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Universidad Nacional de Colombia – Departamento de Sociología

Trabajo final - Espacio y Sociedad


Luis Felipe Barreto
Nirmal Gutiérrez R.
Manuela Salcedo Ruiz

Buenaventura en paro cívico: Resistencia ante el terror y el olvido

La historia de la ocupación del espacio a lo largo y ancho del territorio colombiano está teñida
con la sangre de la población más vulnerable, que ha resultado situada en medio de los
conflictos entre poderes económicos, políticos y militares. Una historia que esconde las
pequeñas huellas en el camino ante la magnitud de estos conflictos, mientras sigue
reproduciéndolas día tras día y con consecuencias cada vez más profundas.
Buenaventura es un ejemplo vivo de esta situación. Durante las últimas décadas, el asedio de
los diferentes poderes que se disputan la región ha sido una constante. Y es que la maldición
de ser una región rica en recursos hídricos, minerales y económicos en general la ha hecho
merecedora de tan sofocante premio. Esta ciudad ha sido escenario de múltiples
manifestaciones del conflicto, entre ellas confrontaciones armadas, dejando tras de sí
masacres, asesinatos, desapariciones forzadas y prácticas de tortura extremadamente
despiadadas, como las ocurridas en las llamadas Casas de pique. En respuesta a estos hechos
atroces, donde los habitantes no pueden reconocer “buenos” y “malos”, pues todo grupo en
conflicto usa los mismos medios de legitimación y genera efectos similares, surgen
mecanismos de resistencia por parte de las víctimas, en quienes el miedo a la repetición de
la barbarie es superado por el anhelo de construir un espacio que expulse a los violentos y
sea retomado por una comunidad que ha sido discriminada, explotada y violentada desde
mucho antes de instituirnos como nación soberana.
En Buenaventura se está desarrollando un paro cívico como respuestas ante la
invisibilización, no solo por parte del estado colombiano, sino también de las demás regiones
del país. Si bien los principales medios de difusión hacen especial énfasis en los miles de
millones de pesos que se están perdiendo para la nación por culpa del paro y sus
consecuencias sobre la economía del país ante el mercado internacional, en Buenaventura se
lleva a cabo un proceso mucho más profundo, en donde lo verdaderamente relevante no son
los efectos sobre la economía (economía de la que nunca ha recibido ningún beneficio), sino
las consecuencias sociales y culturales que logren poner sobre la mesa.
Así pues, el presente esbozará una somera caracterización de esos mecanismos de resistencia
que se han venido dando en la región y que han detonado en el paro cívico que se presenta
en estos días, que, si bien se centra principalmente en las condiciones precarias de bienestar
en las comunidades, esconde procesos más profundos y desarrollados a lo largo de su historia,
precisamente como métodos dentro de la construcción del espacio en Buenaventura y toda la
Costa Pacífica.
El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) caracteriza los procesos de resistencia
en Buenaventura en tres fases: “se identifica como primera fase el surgimiento de
organizaciones sociales en pro del reconocimiento étnico y de los derechos colectivos (1950
a 1999). La segunda fase (2000 a 2004) está relacionada con la resistencia a la barbarie y la
defensa de los derechos humanos, dado el recrudecimiento de la violencia en razón de la
disputa territorial entre los diferentes grupos armados. Y la tercera fase (2005 a 2014) está
marcada por la emergencia en el contexto local de nuevas organizaciones sociales de
víctimas, de jóvenes y de mujeres, así como por la construcción de lenguajes alternativos de
resistencia desde el arte y la cultura” (2015: 372). No nos centraremos en contextualizar
profundamente estas tres fases dadas las limitaciones del presente escrito y que este campo
es desarrollado con suficiente rigurosidad en el informe de la CNMH; razón por la que nos
basaremos en él como principal fuente de información histórica.

