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Los científicos soviéticos: Letunov, Ozolin y Matveev, dan al inicio de la segunda mitad del siglo
pasado el carácter científico al proceso de entrenamiento, particularmente Matveev, quien es
primer científico en fundamentar y describir cada uno de los periodos de entrenamiento
deportivo, bajo la concepción sistémica de la formación atlética. Establece postulados que aun son
vigentes hoy, como la relación de lo general y lo especial en la preparación, la continuidad en el
proceso de entrenamiento, la individualidad, entre otros.
Por fin hubo una estructura completa del entrenamiento prolongado durante todo el año. Articuló
en fases adaptativas la FORMA DEPORTIVA del atleta y la ORGANIZACIÓN PEDAGÓGICA de la
CARGA PARA HACER COINCIDIR LA FORMA Y EL CALENDARIO DE COMPETICIONES.
¡Por fin íbamos a saber cuando estaríamos en forma, y esta coincidiría con la fecha de las
competiciones más importantes!. L. P. Mateev se encargó de organizar los programas de
entrenamiento de la antigua URSS a partir de la incorporación a los JJ.OO de Helsinki de este país y
se inició la «carrera científica» hacia la obtención de resultados deportivos. El prestigio que estos
dan a todo tipo de profesionales, hace que a partir de los años 50 se suceda una verdadera
«pirotecnia terminológica» de la diferenciación de pequeños matices en los sistemas de
entrenamiento.
Una de las primeras definiciones fue elaborada por Matveiev (1977), quien identifica el
entrenamiento deportivo con un fenómeno pedagógico cuyo fin es alcanzar objetivos concretos
en el ámbito deportivo, y lo define como un proceso especializado de la educación física orientado
directamente al logro de elevados resultados deportivos. Así mismo, destaca también el carácter
fluctuante de la forma deportiva que obliga a desarrollar modelos cíclicos de entrenamiento para
optimizar los niveles de rendimiento alcanzado en aquéllos momentos de la temporada que más
nos interesen, de ahí que también conciba el entrenamiento como un proceso de dirección del
desarrollo de la forma deportiva.
Los contenidos, los medios y los métodos de entrenamiento han sido abordados y desarrollados
por diversos autores (Colli y cols., 1989; Matveiev, 2001; Vasconcelos, 2000; Weineck, 1988). A
pesar de la dificultad terminológica existente en la literatura para diferenciar unos y otros,
podemos entender como:
Contendidos del entrenamiento: los elementos que constituyen los entrenamientos, es decir, los
ejercicios físicos que debe realizar el deportista durante las sesiones de entrenamiento.
Medios del entrenamiento: todos aquellos elementos que son de utilidad para desarrollar el
entrenamiento deportivo, ya sea a nivel organizativo (estructuración y formación del trabajo), en
cuanto a los materiales utilizados (balones, máquinas de musculación, pulsómetros, conos, etc.) o
a nivel informativo (la voz, los gestos, los estímulos sonoros, cinestésicos, etc.).
En vista de los grandes éxitos cosechados a partir de las XXII Olimpiadas de Helsinki por los
deportistas de la URSS, la publicación en los países del bloque soviético de los postulados de la
«periodización» despertó interés y cobró popularidad más allá de sus fronteras. La esencia de este
concepto radica en dividir el proceso de entrenamiento en pequeñas partes o «microciclos» y
formalizar de manera lógica y especulativa sus contenidos, para después construir a partir de ellos
unas divisiones más grandes del proceso conocidas como «mesociclos» o «macrociclos».
En el marco de esta tendencia destacan las obras de N. Ozolin (1970), L. Matveev (1977), V.
Platonov (1980; 1986), T. Zheliazov (1988), D. Harre (1971; 1978), A. Bondarchuk (1985), M.
Portman (1986), T. Ulatovski (197 l), y otros.
Hoy en día, los adeptos de esta tendencia elaboran nuevos enfoques extensivos de la actividad
deportiva, que se caracterizan por una visión más amplia de los problemas y la utilización de una
síntesis de elementos de las ciencias sociales (sociología, psicología social, pedagogía, etc.). Su
producción se da a conocer como «teoría general del deporte» (V. Platonov, 1987; T. Ulatovsky,
1992; L. Matveev, 1997) o como «teoría general de la preparación de deportistas para los
aspectos olímpicos del deporte» (V. Platonov, 1997).
Su discurso trata no ya del «entrenamiento» como componente concreto de la teoría general del
deporte, sino de la preparación del deportista, entendida en un sentido más amplio y prestando
atención a todas y cada una de las cuestiones y detalles que forman parte de la actividad deportiva
de una persona. Sin embargo, semejante enfoque extensivo conduce a una descripción demasiado
superficial del fenómeno deportivo. Los apartados dedicados en esas obras al tema del
«entrenamiento», es decir, a la parte central de la teoría y metodología del deporte, por desgracia
no aportan al entrenador de hoy en día los conocimientos profesionales sistematizados que le
resultan imprescindibles.
La periodización del entrenamiento deportivo es entendida como una división organizada del
entrenamiento anual o semestral de los deportistas, en la búsqueda de prepararlos para alcanzar
ciertos objetivos establecidos previamente y obtener un gran resultado competitivo en
determinado punto culminante de la temporada deportiva, o sea obtener la forma deportiva a
través de la dinámica de las cargas de entrenamiento ajustadas a su punto máximo en ese
momento competitivo.
Mantener algo.
Perder algo.
