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1.- Definición:
Movimiento político, social, cutural y económico basado tanto en la toma de
conciencia del colectivo de las mujeres sobre su propia identidad y la opresión que,
históricamente, se ha operado sobre ellas, como en las consecuencias en todos los niveles
que la toma de conciencia implica.
Dejando dicho que el primer texto que algunis críticos consideran feminista es
“Medea”, de Eurípides, y que contamos con el trabajo aislado de Christine de Pizán (Espejo
de la ciudad de las damas), y de Hildegarda de Bingen; consideramos que el Feminismo
como tal parte del cambio de tono de los escritos en torno a la situación de la mujer. Hasta
el final del siglo XVIII, las mujeres podían reclamar o denunciar, sin ser tenidas jamás en
cuenta. Tras la Revolución de 1789, escribieron cuadernos de quejas, denuncias o reclamas
en forma de “Memorial de agravios”, que no fueron contemplados por los destinatarios
institucionales de la Asamblea.
En 1848 tiene lugar en Nueva York la Convención de Seneca Falls, donde por
primera vez en la historia, un gran número de ponentes y espectadores se reunieron para
tratar los derechos de las mujeres. El documento final, fue firmado por más de cien
activistas.
El primer hito de esta ola es la publicación en 1949 del texto fundacional del
feminismo “El segundo sexo”, de Simone de Beauvoir, filósofa de la corriente
existencialista, que marcó el signo de este tiempo.
Las mujeres tuvieron que asumir el papel laboral de los hombres destinados a la
contienda bélica entre los años 39 al 45 del siglo XX. Ocuparon casi la totalidad de los
puestos y categorías de trabajos (albañiles, campesinas, soldadoras, mecánicos...),
accedieron a estudios universitarios, e incluso, en EEUU, ocuparon los papeles de los
hombres en el sector de ocio y deportes (ligas de béisbol, fútbol americano, etc.).
Al finalizar la contienda, el regreso de los hombres no generó una paridad con la presencia
ganada en dichos ámbitos, sino que las mujeres se replegaron a los hogares, a la esfera
privada, como si nada hubiera sucedido.
Nada, no: algo había cambiado. Las mujeres ya sabían de sus capacidades y el regreso al
hogar supuso un retroceso traumático. Se inició un clima de idealización de la figura
femenina, el hogar la belleza física y el nuevo entorno que la esfera privada presenta con
los electrodomésticos y comodidades técnicas, destinadas a hacer “más cómoda” la vida. La
recuperación de la mujer para su entorno propio de género, acarreó un sentimiento de
minusvalía y descontento, tanto más peligroso, cuanto que es invisible e inconfesable,
tanto como la violencia de género que se esconde en las casas.
Betty Friedan, que sufre todo lo anterior, publica en el año 1963 “La mística de la
feminidad”, (premio Pulitzer 1964) a partir de entrevistas con mujeres de diferentes
extracciones:
“existía una extraña discrepancia entre la realidad de nuestras vidas como mujeres y la imagen a
la que intentábamos ajustarnos, la imagen que denominé la “mística de la feminidad” […]. La
mística femenina no es más que una forma de la sociedad de embaucar a las mujeres,
vendiéndoles una serie de bienes que las dejan vacías, padeciendo “del problema que no tiene
nombre” y buscando una solución en los tranquilizantes y el psicoanálisis. Una mujer debe poder
decir, y no sentirse culpable al hacerlo, “¿Quién soy? y ¿Qué quiero hacer en mi vida?” No se debe
sentir como una persona egoísta y neurótica si quiere alcanzar metas propias, que no estén
relacionadas con su esposo e hijos”.
En el año 1966 funda el NOW (National Organization for Women), al que siguen
otras asociaciones para defender los derechos políticos de las mujeres, e incluso el aborto
libre.
El activismo y la agrupación de las mujeres con fines reivindicativos, organizativos y de
acción directa, son las características de la siguiente etapa.
