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UNIVERSIDAD SAN LORENZO- FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS

Introducción

Este trabajo trata sobre los derechos de niños y niñas[1] a partir de la

promulgación de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), se ha hecho común entre

los y las profesionales que se relacionan con el tema, ya sea del sector público como de las

instituciones que basan su actuar en ella. De manera similar han incorporado el hablar de

enfoque de derechos. No ocurre lo mismo con muchos de estos profesionales que trabajando

con la infancia y la niñez, todavía tienen un enfoque asistencial de la intervención social, y

visualizan al niño y la niña como receptores de servicios, y no como sujetos de derechos, más

allá que puedan en sus escritos y documentos utilizar las expresiones derechos del niño y

sujeto de derechos. El desafío, por tanto, consiste en poner en práctica y operacionalizar estos

discursos en las intervenciones directas con niños y niñas, en trabajar con ellos y ellas,

haciendo de la intervención social un espacio de desarrollo personal y colectivo, un

Intervención Social con la Niñez: operacionalizando el enfoque de derechos

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En este trabajo se usará los conceptos niños y niñas, pues a diferencia del idioma inglés, en el idioma español no existe un

concepto que incluya ambos. Es relevante que cuando se lea el texto se incluya la diferencia de género, ya que desde la

imagen social como en el ejercicio de derechos existe una diferencia de género que tiene que hacerse explícita.

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La Niñez Desde El Enfoque De Los Derechos

El enfoque de derechos empieza a ser utilizado como un concepto desde fines de los años

noventa del siglo XX, para dar cuenta del grado de involucramiento que tenían las políticas

públicas dirigidas a la infancia, niñez y adolescencia, con los principios planteados por la

Convención sobre los Derechos del Niño (CDN). Estas políticas hacen una enunciación de los

derechos correspondientes pero no dan cuenta de las implicancias prácticas que estos derechos

tienen en la implementación de ellas. A principios de la década actual, la alianza Save the

Children entrega el primer acercamiento a una “programación de los derechos del niño” (PDN),

que en definitiva establece los fundamentos de lo que hoy entendemos por enfoque de derechos,

cuando de niñas y niños se trata. Este enfoque tiene dos ejes rectores. El primero, una

concepción de desarrollo, y el segundo, los derechos humanos como base de una propuesta de

implementación concreta de estos derechos en la vida cotidiana de niñas, niños y adolescentes.

El primer eje mencionado da cuenta de la relevancia que tienen los derechos humanos en las

políticas de desarrollo, tanto de los países como de las personas, y que han sido utilizados como

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fundamento de las mismas, como un ideal a alcanzar desde la Segunda Guerra Mundial.
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Amartya Sen hace una definición de desarrollo que incluye uno de los elementos constitutivos

de los DDHH, a saber, la libertad. “El desarrollo puede concebirse…, como un proceso de

expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos” y continúa, “El desarrollo

exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: la pobreza, la tiranía, la

escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que

puedan encontrarse los servicios públicos y la intolerancia o el exceso de intervención de los

Estados represivos”.3 El proceso de desarrollo debe ser procesado de forma democrática, es

decir, con la activa participación e intervención de las clases sociales en la distribución del

excedente económico”. El desarrollo entendido en estos dos aspectos, a saber, la expansión de

las libertades por una parte, y el crecimiento económico con distribución efectiva de riqueza

basado en un proceso democrático y participativo, por otro, pone en evidencia que una sin el

otro no son posibles. No es posible la expansión de las libertades en un régimen político, social

cultural y económico excluyente, que impide la realización de las potencialidades humanas. Este

dato es relevante cuando las estadísticas nos muestran que la infancia y la niñez son parte

fundamental de los altos porcentajes de pobreza de cada país.

2 Sen, Amartya. Desarrollo y Libertad, Editorial Planeta, Barcelona, 2000. Pág. 19. Francis
3 El segundo considerando de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, establece como “la
aspiración más elevada del hombre el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor
y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”.

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Niños y Niñas Como Sujetos Sociales

Cuando se habla del niño y la niña como sujeto, estamos entrando de lleno a la

comprensión del mismo como sujeto social, como parte de un colectivo y de un grupo social.

Deja de ser visto de manera individual caracterizado por la psicología y la pedagogía como un

individuo en preparación para, inmaduro, incompleto, incapaz, etc. ligado por tanto casi

exclusivamente a su proceso de desarrollo. En la modernidad surge el” sujeto humano como

libertad y creación” En otras palabras es el individuo capaz de asumir su capacidad de

transformación de la realidad, y por tanto de constituirse en actor social. En definitiva, la idea de

sujeto es la de un resistente y combatiente por la libertad.Asumir a niñas y niños como sujetos

sociales, entendidos estos en tanto la conjunción del individuo, sujeto y actor, donde cada uno se

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define en relación a los otros dos, en un proceso , se resiste al individualismo que solo lo reduce

a la razón, y más bien releva el hecho de que en el sujeto se asocia individuo y libertad. Entender

a niños y niñas como sujetos sociales implica que estos pasan a ser parte constitutiva del tejido

social y cultural del cual forman parte, por ende se les asume como sujetos activos, públicos,

parte de un colectivo. De esta manera deben dejar de ser vistos como víctimas indefensas del

destino, constituyéndose en sujetos capaces de proponer soluciones a las situaciones de

vulneración en que viven, donde pueden y deben tomar parte en la toma de decisiones que les

afectan a ellos y a la comunidad en la cual viven. Así planteado se constituyen en actores

sociales, en ciudadanos.

Intervención Social Desde Un Enfoque De Derechos

Existen elementos sustantivos hay que tener en cuenta para pensar y actuar la

intervención social desde el enfoque de derechos. El primer elemento sustantivo es que la

intervención social ha de ser entendida como un espacio de desarrollo y relevamiento de las

capacidades, potencialidades y habilidades individuales y colectivas de niñas, niños y

adolescentes en tanto actores sociales; el segundo, el niño y la niña han de ser tratados como

“partícipes” y no como beneficiarios de la intervención social; y el tercero, establecer el rol de

garantes de derechos de los intervinientes o interventores, sean estos organizaciones de la

sociedad civil o agencias del Estado. Si recordamos que la intervención social es un dispositivo,

al cual subyace una Hipótesis de Acción, que involucra una evaluación de una situación inicial,

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un proceso de construcción de comunidad y una anticipación de una situación alternativa posible,

entonces es imprescindible preguntarse cuál es la situación inicial sobre la cual queremos

intervenir. Esta situación inicial vista desde el enfoque de derechos, está marcada por el no

cumplimiento ni ejercicio de derechos de las personas en general, en nuestro caso específico, los

de las niñas y niños. Situar la mirada en el no ejercicio de derechos de niñas y niños obliga a

pensar que ellos y ellas tienen la capacidad y posibilidad de ejercer esos derechos pero que no

tienen la oportunidad ni las condiciones para ejercerlos, asumiendo que ellos y ellas los

conocerían y sentirían propios. Aparece entonces fundamental establecer qué es lo que se está

entendiendo por derechos humanos, pues eso nos permitirá marcar toda la intervención social.