El período de preparación suele dividirse, a su vez, en dos etapas. La primera, también conocida
como “general”, se cumple para los trabajos destinados a la formación básica de las capacidades,
va a prevalecer el volumen sobre la intensidad; dentro del 100% del 50% al 60%, la preparación
general tiene un porcentaje del 50% al 60% de trabajo. La segunda, también conocida como
“especial”, se caracteriza por trabajos más intensos y con una relación más directa con la disciplina
deportiva. La intensidad por encima del volumen; dentro del 100% del 50% al 60%, tiene de un
40% a un 30% de trabajo.
El período competitivo reúne los trabajos más específicos del deporte, ya que comprende a todas
las competiciones que el deportista realiza. Suelen ser períodos de trabajo muy intensos y con un
volumen relativamente bajo.
Precompetitivo: mantener lo que se alcanzó en el proceso anterior (juegos amistosos). Subir las
cargas asemejándola a un nivel de competencias.
Donde los valores de volumen e intensidad caen en forma drástica. El deportista abandona la
competición y continúa su entrenamiento incursionando en otros deportes. El reposo absoluto
también es una opción, pero no es para nada recomendable.
Alcanzar algo.
Mantener algo.
Perder algo.
El período competitivo reúne los trabajos más específicos del deporte, ya que comprende a todas
las competiciones que el deportista realiza. Suelen ser períodos de trabajo muy intensos y con un
volumen relativamente bajo.
Pre-competitivo: mantener lo que se alcanzó en el proceso anterior (juegos amistosos). Subir las
cargas asemejándola a un nivel de competencias.
Donde los valores de volumen e intensidad caen en forma drástica. El deportista abandona la
competición y continúa su entrenamiento incursionando en otros deportes. El reposo absoluto
también es una opción, pero no es para nada recomendable.
Activo: son actividades alternas que busque el acondicionamiento para volver a empezar el macro-
ciclo.
La periodización es:
Una organización
Divison
Alcanzar algo.
Mantener algo.
Perder algo.
El período competitivo reúne los trabajos más específicos del deporte, ya que comprende a todas
las competiciones que el deportista realiza. Suelen ser períodos de trabajo muy intensos y con un
volumen relativamente bajo.
Precompetitivo: mantener lo que se alcanzó en el proceso anterior (juegos amistosos). Subir las
cargas asemejándola a un nivel de competencias.
Donde los valores de volumen e intensidad caen en forma drástica. El deportista abandona la
competición y continúa su entrenamiento incursionando en otros deportes. El reposo absoluto
también es una opción, pero no es para nada recomendable.
Activo: son actividades alternas que busque el acondicionamiento para volver a empezar el macro-
ciclo.
Por lo anterior, las cargas específicas crecen en cada ciclo de entrenamiento a lo contrario de las
cargas generales, que decrecen en cada ciclo hasta prácticamente desaparecer.
Cuando menores son los péndulos durante el proceso de entrenamiento, mayor será el número de
veces que el deportista estará en condiciones de competir eficazmente; pero si los péndulos son
mayores, mayor sera la posibilidad de sustentar la forma deportiva por un tiempo mayor por parte
del deportista.
Esta forma de estructurar el entrenamiento de los deportistas fue principalmente para los
deportes característicos de fuerza.
· Sustenta que el trabajo de fuerza debe ser concentrado en un 1er. bloque, para crear las
condiciones de mejoras posteriores en los contenidos relacionados con la precisión técnica y las
cualidades de velocidad.
Las condiciones anteriores estarán dadas por un (efecto de acumulación retardado del
entrenamiento).
Considera que la concentración de las cargas de orientación unívoca provocan modificaciones más
profundas.
Partiendo de este enfoque la organización de las carga se determinan según dos criterios de
(tiempo y organización)
Sistematiza la estructuración del entrenamiento deportivo con una acentuada forma ondulatoria
de las cargas de entrenamiento en fases breves, con cambios tanto cuantitativos como cualitativos
de los contenidos de preparación.
La existencia de una elevada intensidad de las cargas de trabajo en una unidad de entrenamiento
relativamente breve y un carácter dominantemente especifico objetivado por las competiciones
más importantes que el deportista será sometido, son puntos a destacar en esta forma de
organizar el entrenamiento de alto nivel con el fin de mantener el rendimiento a lo largo del año
deportivo y no construirla para después mantenerla y más tarde perderla.
En la estructura de campana las cargas de preparación especial están siempre por encima de la
general, esto le propicia al deportista la participación competitiva desde el inicio del ciclo de
entrenamiento:
APORTACIONES TEÓRICA S EN LA
CONCEPCIÓN DEL ENTRE NAMIENTO
DEPORTIVO MODERNO
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En este trabajo se recogen algunas de las consideraciones teóricas más importantes relacionadas con
aspectos básicos en torno al entrenamiento deportivo. En primer lugar, se comienza con la exposición y
discusión de algunas de las definiciones establecidas en la literatura sobre este concepto, para continuar
seguidamente con la descripción de los elementos que lo caracterizan. Posteriormente y a partir de los
diferentes componentes que integran el entrenamiento, se realiza un análisis de los tipos de objetivos que
pueden establecerse a partir de dicho contexto. A continuación se traslada el estudio hacia las
interpretaciones y aproximaciones surgidas en relación a los estímulos dentro del proceso de
entrenamiento y su vinculación con la carga de trabajo, para finalizar con la ampliación de este último
contenido a través del desarrollo de las distintas taxonomías más representativas que han sido propuestas
en la literatura, en las cuales se discutirán sus características e implicaciones en la preparación de los
deportistas.
