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Personas desaparecidas: ayudar a las familias a vivir con la incertidumbre

15-02-2010 Entrevista

Los sufrimientos psicológicos de los familiares de personas desaparecidas son múltiples y


duraderos. Laurence de Barros-Duchene es la responsable de los programas del CICR de salud
mental para las personas afectadas por conflictos armados o por otras situaciones de violencia
armada. A su regreso de Georgia/Abjasia, donde participó en la capacitación de especialistas y de
ONG que prestan apoyo a los familiares de personas desaparecidas, explica cómo el sufrimiento
psicológico se suma a las consecuencias jurídicas, económicas y sociales de la desaparición.

¿Cual era el objetivo de las capacitaciones organizadas recientemente por el CICR en Tiflis y
Sukhumi?

El objetivo era capacitar a los socios locales en materia de acompañamiento de los familiares de
las personas desaparecidas. El acompañamiento es un modelo de atención de las víctimas en el
que el CICR trabaja desde hace cuatro años. Promueve el desarrollo de una red de solidaridad
donde participan diferentes actores locales, especialistas y no especialistas. La finalidad de ese
enfoque es responder al conjunto de las dificultades jurídicas, económicas, sociales y psicológicas
que afrontan los familiares.

Invitamos a los responsables de las asociaciones de familiares que se formaron después de la


guerra, en los años 1990, representantes de los familiares, expertos en medicina forense, juristas y
psicólogos, psiquiatras y médicos locales.

Nuestro objetivo era movilizar a todos esos actores en torno a las necesidades de los familiares y
determinar, con ellos, los grandes lineamientos de sus intervenciones. Esa capacitación también
dio a los familiares de personas desaparecidas la oportunidad de hablar de sus dificultades; los
especialistas, por su parte, pudieron tomar conocimiento de la realidad de los sufrimientos
psicológicos de los familiares.

El contenido de la capacitación se inspiró, en gran medida, en la experiencia del CICR, que nos ha
permitido producir un manual práctico destinado a ayudar a quienes realizan actividades de apoyo
a los familiares, para que puedan definirlas de la mejor manera. Hemos podido ver que esa
capacitación servía tanto para los profesionales como para los no especialistas. En efecto, son
pocos los que conocen la situación de los familiares de las personas desaparecidas y son pocos los
especialistas que están preparados para afrontar el dolor moral que suscita la desaparición. Ese
sufrimiento no es patológico, muy por el contrario, aun si, con el tiempo, puede alterar de manera
más o menos grave el estado de salud de las personas. A veces se necesita una respuesta
especializada, pero no es la única que necesitan los familiares; sobre todo si a éstos no se les
informa qué le sucedió a su pariente desaparecido.

¿Cuáles son las necesidades propias de los familiares de personas desaparecidas en el marco de
conflictos armados?

Son múltiples y están interrelacionadas. La primera necesidad expresada por las personas es la de
saber qué le sucedió a su familiar desaparecido. Es una cuestión que las obsesiona, les genera una
angustia intensa y duradera. El CICR no tiene la responsabilidad de responder a esa necesidad,
pero puede alentar y ayudar a las autoridades responsables a hac erlo. Con esa perspectiva, el
CICR elaboró una Ley Modelo destinada a orientarlos en la aplicación de mecanismos de búsqueda
y la definición de un marco jurídico adaptado a la situación de los familiares y a la problemática de
la desaparición.

En la mayoría de los casos, las personas que desaparecen son hombres, soldados o civiles. Esos
hombres suelen ser la única fuente de ingresos de las familias. De modo que su desaparición tiene
consecuencias económicas para las familias, sobre todo porque a menudo deben gastar los pocos
ahorros que tienen en costosos trámites administrativos o para pagar a supuestos informantes o a
algún " adivino " .

A ello se añade, en las situaciones de conflicto armado, la falta de apoyo comunitario y la ausencia
de voluntad política, que obligan a los familiares a afrontar solos tanto el sufrimiento provocado
por la desaparición como sus necesidades cotidianas.