Los derechos humanos y cada derecho humano lo entenderemos, en palabras “como un patrón

de relación social, apto a la libre y original forma de realizarse que habita al ser humano y que la

autoridad debe promover, defender y ayudar a realizar…”4 En otras palabras los derechos

humanos son formas de relación social, política, económica y cultural, que regulan los vínculos

entre las personas y los Estados, en la lógica de establecerle tanto un límite al poder del Estado

frente a los ciudadanos, como una obligación de éste de facilitar el ejercicio de los derechos a

todos y todas sin discriminación alguna (derechos civiles y políticos); además de obligarle a

relacionarse con la ciudadanía de manera de asegurar la dignidad en el desarrollo de cada

persona creando las condiciones que permitan el desarrollo pleno de todas las personas

(derechos económicos, sociales y culturales). Así planteado los Derechos Humanos han de ser

pensados”como relaciones de justicia y solidaridad que abren los espacios para la libre

determinación creadora de las personas, grupos y pueblos a los cuales están obligados todos los

4 Domínguez V. Andrés, El poder y los Derechos Humanos, CEPLA, Terranova Editores, 1988, Pág. 15

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Estados.”Asumida esta noción de los derechos humanos, relevar cual es el real conocimiento y

capacidad de ejercicio de derechos de niñas y niños, será la primera acción intencionada de una

intervención social, tomando en cuenta primero, que no solo para los niños y niñas los derechos

son de corta data, sino que hay toda una historia donde los derechos de ellas y ellos no eran parte

ni siquiera del discurso de los adultos. Segundo, que la aparición formal de los derechos de

niños y niñas, no los hace automáticamente parte de la cultura relacional de ellos y de los

adultos con ellos y ellas; la cultura asume hasta hoy la relación de dependencia y sujeción de los

menores de edad a los mayores de edad. Tercero, la no comprensión en general de qué son los

derechos humanos y cómo éstos nos llevan a pensar y actuar en las relaciones entre las personas

desde otros parámetros, valores y sentidos. La intervención social desde el enfoque de derechos

implica que la construcción de la idea sobre la situación inicial, que generalmente el equipo

interventor tiene medianamente clara, ha de ser contrastada con la que dicen tener y vivir los

intervenidos, en este caso la comunidad y los niños y niñas. Las estrategias metodológicas para

alcanzar esto son variadas y dependerán en gran medida del grado de conocimiento que la

comunidad y los niños y niñas tengan de sus derechos y de cuales son las necesidades a

satisfacer. Esto está íntimamente ligado al grado de cohesión social que tengan en tanto

comunidad; al nivel de desarrollo organizacional existente tanto entre los adultos como entre los

niños y niñas; a la capacidad que han tenido de hacerse escuchar por las autoridades y en el caso

de niñas y niños por los adultos (capacidad de incidencia); a las otras intervenciones que está

viviendo la comunidad y los sentidos de éstas y cuán complementarias son con las que se están

proponiendo; a la memoria social y política de las luchas de esa comunidad que le permitan

construir su propia historia donde prevalezcan sus aprendizajes y sus logros. Tener un

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conocimiento previo de la situación e historia de cada comunidad y de cómo los niños y las

niñas la viven , de manera de asegurar que no “irrumpir” en una realidad imponiendo acciones

que no dicen relación con la historia y necesidades sentidas por ellos y ellas. Desde un enfoque

de derechos requiere de un estudio y conocimiento previo lo más detallado posible de la

situación de cada comunidad y de las niñas y niños dentro de ella, de manera que el período de

intervención del estado y de la sociedad en sí, es decir, el momento desde que llegan hasta el

momento en que la comunidad los acepta y asume como válidos (si no propios), sea lo más

breve posible, de manera que los alcances de la intervención o el cambio esperado, se logre en

los tiempos requeridos por la comunidad. El proceso a través del cual niñas, niños y

adolescentes se van constituyendo en actores sociales, dice relación con el proceso que ellos y

ellas viven cuando van asumiendo que tienen capacidades para actuar en la realidad, que tienen

ideas y que estas son válidas y pertinentes a las necesidades que visualizan, que pueden actuar

en conjunto con otros de manera colectiva, lo que les da fuerza y autonomía en la acción, etc.

Este proceso no es fácil ni rápido, de hecho es un proceso con altos y bajos, con rupturas y

dificultades la mayor parte de las veces puestas por los adultos, quienes no entienden esta lógica

de los derechos de niñas y niños, y los ven más como un desacato a su autoridad, a lo que ellos

consideran debe hacerse. Se rompe la relación preestablecida de “obediencia debida” de niñas y

niños hacia los adultos y esto por supuesto inseguriza a los adultos y a las autoridades, por lo

cual intentarán limitar lo más posible esta autonomía colectiva que se está gestando en ellos y

ellas. . Estamos hablando ni más ni menos de aportar en el cambio de las relaciones de poder

que hasta el momento han sido asumidas. El enfoque de derechos no hace más que poner en

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evidencia que esta forma de relación no corresponde a la que debe tenerse entre sujetos de

derechos iguales en dignidad y derechos pero con distintas responsabilidades.

