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El 68, la tradición de la resistencia
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El 68, la tradición de la resistencia

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Este nuevo libro de Carlos Monsiváis es el iluminador relato de las semanas cuando, entre marchas, mítines, errores, sectarismos, proezas individuales y colectivas y tomas de conciencia, un movimiento no sólo estudiantil defiende los derechos humanos, prepara el advenimiento de la sociedad civil, amplía los horizontes culturales y le da forma a otr
LanguageEspañol
PublisherEdiciones Era
Release dateJun 20, 2020
ISBN9786074450767
El 68, la tradición de la resistencia
Author

Carlos Monsiváis

Desde muy joven colaboró en suplementos culturales y medios periodísticos mexicanos. Estudió en la Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Asistió al Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard en 1965. Gran parte de su trabajo lo publicó en periódicos, revistas, suplementos, semanarios y otro tipo de fuentes hemerográficas. Colaboró en diarios mexicanos como Novedades, El Día, Excélsior, Unomásuno, La Jornada, El Universal, Proceso, la revista Siempre!, Fractal, Eros, Personas, Nexos, Letras Libres, Este País, la Revista de la Universidad de México, entre otros. Fue editorialista de varios medios de comunicación.

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    El 68, la tradición de la resistencia - Carlos Monsiváis

    Culturas.

    Persistencia y transformaciones de la memoria

    I. TODO EMPEZÓ CON UNA BRONCA

    El 22 de julio, en la Plaza de La Ciudadela, dos pandillas delincuenciales, Los Arañas y Los Ciudadelos (más los alumnos de la escuela preparatoria Isaac Ochoterena), se enfrentan a los estudiantes de las Vocacionales 2 y 5 del Politécnico, ubicadas en La Ciudadela. Al día siguiente, el pleito se reinicia con intervención de preparatorianos y porros que agreden con palos y piedras a los politécnicos; más tarde, los de las Vocacionales atacan a los estudiantes de la Isaac Ochotorena y a ellos, a su vez, los atajan dos batallones de granaderos, que los persiguen hasta sus escuelas donde golpean a maestros y estudiantes. Breve intermedio: los granaderos salen de las Vocacionales adonde vuelven minutos después con un repertorio de macanazos y bombas lacrimógenas. Exasperados, los estudiantes se insurreccionan y, casi de la nada, se consiguen palos y un diluvio de piedras. De las diez de la mañana a la una de la tarde tres mil politécnicos riñen con cientos de granaderos, y oponen a la brutalidad policíaca el deseo de restablecer la justicia como se pueda. A los detenidos se les libera en unas cuantas horas, pero abundan los golpeados, entre ellos maestros.

    Semanas después el estudiante de Ciencias Marcelino Perelló hace comentarios muy acres: Los más indignados eran los politécnicos. Ellos no sabían qué querían. Realizaban mítines en las calles. Sus reuniones se caracterizaban por la indignación (Excélsior, 17 de septiembre). En un nivel, sí sabían lo que querían: no dejarse, y la indignación no es un mal principio organizativo.

    * * *

    La dirección de la Vocacional 5 afirma:

    Al retirarse los estudiantes se refugiaron en la Vocacional 5. Poco después, los granaderos irrumpen en el edificio golpeando a los jóvenes, hombres y mujeres indistintamente, pero fueron rechazados por todo el alumnado.

    Los transeúntes exigían a los enfurecidos granaderos que no agredieran a los estudiantes, a lo que respondieron con improperios y nuevos ataques (El Universal, 24 de julio).

    La cifra tan elevada de heridos y golpeados mantiene la indignación. Muy a su pesar, la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) le solicita al Departamento Central el permiso de una marcha de protesta, de La Ciudadela a la Plaza del Carrillón en el Casco de Santo Tomás. El exorcismo de mantas, pancartas y consignas, calculan la FNET y sus manejadores, disipará la cólera. Algo les falla en sus razonamientos: se olvidan de la extensa red de activismo de izquierda, de células del Partido Comunista, de la Juventud Comunista, del maoísmo, del espartaquismo y, lo primordial, del puro poder organizativo de la ira ante la impunidad. Esto último es lo determinante: en ese momento las organizaciones radicales no tienen en rigor influencia alguna, y los activistas escasean, pero en unas cuantas horas centuplican su ascendiente y su número. Véase el testimonio de Jaime García Reyes (en Pensar el 68):