Contexto histórico

Buenaventura es, en la actualidad, el municipio más pobre del Valle del Cauca, con índices
de cobertura de servicios básicos, educación y tasas de alfabetismo, entre otros múltiples
indicadores, cuyas cifras son cercanas al promedio del departamento de Chocó, la región del
Urabá y la costa caribe colombiana, la región más pobre del país. Pero, ¿cómo ha llegado
uno de los municipios con mayor territorio por explotar, estratégicamente localizado, y rico
en múltiples recursos económicos a sufrir tan altos índices de pobreza, desempleo y
violencia? La principal hipótesis es que por Buenaventura se mueve el dinero propio del
comercio exterior (según cifras oficiales, aproximadamente el 50% de la carga), pero éste no
se queda en la región.
Así, podemos partir de tres elementos que han afectado el desarrollo de la ciudad y que hoy
en día son, quizá, más evidentes que nunca debido a las dinámicas que se han desarrollado
recientemente en la región.
El primer elemento hace referencia a las condiciones geográficas del territorio, ya que, a
pesar de su larga extensión y su clima húmedo y cálido, el 68% de los suelos son de muy
poca fertilidad. Sin embargo, podría utilizarse este territorio con fines de explotación forestal
o para actividades agropecuarias que no implicaran la deforestación de otros espacios, lo que
brindaría nuevas oportunidades laborales para los habitantes y permitiría una diversificación
de la economía, alejando al municipio de la dependencia al muelle como fuente de ingresos.
La situación desfavorable de Buenaventura puede rastrearse a los primeros años del periodo
de colonización de la región, ya que, si bien desde un principio se reconoció su potencial,
principalmente económico gracias al océano pacífico y en particular la bahía de
Buenaventura, de aguas profundas y tranquilas, además de su relativa cercanía con centros
poblados en la cordillera como Cali y Cartago, y en menor medida Pasto y Popayán, nunca
se consideró realmente la fundación de una ciudad o siquiera de un establecimiento
permanente en el territorio, en buena medida por las adversas condiciones climáticas, la alta
humedad y el ecosistema selvático, sin mencionar los pequeños asentamientos de tribus
indígenas hostiles, quienes incendiaron el primer intento de asentamiento en la región, un
pequeño caserío en la isla de Cascajal, establecido por Pascual de Andagoya.
A mediados del siglo XIX, siendo Colombia una nación soberana, se reivindicó la
importancia de la región para la economía y los múltiples beneficios que se podían generar
si se utilizaba correctamente, por lo que, desde Cali, intensificaron fuerzas para conectar la
ciudad con el pequeño puerto, habitado para ese entonces en su mayoría por comerciantes e
indígenas dedicados a la pesca y la agricultura, mientras que desde el gobierno central se
incentivó la inmigración a la región desde Europa, adjudicando terrenos y facilitando
permisos para construcción de edificios y muelles (lo que llevaría a que muchos de estos
fuesen construidos en condiciones precarias, con materiales poco confiables y en terrenos
inestables), dificultando su establecimiento como ciudad desarrollada y sobreviviendo
económicamente gracias al puerto. Durante los últimos años del siglo la ciudad también se
vio sacudida por brotes de viruela y fiebre amarilla, que diezmaron a la población, además
de un nuevo incendio que destruyó buena parte de las edificaciones, lo que, sumado al
terremoto de 1906, acabó con el proyecto de ciudad, Posteriormente, se desplazó mano de
obra a la región para reconstruir la infraestructura, además de repoblar el lugar, con el
agravante de que los trabajadores, una vez terminadas las obras, decidieron permanecer en el
territorio, con un muelle que acaparaba la actividad económica de la ciudad pero que no
contaba con la capacidad de emplear a todos los habitantes, lo que desembocó en los primeros
brotes de violencia por las altas tasas de desempleo, hasta que, en 1931, un nuevo incendio
minó el crecimiento económico al llevarse consigo las oficinas del ferrocarril que conectaba
al puerto con la región andina, la aduana, la capitanía del puerto, los consulados, la casa de
comercio y algunos bancos y empresas menores. La ciudad sería reconstruida nuevamente,
otra vez sin tener en cuenta las condiciones de vida y las oportunidades que se brindaban a
quienes allí habitaban, pues la importancia del territorio para el gobierno central radica en el
puerto por su carácter fundamental para el comercio exterior.
La segunda de las características es la violencia a la que se ha visto sometida la ciudad a lo
largo de su historia, y que se encuentra relacionada con la centralidad económica y las
altísimas tasas de desempleo y pobreza, así como las pocas oportunidades para el grueso de
la población, que ante la escasez de empleo, la ineficiente cobertura en servicios públicos y
la carencia de alternativas al muelle o al comercio relacionado con éste (pesca artesanal,
turismo a pequeña escala, transporte, etc.) suele recurrir a actividades delictivas para asegurar
su subsistencia, lo cual es mucho decir, pues más del 80% de la población vive en condiciones
de pobreza y cerca del 45% está por debajo de la línea de miseria. Estas cifras permiten hablar
de crisis humanitaria, ya que, además de la alta pobreza y un desempleo del 18% según cifras
oficiales1, la cobertura educativa secundaria apenas alcanza el 50% y el 38% de los habitantes
no posee servicio alguno de salud, factor que, sumado a la carencia de acueducto y
alcantarillado en buena parte de la ciudad, nos lleva también a una de las tasas de mortalidad
infantil más altas del país, indicadores las pésimas condiciones de vida.
La tercera de las características de la crisis que vive Buenaventura se refiere justamente al
puerto, ya que, al ser el más importante generador de empleo, su administración ha

