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Alumnos: Guillermo Arcioni, Jose Angel Paz

DEUDA EXTERNA

LATINOAMERICANA

INTRODUCCION:

En este informe se va explicar el origen y desarrollo de la deuda externa latinoamericana.


Durante los últimos cincuenta años América Latina ha sufrido un proceso de desarrollo en
condiciones extremadamente exigentes. Se experimento un profundo cambio demográfico
triplicando la población y alcanzando el número de habitantes de Europa, al mismo tiempo
que esa población ha pasado a ser predominantemente urbana, lo que supone un gigantesco
esfuerzo en inversión y de transformación productiva y cultural. Como exportadora de
productos primarios, ha debido superar una evolución marcadamente negativa en la
relación de los precios del intercambio. La pobreza ha registrado variaciones importantes,
ha crecido a 220 millones de habitantes. Regresaron las enfermedades endémicas
erradicadas en la década del 50. Persisten elevados niveles de desigualdad y rigidez en la
distribución del ingreso, incluso en los países que han logrado altas tasas de crecimiento,
etc. Sin analizar otros problemas críticos de América Latina, el crecimiento indetenible de
la deuda externa, que aumenta la gran deuda social existente, bloquea toda posibilidad de
desarrollo y de lucha efectiva contra la pobreza y la exclusión social.

ORIGEN:

La Revolución Industrial europea fue lo que precipitó el cambio en las economías


decimonónicas latinoamericanas. Como se mostró en el primer capítulo, América Latina
había vista reducirse sus vínculos con la economía mundial tras lograr la independencia de
Portugal y España. Sus terratenientes invirtieron sus posesiones en entidades autónomas y
autosuficientes, en vez producir bienes para los mercados internos o exteriores. La minería
se había detenido, en parte como resultado de la destrucción ocasionada por las guerras
independentistas. La manufactura era modesta y estaba en su mayor parte en manos de
artesanos dueños de pequeños establecimientos. Sin embargo, a finales del siglo XIX la
industrialización europea empezó a ocasionar una fuerte demanda de productos
alimenticios y materias primas. Los trabajadores ingleses y europeos, que ahora vivían en
las ciudades y trabajaban en fábricas, necesitaban comprar los alimentos que ya no
cultivaban, y los dirigentes de la industria, ávidos por extender su producción y
operaciones, buscaban materia prima, en particular minerales. Ambos incentivos llevaron a
los gobiernos e inversores europeos a buscar fuera, en África, Asia y, por supuesto,
América Latina.

Como resultado, los principales países latinoamericanos pasaron por una gran
transformación a finales del siglo XIX, especialmente desde 1880. Argentina, con sus
vastas y fértiles pampas, se convirtió en un importante productor de bienes agrícolas y
ganaderos: lana, trigo y sobre todo carne. Chile resucitó la producción de cobre, industria
que había caído en decadencia tras los años de la independencia. Brasil se hizo famoso por
su producción de café. Cuba cultivó café, además de azúcar y tabaco. México empezó a
exportar una serie de materias primas, desde el henequén (fibra utilizada para hacer cuerda)
y el azúcar, hasta minerales industriales, en particular cobre y zinc. Centroamérica exportó
café y plátanos, mientras que de Perú salieron azúcar y plata. El desarrollo de estas
exportaciones fue acompañado de la importación de productos manufacturados, casi
siempre de Europa. América Latina compraba textiles, maquinaria, bienes de lujo y otros
artículos acabados en una cantidad relativamente grande, con lo que se dio un intercambio,
aunque los precios de las exportaciones latinoamericanas eran mucho más inestables que
los de las europeas. De este modo, a finales del siglo XIX, se había establecido una forma
de crecimiento económico basado en la exportación-importación que estimuló el desarrollo
de los sectores de materias primas de las economías latinoamericanas. El impulso y el
capital provinieron en su mayoría del exterior. Con la adopción de esta alternativa, América
Latina tomó un camino comercial de crecimiento económico dependiente de las decisiones
y la prosperidad de otras partes del mundo.

Las clases dominantes latinoamericanas siguieron controlando así la mayor parte de la


inversión en la esfera de la producción, sobre todo en el sector agrario, a partir de su control
sobre la propiedad de la tierra. Sin embargo, hubo algunos productos que atrajeron un
fuerte interés de los capitales externos, se consolidaron así algunos núcleos de producción-
exportación en los que la presencia de capital extranjero fue dominante, resulto
predominante en el sistema financiero, en los puertos, en las empresas procesadoras de
productos para la exportación y en las compañías comercializadoras. Un rubro en el que la
presencia de capitales extranjeros se hizo especialmente presente fue en el de los préstamos
otorgados a los estados latinoamericanos, estos se acostumbraron a contar con este
financiamiento externo, y la “deuda externa” comenzó a llegar para quedarse.