    El 26 de julio de 1968, la marcha de la FNET para protestar tibiamente por la agresión de los granaderos en días anteriores, se les volteó en el Carrillón cuando los opositores de la FNET nos apoderamos del sonido que ellos mismos habían llevado. En ese momento pudimos contar con algunas fuerzas más y organizarnos. Salimos con la pretensión de ir hasta el Zócalo. Caminamos unas dos cuadras hasta la calle de Nogal o de Fresno, tomamos autobuses, nos bajamos en el Panteón de San Fernando y desde ahí iniciamos nuestra marcha independiente. En la Torre Latinoamericana coincidimos con una marcha que había organizado la CNED en apoyo a la Revolución Cubana. Ahí nos marcaron una línea para que ellos se dirigieran al Hemiciclo a Juárez y nosotros tuvimos que meternos por la calle de Madero. Casi llegando al Zócalo, en Palma, los granaderos nos hicieron sándwich. Nos pegaron a muchos, posteriormente se corrió la versión de que yo estaba conmocionado, pero sólo salimos golpeados, y nos reorganizamos; en el camino, algunos compañeros sacaron las alcantarillas, que antes eran de concreto, las estrellaron contra el piso y nos proveyeron de piedras.

    No recuerdo que hubiera piedras en los basureros. Nosotros hicimos las piedras con las alcantarillas. Desorganizados, llegamos al Hemiciclo a Juárez y en ese momento se dejó venir la policía civil, encabezada por el jefe policíaco Mendiolea Cerecero, con la idea de meterse entre nosotros, dar pequeños golpes y desbaratar la manifestación, pero en cuanto los tuvimos a tiro los apedreamos.

    Cualquier reexamen del Movimiento destaca lo apenas percibido entonces: las habilidades callejeras y la voluntad de resistencia de los politécnicos, considerablemente mayor que la de los universitarios, y de ningún modo surgida de un plan revolucionario. La primera rebeldía viene de los politécnicos, capaces de combinar, entre otros elementos, la rabia ante las arbitrariedades de la policía, el rencor social y el impulso de la marginalidad ciudadana que quiere dejar de serlo. Los hábitos belicosos no van más allá de lo usual, pero esta vez se originan en la resistencia que el presidente Díaz Ordaz considera el preámbulo de un levantamiento.

    26 de julio: a la salida de la Preparatoria

    La impunidad gubernamental, el dogma irrebatible. Al acentuarse el conflicto, las autoridades del IPN retroceden y lamentan los acontecimientos; la FNET, muy parecida a la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), oscila entre la bravata tímida y la aceptación rauda de las disculpas que la policía nunca entrega. Y el 26 de julio en la tarde coinciden la protesta y la conmemoración. La Confederación Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), de filiación comunista, celebra ritualmente el asalto al Cuartel Moncada en 1953, origen de la Revolución Cubana; simultáneamente, los politécnicos marchan hacia el Zócalo a denunciar los atropellos. En el Hemiciclo a Juárez, los comunistas reiteran sus consignas históricas (Fidel,/ Fidel,/ ¿qué tiene Fidel?/ que los americanos no pueden con él), apenas se atiende a los oradores y a su vertedero de incienso revolucionario. Del otro lado de La Alameda se expresan, con bastante más energía, los del Politécnico.

    De pronto, el salvajismo de generación espontánea. Cinco o seis conjuntos con aspecto de porros o de agentes judiciales, apedrean o rompen con varillas los aparadores de avenida Juárez, insultan y maltratan a los transeúntes, persiguen a los jóvenes. En la avenida San Juan de Letrán hay retenes policíacos y, para el que intenta pasar, la avenida Madero es otro foso del terror. Comercios y joyerías asaltados, vitrinas rotas, golpizas, y agentes que se ríen como festejando una proeza, la de probar con sus instrumentos de trabajo la fragilidad de los cuerpos ajenos. Aturden las sirenas de las ambulancias, los gritos de heridos y vapuleados, las amenazas policíacas. En la avenida 5 de Mayo la situación es más dramática. Los que pueden huyen hacia el Zócalo. Los agentes se multiplican. Nadie intenta el orden, ni se transmiten explicaciones. Varios recuerdan los cerros de zapatos perdidos en la corretiza.