https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/ech/ech_buenaventura/boletin_buenaventur
a_16.pdf
perjudicado a la población por la deficiente actualización del mismo, pues si bien está en
proceso una posible ampliación del puerto (o la construcción de un nuevo puerto en otro
sector de la ciudad, debido a que las dinámicas desarrolladas en torno al existente dificultan
un rediseño), no se ha implementado ninguna mejora sustancial en tiempo reciente, lo que ha
llevado a que tanto el puerto como la vía que de él conduce al interior del país hayan rebosado
su capacidad de almacenamiento y transporte respectivamente, y tampoco se ha llevado a
cabo algún programa de incentivos a otros mercados o posibles fuentes de ingresos, como las
actividades en torno a la producción forestal, pesquera, o ecoturística entre otras, acordes a
las posibilidades que ofrecen los más de 6000 km que abarca la jurisdicción del municipio.

Construcción de identidad en respuesta de la exclusión y la violencia

Las dinámicas de los movimientos sociales de resistencia deben ser explicadas a partir de su
estrecha relación con el espacio y el lugar, no mostrando estos dos conceptos como distintos
y explícitamente excluyentes, sino más bien como dos construcciones teóricas y prácticas
íntimamente relacionadas entre sí. Así mismo, las identidades sociales están estrechamente
ligadas al lugar; en como este último reconfigura dichas identidades y para lo cual es de vital
importancia caracterizar las particularidades de cada fenómeno de resistencia: “para
entender la identidad, tenemos que comprender los lugares específicos en donde emergen
los movimientos sociales, y donde se construyen y despliegan físicamente tales identidades”
(Oslender; 2008: 62). Por ello es necesario realizar una contextualización de los procesos de
exclusión y violencia que han venido dándose en Buenaventura.
En las últimas dos décadas se han venido desarrollando olas de violencia que han aterrorizado
a los habitantes, precisamente causadas por la privilegiada posición geográfica que tiene el
lugar y la disputa territorial que han mantenido diferentes grupos armados, como la guerrilla
de las FARC, los paramilitares del Bloque Calima pertenecientes a las Autodefensas Unidas
de Colombia (AUC) y las bandas criminales emergentes (Bacrim) como “Los Rastrojos” y
“Los Urabeños”, surgidos también como producto de los enfrentamientos y
desmovilizaciones fallidas entre los dos grupos armados ilegales de mayor relevancia. Como
ya es sabido, los grupos armados estatales, paraestatales, insurgentes y contrainsurgentes se
han sumergido en grandes y reiteradas disputas territoriales por el potencial que los diferentes
recursos de la región representan para sus intereses lucrativos, bien sean legales o ilegales.
Así lo señala el CNMH en el informe Buenaventura: un pueblo sin comunidad: “Es así como
los barrios de bajamar, con presencia de esteros y puertos naturales, han sido proclives a
las disputas relacionadas con las rutas de transporte marítimo de tráfico de estupefacientes
y de armas; los barrios que colindan con el tramo del oleoducto del Pacífico que pasa por
el área urbana han sido escenario de disputas por el robo de combustible; las comunas con
áreas rurales que se destinan a labores agrícolas han sido proclives a disputas por ser
corredores estratégicos de ingreso al puerto, por la siembra de cultivos de uso ilícito o por
el desarrollo de actividades mineras” (2015).
Estos procesos violentos ya han dejado alrededor de 4799 homicidios entre 1990 y 2012
según la policía nacional, datos poco confiables por la situación de corrupción e ineficiencia
(o desinterés) por parte del Estado colombiano al esclarecer estos datos. Se han registrado
475 víctimas de desaparición forzada y 26 masacres, de las cuales 20 fueron perpetradas entre