Son estos procesos en conjunto los que permiten decir que la intervención social, desde el

enfoque de derechos, se constituye en un espacio de empoderamiento y desarrollo colectivo de

niñas, niños y adolescentes con la comunidad que interviene en esa realidad de una sociedad. No

hay que olvidar que son los procesos y cómo estos se desarrollan, los que producen los cambios

social, cultural y políticamente sustentables. El segundo elemento sustantivo de una intervención

social con enfoque de derechos dice relación con la forma del vínculo que se establece con las

niñas, los niños y adolescentes que son parte de ella. En general los equipos que intervienen

socialmente responden a las ideas y prejuicios que están a la base de sus apuestas de cambio, y

por lo tanto, éstas conllevan una valoración de los “intervenidos” que determina la forma de

relación que establecerán con ellos, y por lo tanto, la forma en como éstos serán parte de las

opciones asumidas de intervención que se estén implementando. Lo primero, que hay que tener

claro es que cuando nos referimos a niñas y niños como sujetos de derecho, estamos afirmando

que son personas que tienen todas las capacidades para ejercer sus derechos acorde a la edad que

tienen, es decir, son sujetos plenos, interlocutores válidos y fundamentales en una intervención

social que pretende satisfacer sus necesidades o que está estructurada para ellos y ellas. Esto

implica cuestionarse las formas en que valoramos por una parte la forma de relación que

tenemos con ellas y ellos, y por otra, la manera en que visualizamos y estructuramos su actuar en

la propuesta de intervención. La inclusión de niñas y niños como sujetos de derecho, en términos

formales y universales recién ocurre con la promulgación de la Convención sobre los Derechos

del Niño de 1989. La Convención marca un antes y un después en la valoración social de niñas y

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niños e inicia un fuerte proceso de reflexión de las formas en que la infancia, la niñez y la

adolescencia son comprendidas, y las nuevas implicancias que esto trae para efectos de políticas

públicas. Este hecho en si mismo se constituye en una acción transformadora e incluso peligrosa,

cuando viene de aquellas personas que se consideraban en preparación para, con una cantidad de

incapacidades, lo que nos obligaba a protegerlos para que crecieran y llegaran a ser los adultos

responsables y adecuados que la sociedad necesitaba. Se podría decir que la gran dificultad para

trabajar los derechos del niño, o realizar una intervención social desde el enfoque de derechos,

aparece cuando se trata de la participación, pues participar es en su esencia, expresión de poder,

de capacidad, de autonomía. Entonces ante esta realidad los adultos plantean que los niños, las

niñas y adolescentes no están preparados, que son inmaduros, que no asumen responsabilidades,

por lo tanto antes de que “participen” tiene que haber un proceso de formación para que puedan

primero dialogar con los adultos y luego participar. En el enfoque de derechos plantea

permanentemente que a participar se aprende participando. Pero esto no solo es válido para

niños, niñas y adolescentes, sino también para los adultos, quienes en un importante número

tampoco saben participar. Quizás saben pedir, presionar, quejarse, pero en su gran mayoría no

saben participar. En algunos casos porque no existen los canales, oportunidades o facilidades

para que este derecho se pueda ejercer plenamente, en otros porque no se proponen la

institucionalización y democratización de las decisiones. Es en este ámbito donde la

intervención social puede jugar un rol decidor al momento de aportar en la generación de

condiciones para la participación de niñas, niños y adolescentes, así como la de los adultos, y en

la posibilidad de promover diálogos intergeneracionales que pongan a adultos, niños y niñas en

situación de igualdad de derechos y dignidad, espacio en el cual pueden interlocutar como

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iguales frente a una temática que los involucra a ambos. Lo segundo dice relación con el cambio

de mentalidad o de valoración del rol de niñas y niños en la sociedad, el cual pasa

necesariamente por cambios sociales y políticos que siendo importantes y necesarios no son

suficientes, pues también se requieren cambios culturales, los que toman más tiempo y requieren

de acciones intencionadas a nivel, nacional, local y global. Lo que queda claro desde la

perspectiva de la intervención social es que esta nueva valoración se va construyendo día a día,

en acciones concretas, intencionadas y con el claro objetivo de cambiar las formas de relación

existentes. La conformación de las personas en sujetos sociales, políticos, culturales, en síntesis

de sujetos de derecho (personas o individuos con clara conciencia de serlo), es una construcción

histórica y contextual, es decir, responde a situaciones específicas, a tiempos y espacios

definidos, que no se da igual en todas la culturas, no se expresa de igual manera en los sujetos

que tienen distintas biografías y experiencias diversas.

En general las intervenciones del estado deben ser, entregar servicios, que corresponden a

derechos, como salud, educación, protección social, asistencia en situaciones de emergencia,

entonces, se asume por parte de la población como un aporte que hace la autoridad o institución

interventora, para mejorar su calidad de vida de los niños y niñas.

La Problemática De Derechos Fundamentales

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Situación De Salud Infantil y Adolescente En Paraguay

Paraguay reconoce en su Carta Magna5 que la salud es un derecho, y que el Estado debe

garantizarlo. Ese es el compromiso asumido, además, a través de la ratificación de distintos

instrumentos internacionales de Naciones Unidas. En este sentido, el análisis de situación tiene

como referencias los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la Convención sobre los Derechos del

Niño, la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y el

Código de la Niñez (ley 1680/01), entre otros documentos nacionales e internacionales que

constituyen los compromisos asumidos por Paraguay en relación con la infancia y la

adolescencia.

La situación del país revela la insuficiente cantidad y calidad de atención en los servicios

de salud infantil del país debido a los limitados recursos humanos, mal distribuidos, con una

formación de pregrado no siempre adecuada, ausencia de carrera sanitaria, un sistema aún

incipiente de referencia, contrarreferencia, transporte y comunicación y dificultades en la

logística de insumos y medicamentos, entre ellos, de sangre segura.

Asi mismo a la situación la falta de información sobre salud sexual y reproductiva que

tienen los niños, niñas y adolescentes en sus familias, escuelas, colegios y otros espacios

ciudadanos; en la resistencia a abordar este tema por parte de muchas familias; en el bombardeo

sensorial que reciben sobre estos temas a través de los medios masivos de comunicación; en el

5 Constitución Nacional, artículo 73

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hecho de que la mayoría de las primeras relaciones sexuales no son planificadas; en el abuso

sexual; y en la probable incapacidad de negociación de las adolescentes con sus pares varones.