PROBLEMAS CON LA DEUDA:

“El origen de la deuda externa es el déficit del sector público. La alternativa fue la
emisión del banco central, como se la practico hasta el extremo de la hiperinflación”
(Roberto Alemann). El déficit fiscal de EEUU en los años sesenta, originó una
fuerte devaluación del dólar. Este hecho supuso un revés para los principales países
productores de petróleo, ya que el precio estaba fijado en dólares, disminuyendo así
el valor de sus exportaciones. En 1973 los países productores decidieron multiplicar el
precio del crudo. Al ser un producto básico la demanda se mantuvo y estos países
recibieron cantidades enormes de dinero que depositaron en los bancos de Occidente. Esta
circunstancia fue decisiva en el comienzo del problema. Los tipos de interés se
desplomaron y los bancos tuvieron que hacer frente a la situación de crisis financiera
internacional. Había mucho dinero que tenía que ser prestado para poder
obtener rentabilidad del mismo y sólo los países del Sur, con carencias estructurales,
aceptaron esos préstamos para mantener el modelo de desarrollo y hacer frente al
incremento del precio del petróleo. Los bancos adoptaron una política crediticia
irresponsable ya que no tomaron las precauciones sobre la posibilidad de impago,
despreocupándose de la ejecución de los proyectos para los que se solicitaba el dinero. Por
su parte los gobernantes de los países del Sur no cesaban de aceptar los atractivos créditos.
Los gobiernos de los países del Sur destinaron una gran cantidad de estos préstamos a fines
improductivos. Se calcula que una quinta parte se dedicó a armas, a menudo para sostener
regímenes opresores. Alrededor de un quinto del total de la deuda tiene su origen en
créditos concedidos en periodos de dictaduras. Sólo una parte pequeña del dinero se destinó
al desarrollo del país y benefició a los sectores más necesitados. En el comienzo de los años
ochenta los tipos de interés de los créditos subieron, empujados por el crecimiento de éstos
en los EEUU (a consecuencia del déficit fiscal).

Paralelamente se incrementó de nuevo el precio del petróleo y cayeron los precios de los
productos agrícolas en los que los países del Sur basaban sus exportaciones. Como
consecuencia estos países estaban recibiendo menos dinero que antes por sus exportaciones
y pagando más que nunca por los préstamos y por las importaciones. Para poder afrontar
esta situación tuvieron que pedir nuevos préstamos. Cuando México advirtió en 1982 que
el volumen de su deuda resultaba impagable, todo el sistema de crédito internacional quedó
amenazado. La situación se podía extender a otros países. Los bancos de EEUU y de
Europa no querían perder la enorme cantidad de dinero que habían prestado y se asociaron
para defender mejor sus intereses. A partir de entonces las concesiones de nuevos
préstamos llevaron aparejadas condiciones, que se centraban no en la ejecución de la
finalidad para la que se solicitaba el préstamo o en la orientación del proyecto al desarrollo
del país, sino en la sostenibilidad económica del Estado, con el fin de que fuera capaz de
devolver la deuda. Los gobiernos deudores desde entonces tienen que aceptar que se
impongan programas muy estrictos económicamente antes de renegociar sus deudas o pedir
prestado más dinero. Las consecuencias macroeconómicas de estas medidas, conocidas
como programas de ajuste estructural, han sido en general positivas, pero al mismo tiempo
han ocasionado un fuerte desequilibrio social, empeorándose las condiciones laborales y
aumentando la pobreza y la desigualdad.

IMPACTO EN LAS CLASES SOCIALES:

Debido a los procesos de devaluación de las monedas, las naciones latinoamericanas


experimentaron significativos altos niveles de inflación. Esta situación fue influenciada por
el alto grado de dependencia que la región mantiene respecto a los bienes de capital y a los
insumos productivos provenientes del exterior. Todo ello con el fin de poder ejecutar en los
mercados domésticos los procesos productivos. En algunos casos el seguimiento de
relajadas políticas monetarias también contribuyó a fomentar los niveles inflacionarios.

