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Fecha: 23/Febrero/2018

Méndez Méndez Isaac


Grado/Grupo: 4°A (Laboratorio Clínico)
Módulo III, Submódulo I: Realiza análisis
hematológicos de serie roja
Equipo: 2
Núm. de actividad: 11.2
Nombre de actividad: Investigación
previa (Catabolismo de la hemoglobina)

Méndez Méndez Isaac, 23 de febrero de 2018


La mayoría de los eritrocitos alcanzan el final de su vida dentro de las células reticulares, que están
capacitadas para reconocer al eritrocito anciano, engullirlo, romper su membrana y catabolizar la
hemoglobina; una vez que ésta es degradada, sus diversos constituyentes siguen su destino por
separado. A este tipo de hemólisis se les conoce como extravascular.
Pero algunos eritrocitos, no más del 10%, son destruidos intravascularmente, en los estrechos canales
de la microcirculación, donde pueden desgarrarse al ser detenidos y restirados. Entonces la
hemoglobina aparece en forma libre en el plasma, y es eliminada por medio de la haptoglobina, una
proteína que produce el hígado; su misión es la de unirse a la hemoglobina en forma irreversible, evitar
que se vierta en el riñón y conducirla a la célula reticular. La exageración de cualquiera de estos
mecanismos normales conduce a lo que se conoce como enfermedad hemolítica. El proceso
destructivo patológico puede ser mixto, pero con frecuencia se observa que es primordialmente de uno
u otro tipo. La consecuencia final de una hiperhemólisis intravascular o extravascular es la misma,
pues en última instancia la célula reticular se ve obligada a metabolizar demasiada hemoglobina; pero
existe una diferencia notable; en el curso de una hemólisis intravascular excesiva puede además
presentarse el fenómeno de la hemoglobinuria o el de la hemosidenuria.
El complejo haptoglobina-hemoglobina es grande y no puede atravesar el glomérulo. Cuando la
capacidad de fijación de la hemoglobina por la haptoglobina se sobrepasa, entonces la hemoglobina
libre en la sangre se rompe en dos fracciones, cada uno con un peso molecular de 32,000, y cruza el
filtro renal con facilidad. El tubo proximal la puede reabsorber, pero si es mucha, aparece en la orina.
El hierro de la hemoglobina absorbida por la célula epitelial del tubo renal es separado y almacenado
como hemosiderina; cuando estas células se desprenden y salen con la orina se observa
hemosiderinuria.
La secuencia de eventos dentro de la célula reticular es la siguiente: primero ocurre la disociación del
heme y la globina; luego se separa el hierro del heme; más tarde el anillo porfirínico se abre y se forma
un pigmento verde (biliverdina), que pronto es reducido a bilirrubina, de color amarillo. Mientras que el
hierro será reutilizado, la bilirrubina es entregada por la célula reticular al plasma, donde se une a la
albúmina para ser transportada hasta los suburbios del hígado.
La celdilla hepática tiene el compromiso de captar, conjugar y excretar el pigmento. La captación
parece estar relacionada con un transporte activo a través de la membrana del hepatocito y quizá
también con la presencia de dos proteínas intracelulares, capaces de unirse a la bilirrubina, y que han
sido designadas Y/Z (es interesante saber que la administración de fenobarbital aumenta la
concentración de Y, por lo que mejora la captación).
Ya dentro de la celdilla hepática la bilirrubina es conjugada con dos moléculas de ácido glucurónico
formándose así el diglucuronato de bilirrubina, bajo la promoción de la enzima glucuronil-transferasa,
que está relacionada con la membrana del retículo endoplásmico (es curioso que también el
fenobarbital provoca una proliferación de este retículo y aumenta la actividad de la enzima). El
diglucuronato de bilirrubina, es más soluble en agua que la bilirrubina y da la reacción directa con el
diazo-reactivo de Erlich, por lo que se le conoce como bilirrubina directa o conjugada, en oposición a
la bilirrubina simple que podríamos llamar indirecta o no conjugada. La bilirrubina simple
es insoluble en agua y no atraviesa el filtro renal, mientras que el diglucuronato de bilirrubina sí lo hace.
La excreción de bilirrubina conjugada hacía los canalículos biliares requiere también un transporte
activo a través de la membrana, puesto que se produce contra un gradiente de concentración; pero no
se conoce todavía ningún detalle de este proceso.
De esta manera el hígado limpia de bilirrubina a la sangre vertiéndola finalmente al intestino. Sin
embargo, una buena parte de la bilirrubina (cerca del 30%) no es eliminada en esta forma, sino que el
hígado dispone de ella de otra manera. Entre los mecanismos más interesantes que conducen a una
vía colateral de eliminación de bilirrubina está la degradación que en ella provoca la luz, con pérdida
del color amarillo y de la diazo reactividad. Los productos derivados de esta fotodegradación se
excretan rápidamente en la bilis sin intervención de la glucuronil-transferasa.
(Hay otra circunstancia que es conveniente recordar, no toda la bilirrubina que produce normalmente
nuestro organismo proviene de la destrucción de los eritrocitos envejecidos; una pequeña fracción,
más o menos el 15% resulta de la eliminación dentro de las células reticulares de la médula ósea de
los eritroblastos fabricados defectuosamente. Este fenómeno se exagera en los casos de eritropoyesis
ineficaz y puede dar lugar a ictericia con bilirrubinemia de predominio indirecto).
Finalmente, el diglucuronato de bilirrubina, al llegar al intestino es reducido por la flora bacteriana y se
forman compuestos incoloros, conocidos en general como urobilinógeno fecal. Un 10 a 20% del
urobilinógeno fecal es absorbido y re-excretado por el hígado a través de la circulación enterohepática;
una pequeña fracción se escapa hacía la circulación general y se excreta en la orina (urobilinógeno
urinario). El urubilinógeno fecal al oxidarse, toma el nombre de urobilina y un color café que es el
substrato del que presentan las materias fecales.

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