, la pregunta acerca de los conocimientos científicos, altera la forma que
tenemos para conocer el mundo: qué miramos, qué no miramos, con qué instrumentos,
cómo nos relacionamos con eso que miramos, qué nos pasa cuando miramos.
De modo que, no existiría la pureza en la observación ni formas más o menos válidas en
sí mismas. Más bien, lo válido- entiéndase verdad, apropiado, evolucionado- es
determinado por lógicas de poder que imperan en ciertos momentos históricos y que nos
indican cuál sería la manera propia de “mirar” en cada campo disciplinar y la más
aceptada por la comunidad científica de una determinada disciplina.
Uno de los temas que, en el último tiempo, ha tenido bastante interés entre quienes
investigan la producción de conocimiento científico, tiene que ver con el lugar de quien
observa y la autoría del conocimiento.
Ejemplo de ello, es el trabajo de Donna Haraway, bióloga y filósofa feminista, que plantea
la necesidad del conocimiento situado, a partir de una revisión a la noción de objetividad
científica.
(…) quiero luchar por una doctrina y una práctica de la objetividad que favorezca
la contestación, la deconstrucción, la construcción apasionada, las conexiones
entrelazadas y que trate de transformar los sistemas del conocimiento y las
maneras de mirar. (Haraway, 1991, p.329)
El conocimiento situado, supone una crítica al realismo y al relativismo. Desde posturas
positivistas, se niega al sujeto que observa y desde el relativismo todos los conocimientos
son válidos, sin asumir ninguna postura. En cambio, los conocimientos situados parten
de la concepción de que nuestra mirada siempre es parcial. Miramos desde algún lugar y
los conocimientos no representan una realidad externa, sino que se producen en la
conexión y articulación entre quien investiga y lo investigado (Balash y Montenegro,
2003).
Desde esta perspectiva, el conocimiento es una construcción y la realidad no está ahí
afuera para ser observada. Para el caso de la observación, esto implica que, a medida que
observamos vamos construyendo conocimiento desde una posición previa y que como
investigadores/as debemos hacernos cargo de ello, pues no somos neutrales y nuestra
posición tendrá implicancias en los resultados/conclusiones acerca de lo observado. Lo
que, significa concebir al conocimiento como encarnado, situado y parcial, desafiando
a los trucos divinos, es decir, que todas las posiciones son lo mismo y tienen el mismo
valor (o ninguno); lo cual interfiere con la responsabilidad social que implica hablar en
nombre del lugar científico, en tanto lugar de poder.
En esta misma línea, Itziar Gandarias (2014) advierte respecto a que, tanto investigadoras
como participantes, somos responsables de la producción de conocimientos, lo que
significa “construir con” en vez de “hablar por” la realidad social. Así, el lugar de quien
observa no es neutral ni antes, ni durante ni después del proceso de observación, pues