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TITULO VI: DELITOS CONTRA LA CONFIANZA Y LA BUENA FE EN LOS NEGOCIOS

CAPITULO I: ATENTADOS CONTRA EL SISTEMA CREDITICIO

Podemos entender que la conducta incriminada en los referidos tipos penales es aquella en la
cual el deudor que oculta bienes o simula deudas para impedir que su acreedor pueda hacerse
cobro de la deuda encontramos que este tipo penal sanciona las conductas antes indicadas pero
no en cualquier situación, sino que estas conductas solo son sancionadas si son cometidas
dentro de un procedimiento concursal. Y es que este tipo penal solo sanciona aquellos actos
cometidos por el deudor dirigido a recortar su patrimonio y no dejar al acreedor cobrar su
acreencia pero siempre y cuando el deudor esté sometido a un procedimiento concursal.

I. ANTECEDENTES

Los antecedentes más remotos al sistema de crédito encuentran sus orígenes de acuerdos en
las ramas del Derecho Civil, tomadas luego por las especialidades del Derecho Comercial hasta
llegar a obtener naturaleza del derecho penal.

En las primeras etapas del Derecho Romano, las figuras jurídicas de la quiebra y la insolvencia
eran desarrolladas dentro del ámbito del derecho de obligaciones, mediante las leyes de las
XII Tablas lo que regula en el apartado de las garantías personales junto a las deudas
generadas. Así, el acreedor no satisfecho de la deuda, podía coger a su deudor y llevarlo a los
tribunales a fin de resolver su pago.

Esta institución es conocida bajo el nombre “actio manus iniectio”. La solución consistía en la
prisión del deudor por un tiempo de setenta días. Esto no era más que la prisión por deudas
que en la actualidad se encuentra diferente en todas las legislaciones. En dichos casos, la
garantía personal era tan lesiva que el deudor perdía su libertad convirtiéndose hasta en
esclavo de su acreedor. Esta excesiva forma de garantizar deudas dio lugar a un desacuerdo de
ideas, planteándose otro tipo de garantía, pero esta vez, tomando el patrimonio del deudor.
Ahora, interviene el jurisconsulto romano para ser él, el supervisor del embargo de los bienes
del deudor, a través de las disposiciones de la Lex Poetilia Papiria. Durante el Imperio Romano,
aparece el mecanismo de la “actio doli” que permitía la sustracción del patrimonio por medio
de operaciones maliciosas. Luego, tendría cabida la “bonarum benditio” que no era más que
una especie de ficción consistente en establecer por fallecido al deudor que no cumplía con
sus deudas, pasando de manera transitoria sus bienes a poder de su acreedor insatisfecho
hasta que se ejecute el remate público de los bienes, y así con el dinero conseguido, se logra
pagar las deudas a favor del acreedor.

La quiebra, como institución autónoma de las instituciones civilistas, aparece en las


legislaciones renacentistas de corte comercialista. En Italia tiene acogida en los Estatutos de
Venecia (1435), Génova (1498) y Boloña (1599).

Recién con el Derecho germánico, la quiebra y la insolvencia surge con presunciones delictivos
-patrimoniales- con la Constitución de la Carolina(leyes del Imperio Romano Germanico de
1532), donde el artículo 170° presenta una figura de irregularidad que contenía en su
estructura a la apropiación indebida y a la infidelidad.

En España, los Códigos penales de 1822, 1848, 1850 y 1870 presentan normas autoritarias para
los casos de insolvencia y quiebra fraudulenta, bajo la clásica “levantamiento”, y que el
vigente Código Penal de 1995 sigue manteniendo.
En cambio en nuestra legislación penal, el Código de 1863 tienen como fuente legislativa al
Código Penal español de 1850, acogiendo fórmulas sancionadoras para estos delitos en la
sección “De los Delitos contra la Propiedad particular”, específicamente, “De los deudores
punibles”. El Código Penal de 1924 presenta figuras delictivas de quiebra bajo el título “Delitos
en la quiebra y en las deudas” dentro de la sección VI “Delitos contra el patrimonio”. Las
fuentes legislativas para éste último título fueron los preceptos del Código Penal argentino de
1921 y del Anteproyecto Suizo de 1918. Sobre el desarrollo normativo anterior, actualmente el
Código Penal de 1991 mantiene las fórmulas delictivas en el Capítulo I, “Atentados contra el
Sistema crediticio”, dentro del Título VI “Delitos contra la confianza y la buena fe en los
negocios”. Durante la vigencia del actual código se han suscitado tres modificaciones
legislativas: la primera modificación dada por la décimo primera y segunda disposición final del
Decreto Legislativo 861, “Ley del Mercado de Valores”(LMV); la segunda modificación, por la
octava disposición final de la Ley 27146 “Ley del Fortalecimiento del Sistema de
Reestructuración Patrimonial” (LFSRP); y la tercera modificación efectuada por la primera
disposición transitoria y final de la Ley 27295, Ley modificatoria y complementaria del Texto
Único Ordenado de la Ley de Reestructuración Patrimonial.Es de gran importancia recalcar que
con la segunda modificación se producen alternativas rotundas para los delitos concursales. Se
cambia la denominación del Capítulo I, del Título IV que era “Quiebra” por “Atentado contra el
sistema crediticio”, con ello se varían las estructuras constitutivas de sus tipos penales,
dejando la denominación de delito de quiebra para llamarse ahora delitos de insolvencia
punible.