los años 2000 y 2003, esto en el periodo denominado como “el arribo paramilitar” o “la época
de las mil muertes”.
Buenaventura, como muchas otras regiones del país ha sido víctima del abandono del Estado,
que solo dirige la mirada hacia ella en algunas ocasiones excepcionales y meramente
utilitaristas en pos de los beneficios económicos de explotación, como en el caso del túnel de
la línea. En consecuencia, quienes sí han ejercido control sobre este territorio son los grupos
contrainsurgentes, comenzado desde mediados de los años 70 con la guerrilla de las FARC
y en una relativa calma, precisamente porque la presencia del Estado era casi nula en los
sectores controlados por este grupo. Posteriormente se daría paso a otras dinámicas bastante
más violentas con el arribo del bloque Calima de las AUC hacia los años 2000, el cual le
arrebato el control a las FARC aumentando las masacres, desapariciones y desplazamientos
en la zona. Como actores en la generación de violencia, las Bacrim, formadas desde el
proceso de desmovilización de las AUC en el 2005, contribuyeron a una redisposición de las
estructuras criminales, así como a una exacerbación de la violencia al abarcar más zonas
dentro de las propias urbes y utilizando a la población como escudos humanos.
Estas dinámicas de violencia y abandono, han generado en Buenaventura una fuerte identidad
étnica, en la que sus prácticas y representaciones espaciales han sido dirigidas hacia la
defensa de las negritudes, destacándose el papel del Proceso de Comunidades Negras (PCN)
y otras pequeñas asociaciones para difundir la Ley 70 de 1993 en zonas rurales apartadas
para que las comunidades se organizaran y pudieran conformar sus territorios colectivos o
consejos comunitarios. Y es que la poca importancia que se le da a los vaivenes de las
comunidades negras e indígenas pareciera ser muy generalizado en la sociedad colombiana;
así lo señala la investigadora del CNMH Constanza Millán en una entrevista con el
Espectador a propósito del tema: “Hay un asunto de visibilización que planteamos en el
informe sobre el conflicto en el Pacífico colombiano. Invisibilización tal vez por la forma
como nos hemos relacionado con los cuerpos de los afrodescendientes e indígenas.
Pareciera que no nos diera tan fuerte el dolor y el sufrimiento de los afrodescendientes
masacrados, desmembrados”.
El espacio abstracto creado no solo por el Estado y los diferentes actores armados, sino
también por la sociedad colombiana en general es muy evidente. Ya desde el nombre oficial:
Distrito Especial, Industrial, Portuario, Biodiverso y Ecoturístico de Buenaventura, se le
otorga una distinción, así como un especial énfasis, en su potencial económico y sus
condiciones de “distrito especial”; no por la riqueza de su cultura, fauna y flora y la
importancia de estas cualidades para el país, sino por más bien por las ganancias de las que
se pueden lucrar para el “desarrollo nacional”.
En consecuencia, las comunidades Bonaverenses han venido desarrollando lo que se ha
llamado espacios diferenciales (Lefebvre citado en Oslender; 2008: 75) como respuesta a
contradicciones inherentes de los espacios abstractos creados por tal visión utilitarista hacia
el “puerto” de Buenaventura, en donde buscan un contraespacio en la práctica, la acentuación
de la diferencia. En efecto, los mecanismos de resistencia desarrollados por esta población
toman formas muy diversas de la cultura negra: representaciones teatrales, cánticos
tradicionales, bailes, manifestaciones musicales, entre otros. Dinámicas simbólicas, cargadas
de significado que han constituido lentamente atravez de la historia su propio espacio
representacional y, por consiguiente, la construcción de una identidad étnica y comunitaria
bastante fuerte.