Esa situación, y en particular el estado de incertidumbre de las familias, no tienen límites en el


tiempo. Tal vez deberán esperar a la generación siguiente para obtener respuestas y encontrar el
cuerpo de su familiar desaparecido. Hoy sabemos que su sufrimiento no se disipa a medida que
pasan los años. El sufrimiento está allí, a veces en silencio, listo para volver a surgir ante la menor
ocasión. El proceso de duelo no ha podido tener lugar.

Concretamente, ¿cómo se afrontan las consecuencias psicológicas?


En primer lugar, realizando actividades simples, pero en las que no necesariamente piensan las
asociaciones de familiares. Por ejemplo, organizar actividades donde los familiares puedan
reunirse, hablar de su experiencia común e intercambiar información. Eso puede ayudarles a salir
del aislamiento y a buscar soluciones juntos. Esas actividades, cuando están bien enmarcadas,
pueden tener un efecto sumamente po sitivo en los familiares y en su manera de abordar las
consecuencias de la desaparición.

Es cierto que, a veces, con ello no alcanza. El sufrimiento psicológico de los familiares puede
requerir intervenciones especializadas. Por ejemplo, algunos parientes de personas desaparecidas
tienden a descuidar por completo sus propias necesidades y las de los demás miembros de la
familia. Concentran toda su energía y su atención en la búsqueda del familiar desaparecido. Con el
tiempo, esa actitud puede llevarlos a aislarse de su entorno social y emocional, y a privarse
entonces de un apoyo externo importante. Se trata de ayudarlos a salir de esa lógica compulsiva y
a paulatinamente recuperar el placer en su vida cotidiana, sin que ello les provoque un
sentimiento de culpa. Porque, para los familiares, dejar de buscar a la persona desaparecida
significa abandonarla definitivamente o " darle muerte por segunda vez " .

La culpa y la angustia provocadas por la incertidumbre son dos estados particularmente difíciles de
aliviar. Lo mismo sucede con ese temor constante de que, con el tiempo, se olvide la existencia de
la persona desaparecida y no quede ningún rastro de ella. " ¿Quién va a recordarla cuando yo ya
no esté? " : esta pregunta suele asediar a muchas personas y revela su dolor psicológico, que no
puede ser aliviado sólo con la intervención de especialistas de la salud o con el apoyo de la
comunidad. El reconocimiento público de su situación y del estatuto particular de las personas
desaparecidas, así como la inscripción de sus nombres en un monumento o en un registro,
también contribuyen a aliviar el sufrimiento. Lo importante es no olvidarlas y que no desaparezcan
definitivamente.

El hecho de no poder ofrecer sepultura a los seres queridos también es causa de sufrimiento y
culpa. Por ello, es importante encontrar los cuerpos y devolverlos a los familiares. Esa etapa es
sumamente dolorosa, pero es muy importante y necesaria. Puede constituir un verdadero alivio.
En el mejor de los casos, le recuperación del cuerpo del ser querido permitirá iniciar un proceso
sanador de aceptación de la pérdida.

¿Cuál es el papel del especialista en el marco de este trabajo?


Ayudar a los familiares a vivir con la incertidumbre provocada con la desaparición y afrontar la
ambivalencia emocional que conlleva no es nada fácil. Una persona sola, más allá de su buena
voluntad, no puede abordar estas cuestiones. Se necesita la i ntervención de especialistas capaces
de realizar un verdadero trabajo terapéutico. El objetivo de ese trabajo no es alentar a las familias
a hacer el duelo, ya que éste es imposible en ausencia de certezas en cuanto al paradero de la
persona desaparecida y hasta tanto el cuerpo no se haya recuperado y honrado siguiendo las
costumbres de la cultura de que se trate. Se trata entonces de ayudarles a encontrar una manera
de vivir con esa situación, sin que afecte su funcionamiento y la calidad de sus relaciones sociales y
emocionales.

