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“LA REVOLUCIÓN
DE MAYO
Y LA UNIDAD
HISPANOAMERICANA”
LA VUELTA DE ARTIGAS
¿Que nos viene a decir aquí José María Rosa?. ¿Qué nos anuncia?: la vuelta de Artigas, el
retorno del primer caudillo nacional, a quien nuestros pueblos, a través de la lucha de liberación
latinoamericana, rescatarán para siempre, para nuestro futuro, de su éxodo.
Y así tenía que ser, así será y haremos que sea. ¿Quién puede rescatar a Artigas sino el pueblo?
¿Qué otro puede lograr que Artigas preste oídos desde su reclusión? ¿Puede volver, en su ley, de
otra manera? Así lo quiso voluntariamente – sordo a los requerimientos de retorno del gobierno
uruguayo – y quedó aferrado treinta años a la vida de muerto del destierro en sus selvas
paraguayas, los treinta años más pobres, heroicos y mudos; victima y testigo insobornable de la
frustración de la unidad nacional. Por eso Artigas sólo retoma vigencia por la empresa de unidad
nacional y popular latinoamericanas.
Recién ahora el exilio de Artigas está tocando su fin. Una cosa remota, un drama que nos
enseñaron como concluso, José María Rosa – aunque no lo formula extensamente, viene a
decirnos que no, que todavía no tuvo desenlace y que es esta nuestra tarea. Un drama del ayer que
se trasmuta en fuerza y justicia de nuestra esperanza.
Su recuerdo – y recuerdo es repasar el corazón de nuestra vida – será cada vez más presencia. Y
ella nos pone de lleno en el centro de la actualidad rioplatense, en una dualidad cuyos términos se
encuentran en guerra: por un lado la ausencia de una política nacional, por otro la emergencia
avasallante de la conciencia histórica nacional. Esa es nuestra crisis de hoy: la contradicción entre
la supervivencia de una política antinacional ascendente. Nuestra tragedia y asfixia reside en esa
contradicción aún no resuelta. Una conciencia histórica eminentemente popular que todavía no se
ha hecho política vigente. Una conciencia ahistórica impuesta por la oligarquía y el imperialismo,
en declinación, delgada y anémica, que todavía es política. Claro que ese desencuentro entre
conciencia nacional y política oficial tiene mucho mayor intensidad en Argentina que en
Uruguay, pero no tengo duda, dentro de poco emparejaremos todo.
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Tenemos, pues, los términos el conflicto, la batalla entre conciencia histórica popular que no
genera la política total, y una política que ha perdido pie en los estratos de la creencia colectiva y
aparece hoy retrospectivamente al desnudo, tal como fue: minoritaria, oligárquica, antinacional,
desde su origen mismo Si, como anota Rosa, “la historia es el alma de los puebles”, nos
encontramos que habíamos perdido el alma. Porque la dependencia de un pueblo, la
balcanización, es derrota, es quedar forzado a una historia que hacen otros, es una pavorosa
alineación colectiva padeciendo la historia desde fuera, desviviéndonos. Tal nuestra desgracia, la
de Latinoamérica entera: más que vivir hemos desvivido.
Historia desvivida es la que sólo cuenta con martirios (se entiende que hablo en términos
políticos y no religiosos). Historia desvivida es la que encuentra en la revista Sur su expresión.
Alienarse es desvivir, alienarse es exilio y éxodo. ¿Dónde se nos fue el alma? Y aquí nuestra gran
paradoja: los destierros y muertes de San Martín, Artigas, Bolívar, Rosas, Solano López,
Facundo, El Chacho y tantos otros, ¿fué de ellos o nuestro? ¿Quién se exiló, Artigas o el
Uruguay? ¿San Martín o Argentina? Una vez dije que nuestra historia era una "dialéctica de los
destierros”, de los que partían y los que quedaban, de vencedores y vencidos. Y todo ello
agravado porque los hombres que encarnaron lo nacional fueron dos veces muertos, pues es
sabido la historia la escriben los vencedores, en este caso sus socios nativos. A unos los mataron
enterrándolos en una presunta "barbaríe”, a otros los tergiversaron y les admitieron una gloria
falsa. Esto fue una obra conciente, sistemática, realizada por la oligarquía en especial a través de
su más lúcido representante que fue Mitre. El mismo decía, que “historiar es gobernar”, y nos
legó la más acabada interpretación antinacional de nuestra historia, que todavía obnibula al
pueblo en las aulas..., aunque no en la calle.