INTRODUCCIÓN:
Comenzando por éstas últimas, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (2001) define el
término “entrenamiento” de forma general como acción y efecto de entrenar, entendiéndose como tal la
intención de preparar, adiestrar personas y animales, especialmente para la práctica del deporte.
Observamos como en esta definición se establece una relación desde un primer momento entre la
preparación de un individuo y la práctica deportiva.
El Diccionario de las Ciencias del Deporte (1992) se refiere al concepto de entrenamiento como un
proceso de acción complejo cuyo objetivo es influir, de forma sistemática y orientada al objetivo, sobre
el desarrollo de la actuación deportiva. Este proceso de acción se entiende como un hecho que tiene
como objetivo obtener efectos precisos con respecto a todas las características que determinan la
actuación del deportista, o dicho de otra forma, desarrollar la potencialidad máxima de un sujeto de
acuerdo a todas sus características y en función de una acción sistémica orientada hacia dicho objetivo.
Esta acción sistémica implicaría el desarrollo de un plan de entrenamiento en el que van a estar definidos
los objetivos específicos, los contenidos, los métodos y los controles del entrenamiento. La orientación
hacia un objetivo supone que todas las acciones llevadas a cabo se ejecuten de tal forma que sean
capaces de conducir al deportista al resultado deseado, a una ejecución específica o a una actuación
determinada.
Recogeremos a continuación algunas de las más relevantes y trataremos de discutir las diferentes
interpretaciones surgidas en base a los distintos autores.
Una de las primeras definiciones fue elaborada por Matveiev (1977), quien identifica el entrenamiento
deportivo con un fenómeno pedagógico cuyo fin es alcanzar objetivos concretos en el ámbito deportivo,
y lo define como un proceso especializado de la educación física orientado directamente al logro de
elevados resultados deportivos. Así mismo, destaca también el carácter fluctuante de la forma deportiva
que obliga a desarrollar modelos cíclicos de entrenamiento para optimizar los niveles de rendimiento
alcanzado en aquéllos momentos de la temporada que más nos interesen, de ahí que también conciba el
entrenamiento como un proceso de dirección del desarrollo de la forma deportiva.
Unos años más tarde Bompa (1983) añade la idea de individualización en el proceso y destaca la
necesidad de potenciar no solo las capacidades psicobiológicas del individuo, sino también las
capacidades humanas. En este sentido, el autor se refiere al entrenamiento como una actividad deportiva
sistemática de larga duración, graduada de forma progresiva a nivel individual, cuyo objetivo es
conformar las funciones humanas, psicológicas y fisiológicas para poder superar las tareas más
exigentes.
En este mismo año Ozolín (1983) define el entrenamiento como un proceso de adaptación del organismo
a todas las cargas funcionales crecientes, a mayores exigencias en la manifestación de la fuerza y la
rapidez, la resistencia y la flexibilidad, la coordinación de los movimientos y la habilidad, a más
elevados esfuerzos volitivos y tensiones síquicas y a muchas otras exigencias de la actividad deportiva.
En esta concepción biológica del entrenamiento es importante resaltar el concepto de adaptación de las
capacidades físicas del organismo a diferentes estímulos físicos (cargas de entrenamiento) a lo largo de
todo un proceso. Así mismo, el autor señala que, en base al entrenamiento es probable que todos los
ámbitos modificables del deportista se transformen como resultado de las nuevas exigencias, siempre y
cuando éstas hayan sido lo suficientemente adecuadas.
Desde un punto de vista más ecléctico, Harre (1987) define el entrenamiento deportivo como
la preparación física, técnica, técnico-táctica, intelectual, psicológica y moral de un deportista por
medio de los ejercicios físicos, o sea, mediante la aplicación de cargas físicas. En esta definición el autor
considera que el entrenamiento deportivo implica un desarrollo a través del tiempo mediante cargas de
trabajo de todos aquellos aspectos que intervienen de alguna u otra forma en cualquier exhibición
deportiva, donde se incluyen los elementos condicionales, técnicos, tácticos, cognitivos, psicológicos y
actitudinales de cada modalidad deportiva. Esta concepción integral del entrenamiento se concreta un
poco más al señalar que el proceso de entrenamiento debe seguir una sistematización en su diseño y
puesta en acción, vinculándolo, fundamentalmente, al logro de niveles altos y muy altos de rendimiento
deportivo.
Grosser y cols. (1988), al igual que autores anteriores, también se refieren al entrenamiento como un
proceso para aumentar el rendimiento deportivo. El entrenamiento como proceso se identifica con un
conjunto de fases ordenadas que transcurren en el tiempo, orientadas hacia un objetivo determinado de
rendimiento y en el que además se desarrollan las potencialidades de “performance” del sujeto. Estos
últimos autores canalizan el objetivo principal de dicho proceso no sólo hacia el aumento del
rendimiento deportivo (según la definición expuesta), sino también a un mantenimiento o reducción del
mismo.
Desde un punto de vista general Platonov (1988) define el entrenamiento como un conjunto de tareas
que aseguran una buena salud, una educación, un desarrollo físico armonioso, un dominio técnico y
táctico y un alto nivel de desarrollo de cualidades específicas. Podemos observar a través de esta
definición que el objetivo del entrenamiento no se reduciría únicamente al rendimiento deportivo en
competición, sino que puede abarcar otros ámbitos de la actividad física y deportiva, como la salud o la
educación. Para el autor, las tareas también tienen como misión aportar una serie de conocimientos
teóricos y metodológicos del deporte considerado, lo cual va a depender del lugar que ocupe el deporte
en la sociedad y del nivel de desarrollo científico y técnico del país para posibilitar dicha influencia.
