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Para el conflicto entre Rusia y Ucrania de 2005-2006, véase Disputa de gas entre Rusia y
Ucrania.
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La Guerra del Gas es el nombre con el que se conoce un conflicto social ocurrido
en Bolivia durante 2003, el conflicto se centró en la explotación de las reservas de gas
natural que se descubrieron en el departamento de Tarija, a mediados de la década
de 19901 y catalogadas conjuntamente como el segundo yacimiento más grande
de Sudamérica
Antecedentes[editar]
Gobierno de Quiroga[editar]
Conflicto[editar]
Plan República[editar]
"El Plan República", el cual fue elaborado por los departamentos de Inteligencia de las tres
Fuerzas Armadas con meses de anticipación ante posibles movilizaciones sociales o de
insurgencia armada, que no era necesariamente de conocimiento de la población civil, por
su calificación de "Secreto de Estado", resultaron en la salida de los militares a las calles el
16 de septiembre de 2003[cita requerida].
El 11 de septiembre de 2003, se da "alerta roja" poniendo en ejecución el "Plan
República". Las tropas tomaron posiciones estratégicas ante los hechos que ocurrían
en Warisata, Sorata y posteriormente en El Alto y en la ciudad de La Paz.
El General Arnez, testimonia que los regimientos: Calama, Boquerón, Vidaurre, Ranger,
Aroma, Independencia, se alojaron en el Regimiento Ingavi y en otras dependencias
militares desde el 8 al 10 de octubre, en ejecución -se entiende-, "del Plan República".
Enfatiza que recibió órdenes de custodiar Senkata el 9 de octubre, a las 11 y que el 10 de
octubre recibió órdenes de escoltar las cisternas desde Senkata, enviando varios vehículos
blindados. Expresa que en fecha 11 de octubre arribó a El Alto y a la ciudad de La Paz el
primer convoy transportando gas licuado (GLP) para consumo de la población, más un
carro cisterna para eventualidades.4
Warisata[editar]
Un mes antes de que se emita el Decreto 27209/03 que autorizaba la intervención de las
Fuerzas Armadas, el 2 de septiembre del 2003 los militares efectuaron maniobras en
contra del pueblo de Warisata debido a los conflictos, bloqueos y enfrentamientos
causados por los campesinos y comunarios del lugar, acción que dejó seis muertos, de los
que cinco eran campesinos y un soldado. Ante ese resultado, los campesinos desafiaron al
Gobierno con fusiles Mauser y carabinas en mano siendo esto el principio de la
insurrección en contra del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada .
El Alto[editar]
La ciudad de El Alto que había declarado un paro cívico el 9 de octubre . El día 13 de
octubre, el gobierno decide llevar un convoy con gasolina y víveres para algunas familias
de la ciudad de La Paz. En la zona de La Portada, militares con armas de guerra y grandes
ametralladoras empiezan a disparar contra la población, armada de palos y piedras; los
helicópteros empiezan a disparar contra los techos de las casas y crecen las constantes
denuncias mediáticas de los asesores estadounidenses en Bolivia.
En el conflicto muere un niño de cinco años que había salido al balcón de su casa y recibió
un balazo de los militares parapetados en el puente de La Ceja de El Alto. Mueren
alrededor de 65 personas y los dirigentes de las organizaciones y comunidades claman la
renuncia de Sánchez de Lozada, ante eso se suman otras organizaciones como la
Asamblea Permanente de Derechos Humanos, el Defensor del Pueblo, los residentes
bolivianos en el exterior, etc., que buscaban la pacificación del país. Las marchas en
contra de Sánchez de Lozada se extienden en todo el territorio nacional. Este episodio en
el que el ejército disparó contra la población en El Alto es conocido como Masacre de
Octubre
Carlos Mesa[editar]
Tras la renuncia y huida de Sánchez de Lozada, asume la presidencia su vicepresidente
Carlos Mesa quien emite el Decreto Supremo N° 27237 que otorga amnistía a todos los
actores de octubre de 2003. El Decreto es luego enmendado para especificar que la
amnistía no se aplica a los ex miembros del Gobierno, sino sólo a los movimientos sociales
involucrados.