El creciente poderío popular, su necesidad imperiosa de hacer de una vez la historia por si y
para si, esta produciendo la destrucción de la engolada historia oficial. La fuerza del pueblo –
que agudiza las contradicciones de la oligarquía y hace reducir su propia ideología a retórica
acudiendo sólo a los resortes de la coacción – le hace ver cada vez más claro, y por ello surge el
revisionismo histórico como autoliberación de la vieja y mentida historia que servía para
amansarlo y extraviarlo. José María Rasa nos recuerda que “la historia no es erudición sino hacer
político”, y define por ende con justeza al revisionismo. ”¿Que se propone el revisionismo?
¿Esencialmente quebrar el coloniaje?". Así, el revisionismo significa la primicia del triunfo de
una política nacional. Luego, realzado, habrá cumplido su objeto y se habrá, derogado como
“revisionismo”, haciéndose uno solo con la política concreta de los pueblos libres.
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oprimidos, se abre el tránsito de los Estados Parroquiales, hijos de la balcanización, hacia el
estado Nacional Latinoamericano.
Siempre he negado que Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Méjico, etcétera etcétera,
etcétera, constituyan Estados Nacionales. ¡De ninguna manera! A Miguel de Unamuno le
recordábamos bien a los Estados – ciudad de la antigua Grecia. Somos una multitud de Estados
dependientes y una sola Nación, y la independencia será el magno proceso hacia la integración
federal del Estado Nacional Latinoamericano.
Como es lógico, el revisionismo histórico ha tomado impulso – dentro del área balcanizada – en
las zonas que más se asemejan a una Nación. Por ejemplo: Argentina, pero esto tiene sus peligros.
El creer que Argentina es una Nación, justamente por ser un fragmento latinoamericano con más
volumen que otros, ¡imaginación espacial!, le puede llevar a una perseverancia en una visión
parroquial, de campanario, de nuestro verdadero ser nacional. La lucha contra el coloniaje exige
ir a los fundamentos mismos, a no quedarse a mitad de camino. De ahí que debemos superar el
encierro de los Estados Parroquiales, que ha rebajado a los precursores y héroes auténticamente
nacionales a su propia estrechez.
Artigas ha sido siempre uno de los más reacios a tal reducción y por ello él es de modo
eminente la medida de la madurez de la conciencia nacional en el Río de la Plata.
Artigas fue el centro de la lucha nacional en el Río, de la Plata en la segunda década del siglo
XIX. Baste un hecho elocuente, que relata Zum Felde: en 1883 el senado uruguayo dispuso la
erección de una estatua a Artigas y, en lugar de la inscripción proyectada que decía: “La patria
agradecida, al fundador de la nacionalidad Oriental del Uruguay", la comisión senatorial
estableció en su informe, aprobado por el alto cuerpo: "El general Artigas está reputado como la
personalidad política más levantada de nuestro país. Pero la inscripción no armoniza con la
tendencia del Prócer a propósito de la Confederación, a favor de la cual luchó hasta que abandonó
el suelo de la Patria”. Por lo cual se resolvió inscribir simplemente el nombre de Artigas al frente
del monumento.
Con Artigas, el revisionismo histórico argentino rompe con las ataduras parroquiales para tomar
una ruta verdaderamente nacional, superando los límites intelectuales de la balcanización. Son, si,
varios historiadores argentinos que se aproximan cada vez más a la comprensión de Artigas.
Podría citar a Federico Ibarguren, Rodolfo Puigros, Ernesto Palacio y otros. Pero, en honor a la
verdad, el que más lejos está llegando es José María Rosa, y es por ello que para mi uruguayo y
nacionalista hasta los tuétanos, es honra escribir estas líneas introductorias. Lo que puedo
expresar es la seguridad, la confianza, que esta conferencia, este ensayo, de José María Rosa, sea
el preanuncio de un gran libro. Sé que ahora el tiempo corre distinto a cuando Mitre quiso – en
plena juventud – hacer su primera obra sobre José Artigas y se le quedó en el tintero. Artigas era
materia resistente, y no le sirvió para sus fines. Si Mitre no pudo con Artigas si puede José María
Rosa.
Y para terminar estas reflexione: ya demasiado largas, quiero dejar expreso mi agradecimiento a
la Fundación Raúl Scalabrini Ortiz por haberme brindado su hospitalidad. Y permitirme en cierto
modo una reparación. Lo cierto es que Scalabrini Ortiz fue un desconocido en mi patria. Sobre él
sólo se escribió su necrológica. Tuvo, empero, una pequeña legión de fíeles, que mucho le deben.