La publicación en “The Guardian” del texto “All the Rebel Women: The rise of
the fourth wave of feminism”, escrito por Kira Cochrane en 2013; abre espacio para
considerar un nuevo momento del feminismo, que gira en torno a los ejes de la
economía y la política, a causa del incremento de mujeres en ambos ámbitos, y que
tiene como efecto inmediato la presencia mayor de la mujer y, por tanto, la necesidad
de visibilidad de su situación.
Este movimiento de presencia efectiva y militante de las mujeres y su universo
en la sociedad, en la economía, y en la política, ha generado una respuesta inmediata
por sectores reactivos al feminismo, veamos cómo.
Ya en 1990, Naomi Wolf publicaba “El mito de la belleza”, un texto fundamental en
el que se demuestra y denuncia que cada vez que el empuje y la presencia de las
mujeres aumenta, disminuye la talla estándar de ropa a la moda, y aumentan los
requerimientos estéticos y éticos para considerar aptas y válidas a las mujeres (La más
bella, la mejor madre, la profesional más competente, la persona más honesta, el ser
humano más intachable). Con ello quería llamar la atención sobre cómo la estructura
heteronormativa del patriarcado actúa sin tardanza contra aquello que amenaza con
desestabilizarlo.
En estos últimos años, la presencia de las mujeres aumenta y puja por seguir
aumentando como consecuencia de generaciones de niñas educadas en la defensa
efectiva de sus derechos. La estrategia del sistema contra esta novedad que lo amenaza
se aprecia en dos ramas:
Una directamente criminalizadora, que recrudece las leyes contra el aborto,
restringe los derechos a la salud sexual (Que son reconocidos como DDHH), y recorta
los presupuestos en educación y atención en esos campos a las mujeres más
desfavorecidas. En este mismo sentido la prensa cuestiona sistemáticamente a las
víctimas de violaciones y violencias machistas. Se cuestiona la legitimidad y justicia de
las reivindicaciones feministas y populariza el uso de la burla y e descrédito
(tristemente famoso es el acrónimo “Feminazi” acuñado por Rush Limbaugh,
periodista afín al partido republicano para aludir a las feministas que reclamaban el
derecho al aborto). Esta rama favorece, además, dentro de la cultura mainstream, las
expresiones artístico-culturales que ofrecen la imagen subordinada y sexualizada de las
mujeres, su papel como objetos y su integración en el sistema de forma subsidiaria y
subordinada, y la aceptación de la violencia contra ellas como parte normal y cierta de
las relaciones humanas (la saga Crepúsculo, de Stephanie Meyer, o la similar
“Cincuenta sombras de Gray”, de E.L.James, la música Reggaeton, el repunte
cinematográfico del “amor romántico”, etc.).
Otra rama de la estrategia consistiría, en la filtración en el propio feminismo, para
orientar su lucha y sus consignas hacia la confusión y la división.
Esto es rastreable en alguna medida (según el feminismo Radical), en el llamado
Feminismo Liberal (Libfem), Feminismo de corte individual e individualista que
aboga por obtener y mantener la igualdad por medio de las propias acciones y
decisiones de la mujer, incorporada como individuo de derecho al mismo sistema
heteropatriarcal capitalista en que se mueve el hombre (sistema que acepta), este
feminismo no está orientado a la reflexión sobre aspectos comunes de las mujeres en
tanto que historia común de una opresión y los logros comunes, sino sobre la mujer
individual y los mayores derechos obtenibles para sus logros en igualdad con el hombre
en el mismo sistema capitalista de libre mercado (por esta razón, recibe el nombre
crítico de “feminismo de derechas o conservador”).
Por poner dos ejemplos, reclaman, sin reflexión fundamental colectiva, una batería
de derechos sobre la libre disposición de sus cuerpos (desde una perspectiva
individualista y sujeta al liberalismo): a comerciar con él (Regulación de la
prostitución), con la gestación (Gestación subrogada), y con la disposición sobre la
sexualización de su imagen (Pornografía). En algunos casos reclaman la eliminación de
la tipificación “violencia de género”, asegurando que la violencia es la misma en
cualquier sentido, obviando con ello las premisas del sistema de privilegios patriarcal
que originan dicha violencia).