Si bien, las legislaciones que nos precedieron en materia penal, contrastaban a estos ilícitos
“delito de quiebra”, actualmente ya no se puede hablar con dicha propiedad ante el cambio
estructural de los tipos penales concursales. Menos podemos denominarlos delitos de
insolvencia o insolvencias punibles, como ya la doctrina española le asignaba como rúbrica,
esto en razón a que el tipo básico contempla la posibilidad de que el ilícito se consuma en el
ámbito de procedimiento distintos a la insolvencia, como lo es el procedimiento simplificado,
el concurso preventivo y el transitorio. Por lo tanto, en nuestra doctrina se ha acostumbrado
utilizar estas dos formas denominativas; pero, a excepción de la última, no son del todo
perfectas. Aún así, consideramos utilizar la denominación de insolvencia, porque en la mayoría
de los ilícitos ésta se presenta como un denominador en común, como un presupuesto de
hecho.

Existe insolvencia cuando el patrimonio del deudor resulta insuficiente para satisfacer las
obligaciones que se ha contraído con el acreedor o acreedores.

Es una situación de hecho donde “el importe de las obligaciones exigibles supera al de los
bienes y derechos realizables”. Lo cual se presenta como un desequilibrio patrimonial en el
cual se encuentra una persona, sea física o jurídica, y en el que el activo no es suficiente para
hacer frente al pasivo (8 ). La insolvencia descansa sobre un presupuesto inicial, que es una
relación jurídica obligacional, y en ella encontramos, por un lado, al acreedor como sujeto
activo de dicha relación, quien exige el cumplimiento del crédito; y por otro, el deudor como
sujeto pasivo, quien tiene que satisfacer la exigencia.

La quiebra es un estado jurídico en la que se da la declaración judicial de la situación de


insolvencia de la persona, sea física o jurídica. Con la declaración de la quiebra, se extingue el
patrimonio del deudor y se produce la incobrabilidad de las deudas.
II. EL BIEN JURIDICO TUTELADO Y EL PORQUE DE SU PROTECCION

El bien jurídico protegido por un lado es el sistema crediticio y por otro lado la buena fé o
la confianza como bienes jurídicos. Además como el derecho de crédito de los acreedores
afectados con estas conductas delictivas.

Por ello, en la doctrina se han dado diferentes objetos de protección, lo cual nosotros
identificamos dos como el verdadero objeto de protección.

a) La economía como bien jurídico.-

Se protege frente a insolvencia fraudulenta o culposa, se entiende entonces, como un objeto


jurídico colectivo a favor de la sociedad. Esta posición es celebrada por los mercantilistas de la
época. Es un delito contra la economía pública, pues que al alterarse los compromisos
contraídos por el quebrado, se perturba el calendario de compromisos de sus acreedores y
todo ello repercute negativamente dentro de la economía.

b) La confianza y la buena fe como bienes jurídicos.-

Todas las operaciones que realiza el dador crediticio se basan principalmente en la confianza
de que el deudor cumplirá y si no es así se vulnera no sólo la confianza, sino también la buena
fe del acreedor. Esto concierne a la inviolabilidad de la buena fe y de la lealtad que el acreedor
da hacia la persona que recibe dicho bien, lo cual este rompe todo tipo de confianza y buena fe
que se le ha otorgado.

El Estado tutela contra las acciones que prescinden del interés de los acreedores a una
satisfacción completa o en el más alto grado posible de sus pretensiones jurídico-patrimoniales

¿Por qué se deben proteger?

Porque se trata es proteger el aspecto patrimonial, partiendo del indicio de que se trata de
intereses de tal naturaleza que se ven afectados por el incumplimiento de su pago completo y
regular.

Es así que existen delitos de naturaleza patrimonial, en que el núcleo esencial de la conducta
típica está constituido por la frustración de las legítimas expectativas de un acreedor respecto
del cumplimiento de una obligación por parte del deudor. Entre estos últimos deben situarse
las distintas formas de insolvencia punible. Desde esta perspectiva, es fundamental que el
acreedor tenga garantizada la posibilidad, de exigir en caso de incumplimiento, la satisfacción
de su crédito con el patrimonio del deudor.

A partir de lo señalado el bien jurídico protegido en el delito de quiebra consistiría en el


derecho que tienen los acreedores a que se satisfaga sus créditos. La protección penal del
derecho de los acreedores a la satisfacción de sus créditos se convierte, por vía indirecta, en la
protección del derecho al ordenado pago de los mismos. Aparece, pues, como bien jurídico
protegido el correlativo derecho de los acreedores a ver satisfechos sus créditos no pagados.

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