    Cerca de las ocho de la noche, al salir de un festival, sobre los estudiantes de las Preparatorias 2 y 3 se vierte la furia policíaca. A San Ildefonso llegan los de la Vocacional 5 en solicitud de apoyo. Se tiende un cordón policíaco, y, como ya sucedió en la Plaza de la Ciudadela, los estudiantes no se dejan. Brotan o se aparecen montones de piedras. (En La estela de Tlatelolco, Raúl Álvarez Garín hace una precisión: los botes de basura de la Alameda y de los alrededores del Zócalo estaban llenos de piedras). El pleito dura cerca de cuatro horas, hay vehículos quemados o severamente dañados, barricadas que se improvisan con camiones, numerosos detenidos y cerca de quinientos heridos, entre ellos policías. Los estudiantes se refugian en San Ildefonso.

    26 de julio: las incursiones de la Guerra Fría

    Mientras tienen lugar los enfrentamientos violentos en el Zócalo, se detiene del 26 al 29 de julio a militantes del Partido Comunista y la policía ocupa sus oficinas. Se les arresta en el local del periódico La Voz de México, en algunos restaurantes que frecuentan, en la oficina del abogado Juan Manuel Gómez Gutiérrez, en sus casas o departamentos. No hay acusaciones específicas.

    En la noche del 26, se distribuye el boletín de la Jefatura de Policía. Actuaron, aclaran, porque José R. Cebreros, presidente de la FNET, solicitó la restauración del orden, y la captura de quienes estaban provocando esos actos, aunque se tratara de auténticos estudiantes. El 27, los politécnicos le dan una salida organizada a su radicalismo. El Comité de Lucha del IPN presenta su pliego petitorio:

    1. Desaparición de la FNET.

    2. Expulsión de los dirigentes de la misma y de seudoestudiantes priistas que son agentes del gobierno.

    3. Desaparición de los cuerpos represivos.

    30 de julio: Del bazucazo a favor de las instituciones

    El 28 de julio el Zócalo se ve espectral. En San Ildefonso, un grupo reducido de estudiantes se da ánimo y relata su triunfo, o lo que así califica. Les estimula no haberse dejado, y les atemoriza lo que sigue, aunque las autoridades universitarias –representadas por el doctor Alfonso Millán, de la Dirección de Servicios Sociales– los visitan y apoyan. Los jóvenes hablan sin tregua, con una mezcla de miedo y optimismo. Millán me comenta: Estos ya son distintos.

    En la madrugada del 30 de julio, soldados de línea de la Primera Zona Militar, comandados por el general José Hernández Toledo penetran en los edificios de San Ildefonso (donde se encuentran las preparatorias 1 y 3), en las preparatorias 2 y 5, y en la vocacional 5. Al convoy lo integran tanques ligeros, jeeps equipados con bazucas y cañones de 101 milímetros, y camiones transportadores de tropas. La tropa marcha a bayoneta calada. Ábrete Sésamo: un bazucazo destruye una puerta de San Ildefonso. Las notas de prensa dan alguna idea de lo ocurrido: La enfermería del plantel estaba tinta en sangre. Paredes, pisos, techos, mobiliario, puertas y ventanas fueron mudos testigos de los sangrientos hechos. Hay 125 detenidos.

    Prosigue la toma de la ciudad por etapas. Se ordena el cateo de las casas y departamentos alrededor de San Ildefonso. El Ejército se adueña de otros centros educativos. En la Vocacional 5 los estudiantes, antes de la entrada de la tropa, cantan el Himno Nacional. El Ejército se justifica: intervino a solicitud del Regente del Distrito Federal, general Alfonso Corona del Rosal, para resolver la situación planteada por los agitadores. Y a las 2:30 de la mañana, la puesta en escena alucinada del Exorcismo contra la Conjura. Citan a la conferencia de prensa el secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, el regente, el procurador general de la República Julio Sánchez Vargas y el procurador del D. F., Gilberto Suárez Torres. El cuarteto armoniza: La acción militar: 1. Fue razonable; 2. Sirvió a los intereses de la colectividad; y 3. Estuvo apegada a la ley.

    Como de costumbre, se anuncia el informe que nunca se entregará. El regente Corona del Rosal es un escribiente del Juicio Final: La filiación de los promotores del plan de agitación y subversión… se encuentra en la identidad de algunos de los detenidos y en la propaganda por ellos desplegada… En mi opinión se trata de elementos del Partido Comunista (varios de ellos detenidos esa noche). El secretario de Gobernación es un tanto contradictorio: Las medidas adoptadas se orientan a preservar la Autonomía Universitaria de los intereses mezquinos e ingenuos, muy ingenuos, que pretenden desviar el camino ascendente de la Revolución Mexicana.

