Los niños aprenden de todo lo que hay en su entorno,
a través de la exploración, tocando, aporreando, poniéndose cosas en la boca;
de la experimentación, probando, por ensayo y error; también por repetición o por imitación. Aprenden de todo y a partir de todo aquello que tienen en su alrededor. ¿Y qué hay alrededor de un niño? Un montón de cosas, un montón de personas y un montón de situaciones. Una infinidad de lo que se denomina "estímulos". No obstante, el aprendizaje que se deriva de todos estos estímulos es mucho mayor cuando hay un adulto que media, que traslada y que traduce este estímulo al niño. Esto es lo que formalmente se denomina como el rol mediador del adulto del entorno del niño en el proceso de aprendizaje. El rol del adulto es precisamente facilitar al niño la comprensión de su entorno, hacer de vínculo, los juguetes, los hermanitos, los otros niños en el centro de cuidado o en la escuela son necesarios, muy necesarios porque contribuyen al proceso de aprendizaje, pero no son suficientes. El niño aprende mucho menos solo o con otros niños de su misma edad de lo que puede llegar a aprender si hay un adulto. El desarrollo infantil realmente se potencia cuando la interacción con el adulto, cuando hay una interacción con el adulto cuidador. Entonces, este rol mediador del adulto del que hablamos, ¿en qué consiste? Bien, más allá de una relación próxima de afecto y de cariño con el niño, de transmitirle amor, de atender sus necesidades básicas y de cuidado, que es todo ellos fundamental, el adulto debe también ser capaz de reconocer y de dar respuestas a las inquietudes del niño, a sus necesidades intelectuales y emocionales. Por ejemplo, respondiendo a sus balbuceos o a sus verbalizaciones o a sus intentos de verbalización. Atender a sus señales y seguir sus intereses, ello es realmente muy importante. Por ejemplo, si el niño señala o agarra alguna cosa que le llama la atención, un juguete, un libro, una pieza de ropa, el adulto atento debe responder a esta señal del niño y debe nombrar ese objeto. "¿Qué estás señalando? Ah, el libro de cuentos del sol y de la luna". Si el niño sonríe, balbucea, el adulto puede nombrar aquello que siente que está haciendo sonreír al niño. "¿Te gusta que te haga cosquillas en los pies?”, o puede también responder a sus balbuceos hablarle en lenguaje de bebé o haciendo referencia a aquello que está sucediendo. "sí, te pongo unos calcetines. Mira, y te los pongo para que no tengas frío en los pies. ¿Te gusta verdad? Te hago cosquillas, y ahora tus pies están calientes". El adulto también puede aprovechar para introducir conceptos nuevos nombrando todo lo que hay en el entorno del niño. Y esto puede suceder en cualquier momento, a cualquier hora del día. El momento del baño, por ejemplo, podemos aprovechar para hablar de lo frío o caliente que está el agua, de seco y mojado, las partes del cuerpo, mostrarlas, señalarlas, mencionarlas, pedir al niño que las señale. Todas estas prácticas van a ayudar al desarrollo del lenguaje del niño, van a exponer al niño a muchas palabras nuevas y poco a poquito él se va a ir familiarizando con ellas, las va comprendiendo, las va interiorizando, y así conforme va adquiriendo esas palabras van pasando a formar parte de su vocabulario, poquito a poco las hará usando e irá ampliando el léxico, complejizando su lenguaje y su forma de expresión verbal. Además, todas estas prácticas son buenísimas porque provocan la curiosidad del niño y le animan a querer seguir aprendiendo cosas nuevas. Al mismo tiempo también promueven este vínculo afectuoso entre el niño y el adulto cuidador, y de esta forma se va tejiendo una relación cálida y próxima entre ambos que contribuye al desarrollo socio-emocional del niño, más allá de contribuir a aspectos de desarrollo del lenguaje o de desarrollo cognitivo. El adulto también puede aprovechar en la rutina diaria para ir introduciendo retos, problemas que el niño tiene que resolver. La mejor forma de hacer esto es con el juego, ¿cómo abrir un tarro y sacar lo que hay en su interior?, ¿cómo armar un rompecabezas?, ¿cómo encontrar el objeto que hemos escondido? Todas estas son formas de promover las capacidades cognitivas y motrices del niño, de