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Que tan factible sería crear una biosfera dentro de una cúpula?

La vida terrestre (animal, vegetal, humana, mineral) es un fenómeno maravilloso que, si bien ha
logrado ser explicada por la ciencia, en cierto punto excede esos mecanismos entre moléculas, átomos
y todas las aleaciones y combinaciones posibles. ¿Acaso no es algo pretencioso pensar que el
raciocinio de la humanidad moderna ha llegado a descifrar el misterio de la vida casi en su totalidad?
¿Acaso no es demasiado egocéntrico asumir que la inteligencia del homo sapiens puede llegar a
lograrlo alguna vez así sea con la ayuda de una compleja máquina?

el inglés David Latimer, en las Pascuas de 1960, se dispuso a hacer un experimento por pura curiosidad:
tomó un botellón muy grande de vidrio, colocó dentro tierra, una planta, la regó, cerró la botella y la
dejó al sol. En 1972 le puso agua por última vez y la dejó bien sellada. Este es el resultado:

Un pequeño misterio de la vida ya había comenzado: la planta dentro había comenzado su propio
ecosistema y lo único que no podía faltarle eran los rayos del sol. Del resto el mismo vegetal junto con
el agua, el suelo y las bacterias habían generado las condiciones ideales para seguir reproduciéndose
sin interrupción por 53 años, sin la ayuda del hombre.

La planta sobrevivió en ese botellón y creció para ocupar cada rincón del mismo, ayudándose de aire,
nutrientes y agua reciclada al 100%. Los especialistas en botánica entienden que de esta misma
manera deben de haberse comportado los especímenes pioneros en nuestro planeta. Es increíble que
todo ese oasis verde no haya demandado, en el medio siglo de existencia que tiene, mucho tiempo
de parte de su dueño. Es que hace 4 décadas que permanece cerrada herméticamente sin contacto
alguno con el mundo exterior.

La especie dentro de la botella se llama Tradescantia y se ha convertido, para asombro del mismo
Latimer que ya cumplió 80 años, en una compañera de vida. El hombre cuenta que la botella está a
una corta distancia de la ventana para recibir el sol, y que va girándola cada tanto para que la luz le
dé a todas las hojas por igual y pueda crecer pareja. Sin necesidad de podarla ni regarla, esta planta
es la definición perfecta de “bajo mantenimiento”.
La fotosíntesis está garantiza y por eso, a pesar de estar apartada del mundo, el oxígeno y la humedad
en el aire son auto provistos por ella misma. De hecho, la humedad aumenta hasta “llover” y regar el
mundo vegetal intra muros.

La planta ha creado su propio ecosistema en miniatura, es el ciclo perfecto de la vida. Con las hojas
muertas que van cayendo a la parte inferior de la botella, se crea el dióxido de carbono también
necesario para la fotosíntesis y los nutrientes que absorbe a través de sus raíces.

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