Zintl (1991) definió el entrenamiento como un proceso planificado que pretende o bien significa un
cambio del complejo de capacidad de rendimiento deportivo. El hecho de que el entrenamiento sea
planificado implica una sistematización en la que se deben seleccionar y ordenar racionalmente todo
aquellos elementos que van a influir en la modificación de la capacidad de rendimiento del deportista.
Al igual que otros autores, Manno (1991) señala que el entrenamiento es un proceso complejo de
actuaciones cuya finalidad es enseñar la técnica deportiva y su perfeccionamiento, de una manera
sencilla y articulada, individual, en grupo o en equipo y que tiene tendencia al desarrollo de las
cualidades psicofísicas orientadas al logro de resultados deportivos de máximo rendimiento, con relación
a las capacidades del sujeto, grupo o equipo. A través de este enfoque se puede percibir que para el autor
el proceso de entrenamiento no se orienta únicamente al desarrollo de las cualidades físicas, sino
también a la mejora de las cualidades psíquicas, al aprendizaje y al perfeccionamiento progresivo de las
destrezas de cada deporte, ya sea individual o colectivo.
Desde un enfoque más orientado hacia los aspectos mecánicos y orgánicos del movimiento, y a partir de
la relación con el proceso de adaptación y los objetivos deportivos relacionados con el rendimiento,
Mansilla y cols. (2000) definen el entrenamiento como una repetición sistemática de tensiones
musculares en función de objetivos precisos cuyo fin es estimular la adaptación morfológica, estructural
y funcional de los órganos implicados, directa o indirectamente, y mejorar la capacidad de rendimiento
físico.
Recientemente Martin y cols. (2001) han recogido numerosas interpretaciones del término y han
elaborado una definición de entrenamiento deportivo, entendiendo como tal un proceso complejo de
actividades, dirigido al desarrollo planificado de ciertos estados de rendimiento deportivo y a su
exhibición en situaciones de verificación deportiva, especialmente en la actividad competitiva. Es decir,
el entrenamiento representaría un recurso racionalmente programado y estructurado en el tiempo cuyo
objetivo es elevar al deportista a determinados niveles de rendimiento que le permitan superar
satisfactoriamente una situación de enfrentamiento deportivo.
Finalmente, en esta primera exposición inicial resulta necesario matizar que a pesar de que podemos
hablar de numerosos contextos en los que se puede entrenar a un sujeto, como el ocio, la educación
física, el mantenimiento físico y la salud o el alto rendimiento (Martin y cols., 2001), cuando hablamos
de entrenamiento orientado a la obtención de resultados restringidos específicamente al ámbito
deportivo, a excepción del deporte base, nos referimos al proceso a través del cual se pretende conducir
al deportista a niveles máximos de forma durante un cierto periodo de tiempo que le permitan obtener un
rendimiento deportivo elevado en situaciones de competición (Matveiev, 2001; Tschiene, 2002).
APORTACIONES TEÓRICA S EN LA
CONCEPCIÓN DEL ENTRENAM IENTO
DEPORTIVO MODERNO
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1. El entrenamiento deportivo es un proceso y como tal hay una inferencia temporal hacia el futuro
con un carácter racional en la consecución de unos objetivos.
2. Se orienta hacia el alcance del máximo rendimiento, o de forma general, a optimizar el despeño
físico del deportista hacia niveles máximos.
3. Es sistemático y planificado ya que así es la única alternativa para que al final del proceso sean
alcanzados plenamente los objetivos.
4. Es un proceso individual, debido a que cada deportista tendrá unas características y una capacidad
de trabajo diferente a los demás que hará que los resultados obtenidos por diferentes sujetos sean
distintos bajo un mismo patrón de entrenamiento, o que los mismos resultados se obtengan a través
de procesos totalmente diferentes de preparación.
5. Tiene un carácter pedagógico ya que se está formando en todo momento y en diferentes ámbitos al
deportista.
6. Tiene un carácter científico porque sobre el entrenamiento repercuten otras ciencias que permiten
mejorar su eficiencia gracias a los nuevos avances y a los nuevos logros en su estudio.
LOS COMPONENTES DEL ENTRENAMIENTO DEPORTIVO:
LOS OBJETIVOS.
Entendemos por componentes del entrenamiento aquellos elementos presentes en el proceso que, desde
una perspectiva pedagógica, permiten construir su estructuración y desarrollo de forma racional,
sistemática y planificada en el tiempo con el fin de permitir adquirir o desarrollar tanto las habilidades
motrices como las capacidades condicionales de la forma más eficiente posible y de acuerdo a las
características individuales. A continuación desarrollaremos uno de los aspectos más importantes: los
objetivos del entrenamiento, y trataremos de recoger brevemente algunas particularices de otros
elementos igualmente fundamentales: los contenidos, los medios y los métodos del entrenamiento.
Objetivos del entrenamiento deportivo.