Y el signo de mi tierra es que, día a día, la vida luminosa de Scalabrini Ortiz ensanche su
memoria. Nosotros también, por Artigas, somos hijos del hombre que esta solo y espera.
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ALBERTO METHOL FERRÉ
Evoco esta tarde a Artigas en tierra oriental. Lo hago como argentino, y seria una frase hueca
decir que lo hago en desagravio por la torpeza como trataron al prócer Mitre y López, No la hago
en desagravio de Artigas, que no necesita ese desagravio. Lo hago como reivindicación de un
argentino a una figura que es nuestra tanto como de vosotros: pues Artigas pertenece a ambas
orillas del Plata. Es más: pertenece, por sus ideales políticos, por su acción, por su temple, a la
América Hispana entera.
La Revolución llega con Artigas: en 1811 hay una insurrección de masas rurales; hay un
aliento de democracia, hay turbulencias de un pueblo entero conmovido. Aquí se habla por
primera vez de "independencia absoluta" por que el pueblo y el caudillo dan la tónica del
movimiento. Los señores de la “clase principal” están inquietos y no saben porqué: no saben si
su inquietud se calma con constituciones liberales, o con junta como en España que
gobiernen a nombre de Fernando VII. Es el pueblo quien sabe adonde va, y es el caudillo del
pueblo. De allí que hable de Artigas como el primer revolucionario del Plata.
EL CAUDILLO
Artigas es un caudillo. Eso se ha dicho en sentido peyorativo por los liberales. Un “caudillo” es
algo que no se encuentra en los libros de derecho constitucional comparado; porque los libros de
derecho constitucional comparado han sido escritos para sistemas donde gobierna y detenta los
privilegios una sola clase de la población. Gobiernan consejos o asamblea en público, y logias en
secreto. Yo hay jefes, no puede haberlos: el "jefe” es la negación de los intereses particulares. Y
Artigas es un “caudillo”, un “jefe" porque su gobierno es popular: la sola manera que tienen los
pueblos de gobernar. El caudillo es la multitud misma, por ella habla y gesticula el pueblo: lo
“representa” porque sabe interpretarlo, lo conduce, porque tiene sensibilidad para
comprenderlo.
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LA OLIGARQUÍA Y EL IMPERIALISMO
Mis palabras tal vez chocarán a algunos porque pertenezco a la escuela revisionista de la
historia Argentina, que bien puede llamarse de la historia latinoamericana ¿Que es el
“revisionismo histórico? Ante todo es emplear el método histórico en la investigación del pasado:
reconstruir los hechos lo más aproximadamente posible a su veracidad. Y enseñar públicamente
esa verdad: en la escuela, en los colegios, en la universidad. Y si no se puede allí, en
conferencias, en plazas públicas: porque nuestra auténtica historia ha sido escamoteada
deliberadamente por la oligarquía para mantenernos en un estado de mediatización colonial para
ser colonias pacíficas y tranquilas. La historia es el alma de los pueblos, y se nos ha querido
quitar el alma para que no seamos jamás un pueblo.
SIGNIFICADO DE ARTIGAS
INDEPENDENCIA
Quiero leer con vosotros unos párrafos de la Oración de abril remitida el 5 de abril de 1813 por
Artigas al congreso de la Provincia Oriental. Es el reconocimiento de la supremacía del pueblo.
Artigas es el Jefe de los Orientales por reconocimiento implícito de los suyos, y confirmado en
1811 al iniciarse el Éxodo en octubre de 1811. Pero devuelve esa autoridad en abril de 1813, al
Congreso porque “los pueblos deben ser libres”: porque él se inclina ante el “voto sagrado de
la voluntad general". Solamente un Caudillo puede hablar así; un caudillo que sabe al
pueblo por encima suyo.
Yo encuentro que la esencia política del artiguismo es el "sufragio universal”. Como quiso
establecerlo por el Reglamento de 1815, como lo establecieron en sus constituciones o estatutos
de los Pueblos Libres creados por él de Santa Fe y de Entre Ríos. Y eso no lo tomó de Payne
ni de ninguna parte: porque en tiempos de Artigas no había sufragio universal en Estados
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Unidos, ni en Francia, ni en Inglaterra, Lo había sí en la provincia Oriental, en Entre Ríos, Santa
Fe y en Corrientes.