Procesos de resistencia
Ante las dinámicas de violencia contra la población bonaverense, esta se ha visto obligada a
desarrollar dinámicas de resistencia frente a la invisibilización, la desterritorialización y el
terror del que ha sido víctima, y resistiendo no solo contra los actores armados ilegales, sino
contra las lógicas políticas y la institucionalidad misma, que tanto tan influido en la extrema
marginación. Ahora, la resistencia no puede entenderse solo como un conjunto de
movilizaciones, pues al ser un proceso involucra las múltiples acciones cotidianas abocadas
a la subversión del orden establecido por la violencia y el abandono.
En la parte inicial del presente documento se referenciaron las tres fases el surgimiento de
organizaciones sociales en pro del reconocimiento étnico y de los derechos colectivos, por lo
que en pos de enfatizar en los procesos que se han desarrollado recientemente como conexión
histórica con el paro cívico actual nos remitiremos exclusivamente a la última fase. En esta,
que comprende los años del 2006 al 2014, se construyeron nuevas organizaciones de jóvenes,
la iglesia y mujeres, reivindicándose como actores activos gracias a la promoción y
construcción de lenguajes alternativos para la resistencia. Estas nuevas organizaciones se
enfocan en la defensa del territorio y los derechos humanos, centrándose especialmente en
las poblaciones más vulnerables, como la infantil, y con acciones que no se limitan al plano
material en términos de denuncia o recuperación del territorio, sino que resaltan la
importancia de las dimensiones simbólica y artística con la construcción y reconstrucción de
memoria e incluso planteando formas de acompañamiento para la elaboración de los duelos,
todo incorporando diversas manifestaciones de arte urbano, como el hip-hop y el graffiti, que
atraen a la población joven y la forman en el liderazgo por la resistencia, al tiempo que los
alejan de los grupos armados, que con frecuencia pretenden adherirlos a sus filas.
La defensa del territorio se ha venido resignificando en cuanto a las estrategias colectivas
utilizadas para llevarla a cabo, basadas en las nuevas reivindicaciones mencionadas. La
desobediencia civil y la confrontación directa son parte fundamental de la tarea, pero se
complementan también con la permanencia pacífica y la defensa de los espacios públicos
también, como forma de de re-significar los espacios relacionados con el terror y la muerte.;
re-territorializar una zona cuyos enclaves simbólicos están en la violencia ejercida de puertas
para adentro. En este aspecto, el papel de los jóvenes artistas ha sido fundamental.
En cuanto a la memoria, las organizaciones de mujeres han cobra una importancia capital por
medio del acompañamiento emocional en el duelo no solo como forma de apoyar a la víctima
que prevalece en la superación de su pérdida, sino generando una verdadera dignificación de
las víctimas y la memoria. Los caídos son reconocidos no como muertes en vano sino como
quienes dieron su vida para que quienes aún la conservan lo hagan como autores de la misma.
Tomando en cuenta que los líderes son blanco habitual de los grupos armados y a la vez
piedra angular de la comunidad, es comprensible que su asesinato desestabilice los procesos
que se llevan a cabo. En este sentido, en los últimos años las organizaciones comunales
bonaverenses han desarrollado estrategias de autoprotección y minimización del riesgo como
acto de vital importancia en términos materiales y simbólicos: No hay mayor acto de
resistencia que mantenerse con vida. Estas estrategias van desde el manejo del lenguaje y el
reconocimiento de espacios peligrosos hasta complejos entramados comunitarios de
camuflaje a los líderes sociales, que se han robustecido conforme se interioriza la idea del
apoyo mutuo, fortaleciendo aún más a las comunidades, física y emocionalmente.
Es comprensible que en un proceso de resistencia la desobediencia es el arma de primera
línea, y la comunidad bonaverense se ha valido constantemente de ella, no solo contra los
grupos armados, sino para hacerle frente a la institucionalidad invisibilizadora de sus
necesidades y reivindicaciones. Ejemplo de ello es la marcha del 19 de febrero de 2014,
convocada por la iglesia y que reunió a las de 35.000 personas bajo una consigna: “Enterrar
la violencia en Buenaventura: Para vivir con dignidad”. En esta marcha se realizaron
múltiples actos de valor simbólico que dieron paso a la reflexión sobre las problemáticas de
la región, pero siempre respaldados por la idea de romper el orden y desobedecer a las
dinámicas impuestas por esa institucionalidad que los margina, y es bajo esta premisa que el
paro cívico actualmente desarrollado ha lugar.