En términos de empleo resultó evidente que, luego de la Segunda Guerra Mundial,


Latinoamérica alcanzó aceptables niveles de crecimiento que se tradujeron en crecimiento
ocupacional, con tasas de aumento que llegaron incluso a cifras del 2.5 por ciento anual. La
rápida urbanización influyó para que el empleo en el sector agrícola pasara de 55 por ciento
en 1950 a 32 por ciento en 1980. El número de empleos creados por el sector formal urbano
creció a una tasa anual de 4 por ciento, pero este crecimiento no fue suficiente para
absorber los aumentos anuales de la población económicamente activa que buscaba
integrarse a los mercados de trabajo. La crisis y los procesos de ajuste de los ochenta
rompieron con el frágil balance que se tenía en el empleo, el cual había sido producto del
crecimiento de las décadas anteriores. Los salarios reales se hundieron, se dieron alzas
importantes en el desempleo y subempleo, se elevó la concentración de actividades
agrupadas en sub áreas ocupacionales de baja productividad. De manera generalizada en la
región, la fuerza de trabajo urbana en sectores de subempleo se expandió a razón de 5 por
ciento anual. El endeudamiento por una parte y el cierre de los mercados por el
proteccionismo de los países ricos, han generado costos sociales. El efecto más negativo,
más cargado de consecuencias y difícil de reparar, es el que afecta a la distribución del
ingreso y la pobreza. Los hechos económicos descritos sea por efecto directo de la crisis de
la deuda y del drenaje de recursos, sea por efecto de las políticas de ajuste adoptadas para
neutralizar los desequilibrios macroeconómicos, provocaron un cambio decisivo hacia la
concentración del ingreso, el aumento de la pobreza y el agravamiento de la segmentación
social, en un continente donde la profundidad de las desigualdades era ya uno de los
mayores obstáculos al desarrollo equitativo y a la convivencia democrática.

Al reducirse la natalidad en los estratos medios y altos, una proporción creciente de los
niños de la región se crían en condiciones de pobreza. También prueban, más allá de toda
posibilidad de duda, que la crianza en condiciones de pobreza acumula retrasos medibles en
el crecimiento físico y en el desarrollo sicomotor, multiplica el fracaso escolar y limita las
condiciones de inserción en el mercado de trabajo. La consecuencia es el deterioro de la
calidad de la vida humana, y una acentuación de la segmentación de la economía y de la
sociedad en dos partes: una que trata de seguir los avances de los países desarrollados y otra
parte, creciente, que resulta también crecientemente marginada. Por otro lado, las clases
dominantes latinoamericanas no hacían sino concentrar crecientemente la riqueza, los
sectores populares rurales conformaban un conjunto cuyo empobrecimiento y explotación
por parte de los grandes propietarios no había dejado de aumentar desde el comienzo de la
gran transformación. Las haciendas plantaciones y estancias exportadoras tenían un rasgo
en común: las duras condiciones de explotación de los trabajadores, avaladas por la
inexistencia de leyes reguladoras de relación capital-trabajo.

En las grandes ciudades vivía buena parte de la elite económica propietaria de hacienda,
minas y plantaciones, así como los nuevos empresarios vinculados al comercio, las finanzas
y el transporte. Trataban de imitar la forma de vida europea, con la construcción de lujosos
palacetes urbanos al tiempo que la consolidación del estado nacional se traducía también en
la proliferación de imponentes edificios públicos. En el otro extremo, una creciente
población de trabajadores urbanos ligados a las nuevas actividades económicas y al
creciente aparato estatal encontraba dificultades para procurarse una vivienda en las
ciudades. Surgieron así barrios populares caracterizados por la presencia de edificios
hacinados, en los que muchas familias debían amontonarse en viviendas de una sola
habitación. La desigualdad no era una novedad, pero si adquiría rasgos novedosos y más
nítidos, especialmente en los grandes centros urbanos; las ciudades provincianas
permanecían en cambio, más parecidas al viejo estilo colonial, menos contrastante. Orden y
progreso, paz y administración, eran las expresiones que muchos usaban para sintetizar y
legitimar el rumbo adoptado por la política y la economía en los países latinoamericanos a
fines del siglo XIX. Pero el orden podía ser leído también como la represión y el
autoritarismo que permitían construir sociedades profundamente desiguales y excluyentes.
A partir de los años noventa creció a escala internacional un importante movimiento a favor
de la abolición de la deuda externa, ligado al ascenso del movimiento antiglobalización.
Desde entonces la abolición de la deuda ha estado presente en las actividades
del movimiento antiglobalización y en el Foro Social Mundial. En 2008, la autora y
activista Esther Vivas señaló que: “las protestas contra la deuda consiguieron algunos
avances, especialmente, en el terreno de lo simbólico y en la percepción que la
sociedad tenía de esta problemática. En los países acreedores, se difundieron las
causas y las consecuencias de su pago y los vínculos con la pobreza. Mientras que en
los países deudores, se puso énfasis en la responsabilidad de las instituciones
internacionales en la generación y el mantenimiento de esta deuda. Sin embargo, en el
terreno institucional, más allá de situar la cuestión de la deuda en la agenda política,
los cambios conseguidos fueron muy pocos."
BIBLIOGRAFIA:
http://cdiserver.mba-sil.edu.pe/mbapage/BoletinesElectronicos/Economia/Fosati.

http://www.hechohistorico.com.ar/Trabajos/Valores_Socioculturales/lecvmx003.html

http://www.monografias.com/trabajos6/ladeu/ladeu.shtml

http://historiaybiografias.com/deuda_externa/

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