¿De dónde sale el “sufragio universal’, que podemos llamar la institución básica política
del Plata? Sale de la milicia; es decir de la formación de todos los hombres en edad de llevar
armas con la obligación de defender su municipio. Cuando el pueblo irrumpe en la historia
del Plata lo hace formando en milicias comandado por su Jefe o caudillo (así se llame al jefe
de las milicias en las antiguas leyes españolas). Elige en la plaza a este caudillo y le da los
poderes suficientes para defender a la comunidad. “El primer derecho y deber del pueblo es
elegir un Caudillo” dice el Estatuto de Santa Fe de 1819 dado por Estanislao López, cuando
Santa Fe era un “Pueblo Libre” federado a la Liga de la Purificación. Que el caudillo tuviera
todos los poderes, que mandara el ejercito, dictara las leyes por su cuenta, y conciencia, o hiciere
justicia en definitiva apelación les puede horrorizar a muchos; pero a mí me gusta que el caudillo
fuese emanación del pueblo y pudiera hacer todo eso mientras interpretara al pueblo; es decir que
fuera el mismo pueblo gobernando. Después de 1819 la provincia de Santa Fe habrá tenido
muchas constituciones muy perfectas, con sus poderes divididos y reglamentados. Pero me temo
que nunca estuvo el pueblo tan presente como en 1819.
ARTIGAS Y EL FEDERALISMO
Artigas es el creador del federalismo argentino. Al decir “creador” no quiero decir que lo
inventara éL Pero tuvo el acierto de encontrarlo en el fondo de los viejos cabildos indianos;
y lo hizo realidad de la conducción política de la Revolución.
¿Cuál era la Patria de Artigas? ¿Era solamente su amada, provincia, su “patria chica” por la
que tanto luchó? ¿Era la Liga de los Pueblos Libres? ¿Eran las provincias Unidas del Plata?
Sí. Todo eso, y algo más también. Artigas era oriental y por ser muy oriental era muy
argentino. (no hablo de “argentino” como sinónimo de porteño, y pido que se me entienda;
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argento es el habitante de las provincias del Plata como lo dice la etimología). Pero no se
detenía allí su idea de patria: por ser muy argentino era muy americano, muy
hispanoamericano.
Para él su patria era la unión de todas las porciones de América Española. Unirán en un
mismo Estado o Confederación de Estados, o una misma fraternidad, que para el caso es lo
mismo. Lo importante no es lo formal, sino lo esencial: que haya conciencia de unidad de
origen y unidad de destino.
Habla de su éxodo. Es una hazaña gigante: “yo llegaré muy en breve a mi destino con este
pueblo de héroes” dice. Pero no la considera patrimonio oriental solamente; no ha hecho sino
repetir el éxodo de La Paz en 1809. Primer manifestación de solidaridad americana
Hay más. Pide la ayuda paraguaya porque Asunción se defiende a sí misma defendiendo a los
orientales. "Fuera cual fuere la suerte de la Banda Oriental, deberá trasmitirse hasta esa parte del
norte de nuestra América”. La guerra de la independencia era una sola.
Yo les llamo la atención sobre la fecha de este documento: 7 de diciembre de 1811. Ocurre un
año antes que Bolívar hiciera su conocido manifiesto de Cartagena – como lo recalcara el profesor
oriental Petit Muñoz – solicitando la ayuda de Nueva Granada para a recuperar Caracas. Porque la
defensa de Nueva Granada estaba más allá de sus límites formales. La América española era una
sola, pese a sus límites administrativos.
EL FRACASO DE ARTIGAS
Artigas no triunfó. Tuvo poderosos enemigos que acabaron por arrojarlo fuera de su Banda
Oriental, vencido. No son esos enemigos ni Francisco Ramírez, ni Otorgués, ni los directoriales
de Buenos Aires que engañaron a Ramírez con el inicuo tratado del Pilar. Artigas no triunfó
porque no había llegado su hora: porque se había adelantado a su Hora. Porque la unidad de
América hispana con gobiernos populares (sola manera de lograr esa unidad) no se podía
hacer ante un enemigo tan poderoso como era Inglaterra entonces. Y con una oligarquía
fuerte y sin desmantelar adentro.
