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Como puede observarse, desde un primer momento el milagro coloca su foco de atención
en la cuestión de la visión. En esta presentación del clérigo se resaltan dos aspectos
relevantes en cuanto al tema analizado en este trabajo práctico: por un lado, una
caracterización de la Virgen en términos de “pintura”, “imagen”, en definitiva, de
representación visual. Por otro lado, se expresa el sentimiento que la contemplación de
esta figura genera en el clérigo.
La autora Ana Elvira Vilchis Barrera indica que: “es en la creación artística en donde lo
ultraterreno puede hacerse visible: en la representación (…) se pone, literal y
metafóricamente, la imagen del Más allá frente a los ojos del público” (2017: 104). A
pesar de la “plasticidad” que caracteriza a todo artefacto de representación, la poderosa
presencia de María se encuentra más allá del objeto que la representa y se podría pensar
que el clérigo es consciente de ello, que él sabe que su figura no se reduce a un mero
cuadro sino que su omnipotencia la hace estar presente y atenta a cada uno de los vasallos
de su hijo.
Es por esto que se podría decir que mientras el clérigo observa la pintura, María con su
divina supremacía lo observa a él desde el plano celestial que habita y es por ello que éste
se avergüenza y le tiene gran respeto: reconoce la superioridad que caracteriza a la madre
de Dios, contrastada con la limitada capacidad de ver de los seres humanos, quienes deben
contentarse con simples reproducciones. Esta interpretación se ratifica con las palabras
de Fernando Delmar, quien expresa que: “…el clérigo sabe que ver la belleza de la Virgen
es ordenar su espíritu con respecto a una realidad superior” (1991: 7).
A su vez, esta lucidez que también podría pensarse en términos de “iluminación” –una
idea que se refuerza por la metáfora del sol y la estrella de la cuaderna vía 117b– lo lleva
a darse cuenta, apenado, de que ningún servicio que pueda ofrecerle a la Virgen y a su
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hijo será suficiente. Sin embargo, no deja de intentarlo y por ello aprende una oración que
consiste en cinco dichos relacionados con los gozos de María:
Apriso cinco motes, motes de alegría
que fablan de los gozos de la Virgo María;
diziégelos el clérigo delante cada día,
avié ella con ellos muy grand placentería. (118)
Las dos últimas cuaderna vías resultan muy interesantes porque arrojan luz sobre otros
aspectos sobre la relación entre la Virgen y el clérigo: en primer lugar, la palabra sagrada
como segunda articulación del vínculo entre ambos. En segundo lugar, la confirmación
de que María no sólo ve al clérigo, sino que oye y disfruta lo que éste tiene para decirle
(“avié ella con ellos muy grand placentería”).
En este milagro la única emisión proferida por el clérigo se corresponde con dicha
oración, que como indica la cuaderna vía 118c recita todos los días frente al altar. Este
hecho es notable, ya que con su implícita naturaleza iterativa y formulaica (estrofa 119)
otorga algo de habitualidad rutinaria a la interacción entre ambos personajes. A esto
también se suma la mención de que María es capaz de oír estas palabras sagradas, es
decir, que las palabras afirmativamente alcanzan a su destinataria.
Desde un punto de vista formal, la hipótesis hasta ahora expuesta de que tanto el ver como
el oír son aspectos importantes para la unidad temática del texto parece cobrar algo más
de fuerza si se tiene en cuenta la distribución de las palabras en la cuaderna vía 121c: tanto
la vista como el oído se encuentran uno junto al otro, en una posición inicial respecto a
los demás sentidos. Al parecer tampoco está errado el análisis de partir primeramente del
sentido de la vista para luego pasar por el del oído, no como una contraposición sino en
una complementación mutua que enriquece la relación entre el clérigo y la Virgen.
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Es importante recordar que así como estos sentidos contribuyen a establecer un vínculo
con la madre de Cristo, también son los culpables de los pecados perpetrados. No
obstante, en 122 el narrador disipa estas aprensiones expresando que al ofrecer los gozos
a María se contrarresta la gravedad de los pecados cometidos por nuestros cinco sentidos;
de esta manera, la actividad de recitar una oración diariamente traspasa el ámbito
particular del clérigo y se expande en una generalización que alecciona a los lectores a
seguir su ejemplo para poder ganar el perdón.
Como puede observarse, sus palabras están impregnadas de una especie de familiaridad
dada por las interacciones que hasta ese momento habían tenido, lograda por la
habitualidad del servicio del clérigo. Además, tal como señala Juan José Prat Ferrer
(1988), las referencias a la figura de la Virgen y su hijo presentan dos dicotomías “cuerpo-
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alma” (“spirital”) y “tierra-cielo” (“celestial”) que funcionan como una especie de indicio
del Más allá, al cual el clérigo posteriormente ascenderá.