El paro cívico
El paro cívico de Buenaventura se establece oficialmente el 16 de mayo de 2017, siendo sus
principales objetivos las mejoras en el suministro del agua (aún no se cumple la promesa de
que el servicio funcionaría de manera continua, llegamdo a todos los hogares bonaverenses),
la educación (y más específicamente el proyecto de megacolegio que aún no ha sido
terminado, y que se espera reciba a aproximadamente 2850 niños), y la alta tasa de
desempleo, que según los organizadores del paro, no ronda el 18% sino que se eleva hasta el
60%. El paro convocó a todas las organizaciones del puerto, participando de éste los comités
por el agua, la salud, la educación, miembros del sector pesquero, comerciantes, conductores
de servicio público y carga pesada, madres comunitarias y profesores, entre otros.
Según estimaciones, las pérdidas diarias debido al paro ascienden hasta 15.000 millones de
pesos, lo que, a la fecha (30/05) acumula aproximadamente 210.000 millones, cifra que
representa la mayor presión sobre el gobierno nacional para lograr un acuerdo que permita el
fin del cese de actividades. Sin embargo, el cuerpo negociador, encabezado por la
gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, y por los ministros de ambiente (Luis Gilberto
Murillo), salud (Alejandro Gaviria) y agricultura (Mauricio Iragorri), y las ministras de
vivienda (Elsa Noguera) y trabajo (Griselda Restrepo), no están dispuestos a ceder ante la
pretensión de declarar un estado de emergencia social, económica y ecológica, figura que
permitiría al presidente la búsqueda y redireccionamiento inmediato de recursos para tratar
la problemática. La insistencia en la declaratoria radica en que, si bien el gobierno ha
cumplido en la mayoría de los casos con los plazos establecidos para la entrega de las obras
y el presupuesto perteneciente al llamado “plan de choque”, los organizadores lo consideran
insuficiente debido a que problemáticas como la carencia de un centro hospitalario en
óptimas condiciones o de servicios públicos y cobertura escolar deben ser tratados con efecto
inmediato, y no a partir del “Plan Maestro para Buenaventura”, el cual está proyectado para
el 2050 y cuenta con una inversión que ronda los 21 billones de pesos que será destinada a la
infraestructura, la vivienda de interés prioritario, o las necesidades básicas insatisfechas,
entre otros.
El paro fue pensado, y en su ejecución también lo ha sido (salvo por los disturbios y saqueos
que se presentaron el viernes 19 de mayo, y que llevaron a la imposición de toque de queda
para la siguiente semana), un ejercicio de resistencia pacífico, donde quienes han participado
se han limitado a marchar y a la realización de actividades culturales, como conciertos,
campeonatos deportivos, jornadas de concientización, por lo que sorprende la masiva
presencia del ESMAD, cuerpo policial que, además de haber agredido a población civil
durante algunos de los eventos anteriormente mencionados, también ha sido atacado por su
colaboración a la hora de desbloquear las vías para permitirle el paso a vehículos que
pretenden evitar el cese total de actividades y continúan transportando mercancías desde y
hacia el puerto.
El día lunes 29 de mayo, a partir de las mesas de trabajo, enfocadas cada una en las temáticas
de salud, educación, agua, cultura, desarrollo, deporte y recreación, entre otras, surge un
nuevo pliego de propuestas que, de ser aprobadas por el gobierno nacional, llevarían a un
desbloqueo con efecto inmediato de las vías que conectan al puerto con la región andina y
un retorno a la “normalidad” en la ciudad. Entre las propuestas que serán evaluadas se
encuentran, principalmente: (i) la solicitud de que el patrimonio autónomo para las obras de
Buenaventura, es decir, el presupuesto destinado a las obras del plan de choque, sea para la
ciudad y no para ser repartido en la región, (ii) que los recursos destinados para estas obras
provengan del presupuesto nacional. (iii) La implementación de impuestos por obras, y que
las mismas se realicen desde este fondo de patrimonio autónomo y no en concesión con
privados2; esto suponiendo un cese de transporte y de actividades en el muelle por 72 horas
mientras se determina el próximo paso a tomar, siendo estas ofrecidas en reemplazo a la
declaración de estado de emergencia.

