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n una nación como la nuestra, donde el racismo se empeña

en dividir con ahínco a los bolivianos, donde hasta la actual


Constitución Política del Estado se parcializa a favor de
ciertas etnias “originarias” –lo que es intolerable– resulta
natural que don Gabriel René-Moreno no sea de lo más
querido, como no lo es Arguedas, por citar a otro intelectual
de fuste que lleva también el sambenito de racista. Si
observamos el transitar de la historia boliviana en el último
siglo, podremos ver que ni Moreno ni Arguedas estaban tan
equivocados en lo que hace a las diferencias étnicas en
Bolivia, aunque, tal vez, no preveían el choque cultural que,
más allá de toda teoría, se está dando en estos tiempos.
Entonces, habrá que convenir en que ciertas expresiones en
la obra de René-Moreno sobre las diferentes razas en
Bolivia, donde él se aferra a su añeja estirpe criolla, y su
actuación en la Guerra del Pacífico, cuando fue un emisario
oficioso que temía por el destino de su patria, han sido
malignamente utilizadas para restarle el honroso sitial que
se merece en esta República que tanto amó.
Lo del Moreno “traidor” de 1879 fue incitado injustamente
por personalidades que prejuzgaron sin fundamentos su
conducta, hiriéndolo en lo más hondo de su sentimiento. Es
posible que en las acusaciones hubiera maldad o simple
ignorancia de lo acontecido. Pudo ser también una maligna
inquina conspirativa por su presunto racismo que hería a
algunos doctores charquinos. Aquello provocó que el
insigne historiador se presentara voluntariamente en Sucre,
en 1880, para asumir su defensa levantando uno a uno los
cargos en su contra. Logró dejar limpia su imagen sin dejar
dudas. En cuanto a su racismo no pasó del trato de
“altoperuanos” que don Gabriel daba a sus coterráneos de
las tierras altas, de su orgullo de ser cruceño hispánico, y
de algunos conceptos de diferencias étnicas entre blancos,
mestizos e indios, sobre comportamiento moral, que
presuntamente puso en boca de Nicomedes Antelo, como
muchos suponen, y que están recogidos en sus “Notas
Biográficas y Bibliográficas”.

Ni lo primero ni lo segundo agravian el comportamiento


intachable de Moreno ni opacan su enorme talento. Aunque
la acusación de traidor lo llevó a decir, con pesadumbre,
que ya no tendría una “patria a quien servir”. Llamar de
indios, cholos, cambas o “cunumis”, durante el siglo
antepasado no era como hoy, cuando es necesario buscar
forzados términos en la expresión diaria, como
“campesinos” u “originarios” y otros distintos eufemismos
para no ofender a quienes, por el contrario, dicen ser
orgullosos de su origen.
Los políticos y escritores reivindicadores del indigenismo
del siglo pasado y quienes por estos años levantan
banderas de revancha étnica, si no atacan a Moreno, lo
ignoran. Sería mucho pedir que quienes conducen la Bolivia
actual conocieran sobre sus escritos. Mas, los estudiosos,
los verdaderos críticos e historiadores, la gente seria que
busca la verdad sobre una nación en declive, coinciden en
que René-Moreno fue, seguramente, el más acucioso de los
investigadores bolivianos, el más brillante de sus prosistas,
el más profundo, implacable, y docto intérprete de la
historia de la República y anterior a ella. Moreno vivió con
intensidad las primeras décadas de la Bolivia republicana,
aunque residiera en Chile, y desde entonces empezó a
observar que su nación no se consolidaba como hubiera
deseado. Advirtió que, desde el comienzo de su existencia
independiente, se imponía el desorden generalizado y los
apetitos incontrolables de poder que la hacían
ingobernable. Anotó en cada una de sus páginas su temor
porque el destino de Bolivia se encontrara enturbiado desde
su origen social e histórico. Observó que el caudillismo era
dañino y que Bolivia estaba transitando por una senda
plagada de peligros. No se equivocóDiplomacia[editar]

Durante su larga permanencia en Chile, René Moreno realizó eventualmente algunas


tareas diplomáticas al servicio de Bolivia. En 1863, fue colaborador del ministro
plenipotenciario boliviano Tomás Frías, que buscaba una solución al conflicto
binacional por la explotación del puerto de Mejillones.6 Posteriormente, entre 1871 y
1873 fue secretario de la legación de Bolivia en Chiile.8

Al estallar la Guerra del Pacífico entre Bolivia y Chile, la situación instó a Moreno a
regresar a su patria. Sin embargo, antes de su partida, el gobierno chileno le propuso
servir como intermediario para encontrar una solución al conflicto. Moreno aceptó
llevar una carta con una propuesta chilena al presidente Hilarión Daza.9 La propuesta,
considerada inaceptable para Bolivia, fue rotundamente rechazada por Daza, y
seguidamente Moreno fue acusado de traición por haber colaborado en ella.10 A la
postre, la justicia boliviana lo halló libre de culpa, pero sufrió duras críticas por su
fallida mediación.

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