ayudarle a entender conceptos bien complejos, por ejemplo el concepto de permanencia de un objeto, darse cuenta de que porque ya no lo ve el objeto no ha desaparecido, sigue estando allá. También hacer conexiones y articular nociones bien complicadas de causa y efecto. El juego es realmente primordial puesto que es el principal medio de aprendizaje para un niño, y si el adulto interviene y media en este juego entonces el aprendizaje es tanto mayor. En el juego con el niño el adulto, además de jugar y divertirse con el niño que es lo más importante, también tiene la tarea de ir complejizando este juego. Le puede ir planteando al niño un reto cada vez más complicado, pero es importante que este reto sea alcanzable. Por ejemplo, en un rompecabezas, el adulto puede ir aumentando el número de piezas que le entrega al niño para ir colocando a la vez. si el niño solo puede colocar una, una, pero si ya puede con una le puede entregar dos. Cuando pueda con las dos, le puede entregar tres. Y así poquito a poco la dificultad de construir el rompecabezas se va ampliando. Se trata que el adulto construya un andamiaje que acompañe que sirva de apoyo al niño en el proceso de aprendizaje de una tarea en concreto, tal que el niño poquito a poco vaya escalando y vaya alcanzando retos cada vez más complicados. Si el rompecabezas es muy sencillo y el niño lo puede resolver de inmediato se aburre, pierde el interés. Si es bien complejo el niño se frustra, no quiere continuar. En ambas ocasiones hemos perdido el interés del niño. Esa es la importancia del reto alcanzable. Es importante que el adulto observe al niño y vaya construyendo en base de las habilidades que el niño tenga y también en base a los intereses del niño. El apoyo del adulto realmente ayuda al niño a superar retos y a desarrollar importantes aspectos de función ejecutiva. Le ayuda a promover su concentración, su atención en la tarea, su capacidad de perseverancia, su auto-regulación. Asimismo, es bien importante que el adulto deje experimentar logros al niño, éxitos y que se lo reconozca felicitándolo con aplausos, besos, verbalizando ese logro. Todas estas son muy buenas formas de promover la autoestima del niño. Además, no solo hay que reconocer los logros sino también reconocer los intentos de logro porque ello animará al niño a querer seguir aprendiendo. Esto es lo que se conoce como estrategias de refuerzo positivo y son muy importantes. Es fundamental que el niño no sienta que es un perdedor, no se dé por vencido porque lo que vamos a conseguir con eso es que pierda la confianza en sí mismo. El adulto juega también un papel bien importante en lo que se denominan los juegos de roles. Dijimos que los niños aprenden imitando bien, los niños imitan todo lo que hace el adulto. El rol del adulto en el juego de rol es promover la imaginación y la creatividad del niño y además todo esto lo que va a conllevar es a ir facilitando, tejiendo relaciones positivas entre ambos. Inevitablemente, a lo largo de la infancia el niño va a ir cambiando de cuidador principal. Es bien importante, sea cual sea el ámbito, que el cuidador principal sea consistente. Ello va a ir reforzando la seguridad del niño y su autoestima, pero también es bien importante que todos y cada uno de estos cuidadores principales, desde el ámbito que les corresponda, hogar, centro de cuidado, escuela, cumplan este rol de mediador del entorno e interactúen con el niño de forma responsiva, porque eso es lo que hemos dicho que contribuye infinitamente al aprendizaje y al desarrollo del niño. No obstante, este tipo de interacciones no siempre se dan, o no siempre se pueden dar en la medida que se deberían, ni en el hogar ni en el centro de cuidado ni en la escuela. ¿Por qué? Varias razones: falta de tiempo, presiones de millones de tipos, hay otros niños que atender, hay otras cosas que hacer, falta de conocimiento de la importancia de estas interacciones y es por ello, que muchas intervenciones cuyo objetivo es la promoción del desarrollo infantil temprano se centran precisamente en la promoción de este tipo de interacciones positivas y responsivas, como las que hemos estado describiendo entre niño y cuidador, en el hogar como en el centro de cuidado.