Conclusión
A pesar de su importancia capital en la economía nacional, Buenaventura es un espacio
tradicionalmente relegado en términos políticos, económicos y culturales, al punto en que ni
siquiera su propia producción económica tiene repercusión en el mejoramiento de las
precarias condiciones de vida de los habitantes. En paralelo, el conflicto armado ha sido una
constante a lo largo de su historia, y se ha visto intensificado con las disposiciones que la alta
institucionalidad designa. Es en concordancia con estos dos grandes aspectos contextuales,
sumados al ferviente deseo de vivir y vivir bien de los habitantes, que los mecanismos de
resistencia comunitaria se han creado y fortalecido en las últimas décadas; mecanismos que
no solo buscan desterrar la violencia, sino también la pobreza, la marginación y el abandono.
Décadas de luchas hasta algún grado fructíferas dentro del territorio se han visto opacadas
por el manejo que los altos mandos del poder nacional le dan a la situación en términos de
visibilización y apoyo, y es por esto mismo que la resistencia de la comunidad se ha visto
obligada a ampliarse, llamando la atención de toda forma posible, y desencadenando en un

2http://www.elpais.com.co/valle/mesas-de-trabajo-y-eventos-culturales-en-dia-14-del-paro-
en-buenaventura.html
paro como el actual, que prevalece a pesar de la escasa cobertura mediática para la magnitud
del proceso, y lo sesgada que se maneja la información.
Buenaventura ha vivido, resistido y prevalecido por mucho tiempo en medio de la desolación
y el abandono, triste contexto; pero que no ha podido quebrar el espíritu de un pueblo fuerte
que no planea rendirse, menos aún con la lucha tan avanzada. Mientras no se den soluciones
claras y concisas a la problemática social que tanto se ha denunciado y que por fin logra algo
de visibilidad, es poco probable que las comunidades se queden quietas, pues sus condiciones
de vida no les permiten rendirse. Ellos no tienen tanto que perder, pues siempre han tenido
poco; pero tienen en sus manos el control de un pilar en el comercio internacional de
Colombia, afortunada condición que les da el poder para exigir y ser escuchados luego de
tantas décadas de silencio, y de mantener el puño cerrado hasta que las soluciones sean
puestas finalmente ante sus ojos.

Bibliografía
- Centro Nacional de Memoria Histórica. Buenaventura: un puerto sin comunidad.
Bogotá, CNMH, 2015.
- Oslender, U. Comunidades negras y espacio en el pacifico colombiano. Cap. 3 La
especialización de la resistencia: Perspectivas de espacio y lugar en la investigación
sobre movimientos sociales. Bogotá, ICANH, 2008.
- Pérez, G. Historia, geografía y puerto como determinantes de la situación social de
Buenaventura en Documentos de Trabajo sobre Economía Regional. N° 91.
Cartagena de Indias, Banco de la República, 2007.

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