Otra problemática es la mortalidad en la niñez revelan también las enormes inequidades

territoriales, sociales, económicas y étnicas existentes en el país, que afectan en particular a la

salud de los niños y niñas. Así, las tasas de mortalidad son mucho más elevadas en las zonas

rurales y urbano-marginales (la mortalidad neonatal oscila desde 9,6 por 1000 nacidos vivos en

Asunción a 18,6 en Boquerón y 15,3 en Alto Paraná y Concepción)6, entre los niños y niñas

pertenecientes a familias pobres e indígenas, excluidos del acceso a servicios sanitarios de

calidad, de servicios adecuados de agua potable y saneamiento y educación. Esta acumulación

de exclusiones trae consigo que algunos niños y niñas se enfermen, se desnutran y mueran más

que otros.

Hay que destacar que la mortalidad infantil en los pueblos indígenas de Paraguay es cuatro veces

mayor que en el resto de la población infantil del país, y es la más alta de América Latina. En

cuanto al perfil nutricional, si bien se han logrado enormes avances en la protección nutricional

a menores de cinco años, los trastornos nutricionales son otro signo de alarma. La desnutrición

crónica de la primera infancia en Paraguay (17,5%) es de las más altas de la región, y lo es

mucho más en la población infantil indígena (41%). A la desnutrición crónica que se instala en

la primera infancia, se suma el sobrepeso y la obesidad en la edad escolar y adolescente. Uno de

cada cuatro escolares y adolescentes presenta sobrepeso u obesidad. Esto puede explicarse en

relación sobre todo a las condiciones de vida, la ausencia de espacios de recreación y

6Datos de 2011 conforme a las categorías del CIE 10. MSPBS, Subsistema de Información de las Estadísticas Vitales,
Dirección de Bioestadística. Asunción, 2013.

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alternativas al ocio, las horas frente al televisor o la computadora, el bombardeo mediático que

promociona alimentos rápidos, con alto contenido de azúcares, grasas y sal, la inseguridad

alimentaria y la pobreza.

Se estima que el 14% de los niños, niñas y adolescentes vive con algún tipo de discapacidad.

Sus causas principales son asociadas al nacimiento y se observa un aumento progresivo de

discapacidad posterior a accidentes de tránsito. La detección precoz de trastornos del desarrollo

y discapacidad es incipiente en Paraguay, siendo un campo que debe ser fortalecido y

desarrollado.

Por otro lado, entre los y las adolescentes existe un alarmante aumento de consumo de drogas y

alcohol. Uno de cada cuatro adolescentes menores de 14 años ya consume bebidas alcohólicas, y

se está constatando que niños de incluso 8 años en situación de calle consumen crack.

Si bien se cuenta con un marco legislativo nacional e internacional que explicita el rol del

Estado como garante del derecho a la salud de la población, persisten barreras que atentan para

que en la práctica el derecho a la salud sea ejercido por toda la población. Las causas

estructurales de la enfermedad y muerte en niños, niñas y adolescentes están vinculadas con la

baja cantidad y calidad de la inversión social, en particular la inversión en la niñez, que ha

condicionado que gran parte de la población viva en la pobreza y sea excluida del acceso a los

servicios sociales básicos de salud, agua potable, saneamiento, educación, vivienda,

alimentación y nutrición. Además, el sector de la salud padece serios problemas estructurales:

presupuesto insuficiente; un sistema con subsistemas paralelos y no articulados; estructuras

organizativas obsoletas y superpuestas; modelo asistencialista y menos enfocado en prevención

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o promoción; recursos humanos mal distribuidos y en muchos casos con poca calificación;

insuficiencia de sistemas de monitoreo y evaluación; un sistema de información en salud con

subregistros; sistema de logística y distribución deficiente (pocos depósitos y en mal estado,

insuficientes móviles para transporte, problemas en la comunicación, entre otros).

Además, existen leyes o vacíos legales, códigos y decretos que deben ser modificados,

replanteados, formulados, emitidos, para avanzar en el ejercicio real de este derecho.

Situación De Educación Infantil y Adolescente En Paraguay

La pobreza en su sentido material y moral, es una “urgencia” como situación que da

lugar a numerosos problemas. En este contexto, los niños/as, y particularmente los niños/as

vulnerables, resultan los más afectados. A menudo, la pobreza es acompañada de otras

situaciones de dificultad, acrecentando los riesgos y la miseria de los que pertenecen a esas

categorías desfavorecidas.

El nivel de la educación básica existe una cobertura amplia, especialmente en los dos

primeros ciclos, sin distinción significativa entre zonas rurales y urbanas o entre diferentes

grupos de la población. De igual forma, se celebra los esfuerzos realizados por el Estado con el

fin de mejorar la calidad y atención educativa a los más desfavorecidos, por ejemplo, a través la

creación de la Dirección General de Educación inclusiva, los cursos de capacitación laboral para

jóvenes de todo el país, y la proposición de kit escolares básicos a los niños y niñas de las

escuelas. Sin embargo,existe una profunda preocupación por la baja tasa de egreso de la

educación media. En lo que se refiere a la fuerte reducción de las tasas de matriculación en la

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transición al tercer ciclo de educación escolar básica y a la educación media, los defensores de

los derechos humanos observan que contribuye fuertemente a este fenómeno el hecho que

todavía no se ha aplicado el principio de la gratuidad y obligatoriedad del acceso de alumnos a la

educación secundaria. Según las estimaciones , solo un 41 por ciento de jóvenes de entre 15 y 17

anos estudian actualmente. En este mismo sentido, el Comité de los Derechos del niño, en sus

observaciones finales del 10 de febrero de 2010, sigue preocupando por “la tasa de abandono

durante el tercer ciclo, algunas veces por falta de recursos financieros de las familias para

sufragar los derechos de matrícula y otros gastos”.

“Considerando que el 42,6% de la población del Paraguay vive en zonas rurales, existe aún una

concentración significativa de estudiantes paraguayos que viven en el campo y asisten a las

instituciones educativas rurales. Hay una alta concentración de pobreza en las áreas rurales y

fuertes limitaciones en el acceso a los servicios básicos de salud y transporte. La infraestructura

rural escolar sufre muchas carencias, incluyendo la falta de agua y electricidad”

Respecto al acceso a la educación en las zonas rurales,se observa que muchos niños y niñas

quedan fuera del sistema educativo porque las escuelas se concentran en la capital y en las

ciudades más importantes de los Departamentos. Los niños de los pueblos, entonces, tienen que

caminar varios kilómetros para llegar a la escuela y les falta fuerzas para caminar porque no

tienen con que alimentarse. El Comité de los Derechos del niño en sus observaciones finales

toma nota también del “número insuficiente de establecimientos preescolares y el acceso

limitado de los niños de las zonas rurales . Entonces,se señala que dichas disparidades agravan la

situación de vulnerabilidad social los habitantes de zonas rurales ya enfrentan, y les considera

como un obstáculo para el disfrute del derecho a la educación para los grupos afectados. Al

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respecto, existen graves disparidades existen entra las tasas de matriculación de las áreas rurales

y urbanas. De hecho, el Relator Especial sobre el derecho a la educación, en su informe, afirma

que “las diferencias entre las tasas de matriculación de las áreas rurales y urbanas aumentan en

el tercer ciclo de la educación escolar básica. En cuanto a la educación media, se destaca una

diferencia mucho mayor entre los niveles de matrícula en las zonas urbanas (75,6%) y rurales

(24,4%)”.