Por nuestra experiencia, sabemos que el dolor psicológico sigue muy presente muchos años
después de transcurridos los hechos. Las personas no olvidan a sus familiares desaparecidos. El
agotamiento físico y mental que provoca puede dar lugar a estados más complicados, como una
depresión, e incluso favorecer el desarrollo de verdaderas patologías o de enfermedades crónicas.

Entre todos los actores que participan en esta tarea, ¿cuál es el lugar de las asociaciones de
familiares de desaparecidos y qué ayuda les brinda el CICR?

Son centrales en esa tarea. En primer lugar, porque la desaparición les interesa directamente —
son asociaciones fundadas por parientes de personas desaparecidas—; tienen la legitimidad y la
voluntad de abocarse a la cuestión a largo plazo. Luego, porque tienen un conocimiento íntimo de
la problemática de los familiares y a menudo tienen contactos privilegiados con ellos. Pueden
cumplir un papel de orientación, asesoramiento y representación ante las autoridades.

Sin embargo, ese papel tiene límites, y lo sabemos. Los miembros de esas asociaciones están en
una situación emocional difícil y con frecuencia les es imposible mantener la distancia necesaria
frente a las demás familias. Por ello los alentamos a trabajar en asociación con otros actores
locales.

El CI CR trabaja con estas asociaciones en diferentes niveles: en el nivel local, las pone en contacto
con ONG y especialistas, les propone herramientas que les permiten realizar actividades de apoyo,
las ayuda a estructurarse mejor; en un nivel más político, facilita su relación con las autoridades a
fin de que se las escuche y represente. El CICR a veces actúa como portavoz de las asociaciones de
familiares. Y cuando no tienen visibilidad o no se las escucha, intenta prepararlas para que lo
logren.

¿Las necesidades de los familiares varían de un contexto cultural a otro?


El sufrimiento psicológico no difiere de un contexto a otro. Cuando un hijo desaparece, así la
madre sea nepalesa, congoleña o chechena, el sufrimiento es el mismo. Lo que puede llegar a
cambiar en la manera de expresar y aliviar el dolor.

Análogamente, el tiempo transcurrido desde la desaparición no disminuye el dolor de los seres


queridos. Los familiares con los que nos hemos reunido en Georgia, Guatemala, Nepal, Chipre,
Chechenia, parecían vivir lo mismo, hacerse las mismas preguntas y tener las mismas expectativas.

Las necesidades pueden variar en función de otros criterios: por ejemplo, el tiempo necesario para
adaptarse a una situación económica precaria; un cambio de gobierno que permitirá la aplicación
de un proceso de búsqueda y de identificación.

Las necesidades de los familiares también varían en función del contexto en el que se produce la
desaparición o, más precisamente, de la causa de la desaparición. Las desapariciones causadas por
una catástrofe natural, como un maremoto o un terremoto, no tienen los mismos efectos. En el
marco de un conflicto armado o de violencia política, se suele hacer desaparecer a las personas
por su pertenencia étnica o política. Lo que no sucede en una catástrofe natural.

La razón que motiva la desaparición tiene un efecto psicológico particular en los familiares y en la
manera en que va a reaccionar la comunidad. En efecto, se observa una mayor estigmatización de
los familiares cuando la desaparición se considera " sospechosa " . Frecuentar a los familiares de
una persona desaparecida puede interpretarse como la prueba de una adhesión a una ideología o
la afiliación a determinado grupo. En Sri Lanka, por ejemplo, las desapariciones no explicadas
pueden considerarse la expresión de un karma negativo del que serían portadoras, en particular,
las mujeres, y también su descendencia. Frecuentarlas es exponerse a la desdicha. Estas no son las
únicas diferencias, hay muchas otras. Para nosotros, es importante conocerlas para poder adaptar
nuestra respuesta.

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