En junio de 2005 el presidente Mesa propuso constituir una Asamblea Constituyente y
convocar un Referéndum consultivo para dirimir el asunto del gas natural: una opción era
permitir una mayor recaudación de impuesto y regalías por parte del Estado a las
empresas transnacionales asentadas en el país. A esta posibilidad se oponían
enérgicamente los empresarios, por considerarla demasiado gravosa. La otra opción era
por la estatización completa, como exigían los sindicatos dirigidos por Evo
Morales y Felipe Quispe.
Se estuvo negociando durante un período de 6 meses; dicha negociación había sido difícil,
especialmente con la compañía brasileñá Petrobras. Petrobras rechazaba los aumentos o
la reducción a un abastecedor de servicios. Como resultado Andrés Soliz Rada, el ministro
de energía boliviano, atascado en las negociaciones, terminó dimitiendo en octubre y fue
substituido por Carlos Villegas. “nos obligan vivir con el Brasil en una unión sin divorcio,
porque ambos nos necesitamos”, dijo Evo Morales en la ceremonia de firma del contrato,
lo cual subraya la dependencia mutua de Brasil y de Bolivia en la producción del gas
boliviano.6
La estatización no termina con las empresas productoras, hoy en día también se estatalizó
Transredes, la transportadora del gas que se encargaba de mantener y construir los
gaseoductos. La estatización de los hidrocarburos bolivianos coadyuva a la soberana
decisión en la integración energética de la región sudamericana. Hasta el momento, los
pactos realizados entre Argentina, Bolivia, Brasil, y Venezuela, demostraban un proceso
de integración energética sudamericana.
Las negociaciones entre el gobierno boliviano y las compañías extranjeras se
intensificaron durante la semana previa al plazo que finalizaba el 28 de octubre de 2006.
Un día antes se alcanzó un acuerdo con dos de las compañías (incluida Total) y el sábado
antes del plazo con el resto de las diez compañías restantes (Petrobras y Repsol YPF,
entre ellas) el funcionamiento en Bolivia también había surgido de un acuerdo. Los detalles
completos de los nuevos contratos no se habían dado a conocer, pero el objetivo del
gobierno de levantar los réditos de los dos campos principales del 60% al 82% parecía
haber sido alcanzado. La parte del rédito para el gobierno en los campos de menor
importancia se fijaba en 60%.
Guerra del agua (Bolivia)
La Guerra del agua es el nombre popular de una serie de protestas que tuvieron lugar en
Cochabamba, entre los meses de enero y abril de 2000. Su detonante fue
la privatizacióndel abastecimiento de agua potable municipal.
En septiembre de 1999, impulsada por el Banco Mundial, la multinacional Bechtel firmó un
contrato con Hugo Banzer, presidente y ex dictador de Bolivia, para privatizar el servicio de
suministro de agua a Cochabamba. El contrato fue oficialmente adjudicado a una empresa
denominada Aguas del Tunari, un consorcio empresarial formado por Bechtel (que
participaba con el 27,5 por ciento), la empresa norteamericana Edison, las empresas
politropolis sa A. Petricevich y SOBOCE S.A., así como el consorcio español Abengoa S.A.
(que participaba con el 25 por ciento). Poco después, surgieron quejas sobre el aumento
de las tarifas del agua (servicio del que se carecía hacía varios años en la ciudad); las
mismas se habían elevado en más de un 50 por ciento. Todas estas acciones culminaron
en las protestas de la guerra del agua de 2000. Muchas personas se vieron obligadas a
retirar a sus hijos de las escuelas o a dejar de visitar médicos como consecuencia de los
precios del agua. Se declaró la ley marcial y la policía boliviana mató al menos a una
persona (Víctor Hugo Daza, de 17 años) e hirió a 170 participantes en las protestas. En
medio del colapso de la economía nacional y el aumento de los disturbios, el gobierno de
Bolivia invalido el contrato con Bechtel.
Entonces, la empresa de ingeniería Bechtel inició un proceso legal contra el gobierno de
Bolivia, reclamando indemnizaciones por daños por valor de 25 millones de dólares.
Bechtel argumentó que el contrato únicamente le permitía administrar el sistema de aguas,
que era un servicio deteriorado y que había sido el gobierno local quien había subido los
precios del agua. La batalla legal atrajo la atención de los movimientos anticapitalista y
anticorrupción. Este tema es tratado en el documental canadiense realizado en 2003 La
corporación (The Corporation, en su título original, y Corporaciones. ¿Instituciones o
psicópatas?, en España) así como en la propia página web de Bechtel. En enero de 2006,
Bechtel y otros socios internacionales retiraron la demanda contra el gobierno boliviano
después de intensas protestas.