    La indignación que suscita la imagen del soldado con la bazuca, se concentra por lo pronto en la fórmula legal a la que, si se ha de ser preciso, nadie consideraba. La importancia extrema concedida a la Autonomía Universitaria da noticia del registro muy escaso de la noción de derechos humanos y civiles.

    (En el número de la revista Por qué? del 12 de agosto, se notifica la muerte de seis estudiantes entre el 27 y 30 de julio: Pedro María Colín, José Richard Fuentes, Arturo Quiroz, una joven llamada María Elena de la Universidad La Salle, Emilio Ruiz y Federico de la O. El ejército informa de dos soldados heridos por la fuerza de la explosión que abre la puerta).

    II. DE LOS ANIVERSARIOS COMO OBLIGACIONES PUNTUALES

    A cuarenta años del Movimiento estudiantil de 1968, el consenso es definitivo: El 68 (el término que engloba al Movimiento, la matanza del 2 de octubre, la detención de los líderes estudiantiles, el linchamiento mediático, la conquista de la ciudad por las brigadas, la lucha por la memoria histórica, los mitos y las leyendas, la incorporación de la experiencia a los patrimonios familiares y colectivos) es el fenómeno más significativo de la historia de México en la segunda mitad del siglo XX. De acuerdo, la frase no es en sí misma esclarecedora, porque los sucesos de medio siglo no concursan, así se trate de un solo país, pero a medida que transcurren los años se observa el sentido radical del no dejarse.

    * * *

    Recuérdese tan sólo algunos elementos del país antes de 1968:

    –la omnipresencia de la desigualdad, el fenómeno más letal de la vida del país desde siempre,

    –el control casi absoluto del PRI,

    –las versiones despolitizadas de la modernidad,

    –la Guerra Fría (modelo estadounidense),

    –la explosión demográfica (con su aplastamiento de los valores comunitarios y su culto al individualismo),

    –las sensaciones de aislamiento y vida al margen de la metrópolis.

    * * *

    De 1968 a 2008, entre los fenómenos más decisivos, los siguientes:

    –el impulso del feminismo que no sin grandes trabajos modifica las jerarquías del comportamiento masculino y femenino,

    –las grandes concentraciones urbanas como signo del agotamiento del equilibrio clásico,

    –el peso formativo de la corrupción,

    –el derrumbamiento de las convicciones del PRI canjeado por sus enclaves feudales,

    –el narcotráfico (El Estado selectivo dentro del Estado confundido),

    –el cambio del vocabulario. (Ya no se dice haiga y dentro de poco quizá ya no se diga haya),

    –las represiones como aplazamientos quirúrgicos de los proceso democráticos,

    –la campaña del candidato de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y el cuantioso, jamás desmentido fraude que favorece a Carlos Salinas de Gortari (por desmentido no entiendo a las meras jactancias del grupo de Salinas, por lo demás sólo emitidas durante su gobierno),

    –la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994,

    –el asesinato del candidato del PRI Luis Donaldo Colosio en Tijuana (1994),

    –la derrota cultural interminable de la derecha (el clero católico y el Partido Acción Nacional),

    –el triunfo de Vicente Fox en 2000, con el añadido de un Presidente que lo que supo del cargo nunca se lo informó a sí mismo,

    –el incremento de la tolerancia, un valor civilizatorio primordial,

    –el avance del concepto derechos humanos, con su agregado de Organizaciones Gubernamentales y civiles, y con las denuncias interminables contra quienes las violan,

    –el avance de la diversidad (los derechos de las minorías, la despenalización del aborto en la Ciudad de México),

    –el intento de desafuero del Jefe de Gobierno del D. F. Andrés Manuel López Obrador, las campañas de odio de la derecha contra AMLO, las elecciones de 2006 y la operación fraudulenta que beneficia al PAN,

    –el debate sobre los recursos energéticos.