Existe evidencia de serias y persistentes desigualdades en cuanto a la realización del derecho a la

educación para los niños y niñas indígenas. En este aspecto, se observa que muchos niños

indígenas no acceden a la educación escolar básica o ingresen muy tardíamente, es decir cuando

ya tienen 11 o 12 años. De igual forma, el derecho a la educación que “mientras que, como

promedio, la población no indígena de la edad de 15 años y más llega a tener ocho años de

escolaridad, la población indígena de este mismo rango de edad llega solamente a tres años de

escolaridad”. Además, la tasa de analfabetismo de las personas indígenas mayores de 15 anos

alcance el 40%, casi ocho veces más que la tasa de analfabetismo en la población

nacional.También graves disparidades atañan también la infraestructura escolar: hay evidencia

de serias faltas en las escuelas indígenas.

En respecto a las problemáticas destacadas, IIMA y VIDES International7 recomiendan

que Paraguay:

a) otorgue un lugar preponderante a la educación en la lucha contra la pobreza;

7IIMA - Istituto Internazionale Maria Ausiliatrice VIDES International - International Volunteerism Organization for Women,
Education, Development ONG con estatus consultivo especial con ECOSOC

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b) lleva a cabo las medidas adecuadas para aumentar las asignaciones presupuestarias para la

educación;

c) profundice los programas de transferencia a las familias más empobrecidas, que deben

favorecer especialmente a los indígenas y a los que se encuentran en las zonas rurales;

d) garantice un nivel más elevado de las infraestructura del sistema educacional;

e) preste especial atención a las necesidades de los niños vulnerables, en particular los niños

indígenas y los que viven en zonas rurales, para que puedan ejercer su derecho básico a la

educación;

f) incluya a las comunidades indígenas en todas las acciones prioritarias de la educación

permanente;

g) promueva la enseñanza secundaria para que llegue a ser universal; h) ofrezca más facilidades

para la enseñanza superior y la formación profesional.

En particular, el recorte de los presupuestos para la Secretaría de Acción Social (SAS) que

proporciona diferentes programas de asistencia monetaria como, por ejemplo, el programa «

Tekopora ».

i) adopte medidas para desarrollar una cultura de los derechos humanos con el fin de erradicar

la corrupción y modificar las actitudes sociales que obstaculizan la igualdad de oportunidades

para todos los ciudadanos;

j) siga desarrollando actividades sistemáticas de educación a los derechos humanos relacionadas

con los principios y las disposiciones de los tratados fundamentales de derechos humanos de las

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Naciones Unidas para los niños y para todos los profesionales que trabajan con niños o para

ellos.

Situación De Identidad en la Infancia y Adolescencia En Paraguay

El derecho a la identidad es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, y es

necesario para poder beneficiarse de los otros derechos fundamentales.En el código de la niñez

en su artículo 18 reza´´ el niño y el adolescente tienen derecho a la nacionalidad paraguaya en

las condiciones establecidas en la Constitución y en la Ley. Tienen igualmente derecho a un

nombre que se inscribirá en los registros respectivos, a conocer y permanecer con sus padres y

a promover ante la Justicia las investigaciones que sobre sus orígenes estimen necesarias.´´

Desde su nacimiento, el niño tiene derecho a tener un nombre y un apellido. Todo niño debe ser

registrado inmediatamente después de su nacimiento, ya que los padres tienen la obligación de

informar el nombre, el apellido y la fecha de nacimiento del recién nacido.

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Esta acción supone el reconocimiento inmediato por parte del Estado de la existencia del niño, y

la formalización de su nacimiento ante la ley. Además, su registro permitirá al niño preservar sus

orígenes, es decir, las relaciones de parentesco que lo unen a sus padres biológicos.

Desde su nacimiento, un niño tiene derecho a adquirir una nacionalidad. Según las

circunstancias en que se adquiera la nacionalidad puede ser de dos tipos:

• Nacionalidad originaria o de sangre: el niño adquiere la nacionalidad de sus padres desde el

momento de su nacimiento.

• Nacionalidad por residencia: aunque sus padres posean otra nacionalidad, el niño adquiere la

nacionalidad del territorio en el que nace.

La nacionalidad se obtiene al registrarse en el Registro Civil. Es un elemento muy importante,

ya que, en primer lugar, supone el vínculo entre la persona y la ciudadanía, y en segundo lugar,

constituye la pertenencia de una persona a una nación. En definitiva, establece la calidad de una

persona en razón del nexo político y jurídico que la une a la población constitutiva de un Estado.

La inscripción en el Registro Civil y la concesión de la nacionalidad le proporcionará al recién

nacido la capacidad jurídica. Es decir, será reconocido como miembro de la sociedad, por lo que

tendrá una serie de derechos y obligaciones. Además, tendrá acceso a los diferentes servicios

necesarios para desarrollarse y construir su vida y su porvenir, como la educación y la sanidad.

La identidad les permite a los menores beneficiarse de la protección legal, al ser amparados por

sus padres y el estado. Podrán beneficiarse del régimen de protección de menores vigente en el

país, que se encargará de protegerlos contra las diferentes muestras de maltrato y explotación.

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Todo menor que no haya sido inscrito en el Registro Civil carecerá de nacionalidad, por lo que

será considerado un apátrida. Esto significa que el niño perdería su identidad oficial y su

nacionalidad, por lo que sería invisible ante los ojos de la sociedad.

Existen dos tipos de apátridas:

Los apátridas de iure (jurídicamente): cuando en el ámbito internacional los diferentes países no

reconocen el derecho a la identidad de un determinado Estado y los habitantes del mismo. Es el

caso de, por ejemplo, Palestina.