La Ley 2029
Para asegurar la legalidad de la privatización, el gobierno boliviano aprobó la ley 2029, que
verificó el contrato con Aguas del Tunari. Para muchos, la ley parecía conceder a Aguas
del Tunari el monopolio sobre todos los recursos hídricos. Muchos temieron que esto
incluyera el agua usada por los campesinos para el riego, así como los recursos de la
comunidad, que habían sido independientes antes de la regulación. La ley consideraba
"permitir la venta de los recursos de agua" que nunca habían sido realmente parte
de SEMAPA Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado. Esto hizo pensar que los
sistemas comunales independientes del agua, que todavía no estaban conectados con
SEMAPA, serían expropiados por la nueva concesión. Aguas de Tunari no solo podría
haber instalado las conexiones necesarias para conectarse a los sistemas comunales
independientes, sino que también habría podido cobrar a los residentes por la instalación
de estas conexiones. La ley indicaba además que la población requeriría una licencia para
recoger el agua de lluvia, una política inaplicable. El primero en plantear interrogantes
sobre el alcance de la ley fue Omar Fernández, dirigente de la Federación Departamental
Cochabambina de Regantes (FEDECOR). FEDECOR estaba compuesta por profesionales
locales, incluyendo ingenieros (SIB-Departamental CBBA con el Ing. Maldonado a la
Cabeza) y ecologistas, una federación de los granjeros campesinos, y la Central Obrera
Boliviana dirigida por Oscar Olivera. Estos grupos se unieron y formaron la Coordinadora
para la defensa del agua y de la vida, ente que se convirtió en la base de la oposición a la
política.
Aumento de la tarifa
Como una cláusula contractual que convino Aguas de Tunari, se tenía el pago de 30
millones de dólares de la deuda acumulada por SEMAPA. También acordaron financiar
una extensión del sistema del agua y comenzar un programa de mantenimiento muy
necesario sobre el sistema existente del agua. Dider Quint, director del consorcio,
mencionó "Éramos conscientes que podríamos poner este programa en ejecución en un
período del tiempo más corto que el que estaba requerido por el contrato. Para lograr esto
teníamos que aumentar la tarifa de agua, y nivelar por todos los aumentos que no habían
sido puestos en ejecución antes."
Además, para asegurar el contrato, Aguas del Tunari tuvo que prometer al gobierno
boliviano la financiación para la terminación del Proyecto Múltiple Misicuni, atascado
durante varios años y que consistía en la perforación de un túnel de 20 kilómetros para el
trasvase de agua a través de las montañas (Cordillera Tunari) y que dotaría de agua
potable y riego a Cochabamba, además de generar energía eléctrica. Empero el Banco
Mundial la había juzgado poco rentable, mientras que el consorcio no tenía ningún interés
en la construcción de la presa, pues fue dejada a un lado por un miembro influyente de
la megacoalición de Banzer, el alcalde de Cochabamba Manfred Reyes Villa. Una tentativa
de privatizar el sistema de agua había sido hecha sin la condición de construir la presa en
1997, pero Reyes Villa había utilizado su influencia para aplastar el reparto. Los críticos del
alcalde sostuvieron que la presa era un "proyecto de la vanidad" que beneficiaría a
"algunos de sus soportes financieros principales".