Los objetivos del entrenamiento son la formulación de una serie de aspiraciones que deberán ser
alcanzadas por los deportistas a través del entrenamiento para mejorar las habilidades y resultados tras
un periodo de tiempo. Generalmente los objetivos se proyectan en un plazo de tiempo relativamente
largo, estableciendo metas con un carácter general de consecución en su inicio, siendo éstas cada vez
más específicas a medida que el nivel de maestría es gradualmente mayor (Manno, 1991). Desde un
punto de vista psicológico, Dosil (2004) sostiene que el establecimiento de objetivos es una técnica que
afecta positivamente en la motivación de los deportistas, así como en otras variables importantes como
la concentración, la ansiedad/estrés, la autoconfianza o la cohesión de grupo.
Según González (1985), en el deporte podemos encontrarnos diferentes clasificaciones de los objetivos
en función de los criterios utilizados. Este autor estructura los objetivos deportivos en dos niveles
principales, según su nivel de concreción:
A. Primer nivel:
-Objetivos motores: orientados hacia los aspectos técnicos y condicionales de la modalidad deportiva. -
Objetivos cognoscitivos: vinculados con la táctica deportiva. -Objetivos afectivos: relacionados con el
desarrollo de las capacidades volitivas, agonísticas y actitudinales de los deportistas.
B. Segundo nivel:
-Objetivos condicionales: orientados hacia el desarrollo de las cualidades físicas.
-Objetivos técnicos: dirigidos a la adquisición y automatización de la maestría técnica.
-Objetivos tácticos: encaminados a la adquisición y automatización de las estrategias y procedimientos
tácticos. -Objetivos intelectuales: establecidos para la adquisición de los conocimientos teóricos.
-Objetivos psicológicos: diseñados para la adquisición de las cualidades psíquicas y predisposiciones
mentales en relación a la modalidad deportiva practicada.
Grosser y cols. (1989) de igual forma, hacen referencia a tres categorías de objetivos. Por una parte
hablan de objetivos primarios, relacionados con el logro de grandes fines en el entrenamiento, como
mejorar una marca personal, subir de categoría, etc. Por otra parte estarían los objetivos parciales, que
son aquéllos que se vinculan con uno de los ámbitos particulares de trabajo, ya sea éste la condición
física, la técnica, la táctica o el componente psicológico (Albesa y Lloveras, 1999). Y por último estarían
los objetivos específicos, que son aquéllos fines concretos que se pretenden alcanzar dentro de cada uno
de los ámbitos que reflejábamos anteriormente. Por ejemplo, en el caso de la condición física podríamos
hablar de objetivos relacionados con la fuerza, la resistencia, la velocidad, etc.
En relación a las consideraciones que realizan Bompa (2003), Grosser y cols. (1989) y Ozolín (1983)
respecto a la consecución de objetivos primarios, los autores afirman que la orientación de los
deportistas puede variar de unas situaciones a otras, o de unos sujetos a otros, sin embargo, los objetivos
primarios suelen corresponderse con los fines últimos que justifican la participación en la actividad
deportiva, como por ejemplo ganar una competición, mejorar un resultado deportivo, aprender una
habilidad técnica o lograr el mayor desarrollo posible de su capacidad física.
Para Martin y cols. (2001) los objetivos principales del entrenamiento deportivo, desde un punto de vista
general, se corresponderían básicamente con las siguientes afirmaciones:
1. Influir de modo sistémico sobre los estados de rendimiento deportivo visibles en el individuo.
2. Exhibir rendimientos deportivos.
3. Conseguir los mayores éxitos individuales, en particular en la competición deportiva.
Por su parte Bompa (2003, 1983) establece una serie de objetivos más específicos:
1. Conseguir un desarrollo físico multilateral: el deportista necesita aumentar y mejorar todas y cada
una de sus cualidades físicas para conseguir un desarrollo armónico de su cuerpo.
2. Asegurar y mejorar un desarrollo físico específico del deporte: es necesario que el deportista
potencie las manifestaciones de fuerza, resistencia, flexibilidad o velocidad más solicitadas en su
disciplina deportiva, así como los movimientos específicos, el tiempo de reacción, la coordinación,
etc.
3. Desarrollar y mejorar los elementos técnicos del deporte: se trata de mejorar paulatinamente la
técnica específica de cada deporte con el fin de rentabilizar al máximo el movimiento realizado
tanto en condiciones estándar, como en situaciones de juego no estandarizadas, en condiciones de
fatiga, etc.
4. Desarrollar y mejorar los factores tácticos y estratégicos del deporte: se pretende ir adquiriendo,
perfeccionando y diversificando las reglas tácticas de juego desarrolladas en torno a un modelo que
permitan dificultar las acciones de futuros adversarios.
5. Conseguir una buena predisposición psicológica ante la práctica: el rendimiento deportivo se ve
incrementado si hay una correcta preparación psicológica del deportista que asegure determinadas
cualidades volitivas relacionadas con la disciplina de equipo, la fuerza de voluntad, la seguridad o
la valentía entre otros.
6. Asegurar la cohesión de grupo:
7. en los deportes colectivos principalmente, la preparación del equipo depende del ambiente y la
armonía de sus miembros, por lo que es fundamental establecer la concordia y la unidad entre
todos.
8. Favorecer un estado de salud óptimo para cada deportista: es fundamental respetar la salud general
del deportista durante todo el proceso de entrenamiento, sin que ello conlleve riesgos para su
integridad física, orgánica o vital.
9. Prevenir lesiones:
10. es importante alejar al deportista de situaciones que puedan desencadenar lesiones con el fin de
asegurar no solo su integridad física, sino también las ganancias oportunas en la progresión del
entrenamiento.