    * * *

    No obstante el gran número de situaciones muy relevantes en la segunda mitad del siglo XX mexicano, el 68 no abandona su centralidad, al poner de realce temas y movimientos de primer orden, al incorporar cambios y luchas culturales y políticas, y al ser un gran cambio en sí mismo, por ejemplo, en la izquierda que anochece stalinista y amanece con discos de rock y mariguana (parte de los jóvenes conservadores también), la resistencia al autoritarismo que se jacta de su irracionalidad, el desarrollo de los derechos humanos, el valor concedido a los procesos democráticos y los desengaños y éxitos parciales consiguientes…

    * * *

    La memoria histórica

    Durante sus 71 años sin reposo, el régimen priista no corre riesgos. Entre otras cosas, la desinformación suele ser el recelo ante el cúmulo de experiencias: ¿Cómo voy a saber lo que pasó durante la represión si nada más estuve presente y no he leído nada que lo confirme? ¿Lo habré soñado?. (Revísese la descripción de la matanza en Macondo en Cien años de soledad). Se equipara el desgaste normal de las protestas con el olvido moral, y se incorpora a demasiados disidentes: Sí, no creas que no me acuerdo de mi época militante, pero tengo familia y no quiero repartir volantes hasta que me muera. Se domestica o se anula a la historiografía oficial y una prueba categórica al respecto es durante el gobierno de Salinas de Gortari con Ernesto Zedillo de secretario de Educación Pública, el intento de un nuevo Libro de Texto Gratuito que trata oblicuamente el 2 de octubre y alude al papel represor del Ejército nacional. La Secretaría de la Defensa se inconforma, el Libro de Texto se retira y se recicla, lo que un tanto mentirosamente niega Zedillo en el debate de los candidatos presidenciales en 1994.

    En un paisaje histórico muy complejo, el 68 continúa siendo relevante en grado sumo al exhibir a fondo el autoritarismo, al fundar la práctica de la democracia en el respeto a los derechos humanos y civiles, y al incorporar dramáticamente a una generación a las vivencias demoledoras de la nación.

    III. EL PASADO ES OTRO PAÍS, Y ALLÍ NO SE PAGAN IMPUESTOS

    ¿Qué nos incumbe del pasado? O, quizás más precisamente: ¿qué del pasado se ha permitido que sea de nuestra incumbencia? En el siglo XX mexicano prevalece el afán por controlar (seleccionar) ese alud de documentos, imágenes, testimonios y recuerdos, del que se pretende borrar el criterio ético, el rechazo de los actos ilegales de gobierno y los saqueos de la oligarquía.

    Extirpar los depósitos humanistas de una sociedad es maniobra más y menos deliberada de lo que parece. A los gobiernos del PRI y de la modernidad les tienen sin cuidado las actitudes cívicas, sólo quieren deshacerse del enfado de la disidencia y hacer de la amnesia inducida otro instrumento de coerción. Y en 1968 es casi impecable su eliminación de pruebas, que incluye:

    –el control de los medios informativos mediante la compra de directores y reporteros, el intercambio de favores, las intimidaciones, el chantaje de la adquisición del papel a través de Pipsa, las concesiones en radio y televisión y la presión de los anunciantes.

    –el ocultamiento de los hechos represivos y del conteo de cadáveres en las represiones. Falsificados los golpes a la estabilidad, se promueven campañas de apoyo al gobierno, se ordena la producción industrial de artículos a cargo de analistas sesudos y seriamente comprometidos con México, se denuncia al enemigo en casa y se alaba las acciones represivas del gobierno. ¡Se salvó la Patria!.

    –la culpabilización de las víctimas. Ellos –en el caso de las manifestaciones pacíficas disueltas con furia – han provocado a la policía, a los soldados, al régimen; han vociferado en la calle: ¡Muera el Buen Gobierno!, han rehusado la mano tendida generosamente por el Señor Presidente, el Señor Gobernador, el Señor Alcalde; han puesto en peligro la paz de la Nación.

    –ya no es posible el envío de las noticias de las represiones a lo más fantasmal de las páginas de diarios y revistas, aunque sí hay censura férrea en radio y televisión. Esta inercia del aquí no pasa nada es histórica. Antes, apenas merecen unos cuantos comentarios la matanza de obreros de una fábrica de municiones casi frente a la residencia presidencial de Los Pinos y la victimación de cientos de militantes sinarquistas en una concentración en León (gobierno de Manuel Ávila Camacho); la embestida policíaca y militar del 7 de julio de 1952 en la Alameda Central y alrededores contra centenares de partidarios de Miguel Henríquez Guzmán (gobierno de Miguel

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