Los funcionarios en Bolivia para Aguas de Tunari eran sobre todo ingenieros que carecían
de la experiencia en la comercialización. Eran también extranjeros que desconocían de las
dificultades de la sociedad y de la economía boliviana. Al tomar control, la compañía
levantó las tarifas del agua en un promedio de 350%, a cerca de $20 por mes como tarifa
mínima. Mientras que esto parece minúsculo en las naciones desarrolladas de las cuales
el personal de Aguas de Tunari había venido, muchos de sus nuevos clientes solamente
perciben cerca de $100 por mes. En la ignorancia completa de la realidad de su situación,
un encargado para el consorcio, Geoffrey Thorpe dijo simplemente que "si la gente no
pagaba sus cuentas del agua se le cortaría el servicio". Ya el servicio, por ser escaso, era
regulado por horarios y zonificado, por tanto esta declaración generó en las familias de
diferentes clases sociales el rechazo al incremento y cobro de un servicio que en algunas
ocasiones no llegaba a sus domicilios. Esta situación inició en enero del 2000. Dirigentes
de sectores sociales intentaron dialogar con el gobierno, y acudieron junto a la iglesia
católica a una reunión en la Prefectura (hoy Gobernación), dirigida por el Prefecto Hugo
Galindo Saucedo, el Alcalde Manfred Reyes Villa, el Monseñor Tito Solari, Arzobispo del
departamento, Oscar Olivera, dirigente fabril y de la Coordinadora del Agua, Omar
Fernández, dirigente de los regantes, y representantes del Gobierno, que se vieron
sorprendidos al ser detenidos en pleno diálogo y encarcelados por algunas horas en
celdas de la Policía Técnica Judicial (PTJ). Ya la revuelta y protesta crecía con una vigilia
en las puertas de esta institución, que decidió al día siguiente, como reacción, tomar la
plaza de armas. Estos enfrentamientos llevaron al prefecto Galindo a presentar la renuncia
a su cargo, y el gobierno designó al Comandante Departamental de la Policía, Cnl.
Eduardo Wayar, como el prefecto interino. Esa misma noche se detuvieron a más de 6
dirigentes de diferentes sectores, secuestrándolos y confinándolos a la población oriental
de Puerto Rico (Departamento de Pando). Con estas detenciones empeoró la reacción de
la población, que inició el bloqueo de las calles de la ciudad y de las carreteras de forma
espontánea. El Gobierno, presidido por Hugo Banzer Suarez, dictó un estado de excepción
local (Estado de sitio) el 8 de abril de 2000, para asumir estas medidas.
Resolución[editar]
La prueba mediante una grabación televisada a todo el país del capitán boliviano del
ejército Robinson Iriarte de la Fuente, disparando vestido de civil con un rifle hacia una
muchedumbre de manifestantes e hiriendo a varias personas, y, por otro lado, un disparo
al estudiante Víctor Hugo Daza, de 17 años, que falleció instantáneamente en la calle
Brasil, a pocas cuadras de donde se vio al teniente Iriarte, sin duda fueron el detonante de
la ira popular que había tomado la plaza principal de la ciudad, Plaza 14 de Septiembre, y
sus calles y avenidas adyacentes, donde se encontraba el Comando Departamental de la
Policía y el cuartel de la Séptima División del Ejército (en el cual Iriarte estaba destinado).
La Policía Nacional dijo a los ejecutivos del consorcio Aguas del Tunari de la empresa
multinacional Bechtel, «que su seguridad no podría ser garantizada». Por lo cual los
ejecutivos huyeron de Cochabamba a Santa Cruz de la Sierra. Después de cuatro días de
andar ocultos pudieron salir finalmente del país. Posteriormente, Oscar Olivera, líder de
la Coordinadora del Agua, firmó un acuerdo con el gobierno que garantizaba el retiro de
Aguas del Tunari y que permitía la normalización del servicio de agua potable a
Cochabamba. Los manifestantes detenidos debían ser liberados y la Ley 2029 fue
derogada. El gobierno de Banzer entonces dijo que Aguas del Tunari había dejado
Cochabamba, «había abandonado» la concesión y declarado el contrato 200 millones de
dólares estadounidenses revocado. La compañía Bechtel, insistiendo que no se había ido
voluntariamente, sino forzadamente, interpuso una demanda por 40 millones de dólares
estadounidenses contra Bolivia, en el centro internacional para el establecimiento de los
conflictos de la inversión, un cuerpo de apelación de la Organización Mundial de Comercio,
exigiendo «los beneficios perdidos bajo tratado bilateral de la inversión». Demanda que
Betchel abandonó posteriormente, ante una campaña internacional ciudadana.
En el entierro de Víctor Hugo Daza el día siguiente, Óscar Olivera asciende al balcón y
proclama la victoria del movimiento social frente a una muchedumbre agotada. Los
manifestantes declararon que no se contentarían hasta que la Ley 2029 fuese anulada.
Para conseguir esto y tener el quórum necesario en el Parlamento, el Gobierno incluso
alquiló aeroplanos para llevar a los legisladores de nuevo a la capital. En una sesión
especial, el 11 de abril de 2000, la ley fue anulada.