Los apátridas de facto (son apátridas en la práctica pero no según la ley): cuando un determinado

Estado le niega la nacionalidad a una persona debido a la falta de documentos de carácter legal

(como, la partida de nacimiento), problemas económicos o tensiones internas.

Para los menores, las causas de la condición de apátrida son muy diversas. Cabe mencionar, la

condición de refugiados de sus progenitores, la pérdida de la partida de nacimiento o pertenecer

a alguna minoría étnica o indígena.

Sin embargo, la principal causa de la condición apátrida entre los menores es el hecho de no

haber sido inscriptos en el Registro Civil cuando nacieron. La inexistencia de una cédula de

identidad personal se debe a factores muy diversos: las dificultades económicas del Estado en el

que residen o que este se encuentre inmerso en un conflicto armado, por lo que la actualización

de los libros del Estado Civil pasa a un segundo plano. En muchas ocasiones en las oficinas del

Registro Civil se producen fallos debido a la ausencia de personal calificado y de informes. En

el país , los padres no son conscientes de que su deber de inscribir a sus hijos no es una mera

formalidad legal, sino que es de suma importancia para los menores. En ocasiones, la situación

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de pobreza y las creencias culturales alientan a los padres a que abandonen a sus hijos o los

vendan.

En Paraguay se estima que solo el 35% de niños y niñas se registra durante el primer año de vida,

por lo tanto los demás no existen como ciudadanos. Según un estudio realizado el año pasado

por 85 instituciones, de una población de 35.119 niños y niñas que reciben complemento

nutricional, solamente el 36% de los niños posee cédula de identidad, 54% tiene acta de

nacimiento, 5% no está documentado y 5% no proporcionó información alguna. Con estos

porcentajes se puede suponer un 10% de estos niños y niñas que viven en la capital del país no

está registrado. Así también, según la base de datos del Ministerio de Educación, hay una gran

cantidad de niños y niñas en edad escolar que asisten a la escuela que todavía no tiene cédula de

identidad.

Entre estos están los niños y las niñas en situación de calle que, sin cédula de identidad, corren

aún más peligros y riesgos, porque cuando los agentes de Policía les piden el documento, ellos

no lo tienen. En agosto del año pasado, se estimaba que había unos 32.000 niños en situación de

calle en Asunción y el área metropolitana. Sin embargo, esta cifra es relativa, porque en realidad

no se sabe cuántos niños, niñas y adolescentes hay en Paraguay, porque no están registrados.

Estos casos, generalmente, se dan porque muchos padres no toman la precaución de solicitar en

los hospitales o centros de salud el Certificado de Nacido Vivo, o, en caso contrario, porque

desconocen tal vez que, cuando el bebé nace en la casa o con una partera, este certificado igual

puede ser obtenido. Con este papel, el papá, la mamá o ambos deben ir al Registro Civil y anotar

a sus hijos e hijas. Con este paso, obtenemos nuestra identidad. El paso siguiente, tan importante

como el primero, es que los chicos cuenten con la cédula de identidad, que, al ser la primera, es

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gratuita, y se tramita en el Departamento de Identificaciones de la Policía Nacional.

Todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a un nombre.

El derecho a un nombre es importante porque, aunque la identidad se construye poco a poco, y

no solo con nuestro registro, sino con muchos otros factores, es a partir de que tenemos nombre

y apellido comenzamos a formar nuestra identidad, nos sirve para identificarnos y, a la vez,

formar parte de un grupo.

Situación Del Derecho Al Agua Potable En La Infancia y Adolescencia En Paraguay

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“El acceso a agua potable y saneamiento básico son esenciales para la realización de

los Derechos Humanos”, el acceso universal a los servicios básicos de agua y saneamiento,

depende de los recursos disponibles y su progresiva movilización, con políticas distributivas

claras.

El Paraguay es un país con abundancia del recurso hídrico y dos aspectos que gravitan

negativamente en cuanto a su utilización como elemento de desarrollo: una distribución espacial

desequilibrada y un modelo de gestión del recurso, de baja estructuración. Los usos que

muestran mayores posibilidades de conflicto, presente y futuro, son los extractivos. El uso del

recurso para agua potable esta en manos de dos entidades de carácter estatal, CORPOSANA y

SENASA. Los resultados como efecto de cobertura del servicio para ambas entidades muestran

bajos índices. Es particularmente visible que la gestión ha privilegiado, probablemente sin que

esto sea una política definida, al sector urbano y especialmente a los niveles de mayor poder

adquisitivo en desmedro del sector urbano y urbano marginal. De esta forma se ha dejado

descubierto al sector mas vulnerable de la población.

El principal reto que enfrenta Paraguay es avanzar hacia “universalización del derecho

humano al agua, saneamiento e higiene, con equidad sanitaria y sostenibilidad institucional,

técnica y social”. El acceso universal al agua y saneamiento depende de los recursos disponibles

-públicos y privados- y su progresiva movilización, con políticas distributivas claras. Se requiere

de una mayor asignación de fondos del Estado que figuren en la estructura del presupuesto anual,

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en forma progresiva hasta alcanzar la cobertura universal, considerando el financiamiento

externo como complementario y no el principal.

Según el primer informe de país 2011, sobre los Objetivos del Desarrollo del Milenio 2010,

Paraguay alcanzó su ODM en la provisión de agua potable, pasando de un 44% en 1997 a un

75% de la población en 2010. No obstante, persisten diferencias entre áreas urbanas (87%) y

rurales (58%). Asimismo, 93% de los niños y niñas indígenas todavía no tienen acceso a agua

potable. En saneamiento mejorado, la cobertura alcanza a 69% de la población, con 91% urbano

frente al 38% rural.

La escasez de agua de calidad en el Paraguay por ser un país en desarrollo y la pobreza son

factores que se encuentran relacionados y que afectan a la población infantil, provocando

enfermedades, desnutrición y bajo desarrollo físico e intelectual.

Como consecuencia de esta situación, cada año mueren niños sólo por diarreas y otras

enfermedades relacionadas con la contaminación del agua; aún hoy, más niños viven sin acceso

a una red de saneamiento.