11. Incrementar los conocimientos teóricos de los deportistas: igualmente es necesario que los
deportistas conozcan aspectos fisiológicos, psicológicos, condicionales, nutricionales, de
planificación, etc. relativos a su propio deporte a través de los cuales se pueda completar su
formación.
Por su parte Manno (1991), en relación a la clasificación anteriormente expuesta, incluye un nuevo
aspecto que estaría relacionado con la necesidad de desarrollar una capacidad individual en el deportista
que le permita realizar una síntesis de todo aquéllo que adquiere durante los entrenamientos.
Los contenidos, los medios y los métodos de entrenamiento han sido abordados y desarrollados por
diversos autores (Colli y cols., 1989; Matveiev, 2001; Vasconcelos, 2000; Weineck, 1988). A pesar de la
dificultad terminológica existente en la literatura para diferenciar unos y otros, podemos entender como:
1. Contendidos del entrenamiento: los elementos que constituyen los entrenamientos, es decir, los
ejercicios físicos que debe realizar el deportista durante las sesiones de entrenamiento.
2. Medios del entrenamiento: todos aquellos elementos que son de utilidad para desarrollar el
entrenamiento deportivo, ya sea a nivel organizativo (estructuración y formación del trabajo), en
cuanto a los materiales utilizados (balones, máquinas de musculación, pulsómetros, conos, etc.) o a
nivel informativo (la voz, los gestos, los estímulos sonoros, cinestésicos, etc.).
3. Métodos del entrenamiento: procesos sistemáticos y racionales de ordenación y presentación de los
contenidos de trabajo
de acuerdo con los objetivos propuestos, como por ejemplo el método de repeticiones simple, el
método continuo, el método interválico, etc.
Tanto los contenidos, como los medios y métodos de entrenamiento van a estar supeditados a los
objetivos de entrenamiento.
EL ENTRENAMIENTO DEPORTIVO COMO PROCESO
ADAPTATIVO:
EL ESTÍMULO Y LA CARGA COMO ELEMENTOS
PRINCIPALES PARA EL AUMENTO DE LA PRESTACIÓN
DEPORTIVA.
En el entrenamiento deportivo el estímulo y la carga por un lado, así como la adaptación por otro, son
tres conceptos que están interrelacionados y que muchas veces llegan incluso a suscitar cierta confusión.
A priori parece evidente que la adaptación es más bien el resultado de un proceso de entrenamiento en el
que se han aplicado una serie de agentes físicos, químicos, mecánicos o de cualquier otro tipo. En la
literatura específica se suele hablar en muchos casos de estímulo y de carga como precursores de dicha
adaptación, estableciéndose una similitud entre ambos términos que pueden dar lugar a un uso indistinto
de uno u otro.
A pesar de la relación que pueda existir entre el estímulo y la carga, cada uno de ellos tiene sus propias
connotaciones que los diferencia y que a la vez, bajo una serie de premisas que trataremos más adelante,
los equipara. En los sucesivos apartados analizaremos cada una de estas particularidades.
El entrenamiento en el deporte de alto rendimiento suele estar orientado, como venimos diciendo, al
desarrollo de situaciones óptimas capaces de aprovechar el potencial máximo de prestación del
deportista en competición (Satori y Tschiene, 1988). Este hecho es lo que Verkhoshansky (2002) califica
como perfeccionamiento del deportista, el cual implica necesariamente, según el autor, una preparación
deportiva basada en la actividad motriz intensiva y especializada.
Según Zhelyazkov (2001) el entrenamiento deportivo afecta directamente y en grado máximo a los
procesos biológicos, provocando transformaciones dinámicas o duraderas, funcionales y estructurales en
el organismo. Precisamente Manno (1991) afirma también que el objetivo del entrenamiento dentro de la
preparación deportiva es desarrollar las adaptaciones que el organismo necesita para poder realizar un
esfuerzo adecuado a la especialidad deportiva que se practica. Este mismo autor asegura que el hecho
principal que debe suceder para que se produzcan adaptaciones es la existencia de estímulos, ya sean
ambientales, naturales o artificiales con los que de forma puntual y no sistemática, o mediante una
programación en el tiempo, se induzca la capacidad de respuesta del organismo. De igual forma Hedegüs
(1981) asegura que para que se produzcan verdaderos procesos de adaptación es necesario que los
estímulos aplicados estén interrelacionados a través de aspectos cuantitativos, cualitativos y temporales.
Manno (1991) define el estímulo como todas las modificaciones, tanto del ambiente natural o social
como de los órganos internos del individuo o de su psiquis, que producen excitaciones o modificaciones.
Refiriéndose más concretamente a los estímulos de entrenamiento, el autor los describe como acciones
motrices de características múltiples (breves, cortos, continuos, irregulares, etc.) que se realizan para
conseguir objetivos de entrenamiento concretos y que se corresponden con las diferentes formas de
ejercicio físico (Manno, 1991; Tschiene, 1987). Estos estímulos tienen una serie de particularidades que,
como veremos, guardan una estrecha relación con las características cualitativas y cuantitativas de la
carga.
Los elementos que desde el punto de vista del entrenamiento identifican los estímulos, según algunos
autores (Grosser y cols., 1988; Harre, 1987; Weineck, 1988), son los siguientes:
1. Especificidad: esta cualidad viene determinada por las características del estímulo y depende de la
estructura del movimiento, es decir, de si en él se implican los músculos, sistemas metabólicos,
sistemas funcionales y sistemas orgánicos de forma específica y durante el tiempo necesario en
base a la naturaleza del deporte.
