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Experimentos, esfuerzos,
descubrimientos, éxitos
Javier Alcoriza
Henry James, Lo que sabía Maisie, edición y traducción de José Antonio Álvarez
Amorós, Madrid, Cátedra, 2016.
Tal vez con esta nueva edición y tra- cada paso, hasta llegar al asombro fi-
ducción de la novela de Henry James nal de la señora Wix por lo que Maisie
valga la pena empezar por el título, sabía. Pero es obvio que lo que Maisie
cuyas traducciones han dado Lo que sabe al final no es lo mismo que lo que
Maisie sabía o Lo que sabía Masie. De- va sabiendo desde el principio. El na-
cidirse, como se ha hecho aquí, por el rrador ha manejado diestramente –y,
segundo, supone, a mi juicio, un doble como observa el editor, José Antonio
error. La otra opción sigue siendo más Álvarez Amorós, mediante estudiadas
eufónica y respeta la sintaxis original simetrías– el cambio que sufre la niña
inglesa, What Maisie knew; además, el desde los primeros ataques recípro-
énfasis, en castellano, no recae en «sa- cos de sus padres hasta las sospechas
bía», sino en «Maisie», que ocupa de mutuas de la escena final entre sus pa-
entrada un lugar privilegiado, el cen- drastros, en compañía de la fastidiosa
tro del cuadro para el «retratista de la señora Wix.
vida». Así –o así me lo parece– lo enig- Sin embargo, la cuestión del tí-
mático del título no desaparece por tulo es menor, porque la cuestión de
completo, cuando tanto tiene que ver Maisie, el personaje, es mayor, aun
con la pregunta que el lector se hace a cuando la traducción sea algo que de-
respectivas causas, como son la belleza sin verse forzado a tomar una decisión
de la señora Beale, el pusilánime en- que suponga un juicio de valor sobre
canto de sir Claude o el déficit senti- la conducta ajena era un propósito de-
mental de la señora Wix, que trata de liberado del autor.
suplir con Maisie a su hija fallecida. El riesgo de apostar por ese plano
Ninguna de estas magnitudes quedan habría sido enorme si su protagonis-
contrarrestadas por completo, según ta no hubiera sido una niña, pero, en
las sucesivas apreciaciones de Maisie, tal caso, no habríamos gozado con el
lo que nos impide desentendernos de espectáculo de opacidad vergonzosa
ninguno de esos personajes a medida que ofrece en el relato el mundo de
que avanzamos en el proceso de aban- los adultos. (Y esta especie de tregua
dono de Maisie. Que la niña ha de re- que proporciona Henry James con
sultar favorecida o fortalecida al final Maisie no es de diversa índole, por
sería la única asunción que nos permi- cierto, a la que reconocemos en las
te hacer la novela, sin que haya en ello llamadas «comedias problemáticas»
una resolución moral de los conflictos de S hakespeare, como en Medida por
planteados (más allá de la deserción medida, cuando el Duque se dispensa
de los padres de Maisie, que se califica a sí mismo de ejercer el poder y deja
por sí misma). Porque, tal como se dice que un gobierno de leyes de inspira-
en el capítulo xxvi, hay algo de mayor ción moral emita provisionalmen-
dimensión que el elemento moral que te su veredicto, aun cuando haya de
se hace presente en la mente de Maisie, verse trascendido a su regreso por un
algo que, en consecuencia, ha dejado orden providencial, dictado por los
atrás los temores de la señora Wix so- sentimientos mejorados). Lo que en
bre que carezca de moralidad o no la ningún caso James podía negar era
haya adquirido. Y este es un apunte el principio progresivo que asomaba
que afecta a la calidad de la narración, en las revelaciones que tiene Maisie,
a lo que, en última instancia, intenta y que llevaba a la novela, en su con-
Henry James con su experimento li- junto, a invertir la carga de la prueba,
terario, cuyo éxito, puede decirse, es desde las nuevas parejas a que daba
doble: por haber mantenido a Maisie lugar la separación de sus padres hasta
al frente de todo –o haber impedido el momento en que la pequeña reci-
que no ocurra nada en la historia sin bía la invitación de elegir a sus nuevos
contar con ella–, y por haber dejado progenitores de la mano de sir Claude,
que lo que Maisie comprende valga lo que llamamos su paso de testigo a
más que lo que es capaz de aprobar o juez de su propia causa. El narrador
condenar: algo que es bien evidente en asiente, entendemos, a la solicitud
la contradicción de la niña, por ejem- de que Maisie adquiera un grado de
plo, al referirse a la señora Beale con comprensión de su estado que no res-
sir Claude, por un lado, y con la se- ponda a la moralidad que se espera
ñora Wix, por otro. Hacer ver el plano de ella, sino a la moralidad que ella
del conocimiento de ciertos asuntos espera de los adultos que la acompa-
Javier Alcoriza (Valencia, 1969) es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de
Valencia, doctor en Filosofía por la Universidad de Murcia, Catedrático de Lengua Castellana y
Literatura en la Enseñanza Secundaria y Director del Club de Lectura San Miguel de los Reyes de
la Biblioteca Valenciana. Ha traducido, entre otros títulos, La imaginación literaria (Alba, 2000)
y Hawthorne y otros ensayos de apreciación (Leserwelt, 2000), de Henry James. Es editor de la obra
Estudios sobre novelistas clásicos (Dykinson, 2016).