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La Problemática De Niños En Situación De Calle

Paraguay reconoce en el artículo 54 de su Constitución Nacional que “La familia, la

sociedad y el Estado tienen la obligación de garantizar al niño su desarrollo armónico e integral,

así como el ejercicio pleno de sus derechos, protegiéndolo contra el abandono, la desnutrición, la

violencia, el abuso, el tráfico y la explotación”. Asimismo, el Código de la Niñez y la

Adolescencia (ley Nº 1680/01). Ese es el compromiso asumido, además, a través de la

ratificación de distintos instrumentos internacionales de Naciones Unidas.Los niños en situación

de calle siguen siendo una triste realidad que se ha instalado en nuestro país desde hace ya varios

años, sin que los sucesivos gobiernos hayan logrado una solución para esta problemática. Estos

niños, imprescindibles para los políticos a la hora de hacer promesas, siempre están presentes en

los discursos, proyectos y planes de gobierno, pero pierden su importancia inmediatamente

después de las elecciones, y en la práctica nunca salen del papel.

En los semáforos, en los ómnibus y en locales de gran concurrencia, podemos ver cómo niños y

adolescentes desperdician valiosas horas arriesgando sus vidas entre los autos en busca de

alguna moneda, haciendo malabares o vendiendo estampitas o caramelos.

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En el 2011, la Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia (SNNA) tenía identificados en

Asunción 75 “focos”, como llaman a los lugares de concentración de niños en situación de calle.

Hoy son 86.

El tema no es nuevo, pero no por ello carente de importancia. En efecto, a medida que pasa el

tiempo, la situación de los chicos se agrava, pues, si hace años, cuando empezaron a “poblar” la

ciudad, nuestra preocupación era porque no asistían a la escuela, no recibían la alimentación

adecuada, estaban expuestos a los rigores de la intemperie, enfermedades varias y a peligros

como el abuso sexual, entre otros, a la fecha, con el paso de los años, se han sumado otras más.

Entre ellos se cuentan problemas de adicción, procesos por comisión de delitos y, en el caso de

las niñas, el embarazo precoz. El futuro incierto de estos chicos es una carga que, lejos de ser

personal, es general, puesto que –salvo contadas excepciones– las condiciones en que han

crecido prácticamente los predestinan a engrosar los cinturones de pobreza cada vez más

amplios de nuestra sociedad.

Cada quien en su barrio o zona de trabajo puede ser testigo involuntario de esta lamentable

realidad. A diario podemos ver a los chicos de “siempre”, ya crecidos, y acompañados por

hermanos menores e incluso sus propios hijos, todos haciendo la única actividad que les

enseñaron a hacer: mendigar.

Más allá de esta percepción, empírica si se quiere, pero igualmente válida porque somos testigos

del diario peregrinar de criaturas que vemos crecer en distintos “focos”, quisimos documentar

esta realidad. Por esta razón, revisamos cinco expedientes judiciales derivados de denuncias de

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explotación infantil, y lo que encontramos es que ha habido varios intentos de revertir esta

situación.

Hubo casos de explotación sexual, defensoras y fiscales de la Niñez que solicitaron la

implementación de medidas varias para poner fin al calvario de estos niños, pero la realidad es

que, pese a la gravedad de la situación y de la prioridad con que deben ser atendidos estos casos,

la pesada estructura estatal no permite que avancen.

Burocracia judicial, falta de asistencia estatal y hasta falta de ideas. Sí, porque es ilusorio

pretender que la SNNA o el Poder Judicial puedan erradicar la problemática de la niñez en

situación de calle. Como se trata de un problema multiinstitucional, sin una política pública que

permita abarcar la compleja situación familiar que hay detrás de cada niño en situación de calle,

como ser padres sin trabajo ni estudio y en ocasiones, presos y/o con problemas de adicción,

familias separadas porque los padres viajaron al exterior en busca de oportunidades, no es

posible pensar en una solución a esta realidad.

Hasta la ciudadanía tiene su cuota de responsabilidad, porque mientras no se concientice a la

sociedad de que la “monedita” esclaviza y que hay que ayudar sin fomentar la mendicidad,

siempre habrá niños “esclavos”. Mientras haya gente dispuesta a repartir monedas, la

explotación infantil seguirá siendo rentable.

De los cinco expedientes verificados, todos están en trámite aún, pese a que uno es del año 2012

y otro, del 2013. Este dato de por sí solo ya preocupa, porque demuestra que los tiempos de las

autoridades están en defasaje con los de la niñez, porque si se demoran cuatro años discutiendo

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cómo asistir a un niño cuya situación motivó la intervención de las autoridades precisamente por

ser acuciante y extrema, estamos mal.

La Problemática En La Infancia Sobre Abusos Sexuales En Paraguay

En el derecho a estar protegido contra todo tipo de explotación sexual, los niños, niñas y

adolescentes que padecen la explotación sexual sufren graves alteraciones en su desarrollo. El

abuso y el maltrato al que son sometidos y el contacto con la sexualidad adulta antes de haber

alcanzado su madurez provocan severos daños y traumas muy difíciles de superar. El daño físico

es muy visible ya que deja marcas en el cuerpo de los niños y niñas. Sus cuerpos son lastimados,

desgarrados, golpeados. Pueden ser contagiados de enfermedades como el VIH y otras

infecciones de transmisión sexual. Les pueden hacer consumir drogas y bebidas alcohólicas, que

les generan adicciones posteriormente.

Los niños, niñas y adolescentes no eligen libremente esta situación, como manifiestan muchas

creencias; se ven obligados por distintas circunstancias: se los secuestra, se los engaña o han

huido de situaciones de descuido y maltrato familiar. Entre las causas determinantes, podemos

señalar la desintegración familiar, el abuso sexual de algún pariente o amigo de la familia, la

forma de pensar que justifica estas prácticas y la falta de aplicación de las leyes. Los adultos que

explotan sexualmente son los únicos responsables de esta actividad delictiva, aprovechando la

relación de poder asimétrica, siendo los niños, las niñas y los adolescentes las únicas víctimas de

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esta problemática. La explotación sexual infantil no es un problema privado, es un tema que

involucra al nivel familiar, comunitario y social.