2. Intensidad: es la cualidad que se identifica con el nivel de rendimiento solicitado al sujeto durante
la aplicación del estímulo en relación a su capacidad potencial máxima de desempeño físico, o
dicho de otra forma, la “fuerza” con la que incide dicho estímulo sobre el deportista en relación a
sus posibilidades de rendimiento. Existe un rango de intensidad efectivo, que es aquél en el que el
estímulo, en condiciones razonables, podría provocar adaptaciones en el organismo. En
principiantes este rango suele ser más amplio que en deportistas experimentados, en los cuales
disminuye y se aproxima a valores elevados.
3. Duración: es el tiempo empleado en la realización del esfuerzo físico durante cada estímulo, el
tiempo total en las series de estímulos en el trabajo acíclico (fuerza) o el tiempo en una fase de
carga en el trabajo cíclico (resistencia). En los trabajos de fuerza y velocidad, por lo general, el
estímulo debe tener una duración que no permita una disminución del rendimiento por cansancio,
mientras que en los trabajos de resistencia, la duración debe ser tal que el deportista, aún habiendo
aparecido los síntomas de cansancio, pueda emplear todo su empeño para continuar el ejercicio.
4. Volumen: es el resultado numérico obtenido tras multiplicar la duración de cada estímulo por el
número de repeticiones en las que se emplea ese estímulo. Generalmente en el entrenamiento de
resistencia el volumen del estímulo se equipara a su duración, por tanto, hay pocas repeticiones y
una gran continuidad en el tiempo. El volumen de la carga puede ser subdividido en rangos de
intensidad. La carga únicamente será efectiva cuando, en función de la intensidad que se desarrolle,
se llegue al volumen total correspondiente. En este momento el deportista debería mostrar síntomas
de cansancio e incluso un tiempo después de haber terminado el entrenamiento.
5. Densidad: es la relación que existe entre el tiempo que dura el estímulo y el tiempo de reposo entre
estímulos. Esta característica va a depender del objetivo de entrenamiento perseguido. Un valor
óptimo asegura la efectividad de la carga y evita que se presente la fatiga prematura. Generalmente
en los deportes de resistencia la densidad del estímulo es mucho mayor que en deportes de fuerza o
velocidad, ya que en el primer caso la continuidad del estímulo asegura una adaptación de los
sistemas implicados en ese trabajo, mientras que en el segundo, las altas intensidades de trabajo
impiden una densidad elevada al necesitar mayores recuperaciones.
Según Harre (1987) la capacidad de rendimiento deportivo se desarrolla en un primer momento a través
de estímulos motores. Solamente cuando estos estímulos se aplican de tal forma que tienen un efecto de
entrenamiento, o dicho de otro modo y en palabras del propio autor, contribuyen a desarrollar,
consolidar o conservar el estado de rendimiento, es cuando se puede hablar de carga de entrenamiento.
Manno (1991) igualmente establece una equiparación entre carga de trabajo y estímulo físico al afirmar
que el conjunto de estímulos que se aplican en el entrenamiento con la intención de provocar una
modificación, estabilización o recuperación de un nivel de rendimiento constituyen lo que se conoce
como carga física de trabajo. Zhelyazkov (2001) por su parte entiende también que el conjunto de
ejercicios que componen una prueba constituyen una única carga de trabajo.
Como hemos visto hasta ahora, no podemos afirmar que cualquier estímulo o ejercicio aislado suponga
una carga de trabajo (a pesar de que se produzca adaptación), sin embargo cuando se aplican de forma
intencionada y sistemática para la consecución de un determinado fin es cuando ambos términos se
equiparan y podrían considerarse como una carga de trabajo.
Por su parte Satori y Tschiene (1988) señalan que la carga de entrenamiento indica muy a menudo la
medida cualitativa y cuantitativa del trabajo desarrollado y representa la medida fisiológica de la
solicitud generada en el organismo, se manifiesta a través de reacciones funcionales concretas con una
determinada profundidad y duración que, según su magnitud, provocan fatiga y disminución de las
reservas energéticas (Teodorescu, 1996).
Por carga se entiende cada una de las dosis de entrenamiento que es aplicada al deportista con el fin de
desencadenar los procesos adaptativos en el organismo (Paish, 1992), o dicho de otro modo, la carga es
el estímulo necesario que debe producirse sobre los diferentes órganos y sistemas del deportista con el
objetivo de provocar una serie de adaptaciones que influyan en su rendimiento (Mirella, 2001).
El deporte actual se enmarca dentro de un contexto de creciente exigencia física y psicológica en cuanto
a desarrollo, mantenimiento y disponibilidad de rendimientos deportivos máximos, en donde las cargas
de entrenamiento que son utilizadas deben ser cada vez mayores para poder disponer de garantías de
éxito en contextos de rendimiento (Ballesteros, 2001; Berger y Minow, 1996, 1995; Pablos y Huertas,
2000). Algunos autores (Lorenzo-Calvo, 2001) denominan esta situación como Estado de Rendimiento
Óptimo (ERO).