Las dos estrofas siguientes (125 y 126) continúan el desarrollo del discurso de la Virgen,
en éste sus palabras manifiestan una cierta ambigüedad y el clérigo se confunde: en lugar
de interpretar el verdadero sentido de sus palabras –la otorgación de la vida eterna–, él
cree que María se está refiriendo a una curación milagrosa (plano terrenal); tal como
demuestran las siguientes estrofas:
Bien se cuidó el clérigo del lecho levantar,
e que podrié por campo en sos piedes andar,
mas á grand diferencia de saver a cuidar:
óvose otra guisa esto a terminar. (127)
Ambas estrofas están constituidas por dos partes: las primeras expresan la interpretación
del clérigo y las segundas, la realidad: en la 127 como un indicio de su verdadero final
(“óvose otra guisa esto a terminar”) y en la 128 la saturación de éste, con la partida
del alma del cuerpo. Como se observa, este desliz interpretativo del clérigo no es
castigado y podría ser que eso se deba a que de alguna manera es entendible: al percibir
el mensaje desde la limitada óptica de la humanidad, es posible que resulte ambiguo, ya
que nuestra condición humana nos permite ver sólo una pequeña porción de la totalidad
de los maravillosos designios divinos. Al poner a prueba la lucidez del clérigo, se
demuestra que aunque se trate de un hombre de Dios –fiel y piadoso vasallo de la Virgen
y su hijo– éste sigue siendo un simple humano. Este aspecto contribuye a resaltar aún más
la imagen de María: al contraponerla con la figura del clérigo se maximiza el alcance de
su poder.
Sin embargo, también podría pensarse como posible la hipótesis del autor Prat Ferrer,
quien indica que: “la falsa percepción [del clérigo] se corresponde con la disquisición que
Berceo hace sobre los cinco sentidos y cómo rezando los gozos se nos perdona el yerro
al que nos llevan” (1988: 17). En este trabajo práctico se considera que la confusión se da
por una combinación de ambas cuestiones: los cinco sentidos de los seres humanos hacen
que estos cometan erren y caigan en engaños, eso es lo que dicta nuestra condición de
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hombres mortales y que nos diferencia de los seres celestiales que todo lo ven y todo lo
saben.
La estrofa 129 representa el ascenso del alma: primeramente es tomada por María y luego
recibida por los angeles, quienes “leváronla al Cielo do el bien nunqua fina” (129d).
En la estrofa 130 se manifiesta que, más allá de la incomprensión del clérigo, la promesa
de la Virgen se había cumplido tal y como ella la había expresado.
En ésta se introduce la presencia de un público testigo (no es claro si del hecho mismo o
de su posterior relato) que mediante estos sentidos percibe el segundo milagro de la
Virgen: la salvación del alma del clérigo, a quien consideran “de ventura donosa”. De
esta manera, existe en el milagro un traslado de la influencia de la vista y el oído en la
relación de los dos personajes, a una generalización de su influencia en una cantidad
mayor de personas, dando como resultado la glorificación de la madre de Cristo en masa.
En conclusión, se observa que los sentidos de la vista y el oído son una parte clave de la
relación de la Virgen no sólo con el clérigo de este milagro sino con el resto de los seres
humanos. Se resalta la importancia de ver más allá de las meras reproducciones, ya que
aunque el ser humano no sea capaz de notarlo, la divina omnipotencia de los seres
celestiales les permite ver y escuchar todo en el plano terrenal. Por otro lado, queda
demostrado que en caso de incurrir en pecado o de cometer un error de juicio, la gravedad
de éstos podrá ser reducida mediante el servicio a María, lo que además permitirá
establecer una especie de vínculo con ella que nos asegurará su consuelo y salvación en
caso de necesitarlo.
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Bibliografía
Delmar, Fernando (1991) “El ojo espiritual. Imagen y naturaleza en la Edad Media”.
Medievalia Nº 8: Universidad Nacional Autónoma de México. Disponible en:
https://revistas-filologicas.unam.mx/medievalia/index.php/mv/article/view/157
Ferrer, Juan José (1988) “El Milagro IV de Gonzalo de Berceo: los gozos y los sentidos”.
Mester Nº 17(2): University of California. Disponible en:
https://escholarship.org/uc/item/8jd9t6nh
Vilchis Barrera, Ana Elvira. “‘Viólo por sus ojos, bien sabié la verdat’. La vista, la imagen
y lo visible en los Milagros de Nuestra Señora”. Medievalia Nº 49: Universidad Nacional
Autónoma de México, 2017. Disponible en: https://revistas-
filologicas.unam.mx/medievalia/index.php/mv/article/view/337