En la “Encuesta nacional demográfica de salud sexual y reproductiva 2008” se preguntó a todas

las mujeres entrevistadas de 15 a 44 años de edad, independientemente de su estado civil o la

edad cuando ocurrió.El 21,3% reportó haber sido forzada sexualmente (violación) antes de los

15 años de edad, y el 61,8% antes de los 20 años. Los datos muestran que el sexo forzado

comienza muchas veces a edades extremamente jóvenes: casi 1 de cada 20 mujeres fue víctima

de sexo forzado o violación cuando era menor de 10 años (4,7%) y el 16,6% tenía entre 10 y 14

años cuando fue violada por primera vez. A todas las mujeres que declararon alguna experiencia

de abuso sexual se les preguntó qué edad tenían cuando ocurrió. Se pudo observar que las

edades en que el abuso sexual se produjo por primera vez son aun menores que en el caso del

sexo forzado. El 18,6% de los casos de abuso sexual ocurrió cuando la mujer tenía menos de 10

años; el 25,6% de los casos, cuando tenía entre 10 y 14 años; y el 22,9%, cuando tenía entre 15 y

17 años. También se les preguntó a las mujeres quién fue la persona que las obligó al abuso

sexual. Se puede apreciar que en la mayoría de los casos el culpable fue un vecino, amigo u otro

conocido (29,3%, el 13,4% fue un tío y el 12,7%, por un novio o exnovio). En relación a

experiencias durante la niñez, el 40,5% de las mujeres que experimentó violencia física o sexual

de pareja vio o escuchó a su padre/padrastro maltratar físicamente a su madre, y el 38% recibió

maltrato físico antes de cumplir los 15 años, contra el 17,7% y el 13,7% para las mujeres no

víctimas de violencia, respectivamente.

Es de fundamental importancia visibilizar a los niños, niñas y adolescentes en su carácter de

víctimas de estas situaciones, lo que implica revisar modelos de abordaje en el ámbito jurídico,

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el establecimiento de protocolos de atención a las víctimas tanto en su aspecto sanitario como

psicológico, diseñando estrategias específicas de atención que contemplen el impacto en su

subjetividad.

La situación de niños y niñas en explotación laboral

El trabajo infantil es siempre visible; aunque se intente ocultarlo, la cotidianeidad nos lo

revela con fuerza.

El trabajo infantil es multicausal y por ello no depende de un solo aspecto: la extrema pobreza y

la necesidad familiar de contribuir econó- micamente a su supervivencia se impone en los

hogares más desfavorecidos, en los que las niñas y los niños aportan hasta el 25% de los

ingresos familiares. Incide fuertemente la baja escolarización de los padres, el acceso limitado a

programas educativos, como la falta de infraestructura escolar en las zonas rurales y las

distancias que muchos niños y niñas deben atravesar para llegar cada día a la escuela.

Cabe mencionar también como causales las prácticas tradicionales, la naturalización del trabajo

infantil, con énfasis en zonas rurales, sumadas a la permisividad social que no visualiza el

trabajo infantil como un hecho que atenta contra los derechos del niño, niña y adolescente. La

cobertura insuficiente y la falta de articulación de programas de protección social no favorecen

que las familias pobres y vulnerables puedan tener acceso al apoyo del Estado.

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Según datos de la “Encuesta nacional de actividades de niños, niñas y adolescentes 2011”, el

23,5% del total de niños, niñas y adolescentes realiza alguna actividad económica, es decir,

436.419 niños, niñas y adolescentes están involucrados en la realización de algún tipo de trabajo,

mientras que otro 2,3% no lo hace actualmente pero sí lo hizo en los últimos 12 meses y el

74,1% no realizó ninguna actividad económica en los últimos 12 meses. . Uno de cada 4 niños,

niñas o adolescentes (25,9%) solamente se dedica a estudiar, seguido de otro 2,8% que

solamente desarrolla tareas domésticas y 1,2% que solamente trabaja. El 67,9% restante realiza

actividades combinadas, entre las que se destacan mayormente estudiar y realizar tareas

domésticas (45,5%) y las tres actividades juntas –estudiar, trabajar y hacer tareas domésticas–

con el 15,8% del total de niños, niñas y adolescentes. El 63,4% de los niños, niñas y

adolescentes en trabajo infantil que desertó de la escuela llegó hasta los dos primeros ciclos de la

educación escolar básica, es decir, 4 de cada 10 niños, niñas y adolescentes abandonan la

escuela luego de terminar la primaria, y dicho valor asciende entre los niños y adolescente

varones y para quienes residen en el área rural (67,3% y 68,5%, respectivamente).

Por ello, que recomienda la UNICEF:

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• fomentar políticas públicas focalizadas que tomen como base la información objetiva y

rigurosa sobre trabajo infantil, dirigidas especialmente a los grupos más vulnerables y que

redunden en respuestas más efectivas;

• apoyar los programas de erradicación de la pobreza de promoción de la educación como

formas de prevención del trabajo infantil;

• fomentar la creación de mecanismos efectivos de aplicación de la legislación vigente con

penalidades, si fuera preciso, estableciendo condiciones seguras de trabajo para los adolescentes

y prohibiendo el trabajo infantil;

• realizar campañas de sensibilización para reducir la tolerancia social frente a las peores formas

de trabajo infantil, y especialmente programas de formación a las familias vulnerables acerca de

los perjuicios del trabajo infantil para sus hijos e hijas;

• aumentar la inversión para ampliar la cobertura y la atención del programa Abrazo;

• asegurar, a través de la especialización de jueces, fiscales y defensores públicos, la

persecución y sanción de las personas que utilizan a niños y niñas para su explotación laboral.

Mejorar la vinculación de la justicia con la SNNA, los gobiernos locales y la sociedad civil para

la persecución de estos delitos.

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Conclusión

El presente trabajo se analizo la situación del derecho a la protección de niños, niñas y

adolescentes del Paraguay, las inequidades y las disparidades que los afectan, con la máxima

desagregación posible, así como las barreras y los obstáculos que impiden el mejoramiento de su

situación. Se analizo las causas de los problemas, en base a información cualitativa y

cuantitativa, sobre la niñez y la adolescencia en el país.

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Bibliografia

 Convención sobre los Derechos del Niño, 1989, ONU.

 Declaración del Milenio y Objetivos de Desarrollo, 2000, www.developmentgoal. org

 Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948, ONU.

 De Oliveira Francisco, 2005, “Sobre las posibilidades del desarrollo”, En: América Latina

2004-2005. Democracia y Desarrollo: Una mirada desde la sociedad civil, Informe de

ALOP.

 Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef)

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