Sin embargo, no debemos caer en la idea errónea de “cuanto más mejor” a la hora de establecer las
cargas, ya que éstas deben estar diseñadas de acuerdo a las posibilidades individuales y a las
características del deportista que está siendo entrenado. Si las cargas sobrepasan ciertos límites de
rendimiento personal el resultado consecuente puede ser negativo, del mismo modo que si fuesen
insuficientes para el progreso en el entrenamiento (Ballesteros, 2001; Navarro y Rivas, 2001). En tanto
en cuanto las cargas se aproximen a un nivel óptimo en función del rendimiento alcanzado, mejor será la
adaptación provocada (Harre, 1987), de ahí que esta situación sea una de las mayores preocupaciones
actuales para los especialistas en entrenamiento deportivo. Navarro y Rivas (2001) consideran que la
carga total de entrenamiento de una sesión corresponde con la suma de todos los ejercicios realizados
durante la misma, la cual dependerá también del descanso que se haya producido. Estos autores, al igual
que Smith y Norris (2002), describen un sistema de clasificación de la carga total en función de su
expresión durante una sesión de entrenamiento o durante un microciclo de trabajo (figura 1):
Siff y Verkhoshansky (2000) aseguran que el volumen y la intensidad son considerados como los
componentes más importantes de la carga. En relación a ello, Harre (1987) y Paish (1992) hablan de:
1. Cargas extensivas: la intensidad del estímulo se sitúa en la zona inferior del rango óptimo de
intensidad, por tanto son cargas de intensidad baja. Consecuentemente el desarrollo de la
capacidad orgánica es lento y estable, pero continuo en el tiempo. Se precisa un gran volumen
de entrenamiento.
2. Cargas intensivas: la intensidad del estímulo se sitúa en la zona superior del rango óptimo de
intensidad, por tanto son cargas de intensidad alta. Provocan un incremento rápido del
rendimiento, pero son ganancias más inestables y necesitan de otras cargas extensivas de
consolidación.
Atendiendo a la relación entre la estructura externa de la carga y su influencia real en el organismo
Matveiev (1983), Navarro y Rivas (2001) y Teodorescu (1996), entre otros autores, clasifican las cargas
en:
1. Cargas externas: son los ejercicios reales a los que se someten los deportistas durante el
entrenamiento, es decir, las tareas que tienen que realizar y que constatan de manera objetiva
el trabajo realizado al venir determinadas por una magnitud (volumen, intensidad y duración)
y una orientación.
2. Cargas internas: se corresponde con la reacción del organismo frente a la carga externa que se
le aplica, es decir, el nivel de respuesta que alcanza el organismo ante la carga. Este nivel de
respuesta tiene una variación interindividual que puede constatarse a través de parámetros
fisiológicos (frecuencia cardiaca, frecuencia ventilatoria, consumo de oxígeno, concentración
de lactato, actividad eléctrica muscular, etc.) o a través de parámetros motores relacionados
con la ejecución (velocidad, amplitud, frecuencia, ritmo, etc.).
Zhelyazkov (2001) se refiere a las cargas externas e internas como cargas físicas y cargas funcionales
respectivamente.
Igualmente Siff y Verkhoshansky (2000) se refieren a la carga externa como la cantidad de trabajo
realizado, y a la carga interna como su efecto sobre el organismo. Estos autores realizan una aportación
muy interesante al establecer un tercer tipo a partir de la manifestación subjetiva de la carga interna, la
cual denominan carga psicológica, correspondiente con el efecto psicológicamente percibido por el
deportista (percepción de esfuerzo, estado de ánimo, etc.).
En definitiva, podemos comprobar que hay diferentes clasificaciones de la carga en función de diversos
criterios, sin embargo es de gran interés considerar su naturaleza conjunta independientemente del
ámbito de trabajo en el que se pueda desarrollar (Siff y Verkhoshansky, 2000), principalmente cuando
estamos hablando de contextos prácticos o aplicados.
Por último cabe resaltar un aspecto importante de la carga que, a nuestro juicio, resulta relevante y que
tiene un fuerte vínculo con lo expuesto hasta ahora. A pesar de que en este trabajo no se tratará en
profundidad, queremos hacer constar lo que Navarro y Rivas (2001) denominan como vertientes de la
carga (figura 3), las cuales van a incidir tanto en sus elementos externos, por tanto, ajenos al sujeto,
como en los elementos internos dependientes de las características individuales, que explicarían el
porqué una carga favorece el desarrollo de un aspecto específico, múltiple o nulo de la potencialidad
deportiva, en un tiempo determinado o a unos niveles concretos; por qué una misma carga en sujetos
diferentes provoca efectos distintos ya sean de adaptación, recuperación, mantenimiento, lesión o
simplemente de ningún tipo. En definitiva, estas vertientes son la naturaleza, la magnitud, la orientación
y la organización, las cuales han sido tratadas con anterioridad por numerosos autores (Bompa, 2003,
1983; Bondarchuck, 1988; Matveiev, 2001, 1983; Platonov, 1988; Verkhoshansky, 1998, 1990;
Zhelyazkov, 2001).
CONCLUSIONES
En este trabajo hemos intentado recoger algunas de las consideraciones actuales más importantes
relacionadas con el concepto de entrenamiento deportivo, sus características y algunos de los aspectos
más representativos, como los componentes del entrenamiento en la preparación de los deportistas, así
como unas de sus herramientas principales: los estímulos y las cargas de trabajo. A través de los
distintos apartados hemos pretendido realizar una contribución teórica, terminológica y taxonómica
sobre muchos de los elementos que pueden ser de gran utilidad en contextos aplicados en la preparación
de los deportistas, así como en contextos docentes y de investigación en Ciencias de la Actividad Física
y del Deporte.