Después de Cepeda, el 1º de febrero de 1820, Artigas debió entrar en Buenos Aires y extender
los Pueblos Libres por todo el territorio occidental; Con los recursos de Buenos Aires, arrojar de
la Banda Oriental a los portugueses; y erigirse él desde Buenos Aires (al fin y al cabo centro
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geográfico del Plata) en Jefe o Protector de la agrandada federación. Ayudar a San Martín y
tenderle la mano a Bolívar, Otra seria la historia americana entonces.
Pero no fué así. Ocurrió (culpa de los de afuera más que de José Miguel Carrera, o de la logia
porteña, o de las ambiciones de Ramirez) la baja traición del Pilar y se eliminó a Artigas y a la
Provincia Oriental de la argentinidad. Es decir se le eliminó la posibilidad de integrar la unión
Hispanoamericana.
Artigas se fue y no volvió más. Pero dejó su espíritu en ambas márgenes del Plata. Los 33
tomaron el sentido heroico del artiguismo para defender la “patria chica”, y Juan Manuel de
Rosas tomó el espíritu de Artigas para reconstruir la Confederación.
ARTIGAS Y ROSAS
Acerco las figuras de Artigas y Rosas, que para algunos parecerá herejía, Artigas tiene estatua
y Rosas aún no. Pero Rosas, para mi, fue el continuador de Artigas.
Han creído en una prepotencia de Buenos Aires sobre el Plata. No fue así. Rosas quería.
la unidad del Plata, y algo más que la unidad del Plata: la unidad hispanoamericana. Pero
la quería como Artigas a base de una propia decisión de los pueblos, sin prepotencias
inconducentes por una política de mutuo respeto y común defensa. Esa unidad tal vez no
llegaría a asumir la forma de una Confederación o de un Estado Federal, sino de una
“fraternidad”. Eso bastaba, la fraternidad sellada con sangre entre argentinos y orientales cuando
las intervenciones extranjeras de 1838 a 1850 mostraba con elocuencia el común destino de
ambos.
Para muchos, la palabra “Rosas" es mala palabra. Es que Rosas – como Artigas – han
sido muy calumniados.
La calumnia que encuentra eco en la gente de mentalidad colonial. O en los interesados
en mantener el orden colonial bajo un manto de sonoras palabras.
Pero yo quiero recordar a vosotros, aquí y sean estas mis últimas palabras, dos títulos de
gratitud de la Banda Oriental hacia Rosas. No hablo de las intervenciones, ni del sitio, ni de la
invasión brasileña de 1851 y los inicuos tratados de octubre de ese año donde siempre se
encuentra a Rosas junto a los orientales. Hablo de otras cosas, generalmente ignoradas.
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La primera es la intervención de Rosas en la expedición de los Treinta y Tres Orientales. La
preparó visitando la Banda Oriental con el pretexto de la compra de unos campos, como era un
estanciero que no intervenía aparentemente en política, los portugueses lo dejaron recorrer la
tierra. Hablo, con los jefes artiguistas y les anunció el arribo a la playa de la Agraciada. Y después
él, junto con otros, financió la expedición de Lavalleja y Oribe.
La segunda es la actitud de Rosas ante el tratado proyectado por Brasil el 24 de marzo de 1843.
Brasil le entrega allí prácticamente el dominio de la Banda Oriental a condición de la ayuda de
Rosas para concluir con la, revolución independiente de Río Grande.
Aquellos que creen que Rosas tenía “ambiciones territoriales argentinas” no pueden
comprender porqué Rosas rechazó ese tratado. Que lo venía a salvar de la intervención
anglo-francesa (que no se haría si Brasil y la Confederación presentaban un bloque unido),
y le daría a la Banda Oriental.
Es que Rosas era mucho más ambicioso que eso. No quería dominarla con prepotencias,
quería por propia y decidida voluntad de todos llegar a una unidad definitiva Haría la
unidad americana como hizo la unidad Argentina: sin dominio de Buenos Aires sobre el
interior, en perfecta igualdad las provincias, hasta quitando privilegios de Buenos Aires
(como el librecambio que obstaban al desarrollo de la economía del interior).
Porque Rosas, estanciero porteño, no gobernó para los estancieros ni para Buenos Aires; sino
para una América libre de dominios foráneos y unida por gobiernos populares.
No triunfó, como no triunfó Rosas, pero nos dejaron la lección que hemos de recoger en este
siglo. Siglo de nacionalidades, donde se baten en retirada los imperialismos y sus servidores
conscientes e inconscientes, con su fárrago de palabras huecas y de esquemas falsos.
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